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La crisis de la monarquía de Carlos IV (1808)

A comienzos del s. XIX, una España gobernada por el rey Carlos IV, vivía una crisis generalizada del
Antiguo Régimen, ante el rechazo de la política de Manuel Godoy (valido de Carlos IV), acusado de
ser el responsable de las derrotas militares y del hundimiento económico.
Tras el desastre en la Guerra de la Convención contra Francia, se volvió a una política franco-
española poco favorable para España (Trafalgar-1805). Fruto de ella fueron los tratados S. Ildefonso
y el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que Godoy autorizaba el paso del ejército francés a
Portugal.
El descontento cristalizó en la formación de un grupo de oposición en torno al Príncipe de Asturias, el futuro
Fernando VII. Así, el 19 de marzo de 1808 estalló un motín popular organizado por la facción de la Corte
partidaria del Príncipe de Asturias. El Motín de Aranjuez precipitó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV, a
abdicar en su hijo Fernando. Napoleón aprovechó la situación atrayendo a la familia real a Bayona, teniendo
lugar las Abdicaciones de Bayona: Fernando renunció al trono a favor de su padre y este en Napoleón, que a
su vez entregaría a su hermano José Bonaparte (José I), quien hizo publicar el Estatuto de Bayona (julio 1808).

En Madrid se produjeron constantes incidentes, que desembocaron en el levantamiento del 2 de mayo de 1808. En
él, el pueblo junto a oficiales del cuartel de Monteleón se sublevaron contra los franceses. Los soldados de Napoleón
respondieron fusilando a numerosos madrileños el 3 de mayo. El levantamiento de Madrid se extendió por todo el
territorio y desembocó en la Guerra de la Independencia (1808-1814).

La Guerra de la Independencia española (1808-1814)


Con los levantamientos y abdicaciones se produjo un vació de poder. En las zonas no ocupadas, se estableció un nuevo poder:
Juntas locales y provinciales, coordinadas por la Junta Central Suprema, constituida en Aranjuez (septiembre-1808) y presidida
por Floridablanca, asumía la soberanía nacional y dirigía la marcha de la guerra.

Así, la Guerra de la Independencia


se desarrolló en tres fases: ocupación
y levantamiento, predominio francés
y ofensiva hispano-inglesa.

Tras el levantamiento general


contra los invasores, las tropas
españolas consiguieron algún
triunfo como la victoria de Bailén
en julio de 1808. Para poner fin a
la insurrección, el propio
Napoleón, al frente de 250.000
hombres, vino en otoño a la
península ocupando la mayor
parte del país, excepto las zonas
periféricas y montañosas donde
se inició la "guerra de guerrillas"
contra el ejército francés.

Durante seis años, se enfrentaron el


ejército francés, con el apoyo de
los "afrancesados", y la guerrilla
española, formada por antiguos
militares españoles y campesinos,
ayudados por el ejército británico
enviado a la península.

En 1812, el ejército del general británico Wellington con el apoyo de españoles y portugueses infringió sucesivas derrotas
a los franceses (Arapiles, San Marcial). Tras la catástrofe de la Grande Armée en Rusia Napoleón, completamente
debilitado, devolvió la corona a Fernando VII por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813). Las tropas francesas
abandonaran el país y se puso fin a la Guerra de la Independencia.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812


Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) se gestó un nuevo régimen político, se produjo una
revolución política, porque significaba asumir la soberanía nacional y romper el absolutismo. Primero
surgieron Juntas locales, luego Provinciales y en septiembre de 1808 la Junta Central Suprema, que se
convirtió en gobierno de la resistencia.
Trasladada a Cádiz la Junta Central Suprema, desacreditada por las derrotas militares, dio paso a un Consejo de Regencia,
compuesto por cinco miembros, siendo el órgano de gobierno hasta el regreso de Fernando VII. Ya en 1810 se disolvió la Junta
Central y se reunieron en Cádiz unas Cortes no estamentales que asumieron la soberanía nacional. Dominadas por los liberales,
las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos y la Inquisición, la tortura y
las pruebas de limpieza de sangre para acceder a los cargos públicos.

La mayoría de los diputados eran de clases medias, eclesiásticos,


abogados, militares, funcionarios, catedráticos, y miembros de la
burguesía. Los diputados formaban tres tendencias: liberales “doceañistas”
como Muñoz Torrero, Villanueva y Argüelles, partidarios de reformas
revolucionarias; jovellanistas, que defendían un modelo liberal que
reformara y modernizara España sin modificar las estructuras del Estado;
y absolutistas que pretendían mantener el viejo orden monárquico.

La Constitución de 1812 fue la obra más importante de las


Cortes de Cádiz:
 Se promulgó el 19 de marzo de ese año.
 En ella se reconocieron la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio indirecto. El poder legislativo
residía en las Cortes unicamerales, el poder ejecutivo en el Rey y sus ministros y el poder judicial en los tribunales.
 Se estableció como sistema de gobierno la monarquía constitucional, reconociendo los derechos individuales y
colectivos y la igualdad ante la ley.
 Representó la adaptación de las ideas liberales a la situación española, y sirvió de modelo para posteriores
constituciones, no sólo de España sino de otros países europeos.

Fernando VII: absolutismo y liberalismo


Con el Tratado de Valençay (11-XII- 1813) entre Napoleón y Fernando VII, éste recupera los derechos a la Corona.
Regresa a España, y en abril de 1814 recibe el Manifiesto de los Persas, firmado por diputados absolutistas. El 4
de mayo, el rey promulga un Decreto (Decreto de Valencia), que anulaba las reformas aprobadas en las Cortes,
incluida la Constitución de 1812.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Comienza con la detención de los liberales más importantes y la disolución de las Cortes. Apoyados por
la Iglesia y los grandes terratenientes, se anuló la libertad de prensa, se restableció la Inquisición y la
Mesta, se permitió la vuelta de los jesuitas y se restauró la sociedad estamental. El rey se enfrentó a
problemas: inestabilidad del gobierno, crisis en Hacienda y oposición liberal, con pronunciamientos
como los de Espoz y Mina, Porlier y Lacy.

El Trienio Liberal (1820-1823)


Fernando VII restableció la Constitución 1812 iniciando
el Trienio liberal. Se restablecieron las leyes aprobadas
en Cádiz, como la eliminación de la Inquisición, la
abolición del régimen señorial y, se reanuda la
desamortización. Además, se aprobó la Ley de
Supresión de Monasterios, el primer Código Penal, la
división del territorio, la expulsión de los jesuitas y la
instauración de la Milicia Nacional.
Los liberales se dividieron en dos facciones: moderados o
doceañistas (antiguos diputados liberales de Cádiz e
intelectuales ilustrados) como Argüelles y Martínez de la Rosa,
y exaltados o venteañistas (protagonistas de la revolución de
1820) como Mendizábal. Los primeros defendían el sufragio censitario, para limitar la soberanía nacional y
Cortes bicamerales. Los exaltados defendían el sufragio universal, la soberanía nacional y Cortes
unicamerales. Hasta 1822 gobernaron los moderados, y después los exaltados.
La Década Ominosa (1823-1833)
Los Cien Mil Hijos de San Luís, ejército organizado por Francia por orden de la Santa Alianza, pusieron
fin al régimen liberal, dando paso a la década absolutista u ominosa. Aunque se restablecieron las
instituciones de la monarquía absoluta, se evolucionó hacia un reformismo moderado. Los liberales
sufrieron represión y muchos se exiliaron.
En Hacienda, López Ballesteros elaboró los primeros presupuestos generales del Estado e impulsó la creación de
un nuevo Código de Comercio, Banco de San Fernando y la Bolsa de Madrid. El régimen tenía dos enemigos: los
liberales exaltados y los realistas. Los realistas ultras se alinearon en torno a Carlos Mª Isidro, hermano y heredero
a la corona.
Sin embargo, Fernando VII publica la Pragmática Sanción, derogando la
Ley Sálica y permitiendo reinar a las mujeres. Al morir Fernando VII, Mª
Cristina hereda la corona en nombre de su hija Isabel, iniciándose la guerra
civil o primera guerra carlista (1833-1840).

Emancipación de américa
Al mismo tiempo se produce el proceso independentista en América. Las causas que
originaron la insurrección son múltiples: el reformismo borbónico del siglo XVIII, la
extensión de las ideas ilustradas y liberales, la debilidad de España (Trafalgar e
invasión napoleónica) y los intereses ingleses. Se distinguen dos periodos:
- Primera fase (1810-1815): La burguesía criolla promovió
Juntas y depuso a virreyes y capitanes generales, rechazando la
autoridad de la Junta Central Suprema. Estallan insurrecciones
como la de Simón Bolívar en Venezuela y José Francia en Paraguay.
- Segunda fase (1816-1824): Resultó en una reacción absolutista que no impidió la
independencia de Argentina (1816), y las acciones revolucionarias: Simón Bolívar libera Ecuador,
Venezuela y Colombia; San Martín logra la independencia de Chile (1818)….
Hacia 1825 solo Cuba y Puerto Rico, junto a Filipinas en Asia, permanecían en la corona española. La
independencia de las colonias americanas agotó a Hacienda y agravó la crisis. España quedó relegada
a un papel de potencia de segundo orden y, perdió un gran mercado. Los nuevos estados fueron
neocolonizados por Inglaterra y Estados Unidos

El reinado de Isabel II (1833-1868)


Oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil. Cuestión foral.
El establecimiento del régimen liberal en España, durante la minoría de edad de Isabel II (1833-1843), comenzó con el estallido de
la Primera Guerra Carlista (1833-1840) entre las fuerzas gubernamentales y los partidarios del absolutismo, dirigidos por Carlos
María Isidro. La guerra civil tuvo lugar durante la primera regencia de la minoría de edad de la reina. Las causas del conflicto
fueron varias:
- La cuestión sucesoria en torno a la legitimidad de Isabel para ocupar el trono y de su madre para ejercer la regencia,
consecuencia de la anulación de la Ley Sálica, al promulgarse la Pragmática Sanción.
- El enfrentamiento ideológico. Los carlistas eran enemigos del liberalismo y de lo que implicaba (libertad política, económica
y social, uniformidad territorial y laicismo). Defendían el tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino,
reivindicando el mantenimiento de los fueros para conservar las instituciones de gobierno autónomas, sus sistemas
judiciales, exención fiscal y quintas.

Guerra Civil Carlista (1833-1840)


Desde el punto de vista social, en el carlismo militaban parte de la nobleza y miembros conservadores de la
administración y del ejército, bajo clero y campesinado católico. En el bando isabelino, sectores reformistas del
absolutismo, liberales, gran parte del ejército, alta jerarquías eclesiásticas, burgueses e intelectuales. En el ámbito
internacional, Francia, Portugal y Reino Unido firmaron la Cuádruple Alianza con el régimen isabelino. Austria,
Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios apoyaron a Carlos Mª Isidro.

Primera Guerra Carlista (1833-1840) estalló el 1 de octubre con el Manifiesto de Abrantes. La guerra tuvo lugar con
la Regencia de Mª Cristina y se desarrolló en tres fases:

- 1ª Fase: Avance carlista (1833-1835). Los carlistas intentaron una insurrección general del país, al no lograrlo
se inicia la guerra civil. El ejército isabelino reprimió los núcleos carlistas excepto en el País Vasco y Navarra,
allí Zumalacárregui creó un ejército partiendo de guerrilleros. Los carlistas obtuvieron victorias como la del
valle de los Amézcoas, y fracasos como el asedio a Bilbao (1835) que acabó con la muerte del general
Zumalacárregui.
- 2ª Fase: Repliegue carlista (1835-1837). Organizan expediciones fuera del País Vasco y Navarra: la
Expedición Gómez y la Expedición Real que concluyeron sin respaldos. Los carlistas fueron derrotados en
Luchana (1836) por Espartero, poniendo fin al segundo sitio de Bilbao y replegándose más allá del Ebro.

- 3ª Fase: Triunfo isabelino (1837-1839). Espartero liberó gran parte de los territorios ocupados por los carlistas.
Se produjo una división del carlismo: apostólicos o intransigentes y moderados. La firma del Convenio de
Vergara (Guipúzcoa – agosto 1839), entre el general Maroto y Espartero (abrazo de Vergara), puso fin a la
guerra; acordándose admitir a los militares carlistas en el ejército isabelino, respetando su graduación y el
mantenimiento de los fueros, aunque los gobiernos liberales no lo respetarían totalmente. El general Cabrera,
resistió hasta la toma de Morella por Espartero (mayo 1840).
El carlismo se mantuvo activo a lo largo del siglo, reivindicando los fueros y provocando otros dos
conflictos más:
Segunda Guerra Carlista. (1846-1849). Se desarrolló en Cataluña, tuvo como pretexto el fracaso
de la planeada boda entre Isabel II y Carlos VI. Finalizada hubo focos carlistas hasta 1860. El
carlismo se revitalizó en 1868.
Tercera Guerra Carlista. (1872-1876). Durante el Sexenio Democrático en Cataluña, Navarra y
País Vasco; llegándose a establecer un gobierno en Estella. Martínez Campos derrotó a los carlistas
y Carlos VII se marchó a Francia.
La Ley de 1876, abolió aspectos de los fueros vasco-navarros, aumentó la
intervención del Estado, estableció el servicio militar obligatorio y la
contribución a la Hacienda estatal. Durante la Restauración, el carlismo no
abandonó su confianza en la implantación de la rama legítima de los
Borbones y plena reintegración foral.

Regencia de María Cristina (1833-1840)


El reinado de Isabel II (1833-1868) se divide en dos etapas: la
primera (1833-1843) coincidió con la minoría de edad de la reina,
siendo necesaria una regencia de su madre María Cristina (1833-
1840) y después de Espartero (1840-1843). La segunda (1843-1868)
correspondió al reinado efectivo, con la mayoría de edad.
María Cristina mantiene en un principio el absolutismo moderado y
reformista de los últimos años de Fernando VII, con decisiones tan
significativas como la definitiva división provincial. Sin embargo,
pronto advierte la necesidad de lograr apoyos entre los sectores
liberales para afirmar a su hija Isabel en el disputado trono. Así,
llama al gobierno al liberal moderado Martínez de la Rosa, que
establece el Estatuto Real (1834).

El régimen del Estatuto Real

Se crean unas nuevas Cortes, divididas en un Estamento de Próceres


(cámara alta) y un Estamento de Procuradores (cámara baja), aunque
manteniendo el poder de la Corona. Esta nombra al Consejo de Ministros,
que actúa como un auténtico gobierno. Las acciones insurrectas de los
liberales presionan desde las Cortes, y también desde las calles de las
grandes ciudades con continuos motines e insurrecciones; con lo que acaban adquiriendo un carácter
anticlerical muy pronunciado (matanzas de frailes) al considerar a los religiosos simpatizantes y apoyo de los
carlistas.
Gobiernos Progresistas y desamortización
La etapa de transición fracasó al intentar reconciliar absolutismo y liberalismo. La falta de fondos, los errores tácticos en la
guerra e incursiones carlistas, provocarían en 1835 una insurrección reclamando un Gobierno progresista bajo el mando de
Juan Álvarez Mendizábal. Este adoptó medidas encaminadas a desmantelar el sistema legal del Antiguo Régimen, entre ellas
la libertad de imprenta, a Ley de supresión de conventos y el decreto de
desamortización de los bienes del clero regular. Su política se enfrentó a los moderados
y a María Cristina, dimitiendo en mayo de 1836.

El intento de la regente de acabar con las reformas y volver al moderantismo, desencadenó el


pronunciamiento militar de los sargentos de la Granja, que obligó a entregar el Gobierno a los
progresistas y restablecer la Constitución de 1812.

La Constitución de 1837
Las Cortes convocadas según la Constitución de 1812 consideraron
necesario realizar una nueva Constitución, adaptada a las circunstancias del
momento. Se promulgó así la Constitución de 1837, que establecía una
soberanía nacional y las libertades individuales básicas. El monarca
encarnaba el poder ejecutivo, y tenía una cierta preeminencia sobre el
legislativo; ya que podía vetar leyes y disolver las Cortes. Éstas eran a su vez bicamerales.

El nuevo Gobierno de José María Calatrava, continuó la demolición del absolutismo y puso al frente de la dirección
de la guerra al general Espartero.

Regencia de Espartero (1840-1843)


Durante la regencia de Espartero, éste gobernó apoyado por progresistas y otros jefes militares. Pero su política
autoritaria suscitó la oposición de progresistas que antes le apoyaban, y la aparición de rivales dentro del ejército:
Prim, Serrano, Narváez y O´Donnell. En 1842 estalló una insurrección en Barcelona, ante un posible tratado de libre
comercio con Inglaterra, Espartero reprimió la insurrección bombardeando la ciudad. Su mandato estuvo salpicado
de revueltas de generales moderados partidarios de María Cristina (O´Donnell, Narváez...). Moderados y
progresistas organizaron un pronunciamiento militar, que obligó a Espartero a dimitir en 1843. El artífice del golpe,
el general Narváez, se convirtió en 1844 en jefe de Gobierno, siendo Isabel II mayor de edad.

Isabel II (1843-1868): el reinado efectivo


Durante la mayoría de edad de Isabel II se procedió a la auténtica
construcción del nuevo Estado liberal, pudiendo distinguirse varias
fases: una Década moderada, un Bienio progresista y por último la
Unión Liberal y el retorno del moderantismo.

Década moderada (1844-1854)


En la Década moderada Narváez, líder de los moderados, estuvo al frente del
gobierno. Estableció un sistema político estable, donde primaba el orden a la
libertad, marginando a los progresistas y, contando con el apoyo del Ejército y las
élites sociales. Suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil (1844). Se promulga la Constitución de 1845,
más conservadora que la de 1837, con soberanía compartida Rey-Cortes, Cortes bicamerales y sufragio censitario.
Se adoptaron medidas de control de la Administración provincial y local: se crea el cargo de gobernador civil y se
aprueba además un nuevo Código Civil y Penal. En Hacienda se aprobó la Ley Mon-Santillán, potenciándose los
impuestos indirectos. Se firmó el Concordato de 1851, por el que el Papa reconocía a Isabel II como reina, y el
Estado se comprometía a financiar la Iglesia y entregarle el control de la enseñanza y la censura. Desde 1849 se
incrementó el autoritarismo; se funda el Partido Demócrata, reivindicando el sufragio universal, Cortes
unicamerales, libertad religiosa e intervención del Estado en las relaciones laborales. A comienzos de 1854 las
Cortes se habían suspendido y el descontento aumentaba.

Bienio progresista (1854-1856)


El Bienio progresista comienza en julio de 1854 con el pronunciamiento del general O´Donnell en Vicálvaro. En su retirada
hacia Andalucía, se le unió el general Serrano, y ambos proclaman el Manifiesto de Manzanares con promesas progresistas.
Isabel II encargó formar gobierno al progresista general Espartero, con O´Donnell como ministro de la Guerra. Durante este
periodo se restauran leyes e instituciones como la Ley de Imprenta, Ley Electoral y Milicia Nacional. Se elabora la
Constitución de 1856, non-nata, con soberanía nacional, Cortes bicamerales electivas, potestad legislativa Rey – Cortes y
derechos individuales ampliados. En economía se aplicó la Ley desamortizadora de Madoz de bienes eclesiásticos,
municipales y del Estado; Ley de Ferrocarriles y Ley Bancaria creando el Banco de España. Pero la conflictividad social provocó
una crisis y, en julio de 1856, Espartero dimitió y la reina encargó gobierno al general O´Donnell. De 1856 a 1868 se produjo
la alternancia entre los moderados y la Unión Liberal.

Hegemonía de la Unión Liberal (1856-1868)


O´Donnell con su nuevo partido intentaba establecer un liberalismo centrista
(moderados de izquierda y progresistas), reponiendo la Constitución de 1845 con
un Acta Adicional progresista. Sin embargo, Narváez retornó y la suprimió
rodeándola de elementos más conservadores.

Entre 1858-1863 O’Donnell vuelve al poder y se establece el conocido como


“Gobierno largo”, caracterizado por años de expansión económica y de una activa
política exterior: apoyo a Francia, Guerra contra Marruecos, expedición a México.
En 1863, el desgaste en el gobierno y las divisiones del partido llevaron a O´Donnell
a dimitir. Narváez vuelve al Gobierno (1864-1865), con una política conservadora y
de represión de las libertades, pero incapaz de responder a las demandas sociales y
políticas. El descrédito de Isabel II y la recesión económica generaban malestar
social. En junio 1866 se produjo la sublevación de los sargentos del cuartel de S. Gil
(Madrid); y en agosto, progresistas, demócratas y republicanos, liderados por Prim,
firmaron el Pacto de Ostende, con el objeto de destronar a la reina y convocar
Cortes Constituyentes por sufragio universal. La muerte de Narváez y O´Donnell, y
el débil Gobierno de González Bravo, aisló a la reina.

En septiembre de 1868 Prim y Topete inician la sublevación (“La Gloriosa”) que,


dirigida por Serrano, provocó la caída de Isabel II y abrió la esperanza de un régimen
democrático para España.

El sexenio democrático (1868-1874)


En los años anteriores a 1868 el malestar social y el desprestigio de Isabel II aumentaban. Tras el
fracaso de la sublevación del cuartel de San Gil en 1866, Prim pactó en Ostende una alianza con
el Partido Demócrata al que se unieron los republicanos, para promover el cambio de régimen y
convocar Cortes Constituyentes.

La Gloriosa revolución de 1868


La revolución de septiembre de 1868 se inició cuando el
almirante Topete junto a Prim y Serrano, se sublevaron en Cádiz.
Los sublevados en su manifiesto “España con honra”
proclamaban la expulsión de la reina y el establecimiento de un
Gobierno provisional constitucional que asegurara el orden y la
regeneración política del país.
El ejército leal a la reina fue derrotado en Alcolea (Córdoba),
Isabel II se encontró sin apoyos y se exilió a Francia.

Regencia de Serrano
Tras la revolución de 1868 y el exilio de la reina, se formó un Gobierno provisional presidido por Serrano,
formado por unionistas (Topete) y progresistas (Serrano, Sagasta, Zorrilla); quienes tomaron medidas
inmediatas como: la disolución de las juntas locales revolucionarias, expulsión de los jesuitas, derogación del
fuero eclesiástico y convocación de elecciones a Cortes constituyentes. Las Cortes redactaron la Constitución
de 1869, que establecía la soberanía nacional y la división de poderes: legislativo en las cámaras, ejecutivo en el
rey a través de los ministros, y judicial a los jueces; consagraba derechos básicos, el sufragio universal masculino y
la monarquía democrática como sistema de gobierno.

Los problemas de la regencia


Una vez aprobada la Constitución, y puesto que se mantenía la institución monárquica, el general
Serrano fue elegido para ocupar provisionalmente la regencia, y el general Prim pasó a desempeñar
la Jefatura del Estado. Aunque estaba descartada la vuelta de los Borbones, Cánovas del Castillo
forma el Partido Alfonsino, en defensa de los derechos del hijo de Isabel II.
Durante el año 1869 se produjeron varios problemas: comienza la guerra con Cuba, los carlistas se
reorganizan en torno a Carlos VII, y se suceden levantamientos republicanos por todo el país.
Reinado de Amadeo I
En octubre de 1870, Amadeo de Saboya aceptó la Corona, con el consentimiento de las potencias europeas,
siendo elegido rey posteriormente. Su breve reinado (1870-1873) se debió a diversos factores: el asesinato de
Prim, el conflicto militar con Cuba, la oposición de las fuerzas monárquicas, junto con la oposición de la
nobleza y burguesía; y las movilizaciones obreras y populares que reclamaban un régimen republicano.

Uno de los principales problemas políticos fue la división interna de los partidos que apoyaban a Amadeo,
unionistas y progresistas. Dentro de este último surgieron dos tendencias: una más conservadora, liderada por
Sagasta (constitucionalistas); y otra más reformista, dirigida por Ruiz Zorrilla (radicales). Amadeo I abdicó en
febrero de 1873, y se proclamó la I República.

La primera República
La Asamblea que había proclamado la I República, designó a
Estanislao Figueras presidente de una República unitaria, ello
inmediatamente chocó con los republicanos federales. Su
principal cometido fue convocar Cortes Constituyentes que
promulgasen una nueva Constitución. Se enfrentó con graves
problemas: crisis de Hacienda, cuestión de Cuba y la Tercera
Guerra Carlista.
En las primeras elecciones triunfaron los republicanos
federales, proclamándose la República Democrática
Federal, siendo Pi i Margall presidente. En los
republicanos federales surgieron dos tendencias: los
transigentes, que querían conseguir el orden social y después construir la República Federal desde
arriba; y los intransigentes, que defendían la construcción desde abajo, viniendo así la paz social.
Al tiempo estalló una revolución cantonal, protagonizada por la clase media y trabajadores urbanos, que
comenzó en Cartagena extendiéndose al Sur y Levante. Al no poder aprobar la Constitución, Pi i Margall
dimitió y le sucedió Salmerón, quien se limitó a restablecer el orden y reprimir los movimientos obreros. Emilio
Castelar le sucedió. Sin embargo, su giro a la derecha le enfrentó a los intransigentes. El golpe de Estado del
general Pavía, enero 1874, disolvió las Cortes y puso fin a la I República.

Gobierno de Serrano
1874 fue de transición entre la I República y la Restauración borbónica, el poder pasó a Serrano, apoyado por liberales,
como Topete y Sagasta, Cánovas intentaba el regreso de los Borbones. El pronunciamiento en Sagunto del general
Martínez Campos, acabó con el Sexenio revolucionario, iniciando la Restauración.

REINADO DE ALFONSO XII


La Restauración de la monarquía borbónica de Alfonso XII (hijo de Isabel II) va desde 1875 hasta la mayoría de
edad de Alfonso XIII en 1902. Durante este periodo, Cánovas del Castillo consiguió establecer en España una
monarquía liberal parlamentaria (no democrática).
El proyecto político de Cánovas se gestó durante el Sexenio democrático, cuando Cánovas al frente del
Partido Alfonsino, consiguió de la reina en el exilio que abdicara a favor de su hijo.

El sistema canovista y la constitución de 1876.


Orígenes del proceso restaurador
Alfonso se educó en la academia de Sandhurst; y desde allí, tras el golpe del general Pavía (enero 1874) que llevó
al gobierno a Serrano, hizo publicar el Manifiesto de Sandhurst (redactado por Cánovas), donde presentaba la
restauración de la monarquía constitucional como la única solución a los problemas de España. En diciembre de
1874, el general Martínez Campos protagonizó el pronunciamiento militar en Sagunto, restableciendo la
monarquía. Serrano dimitió, Cánovas inició un gabinete-regencia, y en enero Alfonso XII lo confirmó en el
Gobierno.
Fundamentos del sistema canovista
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885), Cánovas del Castillo estableció las bases para conseguir la
estabilidad política en España. Los objetivos políticos del sistema canovista se centraron en:
 Pacificación del país. El Ejército, protagonista de la política durante el siglo XIX, debía volver a los cuarteles y
servir al Estado con independencia de quien gobernara. El Ejército se centró en el final de la Tercera Guerra Carlista
(1876) y la Guerra de Cuba (Paz de Zanjón 1878).
• Bipartidismo. Para evitar los pronunciamientos y
conseguir estabilidad, era necesario que los liberales se
alternaran en el poder. Los dos partidos que se alternaron
fueron: el Partido Liberal Conservador, antiguos
moderados, unionistas y católicos, liderados por Cánovas;
y el Partido Liberal Fusionista, formado por progresistas,
demócratas y republicanos moderados, liderados por
Sagasta.
Para conseguir la alternancia del poder, era necesario el fraude
electoral, donde el rey encargaba la formación de gobierno al
partido que le tocase, disolviendo las Cortes y convocando
elecciones. Desde el Ministerio de la Gobernación se ponía en
marcha el “Encasillado” (lista de diputados provinciales que debían salir elegidos). El conjunto de prácticas
antidemocráticas, dentro del sistema caciquista, eran conocidas como “pucherazo”.

 Constitución de 1876. Se convocó elecciones a Cortes por sufragio universal masculino, y estas de mayoría
conservadora la redactaron y aprobaron. Inspirada en la de 1845 pero con novedades de la de 1869. Establecía la
soberanía compartida Rey-Cortes. No existía una clara división de poderes: el legislativo era compartido, Rey -
Cortes bicamerales, Congreso elegido por sufragio censitario y Senado, parte de elección real y, otra mediante un
sistema indirecto por las corporaciones y los mayores contribuyentes; el ejecutivo lo tenía el rey-soldado. Derechos
y libertades como los de 1869. Religión oficial la católica, aunque tolerando otros cultos.

Cánovas gobernó los primeros años del reinado de Alfonso XII. Eliminó lo más radical del Sexenio democrático (matrimonios civiles, juicios
con jurado), restableció el Concordato con la Santa Sede, restituyó a militares depuestos, y eliminó a los alcaldes y gobernadores civiles
nombrados en el Sexenio. Promulgó la Ley Electoral (1876), Ley de Imprenta (1879), fin de la libertad de cátedra y prohibió asociaciones
obreras.
Sagasta le sucedió (1881-1884), restableció la libertad de cátedra, expresión y reunión; permitió las asociaciones obreras,
amnistió a republicanos. La doble crisis (Francia y sublevación militar republicana) puso fin a su gobierno.
Con Cánovas en el gobierno muere Alfonso XII, iniciándose la regencia de María Cristina de Habsburgo con el Pacto del
Pardo, respetando el turno de partidos y garantizando así el sistema canovista los años siguientes.

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