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La fecundación.

La vida humana comienza en el momento exacto de la unión del óvulo y el espermatozoide; es


decir, con la fecundación. Cada gameto lleva en sí la capacidad intrínseca de la vida, y el ser que
nacerá está dotado de una mezcla singular de información genética y de experiencia intrauterina,
que no se volverá a repetir en ningún otro ser. Por esta razón, cada ser humano es único e
irreemplazable, es un participante del ininterrumpido proceso de vivir.
El cigoto, expresión unicelular de la persona humana, crece y se desarrolla para convertirse en un
ser completo, hombre o mujer, que nace y vive.

El nuevo ser vivo representado por el cigoto, experimenta ahora una serie de cambios que van a
culminar con el desarrollo de un individuo que cuenta con todos los órganos y sistemas necesarios
para desenvolverse en este mundo. Este nuevo habitante, desde que comienza siendo cigoto ya
posee almacenada en su ADN todas las características funcionales, físicas, conductuales, etc., que
expresará al interactuar con los demás seres humanos y su entorno. Por lo tanto, la persona
humana está presente en el cigoto.

La fecundación suele producirse en una de las trompas de Falopio. Desde ese lugar el nuevo ser
vivo, el cigoto, emprende un viaje que culmina en el útero materno. El útero ofrece las condiciones
necesarias para su desarrollo durante el período denominado embarazo.
Embarazo es el periodo que se extiende desde la fecundación del óvulo por el espermatozoide
hasta el momento del parto.

Factores psicológicos que inciden en la infertilidad

En los años 50 y 60 se creía que el porcentaje de casos de infertilidad originados por factores
psicológicos era del 40% pero esto se debe a que los avances médicos que identificarían las causas
de la infertilidad aun no habían llegado. Hoy en día se sabe que aproximadamente son un 5 % de
los casos de infertilidad los que se deben a factores psicológicos (esterilidad inexplicable).

¿Cómo ocurre esto?

Pues los temores y ansiedades pueden hacer que anticipemos y nos autosugestionemos
desencadenando emociones negativas. Las emociones negativas (ansiedad, miedo, tristeza)
pueden afectar a las funciones biológicas y más en casos tan delicados como la concepción con
ya de por si bajas probabilidades de éxito.
pueden ser miedos inconscientes, ambivalencia ante la maternidad, miedo a que el hijo no nazca
sano, miedo al embarazo en sí, presión temporal para concebir o impaciencia, la preocupación
por la gran responsabilidad que viene, temor a revivir conflictos del pasado (abortos), problemas
de pareja, temor a los cambios físicos (gordura)…

En la mujer:

Como ya sabemos los cambios emocionales pueden alterar el ciclo menstrual o la ovulación, esto
ocurre porque la ansiedad emocional afecta al hipotálamo que interviene en la regulación del ciclo
menstrual (pudiendo la ansiedad llegar a producir amenorrea) y este es un punto clave de la
fecundación.

El estrés también puede interferir en el transporte de los óvulos a través de las trompas y alterar
el fluido uterino de sangre lo cual repercute en la fertilidad.

Las deficiencias hormonales (que pueden estar en parte causadas por factores psicológicos)
también alteran el moco cervical (viscoso en condiciones fértiles) que tiene mucho que ver en la
fecundación ya que su alteración puede impedir que los espermatozoides alcancen al óvulo.
En estos casos la propia aparición de la menstruación es poco deseada (al contrario que en otras
épocas de la vida) y se confunden sus síntomas con los del embarazo, cuando finalmente aparece
la regla se produce tristeza y desilusión y a medida que el ciclo se repite aparecen sentimientos
de vacío y desamparo.

La depresión reduce el deseo sexual y puede alterar la fertilidad.

La malnutrición puede reducir la fertilidad, un mal estado emocional (o trastorno psicológico,


como por ejemplo la anorexia) pueden afectar a través de esta vía.

El insomnio se asocia a otros factores que alteran la fertilidad tanto en hombres como en mujeres.

A todo esto, aparte de empeorar las probabilidades de concepción, el estrés también aumenta las
probabilidades de un aborto.

En el hombre…

En el hombre el estrés y los trastornos emocionales pueden afectar al volumen y concentración


del semen.

Está claro que los problemas que impliquen impotencia (que sí es en la mayoría de los casos de
origen psicológico) o falta de eyaculación impedirán la fecundación. La ansiedad, el miedo y la
tristeza incidirán en este aspecto.

Como en la mujer, la mala alimentación puede influir en la condición de los espermatozoides, hay
trastornos psicológicos (o problemas emocionales) que inciden en esta área: La depresión puede
reducir el apetito, la anorexia, etc… Así mismo el sedentarismo asociado a algunos trastornos
(depresión, agorafobia…) no beneficia la fertilidad.

El alcoholismo y la drogadicción (muy asociados a los factores psicológicos) también incidirán


en las probabilidades de fecundación y en la calidad del esperma.

Además todo esto es un círculo vicioso porque la ansiedad que producía la misma idea del
embarazo producirá infertilidad que a su vez agrandará la ansiedad, manteniendo el problema.

Pero no a todo el mundo le ocurre esto y es debido a que los estilos personales de afrontamiento
al estrés influyen también.

Los consejos para evitar problemas de fertilidad asociados al estrés pasan por:

– Primero ser conscientes de que el proceso de fecundación es muy complicado. Por


lo general no se considera que haya problemas de fertilidad hasta que la pareja ha pasado un año
intentándolo 2 o 3 veces por semana.

– Cualquier pequeño fallo en el proceso biológico (que no depende de nosotros)


puede parar el embarazo (incluso en los primeros momentos cuando el esperma llega al ovulo y
este se divide), hay que saber que esto es así y es normal. Luego hay que intentar quitarse la
presión, hay que tener paciencia y tener claro que puede que tengamos suerte el primer mes pero
que lo más probable es que nos lleve su tiempo conseguir una fecundación.

– No culparnos de la tardanza ni sentirnos mal.

– Practicar técnicas de relajación (por ejemplo estas).


– Cuidar muy bien la salud y la alimentación, así como la relación de pareja, hacer
ejercicio físico regular.

– El proceso no debe volverse tedioso ni forzado porque aquí es cuando nos


agobiaremos.

– Si a pesar de todo esto hay problemas podemos acudir a que nos informen o evalúen
que no estén incidiendo otros factores biológicos en la infertilidad, pero no hay porque contemplar
esto hasta pasado ese año. Si este fuera el caso, es útil de todas formas buscar algún tipo de apoyo
psicológico ya que el estrés también puede afectar negativamente a los procesos de aumento
artificial de la fertilidad o a la fecundación in vitro.

Los problemas de fertilidad son mucho más frecuentes de lo que pensamos, lo que ocurre es que
la gente no suele hablar de ello porque lo ven como un fracaso o se avergüenzan, la realidad es
que si habláramos más de ello nos daríamos cuenta de que es algo común y que es beneficioso
apoyarnos en el entorno y la gente que nos rodea para superarlo.

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