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Ficha de lectura de: Anna Calvera. “El cosear de las cosas.

Consideraciones rezagadas a
partir de Martin Heidegger”. En Anna Calvera (ed.). De lo bello de las cosas. Barcelona:
Gustavo Gili, 2007

Seminario de Investigación I
Doctorado en Arte y Arquitectura
Docente: Aurelio Horta
Presentado por: Fabrizio Pineda
27 de febrero de 2018

El texto de Anna Calvera invita a reflexionar, a partir de la filosofía heideggeriana, sobre el ser y
la estética de las cosas y, por su medio, del diseño. Calvera reconoce que hablar de Heidegger
hoy puede tener algo de pasado de moda, pero los conceptos allí abiertos no dejan por ello de ser
sugestivos ni pertinentes para pensar la estética de los objetos de uso. Así, pues, a la manera del
método heideggeriano de preguntar cuál es el ser de la cosa, Calvera se pregunta cuál es el ser del
diseño.
Usualmente la reflexión heideggeriana por la cosa ha sido interpretada en torno a una
dicotomía central entre el mundo de la técnica, el objeto técnico o herramienta, y el mundo del
arte, el objeto artístico u obra de arte. Estos tipos de objetos se suelen interpretar como los
extremos entre dos tipos de objetos apenas mediados por el diseño. Sin embargo, Calvera insiste
en que es posible encontrar una serie de puntos con base en los que sería posible superar esta
dicotomía, a saber, aquello que en sus manuscritos puede interpretarse como refiriéndose al
diseño, pues sus continuas referencias a la cotidianidad y lo hogareño permiten aproximarnos a
“comprender la manera de ser y estar de lo que tenemos a nuestro alrededor, presente en nuestro
entorno más cercano” (105), esto es, los objetos de uso, preocupación central del diseño
industrial.
La reflexión de Heidegger sobre la cosa inicia, según Calvera, con una crítica a la
modernidad, puesto que el fenómeno de la técnica moderna y su ubicuidad han fomentado la
disolución de la cultura en tanto dominada por industria. Pero de manera simultánea a esta visión
crítica de la técnica, Heidegger también la entiende como una actividad signo de la humanidad:
“de hecho, si se la entiende como un universo de actuación, de la técnica depende la posibilidad
de toda elaboración productora y, como tal, forma parte de la esencia del hombre, de su destino
como especie” (107). En el marco de este ser productor es en el que cabe trasegar una estética del
diseño abocada a la cotidianidad. Remitirse a la cotidianidad a su vez implica entender la manera
de ser de las cosas en la experiencia vital inmediata de las personas. Para Heidegger, la
cotidianidad “es esa situación en la cual las personas están rodeadas de cosas conviviendo con
otras personas en un universo de conversaciones cruzadas” (108); como seres en el mundo
actuamos ocupándonos de vivir y convivimos con los demás hablando. La cotidianidad se define
entonces por las cosas familiares de nuestro hacer, que se realizan en nuestras relaciones con las
cosas y con la gente y que a la vez nos permite reconocernos a nosotros mismos. Este potencial
de la cotidianidad, afirma Calvera, conlleva “reconocer que las personas son y se hacen a sí
mismas en un diálogo constante con el entorno social y material que se han creado. Este diálogo
es posible precisamente gracias a que se habla y a que se habla sobre las cosas. A través del
hablar, el lenguaje constituye y designa el mundo, permite comprender ese entorno en el que
transcurre la vida; así, las conversaciones, intrascendentes o no, determinan el principio de
realidad con el que se mueve y actúan las personas” (108). El lenguaje cotidiano porta el primer
nivel de comprensión de las cosas, de para qué sirven y cómo usarlas; el mundo se habla como un
medio de cosas disponibles para ser usadas.
Respecto a las personas en el mundo, el uso es el que define la relación de las personas
con las cosas. El conocimiento cotidiano que tenemos de las cosas es para qué sirven, las
buscamos cuando las necesitamos y a la vez su uso define conductas de la cotidianidad. Además,
su sentido y valor dependen de lo que se quiere hacer con ellas, de la actividad que median y, en
consecuencia, de la familiaridad de su posible utilización.
Junto a este conocimiento, el objeto de uso mismo tiene una serie de referencias
constitutivas. La primera es la que tiene el útil respecto a la figura del usuario; refiere a un
usuario ideal conforme a su manejabilidad. La segunda referencia constitutiva es la que
mantienen las cosas entre sí formando sistemas complejos de útiles, esto es, “ambientes
coherentes compuestos por utensilios y cosas en los que se da de manera inmediata la
familiaridad del uso y la convivencia con ellos” (114), pues es sistema que define los usos y las
acciones posibles. La tercera referencia que extrae Calvera de Heidegger es la que estos sistemas
de objetos tienen hacia la naturaleza y el conocimiento que se tiene de ella, es decir, a la
constitución de un entorno, a una manera de vivir y su realización cultural; confiar en las cosas es
necesario para la vivencia de confiar en el mundo concreto, por lo cual, se dice que tienen la
“capacidad para definir un mundo a su alrededor” (114).
¿Cómo aplica el marco heideggeriano al diseño? A fin de responder a este interrogante,
Calvera retoma la pregunta planteada por Heidegger en Poéticamente habita el hombre: “¿de qué
modo el habitar humano puede estar fundado en lo poético?” (116). Las mencionadas referencias
constitutivas del ser útil de las cosas, en cuanto dan cuenta de la relación del hombre con las
cosas, remiten a su vez al habitar como el modo de lo cotidiano de estar en la tierra. “De ahí que
toda reflexión estética sobre los modos de habitar supone un camino para aprehender lo estético
de los objetos de uso, de los útiles y las cosas, tal como en un principio lo había sido el estudio de
la dinámica cotidiana para entender qué significan las cosas en la realidad del día a día” (117). En
el modo de hacer el habitar o lograrlo, se expresa y se hace visible lo verdadero de un mundo,
esto es se poetiza (“la poesía consigue que lo verdadero se torne perceptible” (118)). Poetizar
implica dotar de esencia a las cosas, fundar un mundo por medio de conocimiento y acción
estética (poiesis, techné). He ahí el lugar del diseño: en la medida en que la estética no es mera
apreciación de formas o coherencia de estilos, el diseño deviene una poetización del mundo, o
mejor que funda mundo a través de los objetos de uso y que, en consecuencia, “permite mantener
aquella antigua utopía del diseño según la cual diseñar significa fundamentalmente la mejora del
medio ambiente común a todos” (120).

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