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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca
Las verdaderas razones por las que los padres gritamos a los niños
En mi trabajo he detectado que, incluso los padres que tienen clara la
idea de una crianza respetuosa, se quejan de que siguen gritándole a sus hijos y
no consiguen dejar de hacerlo, lo que les disgusta y saben que hace daño a sus
pequeños y les enseña malos hábitos. Les gritamos, pero ¿sabemos cuáles
son las verdaderas razones por las que les gritamos a los niños?
Os voy a hacer algunas propuestas sencillas, accesibles para todos
vosotros y que estoy segurísima de que os van a ayudar. Y empezaré hoy con las
verdaderas razones por las que gritamos a los niños, que, en mi opinión, no tienen
mucho que ver con los niños, ni con lo que hacen, ni con si nos hacen caso, sino
con nosotros mismos, los adultos responsables, con autocontrol y maduros que se
supone que somos.
Las razones por las que gritamos a nuestros hijos son muy complejas y no
en todas las personas que gritan serán las mismas, pero mi experiencia es que hay
muchos puntos en común.
Hace poco alguien me decía que las madres y padres que no gritan solo
existen en grupos de internet, pero que nadie es capaz de controlarse tanto. Y
aunque quizá tenemos que tener claro que la perfección no existe, sí estoy
segura que dejar de gritar no es un objetivo inalcanzable y que, si te lo
propones, puedes lograrlo.
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Estamos agotados:
La falta de sueño es quizá una de las razones por las que más
perdemos los nervios y tener niños pequeños casi siempre va unido a tener
menos horas de sueño o descanso de las que querríamos. Cada familia debe
buscar la manera de la que pueden darse el mayor tiempo posible de descanso
pero una cosa está clara, ambos miembros del equipo de crianza deberían estar
en las mismas condiciones y servirse de apoyo, intentar el colecho, ponerles una
peli en la cama mientras echamos el último sueñito o levantarnos por turnos si el
niño es de esos que se levantan a las seis de la mañana y solo quieren jugar.
A medida que crecen nuestros hijos su capacidad para comprendernos y
empatizar con nosotros, si nosotros hemos sido empáticos, aumentará, y
entenderán que necesitamos descansar o que ese día no nos encontramos bien,
pero cuando son chiquitines eso es muy difícil y, sin duda, es una parte dura de la
crianza.
Buscando apoyo las cosas mejoran pero siempre habrá una parte de
atención a los niños que nos costará si estamos especialmente enfermos o
agotados. Una sola cosa que resume todo es lo que os dará fuerzas, de verdad
que merece la pena el pasar esos momentos pensando en que gritarles, a la
larga, envenena vuestra relación y pone el cimiento de faltas de respeto
mutuas en el futuro.
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La enorme responsabilidad:
Realmente el trabajo más exigente y de mayor responsabilidad que
existe es educar a nuestros hijos. Su seguridad y salud depende de nosotros, y
también el que crezcan como personas empáticas, respetuosas consigo mismos y
los demás, que puedan tener una formación adecuada para cumplir sus sueños en
la infancia y la vida adulta. La responsabilidad pesa mucho y eso a veces,
admitámoslo, nos supera.
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Les dá miedo:
Las primeras veces que le gritamos a nuestros hijos se quedan paralizados,
atemorizados. Quizá si gritarles sea una costumbre al final parecen inmunizarse,
pero ese miedo inicial siempre permanece: miedo a no ser querido, miedo a que
les hagamos daño. Nadie quiere ver miedo en los ojos de sus hijitos.
Daña su autoestima:
Que alguien a quien amas y de quien dependes absolutamente te grite, y
sobre todo si cuando te grita te dice cosas horribles, es algo que rompe la
confianza en uno mismo y la creencia interna de que merecemos ser
respetados y tratados con educación incluso cuando cometemos errores. Más
claramente dañino para la autoestima que eso poco existe. Si hacemos que
nuestros hijos consientan que nosotros les gritemos quizá, en el futuro, no sepan
que merecen ser bien tratados por los demás.
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Nunca he castigado
Me preguntaban hoy, asombrados, si era verdad que nunca había castigado
a mi hijo. Ya imagináis las respuestas: “eso es que has tenido suerte y no lo has
necesitado”, o “ya verás cuando crezca y se te suba a las barbas”. La mejor, sin
duda, es la de quien me argumentaba que si no había castigado nunca no podía
defender que un castigo bien puesto a su debido tiempo no servía para nada.
Aclarando:
Primero, no, no he castigado porque no me ha hecho falta castigar, ya
que no considero que el castigo tenga utilidad alguna, por lo que si he tenido un
conflicto con mi hijo he usado otras estrategias, lo que ha hecho que su
comportamiento no se mueva por el miedo al castigo sino por la voluntad y la
responsabilidad. No usar la humillación, la amenaza y el autoritarismo permite una
buena comunicación y una relación basada en el respeto y la confianza.
Tercero, dudo mucho que los castigos bien puestos y a su debido tiempo
sirvan para algo, pues los niños que son castigados siguen “necesitando” ser
castigados y lo único que realmente aprenden es a engañar, temer y rebelarse en
cuanto puedan ante la autoridad injusta. Quizá, usados habitualmente, si sirven,
pero lo que logran es personas adultas que se mueven por el miedo, por el temor al
castigo y que son sumisos ante la autoridad injusta. Puesto que eso no lo quiero
para mi hijo la posible utilidad de los castigos la considero perniciosa.
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Un no y una rabieta
La responsabilidad última del bienestar de tus hijos le corresponde a
los padres y a veces es necesario decirle que no a nuestro hijo a algo que
pide: tele, una chuchería, quedarse más rato en el parque…
Dicho esto y sin cuestionar las decisiones y normas que cada familia decida,
yo les propongo un ejercicio.
¿Ese NO era completamente necesario o era una norma negociable o flexible?
Si tiene una rabieta, contener sin tener nosotras una rabieta, a veces
el que los niños se desborden nos desborda pues ese llanto nos resuena al niño
que éramos y lloraba y queremos pararlo a toda costa.
Las enseñanzas de situaciones como esta es que tenemos que saber
poner límites con amor y flexibilidad y cuestionarnos, sin miedo, los limites y
normas que ponemos.
Otra cosa que puedes aprender es a entender como puedes ejercitarte
para no perder los nervios tú, con técnicas como la risa, el baile, el encuentro
con tu niño interior, práctica de relajación habitualmente, tomarte un pequeño
tiempo fuera tú, usar un talismán emocional (normalmente la primera imagen de tu
hijo recién nacido te llevará a sentir una paz y amor tan grandes que te sentirás
más serena).
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Cuaderno de bitácora
En los cursos de la Pedagogía Blanca trabajamos con múltiples
recursos prácticos para conseguir educar sin violencia. Son sencillos y
altamente efectivos y sobre todo, los padres pueden incorporarlos a su vida diaria
con facilidad, solo es necesario el poner un poco de esfuerzo en ello. Hoy os
vamos a explicar que es el cuaderno de bitácora, aunque, si habéis ya asistido a
alguno de nuestros talleres o habéis seguido, incluso, nuestras conferencias
gratuitas ya lo conoceréis.
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Otra idea que aconsejo es pensar en las razones por las que les gritáis,
vuestra infancia y como os sentíais de mal cuando os gritaban (y no queréis que los
niños se sientan así), que analicéis las situaciones que os superan y trabajar para
simplificarlas (la hora de dormir, los deberes, que se peleen…).
Poneos un cartel en vuestro armario con las razones por las que no queréis
gritar (les hace daño, estropea la comunicación, enseña malos hábitos, os aleja de
ellos, os hace sentir fatal) y mirarlo cada mañana.
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Muchas veces estamos cansadísimas y muy solas y eso nos hace perder el
control. Pedid ayuda en casa y pedid ayuda a vuestra pareja para que os sirva de
sostén. Y pensad en vuestros niños como seres naturales y que necesitan cosas
(movimiento, aire libre, juego) que a veces no les damos en la medida que
necesitan y están tan saturados como nosotras. Reconsiderar los límites y
normas que porque vuestro objetivo final no es que os obedezcan, sino
construir una relación de comunicación y respeto mutuo que se va a alargar
durante su vida adulta, cuando vuestro hijo vivirá como una persona
independiente, madura y feliz.
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c 2014 Pedagogía Blanca