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Dejacondela gritar

Pedagogía Blanca Por


Mireia Long

pedagogiablanca.com
Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Las verdaderas razones por las que los padres gritamos a los niños
En mi trabajo he detectado que, incluso los padres que tienen clara la
idea de una crianza respetuosa, se quejan de que siguen gritándole a sus hijos y
no consiguen dejar de hacerlo, lo que les disgusta y saben que hace daño a sus
pequeños y les enseña malos hábitos. Les gritamos, pero ¿sabemos cuáles
son las verdaderas razones por las que les gritamos a los niños?
Os voy a hacer algunas propuestas sencillas, accesibles para todos
vosotros y que estoy segurísima de que os van a ayudar. Y empezaré hoy con las
verdaderas razones por las que gritamos a los niños, que, en mi opinión, no tienen
mucho que ver con los niños, ni con lo que hacen, ni con si nos hacen caso, sino
con nosotros mismos, los adultos responsables, con autocontrol y maduros que se
supone que somos.
Las razones por las que gritamos a nuestros hijos son muy complejas y no
en todas las personas que gritan serán las mismas, pero mi experiencia es que hay
muchos puntos en común.
Hace poco alguien me decía que las madres y padres que no gritan solo
existen en grupos de internet, pero que nadie es capaz de controlarse tanto. Y
aunque quizá tenemos que tener claro que la perfección no existe, sí estoy
segura que dejar de gritar no es un objetivo inalcanzable y que, si te lo
propones, puedes lograrlo.

Dejar de gritar no es un objetivo inalcanzable.


Si te lo propones, puedes lograrlo.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Estamos agotados:
La falta de sueño es quizá una de las razones por las que más
perdemos los nervios y tener niños pequeños casi siempre va unido a tener
menos horas de sueño o descanso de las que querríamos. Cada familia debe
buscar la manera de la que pueden darse el mayor tiempo posible de descanso
pero una cosa está clara, ambos miembros del equipo de crianza deberían estar
en las mismas condiciones y servirse de apoyo, intentar el colecho, ponerles una
peli en la cama mientras echamos el último sueñito o levantarnos por turnos si el
niño es de esos que se levantan a las seis de la mañana y solo quieren jugar.
A medida que crecen nuestros hijos su capacidad para comprendernos y
empatizar con nosotros, si nosotros hemos sido empáticos, aumentará, y
entenderán que necesitamos descansar o que ese día no nos encontramos bien,
pero cuando son chiquitines eso es muy difícil y, sin duda, es una parte dura de la
crianza.
Buscando apoyo las cosas mejoran pero siempre habrá una parte de
atención a los niños que nos costará si estamos especialmente enfermos o
agotados. Una sola cosa que resume todo es lo que os dará fuerzas, de verdad
que merece la pena el pasar esos momentos pensando en que gritarles, a la
larga, envenena vuestra relación y pone el cimiento de faltas de respeto
mutuas en el futuro.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Una vida demasiado exigente:


Otra razón por la que gritamos a nuestros hijos, que no debería servirnos de
excusa sino para entender que no somos monstruos, es que nuestra vida y la de
los niños es excesivamente estresante y no responde a nuestras necesidades
reales. No hay tiempo libre para apenas nada. Las jornadas laborales son
agotadoras y, si no hay trabajo, las preocupaciones también pueden ser
devastadoras. Por mucho que mejore la comodidad de nuestras casas hay
obligaciones en el cuidado del hogar, la limpieza, alimentación, compras y
actividades que nos llegan a abrumar. Aunque parezca difícil no queda otro
remedio que simplificar nuestra vida y reorganizarla para ser más felices.

El cansancio y el agobio por las preocupaciones o las tareas


pendientes hace que presionemos a los niños par que no molesten y para que se
adapten a un horario muy apretado, les exigimos que obedezcan y atiendas a
cosas que a ellos, realmente, no les corren ninguna prisa de forma natural: cenar a
una hora exacta, bañarse, recoger, dejar de jugar... podéis decirme que tienen que
adaptarse a la vida y que queréis que obedezcan, pero si lo pensáis, las
necesidades que les imponemos son, muchas veces, cosas que para su infancia
no son necesarias y sería todo más sencillo si no viviéramos con un horario tan
rígido.
No siempre vamos a poder cambiar esas cosas pero mi consejo es
reflexionar sobre si algunos de esos conflictos, los que sean más habituales en
nuestra casa, se suavicen flexibilizando las exigencias. Las razones por las que
gritamos no son los niños, sino nuestras propias expectativas o límites.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

A nosotros nos gritaban nuestros padres:


Otra de las razones por las que les gritamos a los niños es nuestra
propia infancia.
No siempre, pero en muchos casos, nosotros también recibimos, incluso
de los padres amorosos, gritos, palabras duras, chantajes, etiquetas y hasta
algún golpe. Hemos normalizado ese tipo de violencia. Hasta los padres que
no quieren hacerlo han crecido en un entorno en el que a los niños se les puede
gritar o faltarles al respeto sin graves consecuencias*. Y eso deja huella. Aunque
no lo justifiquemos lo hemos interiorizado, forma parte de nuestro enculturamiento
y, en los momentos de tensión, cansancio, enfado o menor racionalidad, nos
dejamos llevar por un patrón inconsciente. Y gritamos.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Los niños no hacen caso:


Los padres que suelen gritarle a sus hijos explican que gritan porque
si no lo hacen los niños no les hacen caso y, por eso, aunque no les guste, se
"ven obligados". Los padres que castigan mucho dicen los mismo, si no les
castigan no hacen caso. No conozco a padres que les peguen a sus hijos pero
estoy segura que usarán una argumentación parecida. Y la razón es que ellos
mismos, con su pérdida de control, les han enseñado a los niños que ese es
el momento en el que deben hacer caso, que antes no es tan en serio. Las
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pautas de comunicación se enseñan en la misma comunicación* .
Claro, hay niños que no hacen caso a la primera, ni a la segunda... ni a la
décima, ya lo sé. Pero gritar no enseña nada de nada, a la larga no consigue
cambiar el comportamiento del niño, habrá que seguir gritando más y más y más.
Una ruina de relación, que se irá aproximando a la adolescencia con un ambiente
que tarde o temprano el niño reproducirá. Si un niño no hace caso y estamos muy
seguros de que eso es importante, la manera de hacernos entender no es gritar*2,
es explicar con palabras sencillas y repetir. Paciencia. Ponernos en el lugar de los
niños. Valorar si nuestras peticiones son razonables. No dejarles ponerse en
peligro a ellos mismos ni a otros, pero entender que necesitan tomar decisiones
propias poco a poco.

La enorme responsabilidad:
Realmente el trabajo más exigente y de mayor responsabilidad que
existe es educar a nuestros hijos. Su seguridad y salud depende de nosotros, y
también el que crezcan como personas empáticas, respetuosas consigo mismos y
los demás, que puedan tener una formación adecuada para cumplir sus sueños en
la infancia y la vida adulta. La responsabilidad pesa mucho y eso a veces,
admitámoslo, nos supera.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Razones por las que dejar de gritar


Los padres y madres gritan a sus hijos y no quieren hacerlo. Cuando les
pregunto las razones por las que les gustaría dejar de gritar y creen que es
necesario dar ese giro, suelen expresar motivos comunes.
Para llegar a cambiar esta pauta y dejar de gritar a los niños es
indispensable, ante todo, tener claras nuestra motivaciones, pues sabiendo
estas no nos parecerá tan inalcanzable el objetivo. Y el objetivo es, sin duda,
mejorar la comunicación y la relación con nuestros hijos y ayudarlos a
desarrollarse sanamente.
Sin embargo, pese a que hay razones muy poderosas y
lógicas para dejar de gritar a los hijos quiero, siempre, dejar claro
que la perfección es inalcanzable y que nada nos lastra más que
ser perfeccionistas. Debemos mejorar, ponernos altos objetivos,
tener altas expectativas sobre nosotros mismos, comprometernos,
avanzar, ser valientes... por supuesto, pero no pensar que nunca
jamás fallaremos.
Sin ser indulgentes y comodones, sin estar justificándonos continuamente,
admitamos que somos humanos y que, como en todo, el error es una oportunidad
de mejora y ejemplo, cuando lo usamos como un escalón más hacia el objetivo
final. Dicho esto, vamos a ver qué razones tenéis para dejar de gritar a vuestros
hijos.

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Les dá miedo:
Las primeras veces que le gritamos a nuestros hijos se quedan paralizados,
atemorizados. Quizá si gritarles sea una costumbre al final parecen inmunizarse,
pero ese miedo inicial siempre permanece: miedo a no ser querido, miedo a que
les hagamos daño. Nadie quiere ver miedo en los ojos de sus hijitos.

Daña su autoestima:
Que alguien a quien amas y de quien dependes absolutamente te grite, y
sobre todo si cuando te grita te dice cosas horribles, es algo que rompe la
confianza en uno mismo y la creencia interna de que merecemos ser
respetados y tratados con educación incluso cuando cometemos errores. Más
claramente dañino para la autoestima que eso poco existe. Si hacemos que
nuestros hijos consientan que nosotros les gritemos quizá, en el futuro, no sepan
que merecen ser bien tratados por los demás.

Les enseña a gritar para comunicarse:


La comunicación es algo que se aprende y de quien nuestros hijos
aprenderán pautas de comunicación será de nosotros sobre todo. Si
gritamos, claramente, les enseñamos que gritar está permitido y es aceptable.
Nuestros hijos gritarán. Nos van a gritar a nosotros y terminarán sin capacidad
para entender que otras personas no quieren que les griten. La responsabilidad de
enseñarles que, incluso si estás alterado, puedes hablar sin gritar, es nuestra.
Luego los padres se quejan de que sus hijos gritan...

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Damos un ejemplo de descontrol y violencia:


Cuando gritamos no solo estamos enseñándoles que gritar es una pauta de
comunicación aceptable y la normalizamos, sino que damos un ejemplo horrible
de personas que pierden el control y usan la violencia verbal cuando se
alteran, siendo agresivos y mostrándonos como incapaces de controlar el enfado y
expresarlo sin hacerles daño. Como ejemplo, pésimo. Está garantizado que lo van
a repetir.

Nos hace sentir culpables:


La verdad es que, sea cual sea el estilo de crianza y las ideas sobre
educación, después de gritarle a los hijos los padres y madres se sientan fatal, muy
culpables, muy defraudados consigo mismos. La culpabilidad no sirve de nada
si no la transformas en compromiso de mejora y responsabilidad. Hay que
pedirles perdón a los niños y explicarles que nos pasaba y, además, reconducir el
conflicto inicial para que ellos también puedan cambiar. No gritar no es dejar que
los niños hagan cosas peligrosas o dañinas para ellos, no es criar niños sin límites,
simplemente es ayudarlos sin usar la violencia verbal.

Les enseña que sólo hablamos en serio si gritamos:


Por añadidura, si les gritamos y ellos aprenden que es cuando gritamos
cuando de verdad exigimos atención y que nos obedezcan, pues solo atenderán y
harán caso cuando gritemos. Hay que reconducir las situaciones para romper ese
esquema, acercándonos, hablando a su altura, con tranquilidad, para que
reaprendan que el grito no es el punto de inflexión.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Construye una relación insana y nos aleja de ellos:


A la larga, si la manera de gestionar los conflictos con los niños es gritarles,
vamos a alejarlos de nosotros, a enseñarles que deben engañarnos, a
sentirse solos y a que no confíen en que les ayudaremos y guiaremos
cuando se equivoquen en la vida. Tendemos una relación insana y estaremos
alejados emocionalmente.

La adolescencia es una época maravillosa de la vida, yo estoy disfrutándola


con mi hijo, en quien confió plenamente y con quien abordo los conflictos con
respeto mutuo. Pero no quiero ni imaginar que tipo de relación tendríamos si no
hubiera aprendido a dejar de gritarle y no quiero eso para vosotros ni para vuestros
hijos tampoco.
La vida es muy larga y estoy segura que, si entendéis las razones para dejar
de gritar a vuestros hijos, podréis tener una relación fluida, respetuosa, de
confianza y mutuo crecimiento. ¿Verdad que es lo que deseáis?

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Nunca he castigado
Me preguntaban hoy, asombrados, si era verdad que nunca había castigado
a mi hijo. Ya imagináis las respuestas: “eso es que has tenido suerte y no lo has
necesitado”, o “ya verás cuando crezca y se te suba a las barbas”. La mejor, sin
duda, es la de quien me argumentaba que si no había castigado nunca no podía
defender que un castigo bien puesto a su debido tiempo no servía para nada.

Aclarando:
Primero, no, no he castigado porque no me ha hecho falta castigar, ya
que no considero que el castigo tenga utilidad alguna, por lo que si he tenido un
conflicto con mi hijo he usado otras estrategias, lo que ha hecho que su
comportamiento no se mueva por el miedo al castigo sino por la voluntad y la
responsabilidad. No usar la humillación, la amenaza y el autoritarismo permite una
buena comunicación y una relación basada en el respeto y la confianza.

Segundo, mi hijo es ya adolescente y su actitud es colaborativa, se


responsabiliza de sus tareas, metas y objetivos, es respetuoso ya que es
respetado, argumenta sus opiniones, defiende sus derechos y deseos, y pide
disculpas si comete un error que las haga necesarias. Y no tengo barba.

Tercero, dudo mucho que los castigos bien puestos y a su debido tiempo
sirvan para algo, pues los niños que son castigados siguen “necesitando” ser
castigados y lo único que realmente aprenden es a engañar, temer y rebelarse en
cuanto puedan ante la autoridad injusta. Quizá, usados habitualmente, si sirven,
pero lo que logran es personas adultas que se mueven por el miedo, por el temor al
castigo y que son sumisos ante la autoridad injusta. Puesto que eso no lo quiero
para mi hijo la posible utilidad de los castigos la considero perniciosa.

Lo que logran los adultos son personas


adultas que se mueven por el miedo.

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Un no y una rabieta
La responsabilidad última del bienestar de tus hijos le corresponde a
los padres y a veces es necesario decirle que no a nuestro hijo a algo que
pide: tele, una chuchería, quedarse más rato en el parque…
Dicho esto y sin cuestionar las decisiones y normas que cada familia decida,
yo les propongo un ejercicio.
¿Ese NO era completamente necesario o era una norma negociable o flexible?

Si la respuesta es que realmente la niña no debía ver la tele, por ejemplo,


debes mantener tu decisión y con paciencia explicarlo. Pero los niños pequeños
no siempre necesitan o entienden las explicaciones, en ese caso te queda
contener o distraer, lo que no siempre es posible y ellos necesitarán expresar su
frustración.

Si tiene una rabieta, contener sin tener nosotras una rabieta, a veces
el que los niños se desborden nos desborda pues ese llanto nos resuena al niño
que éramos y lloraba y queremos pararlo a toda costa.
Las enseñanzas de situaciones como esta es que tenemos que saber
poner límites con amor y flexibilidad y cuestionarnos, sin miedo, los limites y
normas que ponemos.
Otra cosa que puedes aprender es a entender como puedes ejercitarte
para no perder los nervios tú, con técnicas como la risa, el baile, el encuentro
con tu niño interior, práctica de relajación habitualmente, tomarte un pequeño
tiempo fuera tú, usar un talismán emocional (normalmente la primera imagen de tu
hijo recién nacido te llevará a sentir una paz y amor tan grandes que te sentirás
más serena).

Otra cosa que recomendamos es no temer sentirnos tristes o enfadadas con


nosotras mismas si consideramos que hemos actuado mal, pedirles perdón,
no sentirnos culpables pero si hacernos responsables de haber perdido los
nervios.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Obviamente esta situación ha sido muy desagradable para ambas y la


razón, incluso , ya no es la tele o cualquier otra cosa, sino que el niño está cansado
y entra en un bucle, así que podemos tratar de prevenir eso buscando una nueva
situación al día siguiente, sin atarnos a rutinas…

Si ha habido un conflicto, respira, abraza a tu


pequeño y mañana hablad de ello con amor.

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Cuaderno de bitácora
En los cursos de la Pedagogía Blanca trabajamos con múltiples
recursos prácticos para conseguir educar sin violencia. Son sencillos y
altamente efectivos y sobre todo, los padres pueden incorporarlos a su vida diaria
con facilidad, solo es necesario el poner un poco de esfuerzo en ello. Hoy os
vamos a explicar que es el cuaderno de bitácora, aunque, si habéis ya asistido a
alguno de nuestros talleres o habéis seguido, incluso, nuestras conferencias
gratuitas ya lo conoceréis.

Un cuaderno de bitácora es el libro en el que los marinos, en sus


respectivas guardias, registraban los datos de lo acontecido. Si sois fans de Star
Trek seguro que recodáis a los capitanes redactándolo. Trasladado a la crianza y
la educación es un recurso que os servirá de mucho y que podéis adaptar a
vuestras necesidades.
Tanto en la crianza como en el aprendizaje, el cuaderno de bitácora os va
a ofrecer la posibilidad de recoger diariamente vuestras impresiones y
avances para poder, con una rápida mirada posterior, hacer un análisis de
los avances. Si vuestra preocupación es como conseguir manejar mejor vuestros
enfados y acompañar el crecimiento y la educación de vuestros hijos de manera
más armoniosa os va a servir. Si queréis tener claro lo que vuestros hijos están
aprendiendo, cuáles son sus intereses y cuáles son los temas que posteriormente
vais a poder presentarles para que sigan profundizando, también.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Lo primero que os pedimos es que compréis un cuaderno o agenda


bonito, que os hagan sentir con ganas de escribir. Es importante que sea algo que
os apetezca usar. La mayoría de las familias optan por un cuaderno de papel con
tapas bonitas y de tamaño medio, que sea manejable incluso en la cama.
Cada día, o mejor, cada noche, hay que dedicarle un máximo de cinco
minutos. No os pedimos ni os aconsejamos más. No es un diario, sino un registro
de ideas y hechos relevantes. Tened, primero, claros vuestros objetivos: mejorar
como padres, descubrir que estrategias mejoran vuestra relación con los niños,
cuáles son sus necesidades, cuáles son sus avances de aprendizaje…
Y entonces, cada noche, antes de ir a dormir, cuando estéis tranquilas,
escribid. Escribid poco, no más de diez líneas o un esquema de diez puntos.
Anotad que ha sucedido, que ha disfrutado vuestro hijo, como os habéis
sentido él y vosotras, qué cosas le han emocionado o ilusionado, cuando
habéis detectado que se acrecentaba la tensión. Y haceos un propósito para
que el día siguiente sea mejor, más amoroso, más creativo y más feliz para
vuestra familia. Conoceos y conoced a vuestro maravilloso hijo. Reconoced sus
avances, sus logros, su pasión, su alegría y su generosidad.

Luego, semanal, mensual, trimestral y anualmente, hacer un repaso para


poder analizar qué puntos podéis mejorar. Os aseguro que este cuaderno de
bitácora se convertirá en un recurso indispensable en vuestra maternidad y
paternidad.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Deja de gritar con la Pedagogía Blanca


Para dejar de gritar… no puedo resumiros un curso de dos horas en un
momento, pero hay algunas cosas sencillas para empezar.

La primera es convenceros de que igual que no le gritáis a vuestras parejas


o amigos cuando os exasperan sois capaces de no hacerlo con los niños y tomar
esa determinación.

Otra idea que aconsejo es pensar en las razones por las que les gritáis,
vuestra infancia y como os sentíais de mal cuando os gritaban (y no queréis que los
niños se sientan así), que analicéis las situaciones que os superan y trabajar para
simplificarlas (la hora de dormir, los deberes, que se peleen…).
Poneos un cartel en vuestro armario con las razones por las que no queréis
gritar (les hace daño, estropea la comunicación, enseña malos hábitos, os aleja de
ellos, os hace sentir fatal) y mirarlo cada mañana.

Reconoced los síntomas de la ira y acostumbraros a respirar hondo y


apartaros mentalmente de la situación para tratar de empatizar con el niño. Podéis
incluir en vuestras rutinas vitales ejercicios que os ayuden al autocontrol:
meditación, relajaciones, deporte. Cuando estéis con los niños estad con atención
plena, nada de teléfonos, charlas con otros, estad atentos y disponibles,
hablándoles despacio y a su altura, (aunque ojo, los niños no asimilan las
instrucciones y normas la primera vez pero es que tienen mucha menos
experiencia que nosotros).
La cuestión es saber parar a tiempo, antes de no poder más, relajaros y
entonces atender el conflicto, pensando la relación que de verdad queréis tener
con vuestros hijos ahora y cuando sean adolescentes. Y cuando sean adultos.
Tener ese objetivo en mente. Y recordar de manera consciente cuanto los amáis y
lo que dependen de vosotros. Criar un hijo es la mayor responsabilidad que vais a
asumir en la vida. Nunca seréis perfectas porque la perfección no existe, pero si
sois todas vosotras, capaces de mejorar.

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Deja de gritarcon la Pedagogía Blanca

Llevad un mini diario de este objetivo. En el cada noche escribid lo bueno


que habéis hecho y solo después los errores. Repasadlo semana a semana y mes
a mes. Veréis como daos feedback os ayudará mucho.
Alejad la culpa. La culpa no sirve para nada. Os va a servir asumir errores,
entender los errores y empeñaros en ser responsables de ellos para evitarlos. Es
un día a día. Pero pensad que vuestros hijos llegaran a los 14, a los 16, y no queréis
que os escondan sus equivocaciones o miedos, sino que de verdad confíen en
vosotros y podáis hablar con ellos son gritos. (Porque si les gritáis ahora... a los 16
os van a gritar ellos). Tened claro vuestro objetivo: construir una relación de
amor sincero y bueno, de comunicación y respeto mutuo para toda la vida.

Muchas veces estamos cansadísimas y muy solas y eso nos hace perder el
control. Pedid ayuda en casa y pedid ayuda a vuestra pareja para que os sirva de
sostén. Y pensad en vuestros niños como seres naturales y que necesitan cosas
(movimiento, aire libre, juego) que a veces no les damos en la medida que
necesitan y están tan saturados como nosotras. Reconsiderar los límites y
normas que porque vuestro objetivo final no es que os obedezcan, sino
construir una relación de comunicación y respeto mutuo que se va a alargar
durante su vida adulta, cuando vuestro hijo vivirá como una persona
independiente, madura y feliz.

Por Mireia Long

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c 2014 Pedagogía Blanca

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