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que circula por su interior. Debemos comprobar ocasionalmente que el radiador no tenga
fugas y sobre todo, que no esté obstruido. Los radiadores tienen láminas metálicas muy finas
que si se estropean por pequeños impactos o se taponan por la suciedad pueden hacer que
el radiador no disipe el calor de la forma adecuada, dando lugar a un sobrecalentamiento.
El termostato es otro elemento de vital importancia. Los motores han de funcionar a una
temperatura determinada y para asegurarse de que el agua esté a dicha temperatura está el
termostato. Este bloquea o abre el paso de agua del bloque motor al radiador según
conveniencia. Si un termostato se deteriora normalmente queda en posición abierta.
Notaríamos que al motor le cuesta mucho coger temperatura y que el ralentí está más alto. El
motor estará generalmente funcionando en frío y el consumo de combustible será claramente
superior, además de que al no alcanzar la temperatura de servicio, los desgastes internos del
motor también serán mayores.
El ventilador es la parte encargada de forzar un flujo de aire hacia el radiador para disipar
calor cuando la marcha del vehículo no genera la suficiente corriente
líquido refrigerante. Este líquido es el que circula por el circuito y ayuda a disipar el calor.
No es conveniente utilizar agua, ya que puede generar óxidos en el circuito y además tiene
un bajo poder anticongelante que en épocas de mucho frío podría causar graves averías en
el motor. Para ello hay que utilizar un anticongelante adecuado siguiendo las
recomendaciones del fabricante del coche. Es aconsejable cambiarlo cada dos años
aproximadamente para evitar su deterioro y mantener limpio el circuito de refrigeración.