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Leyendas de drogas: de la prohibición a la reducción de riesgos y daños

Por Catalina Correa *, Adriana Muro ** y Fany Pineda ***

La noticia de la muerte de Andrea Cabrera por un supuesto consumo de éxtasis ha sido tema de
discusión en los medios de comunicación. Andrea, según el informe de Medicina Legal, habría
muerto por una mezcla de éxtasis y alcohol en una rumba. Los medios, por su parte, se encargaron
de difundir, a través de un discurso amarillista, poco informado e incluso sexista, su interpretación
sobre cómo se desarrollaron los hechos. Para ellos, en pocas palabras, Andrea murió “por rumbera”.

El problema real es que las políticas de drogas actuales, basadas en la prohibición, el estigma y el
prejuicio, más allá de desincentivar el consumo, lo sumen en un limbo peligroso. Las investigaciones
en Colombia y el mundo muestran que, por muchos esfuerzos que se hagan, las personas siguen
consumiendo sustancias ilegales; además, se ha probado que tener información al respecto no
aumenta el consumo. Lo que causa la prohibición, en últimas, es que no haya forma de garantizar
la calidad de lo que se consume y los contextos donde se hace. Esto a su vez permite las sustancias
adulteradas, las ventas fraudulentas (sustancias que se venden en lugar de algo más) e
incertidumbres sobre pureza y dosis.

Si agregamos que las y los usuarios se abstienen de acudir a los servicios de salud porque el sistema
no cuenta con personal capacitado (que implica no solamente conocimiento, sino también un trato
digno), es claro que algo no está funcionando. Hagamos cuentas básicas: la prohibición no disminuye
el consumo y, por el contrario, aumenta el riesgo. El alcohol causa nueve veces más muertes en el
mundo que las drogas ilegales, ¿por qué nos preocupan más unas sustancias que otras? También
está comprobado que la legalidad/ilegalidad no se relaciona con el riesgo que implica el consumo;
sobre todo, si entendemos que sustancias no se refiere sólo a “drogas ilegales” sino también a las
legales: alcohol, tabaco, café, antidepresivos, ansiolíticos…

Para hablar de sustancias psicoactivas debemos diferenciar entre cada una de ellas y sus formas de
consumo pues todas tienen diferentes efectos, dosis y pueden suponer distintos daños. Por
ejemplo, en el caso de Andrea es necesario saber y entender las diferencias entre metanfetamina y
éxtasis, y las consecuencias de mezclarlas con alcohol. La metanfetamina y éxtasis (MDMA)
provienen de la misma familia de estimulantes; sin embargo, tienen efectos y dosis distintas. Los
daños que pueden provocar, así como sus síntomas, son diferentes. Por un lado, el éxtasis genera
efectos de empatía y conexión social con dosis entre los 80 y 100 mg; por otro, la metanfetamina es
un psicoestimulante súper potente con dosis entre los 30 y 40 mg. El mezclar sustancias de tipo
estimulante con alcohol, que es una droga depresora del sistema nervioso central, puede generar
un shock en el sistema nervioso y las personas pueden tener síntomas como deshidratación,
convulsiones, hemorragias, pérdida del conocimiento y en algunos casos causar la muerte. La falta
de claridad sobre los síntomas de Andrea y cómo se atendieron sigue siendo un misterio. Tampoco
conocimos declaraciones sobre posibles adulterantes. Si se hicieron análisis profundos de rastreo
de sustancias, deberían conocerse estos hechos, los cuales pueden contribuir a esclarecer las
condiciones y causas de su muerte.

Las políticas de drogas basadas en el sensacionalismo y prohibicionismo han desatado más daños
que las drogas en sí mismas. Los datos muestran que existe un aumento en el consumo de sustancias
en personas jóvenes, pero no existen estrategias de salud encaminadas a disminuir los daños y
riesgos causados por su uso. Es necesario comenzar a abordar estos temas y casos sin prejuicios,
con un modelo de reducción de daños que ofrezca la posibilidad de prevenir sobredosis e
intoxicaciones con información y estrategias sin estigmas. La reducción de daños se enfoca en
prevenir todos los riesgos y daños asociados al consumo de cualquier sustancia informando a las
personas sobre las dosis adecuadas, las prácticas de consumo que no ponen en riesgo la salud, el
testeo (análisis químico) y la provisión de servicios y atención en salud bajo estos principios.
Alrededor del mundo, la reducción de daños ha comenzado a ser implementada dentro de los planes
de salud nacionales y los enfoques de políticas de drogas, permitiendo salvar miles de vidas. El foco
de estos servicios serían los usuarios de drogas que no tienen un consumo problemático; es decir,
el 89% según datos de la ONU.

Aunque suene contradictorio, la realidad es que las personas consumen y lo hacen desde el principio
de la historia de la humanidad. Consumen para divertirse, para relajarse, para pasar el rato y hasta
para rituales espirituales. Es responsabilidad del Estado y de los medios de comunicación difundir
estrategias que lleguen a las personas jóvenes que consumen sobre cómo prevenir riesgos y daños.
Así, casos como los de Andrea son prevenibles.

Tomado de: EL ESPECTADOR. Febrero 2018.


Frente a una crisis de refugiados
Editorial- Feb 2018

El Espectador

Colombia no puede seguir ignorando sus fronteras ni la crisis humanitaria ocasionada por los
refugiados venezolanos que, lastimosamente, sólo seguirá aumentando. Aunque el Gobierno ha
tomado unas primeras medidas encaminadas de manera adecuada, el debate sobre cómo
responder a la situación y enfrentar el problema general de Venezuela ha estado ausente de la
campaña política. Como país, nos acostumbramos a las medidas de emergencia en una situación
que hace años se normalizó.

Esta semana que termina, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, anunció varias
medidas relacionadas con los refugiados venezolanos. Primera, dijo que no se expedirán más
tarjetas de movilidad fronteriza y que sólo podrán entrar a Colombia los venezolanos con pasaporte.
Una medida problemática, pues el país vecino ha tenido problemas en la expedición de éstos, pero
necesaria: hay que motivar el cruce legal.

Segunda, se aumentará el pie de fuerza en la frontera con más funcionarios de Migración Colombia,
3.000 miembros adicionales de las Fuerzas Militares y más presencia de la Personería y la
Defensoría.

Tercera, se implementará un registro único de caracterización sin el cual no se podrá acceder a los
servicios del Estado. Cuarta, se creará un “Centro de Atención al Migrante”, con ayuda de la ONU,
para atender a 2.000 personas.

Esta decisión por parte de la Presidencia es adecuada, pues demuestra la necesidad de poder
formalizar el problema, para dimensionarlo, pero no abandona el hecho de que debemos responder
al imperativo moral de recibir a los refugiados que huyen de la situación insostenible en el país
vecino.

También nos unimos al llamado del presidente, Juan Manuel Santos, quien dijo: “No permitiremos
abusos ni explotación laboral de los venezolanos con ofrecimientos de salarios de miseria. Hago un
llamado para que no se utilice la situación de los venezolanos y su dolor para fines políticos”.

Hay varias realidades ineludibles. Con la permanencia en el poder del presidente venezolano,
Nicolás Maduro, Colombia deberá seguir ejerciendo presión internacional para que el régimen sea
sancionado. Además, la presencia de guerrilleros del Eln en el país vecino es un motivo más para
mantener las relaciones diplomáticas en hielo. Mientras tanto, la crisis continuará y más y más
venezolanos seguirán llegando.

La respuesta no puede ser seguir de emergencia en emergencia. Desde el gobierno de Álvaro Uribe,
por ejemplo, la crisis de Cúcuta se ha manejado con emergencias económicas; pero eso ya es una
realidad constante. Necesitamos que el país por fin concentre sus recursos y esfuerzos en la
frontera, que se proponga una política pública que, para comenzar, rompa con el desempleo, la
desigualdad y la informalidad que es peor en los municipios fronterizos.
Por lo demás, es descorazonador que el debate sobre el tema en la arena electoral se reduzca a una
pelea entre candidatos por demostrar quién se parece menos a Nicolás Maduro. Tal vez uno de los
retos más grandes para la estabilidad económica y social del país en el futuro cercano es la crisis de
refugiados, y no basta con dar discursos grandilocuentes contra el régimen o apelar a la xenofobia
trumpiana de cerrar las fronteras. ¿Alguien podrá proponer un plan coherente, integral y eficiente,
que cuente con ayuda internacional, para no fallarles a quienes hoy ven en Colombia su única
posibilidad de escape de la tragedia? La pregunta queda sobre la mesa.

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