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Crisis financiera mundial de 2008

La crisis financiera mundial del mes de


septiembre-octubre de 2008 es una de las
peores desde la Gran Depresión, dio lugar a
un crash bursátil histórico. Se convirtió
especialmente visible en septiembre de 2008,
con la quiebra, fusión o rescate de varias
entidades financieras importantes en los
Estados Unidos. Crash bursátil de 2008 (click para ampliar)

Las causas subyacentes a la crisis de 2008 fueron la inestabilidad financiera de los


principales bancos de inversión, empresas de seguros y entidades hipotecarias, como
consecuencia de la crisis de hipotecas subprime surgida en Estados Unidos.
Posteriormente, surgió el temor a una profunda recesión de carácter global.

A partir de octubre de 2008, las Bolsas de Estados Unidos, Europa y la región Asia-Pacífico
cayeron aproximadamente un 30% desde el comienzo del año. El Dow Jones Industrial
Average cayó alrededor del 37% desde Enero de 2008. Hubo varios grandes descensos en
los mercados de valores de todo el mundo durante 2008, en enero, en agosto, en
septiembre y a principios de octubre.

Las múltiples crisis simultáneas que afectaron al sistema financiero de Estados Unidos a
mediados de septiembre, causaron fuertes pérdidas en los mercados de todo el mundo,
provocando el pánico entre los inversores y ahorradores, al verse afectado el sistema
bancario. Se establecieron récords para numerosos indicadores de riesgo y temor de los
inversores, como el TED spread, los rendimientos del Tesoro y el precio del oro.

Los mercados de Rusia, a raíz de la disminución de los precios del petróleo y las tensiones
políticas con Occidente, cayeron más del 10% en un día, dando lugar a una suspensión de
la negociación, mientras que otros mercados emergentes también mostraron pérdidas
significativas.

El 18 de septiembre, los reguladores del Reino Unido anunciaron una prohibición


temporal de las ventas de acciones a corto. El 19 de septiembre, la Comisión del Mercado
de Valores de Estados Unidos (SEC) también prohibió temporalmente las ventas a corto a
799 instituciones financieras. Además, la SEC facilitó a las instituciones la recompra de
acciones propias. La razón para tomar esta medida se basa en la opinión de que la venta
en un mercado en crisis socava la confianza en las instituciones financieras y erosiona su
estabilidad.

El 22 de septiembre, la Bolsa de Valores Australiana (ASX) retrasó su apertura en una hora,


después de una decisión tomada por la Comisión de Valores e Inversiones de Australia
(ASIC) para prohibir las ventas a corto plazo. Esta medida fue revisada ligeramente unos
pocos días más tarde.

La crisis dio lugar a un problema de liquidez y a la quiebra de varias instituciones


financieras, especialmente en Estados Unidos y Europa, lo que aceleró aún más el pánico.
Los dirigentes mundiales, políticos nacionales, ministros de finanzas y directores de los
bancos centrales, coordinaron sus esfuerzos para reducir los temores, pero la crisis siguió
su curso ya que los inversores daban por hecho que se produciría una fuerte recesión.

CAUSAS DE LA CRISIS

La inestabilidad financiera parece que comenzó con las hipotecas subprime (préstamos de
alto riesgo a personas que difícilmente pueden devolverlos), pero se vio agravada por
diversos condicionantes económicos: bajada de precios de la vivienda, subida de precios
en los productos básicos (especialmente los alimentos y el petróleo), disminución del
consumo, pérdida de empleos, dificultad de los exportadores para obtener créditos y
aumento de la inflación.

En la economía mundial se han producido grandes depresiones recurrentes a un ritmo de


entre 20 y 50 años. Esto ha sido objeto de análisis empíricos y econométricos,
especialmente en el mundo de la teoría de sistemas y en el debate acerca de Nikolai
Kondratiev y las llamadas "olas de 50 años de Kondratiev".

Grandes figuras de la teoría de sistemas, como Andre Gunder Frank e Immanuel


Wallerstein, advirtieron constantemente sobre el crash de 2008 en la economía mundial.
Los investigadores del ciclo de Kondratiev dijeron que los economistas orientados hacia el
Consenso de Washington no habían entendido los peligros que acechaban a las naciones
industrializadas, y se enfrentaban al final del largo ciclo económico que comenzó tras la
crisis del petróleo de 1973.

El 15 de octubre de 2008, Anthony Faiola, Ellen Nakashima y Jill Drew, escribieron un


extenso artículo en el Washington Post titulado "¿Qué salió mal?". En su investigación, los
autores afirmaban que el anterior presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se
opuso con vehemencia a cualquier regulación de los instrumentos financieros conocidos
como derivados. Además, afirman que Greenspan procuró interferir activamente en la
regulación de los derivados por parte de una comisión específica creada a tal efecto. En
última instancia, fue el colapso de un tipo específico de productos derivados, los seguros
de respaldos de hipotecas, lo que provocó la crisis económica de 2008.

El 17 de octubre de 2008, el abogado Timothy D. Naegele escribió un artículo en el que


también sostiene que fueron las acciones y omisiones de Alan Greenspan las que
desencadenaron la crisis económica de 2008. El artículo analiza el tsunami económico que
se extendió por todo el mundo con efectos devastadores, y el autor afirmó que Greenspan
fue el arquitecto de la enorme burbuja económica que explotó a nivel mundial. El autor
citaba a Giulio Tremonti, Ministro de Economía y Finanzas de Italia, quien afirmó:
"Greenspan fue considerado un maestro. Ahora debemos preguntarnos si no es, después
de [Osama] Bin Laden, el hombre que más ha dañado a América."

La crisis ha alcanzado proporciones peligrosas. Comenzó con la explosión de la burbuja


inmobiliaria estadounidense en 2005 tras un largo período de incesante incremento de los
precios de las viviendas. Por aquel entonces, el número de familias que podía pagar una
hipoteca había aumentado. Los prestamistas habían empezado a llevar a cabo una
práctica llamada crédito ‘subprime’, que consistía en hacer préstamos a gente que
normalmente no podría acceder a una hipoteca para una casa por existir mayor riesgo de
impago. Las hipotecas ‘subprime’ comenzaban con un bajo interés los primeros años para
luego elevarse drásticamente. En muchas ocasiones, a los prestatarios no se les explicaban
todos los riesgos y se les decía que podrían refinanciar la hipoteca en unos años para
mantener las tasas de interés bajas. Los economistas advirtieron de los peligros, pero, en
general, nadie en los EE UU quería interrumpir el ambiente de fiesta que rodeaba a la
burbuja inmobiliaria. Todo el mundo parecía estar ganando dinero, tanto las empresas de
construcción como los agentes inmobiliarios y las compañías de materiales; y los
consumidores eran felices: tenían casa propia por primera vez en sus vidas. La industria se
encontraba en gran parte al margen del gobierno estadounidense tras décadas de firme
desregulación por parte del partido republicano.

Pero en 2005-2006 llegó la hora de pagar el pato. Las tasas de interés de las hipotecas
‘subprime’ se dispararon y muchos de los nuevos propietarios no podían pagarlas o
refinanciarlas. La crisis tendría que haberse quedado en los propietarios de viviendas
estadounidenses pero, desafortunadamente, tanto los bancos como los prestamistas de
estos asuntos habían traspasado la deuda a los inversores. Los activos de la deuda se
repartieron y se vendieron a otros inversores y a bancos de todo el mundo en complicados
paquetes financieros que poca gente parecía entender del todo. Durante 2007, casi un 1,3
millones de viviendas estadounidenses fueron sujeto de actividades financieras, un 79%
más que en 2006. Cundió el pánico: nadie parecía tener ninguna idea de quién era el
dueño de estas deudas ‘inútiles’, extendidas por todo el sistema financiero mundial. De
repente, los bancos ya no estaban dispuestos a hacer más préstamos, lo que resultó en
una crisis de crédito o credit crunch; es decir, un período en el que hay poca liquidez
(dinero en efectivo) en el sistema porque nadie está prestando. Las pérdidas empezaron a
acumularse. En julio de 2008, los bancos y las principales instituciones financieras de todo
el mundo anunciaron pérdidas de alrededor de 435.000 millones de dólares.

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