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Halperin
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David M. Halp_e_rin_ _ _ _ _ _ _ _ __
¿Es con-ecto lo que dice Foucault? Creo que lo es, pero tam-
bién creo que se requiere algo más para establecer la historicidad
de la sexualidad que el mero peso de la autoridad de FOllcault.
Ciertamente, gran parte del trabajo, conceptual y empírico, ya ha
sido hecho para sostener las intuiciones fundamentales de Foucault
y para llevar adelante el proyecto historicista al cual él hizo pro-
gresar6 . Pero mucho más se necesita para llevarlo a cabo, si esta-
mos inmersos en los contornos de la pintura que Foucault apenas
bosquejó -apresurada e inadecuadamente, siendo el primero en
admitirl0 7- y si queremos demostrar que la sexualidad es, como
él lo reclamaba, una producción únicamente moderna.
El estudio de la antigüedad clásica tiene que jugar un rol espe-
cial en esta empresa histórica. El intervalo de tiempo que separa
al mundo antiguo del moderno, abarca cambios culturales de tal
magnitud que los contrastes a los que da lugar no pueden dejar de
chocar con cualquiera que esté al acecho de ellos. El estudioso de
la antigüedad clásica está confrontado inevitablemente con el
antiguo registro, por un radical y poco familiar juego de valores,
conductas y prácticas sociales, por modos de organizar y articular
la experiencia que desafían las nociones modernas acerca de cómo
es la vida, y que cuestionan la supuesta universalidad de la "natu-
raleza humana" tal como habitualmente la entendemos. No sólo
esta distancia histórica nos permite ver las convenciones sociales
y sexuales antiguas con una particular agudeza; también nos po-
sibilita poner más claramente a la luz la dimensión ideológica, el
¿Hay una historia_de la sexualidad?
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i Hay una historia de la sexualidad?
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David M. Halperin
2B
¿Hay una historia de la sexualidad?
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David M. Halperin
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'H-,ay
_ _ _ _ _ _ _--,l__ una historia de la sexuaJi~i? _ _ .______ ._. __ _
pula que "no será lícito para Philisco (el probable marido) llevar
a. la casa otra mujer además de Apolonia o tener una concubina o
un muchacho-amante, , ,"25 La posibilidad de que el marido pu-
diese pensar durante el matrimonio en instalar una casa con su
novio evidentemente figuraba COIllO UIlO de los potenciales desas-
tres domésticos que una novia prudente debería anticipar y saber
indemnizarse contra ello, Una expectativa similar es articulada
en un contexto completamente diFerente por Dio ChrysosLom, un
motalizador orador griego de finales del Siglo 1 d, C. En un dis-
curso denunciando la moral corrupta de la vida de la ciudad, Dio
asegura que aún las Illujeres respetahles son tan fiíciles de seducir
hoy en día, que los hombres pronto se aburrirán de ellas y Jirigi-
rán su atención hacia los muchachos, así como los adictos van
desde el vino hacia las drogas duras (7,150-152), De acuerdo con
Dio, entonces, la pederastia no es sencillamente lo segundo en
ünportancia; no es "causada", tal como muchos historiadores
modernos del antiguo Mediterráneo parecen creer, por el su pues-
tB aislamiento de las mujeres, por la práctica (era más probable-
'mente un ideal) de encerrarlas en las habitaciones illteriores de
las casas de sus padres o de sus maridos, y por consiguiente pre-
viniéndolas de servir como blancos sexuales para los hombres
;~dultos. En la fantasía de Dio, por lo menos, la pederastia surge
fíO de la insuficiencia, sino de la superabundancia de mujeres
~exualmente disponibles; como lo más fácil es tener sexo con
'mujeres, según su parecer, el sexo con mujeres se vuelve menos
'deseable, y los hombres buscan el placer sexual con los mucha-
ochos. Los estudiosos a veces describen la formación cultural sub-
yacente a esta aparente negativa de los hombres griegos para dis-
criminar categóricamente entre objetos sexuales sobre la base del
's~xo anatómico como una biscxualidad de penctración 16 o --aún
iilás misteriosamente- como una heterosexual idad ind i rcrcn!e res-
¡'pecto de su objeto 27 Crco quc sería más prudcnte no hablar de
'~sto como de una sexualidad, silla más bicn describirla COIllO un
David M. Halperin ._ _ _ _ _ _ _ _ _ __
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" ¡Hay una .historia de la sexualidad?
ó:-,----------"---'-
:C-C,.,
1,
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David M. Halperin
,~~,::
y también ciertos gustos o inclinaciones sexuales, pero no había
aparato conceptual disponible para identificar la orientación sexual
fija y determinada ele una persona, y mucho menos para evaluarla
y c1asificarla'¡¡ Que seres humanos difieran, a menudo marcada-
mente, tillOS de otros en sus gustos sexuales.de maneras muy di-
versas (incluyendo la elección de objeto), es una observación irre-
pwchable y verdaderamente antigua~2: el Aristófanes de Platón
inventa un mito para explicar porqué algunos hombres parecen
mujeres, porqué algunos hombres parecen muchachos, porqué
algunas mujeres parecen hombres, y porqué algunas mujeres pa-
recen mujeres (El Banquete 189c-193d). Pero no es evidente in-
mediatamente que los modelos de elección del objeto sexual sean
por su naturaleza más reveladores del temperamento de los seres
humanos individuales, más determinantes y significativos de la
identidad personal que, por ejemplo, los modelos de elección del
objeto alimentario n Y sin embargo, nunca se nos ocurriría refe-
rirnos a las preferencias alimentarias de una persona como algo
innato, como una disposición caracterológica 44 , para ver en su
preferencia marcada e invariable por la carne blanca del pollo el
síntoma ue una profunda orientación psicofísica, llevándonos a
identificarlo en contextos lo bastante alejados del de la comida
como, digamos, un "pectorífago" O un "pechóvoro"* Debería-
mos éstar dispuestos a illvestigar más profundamente, haciendo
mejores discriminaciones según si una predilección individual por
las pechugas de pollo se expresa en una tendencia a comerlas
rápida o lentamente, rara vez o a menudo, solo o acompañado,
bajo circunstancias normales o sólo en períodos de gran estrés,
con una conciencia cIara o culpable ("pectorifagia ego-distónica'~),
originada en la temprana infancia o en un trauma gastronómico
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)fu€;m~ ¡Hay una historia de la sexualidad?
~innñ;r" .' .
~~f~sI9:~n la adolescencia. Si tales cuestiones se nos ocurrieran,
nR~P"qr, eso volveríamos a las disciplinas académicas de anatomía,
he-Mo\ogía,
.J I\I.J , ..
~
psicología clínica, genética o sociobiología, con la es-
p.~i;m;a de obtener una clara solución causal de ellas_ Eso es por-
~~~,~¡l{l) consideramos que el agrado por ciertas comidas es una
*\Jlf~t~ón de gusto; (2) generalmente nos falta una teoría del gusto; y
(3))~natlSencia de una teoría, no subordinamos normalmente nues-
~~~:~onducta a una investigación intensa, científica o etiológica.
~JJPe la misma manera, nunca se les ocunió a los antiguos atri-
9,«{~ ¡os gustos sexuales de una persona a una característica sexual
PQ~itiva, estructural o constitutiva de su personalidad. Así como
~y,n,Qemos a aceptar que los seres humanos no están individualiza-
dP.~ a nivel de la preferencia alimentaria y que nosotros, él pesar
9.y¡las diferencias pronunciadas y francamente reconocidas en esa
qJa;se de hábitos, compartimos el mismo tipo de apetitos
aJ~mentarios y por lo tanto la misma "dieta", la mayoría de las
culturas premodernas y no occidentales, a pesar de un conoci-
miento del rango de posibles variaciones en la conducta sexual,
se rehusan a individualizar a los seres humanos por sus preferen-
cias sexuales y asumen, en su lugar, que todos compartimos el
mismo tipo de apetitos sexuales, la misma "sexualidad" Para la
;Payoría de los habitantes del mundo, en otras palabras, la "sexua-
lidad" no es más un "hecho de la vida" que la "dieta" Lejos de
ser un componente necesario e intrínseco de la vida humana, la
';~~exualidad" parece ser una producción moderna, occidental y
~un
-1
burguesa -una de aquellas ficciones culturales que le dan en
t9,da sociedad a los seres humanos acceso a ellos mismos como
actores significativos de su mundo y que están, de ese modo,
objetivados.
Si hay una lección que pudiésemos extraer de esta pintura de
I~s actitudes y conductas sexuales antiguas, es que necesitamos
descentrar la sexualidad del centro de la interpl~etación cultural
de la experiencia sexual, y no sólo las variedades antiguas de la
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_. ______ _. ___ . .__ .________ David M. Halperin
Fue realmente hace años, muchos años, antes que comenzara a dar-
me cuenta realmente de que las mujeres en mi vida -tanto las pros-
titutas como las blandas y bellas muchachas que reían y bromeaban
todo el tiempo, mis esposas y amigas-, eso fue años antes que me
diese cuenta que no eran mujeres, sino hombres; años antes de que
asimilara la Ilación de que esto era antinatural. Esto lo sé sólo inte-
lectualmente cn su mayor parte, pero la parte pequeña que queda
para mi conocimiento, sé que es como un martillazo en mi sien, y la
vergüenza quc siento es profunda. No por la cosa en sí misma, el
amor sexual que he disfrutado con estas mujeres (algunas tan consa-
gradas que duele recordarlo), sino por la vergüenza -y la bronca- dc
que el 111undo pudiera íntimamente defraudarme; tan profundamen-
le me toca y me mueve, y entonces se ríen de mí y acusan a mi alma
de enfcrmedad, cuando esa enfermedad me ha rescataLlo de la des-
composición mental y de la desesperación tan oscuras como csa noche
que nos cerca en prisión durante el día. No quiero decir que nunca
supe la diferencia física, nadie sino un imbécil podría hacer téll re-
clamo. Lo tomé, sin reOexión, sin la menor duda, C01110 que esto era
un sexo natural que emergía de la sociedad de los hombres, con
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¿Hay una historia de la sexualidad?
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David Ivl. Halperin
NOTAS
La mayor parte del material contenido el) este artículo aparece, de una forma
ligeramente diferente, en el ensayo de mi compilación titulada Olle IWlldred
y cars of HOlllose.malit)' al1d olher essays 011 Creek Love (Nueva York, Routledge,
1989), (que será próximamente publicado por EDELP), O en la Introducción de
Before Sexualily: The COllstnlclioll of Erolic Experiellce ill the Ancienl Creek
World, David M. Halperin, Jolm J. Winkler, y Froma 1. Zeitlin (Comps.)
(Princeton, 1990).
l. 0, si lo hace, esa historia es un tema para los biólogos evolucionistas, no para
los historiadores; ver Lynn Margulis y Dorion Sagan, Tlze origills of Sex (New
Haven, 1985).
2. Adapto esta formulación de un pasaje de Louis Adrian Montrose,
"'Shaping Fanlasies': Figurations of Gender and Power in Elizabethan
Culture", Represelllaliolls 2 (1983), 61-94 (pasaje en página 62), que des-
cribe a su vez el concepto de "sistema sexual de género", introducido por
Gayle Rubin, "The Trafric in Women: Notes on the 'Political Economy' of
Sex," en TOH"ord Gil AI/lhropology of WOIII CI1 , ed. Rayna R. Reitcr (Nueva
York, 1975), 157-210.
3. Los volúmenes dos y tres de la Hisloria de la sex/lalidad de Foucault, puhlica-
dos poco antes de su muerte, parten significativamente dela orientación teórica
de su más temprano trabajo en ravor de una prúctica interpretativa más concreta;
ver mis comentarios en "Two Yiews or Grel:k Lave: Harald Patzcr ami Michel
Foucault," Ol/e f{/llIdred Yems of HOlllose:walit)', 62-71, esp. 64.
¡Hay una hisIOri¡~~lc la sex~lalid~,-~~ _____________ _
11. Fllucault, en r:-'! Uso tle 1m· 111(1("1'1"('.\., p. 198 lo formula bien: "las relación.
sexual -siempre pensada a partir cid acto-modelo de la penetración y de una
polaridad l/ut.: opone actividad y pasividad- es percibida como el mismo tipo
que la relación entre superior e inferior, el que domina y el que es dominado, el
que somete y el que es sometido, el que vence y el que es vencido."
12. Para evitar una mala interpretación, enfatizaré que, llamando a las personas
pertenecientes a estos cuatro grupos "socialmente inferiores", no deseo tampo-
co sugerir que ellos disfrutaban del J/liSIIlO estatus u ocultar las muchas diferen-
cias de estalus que podrían haber entre miembros de un único grupo -por ejem-
plo, entre una esposa y una eortesana-, diferencias que podrían no haber sido
perfectamente isomórficas con los modos legítímos de su uso sexual. No obs-
tante, lo que es sorprendente acerca de la costumbre social ateniénse es la ten-
Jencia ;;¡ colapsar tales distinciones como sucedía entre las diferentes categorías
ele subordinados sociales, y para crear una única oposición entre ellas, en masa,
y la clase de ciudadanos varones adultos: en este punto, ver Mark Golden, "Pais,
'Child' ancl 'Slave''', L'Alltiqttité classiqlte 54 (l9H5), 91-104, esp. 101 y 102,
n. 38
13. Me he apropiado de esta analogía de Amo Schmitt, quien la usa para comu-
nicm lo que serían las modernas categorías sexuales vistas desúe una perspecti-
va islámica tradicional: ver Gianni De Martina y Amo Schmitt, Kleille Schriftell
ZI/ ZIVischellllliilllllicher Se.\ualitiit lIIul Erotik ill dI!/" /IIl/slilllischell Gesellschaft
(Berlín, 19H5), 19. Nótese que aún la categoría de sexo anatómico, dcfin.ida de
tal modo que incluye a hombres y mujeres, parece estar ausente elel pensamiento
griego por similares razones: la L"lllllpklllcntaricdad de hombres y mujeres como
panenaircs sexuales implica, para la polaridad griega, una diferencia de clases
demasiado extrema C0ll10 para poder unirlas en un único concepto sexual, igual-
mente aplicable a cada uno. En los escritos médicos griegos, por lo tanto, "la
noción de sexo nunca consigue ser formalizada como una identidad funcional
de varones y mujeres, indicada constantemente por adjetivos abstractos: lo Ihély
('lo femenino'), 10 mTen ('lo masculino')", de acuerdo con Paola Manuli, "Donne
mascoline, feminine sterile, vergini perpetue: La ginecologia greca tra Ippocrate
e Sorano", en el texto de Silvia Campese, Paola Munuli y Giulia Sissa, Madre
IllClteria: Sociologia e biologia de/la tialina greca (Turín, 1983), 147- I 92, esp.
151 y 201n.
14. Maurice Got1elier, "The Origins of Male Domination", NelV Left Review
127 (Mayo-Junio, 1981), 3-17 (cita en p. 17); cf. Maurice Godelier, "Le sexe
comme fonckment ultime cle I'ordre social et cosmique chez les Baruya de
¡Hay una historia de la sexualidad?
16. Ver 10hn 1. Winkler, "Unnatural Acts: Erotic Protocols in Artemidoros' DreaIH
Analysis", Constraints ofDesire: The Anthropology of Sex and Gender in Ancient
<Greece (New York, 1989), 17-44, 2~ 1-224.
1.~. S.R.F. Price, "The Future of Drcams: From Freud to Artemidorus", Past (/lid
Present 113 (Noviembre, 1986), 3-37, resumido en Bef()I"~ S~.III(/lil)': Th~
(;OIlSII"llClioll of Erot;c Erperience ;11 Ihe Allcielll Creek World, c~1. David M.
Halperin, 101m 1. Winkler y Froma I. Zeitlin (Princeton, 1990), 365-387; ver
también Michel Foucault, Ln Historia de la sexualidad, El cuidado de sí, Vol.
lII, trd. Tomás Segovia, Siglo XXI. primera edición en español 1987, Bs.
As.(l996)
18. Ver Waud H. Kracke, "Dre::uning in Kagwahiv: Drealll Belicfs and Thcir
Psychic Uses in an Amazonian Indian Culture", Tlle Ps)'cI/Oanalylic SII/d)' of
Society 8 (1979), 119-171, esp. 130-132, 163 (sobre el valor predictivo de los
sueños) y 130-131. 142-145, 163-164,168 (sobre la inversión de la dirección
frcudiana de significación -que Kracke toma como un mecanismo de defensa
constituido culturalmente y que por lo tanto menosprecia); Thomas Gregor, "Far,
Far Away My Shadow Wandered ... '· The Dream Symbolism and Dream Theories
of the Mehinaku Indians of Brasil", Americall Etllllologisl 8 (1981), 709-710,
esp. 712-713 (sobre el valor predicti vo) y 714 (sobre la illver~ión de la significa-
ción), ampliamente recapitulado en el texto de Thomus Gregor, AIlXiolls
PI~{/JlIres: Tlle sexlIallives of {Ol Alllm.oniall People (Chicago, 1985), 152-161,
esp. 153. Los comentarios de Foucaull sobre Anemidoro en La illCjltiellld de si,
son aquí relevantes: "El movimienlo de análisis y los procedimientos de valora-
ción, no van desde el acto a un dominio tal como la sexualidad o la carne, un
dominio cuyas leyes divinas, civiles o naturales, podrían delinear las formas
permitidas; van desde el sujeto como un actor sexual a otras áreas de la vida en
las que prosigue su actividad (familiar, social y económica). Y es en la relación
entre estas diferentes formas de actividad que los principios de evaluación de
una conducta sexuql, son esencialmente, pero no exclusivamente, situados"
19. Nótese que aún los mismos genitales humanos, no necesariamente figuran
como significantes sexuales en todos los contextos culturales o representacionales:
por ejemplo, Caroline Walker Bynum, "The I30dy of Christ in lhe Later Middle
Ages: A 'reply to Leo Steinberg", Renaissallce QUCl/"lerly 39 (1986), 399-439,
argumenta con considerable detalle que hay "razón para pensar que el pueblo
medieval vio el pene de Cristo no primeramente como un órgano sexual, sino
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David M. Halperin
20. Padgug, 8.
21. Paul Veyne, en "La famille ctl'amour sous le Haul-Empirc romain", AIlIla/es
(E.S. C.) 33 (1978), 35-63, comenta (p. 50) que la Fedra de Séneca es el texto
más primitivo para asociar las inclinaciones homosexuales con un tipo distinto
de subjetividad. La cuestión es más compleja que eso, sin embargo, y se reque-
riría una exploración cuidadosa para indagar más de cerca la antigua figura del
kinaidos, una forma de vida ahora terminada: para los detalles, ver Maud W.
Gleason, ;'The Semiolics of Gender: Physiognomy and SeIf-Fashioning in the
Second Century e.E. ", en Bejore Sexualit)', 389-415; 10hn 1. Winkler, "Laying
Down the Law: The oversight of Men's Sexual Behavior in Classical Athens",
Constra;nls 01 Desire, 45-70, 224-226.
22. Ver Padgug, 3, quien erróneamente imputa el comentario de Athenaeus a
Alexis de Samos (Jacoby, Fragmellte de,. griechischell Historiker 539, fr. '2).
23. Ver K. J. Dover, Greek Hol1tosexualily (Londres, 1978), 63-67, para una
lista extensa, pero reconocidamente parcial; también, Robert Parker, Miasma:
Pollutioll alld Purificatioll ill Early Greek Religioll (Oxford, 1983), 94. Para
algunos ejemplos romanos, ver T. Wade Richardson, "Homosexuality in the
Sat)'ricolI"", Classica et Mediaevalia 35 (1984),105-127, esp. 111.
24. Quiero enfatizar que 110 estoy afirmando que todos los hombres griegos
debieron haber sentido tal indiferencia: por el contrario, suficiente evidencia
antigua testi fica la fortalez.a de las preferencias indi vi duales hacia el objeto sexual
de un sexo más que de otro (ver nota 42, debajo). Pero muchos documentos
antiguos dan testimonio de una aversión constitucional de una parte de los grie-
gos para predecir, en un caso d'ado, el sexo de un amante sobre la base de la
conducta sexual pasada o sobre un modelo previo de elección del objeto sexual.
25. P. Tebtwús 1 104, traducido por A.S. Hunt y c.e. Edgar, en WOlllell 's Lije ill
Greece (uld Rome, ed. Mary Lefkowitz y Maureen B. Fant (Baltimore, 1982),
59-60; otra traducción es proporcionada, con una útil discusión del documento
y su particularidad, por Sarah B. Pomeroy, WomclI ill Hellellistic Egypt jmm
Alexallder Jo Cleopalra (Nueva York, 1984),87-89.
26. "Une bisexualité de sabrage": Veyne, 50-55; ver la crítica de Ramsay
MacMulIen, "Roman Altitudcs to Greek Love", Historia 32 (1983),484-502,
esp. 491-497. Otros estudiosos quienes describen el antiguo fenómeno de la
conducta como "bisexualidad". incluye a Luc Brisson, "Bisexualité et médiation
en Grccc ancienne", Nouvelle Revue de fJs)'charwl)'se 7 ( (J 973), 27-48; Alain
Schnapp, "Une autre image de I'homoscJ{alité en Grece anciennc", Le Débac 10
(198 J), 107-117, esp. 116-117; Lawrence Stone, "SeJ{ in lhe West," Thc NelV
Re¡mblic (8 dejulio de 1985),25-37, esp. 30-32 (con dudas). COI/1m, Padgug,
13: "para hablar, como es común, ele lo~ griegos como 'bisexuales', es también
ilegítimo, desde que sólo agrega ulla categoría llueva, intermediaria, mientras
que eran precisamente las mismas categorías las que no tenían signi ficado en la
antigüedad"
27. T.M. Robinson, (Revisión de Dover, Grcek /{omosesu(/!iry), Phoellix 35
(981),160-163, esp. 162: "La razón por la que la mayoría heterosexual podría
haber visto con una mirada tolerante la prüctica 'activa' homosexual entre la
minoría, y aún en alguna medida en su propio grupo (!), ... es previsiblemente
una mirada sexista: para la mayoría heterosexual, para aquellos (en un universo
de hombres) a quienes la 'buena' lllujer es kala ¡lIrysil/ (es decir, naturalmente)
pasiva, obediente y sumisa, el 'rol' del homosexual 'activo' será tolerable preci-
samente porque sus conductas pueden, sin Illucha dificultad. ser igualadas con
cl 'rol' del varón hcterosexual, es decir, para dominar y vencer; lo 'lile los dos
tienen en común es lIl,ís qlie lo que los divide" Pero esto llIe parece que evita la
cuestión que la dislinción entre heterosexualidad y hOl1lo~exualidad est,í supues-
\amente ideada para esclarecer.
28. Un excelente análisis de la versión meditemínea contemponínea de este ethos
ha sido suministrado por David Gilmore, "Introduction: The Shallle of Dishonor"
en HOllor and Shame alld the Ullit)' al the Mediterrallcall, ed. Gilmore, Publ ica-
ción especial de la American Anthropological Association, 22 (Washington, D.C.,
1987), 2-21, esp. 8-16.
29. Por "falo" indico un significante cultural mente construido del poder social:
.para la terminología, ver nota 10, arriba. Lo llamo discurso griego sexual fálico
'm"l~que (l) los contactos sexuales son polarizados alrededor de la acción fMica,
é decir, están definidos por quien tiene el falo y por lo que es hecho con él; (2)
<:Jtros placeres sexuales que los fálicos, no cuentan al categorizar los contaclos
¡sexuales; (3) para que un contacto sea calificado como sexual, uno -y no más
.que uno- de los dos partenaires debe tener el falo (\05 muchachos son tratados
!éti'los contextos pederásticos, como esencialmente no-fálicos [ver Marcial, 11.22;
pero cf. Pa/atille Alltlzology 12.3,7,197,207,216,222, 242J Y tienden a ser
'asimilados a las mujeres; en el caso de sexo entre mujeres, \lna partenaire --la
·,'Itribad"- es asumida como poseyendo un equivalente al falo [un ~uperdesarro
'lIado c1ítorisJ para penetrar a la otra: fuentes para la antigua conceptualización
de la tribad -es conocido por mí \In incompleto e~tüdilJ moderno de e~te fasci-
i nante y duradero tipo riccional, que sobrevivi(Í en las prilllcra~ dl~c,ldas del Siglo
1X'X- han sido agrupadas por Friedrich Knrl Porberg, MUIIIW! (JJ Clouica!
<Erotolog)', trad. por Julian Smithson [r-.1anchester, 181\4; reimpr. Nueva York,
/1:966]. 11, 108-167; Pnul Brnndl [selld. "lIans Litrh"l, Sex"a¡ Lif(~ ill Aneiellt
'Greccc, trad . .1.11. Freesc, cd. I.awlencl' 11. J)awson [Londres, 19.\2], JI (1-32X;
'Gastan Vorberg, GlosJl/rirll/l cloliul/II [llanau, 1965]. 654-655; Y Werner A.
__ .____________ ~Ivld M. Halperin
48
i~;~:" ¿Hay una historia de la sexualidad?
~!~!r:
Kpsofsky Seclgwick, Epistemologíll del wmario, Ediciones de ,la Tempestad,
...., "
B'arcelona, 1998.
:.\J'~:~ ','
~5Ij\nónimo, De phvsiogllolllollia 8.) (vol.li, p. 114.5-14 Fbrster); Vetlius Valens,
~h\6 (p. 76.3-8 Kr~Il); Clemente de Alejandría, Paedagogm 3.21.3; Finnicus
Rfi~tb;'nus, M{lthesis 6.30.15-16 y 7.25.3-23 (esp. 7.25.5).
J,t}o,rlll,
~J:; Ver Foucault, ú, historia de la sexl/alidad: "La sodomía, como era definida
por'los antiguos códigos civiles o canónicos, era una categoría de actos prohibi-
~ips; su perpetrador era nacla más que la materiajuríJica de ellos. El homosexual
B~I Siglo XIX devino un personaje, un pasado, un caso de historia y una infan-
¿í1i', además de ser un tipo de vida, una forma de vida y una morfología, con una
lHaiscreta anatomía, y posiblemente con una misteriosa fisiología. Nada que
~~iuviera clentro de su composición total, era natural para su sexualidad. Estaba
!¿J~ presente en él: en la raíz de todas sus acciones porque era su insidioso e
lridefinido principio activo; escrito indecentemente sobre su cara y su cuerpo
~()rque era un secreto que siempre se ofrecía. Era consustancial con él, menos
cOlnO un pecado habitual que como una naturaleza singular" Ver también
Randolph Trumbach, "London's Sodomites: Homosexual Bchavior and Western
Culture in the 18,h Century," }oul7w! of Social Histor)' 11 (1977), 1-33, esp. 9;
Richard Sennett, The fal! of ¡mblic I/wn (Nueva York, 1977),6-8; Padgug, 13-
!1,4; Jean-Claude Féray, "Une histoire critique du mot homosexualité, (IV),"
~/cadie 28, no. 328 (1981), 246-258, esp. 246-247; Schnapp (nota 26, arriba),
~JQ (hablando de las pinturas en los vasos áticos): "Uno no pinta actos que
'~'ªracterizan a las personas tanto como las conductas que distinguen grupos";
Rjerre 1. Payer, Sex alld the Penitelltials: Tlle developmellc of a Sexl/al Cocle
~5_0-11 50 (Toronto, 1984), 40-44, esp. 40-41 : "no hay palabra en el uso general
'~D,las penitenciarías para la homosexualidad como una categoría ... además, la
'9istinción entre actos homosexuales y la gente 'que podría ser llamada homo-
i~qual, no parece ser operativa en estas publicaciones" (también pp. 14-15, 140-
:153); Bynum, "The Body of Christ", 406.
I
:;1':4. Como testimonios de la fuerza de las preferencias individuales (aún hasta el
gunto de la exclusividad) por parte de los varones griegos por un parten aire
.~~;<ual de un sexo más que de otro, ver Theognis, 1367-1368; Eurípides, Cyclops
'~83-584; Xenofonte, Anabasis 7.4.7.-8; Aeschines, 1.41, 195; Life of Zello de
e,ntígono de Carystus, citaclo por Athanaeus, 13.563e; el fragmento de Seleucus
:¡¡itado por Athanaeus, 15.697de (= Collec{(1nea A1exandrina, ed. J. U. Powell
TOxford, 19251, 176); un anónimo fragmento dramático citado por Plutarco,
Nforalia 766f-767" (= Tragicorum Graecorum FragllZeIl{(1, ed. August Nauck, 2"
Itgición [Leipzig, 1926]. 906, # 355; también en Theodor Kock, Comicol"IIlll
Allicorum Fragmenta [Leipzig, 1880-1888].lIl, 467, # 360); Athanaeus, 12.540e,
13.601e y sig., Aquiles Tacio, 2.35.2-3; pseuc\o-Luciano, Erates 9-10; firmicus
Matcrnus, Machesis 7.15.1-2; y un número de epigramas ele varias manos, contcni-
49
David tvl. Halperin
L -_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __ _ _
dos en Palatúle A/!t!rologr: 5. l 9, 65, 116, 208, 277, 278; 11.216; 12.7, 17, 41,
87, 145, 192, 198, Y pílssim (ef. P. G. MaxwelI-Stuart, "Strílto and the Musa
Puerilis," Heniles 100 [1972]. 215-240). Ver, generalmente, Dover, 62-63; John
Boswell, "Revolutions, Universals, and Sexual Categories", en HO/llosexc((/Iil)':
Sacrilege, Visio/!, Polities (nota 6, arriba), 89-113, esp. 98-101; Winkler,
"Laying Do\Vn Ihe Law"; y, para una lista de pílsajes, Claude Courouve,
TaoleClII sy/!opliqlle de réfférellces a 1'((1710((1' IIlClsc(([ill: Au/eurs grecs el
lalillS (París, 1986).
43. Hilary Putnam, en Rozó", Verdad e Historia, en el curso del análisis de
varios criterios por los cuales juzgamos asuntos de gusto como "subjetivos,"
implica que estamos acertados al considerar las preferencias sexuales más com-
pletamente constitutivas de la personalidad humana que las preferencias
alimentarias, pero el argumento permanece circunscripto, tal como Putnam lo
seiiala, por los supuestos completamente específicos de cada cultura acerca del
sexo, la comida y la personalidad.
44. FOllcault, El ((SO de los "laceres, remarca que sería interesante determinar
exactamente cuando, en el curso del desarrollo de la cultura occidenta!, el sexo
devino más moralmente problemático que la comida; parece pensar que el sexo
lo conquistó, sólo a finales del Siglo XVIlI, después de un largo período de
relativo equilibrio durante la Edad Media: ver también El uso de los placeres; La
inquietud de sí; "On the Genealogy ofEthics: An overview ofWork in Progress,"
en Hubert L. Dreyrus y Paul Rainbow, Michel Foucaull: Be)'olld Slructuralism
(/Ild Her/llene((lics, 2" ed. (Chicago, 1983),229-252, esp. 229. La evidencia más
tarde reunida por Stephen Nissenbaum, Sex, Diet, alld Debi/it)' ill Jacksollicll!.
Amaica: S)'lvesler Graham alld Heall/¡ Reform, Contributions in Medical
History, 4 (Westport, Conn., 1980), Y por Caroline Walker Bynum, Hol), Feasl
alld Hol)' Fas!: The Religious Sigllificmlce of Food ill Medieval WOlllen
(Berkeley, 1987), sugiere que la evolución moral puede no haber sido realmente
un asunto continuamente lineal, tal como Foucault parece imaginar.
45. Jack H. Abbott, "On Women," New York Review of Books 28: 10 (June 11,
1981), 17. Podría quizás ser puntualizado que esta confesión lírica es algo desi-
gual con respecto al más áspero inrorme contenido en los fragmentos de las
cartas de Abbott, que rueron publicadas un año antes en New York Review of
Boob 27: 1I (June 26, 1980),34-37. Uno pocIría comparar la manifcstación de
Abbott con algunos comentarios pronunciados por Bernard lJoursicot en un
contexto similarmente apologético y citado por Richard Bernstcin, "Francc Jails
Two in a Bizarre Casc of Espionage," Ncll' York Tillles (Mayo I1 de 1986):
"Estaba destruido por aprender que él (el amante de Boursicot de veinte años) cs
un hombre, pero mi convicción permanece inquebrantable que para mí, ell esc
tiempo, él era realmcnte ulla Illujer y era el primer amor de mi vida"
46. Ver Davidson (nota (í. ,miba), 16.
'i0
_ _ _ _ _ _ _ _-----'i'---H_ar una historia de la sexualidaJ?
tl7. Deseo agradecer a Kostas Demelis por ayudarme con esta ['ormulación. Com-
parar Padgug, 5: "En cualquier aproxil11<lcitíll que toma C0l110 predeterminadas y
universales las categorí<ls de sexu<llidad, la historia real desaparece"
48. Stephen Greenblatt, "Fiction and Friclion,", en Recollslmcli/lg Indil'idualisl/I:
A Uio Il 01/1)', l/ldividllalit)', a/ld the Se({ill Weslem Thollghl, ce!. Thomas E. Hcllcr,
Morton Sosna y David E. Wellbery, con Arnold 1. Davidson, Ann Swidler, y ¡<ln
Watt (Stanford, 1986),30-52,329-332, esp. 34, hace una puntuación similar;
arguyendo que "un discurso de la cultura sexual juega un rol crítico en dar form<l
a la indiviclualidad," y sigue diciendo, "Lo hace así para ayudar a implantar en
cada persona un internalizado juego de disposiciones y orientaciones que go-
biernan las improvisaciones individuales." Ver también Padgug; generalmente,
Julian Henriques, Wendy Holloway, Cathy Urwin, Venn Couze y Valerie
Walkerdine, Challgillg the Sllbject: PJ)'cholog)', Social Regulati(JIl amI
Suhjectil'ity (Londres, 198'~).
49. "Translations" (1972), líneas 32-33, en el texto de Adrienne Rich, Divillr;
;;,Ito the Wreck: Poellls 1971-1972 (Nuev<l York, 1973), 40-q l (citas en p. 41 )L.
:pO. "Canzone" (1942), líneas 1-2, en W. H. Auden, Col/ected Poe/lls, ed. Edward
,Mendelson
. (Nueva York, 1976),256 -257 (cita en p. 256).
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