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La necesidad de luz, de luz sobre luz, como una llama que nunca se agota, extenúa el
cuerpo, no deja descansar la mente. Es como una sed que seca todo el ser, que obliga a
seguir buscando las aguas que nos devuelvan a la vida, que nos despierten a la eterna
juventud de nuestro espíritu. ¿Familiar? Este concepto, el de un espíritu eterno que late en
-y es- el origen de la conciencia, es la idea central del Hermetismo, una filosofía y sistema
mágico esotéricos que nació entre los siglos I A.E.C y IV E.C, como producto del
sincretismo de la religión egipcia y la filosofía griega, en el Egipto Bajo durante el dominio
del Imperio Romano sobre Alejandría.
Esta filosofía y sistema mágico es el primer desarrollo de una Prisca Theologia esotérica, y
conforman la primera sistematización de la revelación original que está en la raíz de todas
las religiones exotéricas y que fue dada por lo Divino a la humanidad desde la Antigüedad.
En el Hermetismo, la experiencia de la trascendencia y el sistema mágico que conduce a
ella se funden con la mística platónica en una de las más grandes obras de toda la
humanidad: el Corpus Hermeticum.
Cuando un buscador se encuentra por primera vez con esta tradición, la respuesta normal
es una profunda emoción unida a un sentimiento descorazonador: los horizontes del
Hermetismo parecen demasiado lejanos, y muchas voces hablan del camino a la Luz de
Oriente, sumiendo al buscador sincero en una aparente confusión. Entonces surge la
necesidad de comenzar un desarrollo espiritual, que llevará toda esta vida y quizá otras,
hasta el origen de lo real.
Por eso, si vamos a hablar de esta sagrada tradición, debemos empezar por el principio, por
ayudar a desplazar unos primeros velos sobre el Hermetismo, para ayudar a los que vienen
tras nosotros, como nosotros fuimos ayudados por los que nos precedieron.
Así, ¿quién fue Hermes Trismegisto? El origen de este hombre, iniciado y Dios, el Tres
Veces Grande, se encuentra en el Dios egipcio Djehuty, cuyo nombre helenizado es Thot, y
en el mito de la Creación de Hermópolis, de cuya ciudad sagrada Djehuty era Dios Patrono.
Este Dios fue el primero en aparecer, antes incluso que el Dios Solar Ra, tras la creación
del mundo por los Dioses Primigenios de la Ogdóada. El mito de la Creación de Hermópolis
es así:
Al principio, existían cuatro parejas de Dioses en la Oscuridad Primordial del Universo,
anteriores a la luz de los soles. Estos Dioses eran Nun y Naunet, que representaban el
caos, las aguas primordiales; Kuk y Kauket, que representaban las tinieblas; Heh y
Hehet, representantes del espacio infinito; y una última pareja, Tenemu y Tenemet,
representantes de lo oculto; esta última pareja fue sustituida, posteriormente, por Amón
y Amonet.
De hombre a Iniciado, de Iniciado a Dios. Esta idea nos permite entender cómo fue el
desarrollo inicial de este arquetipo.
Con esto me refiero a algo que suele decirse, y es que el Hermetismo no trabaja con los
valores de la creencia. Es decir, no se interesa por el concepto de verdadero o falso, de
dogma, ni se preocupa por enseñar en qué creer o de qué forma pensar. Como filosofía
esotérica, reservada desde sus comienzos a un grupo selecto de iniciados, el
esoterismo hermético clásico trabaja con las certezas personales e intransferibles de
cada individuo, esbozando un punto de encuentro básico para aquellos que han llegado
a comprender que para saber lo que una persona sabe, es necesario haber vivido
exactamente lo mismo, en el mismo momento y de la misma forma. Por eso, el
Hermetismo concibe la revelación espiritual como un asunto de predestinación kármica.
Aunque hoy día esto resulte políticamente incorrecto, es algo que, si dedicamos unos
instantes de reflexión light, descubriremos que es totalmente cierto.
Como la certeza es intransferible y, además, es algo que no se puede lograr por la mera
voluntad, el Hermetismo no tiene nada que decir al respecto de la conversión y la
búsqueda de nuevos adeptos. Como suele decirse, el principio que funciona en él es
que “cuando el aprendiz está preparado, el maestro aparece”.
Desde este punto, el Hermetismo clásico establece su tríada sagrada y desarrolla una
explicación del Cosmos y el Hombre, que conforman las dos partes del triángulo
hermético. Dios, Cosmos y Ser Humano son la tríada sagrada de la realidad, el Triple
Cosmos, con lo Inefable como un Cosmos Eterno, el Cosmos Universal como un
Cosmos en movimiento y el Ser humano como un Cosmos Racional.
La certeza que el Hermetismo baraja respecto a la parte espiritual del ser humano
radica en la visión del mismo como un ser doble: inmortal por su espíritu, mortal por su
parte biológica. Considera al ser humano como el centro de una jerarquía de seres
universales que ascienden y descienden desde él, por gradaciones de ser, hasta lo
Inefable y hasta lo Natural. Desde el Dios Primordial impersonal, desarrolla una
cosmovisión de Dioses Estelares, en relación con las estrellas fijas y las esferas de los
planetas, y coros de daemones -espíritus intermediarios- que completan la jerarquía de
seres espirituales.
El ser humano es concebido como el eslabón más importante de este Orden Universal,
como su custodio y su guardián. Gracias a su Nous, que es quizás la noción más
importante del Hermetismo Clásico, el ser humano puede servir en sacerdocio a los
daemones y Dioses, y ascender por la senda espiritual de las esferas estelares a la
naturaleza divina de su espíritu.
Aunque podemos decir muchas cosas más del Hermetismo filosófico, con esbozar estas
pequeñas ideas nos llegará por ahora para entender la segunda vertiente del
Hermetismo: el llamado Hermetismo Práctico.
Hoy en día, sociedades como la masonería egipcia esotérica, con la Orden de los
Sophisianos y el Rito de Memphis-Mizraïm, la Ordo Aurum Solis, depositaria de la
Tradición Ogdoádica y los misterios mediterráneos y norafricanos, y los Martinismos
cabalistas, mantienen una transmisión ininterrumpida de los sistemas iniciáticos,
mágicos y esotéricos del Hermetismo Práctico, que cada una tiñe a su modo con la
visión simbólica propia, tejiendo juntas el gran tapiz de los Misterios de Occidente.
Animo al lector que sienta la necesidad, a acercarse a esta gran tradición a través de
sus textos sagrados, reunidos en el Corpus Hermeticum, y a investigar y buscar
referencias series de las Órdenes arriba descritas y, si así es su sentir, acercarse a una
de ellas para comenzar la gran aventura hermética de su despertar espiritual.
El camino es largo, pero está lleno de maravillas y en su interior late el corazón del
mundo, impulsando a la Luz y a la Vida de la Eternidad.
Que NOX profunda os revele su secreto, que LVX plena ilumine vuestras almas.
En el Esplendor de la Estrella Gloriosa,
F:.D:.