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1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN TEOLOGÍA.
2. TITULO: Incidencia de los desafíos ecológicos en el quehacer teológico en la sociedad contemporánea.
3. AUTOR: Mauricio Villa Gómez
4. LUGAR: Bogotá, D.C.
5. FECHA: febrero de 2011.
6. PALABRAS CLAVE: Creación, ecología, teología de la creación, ser humano, pecado ecológico, Cristo cósmico,
nueva creación,
7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Esta investigación es el resultado del interés personal por hacer un
reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de
manera ciega, sino con conocimiento de por qué es obra de Dios y por qué es urgente su recuperación, protección y
constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática ambiental actual a la luz de la teología. Se
desarrolla en tres momentos en los cuales se aborda lo referente a la teología de la creación, como fundamento de la
investigación, la problemática ecológica actual y finalmente las posibles estrategias para contribuir a la solución de
dicha problemática.
8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teología, biblia y educación.
9. FUENTES CONSULTADAS: A.A V.V. “Ecoteología. Nuevas cuestiones y debates”, Revista Internacional de
Teología Concilium 331 (2009): 485. Teología de la ecología. Bogotá: San Pablo, 1995. Armendáriz, Luis María.
Hombre y mundo a la luz del Creador. Madrid: Cristiandad, 2001. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas
clave de antropología teológica. Madrid: san Pablo, 1996. Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998.
Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 3ª ed, 2002. La dignidad de la tierra.
Madrid: Trotta, 2000. La opción-tierra. Santander: Sal Terrae, 2008). Boné, Édouard. ¿Es Dios una hipótesis inútil?
Bilbao: Sal Terrae, 2000. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. Bilbao: Sal Terrae, 1990.
Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en:
Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Concilio Vaticano II. Constitución
Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Madrid: BAC, 1993. Gafo, Javier. 10 palabras clave
en Bioética. Estella: Verbo Divino. 1998. Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en
esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy
bien. Barcelona: Herder, 2009. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. Estella: Verbo Divino, 1993.
Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana. Bogotá:
PUJ, 2010.
10. CONTENIDOS: Esta investigación busca despejar el siguiente problema: ¿qué estrategias teológicas y
pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad en general y también en la realidad
colombiana el sentido por el cuidado y preservación del medio ambiente? Este problema se aborda a partir de tres
grandes etapas. En la primera fase del proyecto, se analiza, entre otros aspectos la teología de la creación,
abordando la creación como una obra de Dios, la relación existente entre Dios y los seres humanos, el papel que
desempeña el hombre en la creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra
creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la realidad creada. Luego, en la
segunda fase, se identifican y describen todos los elementos más graves y de urgente solución que confluyen en la
configuración del pecado ecológico y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría del
Cristo cósmico. Posteriormente, se proponen estrategias metodológicas y principios de acción teológica-pastoral que
iluminan, desde una visión teológica y cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad
y concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana.
11.METODOLOGIA: Es una investigación desarrollada desde un enfoque inductivo y en la cual se consultaron
diversas fuentes bibliografícas. Esta información luego fue analizada, clasificada y reinterpretada a través de un
trabajo hermenéutico, a través del cual se determinó la influencia e importancia del saber teológico en la urgente
lucha contra el desastre y la crisis ecológica que enfrenta la humanidad, para que tanto el teólogo como todo
cristiano pueda tener una visión más objetiva de esta realidad y pueda encontrar caminos de solución a tal
problemática, a la luz de los planteamientos teológicos abordados en la investigación.
12. CONCLUSIONES: Con el desarrollo de esta investigación se elaboró un documento que da cuenta de la
importancia de la teología de la creación, la cristología y la ecoteología, como fundamentos teológicos relevantes
para la recuperación del sentido y la conciencia por el cuidado y preservación del medio ambiente. También se
convierte en un instrumento útil para despertar el interés por adentrarse en el conocimiento de toda la problemática
que se ha tejido en torno a la crisis ecológica que enfrenta el planeta, y la posición que asume el quehacer teológico
de cara a esta realidad.Finalmente, la investigación no pretendió dar por terminada la discusión sobre el tema ni
mucho menos cerrar una línea de investigación, todo lo contrario, pretendió abrir nuevos espacios de reflexión e
investigación, proponiendo nuevos caminos de análisis sobre la importancia que tiene hoy más que nunca,
profundizar en el tema, iluminando esta labor desde la reflexión y el quehacer teológico.
1
INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
2
INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Director disciplinar
MARTÍN BELLEROSE
Doctor en teología
Director metodológico
3
Nota de aceptación:
_________________________________________
_________________________________________
_________________________________________
_________________________________________
_________________________________________
__________________________
__________________________
Firma del jurado
__________________________
Firma del jurado
4
DEDICO A:
Mi familia, mis amigos y a todos aquellos que han sido apoyo y luz en mi formación
humana y espiritual.
5
AGRADECIMIENTOS
A Dios Creador; dueño de la vida y de la historia humana y cósmica, que con su ciencia
y sabiduría ha iluminado y orientado mi caminar a lo largo de la vida.
6
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………….10
7
2 EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE EL
“CRISTO CÓSMICO”…............................................................................................57
creado……………………………………………………………………………………68
8
3.2.2 La construcción de un nuevo orden ecológico…………………………………….107
4. CONCLUSIONES………………………………………………………………….........133
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….140
9
INTRODUCCIÓN
La sociedad y el mundo actual observan hoy en día con mayor preocupación cómo el
planeta y todos sus ecosistemas se van destruyendo por múltiples factores humanos,
entre los cuales están el científico, tecnológico, económico, demográfico e incluso
político, que si bien en sí mismos no se pueden considerar como factores negativos, en
gran medida sí han contribuido al deterioro ambiental por acción o por omisión en sus
mecanismos de producción. Así pues, la interacción de dichos factores ha conducido a
ver la naturaleza como el espacio al cual el hombre explota, y al que cada vez más
atropella sin medir sus consecuencias, situación ante la cual lamentablemente muchos
sectores de la sociedad aún parecen indiferentes. De esta manera, el ser humano se ha
ubicado al margen de la integridad del medio ambiente en el cual está inserto y
depende para su supervivencia.
Por otra parte, el problema ambiental que enfrenta el mundo entero es consecuencia de
la negligencia del hombre mismo, por la falta de la conciencia sobre la conservación del
medio ambiente y su papel responsable en la administración de la creación que le fue
confiada. Esta realidad se conoce hoy en día como pecado ecológico, porque es una
transgresión que el ser humano comete contra el medio que le posibilita su existencia
natural. No obstante, esta misma realidad lo ha motivado en las últimas décadas a mirar
con mayor preocupación el desastre ambiental generado en el planeta, entre otros
factores, por el uso inadecuado de los recursos naturales y la utilización de tecnologías
y avances científicos, que si bien esto último ha contribuido al progreso, desarrollo y
evolución de la humanidad, también es causante del desorden que enfrenta la
naturaleza. Como resultado, la sociedad vive una dinámica ecológicamente destructiva
de enormes proporciones, por ello, tanto grupos de científicos, ambientalistas, así como
personas y entidades en pro de la ecología, y en las últimas décadas teólogos y la
iglesia misma, apelan a que ya es tiempo de reducir y detener el daño. Además es
necesario que todos los hombres, que viven en un grado de olvido con el resto del
10
mundo natural, tomen conciencia de que la tierra es su espacio vital, privilegiado y
sagrado de la revelación divina.
11
conocimiento de porqué es obra de Dios y porque es urgente su recuperación,
protección y constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática
ambiental actual e intentando despejar el siguiente problema: si bien es pertinente
señalar que el hombre y la sociedad en general poco a poco están tomando conciencia
de la importancia de recuperar el medio ambiente en que viven, ¿qué estrategias
teológicas y pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad
en general y también en la realidad colombiana el sentido por el cuidado y preservación
del medio ambiente? Y ¿cómo puede incidir la teología en lo que respecta al desastre
ecológico, para que ésta sea más efectiva y pueda abrirse a una praxis pastoral?
En este orden de ideas, con esta investigación se quiere, a nivel general, definir
algunos principios y estrategias prácticas y efectivas por medio de las cuales se pueda
evidenciar la importancia del papel del ser humano como administrador y transformador
de la creación, para generar mejores avances en la calidad de vida y sustentabilidad del
planeta, ponderando la necesidad de recuperar el sentido por el cuidado y preservación
del medio ambiente en la sociedad, desde los fundamentos y contenidos teológicos
presentes en la teología de la creación, la ecoteología, la cristología cósmica, y algunos
escritos pastorales referentes al tema. Para lograr este cometido, entre otros aspectos,
se abordará la reflexión teológico-bíblica acerca de la creación para darle un
fundamento sólido a la investigación; despejar cuestiones como la identificación de las
propuestas y avances que ha realizado la teología en los últimos años, como
herramientas para enfrentar el desastre ecológico y su eficacia o ineficacia en los
distintos ámbitos de la sociedad; hacer hincapié en el papel del ser humano y su
responsabilidad como mediador indispensable en la obra creadora, para poder
interpretar correctamente su ser de co-creador y no como dominador y señor absoluto
de la misma; e identificar y describir, a grosso modo, las realidades más graves y
urgentes del desastre ecológico, tanto a nivel mundial como en Colombia, las cuales
atentan contra el objetivo y estabilidad de la creación.
12
La investigación se articula básicamente en tres grandes etapas para darle una mejor
coherencia y estabilidad al trabajo en cuestión. Estas etapas pretenden dar cuenta del
objetivo propuesto como eje conductor en el proyecto. En la primera fase del proyecto,
correspondiente al primer capítulo del mismo, se analizará, entre otros aspectos la
teología de la creación, abordando la creación como una obra de Dios, la relación
existente entre Dios y los seres humanos, el papel que desempeña el hombre en la
creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra
creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la
realidad creada. Para obtener este propósito, se realizará un acercamiento contextual a
algunos pasajes bíblicos, concretamente los primeros capítulos del Génesis que
abordan toda la trama de la creación, la irrupción del pecado y la responsabilidad del
hombre en la obra hecha por Dios, y algunos textos bíblicos del Nuevo Testamento
donde se desarrolla el tema de la nueva creación en Cristo. Además se tendrá en
cuenta el aporte de autores como Medard Kehl, Luis María Armendáriz, Juan Luis Ruiz
de la Peña, que desarrollan profundamente los contenidos de la teología de la creación.
13
concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. Para ello se analizarán
temáticas como la necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y
comunión, la construcción de un nuevo orden ecológico, la recuperación actual del
hombre en la creación y todo lo referente a la realidad ecológica del país, haciendo en
primera instancia una contextualización de la misma, de sus aspectos positivos y
negativos, para luego proponer algunos aspectos que ayuden a la edificación de una
pastoral más ecológica en el país.
14
1. TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: LA CREACIÓN ES OBRA DE DIOS.
¿Cuándo empezó a figurar el Invisible (Dios) entre las realidades evidentes del mundo y
del hombre y su Nombre junto a los otros dos? […], bajo una u otra denominación (lo
divino, lo santo, lo totalmente otro, el misterio, el „sin nombre‟…), estaba ya de antemano
haciendo del mundo una realidad a la vez patente y enigmática y despertando en el
hombre sentimientos peculiares de pasmo, veneración, „fascinación y estremecimiento‟ y
1
preguntas subsiguientes del origen y sentido de todo .
Según esta afirmación de Luis María Armendáriz, es evidente que desde la antigüedad,
en todo el proceso evolutivo del ser humano y el universo, el cual ha sido reconocido
tanto por la ciencia como por la teología sin ser en ningún momento antagónicos su
postulados, gracias a los avances realizados por el evolucionismo de Teilhard de
Chardin y la Encíclica Humani Generis2, entre otros, el hombre se ha cuestionando y ha
venido tomando conciencia de la realidad que lo rodea. Así, el ser humano se ve
involucrado en una doble dinámica, es decir, por un lado está inmerso en la finitud,
limitación y contingencia de la condición humana que lo envuelve e identifica por
naturaleza, la cual lo convierte en un ser que ante la magnitud de la realidad que supera
todas sus capacidades físicas y cognoscitivas como lo es la creación y las fuerzas que
en ella operan, reconoce sus límites creaturales y está siempre supeditado a un fin
material.
Pero desde otra perspectiva, frente a la realidad compleja del universo que lo circunda y
por la capacidad racional que posee y que lo diferencia de las demás creaturas, el
hombre siempre ha evidenciado una inquietud constante por conocer el origen de todo
lo que tiene frente a sí; aspecto que lo hace un ser trascendente y siempre en
proyección hacia un fin. Es un ser que, aunque limitado, no se detiene ante lo
desconocido, todo lo contrario, la curiosidad, que le es innata, lo lleva a elaborar miles
de cuestionamientos frente a la realidad externa y de cara a su propia realidad, a
preguntarse sobre el origen del mundo y su causalidad, sobre su propio origen, sobre
todos los fenómenos que percibe, sobre su finalidad, etc.
1
Armendáriz, Luis María. Hombre y mundo a la luz del Creador. (Madrid: Cristiandad, 2001), p. 27.
2
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. El misterio del hombre. (Barcelona: Herder, 1997), p. 21.
15
En este proceso de reflexión el hombre empieza a enfrentarse con muchas
posibilidades sobre quién o qué es el autor de todo lo que existe, pues indistintamente
de saber aún cuál es la causa primera de todo lo que lo rodea, la reflexión que hace lo
va llevando a descubrir que tal obra ha de ser causa de una realidad diferente,
poderosa y muy superior que lo excede y supera en todo, la cual le ha dado orden y
sentido a la materia y paulatinamente a las creaturas existentes. Pero también
descubre que la capacidad racional que posee no le es suficiente para explicar esa
Presencia inquietante de un ser superior a él y que le resulta imposible comprender y
definir.
En este orden de ideas, la fe de Israel en ningún momento fue ajena a esta manera de
concebir la realidad; antes, durante y después del exilio, ya compartía muchas de las
concepciones de su entorno histórico – religioso. Entre las concepciones más
conocidas figuran la tradición religiosa de Canaán como la más influyente, por ser el
entorno más cercano y destacado en la sistematización de la fe israelita en la creación
en su forma primitiva, el mito egipcio del dios solar Ra, la epopeya de Atra hasis, el mito
de Enuma Elis, la epopeya de Gilgamesh entre otros escritos3, los cuales han sido la
base para la posterior construcción del pensamiento religioso monoteísta del pueblo de
Israel sobre la creación del mundo, básicamente contenido en el libro del Génesis.
Se hace manifiesto en este punto, como en casi todas las culturas, la concepción de
una creación divina del mundo y del género humano, a través de todos estos relatos
creacionistas con los cuales Israel tuvo contacto desde el inicio mismo de su historia.
Su fe en Yahvé tuvo que sufrir un largo proceso de enfrentamiento con los mitos de
3
Cf. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy bien. (Barcelona: Herder, 2009), p. 157.
16
pueblos vecinos y construir su propia historia a partir de la recepción y trasmisión de
creencias y concepciones que de alguna manera armonizaban con su propia
experiencia de fe, pero que en muchas ocasiones eran totalmente contrarias4, ya que
poco a poco fue presentando rasgos desmitologizantes concretos en una teología más
elaborada. Entre estos rasgos están el monoteísmo, que superó la simple monolatría
(adorar un solo dios de entre varios existentes), la benevolencia desinteresada y
generosa del creador, en contra de concepciones en las cuales la creación nace de una
necesidad de los dioses de sentirse alabados y necesitados de satisfacer necesidades,
entre otros más5.
De esta manera el panorama para el ser humano se ha ido ampliando poco a poco,
dificultando la comprensión del misterio de la creación, llegando este sólo a franquear
los límites que le impiden comprender cómo todo lo que existe tiene un origen en un ser
superior, al cual las diferentes culturas y civilizaciones le han atribuido un nombre
diverso, pero concuerdan en que es el principio original de todo.
4
Cf. Ibíd. p. 158.
5
Cf. Ibíd. p. 167 - 168.
6
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 24.
17
Desde la comprensión cristiana, la concepción que se posee es que la creación del
mundo y del hombre por acción de Dios es el primer episodio o acontecimiento de la
historia, como el resultado libre no solamente de la omnipotencia divina, sino también
como expresión superabundante del amor Trinitario y la primera obra ad extra de Dios y
todo su actuar, que vendrá a desplegar pródigamente en su relación intima y personal
con el hombre a lo largo de toda la historia de la salvación. Pero desde una visión más
universal e interdisciplinar no se podría afirmar categóricamente que la historia
comenzó con la creación, ya que incluso si se lee atentamente el primer relato del
Génesis 1, 1-2 ya había una materia informe existente, lo cual da a entender la
existencia de una pre-historia, además de las diversas cosmovisiones aportadas por la
ciencia acerca del origen del universo, las cuales reconocen que antes del origen ya
existía una materia, y de otro lado, el pensamiento sociológico para quien la historia que
se conoce como tal, estuvo precedida por un periodo prehistórico, afirmando que la
historia surge como una reflexión posterior de tal período anterior.
Al hablar del mundo como creación de Dios se entiende esto anterior como todo lo que
existe fuera de Dios, como algo distinto en todo pero realmente existente; cosmovisión
que debe abarcar el pensamiento evolutivo actualmente vigente y su postura que
señala la pluralidad de las creaturas no como elementos ya acabados en su ser
respectivo desde sus comienzos, sino como seres que se van perfeccionando en un
proceso continuo de creación. Pero más allá de la productio ex nihilo que sostiene la
teología y la cosmovisión evolutiva de la ciencia, existe otra modalidad de creación que
está a la base de cualquiera de las cosmovisiones planteadas. Esta modalidad es la
comprensión de la creación como “acción exclusiva y absolutamente divina para dar el
ser a las cosas”7 independientemente si éstas han surgido de la nada y han padecido
un proceso evolutivo.
7
Ruiz de la Peña, Juan L. Teología de la creación. (Bilbao: Sal Terrae, 5ª ed, 1998), p. 120.
18
otro factor causal, es decir, la acción creadora de Dios. Esta acción es de orden
trascendente y opera profundamente dentro de la causalidad de lo creado para
informarlo, potenciarlo y hacer que traspase sus propios límites, proceso que se efectúa
por medio del concurso divino y es allí donde está la novedad de la creación como obra
de Dios8. Este aspecto equivaldría a la evolución de la cual informa la investigación
científica. De esta manera, la acción de Dios en la creación no se queda sólo en dar
origen a todo lo que existe, es además la acción que mueve todo hacia adelante y que
suscita en la creación una dinámica de autotrascendimiento.
8
Ibídem.
9
Ranher, Karl. Dios, amor que desciende. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 20
10
Cf. kehl, Medard. Op. Cit. p.157.
19
intereses, es un guerrero que lo libera de la esclavitud de un pueblo opresor, que lucha
por ellos y con ellos en muchas batallas contra otros pueblos que pretenden
esclavizarlos de nuevo y robarles su identidad y que les promete una tierra propia para
su establecimiento y consolidación como nación. Pero en ningún momento la
mentalidad judía lo concibió como el agente creador de todo lo que existía, porque en
medio de sus avatares históricos, concebir a Dios de esta manera no era una exigencia.
Sólo hasta que Israel entabla una alianza con Dios, tiene que pasar por muchas
pruebas y dificultades de toda índole, nuevamente es puesto cautivo y después de
mucho tiempo regresa del destierro y toma por fin posesión de la tierra, se establece
como pueblo y comienza una nueva relación de dominio y dependencia de la tierra y de
toda la naturaleza, es que comienza a reflexionar en ella como un don de Dios, como
un espacio creado por Yahvé para que el hombre pueda realizarse. Es así como desde
los acontecimientos históricos que tiene que vivir, es como descubre la actuación de
Dios, y básicamente, desde la perspectiva de la alianza se abre la posibilidad en el
pueblo para entender la creación11. A partir de este momento el Dios de Israel, que ha
estado presente como salvador en todo lo que acontece en el pueblo, empieza a ser
identificado con el único y todopoderoso creador del mundo y como la meta a la cual
debe tender el hombre en su proceso de realización y trascendencia.
11
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 28.
20
Estos textos, relativamente tardíos y muy posteriores a otros pasajes bíblicos, dejan
muy en claro por su cronología que la cuestión de la creación no formaba parte de la fe
y la mentalidad de Israel, tanto más cuanto que los credos más antiguos que se
conocen, como por ejemplo Dt 26,5ss, muestran solamente las acciones salvíficas de
Yahvé a favor del pueblo, y no empiezan como el credo actual, por la fe en el Creador 12.
Al proponer la doctrina de la creación del mundo y del ser humano, los autores
sagrados, y particularmente el del texto sacerdotal, desean comunicar y preservar un
misterio que no es accesible a la racionalidad humana. De ello se desprende la idea
que la fe en el Dios Creador, tal como la presenta la Sagrada Escritura, no impone una
determinada imagen física o científica del mundo, porque su intencionalidad es ante
todo teológica y soteriológica y escatológica13.
Desde los textos del Antiguo Testamento, más específicamente en el libro del Génesis,
se presenta una clara visión de la acción de Dios. A dios se le muestra revelándose por
la palabra como el Creador absoluto de todo lo que existe en el cielo y en la tierra, y a
su vez presenta la creación como el principal instrumento de mediación para la
12
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 28.
13
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 56.
21
revelación y comunicación con el género humano; un lugar privilegiado de interrelación
entre Dios que crea y se revela en lo que hace, el cosmos como la carta de
presentación de Dios y el hombre a quien le habla.
Este primer relato de la creación, deja entrever a primera vista una finalidad de carácter
teológico concreta, consistente en la descripción de los orígenes del cielo, la tierra y
todos los demás seres existentes según un plan establecido por el Creador, el cual es
semejante a la semana israelita. En este texto no se hace alusión de la creación como
una acción de la nada, porque refiere la existencia de una materia caótica y confusa
(tierra, agua, oscuridad) antes de dar paso al actuar de Dios. Pero sí queda claro que
todo viene a la existencia por orden de Elohim y todo es creado según un orden
ascendente de dignidad. Así pues, Elohim es anterior a toda la creación, y todos los
demás seres han recibido de Él el don de la existencia. Otro aspecto de orden teológico
importante, antes de adentrar la reflexión en la palabra como acto creador, es la
creación del hombre y la mujer a imagen de Dios. El ser humano, macho y hembra,
como los refiere el texto, fueron creados de la misma manera (a diferencia del segundo
22
relato del capítulo 2), se hallan en el centro de la obra creada y han recibido por
voluntad de Dios el dominio sobre los otros seres vivientes14.
14
Cf. Biblia de Jerusalén. Comentario al Génesis 1,1 – 2,4. (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998), p. 13.
23
e) La humanidad se distingue de los animales por haber sido creada a imagen y
semejanza del Creador, condición que le otorga al hombre un lugar
preponderante sobre todo.
Pasando a otro aspecto, la acción propia que distingue a Dios en este primer relato
creacionista es el acto de crear y se manifiesta a través de la palabra; de una palabra
que contiene fuerza creadora, vivificante, una palabra que bendice a todo lo que crea;
bendición que comunica algo de su mismo ser a las criaturas y a las cosas creadas,
quedando todo articulado en el plan salvífico de Dios, el cual convierte al ser humano
en garante y administrador de toda la creación.
Esta acción creadora por la palabra está acompañada por otras acciones que hacen
realidad lo dicho, estas son: la acción ejecutiva, expresada en la división de elementos
15
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 189.
24
y la producción de lo que no existía; la comprobación de lo acontecido y la aprobación y
el gozo por todo lo creado16.
Además, el relato revela el sentido que poseen en sí todas las cosas creadas y deja
entrever un ordenamiento espaciotemporal de la creación, que va desde el caos
primigenio existente hasta la total armonización de todos los elementos y criaturas
concebidas que culmina con la creación del ser humano. Sucintamente la secuencia
que presenta el relato es la siguiente, la cual se articula en siete momentos que no
tienen que ver necesariamente con el orden de la creación que presenta el relato:
g)
Conclusión y alusión al Sabbat (2, 1 - 4)18
25
la vida posible y es quien la sostiene, dirige y gobierna . Si la quitara nuevamente,
significaría el regreso de la oscuridad, del caos y de muerte19.
La acción creadora de Dios no está desligada del mundo ni del ser humano, pues éste
último, en el discurso teológico sobre la creación y su protagonismo en la misma, se le
reconoce como co–creador, es decir, transformador, colaborador y productor en la obra
creada, pero para no hacer una digresión al tema que ahora concierne, esta cuestión
del hombre como co–creador se analizará, en breve, en líneas siguientes, pero
detalladamente en un apartado más adelante.
Para el hombre siempre será un misterio tratar de abarcar con su conocimiento finito
todo lo que es Dios, porque desborda toda su capacidad intelectiva, pero hace grandes
esfuerzos por conocerlo y entablar una relación más directa y estrecha con Él, lo cual
se puede evidenciar a lo largo de toda la historia, de modo que entre Dios y el hombre
siempre ha existido un lazo de unión y relación; lazo que se hace claro y evidente en la
creación misma, ya que en ella el hombre encuentra vestigios de Dios y, a su vez, de
ella se vale Dios para revelarse al hombre saliendo de sí mismo y asumiendo el mundo
en su propia vida20.
19
Cf. Ibíd. p. 38.
20
Cf. Ranher, Karl. Op. Cit. p. 21.
26
irrupción del pecado21. En él surge una relación que no es exclusiva del hombre con el
Creador sino que se hace extensiva también a toda la realidad creada.
Así pues, salido de las manos de Dios, pero íntimamente ligado a Él por un
fuerte vínculo de comunión, el hombre inicia una aventura como trabajador y
trasformador en la obra creada. El trabajo no se considera como un castigo, sino
más bien participación de la acción creadora de Dios y debe ser desempeñado
con amor y creatividad conforme al plan establecido por Dios22.
A diferencia del capítulo 1 del Génesis, donde hombre y mujer son creados en un
momento determinado y de la misma manera por el Creador, en este pasaje la
realidad de cada uno es distinta, y de alguna manera se percibe cierta
preponderancia y protagonismo del varón por encima de la mujer al ser éste
creado en primera instancia. Esta situación se viene a corroborar luego en el
21
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 32 - 33.
22
Cf. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica. (Madrid: san Pablo, 1996), p.
64.
27
episodio de la caída, cuando por el pecado la mujer tiene que someterse al varón
y toda la creación pasa de una perfección y libertad que le era intrínseca, a una
esclavitud e imperfección que la hacen vulnerable y corrupta23.
c) La irrupción del pecado (Gn 3, 1 – 20) en la vida del ser humano y, por ende, en
la creación: En el relato de la caída, que es continuación del pasaje de la
creación del autor yahvista, puede verse cómo irrumpe el pecado en la creación.
El texto viene a señalar que esta situación de decadencia, no se debe, como en
otros mitos sobre el origen, ni al caos primitivo, ni a la acción de Dios ya que no
es su obra, es decir, Dios no es autor del pecado porque dejaría de ser
bondadoso, pero tampoco rompe el curso de la creación erradicándolo de ella,
porque violaría la libertad que le es intrínseca a sí misma, sin que por ello deje
de ser Todopoderoso. Así, el único causante de la presencia del pecado y el mal
en el mundo es el hombre mismo por el mal uso que hace de la libertad que le
había sido dada, y quien al revelarse y desobedecer al plan de Dios, desfiguró el
mundo que Dios había creado bueno25.
23
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 303.
24
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. (Madrid: Trotta, 1996), p. 108.
25
Cf. Ibíd. p. 304.
28
A partir del capítulo tercero, el relato hace un giro sorprendente, ya que pasa de
la escena luminosa de armonía entre Dios que crea y el hombre como
colaborador de la creación por su acción transformadora, a un horizonte sombrío
y confuso. Cuando el hombre transgrede el proyecto divino pone en marcha su
proyecto, es decir, le arrebata a Dios sus prerrogativas de autor de la vida,
negándose a aceptar el sentido último que el Señor ha impreso en su ser y en
toda la existencia hacia la trascendencia y realización continua. Esta dinámica
desarticulada de Dios es consecuencia del pecado, ya que este, al ser un acto
de rebeldía no solo contra el Creador, sino también contra la creación, termina
por fracturar completamente la armonía existente26.
26
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 66.
29
ahora en adelante en tener que trabajar para poder sobrevivir, pero este trabajo
se torna alienante ya que la tierra ahora es estéril y se rebela contra él mismo,
quien de co-creador pasa a ser esclavo. Además, su labor consistirá en tratar de
transformar una realidad que se ha descompuesto, que se ha corrompido, que se
presenta como extraña, negativa, dañada, y tener que vivir en medio de la fatiga
y el dolor. En pocas palabras, hacerse responsable de la obra que el mismo
corrompió y de la cual es expulsado, para evidenciar el aislamiento y soledad
que tiene que empezar a vivir, alejado de Dios, de sí mismo y de todo lo demás
que existe27.
Este relato de la creación presenta la relación que se empieza a establecer entre Dios,
el ser humano, la naturaleza y todas las criaturas, pues a partir de la posible unión que
realiza el yahvista de dos tradiciones se muestra, en primera instancia, el relato de la
creación del hombre: Dios trae la vida a la tierra que hasta entonces era un lugar seco y
vacío; por medio del agua le infunde vida y prepara un terreno fértil para ser cultivado
por el ser humano. Luego procede a crear paso a paso al hombre: en primer lugar crea
a adam del barro de la tierra y con el soplo de su espíritu (ruáh) le infunde vida y le
encomienda la tierra como su espacio vital.
27
Cf. Ibíd. p. 68.
30
de asignarles un nombre y como un majestuoso colofón, concluye toda la obra con la
creación de la mujer, a partir de la propia naturaleza o condición humana del varón 28:
“21Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió.
22
Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé
Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn 2, 21–
22).
Desde este relato se deduce que el ser humano sólo puede alcanzar su auténtica
condición a partir de la alteridad, condición que vendrá a fundamentar más tarde la
consolidación del pueblo de Israel, primero como pareja en la que tanto el hombre como
la mujer se ordenan el uno para el otro, así como también en relación con el resto de la
creación porque sólo puede existir en un entramado global de referencias: “Le
pertenece al hombre el espacio vital (el jardín), los víveres (los frutos del jardín), la
ocupación y el trabajo (cultivar y conservar), la comunidad (hombre y mujer), y como
medio de esta última, el lenguaje, al que se alude cuando pone nombre a los
animales”29.
Precisamente, Dios en su acción de crear el mundo por amor marcó ciertos límites al
hombre por su condición misma de criatura, pero al mismo tiempo lo creó como un ser
portador de características únicas, irrepetibles e insustituibles como la conciencia, la
capacidad de expresarse manifestando sus ideas a través del lenguaje, le dio
conocimiento sobre sí mismo y su alrededor, lo cual le permite transformar la realidad,
lo dotó también de conocimiento de sus estados emocionales, tendencia a la
autorrealización y capacidad de elección.
Todas estas características con que fue enriquecido el ser humano tienen una finalidad:
le fueron dadas para regir y dominar la creación, transformarla y hacer de ella su
espacio vital. Así pues estas cualidades lo hacen único y lo diferencian del resto de
especies existentes en la creación, ya que puede no sólo relacionarse con el mundo
28
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 197.
29
Cf. Ibíd. p. 198.
31
que lo rodea, sino que por la capacidad intelectual y espiritual, puede relacionarse
también con Dios.
En estas alusiones al texto yahvista, la relación que surge entre el hombre y Dios es
una relación de imagen y semejanza, donde ser imagen de Dios no es un título que se
añada a la condición humana, sino lo más auténtico que puede poseer. Así como los
animales según su especie tienen a ésta como punto de referencia, el hombre, aunque
no es Dios si se define desde Él, pues a partir del momento mismo en que fue creado y
entró en diálogo con el mundo, también se entabló un dialogo y relación permanente
con su creador.
Todas las demás relaciones que articula con la creación no están al lado de la relación
con Dios, sino bajo ella. Este entramado de relaciones surgidas entre el género humano
y la realidad creada tienen lugar y sentido en la relación con Dios y de todas ellas el
hombre es responsable, en última instancia, ante Dios30. Finalmente, este capítulo del
génesis se resume en un eje central que sostiene toda su estructura: el hombre, como
sujeto creado para vivir en el mundo natural, no sólo se encuentra en un estado de
alteridad con Dios, sino también religado a la tierra por su condición natural.
Podría llegar a pensarse que la creación, si se interpretara tal como la presentan los
textos veterotestamentarios señalados anteriormente, es un hecho puntual, acaecido y
concluido desde el principio, sin posibilidad de proyección y tensión hacia la
trascendencia. Si así fuese, la comprensión sobre la creación caería nuevamente en un
retroceso, ya que sólo sería una interpretación excesivamente antropológico–mitológica
que no da cabida a un avance en cuanto a su riqueza teológica en proyección hacia la
actualidad y novedad que presentan los textos bíblicos.
30
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 35 - 36.
32
Pero en realidad la comprensión de la creación difiere totalmente con la hipótesis antes
planteada, dado que Dios, en cuanto es el origen de todo el universo y de cuanto en él
se contiene o surge constantemente, en ningún momento pone fin a su acción
creadora, toda vez que el cosmos ha entrado en la dinámica de la existencia. Cuando el
Creador en su inescrutable designio toma la decisión libre de crear todo lo que existe,
mantiene también su fidelidad perpetuamente a la obra que le ha dado vida y continúa
siendo el fundamento permanente, el eje principal y el punto de referencia donde se
apoya todo lo que acontece y evoluciona en ella. Por ello la teología, apoyada en
diversos textos a lo largo de la Sagrada Escritura, sostiene que la creación nunca tuvo
lugar solamente al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda la
duración de éste; es la creación continua que mantiene al mundo siempre referido al
Creador, y mientras el mundo siga existiendo siempre habrá creación ya que el bará
(crear) del Génesis continúa conjugándose en presente.
31
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 49.
33
realización, donde el ser humano ha sido creado para ser el garante de ese proceso
evolutivo por medio de su actividad creativa y transformadora32. Así mismo, Dios, en su
actividad creadora, no sólo otorga el ser a la creación y la mantiene en Él, sino que le
confiere cualidades extraordinarias para que por sus propios medios vaya logrando la
perfección hasta alcanzar la consumación definitiva.
En cuanto suceso creacional. Los seis días del Génesis apuntan al sábado y, en él, al
descanso y alabanza definitivos. La creación culmina en el hombre, encargado de
prolongarla y de llevarla en sí misma a formas nuevas de relación con el Creador y de
historia intramundana.
En cuanto suceso salvífico. El relato creacional (Gn 1–11) desemboca, con la vocación de
Abrahán, en una historia creciente y prometedora de actuaciones de Dios que introducen la
creación en la alianza.
En cuanto suceso cristológico. La creación espera el verdadero Adán, que fue primero
promesa, luego realidad histórica y ahora está en trance de someter a todos los enemigos e
implantar el Reino de Dios y la resurrección universal.
En cuanto suceso divino. Dios no ha llenado aún la tierra entera de su gloria de Creador, no
ha acabado con todo llanto y muerte, no es aún „Dios todo en todo‟ en unos „nuevos cielos y
33
una nueva tierra‟ .
Con todo lo anterior, puede decirse que la principal finalidad de Dios para que la
creación sea un acontecimiento continuado, en “tensión hacia…” y en constante
evolución hacia la perfección es el hecho mismo del designio salvífico de Dios, quien
desea que toda la realidad creada encuentre su plenitud y salvación cuando todo sea
todo en todo, acontecimiento que sucede en Cristo.
32
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 89 - 90.
33
Ibíd. p. 115.
34
1.1.4 La nueva creación en Cristo
Cristo, como consumador y quien recapitula toda la historia (Ef 1, 10) dándole sentido,
es el principio y fin de todo el universo, en Él la obra creada por el Padre desde el
principio, la cual a lo largo de toda la historia se proyecta hacia la transformación
definitiva, encuentra en Cristo su culmen y realización. Así pues, con la encarnación de
Cristo la creación ha penetrado en su última fase, que culminará en los nuevos cielos y
la nueva tierra. Él, como eschaton irrumpe en la historia y el mundo comienza a ser una
nueva creación.
34
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 45.
35
restaurando de manera definitiva la condición del mundo natural como el espacio
sagrado de realización para el género humano y lugar de la revelación divina.
Y así, la palabra creadora que había resonado en el principio, por la cual fueron hechas
todas las cosas, otorgó en su momento un carácter parcial de la revelación, pero la
35
Cf. Ibíd. p. 49.
36
revelación plena y definitiva se produjo en Cristo, la Palabra encarnada del Padre, en la
que encuentran su consumación la creación, la revelación y la salvación.
“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te
cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le
hiciste señor de la obra de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” (Sal 8).
Señor de la obra de tus manos; en esta sucinta frase, de corte sacerdotal, se puede
resumir la misión dada por Dios al hombre desde el momento mismo en que fue creado,
ser dueño y señor de todo lo que existe, pero haciendo una interpretación más
elaborada, hay que decir que esta misión va mucho más allá, es decir, el hombre no
debe limitarse solamente a ser señor de algo que ya está hecho y acabado, de una
creación que le ofrece todo lo necesario y en la cual no necesita esforzarse ya que todo
está puesto a su servicio. Por el contrario, por ser el punto más alto de la creación,
debe aportarle a la misma su capacidad inventiva y creativa para hacer de ella un
espacio de trascendencia, de transformación y perfeccionamiento continuo. En pocas
palabras, el hombre debe asumir un papel más proactivo y menos pasivo en la obra
creada.
Este es el principal papel del ser humano en la creación, una gran responsabilidad que
no puede pasar desapercibida. Por ello, en las líneas que se siguen se pretende hacer
un análisis más detallado del papel que juega el hombre en la obra creada por Dios, los
compromisos que asume al ser puesto al frente del mundo, la correcta interpretación
del mandato dado por Dios de someter y dominar la creación y otros presupuestos que
competen al protagonismo y privilegio que el hombre tiene, más que cualquier otra
criatura, en toda la realidad creada.
37
El libro del Génesis, en el relato de la tradición sacerdotal más que en el de la tradición
yahvista, en torno a la creación del hombre y del mundo, presenta de manera ordenada,
solemne y grandiosa el papel que debe asumir el ser humano, misión derivada de su
condición de criatura privilegiada y escogida por Dios. A continuación, dada la
importancia, claridad y pertinencia del relato, es conveniente citarlo tal como lo presenta
la Sagrada Escritura:
26
Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las
27
alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. Creó, pues, Dios al ser
28
humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo
Dios con estas palabras: „Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la
tierra‟. (Gn 1, 2 –28)
38
género masculino o femenino, usado sólo como diferenciación entre el hombre y la
mujer, que después serán complementarios36.
Sin embargo, aunque el ser humano sea la criatura más importante de la creación no
por merito propio, sino por don de Dios, en ningún momento deja de ser diferente ni
deja de estar ligado a ella; sigue conservando su condición de criatura, la cual no le
permite abusar de su libre albedrío, ya que Dios sigue siendo el único dueño y Señor
de todo. Así pues, el encargo de dominio y responsabilidad en el gobierno y
conservación del mundo que ha recibido, lo realiza como una acción de representación
del poder de Dios en todo lo creado, la especial dependencia que el ser humano tiene
frente al Creador se convierte al mismo tiempo en la raíz de su superioridad frente a
todo lo demás, donde todas las criaturas son para el hombre como éste lo es para
36
Cf. Ibíd. p. 131 - 132.
39
Dios. Pero éste debe gobernar en nombre del auténtico Señor y, por lo tanto, no puede
ni debe en ninguna circunstancia ejercer un dominio caprichoso37.
Al mismo tiempo, el ser humano despliega toda su misión impulsado por la bendición
recibida por el Creador (v. 28), de la cual se infiere que el hombre al ser bendecido por
el Señor, todas las obras que realice deben estar encaminadas al bienestar, uso
racional y adecuado, protección y conservación del mundo natural, sin que pueda
existir ninguna clase de atropello contra la creación. Condición que se fracciona cuando
el hombre, por el mal uso de su libertad decide romper la armonía establecida por Dios
desde el principio.
En consonancia con el núcleo anterior, otra gran responsabilidad y función que recibe el
hombre al ser creado es la de ser co–creador, y en este aspecto el relato yahvista si es
más explícito que el sacerdotal. Esta dimensión de co–creador aparece en el texto
yhavista, pues según éste,
19
Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los
llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el
20
nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves
del cielo y a todos los animales del campo (Gn 2, 19-20).
37
Cf. Ibíd. p. 141.
40
Mostrando con el hecho de dar nombre a los animales, la participación que Dios
concede al hombre para que transforme la realidad que le ha sido confiada. Pero
además de este texto, también en este mismo relato, la designación de co – creador se
evidencia en el mandato ordenado por Yahvé de labrar y guardar la tierra (v. 15), dado
que con la actividad, con el trabajo que realiza el hombre en cierto modo está siendo
continuador de la actividad creadora de Dios, transformando la realidad y logrando con
su esfuerzo que la tierra fructifique y dé vida no solo para su propio sustento, sino para
la supervivencia de los demás seres vivos38.
A este respecto, una idea mucho más contemporánea acerca del hombre como
cooperador y continuador de la obra creadora de Dios la plantea Miguel Ponce Cuellar,
citando a Juan Pablo II en la Encíclica Laborem exercens cuando dice:
El hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y
según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continua desarrollándola y
la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y los valores
encerrados en todo lo creado, encontramos esta verdad ya al comienzo mismo de la
Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, donde la misma obra de la creación esta
39
presentada bajo la forma de un trabajo realizado por Dios .
38
Cf. Juan Pablo II. Laborem Exercens. N. 25, citado por Kehl, Medard. Op. Cit. p. 198.
39
Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 207.
41
esfuerzos ingentes por buscar la perfección en su vida y en la labor de participación que
Dios le ha otorgado en la creación. También resalta el Concilio el aporte positivo al
progreso que el hombre le imprime al mundo a través de la ciencia y la técnica bien
utilizadas, ya que han sido herramientas por las cuales el hombre ha extendido su
campo de acción a casi toda la naturaleza, pues también existen amplios sectores de la
sociedad que hacen un uso consciente y racionalizado de los recursos, tratando de
preservar el orden y armonía con los ciclos naturales del planeta40.
Hoy el Concilio ve en los quehaceres más ordinarios del hombre una clara muestra de
su papel como co–creador, oficios que en ningún momento desvirtúan el plan de Dios,
sino que por el contrario, engrandecen y restituyen la dignidad a la persona, ya que por
medio de ellos no sólo se siente útil, sino también, hace su aporte para el crecimiento y
evolución de su entorno, así lo expresa en la Constitución:
Hombres y mujeres, que mientras se ganan con el trabajo el sustento para sí y para la
familia, organizan su trabajo que resulte provechoso para la sociedad, tienen derecho a
pensar que con ese trabajo complementan la obra del Creador, sirven al bien de sus
hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la
historia.
Por eso los cristianos, lejos de pensar que las obras que el hombre logra realizar con su
talento y su capacidad se oponen al poder de Dios y que la creatura racional es como émula
40
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes. N. 33. (Bogotá: San Pablo, 2000), p. 160.
42
del Creador, cultiven más bien la persuasión de que las victorias del género humano son un
signo de las grandezas de Dios y un fruto de su inefable consejo. Por eso, cuanto más crece
el poder del hombre, más se extiende su propia responsabilidad, singular o colectiva: de
donde se puede deducir que el mensaje cristiano no aparta al hombre de la construcción del
mundo, ni lo impulsa a descuidar el interés por sus semejantes; más bien lo obliga a sentir
41
esta colaboración como un verdadero deber .
Integrando todo lo dicho, el Concilio como gran colofón de la actividad de hombre como
co–creador, expresa de manera categórica y muy significativa cual ha de ser la norma
por la que debe regirse toda actividad humana, al especificar que esta actividad, según
el designio y la voluntad del Creador, debe responder al auténtico bien de todo el
género humano y ha de constituir para el hombre de hoy, ya sea como individuo o
como participante activo de una sociedad, el cultivo y la realización plena de su
vocación42.
Por su parte, continuando en esta línea contemporánea que reflexiona sobre el hombre
como miembro activo con Dios en el acto creador, Leonardo Boff, presenta esa acción
creadora del hombre como un suceso de su conciencia, donde ésta se hace co-
creadora del universo en la medida que va avanzando en los descubrimientos más
sorprendentes que el hombre ha logrado hasta hoy, y habla concretamente de los
alcances logrados por la nueva física, ya que a través de todo ello el hombre se hace
más consciente del universo que lo rodea, se apropia de él y lo pone al servicio de los
demás. Este acto creador por medio de la conciencia se da de manera ascendente, ya
que a mayor conciencia por parte del hombre, mayor es la creación que se genera y
mayor es la posibilidad de seguir descubriendo y creando mejores condiciones de vida
y mejoramiento de la existencia43.
41
Ibíd. p. 161.
42
Cf. Ibíd. p. 162.
43
Boff, Leonardo. Ecología: Grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 78.
43
humana, se mantiene abierta a todas las posibilidades y opciones de ser; el mundo
cobra forma concreta únicamente en el último momento, en el instante mismo en que
es observado. Sólo a partir del diálogo con el observador–creador es como constituye
una nueva realidad. ¿Cómo surge esta nueva realidad?; la respuesta la plantea Boff de
la siguiente manera:
Ahora, dando por sentados algunos datos acerca de la teología bíblica en torno a la
creación del mundo y del hombre, la acción de Dios en la creación, las relaciones que
se derivan y establecen entre el hombre el mundo y Dios, y teniendo claro cuál es el
papel del ser humano en la obra creada, es necesario precisar un poco más dicha
teología, por ello esta sección busca mostrar cuál ha de ser la contribución del hombre
para que pueda darse la consumación del mundo de la cual se habla en la nueva
44
Ibíd. p. 79.
44
creación en Cristo, desde reflexiones más contemporáneas y en sintonía con la realidad
ecológica que enfrenta el mundo de hoy que más adelante será abordada.
Por ello, el ser humano está volviendo de nuevo su mirada a la teología de la creación,
reconociendo en ella la creación como obra de Dios; realidad que fue dada al hombre
para regirla y no para hacer usufructo de manera negativa de ella. Para el saber
teológico se hace necesario, a partir de fundamentos sólidos proporcionados por la
Sagrada Escritura y las investigaciones de teólogos versados en estas cuestiones,
recuperar el valor, responsabilidad, interés y motivación por la guarda de la creación
como un don de Dios, crear conciencia crítica sobre el grave daño que el hombre
mismo se está haciendo al violentar y pretender esclavizar la creación, deformando el
mandato de Dios de dominarla, cuidarla y conservarla, para generar una praxis que
articule la teoría con las acciones, la fe en la creación con el compromiso que de ella se
desprende.
45
la mejor manera y no una realidad devastada, atropellada y destruida totalmente,
deformando la armonía que había implantado Dios mismo desde el principio.
45
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 569 – 570.
46
Cf. Ibídem.
46
1.3 El gran atentado contra la creación: el pecado.
Hasta este momento se ha venido hablando, desde la teología bíblica y los aportes de
teólogos versados en el tema, de todo lo referente a la creación como obra del único
Dios, quien decide revelarse libremente y por amor al hombre en la amplitud de toda la
obra creada, el lugar y relevancia del hombre en dicha creación, su papel como criatura
y co-creador, su responsabilidad frente al mundo creado, y su contribución por medio
del trabajo y la custodia de la naturaleza para la consumación del mundo en la era
escatológica.
Pero más allá de la historia del pueblo de Israel y de sus infidelidades y rupturas con la
creación misma, con la ley y la alianza que había pactado con Dios y que en repetidas
47
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282.
47
ocasiones transgredió48, el pecado tiene sus orígenes en la protohistoria, es decir, en
los orígenes del mundo, en los comienzos de la humanidad que nace y se desarrolla
con él en su dinámica interior de crecimiento histórico, y así se evidencia en los
capítulos 3 al 11 del Génesis, hablando en enunciados bíblicos49.
La realidad del pecado se convierte en el gran atentado y el mayor quebranto que sufre
la creación, porque se levanta como una oposición de base a Dios Creador, a su
designio y voluntad, ya que el hombre, desde el comienzo mismo de la historia, al
abusar de la libertad que le había sido dada con la condición de criatura, se alzó contra
Dios y pretendió alcanzar su plena realización al margen de Él, traicionando su finalidad
y dinamismo primeros de ser imagen y semejanza de Dios, viviendo de su escucha y
cumplimiento de su voluntad (Génesis cap. 3). De esta manera, a la condición humana,
que junto a dos atributos imprescindibles que le eran propios; ser criatura e hijo de Dios,
se le vino a sumar una tercera característica no dada por el Creador, sino engendrada
por el mismo hombre por el mal uso de la libertad; el ser pecador, que consiste
radicalmente en el marcado rechazo de los dos atributos anteriores.
El pecado atenta contra la creación al convertirse en una realidad que transgrede los
límites impuestos por Dios; límites que se deben interpretar no como una manera de
restringir al ser humano en su capacidad creativa e innovadora y en la libertad que se le
otorgó, sino como medios para poder mantener y propiciar la armonía con la voluntad
de Dios y con toda la creación, para que los beneficios sean recíprocos. Cuando no son
respetados estos límites, el hombre se hace daño y lo hace a toda la creación; situación
de la que hoy se está teniendo mayor conciencia de cara a la amenaza que enfrenta el
mundo sobre el medio ambiente y la destrucción del especio vital humano 50.
Ahora, para adentrar el tema del mal y del pecado, es importante examinar una última
cuestión a nivel general: la Sagrada Escritura, en los textos del Génesis relativos a la
irrupción del pecado y del mal en el mundo, no sólo en la caída de los primeros
48
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 264.
49
Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282.
50
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 204.
48
hombres (Adán y Eva, cap. 3), sino en otros relatos que ilustran de manera tipológica,
es decir como modelos o arquetipos, la realidad del pecado (Caín y Abel, cap. 4; el
diluvio universal, cap. 6–8 y la torre de Babel, cap. 11) quiere mostrar un doble
elemento común a esta realidad; por un lado, existe una indisoluble vinculación entre
relación y pecado humano en sus más variadas manifestaciones51, y por otro, el pecado
o mal moral se fundamenta en la actitud libre y negativa del hombre frente a las
dimensiones y limitaciones que tiene como criatura. El pecado es pues una
desobediencia radical de los límites impuestos por el Creador, que corroe hasta lo más
íntimo, y bajo cualquier circunstancia, la armonía de las relaciones que se habían
establecido entre Dios, el hombre y toda la creación52.
El texto más significativo del Antiguo Testamento referido al origen del mal en el mundo
es el relato de la caída de Génesis 3, no obstante, los capítulos siguientes (4 – 11), por
no citar otros textos veterotestamentarios y neotestamentarios, evitando hacer muy
extenso este apartado, muestran un desarrollo progresivo del pecado, que pasa de ser
personal, donde el hombre por voluntad propia se aparta de Dios rompiendo dicha
relación, luego, el hombre se enfrenta con su semejante, rompiendo las relaciones entre
ambos, para convertirse después en el pecado de toda una comunidad, por la violencia
y la corrupción que se han generalizado en una sociedad viciada por el mal.
En este proceso evolutivo se pueden leer las continuas variaciones de las típicas
transgresiones de los límites o extralimitaciones de los hombres, así como se percibe
una dinámica muy peculiar, en donde Dios hace un ofrecimiento al hombre de su don
(Gn 1 y 2), éste responde con el pecado, Dios le objeta por medio del castigo, pero
finalmente concede el perdón al hombre que se arrepiente de sus faltas.
51
Cf. Ibíd. p. 196.
52
Cf. Ibíd. p. 205.
49
Génesis 3 es un texto esencial, ya que responde al esclarecimiento del problema del
mal en la creación, pues según Alonso Schoekel, citado por Miguel Ponce Cuellar 53, al
afirmar la existencia de un pecado humano al comienzo de la historia, este autor asume
una posición radicalmente opuesta a la tesis existente hasta el momento sobre el origen
del mal en la humanidad, argumento que era propio de la cultura mesopotámica, para la
cual el mal hace parte del hombre mismo desde su creación ya que está inserto en su
corazón, es decir, el hombre es malo, no por el uso de su libertad – argumento que
expone Gn 3 – sino que por naturaleza le es inherente. Es importante mencionar dos
ejemplos que avalan la tesis del mal como realidad inherente al hombre, para
comprender mejor la temática en cuestión, ya que la tradición yahvista de la caída, lo
que hará es una desmitologización en su relato de estas tradiciones, para aclarar el
problema del mal.
Kingu y sus compañeros divinos han asesinado a los primeros dioses. Los dioses
determinan matarlos y formar nuevos seres con su sangre mezclándola con polvo de la
tierra. Así nacen los hombres, que son por su misma esencia prolongación del ámbito
divino, pero prolongación del mal, de las tinieblas y de la muerte, consiguiendo los dioses
55
vivir en la luz y en la pureza y arrojando a los hombres a la mentira y a la muerte .
53
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 267.
54
Ibídem.
55
Ibídem.
50
Aunque el autor yahvista no conocía directamente estos relatos, tal vez si era
conocedor de algunas referencias de tradiciones con rasgos mitológicos y teológicos,
que hablaban de la formación del hombre a partir del barro. Lo que él hace es modificar
substancialmente estas ideas en la conformación de su relato, pero sin renunciar por
completo al substrato mitológico, para dar una respuesta totalmente diversa, tajante y
clara sobre el origen del mal:
Así pues, en el relato del autor yahvista, la caída del hombre y la subsiguiente aparición
del mal no es origen de su propia naturaleza como se había concebido en otras
culturas, ni tampoco del Creador como en la Teodicea babilónica y en el relato de
Enuma Elis, sino que depende, como ya se ha reiterado anteriormente, del mal uso que
el ser humano hace de la libertad con la cual fue creado, en cuanto es una opción
decisoria de la libertad frente a Dios de querer alcanzar por sus propios medios lo que
Él mismo le daría por su benevolencia.
Pero al mismo tiempo, aunque es totalmente claro que el asunto en torno al origen del
mal radica en un problema del uso de la libertad, porque el hombre es libre para
aceptar el mal (tentación) o de rechazarlo, es importante resaltar que no se podría
descargar sobre el ser humano la responsabilidad exclusivamente del mal, ya que en la
comisión del mal, éste se encuentra de cara a una realidad oculta que busca a toda
costa seducirlo, está de frente ante un poder dominador del que no puede librarse,
porque asedia su existencia y termina acabando por adquirir poder sobre él; tal realidad
maligna está descrita en el Génesis mediante el símbolo de la serpiente57.
Para concluir esta sección, la expresión pecado, como fruto o consecuencia del
surgimiento del mal, en el campo de la teología hace referencia a dos concepciones
diferentes pero ligadas entre sí. La primera encuadra esta expresión dentro de la
56
Ibíd. p. 268.
57
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 212.
51
historia de la salvación y la asume como la irrupción del pecado en el seno de la
humanidad desde su origen, a través del pecado de Adán, es decir, el pecado que tuvo
lugar al comienzo de la historia, centrado en el mal uso de la libertad y que ha dado
58
origen al mal que ahora vive y experimenta la humanidad. Esta concepción es
conocida como pecado original originante y se basa en la culpabilidad de Adán y Eva,
que son símbolo del género humano como tal.
La segunda, relacionada con la vida concreta y actual del hombre, expresa la realidad
interna de pecado con la que cada ser humano ha nacido al interior de la humanidad,
que ya era pecadora por el pecado histórico referido anteriormente, la cual le trasmite la
condición frágil y mortal a la par de la existencia humana. Así pues, desde el momento
mismo que el individuo comienza existir ya se encuentra ligado al misterio del mal,
expresado en las consecuencias negativas que en lo físico, lo moral y en la relación con
Dios se derivan, llevando a un alejamiento total de Él. Esta situación se conoce como
pecado original originado59.
58
Cf. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. (Estella: Verbo Divino, 1993), p. 114.
59
Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 285.
52
1.3.2 La caída de la naturaleza creada a causa del pecado del hombre
En los dos capítulos anteriores al relato de la caída que narra el libro del Génesis
capítulo 3, la relación que existía entre el ser humano y la naturaleza creada era de
armonía. El hombre aunque había sido depositario del mandato divino de dominar y
someter la tierra no contemplaba la más remota posibilidad de destruirla, de hacerle
daño, de convertirse en su principal depredador, porque la voluntad divina con que
había sido creado el mundo, era que el hombre estuviese en un estado original de
armonía con todo su entorno, haciendo un uso racional de él y ejerciendo el dominio
sobre todo lo creado pero desde una perspectiva positiva, es decir, velando por su
conservación, perfeccionamiento y transformación. En pocas palabras, el hombre
estaba llamado desde el principio a darle sentido a toda la creación, a través de la
buena administración y usufructo que debía hacer de ella, y no solo eso, sino también a
ser artífice de una nueva creación a través de su ser como co-creador, innovador y
transformador de todo lo existente, para que tanto él, como toda la naturaleza y el
universo estuvieran proyectados a una continua perfección y realización, con miras a la
trascendencia o transfiguración en la nueva creación dada con Cristo.
Pero tras el pecado cometido y la subsiguiente irrupción del mal en el mundo por el afán
del hombre de alcanzar su realización al margen del plan de Dios, no sólo se rompieron
las relaciones entre el género humano con Dios, sino también la relación entre el
hombre con la naturaleza. Por lo tanto, la corrupción y la muerte como consecuencias
del pecado no sólo afectan al hombre sino también a la naturaleza que se torna
corruptible.
Anterior a la caída, la creación que le había sido dada al individuo como don gratuito
para custodiarla, cuidarla y trabajarla, sacando el mayor provecho sin tener que
padecer el sufrimiento, ahora es el lugar donde tiene que trabajar arduamente para
procurarse su sustento, pues si en el estado original de gracia en que se encontraba,
donde todo era armonía, paz, abundancia y la tierra le prodigaba la sostenibilidad en
todos los ámbitos, y donde además no había lugar para la lucha, la enfermedad, el
53
dolor y el hastío, ahora se ha agotado su benevolencia y por medio del trabajo pesado
debe hacerla producir para poder subsistir60.
60
Cf. Renckens, H. Creación, paraíso y pecado original según Génesis 1 – 3. (Madrid: Guadarrama, 1960), p. 201.
61
Cf. Ibíd. p. 202
62
Cf. Ibíd. p. 208.
54
De esta manera, el ser humano dividido por el pecado se aleja del plan establecido por
Dios y comienza a gobernarse por su propia voluntad. En este nuevo estado se produce
la alteración de la armonía del mundo creado, ocasionada por la imperfección en que el
hombre ahora se encuentra y, al perder de vista el mandato auténtico, progresivamente
va cayendo en una opresión existencial que lo lanza a buscar desesperadamente el
sentido de su vida. Por lo tanto, hace de la naturaleza un simple instrumento de
dominación despótica para hallar satisfacción y deja de concebirla como el lugar
privilegiado para el encuentro con el Creador
Hoy ya no se habla de la creación en términos bíblicos como una realidad caída por la
desacralización misma de los conceptos y presupuestos religiosos que han venido
calando fuertemente en todos los ámbitos de la sociedad, pero sí se habla de la crisis
ecológica del mundo actual, en donde los problemas medio ambientales son cada vez
mayores y amenazan con la sostenibilidad y la vida biológica de todas las especies. La
realidad, imposible de ocultar por más que a veces se trate, es que el mundo creado
está asistiendo a un círculo vicioso de destrucción, en tanto el mismo hombre está
dañando el mundo natural sin tener plena conciencia que se está haciendo daño a sí
mismo63.
63
Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado.
(Bilbao: Sal Terrae, 1992), p. 77.
55
sido sometida por éste, pero a su destrucción, esclavización y muerte, lo cual está en
conexión con el texto bíblico, pues el mal moral presente en la creación desde el
principio y por el que ésta fue sometida a la mortalidad como el ser humano, hoy sigue
siendo actual bajo el nombre de pecado social, llevándola lentamente a la destrucción y
no al progreso y transformación, que debería ser lo ideal según el plan de salvación
trazado por el Creador.
64
Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 180.
56
2. EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE
EL “CRISTO CÓSMICO”.
65
Ruiz Pérez, Francisco José. “Creación y Ecología”, en: Nuevo diccionario de teología. Madrid: Trotta, 2005, p.
186.
66
Cf. Ibíd. p. 182.
57
tierra dado por Dios al ser humano, mandato que consiste no en un sometimiento a su
destrucción y extenuación, de lo cual se ha culpado por mucho tiempo al cristianismo
por considerar que ha fomentado en demasía el divorcio entre el ser humano y el
mundo67, sino más bien en una adecuada administración de todos los recursos, su
cuidado y protección y su constante transformación para el bien común de la
humanidad.
Tal desmoronamiento deja entrever la crisis que existe entre el ser humano y su medio,
la cual no se puede solucionar sólo con ajustes coyunturales y tecnocráticos 68, pues a
medida que avanza la ciencia y la técnica la crisis se hace más aguda y se originan
nuevos retos que afrontar en relación con la ecología, para los cuales se carece de una
criteriología práxica y efectiva, que sea lo suficientemente madura para hacerle frente al
daño que el hombre mismo ocasiona, sin desmeritar en ningún momento los grandes
avances que se han realizado a lo largo de la historia y los recientes esfuerzos que se
vienen haciendo por recuperar la conciencia ecológica en todos los ámbitos de la
sociedad.
El pecado ecológico; concepto que hace referencia, entre otros, a todo el daño que el
hombre y la sociedad misma ha ocasionado y sigue causando al ambiente natural en
que vive, y que además va más allá de lo ambiental, cada vez se convierte en una
problemática alarmante en la cual se pierden grandes cantidades de recursos naturales
y para la recuperación total puede pasar mucho tiempo o tal vez no se logre jamás69.
Es, pues, la concreción de la desestabilidad ecológica en la relación entre los seres
humanos y su medio ambiente, un evento serio de tal magnitud que la humanidad
necesita esfuerzos extraordinarios para hacerle frente.
67
Cf. Ibídem.
68
Término que hace referencia a la búsqueda de consensos políticos sobre recortes en la fabricación de productos
agresivos al medio ambiente.
69
El concepto de pecado se acuña para hacer referencia al desastre ecológico o la crisis ecológica de la cual se habla
en el presente capítulo. Es importante aclarar que el investigador, realizador de este trabajo, no pretende limitar su
significado solamente al ámbito ecológico, ya que puede revestir otros matices de acuerdo a la realidad a la que se le
quiera aplicar, ya sea de índole social, económica, política etc.
58
De tal modo, la crisis ecológica que enfrenta la sociedad y el mundo de hoy se le
presenta al ser humano como una inadecuada relación que éste último tiene con la
naturaleza a la cual pertenece y de la que abusa indiscriminadamente en multitud de
ocasiones; situación que ya ha excedido el ámbito de lo estrictamente natural,
incursionando cada vez más en la esfera de lo social, hasta constituirse en la actualidad
en un pecado el abuso y atropello contra la naturaleza y toda la creación en general,
porque ya no solo afecta a la persona en sí misma, sino que afecta a todo el entramado
social, incluyendo el medio ambiente.
Esta situación que vive el hombre en estrecha relación con el mundo que lo rodea, se
presenta hoy en día como un gran desafío que obliga no sólo a la ciencia y la técnica y
otras ciencias más, sino también a la teología a proclamar un mensaje de esperanza 70,
que suscite una profunda reflexión, iluminada desde la experiencia, la Palabra y el
quehacer teológico, y que ponga en cuestión si la humanidad, por su afán de progreso
sin importar la manera en que se consiga, ha olvidado su papel en el mundo de co-
creador y no de destructor y, en vez de proyectarse hacia la consolidación de la
creación en Cristo, está involucionando y agotando las posibilidades de existencia y
realización del plan de Dios trazado desde el comienzo de la creación.
70
Cf. Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana.
Bogotá: PUJ, 2010. p. 107.
59
Esta crisis que vive la sociedad actual es el resultado, entre otros aspectos, de una
dinámica ecológicamente destructiva de enormes proporciones, reflejada en el mal uso
de los recursos naturales, como por ejemplo el agotamiento de los recursos renovables
(tala de árboles sin posterior reforestación, caza indiscriminada de animales,
esterilización de la tierra, etc) y la utilización de tecnologías y avances científicos
(telecomunicaciones, artefactos electrónicos experimentos científicos, avances
médicos, medicinas genéricas, etc), que si bien han contribuido al desarrollo positivo y a
la evolución de la humanidad en su manera de pensar y actuar, como ya se ha
mencionado, también son causantes del desorden que enfrenta la naturaleza, ya que al
ser utilizados indebidamente provocan un gran desequilibrio en todos los ecosistemas
que la integran, debido a la contaminación que se puede producir, a la manipulación
intencional de especies animales o vegetales, entre otros factores.
Entre las problemáticas más evidentes del desastre ambiental, afrontado como pecado
ecológico, y que están llevando poco a poco al hombre a destruir el medio natural en
que vive y, por ende, a su propia destrucción, se mencionan nueve procesos naturales
críticos para la permanencia del planeta, los cuales han sufrido modificaciones
desastrosas por la actividad humana, sobre todo a partir de la Revolución industrial71.
Estos procesos son designados con el nombre de los “Nueve límites planetarios”. Los
tres que se mencionan en primera instancia ya han superado sus propios límites, y son
los siguientes:
71
Cf. Suárez Alfonso, José Raúl. “Algunos presupuestos de la inminente amenaza de la crisis ambiental”, en:
Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. p. 86.
60
3. La interferencia en los ciclos del nitrógeno y el fósforo.
8. La polución química.
Pero allí no terminan los problemas; sumados a los anteriores le siguen la lluvia ácida
como consecuencia de las emanaciones de gases procedentes de la industria; la
deforestación y desertización, causantes de la erosión de grandes territorios del
planeta; la contaminación por acumulación de basuras sin el debido proceso de
reciclaje; entre otros problemas más73.
De esta manera se hace necesario, para la superación de esta crisis, empezar por
tomar conciencia de ella y comprender su gravedad, aspecto qué solo se menciona de
pasada, ya que será abordado en el siguiente capítulo de la investigación. Con todo,
evadir la comprensión de la creación como un espacio fuertemente vulnerado,
atropellado, explotado y devastado actualmente, es evadir la dimensión de la catástrofe
ambiental que existe y que puede tornarse peor de no procurar, tanto las ciencias
72
Cf. Ibidem.
73
Cf. Gafo, Javier. “Ecología”, en: 10 palabras clave en Bioética. Estella: Verbo Divino, 1998. p. 348 – 353.
61
naturales, la tecnología y las ciencias sociales – entre ellas la teología – estrategias
sólidas y funcionales para la superación de la crisis y la promoción de una moralidad y
espiritualidad más ecológica en toda la humanidad, que rescate nuevamente la
comprensión de la creación como don de Dios al ser humano para su realización
personal y social.
74
White, Lynn. “The Historical Rotos of Our Ecological Crisis” citado por Guerra, Jorge E. En: “Antropocentrismo
cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia
planetaria. Op. Cit. p. 122.
62
Para White “el cristianismo acoge la interpretación lineal judía de la historia, teleología
en la cual el hombre ocupa el espacio central y que genera una visión antropocéntrica.
En particular, el relato de la creación del mundo del libro del Génesis 1, 28, encarga a
los seres humanos el sometimiento de la tierra. La tierra no está entonces a la misma
altura que el ser humano y este puede utilizarla a su gusto”75.
Este antropocentrismo al que hace referencia White, que en la práctica aún se conserva
hoy en día, a pesar de haber sido ya cuestionando en la historia humana y cristiana,
puede superarse por medio de la revaloración de la creación como aquel lugar donde
Dios habita y en el cual el ser humano está llamado a vivir en comunión con la creación.
Para comprender esta comunión, la creación debe ser concebida como un sacramento,
como un signo del Creador y como el lugar escogido por Él para revelarse e incluso
encarnarse, tal como lo hace en la persona de Cristo, en quien la creación encuentra su
plenitud. Esta nueva comprensión de la realidad es la que debe ayudar a superar el
antropocentrismo de corte protestante del cual habla White, y de tal manera
reinterpretar el relato genesiaco, ya que la creación no ha sido entregada al hombre
para que haga y deshaga, sino para que, a semejanza del Creador, desarrolle su vida
en forma constructiva, co–creando, ayudando y no destruyendo76.
75
Ibíd. p. 122 – 123.
76
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. (Madrid: Trotta, 1997), p. 80 – 81.
77
Cf. Guerra, Jorge E. Op. Cit. p. 121 – 122.
63
Hasta este punto se han desarrollado en el tratado dos grandes ideas en torno a la
crisis ecológica: por una parte como pecado ecológico y todo lo que de él se deriva, y
por otra, el desarrollo de la civilización por factores tecnológicos (la utilización
maquinarias sofisticadas que destruyen grandes territorios naturales, tecnificación en el
campo a pesar de la pérdida de biodiversidad y generación de plagas y enfermedades
tanto en seres humanos como en animales y plantas, etc.), económicos (aumento de la
pobreza, la inflación, el consumismo el desempleo, el tráfico de especies, etc.) y
científicos (manipulación genética, la experimentación indiscriminada, alimentos
transgénicos, etc.) que ha generado atropellos, abusos y una inadecuada
racionalización de los recursos naturales por parte del hombre, como por ejemplo el
desperdicio del agua y la energía, la sub-utilización de la tierra sin tener presente la
rotación de los cultivos, la tala de árboles, la caza y comercio de especies en vía de
extinción, la quema de bosques para cultivos ilícitos o la ganadería extensiva, la
colonización de selvas vírgenes, entre otros ejemplos más que se podrían citar. Esta
evolución de la creación experimentada por ambas temáticas, sobre todo en Occidente,
es totalmente ajena al mensaje bíblico y, por tanto, no deben ser imputadas al
cristianismo, ya que en esencia la interpretación de su mensaje ha mostrado ser
favorable a la ecología.
78
Cf. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. (Bilbao: Sal Terrae, 1990), p. 80.
64
Por otra parte, de las muchas comprobaciones y deducciones que se pueden plantear
para hablar de la tierra como una realidad que actualmente está amenazada y enferma,
dos son de principal importancia: en primera instancia, el ser más amenazado en la
naturaleza es el pobre, en segundo lugar se encuentran las demás especies vivas las
cuales sufren una amenaza semejante.
La primera consecuencia del pecado social que se menciona es la pobreza. Según los
datos proporcionados por Boff, el 79%79 de la humanidad vive en situaciones de
pobreza, mil millones de personas viven en la pobreza absoluta, tres mil millones no
cuentan con una buena alimentación, de los cuales aproximadamente unos sesenta
millones, por año, mueren de física hambre y unos catorce millones de jóvenes
menores de quince años fallecen como consecuencia de enfermedades debidas al
hambre. Ante esta situación tan preocupante y dantesca, podría pensarse que se están
haciendo muchos esfuerzos por superar este flagelo humano, pero en realidad la
solidaridad entre los mismos seres humanos es poca para toda la demanda de
necesidades existente en el mundo, prueba de ello son los siguientes análisis: La
mayoría de los países desarrollados y bien posicionados económicamente ni siquiera
destinan los recursos estipulados por la ONU de su Producto Nacional Bruto (PNB)
para ayudar a las naciones y grupos humanos más vulnerables y el país más sólido
económicamente, destina solamente un 0.15% de su PNB80. Es claro, a todas luces,
como el factor de la pobreza contribuye enormemente para concebir la tierra como
enferma, ya que no existe un equilibrio justo en las economías de las distintas naciones
y quienes se ven más afectados por esta situación son las clases menos favorecidas.
El segundo factor de enfermedad del planeta lo constituyen las especies vivas que han
sido extinguidas por la mano del hombre, y todas aquellas que actualmente se
encuentran amenazadas. Se estima que, por estadísticas del año 1500 hasta entrado el
siglo XXI, han sido muchas las especies que han desaparecido del planeta, y a pesar
de ser cifras que ya se han dado a conocer, todavía se sigue vulnerando la fauna
79
Cf. Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 11.
80
Ibidem.
65
indiscriminadamente y los seres vivos que siguen desapareciendo constituyen un
número bastante alto. De esta manera la actual crisis que está viviendo el planeta es la
quiebra de una concepción del mundo, la cual debía girar en torno a un eje
fundamental, el progreso; factor que ha puesto a la creación en serios apuros. El
pensamiento que reinaba en la humanidad hasta hace no muchas décadas atrás era
que la tierra como tal era inagotable en todos su recursos, pero esto ya no es así
porque la situación que hoy se vive muestra cómo los recursos tienen un límite, ya que
muchos de ellos no son renovables (por ejemplo los minerales) y los que se consideran
renovables están poco a poco debilitándose y si no se hace algo por recuperarlos y
regenerarlos terminarán también por extinguirse81.
66
importancia en muchos sectores de la misma sociedad. Olvidando el hombre que sólo
puede desarrollarse en un adecuado equilibrio con los condicionantes cósmicos de la
tierra, ha generado un proceso de destrucción que hasta ahora no se ha podido
controlar y, por el contrario, cada vez es mayor, mostrando con ello que las modernas
sociedades industriales son las que primero han dejado de lado las leyes y ritmos de la
naturaleza, actuando sólo en función de su intereses e ideales. Frente a la amenaza
presente contra la creación, explica Moltmann que la moderna civilización científico-
técnica ha sido la primera en limitarse en su relación con la naturaleza, sometiéndola y
explotándola, haciendo de esta una esclava del hombre. Ante estos ataques de la
humanidad, la manera que tiene la naturaleza de protestar, es morir lenta y
silenciosamente generando contra-evoluciones, es decir, deja de ser creación continua
frenando sus procesos de transformación y proyección hacia la comunión con Dios,
haciendo que la raza humana termine por extinguirse y la tierra se convierta en un lugar
inhabitable y desolado83.
Necesitamos una reforma ecológica, de nuestra sociedad, de la producción, del consumo, del
transporte... Lo cual es perfectamente factible desde el punto de vista técnico, con tal de que
se desee desde el punto de vista político. Hay que examinar detenidamente toda la
propiedad humana, en especial la gran propiedad industrial y los medios de trasporte, en
función de su incidencia medioambiental. Todo cuanto dañe o destruya el medio ambiente
natural ha de ser restringido o suprimido totalmente [...] es preciso desenmascarar como
„antinatural‟ e „insano‟ el modo de vida, propio de los países desarrollados, que produce
tantos residuos, y reformarlo a favor de un modo de vida más natural y sano. La justicia
ecológica, que es la base de una simbiosis duradera entre la humanidad y la naturaleza, será
84
tan importante en el futuro como la justicia económica o la justicia intergeneracional .
83
Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado. Op.
Cit. p. 26.
84
Ibíd. p. 26 – 27.
67
2.1.1 El pecado ecológico: Pérdida de la religación del hombre con el mundo
creado
El pecado ecológico, tema central del capítulo que se viene desarrollando, bajo
diferentes perspectivas, conlleva también a que el hombre pierda la religación o
comunión85 que tiene con el mundo, es decir, conduce a un desentendimiento, a un
enajenamiento tal de la intima relación existente con el medio ambiente, que ya no le
importa ni interesa lo que pueda suceder a corto o largo plazo en su entorno vital,
puesto que su intereses se han concentrado en otros asuntos (científicos, técnicos,
industriales, económicos, cibernéticos, etc.) que al parecer son más importantes para
su desarrollo y evolución dentro de la sociedad. De acuerdo a esto surge una pregunta
que vale la pena reflexionar: ¿cómo ha sido posible que el hombre haya llegado a un
extremo tal de guerra contra el medio ambiente, que hasta se ha desligado de él
queriendo llevar una vida autónoma e independiente en disonancia con la creación?86
85
El concepto de religación debe entenderse como la comunión íntima que debe sostener el hombre con la creación.
86
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 85.
68
La creación, como un proceso continuo de perfeccionamiento y evolución siempre
abierta por la presencia actual de Cristo que le comunica su dinamismo renovador, en
la cual se presentan declives y oportunidades constantes de generación de formas más
complejas y ricas de vida, demuestra que toda ella no ha alcanzado aún su madurez,
sin que esto sea negativo, por la continuidad de su proceso evolutivo – el cual no es
incompatible en ningún momento con la fe y la teología ya que aguarda su plena
consumación en Cristo– por ello, en el momento actual, existe un sentimiento de
frustración que la somete a la vanidad, es decir a querer alcanzar la meta de la
perfección a como dé lugar, frustración que vendrá a ser superada con teoría del Cristo
cósmico que será desarrollada más adelante. Es en este síntoma de debilidad y
confusión que se origina la pérdida de religación, situación concreta en la cual el atraso
del ser humano en su proceso de transformación y maduración conlleva el atraso de la
creación, o por el contrario, el excesivo afán de progreso puede también interferir y
acelerar de manera contraproducente, tanto para sí mismo como para la naturaleza, la
evolución de la misma, trayendo consecuencias desastrosas para todos los seres vivos
y ocasionando definitivamente la ruptura de relaciones entre el hombre, su medio
natural y Dios87.
Por otro lado, la pérdida de la religación con la naturaleza se ocasiona también cuando
el ser humano deja de reconocerse como creado creador, cuando renuncia a
proyectarse hacia al horizonte de perfección y transformación, cuando deja de captar
por su capacidad creativa lo que podría ser y aún no es, cuando desiste de crear e
imaginar, cuando olvida su ser protagónico en el mundo como generador de vida y
nuevas relaciones con los demás, la naturaleza y Dios, cuando se cierra al proceso
evolutivo y se opone a la dinámica universal en la que está inserto, cuando vive una
constante huida al pasado donde no tenía que esforzarse por construir su realidad
porque la creación era perfecta y acabada, cuando se escapa de sus tareas y
responsabilidades presentes, cuando no acepta la condición del devenir de la creación
como realización siempre abierta y que está en transformación de lo imperfecto a lo
87
Cf. Ibíd. p. 109.
69
perfecto, cuando no acepta su propia imperfección y características de ser inacabado y,
finalmente, cuando pretende saltar hasta el término de sus aspiraciones, sin ser
consciente que primero debe transitar el camino del la evolución y maduración 88. Es
claro cómo existen cantidad de razones por las cuales se produce la ruptura con el
universo creado, razones que pueden ser superadas cuando se asume y respeta con
plena conciencia la triple relación mencionada en el capítulo primero; la relación Dios–
hombre–mundo.
El pecado ecológico rompe totalmente la religación del hombre con todo lo que existe,
ya que este, en su afán por asegurar la existencia, la reproducción y por generar
medios de vida lo más abundantes posibles, se organiza egoístamente pensando sólo
en sí mismo, instaurando así el antropocentrismo. De esta manera dispone todo en
función de sí: la naturaleza, los seres vivos e incluso los mismos seres humanos, hasta
llegar a apropiarse de todo sometiéndolo a su interés. Este autocentrarse trae como
consecuencia la ruptura con todos los lazos y religaciones.
88
Cf. Ibíd. p. 109 – 110.
89
Ibíd. p. 111.
70
2.1.2 El ser humano, responsable del pecado ecológico
El problema ecológico que enfrenta hoy el mundo entero es, en gran medida,
consecuencia del descuido del ser humano mismo, pues al pretender hacer uso de la
ciencia y la técnica para el progreso y la evolución, con el objetivo de mejorar las
condiciones de vida y supervivencia, hoy estos instrumentos se le han salido de las
manos y las consecuencias de su manipulación son preocupantes. Sumado a ello hoy
se percibe en muchos ámbitos de la sociedad una marcada indiferencia y omisión en el
actuar a favor de la ecología por la pérdida de conciencia sobre su conservación y
racionalización de los recursos naturales, así como del papel responsable que debe
caracterizar al ser humano en la administración de la creación que le fue confiada.
Por todo lo anterior cabe hacerse la siguiente pregunta ¿será el ser humano un Satanás
en la tierra? En la actualidad se tiene que decir que desafortunadamente es así, dado
que él se ha encargado de romper la relación de armonía existente entre sí mismo y la
naturaleza y prueba de ello son las estadísticas que en muchos medios de
comunicación escritos, radiales, televisivos y electrónicos se dan a conocer de esta
ruptura y a la vez a las víctimas de la crisis medio ambiental: especies que han
desaparecido, perdida de superficies cultivables, disminución de los bosques tropicales
por la deforestación, perdida del humus de la tierra a causa de la erosión, incendios que
acaban con toda clase de ecosistemas, contaminación del suelo marino, entre otras
situaciones más. Todo este desastre en su gran mayoría ha sido causado por el
hombre ya sea de manera consciente y directa o indirectamente90.
90
Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. (Madrid: Trotta, 2000). p. 27.
91
Nombre que la civilización griega le atribuía a la tierra, para dar a entender que era un inmenso ser vivo.
71
su beneficio, y todavía más aún, ha perdido la conciencia de la creación como un don y
regalo del Creador para su propia realización, transformación y trascendencia.
92
Cf. Ibíd. p. 31.
93
Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 88.
72
la devastación que provoca el mismo hombre. De aquí la razón de la búsqueda de un
progreso que ya no sólo sea participativo y social, sino también que sea ecológico, es
decir, que comprenda la noción de la creación como una realidad siempre nueva y
continua.
94
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 135.
95
Cf. Ibíd. p.137.
73
ilimitado, consumismo exacerbado destrucción de ecosistemas, el pillaje de los
recursos naturales no renovables, entre otras realidades más. Así pues, nacido del
antropocentrismo, el proyecto de la modernidad, aunque tienda a disimularlo, no
contempla otra cosa más que la voluntad de agresión y avasallamiento que engloba a
los seres humanos y a la naturaleza.
Así mismo, desmontar el mito del antropocentrismo debe conducir a una nueva
conciencia frente al mundo, donde el ser humano ya no está en medio de la creación en
actitud de señor como Adán, sino en una actitud de servidor (claro está, sin ser una
actitud de servilismo ni de inferioridad frente a las demás criaturas), responsable de la
integridad de todo lo creado quien utiliza las cosas en la medida de sus necesidades y
vive en comunión con lo que es diverso a él. Este debe ser el verdadero sentido del
relato bíblico, donde la persona humana es imagen y semejanza de Dios; ya que como
hijos e hijas y no como déspotas, están llamados a prolongar el acto creador de Dios
cultivando la naturaleza, mejorándola, pero con sentido de responsabilidad, de manera
que ya no sólo Dios es creador, sino que por designio divino también lo es el ser
humano96.
96
Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 90.
74
animado o inanimado, por simple o insignificante que pueda parecer, posee un valor
único en sí mismo, y este aspecto es el que el hombre más ha olvidado hoy en día.
Cada ser, especialmente los seres vivos, merecen el reconocimiento por lo que son en
sí mismos y también ser respetados y valorados en su alteridad. Este principio de
alteridad propugna que nadie tiene el derecho de hacer daño ni destruir lo que el
extraordinario proceso de evolución demoró en construir. Ahora, este aspecto se
convierte también en una exigencia ética para el individuo, ya que éste debe considerar
la riqueza que existe en el hecho de reconocer que cada ser se constituya en otro,
muchas veces con sus mismas características, pero diferente de sí mismo y con el cual
está llamado a interrelacionar. Solamente el ser humano es quien puede reconocer y
aprovechar la alteridad gracias a su capacidad racional, convivir con ella o
aprovecharse egoístamente de la situación hasta destruirla; en esto reside toda su
responsabilidad ética frente a lo creado y frente a sus propios semejantes.
El cuarto aspecto en este cambio de mentalidad que se propone es la ecología social 97,
que se desprende de todo los otros aspectos que hasta ahora se han considerado, y se
orienta como tal a fortalecer la interacción que debe existir entre los sistemas histórico-
sociales humanos con los sistemas ambientales, toda vez que la historia de la
humanidad no puede desligarse del medio ambiente en el que de alguna manera se
desarrolla. Este aspecto pone en relación la injusticia social con la injusticia ecológica;
una deriva de la otra, donde el punto de congruencia es el pobre como el ser más
97
Cf. Ibíd. p. 91.
75
agredido, ya que es explotado y le son negados de uno u otra forma los bienes
necesarios para su subsistencia, lo cual evidencia la pobreza en la falta de
infraestructura para acceder a una vida digna: aguas contaminadas, aire viciado,
viviendas insalubres, medios de transporte contaminantes y relaciones interpersonales
violentas. Así pues, como el ser humano también hace parte del medio ambiente, la
injusticia social se convierte en una problemática paralela a la injusticia ecológica.
Expuesta toda la dimensión del pecado ecológico, que vendrá a ser superada y
redimida por Cristo como figura central de esta reflexión, tal como ya se ha especificado
en el numeral 1.1.4 del primer capítulo de esta investigación, en Cristo se da la nueva
creación, toda vez que en el proceso de redención y salvación que Él lleva a cabo
cumpliendo el plan divino, no solamente rescata al género humano, sino también a todo
el mundo natural dando lugar a una nueva creación. Es, pues, en Cristo y por Cristo,
que se realiza toda la creación, tanto la antigua como la nueva, la cual a su vez
encuentra la salvación en el misterio crístico, ya que en sí mismo, toda la naturaleza es
transfigurada, cristificada, es decir, se hace una sola con Cristo, recobrando su
76
condición de creación divina, dado que Cristo no sólo divinizó y liberó al hombre, sino
también, hizo extensiva su salvación y divinización a todos los seres de universo 98.
La teoría del Cristo cósmico, planteada por Teilhard de Chardín, y retomada por
Leonardo Boff y Jürgen Moltmann, muestra cómo el misterio de Cristo está inserto en
toda la creación, misterio pero a la vez realidad encarnada que sobrepasa la totalidad
de lo existente y va emergiendo dentro de ella. Frente a esta realidad cristológica
presente en la creación, el sentido teológico de la misma, es decir, del cosmos creado,
consiste en permitir a Cristo salir de sí y entregarse a sí mismo a otra realidad diferente
que lo pueda acoger y hacer con Él comunidad. Así pues, si en el núcleo anterior la
realización y el progreso de la creación se sustenta en una nueva mentalidad por parte
del ser humano de cara a la trasformación de la realidad existente, apuntando a
rescatar y salvar la creación; en esta segunda parte del presente capítulo, se tratará de
presentar cómo esa nueva mentalidad transformadora de la realidad se da a través de
la cristificación de todo, ya que Cristo, Verbo Encarnado, es la estructura sobre la cual
se sostiene todo el universo, dado que, por una parte, todo ha sido creado por Cristo
(como la sabiduría eterna del Padre que estaba ya presente antes que todo existiera),
en Cristo (ya que en Él se da tanto la antigua como la nueva creación) y para Cristo
(porque todo ha sido creado para dar gloria y reconocimiento a Cristo, quien da vida y
sentido y realización a la realidad creada)99, y por otra, Cristo es quien otorga unidad,
armonía y cohesión a toda la realidad.
Es por medio de Jesús que el universo entero se lanza hacia adelante mostrando a la
conciencia del ser humano un dato que conservaba dentro de sí desde su origen y que
por múltiples factores se ha oscurecido; este dato consiste en que Dios es Padre y que
en Cristo, quien asumiendo la condición humana para salvar al mundo en su totalidad
(ser humano y demás seres existentes), todos los seres del universo son sus hijos e
hijas, tal como lo afirma san Pablo en la Carta a los Romanos “somos hijos e hijas en el
Hijo y Él es el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).
98
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 221.
99
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 75.
77
Ahora, en la actualidad del mundo y de la sociedad misma, Jürgen Moltmann,
refiriéndose a la catástrofe nuclear ocurrida en Chernobil, que dejó miles de muertes y
consecuencias medio ambientales nefastas que hasta hoy están presentes, refriéndose
al tema de la cristificación del cosmos, afirma que una cristología cósmica debe
confrontar la figura de Cristo el Salvador con una naturaleza que está siendo empujada
hacia el caos por los mismos seres humanos, para que pueda ofrecer caminos
concretos de redención para los hombres y, a su vez, salidas a la problemática
ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción. Así mismo, una nueva
cristología cósmica debe revocar la cristología histórica moderna que presenta un Cristo
trascendente y lejano de la realidad, superando sus limitaciones pero conservando su
verdad, logrando que puedan descubrirse y hacerse experimentables las fuerzas
sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual del mundo100.
En la misma línea, Moltmann señala que el factor fundante del caos ecológico radica en
el desprecio del hombre por la naturaleza, lo cual ha conducido a su sujeción y actual
destrucción, pero no es un pensamiento propio, sino una reflexión que él hace a partir
de lo tratado por Joseph Sittler, en la Asamblea General del Consejo Mundial de las
Iglesias en Nueva Delhi, sobre la distinción occidental entre la naturaleza y la gracia,
quien dice:
100
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 76.
101
Cf. Ibídem.
78
Cristo no solamente atañe a la moralidad y el carácter de la humanidad, sino también a
la naturaleza entera, y al igual que el hombre, también la naturaleza es un escenario en
el cual actúa la gracia y un espacio de salvación o lugar de salvación. De esta manera,
una cristología que aborde todos estos aspectos y dimensiones cósmicas encenderá en
la actual sociedad mundial la pasión por transformar y recrear la tierra amenazada.
“El mundo exhibe una impronta cristológica; ha sido creado por y para Cristo”102. Esta
afirmación deja ver claramente cómo toda la creación está enmarcada en la persona de
Cristo, pues Él estuvo presente desde su comienzo como el Lógos (Jn 1) y es en quien
la creación encuentra su plenitud escatológica (Col 1, 15 – 20). Teniendo como
antecedente el dato aportado por el evangelio de Juan, donde se afirma la presencia de
Cristo-Lógos desde el principio de la creación, es ahora, en el hecho mismo de la
encarnación, es decir, en el acontecimiento histórico en el cual la Palabra o el Hijo de
Dios – siendo hombre desde el principio ya que en el subsisten tanto la naturaleza
divina como la humana – se hace carne, asume una naturaleza humana completa y no
simplemente una forma corporal externa103, es donde se realiza plenamente la
presencia redentora y salvadora de Cristo en la tierra, no solo para el beneficio del
hombre, sino también para transfigurar, para transformar con su presencia toda la
creación y así hacer de ella un acontecimiento de renovación y perfección continua. Así
pues, en Jesús el Cristo, se manifestó y se produjo el hecho de la auto-revelación de
Dios en el acontecimiento mismo de la encarnación; en ella, el Hijo que estaba siempre
dentro del misterio divino, acompañando el proceso evolutivo de la creación,
fortificándola, recreándola y renovándola constantemente, aflora, se hace uno con la
creación asumiendo su misma naturaleza para transformarla y vivificarla, impregnando
todo el cosmos con su presencia y poniendo fin a la corrupción a la cual estaba
sometida104.
102
Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 69
103
Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. (Bilbao: Sal Terrae, 2002), p. 15.
104
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 223.
79
La encarnación o humanización del Verbo se presenta como la plenitud de la presencia
divina en el proceso de evolución de la obra creada, en tanto representa el punto hacia
donde avanzan todas las líneas ascendentes de la evolución y en donde encuentran su
razón de ser todas las realidades existentes. Pero es importante recalcar que la
encarnación de Cristo en su dimensión cósmica no alcanzó sólo al hombre Jesús, sino
a todos los humanos y en ellos a todas las demás criaturas existentes, por ello todo el
universo está llamado a ser verbificado en Cristo, es decir, a transparentar la presencia
de Cristo y todos características. En esta dinámica, la encarnación se entrevé como un
proceso que aun está en curso; el verbo sigue emergiendo en la materia del mundo y
del género humano hasta que el universo entero sea verbificado, transformado y
realizado plenamente en el plan de Dios105.
Si se tiene en cuenta lo afirmado en el numeral 1.1.3 (pág. 31) del primer capítulo, en el
cual se abordó la temática de la creación continua; argumentando que la creación
tampoco tuvo lugar al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda
la duración de éste; donde el hecho de la creación en constante actividad mantiene al
mundo siempre referido al Creador y, mientras el mundo siga su curso, siempre habrá
creación, ya que el primer acto creador del Génesis continúa conjugándose en el
presente. De esta manera, la creación continuada en la persona de Cristo y en todo su
actuar en el mundo, es la continuación de la historia de la creación que tiene como
finalidad la renovación de todo el universo con miras a la nueva creación definitiva de
todas las cosas. Y como ya se ha dicho, el hecho mismo de la creación como un
suceso continuado da a entender que es una realidad abierta, un acontecimiento
inconcluso en proceso de renovación constante, ahora, como nueva creación en Cristo
y por Cristo, que posibilita la transformación definitiva de todo, pues la creación
encontrará su plena realización cuando sea asumida y encarnada definitivamente por
Cristo; y su dimensión contingente, es decir, cambiante e inestable, sea glorificada.
Esta renovación de la creación que viene a efectuarse por medio de Cristo, en el ámbito
terreno, consiste en la creación de una nueva justicia a favor de aquellos que jamás la
105
Cf. Ibíd. p. 228.
80
han experimentado; se percibe en la dignificación de la naturaleza y de los seres más
vulnerables que la componen, no sólo hombres y mujeres, sino también en las demás
criaturas; se concretiza no sólo en la preservación y conservación de las especies, sino
también en el obrar innovador de Dios en Cristo, a través de la evolución que ha tenido
la creación y que aun se sigue percibiendo en el desarrollo de la naturaleza y en el
obrar humano como garante y artífice de nuevos procesos creadores por medio de la
multiplicidad de cualidades con que fue enriquecido106.
106
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 82.
81
2.2.2 Cristo, fuerza motriz y espiritual de la creación
16
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
17
invisibles [...] todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo, y todo
19 20
tiene en Él su consistencia [...] pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud,
y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo
que hay en la tierra y en los cielos (Col 1, 16 – 20)
Estas palabras del apóstol de los gentiles, – sin dejar de prescindir de toda la teología
presente en el prólogo del Evangelio de san Juan, el cual presenta el papel de Cristo
como el Lógos de la creación, como la Palabra por quien todo fue hecho y sin quien no
se hizo nada de cuanto existe (Jn 1, 1 – 3) –, quieren mostrar la centralidad y fuerza
del actuar de Cristo en la creación del mundo, ya que es asumido como el agente,
como el motor y el eje sobre el cual se encadena, se entrelaza todo el andamiaje de la
obra creada y en quien todas las cosas están llamadas a mantenerse unidas y
reconciliadas107.
107
Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 122.
108
Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 84.
82
plena de Cristo resucitado y glorificado, lo cual es un proceso continuo en el que la
creación va alcanzando su perfeccionamiento con la esperanza de la consumación. Así
pues, el perfeccionamiento de la creación hasta alcanzar la cristificación y glorificación
asume, en Cristo, tanto el pasado histórico del mundo (todo fue hecho por Cristo), el
presente (todo subsiste en Cristo) y, sobre todo, el futuro (todo será consumado y
realizado en Cristo)109
La nueva manera de hacer teología hoy en día está rescatando, sobre todo en la
mentalidad occidental, la centralidad del Cristo Cósmico como aquel en quien todas las
cosas existentes se mantienen unidas; como la fuerza inspiradora y activa, oculta en el
corazón de toda la naturaleza y como el principio invisible creador y transformador de
toda la materia que existe, tanto animada como inanimada; en tanto que el
pensamiento de occidente está más familiarizado con el hecho de considerar el
dualismo entre el hombre y la naturaleza como algo normal y, por consiguiente,
109
Cf. Ibíd. p. 85.
110
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. (Madrid: Cristiandad, 2ª ed, 1987), p. 580.
83
inclinada a transparentar el antropocentrismo que apunta sólo a la salvación humana.
Aún así, esta nueva manera de interpretar a Cristo no puede confundirse con el
panteísmo, ya que en ningún momento se quiere presentar a la naturaleza como una
realidad deificada, en donde Dios o Cristo no son más que la suma de todo cuanto
existe, sino más bien como una realidad que está llamada a participar de su divinidad y,
ver a Dios, como el Creador que incluye al mundo en su esencia y naturaleza y además
lo excede; todo está en Él y él en todo, pero ambos conservan su identidad
independiente111.
En todo nuestro rededor, Cristo está físicamente activo, con el fin de controla todas las
cosas. Desde la esencial vibración del átomo hasta la más sublime contemplación mística;
desde la más sutil brisa que riza el aire hasta las más anchurosas corrientes de vida y de
pensamiento, Él no deja de animar, sin interferir en ellos, todos los procesos de la tierra. Y, a
cambio, Cristo medra físicamente con todos y cada uno de ellos. Cuanto hay de bueno en el
112
universo es recogido por la Palabra Encarnada .
111
Cf. Ibíd. p. 124.
112
De Chardin, Pierre Teilhard. Citado por Bradley, Ian. En: Op. Cit. p. 125.
84
fuerza real y espiritual de todo, donde converge el hacerse-hombre del universo y el
hacerse-hombre de Dios113.
113
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 84.
114
La resurrección no debe ser entendida como la reanimación de un cadáver, como fue el caso del amigo de Jesús,
Lázaro (Jn 11) o el de la hija de Jairo (Mc 5, 45), que necesitaron seguir satisfaciendo las necesidades vitales de una
persona y, luego, murieron nuevamente. La resurrección debe entenderse como la total y exhaustiva realización y
transformación de la realidad humana en sus relaciones con Dios, con el otro y con el cosmos; es la escatologización
del ser humano que ya alcanzó el fin del proceso evolutivo y quedó inserto en la realidad divina. Pero en la praxis
cristiana y humana en general, este proceso de transformación total debe ser entendido y aceptado desde la fe. (Cf.
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 217.)
85
principio tiene que ser también eternizado con la resurrección y glorificación de Cristo.
Consiguientemente, todos los seres de la naturaleza serán recuperados y tendrán parte
en la mesa del banquete de la vida natural y divina, éste es el punto álgido de la plena
realización de la creación115. En este orden de ideas, el Cristo cósmico en su
dimensión de resucitado, del que se viene tratando en este bloque temático, se erige
como el motor de la evolución, como su liberador y su plenificador que se prolonga
hasta lo más íntimo del cosmos para que éste recupere la armonía y estabilidad
viciadas por el pecado y la acción destructora del hombre como consecuencia de la
caída.
86
insertos en la realidad divina. El cristianismo vive de esta presencia resucitada y
desarrolla una óptica que le posibilita una mirada holística de toda la realidad
traspasada y transfigurada por los destellos de la resurrección; de esta manera, el
mundo se ha convertido, por la resurrección de Cristo, en una realidad diáfana y
transparente, donde se descubre, en todo lo que existe, la presencia divina que llama a
la persona humana y al cosmos entero a vivir en comunión con ella.
Con Cristo se inició la nueva creación futura (2 Cor 4, 6); Él se constituye en el nuevo
Adán, en la nueva humanidad y realidad creada ya no sujeta a la muerte (Rom 5, 14; 1
Cor 15, 21. 45; Col 1, 15. 18), en el fin ya alcanzado que deja vislumbrar el sentido de
todo el proceso de la creación y redención. Por ello en la comprensión cristiana del
mundo, no sólo su comienzo y el pasado histórico son aspectos determinantes para
comprender el significado de la evolución y de la totalidad, sino principalmente el futuro
que manifestado en la resurrección, adquiere una dimensión esclarecedora y heurística.
Jesucristo con su resurrección provocó una revolución en la interpretación de la
realidad, toda vez que ya no es posible analizar el mundo con base en la creación in illo
tempore, sino que se comprende a partir de la escatología del futuro presente en la
persona de Jesús resucitado:
En Él se realizó, en el tiempo, lo que para nosotros sólo se dará al fin de los tiempos. Él es la
meta anticipada. A partir del fin, debemos entender el comienzo. El plan de Dios sólo se hace
transparente y comprensible si se considera a partir de su realización y de su término.
Entonces se verá que, para alcanzar la meta final, el comienzo (la creación del mundo) y el
medio (la creación del hombre) eran etapas de un plan más vasto que llegó a la culminación
117
en Jesús resucitado .
117
Cf. Ibíd. p. 219.
87
Por su parte, para Teilhard la resurrección le otorga a Cristo una dimensión
enteramente cósmica, ya que en ella su cuerpo glorificado se hace coextensivo a toda
la realidad, toma posesión efectiva de las funciones de la creación y se convierte
plenamente en su centro universal. En este misterio se realiza la síntesis entre lo
crístico y lo cósmico puesto que la presencia de Cristo irradia sobre todo el universo
como una conciencia y actividad dueñas de sí mismas. A través del acontecimiento de
la resurrección Cristo es constituido en Señor del mundo, no sólo porque en su vida
histórica así lo proclamó, sino porque con el triunfo sobre la muerte – para darle
continuidad a la evolución que con su fallecimiento aparentemente se había truncado –,
redime, salva y recupera definitivamente a todo lo que existe y, a su vez, continúa
animando, fortaleciendo, perfeccionando, dirigiendo, centralizando, unificando y
purificando toda la obra del Padre, hasta la consumación de todo el universo,
constituyéndose en el sacramento de encuentro entre Dios y el mundo.
118
Cf. De Chardin, Pierre Teilhard. Le christique. Citado por Boff, Leonardo en: Jesucristo y la liberación del
hombre. Op. Cit. p. 582.
88
La resurrección de Cristo, lejos de ser un acontecimiento momentáneo y puntual en la
historia, totalmente distinto de considerarse como un suceso físico, experimentable y
verificable por los sentidos como si fuese un desquite individual del Jesús histórico
sobre la tumba y sus contradictores, asume otra dimensión totalmente trascendente,
nueva, cósmica y universal, pero a la vez misteriosa, porque Cristo se transparenta, se
transfigura en toda la realidad existente: plantas, animales, minerales, seres humanos,
aire, etc., haciéndola madurar hasta llevarla a la perfección escatológica119.
119
Cf. Ibídem.
120
Cf. Gesteira Garza, M. La Eucaristía, misterio de comunión. (Madrid: Cristiandad, 1983), p. 148.
89
todas las cosas; yo soy el universo; el universo salió de mi y el universo retornó a mi;
hiende la leña y yo estoy dentro de ella; levanta la piedra y yo estoy debajo de ella” 121 .
Aunque son palabras provenientes de un texto apócrifo no reconocido en el canon
como de inspiración divina, sí son palabras contundentes que dejan entrever la
profunda relación y comunión existente entre Cristo y toda la naturaleza creada, donde
el Verbo preexistente122, se convierte en Verbo encarnado123 y finalmente se
transforma en Verbo Transfigurado en el cual se refleja todo el designio salvador del
Creador hacia toda la creación y, a su vez, ésta deja ver en sí misma la presencia de
Cristo que actúa en ella y en todo su dinamismo cotidiano.
121
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 231.
122
El Verbo, la Palabra o el Hijo de Dios no tuvo su origen cuando empezó la historia humana visible. El no
comenzó a existir como una nueva persona en un determinado momento histórico, por el contrario, Cristo existe
personalmente como el Hijo eterno de Dios o la Palabra eterna de Dios. Así pues, por compartir el atributo divino de
la eternidad, él existe eternamente; la preexistencia significa que Cristo personalmente pertenece a un orden de ser
diferente del creado, su existencia personal y divina trasciende o va mucho más allá de las categorías existentes,
temporales y espaciales. (Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. Op. Cit. p. 30).
123
La Palabra o Verbo de Dios se hizo carne o se encarnó no simplemente en un cuerpo humano, sino que asumió
plenamente la naturaleza humana mortal. El Hijo eterno y preexistente de Dios, en un momento puntual de la
historia, tomó carne de una persona humana (su madre). La encarnación constituye el momento culminante y
supremamente decisivo en las relaciones de salvación y revelación de Dios para con su pueblo y con todos los seres
humanos de las siguientes generaciones, así como con todo el cosmos. En el Verbo encarnado Dios se revela
personalmente para llevar a cabo su plan definitivo de redención de toda la creación. (Cf. Ibíd. p. 18)
90
elementos que componen el universo124. En la acción eucarística el pan y el vino se
insertan en la materia de todo el cosmos; la hostia no se limita a ser el trozo de pan que
se coloca sobre el altar, sino que en ella toda la creación se transforma en ofrenda para
transformarse en el cuerpo cósmico de Cristo. De esta manera la Eucaristía, so pena de
caer en un error teológico, podría decirse que se convierte en la acción ecológica por
excelencia, debido a que en ella toda la creación es ofrecida a Cristo y asumida en Él
para su salvación.
El apóstol Pablo, también hace referencia a esta plenitud y comunión del mundo con
Cristo que se efectúa en la Eucaristía mostrando la estrecha relación entre Cristo y el
mundo. En 1 Cor 12, 12ss , Pablo plantea el ejemplo del cuerpo humano que es uno solo
124
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 583.
125
La transustanciación no es sólo la conversión de los dones de pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo en la
Eucaristía, sino que abarca también la transformación de las cosas y personas en el cuerpo de Cristo. Esta categoría
comprende la íntima relación que Jesús estableció entre la cena eucarística y el reino de Dios y la transformación o
transfiguración que éste implica no solo a nivel de las cosas, sino sobre todo, de las personas y de las estructuras
humanas presentes en el dinamismo histórico. Por otra parte, se tienen el pan y el vino como frutos de la tierra y
producto del esfuerzo y trabajo del ser humano y signo, por tanto, de la propia vida. La conversión o
transustanciación de estos dones no solo afecta a lo que éstos son en sí mismos, sino a todo lo que ellos quieren
significar: el mundo creado, la historia humana, el trabajo colectivo y personal, etc., transformándolos también en la
presencia real de Cristo. Y en tercer lugar, la transustanciación hace referencia a que no es una simple conversión de
la sustancia de unos productos materiales en otra sustancia o realidad parecida y paralela que sustituye aquella
(cuerpo y sangre), sino conversión en algo distinto, en una realidad personal y además escatológica, es decir, Cristo
resucitado, y por ello no en otras cosas materiales, sino en un misterio vivo y dinámico de autodonación personal. No
se trata, por tanto, de una mera presencia material de cuerpo y sangre, sino de Cuerpo y Sangre entregados, de una
donación y de un derramamiento propios de la persona de Jesús, que en ellos y por medio de ellos se hace realmente
presente, generando en el ser humano su misma actitud de entrega, transformando radicalmente la propia existencia
humana y la de todo el cosmos existente. (Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 565.)
91
a pesar de estar conformado por mucho órganos, para hacer referencia a Cristo que a
través de la Eucaristía se hace uno solo con el mundo, aunque éste, esté conformado
por muchos miembros. En efecto, el veía toda la creación como parte de una unidad
orgánica, y el ejemplo del cuerpo humano le brindaba una imagen perfecta para
identificar la diversidad de la creación íntimamente unida a Cristo a través del misterio
de la Eucaristía. De este modo, la comunión del cuerpo que es el mundo, el cual reúne
a todos los seres existentes, con Cristo que se hace presente en la Eucaristía, adquiere
mayor relieve cuando se entiende la presencia de Cristo como el principio unificador del
universo, que en la Eucaristía se transforma en una sola unidad con Cristo.
En la misma línea, en 1 Cor 10, 16 – 17, Pablo habla de la comunión que debe existir
entre el mundo con el cuerpo y la sangre de Cristo, entendiendo la categoría de
comunión en el sentido de la participación de todo el cosmos en la realidad de Cristo,
de manera tanto espiritual como material, es decir, el universo entero está llamado a
unirse en la Eucaristía al misterio de Cristo desde su dimensión física (realidad
existente) hasta llegar a la trascendencia en el continuo proceso de transformación o
cristificación, proceso dinamizado por la misma presencia de Cristo. De la misma
manera, el apóstol en la misma carta, pero en el capítulo 10 verso 17 se refiere a Cristo
como el único pan que es conformado por todos, pues todos participan de ese único
pan; para expresar que mediante la comunión del mundo con Cristo en la celebración
eucarística, por quedarse el Señor en especies que hacen parte del mundo natural,
todo el universo queda también incorporado a Cristo y en comunión entre sí en este
gran misterio.
126
Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 428.
92
por el medio ambiente, estableciendo buenas relaciones con los demás, etc., a ejemplo
de Cristo que hizo tantas obras salvadoras en su paso histórico por el mundo. De esta
manera es como Cristo, con la cooperación del ser humano lleva a cabo la Cristificación
de todo; por la comunión eucarística y por la acción de la persona en favor de la
creación, lo cual implica la presencia real de Cristo en ese pan único del cual participa
el universo entero.
En suma, en la Eucaristía del mundo, Cristo es pues quien aparece, quien se hace
presente sin violentar nada, en el corazón del mundo; y se hace presente y operante en
la nueva sustancia transformada que constituye la creación. Es en la Eucaristía donde
tiene lugar la nueva creación y donde esta adquiere su carácter de continuidad, y es en
la transformación densa y profunda de la realidad en el misterio de Cristo, donde
acaece y tiene lugar “la verdadera transustanciación del universo, de la realidad entera,
de la que es anticipación en el tiempo y prefiguración (real y no solo en figura) la
transustanciación eucarística [...] en esta nueva creación futura no sólo se le dará un
nombre nuevo a las cosas, sino que todo quedará transfigurado y transformado, no ya
en apariencias, sino en su misma realidad intrínseca, ontológica, en el mismo ser”, es
decir, en Cristo.
127
Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 585.
93
3. PERSPECTIVAS Y ESTRATEGIAS PASTORALES: HACIA LA PRAXIS DE UNA
ESPIRITUALIDAD MÁS ECOLÓGICA.
Hablar de ecología es hablar de nuestra casa, del hábitat que compartimos todos los seres
vivos e inertes. Crear conciencia de esta verdad, es comenzar un proceso de reconocimiento
de nuestra esencia, somos parte del proceso evolutivo, atrás han quedado millones de años
de expansión...y hacia delante un futuro incierto que está en nuestras manos concretar.
¿Futuro caótico o futuro de esperanza? ¿Qué le espera a nuestro planeta y con él a todos
sus huéspedes? Para nosotros, desde la fe, un futuro esperanzador en Aquel que nos ha
128
creado, en ello hemos de invertir nuestros esfuerzos .
Hoy en día puede constatarse cómo son muchas las voces que se están uniendo a la
reflexión y concientización por la emergencia planetaria que está enfrentando toda la
sociedad; un ejemplo concreto de esta situación es el proceso de información,
formación y capacitación que se ha iniciado en muchos estamentos públicos y privados
con respecto a este tema, para recuperar la conciencia sobre el respeto y el cuidado del
medio ambiente como espacio vital, no sólo del hombre sino de todas las especies que
lo habitan. Así pues, en los dos capítulos anteriores de la investigación se han
desarrollado, por una parte, los aspectos referentes a la teología de la creación, como
el fundamento teológico-bíblico para la elaboración de una nueva reflexión teológica
más ecológica y, por otra, el fenómeno del pecado ecológico y todas las consecuencias
que de él se derivan, el cual encuentra un camino de redención y superación en la
reflexión sobre la teoría del Cristo cósmico, tesis en la cual el hombre y la creación
entera encuentran su plenitud.
128
Martínez Morales, Víctor M. S.J. Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 9.
94
propuestas para la solución de la problemática en mención, la necesidad de retornar a
la tierra como patria común, el hombre como ser ecológico en comunión con el mundo y
con Dios y el acercamiento a la realidad ecológica del país, entre otros aspectos más.
De esta manera se busca alcanzar el objetivo central de esta investigación.
En la actualidad toda la humanidad está siendo llamada a realizar opciones por la vida;
en primera instancia reconociendo la grandeza y misterio de la obra creadora, la cual
supera todos los límites de cualquier confesión y credo religioso, ya que en ella todo
está involucrado sin ninguna distinción y, en ella, el ser humano debe aportar para que
se hagan realidad los tres pilares fundamentales para el progreso de la sociedad, a
saber: la libertad, la igualdad y la fraternidad. En segundo lugar, de cara a la gran
oportunidad que se está abriendo de tomar conciencia y aprovechar la coyuntura
presente de sensibilización frente a las consecuencias y riesgos a los cuales está
conduciendo la actual crisis planetaria desde la dimensión ecológica, se está asistiendo
a un momento novedoso y oportuno para generar procesos de cambio de mentalidad y
compromiso humano, sensible a empezar a ejercer un activo servicio teológico, pastoral
y educativo, que lleve a cada ser humano a asumir su responsabilidad respecto a esta
problemática tan grave y por la cual atraviesa la humanidad entera en este momento de
la historia, apelando a que ya es tiempo de hacerle frente.
95
propuestas y avances realizados por la teología en los últimos años, como herramientas
para enfrentar el desastre ecológico, y del mismo modo, tratar de vislumbrar cuál ha
sido su eficacia o ineficacia en los distintos ámbitos de la sociedad.
En el camino que ha emprendido la teología en las últimos años, para elaborar una
reflexión teológica más consciente del valor de la ecología, se está descubriendo cómo
dentro del mismo cristianismo ha surgido una gran preocupación por los problemas
ecológicos, no sólo en el ámbito de la naturaleza, sino de manera integral,
comprendiendo tales problemáticas en estrecha relación con la pobreza, pues cada vez
hay mayor conciencia de que no se logrará el justo equilibrio ecológico si no son
afrontadas directamente todas aquellas formas estructurales de pobreza que existen en
el mundo; aspecto último que fue resaltado sobremanera por el Papa Juan Pablo II en
la bula Inter Sanctos con ocasión de la declaración de san Francisco de Asís como
patrono de los ecologistas129.
129
Cf. Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco-justicia”,
en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 124.
96
En cuanto a la labor teológica como tal, se mencionan los aportes realizados por la
llamada “teología del proceso”, la cual, presente ya desde la década de los sesenta del
siglo XX, hizo un fuerte llamado para una participación más activa y comprometida con
el cuidado de la creación de Dios. Por su parte, en el contexto del continente
latinoamericano, la teología de la liberación, tan comprometida con la causa de los más
pobres y vulnerables, colocó en marcha líneas de reflexión y acción encaminadas hacia
el problema de la creación, de ello da razón la teología eco-feminista, como una
teología emergente que, combinando la perspectiva de género con la latente
preocupación por los problemas y desastres que destruyen el medio ambiente y las
víctimas que de esta devastación se generan, ha venido presentando desde los años
sesenta muchas objeciones a la manera como es afrontada esta problemática, como
por ejemplo, que la opresión que se produce contra la mujer está estrechamente ligada
con la opresión manifiesta en muchos sectores de la sociedad en contra de los pobres y
la creciente explotación del medio ambiente130. Estas tres realidades (opresión a la
mujer, a los pobres y el daño ecológico) según el eco-feminismo, poseen un eje central
que las dinamiza, un común denominador que las sostiene, el cual es la opresión
masculina del mundo.
En esta misma línea, la teóloga brasileña Ivonne Gebara, una importante representante
de la mencionada corriente teológica, pone de manifiesto la urgente necesidad de una
nueva visión cristiana para el mejoramiento de las relaciones entre los hombres y las
mujeres, así como el necesario compromiso de todos los seres humanos e instituciones
de la sociedad, en la lucha por desmontar todas las estructuras y formas de opresión
existentes. Esta nueva manera de repensar el cristianismo, según el planteamiento de
Gebara, consistiría en unificar y armonizar nuevamente la vida humana en sí misma,
restablecer las relaciones de armonía y comunión con todo el cosmos y las relaciones
con la naturaleza como su ambiente natural de supervivencia, en consonancia con la
búsqueda de la justicia a nivel integral, que beneficie tanto al hombre como al medio
ambiente.
130
Cf. Ibíd. p. 125.
97
Así mismo, Jürgen Moltmann, uno de los teólogos más influyentes en la teología
alemana contemporánea, también ha realizado grandes aportes para una nueva
reflexión acerca de la teología de la creación, prueba de ello son obras como Teología
de la esperanza de 1964, Dios en la creación de 1987, La justicia crea futuro: Política
de paz y ética de la creación en un mundo amenazado de 1989, entre otras. Lo que se
pretende con esta nueva manera de abordar la teología, desde la óptica de la creación,
que Moltmann ha venido desarrollando desde la segunda mitad de la década de los
ochenta, consiste en la superación del antropocentrismo que pesa sobre la naturaleza
creada – que en diversas ocasiones se ha mencionado en la investigación –, por medio
de la revaloración de la creación como el lugar privilegiado donde Dios pone su tienda
(shekinah) para habitar, es decir, se hace presente y le da sentido y finalidad a todo lo
que ha hecho en la persona de su Hijo Jesucristo, Verbo encarnado que, después de
muerto y sepultado, resucitó y con su resurrección transformó toda la realidad existente
en una nueva creación transfigurada, que en todas sus manifestaciones deja ver la
presencia de Cristo, la cual está llamada a vivir en comunión con Él .
En este orden de ideas, la ecoteología, como una teología emergente que en las
últimas décadas ha ido tomando mucha fuerza en el ámbito teológico en estrecha
relación con lo ambiental, y que consiste en un diálogo interdisciplinario entre ecología y
98
teología, orientado a contribuir a la interpretación de la crisis ambiental en sus aspectos
más profundos, para proponer itinerarios de transformación personal, grupal y
planetaria, también ha pretendido desentrañar la comprensión tanto de la ecología
como de la teología e identificar categorías de articulación en ambas ciencias para
llegar a entender la naturaleza como creación de Dios, donde no hay separación entre
la naturaleza y los seres humanos, sino que ambos hacen parte de la creación 131. La
ecoteología concibe todo lo que existe más allá de un simple recurso natural, como sí lo
hace la ecología y las demás ciencias, para dar cabida al valor intrínseco que posee
como creación de Dios y, por tanto, establecer así un contacto directo con el Dios
Creador. Así pues, la identidad de la ecoteología consiste en un sentir-pensar-actuar
sobre la relación de Dios con su creación, es decir, la Palabra de Dios que actúa en
interrelación con la creación y su preocupación por la convivencia que en ella se
establece132.
131
Cf: A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Concilium 331 (2009): 393.
132
Cf. Ibíd. p. 397 – 398.
99
lo divino y la creación, transparentar o transfigurar la presencia y el actuar de
Cristo en todo su obrar en el mundo.
3. Recuperar la dimensión relacional con Dios Creador, ya que sería un absurdo
pensar que a Dios no le interesa lo que ocurre en el mundo.
Como puede verse, al enfocar el pensar, sentir y actuar de la ecoteología hacia estos
retos para hacerlos realidad, no se trata de añadir un nuevo capítulo a la teología como
tal, sino más bien de abrir un nuevo horizonte de comprensión, pues como dice el
sacerdote y teólogo marianista Manuel Gonzalo:
Es necesario asumir el cambio en la visión del cosmos que presenta la ciencia moderna y
desde allí reflexionar sobre Dios. También nuestra imagen de Dios está en expansión. La
moderna cosmología exige una actualizada teología. Este cambio ya está llevando hacia un
desarrollo de las capacidades de admiración y escucha frente al universo, hacia actitudes
más contemplativas, hacia responsabilidades nuevas para con el planeta y la vida en el
mismo, hacia la comprensión de un Dios dinámico que ama el mundo. Es tarea pendiente
133
construir una nueva espiritualidad más conforme a la nueva visión del cosmos .
Y de esta manera, aunque podrían seguirse citando muchos avances logrados por la
teología en materia de ecología y medio ambiente, que lógicamente extenderían
demasiado esta investigación, llevándola a explorar otros espacios no contemplados en
sus límites y objetivos, si es pertinente por último, pero no menos importante, citar
algunas cuestiones concretas para el ámbito latinoamericano en consonancia con lo
dicho en referencia al problema ambiental, abordado también en la V Conferencia del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida, Brasil en 2007, en la
cual se presentaron las siguientes propuestas:
133
Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia
planetaria. Op. Cit. p. 25.
100
creadores que han asumido todos los seres humanos sobre la tierra y los
recursos, para que la creación pueda dar sus frutos en su destinación universal;
y asimismo, educar en un estilo de vida de sobriedad y austeridad pensando el
beneficio que esta actitud puede reportar para la creación misma.
134
Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. (Bogotá:
CELAM, 2007), p. 215 – 216.
101
3.2 La necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y comunión
Hasta la llegada de la ciencia moderna, y con ella los grandes avances de los
pensadores de la época y fundadores de un nuevo paradigma científico como Galileo,
Descartes y Bacon135, la tierra era vista como una realidad viva que inspiraba temor,
respeto, admiración y veneración, y también se mostraba como una madre generosa
para con todos su huéspedes, pero a su vez como un organismo cruel que cuando
excedía su furia natural creaba grandes catástrofes al hombre. Después, con la
evolución del pensamiento y a partir de la razón instrumental analítica de los
pensadores de la modernidad, este organismo vivo pasó a ser visto simplemente como
un objeto extenso e inerte, entregado al ser humano para que éste expresara a través
del dominio su voluntad de poder sobre lo existente y su capacidad de intervención
creadora o destructora. Esta visión de la naturaleza creada fue la que brindó la
posibilidad de explotar ilimitadamente toda su riqueza y sus beneficios hasta llegar a los
niveles actuales de auténtica y preocupante devastación de la biodiversidad, los
135
Cf. A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Op. Cit. p. 355.
102
recursos naturales no renovables y el general desequilibrio ecológico de toda la
tierra136.
Como actitud contestataria frente al proceso de destrucción que cada vez ha cobrado
más fuerzas en las últimas décadas, está surgiendo de manera sorprendente una
nueva perspectiva y horizonte en la manera de pensar y sentir la creación y la
humanidad entera como dos realidades en relación que tienen un mismo destino en la
persona de Cristo, quien conduce a la creación a la plenitud escatológica, donde ésta
asumirá su nueva condición divina; así como están emergiendo las condiciones
necesarias para la transformación del grave daño ecológico, caracterizado por la
conquista y destrucción, en una simple crisis transitoria que dé paso a un nuevo
paradigma de solicitud y sustentación de toda la vida existente. Así pues, se vislumbra,
en medio del oscuro panorama, una gran oportunidad de cambio. Por consiguiente,
esta nueva manera de pensar está arraigada en los conocimientos de las ciencias
naturales, de la biología, de la cosmología, de la ecología, y en los últimos años de los
aportes que ha venido haciendo la teología desde la teología de la creación y la
cristología137.
136
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 43.
137
Cf. Ibíd. p. 46.
103
posee el ser humano con la naturaleza, religación que debe ser entendida como un
acontecimiento de comunión, pues así como Cristo Jesús atraviesa toda la obra creada
y la inunda con su presencia en una eterna comunión y promoción de la misma, del
mismo modo el ser humano, a semejanza de Cristo, está llamado a entrar nuevamente
en esa dinámica de diálogo y comunión con lo creado. Esta tarea se logra a partir de la
enseñanza de las mismas ciencias naturales que invitan al respeto y valoración de la
naturaleza, pero en articulación con las ciencias sociales, entre ellas la teología y su
gran aporte desde la cristología; para ver la creación no como un realidad extraña y
diferente de la cual hay que sacar el mayor provecho posible sin medir los daños que se
le puedan ocasionar, sino todo lo contrario, como el espacio donde el hombre interactúa
y genera vida, como el único lugar que posibilita las condiciones óptimas para la vida
natural y como el medio brindado por Dios para ser utilizado y transformado
creativamente, donde el ser humano pueda realizarse y sentirse parte activa de la
creación.
104
refleja, aún cuando es cierto que Dios estando en todo, no quiere decir que todo sea
Dios, ya que se caería en cierto panteísmo. Así pues, la teología reclama hoy la urgente
de volver a redescubrir la creación como un lugar sagrado – aún cuando sea cierto que
no es un ser divino, sino que participa de la divinidad –, en tanto lo sagrado tiene
mayores probabilidades de ser tratado con cuidado y respeto 138. Esta recuperación de
lo sagrado se logra a partir del acontecimiento de la resurrección de Jesús, viendo en él
la meta del plan de Dios de glorificación y edificación tanto del ser humano como del
mundo.
Sin lo sagrado, la afirmación de la dignidad de la tierra y del límite que habrá que imponer a
nuestro deseo de explotación de sus potencialidades se quedará en una retórica ineficaz. Lo
sagrado constituye una experiencia fundante. Es Él (Cristo resucitado) el que subyace a las
grandes experiencias sobre las que se construyeron las culturas en el pasado y la misma
139
identidad profunda del ser humano .
138
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 158.
139
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 149.
105
el uso y abuso de la raza humana. Frente a esta realidad que todavía existe en la
mente de muchas personas, instituciones y gobiernos, si no se logra clarificar sus
alcances desastrosos, la tarea de rehacer el camino de acceso a lo sagrado será muy
difícil, aunque no imposible, para garantizar el futuro del planeta.
Por consiguiente, el primer peldaño que hay que escalar en la construcción de una
espiritualidad y reflexión teológica más ecológica es el de la recuperación de lo sagrado
en la tierra y la veneración del universo como obra y don de Dios al hombre. Para
expresar cómo ha de ser la labor en la recuperación de lo sagrado en la tierra, es
preciso hacer antes mención de cómo era esa experiencia de lo sagrado en los seres
humanos primitivos; experiencia centrada en el contacto con la vida, con lo natural, con
el cosmos, con los demás seres humanos, con la atracción amorosa y el misterio de
todo el universo, el cual les producía asombro, temor, curiosidad, respeto, veneración y
un profundo deseo de explorar y conocer a fondo. Los humanos primitivos
experimentaron que en todas esas realidades les era comunicada una fuerza
insoslayable y transformadora en la que les era revelado lo sagrado; y en la
comunicación de tan gran misterio fueron descubriendo señales de la Realidad Última,
de la Divinidad, del Creador, que estaba dentro y más allá del mismo cosmos y de la
vida misma, pero que mediante tales realidades les anunciaba su acción, su cercanía y
su manifestación140; manifestación que se plenificó en la persona de Cristo.
140
Cf. Ibíd. p. 152.
106
con la grandeza y simplicidad de la creación, de entrar en plena comunión con la
existencia y unir nuevamente los lazos que tenían ligado al hombre con la creación. En
pocas palabras, vivir al máximo la experiencia Fontal de contacto con la naturaleza
creada, con la cual se nutren las demás experiencias de lo cotidiano, es vivir una
profunda experiencia de comunión con Cristo. Todo esto es lo sagrado, que merece
respeto, cuidado y veneración, y la mejor manera de acercarse el ser humano a tan
gran misterio es adentrarse en su lógica, adherirse a su ritmo y sentirse profundamente
ligado a él. Cuando se alcanza a entrar en esta dinámica y comunión, es decir, en la
comprensión de lo sagrado y lo crístico en el mundo, la persona humana es conducida
nuevamente del exilio al cual ella misma se sometió cuando decidió romper su relación
con el mundo, por los caminos de retorno a su hogar abandonado, para despertar de la
alineación; y allí se reinicia su relación profunda con el Señor, como dice el mismo Boff
al hacer referencia a la relación del hombre con la tierra:
Y comenzamos a tratar a la tierra y a cada cosa que haya dentro de ella y a universo entero
como tratamos a nuestro cuerpo, a cada órgano nuestro, cada emoción de nuestra alma y
cada emoción de nuestra mente. Sólo una relación personal con la tierra nos hacer amarla. Y
si amamos a alguien no lo explotamos, sino que lo respetamos y veneramos. Ahora podrá
141
comenzar una nueva era, no de tregua, sino de paz y verdadera religación .
Esa relación del ser humano con la tierra debe ser el reflejo de su plena comunión y
compenetración con la persona de Cristo, ya que el Señor no está lejos de la
humanidad y todos los elementos materiales son sacramentos que colocan al ser
humano en comunión con Él, dado que ellos en lo más íntimo de su ser pertenecen a la
propia realidad de Cristo y participan de su presencia142.
107
orden vigente siempre se ha caracterizado por una actitud peculiar: estar por encima de
todas las cosas como mecanismo fundamental para ejercer su imperio. La tesis
fundamental del mismo encontró su cauce en las ideas de pensadores como Galileo,
Descartes, Bacon, Newton y otros143, quienes desde su posición expresaron la manera
en que debía ser tratado y sometido el medio ambiente; por ejemplo: descartes
afirmaba que la intervención humana sobre la naturaleza debía hacer al hombre
maestro y dueño de la misma; por su parte Francis Bacon argumentaba que la creación
debía ser tratada de la misma manera que el inquisidor trata a su víctima, es decir,
realizar acciones de tortura sobre ella hasta lograr que se despoje de todos sus
secretos y riquezas, someterla a la servidumbre y convertirla en esclava.
143
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 135.
144
Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 187.
108
por factores como la revolución tecnológica, la informatización y robotización, que
aunque no se pueden demonizar porque bien utilizadas son herramientas de progreso y
transformación, han conducido a prescindir del trabajo y creatividad humana y al
reduccionismo en todas las estructuras de la sociedad.
109
que hay que proteger, nuevos valores, nuevos comportamientos más conscientes de la
necesidad de cuidar los recursos que la naturaleza proporciona, y donde cada vez es
mayor el número de personas, comunidades e instituciones de toda índole que se están
sumando en la asunción de esta nueva mentalidad ecológica. En términos generales,
se está comenzando a vislumbrar, desde los ambientes sociales, culturales, etc., una
nueva forma de conversación con la naturaleza y con todo el universo; y este interés
debe ser el punto de partida para la opción que se está haciendo por la tierra como el
“lugar teologal” de la presencia de Dios y el espacio vital para el hombre y las demás
criaturas.
Pero, ¿en qué consiste este nuevo orden ecológico?, para ello es pertinente citar una
vez más un texto de Leonardo Boff que presenta claramente la nueva mentalidad y
manera de concebir la realidad desde la dimensión ecológica:
Estamos regresando a nuestra patria natal. Estábamos perdidos entre máquinas, fascinados
por estructuras industriales [...] ahora estamos regresando a la gran comunidad planetaria y
cósmica. Nos fascina la selva verde, nos detenemos ante la majestad de las montañas, nos
extasiamos con el cielo estrellado. Nos llenamos de admiración ante la diversidad de las
culturas, de los hábitos humanos, de las formas de significados del mundo. Comenzamos a
acoger y valorar las diferencias. Y surge aquí y allá una nueva compasión para con todos los
seres, particularmente para con aquellos que más sufren, en la naturaleza y en la sociedad.
Siempre ha habido en la humanidad este sentimiento, y siempre ha irrumpido esta emoción,
pues ellas son humanas. Pero ahora, en el trasfondo de la crisis, ganan nuevo vigor y
tienden a diseminarse y a crear un nuevo modo de ser, de sentir, de pensar, de valorar, de
145
actuar, de rezar, es decir, surge un nuevo paradigma .
Este paradigma del cual habla Boff conduce a un cambio de mentalidad, dejando atrás
el pesimismo de quienes dicen que ya es demasiado tarde para hacer algo por el
planeta, porque los medios de producción-destrucción están tan desarrollados y
avanzan tan vertiginosamente que es imposible detenerlos, para optar por una visión
más optimista donde cada vez toma mayor fuerza la idea de cambiar el rumbo de las
cosas y confiar en la capacidad de regeneración del planeta, claro está, con la acción
del hombre en pro de su defensa, cuidado y regulación.
145
Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 36.
110
En este renacer de la sociedad hacia una conciencia más ecológica, que se está
visibilizando en el nuevo paradigma ecológico emergente, se siente la necesidad de la
utilización novedosa de la ciencia y la técnica, es decir, dejar de lado las visiones
demonizantes que se tienen de ellas por todo lo dañoso que en muchos años han
ocasionado, para empezar a hablar de una ciencia y técnica más ecológicas, más a
favor de la naturaleza y jamás contra ella. Por lo tanto, se debe imponer agresivamente,
es decir, con decisión y compromiso, la tarea de ecologizar todo lo que el hombre hace
y piensa en su actuar cotidiano, rechazar las concepciones anti-ecológicas que van en
detrimento de la creación entera, evitar a toda costa la exclusión de los seres en
cualquier ámbito y generar espacios de reflexión y acción en pro de la ecología pero
con un sentido teologal, para que de esta manera pueda comenzar a construir su propia
historia este nuevo paradigma.
111
cristiana, constituye el núcleo más profundo de cada ser sin eliminar su alteridad
146
creacional .
Cuenta el primer libro de la Biblia que Dios Creador, concluida su obra, vio que todo era muy
bueno y muy bello, y descansó dejando en manos de su obra maestra y administrador, la
persona humana, lo que con tanto mimo había creado...Y, desde ese momento, el hombre, la
criatura predilecta de Dios, dio comienzo al antigénesis. Día primero: Dijo el hombre:
alarguemos la luz del día para que no exista diferencia entre la noche y el día. Y creó las
centrales nucleares, rompió los cursos naturales de los ríos y ensució con humos y
contaminación la pureza del aire y la atmósfera. Y a su obra, la energía artificial, la denominó
modelo de civilización moderna... Día tercero: Dijo el hombre: Ganemos terreno a los ríos y
mares y saquemos a la luz lo que en su interior esconden. Y se crearon plataformas y
ciudades artificiales, las multinacionales saquearon los fondos marinos y las fábricas
vertieron sus residuos mortíferos en las cristalinas aguas, convirtiéndolas en viveros de
muerte para toda especie viva. Día cuarto: Dijo el hombre: explotemos al máximo los frutos
de la tierra y hagamos crecer en la tierra nuevas especies. Y los bosques se talaron, los
invernaderos rompieron el ciclo natural de las especies... Día quinto: Dijo el hombre:
dominemos los animales y hagamos que nos sirvan, alimenten, vistan y diviertan... en poco
147
tiempo desaparecieron familias enteras de aves, mamíferos, reptiles y especies marinas… .
Y así sucesivamente se podrían seguir relatando todos los acontecimientos del actuar
humano expresados por el autor, que desvirtúan su ser de co-creador y que no
146
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 225.
147
Berzosa, Raúl. Op. Cit. p.159 – 160.
112
constituyen en ningún momento la esencia del papel que éste debe recuperar en la
actualidad. Pero de la misma manera, valiéndose de la narración, el mismo Berzosa
presenta cómo ha de ser el actuar humano en la actualidad, de cara a la reinante crisis
ecológica que enfrenta por su irresponsabilidad en la administración de la obra que se
le había confiado, y que ahora es su responsabilidad asumir y transformar:
Y cuando Dios Creador despertó y vio lo que había hecho el hombre con su obra volvió a
infundir su espíritu para hacer nuevas todas las cosas, suscitando hombres y mujeres de paz
y diálogo, de honestidad y transparencia, de sensibilidad ecológica y trascendente, testigos
de la austeridad y solidaridad. Hombres nuevos para una sociedad y civilización nuevas... no
hace falta mirar lejos ni al exterior; tan sólo adentrarnos en nuestro corazón y descubrir al
Cristo, encarnado y resucitado, que desea celebrar una fiesta en cada corazón, en la
148
sociedad y en el cosmos entero. Desde Él, el milagro del Génesis se vuelve a repetir .
Ahora, sumado a lo anterior, el hombre ante la situación actual que enfrenta, debe ser
consciente que su lugar y papel no es, ni ha sido nunca el de dominador de la creación,
y debe ser también muy consciente que está en la necesidad de superar la dimensión
de simple administrador, pues si se quedara en este estadio, estaría reduciendo su
capacidad creativa y limitando todo su potencial a una simple labor de conservación de
lo que ya está dado, pero sin hacer esfuerzo alguno por transformarlo y abogar por
hacer de la creación un espacio para nuevas posibilidades y condiciones de vida más
agradables para todos los seres. En este orden de ideas, el ser humano está llamado a
comprenderse como parte integrante de la naturaleza y quien, siendo criatura de Dios,
148
Ibíd. p. 161.
113
viene de la tierra y es fruto de su actividad evolutiva y trascendente 149. De esta
constatación brota la conciencia de la profunda unidad e identificación del hombre con
la tierra y con su inmensa biodiversidad, teniendo presente que no puede caer
nuevamente en la ilusión racionalista y objetivista de situarse ante la tierra como ante
un objeto extraño e inerte que le es ajeno.
En esta nueva situación de comunión del ser humano y la creación se pueden distinguir
dos momentos especiales, en los cuales se percibe una nueva conciencia de su lugar
en el cosmos:
Esta dimensión actual del hombre de cara a la creación es la que está recuperando la
teología, por una parte, valiéndose de los aportes que viene haciendo la ecoteología y
la labor de tantos teólogos interesados en redescubrir la conciencia ecológica, a partir
de los estudios interdisciplinares con otras ciencias que se han realizado y los que se
vienen adelantando en pro de una reflexión teológica más ecológica. Hoy en día,
gracias a estos avances se puede reconocer que el núcleo de la crisis ecología ha
radicado siempre en el hecho del hombre haber olvidado el estado de comunión que
149
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 60.
114
siempre debía existir con toda la creación; olvido que desde la caída, según el relato
bíblico, se perpetuó en la historia en todas sus formas de expresión150.
Pero por otra parte, desde la cristología, el lugar y papel que el hombre actual debe
ocupar en la creación es ser el principal sacramento de Cristo en la tierra, toda vez que
siendo imagen y semejanza de Dios en la creación primera, ahora, en la nueva creación
es llamado de nuevo para que sea también imagen y semejanza de Cristo, es decir,
transparentar en su ser todos los rasgos de Cristo dado que fue pensado y creado en Él
y por Él y la encarnación y resurrección al extenderse también al ser humano revelaron
con mayor profundidad esta grandeza. Cada hombre se convierte en hermano de Jesús
y, de una u otra manera, participa de su realidad divina; de hecho, la resurrección es el
acontecimiento que continua y profundiza la participación de Cristo en cada ser humano
y hace que en él crezca el deseo y la búsqueda del bien, la fraternidad, la comunión y
amor con todos y cada uno de su semejantes y el resto de la creación. En suma, cada
ser humano es el lugar teologal donde se puede encontrar a Dios y a Jesucristo, y por
ser lugar de la presencia divina, está llamado a hacer partícipe a todo el resto de la
realidad de esa presencia, a través de la íntima comunión que debe establecer con todo
lo creado en la búsqueda de la realización plena en el Reino escatológico 151.
150
Cf. Ibíd. p. 61.
151
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 228.
115
Colombia es una nación privilegiada por la inmensa riqueza natural con la que cuenta y
es reconocido a nivel mundial como uno de los países llamados Megadiversos. Esta
diversidad en los recursos naturales que posee se puede evidenciar en su flora y en su
fauna, que a lo largo y ancho del territorio se puede constatar: Cuenta con un Sistema
Nacional de Áreas Protegidas con una totalidad de 56 parques naturales según
estadísticas de la organización nacional de turismo “Tusicolombia”, hasta Agosto de
2010, entre los cuales figuran el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos, el
Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, el Parque Nacional Natural
Farallones de Cali, el Parque Nacional Natural Tayrona, el Parque Nacional Natural
Sierra de La Macarena entre otros más, que fueron fundados desde el año 1960 hasta
la fecha actual (año 2010)152.
Además de ello, en cuanto a la biodiversidad, posee uno de los números más grandes
de especies en cuanto a la flora y fauna en todo el planeta: existen más de 1800
especies de aves; un número mucho mayor al que poseen Norte América y el
continente europeo juntos, asimismo se han contabilizado aproximadamente 130.000
especies de plantas distribuidas en todas las zonas climáticas; desde árboles altísimos
en las selvas tropicales, los manglares en las costas, la vegetación de los páramos,
hasta las plantas de las bajas llanuras y desiertos entre muchas más.
152
Cf: Turiscolombia, “Medio ambiente”, http://www.turiscolombia.com/colombia_ambiente.html.
153
Cf. Ibídem.
116
Pero lamentablemente la realidad de la nación ha ido cambiando negativamente en el
curso de las últimas décadas, tal como lo muestran los estudios y análisis sobre la
realidad ecológica del país, realizada por personas interesados en el tema, y en
especial tal como lo muestra el movimiento MIRA en el libro Contaminación ambiental
en Colombia, problemas ambientales, globales y nacionales, quien a propósito de la
riqueza en la biodiversidad dice lo siguiente:
Esta confianza y abundancia, nos hacían ver lejanas y ajenas las preocupaciones de
muchos países en el mundo que sufren la escasez del agua, la pérdida de su soberanía y
autonomía en la producción de alimentos por las extremas inundaciones, sequías y el
deterioro de los suelos; o los costos sociales y de salud por respirar el aire contaminado de
las grandes ciudades.
Hoy debemos reconocer que el país no es ajeno a esta realidad, nuestra nación enfrenta
problemáticas no solo de tipo económico, político y social, sino que además día a día nos
profundizamos en un deterioro ambiental cada vez mayor. Nuestros incorrectos hábitos
inciden de forma negativa y directa en nuestro diario vivir, pero hacemos caso omiso y
dejamos este tema pensando que debe ser exclusivo del sector académico y de los
154
llamados ambientalistas .
Según lo anterior, ningún colombiano puede sentirse ajeno a esta realidad, que lo
compromete a seguir velando por la protección de la riqueza que posee, pero al mismo
tiempo debe comprometerse también responsablemente en la lucha por establecer
mejores condiciones de vida tanto para sí mismo, como para los recursos naturales, en
primera instancia, no siendo partícipe del problema, y en segundo lugar, internalizando
en su vida y comunión con la naturaleza todas aquellas propuestas y estrategias que
surgen por parte del Estado y de diversos organismos comprometidos con el medio
ambiente.
Por otra parte, mientras todos los demás seres vivos buscan una adaptación al medio
natural para el desarrollo de su vida, el ser humano por su parte lo modifica a su
voluntad, lo cual genera un desequilibrio en todos los sistemas del medio ambiente.
Este gran error del hombre no es ajeno a la realidad ecológica colombiana, y es el que
154
Movimiento político MIRA. Contaminación ambiental en Colombia, problemas ambientales, globales y
nacionales. Tomo I. (Bogotá: MIRA, 1ª ed., 2010), p. 13.
117
ha conducido a problemas mucho mayores no sólo a nivel nacional sino también
mundial, buscando a su vez solución a través de la planificación adecuada de la
agricultura, de la sanidad, del empleo, del transporte, de los asentamientos o
ecosistemas urbanos y rurales, y del beneficio sostenible de la biodiversidad, entre
otras realidades más155.
155
Cf. Ibíd. p. 14.
118
irresponsables frente al medio ambiente, con la falsa excusa del desarrollo y del
crecimiento económico”156.
Entre todas las problemáticas que se han mencionado y que hacen presencia particular
en Colombia, también se destacan las siguientes, las cuales se profundizarán un poco
para ver su incidencia en la nación, estas son: Cambios climáticos en las diversas
regiones de la geografía nacional, la contaminación ambiental, la pérdida de la capa de
156
Ibídem.
119
ozono, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación del agua tanto en los mares
como en los ríos y quebradas, la degradación de los suelos y las problemáticas de los
residuos sólidos, entre muchas más que se podrían especificar, pero dada la extensión
de la investigación, no se relacionarán en este trabajo.
Una responsable labor en perspectiva a estas problemáticas conducirá a generar un
nuevo comportamiento de forma más íntegra con el hábitat, al pensar, sentir y actuar de
forma comprometida con la calidad de vida de las generaciones futuras, por ello, apelar
a su solución de manera tanto individual como colectiva, conducirá a mantener el
bienestar del ser humano en equilibrio con los ecosistemas naturales, alcanzando un
verdadero desarrollo sostenible. Las estrategias, propuestas y soluciones que surjan
desde la reflexión social, política, tecnológica, económica, teológica, etc., deben
orientarse, en la práctica, a generar una conciencia y espiritualidad más ecológica en
cuanto a la conservación y regeneración de los recursos naturales, la reducción de la
contaminación, la preservación de las especies y el mejoramiento de la vida tanto en la
ciudad como en los campos157. Por consiguiente, se desarrollan a continuación las
problemáticas anteriormente enunciadas:
157
Cf. Ibíd. p. 15.
120
páramo los que más han sufrido las consecuencias; pero no solo ellos, también las
diversas regiones del país se ven afectadas por esta problema, ya que ello ha
contribuido a la pérdida de cosechas, a la alteración de los ritmos habituales del
ambiente que producen veranos sumamente prolongados y fuertes periodos de invierno
que dejan consecuencias desastrosas tanto para el ser humano como para toda la
naturaleza158.
La capa de ozono es una especie de escudo protector que cuida a la Tierra de los rayos
ultravioleta provenientes del Sol y se encuentra ubicada en la estratosfera, distribuida
entre los 19 y los 50 kilómetros de altitud, presentando una mayor concentración hacia
los 35 kilómetros. Este escudo protector no se encuentra distribuido de una manera
uniforme en todo el planeta, sino que se concentra en los polos y es de menor
158
Cf. Ibíd. p. 132 – 133.
159
Cf. Ibíd. p. 122 – 123.
121
concentración en los trópicos. Según esta información, Colombia es un país que por su
ubicación geográfica, está más propenso a la exposición de la radiación ultravioleta. En
Colombia la capa de ozono ostenta cambios tanto espacial como temporalmente, los
índices que presenta la capa de ozono están entre 255 y 267 UD 160; desde el punto de
vista geográfico, el Caribe posee un espesor mayor en la capa de ozono, a diferencia
del de la región Andina que es más bajo161. La pérdida de la capa de ozono se debe
principalmente a la contaminación ambiental, de la cual se ha hablado en el ítem
anterior
160
La unidad Dobson (UD) es un espesor teórico de la capa de ozono y es usado como una medida de la cantidad de
moléculas de ozono en la estratósfera (Cf. Conti González Báez, “La capa de ozono”,
http://977.mx/grc/redam.nsf/vwALL/XPAO-6JKN3Z)
161
Cf. Movimiento político MIRA. Op. Cit. p. 159.
122
conservación de los recursos naturales; y finalmente la poca presencia del Estado en
las zonas de mayor biodiversidad del país.
162
Cf. Ibíd. p. 276.
123
degradación de la tierra; prueba de ello, por citar sólo un ejemplo pero bastante grave y
contundente para esta problemática es la explotación minera artesanal, que no tiene en
cuenta los suelos y la flora y fauna en general. Los factores que inciden negativamente
para la adecuada conservación de los suelos son, entre otros, los siguientes:
El problema del manejo de las basuras es otro gran escollo que enfrenta la sociedad y
el Estado colombiano, porque en la realidad es demasiado el material sólido que a
diario es desechado, pero las políticas de manejo, en la mayoría de las ocasiones,
resultan ser muy insuficientes, no obstante las campañas que se adelantan para el
correcto manejo de las basuras, su adecuado reciclaje y eliminación para evitar la
contaminación ambiental.
163
Ibíd. p. 316 – 317.
124
Aun así, la problemática cada vez es más difícil de solucionar porque, según
estadísticas, diariamente se generan en el país aproximadamente 27.500 toneladas de
residuos sólidos, de los cuales el 92,8% tienen un conveniente manejo técnico, pero el
7,16%, que equivale a 1.796 toneladas, y que no alcanza a ser procesado con las
debidas especificaciones, generalmente es arrojado a los basureros públicos al aire
libre; lo cual genera problemas de salubridad y contaminación ambiental, o son
depositados en los ríos o humedales, enterrados o quemados en condiciones
inapropiadas y contaminantes.
Sin embargo, no se debe ignorar que en los últimos años se ha avanzado
considerablemente en el tema de manejo de los residuos y se ha instado a las alcaldías
municipales a implementar sus respectivos Planes de Gestión Integral de Residuos
Sólidos164.
164
Cf. Ibíd. 342.
125
ende, al planeta entero y todos los seres que lo habitan, es el punto de partida esencial
para que el cristianismo recupere su relación de armonía y comunión con el medio
ambiente. Y concretamente en el caso colombiano, mientras esta sociedad no tome
consciencia de las graves problemáticas ambientales presentes en la nación, las cuales
cada vez afectan más y más la biodiversidad existente en todas las regiones del país,
interesándose por cuidar y respetar tales recursos, es muy probable que poco se pueda
avanzar en el terreno de la acción práctica o del diálogo constructivo con quienes, al
margen de toda creencia religiosa, también se preocupan por la creación.
165
Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 155.
126
cristianos y todo lo concerniente a los procesos de evangelización y de educación en la
fe que allí se manejan, concentrar también esta educación en la preocupación por el
medio ambiente, generar en los infantes, adolescentes y adultos la conciencia de
cuidado, protección y uso adecuado de la naturaleza como obra de Dios y como el lugar
donde el hombre puede realizarse sin necesidad de atropellarla y destruirla.
Para lograr este cometido y hacerlo más real en la vida cotidiana de las personas y
comunidades, la comunidad teológica y la pastoral eclesial está llamada a apoyar y
entrar en diálogo con todas las campañas y propuestas sociales de tantas
organizaciones que dentro del querer de la Iglesia o al margen de ella, trabajan por el
medio ambiente. Así pues debe apoyar y promover campañas como el manejo
responsable de las basuras, la promoción del ecoturismo en todos los tipos de
población, la urgente necesidad de reciclar para evitar la destrucción de árboles y la
contaminación de los ríos por el inadecuado uso de los residuos al no tener estrategias
clave para el reciclaje, las campañas agresivas que actualmente hacen los medios para
el ahorro y economización de los recursos hídricos y energéticos, la concientización
sobre el grave daño a los terrenos por la deforestación y la mala utilización de las
tierras en las labores de cultivo, que generan la erosión y esterilización de las tierras,
las campañas que adelantan las instituciones educativas de reforestación, la educación
127
sobre el uso de materiales reciclables y desechables, entre muchas acciones que se
pueden adelantar en pro de la creación. Estas estrategias de cuidado también deben
ser asumidas no sólo por el cristianismo, sino por todas las iglesias, como valores y
principios para establecer la armonía con lo creado, descubriendo y haciendo
experimentables las fuerzas sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual
que se vive en el planeta.
Así mismo, la Iglesia tiene en sus manos un gran potencial para la difusión de la
pastoral ecológica: estaciones radiales, canales de televisión, portales en la Internet,
casas editoriales, instituciones educativas, escenarios sociales y comunitarios de acción
pastoral, etc., medios todos a través de los cuales puede desempeñar una gran labor
no sólo de evangelización, sino también de difusión de las mencionadas estrategias
para la promoción y cuidado de la naturaleza en muchos ámbitos de la sociedad, ya
que gracias a estos avances en las comunicaciones, se pueden abarcar grandes
territorios y grupos sociales que necesitan ser evangelizados también en cuanto a la
protección de los recursos naturales. De esta manera, el despertar ecológico de la
Iglesia Católica que hoy es cada vez mayor, debe suscitar una pastoral que se
desarrolle en torno al ser humano y la naturaleza, ofreciendo un eficaz testimonio de la
constante preocupación de Dios por su creación, dando ejemplo de una correcta
conducta medioambiental a las comunidades de las que forma parte, a través de las
estrategias de las cuales ya se ha hecho mención o de otras que puedan proponerse166.
2. Otro “lugar” importante en este campo de pastoral ecológica, labor en la que aún
queda mucho por hacer y en la que, de hecho, ya está trabajando mucha gente, es el
culto que se realiza en las iglesias particulares como el lugar especial donde se puede
expresar el esencial verdor de la fe cristiana, a través del valor de la Eucaristía como el
sacramento que conduce a la comunión no sólo del hombre, sino de todo el cosmos
con Cristo y a través de la predicación sobre la relación del hombre con la naturaleza.
Además el culto es una ocasión especialísima para agradecer por los productos de la
tierra; prueba de ellos eran las fiestas agrícolas que se hacían en las poblaciones, cuya
166
Cf. A.A V.V. Teología de la ecología. (Bogotá: San Pablo, 1995), p. 70.
128
finalidad era la acción de gracias a Dios por los bienes que la tierra le otorgaba al
hombre para su sustento. Lamentablemente estas tradiciones se han ido desvirtuando
poco a poco debido a la primacía de la agricultura intensiva y altamente tecnificada, con
sus desastrosos efectos medioambientales. Aun así, estas celebraciones, que calaron
profundamente en la mentalidad de muchas personas, en la actualidad, además de ser
una acción de gracias, están pasando a expresar la preocupación existente – también
de parte de la Iglesia – por el medio ambiente y a tener muy presente en los planes y
proyectos tanto sociales como pastorales, la creciente brecha que hay que tratar de
superar entre ricos y pobres167.
167
Cf. Ibíd. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 157.
168
Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. Op. Cit. p. 216.
129
De manera más general se presentan algunas consideraciones que pueden ayudar a
edificar una conciencia más ecológica en la mentalidad de los colombianos y que si
bien, desde la praxis teológica y pastoral también se pueden promover:
Estas propuestas y muchas otras más que quedan a la libertad de ser planteadas por
los lectores de esta investigación, son sólo algunas sugerencias que deben nacer y
concebirse desde una nueva conciencia de los derechos ecológicos, y de la necesidad
de implantar la gran revolución ecológica que conduzca a ver los problemas actuales no
como una crisis, sino como la nueva oportunidad de desmontar el viejo paradigma e
implantar el nuevo orden ecológico mundial, que solo se podrá lograr con la
colaboración de todos y de la mano del Creador, que quiere llevar a su creación a la
130
consolidación y recapitulación en la persona de Cristo Jesús. Pero todas estas
consideraciones prácticas no tienen ningún fundamento si no encuentran sustento y
fondo en la teología, concretamente en la cristología que se ha venido planteando; sin
este presupuesto no dejarían de ser más que propuestas sueltas sin ninguna
articulación teológica. Por ello hay que ver que todas ellas apuntan a una sola realidad:
el redescubrimiento de Cristo como el Todo que está en todas las cosas
conduciéndolas a su plenitud escatológica. Así pues, todas estas propuestas tienen
como substancia, hablando en términos tomistas, la redención del pecado de los
hombres y la perfección y glorificación del cosmos, que encuentran su punto de
confluencia en la encarnación y resurrección de Cristo, ya que sin la presencia de
Cristo, llenándolo todo, faltaría algo a la creación por más esfuerzos humanos que se
realicen en torno a su conservación y transformación.
131
porque tanto el ser humano como todo el cosmos habrán alcanzado la cristificación y
divinización total169.
La contribución que las iglesias y el cristianismo como tal pueden hacer a la solución de
la crisis ecológica actual, consiste en reconocer la magnitud del problema sin guardar
silencio ante él por temor a entrar en controversia con los entes políticos o económicos.
Exhortar a todos los fieles y a todas las personas en general, practicantes o no, para
hacerle frente con valentía, ejerciendo una misión profética y dando testimonio de la
verdad, no solo asumiendo una posición equilibrada frente a los diversos problemas
medioambientales. Este reverdecimiento consiste también en conciliar el mensaje
Evangélico con la realidad de los pobres y la explotación de la tierra, ya que el
Evangelio está destinado a permear todos los ambientes a los cuales llega, inculcando
los valores de responsabilidad, justicia, amor y verdad que proclama y que también
deben extenderse al cuidado, protección y transformación de todo el cosmos.
Finalmente, la Iglesia está apuntando hacia una conversión ecológica que haga de la
humanidad una gran comunidad, más consciente y sensible a la catástrofe que ella
misma ha generado, y ello se logra a través de la puesta en práctica de las estrategias
mencionadas, del desarrollo de una nueva teología más ecológica y de la interiorización
de la nueva espiritualidad ecológica tal como se ha propuesto
169
Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 277 - 278.
132
4. CONCLUSIONES
170
Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 187.
133
necesidad urgente de una nueva espiritualidad que permita una religación de todo el ser
humano con las más diversas instancias de la realidad planetaria cósmica171.
Así pues, ante la creciente demanda espiritual exigida por el ser humano inserto en una
sociedad cada vez más laica y global, tiene razón de ser proponer una espiritualidad
ecológica que facilite entender la importancia que encierra la adoración de la
naturaleza, pero en ningún momento como expresión de idolatría o panteísmo, sino
desde el panenteísmo, es decir, desde el reconocimiento de la presencia de Dios en
todo, lo cual permite extender el mandamiento del amor también a toda la naturaleza 172.
Y ya que el discurso y las soluciones técnicas ofrecidas por las ciencias naturales se
presentan como insuficientes ante una problemática que incursiona en el plano de lo
171
Cf. Mahecha C, Germán. Op. Cit. p. 111.
172
Cf. Ibíd. p. 117.
134
social; aspectos como la desigualdad, la explotación y el abuso de poder, entre muchos
problemas más, se constituyen en un gran reto que el teólogo de hoy debe ser capaz
de leer y abordar. En este punto es donde la teología se ve interpelada no sólo para
pronunciarse, sino también para actuar decididamente a favor de toda la creación, por
ello propone los siguientes caminos de reflexión en la edificación de dicha
espiritualidad:
135
se limita únicamente a ser una de las cuatro virtudes cardinales, inclinada a dar a cada
cual lo que le compete, sino que se expresa como un valor que se vive y transparenta
en todas las dimensiones de la persona y la comunidad. En la espiritualidad ecológica,
la justicia hace referencia, de un lado, a quienes están prestos a servir y, desde otro
punto de vista, a la labor por la que la comunidad debe inclinarse para velar por el
mundo que se encuentra amenazado y fraccionado en todo sentido. Con la justicia se
reconoce, por tanto, que todo lo existente posee un valor en sí mismo sólo por el hecho
de existir, aun cuando muchos de los seres, bióticos y abióticos, no tengan conciencia
de su existencia ni dependencia del ser humano. De esta manera, se acepta la
diferencia tanto biológica como cultural que se percibe al interior de la comunidad
humana, al valorar tanto al otro como a lo otro que existe, porque prevalece una
interdependencia y complementariedad entre todos los seres, por pertenecer a un
mismo sistema natural.
Para vivir una espiritualidad en la cual el ser humano esté integrado por completo a
toda la creación y viva plenamente en comunión con ella, respetándola, valorándola,
136
haciendo un uso racional de ella y siendo co-creador de la misma, es netamente
necesario educar en valores cristianos y medioambientales más adecuados que
garanticen el reconocimiento de la vida. Por tanto, entender y aceptar que el Creador, a
través de la acción de Cristo, Verbo encarnado, resucitado, glorificado y transfigurado
en el mundo, sigue aconteciendo en todo lo creado, conlleva a un alejamiento de toda
postura antropocéntrica, para dar cabida a la dimensión cristocéntrica, que posibilite la
comprensión de la centralidad de Cristo en el dinamismo de la creación, en intima
comunión con el ser humano y todo lo demás existente en la continua y permanente
creación, para emparentarlos y hacerlos hermanos e hijos de un mismo Padre Creador
de todo. En esta comunión y hermandad que brotan de una nueva espiritualidad, el ser
humano puede por amor abrirse de tal modo a la acción de Cristo en su vida y a los
demás, de tal manera que se vacíe de sí mismo y sus intereses personales, para
llenarse en la misma proporción de la realidad creada, de sus semejantes y de Dios.
Este objetivo se dio en la persona de Jesucristo y el cristiano ha recibido de Cristo es
mismo desafío; abrirse cada vez más a la comunión de amor, respeto y cuidado con
todos y con todo, para poder ser, a semejanza del Verbo hecho hombre, colmado de la
comunicación divina y humana y, a su vez, transfigurar o transparentar dicha
comunicación al toda la creación y el cosmos existente.
Repensar el antropocentrismo
Como ya se mencionó en el numeral anterior, por muy relevante que sea el lugar que el
ser humano ocupe en el mundo, debe tomar conciencia de su inclusión en el cosmos,
saberse dependiente de él y de todos los procesos que lo configuran. Para contrarrestar
la dimensión antropocéntrica a la cual ha estado ligado el hombre desde mucho tiempo
atrás, es necesario revalorizar conceptos seculares como la finitud, la contingencia, la
falibilidad, y de la mano de estos y como fruto de su profundización, rescatar el valor del
concepto teológico de la creaturidad, es decir la dimensión que posee el individuo como
creatura y que afecta por igual al género humano y a la realidad no humana.
137
Reconocerse como creatura significa hoy para el ser humano descentrarse, sentirse
frágil, finito y aceptarse como un ser necesitado y dependiente de Dios y de la
naturaleza en todo sentido. Este concepto cristiano y teológico de creatura muestra
claramente que el hombre como tal siempre estará remitido a una voluntad creadora y
que la autoría y tutoría de Dios sobre todo lo creado no son aspectos que van en
detrimento de la creatura-hombre, sino que hacen de este un ser en dependencia
potenciadora, es decir, capacitado por Dios para crear y transformar la realidad, pero
sin creerse superior ni dueño de la misma. Por ello, resignificar la dimensión de creatura
en el hombre, se convierte en un itinerario que conduce a la ética de la responsabilidad
con la creación, de la sobriedad, de la solidaridad y de la gratuidad, para poder
armonizar las relaciones del ser humano con el cosmos173.
Hay que tener en cuenta que el desequilibrio ecológico que enfrenta el planeta también
hunde sus raíces en los desequilibrios sociales, económicos, políticos, religiosos, etc.,
que se han presentado a lo largo de la historia del mundo y la humanidad. Detrás de
esta realidad se esconden factores históricos de enorme morbosidad 174 antiecológica,
como por ejemplo el drama humano por la desigualdad en la distribución de las
riquezas materiales, el excesivo consumismo de las minorías privilegiadas, la
pauperización creciente de la mayoría de la humanidad, los conflictos religiosos,
políticos, económicos, entre otros que hacen que el planeta se encuentre cada vez más
degradado. Ante este panorama es necesario preguntarse hacia dónde quiere dirigirse
históricamente la humanidad, y para dar respuesta es indispensable repensar la historia
y la naturaleza no de manera separada sino en íntima relación e interdependencia, en
tanto, si se apela a soluciones concretas que aquejan a la humanidad, el medio
ambiente natural también saldrá enormemente beneficiado. Para lograr este cometido,
desde la reflexión y praxis teológica hay que empezar por acercar y relacionar al ser
173
Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 188.
174
Término que ha de ser entendido como virulencia o enfermedad.
138
humano con los grandes acontecimientos salvíficos como la encarnación y la redención
dadas en Jesucristo, para superar de una vez por todas la doctrina del pecado,
causante de los desequilibrios sociales y ecológicos que amenazan destruir la creación
y comprender que como Jesús, todo ser humano se encuentra también abierto a la
totalidad de la realidad para ser transformador de ella en la búsqueda de perfección y
trascendencia
En suma, con el propósito de construir una verdadera espiritualidad más ecológica que
logre religar todas las experiencias del ser humano con la creación y posibilite una
nueva alianza con lo creado y el Creador, el aporte que hace la teología se fundamenta
en una cristología cósmica que confronta la figura de Cristo, el Salvador, con una
naturaleza que está siendo empujada hacia la decadencia por los mismos seres
humanos, posibilitando caminos concretos de redención para los hombres y, a su vez,
salidas a la problemática ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción.
139
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