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RAE

1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN TEOLOGÍA.
2. TITULO: Incidencia de los desafíos ecológicos en el quehacer teológico en la sociedad contemporánea.
3. AUTOR: Mauricio Villa Gómez
4. LUGAR: Bogotá, D.C.
5. FECHA: febrero de 2011.
6. PALABRAS CLAVE: Creación, ecología, teología de la creación, ser humano, pecado ecológico, Cristo cósmico,
nueva creación,
7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Esta investigación es el resultado del interés personal por hacer un
reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de
manera ciega, sino con conocimiento de por qué es obra de Dios y por qué es urgente su recuperación, protección y
constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática ambiental actual a la luz de la teología. Se
desarrolla en tres momentos en los cuales se aborda lo referente a la teología de la creación, como fundamento de la
investigación, la problemática ecológica actual y finalmente las posibles estrategias para contribuir a la solución de
dicha problemática.
8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teología, biblia y educación.
9. FUENTES CONSULTADAS: A.A V.V. “Ecoteología. Nuevas cuestiones y debates”, Revista Internacional de
Teología Concilium 331 (2009): 485. Teología de la ecología. Bogotá: San Pablo, 1995. Armendáriz, Luis María.
Hombre y mundo a la luz del Creador. Madrid: Cristiandad, 2001. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas
clave de antropología teológica. Madrid: san Pablo, 1996. Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998.
Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 3ª ed, 2002. La dignidad de la tierra.
Madrid: Trotta, 2000. La opción-tierra. Santander: Sal Terrae, 2008). Boné, Édouard. ¿Es Dios una hipótesis inútil?
Bilbao: Sal Terrae, 2000. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. Bilbao: Sal Terrae, 1990.
Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en:
Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Concilio Vaticano II. Constitución
Pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Madrid: BAC, 1993. Gafo, Javier. 10 palabras clave
en Bioética. Estella: Verbo Divino. 1998. Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en
esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy
bien. Barcelona: Herder, 2009. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. Estella: Verbo Divino, 1993.
Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana. Bogotá:
PUJ, 2010.
10. CONTENIDOS: Esta investigación busca despejar el siguiente problema: ¿qué estrategias teológicas y
pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad en general y también en la realidad
colombiana el sentido por el cuidado y preservación del medio ambiente? Este problema se aborda a partir de tres
grandes etapas. En la primera fase del proyecto, se analiza, entre otros aspectos la teología de la creación,
abordando la creación como una obra de Dios, la relación existente entre Dios y los seres humanos, el papel que
desempeña el hombre en la creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra
creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la realidad creada. Luego, en la
segunda fase, se identifican y describen todos los elementos más graves y de urgente solución que confluyen en la
configuración del pecado ecológico y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría del
Cristo cósmico. Posteriormente, se proponen estrategias metodológicas y principios de acción teológica-pastoral que
iluminan, desde una visión teológica y cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad
y concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana.
11.METODOLOGIA: Es una investigación desarrollada desde un enfoque inductivo y en la cual se consultaron
diversas fuentes bibliografícas. Esta información luego fue analizada, clasificada y reinterpretada a través de un
trabajo hermenéutico, a través del cual se determinó la influencia e importancia del saber teológico en la urgente
lucha contra el desastre y la crisis ecológica que enfrenta la humanidad, para que tanto el teólogo como todo
cristiano pueda tener una visión más objetiva de esta realidad y pueda encontrar caminos de solución a tal
problemática, a la luz de los planteamientos teológicos abordados en la investigación.
12. CONCLUSIONES: Con el desarrollo de esta investigación se elaboró un documento que da cuenta de la
importancia de la teología de la creación, la cristología y la ecoteología, como fundamentos teológicos relevantes
para la recuperación del sentido y la conciencia por el cuidado y preservación del medio ambiente. También se
convierte en un instrumento útil para despertar el interés por adentrarse en el conocimiento de toda la problemática
que se ha tejido en torno a la crisis ecológica que enfrenta el planeta, y la posición que asume el quehacer teológico
de cara a esta realidad.Finalmente, la investigación no pretendió dar por terminada la discusión sobre el tema ni
mucho menos cerrar una línea de investigación, todo lo contrario, pretendió abrir nuevos espacios de reflexión e
investigación, proponiendo nuevos caminos de análisis sobre la importancia que tiene hoy más que nunca,
profundizar en el tema, iluminando esta labor desde la reflexión y el quehacer teológico.

1
INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

MAURICIO VILLA GÓMEZ

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA


FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2011

2
INCIDENCIA DE LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

MAURICIO VILLA GÓMEZ

Trabajo para obtener el título de Licenciado en Teología

Director disciplinar

MARTÍN BELLEROSE
Doctor en teología

Director metodológico

JOSÉ FERNANDO RUBIO


Magister en Patrología

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA


FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2011

3
Nota de aceptación:
_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

_________________________________________

__________________________

Firma del presidente del jurado

__________________________
Firma del jurado

__________________________
Firma del jurado

Bogotá, 09 de abril de 2011

4
DEDICO A:

Mi familia, mis amigos y a todos aquellos que han sido apoyo y luz en mi formación
humana y espiritual.

5
AGRADECIMIENTOS

A Dios Creador; dueño de la vida y de la historia humana y cósmica, que con su ciencia
y sabiduría ha iluminado y orientado mi caminar a lo largo de la vida.

A la Orden de Agustinos Recoletos; por la educación recibida en las diversas etapas de


formación humana, académica y espiritual.

A los docentes y directores de esta investigación; quienes con sus orientaciones,


contribuciones metodológicas y disciplinares, su conocimiento y experiencia académica,
hicieron posible la realización de la presente investigación.

A mis hermanos y familiares; por su apoyo y fortaleza en el proceso formativo y a todas


aquellas personas que con sus aportes colaboraron para la culminación de este trabajo.

6
CONTENIDO

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………….10

1 TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: LA CREACIÓN ES OBRA DE DIOS……………..15

1.1 Una mirada hacia la teología de la creación…………………………………………...19

1.1.1 La creación es acción propia de Dios por su palabra: Gn 1,1–2,4a………………21

1.1.2 La relación Dios–hombre–mundo: Gn 2, 4b–25…………………………………….26

1.1.3 La creación continua: creación abierta a la evolución y trascendencia………….32

1.1.4 La nueva creación en Cristo…………………………………………………………..35

1.2 El papel del ser humano en la creación: su responsabilidad frente al gobierno y

conservación del mundo…………………………………………………………………..37

1.2.1 El ser humano es co–creador del mundo: ser creado y creador………………….40

1.2.2 Contribución del ser humano a la renovación del mundo………………………….44

1.3 El gran atentado contra la creación: el pecado………………………………………...47

1.3.1 Perspectiva bíblica sobre la presencia del mal y el pecado en la creación……...49

1.3.2 La caída de la naturaleza creada a causa del pecado del hombre……………….53

7
2 EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE EL

“CRISTO CÓSMICO”…............................................................................................57

2.1 La creación es una realidad amenazada……………………………………………….62

2.1.1 El pecado ecológico: Pérdida de la religación del hombre con el mundo

creado……………………………………………………………………………………68

2.1.2 El ser humano, responsable del pecado ecológico………………………………...71

2.1.3 El verdadero progreso ha de apuntar a la transformación del mundo……………72

2.2 Creación y salvación en Cristo: Teoría del Cristo cósmico………………………..76

2.2.1 La renovación y fortificación de la creación en Jesucristo…………………………79

2.2.2 Cristo, fuerza motriz y espiritual de la creación……………………………………..82

2.2.3 La resurrección en Cristo: Una revolución de la evolución………………………..85

2.2.4 La plenitud y comunión universal en Cristo Jesús………………………………….89

3. PERSPECTIVAS Y ESTRATEGIAS PASTORALES: HACIA LA PRAXIS DE UNA

ESPIRITUALIDAD MÁS ECOLÓGICA……………………………………………...94

3.1 Aportes de la reflexión teológica frente al desastre ecológico…………………….96

3.2 La necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y comunión......102

3.2.1 La recuperación de lo sagrado y crístico en el mundo……………………………104

8
3.2.2 La construcción de un nuevo orden ecológico…………………………………….107

3.2.3 Recuperación actual del lugar del hombre en la creación…………………….....112

3.3 Acercamiento global a la realidad ecológica colombiana………………………...113

3.3.1 Presencia e incidencia del pecado ecológico en Colombia……………………...118

3.3.1.1 Cambios climáticos………………………………………………………………….119

3.3.1.2 La contaminación ambiental……………………………………………................120

3.3.1.3 La pérdida de la capa de ozono…………………………………………..............120

3.3.1.4 La pérdida de la biodiversidad………………………………………………….....121

3.3.1.5 La contaminación del agua………………………………………………..............122

3.3.1.6 La degradación de los suelos……………………………………………..........122

3.3.1.7 Manejo de los residuos sólidos…………………………………………………….123

3.3.2 Edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica en Colombia:

Sugerencias prácticas para “reverdecer” las Iglesias………………………........124

4. CONCLUSIONES………………………………………………………………….........133

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….140

9
INTRODUCCIÓN

La sociedad y el mundo actual observan hoy en día con mayor preocupación cómo el
planeta y todos sus ecosistemas se van destruyendo por múltiples factores humanos,
entre los cuales están el científico, tecnológico, económico, demográfico e incluso
político, que si bien en sí mismos no se pueden considerar como factores negativos, en
gran medida sí han contribuido al deterioro ambiental por acción o por omisión en sus
mecanismos de producción. Así pues, la interacción de dichos factores ha conducido a
ver la naturaleza como el espacio al cual el hombre explota, y al que cada vez más
atropella sin medir sus consecuencias, situación ante la cual lamentablemente muchos
sectores de la sociedad aún parecen indiferentes. De esta manera, el ser humano se ha
ubicado al margen de la integridad del medio ambiente en el cual está inserto y
depende para su supervivencia.

Por otra parte, el problema ambiental que enfrenta el mundo entero es consecuencia de
la negligencia del hombre mismo, por la falta de la conciencia sobre la conservación del
medio ambiente y su papel responsable en la administración de la creación que le fue
confiada. Esta realidad se conoce hoy en día como pecado ecológico, porque es una
transgresión que el ser humano comete contra el medio que le posibilita su existencia
natural. No obstante, esta misma realidad lo ha motivado en las últimas décadas a mirar
con mayor preocupación el desastre ambiental generado en el planeta, entre otros
factores, por el uso inadecuado de los recursos naturales y la utilización de tecnologías
y avances científicos, que si bien esto último ha contribuido al progreso, desarrollo y
evolución de la humanidad, también es causante del desorden que enfrenta la
naturaleza. Como resultado, la sociedad vive una dinámica ecológicamente destructiva
de enormes proporciones, por ello, tanto grupos de científicos, ambientalistas, así como
personas y entidades en pro de la ecología, y en las últimas décadas teólogos y la
iglesia misma, apelan a que ya es tiempo de reducir y detener el daño. Además es
necesario que todos los hombres, que viven en un grado de olvido con el resto del

10
mundo natural, tomen conciencia de que la tierra es su espacio vital, privilegiado y
sagrado de la revelación divina.

En la actualidad, la teología está tomando parte en el debate sobre el problema


ecológico que enfrenta el mundo, volviendo de nuevo su mirada al reconocimiento de la
creación como obra de Dios; creación que fue dada al hombre para regirla y no para
hacer usufructo de ella. Por ello pretende, entre otros objetivos, recuperar la conciencia
sobre el cuidado y protección del planeta, como un don de Dios y como el lugar sagrado
donde Dios se revela al hombre en la persona de su Hijo. Si bien es cierto que desde la
ecología y la ciencia se está haciendo una tarea importante y valiosa, es pertinente
también considerar el papel que puede desempeñar la teología en esta labor de
concientización, pues aunque el hombre está contemplando muchos factores sociales,
biológicos, económicos y científicos para esta recuperación, la incidencia de la teología
y toda su investigación respecto al tema que se viene tratando, no parece ejercer o
tener mucha influencia en la praxis de la recuperación del sentido ecológico, que poco a
poco se ha ido perdiendo en medio de la actual sociedad laica y global. No obstante,
aunque la ciencia y la teología ya se hayan pronunciado al mundo en referencia al
problema ecológico y todas sus manifestaciones, se puede constatar cómo aún no se
percibe en la gran mayoría de personas una clara conciencia social y cristiana de ello;
todo esto hace pensar que la sociedad en que vive inserto el ser humano es indiferente
a esta situación. Una mirada atenta a esta realidad permite ver que si bien se ha
hablado y escrito del tema, lo que tal vez se ha hecho, en la práctica no ha tenido
impacto y relevancia, por ello se hace necesario volver la mirada sobre el asunto.

Este trabajo de grado con miras a obtener la licenciatura en teología, se inscribe en la


línea investigativa correspondiente al tema “Teología, biblia y educación”, su enfoque
investigativo se desarrolla desde una perspectiva inductiva, en primera instancia, y
luego asume un enfoque hermenéutico; además es una investigación que nace de
interés personal por hacer un reconocimiento a la creación como obra de Dios que debe
ser amada y respetada por todos los hombres, pero no de manera ciega, sino con

11
conocimiento de porqué es obra de Dios y porque es urgente su recuperación,
protección y constante re-creación; tratando de iluminar y renovar la problemática
ambiental actual e intentando despejar el siguiente problema: si bien es pertinente
señalar que el hombre y la sociedad en general poco a poco están tomando conciencia
de la importancia de recuperar el medio ambiente en que viven, ¿qué estrategias
teológicas y pastorales se pueden proponer y potenciar para recuperar en la sociedad
en general y también en la realidad colombiana el sentido por el cuidado y preservación
del medio ambiente? Y ¿cómo puede incidir la teología en lo que respecta al desastre
ecológico, para que ésta sea más efectiva y pueda abrirse a una praxis pastoral?

En este orden de ideas, con esta investigación se quiere, a nivel general, definir
algunos principios y estrategias prácticas y efectivas por medio de las cuales se pueda
evidenciar la importancia del papel del ser humano como administrador y transformador
de la creación, para generar mejores avances en la calidad de vida y sustentabilidad del
planeta, ponderando la necesidad de recuperar el sentido por el cuidado y preservación
del medio ambiente en la sociedad, desde los fundamentos y contenidos teológicos
presentes en la teología de la creación, la ecoteología, la cristología cósmica, y algunos
escritos pastorales referentes al tema. Para lograr este cometido, entre otros aspectos,
se abordará la reflexión teológico-bíblica acerca de la creación para darle un
fundamento sólido a la investigación; despejar cuestiones como la identificación de las
propuestas y avances que ha realizado la teología en los últimos años, como
herramientas para enfrentar el desastre ecológico y su eficacia o ineficacia en los
distintos ámbitos de la sociedad; hacer hincapié en el papel del ser humano y su
responsabilidad como mediador indispensable en la obra creadora, para poder
interpretar correctamente su ser de co-creador y no como dominador y señor absoluto
de la misma; e identificar y describir, a grosso modo, las realidades más graves y
urgentes del desastre ecológico, tanto a nivel mundial como en Colombia, las cuales
atentan contra el objetivo y estabilidad de la creación.

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La investigación se articula básicamente en tres grandes etapas para darle una mejor
coherencia y estabilidad al trabajo en cuestión. Estas etapas pretenden dar cuenta del
objetivo propuesto como eje conductor en el proyecto. En la primera fase del proyecto,
correspondiente al primer capítulo del mismo, se analizará, entre otros aspectos la
teología de la creación, abordando la creación como una obra de Dios, la relación
existente entre Dios y los seres humanos, el papel que desempeña el hombre en la
creación, subrayando su responsabilidad como mediador indispensable en la obra
creadora, y la presencia del mal y del pecado como realidades que destruyen la
realidad creada. Para obtener este propósito, se realizará un acercamiento contextual a
algunos pasajes bíblicos, concretamente los primeros capítulos del Génesis que
abordan toda la trama de la creación, la irrupción del pecado y la responsabilidad del
hombre en la obra hecha por Dios, y algunos textos bíblicos del Nuevo Testamento
donde se desarrolla el tema de la nueva creación en Cristo. Además se tendrá en
cuenta el aporte de autores como Medard Kehl, Luis María Armendáriz, Juan Luis Ruiz
de la Peña, que desarrollan profundamente los contenidos de la teología de la creación.

Luego, en la segunda fase, apoyado en estudios sobre la ecoteología, la cristología


cósmica, y en autores como Jürgen Moltmann, Leonardo Boff entre otros autores;
haciendo una lectura atenta tanto de la realidad, así como de los contenidos
seleccionados, se identificará y describir todos los elementos más graves y de urgente
solución que confluyen en la configuración del pecado ecológico, es decir, de todas las
problemáticas que conforman la crisis ambiental que actualmente enfrenta el hombre en
el planeta, y cómo esta difícil realidad puede encontrar una salida viable desde la teoría
del Cristo cósmico.

Posteriormente, en la tercera etapa, que corresponde al tercer capítulo de la


investigación, de manera propositiva, se propondrán estrategias metodológicas y
principios de acción teológica-pastoral que iluminen, desde una visión teológica y
cristiana, los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y

13
concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. Para ello se analizarán
temáticas como la necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y
comunión, la construcción de un nuevo orden ecológico, la recuperación actual del
hombre en la creación y todo lo referente a la realidad ecológica del país, haciendo en
primera instancia una contextualización de la misma, de sus aspectos positivos y
negativos, para luego proponer algunos aspectos que ayuden a la edificación de una
pastoral más ecológica en el país.

Finalmente, a manera de conclusión, se presentarán los aportes que a nivel general


plantea la teología y que recoge esta investigación, como caminos de reflexión para la
edificación de una espiritualidad más ecológica, que conduzca a la recuperación de la
conciencia ecológica tanto en las distintas comunidades humanas a nivel mundial,
como también en el ámbito nacional, teniendo como base y telón de fondo la reflexión
en torno a la cristología cósmica.

14
1. TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN: LA CREACIÓN ES OBRA DE DIOS.

¿Cuándo empezó a figurar el Invisible (Dios) entre las realidades evidentes del mundo y
del hombre y su Nombre junto a los otros dos? […], bajo una u otra denominación (lo
divino, lo santo, lo totalmente otro, el misterio, el „sin nombre‟…), estaba ya de antemano
haciendo del mundo una realidad a la vez patente y enigmática y despertando en el
hombre sentimientos peculiares de pasmo, veneración, „fascinación y estremecimiento‟ y
1
preguntas subsiguientes del origen y sentido de todo .

Según esta afirmación de Luis María Armendáriz, es evidente que desde la antigüedad,
en todo el proceso evolutivo del ser humano y el universo, el cual ha sido reconocido
tanto por la ciencia como por la teología sin ser en ningún momento antagónicos su
postulados, gracias a los avances realizados por el evolucionismo de Teilhard de
Chardin y la Encíclica Humani Generis2, entre otros, el hombre se ha cuestionando y ha
venido tomando conciencia de la realidad que lo rodea. Así, el ser humano se ve
involucrado en una doble dinámica, es decir, por un lado está inmerso en la finitud,
limitación y contingencia de la condición humana que lo envuelve e identifica por
naturaleza, la cual lo convierte en un ser que ante la magnitud de la realidad que supera
todas sus capacidades físicas y cognoscitivas como lo es la creación y las fuerzas que
en ella operan, reconoce sus límites creaturales y está siempre supeditado a un fin
material.

Pero desde otra perspectiva, frente a la realidad compleja del universo que lo circunda y
por la capacidad racional que posee y que lo diferencia de las demás creaturas, el
hombre siempre ha evidenciado una inquietud constante por conocer el origen de todo
lo que tiene frente a sí; aspecto que lo hace un ser trascendente y siempre en
proyección hacia un fin. Es un ser que, aunque limitado, no se detiene ante lo
desconocido, todo lo contrario, la curiosidad, que le es innata, lo lleva a elaborar miles
de cuestionamientos frente a la realidad externa y de cara a su propia realidad, a
preguntarse sobre el origen del mundo y su causalidad, sobre su propio origen, sobre
todos los fenómenos que percibe, sobre su finalidad, etc.

1
Armendáriz, Luis María. Hombre y mundo a la luz del Creador. (Madrid: Cristiandad, 2001), p. 27.
2
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. El misterio del hombre. (Barcelona: Herder, 1997), p. 21.

15
En este proceso de reflexión el hombre empieza a enfrentarse con muchas
posibilidades sobre quién o qué es el autor de todo lo que existe, pues indistintamente
de saber aún cuál es la causa primera de todo lo que lo rodea, la reflexión que hace lo
va llevando a descubrir que tal obra ha de ser causa de una realidad diferente,
poderosa y muy superior que lo excede y supera en todo, la cual le ha dado orden y
sentido a la materia y paulatinamente a las creaturas existentes. Pero también
descubre que la capacidad racional que posee no le es suficiente para explicar esa
Presencia inquietante de un ser superior a él y que le resulta imposible comprender y
definir.

Por ello el hombre, a lo largo de la historia, ha acudido a diversas mitologías e himnos


para tratar de explicar por esta vía las interpretaciones religiosas del universo y todo lo
que no puede entender por la razón acerca del ente creador de todo; estructuras que
con el paso del tiempo se fueron transformando en cosmovisiones religiosas más
elaboradas para dar razón de la existencia del mundo.

En este orden de ideas, la fe de Israel en ningún momento fue ajena a esta manera de
concebir la realidad; antes, durante y después del exilio, ya compartía muchas de las
concepciones de su entorno histórico – religioso. Entre las concepciones más
conocidas figuran la tradición religiosa de Canaán como la más influyente, por ser el
entorno más cercano y destacado en la sistematización de la fe israelita en la creación
en su forma primitiva, el mito egipcio del dios solar Ra, la epopeya de Atra hasis, el mito
de Enuma Elis, la epopeya de Gilgamesh entre otros escritos3, los cuales han sido la
base para la posterior construcción del pensamiento religioso monoteísta del pueblo de
Israel sobre la creación del mundo, básicamente contenido en el libro del Génesis.

Se hace manifiesto en este punto, como en casi todas las culturas, la concepción de
una creación divina del mundo y del género humano, a través de todos estos relatos
creacionistas con los cuales Israel tuvo contacto desde el inicio mismo de su historia.
Su fe en Yahvé tuvo que sufrir un largo proceso de enfrentamiento con los mitos de

3
Cf. Kehl, Medard. Contempló Dios toda su obra y estaba muy bien. (Barcelona: Herder, 2009), p. 157.

16
pueblos vecinos y construir su propia historia a partir de la recepción y trasmisión de
creencias y concepciones que de alguna manera armonizaban con su propia
experiencia de fe, pero que en muchas ocasiones eran totalmente contrarias4, ya que
poco a poco fue presentando rasgos desmitologizantes concretos en una teología más
elaborada. Entre estos rasgos están el monoteísmo, que superó la simple monolatría
(adorar un solo dios de entre varios existentes), la benevolencia desinteresada y
generosa del creador, en contra de concepciones en las cuales la creación nace de una
necesidad de los dioses de sentirse alabados y necesitados de satisfacer necesidades,
entre otros más5.

De esta manera el panorama para el ser humano se ha ido ampliando poco a poco,
dificultando la comprensión del misterio de la creación, llegando este sólo a franquear
los límites que le impiden comprender cómo todo lo que existe tiene un origen en un ser
superior, al cual las diferentes culturas y civilizaciones le han atribuido un nombre
diverso, pero concuerdan en que es el principio original de todo.

Ahora, para la teología de la creación, apartado de la teología que trata de explicar,


entre otros aspectos, lo que es Dios, lo que es el hombre y lo que es el mundo
buscando establecer una sistematización teológica de la doctrina creacionista; el
acontecimiento de la creación con todas sus implicaciones se impone para el hombre,
en cuanto que ya no sólo se trata de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el
cosmos y se ha dado la irrupción del ser humano en la historia, sino que va más allá,
tratando de descubrir cuál es el sentido y finalidad de este origen; y así mismo señalar
el valor que tiene para el hombre moderno comprender que la obra creada es acción de
un ser trascendente, inteligente y bueno, como expresión y manifestación del amor de
Dios, de un amor que se convierte en anticipo de la realidad sobrenatural que le fue
dada al hombre ya en los orígenes del mundo6.

4
Cf. Ibíd. p. 158.
5
Cf. Ibíd. p. 167 - 168.
6
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 24.

17
Desde la comprensión cristiana, la concepción que se posee es que la creación del
mundo y del hombre por acción de Dios es el primer episodio o acontecimiento de la
historia, como el resultado libre no solamente de la omnipotencia divina, sino también
como expresión superabundante del amor Trinitario y la primera obra ad extra de Dios y
todo su actuar, que vendrá a desplegar pródigamente en su relación intima y personal
con el hombre a lo largo de toda la historia de la salvación. Pero desde una visión más
universal e interdisciplinar no se podría afirmar categóricamente que la historia
comenzó con la creación, ya que incluso si se lee atentamente el primer relato del
Génesis 1, 1-2 ya había una materia informe existente, lo cual da a entender la
existencia de una pre-historia, además de las diversas cosmovisiones aportadas por la
ciencia acerca del origen del universo, las cuales reconocen que antes del origen ya
existía una materia, y de otro lado, el pensamiento sociológico para quien la historia que
se conoce como tal, estuvo precedida por un periodo prehistórico, afirmando que la
historia surge como una reflexión posterior de tal período anterior.

Al hablar del mundo como creación de Dios se entiende esto anterior como todo lo que
existe fuera de Dios, como algo distinto en todo pero realmente existente; cosmovisión
que debe abarcar el pensamiento evolutivo actualmente vigente y su postura que
señala la pluralidad de las creaturas no como elementos ya acabados en su ser
respectivo desde sus comienzos, sino como seres que se van perfeccionando en un
proceso continuo de creación. Pero más allá de la productio ex nihilo que sostiene la
teología y la cosmovisión evolutiva de la ciencia, existe otra modalidad de creación que
está a la base de cualquiera de las cosmovisiones planteadas. Esta modalidad es la
comprensión de la creación como “acción exclusiva y absolutamente divina para dar el
ser a las cosas”7 independientemente si éstas han surgido de la nada y han padecido
un proceso evolutivo.

Consecuentemente, para esta nueva manera de abordar la creación, allí donde ha


surgido algo nuevo y cualitativamente diverso, se da la creación de algo que excede
toda la capacidad operativa de todo lo existente, y por lo tanto exige la comprensión de

7
Ruiz de la Peña, Juan L. Teología de la creación. (Bilbao: Sal Terrae, 5ª ed, 1998), p. 120.

18
otro factor causal, es decir, la acción creadora de Dios. Esta acción es de orden
trascendente y opera profundamente dentro de la causalidad de lo creado para
informarlo, potenciarlo y hacer que traspase sus propios límites, proceso que se efectúa
por medio del concurso divino y es allí donde está la novedad de la creación como obra
de Dios8. Este aspecto equivaldría a la evolución de la cual informa la investigación
científica. De esta manera, la acción de Dios en la creación no se queda sólo en dar
origen a todo lo que existe, es además la acción que mueve todo hacia adelante y que
suscita en la creación una dinámica de autotrascendimiento.

En definitiva, en el acto creador de Dios, Él se está dando a sí mismo en su obra, quiere


comunicarse para que le hombre le conozca, ya que su actuar en la historia no consiste
en un monólogo que realice para sí mismo, sino en un prolongado diálogo que entabla
no sólo con el hombre sino con toda la creación. Dios no se encuentra solo frente al
mundo que ha creado ni independiente de él, todo lo contrario, se ha introducido
profundamente dentro de éste y le ha dado curso y horizonte a toda la realidad y a la
historia del cosmos como puede verse en Gn 2, 1-3, en donde ya la respuesta a la
inquietud sobre quién o qué es lo que crea no es el resultado de un mito, sino la
verdadera causa rectora y creadora de todo lo que existe, dejando ver claros vestigios
de su presencia amorosa en todo lo creado para que el hombre constantemente le
descubra9.

1.1 Una mirada hacia la teología de la creación.

La idea de la creación en la mentalidad del pueblo de Israel no es, como se piensa


cronológicamente, una concepción que le fuera inherente a su identidad como pueblo,
ya que el pueblo judío no se enfrentó desde sus orígenes con el problema de Dios
como creador del mundo10. En el pueblo elegido latía la experiencia, creadora de
identidad, del Dios Yahvé que en la historia elige una nación, es protector de sus

8
Ibídem.
9
Ranher, Karl. Dios, amor que desciende. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 20
10
Cf. kehl, Medard. Op. Cit. p.157.

19
intereses, es un guerrero que lo libera de la esclavitud de un pueblo opresor, que lucha
por ellos y con ellos en muchas batallas contra otros pueblos que pretenden
esclavizarlos de nuevo y robarles su identidad y que les promete una tierra propia para
su establecimiento y consolidación como nación. Pero en ningún momento la
mentalidad judía lo concibió como el agente creador de todo lo que existía, porque en
medio de sus avatares históricos, concebir a Dios de esta manera no era una exigencia.

Sólo hasta que Israel entabla una alianza con Dios, tiene que pasar por muchas
pruebas y dificultades de toda índole, nuevamente es puesto cautivo y después de
mucho tiempo regresa del destierro y toma por fin posesión de la tierra, se establece
como pueblo y comienza una nueva relación de dominio y dependencia de la tierra y de
toda la naturaleza, es que comienza a reflexionar en ella como un don de Dios, como
un espacio creado por Yahvé para que el hombre pueda realizarse. Es así como desde
los acontecimientos históricos que tiene que vivir, es como descubre la actuación de
Dios, y básicamente, desde la perspectiva de la alianza se abre la posibilidad en el
pueblo para entender la creación11. A partir de este momento el Dios de Israel, que ha
estado presente como salvador en todo lo que acontece en el pueblo, empieza a ser
identificado con el único y todopoderoso creador del mundo y como la meta a la cual
debe tender el hombre en su proceso de realización y trascendencia.

En consecuencia, el problema de la creación, como se afirmó, no es una cuestión


original del pueblo judío sino más bien una verdad que va adquiriendo poco a poco por
medio de todas las experiencias que va viviendo en su consolidación como pueblo.
Cuando el pueblo comienza espontáneamente a preguntarse sobre cuál es su origen, el
origen del hombre como tal y de todo lo que existe, se encuentra con un material que
habla de la creación del ser humano y del mundo de otras civilizaciones y pueblos
vecinos, toma estos materiales pues le parecen valiosos e interesantes y elabora su
propia cosmovisión de la creación, dando lugar a la concepción monoteísta que se
concretiza mucho tiempo después en los relatos yahvista y sacerdotal del Génesis.

11
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 28.

20
Estos textos, relativamente tardíos y muy posteriores a otros pasajes bíblicos, dejan
muy en claro por su cronología que la cuestión de la creación no formaba parte de la fe
y la mentalidad de Israel, tanto más cuanto que los credos más antiguos que se
conocen, como por ejemplo Dt 26,5ss, muestran solamente las acciones salvíficas de
Yahvé a favor del pueblo, y no empiezan como el credo actual, por la fe en el Creador 12.

No obstante, esta aclaración sobre el origen de la cosmovisión religiosa referente a la


creación en el pueblo de Israel desde el punto de vista histórico, no pretende desmentir
ni quitar el valor de la fe en los textos que presenta la sagrada Escritura, dado que han
sido escritos y dispuestos literariamente con una finalidad religiosa y pastoral
determinada, además de la riqueza teológica que se puede extractar. Por ello es
importante abordar los dos relatos bíblicos que refieren el acontecimiento de la
creación, para vislumbrar en ellos cómo la creación parte de la iniciativa de Dios, cómo
Él se revela y comunica a través de su obra por la palabra, y le da un lugar de
precedencia al hombre en la creación como el gobernador de todo lo existente.

Al proponer la doctrina de la creación del mundo y del ser humano, los autores
sagrados, y particularmente el del texto sacerdotal, desean comunicar y preservar un
misterio que no es accesible a la racionalidad humana. De ello se desprende la idea
que la fe en el Dios Creador, tal como la presenta la Sagrada Escritura, no impone una
determinada imagen física o científica del mundo, porque su intencionalidad es ante
todo teológica y soteriológica y escatológica13.

1.1.1 La creación es acción propia de Dios por su palabra: Gn 1,1–2,4a

Desde los textos del Antiguo Testamento, más específicamente en el libro del Génesis,
se presenta una clara visión de la acción de Dios. A dios se le muestra revelándose por
la palabra como el Creador absoluto de todo lo que existe en el cielo y en la tierra, y a
su vez presenta la creación como el principal instrumento de mediación para la

12
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 28.
13
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 56.

21
revelación y comunicación con el género humano; un lugar privilegiado de interrelación
entre Dios que crea y se revela en lo que hace, el cosmos como la carta de
presentación de Dios y el hombre a quien le habla.

El texto fundamental veterotestamentario sobre la creación es Gn 1,1–2,4a; relato


creacional del origen del mundo y del hombre más conocido y el que más directa,
solemne y sistemáticamente presenta el origen del mundo y del ser humano. Este texto,
como todos los que contiene la Sagrada Escritura, tuvo su origen primero en las
tradiciones orales. Literariamente pertenece a la tradición sacerdotal (P),
aproximadamente de finales del siglo VI a. C, lo cual da a entender que es un texto muy
tardío con relación a la tradición del pueblo de Israel y la única cosmogonía bíblica
colocada al principio de la biblia. Es importante tener presente que este texto no
pretende decir cómo fue creado el mundo desde la perspectiva científica, sino que se
trata más bien de una reflexión-revelación religiosa en torno al actuar de Dios como
creador del mundo que se revela al hombre de forma poderosa, síntesis de toda la
teología de este pasaje bíblico.

Este primer relato de la creación, deja entrever a primera vista una finalidad de carácter
teológico concreta, consistente en la descripción de los orígenes del cielo, la tierra y
todos los demás seres existentes según un plan establecido por el Creador, el cual es
semejante a la semana israelita. En este texto no se hace alusión de la creación como
una acción de la nada, porque refiere la existencia de una materia caótica y confusa
(tierra, agua, oscuridad) antes de dar paso al actuar de Dios. Pero sí queda claro que
todo viene a la existencia por orden de Elohim y todo es creado según un orden
ascendente de dignidad. Así pues, Elohim es anterior a toda la creación, y todos los
demás seres han recibido de Él el don de la existencia. Otro aspecto de orden teológico
importante, antes de adentrar la reflexión en la palabra como acto creador, es la
creación del hombre y la mujer a imagen de Dios. El ser humano, macho y hembra,
como los refiere el texto, fueron creados de la misma manera (a diferencia del segundo

22
relato del capítulo 2), se hallan en el centro de la obra creada y han recibido por
voluntad de Dios el dominio sobre los otros seres vivientes14.

En este relato se encuentra toda una enseñanza de carácter teológico que se


caracteriza por las siguientes particularidades:

a) El origen de todas las cosas en Dios con un orden predeterminado, es decir,


es Dios el único que crea, todo proviene de Él, el hombre no es asumido
como colaborador o co-creador, la creación ya esta predeterminada y es
inmodificable, en tanto que toda ella es perfecta.

b) El Creador coexiste con la materia primera del cosmos y lleva un tranquilo


control sobre toda la obra. Acá se percibe una fuerte tendencia a la
conservación de todo sin dar posibilidades a la creatividad. Dios ya ha hecho
todo el trabajo.

c) Aunque el pasaje bíblico es de carácter antropocéntrico, donde se muestra al


ser humano como el centro de la creación ejerciendo su soberanía sobre ella,
sin embargo, seguramente no era la intención establecer un dominio
explotador o destructivo sobre la Tierra. A la humanidad no se le otorgó la
propiedad o posesión de la Tierra, porque ésta sigue siendo de Dios, Él es el
único que la posee como propia; los seres humanos, por su parte, sólo gozan
de su beneficio, no tienen parte como co-creadores, no están destinados a
transformar y hacer producir la creación, ya que ella les provee todo lo
necesario para vivir.

d) En el relato, al término de cada jornada, la labor de Dios es bendecida y


considerada toda ella como buena y perfecta en sí misma, lo cual da a
entender la exclusión total de la realidad del pecado, mostrando con ello que
este tema es una reflexión posterior y más elaborada de acuerdo a la
experiencia personal y comunitaria del pueblo hebreo.

14
Cf. Biblia de Jerusalén. Comentario al Génesis 1,1 – 2,4. (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998), p. 13.

23
e) La humanidad se distingue de los animales por haber sido creada a imagen y
semejanza del Creador, condición que le otorga al hombre un lugar
preponderante sobre todo.

f) El relato se enmarca en un orden cronológico y conserva un estilo particular


que refleja el carácter fundante de los demás relatos de otras civilizaciones,
en donde el ser humano estaba destinado a adorar y alabar al Creador por
todo lo que había hecho, la creación ya estaba hecha, acabada,
inmodificable, excluyendo el concurso del hombre y su papel transformador y
co-creador.

Pasando a otro aspecto, la acción propia que distingue a Dios en este primer relato
creacionista es el acto de crear y se manifiesta a través de la palabra; de una palabra
que contiene fuerza creadora, vivificante, una palabra que bendice a todo lo que crea;
bendición que comunica algo de su mismo ser a las criaturas y a las cosas creadas,
quedando todo articulado en el plan salvífico de Dios, el cual convierte al ser humano
en garante y administrador de toda la creación.

La acción creadora de Dios, como ya se ha dicho líneas arriba, se identifica


profundamente con la palabra; es a través de la palabra como Dios va creando todas
las cosas y las va disponiendo en un orden eterno que rompe totalmente el caos que
hasta ese momento era predominante. La palabra de Dios que ordena con fuerza y
poder, demostrando su soberanía y señorío sobre todas las criaturas es la que llama
todas las cosas al ser, por ello la palabra creadora es una palabra eficaz que causa lo
que dice, sólo con pronunciarla origina la realidad, todo acontecimiento acaecido tiene
su origen y fundamento en la palabra imperativa de Dios15. Así la palabra se convierte
en mediadora entre el Creador y la criatura, por ello en este relato sacerdotal la
principal acción recae en Dios.

Esta acción creadora por la palabra está acompañada por otras acciones que hacen
realidad lo dicho, estas son: la acción ejecutiva, expresada en la división de elementos

15
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 189.

24
y la producción de lo que no existía; la comprobación de lo acontecido y la aprobación y
el gozo por todo lo creado16.

Además, el relato revela el sentido que poseen en sí todas las cosas creadas y deja
entrever un ordenamiento espaciotemporal de la creación, que va desde el caos
primigenio existente hasta la total armonización de todos los elementos y criaturas
concebidas que culmina con la creación del ser humano. Sucintamente la secuencia
que presenta el relato es la siguiente, la cual se articula en siete momentos que no
tienen que ver necesariamente con el orden de la creación que presenta el relato:

a) Sumario de la creación presentado por el autor sagrado (verso 1)

b) El caos primordial reinante y la presencia de Espíritu (verso 2)

c) Separación temporal de la luz y las tinieblas en noche y día (versos 3 – 4)

d) Separación espacial: tierra, aire, agua (versos 5 – 10)

e) Acción creadora y generadora de vida: vegetación, creación de los astros,


animales marinos y terrestres (versos 11 - 25)

f) Creación del ser humano, su papel y responsabilidad en el gobierno de todo lo


creado17 (versos 26 - 31)

g)
Conclusión y alusión al Sabbat (2, 1 - 4)18

En conclusión, en relación con el texto sacerdotal, es importante resaltar cómo toda la


acción creadora de Dios por medio de la palabra deja entrever un aspecto de
importancia capital en el relato genesíaco, y es precisamente el fuerte carácter
teocéntrico que presenta de principio a fin, es decir, en toda la creación nada se ha
hecho que no sea por voluntad e iniciativa de Dios, Él, por su poder omnipotente
manifestado en la fuerza de su palabra creadora es quien ha hecho la tierra habitable,
16
Cf. Ibíd. p.180.
17
Este elemento de la creación presente en Gn 1, 26 – 29 se dejará solamente enunciado en este apartado, porque se
profundizará posteriormente en el apartado “El papel del ser humano en la creación”.
18
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 33 – 37.

25
la vida posible y es quien la sostiene, dirige y gobierna . Si la quitara nuevamente,
significaría el regreso de la oscuridad, del caos y de muerte19.

1.1.2 La relación Dios–hombre–mundo: Gn 2, 4b–25

La acción creadora de Dios no está desligada del mundo ni del ser humano, pues éste
último, en el discurso teológico sobre la creación y su protagonismo en la misma, se le
reconoce como co–creador, es decir, transformador, colaborador y productor en la obra
creada, pero para no hacer una digresión al tema que ahora concierne, esta cuestión
del hombre como co–creador se analizará, en breve, en líneas siguientes, pero
detalladamente en un apartado más adelante.

Para el hombre siempre será un misterio tratar de abarcar con su conocimiento finito
todo lo que es Dios, porque desborda toda su capacidad intelectiva, pero hace grandes
esfuerzos por conocerlo y entablar una relación más directa y estrecha con Él, lo cual
se puede evidenciar a lo largo de toda la historia, de modo que entre Dios y el hombre
siempre ha existido un lazo de unión y relación; lazo que se hace claro y evidente en la
creación misma, ya que en ella el hombre encuentra vestigios de Dios y, a su vez, de
ella se vale Dios para revelarse al hombre saliendo de sí mismo y asumiendo el mundo
en su propia vida20.

El relato de Gn 2, 4b–25 se atribuye a la tradición yahvista (J) y es mucho más tardío


que el de la tradición sacerdotal, pues data aproximadamente de unos tres siglos antes
que el “P”, por lo que se le considera el más antiguo relato creacionista plasmado en las
Sagrada Escritura. Este pasaje bíblico merece especial atención dado que narra con
detalle cómo se dio la creación del varón y de la mujer y presenta al ser humano como
un proyecto de armonía encuadrado en el plan de Dios, pero paralelamente muestra la

19
Cf. Ibíd. p. 38.
20
Cf. Ranher, Karl. Op. Cit. p. 21.

26
irrupción del pecado21. En él surge una relación que no es exclusiva del hombre con el
Creador sino que se hace extensiva también a toda la realidad creada.

En cuanto a la teología de este relato se encuentran los siguientes elementos


esenciales:

a) La condición de co–creador que Dios da al ser humano: El ser humano, partícipe


del ser de Dios, también se hace creador a la manera de artífice, quien al tomar
los elementos mismos de la creación, la transforma, hace producir y progresar,
no creando de la nada, sino desplegando lo ya creado con las potencialidades, la
creatividad y la genialidad con la cual Dios le ha dotado. Puede con razón
decirse que Dios continúa creando a través del hombre y éste crea y trasforma la
realidad gracias a las facultades que le vienen de Dios.

Así pues, salido de las manos de Dios, pero íntimamente ligado a Él por un
fuerte vínculo de comunión, el hombre inicia una aventura como trabajador y
trasformador en la obra creada. El trabajo no se considera como un castigo, sino
más bien participación de la acción creadora de Dios y debe ser desempeñado
con amor y creatividad conforme al plan establecido por Dios22.

b) La condición “imperfecta” de la creación: La creación, desde la perspectiva del


ser humano, se presenta como una realidad imperfecta e incompleta; ya que
según el relato, el hombre inicialmente no encuentra, de entre tantas criaturas,
una compañía adecuada para sí y por ello Dios crea a la mujer.

A diferencia del capítulo 1 del Génesis, donde hombre y mujer son creados en un
momento determinado y de la misma manera por el Creador, en este pasaje la
realidad de cada uno es distinta, y de alguna manera se percibe cierta
preponderancia y protagonismo del varón por encima de la mujer al ser éste
creado en primera instancia. Esta situación se viene a corroborar luego en el

21
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 32 - 33.
22
Cf. Berzosa, Raúl. Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica. (Madrid: san Pablo, 1996), p.
64.

27
episodio de la caída, cuando por el pecado la mujer tiene que someterse al varón
y toda la creación pasa de una perfección y libertad que le era intrínseca, a una
esclavitud e imperfección que la hacen vulnerable y corrupta23.

Desde otro punto de vista, la imperfección en el mundo por la caída,


paradójicamente conlleva un aspecto sumamente positivo y que cambia el curso
de todo; hace que la creación no sea otra cosa que la misma naturaleza in fieri,
es decir, en continuo devenir, un sistema abierto, que pasa de niveles menos
complejos a otros de mayor complejidad en busca de la perfección. La creación
del universo no es algo ya acabado de una vez por todas, un acontecimiento del
pasado, rotundamente perfecto y concluido para siempre. Por el contrario, a
partir de la caída se desencadenó un proceso siempre abierto que llevará una
trayectoria hacia formas cada vez más organizadas, sutiles y perfectibles. De
esta manera, la imperfección se convierte en un proceso de evolución siempre
abierto24

c) La irrupción del pecado (Gn 3, 1 – 20) en la vida del ser humano y, por ende, en
la creación: En el relato de la caída, que es continuación del pasaje de la
creación del autor yahvista, puede verse cómo irrumpe el pecado en la creación.
El texto viene a señalar que esta situación de decadencia, no se debe, como en
otros mitos sobre el origen, ni al caos primitivo, ni a la acción de Dios ya que no
es su obra, es decir, Dios no es autor del pecado porque dejaría de ser
bondadoso, pero tampoco rompe el curso de la creación erradicándolo de ella,
porque violaría la libertad que le es intrínseca a sí misma, sin que por ello deje
de ser Todopoderoso. Así, el único causante de la presencia del pecado y el mal
en el mundo es el hombre mismo por el mal uso que hace de la libertad que le
había sido dada, y quien al revelarse y desobedecer al plan de Dios, desfiguró el
mundo que Dios había creado bueno25.

23
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 303.
24
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. (Madrid: Trotta, 1996), p. 108.
25
Cf. Ibíd. p. 304.

28
A partir del capítulo tercero, el relato hace un giro sorprendente, ya que pasa de
la escena luminosa de armonía entre Dios que crea y el hombre como
colaborador de la creación por su acción transformadora, a un horizonte sombrío
y confuso. Cuando el hombre transgrede el proyecto divino pone en marcha su
proyecto, es decir, le arrebata a Dios sus prerrogativas de autor de la vida,
negándose a aceptar el sentido último que el Señor ha impreso en su ser y en
toda la existencia hacia la trascendencia y realización continua. Esta dinámica
desarticulada de Dios es consecuencia del pecado, ya que este, al ser un acto
de rebeldía no solo contra el Creador, sino también contra la creación, termina
por fracturar completamente la armonía existente26.

d) La responsabilidad de hombre: Fraccionada la armonía por causa del pecado, la


responsabilidad inicial del hombre como co-creador en la también obra del
mundo sufre grandes cambios, dado que si antes su responsabilidad giraba en
torno a hacer producir la tierra que le había sido dada, hacer de ella un lugar en
constante renovación y trasformación para su propio beneficio, imprimirle su
propio sello a lo creado; convirtiéndolo en un espacio para la creatividad, la
realización de todas las aspiraciones y el desarrollo y crecimiento continuo;
ahora la responsabilidad consistirá en asumir todas las consecuencias negativas
que brotan del mal y del pecado, asimilar su propia limitación; que antes había
sido aceptada con serenidad, ahora de una manera dramática, aceptar la
corrupción y la esclavitud a la cual ahora está sometido tanto él como toda la
creación.

Esta nueva responsabilidad se convierte en una carga pasada, ya que el ser


humano, al lograr ver la dramática situación en la que ha caído, se encuentra
dividido, ya no es capaz de aceptarse a sí mismo, quiere evadir las
consecuencias de sus propios actos y descargar sobre otros su propia
responsabilidad, la presencia del otro se convierte en conciencia de su propia
miseria y Dios se muda en una fuente de temor. La responsabilidad consistiría de

26
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 66.

29
ahora en adelante en tener que trabajar para poder sobrevivir, pero este trabajo
se torna alienante ya que la tierra ahora es estéril y se rebela contra él mismo,
quien de co-creador pasa a ser esclavo. Además, su labor consistirá en tratar de
transformar una realidad que se ha descompuesto, que se ha corrompido, que se
presenta como extraña, negativa, dañada, y tener que vivir en medio de la fatiga
y el dolor. En pocas palabras, hacerse responsable de la obra que el mismo
corrompió y de la cual es expulsado, para evidenciar el aislamiento y soledad
que tiene que empezar a vivir, alejado de Dios, de sí mismo y de todo lo demás
que existe27.

Respecto a otros asuntos, la tradición yahvista, y concretamente el relato yahvista de


los orígenes del mundo, tiene como propósito esencial mostrar el estado originario y
querido por Dios, en cuanto a las relaciones dadas entre el hombre (adam) y la tierra o
el mundo que lo rodea (adamah), expresado en los animales, las plantas, el suelo de
cultivo, y cómo el hombre pasa a ser el encargado de transformar la creación que la ha
sido dada y de cumplir con los propósitos de Dios, pero todo esto se ve truncado por la
realidad del pecado.

Este relato de la creación presenta la relación que se empieza a establecer entre Dios,
el ser humano, la naturaleza y todas las criaturas, pues a partir de la posible unión que
realiza el yahvista de dos tradiciones se muestra, en primera instancia, el relato de la
creación del hombre: Dios trae la vida a la tierra que hasta entonces era un lugar seco y
vacío; por medio del agua le infunde vida y prepara un terreno fértil para ser cultivado
por el ser humano. Luego procede a crear paso a paso al hombre: en primer lugar crea
a adam del barro de la tierra y con el soplo de su espíritu (ruáh) le infunde vida y le
encomienda la tierra como su espacio vital.

En seguida, procede a plantar un jardín (segunda tradición que integra el yahvista en el


relato) con todas las condiciones necesarias para que el hombre no pasara necesidad
alguna, continua formando de la tierra los animales y le encomienda al hombre la tarea

27
Cf. Ibíd. p. 68.

30
de asignarles un nombre y como un majestuoso colofón, concluye toda la obra con la
creación de la mujer, a partir de la propia naturaleza o condición humana del varón 28:
“21Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió.
22
Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé
Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn 2, 21–
22).

Desde este relato se deduce que el ser humano sólo puede alcanzar su auténtica
condición a partir de la alteridad, condición que vendrá a fundamentar más tarde la
consolidación del pueblo de Israel, primero como pareja en la que tanto el hombre como
la mujer se ordenan el uno para el otro, así como también en relación con el resto de la
creación porque sólo puede existir en un entramado global de referencias: “Le
pertenece al hombre el espacio vital (el jardín), los víveres (los frutos del jardín), la
ocupación y el trabajo (cultivar y conservar), la comunidad (hombre y mujer), y como
medio de esta última, el lenguaje, al que se alude cuando pone nombre a los
animales”29.

Precisamente, Dios en su acción de crear el mundo por amor marcó ciertos límites al
hombre por su condición misma de criatura, pero al mismo tiempo lo creó como un ser
portador de características únicas, irrepetibles e insustituibles como la conciencia, la
capacidad de expresarse manifestando sus ideas a través del lenguaje, le dio
conocimiento sobre sí mismo y su alrededor, lo cual le permite transformar la realidad,
lo dotó también de conocimiento de sus estados emocionales, tendencia a la
autorrealización y capacidad de elección.

Todas estas características con que fue enriquecido el ser humano tienen una finalidad:
le fueron dadas para regir y dominar la creación, transformarla y hacer de ella su
espacio vital. Así pues estas cualidades lo hacen único y lo diferencian del resto de
especies existentes en la creación, ya que puede no sólo relacionarse con el mundo

28
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 197.
29
Cf. Ibíd. p. 198.

31
que lo rodea, sino que por la capacidad intelectual y espiritual, puede relacionarse
también con Dios.

En estas alusiones al texto yahvista, la relación que surge entre el hombre y Dios es
una relación de imagen y semejanza, donde ser imagen de Dios no es un título que se
añada a la condición humana, sino lo más auténtico que puede poseer. Así como los
animales según su especie tienen a ésta como punto de referencia, el hombre, aunque
no es Dios si se define desde Él, pues a partir del momento mismo en que fue creado y
entró en diálogo con el mundo, también se entabló un dialogo y relación permanente
con su creador.

Todas las demás relaciones que articula con la creación no están al lado de la relación
con Dios, sino bajo ella. Este entramado de relaciones surgidas entre el género humano
y la realidad creada tienen lugar y sentido en la relación con Dios y de todas ellas el
hombre es responsable, en última instancia, ante Dios30. Finalmente, este capítulo del
génesis se resume en un eje central que sostiene toda su estructura: el hombre, como
sujeto creado para vivir en el mundo natural, no sólo se encuentra en un estado de
alteridad con Dios, sino también religado a la tierra por su condición natural.

1.1.3 La creación continua: creación abierta a la evolución y trascendencia

Podría llegar a pensarse que la creación, si se interpretara tal como la presentan los
textos veterotestamentarios señalados anteriormente, es un hecho puntual, acaecido y
concluido desde el principio, sin posibilidad de proyección y tensión hacia la
trascendencia. Si así fuese, la comprensión sobre la creación caería nuevamente en un
retroceso, ya que sólo sería una interpretación excesivamente antropológico–mitológica
que no da cabida a un avance en cuanto a su riqueza teológica en proyección hacia la
actualidad y novedad que presentan los textos bíblicos.

30
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 35 - 36.

32
Pero en realidad la comprensión de la creación difiere totalmente con la hipótesis antes
planteada, dado que Dios, en cuanto es el origen de todo el universo y de cuanto en él
se contiene o surge constantemente, en ningún momento pone fin a su acción
creadora, toda vez que el cosmos ha entrado en la dinámica de la existencia. Cuando el
Creador en su inescrutable designio toma la decisión libre de crear todo lo que existe,
mantiene también su fidelidad perpetuamente a la obra que le ha dado vida y continúa
siendo el fundamento permanente, el eje principal y el punto de referencia donde se
apoya todo lo que acontece y evoluciona en ella. Por ello la teología, apoyada en
diversos textos a lo largo de la Sagrada Escritura, sostiene que la creación nunca tuvo
lugar solamente al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda la
duración de éste; es la creación continua que mantiene al mundo siempre referido al
Creador, y mientras el mundo siga existiendo siempre habrá creación ya que el bará
(crear) del Génesis continúa conjugándose en presente.

Aunque la libertad es intrínseca a la creación cuando esta fue hecha, es evidente


también que sin Dios, y sin el ordenamiento que ejerce sobre el mundo y las criaturas,
el universo entero y todo lo que contiene estaría sin ningún fundamento sólido, nada
podría subsistir. Por ello esta situación de dependencia de la creación con respecto de
su Hacedor y su voluntad no debe ser entendida como algo negativo, restrictivo,
impositivo; todo lo contrario, debe comprenderse como un vínculo de unidad íntima con
Dios, como una sana dependencia de su Providencia, ya que en ningún momento pone
trabas a la condición de autonomía de la creación y su propia autoevolución, sino más
bien, se convierte justamente en la condición propicia que posibilita ambas cosas, es
decir, la autonomía de todo lo que existe y la posibilidad de evolucionar, de
perfeccionarse, de proyectarse; en síntesis, de trascender31.

El hecho mismo de la creación como un suceso continuado da a entender que es una


realidad abierta, un acontecimiento inconcluso; así se interpreta verdaderamente en los
pasajes bíblicos, es decir, como la inauguración de una larga historia fundada en Dios y
establecida por sus propias leyes inconmensurables, pero al mismo tiempo en vías de

31
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 49.

33
realización, donde el ser humano ha sido creado para ser el garante de ese proceso
evolutivo por medio de su actividad creativa y transformadora32. Así mismo, Dios, en su
actividad creadora, no sólo otorga el ser a la creación y la mantiene en Él, sino que le
confiere cualidades extraordinarias para que por sus propios medios vaya logrando la
perfección hasta alcanzar la consumación definitiva.

Ahora, haciendo una retrospección al núcleo de la creación como algo continuado y en


constante transformación hacia la trascendencia y consumación, se encuentran cuatro
aspectos de gran valor para reafirmarla como una realidad abierta o continua:

En cuanto suceso creacional. Los seis días del Génesis apuntan al sábado y, en él, al
descanso y alabanza definitivos. La creación culmina en el hombre, encargado de
prolongarla y de llevarla en sí misma a formas nuevas de relación con el Creador y de
historia intramundana.

En cuanto suceso salvífico. El relato creacional (Gn 1–11) desemboca, con la vocación de
Abrahán, en una historia creciente y prometedora de actuaciones de Dios que introducen la
creación en la alianza.

En cuanto suceso cristológico. La creación espera el verdadero Adán, que fue primero
promesa, luego realidad histórica y ahora está en trance de someter a todos los enemigos e
implantar el Reino de Dios y la resurrección universal.

En cuanto suceso divino. Dios no ha llenado aún la tierra entera de su gloria de Creador, no
ha acabado con todo llanto y muerte, no es aún „Dios todo en todo‟ en unos „nuevos cielos y
33
una nueva tierra‟ .

Con todo lo anterior, puede decirse que la principal finalidad de Dios para que la
creación sea un acontecimiento continuado, en “tensión hacia…” y en constante
evolución hacia la perfección es el hecho mismo del designio salvífico de Dios, quien
desea que toda la realidad creada encuentre su plenitud y salvación cuando todo sea
todo en todo, acontecimiento que sucede en Cristo.

32
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 89 - 90.
33
Ibíd. p. 115.

34
1.1.4 La nueva creación en Cristo

Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento puede diferenciarse a la vez una doble


dinámica: la continuidad y la discontinuidad, en tanto los dos Testamentos sostienen
que Dios es el creador de todo lo existente, pero al mismo tiempo se reconoce que la
revelación neotestamentaria, en especial la teología paulina, otorga también el título de
mediador a Cristo, tanto de la creación como de la redención de la misma (Col 1,15–
20), quien con su resurrección establece una nueva creación. De esta manera, Cristo
se convierte en un criterio necesario para la comprensión y realización plena de todas
las promesas del Antiguo testamento34.

El punto de referencia para hablar de una nueva creación desde la literatura


neotestamentaria lo constituye Cristo mismo, quien en el proceso de redención y
salvación no solamente rescata al género humano, sino también a todo el mundo
natural a través del hombre dando lugar a una nueva creación, transformada y que
encuentra la plenitud y consumación por Él y para Él, a través de la reconciliación
llevada a cabo por sí mismo.

Cristo, como consumador y quien recapitula toda la historia (Ef 1, 10) dándole sentido,
es el principio y fin de todo el universo, en Él la obra creada por el Padre desde el
principio, la cual a lo largo de toda la historia se proyecta hacia la transformación
definitiva, encuentra en Cristo su culmen y realización. Así pues, con la encarnación de
Cristo la creación ha penetrado en su última fase, que culminará en los nuevos cielos y
la nueva tierra. Él, como eschaton irrumpe en la historia y el mundo comienza a ser una
nueva creación.

Asimismo, Él se constituye en el fin del ser humano, como primer beneficiario de la


nueva creación consistente en su obra salvadora, y a través del hombre como co –
creador, salva también al mundo, haciéndose solidario con el sufrimiento de la creación
ocasionado por la división acaecida por la desobediencia del hombre; “pues sabemos
que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22),

34
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 45.

35
restaurando de manera definitiva la condición del mundo natural como el espacio
sagrado de realización para el género humano y lugar de la revelación divina.

La teología paulina, en consonancia con los textos veterotestamentarios, afirma la


procedencia de toda la creación de parte de Dios que crea por medio de la palabra (1
Cor 11, 12; 10, 26); todo lo creado es un camino para acceder al conocimiento de la
existencia de Dios (Rom 1, 19s.) y Dios creador mantiene todas las cosas en su ser
(Rom 11, 36; 1 Tim 6, 13). Pero al mismo tiempo el pensamiento paulino no es ajeno y
no niega la deformación ocurrida en las huellas de Dios en la creación: “ 20La creación,
en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la
21
sometió [el hombre], en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8, 20). Esta presente
situación de caducidad y corrupción que vive la creación reclama una restauración, una
nueva oportunidad, una nueva creación a través de Cristo y su obra redentora y
salvadora35.

El Nuevo Testamento constituye al presente el anuncio de la salvación encarnada en un


personaje concreto e histórico llamado Jesús de Nazaret, a quien Dios posteriormente
constituyó en Cristo y Señor de toda la creación por la resurrección. Si la fe
veterotestamentaria en la creación estaba ligada a una mera información sobre el
pasado, hoy se comprende como el comienzo de un proceso de salvación siempre
abierto al porvenir y hacia la plena realización, gracias a la presencia de Cristo como
acontecimiento de salvación y transformación de la realidad y como punto culminante
de la historia iniciada con la creación. En el acontecimiento trascendental de Cristo, la
única historia del mundo y la humanidad es comprendida como unidad recapitulada
desde sus inicios hasta su fin escatológico.

Y así, la palabra creadora que había resonado en el principio, por la cual fueron hechas
todas las cosas, otorgó en su momento un carácter parcial de la revelación, pero la

35
Cf. Ibíd. p. 49.

36
revelación plena y definitiva se produjo en Cristo, la Palabra encarnada del Padre, en la
que encuentran su consumación la creación, la revelación y la salvación.

1.2 El papel del ser humano en la creación: su responsabilidad frente al


gobierno y conservación del mundo

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él te
cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le
hiciste señor de la obra de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” (Sal 8).
Señor de la obra de tus manos; en esta sucinta frase, de corte sacerdotal, se puede
resumir la misión dada por Dios al hombre desde el momento mismo en que fue creado,
ser dueño y señor de todo lo que existe, pero haciendo una interpretación más
elaborada, hay que decir que esta misión va mucho más allá, es decir, el hombre no
debe limitarse solamente a ser señor de algo que ya está hecho y acabado, de una
creación que le ofrece todo lo necesario y en la cual no necesita esforzarse ya que todo
está puesto a su servicio. Por el contrario, por ser el punto más alto de la creación,
debe aportarle a la misma su capacidad inventiva y creativa para hacer de ella un
espacio de trascendencia, de transformación y perfeccionamiento continuo. En pocas
palabras, el hombre debe asumir un papel más proactivo y menos pasivo en la obra
creada.

Este es el principal papel del ser humano en la creación, una gran responsabilidad que
no puede pasar desapercibida. Por ello, en las líneas que se siguen se pretende hacer
un análisis más detallado del papel que juega el hombre en la obra creada por Dios, los
compromisos que asume al ser puesto al frente del mundo, la correcta interpretación
del mandato dado por Dios de someter y dominar la creación y otros presupuestos que
competen al protagonismo y privilegio que el hombre tiene, más que cualquier otra
criatura, en toda la realidad creada.

37
El libro del Génesis, en el relato de la tradición sacerdotal más que en el de la tradición
yahvista, en torno a la creación del hombre y del mundo, presenta de manera ordenada,
solemne y grandiosa el papel que debe asumir el ser humano, misión derivada de su
condición de criatura privilegiada y escogida por Dios. A continuación, dada la
importancia, claridad y pertinencia del relato, es conveniente citarlo tal como lo presenta
la Sagrada Escritura:
26
Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y
manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las
27
alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. Creó, pues, Dios al ser
28
humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo
Dios con estas palabras: „Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la
tierra‟. (Gn 1, 2 –28)

En primera instancia, el v. 26 rompe el esquema creacional que hasta el momento se


venía presentando en el relato, pues le resta importancia al ya tradicional “y dijo Dios”
para hacer principal énfasis en la expresión “hagamos” dándole mayor solemnidad y
relevancia a la creación del género humano, distinguiéndole de la creación de los
animales. Desde ya se vislumbra cómo el hombre tiene un lugar de preeminencia en
toda la creación, toda vez que Dios le elige de entre todas las criaturas y lo adorna de
cualidades y características especiales, que después tendrá que poner al servicio de la
creación en sentido muy positivo y virtuoso, demostrando con ello que es la máxima y
más perfecta de todas las criaturas existentes.

En el v. 27 el autor sagrado subraya un hecho, que aparentemente no reporta mucha


trascendencia para el asunto en cuestión, pero que al compararlo con el relato yahvista
sí marca una diferencia importante: es el hecho de la creación del hombre que se
realiza de una vez, donde no hay diferencia de quién fue creado primero si el varón o la
mujer, como si se resalta en el relato de la tradición J, ya que el texto mismo dice
“macho y hembra los creó”, haciendo hincapié más en la condición creada “a imagen y
semejanza” porque recibe de Dios el dominio sobre los demás seres vivos, que en el

38
género masculino o femenino, usado sólo como diferenciación entre el hombre y la
mujer, que después serán complementarios36.

Inmediatamente, tanto en el v. 26 como en el v. 28, al ser humano se le hace un triple


encargo: mandar o dominar sobre los seres vivientes; ser fecundo y multiplicarse
(generar vida); y ocupar la tierra y someterla, es decir, trabajarla, conquistarla,
transformarla, etc. Paralelamente, también en el relato yahvista Dios le encomienda
una misión específica al hombre: trabajar y cuidar la tierra (Gn 2, 15) y una
responsabilidad muy grande, no transgredir los límites impuestos por Dios (Gn 2, 16–
17) para no perecer. El hombre, según lo planteado por los textos bíblicos aparece en
escena como dominador con Dios de toda la creación, pero no en un sentido apofático
de subyugarla, humillarla, aprovecharse de ella, reducirla, avasallarla, oprimirla,
esclavizarla, y todos los apelativos negativos que se le puedan atribuir al concepto de
dominación. Todo lo contrario, Dios mismo, sin abandonar su obra, le encarga
personalmente la guarda y el cuidado de la tierra y de todos los demás vivientes que la
ocupan, lo hace responsable de ella para que la administre, transforme y perfeccione
en solidaridad con los demás seres existentes.

Sin embargo, aunque el ser humano sea la criatura más importante de la creación no
por merito propio, sino por don de Dios, en ningún momento deja de ser diferente ni
deja de estar ligado a ella; sigue conservando su condición de criatura, la cual no le
permite abusar de su libre albedrío, ya que Dios sigue siendo el único dueño y Señor
de todo. Así pues, el encargo de dominio y responsabilidad en el gobierno y
conservación del mundo que ha recibido, lo realiza como una acción de representación
del poder de Dios en todo lo creado, la especial dependencia que el ser humano tiene
frente al Creador se convierte al mismo tiempo en la raíz de su superioridad frente a
todo lo demás, donde todas las criaturas son para el hombre como éste lo es para

36
Cf. Ibíd. p. 131 - 132.

39
Dios. Pero éste debe gobernar en nombre del auténtico Señor y, por lo tanto, no puede
ni debe en ninguna circunstancia ejercer un dominio caprichoso37.

Al mismo tiempo, el ser humano despliega toda su misión impulsado por la bendición
recibida por el Creador (v. 28), de la cual se infiere que el hombre al ser bendecido por
el Señor, todas las obras que realice deben estar encaminadas al bienestar, uso
racional y adecuado, protección y conservación del mundo natural, sin que pueda
existir ninguna clase de atropello contra la creación. Condición que se fracciona cuando
el hombre, por el mal uso de su libertad decide romper la armonía establecida por Dios
desde el principio.

De esta manera, con todo lo anterior, el hombre ocupa un lugar preeminente en la


creación, es cabeza de ella, está llamado a ser su administrador y quien le da sentido y
finalidad a todas las cosas ya que por su capacidad de raciocinio, inteligencia, voluntad
y libertad es capaz de hacer que todo funcione conforme a la voluntad divina, pero con
una condición expresa: no violentar su orden natural para no romper la armonía con el
Creador y en esta última idea radica toda la responsabilidad que le ha sido dada al
género humano como señor de la obra hecha por las manos y la sabiduría de Dios.

1.2.1 El ser humano es co–creador del mundo: ser creado y creador

En consonancia con el núcleo anterior, otra gran responsabilidad y función que recibe el
hombre al ser creado es la de ser co–creador, y en este aspecto el relato yahvista si es
más explícito que el sacerdotal. Esta dimensión de co–creador aparece en el texto
yhavista, pues según éste,
19
Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los
llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el
20
nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves
del cielo y a todos los animales del campo (Gn 2, 19-20).

37
Cf. Ibíd. p. 141.

40
Mostrando con el hecho de dar nombre a los animales, la participación que Dios
concede al hombre para que transforme la realidad que le ha sido confiada. Pero
además de este texto, también en este mismo relato, la designación de co – creador se
evidencia en el mandato ordenado por Yahvé de labrar y guardar la tierra (v. 15), dado
que con la actividad, con el trabajo que realiza el hombre en cierto modo está siendo
continuador de la actividad creadora de Dios, transformando la realidad y logrando con
su esfuerzo que la tierra fructifique y dé vida no solo para su propio sustento, sino para
la supervivencia de los demás seres vivos38.

En el mismo orden de ideas la tradición sacerdotal ratifica la actividad humana como


una labor de creación, en tanto la generación y el trabajo “llenad la tierra y sometedla”
(Gn 1, 28) constituyen una bendición de Dios. Él mismo coloca en las manos del
hombre el mundo como su propia tarea y responsabilidad, para que a través de su
esfuerzo la mejore, la haga útil, le dé sentido y razón de ser, sea capaz de modificar su
entorno, llevándolo sucesivamente a la perfección hasta alcanzar su fin último: la
consumación definitiva en Cristo, tal como lo presentan los textos del Nuevo
Testamento.

A este respecto, una idea mucho más contemporánea acerca del hombre como
cooperador y continuador de la obra creadora de Dios la plantea Miguel Ponce Cuellar,
citando a Juan Pablo II en la Encíclica Laborem exercens cuando dice:

El hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la obra del Creador, y
según la medida de sus propias posibilidades, en cierto sentido, continua desarrollándola y
la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento de los recursos y los valores
encerrados en todo lo creado, encontramos esta verdad ya al comienzo mismo de la
Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, donde la misma obra de la creación esta
39
presentada bajo la forma de un trabajo realizado por Dios .

En esta misma línea, el Concilio Vaticano II en su Constitución pastoral sobre la Iglesia


y el mundo de hoy Gaudium et Spes, hace una valoración de la actividad humana en el
mundo, resaltando el trabajo y el ingenio del ser humano, quien siempre ha hecho

38
Cf. Juan Pablo II. Laborem Exercens. N. 25, citado por Kehl, Medard. Op. Cit. p. 198.
39
Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 207.

41
esfuerzos ingentes por buscar la perfección en su vida y en la labor de participación que
Dios le ha otorgado en la creación. También resalta el Concilio el aporte positivo al
progreso que el hombre le imprime al mundo a través de la ciencia y la técnica bien
utilizadas, ya que han sido herramientas por las cuales el hombre ha extendido su
campo de acción a casi toda la naturaleza, pues también existen amplios sectores de la
sociedad que hacen un uso consciente y racionalizado de los recursos, tratando de
preservar el orden y armonía con los ciclos naturales del planeta40.

Este encargo de co-creador se manifiesta en el ser humano de manera individual y


colectiva, como ya se ha dicho, a través de todos los esfuerzos que a lo largo de la
historia realiza tratando de optimizar su calidad de vida, esfuerzo que responde y está
en concordancia con la voluntad y el plan de Dios, pues aunque sea paradójico, por
medio de la caída del hombre, el potencial humano para poner en marcha su ser de co–
creador toma fuerza y se convierte en un elemento constitutivo, en tanto la necesidad
generada por la pérdida del estado de gracia que se tenía en el paraíso del cual habla
la Sagrada Escritura, el hombre se hizo acreedor de la creatividad para transformar y
darle su toque personal a la creación, haciéndose co–participante de la labor creadora
de Dios, como una tarea continuada en su diario vivir.

Hoy el Concilio ve en los quehaceres más ordinarios del hombre una clara muestra de
su papel como co–creador, oficios que en ningún momento desvirtúan el plan de Dios,
sino que por el contrario, engrandecen y restituyen la dignidad a la persona, ya que por
medio de ellos no sólo se siente útil, sino también, hace su aporte para el crecimiento y
evolución de su entorno, así lo expresa en la Constitución:

Hombres y mujeres, que mientras se ganan con el trabajo el sustento para sí y para la
familia, organizan su trabajo que resulte provechoso para la sociedad, tienen derecho a
pensar que con ese trabajo complementan la obra del Creador, sirven al bien de sus
hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la
historia.

Por eso los cristianos, lejos de pensar que las obras que el hombre logra realizar con su
talento y su capacidad se oponen al poder de Dios y que la creatura racional es como émula

40
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes. N. 33. (Bogotá: San Pablo, 2000), p. 160.

42
del Creador, cultiven más bien la persuasión de que las victorias del género humano son un
signo de las grandezas de Dios y un fruto de su inefable consejo. Por eso, cuanto más crece
el poder del hombre, más se extiende su propia responsabilidad, singular o colectiva: de
donde se puede deducir que el mensaje cristiano no aparta al hombre de la construcción del
mundo, ni lo impulsa a descuidar el interés por sus semejantes; más bien lo obliga a sentir
41
esta colaboración como un verdadero deber .

Integrando todo lo dicho, el Concilio como gran colofón de la actividad de hombre como
co–creador, expresa de manera categórica y muy significativa cual ha de ser la norma
por la que debe regirse toda actividad humana, al especificar que esta actividad, según
el designio y la voluntad del Creador, debe responder al auténtico bien de todo el
género humano y ha de constituir para el hombre de hoy, ya sea como individuo o
como participante activo de una sociedad, el cultivo y la realización plena de su
vocación42.

Por su parte, continuando en esta línea contemporánea que reflexiona sobre el hombre
como miembro activo con Dios en el acto creador, Leonardo Boff, presenta esa acción
creadora del hombre como un suceso de su conciencia, donde ésta se hace co-
creadora del universo en la medida que va avanzando en los descubrimientos más
sorprendentes que el hombre ha logrado hasta hoy, y habla concretamente de los
alcances logrados por la nueva física, ya que a través de todo ello el hombre se hace
más consciente del universo que lo rodea, se apropia de él y lo pone al servicio de los
demás. Este acto creador por medio de la conciencia se da de manera ascendente, ya
que a mayor conciencia por parte del hombre, mayor es la creación que se genera y
mayor es la posibilidad de seguir descubriendo y creando mejores condiciones de vida
y mejoramiento de la existencia43.

Además, Boff muestra cómo la dimensión creadora de hombre se asocia con la


cualidad particular de la observación, ya que el hombre como observador, entra en la
determinación de crear y renovar lo que observa, además cuando este fija su atención,
la realidad que es observada para ser asumida posteriormente por la creatividad

41
Ibíd. p. 161.
42
Cf. Ibíd. p. 162.
43
Boff, Leonardo. Ecología: Grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 78.

43
humana, se mantiene abierta a todas las posibilidades y opciones de ser; el mundo
cobra forma concreta únicamente en el último momento, en el instante mismo en que
es observado. Sólo a partir del diálogo con el observador–creador es como constituye
una nueva realidad. ¿Cómo surge esta nueva realidad?; la respuesta la plantea Boff de
la siguiente manera:

Porque formamos (el hombre y la naturaleza) un todo orgánico, articulado y religado. No


existe un ser desgajado del otro. El observador está unido, aún cuando no sea consciente de
ello, al objeto observado. Y el objeto observado se patentiza como unido al observador.
Ambos interactúan (y he aquí el punto clave), establecen una relación dialogal creativa, surge
44
una religación y de este modo irrumpe toda la realidad .

Con todo, el hombre, en medio de su actividad creadora, ha de reconocer siempre a


Dios como el Creador, que le otorga la participación en su obra por medio de la
capacidad creativa que puede desplegar gracias a las multiformes capacidades
intelectuales y físicas con que fue engalanado. Está al mismo tiempo llamado a
mantener una relación constante con Él y sentirse impulsado por Él en el mismo
empeño de ser constructor del mundo, donde se garanticen adecuadas condiciones de
vida y protección del mundo natural, dejándole a Dios la consumación definitiva de toda
la historia. Todo esto hace de la creatividad humana una realidad enteramente
dialéctica, es decir, que crea pero es creada a la vez, haciendo del ser humano un ser
creado y creador.

1.2.2 Contribución del ser humano a la renovación del mundo

Ahora, dando por sentados algunos datos acerca de la teología bíblica en torno a la
creación del mundo y del hombre, la acción de Dios en la creación, las relaciones que
se derivan y establecen entre el hombre el mundo y Dios, y teniendo claro cuál es el
papel del ser humano en la obra creada, es necesario precisar un poco más dicha
teología, por ello esta sección busca mostrar cuál ha de ser la contribución del hombre
para que pueda darse la consumación del mundo de la cual se habla en la nueva

44
Ibíd. p. 79.

44
creación en Cristo, desde reflexiones más contemporáneas y en sintonía con la realidad
ecológica que enfrenta el mundo de hoy que más adelante será abordada.

En la actualidad, además de la ecología, la biología, la tecnología, y muchas ciencias


humanas, la teología también está tomando parte en el debate ecológico que enfrenta
el mundo, éste último como consecuencia del descuido del hombre mismo, por la
pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio ambiente y su papel
responsable en la administración de la creación que le fue confiada, tal como lo expresa
el libro del Génesis en los capítulos 1–2.

Por ello, el ser humano está volviendo de nuevo su mirada a la teología de la creación,
reconociendo en ella la creación como obra de Dios; realidad que fue dada al hombre
para regirla y no para hacer usufructo de manera negativa de ella. Para el saber
teológico se hace necesario, a partir de fundamentos sólidos proporcionados por la
Sagrada Escritura y las investigaciones de teólogos versados en estas cuestiones,
recuperar el valor, responsabilidad, interés y motivación por la guarda de la creación
como un don de Dios, crear conciencia crítica sobre el grave daño que el hombre
mismo se está haciendo al violentar y pretender esclavizar la creación, deformando el
mandato de Dios de dominarla, cuidarla y conservarla, para generar una praxis que
articule la teoría con las acciones, la fe en la creación con el compromiso que de ella se
desprende.

Por consiguiente, aunque la recapitulación de toda la creación en la historia es una


acontecimiento exclusivamente de Dios, sin embargo, a Él no le es indiferente que los
seres humanos estén o no estén a la altura del antiguo y originario mandato de cuidar,
trabajar, crecer, multiplicarse y dominar dado en la creación. Por el contrario, la
contribución del hombre para la consumación de la creación, en el aquí y el ahora de la
historia, debe ser más trascendente con miras a la consumación definitiva en la
escatología: ha de ser el ofrecimiento al Creador, para el don de la consumación que se
aguarda, de una tierra nueva, transformada, transfigurada, evolucionada, renovada de

45
la mejor manera y no una realidad devastada, atropellada y destruida totalmente,
deformando la armonía que había implantado Dios mismo desde el principio.

En la nueva creación, consumada y recapitulada por Dios en la persona de su Hijo, la


creación antigua no será bajo ninguna circunstancia rechazada y abandonada a su
suerte, sino más bien, será purificada, redimida, renovada desde su interior por Dios
mismo. De esta manera el fin primordial de la consumación consistirá en que la nueva
condición de la creación asuma la antigua, y el encargo creacional dado al hombre se
haga extensivo hasta la preparación de la tierra lo mejor posible para ser el lugar
privilegiado del Reino de Dios, como lo fue antes de la irrupción del pecado en el
mundo45.

Todos los pensamientos, acciones y esfuerzos realizados por el hombre inherentes a su


condición de imagen y semejanza de Dios, deben estar encaminados a ponerse, en
primer lugar a sí mismo y, después, al mundo que le fue dado en una buena relación de
reciprocidad con la voluntad, tanto de creación que aún se sigue dando, como de
consumación por parte de Dios. Esta voluntad divina consiste en que la plenitud del
bien que comunica a toda la creación resplandezca verdaderamente en ella y en la
variedad de las formas y criaturas existentes. Y precisamente es a ese Dios Creador a
quien debe estar el hombre puesto totalmente a su servicio, a través del ejercicio de la
autoridad, del dominio, del señorío, de la conservación y trasformación de la obra que le
fue encomendada, mas no de su degradación y avasallamiento; convirtiéndose así en
su más significativa contribución para el desarrollo y consumación del mundo46.

45
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 569 – 570.
46
Cf. Ibídem.

46
1.3 El gran atentado contra la creación: el pecado.

Hasta este momento se ha venido hablando, desde la teología bíblica y los aportes de
teólogos versados en el tema, de todo lo referente a la creación como obra del único
Dios, quien decide revelarse libremente y por amor al hombre en la amplitud de toda la
obra creada, el lugar y relevancia del hombre en dicha creación, su papel como criatura
y co-creador, su responsabilidad frente al mundo creado, y su contribución por medio
del trabajo y la custodia de la naturaleza para la consumación del mundo en la era
escatológica.

Ahora, es preciso adentrarse en una cuestión que también se hizo presente en el


mundo creado desde el principio, no como realidad establecida por Dios en la creación,
sino más bien como fatal consecuencia, derivada por la corrupción del concepto de
libertad que el hombre no supo interpretar en sus relaciones consigo mismo, con la
creación que le había sido confiada y, por ende, con Dios. Dicha realidad es el pecado
o mal moral como también se le considera47, que atenta contra la creación y más
cuestiona al Creador, porque consiste básicamente en rechazar la condición de criatura
y de hijo, y del cual el ser humano, además de ser quien más lo padece y lo hace
extensivo a toda la naturaleza por irresponsabilidad, es su principal agente y
protagonista en el mundo.

El mal moral, como ya se ha dicho, teológicamente se llama pecado y a esta realidad


hace referencia insistentemente la Sagrada Escritura con diferentes nombres y
modalidades como por ejemplo: error, desvío, equivocación, injusticia, desgracia
calamidad, perversión, delito, corrupción, mal, etc. Esta situación de pecado ha estado
presente de principio a fin en toda la historia de la salvación como una ruptura de la
relación del hombre con el Señor.

Pero más allá de la historia del pueblo de Israel y de sus infidelidades y rupturas con la
creación misma, con la ley y la alianza que había pactado con Dios y que en repetidas

47
Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282.

47
ocasiones transgredió48, el pecado tiene sus orígenes en la protohistoria, es decir, en
los orígenes del mundo, en los comienzos de la humanidad que nace y se desarrolla
con él en su dinámica interior de crecimiento histórico, y así se evidencia en los
capítulos 3 al 11 del Génesis, hablando en enunciados bíblicos49.

La realidad del pecado se convierte en el gran atentado y el mayor quebranto que sufre
la creación, porque se levanta como una oposición de base a Dios Creador, a su
designio y voluntad, ya que el hombre, desde el comienzo mismo de la historia, al
abusar de la libertad que le había sido dada con la condición de criatura, se alzó contra
Dios y pretendió alcanzar su plena realización al margen de Él, traicionando su finalidad
y dinamismo primeros de ser imagen y semejanza de Dios, viviendo de su escucha y
cumplimiento de su voluntad (Génesis cap. 3). De esta manera, a la condición humana,
que junto a dos atributos imprescindibles que le eran propios; ser criatura e hijo de Dios,
se le vino a sumar una tercera característica no dada por el Creador, sino engendrada
por el mismo hombre por el mal uso de la libertad; el ser pecador, que consiste
radicalmente en el marcado rechazo de los dos atributos anteriores.

El pecado atenta contra la creación al convertirse en una realidad que transgrede los
límites impuestos por Dios; límites que se deben interpretar no como una manera de
restringir al ser humano en su capacidad creativa e innovadora y en la libertad que se le
otorgó, sino como medios para poder mantener y propiciar la armonía con la voluntad
de Dios y con toda la creación, para que los beneficios sean recíprocos. Cuando no son
respetados estos límites, el hombre se hace daño y lo hace a toda la creación; situación
de la que hoy se está teniendo mayor conciencia de cara a la amenaza que enfrenta el
mundo sobre el medio ambiente y la destrucción del especio vital humano 50.

Ahora, para adentrar el tema del mal y del pecado, es importante examinar una última
cuestión a nivel general: la Sagrada Escritura, en los textos del Génesis relativos a la
irrupción del pecado y del mal en el mundo, no sólo en la caída de los primeros

48
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 264.
49
Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 282.
50
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 204.

48
hombres (Adán y Eva, cap. 3), sino en otros relatos que ilustran de manera tipológica,
es decir como modelos o arquetipos, la realidad del pecado (Caín y Abel, cap. 4; el
diluvio universal, cap. 6–8 y la torre de Babel, cap. 11) quiere mostrar un doble
elemento común a esta realidad; por un lado, existe una indisoluble vinculación entre
relación y pecado humano en sus más variadas manifestaciones51, y por otro, el pecado
o mal moral se fundamenta en la actitud libre y negativa del hombre frente a las
dimensiones y limitaciones que tiene como criatura. El pecado es pues una
desobediencia radical de los límites impuestos por el Creador, que corroe hasta lo más
íntimo, y bajo cualquier circunstancia, la armonía de las relaciones que se habían
establecido entre Dios, el hombre y toda la creación52.

1.3.1 Perspectiva bíblica sobre la presencia del mal y el pecado en la creación

El texto más significativo del Antiguo Testamento referido al origen del mal en el mundo
es el relato de la caída de Génesis 3, no obstante, los capítulos siguientes (4 – 11), por
no citar otros textos veterotestamentarios y neotestamentarios, evitando hacer muy
extenso este apartado, muestran un desarrollo progresivo del pecado, que pasa de ser
personal, donde el hombre por voluntad propia se aparta de Dios rompiendo dicha
relación, luego, el hombre se enfrenta con su semejante, rompiendo las relaciones entre
ambos, para convertirse después en el pecado de toda una comunidad, por la violencia
y la corrupción que se han generalizado en una sociedad viciada por el mal.

En este proceso evolutivo se pueden leer las continuas variaciones de las típicas
transgresiones de los límites o extralimitaciones de los hombres, así como se percibe
una dinámica muy peculiar, en donde Dios hace un ofrecimiento al hombre de su don
(Gn 1 y 2), éste responde con el pecado, Dios le objeta por medio del castigo, pero
finalmente concede el perdón al hombre que se arrepiente de sus faltas.

51
Cf. Ibíd. p. 196.
52
Cf. Ibíd. p. 205.

49
Génesis 3 es un texto esencial, ya que responde al esclarecimiento del problema del
mal en la creación, pues según Alonso Schoekel, citado por Miguel Ponce Cuellar 53, al
afirmar la existencia de un pecado humano al comienzo de la historia, este autor asume
una posición radicalmente opuesta a la tesis existente hasta el momento sobre el origen
del mal en la humanidad, argumento que era propio de la cultura mesopotámica, para la
cual el mal hace parte del hombre mismo desde su creación ya que está inserto en su
corazón, es decir, el hombre es malo, no por el uso de su libertad – argumento que
expone Gn 3 – sino que por naturaleza le es inherente. Es importante mencionar dos
ejemplos que avalan la tesis del mal como realidad inherente al hombre, para
comprender mejor la temática en cuestión, ya que la tradición yahvista de la caída, lo
que hará es una desmitologización en su relato de estas tradiciones, para aclarar el
problema del mal.

El primer ejemplo proviene de la Teodicea babilónica en el que dos amigos deliberan


acerca del origen del mal en el mundo y ambos llegan a la siguiente afirmación, que por
lo aguda que es para este tema, es pertinente citarla tal cual aparece en el texto de
Ponce Cuellar: “Narru, el rey de los dioses, que creó a la humanidad, el señorial
Zulummar, que excavó su barro, la señora Mami, la reina, que la modeló, la equiparon
para siempre de mentira , no de verdad”54. El texto como tal afirma que el mal en el
hombre es el resultado de la misma creación, pues cuando éste fue formado, las
divinidades que lo hicieron lo dotaron de cualidades para la mentira y no para la verdad.

El otro ejemplo se encuentra en el poema cosmogónico de origen babilónico Enuma


Elis, el cual define la naturaleza humana como mala:

Kingu y sus compañeros divinos han asesinado a los primeros dioses. Los dioses
determinan matarlos y formar nuevos seres con su sangre mezclándola con polvo de la
tierra. Así nacen los hombres, que son por su misma esencia prolongación del ámbito
divino, pero prolongación del mal, de las tinieblas y de la muerte, consiguiendo los dioses
55
vivir en la luz y en la pureza y arrojando a los hombres a la mentira y a la muerte .

53
Cf. Ponce Cuellar, Miguel. Op. Cit. p. 267.
54
Ibídem.
55
Ibídem.

50
Aunque el autor yahvista no conocía directamente estos relatos, tal vez si era
conocedor de algunas referencias de tradiciones con rasgos mitológicos y teológicos,
que hablaban de la formación del hombre a partir del barro. Lo que él hace es modificar
substancialmente estas ideas en la conformación de su relato, pero sin renunciar por
completo al substrato mitológico, para dar una respuesta totalmente diversa, tajante y
clara sobre el origen del mal:

“El hombre no es el resultante de un combinado de polvo y sangre mala de los dioses


rebeldes. Con esta desmitologización [el autor yahvista] clarifica un dato fundamental para
el pensamiento del pueblo de Dios: el mal entra en el mundo no por la misma naturaleza del
56
hombre, sino como fruto del ejercicio de su libertad” .

Así pues, en el relato del autor yahvista, la caída del hombre y la subsiguiente aparición
del mal no es origen de su propia naturaleza como se había concebido en otras
culturas, ni tampoco del Creador como en la Teodicea babilónica y en el relato de
Enuma Elis, sino que depende, como ya se ha reiterado anteriormente, del mal uso que
el ser humano hace de la libertad con la cual fue creado, en cuanto es una opción
decisoria de la libertad frente a Dios de querer alcanzar por sus propios medios lo que
Él mismo le daría por su benevolencia.

Pero al mismo tiempo, aunque es totalmente claro que el asunto en torno al origen del
mal radica en un problema del uso de la libertad, porque el hombre es libre para
aceptar el mal (tentación) o de rechazarlo, es importante resaltar que no se podría
descargar sobre el ser humano la responsabilidad exclusivamente del mal, ya que en la
comisión del mal, éste se encuentra de cara a una realidad oculta que busca a toda
costa seducirlo, está de frente ante un poder dominador del que no puede librarse,
porque asedia su existencia y termina acabando por adquirir poder sobre él; tal realidad
maligna está descrita en el Génesis mediante el símbolo de la serpiente57.

Para concluir esta sección, la expresión pecado, como fruto o consecuencia del
surgimiento del mal, en el campo de la teología hace referencia a dos concepciones
diferentes pero ligadas entre sí. La primera encuadra esta expresión dentro de la
56
Ibíd. p. 268.
57
Cf. Kehl, Medard. Op. Cit. p. 212.

51
historia de la salvación y la asume como la irrupción del pecado en el seno de la
humanidad desde su origen, a través del pecado de Adán, es decir, el pecado que tuvo
lugar al comienzo de la historia, centrado en el mal uso de la libertad y que ha dado
58
origen al mal que ahora vive y experimenta la humanidad. Esta concepción es
conocida como pecado original originante y se basa en la culpabilidad de Adán y Eva,
que son símbolo del género humano como tal.

La segunda, relacionada con la vida concreta y actual del hombre, expresa la realidad
interna de pecado con la que cada ser humano ha nacido al interior de la humanidad,
que ya era pecadora por el pecado histórico referido anteriormente, la cual le trasmite la
condición frágil y mortal a la par de la existencia humana. Así pues, desde el momento
mismo que el individuo comienza existir ya se encuentra ligado al misterio del mal,
expresado en las consecuencias negativas que en lo físico, lo moral y en la relación con
Dios se derivan, llevando a un alejamiento total de Él. Esta situación se conoce como
pecado original originado59.

De estas dos concepciones, se puede concluir que conforman el campo de acción


donde se mueve la expresión pecado original, porque es un pecado que nace de lo más
profundo de cada ser por la libertad que posee en el manejo de su voluntad, pero
también está presente en la trama de la historia; es el pecado que brota de dentro del
corazón humano, pero también le viene del exterior y se adentra en él, como
consecuencia de la corrupción del mundo que también sufrió la caída por el pecado
personal cometido por el ser humano. Ambos se conjugan y atacan la raíz del hombre
en su relación con Dios, es decir, la creaturidad y la filiación divina.

58
Cf. Ladaria, Luis F. Introducción a la antropología teológica. (Estella: Verbo Divino, 1993), p. 114.
59
Cf. Cf. Armendáriz, Luis María. Op. Cit. p. 285.

52
1.3.2 La caída de la naturaleza creada a causa del pecado del hombre

En los dos capítulos anteriores al relato de la caída que narra el libro del Génesis
capítulo 3, la relación que existía entre el ser humano y la naturaleza creada era de
armonía. El hombre aunque había sido depositario del mandato divino de dominar y
someter la tierra no contemplaba la más remota posibilidad de destruirla, de hacerle
daño, de convertirse en su principal depredador, porque la voluntad divina con que
había sido creado el mundo, era que el hombre estuviese en un estado original de
armonía con todo su entorno, haciendo un uso racional de él y ejerciendo el dominio
sobre todo lo creado pero desde una perspectiva positiva, es decir, velando por su
conservación, perfeccionamiento y transformación. En pocas palabras, el hombre
estaba llamado desde el principio a darle sentido a toda la creación, a través de la
buena administración y usufructo que debía hacer de ella, y no solo eso, sino también a
ser artífice de una nueva creación a través de su ser como co-creador, innovador y
transformador de todo lo existente, para que tanto él, como toda la naturaleza y el
universo estuvieran proyectados a una continua perfección y realización, con miras a la
trascendencia o transfiguración en la nueva creación dada con Cristo.

Pero tras el pecado cometido y la subsiguiente irrupción del mal en el mundo por el afán
del hombre de alcanzar su realización al margen del plan de Dios, no sólo se rompieron
las relaciones entre el género humano con Dios, sino también la relación entre el
hombre con la naturaleza. Por lo tanto, la corrupción y la muerte como consecuencias
del pecado no sólo afectan al hombre sino también a la naturaleza que se torna
corruptible.

Anterior a la caída, la creación que le había sido dada al individuo como don gratuito
para custodiarla, cuidarla y trabajarla, sacando el mayor provecho sin tener que
padecer el sufrimiento, ahora es el lugar donde tiene que trabajar arduamente para
procurarse su sustento, pues si en el estado original de gracia en que se encontraba,
donde todo era armonía, paz, abundancia y la tierra le prodigaba la sostenibilidad en
todos los ámbitos, y donde además no había lugar para la lucha, la enfermedad, el

53
dolor y el hastío, ahora se ha agotado su benevolencia y por medio del trabajo pesado
debe hacerla producir para poder subsistir60.

Con la caída del hombre, se origina un punto de ruptura entre el mundo de la


experiencia real de pecado y corrupción que se genera y la creación originaria; a partir
de ese momento se fracciona la relación de continuidad perfecta entre el mundo ideal y
armónico que había sido creado por Dios y el hombre en estado original de gracia. Con
esta ruptura el mundo se transforma por el pecado cometido en una realidad corrupta y
desviada del ideal divino, una realidad donde reina el miedo y el terror entre las mismas
criaturas con respecto al hombre y de éste con respecto a Dios. Pero la responsabilidad
en la caída del mundo natural no recae sobre el Creador, sino sobre el hombre que fue
rebelde a su propuesta armónica de vivir en un mundo ya consumado, ya que él es
quien trastorna y vicia el espacio natural que Dios había creado bueno 61, desviando el
sentido y finalidad de la creación, la cual, como dice san Pablo “gime hasta el presente
y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22).

El asunto que el relato del Génesis quiere mostrar, no es si en realidad existió o no un


lugar llamado Paraíso terrenal, donde todo era perfecto y la armonía reinante era
absoluta, porque esta visión del mundo pertenece más al género literario con que el
autor sagrado quiere expresar una realidad más profunda y compleja, además en
categorías físicas y biológicas es de amplio conocimiento cómo en la naturaleza
siempre habrá fuerzas que se contraponen y entrecruzan para mantener el ciclo
biológico vital. Lo que se pretende más bien es aclarar que en un tiempo dado no
existió el mal moral, y cómo el mal físico y la corrupción que hasta hoy se conoce, claro
está revestida de otros matices, es una consecuencia del mal moral introducido por la
desobediencia del hombre al romper sus relaciones de armonía con Dios y con el medio
ambiente62.

60
Cf. Renckens, H. Creación, paraíso y pecado original según Génesis 1 – 3. (Madrid: Guadarrama, 1960), p. 201.
61
Cf. Ibíd. p. 202
62
Cf. Ibíd. p. 208.

54
De esta manera, el ser humano dividido por el pecado se aleja del plan establecido por
Dios y comienza a gobernarse por su propia voluntad. En este nuevo estado se produce
la alteración de la armonía del mundo creado, ocasionada por la imperfección en que el
hombre ahora se encuentra y, al perder de vista el mandato auténtico, progresivamente
va cayendo en una opresión existencial que lo lanza a buscar desesperadamente el
sentido de su vida. Por lo tanto, hace de la naturaleza un simple instrumento de
dominación despótica para hallar satisfacción y deja de concebirla como el lugar
privilegiado para el encuentro con el Creador

En la actualidad la caída de la naturaleza a causa del pecado se puede evidenciar en el


problema ecológico que enfrenta el mundo entero, como consecuencia del descuido del
hombre mismo por la pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio
ambiente y su papel responsable en la administración de la creación que le fue
confiada, olvidando que la tierra es su espacio vital, privilegiado y sagrado de la
revelación divina.

Hoy ya no se habla de la creación en términos bíblicos como una realidad caída por la
desacralización misma de los conceptos y presupuestos religiosos que han venido
calando fuertemente en todos los ámbitos de la sociedad, pero sí se habla de la crisis
ecológica del mundo actual, en donde los problemas medio ambientales son cada vez
mayores y amenazan con la sostenibilidad y la vida biológica de todas las especies. La
realidad, imposible de ocultar por más que a veces se trate, es que el mundo creado
está asistiendo a un círculo vicioso de destrucción, en tanto el mismo hombre está
dañando el mundo natural sin tener plena conciencia que se está haciendo daño a sí
mismo63.

Toda la contaminación ambiental, la deforestación, la superproducción en las industrias,


la destrucción de los ecosistemas, y otras problemáticas que más adelante serán
abordadas en la investigación, son el claro ejemplo de la tergiversación sufrida por el
mandato expreso de Dios al ser humano de someter y dominar la creación, la cual sí ha

63
Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado.
(Bilbao: Sal Terrae, 1992), p. 77.

55
sido sometida por éste, pero a su destrucción, esclavización y muerte, lo cual está en
conexión con el texto bíblico, pues el mal moral presente en la creación desde el
principio y por el que ésta fue sometida a la mortalidad como el ser humano, hoy sigue
siendo actual bajo el nombre de pecado social, llevándola lentamente a la destrucción y
no al progreso y transformación, que debería ser lo ideal según el plan de salvación
trazado por el Creador.

Finalmente, si el ser humano no asume en su propia realidad la condición de imagen y


semejanza de Dios de manera coherente, la sociedad seguirá anclada en el perfil
desfigurado que acontece cada día: seres humanos arbitrarios y antropocéntricos que a
lo largo de su existencia histórica en el planeta siguen desvirtuando el sentido originario
del mandato recibido de ser co-creadores, administradores y responsables directos del
destino de la creación64, generando el progresivo debilitamiento del mundo natural y la
fragmentación de la dimensión solidaria establecida por ellos mismos entre sí y con la
creación.

64
Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 180.

56
2. EL PECADO ECOLÓGICO Y SU REDENCIÓN: UNA COMPRENSIÓN DESDE
EL “CRISTO CÓSMICO”.

El planeta está muriendo prematuramente. Como consecuencia, la extinción biológica ha


dejado de ser una posibilidad inimaginable. El medio se degrada más allá de lo que podría
tolerar para perpetuarse y nos encaminamos, a este ritmo, hacia un punto de no retorno. La
65
humanidad se enfrenta así a un problema inusitado de supervivencia .

Partiendo de esta aseveración de Francisco José Ruiz, en este capítulo de la


investigación se procurará identificar y describir las implicaciones que lleva consigo el
desastre ambiental, desde la dimensión de pecado ecológico; realidad que enfrenta el
planeta y que atenta contra el objetivo y estabilidad de la creación, y cómo esta difícil
realidad puede encontrar un camino de solución viable desde la teoría del Cristo
cósmico desarrollada por Leonardo Boff y el sacerdote y antropólogo jesuita Pierre
Teilhard de Chardín.

La naturaleza creada es el lugar privilegiado donde el hombre, a lo largo de toda la


historia, ha encontrado todas las posibilidades para su desarrollo, evolución y
realización desde todos los ámbitos (religioso, social, cultural, político, ético, económico,
técnico, científico, etc). Pero en la actualidad es ampliamente conocido por muchas
esferas de la sociedad, cómo este espacio vital desde hace ya varias décadas atrás,
viene sufriendo la fuerza de la mano destructiva del hombre, lo cual ha dado pie al
desastre ecológico que actualmente enfrenta toda la humanidad.

El despertar de la conciencia ecológica sólo se da a partir de 1866 cuando Ernst Hackel


(1834-1919) introduce el concepto de “ecología”66. Esta nueva manera de repensar la
creación ha puesto en entredicho la cosmovisión generada en la Modernidad, la cual
abría grandes caminos de realización al desarrollo científico–técnico y a la actividad
económica globalizada; situación que ha ido conduciendo poco a poco al
desmoronamiento ecológico del planeta. Esta nueva situación bien podría considerarse
como una involución, ya que desvirtúa totalmente el mandato de mandar y someter la

65
Ruiz Pérez, Francisco José. “Creación y Ecología”, en: Nuevo diccionario de teología. Madrid: Trotta, 2005, p.
186.
66
Cf. Ibíd. p. 182.

57
tierra dado por Dios al ser humano, mandato que consiste no en un sometimiento a su
destrucción y extenuación, de lo cual se ha culpado por mucho tiempo al cristianismo
por considerar que ha fomentado en demasía el divorcio entre el ser humano y el
mundo67, sino más bien en una adecuada administración de todos los recursos, su
cuidado y protección y su constante transformación para el bien común de la
humanidad.

Tal desmoronamiento deja entrever la crisis que existe entre el ser humano y su medio,
la cual no se puede solucionar sólo con ajustes coyunturales y tecnocráticos 68, pues a
medida que avanza la ciencia y la técnica la crisis se hace más aguda y se originan
nuevos retos que afrontar en relación con la ecología, para los cuales se carece de una
criteriología práxica y efectiva, que sea lo suficientemente madura para hacerle frente al
daño que el hombre mismo ocasiona, sin desmeritar en ningún momento los grandes
avances que se han realizado a lo largo de la historia y los recientes esfuerzos que se
vienen haciendo por recuperar la conciencia ecológica en todos los ámbitos de la
sociedad.

El pecado ecológico; concepto que hace referencia, entre otros, a todo el daño que el
hombre y la sociedad misma ha ocasionado y sigue causando al ambiente natural en
que vive, y que además va más allá de lo ambiental, cada vez se convierte en una
problemática alarmante en la cual se pierden grandes cantidades de recursos naturales
y para la recuperación total puede pasar mucho tiempo o tal vez no se logre jamás69.
Es, pues, la concreción de la desestabilidad ecológica en la relación entre los seres
humanos y su medio ambiente, un evento serio de tal magnitud que la humanidad
necesita esfuerzos extraordinarios para hacerle frente.

67
Cf. Ibídem.
68
Término que hace referencia a la búsqueda de consensos políticos sobre recortes en la fabricación de productos
agresivos al medio ambiente.
69
El concepto de pecado se acuña para hacer referencia al desastre ecológico o la crisis ecológica de la cual se habla
en el presente capítulo. Es importante aclarar que el investigador, realizador de este trabajo, no pretende limitar su
significado solamente al ámbito ecológico, ya que puede revestir otros matices de acuerdo a la realidad a la que se le
quiera aplicar, ya sea de índole social, económica, política etc.

58
De tal modo, la crisis ecológica que enfrenta la sociedad y el mundo de hoy se le
presenta al ser humano como una inadecuada relación que éste último tiene con la
naturaleza a la cual pertenece y de la que abusa indiscriminadamente en multitud de
ocasiones; situación que ya ha excedido el ámbito de lo estrictamente natural,
incursionando cada vez más en la esfera de lo social, hasta constituirse en la actualidad
en un pecado el abuso y atropello contra la naturaleza y toda la creación en general,
porque ya no solo afecta a la persona en sí misma, sino que afecta a todo el entramado
social, incluyendo el medio ambiente.

Esta situación que vive el hombre en estrecha relación con el mundo que lo rodea, se
presenta hoy en día como un gran desafío que obliga no sólo a la ciencia y la técnica y
otras ciencias más, sino también a la teología a proclamar un mensaje de esperanza 70,
que suscite una profunda reflexión, iluminada desde la experiencia, la Palabra y el
quehacer teológico, y que ponga en cuestión si la humanidad, por su afán de progreso
sin importar la manera en que se consiga, ha olvidado su papel en el mundo de co-
creador y no de destructor y, en vez de proyectarse hacia la consolidación de la
creación en Cristo, está involucionando y agotando las posibilidades de existencia y
realización del plan de Dios trazado desde el comienzo de la creación.

Así pues, el mayor problema que afronta el mundo, en cuanto a su desarrollo y


sostenibilidad natural, en la primera década de este milenio es, sin lugar a dudas, la
amenaza de autodestrucción de la creación misma, por así describirla, debido a la
creciente explotación y contaminación del medio ambiente, realidad que ha dado lugar
al pecado ecológico; como consecuencia del descuido del hombre mismo, por la
pérdida de la conciencia sobre la conservación del medio ambiente y su papel
responsable en la administración de la creación que le fue confiada, siendo, de tal
modo, una trasgresión que el ser humano comete contra el medio que le posibilita su
existencia natural; violación generada por el afán desmedido del hombre de “progreso”
y “evolución” pero al margen del cuidado y promoción de su entorno.

70
Cf. Mahecha C, Germán. “Aproximación a los rasgos de una espiritualidad ecológica”, en: Theologica Xaveriana.
Bogotá: PUJ, 2010. p. 107.

59
Esta crisis que vive la sociedad actual es el resultado, entre otros aspectos, de una
dinámica ecológicamente destructiva de enormes proporciones, reflejada en el mal uso
de los recursos naturales, como por ejemplo el agotamiento de los recursos renovables
(tala de árboles sin posterior reforestación, caza indiscriminada de animales,
esterilización de la tierra, etc) y la utilización de tecnologías y avances científicos
(telecomunicaciones, artefactos electrónicos experimentos científicos, avances
médicos, medicinas genéricas, etc), que si bien han contribuido al desarrollo positivo y a
la evolución de la humanidad en su manera de pensar y actuar, como ya se ha
mencionado, también son causantes del desorden que enfrenta la naturaleza, ya que al
ser utilizados indebidamente provocan un gran desequilibrio en todos los ecosistemas
que la integran, debido a la contaminación que se puede producir, a la manipulación
intencional de especies animales o vegetales, entre otros factores.

Entre las problemáticas más evidentes del desastre ambiental, afrontado como pecado
ecológico, y que están llevando poco a poco al hombre a destruir el medio natural en
que vive y, por ende, a su propia destrucción, se mencionan nueve procesos naturales
críticos para la permanencia del planeta, los cuales han sufrido modificaciones
desastrosas por la actividad humana, sobre todo a partir de la Revolución industrial71.
Estos procesos son designados con el nombre de los “Nueve límites planetarios”. Los
tres que se mencionan en primera instancia ya han superado sus propios límites, y son
los siguientes:

1. El cambio climático o calentamiento global (también llamado efecto invernadero),


producido por la emisión de gases contaminantes de plantas industriales, lo cual
genera cambios desastrosos en el clima del planeta, afectando las estaciones y
la producción agropecuaria en general entre otras situaciones.

2. La pérdida de la biodiversidad, que consiste en la disminución irreparable de un


gran número de especies vegetales y animales.

71
Cf. Suárez Alfonso, José Raúl. “Algunos presupuestos de la inminente amenaza de la crisis ambiental”, en:
Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Bogotá: CRC, 2010. p. 86.

60
3. La interferencia en los ciclos del nitrógeno y el fósforo.

4. La creciente reducción de la capa de ozono atmosférico.

5. La acidificación de los océanos.

6. la contaminación de las aguas dulces.

7. el cambio en el uso de la tierra.

8. La polución química.

9. La abundante carga de aerosoles en la atmósfera72.

Pero allí no terminan los problemas; sumados a los anteriores le siguen la lluvia ácida
como consecuencia de las emanaciones de gases procedentes de la industria; la
deforestación y desertización, causantes de la erosión de grandes territorios del
planeta; la contaminación por acumulación de basuras sin el debido proceso de
reciclaje; entre otros problemas más73.

La superación de los límites en todas estas problemáticas mencionadas, posicionan al


planeta en una situación de irreversibilidad, en donde el desastre por el cambio
ambiental puede ser violento y devastador y la dimensión de sus impactos
desconocidos, lo que conduciría todo el planeta a un estado suficientemente vulnerable
para la destrucción y menos propicio para el desarrollo y la supervivencia humana.

De esta manera se hace necesario, para la superación de esta crisis, empezar por
tomar conciencia de ella y comprender su gravedad, aspecto qué solo se menciona de
pasada, ya que será abordado en el siguiente capítulo de la investigación. Con todo,
evadir la comprensión de la creación como un espacio fuertemente vulnerado,
atropellado, explotado y devastado actualmente, es evadir la dimensión de la catástrofe
ambiental que existe y que puede tornarse peor de no procurar, tanto las ciencias

72
Cf. Ibidem.
73
Cf. Gafo, Javier. “Ecología”, en: 10 palabras clave en Bioética. Estella: Verbo Divino, 1998. p. 348 – 353.

61
naturales, la tecnología y las ciencias sociales – entre ellas la teología – estrategias
sólidas y funcionales para la superación de la crisis y la promoción de una moralidad y
espiritualidad más ecológica en toda la humanidad, que rescate nuevamente la
comprensión de la creación como don de Dios al ser humano para su realización
personal y social.

2.1 La creación es una realidad amenazada

Desde hace no mucho tiempo se comenzaron a vislumbrar las causas y consecuencias


de la mala utilización de ciertos adelantos científicos y tecnológicos, y de la misma
manera se ha venido denunciando la crisis medioambiental por todos los abusos y
atropellos cometidos consciente o inconscientemente. En consecuencia, el cosmos, la
flora, la fauna, los recursos minerales y la misma raza humana, se han visto limitados a
un proceso de explotación, desmejorándose la calidad y sostenibilidad de vida para el
planeta y la humanidad, y proyectando de este modo un futuro incierto en detrimento
de la naturaleza misma y para la subsistencia del ser humano.

La crisis ambiental no sólo es el fruto de la era industrial, sino también de la errónea


interpretación de la doctrina acerca de la creación, en la cual se presenta una visión
antropocéntrica del mundo proveniente del judeo–cristianismo, como ya se ha hecho
una pequeña alusión en líneas anteriores. Según la opinión de Lynn White explicando
esta visión antropocéntrica, “el cristianismo generó una mentalidad donde no hay
respeto por la naturaleza y los seres humanos pueden, incluso, explotarla y destruirla
para su propio beneficio. Mentalidad, que se traduce en la explotación de la naturaleza
cada vez más intensificada en la medida en que se incrementa el desarrollo
tecnológico”74.

74
White, Lynn. “The Historical Rotos of Our Ecological Crisis” citado por Guerra, Jorge E. En: “Antropocentrismo
cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco – justicia”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia
planetaria. Op. Cit. p. 122.

62
Para White “el cristianismo acoge la interpretación lineal judía de la historia, teleología
en la cual el hombre ocupa el espacio central y que genera una visión antropocéntrica.
En particular, el relato de la creación del mundo del libro del Génesis 1, 28, encarga a
los seres humanos el sometimiento de la tierra. La tierra no está entonces a la misma
altura que el ser humano y este puede utilizarla a su gusto”75.

Este antropocentrismo al que hace referencia White, que en la práctica aún se conserva
hoy en día, a pesar de haber sido ya cuestionando en la historia humana y cristiana,
puede superarse por medio de la revaloración de la creación como aquel lugar donde
Dios habita y en el cual el ser humano está llamado a vivir en comunión con la creación.
Para comprender esta comunión, la creación debe ser concebida como un sacramento,
como un signo del Creador y como el lugar escogido por Él para revelarse e incluso
encarnarse, tal como lo hace en la persona de Cristo, en quien la creación encuentra su
plenitud. Esta nueva comprensión de la realidad es la que debe ayudar a superar el
antropocentrismo de corte protestante del cual habla White, y de tal manera
reinterpretar el relato genesiaco, ya que la creación no ha sido entregada al hombre
para que haga y deshaga, sino para que, a semejanza del Creador, desarrolle su vida
en forma constructiva, co–creando, ayudando y no destruyendo76.

A pesar de los esfuerzos, la humanidad en general sigue abusando de la naturaleza


viéndola como un producto, como un recurso para utilizar al máximo sin la conciencia
de su cuidado y valor. Esta manera de concebir la realidad ha generado el
empobrecimiento del medio ambiente, el cual va de la mano con el empobrecimiento de
muchos grupos humanos en todo el mundo, porque al agotar los recursos, también se
agotan las posibilidades de realización de las personas. De este modo, sumado a la
destrucción paulatina del medioambiente se generan situaciones de pobreza, lo cual
muestra que la crisis medioambiental ya ha rebasado los límites de lo meramente
natural para extenderse a lo económico, político y social77.

75
Ibíd. p. 122 – 123.
76
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. (Madrid: Trotta, 1997), p. 80 – 81.
77
Cf. Guerra, Jorge E. Op. Cit. p. 121 – 122.

63
Hasta este punto se han desarrollado en el tratado dos grandes ideas en torno a la
crisis ecológica: por una parte como pecado ecológico y todo lo que de él se deriva, y
por otra, el desarrollo de la civilización por factores tecnológicos (la utilización
maquinarias sofisticadas que destruyen grandes territorios naturales, tecnificación en el
campo a pesar de la pérdida de biodiversidad y generación de plagas y enfermedades
tanto en seres humanos como en animales y plantas, etc.), económicos (aumento de la
pobreza, la inflación, el consumismo el desempleo, el tráfico de especies, etc.) y
científicos (manipulación genética, la experimentación indiscriminada, alimentos
transgénicos, etc.) que ha generado atropellos, abusos y una inadecuada
racionalización de los recursos naturales por parte del hombre, como por ejemplo el
desperdicio del agua y la energía, la sub-utilización de la tierra sin tener presente la
rotación de los cultivos, la tala de árboles, la caza y comercio de especies en vía de
extinción, la quema de bosques para cultivos ilícitos o la ganadería extensiva, la
colonización de selvas vírgenes, entre otros ejemplos más que se podrían citar. Esta
evolución de la creación experimentada por ambas temáticas, sobre todo en Occidente,
es totalmente ajena al mensaje bíblico y, por tanto, no deben ser imputadas al
cristianismo, ya que en esencia la interpretación de su mensaje ha mostrado ser
favorable a la ecología.

La ruptura de las relaciones entre el ser humano y el mundo creado, de la cual ya se ha


hecho mención tanto en el ámbito bíblico, como en lo social, es la que ha contribuido a
ver la naturaleza como aquella realidad inferior al hombre, hasta afirmar que la tierra
está enferma y como dice el apóstol “gime con dolores de parto”, toda vez que al insistir
mucho más en la caída del mundo natural que en la de la humanidad, no sólo se ha
privado a la tierra de su carácter de por sí sagrado, sino que se ha hecho de ella una
realidad positivamente mala y demoníaca. Esta visión del medio ambiente ha favorecido
considerablemente variadas actitudes de explotación y desprecio del mundo natural,
provocando la actual crisis ecológica que ahora se padece78.

78
Cf. Bradley, Ian. Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente. (Bilbao: Sal Terrae, 1990), p. 80.

64
Por otra parte, de las muchas comprobaciones y deducciones que se pueden plantear
para hablar de la tierra como una realidad que actualmente está amenazada y enferma,
dos son de principal importancia: en primera instancia, el ser más amenazado en la
naturaleza es el pobre, en segundo lugar se encuentran las demás especies vivas las
cuales sufren una amenaza semejante.

La primera consecuencia del pecado social que se menciona es la pobreza. Según los
datos proporcionados por Boff, el 79%79 de la humanidad vive en situaciones de
pobreza, mil millones de personas viven en la pobreza absoluta, tres mil millones no
cuentan con una buena alimentación, de los cuales aproximadamente unos sesenta
millones, por año, mueren de física hambre y unos catorce millones de jóvenes
menores de quince años fallecen como consecuencia de enfermedades debidas al
hambre. Ante esta situación tan preocupante y dantesca, podría pensarse que se están
haciendo muchos esfuerzos por superar este flagelo humano, pero en realidad la
solidaridad entre los mismos seres humanos es poca para toda la demanda de
necesidades existente en el mundo, prueba de ello son los siguientes análisis: La
mayoría de los países desarrollados y bien posicionados económicamente ni siquiera
destinan los recursos estipulados por la ONU de su Producto Nacional Bruto (PNB)
para ayudar a las naciones y grupos humanos más vulnerables y el país más sólido
económicamente, destina solamente un 0.15% de su PNB80. Es claro, a todas luces,
como el factor de la pobreza contribuye enormemente para concebir la tierra como
enferma, ya que no existe un equilibrio justo en las economías de las distintas naciones
y quienes se ven más afectados por esta situación son las clases menos favorecidas.

El segundo factor de enfermedad del planeta lo constituyen las especies vivas que han
sido extinguidas por la mano del hombre, y todas aquellas que actualmente se
encuentran amenazadas. Se estima que, por estadísticas del año 1500 hasta entrado el
siglo XXI, han sido muchas las especies que han desaparecido del planeta, y a pesar
de ser cifras que ya se han dado a conocer, todavía se sigue vulnerando la fauna

79
Cf. Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 11.
80
Ibidem.

65
indiscriminadamente y los seres vivos que siguen desapareciendo constituyen un
número bastante alto. De esta manera la actual crisis que está viviendo el planeta es la
quiebra de una concepción del mundo, la cual debía girar en torno a un eje
fundamental, el progreso; factor que ha puesto a la creación en serios apuros. El
pensamiento que reinaba en la humanidad hasta hace no muchas décadas atrás era
que la tierra como tal era inagotable en todos su recursos, pero esto ya no es así
porque la situación que hoy se vive muestra cómo los recursos tienen un límite, ya que
muchos de ellos no son renovables (por ejemplo los minerales) y los que se consideran
renovables están poco a poco debilitándose y si no se hace algo por recuperarlos y
regenerarlos terminarán también por extinguirse81.

Hoy puede constatarse que el modelo de sociedad y el sentido de la vida que la


humanidad había proyectado para sí misma se encuentran en crisis. Para esta
estructura de vida que el hombre había concebido y aún hoy es actual, lo que importa
en realidad es la acumulación de todas las condiciones de vida, riqueza material, bienes
y servicios, para disfrutar su corto paso por el planeta. Para poder llevar a cabo este
ambicioso proyecto, el ser humano se sirve de la ciencia y la técnica para lograr sus
objetivos, sin darse cuenta que al hacer un mal uso de ellos, los cuales en sí mismos no
son negativos, lo que hace es destruir su espacio vital natural y destruirse lentamente a
sí mismo. Por otra parte, si el hombre mantiene a toda costa este modelo de vida
consumista y antiecológico que está enfermando y matando lentamente el planeta, se
originará de todo ello – si bien ya no se ha hecho – efectos y consecuencias
irreversibles, tanto para la naturaleza como para la vida humana misma: desertificación,
deforestación, calentamiento acelerado de la tierra, lluvias ácidas, superpoblación,
aumento de la pobreza, falta de alimentos y eventuales conflictos a consecuencia de las
desigualdades sociales a nivel planetario82.

Para Moltmann, los seres humanos, además de seres sociales y generacionales,


también son seres naturales, pero a esta premisa no se le ha dado la suficiente
81
Cf. Ibíd.p. 12.
82
Cf. Ibíd.p. 13 – 14.

66
importancia en muchos sectores de la misma sociedad. Olvidando el hombre que sólo
puede desarrollarse en un adecuado equilibrio con los condicionantes cósmicos de la
tierra, ha generado un proceso de destrucción que hasta ahora no se ha podido
controlar y, por el contrario, cada vez es mayor, mostrando con ello que las modernas
sociedades industriales son las que primero han dejado de lado las leyes y ritmos de la
naturaleza, actuando sólo en función de su intereses e ideales. Frente a la amenaza
presente contra la creación, explica Moltmann que la moderna civilización científico-
técnica ha sido la primera en limitarse en su relación con la naturaleza, sometiéndola y
explotándola, haciendo de esta una esclava del hombre. Ante estos ataques de la
humanidad, la manera que tiene la naturaleza de protestar, es morir lenta y
silenciosamente generando contra-evoluciones, es decir, deja de ser creación continua
frenando sus procesos de transformación y proyección hacia la comunión con Dios,
haciendo que la raza humana termine por extinguirse y la tierra se convierta en un lugar
inhabitable y desolado83.

Finalmente, para que la civilización o sociedad actual comprenda su verdadera relación


de comunión con la creación, deje por una parte de amenazarla y atropellarla, y por otra
la conduzca por un verdadero camino de evolución y trasformación positivas, se hace
necesaria y urgente una reforma ecológica tal como lo dice Moltmann:

Necesitamos una reforma ecológica, de nuestra sociedad, de la producción, del consumo, del
transporte... Lo cual es perfectamente factible desde el punto de vista técnico, con tal de que
se desee desde el punto de vista político. Hay que examinar detenidamente toda la
propiedad humana, en especial la gran propiedad industrial y los medios de trasporte, en
función de su incidencia medioambiental. Todo cuanto dañe o destruya el medio ambiente
natural ha de ser restringido o suprimido totalmente [...] es preciso desenmascarar como
„antinatural‟ e „insano‟ el modo de vida, propio de los países desarrollados, que produce
tantos residuos, y reformarlo a favor de un modo de vida más natural y sano. La justicia
ecológica, que es la base de una simbiosis duradera entre la humanidad y la naturaleza, será
84
tan importante en el futuro como la justicia económica o la justicia intergeneracional .

83
Cf. Moltmann, Jürgen. La justicia crea futuro. Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado. Op.
Cit. p. 26.
84
Ibíd. p. 26 – 27.

67
2.1.1 El pecado ecológico: Pérdida de la religación del hombre con el mundo
creado

El pecado ecológico, tema central del capítulo que se viene desarrollando, bajo
diferentes perspectivas, conlleva también a que el hombre pierda la religación o
comunión85 que tiene con el mundo, es decir, conduce a un desentendimiento, a un
enajenamiento tal de la intima relación existente con el medio ambiente, que ya no le
importa ni interesa lo que pueda suceder a corto o largo plazo en su entorno vital,
puesto que su intereses se han concentrado en otros asuntos (científicos, técnicos,
industriales, económicos, cibernéticos, etc.) que al parecer son más importantes para
su desarrollo y evolución dentro de la sociedad. De acuerdo a esto surge una pregunta
que vale la pena reflexionar: ¿cómo ha sido posible que el hombre haya llegado a un
extremo tal de guerra contra el medio ambiente, que hasta se ha desligado de él
queriendo llevar una vida autónoma e independiente en disonancia con la creación?86

Este cuestionamiento encuentra respuesta en la pérdida de la religación con el mundo


causada por el mismo ser humano, que desde hace mucho tiempo atrás decidió
situarse al margen de la creación, a la manera de un objeto extraño a todo el entramado
natural, pero de cual se sigue beneficiando como la rémora o los parásitos, que viven
de los beneficios que le proporciona un organismo mayor a ellos. Analógicamente es a
este extremo al cual está llegando el hombre hoy: sintiéndose ajeno y extraño al mundo
en el cual vive, por las actitudes y comportamientos que de cara a la relación con todo
lo creado manifiesta, aún así se sigue beneficiando de ella, pero explotándola lo mayor
posible y en muchas ocasiones – salvo el interés ecológico en muchas entidades y
organizaciones tanto políticas, científicas, religiosas y no gubernamentales que está
tomando fuerza – sin generar mecanismos de renovación de los recursos, así como de
estrategias que vayan encaminadas a mejorar la calidad de vida de sí mismo y del
planeta.

85
El concepto de religación debe entenderse como la comunión íntima que debe sostener el hombre con la creación.
86
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 85.

68
La creación, como un proceso continuo de perfeccionamiento y evolución siempre
abierta por la presencia actual de Cristo que le comunica su dinamismo renovador, en
la cual se presentan declives y oportunidades constantes de generación de formas más
complejas y ricas de vida, demuestra que toda ella no ha alcanzado aún su madurez,
sin que esto sea negativo, por la continuidad de su proceso evolutivo – el cual no es
incompatible en ningún momento con la fe y la teología ya que aguarda su plena
consumación en Cristo– por ello, en el momento actual, existe un sentimiento de
frustración que la somete a la vanidad, es decir a querer alcanzar la meta de la
perfección a como dé lugar, frustración que vendrá a ser superada con teoría del Cristo
cósmico que será desarrollada más adelante. Es en este síntoma de debilidad y
confusión que se origina la pérdida de religación, situación concreta en la cual el atraso
del ser humano en su proceso de transformación y maduración conlleva el atraso de la
creación, o por el contrario, el excesivo afán de progreso puede también interferir y
acelerar de manera contraproducente, tanto para sí mismo como para la naturaleza, la
evolución de la misma, trayendo consecuencias desastrosas para todos los seres vivos
y ocasionando definitivamente la ruptura de relaciones entre el hombre, su medio
natural y Dios87.

Por otro lado, la pérdida de la religación con la naturaleza se ocasiona también cuando
el ser humano deja de reconocerse como creado creador, cuando renuncia a
proyectarse hacia al horizonte de perfección y transformación, cuando deja de captar
por su capacidad creativa lo que podría ser y aún no es, cuando desiste de crear e
imaginar, cuando olvida su ser protagónico en el mundo como generador de vida y
nuevas relaciones con los demás, la naturaleza y Dios, cuando se cierra al proceso
evolutivo y se opone a la dinámica universal en la que está inserto, cuando vive una
constante huida al pasado donde no tenía que esforzarse por construir su realidad
porque la creación era perfecta y acabada, cuando se escapa de sus tareas y
responsabilidades presentes, cuando no acepta la condición del devenir de la creación
como realización siempre abierta y que está en transformación de lo imperfecto a lo

87
Cf. Ibíd. p. 109.

69
perfecto, cuando no acepta su propia imperfección y características de ser inacabado y,
finalmente, cuando pretende saltar hasta el término de sus aspiraciones, sin ser
consciente que primero debe transitar el camino del la evolución y maduración 88. Es
claro cómo existen cantidad de razones por las cuales se produce la ruptura con el
universo creado, razones que pueden ser superadas cuando se asume y respeta con
plena conciencia la triple relación mencionada en el capítulo primero; la relación Dios–
hombre–mundo.

El pecado ecológico rompe totalmente la religación del hombre con todo lo que existe,
ya que este, en su afán por asegurar la existencia, la reproducción y por generar
medios de vida lo más abundantes posibles, se organiza egoístamente pensando sólo
en sí mismo, instaurando así el antropocentrismo. De esta manera dispone todo en
función de sí: la naturaleza, los seres vivos e incluso los mismos seres humanos, hasta
llegar a apropiarse de todo sometiéndolo a su interés. Este autocentrarse trae como
consecuencia la ruptura con todos los lazos y religaciones.

Finalmente, mientras el ser humano no se experimente y se asuma a sí mismo con


alegría y serenidad, como un ser que está inmerso en la solidaridad cósmica y en la
comunidad de todos aquellos seres creados que conforman la comunidad de la tierra
viviendo en un proceso siempre abierto que implica maduración y transformación
continuas, incluso en la misma muerte, pero siempre religado a todo lo que le rodea,
terminará aislándose, separándose cada vez más del medio natural que le proporciona
todo lo necesario para vivir bien; y no solo esto, sino que acabará usando todo su poder
en contra de la misma naturaleza, destruyendo la alianza de amor y de paz que tenía
con ella; “es aquí donde se configura la actitud antiecológica fundamental subyacente a
todas las demás, la que las alimenta y perpetúa”89.

88
Cf. Ibíd. p. 109 – 110.
89
Ibíd. p. 111.

70
2.1.2 El ser humano, responsable del pecado ecológico

El problema ecológico que enfrenta hoy el mundo entero es, en gran medida,
consecuencia del descuido del ser humano mismo, pues al pretender hacer uso de la
ciencia y la técnica para el progreso y la evolución, con el objetivo de mejorar las
condiciones de vida y supervivencia, hoy estos instrumentos se le han salido de las
manos y las consecuencias de su manipulación son preocupantes. Sumado a ello hoy
se percibe en muchos ámbitos de la sociedad una marcada indiferencia y omisión en el
actuar a favor de la ecología por la pérdida de conciencia sobre su conservación y
racionalización de los recursos naturales, así como del papel responsable que debe
caracterizar al ser humano en la administración de la creación que le fue confiada.

Por todo lo anterior cabe hacerse la siguiente pregunta ¿será el ser humano un Satanás
en la tierra? En la actualidad se tiene que decir que desafortunadamente es así, dado
que él se ha encargado de romper la relación de armonía existente entre sí mismo y la
naturaleza y prueba de ello son las estadísticas que en muchos medios de
comunicación escritos, radiales, televisivos y electrónicos se dan a conocer de esta
ruptura y a la vez a las víctimas de la crisis medio ambiental: especies que han
desaparecido, perdida de superficies cultivables, disminución de los bosques tropicales
por la deforestación, perdida del humus de la tierra a causa de la erosión, incendios que
acaban con toda clase de ecosistemas, contaminación del suelo marino, entre otras
situaciones más. Todo este desastre en su gran mayoría ha sido causado por el
hombre ya sea de manera consciente y directa o indirectamente90.

Como ya se ha dicho anteriormente, la Gaia91 está enferma y herida por la


irresponsabilidad de la raza humana. El ser humano a lo largo de la historia se ha
venido rebelando contra el plan armónico de Dios a la manera de un ángel
exterminador de todo, se convirtió en un verdadero Satanás de la tierra: la explota
indiscriminadamente, no procura implantar estrategias para la preservación de los
recursos naturales renovables, destruye los ecosistemas, manipula las especies para

90
Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. (Madrid: Trotta, 2000). p. 27.
91
Nombre que la civilización griega le atribuía a la tierra, para dar a entender que era un inmenso ser vivo.

71
su beneficio, y todavía más aún, ha perdido la conciencia de la creación como un don y
regalo del Creador para su propia realización, transformación y trascendencia.

Pero ante esta realidad, el ser humano tiene la posibilidad de transformarla, de


renovarla, de convertirse, siguiendo la metáfora de los ángeles, en un ángel de la
guarda, puede ayudar a salvar la tierra y la vida en general sólo si toma conciencia que
debe, cuanto antes posible, implantar transformaciones fundamentales en su estilo de
vida, debe fundar la mentalidad de una salvación global. Y para que este proyecto
pueda ser factible, debe generar una revolución y liberación ecológica global e integral
en todos los espacios y ambientes no sólo sociales92, sino también teológicos y
eclesiales.

2.1.3 El verdadero progreso ha de apuntar a la transformación del mundo

El progreso al cual se hará referencia en este núcleo investigativo consiste en la


constante labor creadora del ser humano que transforma la realidad haciendo buen uso
de ella y respetando sus límites, hasta llegar a un estado de comunión y comunicación
con la misma, que le permita realizar sus aspiraciones más profundas y trascenderla
hasta hallar en ella a Cristo, máximo ideal en su realización personal y comunitaria.
Esta idea de progreso, desde la cotidianidad humana, se presenta como un camino de
participación de toda la humanidad para apuntar al verdadero progreso y
transformación de la realidad ecológica existente. Toda la sociedad, desde no hace
mucho tiempo, y a raíz de todos los sucesos que han generado grandes desastres
ecológicos y la actual crisis que enfrenta el mundo, se está adentrando actualmente en
un estado mucho más profundo de conciencia ecológica universal 93, gracias a que cada
vez se hace más generalizada la preocupación por este tema, hay mayor interés por
mejorar la calidad de vida en consonancia con el respeto que debe existir hacia la
naturaleza y se sufre ante la amenaza que pesa sobre el planeta de ser aniquilado por

92
Cf. Ibíd. p. 31.
93
Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 88.

72
la devastación que provoca el mismo hombre. De aquí la razón de la búsqueda de un
progreso que ya no sólo sea participativo y social, sino también que sea ecológico, es
decir, que comprenda la noción de la creación como una realidad siempre nueva y
continua.

El progreso que busca el hombre ha de apuntar, por lo tanto, a la trasformación del


mundo, no mediante procesos técnicos y científicos, que en muchas ocasiones
degeneran el sentido del progreso y la trasformación de los cuales se viene haciendo
referencia, sino mediante un cambio de mentalidad que vuelva su mirada más hacia la
religación del hombre con lo creado y las relaciones de correspondencia que deben
existir, donde tanto el hombre como la naturaleza se benefician y se encaminan a la
realización plena en el designio creador94. Para lograr este cambio de mentalidad
transformadora de la realidad hay que tener presente cuatro aspectos muy importantes
para una verdadera revolución y progreso frente a la realidad ecológica.

En primera instancia, es necesario superar el arraigado antropocentrismo de tradición


judeo-cristiana que aún pesa sobre la sociedad, el cual no ha sabido interpretar
correctamente el apelativo que primigeniamente le fue dado al ser humano como señor
de toda la creación y rey del universo, según lo expresado en el relato de la creación.
Esta corriente presenta al hombre como el centro de todo, en torno al cual gira todo lo
demás y todas las criaturas se encuentran a merced de él, incluso los demás hombres y
mujeres, para ser usados, dominados y explotados, desvirtuando el verdadero sentido
del relato bíblico, el cual proclama que a través del hombre toda la creación encuentra
su razón de ser y por medio de él está llamada a alabar a Dios.

Esta dominación95 perpetuada por el antropocentrismo es la que ha generado el


conflicto, y hoy puede verse cómo el proyecto científico-técnico de la modernidad
confirma esa misma voluntad de supremacía. Tal comprensión de la realidad es la que
ha venido reforzando la violencia y agresión que desde muchos años atrás se viene
practicando contra la naturaleza en sus diversas modalidades: desarrollo económico

94
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. (Santander: Sal Terrae, 2008), p. 135.
95
Cf. Ibíd. p.137.

73
ilimitado, consumismo exacerbado destrucción de ecosistemas, el pillaje de los
recursos naturales no renovables, entre otras realidades más. Así pues, nacido del
antropocentrismo, el proyecto de la modernidad, aunque tienda a disimularlo, no
contempla otra cosa más que la voluntad de agresión y avasallamiento que engloba a
los seres humanos y a la naturaleza.

El cambio de mentalidad, en este aspecto, consiste en comprender que el ser humano


forma parte de la naturaleza y de la biosfera, no es el centro del universo sino una parte
importante de él y está en profunda comunión con los demás seres existentes. Además,
lo que viene a caracterizarlo y diferenciarlo no es un privilegio biológico sino el hecho
mismo de ser un ente moral, es decir, que puede decidir libremente en su actuar y
pensar, que puede crear o destruir, que puede asumir causas importantes a favor de su
espacio vital, responsabilizándose de la promoción de la naturaleza generando vida,
mas no muerte y destrucción.

Así mismo, desmontar el mito del antropocentrismo debe conducir a una nueva
conciencia frente al mundo, donde el ser humano ya no está en medio de la creación en
actitud de señor como Adán, sino en una actitud de servidor (claro está, sin ser una
actitud de servilismo ni de inferioridad frente a las demás criaturas), responsable de la
integridad de todo lo creado quien utiliza las cosas en la medida de sus necesidades y
vive en comunión con lo que es diverso a él. Este debe ser el verdadero sentido del
relato bíblico, donde la persona humana es imagen y semejanza de Dios; ya que como
hijos e hijas y no como déspotas, están llamados a prolongar el acto creador de Dios
cultivando la naturaleza, mejorándola, pero con sentido de responsabilidad, de manera
que ya no sólo Dios es creador, sino que por designio divino también lo es el ser
humano96.

En segundo lugar, es fundamental para generar progreso y verdaderos procesos de


trasformación de la mentalidad frente a la naturaleza y frente a la manera como el
hombre recrea lo existente, reconocer la alteridad de cada criatura, pues cada ser,

96
Cf. Boff, Leonardo. La dignidad de la tierra. Op. Cit. p. 90.

74
animado o inanimado, por simple o insignificante que pueda parecer, posee un valor
único en sí mismo, y este aspecto es el que el hombre más ha olvidado hoy en día.
Cada ser, especialmente los seres vivos, merecen el reconocimiento por lo que son en
sí mismos y también ser respetados y valorados en su alteridad. Este principio de
alteridad propugna que nadie tiene el derecho de hacer daño ni destruir lo que el
extraordinario proceso de evolución demoró en construir. Ahora, este aspecto se
convierte también en una exigencia ética para el individuo, ya que éste debe considerar
la riqueza que existe en el hecho de reconocer que cada ser se constituya en otro,
muchas veces con sus mismas características, pero diferente de sí mismo y con el cual
está llamado a interrelacionar. Solamente el ser humano es quien puede reconocer y
aprovechar la alteridad gracias a su capacidad racional, convivir con ella o
aprovecharse egoístamente de la situación hasta destruirla; en esto reside toda su
responsabilidad ética frente a lo creado y frente a sus propios semejantes.

Por otra parte, considerada la alteridad, es preciso enfatizar también en la reciprocidad


y la complementariedad que debe existir en todas las criaturas. El equilibrio ecológico,
como fruto del progreso y trasformación de la mentalidad frente a la re-creación de lo
existente debe encaminarse a que todos los seres, unos con otros, sean recíprocos y
se complementen. La diferencia en todos los elementos que componen la creación es
la que posibilita que todos puedan dar parte de su propia riqueza a los demás y pueda
establecerse un clima propicio de comunidad donde haya preocupación mutua. Por lo
tanto, es fundamental ser distintos para poder estar unidos.

El cuarto aspecto en este cambio de mentalidad que se propone es la ecología social 97,
que se desprende de todo los otros aspectos que hasta ahora se han considerado, y se
orienta como tal a fortalecer la interacción que debe existir entre los sistemas histórico-
sociales humanos con los sistemas ambientales, toda vez que la historia de la
humanidad no puede desligarse del medio ambiente en el que de alguna manera se
desarrolla. Este aspecto pone en relación la injusticia social con la injusticia ecológica;
una deriva de la otra, donde el punto de congruencia es el pobre como el ser más

97
Cf. Ibíd. p. 91.

75
agredido, ya que es explotado y le son negados de uno u otra forma los bienes
necesarios para su subsistencia, lo cual evidencia la pobreza en la falta de
infraestructura para acceder a una vida digna: aguas contaminadas, aire viciado,
viviendas insalubres, medios de transporte contaminantes y relaciones interpersonales
violentas. Así pues, como el ser humano también hace parte del medio ambiente, la
injusticia social se convierte en una problemática paralela a la injusticia ecológica.

De acuerdo a todo lo anterior, la sociedad en general está llamada a establecer en su


actuar cotidiano una justicia ecológica, para lo cual es imprescindible un mínimo de
justicia social, tolerancia y respeto pero no sólo por el ser humano, sino también por la
naturaleza, ya que las próximas generaciones tienen todo el derecho de heredar un
medio ambiente sano. Con todo, para que esta nueva manera de pensar comience a
entrar en funcionamiento la sociedad se está dando a la tarea de desarrollar una
efectiva y concreta actitud de respeto por la alteridad, solidaridad y admiración por la
creación en toda la profundidad de su misterio y complejidad, abriendo mayores
espacios en el conocimiento de la creación, para que el ser humano entre en comunión
y participe en la existencia de los demás seres existentes, con la mente puesta siempre
en la generación de más vida y perfeccionamiento de las realidad existente.

2.2 Creación y salvación en Cristo: Teoría del Cristo cósmico

Expuesta toda la dimensión del pecado ecológico, que vendrá a ser superada y
redimida por Cristo como figura central de esta reflexión, tal como ya se ha especificado
en el numeral 1.1.4 del primer capítulo de esta investigación, en Cristo se da la nueva
creación, toda vez que en el proceso de redención y salvación que Él lleva a cabo
cumpliendo el plan divino, no solamente rescata al género humano, sino también a todo
el mundo natural dando lugar a una nueva creación. Es, pues, en Cristo y por Cristo,
que se realiza toda la creación, tanto la antigua como la nueva, la cual a su vez
encuentra la salvación en el misterio crístico, ya que en sí mismo, toda la naturaleza es
transfigurada, cristificada, es decir, se hace una sola con Cristo, recobrando su

76
condición de creación divina, dado que Cristo no sólo divinizó y liberó al hombre, sino
también, hizo extensiva su salvación y divinización a todos los seres de universo 98.

La teoría del Cristo cósmico, planteada por Teilhard de Chardín, y retomada por
Leonardo Boff y Jürgen Moltmann, muestra cómo el misterio de Cristo está inserto en
toda la creación, misterio pero a la vez realidad encarnada que sobrepasa la totalidad
de lo existente y va emergiendo dentro de ella. Frente a esta realidad cristológica
presente en la creación, el sentido teológico de la misma, es decir, del cosmos creado,
consiste en permitir a Cristo salir de sí y entregarse a sí mismo a otra realidad diferente
que lo pueda acoger y hacer con Él comunidad. Así pues, si en el núcleo anterior la
realización y el progreso de la creación se sustenta en una nueva mentalidad por parte
del ser humano de cara a la trasformación de la realidad existente, apuntando a
rescatar y salvar la creación; en esta segunda parte del presente capítulo, se tratará de
presentar cómo esa nueva mentalidad transformadora de la realidad se da a través de
la cristificación de todo, ya que Cristo, Verbo Encarnado, es la estructura sobre la cual
se sostiene todo el universo, dado que, por una parte, todo ha sido creado por Cristo
(como la sabiduría eterna del Padre que estaba ya presente antes que todo existiera),
en Cristo (ya que en Él se da tanto la antigua como la nueva creación) y para Cristo
(porque todo ha sido creado para dar gloria y reconocimiento a Cristo, quien da vida y
sentido y realización a la realidad creada)99, y por otra, Cristo es quien otorga unidad,
armonía y cohesión a toda la realidad.

Es por medio de Jesús que el universo entero se lanza hacia adelante mostrando a la
conciencia del ser humano un dato que conservaba dentro de sí desde su origen y que
por múltiples factores se ha oscurecido; este dato consiste en que Dios es Padre y que
en Cristo, quien asumiendo la condición humana para salvar al mundo en su totalidad
(ser humano y demás seres existentes), todos los seres del universo son sus hijos e
hijas, tal como lo afirma san Pablo en la Carta a los Romanos “somos hijos e hijas en el
Hijo y Él es el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).
98
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 221.
99
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 75.

77
Ahora, en la actualidad del mundo y de la sociedad misma, Jürgen Moltmann,
refiriéndose a la catástrofe nuclear ocurrida en Chernobil, que dejó miles de muertes y
consecuencias medio ambientales nefastas que hasta hoy están presentes, refriéndose
al tema de la cristificación del cosmos, afirma que una cristología cósmica debe
confrontar la figura de Cristo el Salvador con una naturaleza que está siendo empujada
hacia el caos por los mismos seres humanos, para que pueda ofrecer caminos
concretos de redención para los hombres y, a su vez, salidas a la problemática
ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción. Así mismo, una nueva
cristología cósmica debe revocar la cristología histórica moderna que presenta un Cristo
trascendente y lejano de la realidad, superando sus limitaciones pero conservando su
verdad, logrando que puedan descubrirse y hacerse experimentables las fuerzas
sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual del mundo100.

En la misma línea, Moltmann señala que el factor fundante del caos ecológico radica en
el desprecio del hombre por la naturaleza, lo cual ha conducido a su sujeción y actual
destrucción, pero no es un pensamiento propio, sino una reflexión que él hace a partir
de lo tratado por Joseph Sittler, en la Asamblea General del Consejo Mundial de las
Iglesias en Nueva Delhi, sobre la distinción occidental entre la naturaleza y la gracia,
quien dice:

El hombre de la ilustración pudo penetrar en el terreno de la naturaleza y reclamarlo en la


práctica como su territorio de dominación, pues era un ámbito que había sido ignorado o
rechazado por la gracia. Una parte de Dios iba muriendo con cada nueva violación de la
naturaleza; el ámbito de la gracia disminuía en la medida en que las estructuras y los
fenómenos de la naturaleza eran reclamados por el ser humano ahora autónomo. Los
hombres se pavonean blasfemamente por este mundo herido y amenazado, como si fuera
101
una posesión suya .

Frente a esta realidad, la persona humana vive un tiempo en el que se encuentran y


entrecruzan la figura de Cristo y el caos, por ello es necesario hacer la opción por una
cristología de la naturaleza en oposición a la creciente amenaza que día a día se le
impone al medio natural. En esta dimensión de la cristología, la fuerza salvadora de

100
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 76.
101
Cf. Ibídem.

78
Cristo no solamente atañe a la moralidad y el carácter de la humanidad, sino también a
la naturaleza entera, y al igual que el hombre, también la naturaleza es un escenario en
el cual actúa la gracia y un espacio de salvación o lugar de salvación. De esta manera,
una cristología que aborde todos estos aspectos y dimensiones cósmicas encenderá en
la actual sociedad mundial la pasión por transformar y recrear la tierra amenazada.

2.2.1 La renovación y fortificación de la creación en Jesucristo

“El mundo exhibe una impronta cristológica; ha sido creado por y para Cristo”102. Esta
afirmación deja ver claramente cómo toda la creación está enmarcada en la persona de
Cristo, pues Él estuvo presente desde su comienzo como el Lógos (Jn 1) y es en quien
la creación encuentra su plenitud escatológica (Col 1, 15 – 20). Teniendo como
antecedente el dato aportado por el evangelio de Juan, donde se afirma la presencia de
Cristo-Lógos desde el principio de la creación, es ahora, en el hecho mismo de la
encarnación, es decir, en el acontecimiento histórico en el cual la Palabra o el Hijo de
Dios – siendo hombre desde el principio ya que en el subsisten tanto la naturaleza
divina como la humana – se hace carne, asume una naturaleza humana completa y no
simplemente una forma corporal externa103, es donde se realiza plenamente la
presencia redentora y salvadora de Cristo en la tierra, no solo para el beneficio del
hombre, sino también para transfigurar, para transformar con su presencia toda la
creación y así hacer de ella un acontecimiento de renovación y perfección continua. Así
pues, en Jesús el Cristo, se manifestó y se produjo el hecho de la auto-revelación de
Dios en el acontecimiento mismo de la encarnación; en ella, el Hijo que estaba siempre
dentro del misterio divino, acompañando el proceso evolutivo de la creación,
fortificándola, recreándola y renovándola constantemente, aflora, se hace uno con la
creación asumiendo su misma naturaleza para transformarla y vivificarla, impregnando
todo el cosmos con su presencia y poniendo fin a la corrupción a la cual estaba
sometida104.

102
Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 69
103
Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. (Bilbao: Sal Terrae, 2002), p. 15.
104
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 223.

79
La encarnación o humanización del Verbo se presenta como la plenitud de la presencia
divina en el proceso de evolución de la obra creada, en tanto representa el punto hacia
donde avanzan todas las líneas ascendentes de la evolución y en donde encuentran su
razón de ser todas las realidades existentes. Pero es importante recalcar que la
encarnación de Cristo en su dimensión cósmica no alcanzó sólo al hombre Jesús, sino
a todos los humanos y en ellos a todas las demás criaturas existentes, por ello todo el
universo está llamado a ser verbificado en Cristo, es decir, a transparentar la presencia
de Cristo y todos características. En esta dinámica, la encarnación se entrevé como un
proceso que aun está en curso; el verbo sigue emergiendo en la materia del mundo y
del género humano hasta que el universo entero sea verbificado, transformado y
realizado plenamente en el plan de Dios105.

Si se tiene en cuenta lo afirmado en el numeral 1.1.3 (pág. 31) del primer capítulo, en el
cual se abordó la temática de la creación continua; argumentando que la creación
tampoco tuvo lugar al comienzo del mundo, sino que es un acontecer que abarca toda
la duración de éste; donde el hecho de la creación en constante actividad mantiene al
mundo siempre referido al Creador y, mientras el mundo siga su curso, siempre habrá
creación, ya que el primer acto creador del Génesis continúa conjugándose en el
presente. De esta manera, la creación continuada en la persona de Cristo y en todo su
actuar en el mundo, es la continuación de la historia de la creación que tiene como
finalidad la renovación de todo el universo con miras a la nueva creación definitiva de
todas las cosas. Y como ya se ha dicho, el hecho mismo de la creación como un
suceso continuado da a entender que es una realidad abierta, un acontecimiento
inconcluso en proceso de renovación constante, ahora, como nueva creación en Cristo
y por Cristo, que posibilita la transformación definitiva de todo, pues la creación
encontrará su plena realización cuando sea asumida y encarnada definitivamente por
Cristo; y su dimensión contingente, es decir, cambiante e inestable, sea glorificada.

Esta renovación de la creación que viene a efectuarse por medio de Cristo, en el ámbito
terreno, consiste en la creación de una nueva justicia a favor de aquellos que jamás la

105
Cf. Ibíd. p. 228.

80
han experimentado; se percibe en la dignificación de la naturaleza y de los seres más
vulnerables que la componen, no sólo hombres y mujeres, sino también en las demás
criaturas; se concretiza no sólo en la preservación y conservación de las especies, sino
también en el obrar innovador de Dios en Cristo, a través de la evolución que ha tenido
la creación y que aun se sigue percibiendo en el desarrollo de la naturaleza y en el
obrar humano como garante y artífice de nuevos procesos creadores por medio de la
multiplicidad de cualidades con que fue enriquecido106.

La segunda categoría que se desarrolla en torno a la nueva creación por la mediación


de Cristo es la de fortificación. Con esta idea, y en consonancia con la categoría
abordada anteriormente, se da el paso de la creación en el principio a la creación
continuada, pero no ya en el sentido de simple preservación del mundo, en la cual Dios
mantiene lo que ha creado y vela por el mundo que creó para preservarlo del caos que
lo amenaza, que no es una afirmación del todo negativa, pero sí un tanto etérea a la
realidad vivida, sino más bien en la manera como toda la creación es fortalecida por la
continua recreación que se hace de la misma y se visualiza en hechos concretos a
partir de la actividad humana, el aprovechamiento de los recursos, la comprensión de la
naturaleza como un don de Dios, la comprensión de los abusos existentes como la
necesidad de cambiar la mentalidad utilitarista y dominante por una nueva mentalidad
ecológica y de religación con el mundo.

En definitiva, tanto la renovación como la fortificación en Cristo de toda la creación,


aunque sean acontecimientos de carácter soteriológico y escatológico, deben traducirse
desde ahora en hechos y acciones concretas en la cotidianidad de cada ser humano,
llamado a formar comunidad, a hacer comunión, es decir, a ser uno con el mundo y
con Dios en el espacio natural que le fue dado para ser y hacer.

106
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 82.

81
2.2.2 Cristo, fuerza motriz y espiritual de la creación
16
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
17
invisibles [...] todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo, y todo
19 20
tiene en Él su consistencia [...] pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud,
y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo
que hay en la tierra y en los cielos (Col 1, 16 – 20)

Estas palabras del apóstol de los gentiles, – sin dejar de prescindir de toda la teología
presente en el prólogo del Evangelio de san Juan, el cual presenta el papel de Cristo
como el Lógos de la creación, como la Palabra por quien todo fue hecho y sin quien no
se hizo nada de cuanto existe (Jn 1, 1 – 3) –, quieren mostrar la centralidad y fuerza
del actuar de Cristo en la creación del mundo, ya que es asumido como el agente,
como el motor y el eje sobre el cual se encadena, se entrelaza todo el andamiaje de la
obra creada y en quien todas las cosas están llamadas a mantenerse unidas y
reconciliadas107.

Cristo, como fuerza motriz y espiritual de toda la naturaleza se encarga de perfeccionar


y a la vez de unificar todo el cosmos disgregado, en primera instancia por la condición
primigenia de la Caída, y en segundo lugar, por la perpetuación de este acontecimiento
que ha realizado el hombre con su actuar destructor, avasallador y dominante de la
creación. La fuerza regeneradora que Cristo imprime a la creación hace que ésta sea
recapitulada en un nuevo y divino organismo, restaurada en su bondad y belleza y
lanzada en proyección hacia su continuo perfeccionamiento en el que se percibe el
constante actuar de Dios, creando nueva vida sin detenerse hasta alcanzar la
cristificación, es decir, hasta ser plenamente glorificada toda la creación junto con la
redención del ser humano108, ya que si Cristo como tal es el único fin de todo lo que
existe, todo es redimible y salvable y todo está llamado a transparentar la presencia de
Cristo y sus acciones salvíficas (en esto consiste la cristificación). La redención y la
salvación que Cristo otorga y, por tanto, la glorificación, no se circunscriben sólo al ser
humano, sino a toda la creación; toda la naturaleza está llamada a participar de la vida

107
Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 122.
108
Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 84.

82
plena de Cristo resucitado y glorificado, lo cual es un proceso continuo en el que la
creación va alcanzando su perfeccionamiento con la esperanza de la consumación. Así
pues, el perfeccionamiento de la creación hasta alcanzar la cristificación y glorificación
asume, en Cristo, tanto el pasado histórico del mundo (todo fue hecho por Cristo), el
presente (todo subsiste en Cristo) y, sobre todo, el futuro (todo será consumado y
realizado en Cristo)109

Con la Encarnación todos los procesos de creación, preservación, sostenimiento,


perfeccionamiento, animación, dirección, purificación, recuperación, transformación y
consumación de la creación fueron unificados de una manera enteramente dinámica en
la persona de Cristo110. A través de Él, Dios entró en el mundo para que éste se sintiera
atraído por Él y para que toda la creación pudiera hacerse partícipe de su gloria; Él, en
su condición plenamente material, en concordancia con la naturaleza del cosmos, pero
también plenamente divino, es la fuerza que mueve el mundo, que lo confronta, que lo
conduce hacia su perfeccionamiento; es el motor de la evolución y es el lazo de unión
entre la creación continua y su consumación definitiva, entendida no como el termino
físico de todo lo que existe, sino en la plena realización de una creación renovada,
transformada, liberada de toda dominación y empobrecimiento a causa del daño
ocasionado por el hombre, por una parte, e identificada totalmente con Cristo por medio
de la armonía que en ella debe reinar, precisamente por ser el vínculo entre lo material
y espiritual, por otra.

La nueva manera de hacer teología hoy en día está rescatando, sobre todo en la
mentalidad occidental, la centralidad del Cristo Cósmico como aquel en quien todas las
cosas existentes se mantienen unidas; como la fuerza inspiradora y activa, oculta en el
corazón de toda la naturaleza y como el principio invisible creador y transformador de
toda la materia que existe, tanto animada como inanimada; en tanto que el
pensamiento de occidente está más familiarizado con el hecho de considerar el
dualismo entre el hombre y la naturaleza como algo normal y, por consiguiente,

109
Cf. Ibíd. p. 85.
110
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. (Madrid: Cristiandad, 2ª ed, 1987), p. 580.

83
inclinada a transparentar el antropocentrismo que apunta sólo a la salvación humana.
Aún así, esta nueva manera de interpretar a Cristo no puede confundirse con el
panteísmo, ya que en ningún momento se quiere presentar a la naturaleza como una
realidad deificada, en donde Dios o Cristo no son más que la suma de todo cuanto
existe, sino más bien como una realidad que está llamada a participar de su divinidad y,
ver a Dios, como el Creador que incluye al mundo en su esencia y naturaleza y además
lo excede; todo está en Él y él en todo, pero ambos conservan su identidad
independiente111.

Los escritos de Teilhard de Chardín también manifiestan la profunda presencia de


Cristo, como fuerza motriz y espiritual de toda la naturaleza, ya que para él la materia
es en realidad la mediación a través de la que Cristo se manifiesta, y prueba de ello es
el mismo acontecimiento histórico de la Encarnación. Además argumenta que el
universo como tal está impregnado en toda su estructura física, hasta lo más intimo de
sí, por la presencia espiritual de Cristo:

En todo nuestro rededor, Cristo está físicamente activo, con el fin de controla todas las
cosas. Desde la esencial vibración del átomo hasta la más sublime contemplación mística;
desde la más sutil brisa que riza el aire hasta las más anchurosas corrientes de vida y de
pensamiento, Él no deja de animar, sin interferir en ellos, todos los procesos de la tierra. Y, a
cambio, Cristo medra físicamente con todos y cada uno de ellos. Cuanto hay de bueno en el
112
universo es recogido por la Palabra Encarnada .

Teilhard de Chardín concibió la Encarnación como un proceso que no se agota sólo en


la persona de Jesús, sino que se extiende a todo el cosmos existente, pues al concebir
la realidad del mundo en términos evolutivos (por su rigurosidad científica), este
acontecimiento es también un proceso de evolución que parte de Dios pero que no se
queda en un Dios alejado que salva a la humanidad caída, sino en una fuerza dinámica
que arrastra a todo el universo hacia la perfección. De este modo la Encarnación del
Creador en Cristo debe ser entendida como el inicio de una nueva etapa de la
evolución de la vida en general; con Cristo se inicia la divinización de todo el género
humano, y a través de éste, de toda la creación, ya que en el Cristo cósmico como

111
Cf. Ibíd. p. 124.
112
De Chardin, Pierre Teilhard. Citado por Bradley, Ian. En: Op. Cit. p. 125.

84
fuerza real y espiritual de todo, donde converge el hacerse-hombre del universo y el
hacerse-hombre de Dios113.

2.2.3 La resurrección en Cristo: Una revolución de la evolución

La resurrección de Cristo114 muestra cómo la muerte y la destrucción no tienen la última


palabra en el proceso evolutivo, más bien, a través de ella la vida retorna transfigurada
y en un nivel más superior del que existía, porque se da la plena comunión y
comunicación con toda la creación, capaz de transformarla y transfigurarla para que
alcance su plena realización. La resurrección se convierte en un acontecimiento
revolucionario del proceso evolutivo, en tanto muestra cómo la plenificación de la vida
se realiza a través de “alguien” que procede del seno mismo de la destrucción de la
naturaleza y que había sido desechado y relegado por no tener ningún valor. Si la
encarnación, en su momento histórico, situó a Cristo en un espacio y tiempo
determinados dentro del cosmos y la evolución, el hecho mismo de la resurrección es el
que confirió a Cristo una dimensión realmente universal y trascendente, convirtiéndolo
en salvador de todo y, sobre todo, en perpetuador de un proceso evolutivo de todo el
cosmos que sigue su marcha, ya que la creación es un acontecimiento continuo que
encontrará su culmen cuando sea también resucitada y glorificada por Cristo, con Cristo
y en Cristo.

En esta revolución, donde se manifiesta la dimensión escatológica de la naturaleza que


es salvada con el hombre, se patentiza la posibilidad de una total reconciliación que
incluye el pasado (la caída) y las víctimas (la naturaleza, el hombre, el cosmos), en la
cual nada es absolutamente abandonado, porque lo que fue amado por Dios desde el

113
Cf. Moltmann, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Op. Cit. p. 84.
114
La resurrección no debe ser entendida como la reanimación de un cadáver, como fue el caso del amigo de Jesús,
Lázaro (Jn 11) o el de la hija de Jairo (Mc 5, 45), que necesitaron seguir satisfaciendo las necesidades vitales de una
persona y, luego, murieron nuevamente. La resurrección debe entenderse como la total y exhaustiva realización y
transformación de la realidad humana en sus relaciones con Dios, con el otro y con el cosmos; es la escatologización
del ser humano que ya alcanzó el fin del proceso evolutivo y quedó inserto en la realidad divina. Pero en la praxis
cristiana y humana en general, este proceso de transformación total debe ser entendido y aceptado desde la fe. (Cf.
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 217.)

85
principio tiene que ser también eternizado con la resurrección y glorificación de Cristo.
Consiguientemente, todos los seres de la naturaleza serán recuperados y tendrán parte
en la mesa del banquete de la vida natural y divina, éste es el punto álgido de la plena
realización de la creación115. En este orden de ideas, el Cristo cósmico en su
dimensión de resucitado, del que se viene tratando en este bloque temático, se erige
como el motor de la evolución, como su liberador y su plenificador que se prolonga
hasta lo más íntimo del cosmos para que éste recupere la armonía y estabilidad
viciadas por el pecado y la acción destructora del hombre como consecuencia de la
caída.

En la misma línea, la resurrección abrió una nueva dimensión y descubrió un nuevo


horizonte en la comprensión de toda la realidad, ya que en Cristo, vivo para siempre, se
manifestó la meta hacia la cual tienden el ser humano y el propio cosmos, es decir,
hacia la total realización y plenitud cósmico-humano-divina. En el Cristo glorificado en
su realidad material, la persona humana tiene el mayor referente para descubrir su
destino futuro y el de la materia que lo rodea, dado que la presencia de Cristo
resucitado actúa en la realidad cósmica, en la realidad humana personal y comunitaria,
de manera anónima o patente, culminando con su actuar en la Iglesia como sacramento
primordial de esa presencia viva y transformante. Además, desde la resurrección, la
persona histórica de Jesús, muerto y sepultado, no vive solamente a través del
recuerdo y del mensaje liberador que había dejado; todo lo contrario, Él mismo sigue
presente y vive una forma de vida que supera las limitaciones del mundo natural
marcado por la muerte, realizando en sí todas sus posibilidades en todas las
dimensiones116.

Con el acontecimiento de la resurrección Cristo no dejó el mundo, sino que lo penetró


profundamente y ahora está presente en toda la realidad de la misma manera en que
Dios se hace presente en todas las cosas, continuando su proceso evolutivo hasta que
también el ser humano y el cosmos alcancen su estado de escatologización y queden
115
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 230.
116
Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 217.

86
insertos en la realidad divina. El cristianismo vive de esta presencia resucitada y
desarrolla una óptica que le posibilita una mirada holística de toda la realidad
traspasada y transfigurada por los destellos de la resurrección; de esta manera, el
mundo se ha convertido, por la resurrección de Cristo, en una realidad diáfana y
transparente, donde se descubre, en todo lo que existe, la presencia divina que llama a
la persona humana y al cosmos entero a vivir en comunión con ella.

Con Cristo se inició la nueva creación futura (2 Cor 4, 6); Él se constituye en el nuevo
Adán, en la nueva humanidad y realidad creada ya no sujeta a la muerte (Rom 5, 14; 1
Cor 15, 21. 45; Col 1, 15. 18), en el fin ya alcanzado que deja vislumbrar el sentido de
todo el proceso de la creación y redención. Por ello en la comprensión cristiana del
mundo, no sólo su comienzo y el pasado histórico son aspectos determinantes para
comprender el significado de la evolución y de la totalidad, sino principalmente el futuro
que manifestado en la resurrección, adquiere una dimensión esclarecedora y heurística.
Jesucristo con su resurrección provocó una revolución en la interpretación de la
realidad, toda vez que ya no es posible analizar el mundo con base en la creación in illo
tempore, sino que se comprende a partir de la escatología del futuro presente en la
persona de Jesús resucitado:

En Él se realizó, en el tiempo, lo que para nosotros sólo se dará al fin de los tiempos. Él es la
meta anticipada. A partir del fin, debemos entender el comienzo. El plan de Dios sólo se hace
transparente y comprensible si se considera a partir de su realización y de su término.
Entonces se verá que, para alcanzar la meta final, el comienzo (la creación del mundo) y el
medio (la creación del hombre) eran etapas de un plan más vasto que llegó a la culminación
117
en Jesús resucitado .

A partir de todas estas reflexiones se puede comprender mejor la realidad de la


presencia de del Jesús resucitado en el mundo de hoy y también intentar articular
algunas modalidades de esa presencia, como son la realidad cósmica en general, la
realidad humana en su dimensión personal y colectiva como principal sacramento de
Cristo, la realidad medio ambiental, la realidad de los procesos sociales, la realidad de
la Iglesia como comunidad de fieles y la realidad de los sacramentos, entre otras.

117
Cf. Ibíd. p. 219.

87
Por su parte, para Teilhard la resurrección le otorga a Cristo una dimensión
enteramente cósmica, ya que en ella su cuerpo glorificado se hace coextensivo a toda
la realidad, toma posesión efectiva de las funciones de la creación y se convierte
plenamente en su centro universal. En este misterio se realiza la síntesis entre lo
crístico y lo cósmico puesto que la presencia de Cristo irradia sobre todo el universo
como una conciencia y actividad dueñas de sí mismas. A través del acontecimiento de
la resurrección Cristo es constituido en Señor del mundo, no sólo porque en su vida
histórica así lo proclamó, sino porque con el triunfo sobre la muerte – para darle
continuidad a la evolución que con su fallecimiento aparentemente se había truncado –,
redime, salva y recupera definitivamente a todo lo que existe y, a su vez, continúa
animando, fortaleciendo, perfeccionando, dirigiendo, centralizando, unificando y
purificando toda la obra del Padre, hasta la consumación de todo el universo,
constituyéndose en el sacramento de encuentro entre Dios y el mundo.

A partir de la resurrección, Cristo irradia sobre todo el universo una conciencia y


actividad dueñas de sí mismas, como ya se ha especificado, las cuales ya no se
encuentran sujetas de manera definitiva al pecado y a la muerte, y aunque se siguen
presentando rasgos de debilidad en la creación por la presencia del pecado, aun así
ésta ha sido liberada de ello y su itinerario evolutivo continúa hacia la perfección, dado
que con la resurrección todo aquello que detenía le proceso evolutivo fue erradicado del
mundo, para que éste pueda alcanzar su realización. Así pues, en virtud de esta
dimensión cósmica universal de la resurrección, Cristo anima e informa todo el trabajo
humano, todos los determinismos materiales y todo el proceso de evolución y, a través
de ella, todo espera se físicamente cristificado, es decir, transformado todo el cosmos
en el cuerpo de Cristo a la manera de un espejo, porque deja ver su presencia actuante
y operante en todos los acontecimientos que se suceden en el universo, porque todavía
el proceso de evolución no ha llegado a su término, no ha acabado de formarse y Dios
no es aún todo en todos118.

118
Cf. De Chardin, Pierre Teilhard. Le christique. Citado por Boff, Leonardo en: Jesucristo y la liberación del
hombre. Op. Cit. p. 582.

88
La resurrección de Cristo, lejos de ser un acontecimiento momentáneo y puntual en la
historia, totalmente distinto de considerarse como un suceso físico, experimentable y
verificable por los sentidos como si fuese un desquite individual del Jesús histórico
sobre la tumba y sus contradictores, asume otra dimensión totalmente trascendente,
nueva, cósmica y universal, pero a la vez misteriosa, porque Cristo se transparenta, se
transfigura en toda la realidad existente: plantas, animales, minerales, seres humanos,
aire, etc., haciéndola madurar hasta llevarla a la perfección escatológica119.

Finalmente, la resurrección no se define tampoco como una realidad delimitada


nuevamente por la propia carnalidad material – porque constituiría un retroceso en la
evolución – y por lo tanto, delimitada por el espacio y el tiempo, sino más bien como un
acontecimiento en expansión capaz de trascender los límites de la propia individualidad
del hombre y de las demás criaturas, y abierta a la totalidad del universo al cual busca
rescatar y plenificar hasta alcanzar el Reino. Esta apertura y derramamiento hacia el
mundo del Cristo cósmico en su glorificación no es otra cosa que la realización en
plenitud de todo su ser, del cual también hace partícipe a toda la creación para que ésta
sea sacramento y presencia viva de Dios, que no dejó a la deriva la obra que había
fundado120.

2.2.4 La plenitud y comunión universal en Cristo Jesús

¿Cómo se trasmite actualmente al ser humano la influencia del Cristo cósmico y la


plenitud de la comunión universal en El?, muchos textos bíblicos neotestamentarios
pueden dar razón de esa presencia de Cristo y, por consiguiente de la comunión de
toda la creación con Él, pero tal vez uno de los textos más expresivos de esa cristología
cósmica se encuentra en un ágrafo (agraphon), es decir, en palabras atribuidas a Cristo
mismo y que no se contienen en los Evangelios como tal, sino en el logion 77 del
evangelio copto de santo Tomás, las cuales versan así: “Yo soy la luz que está sobre

119
Cf. Ibídem.
120
Cf. Gesteira Garza, M. La Eucaristía, misterio de comunión. (Madrid: Cristiandad, 1983), p. 148.

89
todas las cosas; yo soy el universo; el universo salió de mi y el universo retornó a mi;
hiende la leña y yo estoy dentro de ella; levanta la piedra y yo estoy debajo de ella” 121 .
Aunque son palabras provenientes de un texto apócrifo no reconocido en el canon
como de inspiración divina, sí son palabras contundentes que dejan entrever la
profunda relación y comunión existente entre Cristo y toda la naturaleza creada, donde
el Verbo preexistente122, se convierte en Verbo encarnado123 y finalmente se
transforma en Verbo Transfigurado en el cual se refleja todo el designio salvador del
Creador hacia toda la creación y, a su vez, ésta deja ver en sí misma la presencia de
Cristo que actúa en ella y en todo su dinamismo cotidiano.

En el Cristo cósmico y universal presente en la creación confluyen todas las


manifestaciones del Verbo al interior de la obra creada, y precisamente esta mentalidad
es la que hay que recuperar frente a la crisis ambiental que enfrenta el mundo, ya que
se ha perdido la sensibilidad ante la realidad de la presencia de Cristo en la naturaleza,
se ha mundanizado tanto la concepción de la creación que ya no se le reconoce como
un don divino que hay que respetar y apreciar, cerrándose por completo la posibilidad
de la experiencia insustituible de comunión con el Cristo total.

Desde otra perspectiva, la plenitud y comunión de la humanidad y la naturaleza con


Cristo se expresa en la realidad desde la dimensión sacramental, concretamente en la
Eucaristía, en tanto este sacramento universal es, de cierta manera, prolongación y
continuación de la encarnación, perpetuándose la religación de Cristo con todos los

121
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 231.
122
El Verbo, la Palabra o el Hijo de Dios no tuvo su origen cuando empezó la historia humana visible. El no
comenzó a existir como una nueva persona en un determinado momento histórico, por el contrario, Cristo existe
personalmente como el Hijo eterno de Dios o la Palabra eterna de Dios. Así pues, por compartir el atributo divino de
la eternidad, él existe eternamente; la preexistencia significa que Cristo personalmente pertenece a un orden de ser
diferente del creado, su existencia personal y divina trasciende o va mucho más allá de las categorías existentes,
temporales y espaciales. (Cf. Collins, Gerald O. La encarnación. Op. Cit. p. 30).
123
La Palabra o Verbo de Dios se hizo carne o se encarnó no simplemente en un cuerpo humano, sino que asumió
plenamente la naturaleza humana mortal. El Hijo eterno y preexistente de Dios, en un momento puntual de la
historia, tomó carne de una persona humana (su madre). La encarnación constituye el momento culminante y
supremamente decisivo en las relaciones de salvación y revelación de Dios para con su pueblo y con todos los seres
humanos de las siguientes generaciones, así como con todo el cosmos. En el Verbo encarnado Dios se revela
personalmente para llevar a cabo su plan definitivo de redención de toda la creación. (Cf. Ibíd. p. 18)

90
elementos que componen el universo124. En la acción eucarística el pan y el vino se
insertan en la materia de todo el cosmos; la hostia no se limita a ser el trozo de pan que
se coloca sobre el altar, sino que en ella toda la creación se transforma en ofrenda para
transformarse en el cuerpo cósmico de Cristo. De esta manera la Eucaristía, so pena de
caer en un error teológico, podría decirse que se convierte en la acción ecológica por
excelencia, debido a que en ella toda la creación es ofrecida a Cristo y asumida en Él
para su salvación.

Si con la encarnación Cristo se situó en la humanidad y en toda la naturaleza, ahora en


la Eucaristía, continúa su misión fundamental de incorporar todo físicamente a sí, tanto
el hombre como el mundo. Este sacramento unifica a los hombres con la creación,
afecta primeramente al género humano pero no agota en él su potencial unificador; su
gracia se hace extensiva a todo lo que existe. Al ser asumido el mundo presente por la
existencia humana y la existencia humana por el pan material en el momento de la
acción eucarística, la transformación que allí tiene lugar transborda y completa la
transubstanciación125 del pan y el vino, y este acontecimiento invade irreversiblemente
el universo entero.

El apóstol Pablo, también hace referencia a esta plenitud y comunión del mundo con
Cristo que se efectúa en la Eucaristía mostrando la estrecha relación entre Cristo y el
mundo. En 1 Cor 12, 12ss , Pablo plantea el ejemplo del cuerpo humano que es uno solo

124
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 583.
125
La transustanciación no es sólo la conversión de los dones de pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo en la
Eucaristía, sino que abarca también la transformación de las cosas y personas en el cuerpo de Cristo. Esta categoría
comprende la íntima relación que Jesús estableció entre la cena eucarística y el reino de Dios y la transformación o
transfiguración que éste implica no solo a nivel de las cosas, sino sobre todo, de las personas y de las estructuras
humanas presentes en el dinamismo histórico. Por otra parte, se tienen el pan y el vino como frutos de la tierra y
producto del esfuerzo y trabajo del ser humano y signo, por tanto, de la propia vida. La conversión o
transustanciación de estos dones no solo afecta a lo que éstos son en sí mismos, sino a todo lo que ellos quieren
significar: el mundo creado, la historia humana, el trabajo colectivo y personal, etc., transformándolos también en la
presencia real de Cristo. Y en tercer lugar, la transustanciación hace referencia a que no es una simple conversión de
la sustancia de unos productos materiales en otra sustancia o realidad parecida y paralela que sustituye aquella
(cuerpo y sangre), sino conversión en algo distinto, en una realidad personal y además escatológica, es decir, Cristo
resucitado, y por ello no en otras cosas materiales, sino en un misterio vivo y dinámico de autodonación personal. No
se trata, por tanto, de una mera presencia material de cuerpo y sangre, sino de Cuerpo y Sangre entregados, de una
donación y de un derramamiento propios de la persona de Jesús, que en ellos y por medio de ellos se hace realmente
presente, generando en el ser humano su misma actitud de entrega, transformando radicalmente la propia existencia
humana y la de todo el cosmos existente. (Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 565.)

91
a pesar de estar conformado por mucho órganos, para hacer referencia a Cristo que a
través de la Eucaristía se hace uno solo con el mundo, aunque éste, esté conformado
por muchos miembros. En efecto, el veía toda la creación como parte de una unidad
orgánica, y el ejemplo del cuerpo humano le brindaba una imagen perfecta para
identificar la diversidad de la creación íntimamente unida a Cristo a través del misterio
de la Eucaristía. De este modo, la comunión del cuerpo que es el mundo, el cual reúne
a todos los seres existentes, con Cristo que se hace presente en la Eucaristía, adquiere
mayor relieve cuando se entiende la presencia de Cristo como el principio unificador del
universo, que en la Eucaristía se transforma en una sola unidad con Cristo.

En la misma línea, en 1 Cor 10, 16 – 17, Pablo habla de la comunión que debe existir
entre el mundo con el cuerpo y la sangre de Cristo, entendiendo la categoría de
comunión en el sentido de la participación de todo el cosmos en la realidad de Cristo,
de manera tanto espiritual como material, es decir, el universo entero está llamado a
unirse en la Eucaristía al misterio de Cristo desde su dimensión física (realidad
existente) hasta llegar a la trascendencia en el continuo proceso de transformación o
cristificación, proceso dinamizado por la misma presencia de Cristo. De la misma
manera, el apóstol en la misma carta, pero en el capítulo 10 verso 17 se refiere a Cristo
como el único pan que es conformado por todos, pues todos participan de ese único
pan; para expresar que mediante la comunión del mundo con Cristo en la celebración
eucarística, por quedarse el Señor en especies que hacen parte del mundo natural,
todo el universo queda también incorporado a Cristo y en comunión entre sí en este
gran misterio.

En todos estos casos se afirma la comunión o presencia real de Cristo en el mundo


creado, como también la comunión y participación del mundo existente en la persona
del Cristo cósmico126, que ha de ser entendida en sentido realista y no en sentido
simbólico, pues a través de esta comunión, Cristo sigue haciendo su obra sanadora en
el mundo, por medio de todos los esfuerzos que realiza el ser humano para hacer de la
creación un mejor lugar de vida y oportunidades de realización, respetando y velando

126
Cf. Gesteira Garza, M. Op. Cit. p. 428.

92
por el medio ambiente, estableciendo buenas relaciones con los demás, etc., a ejemplo
de Cristo que hizo tantas obras salvadoras en su paso histórico por el mundo. De esta
manera es como Cristo, con la cooperación del ser humano lleva a cabo la Cristificación
de todo; por la comunión eucarística y por la acción de la persona en favor de la
creación, lo cual implica la presencia real de Cristo en ese pan único del cual participa
el universo entero.

Desde la dimensión ecológica, que en este punto se entiende no solamente como lo


referido al mundo natural, sino que comprende diversos ámbitos de la existencia, las
especies sacramentales están formadas por la totalidad del mundo y ellas son la
mediación sacramental a través de la cual el mundo entero entra en comunión con
Cristo y, en ellas, la materia creada al comiendo de todo va sufriendo lenta e
irreversiblemente la gran consagración127. Aunque todas las apariencias del mundo
sigan siendo las mismas, aunque todas la cosas sigan conservando su contextura
habitual, tal como sucede con el pan y el vino, que en apariencia siguen siendo tales
sustancias, en realidad son el cuerpo y la sangre de Cristo, así toda la creación, por la
profunda comunión existente pasan a ser otra sustancia: Cristo presencia real en el
mundo.

En suma, en la Eucaristía del mundo, Cristo es pues quien aparece, quien se hace
presente sin violentar nada, en el corazón del mundo; y se hace presente y operante en
la nueva sustancia transformada que constituye la creación. Es en la Eucaristía donde
tiene lugar la nueva creación y donde esta adquiere su carácter de continuidad, y es en
la transformación densa y profunda de la realidad en el misterio de Cristo, donde
acaece y tiene lugar “la verdadera transustanciación del universo, de la realidad entera,
de la que es anticipación en el tiempo y prefiguración (real y no solo en figura) la
transustanciación eucarística [...] en esta nueva creación futura no sólo se le dará un
nombre nuevo a las cosas, sino que todo quedará transfigurado y transformado, no ya
en apariencias, sino en su misma realidad intrínseca, ontológica, en el mismo ser”, es
decir, en Cristo.

127
Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 585.

93
3. PERSPECTIVAS Y ESTRATEGIAS PASTORALES: HACIA LA PRAXIS DE UNA
ESPIRITUALIDAD MÁS ECOLÓGICA.

Hablar de ecología es hablar de nuestra casa, del hábitat que compartimos todos los seres
vivos e inertes. Crear conciencia de esta verdad, es comenzar un proceso de reconocimiento
de nuestra esencia, somos parte del proceso evolutivo, atrás han quedado millones de años
de expansión...y hacia delante un futuro incierto que está en nuestras manos concretar.
¿Futuro caótico o futuro de esperanza? ¿Qué le espera a nuestro planeta y con él a todos
sus huéspedes? Para nosotros, desde la fe, un futuro esperanzador en Aquel que nos ha
128
creado, en ello hemos de invertir nuestros esfuerzos .

Hoy en día puede constatarse cómo son muchas las voces que se están uniendo a la
reflexión y concientización por la emergencia planetaria que está enfrentando toda la
sociedad; un ejemplo concreto de esta situación es el proceso de información,
formación y capacitación que se ha iniciado en muchos estamentos públicos y privados
con respecto a este tema, para recuperar la conciencia sobre el respeto y el cuidado del
medio ambiente como espacio vital, no sólo del hombre sino de todas las especies que
lo habitan. Así pues, en los dos capítulos anteriores de la investigación se han
desarrollado, por una parte, los aspectos referentes a la teología de la creación, como
el fundamento teológico-bíblico para la elaboración de una nueva reflexión teológica
más ecológica y, por otra, el fenómeno del pecado ecológico y todas las consecuencias
que de él se derivan, el cual encuentra un camino de redención y superación en la
reflexión sobre la teoría del Cristo cósmico, tesis en la cual el hombre y la creación
entera encuentran su plenitud.

En este tercer y último capítulo del trabajo investigativo se pretenden presentar


estrategias metodológicas prácticas y efectivas, así como principios de acción teológica
– pastoral, a partir de los fundamentos y contenidos teológicos presentes en la teología
de la creación, la ecoteología y la cristología, que iluminen desde una visión teológica y
cristiana los esfuerzos por la recuperación del medio ambiente en la sociedad y
concretamente en el ámbito de la sociedad colombiana. Para ello se analizarán
temáticas como algunos aportes a nivel general que se han venido haciendo como

128
Martínez Morales, Víctor M. S.J. Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 9.

94
propuestas para la solución de la problemática en mención, la necesidad de retornar a
la tierra como patria común, el hombre como ser ecológico en comunión con el mundo y
con Dios y el acercamiento a la realidad ecológica del país, entre otros aspectos más.
De esta manera se busca alcanzar el objetivo central de esta investigación.

En la actualidad toda la humanidad está siendo llamada a realizar opciones por la vida;
en primera instancia reconociendo la grandeza y misterio de la obra creadora, la cual
supera todos los límites de cualquier confesión y credo religioso, ya que en ella todo
está involucrado sin ninguna distinción y, en ella, el ser humano debe aportar para que
se hagan realidad los tres pilares fundamentales para el progreso de la sociedad, a
saber: la libertad, la igualdad y la fraternidad. En segundo lugar, de cara a la gran
oportunidad que se está abriendo de tomar conciencia y aprovechar la coyuntura
presente de sensibilización frente a las consecuencias y riesgos a los cuales está
conduciendo la actual crisis planetaria desde la dimensión ecológica, se está asistiendo
a un momento novedoso y oportuno para generar procesos de cambio de mentalidad y
compromiso humano, sensible a empezar a ejercer un activo servicio teológico, pastoral
y educativo, que lleve a cada ser humano a asumir su responsabilidad respecto a esta
problemática tan grave y por la cual atraviesa la humanidad entera en este momento de
la historia, apelando a que ya es tiempo de hacerle frente.

Esta sensibilización y educación de la que se ha hecho mención puede empezar a dar


notables resultados a partir de propuestas que integren la protección, cuidado y toma
de conciencia ecológica, en oposición a la actitud depredadora y anti-ecológica que ha
acompañado a la humanidad desde muchos siglos atrás. Además debe constituirse en
un espacio que permita ensanchar el horizonte mental hacia una nueva perspectiva en
la mirada del mundo, donde el hombre pueda comprenderse a sí mismo desde su
entorno y pueda rescatar y armonizar su espiritualidad en sintonía, religación y
vibración con la naturaleza y todo el cosmos existente, teniendo como base
fundamental la presencia de Cristo que en todo deja ver su huella. Pero antes de
adentrar la investigación en los asuntos que se buscan abarcar en esta parte del
trabajo, se hace necesario, en primera instancia, identificar algunos principios,

95
propuestas y avances realizados por la teología en los últimos años, como herramientas
para enfrentar el desastre ecológico, y del mismo modo, tratar de vislumbrar cuál ha
sido su eficacia o ineficacia en los distintos ámbitos de la sociedad.

3.1 Aportes de la reflexión teológica frente al desastre ecológico

En el camino que ha emprendido la teología en las últimos años, para elaborar una
reflexión teológica más consciente del valor de la ecología, se está descubriendo cómo
dentro del mismo cristianismo ha surgido una gran preocupación por los problemas
ecológicos, no sólo en el ámbito de la naturaleza, sino de manera integral,
comprendiendo tales problemáticas en estrecha relación con la pobreza, pues cada vez
hay mayor conciencia de que no se logrará el justo equilibrio ecológico si no son
afrontadas directamente todas aquellas formas estructurales de pobreza que existen en
el mundo; aspecto último que fue resaltado sobremanera por el Papa Juan Pablo II en
la bula Inter Sanctos con ocasión de la declaración de san Francisco de Asís como
patrono de los ecologistas129.

En la Asamblea Ecuménica de Basilea, en la formulación del llamado “proceso


conciliar”, se especificó la necesidad de una búsqueda unificada de la paz, la justicia y
el cuidado de la naturaleza; y aunque explícitamente no surgieron aportaciones
prácticas o estrategias eficaces para enfrentar el problema ecológico global y generar
una nueva conciencia sobre el cuidado y protección, uso y aprovechamiento racional de
los recursos existentes y del medio ambiente en general, sí se reconoce y afirma en la
actualidad que este proceso apuntó a que todas las iglesias del mundo hubiesen dado y
estén cediendo espacios para que muchos grupos, que comprometidamente trabajan
en los asuntos y problemas de justicia y ecología, tengan un lugar más sobresaliente y
central en las actividades programadas por las parroquias y centros de culto.

129
Cf. Castillo Guerra, Jorge E. “Antropocentrismo cristiano y nuevas vertientes teológicas para una eco-justicia”,
en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia planetaria. Op. Cit. p. 124.

96
En cuanto a la labor teológica como tal, se mencionan los aportes realizados por la
llamada “teología del proceso”, la cual, presente ya desde la década de los sesenta del
siglo XX, hizo un fuerte llamado para una participación más activa y comprometida con
el cuidado de la creación de Dios. Por su parte, en el contexto del continente
latinoamericano, la teología de la liberación, tan comprometida con la causa de los más
pobres y vulnerables, colocó en marcha líneas de reflexión y acción encaminadas hacia
el problema de la creación, de ello da razón la teología eco-feminista, como una
teología emergente que, combinando la perspectiva de género con la latente
preocupación por los problemas y desastres que destruyen el medio ambiente y las
víctimas que de esta devastación se generan, ha venido presentando desde los años
sesenta muchas objeciones a la manera como es afrontada esta problemática, como
por ejemplo, que la opresión que se produce contra la mujer está estrechamente ligada
con la opresión manifiesta en muchos sectores de la sociedad en contra de los pobres y
la creciente explotación del medio ambiente130. Estas tres realidades (opresión a la
mujer, a los pobres y el daño ecológico) según el eco-feminismo, poseen un eje central
que las dinamiza, un común denominador que las sostiene, el cual es la opresión
masculina del mundo.

En esta misma línea, la teóloga brasileña Ivonne Gebara, una importante representante
de la mencionada corriente teológica, pone de manifiesto la urgente necesidad de una
nueva visión cristiana para el mejoramiento de las relaciones entre los hombres y las
mujeres, así como el necesario compromiso de todos los seres humanos e instituciones
de la sociedad, en la lucha por desmontar todas las estructuras y formas de opresión
existentes. Esta nueva manera de repensar el cristianismo, según el planteamiento de
Gebara, consistiría en unificar y armonizar nuevamente la vida humana en sí misma,
restablecer las relaciones de armonía y comunión con todo el cosmos y las relaciones
con la naturaleza como su ambiente natural de supervivencia, en consonancia con la
búsqueda de la justicia a nivel integral, que beneficie tanto al hombre como al medio
ambiente.

130
Cf. Ibíd. p. 125.

97
Así mismo, Jürgen Moltmann, uno de los teólogos más influyentes en la teología
alemana contemporánea, también ha realizado grandes aportes para una nueva
reflexión acerca de la teología de la creación, prueba de ello son obras como Teología
de la esperanza de 1964, Dios en la creación de 1987, La justicia crea futuro: Política
de paz y ética de la creación en un mundo amenazado de 1989, entre otras. Lo que se
pretende con esta nueva manera de abordar la teología, desde la óptica de la creación,
que Moltmann ha venido desarrollando desde la segunda mitad de la década de los
ochenta, consiste en la superación del antropocentrismo que pesa sobre la naturaleza
creada – que en diversas ocasiones se ha mencionado en la investigación –, por medio
de la revaloración de la creación como el lugar privilegiado donde Dios pone su tienda
(shekinah) para habitar, es decir, se hace presente y le da sentido y finalidad a todo lo
que ha hecho en la persona de su Hijo Jesucristo, Verbo encarnado que, después de
muerto y sepultado, resucitó y con su resurrección transformó toda la realidad existente
en una nueva creación transfigurada, que en todas sus manifestaciones deja ver la
presencia de Cristo, la cual está llamada a vivir en comunión con Él .

Según Moltmann, ante la magnitud que está alcanzando el problema ecológico en el


mundo, por la indiferencia manifiesta del hombre y su pérdida de la religación con el
mundo y con Dios, la creación debe ser asumida nuevamente por toda la humanidad
como un sacramento, es decir, como un signo visible y sensible del Creador y como el
espacio elegido por Él para llevar a cabo toda su obra de revelación; incluso hasta el
abajamiento y encarnación. Así, este nuevo horizonte de comprensión reviste una
importancia fundamental para el rescate de los valores en la sociedad en general y para
realizar una novedosa reinterpretación del relato del Génesis, ya que la creación, como
ya se ha hecho hincapié, no se entrega al ser humano para que éste haga lo que quiera
con ella, sino para que a semejanza del Creador, desarrolle su vida de manera
constructiva, co-creando, ayudando y no destruyendo su entorno vital natural.

En este orden de ideas, la ecoteología, como una teología emergente que en las
últimas décadas ha ido tomando mucha fuerza en el ámbito teológico en estrecha
relación con lo ambiental, y que consiste en un diálogo interdisciplinario entre ecología y

98
teología, orientado a contribuir a la interpretación de la crisis ambiental en sus aspectos
más profundos, para proponer itinerarios de transformación personal, grupal y
planetaria, también ha pretendido desentrañar la comprensión tanto de la ecología
como de la teología e identificar categorías de articulación en ambas ciencias para
llegar a entender la naturaleza como creación de Dios, donde no hay separación entre
la naturaleza y los seres humanos, sino que ambos hacen parte de la creación 131. La
ecoteología concibe todo lo que existe más allá de un simple recurso natural, como sí lo
hace la ecología y las demás ciencias, para dar cabida al valor intrínseco que posee
como creación de Dios y, por tanto, establecer así un contacto directo con el Dios
Creador. Así pues, la identidad de la ecoteología consiste en un sentir-pensar-actuar
sobre la relación de Dios con su creación, es decir, la Palabra de Dios que actúa en
interrelación con la creación y su preocupación por la convivencia que en ella se
establece132.

De acuerdo a lo anterior, la ecoteología tiene en la actualidad, entre muchos otros que


se podrían evidenciar, tres retos de gran importancia:

1. Recuperar la conciencia de la humanidad acerca de la creación como una obra


continua en clave evolucionista y cristológica, es decir, la creación aún se sigue
su marcha, no es una obra totalmente acabada sino que está en camino de
realización y transformación; dinámica en la cual el ser humano participa
activamente por medio de su papel de co-creador y realización que encuentra su
culmen en Cristo, que con su misterio pascual le da una nueva orientación a todo
lo que existe, haciendo de la realidad creada una nueva creación que será
glorificada cuando sea plenamente transformada por Él, con Él y en Él.
2. Recuperar y fortalecer los lazos de unión entre creación y salvación a partir de la
teoría del Cristo cósmico, en la cual el hombre debe, mediante la comunión con

131
Cf: A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Concilium 331 (2009): 393.
132
Cf. Ibíd. p. 397 – 398.

99
lo divino y la creación, transparentar o transfigurar la presencia y el actuar de
Cristo en todo su obrar en el mundo.
3. Recuperar la dimensión relacional con Dios Creador, ya que sería un absurdo
pensar que a Dios no le interesa lo que ocurre en el mundo.

Como puede verse, al enfocar el pensar, sentir y actuar de la ecoteología hacia estos
retos para hacerlos realidad, no se trata de añadir un nuevo capítulo a la teología como
tal, sino más bien de abrir un nuevo horizonte de comprensión, pues como dice el
sacerdote y teólogo marianista Manuel Gonzalo:

Es necesario asumir el cambio en la visión del cosmos que presenta la ciencia moderna y
desde allí reflexionar sobre Dios. También nuestra imagen de Dios está en expansión. La
moderna cosmología exige una actualizada teología. Este cambio ya está llevando hacia un
desarrollo de las capacidades de admiración y escucha frente al universo, hacia actitudes
más contemplativas, hacia responsabilidades nuevas para con el planeta y la vida en el
mismo, hacia la comprensión de un Dios dinámico que ama el mundo. Es tarea pendiente
133
construir una nueva espiritualidad más conforme a la nueva visión del cosmos .

Y de esta manera, aunque podrían seguirse citando muchos avances logrados por la
teología en materia de ecología y medio ambiente, que lógicamente extenderían
demasiado esta investigación, llevándola a explorar otros espacios no contemplados en
sus límites y objetivos, si es pertinente por último, pero no menos importante, citar
algunas cuestiones concretas para el ámbito latinoamericano en consonancia con lo
dicho en referencia al problema ambiental, abordado también en la V Conferencia del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en Aparecida, Brasil en 2007, en la
cual se presentaron las siguientes propuestas:

a. Se hace necesaria y urgente la evangelización de los pueblos latinoamericanos


para que descubran el don de la creación, sabiéndola contemplar, proteger y
utilizar, teniendo presente que es la casa de todos los seres vivos y matriz de la
vida del planeta, con la finalidad de ejercer con responsabilidad el papel de co-

133
Gonzalo, Manuel. SM. “Ecología y cristianismo”, en: Ecología y Religión, en esta hora de emergencia
planetaria. Op. Cit. p. 25.

100
creadores que han asumido todos los seres humanos sobre la tierra y los
recursos, para que la creación pueda dar sus frutos en su destinación universal;
y asimismo, educar en un estilo de vida de sobriedad y austeridad pensando el
beneficio que esta actitud puede reportar para la creación misma.

b. Necesidad de profundización y compromiso en cuanto a la presencia pastoral y


su preocupación por el medio ambiente en las poblaciones más frágiles y
amenazadas, debido al desarrollo depredatorio de los recursos naturales y el
aumento de formas de pobreza que se ha venido incrementando en las últimas
décadas. A su vez, apoyar a estas comunidades en los continuos esfuerzos que
realizan para por lograr una equitativa distribución y aprovechamiento de la
tierra, el agua, los demás recursos y los espacios urbanos.

c. Buscar establecer un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, que


esté basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica
ecología natural y humana, fundamentada en el evangelio de la justicia,
solidaridad y destino universal de los bienes. Este modelo debe superar la lógica
utilitarista e individualista, sometiendo también a los criterios éticos los poderes
económicos y tecnológicos que en muchas ocasiones son los que más
despreocupación evidencian por la creación y, de igual manera, debe ser una
herramienta de aliento para los campesinos para que se organicen de tal modo
que puedan lograr su proyectos y ejercer su derecho al reclamo.
d. Unificar esfuerzos en la elaboración y promulgación de políticas públicas y
espacios de participación ciudadana que puedan garantizar y promover la
protección, restauración y conservación de la naturaleza. Así mismo, determinar
las pertinentes medidas de vigilancia social en cuanto a la aplicación en los
países latinoamericanos de los estándares ambientales internacionales134.

134
Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. (Bogotá:
CELAM, 2007), p. 215 – 216.

101
3.2 La necesidad de retornar a la tierra como lugar de realización y comunión

Consideradas las propuestas generales anteriores, es pertinente ahora empezar a


pormenorizar las perspectivas, estrategias y propuestas teológicas y pastorales que se
plantean en esta última parte de la investigación como caminos de solución a la crisis
ecológica que enfrenta el ser humano y el planeta como tal. En primera instancia, serán
abordadas algunas cuestiones referentes a la recuperación de la conciencia sobre la
tierra como un organismo vivo, la necesidad latente de que el hombre se identifique con
ella y aprenda de nuevo a valorarla y respetarla para poder construir un nuevo orden o
paradigma ecológico. Además, la importancia de la recuperación de la naturaleza por
parte del hombre, quien ha sido su principal depredador durante muchos años, debe
partir de la necesidad de retornar a la tierra como su lugar de realización, es decir,
reconocer en la tierra su hogar, su espacio vital, en el cual establece una comunidad de
vida única, además ver que esta “casa” no sólo posee vida en su atmósfera, sino que
ella es en sí misma un organismo viviente que también necesita de cuidado y
protección.

Hasta la llegada de la ciencia moderna, y con ella los grandes avances de los
pensadores de la época y fundadores de un nuevo paradigma científico como Galileo,
Descartes y Bacon135, la tierra era vista como una realidad viva que inspiraba temor,
respeto, admiración y veneración, y también se mostraba como una madre generosa
para con todos su huéspedes, pero a su vez como un organismo cruel que cuando
excedía su furia natural creaba grandes catástrofes al hombre. Después, con la
evolución del pensamiento y a partir de la razón instrumental analítica de los
pensadores de la modernidad, este organismo vivo pasó a ser visto simplemente como
un objeto extenso e inerte, entregado al ser humano para que éste expresara a través
del dominio su voluntad de poder sobre lo existente y su capacidad de intervención
creadora o destructora. Esta visión de la naturaleza creada fue la que brindó la
posibilidad de explotar ilimitadamente toda su riqueza y sus beneficios hasta llegar a los
niveles actuales de auténtica y preocupante devastación de la biodiversidad, los
135
Cf. A.A V.V. “Ecoteología: nuevas cuestiones y debates”, Op. Cit. p. 355.

102
recursos naturales no renovables y el general desequilibrio ecológico de toda la
tierra136.

Como actitud contestataria frente al proceso de destrucción que cada vez ha cobrado
más fuerzas en las últimas décadas, está surgiendo de manera sorprendente una
nueva perspectiva y horizonte en la manera de pensar y sentir la creación y la
humanidad entera como dos realidades en relación que tienen un mismo destino en la
persona de Cristo, quien conduce a la creación a la plenitud escatológica, donde ésta
asumirá su nueva condición divina; así como están emergiendo las condiciones
necesarias para la transformación del grave daño ecológico, caracterizado por la
conquista y destrucción, en una simple crisis transitoria que dé paso a un nuevo
paradigma de solicitud y sustentación de toda la vida existente. Así pues, se vislumbra,
en medio del oscuro panorama, una gran oportunidad de cambio. Por consiguiente,
esta nueva manera de pensar está arraigada en los conocimientos de las ciencias
naturales, de la biología, de la cosmología, de la ecología, y en los últimos años de los
aportes que ha venido haciendo la teología desde la teología de la creación y la
cristología137.

Esta interdisciplinariedad de aportes está colmando de esperanza y entusiasmo a toda


la humanidad, la está animando contagiosamente hacia la puesta en práctica de una
espiritualidad práxica de rescate y conservación, pero también de transformación y
expansión de la vida en todas su manifestaciones, así mismo, está creando espacios
para una nueva experiencia espiritual más ecológica, que le confiera un nuevo sentido a
la existencia y fortalezca la responsabilidad en la construcción de un futuro común, a
partir de la comprensión de la comunión que se da entre Cristo y la creación, donde
esta última fue plenamente asumida por Jesús realizándola y llevándola a su
perfección.

Lo anteriormente planteado, surge como una primera estrategia o propuesta teológica y


pastoral, consistente en la recuperación del sentido y conciencia de religación que

136
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 43.
137
Cf. Ibíd. p. 46.

103
posee el ser humano con la naturaleza, religación que debe ser entendida como un
acontecimiento de comunión, pues así como Cristo Jesús atraviesa toda la obra creada
y la inunda con su presencia en una eterna comunión y promoción de la misma, del
mismo modo el ser humano, a semejanza de Cristo, está llamado a entrar nuevamente
en esa dinámica de diálogo y comunión con lo creado. Esta tarea se logra a partir de la
enseñanza de las mismas ciencias naturales que invitan al respeto y valoración de la
naturaleza, pero en articulación con las ciencias sociales, entre ellas la teología y su
gran aporte desde la cristología; para ver la creación no como un realidad extraña y
diferente de la cual hay que sacar el mayor provecho posible sin medir los daños que se
le puedan ocasionar, sino todo lo contrario, como el espacio donde el hombre interactúa
y genera vida, como el único lugar que posibilita las condiciones óptimas para la vida
natural y como el medio brindado por Dios para ser utilizado y transformado
creativamente, donde el ser humano pueda realizarse y sentirse parte activa de la
creación.

3.2.1 La recuperación de lo sagrado y crístico en el mundo

Una de las grandes preocupaciones que plantea la teología de cara al problema


ecológico existente es que se ha perdido la sensibilidad para ver la creación como obra
de Dios, y frente a esta falencia propone la necesidad de recuperar la visión de la
naturaleza como el lugar de la vestigia Dei, es decir como el espacio donde pueden
descubrirse los vestigios de Dios, una diafanía de lo divino. Esta presencia de Dios se
materializó en Cristo por el misterio de la encarnación y la resurrección que hizo patente
todo lo que estaba oculto, mostrando cómo Cristo actuaba en el mundo desde el
comienzo, era la fuerza creadora de la naturaleza y se sigue haciendo presente en la
vida de cada ser humano por medio de su actividad creadora en la creación

En la actualidad, teólogos como Leonardo Boff hacen referencia de la ecología como un


nuevo espacio de lo sagrado y crístico, ya que la creación entera constituye un
sacramento de la presencia de su Creador, es el espejo en el que Dios mismo se

104
refleja, aún cuando es cierto que Dios estando en todo, no quiere decir que todo sea
Dios, ya que se caería en cierto panteísmo. Así pues, la teología reclama hoy la urgente
de volver a redescubrir la creación como un lugar sagrado – aún cuando sea cierto que
no es un ser divino, sino que participa de la divinidad –, en tanto lo sagrado tiene
mayores probabilidades de ser tratado con cuidado y respeto 138. Esta recuperación de
lo sagrado se logra a partir del acontecimiento de la resurrección de Jesús, viendo en él
la meta del plan de Dios de glorificación y edificación tanto del ser humano como del
mundo.

Con la era ecológica a la cual está asistiendo la humanidad también se están


atravesando los umbrales de una nueva civilización, la que sólo llegara a consolidarse
si se efectúan las transformaciones fundamentales que deben obrarse en las mentes de
todos los hombres y mujeres que habitan el planeta y en su parámetros de relación con
el universo en su totalidad. Por ello es pertinente para la hora que vive el planeta y con
él la humanidad apelar a un nuevo lenguaje, un nuevo imaginario, una nueva política,
una nueva pedagogía, una nueva ética y un nuevo descubrimiento de lo sagrado en la
naturaleza, que lleve a construir una nueva espiritualidad transformadora de la
problemática ecológica presente, pues como afirma Boff:

Sin lo sagrado, la afirmación de la dignidad de la tierra y del límite que habrá que imponer a
nuestro deseo de explotación de sus potencialidades se quedará en una retórica ineficaz. Lo
sagrado constituye una experiencia fundante. Es Él (Cristo resucitado) el que subyace a las
grandes experiencias sobre las que se construyeron las culturas en el pasado y la misma
139
identidad profunda del ser humano .

Consiguientemente, desde la nueva reflexión teológica, basada en la cristología


trascendental y cósmica, se habla de la necesidad de recuperar lo sagrado, que se
manifiesta por la acción del Espíritu desde el principio de la creación, la cual camina
hacia Cristo como a su punto de convergencia, ya que la profanidad manifiesta en el
mundo hizo sistemáticamente una reducción del universo a una realidad inerte,
mecánica y matemática, y a la tierra a un simple depósito de recursos disponibles para

138
Cf. Berzosa, Raúl. Op. Cit. p. 158.
139
Cf. Boff, Leonardo. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Op. Cit. p. 149.

105
el uso y abuso de la raza humana. Frente a esta realidad que todavía existe en la
mente de muchas personas, instituciones y gobiernos, si no se logra clarificar sus
alcances desastrosos, la tarea de rehacer el camino de acceso a lo sagrado será muy
difícil, aunque no imposible, para garantizar el futuro del planeta.

Por consiguiente, el primer peldaño que hay que escalar en la construcción de una
espiritualidad y reflexión teológica más ecológica es el de la recuperación de lo sagrado
en la tierra y la veneración del universo como obra y don de Dios al hombre. Para
expresar cómo ha de ser la labor en la recuperación de lo sagrado en la tierra, es
preciso hacer antes mención de cómo era esa experiencia de lo sagrado en los seres
humanos primitivos; experiencia centrada en el contacto con la vida, con lo natural, con
el cosmos, con los demás seres humanos, con la atracción amorosa y el misterio de
todo el universo, el cual les producía asombro, temor, curiosidad, respeto, veneración y
un profundo deseo de explorar y conocer a fondo. Los humanos primitivos
experimentaron que en todas esas realidades les era comunicada una fuerza
insoslayable y transformadora en la que les era revelado lo sagrado; y en la
comunicación de tan gran misterio fueron descubriendo señales de la Realidad Última,
de la Divinidad, del Creador, que estaba dentro y más allá del mismo cosmos y de la
vida misma, pero que mediante tales realidades les anunciaba su acción, su cercanía y
su manifestación140; manifestación que se plenificó en la persona de Cristo.

Con lo anterior, recuperar el sentido de lo sagrado en la tierra en el hoy de la historia


consiste en apropiarse adecuadamente de los contenidos de las ciencias y ser capaces
de transformarlos en experiencias fundantes como las vividas por los pueblos
primitivos, ya que si la sociedad actual asumiera la naturaleza desde esta dimensión,
lógicamente vería en ella la Realidad Última de todo, la cual es Cristo mismo quien
sostiene, da vida y perfecciona todo y, por ende, tomaría conciencia del respeto y
necesidad de vivir en comunión con ella como el lugar de la presencia divina. No basta,
entonces, con poseer grandes conocimientos sobre el mundo y el universo, lo que se
necesita recuperar hoy es la capacidad de asombrarse nuevamente, de conmocionarse

140
Cf. Ibíd. p. 152.

106
con la grandeza y simplicidad de la creación, de entrar en plena comunión con la
existencia y unir nuevamente los lazos que tenían ligado al hombre con la creación. En
pocas palabras, vivir al máximo la experiencia Fontal de contacto con la naturaleza
creada, con la cual se nutren las demás experiencias de lo cotidiano, es vivir una
profunda experiencia de comunión con Cristo. Todo esto es lo sagrado, que merece
respeto, cuidado y veneración, y la mejor manera de acercarse el ser humano a tan
gran misterio es adentrarse en su lógica, adherirse a su ritmo y sentirse profundamente
ligado a él. Cuando se alcanza a entrar en esta dinámica y comunión, es decir, en la
comprensión de lo sagrado y lo crístico en el mundo, la persona humana es conducida
nuevamente del exilio al cual ella misma se sometió cuando decidió romper su relación
con el mundo, por los caminos de retorno a su hogar abandonado, para despertar de la
alineación; y allí se reinicia su relación profunda con el Señor, como dice el mismo Boff
al hacer referencia a la relación del hombre con la tierra:

Y comenzamos a tratar a la tierra y a cada cosa que haya dentro de ella y a universo entero
como tratamos a nuestro cuerpo, a cada órgano nuestro, cada emoción de nuestra alma y
cada emoción de nuestra mente. Sólo una relación personal con la tierra nos hacer amarla. Y
si amamos a alguien no lo explotamos, sino que lo respetamos y veneramos. Ahora podrá
141
comenzar una nueva era, no de tregua, sino de paz y verdadera religación .

Esa relación del ser humano con la tierra debe ser el reflejo de su plena comunión y
compenetración con la persona de Cristo, ya que el Señor no está lejos de la
humanidad y todos los elementos materiales son sacramentos que colocan al ser
humano en comunión con Él, dado que ellos en lo más íntimo de su ser pertenecen a la
propia realidad de Cristo y participan de su presencia142.

3.2.2 La construcción de un nuevo orden ecológico

La construcción de un nuevo orden o paradigma ecológico requiere la superación del


paradigma vigente, que aunque arraigado desde la modernidad se hace necesario
desmontarlo, en tanto es el que ha generado la actual crisis de la civilización. Este
141
Ibíd. p. 153.
142
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 223.

107
orden vigente siempre se ha caracterizado por una actitud peculiar: estar por encima de
todas las cosas como mecanismo fundamental para ejercer su imperio. La tesis
fundamental del mismo encontró su cauce en las ideas de pensadores como Galileo,
Descartes, Bacon, Newton y otros143, quienes desde su posición expresaron la manera
en que debía ser tratado y sometido el medio ambiente; por ejemplo: descartes
afirmaba que la intervención humana sobre la naturaleza debía hacer al hombre
maestro y dueño de la misma; por su parte Francis Bacon argumentaba que la creación
debía ser tratada de la misma manera que el inquisidor trata a su víctima, es decir,
realizar acciones de tortura sobre ella hasta lograr que se despoje de todos sus
secretos y riquezas, someterla a la servidumbre y convertirla en esclava.

Con esta manera de concebir la relación de la humanidad con la naturaleza se


construyó el mito del ser humano violento, déspota, destructor, depredador, orgulloso
de sus obras, quien debía estar por encima de la creación para hacer de ella una
condición y simple instrumento de felicidad y progreso humano; olvidando con ello la
relación de correspondencia con los demás seres existentes, en donde estaba llamado
a verse a sí mismo junto con ellos en pertenencia mutua como miembros de un todo
mayor.

Pero si el paradigma existente, en su momento le dio esplendor y domino a ser humano


sobre la naturaleza, hoy mismo está haciendo que la humanidad se encuentre
dominada y sujeta a los imperativos de una tierra degradada y los papeles se han
revertido, ya que la utopía de mejorar la condición humana a base del domino y
subyugación de la naturaleza y sus potencialidades ha empeorado la calidad de vida de
la gran mayoría de la humanidad; prueba de ellos es el empobrecimiento de muchas
regiones para el beneficio de unos pocos, el crecimiento ilimitado que está ocasionando
el subdesarrollo de muchos países, el agotamiento de los recursos y la desintegración
del equilibrio ambiental, entre otros factores evidentes144. El paradigma existente en la
sociedad muestra cómo el planeta se encuentra en un estado de avanzado agotamiento

143
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 135.
144
Cf. Ruiz de la Peña, Juan L. Op. Cit. p. 187.

108
por factores como la revolución tecnológica, la informatización y robotización, que
aunque no se pueden demonizar porque bien utilizadas son herramientas de progreso y
transformación, han conducido a prescindir del trabajo y creatividad humana y al
reduccionismo en todas las estructuras de la sociedad.

Ante un panorama tan desalentador y complejo de abordar surgen una serie de


cuestionamientos que son base esencial para la construcción e implantación de un
nuevo orden o paradigma ecológico en la humanidad, no sólo para las generaciones
futuras sino también para las presentes, siempre y cuando sea un trabajo
mancomunado, comprometido y activo, alimentado por la mentalidad de cambio. La
preguntas son las siguientes: ¿Es posible sostener el sistema de acumulación, de
crecimiento desbordado, evitando al mismo tiempo el resquebrajamiento de los
sistemas ecológicos?, ¿no es un antagonismo el presente paradigma y, a la vez, el
deseo de cuidado y transformación de la integridad de la naturaleza y el cosmos
entero?, ¿no es totalmente irresponsable y anti-ético continuar en este camino de
destrucción?, ¿no es urgente y necesario en la actualidad cambiar el rumbo de la
historia ecológica?

Frente a estos cuestionamientos que se levantan como fuertes voces de rechazo y


contestación al paradigma actual, puede notarse como en todos los ámbitos de la
sociedad está emergiendo un nuevo paradigma que, en primera instancia, se revela
bajo la forma de un patente interés y sensibilidad hacia el tema ecológico (libros,
revistas, artículos de prensa, programas especiales sobre ecología y medio ambiente
en estaciones radiales, blogs y páginas referentes al tema en la Internet, programas de
televisión, seminarios, conferencias, foros ecológicos, etc. ) y todo lo que tiene que ver
y afecta al medio ambiente; pero más a profundidad se presenta como una nueva forma
de diálogo con la totalidad de la creación y las relaciones que en ella se establecen.

No obstante la crisis actual, puede notarse cómo se empieza a desarrollar una


particular sensibilización con respecto al planeta como un todo, de donde están
emergiendo novedosas alternativas de pensamiento frente a la naturaleza como un don

109
que hay que proteger, nuevos valores, nuevos comportamientos más conscientes de la
necesidad de cuidar los recursos que la naturaleza proporciona, y donde cada vez es
mayor el número de personas, comunidades e instituciones de toda índole que se están
sumando en la asunción de esta nueva mentalidad ecológica. En términos generales,
se está comenzando a vislumbrar, desde los ambientes sociales, culturales, etc., una
nueva forma de conversación con la naturaleza y con todo el universo; y este interés
debe ser el punto de partida para la opción que se está haciendo por la tierra como el
“lugar teologal” de la presencia de Dios y el espacio vital para el hombre y las demás
criaturas.

Pero, ¿en qué consiste este nuevo orden ecológico?, para ello es pertinente citar una
vez más un texto de Leonardo Boff que presenta claramente la nueva mentalidad y
manera de concebir la realidad desde la dimensión ecológica:

Estamos regresando a nuestra patria natal. Estábamos perdidos entre máquinas, fascinados
por estructuras industriales [...] ahora estamos regresando a la gran comunidad planetaria y
cósmica. Nos fascina la selva verde, nos detenemos ante la majestad de las montañas, nos
extasiamos con el cielo estrellado. Nos llenamos de admiración ante la diversidad de las
culturas, de los hábitos humanos, de las formas de significados del mundo. Comenzamos a
acoger y valorar las diferencias. Y surge aquí y allá una nueva compasión para con todos los
seres, particularmente para con aquellos que más sufren, en la naturaleza y en la sociedad.
Siempre ha habido en la humanidad este sentimiento, y siempre ha irrumpido esta emoción,
pues ellas son humanas. Pero ahora, en el trasfondo de la crisis, ganan nuevo vigor y
tienden a diseminarse y a crear un nuevo modo de ser, de sentir, de pensar, de valorar, de
145
actuar, de rezar, es decir, surge un nuevo paradigma .

Este paradigma del cual habla Boff conduce a un cambio de mentalidad, dejando atrás
el pesimismo de quienes dicen que ya es demasiado tarde para hacer algo por el
planeta, porque los medios de producción-destrucción están tan desarrollados y
avanzan tan vertiginosamente que es imposible detenerlos, para optar por una visión
más optimista donde cada vez toma mayor fuerza la idea de cambiar el rumbo de las
cosas y confiar en la capacidad de regeneración del planeta, claro está, con la acción
del hombre en pro de su defensa, cuidado y regulación.

145
Boff, Leonardo. Principio – Tierra. El retorno a la tierra como patria común. Op. Cit. p. 36.

110
En este renacer de la sociedad hacia una conciencia más ecológica, que se está
visibilizando en el nuevo paradigma ecológico emergente, se siente la necesidad de la
utilización novedosa de la ciencia y la técnica, es decir, dejar de lado las visiones
demonizantes que se tienen de ellas por todo lo dañoso que en muchos años han
ocasionado, para empezar a hablar de una ciencia y técnica más ecológicas, más a
favor de la naturaleza y jamás contra ella. Por lo tanto, se debe imponer agresivamente,
es decir, con decisión y compromiso, la tarea de ecologizar todo lo que el hombre hace
y piensa en su actuar cotidiano, rechazar las concepciones anti-ecológicas que van en
detrimento de la creación entera, evitar a toda costa la exclusión de los seres en
cualquier ámbito y generar espacios de reflexión y acción en pro de la ecología pero
con un sentido teologal, para que de esta manera pueda comenzar a construir su propia
historia este nuevo paradigma.

Pero no es suficiente concebir la realidad, y por consiguiente el nuevo paradigma,


desde la dimensión ecológica, en tanto este paradigma, como ya se ha especificado,
consiste, desde la teología y concretamente desde la cristología, en una nueva
espiritualidad de la creación, que tiene como base la comunión del hombre con Cristo,
expresada en las relaciones de diálogo y armonía entre el ser humano y la realidad que
lo rodea, hasta llegar a trasfigurar o dejar ver en todas sus manifestaciones la presencia
totalizarte de Cristo que transforma la creación de antigua en nueva por medio de su
glorificación. Esta presencia de Cristo en la creación, aspecto en el que enfatiza el
paradigma emergente y el cual quiere que sea comprendido y asumido por la sociedad
humana, no se da de manera corporal ni sujeta a las categorías y coordenadas
especio-temporales, sino de modo pneumático, es decir, está presente en el corazón de
las cosas, en la realidad transfísica que forma una unidad con todo lo que existe y que
puede compararse con la omnipresencia del Espíritu que ocupa todo lo creado. Cristo
por tanto, para esta nueva manera de concebir la ecología desde la espiritualidad

111
cristiana, constituye el núcleo más profundo de cada ser sin eliminar su alteridad
146
creacional .

3.2.3 Recuperación actual del lugar del hombre en la creación

En este estado de la investigación, el lugar que ocupa el hombre en la creación, como


ya se ha dicho, es claro que desde el principio de la misma es el de ser co-creador o
creatura-creador; pero para hablar del papel que debe recuperar y asumir el hombre en
la creación hoy, es conveniente mencionar primero todos aquellos aspectos en los
cuales él se desenvuelve y que desdicen de su papel como co-creador y luego,
despejada esta cuestión, sentar los presupuestos que hacen referencia a su
protagonismo en el hoy de la historia. Para mostrar todo lo que contradice la esencia de
creatura-creador, se abordan tales aspectos desde la narración del antigénesis que
presenta Raúl Berzosa en su panfleto Como era en el principio:

Cuenta el primer libro de la Biblia que Dios Creador, concluida su obra, vio que todo era muy
bueno y muy bello, y descansó dejando en manos de su obra maestra y administrador, la
persona humana, lo que con tanto mimo había creado...Y, desde ese momento, el hombre, la
criatura predilecta de Dios, dio comienzo al antigénesis. Día primero: Dijo el hombre:
alarguemos la luz del día para que no exista diferencia entre la noche y el día. Y creó las
centrales nucleares, rompió los cursos naturales de los ríos y ensució con humos y
contaminación la pureza del aire y la atmósfera. Y a su obra, la energía artificial, la denominó
modelo de civilización moderna... Día tercero: Dijo el hombre: Ganemos terreno a los ríos y
mares y saquemos a la luz lo que en su interior esconden. Y se crearon plataformas y
ciudades artificiales, las multinacionales saquearon los fondos marinos y las fábricas
vertieron sus residuos mortíferos en las cristalinas aguas, convirtiéndolas en viveros de
muerte para toda especie viva. Día cuarto: Dijo el hombre: explotemos al máximo los frutos
de la tierra y hagamos crecer en la tierra nuevas especies. Y los bosques se talaron, los
invernaderos rompieron el ciclo natural de las especies... Día quinto: Dijo el hombre:
dominemos los animales y hagamos que nos sirvan, alimenten, vistan y diviertan... en poco
147
tiempo desaparecieron familias enteras de aves, mamíferos, reptiles y especies marinas… .

Y así sucesivamente se podrían seguir relatando todos los acontecimientos del actuar
humano expresados por el autor, que desvirtúan su ser de co-creador y que no

146
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 225.
147
Berzosa, Raúl. Op. Cit. p.159 – 160.

112
constituyen en ningún momento la esencia del papel que éste debe recuperar en la
actualidad. Pero de la misma manera, valiéndose de la narración, el mismo Berzosa
presenta cómo ha de ser el actuar humano en la actualidad, de cara a la reinante crisis
ecológica que enfrenta por su irresponsabilidad en la administración de la obra que se
le había confiado, y que ahora es su responsabilidad asumir y transformar:

Y cuando Dios Creador despertó y vio lo que había hecho el hombre con su obra volvió a
infundir su espíritu para hacer nuevas todas las cosas, suscitando hombres y mujeres de paz
y diálogo, de honestidad y transparencia, de sensibilidad ecológica y trascendente, testigos
de la austeridad y solidaridad. Hombres nuevos para una sociedad y civilización nuevas... no
hace falta mirar lejos ni al exterior; tan sólo adentrarnos en nuestro corazón y descubrir al
Cristo, encarnado y resucitado, que desea celebrar una fiesta en cada corazón, en la
148
sociedad y en el cosmos entero. Desde Él, el milagro del Génesis se vuelve a repetir .

A primera vista se descubren importantes características que enmarcan la dinámica de


cómo debe ser el actuar del hombre en la actualidad; características como la paz, el
diálogo, la honestidad, la transparencia, la sensibilidad por la ecología, al austeridad y
la solidaridad no sólo entre los hombres, sino también con el cosmos entero, son
cualidades que el hombre debe potenciar para instaurar una nueva conciencia
ecológica en la sociedad y recuperar su papel como co-creador, en pocas palabras,
enfatizando en lo dicho en líneas anteriores, la principal cualidad del ser humano debe
ser su capacidad de entrar en comunión con la creación, la cual expresa su profunda
compenetración con la persona de Cristo.

Ahora, sumado a lo anterior, el hombre ante la situación actual que enfrenta, debe ser
consciente que su lugar y papel no es, ni ha sido nunca el de dominador de la creación,
y debe ser también muy consciente que está en la necesidad de superar la dimensión
de simple administrador, pues si se quedara en este estadio, estaría reduciendo su
capacidad creativa y limitando todo su potencial a una simple labor de conservación de
lo que ya está dado, pero sin hacer esfuerzo alguno por transformarlo y abogar por
hacer de la creación un espacio para nuevas posibilidades y condiciones de vida más
agradables para todos los seres. En este orden de ideas, el ser humano está llamado a
comprenderse como parte integrante de la naturaleza y quien, siendo criatura de Dios,

148
Ibíd. p. 161.

113
viene de la tierra y es fruto de su actividad evolutiva y trascendente 149. De esta
constatación brota la conciencia de la profunda unidad e identificación del hombre con
la tierra y con su inmensa biodiversidad, teniendo presente que no puede caer
nuevamente en la ilusión racionalista y objetivista de situarse ante la tierra como ante
un objeto extraño e inerte que le es ajeno.

En esta nueva situación de comunión del ser humano y la creación se pueden distinguir
dos momentos especiales, en los cuales se percibe una nueva conciencia de su lugar
en el cosmos:

a) En un primer momento se presenta una relación sin distancia ni separación.


El hombre es una sola realidad con lo creado.

b) En segundo lugar, el ser humano se distancia de la creación para poder verla


mejor y poder actuar en ella con más acierto, pero este distanciamiento no
rompe el lazo que los mantiene unidos. Este segundo momento no invalida
bajo ninguna circunstancia la estrecha relación que se percibe en el primer
momento mencionado, sino que se integra con él, mostrando la singularidad
del ser humano y su lugar específico, pero no lejano, en el conjunto de los
demás seres vivos y el cosmos entero.

Esta dimensión actual del hombre de cara a la creación es la que está recuperando la
teología, por una parte, valiéndose de los aportes que viene haciendo la ecoteología y
la labor de tantos teólogos interesados en redescubrir la conciencia ecológica, a partir
de los estudios interdisciplinares con otras ciencias que se han realizado y los que se
vienen adelantando en pro de una reflexión teológica más ecológica. Hoy en día,
gracias a estos avances se puede reconocer que el núcleo de la crisis ecología ha
radicado siempre en el hecho del hombre haber olvidado el estado de comunión que

149
Cf. Boff Leonardo. La opción-tierra. Op. Cit. p. 60.

114
siempre debía existir con toda la creación; olvido que desde la caída, según el relato
bíblico, se perpetuó en la historia en todas sus formas de expresión150.

Pero por otra parte, desde la cristología, el lugar y papel que el hombre actual debe
ocupar en la creación es ser el principal sacramento de Cristo en la tierra, toda vez que
siendo imagen y semejanza de Dios en la creación primera, ahora, en la nueva creación
es llamado de nuevo para que sea también imagen y semejanza de Cristo, es decir,
transparentar en su ser todos los rasgos de Cristo dado que fue pensado y creado en Él
y por Él y la encarnación y resurrección al extenderse también al ser humano revelaron
con mayor profundidad esta grandeza. Cada hombre se convierte en hermano de Jesús
y, de una u otra manera, participa de su realidad divina; de hecho, la resurrección es el
acontecimiento que continua y profundiza la participación de Cristo en cada ser humano
y hace que en él crezca el deseo y la búsqueda del bien, la fraternidad, la comunión y
amor con todos y cada uno de su semejantes y el resto de la creación. En suma, cada
ser humano es el lugar teologal donde se puede encontrar a Dios y a Jesucristo, y por
ser lugar de la presencia divina, está llamado a hacer partícipe a todo el resto de la
realidad de esa presencia, a través de la íntima comunión que debe establecer con todo
lo creado en la búsqueda de la realización plena en el Reino escatológico 151.

3.3 Acercamiento global a la realidad ecológica colombiana

En esta última etapa de la investigación, es pertinente tocar los aspectos referentes a la


realidad medioambiental de Colombia, tanto los elementos positivos como los factores
negativos que han ocasionado la crisis ecológica en el país; los cuales servirán de
contexto para presentar las estrategias pastorales, que desde la reflexión teológica se
pueden proponer, para contrarrestar la crisis y edificar una pastoral más ecológica en la
nación.

150
Cf. Ibíd. p. 61.
151
Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 228.

115
Colombia es una nación privilegiada por la inmensa riqueza natural con la que cuenta y
es reconocido a nivel mundial como uno de los países llamados Megadiversos. Esta
diversidad en los recursos naturales que posee se puede evidenciar en su flora y en su
fauna, que a lo largo y ancho del territorio se puede constatar: Cuenta con un Sistema
Nacional de Áreas Protegidas con una totalidad de 56 parques naturales según
estadísticas de la organización nacional de turismo “Tusicolombia”, hasta Agosto de
2010, entre los cuales figuran el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos, el
Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, el Parque Nacional Natural
Farallones de Cali, el Parque Nacional Natural Tayrona, el Parque Nacional Natural
Sierra de La Macarena entre otros más, que fueron fundados desde el año 1960 hasta
la fecha actual (año 2010)152.

Además de ello, en cuanto a la biodiversidad, posee uno de los números más grandes
de especies en cuanto a la flora y fauna en todo el planeta: existen más de 1800
especies de aves; un número mucho mayor al que poseen Norte América y el
continente europeo juntos, asimismo se han contabilizado aproximadamente 130.000
especies de plantas distribuidas en todas las zonas climáticas; desde árboles altísimos
en las selvas tropicales, los manglares en las costas, la vegetación de los páramos,
hasta las plantas de las bajas llanuras y desiertos entre muchas más.

Por su parte, la biodiversidad de la fauna colombiana también es muy rica y abundante.


Se estima que en todo el territorio habitan aproximadamente 1.300 especies de
mamíferos, 1.800 especies de aves como ya se ha hecho mención y más de 35.000
especies de insectos; todo ello sin tener en cuenta la abundante flora y fauna marina
que puebla los océanos que bañan el territorio colombiano, el Océano Atlántico y el
Océano Pacífico; otro gran atractivo del país que lo privilegia frente a muchas naciones,
por tener aguas internacionales en dos de los océanos del mundo153.

152
Cf: Turiscolombia, “Medio ambiente”, http://www.turiscolombia.com/colombia_ambiente.html.
153
Cf. Ibídem.

116
Pero lamentablemente la realidad de la nación ha ido cambiando negativamente en el
curso de las últimas décadas, tal como lo muestran los estudios y análisis sobre la
realidad ecológica del país, realizada por personas interesados en el tema, y en
especial tal como lo muestra el movimiento MIRA en el libro Contaminación ambiental
en Colombia, problemas ambientales, globales y nacionales, quien a propósito de la
riqueza en la biodiversidad dice lo siguiente:

Esta confianza y abundancia, nos hacían ver lejanas y ajenas las preocupaciones de
muchos países en el mundo que sufren la escasez del agua, la pérdida de su soberanía y
autonomía en la producción de alimentos por las extremas inundaciones, sequías y el
deterioro de los suelos; o los costos sociales y de salud por respirar el aire contaminado de
las grandes ciudades.
Hoy debemos reconocer que el país no es ajeno a esta realidad, nuestra nación enfrenta
problemáticas no solo de tipo económico, político y social, sino que además día a día nos
profundizamos en un deterioro ambiental cada vez mayor. Nuestros incorrectos hábitos
inciden de forma negativa y directa en nuestro diario vivir, pero hacemos caso omiso y
dejamos este tema pensando que debe ser exclusivo del sector académico y de los
154
llamados ambientalistas .

Según lo anterior, ningún colombiano puede sentirse ajeno a esta realidad, que lo
compromete a seguir velando por la protección de la riqueza que posee, pero al mismo
tiempo debe comprometerse también responsablemente en la lucha por establecer
mejores condiciones de vida tanto para sí mismo, como para los recursos naturales, en
primera instancia, no siendo partícipe del problema, y en segundo lugar, internalizando
en su vida y comunión con la naturaleza todas aquellas propuestas y estrategias que
surgen por parte del Estado y de diversos organismos comprometidos con el medio
ambiente.

Por otra parte, mientras todos los demás seres vivos buscan una adaptación al medio
natural para el desarrollo de su vida, el ser humano por su parte lo modifica a su
voluntad, lo cual genera un desequilibrio en todos los sistemas del medio ambiente.
Este gran error del hombre no es ajeno a la realidad ecológica colombiana, y es el que

154
Movimiento político MIRA. Contaminación ambiental en Colombia, problemas ambientales, globales y
nacionales. Tomo I. (Bogotá: MIRA, 1ª ed., 2010), p. 13.

117
ha conducido a problemas mucho mayores no sólo a nivel nacional sino también
mundial, buscando a su vez solución a través de la planificación adecuada de la
agricultura, de la sanidad, del empleo, del transporte, de los asentamientos o
ecosistemas urbanos y rurales, y del beneficio sostenible de la biodiversidad, entre
otras realidades más155.

De esta manera, teniendo presente la riqueza en la biodiversidad que posee el territorio


colombiano, pero al mismo tiempo conociendo la actual crisis medioambiental existente
y que amenaza cada vez más con destruir los ecosistemas, es preciso abordar la
realidad del pecado social ecológico presente en el país que pretende acabar con una
de las regiones y naciones más ricas en biodiversidad del planeta.

3.3.1 Presencia e incidencia del pecado ecológico en Colombia

En Colombia, el pecado ecológico se ha convertido en los últimos años en un problema


mayor de lo que podría pensarse, a pesar de ser un país que posee una extensa
legislación en cuanto a todo lo relacionado con el medio ambiente y que se apoya en la
creciente institucionalidad. Este problema es el resultado de la segmentación de los
distintos actores que actúan en la sociedad, de la falta de participación de la
ciudadanía, de la corrupción por intereses particulares y la concentración del poder; ya
sean de índole municipal, regional o nacional. Esta situación también se debe a que los
análisis y controles del medio ambiente son muy limitados en la nación, debido a que
no se percibe como tal una preocupación latente en todos los estamentos que
conforman el Estado; el resultado de todo esto es la carencia de “una base adecuada
para la toma de decisiones informadas que conduzcan a políticas públicas efectivas y
asertivas para el manejo y prevención de la contaminación ambiental, por lo que se ha
originado un cuadro de situación ambiental confuso que permite actitudes

155
Cf. Ibíd. p. 14.

118
irresponsables frente al medio ambiente, con la falsa excusa del desarrollo y del
crecimiento económico”156.

El panorama que está presentando la nación colombiana de cara a la crisis ecológica


actual en todo el mundo es bastante preocupante, en tanto se distinguen problemáticas
muy concretas las cuales es preciso abordar, que necesitan urgente atención y
estrategias efectivas de acción para frenar el daño. Así pues, Colombia a nivel general,
aunque aún se puede considerar un país rico en recursos hídricos, en la actualidad está
atravesando una alarmante crisis de este vital recurso, pues se ha demostrado la
pérdida de los glaciares existentes en los nevados de su geografía; igualmente los
páramos están sufriendo un deterioro constante y la desertificación de los suelos es
cada vez mayor por el mal manejo en los cultivos, todo el desarrollo agrícola y la
minería artesanal que destruye no sólo la tierra sino también los ríos, el aire y la salud
humana por el indebido uso del mercurio y otros insumos químicos en el
procesamiento del oro y otros minerales.

Sumado a ello están los delicados problemas medioambientales en las grandes


ciudades, ya que las zonas verdes; pulmones de las urbes, se reducen cada vez más
por la creciente urbanización, hacen falta espacios adecuados para la recreación y la
cultura, la contaminación producida por las fábricas y el tráfico vehicular urbano es
alarmante, predominan los paisajes grises, los decibeles del ruido son mayores,
demasiada contaminación visual, la ausencia de una verdadera gestión integral de
residuos sólidos, la inadecuada tecnología en el sector industrial, etc., reflejan la
compleja vivencia ambiental de las grandes y pequeñas ciudades.

Entre todas las problemáticas que se han mencionado y que hacen presencia particular
en Colombia, también se destacan las siguientes, las cuales se profundizarán un poco
para ver su incidencia en la nación, estas son: Cambios climáticos en las diversas
regiones de la geografía nacional, la contaminación ambiental, la pérdida de la capa de

156
Ibídem.

119
ozono, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación del agua tanto en los mares
como en los ríos y quebradas, la degradación de los suelos y las problemáticas de los
residuos sólidos, entre muchas más que se podrían especificar, pero dada la extensión
de la investigación, no se relacionarán en este trabajo.
Una responsable labor en perspectiva a estas problemáticas conducirá a generar un
nuevo comportamiento de forma más íntegra con el hábitat, al pensar, sentir y actuar de
forma comprometida con la calidad de vida de las generaciones futuras, por ello, apelar
a su solución de manera tanto individual como colectiva, conducirá a mantener el
bienestar del ser humano en equilibrio con los ecosistemas naturales, alcanzando un
verdadero desarrollo sostenible. Las estrategias, propuestas y soluciones que surjan
desde la reflexión social, política, tecnológica, económica, teológica, etc., deben
orientarse, en la práctica, a generar una conciencia y espiritualidad más ecológica en
cuanto a la conservación y regeneración de los recursos naturales, la reducción de la
contaminación, la preservación de las especies y el mejoramiento de la vida tanto en la
ciudad como en los campos157. Por consiguiente, se desarrollan a continuación las
problemáticas anteriormente enunciadas:

3.3.1.1 Cambios climáticos

Teniendo presente que Colombia produce el 0.26% de las emisiones globales


contaminantes que perjudican la atmósfera, porcentaje que sigue siendo bastante bajo
a comparación de muchos países industrializados, no obstante es un país demasiado
vulnerable al calentamiento global y a los cambios climáticos por las zonas costeras e
insulares que posee, por los ecosistemas de alta montaña y por ser un país ubicado en
el trópico. Los efectos de estos cambios en las temperaturas más sobresalientes en el
país, como ya se ha dicho anteriormente, han contribuido a la alarmante reducción de
los glaciares de montaña y el desajuste climático en muchas regiones del país. El
fenómeno del calentamiento global ha elevado la temperatura ambiente en el país entre
0.8 y 1.0°C en los últimos años, y son sobre todo los glaciares y los ecosistemas de

157
Cf. Ibíd. p. 15.

120
páramo los que más han sufrido las consecuencias; pero no solo ellos, también las
diversas regiones del país se ven afectadas por esta problema, ya que ello ha
contribuido a la pérdida de cosechas, a la alteración de los ritmos habituales del
ambiente que producen veranos sumamente prolongados y fuertes periodos de invierno
que dejan consecuencias desastrosas tanto para el ser humano como para toda la
naturaleza158.

3.3.1.2 La contaminación ambiental

Genéricamente la contaminación ambiental se caracteriza por la presencia de gases y


sustancias contaminantes que producen la contaminación del aire en cantidades y
concentraciones que afectan la salud del ser humano, los demás seres y el planeta. Los
principales elementos y gases contaminantes que se presentan en Colombia son el
material particulado (PM), los óxidos de azufre (SOx), los óxidos de nitrógeno (NOx), el
monóxido de carbono (CO) y el ozono (O3). Las mayores emisiones de PM, NOx y CO
son causadas por los vehículos en general, y las de SOx generalmente por las grandes
industrias y las chimeneas de las fábricas. Esta contaminación se presenta tanto en
ambientes externos, en los cuales se denomina contaminación ambiental, como en
espacios internos, es decir en las viviendas y en los lugares de accionamiento
laboral159.

3.3.1.3 La pérdida de la capa de ozono

La capa de ozono es una especie de escudo protector que cuida a la Tierra de los rayos
ultravioleta provenientes del Sol y se encuentra ubicada en la estratosfera, distribuida
entre los 19 y los 50 kilómetros de altitud, presentando una mayor concentración hacia
los 35 kilómetros. Este escudo protector no se encuentra distribuido de una manera
uniforme en todo el planeta, sino que se concentra en los polos y es de menor

158
Cf. Ibíd. p. 132 – 133.
159
Cf. Ibíd. p. 122 – 123.

121
concentración en los trópicos. Según esta información, Colombia es un país que por su
ubicación geográfica, está más propenso a la exposición de la radiación ultravioleta. En
Colombia la capa de ozono ostenta cambios tanto espacial como temporalmente, los
índices que presenta la capa de ozono están entre 255 y 267 UD 160; desde el punto de
vista geográfico, el Caribe posee un espesor mayor en la capa de ozono, a diferencia
del de la región Andina que es más bajo161. La pérdida de la capa de ozono se debe
principalmente a la contaminación ambiental, de la cual se ha hablado en el ítem
anterior

3.3.1.4 La pérdida de la biodiversidad

Tal como lo dicen las investigaciones del Movimiento MIRA, la pérdida de la


biodiversidad es uno de los problemas ecológicos más graves y preocupantes que
enfrenta Colombia y el planeta entero. Entre las principales causas por las cuales, de
manera directa o indirecta, se ocasiona la pérdida de la biodiversidad se resaltan las
siguientes: El calentamiento global, los errores en la producción y el mercado, la
posesión y abuso de la tierra, la destrucción de los bosques, los cultivos. Además
también existen otros factores diversos y que han tenido un impacto significativo para la
presente cuestión, estos son: las políticas inadecuadas de ocupación y utilización del
territorio, las cuales son distintas a las de posesión de la tierra; la agudización de los
problemas de colonización y el desarrollo de la agricultura; las obras de infraestructura
y desarrollo vial sin las debidas consideraciones ambientales; la sobreexplotación de
especies silvestres de fauna y flora terrestre; la pesca intensiva tanto en los ríos como
en los mares; la contaminación por actividades industriales y domésticas; la ausencia
de un adecuado desarrollo tecnológico, el cual ha contribuido a la carencia de
tecnologías de producción ambientalmente adecuadas y compatibles con la

160
La unidad Dobson (UD) es un espesor teórico de la capa de ozono y es usado como una medida de la cantidad de
moléculas de ozono en la estratósfera (Cf. Conti González Báez, “La capa de ozono”,
http://977.mx/grc/redam.nsf/vwALL/XPAO-6JKN3Z)
161
Cf. Movimiento político MIRA. Op. Cit. p. 159.

122
conservación de los recursos naturales; y finalmente la poca presencia del Estado en
las zonas de mayor biodiversidad del país.

3.3.1.5 La contaminación del agua

Actualmente, uno de los mayores causantes de la contaminación de los recursos


hídricos, tanto de agua dulce como salada lo constituyen los diversos grupos humanos
distribuidos en todo el territorio nacional, en tanto desarrollan infraestructuras, medios
de industrialización, el consumo energético de las hidroeléctricas, entre otros. Los
ecosistemas de agua dulce así como los de los mares diariamente son amenazados y
destruidos de manera casi irreversible; todo esto con la finalidad de sacar el máximo
provecho de los recursos, además por diversos factores asociados al crecimiento
demográfico y a la actividad humana cotidiana, los excesos en la explotación de la
pesca con métodos como la pólvora, que no solo mata abundancia de peces y especies
acuáticas, sino que también vuelve improductivas las aguas, las diversas sustancias
contaminantes que son arrojadas a los ríos; la transformación de las tierras mediante la
deforestación, la agricultura extensiva y el crecimiento urbano, el poco valor y cuidado
que le da el hombre al recurso, el cual es poco racionalizado, así como el deterioro de
cuencas como consecuencia de la deforestación162.

3.3.1.6 La degradación de los suelos

Pues decirse que en el territorio colombiano aproximadamente el 22% de los territorios


que conforman los suelos productivos son muy propensos a perder la materia orgánica
que los constituye, debido a las altas temperaturas ocasionadas por los intempestivos
cambios climáticos, arrojando como resultado negativo la acelerada mineralización y
esterilización de los terrenos que antes eran aptos para la agricultura u otros usos de
gran importancia, lo que equivale al incremento de la desertificación, claro está sin dejar
de tener en cuenta la acción deliberada del hombre, quien también genera la

162
Cf. Ibíd. p. 276.

123
degradación de la tierra; prueba de ello, por citar sólo un ejemplo pero bastante grave y
contundente para esta problemática es la explotación minera artesanal, que no tiene en
cuenta los suelos y la flora y fauna en general. Los factores que inciden negativamente
para la adecuada conservación de los suelos son, entre otros, los siguientes:

 La erosión de las tierras


 Los desórdenes producidos por los cambios climáticos
 El vulcanismo
 La colonización y deforestación de los bosques y selvas
 La expansión urbana
 La minería artesanal
 El desarrollo de vías de comunicación
 Malas prácticas de manejo sobre los ecosistemas
 La ganadería intensiva y extensiva
 Las quemas indiscriminadas y los cultivos ilícitos

En referencia a todo lo antes mencionado, el Movimiento MIRA concluye diciendo que


“en la mayoría de los casos, estas causas tienen su origen en la carencia de educación,
la injusticia social, los defectos en la estructura agraria y en todos aquellos problemas
que se enmarcan en la dimensión socioeconómica del recurso tierra”163.

3.3.1.7 Manejo de los residuos sólidos

El problema del manejo de las basuras es otro gran escollo que enfrenta la sociedad y
el Estado colombiano, porque en la realidad es demasiado el material sólido que a
diario es desechado, pero las políticas de manejo, en la mayoría de las ocasiones,
resultan ser muy insuficientes, no obstante las campañas que se adelantan para el
correcto manejo de las basuras, su adecuado reciclaje y eliminación para evitar la
contaminación ambiental.

163
Ibíd. p. 316 – 317.

124
Aun así, la problemática cada vez es más difícil de solucionar porque, según
estadísticas, diariamente se generan en el país aproximadamente 27.500 toneladas de
residuos sólidos, de los cuales el 92,8% tienen un conveniente manejo técnico, pero el
7,16%, que equivale a 1.796 toneladas, y que no alcanza a ser procesado con las
debidas especificaciones, generalmente es arrojado a los basureros públicos al aire
libre; lo cual genera problemas de salubridad y contaminación ambiental, o son
depositados en los ríos o humedales, enterrados o quemados en condiciones
inapropiadas y contaminantes.
Sin embargo, no se debe ignorar que en los últimos años se ha avanzado
considerablemente en el tema de manejo de los residuos y se ha instado a las alcaldías
municipales a implementar sus respectivos Planes de Gestión Integral de Residuos
Sólidos164.

Por consiguiente, teniendo una visión general de la problemática ambiental que


enfrenta Colombia, es preciso adentrar la investigación en las propuestas que quiere
presentar la teología para la edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica
en la nación, donde todos y cada uno de sus habitantes se sienta comprometido, de
una u otra manera, para poner de su parte en la solución a estas problemáticas y,
desde la vivencia de la fe, a tomar conciencia del respeto por la creación como una
obra de Dios con la cual hay que entrar nuevamente en comunión.

3.3.2 Edificación de una espiritualidad y pastoral más ecológica en Colombia:


Sugerencias prácticas para “reverdecer” las Iglesias

Hasta este punto de la investigación ha sido predominante la presentación de las


problemáticas en torno al pecado ecológico en diversas modalidades y todo lo que
frente a ello ha dicho la teología de manera teórica, y no es para menos, ya que esta
reflexión teológica sobre la crisis ambiental que afecta a toda la sociedad mundial y, por

164
Cf. Ibíd. 342.

125
ende, al planeta entero y todos los seres que lo habitan, es el punto de partida esencial
para que el cristianismo recupere su relación de armonía y comunión con el medio
ambiente. Y concretamente en el caso colombiano, mientras esta sociedad no tome
consciencia de las graves problemáticas ambientales presentes en la nación, las cuales
cada vez afectan más y más la biodiversidad existente en todas las regiones del país,
interesándose por cuidar y respetar tales recursos, es muy probable que poco se pueda
avanzar en el terreno de la acción práctica o del diálogo constructivo con quienes, al
margen de toda creencia religiosa, también se preocupan por la creación.

A todas luces es evidente cómo el cristianismo en su discurso teológico muestra


ampliamente cómo su labor no se limita solamente a prácticas de culto y la acción de la
dinámica de la fe en el mundo, sino que también se centra y se profundiza en la
relación del hombre con Dios y con el mundo que lo rodea, y en la reflexión acerca del
cuidado, la protección y transformación de la creación que ha recibido y asumido como
un don dado por Dios. Frente a esta realidad cabe hacer la siguiente pregunta: ¿qué
pueden aportar la Iglesia y la reflexión teológica, desde sus iglesias particulares, y los
propios fieles para la transformación del sentido ecológico en la sociedad colombiana
actual, teniendo presente el grave daño que también esta sociedad está ocasionándole
a los recursos naturales que posee el país?165

1. En primera instancia es necesario, desde la labor catequética y pastoral que


desempeñan las parroquias, optar por una pastoral más ecológica donde se alimente el
sentido de comunión con la naturaleza a través de la reconciliación que debe hacer el
fiel con Dios; pero no bajo la visión de un Dios castigador sino Creador, que al igual que
quiere la vida del hombre, también quiere y respeta la vida de las demás criaturas, a las
cuales invita al hombre a respetar. Así mismo debe motivar esta pastoral a la
reconciliación con la tierra, pedirle perdón y asumir nuevos comportamientos frente al
uso de los recursos naturales para evitar su degradación. Pero no basta sólo con pedir
perdón y asumir una nueva actitud más ecológica, es necesario, por tanto, desde la
catequesis y la Educación Religiosa Escolar, sin dejar de lado los fundamentos

165
Cf. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 155.

126
cristianos y todo lo concerniente a los procesos de evangelización y de educación en la
fe que allí se manejan, concentrar también esta educación en la preocupación por el
medio ambiente, generar en los infantes, adolescentes y adultos la conciencia de
cuidado, protección y uso adecuado de la naturaleza como obra de Dios y como el lugar
donde el hombre puede realizarse sin necesidad de atropellarla y destruirla.

Todo esto se puede ir alcanzando a través de retiros espirituales, seminarios,


congresos, conferencias, foros, entre otros, para todas las edades, niveles sociales y
académicos, en los que se incentive el amor por la creación desde las misma Sagrada
Escritura y las experiencias personales de contacto con el medio ambiente; potenciar
las aptitudes y cualidades personales mediante el arte, la pintura, la música, el teatro,
etc., que tengan como eje central la reflexión sobre el cuidado, protección y re-creación
de la naturaleza, como espacio de realización del ser humano; y la promoción en los
núcleos familiares, los grupos parroquiales, instituciones educativas y gubernamentales
y demás lugares donde las personas ejercen su labor, campañas en pro de la ecología
como la adopción y siembra de árboles, el reciclaje, el respeto por la vida y un trato
digno a los animales, el ahorro de energía, el ahorro de agua, etc.

Para lograr este cometido y hacerlo más real en la vida cotidiana de las personas y
comunidades, la comunidad teológica y la pastoral eclesial está llamada a apoyar y
entrar en diálogo con todas las campañas y propuestas sociales de tantas
organizaciones que dentro del querer de la Iglesia o al margen de ella, trabajan por el
medio ambiente. Así pues debe apoyar y promover campañas como el manejo
responsable de las basuras, la promoción del ecoturismo en todos los tipos de
población, la urgente necesidad de reciclar para evitar la destrucción de árboles y la
contaminación de los ríos por el inadecuado uso de los residuos al no tener estrategias
clave para el reciclaje, las campañas agresivas que actualmente hacen los medios para
el ahorro y economización de los recursos hídricos y energéticos, la concientización
sobre el grave daño a los terrenos por la deforestación y la mala utilización de las
tierras en las labores de cultivo, que generan la erosión y esterilización de las tierras,
las campañas que adelantan las instituciones educativas de reforestación, la educación

127
sobre el uso de materiales reciclables y desechables, entre muchas acciones que se
pueden adelantar en pro de la creación. Estas estrategias de cuidado también deben
ser asumidas no sólo por el cristianismo, sino por todas las iglesias, como valores y
principios para establecer la armonía con lo creado, descubriendo y haciendo
experimentables las fuerzas sanadoras y liberadoras de Cristo en la situación actual
que se vive en el planeta.

Así mismo, la Iglesia tiene en sus manos un gran potencial para la difusión de la
pastoral ecológica: estaciones radiales, canales de televisión, portales en la Internet,
casas editoriales, instituciones educativas, escenarios sociales y comunitarios de acción
pastoral, etc., medios todos a través de los cuales puede desempeñar una gran labor
no sólo de evangelización, sino también de difusión de las mencionadas estrategias
para la promoción y cuidado de la naturaleza en muchos ámbitos de la sociedad, ya
que gracias a estos avances en las comunicaciones, se pueden abarcar grandes
territorios y grupos sociales que necesitan ser evangelizados también en cuanto a la
protección de los recursos naturales. De esta manera, el despertar ecológico de la
Iglesia Católica que hoy es cada vez mayor, debe suscitar una pastoral que se
desarrolle en torno al ser humano y la naturaleza, ofreciendo un eficaz testimonio de la
constante preocupación de Dios por su creación, dando ejemplo de una correcta
conducta medioambiental a las comunidades de las que forma parte, a través de las
estrategias de las cuales ya se ha hecho mención o de otras que puedan proponerse166.

2. Otro “lugar” importante en este campo de pastoral ecológica, labor en la que aún
queda mucho por hacer y en la que, de hecho, ya está trabajando mucha gente, es el
culto que se realiza en las iglesias particulares como el lugar especial donde se puede
expresar el esencial verdor de la fe cristiana, a través del valor de la Eucaristía como el
sacramento que conduce a la comunión no sólo del hombre, sino de todo el cosmos
con Cristo y a través de la predicación sobre la relación del hombre con la naturaleza.
Además el culto es una ocasión especialísima para agradecer por los productos de la
tierra; prueba de ellos eran las fiestas agrícolas que se hacían en las poblaciones, cuya

166
Cf. A.A V.V. Teología de la ecología. (Bogotá: San Pablo, 1995), p. 70.

128
finalidad era la acción de gracias a Dios por los bienes que la tierra le otorgaba al
hombre para su sustento. Lamentablemente estas tradiciones se han ido desvirtuando
poco a poco debido a la primacía de la agricultura intensiva y altamente tecnificada, con
sus desastrosos efectos medioambientales. Aun así, estas celebraciones, que calaron
profundamente en la mentalidad de muchas personas, en la actualidad, además de ser
una acción de gracias, están pasando a expresar la preocupación existente – también
de parte de la Iglesia – por el medio ambiente y a tener muy presente en los planes y
proyectos tanto sociales como pastorales, la creciente brecha que hay que tratar de
superar entre ricos y pobres167.

3. Otro aspecto importante es el que resalta la V Conferencia del Episcopado de


Aparecida, respecto al valor y cuidado de la Amazonía como pulmón natural del mundo;
región ubicada en el continente latinoamericano y de la cual también Colombia tiene el
privilegio de poseer. Frente a la explotación que en esta zona se está presentando la
Conferencia dice que es necesario crear conciencia sobre el cuidado de la Amazonía
como un recurso natural de gran valor para toda la humanidad. Para ello se deben
establecer entre las diversas iglesias locales de los países que están ubicados en la
cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades específicas, para crear un
modelo de desarrollo que vaya en beneficio de los pobres, de los más vulnerables, del
cuidado de la naturaleza y del bien común como patrimonio de todos. Para lograr este
cometido, los Estados deben avalar el apoyo a estas regiones y a las iglesias allí
presentes, con los recursos humanos y financieros posibles, para que se siga
proclamando el Evangelio de la vida y desarrolle su trabajo pastoral en la formación de
laicos y sacerdotes, a través de seminarios, cursos, intercambios, visitas a las
comunidades y material educativo en beneficio de la ecología y una pastoral activa
frente a la misma168.

167
Cf. Ibíd. Bradley, Ian. Op. Cit. p. 157.
168
Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento conclusivo. Op. Cit. p. 216.

129
De manera más general se presentan algunas consideraciones que pueden ayudar a
edificar una conciencia más ecológica en la mentalidad de los colombianos y que si
bien, desde la praxis teológica y pastoral también se pueden promover:

a) Entender que la sostenibilidad del planeta dependerá en última instancia del


respeto que el ser humano haga de los ciclos naturales, haciendo un consumo
racionado de los recursos naturales no renovables y concediéndole a la
naturaleza los tiempos prudenciales para que pueda regenerar los renovables.

b) Valorar altamente la biodiversidad del país promoviendo el respeto y cuidado de


todas las especies de flora y fauna que la componen, porque todos ellos tienen
valor en sí mismo y ocupan un lugar importante dentro de la cadena ecológica,
toda vez que la biodiversidad es la que garantiza la vida en el planeta, ya que
propicia la cooperación de todos en orden a la supervivencia común.

c) Promover la creación de vehículos de comunicación comunitaria y social


(periódicos, volantes, afiches publicitarios etc.), en los cuales se puedan informar
y debatir cuestiones ambiéntales y sociales y, a su vez, sirvan de caminos para
proponer estrategias de mejoramiento de la calidad de vida y las relaciones con
la naturaleza.

d) Asumir una posición crítica frente al consumismo y la publicidad exagerada,


reciclar, reforestar y reutilizar todo tipo de elementos, son itinerarios de
responsabilidad frente a la escasez de los recursos naturales.

Estas propuestas y muchas otras más que quedan a la libertad de ser planteadas por
los lectores de esta investigación, son sólo algunas sugerencias que deben nacer y
concebirse desde una nueva conciencia de los derechos ecológicos, y de la necesidad
de implantar la gran revolución ecológica que conduzca a ver los problemas actuales no
como una crisis, sino como la nueva oportunidad de desmontar el viejo paradigma e
implantar el nuevo orden ecológico mundial, que solo se podrá lograr con la
colaboración de todos y de la mano del Creador, que quiere llevar a su creación a la

130
consolidación y recapitulación en la persona de Cristo Jesús. Pero todas estas
consideraciones prácticas no tienen ningún fundamento si no encuentran sustento y
fondo en la teología, concretamente en la cristología que se ha venido planteando; sin
este presupuesto no dejarían de ser más que propuestas sueltas sin ninguna
articulación teológica. Por ello hay que ver que todas ellas apuntan a una sola realidad:
el redescubrimiento de Cristo como el Todo que está en todas las cosas
conduciéndolas a su plenitud escatológica. Así pues, todas estas propuestas tienen
como substancia, hablando en términos tomistas, la redención del pecado de los
hombres y la perfección y glorificación del cosmos, que encuentran su punto de
confluencia en la encarnación y resurrección de Cristo, ya que sin la presencia de
Cristo, llenándolo todo, faltaría algo a la creación por más esfuerzos humanos que se
realicen en torno a su conservación y transformación.

El reverdecimiento de las Iglesias, a partir de todas las sugerencias mencionadas se


concreta en la praxis de las enseñanzas y acciones sanadoras y redentoras de la
persona de Jesús, que se hace presente de manera sacramental en todo lo que existe,
de allí la exigencia por recuperar la importancia no solo de la vivencia litúrgica, sino
también la comunión con toda la creación como sacramento de Cristo que lo
transparenta. De todas las reflexiones elaboradas, apuntar hacia una cristología
presente en toda la realidad creada es una posición y propuesta bien clara, dado que
Cristo no es un ser aparte dentro de la historia de la humanidad, sino que constituye su
sentido y culminación; es el ser que llegó al término de la evolución para darle al ser
humano y el cosmos entero la esperanza y certeza de que también está destinado a ser
lo que Él fue, y poniendo en practica lo que el obró llegará también a la realización
plena, pero mientras acontece ese momento escatológico, el ser humano ha de llevar a
cabo las estrategias que considere necesarias para vivir intensamente la comunión con
la creación y, viviendo a plenitud esta comunión, vive en comunión con Cristo y se va
acercando cada vez más al estado de perfección que Cristo le otorgará cuando le haga
partícipe de su resurrección y glorificación, momento en que culminará la evolución

131
porque tanto el ser humano como todo el cosmos habrán alcanzado la cristificación y
divinización total169.

La contribución que las iglesias y el cristianismo como tal pueden hacer a la solución de
la crisis ecológica actual, consiste en reconocer la magnitud del problema sin guardar
silencio ante él por temor a entrar en controversia con los entes políticos o económicos.
Exhortar a todos los fieles y a todas las personas en general, practicantes o no, para
hacerle frente con valentía, ejerciendo una misión profética y dando testimonio de la
verdad, no solo asumiendo una posición equilibrada frente a los diversos problemas
medioambientales. Este reverdecimiento consiste también en conciliar el mensaje
Evangélico con la realidad de los pobres y la explotación de la tierra, ya que el
Evangelio está destinado a permear todos los ambientes a los cuales llega, inculcando
los valores de responsabilidad, justicia, amor y verdad que proclama y que también
deben extenderse al cuidado, protección y transformación de todo el cosmos.
Finalmente, la Iglesia está apuntando hacia una conversión ecológica que haga de la
humanidad una gran comunidad, más consciente y sensible a la catástrofe que ella
misma ha generado, y ello se logra a través de la puesta en práctica de las estrategias
mencionadas, del desarrollo de una nueva teología más ecológica y de la interiorización
de la nueva espiritualidad ecológica tal como se ha propuesto

169
Cf. Boff, Leonardo. Jesucristo y la liberación del hombre. Op. Cit. p. 277 - 278.

132
4. CONCLUSIONES

La solución a la crisis ecológica, a pesar de todos los esfuerzos que se vienen


adelantando, encierra una complejidad que desconcierta sobremanera, porque pone en
juego muchos frentes de la sociedad, y en su gran mayoría, las estrategias que se han
diseñado para encontrarla se han visto limitadas al campo tecnológico o a consensos
políticos de no agresión al medio ambiente; pero desde el punto de vista personal, es
decir, en la conciencia de cada individuo es donde se ha presentado mayor dificultad,
valga la redundancia, para crear o recuperar la conciencia sobre la necesidad de
colaborar con la protección y regulación del medio ambiente y la responsabilidad que
cada uno debe tener de cara a la crisis actual, porque si bien se habla mucho del tema
en todos los medios de comunicación y en otros ambientes de información, en la
práctica el hombre no asume su responsabilidad, y peor aún, piensa que es un asunto
que compete ser abordado sólo por los gobiernos y las instituciones dedicadas a la
guarda de la naturaleza.

En los últimos años, el problema ecológico, abordado desde la sociedad laica, ha


conducido a elaborar una nueva concepción más ecológica de la actividad tecnológica,
a crear alternativas al sistema económico para que beneficie a muchas más personas e
ir reduciendo los índices de pobreza, realidad afrontada como una grave consecuencia
de la crisis ecológica, a diseñar modelos más asociativos y subsidiarios de producción y
a desarrollar estructuras político-económicas que redunden en esfuerzos por recuperar,
proteger y respetar todos los bienes del planeta170. Así pues, se habla de una
conciencia global, cuyo sujeto no sólo es la humanidad, sino también los recursos
naturales. En esta maraña de encrucijadas y posibles soluciones que propone la
sociedad laica, no dejan de ser pertinentes las sugerencias o estrategias que plantea el
discurso cristiano sobre la recuperación de la conciencia ecológica; a este respecto, la
teología ecológica contemporánea argumenta que tal crisis se percibe como la parte
más visible de la más profunda crisis antropológica, aspecto que deja entrever la

170
Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 187.

133
necesidad urgente de una nueva espiritualidad que permita una religación de todo el ser
humano con las más diversas instancias de la realidad planetaria cósmica171.

Por consiguiente, teniendo presente los aportes y propuestas que ha realizado la


teología, a través de diversos autores y teólogos sobre la necesidad de recuperar en la
humanidad una conciencia espiritual más ecológica, se distingue en la investigación
realizada que la propuesta y solución viable para la crisis ecológica planetaria, que está
afectando a todo el cosmos y a cada sociedad en particular, tiene como hilo conductor
la cimentación de una nueva espiritualidad más ecológica; sustentada, fortalecida e
informada por el saber científico, e igualmente iluminada por la fe y el saber teológico.
Esta nueva espiritualidad frente a la ecología encuentra su asidero en la Cristología, es
decir, propone a Cristo como su eje central, pues desde que Jesús por la encarnación
se insertó en la historia del mundo, éste quedó plenamente invadido de su presencia,
toda la historia quedó grávida de Cristo, Él asumió toda la materia y hasta el presente
deja ver su presencia en todo lo que existe. Esta es precisamente la tarea que tiene
esta nueva espiritualidad, ayudar a la humanidad a descubrir la presencia de Cristo en
todo lo que existe, ayudar a comprender cómo toda la creación y no sólo el ser humano
tienen su origen y meta en Cristo y que por ello debe respetarse y procurar la
promoción y transformación de la realidad siempre con miras hacia la plenitud en Jesús.

Así pues, ante la creciente demanda espiritual exigida por el ser humano inserto en una
sociedad cada vez más laica y global, tiene razón de ser proponer una espiritualidad
ecológica que facilite entender la importancia que encierra la adoración de la
naturaleza, pero en ningún momento como expresión de idolatría o panteísmo, sino
desde el panenteísmo, es decir, desde el reconocimiento de la presencia de Dios en
todo, lo cual permite extender el mandamiento del amor también a toda la naturaleza 172.
Y ya que el discurso y las soluciones técnicas ofrecidas por las ciencias naturales se
presentan como insuficientes ante una problemática que incursiona en el plano de lo

171
Cf. Mahecha C, Germán. Op. Cit. p. 111.
172
Cf. Ibíd. p. 117.

134
social; aspectos como la desigualdad, la explotación y el abuso de poder, entre muchos
problemas más, se constituyen en un gran reto que el teólogo de hoy debe ser capaz
de leer y abordar. En este punto es donde la teología se ve interpelada no sólo para
pronunciarse, sino también para actuar decididamente a favor de toda la creación, por
ello propone los siguientes caminos de reflexión en la edificación de dicha
espiritualidad:

Dimensión personal: contemplación y ascesis

En este aspecto la teología propone una espiritualidad de contemplación y degustación


de Dios, manifestado en Cristo, en toda la creación; espiritualidad que no puede estar
desligada de la ascesis, asumida no simplemente como un ejercicio o práctica de
perfeccionamiento espiritual y aceptación del sufrimiento, sino también como aquella
capacidad que posee el ser humano para establecer los límites necesarios en la
interacción con todo el medio ambiente. Esta dimensión implica un esfuerzo continuado
por tratar de satisfacer las necesidades básicas pero sin causar detrimento a la misma
naturaleza, ya que el hombre no es un ser aislado sino comunitario. Es una invitación
que hace la teología para vivir de manera sobria con los elementos vitales con que el
hombre convive, de la misma manera que Jesús, en su tránsito histórico, convivió con
los elementos de la naturaleza sin violentarlos. Así pues, la ascesis consiste en poner
en práctica la solidaridad, cuidado y responsabilidad frente a la creación, que restituya
la comunión profunda entre el ser humano y la naturaleza con la persona de Cristo, en
quien estas dos realidades (ser humano y cosmos) encuentran su sentido, razón de ser
y transformación plena en realidades divinas.

Dimensión social: comunidad y justicia

No sólo para la teología, sino también en general, el cuidado de la vida es una


necesidad de vital importancia que interesa a todas las personas por igual y a todas las
comunidades que se preocupan por todos sus integrantes. En este punto la justicia no

135
se limita únicamente a ser una de las cuatro virtudes cardinales, inclinada a dar a cada
cual lo que le compete, sino que se expresa como un valor que se vive y transparenta
en todas las dimensiones de la persona y la comunidad. En la espiritualidad ecológica,
la justicia hace referencia, de un lado, a quienes están prestos a servir y, desde otro
punto de vista, a la labor por la que la comunidad debe inclinarse para velar por el
mundo que se encuentra amenazado y fraccionado en todo sentido. Con la justicia se
reconoce, por tanto, que todo lo existente posee un valor en sí mismo sólo por el hecho
de existir, aun cuando muchos de los seres, bióticos y abióticos, no tengan conciencia
de su existencia ni dependencia del ser humano. De esta manera, se acepta la
diferencia tanto biológica como cultural que se percibe al interior de la comunidad
humana, al valorar tanto al otro como a lo otro que existe, porque prevalece una
interdependencia y complementariedad entre todos los seres, por pertenecer a un
mismo sistema natural.

La transformación de la creación que viene a realizarse por medio de Cristo resucitado,


en el ámbito de la realidad terrena, consiste en la creación de una nueva justicia que
esté del lado de todas aquellas personas y seres que jamás la han experimentado, y se
percibe en la recuperación y valoración de la dignidad de la naturaleza y de los seres
más sensibles que la componen, no sólo hombres y mujeres, sino también en las
demás criaturas. Además se concretiza no sólo en la preservación y conservación de
todo lo que existe, sino también en el obrar innovador de Dios en Cristo, a través de la
evolución que ha tenido la creación como un proceso continuado en el desarrollo de la
naturaleza y en el obrar humano, como garante y artífice de nuevos procesos creadores
por medio de la multiplicidad de cualidades con que fue enriquecido con miras a la
cristificación.

Dimensión ecológica: comunión y hermandad

Para vivir una espiritualidad en la cual el ser humano esté integrado por completo a
toda la creación y viva plenamente en comunión con ella, respetándola, valorándola,

136
haciendo un uso racional de ella y siendo co-creador de la misma, es netamente
necesario educar en valores cristianos y medioambientales más adecuados que
garanticen el reconocimiento de la vida. Por tanto, entender y aceptar que el Creador, a
través de la acción de Cristo, Verbo encarnado, resucitado, glorificado y transfigurado
en el mundo, sigue aconteciendo en todo lo creado, conlleva a un alejamiento de toda
postura antropocéntrica, para dar cabida a la dimensión cristocéntrica, que posibilite la
comprensión de la centralidad de Cristo en el dinamismo de la creación, en intima
comunión con el ser humano y todo lo demás existente en la continua y permanente
creación, para emparentarlos y hacerlos hermanos e hijos de un mismo Padre Creador
de todo. En esta comunión y hermandad que brotan de una nueva espiritualidad, el ser
humano puede por amor abrirse de tal modo a la acción de Cristo en su vida y a los
demás, de tal manera que se vacíe de sí mismo y sus intereses personales, para
llenarse en la misma proporción de la realidad creada, de sus semejantes y de Dios.
Este objetivo se dio en la persona de Jesucristo y el cristiano ha recibido de Cristo es
mismo desafío; abrirse cada vez más a la comunión de amor, respeto y cuidado con
todos y con todo, para poder ser, a semejanza del Verbo hecho hombre, colmado de la
comunicación divina y humana y, a su vez, transfigurar o transparentar dicha
comunicación al toda la creación y el cosmos existente.

Repensar el antropocentrismo

Como ya se mencionó en el numeral anterior, por muy relevante que sea el lugar que el
ser humano ocupe en el mundo, debe tomar conciencia de su inclusión en el cosmos,
saberse dependiente de él y de todos los procesos que lo configuran. Para contrarrestar
la dimensión antropocéntrica a la cual ha estado ligado el hombre desde mucho tiempo
atrás, es necesario revalorizar conceptos seculares como la finitud, la contingencia, la
falibilidad, y de la mano de estos y como fruto de su profundización, rescatar el valor del
concepto teológico de la creaturidad, es decir la dimensión que posee el individuo como
creatura y que afecta por igual al género humano y a la realidad no humana.

137
Reconocerse como creatura significa hoy para el ser humano descentrarse, sentirse
frágil, finito y aceptarse como un ser necesitado y dependiente de Dios y de la
naturaleza en todo sentido. Este concepto cristiano y teológico de creatura muestra
claramente que el hombre como tal siempre estará remitido a una voluntad creadora y
que la autoría y tutoría de Dios sobre todo lo creado no son aspectos que van en
detrimento de la creatura-hombre, sino que hacen de este un ser en dependencia
potenciadora, es decir, capacitado por Dios para crear y transformar la realidad, pero
sin creerse superior ni dueño de la misma. Por ello, resignificar la dimensión de creatura
en el hombre, se convierte en un itinerario que conduce a la ética de la responsabilidad
con la creación, de la sobriedad, de la solidaridad y de la gratuidad, para poder
armonizar las relaciones del ser humano con el cosmos173.

Revalorización de la relación historia-naturaleza

Hay que tener en cuenta que el desequilibrio ecológico que enfrenta el planeta también
hunde sus raíces en los desequilibrios sociales, económicos, políticos, religiosos, etc.,
que se han presentado a lo largo de la historia del mundo y la humanidad. Detrás de
esta realidad se esconden factores históricos de enorme morbosidad 174 antiecológica,
como por ejemplo el drama humano por la desigualdad en la distribución de las
riquezas materiales, el excesivo consumismo de las minorías privilegiadas, la
pauperización creciente de la mayoría de la humanidad, los conflictos religiosos,
políticos, económicos, entre otros que hacen que el planeta se encuentre cada vez más
degradado. Ante este panorama es necesario preguntarse hacia dónde quiere dirigirse
históricamente la humanidad, y para dar respuesta es indispensable repensar la historia
y la naturaleza no de manera separada sino en íntima relación e interdependencia, en
tanto, si se apela a soluciones concretas que aquejan a la humanidad, el medio
ambiente natural también saldrá enormemente beneficiado. Para lograr este cometido,
desde la reflexión y praxis teológica hay que empezar por acercar y relacionar al ser

173
Cf. Ruiz Pérez, Francisco José. Op. Cit. p. 188.
174
Término que ha de ser entendido como virulencia o enfermedad.

138
humano con los grandes acontecimientos salvíficos como la encarnación y la redención
dadas en Jesucristo, para superar de una vez por todas la doctrina del pecado,
causante de los desequilibrios sociales y ecológicos que amenazan destruir la creación
y comprender que como Jesús, todo ser humano se encuentra también abierto a la
totalidad de la realidad para ser transformador de ella en la búsqueda de perfección y
trascendencia

En suma, con el propósito de construir una verdadera espiritualidad más ecológica que
logre religar todas las experiencias del ser humano con la creación y posibilite una
nueva alianza con lo creado y el Creador, el aporte que hace la teología se fundamenta
en una cristología cósmica que confronta la figura de Cristo, el Salvador, con una
naturaleza que está siendo empujada hacia la decadencia por los mismos seres
humanos, posibilitando caminos concretos de redención para los hombres y, a su vez,
salidas a la problemática ecológica para preservar a la naturaleza de su destrucción.

Esta cristología cósmica que propone la teología contemporánea, reforma la cristología


histórica moderna que presenta un Cristo trascendente y lejano de la realidad,
superando sus limitaciones pero conservando su verdad, logrando que puedan
descubrirse y hacerse experimentables las fuerzas sanadoras y liberadoras de Cristo en
la situación actual del mundo; por ello hoy es necesario hacer la opción por esta nueva
cristología de la naturaleza para tratar de superar la creciente amenaza que día a día se
le impone al medio natural.

En esta dimensión de la cristología, la fuerza salvadora de Cristo no solamente atañe a


la moralidad y el carácter de la humanidad, sino también a la naturaleza entera, y al
igual que el hombre, también la naturaleza es un escenario en el cual actúa la gracia y
un espacio o lugar teologal de salvación. De esta manera, una cristología que aborde
todos estos aspectos y dimensiones cósmicas encenderá en la actual sociedad mundial
y concretamente en la sociedad colombiana, la pasión por transformar y recrear la
naturaleza amenazada.

139
BIBLIOGRAFÍA

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