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En el presente capítulo se presentan los principales argumentos que permiten tener una
imagen redonda de los diversos mecanismos mediante los cuales el modo histórico de
producción capitalista avanza hacia el sometimiento del consumo de agua en la sociedad
contemporánea; dando cuenta, de forma paralela, de la relación compleja y contradictoria
que el capitalismo entabla con los recursos hídricos.
En síntesis, en lo que sigue se podrán encontrar dos potentes argumentos que intentan
pensar la contradictoria relación que el modo de producción capitalista, en su especificidad
neoliberal, entabla con los recursos hídricos; pues, sólo así, se podrá entender con precisión
los diferentes ritmos que marcan el desarrollo del capitalismo en referencia a los diversos
mecanismos que tanto directa como indirectamente despliega a la hora someter y despojar
del vital liquido a la humanidad toda.
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1. SUBSUNCIÓN FORMAL Y REAL
DEL CONSUMO DE AGUA POR EL CAPITAL
Cuando el capital lleva a cabo el desarrollo de las fuerzas productivas técnicas para
apuntalar y, sobretodo, intensificar la explotación de plusvalor relativo a la clase obrera, es
decir, cuando ocurre la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital se
lleva a cabo, por un lado, la construcción del complejo maquinístico gran industrial que
compone el cuerpo técnico del capital; pero, por otro lado, se lleva a cabo la producción
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específicamente capitalista del espacio y de la ciudad en tanto que la sociedad tomo como
suyo el proyecto de civilización de corte urbano que caracteriza al capital. Ambas
expresiones de la dominación del contenido del proceso de trabajo que el capital lleva a cabo
para cerrar la pinza con la que atenaza a la humanidad toda, terminan por producir la
contaminación, desperdicio y estandarización de los recursos hídricos.
Como vemos, en ambos casos, lo que se produce es una escasez hídrica. En efecto, la
escasez de agua es una de las formas en las que se expresa la crisis hídrica que el capitalismo
ha producido históricamente con la sobreexplotación del espejo de agua de los ríos, lagos,
cuencas, manantiales, ojos de agua, etcétera; y que produce la ausencia relativa o absoluta
del vital líquido quedando, así, circunscrito su consumo a los limites que marca la estructura
de clase, es decir, que podemos encontrarnos casos en los que el agua es redistribuida para
garantizar los intereses y la reproducción de la burguesía; mientras las necesidades del resto
de la humanidad queda puesta en suspenso e, incluso, cancelada.
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de tecnología capitalista encaminada a sanear y reparar los daños ecológicos producidos por
otro tipo de tecnología capitalista nociva con el medioambiente en general y con el agua en
particular; evidenciándose una finalidad distinta en lo que se puede considerar como dos
momentos diferentes en el desarrollo de la subsunción real del proceso del trabajo bajo el
capital. Ya que, en un primer momento (SRW/K1), la contaminación del agua aparece como
un subproducto del proceso de producción de mercancías; mientras que, en un segundo
momento (SRW/K2), el desarrollo técnico capitalista se encamina en reparar ese daño tratando
de potabilizar o purificar el agua previamente contaminada. Tal es el caso, por ejemplo, de
las plantas de tratamiento de aguas residuales e industriales que buscan sanear el agua que ha
resultado de los diversos consumo tanto de tipo domestico, comercial e industrial que se
despliegan al interior de la sociedad.
Como vemos, el capitalismo desarrolla una actitud contradictoria respecto al agua. Pues
mientras con una mano la contamina (SRW/K1), con la otra intenta reparar —a veces sin
mucho éxito— el daño potabilizando o saneando el agua contaminada(SRW/K2). Con lo que
podemos hablar de una subsunción real directa pero contradictoria del agua por el capital
en la que se producen efectos ecológicos directos sobre los recursos hídricos, ya sea que
se manifiesten de manera inintencional al contaminarse los cuerpos de agua (ríos, lagos,
mares, etcétera) o como cuando se deforestan o pavimentan zonas de recarga de agua; o se
contaminan intencionalmente al quimicalizarse el agua para “purificarla”; es decir, al agua
se le aplica un tipo de tecnología que busca regresarle su papel de valor de uso —aunque al
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hacerlo éste quede ya sometido a la forma valor— mediante el sometimiento de su consumo
por parte del capital para revertir los efectos productivos sobre los recursos hídricos
producidos por el desarrollo de la subsunción real del proceso de trabajo por el capital
(SRW/K1).
De manera tal que “[…]tanto los efectos ecológicos como los productivos forman parte
de la subsunción real del agua en tanto objeto de consumo bajo el capital” (Ibídem), ya que
—en ambos casos— se presentan escenarios de sobreexplotación del agua por el capital
debido a que la demanda de este vital líquido aumenta. Dicha subsunción real del consumo
bajo el capital aparece con un sentido positivo para con el agua al tratar de reparar los daños
ecológicos producidos por el propio desarrollo capitalista; motivo por el cual podríamos decir
que “la subordinación real del consumo de agua bajo el capital tiene un sentido
preponderantemente positivo contra la nocividad espontánea de la gran industria y la
urbanización” (Ibídem).
Sintetizando, tenemos que la subsunción real del consumo de agua bajo el capital
ocurre mediante una complejización de la subsunción real del proceso de trabajo bajo el
capital (SRW/K2) que busca revertir los daños y la nocividad que el desarrollo maquinístico
gran industrial del capitalismo ha producido (SRW/K1); aunque al hacerlo no pueda dejar de
imprimirle el sello de la valorización de valor y de la acumulación de capital. De manera que
esta modificación del contenido material del agua por el capital—contaminándolo, primero,
y saneándola, después— es acompañada por una subsunción formal del consumo de agua
por el capital, en tanto que ésta:
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[…] es inherente al proceso de industrialización capitalista y cuyos síntomas son
la distribución clasista del agua, su privatización —llevada al paroxismo hoy en
el contexto de la más desarrollada subsunción real del consumo bajo el capital
del agua—, su contaminación y su escasez artificiales (Ibíd. p. 23. Nota al pie. 2)
Y es que aunque dicha artificialidad de la escasez de agua es real y que muchas veces
es acompañada por una falta de disponibilidad de agua de tipo “natural”, tenemos que dicha
distribución capitalista del agua es, en sí misma, una alteración material del agua, al grado
en que aparenta un sometimiento real “debido a que la subsunción real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital, de todo el capital, se expresa en la naturaleza negativamente, en
especial en el agua debido a los múltiples usos que tiene ésta para la vida de la sociedad”
(Ibídem).
Por lo que al hablar del sometimiento del consumo de agua por el capital, podemos
establecer tres formas de relación que se establece entre la subsunción real del proceso
de trabajo inmediato bajo el capital y la subsunción real del consumo de agua bajo el
capital. En primer lugar, existe una relación inmediata en la que la subsunción real del
proceso de trabajo coincide con la subsunción real del consumo de agua (SRW/K=SRCAGUA/K)
por lo que el complejo maquinístico gran industrial del capitalismo con el que éste logra
someter el contenido del proceso de trabajo produce una contaminación del agua a
consecuencia de los desechos químicos, tóxicos y nocivos que la maquinaria y gran industria
capitalista arroja sobre los diversos cuerpos de agua (SRW/K1).
En segundo lugar, existe una relación mediata en la que la subsunción real del proceso
de trabajo no coincide o, en otras palabra, no deviene directamente en una subsunción real
del consumo de agua bajo el capital (SRW/K≠SRCAGUA/K) en tanto que la gran industria
capitalista no contamina directamente los recursos hídricos sino que, en algunos casos, lo
hace mediadamente como, por ejemplo, generando mercancías que después de ser utilizadas
serán arrojadas como basura —o los lixiviados de ésta— a ríos, mares, etcétera; y no sólo
sino que, también, existe una tecnología capitalista que subsume realmente al proceso de
trabajo termina por revertir los efectos nocivos y contaminantes (SRW/K2) del proceso de
subsunción real del proceso de trabajo previo (SRW/K1).
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Por último, en tercer lugar, existe una relación absoluta o inmediata mediata en
donde la subsunción real del proceso de trabajo coincide y no con la subsunción real del
consumo del agua bajo el capital SRW/K=≠ SRCAGUA/K), es decir, que el cuerpo tecnológico del
capital se despliega complicadamente a un grado tal que pasa de ser tecnología capitalista
(explotadora de plusvalor) a tecnología capitalista nociva (explotadora de plusvalor pero,
sobretodo, productora de valores de uso nocivos —y cada vez más nocivos—). De forma tal
que vemos confluir un proceso de subsunción real del proceso de trabajo que contamina y
degrada al agua (SRW/K1) pero que paralelamente se desglosa en un proceso que busca
desarrollar la fuerzas productivas técnicas del agua para, por medio de ellas, reparar y revertir
los daños infringidos por el propio capital (SRW/K2). Pero que debido a que nos encontramos
en un tiempo donde la producción de valores de usos nocivos es algo que ocurre
sistemáticamente debido a la reconfiguración cada vez más nociva y decadente de la
tecnología capitalista, tenemos que el agua que el capital “purifica” termina por devenir en
un valor de uso nocivo; tal es el caso del agua embotellada, pues su nocividad no sólo es para
con el medio ambiente por la producción superior a las 1.5 toneladas anuales de plástico sino,
también, para los propios seres humanos que la consumen.1
Motivo por el que podemos decir que en pleno tiempo en el que se patentiza la
experiencia de “la más desarrollada subsunción real del consumo bajo el capital del agua”,
tenemos que
[…]la contaminación del agua es forzosa y sistemática —mientras que antes era
eventual— y la privatización [del agua] ocurre para administrarla
(“caciquearla” contra el resto de usuarios —tanto a nivel nacional como
internacional—), y en respuesta a la crisis del agua contaminada provocada por
el propio capitalismo surge el agua embotellada como agua-mercancía
estandarizada y empaquetada para que parezca mercancía (Ibídem).
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Análisis químicos de agua embotellada, han revelado la presencia de un alto contenido en
desinfectantes para agua, restos de productos farmacéuticos y otros productos químicos. Además de
que al ser embotelladas en envases de PET y al quedar expuestas a temperaturas extremas produce
que dichos envases desprendan partículas de Bisfenol-A (BPA), el cual provoca diversos problemas
de salud, como trastornos en el sistema reproductivo, en el sistema nervioso central, tiroides, así como
conducir a la obesidad o causar hipertensión y diabetes. (Cfr. Tony Clark (2009))
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En efecto, no sólo está el embate que el capitalismo comete contra la humanidad toda
al expropiarle el agua para monopolizar su sobreexplotación. Además, está la relación
contradictoria que el capitalismo guarda con el agua al contaminarla pero a la vez saneándola,
purificándola. Y si esto no fuera poco, tenemos que el capitalismo —al someter realmente el
consumo de agua por el capital— lleva a cabo una estandarización del consumo de agua que
sirve, a su vez, como cortina de humo para ocultar el truco que el capitalismo lleva a cabo al
querer que el agua devenga de manera forzada en mercancía.
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NOTA SOBRE GESTIÓN SOCIAL
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2. ECONOMÍA Y POLÍTICA DEL AGUA3
Comencemos nuestra argumentación estableciendo que “cosas que no son mercancías, como
la tierra y el honor, la amistad o el agua, pueden ser forzadas a funcionar como mercancías a
través del precio” (Jorge Veraza, 2007. p 13); pues hay que recordar junto con Marx que:
Como vemos, más allá de la diferencia entre el valor de una mercancía y su expresión
dineraria mediante la forma precio que adopta en el mercado, la forma precio puede llegar a
ser una expresión del valor, es decir, que en el precio de las mercancías no se vea reflejado
el tiempo socialmente necesario para su producción, pues en ocasiones aquellos valores de
uso que se venden carecen de valor en tanto que no son producto directo del trabajo humano;
tal es el caso de la amistad, el amor, la naturaleza, etcétera. Sin embargo, hay veces que
dichos valores de uso adoptan la forma mercantil por mera imposición del precio pues de
suyo no son portadoras de valor; y, por lo tanto, no pueden ser mercancías, ya que para
serlo tendrían que ser valores de uso —que sí lo son— pero. además, deben de ser producto
del trabajo humano, es decir, portadoras de valor. Pues no olvidemos que “una cosa puede
ser valor de uso y no ser valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido
mediada por el trabajo. Ocurre ello con el aire, la tierra virgen, las praderas y bosques
naturales, etc.” (Karl Marx, 1975, Tomo I, vol. 1. p. 50)
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Es preciso comentar que los argumentos presentados en este aparto no es más que una síntesis de la
brillante exposición que sobre el tema lleva a cabo Jorge Veraza en su libro Economía y Política del
Agua.
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2.1. MERCANTIFICACIÓN APARENCIAL CAPITALISTA DEL AGUA
En efecto, tanto el aire, la tierra y los bosques, así como los ríos, manantiales, cascadas,
etcétera son de enorme utilidad para el hombre ya que consumiéndolos logra satisfacer sus
humanas necesidades sin importar si estas son físicas o espirituales. Sin embargo ni el aire,
tierra, árboles y agua son producto del trabajo humano, pues estos han sido generados por la
naturaleza a lo largo de varias centenas de años. Total que para que algo tenga valor, tiene
que ser producto del trabajo humano y, luego entonces, sí satisface alguna necesidad social
de los seres humanos, puede devenir en mercancía.
En el caso del agua lo que tenemos es un valor de uso que satisface un sinnúmero de
necesidades para la humanidad toda; pues:
[…] el agua no sólo es un bien a la mano que satisface nuestra sed y nuestros
usos productivos sino que es, además, un componente vitalmente imprescindible
del entorno ambiental y de nuestro cuerpo. Si en el primer sentido, como bien a
la mano, es un elemento parcial en el segundo se trata de un cuerpo total
planetario. Sí, planetario pues el agua de un lago se comunica con la del río y la
del mar y con las de acuíferos subterráneos y con la de las nubes, con la de la
humedad ambiente y con la de los glaciares polares y las nieves y hielos
perpetuos de las altas montañas. Todas las aguas son una sola agua. El proceso
de producción natural del agua es, pues, algo más grande y más complejo que
un proceso de producción fabril.” (Jorge Veraza, 2007. p. 17)
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se basa en una coacción y una injusticia social y para ocultar esta realidad
represiva, [el capital] argumenta que el agua es mercancía justamente porque
le cuesta a su vendedor, así lo que ésta cobra es el costo del agua. Esta tautología
—el agua es mercancía porque cuesta y cuenta porque es mercancía— constituye
por sí un forzamiento mental del sentido común para que el agua siga
funcionando como mercancía aunque no lo sea” (Ibíd. p. 14).
Además, en la actualidad, existe la tendencia por parte del neoliberalismo de llevar a cabo
una “renuncia a considerar el agua un derecho, esto es, un bien común o una riqueza nacional,
[pues esto] permite que su conversión en mercancía por mera imposición de precio mediante
su apropiación privada […]”(Ibíd. p. 14). Y es mediante esta imposición capitalista del
precio, que al agua resulta una mercancía porque es un valor de uso; y, al carecer de valor, el
capital tiene que agregarle valor para cerrar el truco de dicha mercantificación aparencial
y forzada del agua por parte del capital.
Así las cosas, podemos decir que el agua no es ni puede ser una mercancía en cuanto tal
porque el ser humano aún no puede recrear técnicamente las condiciones naturales para
producir agua en tanto que las fuerzas productivas técnicas del capital —y más aún las fuerzas
productivas de la humanidad— no cuentan todavía con un grado de desarrollo lo suficientemente alto
como para llevar a cabo dicha producción. “Una cosa es producir agua en forma parcial y como
subproducto de otros procesos químicos o físicos, y otra cosa completamente distinta producir agua
a escala planetaria o de modo total, esto es, planetario.” (Ibíd. p. 17). De forma tal que al ser parte de
un proceso metabólico natural e, incluso, cósmico energético, la producción de agua escapa al estado
actual de las fuerzas productivas técnicas con las que el capital cuanta; motivo por el cual el llevar a
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cabo su reproducción por parte de los seres humanos es algo imposible; pues el decir que el ser
humano produce agua por el solo hecho de entubarla, purificarla, extraerla, etcétera es un error; para
que se produzca agua por parte de la sociedad en su conjunta, ésta debe de invertir un tiempo de
trabajo necesario que logre “[…]transformar realmente la materia a nivel atómico y molecular como
para obtener de dicha transformación H2O, agua.” (Ibíd. p. 36).
De la misma forma “cuando los seres humanos ‘cultiven el agua’ y más precisamente la
produzcan, las transformaciones materiales laborales involucradas en esta producción —y sólo en
ésta— posibilitarán que el agua devenga en mercancía, antes no.” (Ibíd. p 35). De ahí que ni el agua
ni su proceso productivo pueden devenir en mercancía, pues ambas no contienen valor. Sin
embargo, “lo que sí contiene valor económico son los procedimientos para volver utilizable el agua:
extracción, entubado, purificación, almacenamiento, etcétera, pues estos procedimientos hídricos
utilitarios insumen diversas cuotas de trabajo humano.” (Ibíd. p. 28). Esto es a lo arriba aludimos
como PHU, según la caracterización y conceptualización que Jorge Veraza (2009) hace en su obra.
El motivo por el que mediante estos se puede llevar a cabo el forzamiento de volver al agua
una mercancías consiste en que al extraer, entubar, transportar, purificar y almacenar el agua son
procesos productivos en los cuales interviene trabajo humano; por lo que al haber obreros4 que
trabajen tanto en la fabricación de los tubos, mangueras, bombas hidráulicas, etcétera, así como en
los procesos de ensamble, operación y mantenimiento de la red de servicios del sistema hidráulico.
Motivo por el cual los PHU contienen tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir, son
poseedores de valor. Y no sólo sino que, también, precisamente como son producto del trabajo
humano y al estar circunscritos estos a la subsunción formal y real del proceso de trabajo bajo el
capital, posibilitan que, demás, contengan plusvalor absoluto y relativo explotado a la clase
obrera. He aquí el secreto de que pueda lucrase con los PHU. Ahora bien, a pesar de que los PHU son
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Aquí la palabra obrero, está lejos de las concepciones románticas e icónicas que se tienen sobre el
obrero del siglo XVIII en donde éste aparece con su overol de mezclilla, casco, cincel y martillo en
la mano. Más bien, alude al trabajador receptor de un salario a cambio de vender su fuerza de trabajo
durante cierto tiempo al interior de una jornada laboral destinada tanto a la producción de objetos así
como a la prestación de servicios.
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producidos como medio tecnológico con el que el ser humano puede acceder y disfrutar del agua —
sobretodo, de aquellos recursos hídricos que previamente han sido contaminados por el capital y que
ahora son saneados por dichos procesos—; en realidad, estos “pueden contradecir incluso los
procesos naturales de producción de agua debido a que el afán de lucro, además de
monopolizarlos, conduce a sobreexplotar y contaminar los mantos acuíferos. De este modo,
el proceso de producción natural de agua queda doblemente lesionado” (Ibíd. p. 21).
Así las cosas, tenemos que cuando se alude a “privatizar el agua” es:
Total que más allá del sentido ideológico, cuando se habla propiamente de la
privatización del agua, se está implicando su mercantificación; pues no se pueden privatizar
el ciclo metabólico natural del agua debido a que no se logra aún reproducirla por medios
técnicos. Lo que sí se puede hacer —y ya veíamos que muchas de las veces ocurre con fines
de lucro— es la mercantificación de los PHU; de los cuales el capitalismo puede obtener
ganancias si intensifica la explotación de los proletarios que trabajen en dichos procesos e,
incluso, puede llegar a obtener ganancias extraordinarias si se posiciona a la vanguardia
tecnológica respecto del resto de capitalistas que hayan decidido invertir en los PHU.
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3. AGUA Y ACUMULACIÓN ORIGINARIA SALVAJE
RESIDUAL Y TERMINAL DE CAPITAL
El modo de producción capitalista está constituido por tres procedimientos a partir de los
cuales el capital se forma: explotación, enajenación y despojo. Pues su fundamento lo
encuentra en la explotación de plusvalor para llevar a cabo su acumulación de capital;
procedimiento a partir del cual la riqueza social producida le es enajenada a la clase obrera;
pero, por otro lado, la acumulación originaria de capital se ha considerar —en tanto premisa
histórica y en tanto operación cotidiana del capitalismo— un procedimiento de despojo.
[…]se asocia entonces con la acumulación originaria de capital que, según vemos, no
sólo antecede al establecimiento del modo de producción capitalista sino que además
de acompañarlo ha sido relanzado bajo nueva modalidad por el capitalismo neoliberal,
el novísimo capitalismo neoliberal (Jorge Veraza, 2007, p. 53)
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Y es así que la AOSRT le es consustancial al patrón de acumulación de capital de corte
neoliberal que desde hace más de 35 años está vigente; pero no sólo sino que, también, una
vez que la masa y tasa del plusvalor acumulado previamente (acumulación originaria) se
torna insuficiente para las necesidades reproductivas y de desarrollo del capital, tales
insuficiencias son compensadas e, incluso, superadas mediante la expropiación de los
medios de subsistencia y de vida individuales y colectivos con los que contaba, hasta ahora,
la humanidad para reproducirse cotidianamente.
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originaria que al despojar ciertos residuos, ese despojo pone en riesgo de destrucción a la
humanidad y, aún, a la biosfera toda. Es el caso de la contaminación del aire pero, también,
del despojo de los códigos genéticos de seres vivos (plantas o animales) que forman parte del
modo de vida de ciertas comunidades humanas y muy relacionadas con esta biopiratería del
capital se encuentra la producción de organismos genéticamente modificados o transgénicos5
que son vendidos como mercancías pero cuyo valor de uso es altamente nocivo no sólo
fisiológicamente en forma inmediata sino, sobre todo, genéticamente (Cfr. Jorge Veraza,
2008) porque los nuevos códigos genéticos recombinados contaminan a los códigos
genéticos evolucionados con base en los que se reproduce la biosfera en el planeta
actualmente; o el caso del despojo de agua bajo la forma de su contaminación y de su
privatización de la que nos ocuparemos más adelante.
De forma tal que así como “bajo la falacia de que el trabajo es mercancía se oculta la
acumulación de capital” (Ibíd. p. 20), ahora en plena época de la subsunción real del consumo
bajo el capital de corte neoliberal, se tiene una idea errónea de que el agua es y puede ser
mercancía. Cuando que, en realidad, tal confusión del sentido común que termina por aceptar
este truco oculta tras de sí un proceso abierto de acumulación originaria salvaje residual y
terminal que busca lucrar con los PHU empleados para la obtención del vital liquido.
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Así, por ejemplo, el maíz transgénico puede acabar con todo el maíz originario. Pero el maíz es pilar
fundamental del sistema alimentario capitalista no ´solo la columna vertebral de la reproducción de
naciones enteras, como la mexicana o de etnias indígenas en América Latina. Así que la
contaminación genética por transgénicos es devastadora para la biosfera. Lo mismo que la operación
de la nanotecnología que en un santiamén puede despojar a la humanidad de premisas y marcos de
sus existencia en una forma terminal.
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había considerado como meros residuos de los cuales podía prescindir. Este proceso es en sí
“una violencia extraeconómica mayor que su conversión [del agua] en mercancía, es decir,
la enajenación completa de un bien inalienable de la humanidad y de la clase obrera que ésta
debe defender so pena de morir de sed” (Ibíd. p. 25. Los corchetes son míos); de ahí el
carácter terminal de esta figura de acumulación de capital que el capitalismo ha venido
desplegando en los últimos años, pues “esta forma de acumulación originaria opera en los
proceso de privatización de agua” (Ibíd. p. 54); mismos que se presentan de forma directa e,
incluso, cínica pero, también, de manera encubierta. Motivo por el cual es preciso que se
argumente respecto de:
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Una vez realizado este despojo hídrico a la humanidad por el capital, los capitalistas
que lo llevaron a cabo pueden imponerle al agua un precio para poder volverla mercancía a
pesar de que, como veíamos, ésta carece de un valor económico intrínseco; de forma tal que
se patentiza un proceso de acumulación originaria salvaje residual y terminal de capital que
la clase burguesa lleva a cabo en donde termina por cooptar los recursos hídricos de la
sociedad, en general, y de la nación y de las diversas comunidades que la componen, en
particular, para someterla a la lógica capitalista de la valorización del valor. Sin embargo, al
ser el agua un valor de uso central y estratégico para la vida humana, es cada vez más común
que nos encontremos con el hecho de que: “los privatizadores del agua ya no quieren
privatizarla porque eso provoca grandes problemas sociales y ellos no quieren cargar con el
costo social y político de estos conflictos, pero quieren privatizarla porque codician las
pingües ganancia que promete: Quieren las ganancias, no los conflictos” (Ibíd. p. 56).
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escasez natural del agua, así como a la que el propio capitalismo produce artificialmente ya
sea por la contaminación del vital líquido, o por el calentamiento global por él producido y
que, sin lugar a dudar, termina por impactar sobre el ciclo metabólico natural del agua. Y, en
segundo lugar, al limitado desarrollo de las fuerzas productivas técnicas e. incluso,
procreativas con las que el capital cuenta actualmente para llevar a cabo su proceso de
acumulación; mismos que vuelven en cierto sentido inviable y poco sustentable la relación
que dichas comunidades mantienen con el agua.
De forma tal que aunque tratando de respetar el papel del Estado en tanto gestor de la
riqueza nacional, en realidad, se lleva a cabo una perdida de soberanía nacional hídrica en
la que los capitalistas privados invierten en los PHU para financiarlos.
Con lo cual no sólo se verifica la mercantificación aparencial y forzada del agua por el
capital sino, también, se patentiza el que —aunque el Estado aún se presenta como
propietario que gestiona, administra y maneja los recursos hídricos— los diversos capitalistas
comercialicen y lucren con los recursos hídricos de la nación.
De manera que “[e]n apariencia no ha habido privatización del vital líquido” (Ibídem.);
pero, en realidad, ésta sí ocurre aunque veladamente. Además que se presenta el hecho de
que los diversos capitalistas que invierten en el sector hídrico obtienen ganancias por partida
doble: por un lado de los consumidores que pagan las tarifas incrementadas y, por otro lado,
del Estado que subsidia a los consumidores pobres que no pueden pagar esas tarifas.”
(Ibídem. Los corchetes son míos).
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En todo caso, tenemos que “lo que el empresario ofrece no es una inversión productiva
sino un préstamo para que el Estado lleve a cabo una inversión productiva: la construcción
de la infraestructura necesaria para instalar los PHU que se requieren para abastecer a la
población.” (Ibíd. p. 57). Motivo por el cual, dichos capitales privados no tendrían porque
obtener ganancia alguna ni por la venta del agua no por el subsidio estatal; en todo caso al
capitalista que invierte:
le corresponde un interés bancario, por ejemplo, de 3% anual. Por eso es que [el
capitalista] no dice que […] está prestando dinero sino que […] está dando agua
en una situación de urgencia, y que le debemos agradecer que la comercialice
con nosotros, sedientos mortales, y que debemos pagar por esta mercancía que
es tan valiosa como grande es nuestra sed. (Ibíd. p. 59. Los corchetes son míos).
Además, a dicho capitalista tan preocupado por nuestro bienestar y por nuestra sed
pero, sobretodo, por engrosar su bolsillo, se le podría conceder que nos cobrara dicho interés;
pues es verdad que está prestando de su dinero, es decir, está invirtiendo capital en los PHU.
Sin embargo, esta concesión no se traduce en el hecho de que pueda “embolsarse utilidades
por la venta de un agua que no le pertenece. No obstante [el capitalista] la comercializa y
para ello la mercantifica; lo cual significa que […] ya se la apropió, esto es, la privatizó
aunque haya dicho que no la quería privatizar ni lo estaba haciendo.” (Ibídem.). Así es como
opera actualmente la privatización encubierta del agua.
Pues no solamente ocurre una subsunción formal directa y actual del consumo de agua
por el capital en donde la clase burguesa privatiza, monopoliza y caciquea el agua en cuanto
tal así como la gestión, manejo y administración que de ésta se hace mediante los PHU sino
que, incluso antes de que ésta ocurra, se lleva a cabo un doble proceso de subsunción real
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del consumo de agua por el capital. Al interior del cual el capitalismo trata de reparar los
daños que él mismo ha cometido al contaminar directa, indirecta, intencional e
inintencionalmente al agua con toda una serie de residuos contaminantes tóxicos y nocivos
que en sí mismos son un subproducto del complejo maquinístico gran industrial con el que
el capital lleva a cabo la subsunción real del proceso de trabajo bajo el capital.
Mientras esto ocurre, tenemos que la propia subsunción real del consumo de agua por
el capital deviene en producir toda una serie de valores de uso nocivos —y cada vez más
nocivo— que terminan por agravar la crisis capitalista de agua; pues no sólo impacta en la
salud de las personas y en el medio ambiente sino que, también, sienta las bases para que
lleve a cabo una mercantificación forzada y aparencial del agua; pues el agua no es ni puede
ser considerada como una mercancía debido a que carece de valor económico, es decir, no es
producto de ningún tipo de trabajo humano aunque sí puede ser objeto de asignación de un
precio.
De ahí que se desprenda todo un proceso de Acumulación originaria salvaje residual y terminal
de capital que busca impulsar el despojo de agua a la humanidad toda. Ya sea de forma directa y
cínica —tal y como el capital está acostumbrado a llevar a cabo las expropiación de la riqueza— o
mediante una privatización encubierta en donde, aunque se diga que no se está privatizando el agua,
debido a que los capitalista que invierten en los PHU comienzan a obtener ganancias y ganancias
extraordinarias queda evidenciado todo el proceso de privatización capitalista del agua (Jorge Veraza,
2009); el cual hace que la actual crisis capitalista del agua se vea agudizada, apuntando cada vez con
mayor fuerza a convertirse en un verdadero colapso hídrico.
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