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modesto gayo
puente hacia la teoría sociológica de la cultura, es decir, un lugar
para transitar camino hacia otro lado: la teoría social, las obras Una introducción a la sociología
originales, las palabras de los pensadores que han contribuido a la
constitución histórica de una perspectiva sociológica para la cual de la cultura
la cultura es un concepto clave.
Modesto Gayo
Centro
de Estudios
Abierto
Editorial Centro
de Estudios
Abierto
Editorial
IDEOLOGÍA, MORALIDADES Y REPRODUCCIÓN SOCIAL
UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA
IDEOLOGÍA, MORALIDADES
Y REPRODUCCIÓN SOCIAL
UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA
DE LA CULTURA
Modesto Gayo
Profesor asociado de la Escuela de Sociología
de la Universidad Diego Portales.
Email: modesto.gayo@udp.cl
Editor
Claudio Benavides Riquelme
Edición: Claudio Benavides Riquelme
Autor: Modesto Gayo
Diseño y Diagramación: Alejandro Álvarez
Diseño Portada: Alejandro Álvarez
Imagen de portada: Pilar Gayo
ISBN: 978-956-9054-05-1
Impreso en Santiago.
DEDICATORIA................................................................................................................9
5. TEORÍA CRÍTICA................................................................................................... 75
5.1. La teoría crítica dentro del pensamiento sociológico................ 75
5.2. ¿Qué es teoría crítica?.............................................................................. 75
5.3. La industria cultural................................................................................. 84
5.4. El hombre unidimensional como ejemplo........................................ 90
Bibliografía............................................................................................................ 99
a. Inspiración y objetivos.
Este libro tiene como objetivo primordial proporcionar una herra-
mienta de estudio a los estudiantes de sociología de la cultura o
interesados en esta área de conocimiento. De ningún modo tiene
como aspiración ser o convertirse en un libro canónico que trate
de ofrecer interpretaciones definitivas de los autores aquí revisa-
dos. Por el contrario, es un texto que pretende ser un puente hacia
la teoría sociológica de la cultura, es decir, un lugar para transitar
camino hacia otro lado: la teoría social, las obras originales, las pa-
labras de los pensadores que han contribuido a la constitución his-
tórica de una perspectiva sociológica para la cual la cultura es un
concepto clave.
Siendo el objetivo llegar a los autores, el texto fue escrito de tal
modo que ello fuese posible. Casi de forma imperceptible, o más
bien inevitable, el lector se encontrará leyendo al original, sin extra-
ñarse de estar ahí, intentando comprender, y ojalá comprendiendo,
las palabras primeras, los ladrillos o la argamasa de la sociología de
la cultura. Es por ello que el libro está continuamente intercalado
con citas de los textos originales, pues es hacia ellos a donde quere-
mos conducir al lector interesado en estas temáticas. Pero entonces
cabe la pregunta: ¿por qué no hacer sencillamente una compilación
de esos escritos primeros que sirven de referencias y de base? La
respuesta es también sencilla pero el resultado no es simple. Es
sencilla porque responde a la necesidad que como profesor de so-
ciología de la cultura he notado en los estudiantes; tener instru-
mentos intelectuales que les permitan arribar a una comprensión
de la teoría social más profunda y certera. De este modo, frente a
las lecturas superficiales, anodinas, de sentido común, clausuradas,
indisputables y ajenas, la universidad debe promover lecturas pro-
fundas, genuinas y potencialmente innovadoras, elaboradas, abier-
tas, argumentables y argumentadas, propias o individualizadas. En-
tiendo que ésta es la única manera de potenciar a los estudiantes y
los estudiosos para que finalmente alcancen un conocimiento más
original, adecuado a sus necesidades personales y a las realidades
locales. Es por ello que una introducción a la sociología de la cultura
11
aparece como pertinente a tales fines, siempre y cuando responda
efectivamente a los requerimientos de los estudiantes. Esto signifi-
ca que si en una primera instancia rehúyen la teoría social o, no re-
huyéndola, la simplifican en exceso o no alcanzan a comprenderla
de forma adecuada, esta introducción quiere enfrentar dichas difi-
cultades proporcionando al estudiante los elementos argumentales
básicos sobre los cuales se puede obtener una primera interpreta-
ción y uso de los conceptos sociológicos.
Así, mostrando una forma de trabajo, acercándonos a los con-
ceptos teóricos con respeto pero sin temor, haciendo uso de los
mismos y observando cómo otros los utilizan, este libro nace para
ser transitado, como un puente, e igual que el mismo, para ser piso-
teado en beneficio de un destino más promisorio; el desembarco en
los textos que dieron lugar a la constitución de una reflexión sobre
la cultura que es múltiple y abierta, indefinida en su evolución, y
cuyas fronteras aquí definiremos como “sociología de la cultura”.
En definitiva, éste es un libro que tiene autor, pero pretende dejarlo
atrás, despedirlo por sus merecimientos, tal y como él desea, y no
por habernos dejado esperando a alguien que nunca llegó.
12
Marx, y, asimismo, unidos por el mismo motivo – como es el caso
de Marx y la tradición crítica. El libro cierra con un capítulo sobre
Bourdieu que, sin proponerlo abiertamente, es una forma de sínte-
sis de las contribuciones anteriores, a las que podemos calificar de
“clásicas” y/o “fundadoras”.
Sobre los dos niveles de complejidad mencionados, podemos
decir que el primero remite a la parte principal del texto, en el que
se exponen de forma analítica (con claridad en la identificación de
los conceptos y el vínculo entre ellos) y sintética (presentando las
teorizaciones de forma breve, optando a menudo por la interpreta-
ción más plausible o más aceptada, o incluso la más comprensible
siempre y cuando sea adecuada) las ideas de los autores. Para los
lectores insatisfechos, o que quieran profundizar más o requieran
las vías para hacerlo, he incluido un amplio conjunto de notas a pie
de página y una bibliografía bastante nutrida, sin ser en absoluto
exhaustiva en ninguno de los temas, como parece obvio en temas
tan tratados en la tradición sociológica.
c. Agradecimientos.
El desarrollo de este libro fue apoyado por un proyecto de apoyo a
la docencia concedido por la Universidad Diego Portales en el año
2011. Sin esta contribución nunca hubiese sido terminado. Entre
otras razones porque me permitió disponer de dos ayudantes para
ampliar la revisión bibliográfica, las que fueron seleccionadas tras
un difícil concurso. Es por ello que quiero agradecer el trabajo que
realizaron las jóvenes sociólogas Bernardita Batllé y Javiera Manzi.
Durante los largos años que he vivido y trabajado en Chile he
tenido la oportunidad de conocer a personas estupendas, muchas
de las cuales viven la rudeza de tener orígenes humildes. Aquí quie-
ro reconocer el aporte de todos los encuentros y conversaciones
que he tenido el privilegio de disfrutar en diferentes instituciones:
la Universidad de Chile, la Academia de Humanismo Cristiano, el
Centro Cultural de España, el GAM, el FONDECYT-CONICYT, el Con-
sejo Nacional de la Cultura y las Artes y, no cabe duda, la Univer-
sidad Diego Portales. En cada una de esas instituciones ha habido
personas – académicos, administrativos, estudiantes - que me han
dado la bienvenida y hecho posible mi trabajo, haciéndolo siempre
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más agradable de lo esperado. Espero que todos hayamos aprendi-
do más sobre cultura.
Este libro fue editado con dedicación y amabilidad por Claudio
Benavides, además de sociólogo, músico y editor, director de la edi-
torial LaPala. Vaya mi reconocimiento a él por su trabajo en la pre-
paración de este libro y los años de amistad personal e intelectual.
No podría terminar sin agradecer a Carmen, Pilar y Lula, que
son como la mano que esto escribe.
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1. INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES CULTURA Y QUÉ ES LA
SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA?
15
Una clasificación similar a la anterior es la que sugiere Edles
al plantear tres usos del término cultura: “‘Culture’ can be used to
refer to (1) humanistic refinement and elite artistic activities (clas-
sical ballet, opera); (2) an entire way of life of a people or group
(e.g., as seen in National Geographic); or (3) systems or patterns of
shared symbols. These categories can be understood respectively,
as aesthetic, ethnographic, and symbolic definitions of culture”
(2002: p.1)
Por su parte, García Canclini (2005) propone dos como las prin-
cipales narrativas sobre la cultura:
16
1. “La primera tendencia es la que ve la cultura como la instan-
cia en la que cada grupo organiza su identidad” (2005: p.35).
2. “La cultura es vista como una instancia simbólica de la pro-
ducción y reproducción de la sociedad” (2005: p.37).
3. “La cultura como una instancia de conformación del consen-
so y la hegemonía, o sea de configuración de la cultura polí-
tica, y también de la legitimidad” (2005: p.37).
4. “La cultura como dramatización eufemizada de los conflic-
tos sociales” (2005: p.38).
17
Cómo se define la cultura no es un tema importante únicamen-
te para asentar con claridad de qué estamos hablando, o para deli-
mitar un objeto de estudio a propósito de hacer investigación. Las
implicaciones de dicha definición son igualmente significativas y
deben tomarse en consideración a la hora de hacer una evaluación
sobre el concepto mismo. No en vano, desde un punto de vista polí-
tico, la definición de la cultura puede tener importantes consecuen-
cias. De acuerdo con Payne (2000), “Definir la ‘cultura’ es definir lo
humano; ser excluido de tal definición puede tener un alto coste”
(p.129, traducción propia).
18
bora una reflexión argumentada que incluye y desarrolla los con-
ceptos y el problema.
19
Sin embargo, si nos referimos a la constitución de un área insti-
tucionalizada dentro del desarrollo disciplinar de la sociología, pa-
rece que su historia es mucho más breve. A este respecto, Hirsch y
Fiss (2000) sostienen que la cultura no era un asunto de particular
interés hasta hace pocas décadas: “Durante los años 60, la cultu-
ra no fue un tema dentro de la sociología” (2000: p.99, traducción
propia). Por su parte, Williams (1981) entiende que la sociología de
la cultura es concebida como un “área dudosa” (doubtful area) de
entrada o llegada tardía en la sociología2. Asimismo, a comienzos de
los noventa, Griswold (1992) afirmaba que no es hasta los años 803
cuando se cimentan las bases de dicha institucionalización, y eso
se produce a través de la consolidación de los llamados “estudios
culturales”. Según ella, sería a partir de ahí cuando se desenvuelve
y asienta una comunidad intelectual que tiene como centro de su
interés el análisis sociológico de la cultura. En sus palabras, “la ins-
titucionalización ha llevado a desacuerdos en torno a la teoría, el
método y la sustancia” (Griswold, 1992: p.324, traducción propia).
Para Jacobs y Spillman (2005), al referirse a la sociología cultural,
comentan que se trata de una sub-área (subfield) que se constituyó
como consecuencia del giro cultural que se produjo en las ciencias
sociales y las humanidades en la última generación.
Este relativo rezago en su desarrollo como área y/o perspec-
tiva de estudio, según Crane (1994), está relacionada con el papel
20
secundario o subordinado que la cultura tenía en las teorías más
importantes de la tradición sociológica norteamericana.
Hirsch y Fiss afirman que el desarrollo de la cultura como un
tema sociológico, lo que se dio fundamentalmente a partir de los
años 60 del siglo XX, supuso tratar a la cultura como un producto,
como si se tratara de cualquier otro bien de la sociedad industrial.
Este giro, principalmente en la sociología norteamericana, y del que
Richard Peterson fue uno de sus principales protagonistas, tuvo
como consecuencia la despolitización y “des-estetización” del con-
cepto de cultura. Este trabajo es entendido por Hirsch y Fiss como
la perspectiva de la “producción de la cultura”4.
Como una ampliación del interés académico por el ámbito cul-
tural, estos mismos autores sostienen que “los años 90 vieron una
continuación del giro cognitivo que comenzó en los 80. En la me-
dida en que el campo adoptó una conceptualización más amplia
de la cultura, la discusión continuó para desplazarse de un foco
en los mecanismos de producción a las negociaciones políticas y
culturales sobre estructuras de significado” (Hirsch y Fiss, 2000:
p.101, traducción propia). Asimismo, sostienen que este giro llevó
a la perspectiva de la “cultura de la producción”, la cual “subraya el
papel de las elecciones estéticas en afectar la naturaleza y carac-
terística de los productos” (Hirsh y Fiss, 2000: p.102, traducción
propia)5.
21
En cualquier caso, lo que ha sido visto como un creciente inte-
rés en la cultura, no debe oscurecer el hecho de que sigue siendo un
área de investigación muy heterogénea6. No en vano, Crane afirma
que “la ‘nueva’ sociología de la cultura no es un campo en sí misma;
más bien se trata de un conjunto de subcampos diferentes e inde-
pendientes tales como la ciencia, el conocimiento, la religión, los
medios de comunicación, la cultura popular y las artes, así como
aproximaciones con una orientación cultural hacia, por ejemplo, la
historia, la política, las organizaciones, la estratificación y el com-
portamiento interpersonal” (1994: p.1, traducción propia). No obs-
tante, podría argumentarse que no se trata sólo de fragmentación
de los estudios sobre cultura, sino que esta diversidad de elemen-
tos ha influido en variado grado en cada caso, en el desarrollo del
pensamiento sociológico sobre la cultura: “Nuevas perspectivas en
la sociología de la cultura han sido influidas fuertemente por otras
disciplinas, tales como la antropología (particularmente el trabajo
de Clifford Geertz), la historia, la ciencia política, los estudios lite-
rarios, los estudios culturales, los estudios feministas y los estu-
dios étnicos, y por perspectivas desde la teoría sociológica europea
como las teorías postestructuralistas francesas, el grupo de los es-
tudios culturales británicos y los estudios de la ciencia en Gran Bre-
taña” (Crane, 1994: p.5, traducción propia). Asimismo, esta autora
subraya el importante papel que ha tenido el posmodernismo para
potenciar la relevancia teórica de la cultura, otorgándole mayor im-
portancia que a la estructura social.
22
1.2.2. La distinción entre “sociología de la cultura”
y la “sociología cultural”.
En principio, es importante saber que esta distinción no siempre se
ha hecho, y no todos los autores la han compartido. Éste es el caso
de Williams (1981), el cual utiliza indistintamente ambos términos.
Sin embargo, dado el desarrollo de la reflexión sobre la cultura
en sociología, es conveniente saber que se ha hecho una distinción
entre dos formas de entender la sociología de la cultura. Por un
lado, podemos estar ante un área amplia de estudio caracterizada
por el interés en analizar y comprender la idea de “cultura” dentro
del pensamiento sociológico. Por otro lado, podríamos pensar en
un enfoque o conjunto de enfoques que tienen algo en común, que
podría ser el hecho de conceder a la cultura un papel explicativo
de la acción social. Ambas acepciones podrían ser identificadas con
la idea de hacer sociología de la cultura. No obstante, Alexander y
Smith (2003) hacen una distinción entre las dos, y reservan el tér-
mino de “sociología de la cultura” para el primer concepto7, y el de
“sociología cultural” (cultural sociology) para el segundo, el que se
refiere a la causalidad de lo cultural8. Esta perspectiva de sociología
cultural la asocian a lo que denominan un programa fuerte (strong
program) de investigación, el cual contribuiría a desarrollar expli-
caciones sociológicas de tipo genuinamente cultural.
La explicitación de la capacidad explicativa de la cultura es tam-
bién vista por otros autores (Kaufman, 2004) como característica
de los estudios sociológicos más contemporáneos que tienen a la
misma como elemento teórico clave.
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Kaufman entiende este tipo de explicación culturalista como una
explicación endógena: “las explicaciones endógenas se centran (…)
en procesos causales que tienen lugar en el seno del cauce cultural:
mecanismos tales como iteración, modulación y diferenciación, asi-
mismo como procesos como elaboración de significado, construcción
de redes y manipulación semiótica. Este enfoque novedoso convier-
te la cultura en algo más que sólo una variable dependiente” (2004:
p.336, traducción propia). Además, este autor hace una distinción
entre tres tipos de explicación endógena: la post-hermenéutica9, la
semiótica10 y la propia de la ecología cultural11.
No obstante, hay aportaciones que no hacen particular énfasis
en la capacidad explicativa de la cultura como elemento definitorio
de la sociología cultural, sino en el nivel de análisis que le es propio.
Éste es el caso de la argumentación de Jacobs y Spillman (2005),
para los cuales se trataría de una aproximación que favorecería la
comprensión de la relación entre los macro y los microprocesos,
mediante la atención a un nivel de análisis “meso” o intermedio12.
24
Una contribución adicional es la de Edles, quien relaciona la
distinción entre sociología de la cultura y sociología cultural con
dos objetos de estudio distintos: “Esta es la división entre aquéllos
que se centran en los procesos organizacionales, burocráticos, eco-
nómicos, políticos y sociales detrás de la producción de los objetos
culturales; y aquéllos que se enfocan en el contenido y el significado
de los objetos culturales en sí mismos” (Edles, 2002: p.12, traduc-
ción propia), respectivamente. En otros términos, para evitar con-
fusión, la sociología cultural se dedica al estudio y/o reconstrucción
del significado. En relación con esta división, la autora enfatiza que
de ningún modo eso quiere decir que no puedan estar conectadas
ambas aproximaciones. Más bien, deberían estarlo para entender
de forma más completa los fenómenos culturales.
25
2. Las personas que viven en sociedades con un nivel de desa-
rrollo socioeconómico similar a menudo presentan diferen-
cias considerables.
3. Es habitual que personas de diferente edad que viven en un
mismo nivel socioeconómico y sociedad manifiesten com-
portamientos y actitudes distintas.
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3. La explicación de la acción de los individuos.
4. La reflexión sobre los métodos, en donde Griswold ve un de-
clive del tradicional enfrentamiento entre los que optan por
el “empiricismo” y aquéllos que eligen la vía “hermenéutica”.
5. El cambio cultural14.
6. La sociología del arte15.
27
sucesivamente, como una etapa caracterizada por lo que denomina
una “dicotomía inicial”, una segunda etapa durante la cual se desa-
rrollan las “perspectivas clásicas”, y, finalmente, una tercera y últi-
ma etapa heredera del momento anterior en donde se constituyen
las “perspectivas contemporáneas”. Los siguientes apartados man-
tienen esta estructura y le dan contenido.
28
1.3.2. A favor de la autonomía de la cultura: perspectivas clásicas.
Dilthey es uno de los autores clave en los orígenes de la reflexión
sobre la cultura. Él mismo subraya la centralidad de la experiencia
humana como la fuente del significado. La cultura puede ser enten-
dida como un sistema estructurado de carácter subjetivo o ubicado
en el interior de la persona. En razón de su localización, su estu-
dio requiere el empleo del método hermenéutico, cuyo núcleo es
la interpretación y tiene como objetivo descubrir la naturaleza de
las estructuras subjetivas, es decir, el significado. La interpretación
opera a partir de la comprensión y no desde la observación. Frente
a lo que sucedía con los fenómenos naturales, los fenómenos so-
ciales deben ser estudiados exclusivamente desde una perspectiva
cultural. Esta visión enfatiza la autonomía de la cultura en un senti-
do fuerte o idealista.
Con posterioridad a la contribución diltheyana, surgieron res-
puestas diferentes al mecanicismo, las cuales también tenían como
propósito plantearle un desafío al mismo. Dos aportaciones son
particularmente relevantes a este respecto. Por un lado, en primer
lugar, Parsons responde al mecanicismo desde fuera de la tradición
hermenéutica. En su enfoque funcionalista de la sociedad, concep-
tualiza la relación entre cultura y fuerza material como niveles ana-
líticos de un unificado mundo empírico. En segundo lugar, Gramsci,
ubicado dentro de la tradición marxista, dio más espacio a la cultu-
ra, participando al mismo tiempo del desarrollo de una teoría revo-
lucionaria y centrada en la clase social.
Como ni para Parsons ni para Gramsci la cultura termina de
disfrutar de una autonomía suficiente, es particularmente impor-
tante la obra de Saussure y, con ello, el nacimiento de la semiótica.
Desde este punto de vista, el individuo es responsable de sus actos
de habla, pero no tiene control sobre la lengua implicada por los
mismos. La lengua como sistema simbólico, por tanto, surge como
una entidad independiente. El lenguaje es un código abstracto cuya
estructura está determinada por reglas internas a sí misma antes
que presiones provenientes del sistema social. Se plantea que si
existe una relación arbitraria entre las palabras y las cosas en el
lenguaje, lo mismo puede suceder con todas las instituciones y ac-
tividades sociales. Esto lleva a considerar a la lingüística como un
caso de la semiótica, considerada una ciencia general de los signos.
29
1.3.3. Enfoques contemporáneos sobre la cultura.
Las conceptualizaciones y aproximaciones más contemporáneas
tienen sus raíces en los enfoques previamente presentados. Los
nuevos enfoques parten interesados en la acción significativa en
lugar de instrumental, y con un compromiso con la autonomía de
los sistemas simbólicos con respecto a tipos de determinación no
cultural.
a. Funcionalismo.
Este enfoque muestra una notable capacidad para entrelazar el én-
fasis cultural con un análisis de la acción social real. Su debilidad
está centrada en su análisis de los valores, los cuales frecuentemen-
te son reconducidos a las estructuras sociales que su supuesta au-
tonomía analítica les permite regular. Entre sus autores destacados
están Merton y Lipset.
b. Semiótica.
Los estructuralistas y los semiólogos se centran en el sistema cultu-
ral en sí mismo. Enfatizan la integridad interna de la organización
simbólica, sin que esto dependa de ningún otro proceso o nivel. Por
tanto, su estudio exige abstracción con respecto a la contingencia.
La abstracción permite al intérprete construir la estructura simbó-
lica del código de una forma independiente. Los semiólogos defien-
den que sólo tras haberse realizado la reconstrucción mencionada,
llega a ser obvio que todos los procesos concretos suceden dentro
de pautas preexistentes de significado.
Sin embargo, el énfasis interno y formal de la semiótica, su ex-
tremo culturalismo, a menudo ha provocado los mismos errores
cometidos por el funcionalismo y el marxismo. En este sentido, las
estructuras culturales no sólo informan pautas sociales sino que se
sostiene que las determinan. Barthes y Sahlins son dos de sus re-
presentantes importantes.
c. Dramaturgia.
De acuerdo con Alexander, este enfoque tiene una notable capaci-
dad para articular la autonomía de la cultura con el otorgamiento
de un papel fundamental al individuo. Dos autores relevantes son
Goffman y Geertz.
30
d. Weberianismo.
Los weberianos, de acuerdo con Alexander, han continuado concep-
tualizando la cultura como un sistema simbólico endógenamente
generado que responde a necesidades metafísicas apremiantes. No
obstante, actualmente el significado y el impacto de estas ideas van
más allá de temas de auto-disciplina y control racional. Las cues-
tiones de la salvación son entendidas en términos de concepcio-
nes más generales del activismo, la consciencia, la comunidad y la
individuación (ver capítulo 2 de este libro). Su efecto en las insti-
tuciones sociales es extendido más allá del interés en la actividad
económica, para tratar cuestiones relativas al control político, la
democracia, el comportamiento personal, las relaciones de estatus
y las relaciones intergrupales.
Autores destacados son Michael Walzer y Pitts.
e. Durkheimianismo.
Para estas aproximaciones, la religión es también el componente
central, una perspectiva que les permite enfatizar al mismo tiempo
la complejidad interna y la autonomía de los sistemas simbólicos
junto con insistir en hacer el vínculo con una referencia social. El
foco está en la estructura y procesos de sistemas de significado, los
cuales son tomados como universales con independencia del lugar
y el tiempo. A este respecto, al igual que la semiótica, la teoría dur-
kheimiana ve a los sistemas culturales organizados en antinomias
simbólicas. Algunos autores destacados son Mary Douglas, Victor
Turner y Carroll Smith-Rosenberg.
f. Marxismo.
Durante el siglo XX, ha habido propuestas dentro de la tradición
marxista que han intentado liberar al marxismo de su connotado
mecanicismo. En este sentido, el principal autor ha sido Gramsci,
quien concibió la cultura burguesa como una barrera independien-
te para el desarrollo del socialismo y, por esta razón, el desarrollo de
una nueva cultura de clase como la primera y más relevante meta.
Otros autores notables desde esta perspectiva son E.P. Thompson,
Paul Willis.
31
g. Postestructuralismo.
Es un movimiento intelectual difuso que comparte con el marxis-
mo su ideología crítica, pero poca de su fe en que las condiciones
pueden ser transformadas a través de la intervención de un agente
histórico auto-consciente como la clase trabajadora. Es un enfoque
que se gestó a finales de los años 60 y durante los 70 dentro del
marxismo y el estructuralismo. Contra la semiótica y el estructu-
ralismo, argumentó los vínculos sociales entre simbolismo, por un
lado, y poder y clase social, por otro. Contra la teoría estructural
marxista, se arguyó que las estructuras sociales, como las clases o
la autoridad política, no actúan contra la cultura. A este enfoque
se asocia a relevantes intelectuales como Michel Foucault y Pierre
Bourdieu.
Una vez comprobada la riqueza de todas estas contribuciones,
Alexander concluye que las diferencias entre los enfoques sobre la
cultura deben ser respetados porque la cultura y la sociedad son
asuntos complejos. Según él, si cada una de las diferencias discuti-
das apunta a una dimensión de la realidad, las diferencias en con-
junto apuntan a la necesidad de una perspectiva más general que
pueda relacionar cada dimensión con las otras.
32
a expensas de otros, y aspiraban al predominio teórico afirmando
que la parte que enfatizaban era más importante que cualquier
todo” (Alexander, 1992: p.227). En este sentido, las teorías postpar-
sonianas (el interaccionismo, la etnometodología y la teoría del in-
tercambio) habrían dejado de lado el tratamiento de las normas,
tan importantes para Parsons, y “transformado la cultura en una
categoría residual” (ibídem: p.228). Alexander insiste en que para
avanzar hacia una teoría multidimensional, mejorando la anterior
(teoría de sistemas parsoniana) se necesita una teoría que tenga a
las normas y, más en general, a la cultura como su objeto de estudio.
Esto dio lugar a, y es lo que él entiende como, una crítica cultural a
Parsons, la cual concibe como “una resurrección de la antigua tra-
dición ‘hermenéutica’” (ib.: p.229). Dentro de esta tradición desta-
caron Wilhelm Dilthey, Paul Ricoeur y Clifford Geertz.
La hermenéutica es entendida como el “estudio de los símbo-
los”. Es presentada como un enfoque anti-individualista que sitúa
en el centro de atención a la significación colectiva. Alexander afir-
ma que “La teoría hermenéutica está relacionada con el método
hermenéutico” (ib.: p.233) y que “es una teoría idealista que sos-
tiene que la acción es experiencial y no racional, que el orden es
colectivo y creador de vínculos de cara a las contingencias de la
vida individual” (ib.: p.233). Adopta una posición subjetivista de un
cierto tipo: “Como los actores son motivados por el significado y no
por la eficiencia, las cosas más intuitivas o más observables como
las experiencias, deben ser el objetivo principal de esta ciencia” (ib.:
p.234). De acuerdo con el anti-individualismo de este enfoque, “la
meta de la hermenéutica no es la psicología individual sino la natu-
raleza del orden cultural: no el autor sino el texto” (ib.: p.236). Dan-
do continuidad a esta idea, “El desafío para una sociología cultural
o hermenéutica consiste en hallar el equivalente social del texto.
Hallar este texto social o, con mayor precisión, un modo de recons-
truir algo parecido, es describir la “mente objetiva”, la intrincada to-
talidad cuyas partes significantes son los actores, los acontecimien-
tos y las estructuras sociales. Para ello debemos hallar un modo de
describir el sistema cultural sin aludir a las intenciones e intereses
de los actores e instituciones” (ib.: p.236).
Finalmente, Alexander concluye que “el método interpretati-
vo es necesario porque las personas experimentan la vida; no se
33
limitan a reaccionar ante ella mecánicamente. Como las personas
experimentan la vida, tratan de hallarle significado. Como el signi-
ficado es subjetivo, también es subjetivo el método para descubrir
significado” (ib.: p.241).
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el libro del mismo autor. The Sociology of Culture, Chicago, The
University of Chicago, capítulo 1: pp.9-32.
35
2. ACCIÓN Y SIGNIFICADO. MAX WEBER.
37
como una abstracción que intenta dar cuenta de la acción social
concreta.
La acción significativa o con sentido sólo puede serlo para el
individuo, pues es éste únicamente el actor que dispone de la subje-
tividad que la hace posible: “’Acción’ como orientación significativa-
mente comprensible de la propia conducta, sólo existe para noso-
tros como conducta de una o varias personas individuales” (1996:
p.12).
38
interpretativa del sentido o conexión de sentido: a) mentado real-
mente en la acción particular (en la consideración histórica); b)
mentado en promedio y de modo aproximativo (en la considera-
ción sociológica en masa); c) construido científicamente (por el
método tipológico) para la elaboración del tipo ideal de un fenó-
meno frecuente” (1996: p.9).
Comprender implica interpretar. La interpretación debe tender
a generar una evidencia, siendo ésta de dos tipos posibles, racional
o afectiva (“endopática”): “Toda interpretación, como toda ciencia
en general, tiende a la “evidencia”. La evidencia de la comprensión
puede ser de carácter racional (y entonces, bien lógico, bien mate-
mático) o de carácter endopático: afectiva, receptivo-artística. En el
dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que
de su “conexión de sentido” se comprende intelectualmente de un
modo diáfano y exhaustivo. Y hay evidencia endopática de la acción
cuando se revive plenamente la “conexión de sentimientos” que se
vivió en ella” (1996: p.6).
Lo adecuado de las explicaciones producto de nuestro ejercicio
comprensivo debe contrastarse con las realidades, hechos o eviden-
cias históricos: “Como en toda hipótesis es indispensable el control
de la interpretación comprensiva de sentidos por los resultados: la
dirección que manifieste la realidad” (1996: p.10).
2.1.e. La explicación.
La explicación es el producto final de la comprensión derivada de la
interpretación del sentido subjetivo de la acción social: “’Explicar’
significa (...) para la ciencia que se ocupa del sentido de la acción,
algo así como: captación de la conexión de sentido en que se incluye
una acción, ya comprendida de modo actual, a tener de su sentido
‘subjetivamente mentado1’” (1996: p.9). La explicación debería in-
cluir los motivos de la acción social, es decir, “la conexión de senti-
do que para el actor o el observador aparece como el ‘fundamento’
con sentido de una conducta” (1996: p.10). En otras palabras, “una
interpretación causal correcta de una acción concreta significa: que
39
el desarrollo externo y el motivo han sido conocidos de un modo
certero y al mismo tiempo comprendidos con sentido en su cone-
xión” (1996: p.11).
Weber distingue entre las explicaciones interpretativa y obser-
vadora. La segunda sería la propia de las ciencias naturales y sería
un producto de la observación de fenómenos externos. La prime-
ra sería la que caracteriza a la sociología, y tendría como virtud la
posibilidad de conocer los motivos de la acción y como precio “el
carácter esencialmente más hipotético y fragmentario de los resul-
tados alcanzados” (1996: p.13) dado que aquéllos no son suscepti-
bles de ser observados, sino sólo hipotetizados.
Es importante subrayar que Weber desliga método y explica-
ción individualistas. Del hecho de proponer un método que atiende
preferentemente al individuo, pues son los motivos de éste los que
debemos comprender, no se infiere necesariamente que la explica-
ción deba estar centrada en atributos individuales. En sus palabras,
“deben eliminarse tanto el enorme equívoco implicado al pensar
que un método individualista significa una valoración individua-
lista... como la opinión de que una construcción conceptual de ca-
rácter inevitablemente (...) racionalista significa una creencia en el
predomino de los motivos racionales o simplemente una valoración
positiva del ‘racionalismo’” (1996: p.15).
40
2. Racional con arreglo a valores: “Determinada por la creencia
consciente en el valor – ético, estético, religioso o de cual-
quiera otra forma como se le interprete- propio y absolu-
to de una determinada conducta, sin relación alguna con el
resultado, o sea puramente en méritos de ese valor” (1996:
p.20).
3. Afectiva: “Especialmente emotiva, determinada por afectos y
estados sentimentales actuales” (1996: p.20).
4. Tradicional: “Determinada por una costumbre arraigada”
(1996: p.20). Este tipo es el que mejor representa la mayor
parte de las acciones cotidianas.
41
técnica o comercial superior de las empresas modernas” (2002:
pp.43-44).
La ocupación de ciertos cargos o funciones dependerá gene-
ralmente de una combinación de capital económico y educación.
La riqueza puede haberse heredado, lo cual podría explicar la ma-
yor propensión de los protestantes a orientarse hacia estudios que
llevarán a actividades orientadas al lucro (técnicos, profesiones
industriales o comerciales), pero incluso cuando hay igualdad de
recursos entre católicos y protestantes, son estos últimos los que se
muestran más proclives a ejercer una profesión de este tipo.
42
2.3.2.b. Condiciones de su surgimiento.
El espíritu del capitalismo no es un producto automático y objetivo
de una realidad socioeconómica existente5: “La forma «capitalista»
de una economía y el espíritu con el que se la dirige están entre sí,
por lo general, en una relación de adecuación, pero no en una rela-
ción de «ley de» dependencia” (2002: p.73). Muy al contrario, tuvo
que imponerse en lucha abierta con otras formas de ver el mundo
o de pensamiento: “El espíritu capitalista (...) tuvo que imponerse
en una dura lucha contra un mundo de poderes enemigos” (2002:
p.64). En concreto, “el enemigo (...) con el que tuvo que luchar, ante
todo, el «espíritu» del capitalismo es esa especie de sensibilidad y de
conducta, que se suele denominar «tradicionalismo»” (2002: p.66).
Por tradicionalismo entiende una conducta caracterizada porque “el
hombre no quiere, «por naturaleza», ganar dinero y más dinero, sino
que quiere simplemente vivir, vivir como ha estado acostumbrado a
vivir y ganar lo necesario para ello” (2002: p.67).
2.3.2.c. Explicación.
El espíritu capitalista surge a partir de la ética protestante6 y a
pesar del tradicionalismo y su surgimiento procede de un prolon-
gado proceso de educación: “El calvinismo es históricamente uno
de los agentes indudables de la educación en «espíritu capitalis-
ta»” (2002: p.73). Esta ética introduce una novedad: la valoración
43
del “cumplimiento del deber en las profesiones profanas como el
contenido más elevado que puede tener una actuación realmente
moral. Esto fue la consecuencia inevitable de la significación reli-
giosa del trabajo diario secular y esto fue lo que generó el concep-
to de profesión” (2002: pp.88-90)7. En otros términos, “el calvinis-
mo añadió (...) la idea de que era necesario la acreditación de la
fe en la vida profesional en el mundo” (2002: p.144). El ejercicio
o puesta en práctica de esta ética dio legitimidad a una forma de
pensar y actuar que se transformaría en el espíritu del capitalis-
mo8: “Allí donde alcanzó el poder de la concepción puritana de la
vida, ésta favoreció, sea como fuere, la tendencia hacia un modo
de vida burgués, racional desde el punto de vista económico, y
esto es mucho más importante que favorecer simplemente la for-
mación de capital; esa concepción de la vida era su soporte más
importante y el único coherente; ella estuvo presente en el naci-
miento del «hombre económico» moderno” (2002: p.227).
44
¿Cómo se llevó esto a cabo? Principalmente a través de la idea
de profesión derivada del pensamiento protestante9. En el protes-
tantismo, se aspiraba a la profesionalización como una manera de
legitimar el trabajo en el mundo y de perfeccionarlo. A través del
ejercicio austero de las profesiones es como éstas se legitiman: “la
consideración del trabajo como «profesión» es para el obrero mo-
derno tan característica como la concepción correspondiente del
lucro para el empresario” (2002: p.232). Así, la idea de profesión
juega un papel central en el desarrollo del espíritu del capitalismo:
“el modo de vida racional sobre la base de la idea de profesión, que
es uno de los elementos constitutivos del espíritu capitalista, y no
sólo de éste sino de la cultura moderna, nación del espíritu del as-
cetismo cristiano” (2002: p.232).
Explicar el desenvolvimiento del capitalismo desde la ética pro-
testante profesionalizante no significa negar la importancia ni la re-
levancia de los aspectos materiales para subrayar el de los de tipo
intelectual o espiritual. Por el contrario, en el desarrollo histórico,
ambos aspectos pueden estar presentes: “No es nuestra intención
(...) sustituir una interpretación de la historia y de la cultura unila-
teralmente «materialista» por otra espiritualista, igualmente uni-
lateral. Ambas interpretaciones son igualmente posibles, pero con
ambas se sirve igualmente poco a la verdad histórica, si pretende
ser la conclusión a la que llegue la investigación y no un trabajo
previo para la misma” (2002: pp.235-236).
45
del primero. Hay un proceso histórico10 no predicho derivado de
una forma de ver el mundo que valoraba los logros materiales o
económicos como el producto de un trabajo sacralizado: “Hay que
distinguir claramente (...) entre el ideal al que aspiraba una deter-
minada corriente religiosa y lo que su influencia en el modo de vida
de sus seguidores produjo de hecho” (2002: nota 17, p.54). Especí-
ficamente, Weber afirma que “los efectos culturales de la Reforma
fueron (...) consecuencias no previstas y no queridas del trabajo de
los reformadores, a veces muy alejadas o incluso opuestas a todo
lo que ellos se imaginaban” (2002: p.105). A esto podemos añadir
que “toda la historia de las reglas religiosas es realmente, en cierto
sentido, una lucha con el problema del efecto secularizador de la
riqueza. Lo mismo vale, en gran escala, para el ascetismo intramun-
dano del puritanismo” (2002: p.228).
Los cambios históricos han llevado a una situación en la que el
desarrollo del capitalismo ya no necesita del ascetismo protestante
originario para seguir desarrollándose11: “Al emprender el ascetis-
mo la transformación del mundo y al tener repercusión en él, los
bienes externos de este mundo lograron un poder creciente sobre
los hombres y, al final, un poder irresistible, como no había sucedi-
do nunca antes en la historia. Hoy el espíritu de ese ascetismo se ha
salido de ese caparazón, y quién sabe si definitivamente. El capita-
lismo victorioso, desde que tiene una base mecánica, ya no necesita
de ese apoyo” (2002: pp.233-234).
46
Bibliografía:
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21.
47
3. CULTURA Y ORDEN SOCIAL EN LA OBRA
DE EMILE DURKHEIM.
1 “Dado que Durkheim hizo del orden social su problema teórico fun-
damental, sus trabajos estuvieron vinculados a las preocupaciones
de los sociólogos norteamericanos. Él entendió el establecimiento de
una ciencia positiva de la moral como un medio para enfrentar la des-
organización o el desorden sociales – particularmente en la propia
Francia” (Hinkle, 1960: p.281, traducción propia).
49
nosotros un sistema de hechos realizados, ligado al sistema total
del mundo” (ib: p.43).
Para Durkheim, la vida económica se encuentra en un estado
de anomia o falta de regulación jurídica y moral. De este estado se
derivan “los conflictos que renacen sin cesar y los desórdenes de to-
das clases cuyo triste espectáculo nos da el mundo económico (ib.:
p.3). Esto es entendido como un estado de anarquía “que va contra
el fin mismo de toda sociedad, que es el de suprimir, o cuando me-
nos moderar, la guerra entre los hombres, subordinando la ley física
del más fuerte a una ley más elevada” (ib.: p.3). Para combatir esta
situación, se necesita un “poder moral” que sea respetado. Esto se
consigue a través de la formación de un grupo (profesional) dentro
del cual se cree un sistema de reglas. Durkheim se refiere, genérica-
mente, al “grupo profesional”, el cual debiera servir de institución
intermedia entre el individuo y su egoísmo, y el Estado. Propone
que “el grupo profesional es un poder moral capaz de contener los
egoísmos individuales, de mantener en el corazón de los trabaja-
dores un sentimiento más vivo de su solidaridad común, de impe-
dir aplicarse tan brutalmente la ley del más fuerte a las relaciones
industriales y comerciales” (ib: p.12). A esto añade, “esta unión a
una cosa que sobrepasa al individuo, esta subordinación de los in-
tereses particulares al interés general, es la fuente misma de toda
actividad moral. Que ese sentimiento se precise y se determine, que
al aplicarse a las circunstancias más ordinarias y más importantes
de la vida se traduzca en fórmulas definidas, y he ahí un código de
reglas morales en vías de constitución” (ib: pp.17-18). Por tanto,
el agrupamiento de los individuos en grupos profesionales debe-
ría fomentar el sentimiento de aquello que los mismos tienen en
común, lo cual debiera concretarse en un conjunto de reglas que to-
dos deberían respetar, es decir, una moral compartida que permite
la sobrevivencia en armonía del grupo y de los individuos en paz.
El autor francés no oculta que la introducción de un código que
todos estarían obligados a respetar implica un cierto grado de coac-
ción, pero esta es la única manera de que el hombre se supere a sí
mismo, de que añada “a su naturaleza física otra naturaleza” (p.18).
Asimismo, niega que el Estado tenga la capacidad de organi-
zar por sí solo a una masa tan extensa de individuos “inorganiza-
dos”. Según él, la sociedad es demasiado compleja para expresarse
50
únicamente a través del Estado. Además, éste estaría demasiado
lejos de los individuos, lo que le impide “penetrar” en, o socializar,
las conciencias individuales. En definitiva, “una nación no puede
mantenerse como no se intercale, entre el Estado y los particula-
res, toda una serie de grupos secundarios que se encuentren lo
bastante próximos de los individuos para atraerlos fuertemente a
su esfera de acción y conducirlos así en el torrente general de la
vida social (...) los grupos profesionales son aptos para desempe-
ñar esta función, y cómo todo les destina a ello” (p.34).
En todo caso, advierte que la corporación o grupo profesional
no debe ser considerado “una especie de panacea que pueda servir
para todo” (ib.: p.36) dado que “la crisis que sufrimos no obedece a
una sola y única causa” (ib.: p.36).
De las ideas previamente expuestas se deriva que la obra aquí
analizada de nuestro autor, La división del trabajo social, tiene un
fuerte carácter prescriptivo. Como en el caso del marxismo, se trata
de una filosofía o un pensamiento para ser aplicado, y no meramen-
te una propuesta teórica sin ambiciones de ser llevada a la realidad.
En este sentido, afirma que “por el hecho de que nos propongamos
estudiar ante todo la realidad, no se deduce que renunciemos a me-
jorarla” (ib.: p.41). Descripción y prescripción, teoría y práctica, so-
ciología y política van de la mano, aunque nunca se confunden pues
constituyen esferas que operan con reglas diferentes.
51
con la primera? En otros términos, ¿fomenta la división del trabajo
la solidaridad en el seno de la sociedad?
52
a las que pertenecen personalmente a cada uno de ellos” (2001:
p.152).
El segundo tipo de solidaridad es el que denomina solidaridad
orgánica. Este tipo se debe a la división social del trabajo, y tiene los
rasgos siguientes:
53
3.3. Sobre las causas de la división del trabajo.
De acuerdo con Durkheim, la división del trabajo y, con ello, la soli-
daridad orgánica aumentarán en el futuro. ¿Cuáles son sus causas?
El mismo autor apunta las que a continuación citamos:
54
En último extremo, la condensación de la masa social provoca
un endurecimiento de la lucha por la vida, lo cual motiva una cre-
ciente división del trabajo: “Si el trabajo se divide más a medida
que las sociedades se hacen más voluminosas y más densas, no es
porque las circunstancias exteriores sean más variadas, es que la
lucha por la vida es más ardua” (p.311).
55
parte, son sólo la prolongación de los primeros dentro de las con-
ciencias” (p.412).
56
3.5.3. Religión y sistemas de representación.
No se trata únicamente de que los símbolos y las religiones tengan
un origen social, sino que, además, los sistemas de representación
humanos fueron primeramente religiosos: “La religión no se ha li-
mitado a enriquecer a un espíritu humano ya confirmado anterior-
mente con un cierto número de ideas; es ella la que ha contribuido a
que ese mismo espíritu se forjara” (1992: p.8). Esto en dos sentidos
diferentes:
57
Estas categorías y sistemas de representación no sólo tienen un
origen social sino que son los elementos que permiten al hombre
salir de su naturaleza individual y egoísta para incorporar en su
pensamiento y prácticas una naturaleza social que lo convierte en
un ser moral habilitado para la convivencia con las otras individua-
lidades: sólo a través de la autoridad de la sociedad es posible im-
poner ciertas categorías que permiten la acción en común o colec-
tiva, las cuales se convierten en obligación moral para el individuo.
58
distantes entre sí8. Durkheim es claro al respecto: “Las cosas sagra-
das son aquéllas que las prohibiciones protegen y aíslan; las cosas
profanas aquéllas a las que se aplican estas prohibiciones y que de-
ben quedar a distancia de las primeras. Las creencias religiosas son
representaciones que expresan la naturaleza de las cosas sagradas
y las relaciones que sostienen ya sea entre sí, ya sea con las cosas
profanas” (1992: p.36).
Basándose en esta dicotomía y con especial referencia al ám-
bito de lo sagrado, nuestro autor llega a la siguiente definición de
religión: una religión es un sistema solidario de creencias y de prác-
ticas relativas a las cosas sagradas, es decir separadas, interdictas,
creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral,
llamada Iglesia, a todos aquéllos que se adhieren a ellas (...) al mos-
trar que la idea de la religión es inseparable de la idea de Iglesia,
prefigura que la religión debe ser algo eminentemente colectivo”
(1992: p.42).
Los ritos cumplen aquí un papel crucial, pues son el medio que
hace realidad las creencias: “Los ritos son reglas de conducta que
prescriben cómo debe comportarse el hombre en relación con las
cosas sagradas” (1992: p.36). No es posible, por tanto, separar creen-
cias y rituales más que analíticamente. Ambos se necesitan, son soli-
darios entre sí, se influyen mutuamente. Sencillamente, las creencias
no sobrevivirían sin los rituales, y éstos perderían significación sin
los primeros9. Pensamiento y práctica, teoría y acción, creencias y
sociedad, “tótem y clan”, se completan y se complementan formando
un todo que tiende a asegurar la supervivencia de la sociedad como
una unidad o un todo colectivo; agregado de individuos, dotado de
59
sentido, el cual se sitúa por encima de ellos pero en última instancia
a su servicio.
Si bien la dicotomía sagrado/profano es continuamente recrea-
da a través de prácticas rituales, la historia de la humanidad de-
muestra que su contenido no es siempre el mismo: “Tanto en la ac-
tualidad como a lo largo de la historia, vemos sin cesar la sociedad
crea de la nada objetos sagrados” (1992: p.200).
¿Qué significa que una creencia es sagrada? Estamos ante una
creencia sagrada, socialmente sacralizada, cuando es prohibida su
negación. Durkheim sostiene que “del mismo modo que la sociedad
consagra hombres, también consagra cosas, de manera particular,
ideas. Si se da el caso de que una creencia es unánimemente com-
partida por un pueblo, entonces (...) se prohibirá poner las manos
encima, es decir, negarla o ponerla en duda. Ahora bien, la prohibi-
ción de toda crítica es una prohibición como las otras y prueba que
nos encontramos ante algo sagrado” (1992: p.201).
Para consolidarse, objetivarse, las creencias y sentimientos ne-
cesitan los símbolos: “Los sentimientos sociales, carentes de sím-
bolos, sólo podrían tener una existencia precaria” (1992: p.216).
De este modo, “la vida social, en todos los aspectos y en todos los
momentos de la historia, sólo es posible gracias a un amplio simbo-
lismo” (1992: p.217).
60
las acciones individuales. La religión se origina en la sociedad y
vuelve sobre la misma como un sistema de ideas o creencias so-
bre las que los individuos aislados no tienen control. Así, afirma
Durkheim que “hay (...) un dominio de la naturaleza en el que
las tesis del idealismo se aplican casi literalmente; es el dominio
social. En él la idea es constructora de realidad mucho más que
en cualquier otro” (1992: p.214). Creencias y símbolos, pensa-
miento y materia, ideas y objetos se fusionan debido a necesida-
des sociales: “Los hombres se vieron abocados a representarse
la fuerza colectiva, cuya acción sentían bajo las formas del obje-
to utilizado como bandera del grupo (...) un sentimiento colecti-
vo sólo puede tomar conciencia de sí fijándose sobre un objeto
material” (1992: p.222). Pero más allá de la necesidad humana,
¿cuál es el proceso a través del que este fenómeno de fusión se
produce? La respuesta está en la “gran efervescencia mental”
que la vida social genera. Toda sociedad ha tenido y tiene reli-
gión: “no existe sociedad de que tengamos noticia que carezca
de religión” (1992: p.225).
61
1. “La vida religiosa y la vida profana no pueden coexistir en un
mismo espacio” (1992: p.287).
2. “La vida religiosa y la vida profana no pueden coexistir en
las mismas unidades de tiempo. Se hace pues necesario asig-
nar a la primera, días o períodos determinados de los que se
aparte toda actividad profana. De este modo surgieron las
fiestas” (p.287).
62
azar, pero las causas que intervienen no están arraigadas en lo que
hay de esencial en el culto” (p.360).
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64
4. LA IDEOLOGÍA. MARX.
65
4.1. Ideología y falsa conciencia.
4.1.a. Falsa conciencia.
Marx parte de la constatación de que a lo largo de la historia los
hombres han tenido ideas o concepciones erróneas sobre sí mis-
mos, las cuales influyeron decisivamente en el comportamiento
de los que las habían creado: “Hasta ahora, los hombres se han
formado siempre ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo
que son o debieran ser (...) Los frutos de su cabeza han acabado
por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido
ante sus criaturas” (2005: p.11). Si bien con estas palabras Marx
se refiere a tesis propias del neohegelianismo6, que él discutirá
fuertemente, al igual que hizo esta corriente intelectual, su crítica
adopta la forma de una llamada a superar el autoengaño en el que
han vivido los hombres, lo que debe implicar un fuerte cambio en
la manera de pensar: “Liberémoslos de los fantasmas cerebrales,
de las ideas, de los dogmas, de los seres imaginarios bajo cuyo
yugo degeneran. Rebelémonos contra esta tiranía de los pensa-
mientos” (2005: p.11)7. Nuevamente, éstas son ideas que Marx
le atribuye al neohegelianismo, las cuales sirven para su crítica.
66
No obstante, sigue en gran medida el camino trazado por los neo-
hegelianos, pero cambiando la razón explicativa. En otros térmi-
nos, estamos ante una respuesta al idealismo hegeliano, en el que
la razón se hacía realidad, para animar a lo opuesto, es decir, que
la realidad se convierta en razón8.
67
En primer lugar, el estudio de la historia humana debe partir de
la constatación de la existencia de los seres humanos. En segundo
lugar, se observa que éstos producen sus medios de vida, en rela-
ción directa con sus capacidades y el entorno o naturaleza en el
cual se insertan sus vidas. Nuestro autor afirma que “tal y como los
individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por
consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como
con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende,
por tanto, de las condiciones materiales de su producción” (2005:
pp.19-20)11.
68
4.2. La producción de la sociedad.
La sociedad, su modo de organizarse, el Estado mismo, es el resul-
tado de una forma de vida, es decir, de una manera de producir o,
dicho de otro modo, del estadio evolutivo de la forma de produc-
ción: “La organización social y el Estado brotan constantemente del
proceso de vida de determinados individuos; pero de estos indi-
viduos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o
ajena, sino tal y como realmente son: es decir, tal y como actúan y
como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan
sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones
materiales, independiente de su voluntad” (p.25).
69
la infraestructura o estructura productivo-material determinaría la
superestructura teórico-ideológica14.
Marx dice que la conciencia del hombre no es pura, sino que
adopta la forma del lenguaje, el cual tiene una larga historia. Esto
significa que la conciencia es un producto social: “El lenguaje es tan
viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la
conciencia real (...) y el lenguaje nace, como la conciencia, de la ne-
cesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres
(...) La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social
(...)” (2005: p.31).
70
que éste hace a las circunstancias” (2005: p.41)16. Existe, por tanto,
una dialéctica histórica que vincula al hombre y sus circunstancias
como entidades que se influyen mutuamente. En otros términos, el
hombre participa históricamente en la creación de sus condiciones
de existencia, aunque éstas operen como contexto objetivo sobre el
cual surgen conciencias particulares. En definitiva, la acción huma-
na aparece como un elemento decisivo en el desarrollo histórico de
la Humanidad17.
71
ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase
que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo
tiempo, su poder espiritual dominante (...) Las ideas dominantes
no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales
dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes conce-
bidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una de-
terminada clase la clase dominante son también las que confieren
el papel dominante a sus ideas. Los individuos que forman la clase
dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello”
(2005: pp.50-51)19.
En la clase dominante se produce una división del trabajo, en-
tre lo físico y lo intelectual: “La división del trabajo (...) se mani-
fiesta también en el seno de la clase dominante como división del
trabajo físico e intelectual” (2005: p.51).
Las clases no dominan eternamente y se da una sustitución
de acuerdo con la evolución histórica del modo de producción. Lo
que es común a todas las clases dominantes es su inclinación a pre-
sentarse como representantes del interés general o común, como
clase universal. Esta propensión es un producto de las necesidades
que impone la dominación: “Cada nueva clase que pasa a ocupar el
puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder
sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio inte-
rés como el interés común de todos los miembros de la sociedad”
(p.52). En otras palabras, la clase dominante presenta su interés
particular como interés general para alcanzar sus objetivos20.
72
4.6. Sobre la libertad.
La libertad no vendrá automáticamente del cambio de las ideas,
o de la superación de la dominación ideológica, sino del cambio o
transformación de las condiciones de existencia o producción, de
la superación de la división del trabajo: “La transformación de los
poderes (relaciones) personales en materiales por obra de la divi-
sión del trabajo no puede revocarse quitándose de la cabeza la idea
general acerca de ella, sino haciendo que los individuos sometan de
nuevo a su mando estos poderes materiales y supriman la división
del trabajo” (2005: 86-87)21. Y esto sólo es posible hacerlo dentro
de la comunidad: “Solamente dentro de la comunidad con otros tie-
ne todo individuo los medios necesarios para desarrollar sus dotes
en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posi-
ble, por tanto, la libertad personal” (pp.86-87).
Es crucial en el pensamiento de Marx su orientación hacia la
acción: es un pensamiento que quiere ser acción, que está pensado
como arma para la liberación de la mayor parte de los hombres de
su estado de dominación. Hay una voluntad clara de hacer al hom-
bre consciente de la importancia de las condiciones materiales de
existencia para el comportamiento y la reflexión humana, y, al mis-
mo tiempo, de su capacidad para animar transformaciones que ha-
gan la libertad del hombre algo posible. La orientación a la acción y,
en definitiva, a lo político de su pensamiento se pone en evidencia
en la famosa undécima de las Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos
se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo
que se trata es de transformarlo” (2005: p.668).
73
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74
5. TEORÍA CRÍTICA.
75
se halla en acción recíproca con él, representa para su sujeto una
suma de facticidades: el mundo existe y debe ser aceptado” (2003:
p233). El individuo conoce algo que está fuera de él mismo, que no
le pertenece constitutivamente: “Para el pensamiento teórico co-
rriente (...) tanto la génesis de las circunstancias dadas, como tam-
bién la aplicación práctica de los sistemas de conceptos con que se
las aprehende, y por consiguiente su papel en la praxis son consi-
derados exteriores” (2003: p.241). Sujeto cognoscente y objeto de
conocimiento son dos entidades completamente distintas. El cono-
cimiento entra en el sujeto desde el exterior, siendo éste último un
ente pasivo, mero receptor de los estímulos perceptivos que son
emitidos desde una fuente exógena. De forma complementaria, el
mundo u objeto cognoscible puede ser pensado como un hecho o
un dato, es decir, se acepta que la sociedad es algo dado, que está
ahí fuera, independiente del individuo, de su voluntad y actuar.
La metodología es un correlato de la aceptación de la existencia
de un “dualismo entre pensar y ser, entre entendimiento y percep-
ción” (2003: p.231). Conocer implica establecer un vínculo particu-
lar entre sujeto y objeto de conocimiento, y este lazo es generado
a través del método. Es decir, conocer significa que el sujeto cog-
noscente se acerca al objeto de un modo específico, de acuerdo con
un método. Éste debe ser de tipo positivista e implica que el sujeto
debe observar lo que sucede al objeto, el cual se desarrollará y com-
portará según sus propias reglas. Conocer es tener la capacidad de
describir patrones de comportamiento (del objeto), los cuales en
ningún caso dependen de quien los conoce. Esto es perfectamente
coherente con el hecho de que la inspiración de la teoría tradicional
la recibe del modelo ofrecido por las ciencias naturales: “Las cien-
cias del hombre y de la sociedad se esfuerzan por imitar el exitoso
modelo de las ciencias naturales” (2003: p.225). A esto agrega que
“el concepto de teoría que prevalece en las distintas escuelas so-
ciológicas, así como en las ciencias naturales, es el mismo” (2003:
p.226).
Por tanto, no sorprende que los valores sean ajenos a la gene-
ración de conocimiento. Las ideas y preferencias individuales, la
formación histórica de los seres humanos, la sociedad en la que se
76
desenvuelven no afectan al proceso de producción del saber. Podría
afirmarse que el verdadero conocimiento es a-histórico1.
La consecuencia de esta aproximación desde la teoría tradicio-
nal, en la que se da por supuesto la existencia de un mundo social
y físico exterior, es la inclinación a favor de la reproducción social,
es decir, se conserva lo que existe, aunque se intenta mejorarlo. No
surge una fuerte propensión al cambio porque el funcionamiento
del mundo no está al alcance del ser humano, que puede observar-
lo, describirlo y predecirlo, pero no tiene la capacidad de influir
fundamentalmente en su desenvolvimiento. Hay, por tanto, un ele-
mento fatalista en esta teoría.
Asimismo, la teoría tradicional tiene una función social bien de-
finida, la de la dominación social. Cumple un importante papel en
el dominio intelectual, ya sea este consciente ya inconsciente, de
los miembros de la sociedad, dado que fomenta un tipo particular
de racionalidad. Esta forma de pensar es la propia de esta teoría,
presentada en los párrafos anteriores.
Finalmente, el objetivo último de esta teoría es el estudio o
análisis de los hechos que componen el mundo, sea éste social o
77
físico-natural, y la predicción de resultados. No se trata de cam-
biar el mundo, sino de utilizar sus reglas para entenderlo, prede-
cirlo y, con ello, mejorarlo en aquellas áreas o aspectos en los que
tal actividad puede llevarse a cabo.
78
son los hombres un resultado de la historia, sino que también el
modo como ven y oyen es inseparable del proceso de vida social
que se ha desarrollado a lo largo de milenios. Los hechos que nos
entregan nuestros sentidos están preformados socialmente de dos
modos: por el carácter histórico del objeto percibido y por el carác-
ter histórico del órgano percipiente. Ambos no están constituidos
sólo naturalmente, sino que lo están también por la actividad hu-
mana; no obstante, en la percepción el individuo se experimenta
a sí mismo como receptor y pasivo” (2003: p.233). La sociedad es
entendida como una totalidad que es un derivado de la actividad
histórica de los hombres. En otros términos, la sociedad es un pro-
ducto, igual que el sujeto antedicho, de la praxis social. La división
tajante entre individuo y sociedad no se sostiene: “La separación
entre individuo y sociedad, en virtud de la cual el individuo acepta
como naturales los límites prefijados a su actividad, es relativiza-
da en la teoría crítica” (p.2003: p.240). Es decir, no estamos ante
algo dado, independiente de las ideas y voluntades humanas. Muy
al contrario, la sociedad es el resultado de las luchas, enfrentamien-
tos, descubrimientos, etc., propios del desarrollo de la humanidad.
La disociación sujeto/objeto se diluye: “En la medida en que las cir-
cunstancias que se ofrecen a la percepción son entendidas como
productos que están bajo el control del hombre o, en todo caso, en
el futuro han de caer bajo ese control, dichas circunstancias pier-
den el carácter de mera facticidad” (2003: p.242). Además, es muy
importante que la sociedad sea comprendida como totalidad, pues
ello significa que no pueden entenderse sus partes sin relación al
conjunto, y, por derivación, que dar solución a problemas particula-
res exige una aproximación al entero cuerpo social.
El método que caracteriza a la teoría crítica podría denominarse
positivista-dialéctico, y ello significa que se hace uso del positivis-
mo para conocer la realidad social, al igual que en la teoría tradicio-
nal, y a ello se agrega que se emplea el conocimiento generado para
pensar en posibilidades históricas, es decir, en alternativas históri-
camente realizables que mejoren la existencia humana partiendo
del aprovechamiento de la situación que ya ha sido alcanzada por
la humanidad, sobre todo en términos científico-tecnológicos. Por
tanto, por un lado, se reconoce el método positivista como un modo
eficaz de conocer el mundo: “Un comportamiento que, orientado
79
hacia esa emancipación, tiene como meta la transformación de la
totalidad, puede muy bien servirse del trabajo teórico, tal como él
se lleva a cabo dentro de los ordenamientos de la realidad estable-
cida” (2003: p.241). En esto hay un desarrollo dialéctico, pues la
posibilidad de las alternativas tiene como base la negación de la
sociedad que les da la oportunidad de existir. La nueva sociedad es
una consecuencia no necesaria de una lógica evolutiva.
En consonancia con lo dicho anteriormente, el proceso teórico
o de generación de conocimiento no es visto como un proceso me-
ramente científico, en el que observar y predecir sean algo centra-
les. Más bien, de forma muy diferente, se trata de un proceso social
cuyos objetivos y dinámica general están insertos en el modo de
producción que caracteriza una sociedad concreta: “Que la transfor-
mación de las estructuras científicas dependa de la situación social
respectiva, es algo que se puede afirmar, no sólo respecto de teorías
tan generales como el sistema copernicano, sino también respecto
de los problemas especiales de la investigación corriente” (p.229).
La teoría no es concebida como una esfera independiente de las cir-
cunstancias, sino, muy al contrario, es pensada como una actividad
generadora cuyo destino está ligado al del modo de producción del
momento histórico en el que se produce: “El científico y su ciencias
están sujetos al aparato social; sus logros son un momento de la
autoconservación, de la constante reproducción de lo establecido”
(p.230). Los individuos tienen la impresión de que actúan con ple-
na libertad, pero esto no es más que una expresión de autoengaño o
falsa conciencia. En realidad, “la ilusión de independencia que ofre-
cen procesos de trabajo cuyo cumplimiento, según se pretende, de-
rivaría de la íntima esencia de su objeto, corresponde a la libertad
aparente de los sujetos económicos dentro de la sociedad burguesa.
Estos creen actuar de acuerdo con decisiones individuales, cuando
hasta en sus más complicadas especulaciones son exponentes del
inaprehensible mecanismo social” (p.231).
La teoría crítica recibe su inspiración de la razón, y no de un
estereotipo que tiene como modelo a las ciencias naturales. Esta
teoría no es un reflejo de la realidad, ni quiere serlo, sino un pro-
motor o motor intelectual que tiene como objetivo mejorar la exis-
tencia humana, liberando al hombre de su sufrimiento y ataduras
derivados de la vida social. La razón tiene un papel independiente,
80
positivo y necesario, pues se pretende superar la realidad existente
con alternativas racionales susceptibles de ser llevadas a término.
Al igual que la razón tiene un papel central, dado que se trata
de introducir más racionalidad en el decurso de la historia huma-
na, los valores influyen en como se conoce. Esto afecta a dos aspec-
tos del conocimiento. Por un lado, los valores influencian a quien
conoce, dado que ayudan a configurar la forma en que los objetos
de conocimientos son aprehendidos e interpretados. Por otro lado,
aquéllos tienen también un impacto muy importante en lo que se
conoce, dado que es socialmente establecido cuales son los aspec-
tos o dimensiones que interesan al sujeto cognoscente.
La principal consecuencia de la adopción de esta teoría es la
orientación positiva hacia el cambio social. Se puede decir que exis-
te una propensión innata hacia la transformación social como pro-
ceso que permite superar la realidad social existente. Si la socie-
dad es un producto de la praxis social, debe estar a disposición de
ésta cambiar la primera. En este sentido, la teoría crítica “concibe
el marco condicionado por la ciega acción conjunta de la activida-
des aisladas, es decir la división del trabajo dada y las diferencias
de clase, como una función que, puesto que surge del obrar huma-
no, puede estar subordinada también a la decisión planificada, a la
persecución racional de fines” (2003: p.240). Entenderlo de otra
forma cerraría la posibilidad del cambio, que es lo que se persigue:
“El organismo, como unidad que crece y muere de manera natural,
no es precisamente un modelo para la sociedad, sino una sofocante
forma de ser, de la cual debe emanciparse” (2003: p.241).
Como complemento al cambio, y como condición del mismo,
la teoría crítica tiene como función social la concienciación de los
miembros de la sociedad, proceso que implica concienciar a las
personas sobre la irracionalidad contenida en el funcionamien-
to diario de la sociedad actual, la cual lleva a conflictos, guerras,
represión, y otro tipo de hechos que introducen sufrimiento en
la experiencia del ser humano. Los intelectuales tienen un papel
central en el desarrollo de un proceso de concienciación, o de de-
mostración de la irracionalidad inherente al funcionamiento del
mundo capitalista: “El propio pensamiento del intelectual, en tan-
to elemento crítico y propulsor, forma parte del desarrollo de las
masas” (2003: p.246). Los intelectuales o la intelligentsia tienen
81
como característica esencial que carecen de adscripción clasista:
“Si la misión del teórico crítico es reducir la discrepancia entre su
comprensión y la de la humanidad oprimida para la cual él pien-
sa, en aquel concepto sociológico el volar por encima de las cla-
ses llega a ser el rasgo esencial de la intelligentsia, una especie de
privilegio del cual ella se enorgullece” (2003: p.252). La creación
de conciencia es necesaria debido a que la posibilidad de que se
abran alternativas de cambio exige superar la oposición en contra
de opiniones ampliamente compartidas o que predominan, a las
cuales se ofrece apoyo dentro del proletariado.
Por último, la teoría crítica tiene una meta bien definida: la
transformación social a través de la modificación radical de las re-
laciones sociales existentes2, lo cual debe ir acompañado de una
transformación en la relación entre los hombres y su entorno físico,
es decir, en la producción. El objetivo último es la liberación del ser
humano3. Esta libertad significa que el ser humano se libera del
82
yugo o condicionamiento ejercido por las condiciones materiales
de existencia, una vez demostrado el dominio de la naturaleza que
el desarrollo de la tecnología ya hace posible. La liberación implica
introducir racionalidad en el mundo, hacer coherentes el espíritu
humano con las condiciones materiales de existencia: “El pensa-
miento crítico está motivado por el intento de suprimir y superar
(...) la oposición entre la conciencia de fines, la espontaneidad y la
racionalidad esbozadas en el individuo y las relaciones del proceso
de trabajo, fundamentales para la sociedad” (2003: p.242).
83
Dominio: sirve de ins-
trumento, sea conscien- Concienciación: tiende a con-
te o no, para la domina- cienciar a las personas sobre
Función social
ción de los miembros de la irracionalidad del funciona-
la sociedad. Fomenta un miento de la sociedad actual.
cierto tipo de raciona-
lidad.
La transformación social, a
través de modificación radi-
cal de las relaciones sociales
El estudio de hechos y
existentes. El objetivo último
Meta la predicción de resul-
es la liberación del ser hu-
tados.
mano (del condicionamiento
ejercido por las condiciones
materiales de existencia).
84
Lejos de pensar que hemos avanzado hacia una sociedad más
plural o heterogénea, donde conviven culturas muy diferentes, se
ha ido imponiendo una cultura que homogeniza y es coherente con
el, u ofrece apoyo al, sistema económico existente. En otras pala-
bras, se ha desarrollado una cultura, única, integrada en la econo-
mía industrial capitalista. Ha nacido, en definitiva, una cultura de
masas que uniformiza5.
El estado de desenvolvimiento de lo que es concebido como
“industria cultural” no es un producto inintencionado propio del
desarrollo tecnológico que ha tenido lugar, sino que ha estado al
servicio de los que dominan en la sociedad, de los “económicamen-
te más fuertes” (1988: p.166). La industria cultural es funcional a la
forma de operar de la economía actual6. No introduce un elemento
85
crítico, no es independiente, sino que potencia la dominación en la
sociedad, apareciendo como un nuevo instrumento a su servicio. En
la lucha por las conciencias, esta industria cumple un papel funda-
mental: “La necesidad que podría acaso escapar al control central
es reprimida ya por el control de la conciencia individual” (1988:
p.166). Además, dada la forma en la que se está desenvolviendo la
tecnología en esta industria, el control se ve acrecentado: “El paso
del teléfono a la radio ha separado claramente los papeles. Liberal,
el teléfono dejaba aún jugar al participante el papel de sujeto. La
radio, democrática, convierte a todos en oyentes para entregarlos
autoritariamente a los programas, entre sí iguales, de las diversas
emisoras” (1988: pp.166-167).
Que la industria cultural ejerza un papel en la dominación que
tiene lugar en la sociedad no significa que lidere el proceso de do-
minación7. En realidad, su importancia es menor en relación con
otros sectores de la industria, más poderosos: el acero, el petró-
leo, la electricidad y la química. La industria cultural debe atender
a los intereses y deseos de los que son realmente poderosos, y es
en esta adaptación en la que se generan las posiciones que adoptan
y difunden. Sólo de esta manera, puede esta industria sobrevivir
sin que “sea sometida a una serie de acciones depuradoras” (1988:
p.168). En otros términos, “lo que resiste puede sobrevivir sólo en
la medida en que se integra” (1988: p.176). Aquel que no se integra
es expulsado, excluido, castigado: “Quien no se adapta es golpeado
con una impotencia económica que se prolonga en la impotencia
espiritual del solitario. Excluido de la industria, es fácil convencerlo
de su insuficiencia” (1988: p.178).
Hay una clase dominante, dentro de la cual se toman decisiones
que tendrán una repercusión general. Por otro lado, hay una par-
te de la sociedad que tiene un carácter pasivo. Son receptores de
7 “La industria cultural refleja así las mismas relaciones y los mismos
antagonismos que el mundo industrial de las sociedades modernas,
con una diferencia fundamental, a saber: que, por su carácter de cóm-
plice de la ideología dominante, su función es precisamente homoge-
neizar y hacer inofensivos los posibles conflictos, sobre todo los que
podrían originarse en los focos culturales. Se asiste a una inserción
progresiva del arte en la esfera de la industria capitalista” (Jiménez,
1973: p. 72).
86
lo que otros emiten, meros consumidores de lo ya producido: “Los
consumidores son los obreros y empleados, agricultores y peque-
ños burgueses” (1988: p.178). ¿Por qué o sobre qué bases se pro-
duce la dominación? En base a las relaciones que se derivan de la
producción capitalista, del modo de producción: “La producción ca-
pitalista los encadena de tal modo en cuerpo y alma que se someten
sin resistencia a todo lo que se les ofrece” (1988: p.178). Por tanto,
la dominación tiene dos dimensiones. En primer lugar, la creación
de conciencia, a la que se refieren como el “alma” en la cita anterior.
En segundo lugar, la posición en la que se encuentran dentro del
proceso de producción, y esto de dos maneras bien diferentes. Por
un lado, se refieren a la posición en las relaciones de producción.
Por otro, la producción es capaz de satisfacer los deseos de los do-
minados. Hay, en consecuencia, operando un mecanismo ideológico
y otro de satisfacción de necesidades y/o deseos: “Las masas tienen
lo que desean y se aferran obstinadamente a la ideología mediante
la cual se les esclaviza” (1988: p.178). En este punto es importan-
te subrayar que los deseos no provienen de la activación de una
conciencia individual libre, sino que están íntimamente ligados con
un proceso de ideologización. No estamos ante cualquier tipo de
deseos, sino ante los que son socialmente aceptables, aquéllos que
son permitidos, si bien el individuo considera que son fruto de su
elección irrestricta. La siguiente sentencia ilustra este punto: “La
industria se adapta a los deseos por ella misma evocados” (1988:
p.178). Los teóricos críticos ven en la diversión un caso claro de
manipulación por parte de la industria cultural, pues los individuos
son entretenidos de un modo funcional para el modo de produc-
ción: “Divertirse significa estar de acuerdo” (1988: p.189)8 y, a esto
añaden, “Divertirse significa siempre que no hay que pensar, que
hay que olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra. La impoten-
cia está en su base. Es, en verdad, huida, pero no, como se afirma,
8 “Los cuentos enseñan a sus lectoras que hay que ser “realistas”, que
hay que desechar las nociones románticas, que hay que adaptarse a
cualquier precio y que no puede esperarse nada más de individuo al-
guno. El perenne conflicto de clase media entre la individualidad y la
sociedad ha quedado reducido a un recuerdo indistinto y el mensaje
es invariablemente el de identificación con el status quo” (Adorno,
1966: p. 5).
87
huida de la mala realidad, sino del último pensamiento de resis-
tencia que esa realidad haya podido dejar aún. La liberación que
promete la diversión es liberación del pensamiento en cuanto ne-
gación” (1988: p.189).
El funcionamiento de esta industria amenaza al desarrollo de
las artes, a la creatividad y espontaneidad humanas, reduciendo
las creaciones a mero artificio de espontaneidad e individualidad:
“Cuanto más sólidas se vuelven las posiciones de la industria cul-
tural, tanto más brutal y sumariamente puede permitirse proceder
con las necesidades de los consumidores, producirlas, dirigirlas,
disciplinarlas, suprimir incluso la diversión: para el progreso cul-
tural no existe aquí límite alguno” (1988: p.189). Los individuos
pasan a creer en su trabajo como producto de su libertad creadora,
cuando en realidad aquéllos han interiorizado una ideología dentro
de la cual producen lo que está socialmente aceptado. El desarrollo
dentro del sistema de una preocupación por la cultura, pone en pe-
ligro su despliegue en libertad: “Hablar de cultura ha estado siem-
pre contra la cultura. El denominador común «cultura» contiene ya
virtualmente la captación, la catalogación y clasificación que entre-
gan a la cultura en manos de la administración (...) Al subordinar
todas las ramas de la producción espiritual de la misma forma al
único objetivo de cerrar los sentidos de los hombres, desde la sali-
da de la fábrica por la tarde hasta la llegada, a la mañana siguiente,
al reloj de control, con los sellos del proceso de trabajo que ellos
mismos deben alimentar a lo largo de todo el día, esa subsunción
realiza sarcásticamente el concepto de cultural unitaria” (1988:
pp.175-176).
La cultura de masas está caracterizada no sólo por ser coheren-
te con los intereses de la clase dominante, de los sectores industria-
les más poderosos, sino, en el mismo sentido, por repetir siempre
lo mismo9, ignorando o excluyendo lo nuevo10, pues éste es visto
88
como un riesgo: “Para demostrar la divinidad de lo real no se hace
más que repetirlo cínicamente hasta el infinito” (1988: p.192). Es-
tamos ante una cultura fuertemente conservadora. No tiene como
función liberar a las masas, sino aherrojarlas, someterlas volun-
tariamente a través de un proceso de ideologización al poder so-
cio-económico existente: “La industria cultural (...) reprime” (1988:
p.184)11. Repitiendo siempre lo mismo, lo repetido se convierte en
verdad, en evidente, en un supuesto de partida, en algo incuestio-
nable, pues da forma a nuestro pensamiento.
La industria cultural tiene un objetivo prioritario: hacer nego-
cio. Tiene como meta generar beneficios: “Su ideología es el nego-
cio” (1988: p.181). Esto significa que trata de generar en el público,
en la masa, las mismas necesidades que permiten su supervivencia.
Crea la demanda que necesita su oferta. Esta industria tiene como
consecuencia, como ya hemos subrayado, conservar lo existente:
“Ella se convierte en la proclamación enérgica y sistemática de lo
que existe. La industria cultural tiende a presentarse (...) como pro-
feta irrefutable de lo existente” (1988: p.192).
No es necesaria la industria cultural para la vida. Es completa-
mente prescindible, y es la publicidad la que le permite mantener una
89
fuerte vitalidad: “La publicidad es su elixir de vida” (1988: p.206). Am-
bas, industria cultural y publicidad se orientan a la manipulación de
las personas, lo que permite el dominio psicológico de las mismas y
la generación de grandes beneficios económicos: “Tanto técnica como
económicamente, la publicidad y la industria cultural se funden la una
en la otra. Tanto en la una como en la otra la misma cosa está presente
en innumerables lugares, y la repetición mecánica del mismo producto
cultural es ya la repetición del mismo motivo propagandístico. Tanto
en la una como en la otra la técnica se convierte, bajo el imperativo de
la eficacia, en psicotécnica, en técnica de la manipulación de los hom-
bres (...) Se trata siempre de subyugar al cliente” (1988: pp.208-209).
En este sentido, la palabra o la lengua es utilizada como herramienta
para introducir un cierto tipo, cerrado, de racionalidad en los indivi-
duos, la cual los convierte en sujetos pasivos que se limitan a constatar
lo que en el mundo hay, los fenómenos que los que son observadores,
hechos ajenos a su volición. El hombre es formado por el lenguaje de
la industria cultural a su imagen y semejanza: “El lenguaje y el gesto de
los oyentes y de los espectadores se hallan impregnados por los esque-
mas de la industria cultural” (1988: p.212)<?>.
90
Por un lado, las fuerzas opositoras se habrían incorporado al funcio-
namiento del sistema. Por otro, los instintos humanos serían manipu-
lados para fomentar el conformismo con la sociedad o realidad social
existente. La productividad dentro del sistema se obtiene sobre estas
bases.
5.4.b. La dominación.
Las sociedades no son la respuesta natural a un entorno específico,
sino que son el resultado de la elección entre alternativas históricas
igualmente plausibles. La elección no es el producto de un acuerdo,
sino de la imposición y concreción de los poderes o intereses domi-
nantes en ese momento: “La manera en que una sociedad organiza
la vida de sus miembros implica una elección inicial entre las al-
ternativas históricas que están determinadas por el nivel heredado
de la cultura material e intelectual. La elección es el resultado del
juego de los intereses dominantes” (2005: p.26).
91
5.4.c.2. Los medios de comunicación de masas.
Los medios de comunicación son funcionales a los intereses de los
sectores sociales dominantes. En palabras de Marcuse, “constituyen
la mediación entre los amos y los servidores” (2005: p.115). Son
portavoces de los individuos y grupos más poderosos y difunden
una ideología que cierra posibilidades al pensamiento y al compor-
tamiento, promoviendo la aceptación de lo existente: “El lenguaje
creado por ellos14 aboga por la identificación y la unificación, por
la promoción sistemática del pensamiento y la acción positiva, por
el ataque concertado contra las tradicionales nociones trascenden-
tes. Dentro de las formas dominantes del lenguaje, se advierte el
contraste entre las formas de pensamiento «bidimensionales», dia-
lécticas, y la conducta tecnológica o los «hábitos de pensamiento»
sociales” (2005: p.115).
5.4.c.3. El lenguaje.
Como se ha apuntado anteriormente, la dominación tiene dos di-
mensiones, material e intelectual. La de tipo intelectual se realiza
promoviendo que los individuos interioricen ideologías y raciona-
lidades que son coherentes con el funcionamiento presente del sis-
tema de acuerdo a los intereses de los grupos dominantes. Como
las formas de pensamiento se concretan en discursos y lenguajes,
se intenta proveer de lenguajes con una pobreza que impida tras-
cender lo existente. Si hablamos de sus características, podríamos
decir que “el lenguaje funcionalizado, contraído y unificado es el
lenguaje del pensamiento unidimensional” (2005: p.125). Como
consecuencia encontramos que “este lenguaje controla mediante
la reducción de las formas lingüísticas y los símbolos de reflexión,
abstracción, desarrollo, contradicción, sustituyendo los conceptos
por imágenes. Niega o absorbe el vocabulario trascendente; no bus-
ca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone” (2005:
p.133).
Una forma de pensamiento que trate de trascender la realidad
social debe emplear otro vocabulario, un lenguaje que le permita
nombrar, derivar y promover alternativas históricas. Esto debe ser
función del pensamiento filosófico, de la filosofía. En este sentido,
92
Marcuse sostiene que “la filosofía se acerca a esta meta en la medi-
da en que libera al pensamiento de la esclavización por parte del
universo establecido del discurso y la conducta, demuestra la ne-
gatividad del sistema establecido (sus aspectos positivos reciben
abundante publicidad en cualquier forma) y proyecta alternativas.
Sin duda, la filosofía contradice y proyecta sólo en el pensamiento.
Es ideología, y este carácter ideológico es el destino mismo de la
filosofía, un destino que ningún cientificismo ni positivismo pue-
den superar. Sin embargo, su esfuerzo ideológico puede ser verda-
deramente terapéutico, puede mostrar la realidad como aquello
que realmente es y mostrar aquello que la realidad evita que sea”
(2005: pp.226-227). Esta respuesta desde la filosofía tiene una na-
turaleza política y no meramente especulativa.
15 Aquí es importante recordar que para los teóricos críticos el arte ha-
bía tenido históricamente un papel de fomento del cambio, o al me-
nos había permitido ver posibilidades históricas todavía no realiza-
das: “Sólo las obras de arte que pueden ser percibidas como formas de
comportamiento tienen su raison d’etre. El arte no es sólo el pionero
de una práctica mejor que la dominante hasta hoy, sino igualmente la
crítica de la praxis como dominio de la brutal auto conservación en
medio de lo establecido y a causa de ello. Denuncia como mentirosa
a una producción por la producción misma, opta por una praxis más
allá del trabajo. La fuerza de la negatividad en la obra de arte es la que
mide el abismo entre praxis y felicidad” (Adorno, 1983: p.24).
93
bidimensional no tiene lugar a través de la negación y el rechazo de
los «valores culturales», sino a través de su incorporación total al
orden establecido, mediante su reproducción y distribución en una
escala masiva” (p.87). La cultura es transformada en mera mercan-
cía y pierde su dimensión transgresora. De este modo, se olvida la
relación entre la cultura y la verdad. Ello permite que los contrarios
convivan de forma armoniosa o no conflictiva: “En el campo de la
cultura, el nuevo totalitarismo se manifiesta precisamente en un
pluralismo armonizador, en el que las obras y verdades más contra-
dictorias coexisten pacíficamente en la indiferencia” (2005: p.91).
5.4.e. La liberación.
5.4.e.1. ¿Qué significa?
La liberación no pasa por cambiar de forma de pensar, sino por la
transformación de las condiciones que la obstaculizan: “La libera-
ción comienza con la necesidad no sublimada, allí donde es prime-
ro reprimida” (2005: p.8). Sin embargo, no basta con la transforma-
ción de esas condiciones o de las relaciones de producción, sino que
además la producción deberá organizarse de acuerdo con metas y
objetivos humanos que anulen la sociedad represiva: “Lo que se
busca aquí... no es simplemente una sociedad fundada sobre otras
relaciones de producción aunque semejante transformación de la
base permanezca como una condición necesaria de la liberación:
se trata de una sociedad en la cual las nuevas relaciones de produc-
ción, y la productividad desarrollada a partir de las mismas, sean
organizadas por los hombres cuyas necesidades y metas instintivas
sean la «negación determinada» de los que reinan en la sociedad
represiva; así, las necesidades no sublimadas, cualitativamente di-
ferentes, darán la base biológica sobre la cual podrán desarrollarse
libremente las necesidades sublimadas” (2005: pp.9-10)16.
La liberación es tanto ideológica como material. Exige el fin de
la dominación intelectual y el cambio de la forma de producir y de
94
las relaciones que le son propias. De acuerdo con Marcuse, “la auto-
determinación será real en la medida en que las masas hayan sido
disueltas en individuos liberados de toda propaganda, adoctrina-
miento o manipulación; individuos que sean capaces de conocer y
comprender los hechos y de evaluar las alternativas. En otras pa-
labras, la sociedad será racional y libre en la medida en que esté
organizada, sostenida y reproducida por un Sujeto histórico esen-
cialmente nuevo.
En la presente etapa de desarrollo de las sociedades industria-
les avanzadas, tanto el sistema material como el cultural niegan
esta exigencia” (2005: p.281).
En la medida en que el hombre se libera, ¿cuál es el tipo de so-
ciedad que se persigue o que es coherente con el proceso de libera-
ción? Marcuse está pensando en una alternativa histórica en la cual
se da “la utilización planificada de los recursos para la satisfacción
de las necesidades vitales con un mínimo de esfuerzo, la transfor-
mación del ocio en tiempo libre, la pacificación de la lucha por la
existencia” (2005: pp.281-282).
95
No basta con haber alcanzado un nivel de desenvolvimiento
tecnológico suficiente, o diagnosticar la difícil situación a la que ha
llevado al ser humano una cierta forma de racionalidad o lógica en
la manera de funcionar de la sociedad. Además, es necesario iden-
tificar una alternativa histórica viable, que mejore la realidad social
existente. Las opciones de sociedad deben justificarse en relación
con la sociedad que tratamos de trascender, esto es, se requiere una
comparación. En palabras de Marcuse, “toda sociedad establecida
se enfrenta con la actualidad o posibilidad de una práctica histórica
cuantitativamente diferente que puede destruir el marco institu-
cional existente (...) Los criterios sobre la verdad histórica objeti-
va pueden ser formulados mejor como criterios de su racionalidad
con referencia a tal proyecto trascendente:
96
y los individuos se hagan conocedores de sus intereses reales. Esto
sólo será posible si los hombres “experimentan la necesidad de
cambiar su forma de vida, de negar lo positivo, de rechazar” (2005:
p.24), y “es precisamente esta necesidad la que la sociedad estable-
cida consigue reprimir en la medida en que es capaz de «repartir
los bienes» en una escala cada vez mayor, y de usar la conquista
científica de la naturaleza para la conquista científica del hombre”
(2005: p.24).
Para rechazar lo existente, es necesario que sea utilizada la ra-
zón como mecanismo que provee la posibilidad de superar la rea-
lidad social presente. Sólo mediante la abstracción que ella supone
es factible ir de los efectos a las causas, de los hechos a las expli-
caciones: “Nadie piensa realmente si no abstrae de aquello que es
dado, si no relaciona los hechos con los factores que los provocan,
si no deshace – en su mente- los hechos. La abstracción es la vida
misma del pensamiento, el signo de su autenticidad” (2005: p.162).
En todo caso, la reflexión se realiza sobre condiciones sociales de
existencia concretas: “La abstracción es un suceso histórico en una
continuidad histórica. Procede sobre bases históricas y permanece
relacionada a las mismas bases de las que parte: el universo social
establecido. Incluso cuando la abstracción crítica llega a la negación
del universo establecido del discurso, la base sobrevive a la nega-
ción (subversión) y limita las posibilidades de la nueva posición”
(2005: p.162).
5.4.e.3. Obstáculos.
A pesar de la racionalidad que introduce en el mundo social y de ser
perfectamente factible, la posibilidad del cambio o transformación
social se ve obstaculizada por las fuerzas que son movilizadas en
su contra: “Contra esta posibilidad, ha sido el sistema en tanto que
totalidad el que se ha movilizado” (2005: pp.10-11). Avanzar signi-
fica superar fuertes fuerzas de oposición que actúan a favor de la
realidad existente, de mantener el status quo.
97
Por su parte, los jóvenes representan la posibilidad de un cambio,
pero su debilidad material, su falta de fuerza, les impide su reali-
zación. Son únicamente los trabajadores que tienen un papel en el
control de la producción los que tienen la capacidad potencial para
llevar adelante la modificación radical del proceso de producción
y, con ello, de la sociedad. Sin embargo, los beneficios que reciben
del funcionamiento del sistema, sus privilegios, dificulta en un gra-
do extremo esta alternativa. En sus palabras, “en la oposición de la
juventud (...) es aprehendida la posibilidad de la liberación; pero le
falta, para que se realice, poder material. Éste no pertenece tam-
poco a la clase obrera que, en la sociedad opulenta, está ligada al
sistema de las necesidades, pero no a su negación. Sus herederos
históricos serían más bien los estratos que, de manera creciente,
ocupan posiciones de control en el proceso social de producción y
que pueden detenerlo con mayor facilidad: los sabios, los técnicos,
los especialistas, los ingenieros, etc. Pero no son más que herede-
ros muy potenciales y muy teóricos, puesto que al mismo tiempo
son los beneficiarios bien remunerados y satisfechos del sistema;
la modificación de su mentalidad constituiría un milagro de discer-
nimiento y lucidez” (2005: pp.10-11). De este modo, se podría decir
que el cambio social está huérfano de una clase universal verdade-
ramente comprometida con su realización.
No obstante, vislumbra una posibilidad de existencia de una
fuerza revolucionaria en los que podríamos denominar los exclui-
dos o parias, extraños al funcionamiento del sistema: “bajo la base
popular conservadora se encuentra el sustrato de los proscritos y
los «extraños», los explotados y los perseguidos de otras razas y de
otros colores, los parados y los que no puede ser empleados. Ellos
existen fuera del proceso democrático; su vida es la necesidad más
inmediata y la más real para poner fin a instituciones y condiciones
intolerables. Así, su oposición es revolucionaria incluso si su con-
ciencia no lo es. Su oposición golpea al sistema desde el exterior y
por tanto no es derrotada por el sistema; es una fuerza elemental
que viola las reglas del juego y, al hacerlo, lo revela como una parti-
da trucada (...) El hecho de que hayan empezado a negarse a jugar
el juego puede ser el hecho que señale el principio del fin de un
período” (2005: pp.285-286). Y continúa: “El espectro está ahí otra
vez, dentro y fuera de las fronteras de las sociedades avanzadas (...)
98
existe la posibilidad de que, en este período, los extremos históri-
cos se encuentren otra vez: la conciencia más avanzada de la huma-
nidad y al fuerza más explotada. No es más que una posibilidad. La
teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender
un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin soste-
ner ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa.
Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado
y dan su vida al Gran Rechazo” (2005: p.286).
Bibliografía:
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BENJAMIN, Walter (1989): Discursos interrumpidos I, Buenos Aires,
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HORKHEIMER, Max (2003): “Teoría tradicional y teoría crítica” en
el libro del mismo autor Teoría Crítica, Buenos Aires, Amorror-
tu (1ª edición en alemán, 1968): pp.223-271.
HORKHEIMER, Max y ADORNO, Theodor (1988): “La industria cul-
tural. Ilustración como engaño de masas”, en el libro de los mis-
mos autores Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos,
Madrid, Trotta (1ª versión original 1944): pp. 165-212.
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JIMÉNEZ, Marc (1973): Theodor Adorno. Arte, ideología y teoría del
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MARCUSE, Herbert (2005): El hombre unidimensional: ensayo sobre
la ideología de la sociedad industrial avanzada, Barcelona, Ariel
(2ª edición de 1987; 1ª edición del original en inglés, 1954).
MARTÍN BARBERO, Jesús (1987): De los medios a las mediaciones.
Comunicación, cultural y hegemonía, Barcelona, Gustavo Gilli.
RITZER, George (1993): “Variedades de teoría sociológica neomar-
xista” en libro del mismo autor Teoría sociológica contemporá-
nea, Madrid, McGraw-Hill (1ª edición en inglés, 1992), cap. 4:
pp.155-212.
99
6. LA HEGEMONÍA CULTURAL. ANTONIO GRAMSCI.
Nota preliminar.
Las ideas por las que Antonio Gramsci se ha hecho célebre, tales
como “hegemonía” o “intelectualidad orgánica”, no se encuentran
ordenadas y perfectamente identificables en un texto único, limpio
y coherente. En su vida fue tanto un político como un intelectual,
como lo fueron muchos marxistas de la época. Como consecuencia
de ello, sufrió grandes privaciones y las dificultades propias de la
represión política proveniente del régimen fascista que gobernó los
destinos de Italia en los años 20 y 30 del siglo XX1. En conexión con
ello, la obra de Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano,
el que con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial devendría
el famoso PCI, está conformada principalmente por un conjunto
muy extenso de notas. Esa es la razón por la que su contribución se
conoce en su mayor parte mediante antologías o compilaciones de
sus escritos, a menudo divididos en períodos. Debido a ello, y para
facilitar la búsqueda de sus ideas clave relativas a la cultura, en la
bibliografía indico los textos y las páginas, en algunos casos preci-
sas, en las que dichos conceptos son desarrollados y/o empleados.
1 En este sentido, Pereyra afirma que “sus textos no pueden ser leídos,
por supuesto, como la obra de alguien preocupado por la teoría abs-
tracta, sino en su calidad de resultados fragmentarios del pensamien-
to de un dirigente cuya intervención en la política italiana comienza
en un momento de ofensiva proletaria y madura en la fase del reflujo
y derrotas de los años veinte y treinta. Los desplazamientos semánti-
cos de la conceptualización gramsciana tienen que ver con la vorági-
ne de los cambios coyunturales” (1988: p. 53).
2 En otro momento de su obra dice que “todos los hombres son inte-
lectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la
sociedad la función de intelectuales” (Gramsci, 2006: p.13).
101
la potencialidad de distanciarse críticamente de la conciencia que
espontáneamente han interiorizado conforme a sus condiciones de
existencia. Dicho de otro modo, ello significa que todos tenemos la
capacidad de cambiar nuestro nivel de consciencia.
Como es fácil intuir, aquí no hay un reconocimiento del elevado
nivel cultural de las masas, sino, muy por el contrario, una denuncia
de su pobreza educativa. Identificar a las masas con la filosofía, con
el “ser filósofos”, proponía un camino abierto, una alternativa histó-
rica, frente al inmovilismo de las injusticias presentes. La filosofía,
históricamente elitista, planteaba un potencial de desenvolvimien-
to social que integraba a los grandes números en lo que había sido
patrimonio de una minoría3. En definitiva, la filosofía ofrecía un
proyecto tanto intelectual como político, ambos inextricablemente
unidos4.
102
se desarrollará, en gran medida su proyecto político o de transfor-
mación social.
103
sociedad que será guiada y deberá transitar a través de cambios
cuyo fin es mejorar lo existente. El voluntarismo no basta, e incluso
pudiera ser contraproducente.
104
autónomo), es decir, dominado por fuerzas exteriores a él. En
este sentido, Gramsci advierte que “los propios deseos y las
propias pasiones inferiores son la causa del error, porque sus-
tituyen al análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como
“medio” consciente para estimular la acción, sino como au-
toengaño” (1990: p.344).
2. Con conciencia crítica: significa desarrollar la visión del
mundo desde nuestra propia elaboración intelectual, de ma-
nera autónoma: “elaborar la propia concepción del mundo
consciente y críticamente y, en conexión con esta labor del
propio cerebro, elegir la propia esfera de actividad, partici-
par activamente en la producción de la historia del mundo,
ser guía de uno mismo y no aceptar pasiva y supinamente
que nuestra personalidad sea formada desde fuera” (1972:
p.12).
6.3.c. El lenguaje.
El uso del lenguaje manifiesta o contiene una concepción del mun-
do o componentes de la misma. Por eso mismo, el lenguaje utilizado
será un indicador de la concepción del mundo que tiene cada perso-
na: “El hombre que sólo habla un dialecto o sólo comprende la len-
gua nacional en grados diversos participa necesariamente de una
intuición del mundo más o menos limitada y provincial, fosilizada,
anacrónica en relación con las grandes corrientes del pensamien-
to que dominan la historia mundial. Sus intereses serán limitados,
más o menos corporativos o economicistas, no universales” (1972:
p.14). Ello significa tanto que existe evidencia que muestra que el
nivel educativo de la gran mayoría de la población es bajo, como
que es posible determinar objetivos específicos para el cambio que
se está proponiendo. Cambiar de nivel de conciencia supone hacer
cambios no sólo en la identificación o la conciencia política, sino
igualmente, y sobre todo, hacer transformaciones fundamentales
en la forma de pensar y actuar: “toda revolución ha sido precedida
por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural” (Gramsci,
2005: p.16).
105
6.3.d. La elevación del nivel de consciencia.
¿Qué significa cambiar de nivel de conciencia? Implica al menos
tres actividades:
7 Abundando en esta misma línea, Gramsci afirma que “el mismo fe-
nómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del
proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica
de la civilización capitalista, y crítica quiere decir cultural, y no ya
evolución espontánea y naturalista. Crítica quiere decir precisamente
esa consciencia del yo… Conocerse a sí mismo quiere decir ser lo que
se es, quiere decir ser dueños de sí mismo” (2005: p.17).
106
otros términos, las personas deben entender que su historia
es una entre varias posibilidades, entre las cuales siempre
debemos optar. La historia nos hace tanto como la hacemos.
En todo caso, “apropiarnos” de nuestra historia es tanto un
desafío como una responsabilidad, y debemos estar intelec-
tualmente preparados para ello.
107
6.4. Concepción del mundo y política: la hegemonía.
Nuestra concepción del mundo está íntimamente ligada a lo po-
lítico, pues está vinculada con la forma de entender la realidad y
nuestra manera de organizarnos9. Por eso, Gramsci sostiene que
“la elección y la crítica de una concepción del mundo constituyen
también un hecho político” (1972: p.16).
108
6.4.b. Lucha de hegemonías10.
Avanzar hacia un nuevo nivel de conciencia requiere lo que Gramsci
denomina una “lucha de hegemonías”11, es decir, un enfrenta-
miento entre concepciones del mundo (o ideologías) diferentes12.
109
Para salir victorioso en esta disputa política histórica, se requiere
trabajo político13. En relación a éste, Gramsci describe algunas eta-
pas en el avance hacia una concepción más autónoma o autocons-
ciente (y por ello se entiende que “realista”) de la realidad social:
110
misma línea, Gramsci afirma que “la pretensión (presenta-
da como postulado esencial del materialismo histórico) de
presentar y exponer toda fluctuación de la política y de la
ideología como expresión inmediata de la estructura tiene
que ser combatida teóricamente como un infantilismo pri-
mitivo, y en la práctica hay que combatirla con el testimonio
auténtico de Marx, escritor de obras políticas e históricas
concretas” (1990: p.331).
111
6.5.b. Unidad intelectuales-masas.
Si bien la presencia de intelectuales es imprescindible15, avanzar ha-
cia un nuevo estadio en el desarrollo cultural de las masas, y con ello
hacia una nueva sociedad, exige la unidad entre ellos y las masas:
“La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: la
filosofía de la praxis no tiende a mantener a las «gentes sencillas» en
su primitiva filosofía del sentido común sino que quiere conducirlas
a una concepción superior de la vida. Si afirma la exigencia del con-
tacto entre los intelectuales y las gentes sencillas16 no es para limitar
la actividad científica y para mantener una unidad por debajo, al ni-
vel de las masas, sino precisamente para construir un bloque intelec-
tual-moral que haga políticamente posible un progreso intelectual de
masa y no sólo de limitados grupos intelectuales” (1972: pp.23-24).
Para ello, no basta con que los intelectuales lideren intelectualmente,
sino que deben hacerse cargo de las preocupaciones de las masas17.
112
prescindible la presencia de los partidos políticos19. Son éstos los
que transmiten el trabajo de elaboración intelectual y filosófica de-
sarrollado por los intelectuales. En este sentido, los intelectuales
orgánicos o de partido son los que podrán ejercer una influencia
sobre las masas que contribuya a elevar su nivel de conciencia y
con ello a avanzar hacia la conformación de una fuerza política que
pueda provocar el cambio de la sociedad.
Si bien aquí nos referimos a la función que Gramsci asigna a
lo que podríamos entender como el intelectual comunista20, que
es el que él favorece, es importante notar que la “organicidad” del
intelectual tiene que ver con dos elementos relevantes. En primer
113
lugar, desde un punto de vista social, el intelectual tiene raíces en
algún grupo social producto de un modo de producción particular.
En segundo lugar, en lo que respecta a su vinculación con una orga-
nización, tiene un papel muy significativo en la administración del
Estado, y aquí agregamos también con énfasis político, y los parti-
dos políticos. No en vano, Gramsci les asigna un gran protagonismo
político: “Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominan-
te para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía so-
cial y del gobierno político” (Gramsci, 2006: p.16)21. Por lo tanto, el
intelectual gramsciano tiene un papel importante, estando en una
posición intermedia entre el poder orgánico (Estado, partidos polí-
ticos, empresariado…) y las grandes masas de campesinos, obreros,
u otros.
Bibliografía:
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consumo y nuevas formas de organización popular”, Nueva So-
ciedad, número 71, marzo-abril: pp. 69-78.
Gramsci, Antonio (1972): Introducción a la filosofía de la praxis,
Barcelona, Ediciones Península: pp.11-37.
Gramsci, Antonio (1990): Escritos políticos (1917-1933), México, Si-
glo XXI (1ª edición 1977): pp.331-386.
Gramsci, Antonio (2005): Antología, México D.F. y Buenos Aires, Si-
glo XXI (1ª edición 1970): pp.14-44 y 276-367.
Gramsci, Antonio (2006): Los intelectuales y la organización de la
cultura, Buenos Aires, Nueva Visión: pp.9-19.
Green, Marcus E. (2009): “Subalternity and Language: Overcoming
the Fragmentation of Common Sense”, Historical Materialism
Research in Critical Marxist Theory, número 17 (1): pp. 3-30.
Hawley, James P. (1980): “Antonio Gramsci’s Marxism: Class, State
and Work”, Sociology of Political Knowledge Issue: Theoretical
Inquiries, Critiques and Explications, 27 (5): pp. 584-600.
Larraín, Jorge (2007): “Ideología Y Hegemonía: Gramsci”, en libro
del mismo autor El Concepto De Ideología, vol. 2, Santiago De
Chile, LOM Ediciones.
114
Monasta, Attilio (1993): “Antonio Gramsci (1891-1937)”, Perspec-
tivas: revista trimestral de educación comparada, vol. XXIII, nú-
meros 3-4, París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación:
pp. 633-649.
Patnaik, Arun K. (1988): “Gramsci’s Concept of Common Sense:
Towards a Theory of Subaltern Consciousness in Hegemony”,
Economic and Political Weekly, número 23 (5): pp. 2-10.
Pereyra, Carlos (1988): “Gramsci: Estado y sociedad civil”, Cuader-
nos políticos, número 54/55, México, D.F., editorial Era, ma-
yo-diciembre: pp. 52-60.
Salamini, Leonardo (1975): “The Specificity of Marxist Sociology in
Gramsci’s Theory”, The Sociological Quarterly, número16 (1):
pp. 65-86.
115
7. LA ESTRUCTURACIÓN SOCIAL DE LAS PRÁCTICAS
CULTURALES. P. BOURDIEU.
7.1. Introducción.
Se puede afirmar que Pierre Bourdieu fue un filósofo que hizo so-
ciología. Fue su insistencia en que las ideas y la forma de vida de los
hombres concretos se configuran a partir de la situación histórica
que les toca vivir uno de los rasgos intelectuales que lo caracterizó.
No en vano, su obra es, en buena medida, un extensísimo estudio
de las condiciones históricas de la producción cultural, para lo cual
trata ámbitos como el arte, la televisión, la universidad y el gus-
to, entre otros. Su aportación recibe la influencia, y por ello es en
parte una síntesis, de las ideas de Durkheim, Weber y Marx, junto
a haber escrito dentro de la tradición crítica, la que contribuyó a
desarrollar. En este capítulo, nos referimos a estas influencias, ha-
cemos una breve mención a la epistemología postulada, y expone-
mos los conceptos centrales de su obra, en parte en paralelo con la
presentación de sus ideas sobre la práctica cultural y su papel en la
dominación social.
117
Gráfico 7.1. Influencias clave en la obra de P. Bourdieu.
118
dad”, la cual tendrá un íntimo vínculo con nociones como las
de legitimidad y dominación/autoridad.
3. El rito: los rituales sirven para socializar al individuo en las
distinciones entre lo sagrado y lo profano, a la vez que con-
tribuyen decisivamente a mantener en el tiempo dichas di-
visiones o representaciones. Los rituales hacen realidad la
distinción sagrado/profano.
119
para mantener en el tiempo la estabilidad de relaciones de
dominación social.
7.3. Epistemología.
Enfrentado con la tradición idealista, como correspondía a su tra-
bajo crítico-marxista, e igualmente al estructuralismo, ya sea éste
entendido como una forma de determinismo de clase (marxismo,
120
materialismo histórico) o cultural (Saussure o enfoques lingüísti-
cos), Bourdieu se distancia de ambos. En síntesis, ni subjetivismo
ni objetivismo. O, en otros términos, ni fenomenología ni estructu-
ralismo. Tomados de forma separada, ambos enfoques son motivo
de crítica.
Por un lado, con respecto al subjetivismo/ fenomenología, lo
acusa de idealismo por ser una aproximación en donde el enten-
dimiento del comportamiento humano estaría descontextualizado
del lugar y el tiempo. Por otro lado, al hacer mención del objetivis-
mo/estructuralismo, Bourdieu lo asocia a un mecanicismo extre-
mo, o lo que también podría ser entendido como la muerte de la
subjetividad.
La obra bourdieuana trata de superar lo que entiende como
una errónea y falsa dicotomía, intentando ofrecer una solución que
sirva como superación de dicha división. Para ello, en lugar de des-
echar ambas partes, trata de hacer una síntesis, la que derivaría en
la idea de “habitus” como un principio o dispositivo generador de
comportamientos configurado histórico-temporal y socialmente. A
modo de síntesis:
Subjetivismo + estructuralismo = habitus.
7.4.1. Habitus.
El habitus puede ser entendido como un mecanismo que permite
superar la distinción entre lo estructural y lo subjetivo. Es un con-
junto de disposiciones u orientaciones incorporadas a través de la
práctica implicada en la socialización, sobre todo la primaria. Su
formación no es consciente, ni discursiva. Se produce a través de la
práctica. Su espacio de generación más destacado es la familia, pero
también habrá otros como la escuela, el grupo de amigos, el trabajo.
Aunque tiende a proyectar las condiciones de su generación, que
121
siempre son pasadas, tiene capacidad para adaptarse a las nuevas,
esto es, tiene un cierto margen de flexibilidad.
7.4.2. Trayectoria.
Esta idea no es posible concebirla sin el concepto de habitus. Se
refiere fundamentalmente al origen social, o a las condiciones en
las que se generó el habitus actual. Puede entenderse como el con-
junto de posiciones por las cuales ha pasado un individuo dentro
del espacio social.
122
habitus y campo social: “Las mismas prácticas pueden recibir senti-
dos y valoraciones opuestas en campos diferentes, estados diferen-
tes o sectores opuestos del mismo campo” (Bourdieu, 1979: p.103).
Es decir, el hecho de que cada campo opere de acuerdo a una lógica
particular provoca que las disposiciones incorporadas por los in-
dividuos no siempre sean las más adecuadas o eficientes para el
juego que tiene lugar en cada uno de ellos. Además, el habitus se
formó en el pasado, es la historia del individuo puesta en práctica,
y el campo social es una situación presente, por lo que puede haber
cierto desencaje entre el lugar del que venimos y la posición que
ocupamos o queremos ocupar actualmente.
7.4.4. Capital.
En el uso de esta terminología se observa la influencia del pensa-
miento marxista. No obstante, su desarrollo en Bourdieu es dife-
rente. En concreto, tiene los siguientes dos rasgos:
123
culturas, grabados…), los libros, una colección de música,
entre otros.
124
7.5.1. La distinción y la estética kantiana.
En La Distinción Bourdieu toma como punto de partida la estética
kantiana, a la cual se enfrenta. ¿Qué es la estética kantiana? Para res-
ponder esta pregunta, recurriremos a una cita de la obra del filósofo
italiano Nicolas Abbagnano: “La doctrina del juicio estético sólo se
refiere verdaderamente a la belleza natural; pero Kant identifica la
belleza artística con la natural, y llama bello a un arte que tenga la
apariencia de la naturaleza (…) El mediador entre lo bello natural y
lo bello artístico es el genio, en cuanto disposición innata, por medio
del cual la naturaleza da la regla del arte. Para juzgar la belleza de
los objetos, es necesario el gusto, pero para producir tales objetos, es
necesario el genio. El cual está constituido, según Kant, por la unión
(…) de la imaginación y el entendimiento” (1994: p.470).
En Bourdieu hay un evidente anti-kantismo. A través de una
discusión explícita con la estética kantiana, Bourdieu se opone a la
idea de que la capacidad de apreciación estética es algo inherente al
hombre, o propio de genios, es decir, una habilidad sólo al alcance
de aquellos que llegan a poseer una sensibilidad muy particular. Su
esfuerzo irá dirigido a demostrar que el gusto es históricamente
contingente y está desigual-mente distribuido en la sociedad por
razones que tienen que ver con la acumulación personal de recur-
sos económicos y culturales.
125
depende de un lento proceso de formación de la persona que tiene
como resultado la configuración de un habitus: “El ‘ojo’ es un pro-
ducto de la historia reproducido por la educación” (Bourdieu: 1979:
p.III).
126
En consecuencia, el habitus aparece como un factor conservaduri-
zante en las relaciones sociales: los individuos aceptan sus condi-
ciones de existencia porque es lo que han aprendido.
127
diferencias de capital escolar) están asociadas a diferencias impor-
tantes” (Bourdieu, 1979: p.68).
128
pital económico y cuya reproducción depende principalmente del
capital cultural” (Bourdieu, 1979: p.129).
129
7.5.3.e. Los estilos de vida: el habitus como principio unificador.
El habitus funciona como un principio unificador y generador de
toda una diversidad de prácticas que, de otro modo, serían concebi-
das como prácticas dispersas. Es el habitus el que confiere unidad
y sentido a las mismas y produce un estilo de vida, como conjunto
coherente de prácticas. En este sentido, el gusto es visto como “una
fórmula generadora que está en el origen del estilo de vida, conjun-
to unitario de preferencias distintivas que expresan, dentro de la
lógica particular de cada uno de los subespacios simbólicos (…) la
misma intención expresiva” (Bourdieu, 1979: p.193).
130
(Bourdieu, 1979: pp.14 y 16). El gusto no funciona sólo como un
producto de una posición de clase, sino como un mecanismo para
su reproducción a través de la dinámica de distinción. En este sen-
tido, la alta cultura es una forma clasista, de la clase dominante, de
apropiación de los objetos culturales legítimos y un medio para su
continuidad como grupo supra-ordinado en la jerarquía social.
¿Qué hace legítimo a un gusto o una práctica cultural? La legi-
timidad cultural se origina en el hecho de que la posibilidad de su
ejercicio proviene de un aprendizaje que está únicamente al alcan-
ce de unos pocos. Es la escasez lo que genera legitimidad cultural:
“Las maneras legítimas deben su valor al hecho de que manifiestan
las condiciones de adquisición más raras” (Bourdieu, 1979: p.78).
Además, es importante tener en cuenta que las prácticas o los bie-
nes culturales forman parte de un sistema, dentro del cual ocupan
un lugar en una jerarquía de legitimidad: “no es posible escapar
completamente a la jerarquía objetiva de legitimidades. Del hecho
de que el sentido y valor de un bien cultural varían de acuerdo al
sistema en el cual se encuentra inserto” (Bourdieu, 1979: p.96).
Esto impide valorar la legitimidad cultural de un bien por sí mismo
o de un modo aislado con respecto a los otros bienes.
131
la clase dominante los que se apropian de la disposición estética y
de la cultura legítima, lo que tiene como consecuencia que su trans-
formación pase necesariamente por cambios en esta clase social.
En relación con ello, Bourdieu afirma que “las estrategias que se
orientan a transformar las disposiciones fundamentales de un esti-
lo de vida en un sistema de principios estéticos… están reservadas
a los miembros de la clase dominante” (Bourdieu, 1979: p.61).
La manera en la que la dominación opera tiene que ver con la re-
lación entre competencias culturales, lo cual incluye el habitus, y el
campo cultural. Si consideramos a éste un mercado (todos los cam-
pos pueden ser considerados así), la clave es fomentar el desarrollo
de uno que valore particularmente bien a los bienes que la clase
dominante posee: “Del hecho de que son adquiridos en campos so-
ciales que son mercados en los que reciben su precio, las competen-
cias culturales son solidarias con esos mercados y todas las luchas a
propósito de la cultura tienen por objetivo la creación del mercado
más favorable posible a los productos que llevan la marca, en las
maneras, de una clase particular de condiciones de adquisición, es
decir, de un cierto mercado” (Bourdieu, 1979: p.106).
En la teoría bourdiana, el esfuerzo de la clase dominante por
seguir siéndolo, a través del proceso de distinción, se ve acompaña-
do por el habitus conformista de la clase dominada, principalmente
por parte de las clases populares, el cual es concebido como un gus-
to sometido a la necesidad para el cual ésta se hace virtud, lo que
provoca la aceptación de lo existente. En otros términos, “la adapta-
ción a una posición dominada implica una forma de aceptación de
la dominación” (Bourdieu, 1979: p.448).
132
dominante como las diferencias de capital cultural marcan las dife-
rencias entre las clases” (Bourdieu, 1979: p.74).
Como hemos dicho previamente, la clase dominante también se
divide de acuerdo a los capitales que requieren distintas fracciones
de esta clase para su reproducción. Esto nos obliga a hablar de dos
grupos principales: los que dependen del capital económico y los
que tienen una mayor dependencia del capital cultural. Esto lleva a
Bourdieu a sostener que “la clase dominante se organiza según una
estructura en cisma” (Bourdieu, 1979: p.130). En este sentido, el
mismo autor afirma que hay una relación inversa entre posesión de
capital económico y cultural: cuanto mayor es la acumulación del
primero, menor es la del segundo, y viceversa. En sus palabras, “la
estructura de la distribución del capital económico es simétrica e
inversa de la estructura de distribución del capital cultural” (Bour-
dieu, 1979: p.131). Idéntica situación encontraríamos dentro de las
clases medias.
Las divisiones dentro de la clase dominante son particularmen-
te importantes porque es en su seno donde se producen las princi-
pales luchas simbólicas, de las cuales salen los patrones de gusto
más relevantes: “el lugar por excelencia de las luchas simbólicas es
la clase dominante” (Bourdieu, 1979: p.284).
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un conjunto de posiciones pensadas como una clase social, y por
ello no algo en sí mismo. Adicionalmente, es importante destacar
que no hay una identificación de virtudes de los dominados. Más
bien existe la observación de su sufrimiento.
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