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Dicho lo anterior, es importante destacar que si bien los delitos más perseguido por el Santo
Oficio en la Nueva España fueron catalogados como faltas religiosas menores, siendo
descritas como reniegos, blasfemias, acciones escandalosas. En escala de importancia
siguió aquellas acciones de índole sexual como la poligamia y bigamia, los castigos contra Commented [U2]: ¿Práctica prehispánica?
1
Solange Alberro, Inquisición y sociedad en México, 1571-1700, México, Fondo de Cultura Económica, 1988,
p. 169.
momento, estuvo la acción de herejía, seguida por las prácticas “mágicas”, el empleo de
hierbas, la adivinación empleada con fines muy variados. La idolatría es el último elemento
en el que vale la pena detenerse un momento; al estar representada principalmente por los
sectores indígenas y estos al no estar bajo la jurisdicción de la Inquisición, no se pudo
castigar estas acciones.2 Lo que sí se ha podido observar es que estás prácticas idolátricas
han sido transferidas o heredadas a los demás grupos étnicos que constituyeron el grupo de
la población novohispana, sea el caso de mestizos, negros y mulatos quienes, en un
proceso de aculturación, adoptaron varias prácticas de carácter indígena.
Los infractores para la Nueva España no son en ningún momento aquellos herejes que
recibieron un proceso de disputa teológica por parte de los jueces de la Inquisición y que
experimentaron la elaboración de una investigación de dimensiones policiacas para hallar
prácticas adulteradas en su conducta. Lo que en la Nueva España existió fue un número
importante de infractores a la religión cristiana cuyos actos y discursos no lograron
entender o no se enteraron de la ley de la Iglesia y se desarrollaron a la par de la regulación
institucional e ideológica que había impuesto la monarquía católica en un periodo donde la
colonización del imaginario colectivo era una de sus objetivos primarios.
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Solange Alberro, Inquisición, p. 170.
notablemente a propósito de erradicar estas prácticas mágicas. Lo que es importante
subrayar de todo esto es que el Santo Oficio no estuvo especialmente interesado en los
delitos de esta naturaleza, considerando que Alberro menciona que, en promedio de siente
causas que llegaban al tribunal, sólo a una se le daba un seguimiento formal, mientras que
el resto se quedaba estado en una primera denuncia.
Para fines de nuestra investigación es importante tener claro el sujeto sobre el cual se
desplegó la actividad inquisitorial en la Nueva España con el fin último de poner luz sobre
aquellos sectores de la población en los cuales fueron identificadas prácticas de carácter
idolátrica que pusieron en marcha la maquinaria institucional del Santo Oficio. De manera
general, el grupo de “españoles” tuvo una importante presencia en los procesos
inquisitoriales en el territorio, aunque habrá que tener claro que cuando a este término se
refieren se contemplaron dos grupos en específico; por una parte, estuvo el grupo de
españoles europeos y por otro el de los españoles americanos o criollos, sin dejar a un lado
el ancho de la población negra que también estuvo dentro del radar inquisitorial. 3
3
Solange Alberro, Inquisición, pp. 289-290.