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La medición del sector cultural en Argentina.

Repaso y estado actual.

Autor: Lic. Cristian Bessone. (UNPA-UARG, becario CONICET.)

Resumen:

En el ámbito de las políticas culturales, se ha generado un creciente interés por encontrar

parámetros lo suficientemente acreditados que permitan evaluar y medir tanto las políticas

públicas, como la gestión y la evolución del sector cultural.

En ese sentido, se ha vuelto necesario aportar un mayor conocimiento del sector cultural, y

en particular en el campo de las industrias culturales, que como factor altamente dinamizador

reviste un carácter cada vez más estratégico en los procesos sociales, en la economía, en los

intercambios culturales y en los proyectos de integración regional.

Considerando los antecedentes de medición a nivel nacional y las dificultades para el

relevamiento de datos sistemáticos, el siguiente trabajo busca presentar la importancia y los

fundamentos centrales de contar con información confiable para el sector.

Palabras clave: cultura y comunicación, industrias culturales, medición sector cultural,

Argentina,
I. Introducción. Antecedentes de las mediciones.

Hasta hace unas tres décadas, el sector de la cultura no había sido considerado como un

sector productivo importante1, y por tanto los estudios desde la economía no habían incluido en

su interés el profundizar las investigaciones sobre procesos de producción, distribución,

comercialización y consumo existentes en este ámbito.

Dentro de la cultura, el campo de las industrias culturales tiene cada vez más un carácter

estratégico en los procesos de desarrollo social, en los intercambios culturales y en los proyectos

de integración regional, por lo que ampliar su conocimiento se ha vuelto clave. Al mismo

tiempo, la creciente complejidad de las relaciones que dichas industrias conllevan, implica una

tarea constante de recolección y de análisis de datos y de interpretación bajo la luz de nuevas

contribuciones que permitan comprender mejor su funcionamiento.

En Argentina, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, se comienza a investigar

cada vez con más frecuencia2 las estructuras básicas de los sectores industriales de producción de

cultura, que son los primeros espacios culturales en donde las transformaciones productivas de la

informática y la transnacionalización económica hacen sus apariciones. Estos esfuerzos parten de

investigar particularmente el desarrollo de las industrias culturales de la ciudad de Buenos Aires,

donde históricamente se han emplazado la mayor cantidad de estas industrias, dando lugar a una

estructuración notablemente concentrada. Con posterioridad, los recursos destinados a la

investigación han ido cubriendo parcialmente también otras zonas geográficas3.

1
En muchos casos ni siquiera era considerado productivo (Prieto de Pedro, 2002).
2
Al respecto se pueden mencionar los trabajos de Octavio Getino (1995); los aportes del Observatorio de Cultura de la
Universidad de Buenos Aires, surgido en 1997; los trabajos de la Secretaría de Cultura de Nación iniciados en 2000 a partir de la
Reunión del Parlamento Cultural del Mercosur (PARCUM) del año 1999. A ellos hay que agregarles las contribuciones de otros
organismos creados en esta última década como el Centro de Estudios para el Desarrollo Metropolitano de Buenos Aires
(CEDEM) en el año 2000; el Observatorio de Industrias Culturales de la ciudad de Buenos Aires (OIC Bs. As.) –actualmente
Observatorio de Industrias Creativas- en 2004; el surgimiento del Foro para la Defensa de las Industrias Culturales de Buenos
Aires en 2002; la conformación por parte de la Secretaria de Cultura de la Nación del Laboratorio de Industrias Culturales (LIC),
del Sistema Nacional de Consumos Culturales (SNCC) y del Sistema de Información Cultural de Argentina (SInCA) –este último
con la participación del Ministerio de Economía-; entre los más destacados.
3
La estructuración de los esfuerzos de investigación –tanto la puesta en agenda para investigar económicamente al
sector cultural, como la creación de organismos, o la disponibilidad de recursos- sigue la misma matriz de de
centralización y concentración geográfica que opera sobre las industrias culturales.
El papel dinamizador y catalizador de las industrias culturales sobre el conjunto de las

actividades y servicios culturales, le confiere un rol predominante en los estudios e

investigaciones, y es por ello que se le ha dado prioridad en las primeras investigaciones del

sector compartidas con otros países, como lo fue la acordada por los Ministros de Cultura del

Mercosur en el año 2000.

Más cercano en el tiempo, entre otros acuerdos celebrados por los Ministros y responsables

de Cultura de los países iberoamericanos, figura el compromiso de poner en marcha sistemas de

información cultural que reúnan y procesen datos referidos a las industrias culturales, lo mismo

que el avanzar en la conformación de las cuentas satélites de cultura de cada país 4. En el caso de

Argentina, como ejemplo del trabajo en esa dirección se comenzó a organizar a partir de 2004 el

Laboratorio de Industrias Culturales (LIC) 5 que depende de la Secretaría de Cultura de Nación, y

a partir del año 2006, se añadió a la misma Secretaría el Sistema de Información Cultural de la

Argentina (SInCA)6, de alcance nacional y con cierta participación federal, a fin de articular cada

vez más los estudios y las relaciones entre economía y cultura.

II. La necesidad de contar con datos sobre el sector cultura

Dos aspectos importantes se ven beneficiados con las mediciones en cultura. Por un lado,

podemos ubicar varias ideas bajo el argumento de la marcha de la gestión cultural. Para poder

evaluar y planificar políticas públicas que sean eficaces y eficientes, es necesario conocer la

realidad cultural del país de manera lo más precisa posible. Esto incluye por ejemplo, conocer los

impactos de las actividades artísticas y de culturales sobre la vida económica, que es buscado por

4
Colombia es uno de los países que ya cuenta con su cuenta satélite de cultura, y se encuentra en proceso de organización los
casos de Argentina, Brasil, Chile, Cuba y Venezuela.
5
El objetivo del LIC es realizar investigaciones que sirvan de insumo para el diseño e implementación de políticas públicas
destinadas a fomentar y proteger aquellas actividades económico culturales que ven amenazadas sus posibilidades de
sostenimiento y desarrollo. Ofrece además investigaciones en las áreas de la Economía Cultural, las industrias culturales
argentinas (libros, televisión abierta, música). La dirección web del LIC es: http://lic.cultura.gov.ar.
6
Dicho sistema está compuesto de cuatro proyectos de relevamiento, medición y procesamiento de la información cultural: a) la
generación continua de Estadísticas Culturales, b) la producción de un Mapa Cultural de la Argentina, c) el relevamiento de
diferentes aspectos de la Gestión Pública en Cultura, y d) la construcción de una Centro de Documentación sobre economía
cultural.
las administraciones estatales para analizar los gastos públicos, la generación de empleos, etc. Al

respecto, también agrega Getino (2008a) que el contar con datos del sector cultural también es

un objetivo perseguido por las industrias culturales, aunque en este caso, como en cualquier otra

actividad industrial y productiva, lo central es la forma de reducir costos e incrementar la

rentabilidad del capital.

Por otro lado aparece el argumento de la necesidad de transparencia a partir de dos lugares

distintos. Desde el Estado en tanto es responsable de rendir cuentas públicas, hacer publicidad de

los actos de gobierno, dar difusión a los presupuestos, planificaciones y procedimientos. Desde

los individuos, en función de sus derechos, en especial el derecho a la información, la

comunicación y la cultura, (Abramovich & Courtis, 2000; Loreti, 1995).

Ambos argumentos –buena gestión y transparencia- están en la base de la calidad del

funcionamiento democrático de la sociedad. Conocer este sector permite impulsar políticas para

mejorar y promover el pleno ejercicio de los derechos culturales, la inclusión social, el acceso

equitativo a bienes y servicios culturales (Congreso Argentino de Cultura, 2007). Es fundamental

que la sociedad civil, el estado en todos sus niveles, y sobre todo, los actores privados, se

esfuercen para socializar este tipo de información, que en muchos casos ya existe, pero no está al

alcance del conjunto de la ciudadanía7.

Los datos del sector cultura son una poderosa herramienta para definir rumbos, al mismo

tiempo que permiten observar tendencias, y visualizar con una mayor aproximación a sus causas

las dificultades a superar. Respecto al conjunto de acciones de investigación emprendidas para

por diversos países iberoamericanos, señala Germán Rey “(…) En efecto, ya se empieza a saber

cómo están los sectores [de la cultura], cuánto empleo generan, cuáles son sus índices de

productividad; pero también cuánto pesa realmente la cultura en la economía, cuánto se invierte

7
Generar información sectorial es caro, y en el caso de las grandes empresas pueden contratar consultoras o grupos de
investigadores. Esa información no solo se mantiene en reserva porque ha costado dinero, sino porque es clave si se quiere
intervenir en el mercado.
en ella, qué tipos de reglamentaciones y de apoyos necesitan. Ya empezamos a tener brújula”

(Rey, 2004).

Como advertencia, al señalar que la cultura no es simplemente un factor de dinamización del

crecimiento económico y del empleo, Getino (2008) nos recuerda que en un primer momento, el

interés por preguntarse por el peso económico de la cultura en la economía respondió –y en

cierta medida responde aún- a la finalidad instrumentalista de presentar argumentos para

justificar las inversiones de las autoridades en los sectores económicos. Pero estos postulados

esgrimidos por los funcionarios de cultura tienen algo de contradictorios toda vez que si hay que

medir la cultura en función de sus términos económicos, se camina a contramano de las

demandas recurrentes de evitar la subordinación total de la cultura a los imperativos económicos.

Desde una postura crítica, conviene dejar en claro que la cultura no es un recurso como

cualquier otro, y que éste ha sido el eje del debate entre los países que defienden el estatus de

“excepción cultural” para los bienes y servicios culturales frente a los que proponen una

liberalización en su distribución y comercialización en el seno de la OMC.

Por lo tanto, más allá de los números y de los datos en sí, la mirada tiene que estar puesta en

lo que representan. Es la traducción cuantitativa de los procesos de integración (o no) nacional o

regional, o de los caminos del autoreconocimiento de los individuos y sus sociedades. Son

huellas en definitiva, de significados socialmente compartidos, “de las líneas de nuestra

identidad” (Rey, 2004), de procesos que se está produciendo, pero que al mismo tiempo se

pueden intervenir y reorientar.

III. Dificultades

Uno de los problemas esenciales para iniciar las investigaciones económicas y medir la

producción cultural, ha sido definir qué es lo que se va a estudiar, delimitando el campo de

intervención, es decir, básicamente definir lo que entra o no dentro de “cultura” en tanto objeto
de estudio para la economía de la cultura, sobre todo porque es lo que es común a la experiencia

de cada comunidad y que podríamos llamar cultura, es lo diverso (Bonet i Agustí, 2004; Getino,

2001, 2003, 2008; Zallo, 1992). Para Octavio Getino (2003), una aproximación puede darse a

partir de analizar los sectores más representativos del campo cultural, esto es, las actividades

culturales (patrimonio histórico, museos, archivos, bibliotecas, artes escénicas y musicales,

animación cultural, formación artística, turismo cultural, etc.), el sector de los servicios

culturales (fiestas y celebraciones populares, artesanías no industrializadas, etc.), y como más

destacado, el rubro de las industrias culturales. Lejos de estar separados, estos sectores tienen

sólidas interrelaciones entre sí. Para el SInCA, definir exhaustivamente lo que se entiende por

“cultura” es un punto complejo pero esencial, y define la idea de cultura a estudiar como “un

campo determinado del quehacer humano, que se diferencia de los demás porque su razón de ser

consiste en crear, expresar, interpretar, conservar y transmitir contenidos simbólicos.”,

(Calcagno & Lerman, 2007).

Los estudios clásicos han abordado el tratamiento de los bienes y productos en general –

incluyendo los culturales– a través de su valor de uso y valor de cambio. Pero a partir de los

aportes de de la antropología y la sociología, se agrega la valoración simbólica, lo que hace

replantear los viejos esquemas de medición valorativa, tanto de las artes, de la cultura, como de

los medios, por lo que para Getino se traduce en el desafío de trabajar dimensiones tanto

tangibles a partir de la economía y la estadística, como de intangibles que demandan enfoques

sociales, psicosociales, antropológicos y culturales; “una dualidad que obliga a construir nuevas

herramientas de conocimiento”, (Getino, 2008).

Ya visto el problema de la delimitación, otro de los inconvenientes metodológicos es qué

medir. A partir de la década del noventa, existe un caudal de información creciente en el entorno

cultural, sin embargo, la mayoría de la información no es exportable a datos, y en consecuencia

no es susceptible de convertirse en indicadores válidos. Carrasco Arroyo (2006) explica que para
ser útiles, “los datos analizados deben convertirse en indicadores y estos nuevamente en

información para ofrecer las bases de la futura acción pública en términos culturales,

produciéndose un feedback informativo en el sistema de estadísticas culturales”. Entonces, la

información solo tiene valor si aporta elementos para las decisiones de transformar la realidad

cultural. El problema, agrega Carrasco Arroyo, es que hay que distinguir lo que es o no

información, pues mientras que para algunos agentes puede serlo, para otros, con otros intereses,

sólo es ruido.

Otra de las dificultades es la recolección de datos, y la confiabilidad de las fuentes de

información. Contar con relevamiento y obtención de datos primarios que sean validos y fiables,

resulta un paso previo a la sistematización de indicadores culturales, por lo tanto, es parte de las

acciones prioritarias para pensar un marco adecuado de políticas culturales. En este sentido,

pueden señalarse como positivos los trabajos iniciados por el LIC que elaboró un diagnóstico de

los sectores de las industrias culturales más relevantes, aunque los resultados muestran una

situación muy dispar de las fuentes: “para algunos sectores de la cultura se contaba con

información exhaustiva y válida, para otros con información poco confiable y, finalmente,

existían numerosas expresiones culturales sobre las cuales no existía información sistematizada”,

(Laboratorio de Industrias Culturales, 2006). Con posterioridad el SInCA tomó la decisión de

comenzar a hacer pública esa información disponible, aunque fuera incompleta (Calcagno &

Lerman, 2007).

La diversidad de fuentes y de tareas técnicas involucradas en la obtención de datos y en la

elaboración de estadísticas culturales, sugieren que el trabajo en red de los agentes involucrados,

permitiría a través de un estrategia conjunta y consensuada, la obtención de mejores resultados,

asegurándose la coherencia, y la calidad de la información. Porque no se trata solamente de

estudiar parcialmente los sectores industriales de las Industrias Culturales, que tiene ya algunos
interesantes antecedentes y estudios encima. Se necesita analizar la evolución del conjunto de las

mismas, en consonancia con la forma de su estructuración actual.

Evaluar la incidencia de las actividades culturales en la economía, en el empleo, en los

intercambios regionales, como se ha señalado, es un desafío teórico y metodológico, pero

también, lo es político.

La validez y precisión de las informaciones recogidas en principio se encuentra con la

opacidad de los actores, no solo en Argentina (Getino, 2008) sino en distintos países

latinoamericanos en general. Como señalan Becerra y Mastrini existe una gran dificultad para

conseguir datos precisos sobre las industrias que conforman el sector infocomunicacional8 en

América Latina, situación que se agrava a la hora de “indagar sobre los indicadores económicos

y sobre la performance de las empresas y grupos que actúan en ellas. De esta forma los actores

encargados de, entre otras tareas, informar a la sociedad sobre acontecimientos sociales,

políticos, económicos y culturales (las empresas de comunicación y cultura) resultan ser

sumamente opacos a la hora de informar sobre sí mismos” (Mastrini & Becerra, 2006, 33 y 34).

La obtención de datos se dificulta porque son ocultados, distorsionados o simplemente

omitidos. Por ejemplo, las condiciones generales de un mercado específico, la facturación de un

medio dominante. Estos datos son muy valiosos sobre todo teniendo en cuenta que en Argentina

la singular estructura de las industrias infocomunicacionales que tienen una orientación

comercial predominante –incluso en las instituciones estatales, con fuerte dependencia en los

poderes ejecutivos- en un porcentaje que apenas deja espacio a otras formas de estructuración, y

por tanto una aproximación a los niveles de audiencia y facturación son factores clave.

Al mismo tiempo, es el Estado mismo quien posee alguna de las informaciones esenciales

para los sistemas de información cultural, pero que su difusión es altamente sensible para los

intereses de las distintas gestiones de gobierno (sean nacionales, provinciales, o municipales;

8
Siguiendo a Becerra y Mastrini (2006, 29), se alude como industrias infocomuniacionales al sector conformado por las
industrias culturales y por las telecomunicaciones. Esta noción es útil para tener como referencia en un mismo concepto a todas
las industrias culturales, a las actividades de información y comunicación, e Internet.
anteriores o actuales), como es el caso de la distribución del presupuesto de la pauta publicitaria

oficial en los distintos medios de las industrias culturales.

IV. Balances y nuevas preguntas

La medición de la cultura está en el centro de la cuestión de tres esferas: la económica, la

gestión cultural, y la política. Sin dejar de tener en cuenta que las tres áreas se entrelazan, al

hacer una evaluación de lo desempeñado hasta aquí en Argentina, se puede observar un avance

dispar. Las mediciones nos están arrojando datos acerca de algunas cuestiones económicas clave,

lo cual puede ser tomado como indicio de avance firme en la primera esfera. Las estadísticas que

surgen en principio, son los grandes números económicos: cuánto contribuye el sector cultural al

PBI, o cuánto las industrias culturales representan a la economía nacional. En la segunda esfera,

la de la gestión cultural, es aun un proceso que se está debatiendo. Existe un entender la

necesidad de optimizar la gestión aplicando mejoras en las evaluaciones pero aun está en un

nivel discursivo, sobre todo porque responde más a la lógica política administrativa que a una

lógica basada en cubrir necesidades, tal como lo muestra algunas estadísticas. Por caso, las

políticas de defensa de los derechos culturales son bastante pobres, el acceso a las

infraestructuras de internet, por ejemplo, o el aseguramiento de la cobertura de la televisión por

aire en todo el país, antes que incorporar las tecnologías de la televisión digital. Por último, si

evaluamos lo desempeñado político, aquí tenemos una zona abierta de debate. La transparencia

de los actos de gobierno no viene solo por la medición de cultura. La disponibilidad de datos y

de información en forma horizontal (entre distintas dependencias del estado) o en forma vertical

(acceso a la información por parte de cualquier ciudadano) son todavía materias pendientes. Es

todavía una incógnita si en la medida en que se avance con el proceso de transparentar los datos

de gobierno, se logrará cubrir espacios de información que hoy ni siquiera se negocian, como es
el caso de la distribución de la pauta publicitaria pública entre los distintos medios de

comunicación, y en otras industrias culturales.

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