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ERIC J. HOBSBAWM INDUSTRIA E IMPERIO Una historia econdmica de Gran Bretafia desde 1750 ‘Tradueci6n castellana de GONZALO PONTON EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA Capitulo 2 EL ORIGEN DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL * ‘Afrontar el origen de ia Revolucién industrial ng es tarea fécil, pero la dificultad aumentara sino conseguimos clarificar la cuestién. Empecemos, por tanto, con una adaracién previa. Primero: La Revolucién industrial no es simplemente una acclera- cién del crecimiento cconémico, sino.uuna accleracién del crecimiento determinada y conseguida por la transformacién cconémica y social. ‘A los primeros estucliosos, que concentraron su atencién en los medios de produccién cualitativamente nuevos —las méquinas, el sistema fa- bil, etc— no les engafié su instinto, aunque en ocasiones se dejaron llevar por él sin rigor eritico. No fue Birmingham, una ciddad que producia mucho mas en 1850 que en 1750, aunque esencialmente se~ ‘gin dl sistema antiguo, la que hizo hablar a los contempordneos de re- ‘Yolucién industrial, sino Manchester, una ciudad que producia mas de tuna forma més daramente revolucionaria. A fines del siglo xvi esta transformacién econdmica y social se produjo en una ecoriomia capita- lista y a través de ella, Como sabemos ahora, en el siglo xx, no es éste dl tinico camino que puede seguir la Revolucién industrial, aunque fue dl primitivo y posiblemente el tinico practicable en el siglo xvut. La i dustrializacidn capitalista requiere en determinadas formas wn andlisis algo distinto de la no capitalista, ya que debemos explicar por qué la persecucién del beneficio privado condujo a la transformacién tecno- ligica, ya que no es forzoso que deba sucedar asf de un modo automa tico. No hay duda de que en otras cuestiones la industrializacion capi- talista puede tratarse como un easo especial de un fenémeno més gene- ral, pero no esté claro hasta qué punto esto sirve para el historiador de a Revolucién industrial briténica. Segundo: La Revolucién industrial fue Ta primera,de Ja historia EL ORIGEN DB LA REVOLUCION INDUSTRIAL 35 Eso no significa que partiera de cero, que no puedan hallarse en ella fases primitivas de répido desarrollo industrial y tecnol6gico. Sin em- bbargo, ninguna de ellas inicié la caracteristita fase moderna de la his- toria, el crecimiento econémico autosostenido por medio de una cons- tante Fevolucién tecnoldgica y transformacién social. Al ser la prime- ra, 6 también por ello distinta en importantes aspectos a las revolucio- nes industriales subsiguientes. No puede explicarse bisicamente, ni cierta medida, en términos de factores externos tales como, por ejem- plo, la imitacién de técnicas mas avanzadas, la importacién de capital 6 cl impacto de una economia mundial ya industrializada, Las revolu- ciones industriales que siguieron pudieron utilizar la experiencia, el cjemplo y los recursos britinicos. Gran Bretafa sélo pudo aprovechar las de los otros paises en proporcién mucho menor y muy limitada. Al mismo tiempo, como hemos visto, la Revolucién industrial ingless fue precedida por lo menos por doscientos|aiics de constant¢ desarrollo econémico que eché sus cimientos. A diferencia de la Rusia del si- glo xx 0 xx, Inglaterra ented preparada en la industrializacién, Sin entbargo, la Revolucién industrial no. puede explicarse sélo.en ‘tézminos puramente briténicos, ya que Inglaterra formaba parte de “itia econofnia mds amplia, que podemos llamar “economfa europea” o “economila mundial de’ los estados mirftimos europeos'|. Formaba jaree- dé upa red més exten de relaciodes econdmicys qu incula va- rias zonas'“avanzadas”, algunas de las cuales eran tambign zonas de potencial industrializacién o que aspiraban a ella, 4reas de “economia dependiente”, asi coma, economfas extranjeras marginalts no relacio- Thadas sustancialmente con Europa. Estas, econom{as |dependientes consistfan, en parte, en colonias formales (como en las Américas) o en puntos de:comercio y doniinio (como en Oriente) y, en parte, en sec- tores hasta cierto punto econdmicamente especializados en atender las ‘demandas de las zonas “avanzadas" (como parte de Europa oriental). E] mundo; "avanzado” estaba ligado al dependiente por.uha cierta di- visidn de la actividad econémica: de una parte una zona relativamente urbanizada, de otra zonas que producfan y exportaban abundantes productos! agrcolas o mateiasprimas, Estas rlaciones pueden de cribirse como un sistema de intercambigs —de comercio, de pagos in- temacionales, de transferencias de capitales, de migraciones, etc.—. Desde hatia varios siglos, la “economia europea” habia dado la- ras muestras de expansién y desarrollo dindmico, aunque también ha- bia experimentado notables retrocesos o desvios econdmicns, especial- mente entre los siglos xrv al xv y xvi. 36 INDUSTRIA B IMPERIO No cbftante, es importante advertir que esta economia curopea tendfa también a eicindirse, por lo menos desde el siglo xav,.en unida- des politipo-econémicas indtpendientes y concurrentes (“‘estados” te- rritotiales) fomo Gran Bretafa y Francia, cada uno con su propia es- tructura ecgnémica y social y que contenfa en si misma zonas y secto- res adelantados y atrasados|o deptndientes. Hacia el siglo xv1 era to- talmente claro que si la Reyolucién industrial habia de producirse en algin lugar, debia serlo en\jalguno que formara parte de la economfa europea. Por qué esto era af{ no es cosa que vayamos a analizar ahora, pens auein corepo ide a una etapa anterior a la que trata este ibro. Sin émbargo, no cra evidente cudl de las unidades concurrentes habfa de ser la primera en jndustrializarse. El problema sobre los ori- genes de la Revolucién industrial que aqui esencialmente nos concier- ne es por qué fue Gran Brdtafia la que se convirtié en el primer “taller del mundo”, Una segunda cuestién relacionada con la anterior ¢s por qué este hécho ocurrié hacia fines, del siglo xv y no antes o después, ‘Anteside estudiar la respuesta (que sigue siendo tema dé polémi- cas y fuehe de incertidumbre), tal vez sea itl eliminar cierto nimero de explicakiones 0 pseudoexplicaciones que han sido habituales duran- te largo, tiempo y que todavia hoy se mantienen de vez en cuando. ‘Muchas, de ellas aportan mds interrogantes que soluciones. Esto ks’ cierto, sobre tpdo, de las teorfas que tratan de explicar la Revoludidn industrial en términos de clima, geografia, cambio biol6gi- co en la pblacién u otros, fuctores exdgenos. Si, como se ha dicho, et cstimulo para la revolucién procedia digamos que del excepcional lar- go perfodo de buenas cosechas que tuvo lugar a principios del siglo Xvill, entonces tendrianios que explicar por qué otvos perfodos simila- res anteriores a esta fecha (perfodos que se sucedicron de vez en cuan- do en la historia) no tuvieron consecuencias semejantes. Si han de ser Jas grandes reservas de carbén de Gran Bretaiia las que expliquen su prioridad, entonces bien podemos preguntarnos por qué sus.recursos naturales, comparativamente escasos, de otras materias primas indus- triales, por ejemplo, mineral de hierro) no la dificultaron otro tanto 0, alternativamente, por qué las extensas carboneras silesianas no produ- jeron un despegue industrial igualmente precoz. Si el clima hiimedo del Lancashire hubiera de explicar la concentracién de la industria al- ggodonera, entonecs deberfamos preguntarnos por qué las otras zonas igualmente hiimedas de las islas britdnicas no consiguieron 0 provoca- ron tal concentracién. ¥ asi sucesivamente. Los factores climaticos, la sgeografia, Ia discribuci6n de los recursos naturales no actian indepen EL ORIGEN DE LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 37 dientemente, sino s6lo dentro de una determinada estructura econdmi- a, social ¢ iristitucional... Esto es valido incluso para el més poderoso de estos factbres, un ficil acceso al mar o a rios navegables, es decir, para la fornia de transporte més barata y mis prictica de la era prein- dustrial (y eft el caso de productos en gran cantidad la tinica realmente ‘econémica). Es casi inconcebible que una zona totalmente cerrada por tierra pudierd encabezar la Revolucién industrial moderna; aunque ta- Ics regiones,son més escasas de lo que uno piensa. Sin embargo, aun aqui los factpres no geogrdficos no deben ser descuidados: las Hébri- das, por cjemplo, tienen més accesos al mar que la°mayor parte del Yorkshire. El problema de la poblacién es algo distinto, ya que sus. movi- mientos pueden explicarse por factores exdgenos, por los cambios que experimentajla sociedad humana, o por una combinacién de ambos. ‘Nos detendremos en él algo més adelante. Por ahora nos contentare- ‘mos con obiervar que hoy en dfa los historiadores no defienden sus- tancialmente las explicaciones puramente exdgenas que tampoco se aceptan en este libro. ‘También deben rechazarse las explicaciones de la Revolucién in- dustrial que ta remiten a “accidentes histéricos”. El simple hecho de los grandes descubrimientos de los sighos xv y xvt no explican la in- dustrializacién, como tampoco la. “revolucién cientifica” del siglo xvi? Tampoco puede explicar por qué la Revolucién industrial tuvo lugar a fines: del siglo xvut y no, pongamos por caso, a fines del xvi cuando tanto el conocimiento europeo del mundo externo y la tecno- logfa cientifica eran potencialmente adecuados para el tipo de indus- .cién que habfa de desarrollarse més tarde, Tampoco puede ha- cerse responsable a la reforma protestante ya fuera directamente 0 por via de cierto “espititu capitalista” especial u otro cambio en la actitud econdmica inducido por el protestantismo; ni tampoco por qué tuvo lugar en Inglaterra y no en Francia. La Reforma protestante tuvo lu- gar mas de dos siglos antes que la Revolucién industrial. De ningin modo todos los paises que se convirtieron al protestantismo fueron luego pioneros de esa revolucién y —por poner un ejemplo fécil— las zonas de los Paises Bajos que permanecieron catélicas (Bélgica) se in- dustrializaron antes que las que se hicieron protestantes (Holanda).? Finalmente, también deben rechazarse los factores puramente po: IMticos. En la segunda mitad del siglo xv pricticamente todos los go- biernos de Europa querfan industrializarse, pero sélo lo consiguié el briténico. Por ef contrario, los gobiernos briténicos desde 1660 en 38 INDUSTRIAB IMPERIO. adelante estuvieron firmemente comprometidos en politicas que favo- rectan la persecucién del beneficio por encima de cualesquicra otros objet sin embargo la, Revolucién industrial no aparecié hasta mis dean siglo después Recharar ‘estos factores como explicaciones simples, exclusivas 0 primarias no es, desde lucgo, negarles toda importancia. Serfa una ne- ccedad, Simplemente lo que se quicre es establecer escalas de importa cia relativas, y. de paso, clarificar algunos de los problemas de paises «que inician hoy on dia su industrializacién, en tanto en cuanto pucdan ser comparables Las principales condiciones previas para Ia industrializacién ya es- taban presentes en la Inglaterra del xvin 0 bien podian lograrse’ con facilidad. Atendiendo a las pautas que se aplican generalmente 2 los paises hoy en dia “subdesarrollados”, Inglaterra no lo estaba, aunque silo estaban determinadas zonas de Escocia y Gales y desde luego toda {rlanda, Los vineulos econdinicos, sociales ¢ idcol6gicos que in- miovilizaron a la mayoria de las gentes preindustriales en fituaciones y ‘ocupaciones tradicionales ya eran débiles y podian ser desterrados con facilidad, Veamos un ejemplo facil: hacia 1750 es Sado, tal como ya hemos visto, que se pudiera hablar con propiedad de un campesino propictario de la tierra en extensas zonas de Inglaterra, yes cierto que yyi no se podia hablar de agricultura de subsistencia.* De ahi que no hubieran obstéculos insalvables para la transferencia de gentes ocups- alas en menesteres no industeiales a industriales. El pals habia cum lado y tstaba acumulando un excedente lo bastante ariplio como para ppermitir Ja necesaria inversiOn en un equipo no muy cosjoso, antes de Jos ferrocarriles, para lt transformcién econémica. Buena’ parte de ste excedente se concentraba en manos de quienes deséaban invertir en el progreso econdiico, en tanto que una cifra reducidh pertenecfa a entes deseosas de invertir sus recursos en otras instanciak (econémica- mente menos deseables) como la mera ostentacién.,.No ¢xistié escasez de capital ni en términos absolutes ni en términos relativos. El pais no cra simplemente una economfa de mercado ~ dcr, ur{a economia en Ix que se compran y venden la mayoria de bienes y sefvicios—, sino «que en muchos aspectos constitufa un solo mercado nafional, Y ade- imvis poseia un extenso sector manufacturero altamente desarrollado y tun aparato comercial todavia més desarrollado. Tis mis: problemas que hoy son graves en los paises subdesarro- Hades que uratan de industrializarse eran poco importantes en la Gran Viretaiia del xvi. Tal como hemos visto, ef transporte ¥ las comunica- EL ORIGEN DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL 39 iones eran relativamente ficiles y baratos, ya que ningin punto del pals dista mucho més allé de los 100 km del mar, y atin menos de al- ‘unos canales navegables. Los problemas tecnol6gicos de.la.primsra Revolucién industrial fueron francamente sencillos. No requitieron trabajadores'con cualificaciones cientificas etpecializadas, sino mera- mente Jos hombres suficientes, de ilugtracién normal, que estuvieran familiarizados con instrumentos mec4nicos sencillos y el trabajo de los metales, y poseyeran experiencia prdctica y cierta dosis de iniciativa. [Los afios posteriores 2 1500 habfan proporcionado ese grupo de hombres. Muchas de las nuevas inversiones técnicas y-establecimien- tos productivos podian arrancar econémicamente a pequetia escala, € inse engrosando progresivamente por adicién sucesiva, Es decir, re- querfan poca invetsién inicial y su expansién podia financiarse con los beneficios acumulados. E} desarrollo industrial estaba dentro de las rmultiplicidad de pequefios empresatios y artesanos xin pafs del siglo xx que emprenda la Jn tiene, o puede tener, algo parecido a estas.ventajas, ere decir que no surgieran,obstdculos en el camino de ién briténica, sino sélo que fueron faciles de superar a causa de que ya existian las condiciones sociales y econémicas funda- _mentales, pdrque el tipo de industrializacin del siglo xvui era compa- Tativamente| barato y sencillo, y porque el pais cra lo suficientemente rico y floreciente como para que le afectaran_ineficiencias que podian haber dado al traste con economias menos dispuestas, Quizd s6lo una potencia industrial tan afortunada como,Gran Bretafia pi aportar aquella desconfianza en la Idgica y Ia planificacin (incluso fa priva- da), aquella fe en la capacidad de salirse con la suya tan caracteristica de los ingledes del siglo x1x. Ya veremos més adelante cémo.se supera- ron algunos de los problemas de crecimiento. Ahora lo importante es advertir que nunca fueron realmente gtaves. El oh referido al origen dela Revolucién indystrial que aqui nos cohcieme no es, por tanto, cémo se acumulé el material dela explosién etonémica, sino.cémo se prendi la mecha; y podemos afa- dir, qué fueilo que evité que la primera éxplosi6n abortara después del impresionate estallido inicial. Pero gera en realidad necesario un me- canismo epecal?” gNo eta inevitable que un perfodo suficientemente largo de acumulacién de material explosivo produjera, més pronto mds tarde, fe alguna manera, en alguna parte, la, combustién esponté- nea Tal vf no Sin embargo Jos érminos qu hay que explicar son "de algunalmanera” y “en alguna parte"; y ello tanto mds euanto que 40 INDUSTRIA B IMPERIO ‘cién industrial, plantea un buen nimero de acertijos. Sabymos que eso ‘ocurrié en| determinadas partes del mundo; pero también pabemos que fracas6 ef otras, y que incluso la Europa occidental nfcesité largo tiempo para llevar a cabo tal revolucién. Bl acertijo reside en las relaciones entre la obtencién ‘ beneficios el modo ¢n que una econoniia de empresa privada sh la Revolu- y las inndvaciones tecnolé gicas. Con frecuencia se aceptalque una eco- rnomfa de| empresa privada tiene una tendencia automatiga hacia fa in- novacién pero esto no es asf, Sélo tiende hacia el beneficio, Revolu- cionard Ig fabricacién tan s6lo si se pueden conseguir Conjello mayores beneficiok, Pero en las socidades peindutriles Ese apes puede ser el caso, Hl mercado disponible y futuro —el mercado que determina lo que debe! producir un negogiante— consiste en los ricos, {que piden ar- ticulos de lujo en pequeiiag cantidades, pero con un elqvado margen de beneffcio por cada venta, y en los pobres ~si es qud existen en la economf de mercado no ‘producen sus propios bienes le consumo a nivel doméstico o local— quienes tienen poco dinero, fo estin acos- tumbradps a las novedades-y recelan de ellas, son reticfntes a consu- mir productos en serie ¢ incluso pueden no estar concerfrados en ciu- dades 0 8 ser accesibles alos fabricantes nacionales. Y flo que es més, no es probable que ¢l mercado de masas crezca, muchb mas ripida- mente qhe la tasa relativamente lenta de crecimiento dd kx poblacién, Parecerih mis sensato vestir a las princesas con modelo baute couture ‘que especular con las oportunidades de atraer a las hijag de los campe- sinas a la'compra de medias de seda artificial. El negokiante sensato, renia cleccién, fabricarfa relojesjoya carisimos para los aristécratas yy no baratas relojes de pulsera, y cuanto més caro fuera el proceso de Tanear al mercado artéculos baracos revolucionarios, tanto més dudarfa cn jugarse su dinero en él, Esto lo expresé admirablemente un millo- nario francés de mediados del siglo xx, que actuaba en un pais donde ines para el indust 0 moderno eran relativamente po- bres: “Hay tres maneras de perder el dincro —decia el gran Rothschild, las mujeres, el juego y los ingenietos. Las dos primeras son mis agradables, pero la sltima es con mucho fa mas segura”? Nadie podia acusar a Rothschild de desconocer cuél era el mejor ca- mino para conseguir los mayores beneficios. En un pais no industriali zado no era por medio de la industria. La industrializacién cambia todo esto permitiendo a la produc- cién —dentro de ciertos limites~ que amplie sus propios mercados, ‘cuando no crearlos, Cuando Henry Ford fabricé su modelo “T", fa- EL ORIGEN DE LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 4 bricé también algo que hasta entonces no habia existido: un amplio iimero de elientes para un automévil barato, de serie y sencillo, Por supuesto qué su empresa ya no era tan descaradamente especulativa ‘como parecla. Un siglo de industrializacién habfa demostrado que la produccién masiva de productos baratos puede multiplicar sus merca- dos, acostumbrar a la gente.a comprar mejores articulos que sus pa- dres y descubrir necesidades en las que sus padres ni siquiera habian sofiado. La fuestién es que antes de la Revolucién industrial, o en pai- ses que ain ino hubieran sido transformados por ella, Henry Ford no habria sido. un pionero econémico, sino un chifladg condenado al fracaso. 4Cémoise presentaron en la Gran Bretaiia del siglo xvi las con- diciones que condujeron a los hombres de negocios a revolucionar la Pioduccién? ¢Cémo se las apafiaron los empresarios para prever no ya la modesta aunque s6lida expansién de Ja demanda que podia ser satisfecha del modo tradicional, o por medio de una pequeiia exten- si6n y mejora de los viejos sistemas, sino la répida e ilimitada expan- sién que la tevolucién requeria? Una revolucién pequeia, sencilla y barata, segifa nuestros patrones, pero no obstante una revolucién, un salto en la pscuridad. Hay dos escuclas de pensamiento sobre esta cuestién, Una de ellas hace hincapié sobre todo en el mercado interior, gque era conjmucho la mayor sada para los productos del pats; la 0 cn eljimercado exterior 0 de exportacién, que era mucho mis ndmico y amapliable. La respuesta correcta es que probablemente am- bos eran estnciales de forma distine=, como también lo era un tercer factor, con frecuencia descuidado: ef gobierno. El mercido interior, amplio y en expansidn, sélo podia erecer de cuatro maneras importantes, tees de las cuales no parecfan ser excep- cionalmente répidas. Podia haber crecimiento de ta poblacién, que creara més consumidores (y, por supuesto, productores); tuna transfe- rencia de las gentes que recibfan ingresos no monetarios a monetarios ‘que creara mas clientes; un incremento de la renta per capita, que crea ra mejores clientes; y que los articulos producidos industrialmente sustituyeran a las formas mds anticuadas de manufactura 0 a las.im- portaciones, La cuestién de la poblaciéa es tan importante, y en afios recientes ha estimulado tan gran cantidad de investigaciones, que debe ser bre- ‘vemente analizada aqui. Plantea tres cuestiones de las cuales sto la terce- ra ataite directamente al problema de Ia expansién del mercado, pero todas son importantes para el problema més general del desarrollo ad INDUSTRIA B IMPERIO 0 y social britinico, Estas cuestiones son: 1),¢ Qué suecdié a la poblacién briténica y por qué? 2) gQué efecto tuvicron estos cam- bios de poblacién en la economia? 3) ¢ Qué efecto tuvieron en la es- uctura del pueblo britinico? Apenas si existen cmputos fiables de la poblacién briténi de 1840, cuando se introdujo el registro piblico de naci y_mucrtes, pero no hay grandes dudas sobre su mor neral, Entre finales del siglo xvit, cuando Inglaterra 'y Gales con- aban con anos cinco millones y cuarto de habitantes, y mediados del siglo xvut, la poblacién erecié muy lentamente y en ocasiones pucde haberse estabilizado 0 incluso Hegado a declinar. Después de a década de 1740 se elevé sustancialmente y a partir de In década de 1770 lo hizo con gran rapider para las cifras de la época, aunque no para las nuesteas.® Se duplicd en cosa de 50 0 60 aiibs después de 1780, y lo hizo de nuevo durante los 60 aitos que van desde 184] a 1901, aunque de hecho tanto las. tasas de nacimiento} como las de muerte comenzaron a caer ripidamente desde la década de 1870. Sin embargo, estas cifras globales esconden variaciones muy sustanciales, tanto cronoldgicas como regionales, Ast, por ejemplo, mientras que en Ja primera del siglo xvi, ¢ incluso hasta 1780, la zora de Londres Inubiera quedado despoblada a no ser por la masiva imigracién de gen- tes del campo, el futuro centro de la industrializacién, ef noroeste y las Midlands orientales ya estaban aumentando répidamente. Después cl inicio real de la Revolucién industrial, las tasas de crecimiento na- tural de I \cs principales (aunque no de migracién) tendicron.a- hacers excepto por lo que respecta al insano éi idi- jentos no se vieron afectados, antes del sigha xx, por cidn internacional, ni siquiera por la irlandesa. gSe debieron a variaciones en el indice de nacimientos o de mortalidad? Y si es asi -s fueron las causas? Estas cuestiones, de gran interés, son in- ‘mensamente complicadas aun sin contar con que las informaciones que posceios al respecto son muy deficientes.” Nos preocupan aqui tan slo en cuanto que pueden arrojar luz sobre la cuestién. En qué grado cl aumento de poblacién fue causa, o consecuencia, de factores econd- sto ¢s, hasta qué punto Ia gente se casd 0 coricibid hijos mas pronto, porque avo mejores oportunidades de conseguir un troz de tierra pata cultivar, o un empleo, 0 bien —como se hg dicho— por la dlemanda de trabajo infantil. Hasta qué punto decling su mortalidad porque estaban miejot alimentados o con més regularidad, o a causa de EL ORIGEN DE LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 43 mejoras ambientales. (Ya que uno de los pocos hechos que sabemos con alguna certeza es que la cafda de los indices de mortalidad se debié a que morfan menos lactantes, nifios y quizds adultos jévenes antes que a una prolongacién real de la vida mds alld del cémputo biblico de se- tenta afios,® tales disminuciones paciron acarrear un aumento en el indice de nacimientos. Por ejemplo, si morian menos mujeres antes de los treinta aiios, la mayoria de ellas es probable que tuvieran los hijos que podian esperar entre los treinta afios y la menopausia.) Como de costumbre, no podemos. responder a.estas cuestiones con certeza. Parece claro que la gente tenfa mucho mis en cuenta los factores econdmicos al casarse y al tener hijos de lo que se ha supuesto algunas veces, y.que determinados cambios sociales (por ejemplo, el hecho de que cada ver los obreros vivieron menos en casas pertene- cientes a sus patronos) puedan haber alentado o incluso requerido fa~ rilias mas precoces y, tal vez, mas numerosas. Es también daro que una economfa familiar que tan sélo podfa ser compensada por ¢l tra- bajo de todos sus miembros, y formas de produccién que émpleaban trabajo infantil estimulaban también el crecimiento de la poblacién. Los contempordneos opinaban que ésta respondia a los cambios en la demanda de trabajo, y es probable que la tasa de nacimientos aumen- tara entre las décadas de 1740 y 1780, aunque no debe halferse incre- mentado de forma significativa a partir de esta fecha. Por lb que hace a la ‘mortalidad, los adelantos médicos casi no desempefiaron ningin papel importante en su reduccién (excepto quizés por lo que hace a la vacuna antivaridlica) hasta promediado el siglo xix, por lo que sus cambios se deberi, sobre todo, a cambios econémicos, sociales 0 ambientales. Pero hasta muy avanzado el siglo xix no parece que hue biera disminuido sensiblemente. Hoy por hoy no podemos ir mucho mds alld de semejantes generalizaciones sin entrar en una batalla aca- démica envuelta en la polvareda de la polémica erudita. _eCudles fueron los efectos econémicos de estos cambios?. Mis gente quiere decir mas trabajo y més barato, y éon frecuencia se supo- ne que esto es un estimulo para el crecimiento econdmico gn el sistema ‘apitalista. Pero por lo que podemos ver hoy en dia en muchos paises subdesarrollados, esto no es asf. Lo que sucederd simplemente es el ha- cinamiento y el estancamiento, o quizds una catdstrofe, como sucedié on Irlanda y en las Highlands escocesas a principios del siglo xix (ver infra, p. 287). La mano de obra barata puede retardar la inc ializa- cién, Si en la Inglaterra del siglo xvm una fuerza de trabajo cada vez mayor coadyuvé al desarrollo fue porque la economia ya era dindmi- 44 INDUSTRIA E IMPERIO ca, no porque alguna extrafia inyeccién demogrifica la hubiera hecho ast. La poblacién crecié répidamente por toda la Europa septentrio- nal, pero la industrializacién no tuvo lugar en todas partes, Ademés, ‘més gente significa mis consumidores y se sostiene firmamente que esto proporciona un estimulo tanto para la agricultura (ya.que hay que alimentay a esa gente) como para las manufacturas. Sin qmbargo, la\poblacién briténica erecié muy gradualmente en dl siglo anterior a 1750, y su tpido aumento coincidid con la Revolu- cién industrial, pero (excepto en unos pocos lugares) no la precedié. Si Gran Brétaiia hubjera sido un pais menos desarrollado, podfan haber- se realizado sibitas y amplias transferencias de gente digamos que des- de una qponomia de sbssttcia a una ceasomla monetaia,« de la manufactura doméstica y artesana a la industria, Pero, como hemos visto, elipais era ya una economia de mercado con un amplio y cre- ciente sector manufacturero. Los ingresos medios de los ingleses au- mentaroh sustancialmente en la primera mitad del siglo xvm, gracias, sobre tddo a una poblacién que se estancaba y a la falta de traba- jadores.; La gente estaba en mejor posicién y podia comprar mas; ademds len esta €poca es probable que hubiera un pequeio porcen- taje de inifios (que orientaban los gastos de los padres} pobres hacia la compra de articulos indispensables) y una proporcih mis amplia de jévehes adultos pertenecientes a familias reducidas (con ingresos para ahorrar). Es muy probable que en este perfode muchos ingle- ses aprendieran a “cultivar nuevas necesidades y establecer nuevos niveles de expectacién”,? y por lo que parece, hacia 1750 comen- zaron a dedicar su productividad extra a un mayor nimero de bie- nes de consumo que al ocio, Este incremento se asemeja mas a las aguas de un plicido rio que a los rdpidos saltos de una catarata, Explica "por qué se reconstruyeron tantas ciudades inglesas (sin revolucién tecnolégica alguna) con la clegancia rural de la arquitectu- ra clisica, pero no por qué se produjo una revolucién incusteial. Quizés tres casos especiales sean excepcién: el transporte, los mentos los productos basicos, especialmente el carbén, Desde principios del siglo xvi se llevaron a cabo mejoras muy sustanciales costosas en el transporte tierra adentro —por rfo, canal ¢ incluso carretera, con el fin de disminuir los costos prohibitivos del transporte de superficie: a mediados del siglo, treinta kilémetros de transporte por tierra podian doblar el costo de una tonelada de pro- ductos. No podemos saber con certeza la importancia que estas mejo- ras supusieron para el desarrollo de Ja industrializacién, pero no hay EL ORIGEN DE LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 45 duda dé que el impulso para realizarlas provino del mercado interior, y.de modo njuy especial de la creciente demanda urbana de alimentos ¥ combustible, Los productores de articulos domésticos que vivian onas alejadds del mar en las Midlands occidentales (alfareros de Staf- fordshire, 0 los que claboraban utensilios metilicos en la regién de Birmingham). presionaban en busca de un transporte més barato. La diferencia en'los costos del transporte era tan brutal que las mayores inversiones te perfectamente rentables. El costo por tonelada entre Liverpool y Manchester o Birmingham se vela reducido en un 80 por ciento recurtiendo a los canales. : Las industrias.alimenticias, compiticron con {a5 textiles, como avanzadas de la industeiaizacién de empresa privada, ya que exist para ambas lin amplio mercado (por lo menos en las ciudades) que no esperaba més que ser explotado, El comerciante menos imaginativo podia darse fuenta de que todo el mundo, por pobre que fuese, coma, bebia y se vestia. La demanda de alimentos y bebidas manufacturados era mis linfitada que la de tejidos, excepcién hecha de productos como hatind, y bebidas alcohélicas, que sélo se preparan doméstica- mente en economias primitivas, pero, por orn pate, los productos ali menticios etan mucho més inmunes a la competencia exterior que los tejidos, Por lo tanto, su industrializacién tiende a desempeiiar un pa- ‘pel més importante en los paises atrasados que en los adelantados. Sin embargo, Ids molinos harineros y las industrias cerveceras fueron im- portantes pioneros de la revolucién tecnol6gica en Gran Bretaiia, aun- ‘que atrajesen menos la atencién que los productos textiles porque no transformaban tanto la economia circundante pese a su apariencia de gigantescos monumentos de la modernidad, como las cervecerias Guinness en Dublin y los celebrados molinos de vapor Albion (que tanto impresionaron al poeta William Blake) en Londres. Cuanto ma- yor fuera la ciudad (y Londres era con mucho la mayor de la Europa occidental) y m4s r4pida su urbanizacién, mayor era el objetivo para tales desarrollos. ¢No fue Ia invencién de la espita manual de cerve7a, ‘conocida por cualquier bebedor inglés, uno de los primeros triunfos de Henry Maudslay, uno de los grandes pioneros de la ingenieria? El mercado interior proporcioné también una salida importante para lo que mas tarde se convirtieron en productos bisicos. Hl consu- mo de carbin se realizd casi enteramente en el gran niimero cle hoga- res urbanos, especialmente londinenses; el hierro —aunque en mucha menor cantidad— se refleja en la demanda de enseres domésticos como pucheros, cacerolas, clavos, estufas, ete. Dado que lus cantida- 46 INDUSTRIA E IMPERIO es de carbén consumidas en los hogares ingleses eran mucho mayores aque la demanda de hierro (geacias en parte a la ineficacia del hogar- chinienca briténico comparado con Ja estufa continental), la base prcindustrial de la industria del carbén fue mas importante que la de Ja industria del hierro. Incluso antes de la Revolucién industrial, su produccién ya podfa contabilizarse en millones de toneladas, primer articulo al que podian aplicarse tales magnitudes astronémicas., Las. maquinas de vapor fueron producto de las minas: en 1769 ya se ha- ian colocado un centenar de “méquinas atmosféricas” alrededor de Newcastleon-Tyneyde ls que 57 estaban en funcionamiento, (Sin ‘embargo, las méquinas més modernas, del tipo Watt, que fueron real- mente fas fundadoras de la tecnologia industrial, avanzaban muy len- tamence en fas minas.) Por otra parte, el consumo total britnico de hierro en 1720 cra inferior a 50.000 toneladas, ¢ incluso en 1788, después de iniciada la Revolucién industrial, no puede haber sido muy superior a las 100.000, La demanda de acero era prdcticamente despreciable al pre- cio de entonees. El mayor mercado civil para el hierro era quizé toda- via el agricola —arados y otras herramientas, herraduras, coronas de rucdas, ete— que aumentaba sustancialmente, pero que apenas era lo bastante grande como para poner en marcha una transformacién in- dustrial. De hecho, como veremos, la auténtica Revolucién industrial en el hierro y el catb6n tenia que esperar a la época en que el ferroca- rril proporcionara un mercado de masas no s6lo para bienes de consu- mo, sino para las industrias de base. El mercado interior preindustrial, ¢ incluso la primera fase de la industrializaci6n, no lo hactan atin a es- cala suficiente Ia principal ventaja del mercado interiof preindusttial era, por lo tanto, su gran tamatio y estabilidad, Es posible que su participacién en Ja Revolucién industrial fuera modesta pero es indudable que promo- vi6 cl crecimiento econdmico y, lo que es més importante, siempre es- ravo en condiciones de desempefiar el papel de amortiguador para las industrias de exportacién més dindmicas frente a las repentinas flue- twaciones y colapsos que eran dl precio que tenfan que pagar por susu- petior dinamismo, Este mercado acudié al rescate de las industrias de exportacién en a década de 1780, cuando la guerra y Ia revoluci6n ‘imericana las quebrantaron y quizds volvid a hacerlo tras las guerras, napolednicas, Ademds, el mercado interior proporcioné la base para tuna cconoméa industrial generalizada, Si Inglaterra habia de pensar maiiana lo que Manchester hoy, fue porque el resto del pats estab EL ORIGEN DE LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 47 dispuesto a seguir el ejemplo del Lancashire. A diferencia de Shanghai en la China precomunista, o Ahmedabad en la India colonial, Man- chester no constituyd un enclave moderno en el atraso general, sino aque se convirtié en modelo para el resto del pais. Es posible que el mercado interior no proporcionara la chispa, pero sumministeé el com- bustible y el tiro suficiente para mantener el, fuego. Las industrias para exportacién trabajaban en condiciones muy distintas y potencialmente mucho mAs revolucionarias. Estas indus- trias fluctuaban extraordinariamente —mas del 50 por ciento en un solo afio—, por lo que el empresario que andaba lo bastante listo como para alcanzar las expansiones'podia hacer su agosto. A la larga, cstas industrias se extendieron més, y-con mayor rapidez, que las de los mercados interiores. Entre 1700 y 1750 las industrias doméstic mentaron su produccién en un siete por ciento, en tanto que las orien- tadas a la exportacién lo hacfan en un 76 por ciento; entre 1750 y 1770 (que podemos considerar como el lecho del take-off industrial) lo hicieron en otro siete por ciento y 80 por ciento respectivamente, “La demanda interior crecia, pero Ja exteriot, se miultiplicaba, Si_era precisa tina chispa, de aqui habia de llegar. La manufactura del algo- én, primera’ que se industrializd, estaba vinculada esencialmente al ccomercio ultramatino, Cada onza de material en bruto debia ser im- portada de las zonas subtropicales o tropicales, y, como veremos, sus productos habjan de venderse mayormente en el exterior. Desde fines a la que se aplicd en seguida el vapor. Las dos tiltimas innovaciones levaban im- 58 INDUSTRIA.E IMPERIO. plicita la produccién en fébrica. Las factorfas algodoneras de la Revo- Jucién industrial fueron esencialmente hilanderfas (y estableci donde se cardaba el algodén para hilarlo). El tejido se mantuvo a la par de esas innovaciones multiplic: Jos tclares y tejedores manuales. Aunque en los afios 80 se habia in- ventado un telar mecénico, ese sector dela manufactura no fue meca- nizado hasta pasadas las guerras napoledniéas, mientras que los tcje- lores que habian sido atraidos con anterigridad a tal industria, fueron clinninados de ella recurriendo al puro expediente de sumirlos en la in- digencia y sustituirlos en las fébricas por mujeres y nifios. Entretanto, sus salarios de hambre retrasaban la mecanizacién del tejido. Asi pues, los afios comprendidos entre 1815 y la década del 40 conocieron la difusién de la produceién fabril por toda la industria, y su perfeccio- rnamicnto por Ia introduccién de las maquinas autométicas (self-acting) y otras mejores en la década de 1820. Sin embargo, no se produjeron nuevas revoluciones técnicas. La male siguié siendo la base de la hila- tura briténica en tanto que la continua de anillos (ring-spinnjng) —in- ventada hacia 1840 y gencralizada actualmente— se dej6 a lod ext ros. Hi telar mecinico dominé el tejido. La aplastante superi ‘mundial conseguida en esta época por el Lancashire habia empezado a hacerlo técnicamente conservador aunque sin llegar al estanéamicnto. La tecnologia de la manufactura algodonera fue pues muy senci- lla, como también lo fueron, como veremos, la mayor parte del resto de los cambios que colectivamente produjeron la Revolvicién indus- trial. Esa tecnologia requerla pocos conocimientos cientificos o una es- pecializacién técnica superior a la mecénica préctica de principios del siglo xvi. Apenas si nccesité Ia potencia del vapor ya que, aunque el algodén adopts la nueva maquina de vapor con rapidlez y en mayor extensidn que otras industrias (excepto la minerfa y la metalurgia), en 1838 una cuarta parte de su energia procedia ain del agua. ‘Esto no significa ausencia de capacidades cientificas 0 falta de interés de los nuevos industriales en la revolucién técnica; por el contrario, abunda- jentifica, que se aplicé répidamente a cuestiones pricticas por cientificos que atin se negaban a hacer distincién entre pensamiento “puro” y “aplicado”, Los industriales aplicaron estas in- novaciones con gran rapiclez, donde {ue necesario © ventajpso, , s0- bre todo, elaboraron sus métodos de produccién a partir de un racio- nalismo riguroso, hecho sefaladamente caracteristico de iuna época cientifica, Los algodoneros pronto aprendieron a construit sus edifi ios con tna finalidad puramente funcional (un observador extranjero LA REVOLUCION INDUSTRIAL 59 refido con la modernidad sostuvo que “a menudo a costa de sacrificar la belleza externa)‘ y a partir de 1805 alargaron la jornada Iaboral iluminando sus fébricas con gas. (Los primeros experimentos de ilumi- nacién con gas no se remontan a més alld de 1792.) Blanquearon y ti- fieron los tejidos echando mano de las invenciones mds recientes de la quimica, ciencia que puede decirse cristalizd entre 1770 y 1780, con cl advenimicnto de la Revolueién industrial. No obstante, la indus- ia quimica que florecié en Escocia hacia 1800 sobre esta base se re- monta a Berthollet, en 1786 habfa sugerido a James Watt el uso del cloro para blastquear los tejidos. La primera etapa de la Revolucién industrial fue téenicamente un tanto primitiva no porque no se dispusiera de mejor ciencia y tecnolo- _gia, 0 porque la gente no tuviera interés en ellas, o no se les convencie- ra de aceptar su concurso. Lo fue tan s6lo porque, en conjunto, la apli- cacién de ideas y recursos sencillos (a menudo ideas viejas de siglos), normalmente nada caras, podia producir resultados sorprendentes. La novedad no radicaba en las innovaciones, sino en la disposicién mien- tal de la gente préctica para utilizar la ciencia y la teenologfa que du- zante tanto tiempo habfan estado a su alcance y en el amplio mercado que se abria a los productos, con la répida cafda de costos y precios, No radicaba en el florecimiento det genio inventivo individual, sino cn la situacién prdctica que encaminaba el pensamiento de los hom- bres hacia problemas solubles. Esta situacién fue muy afortunada ya que dio a la Revolucién'‘in- dustrial inicial un’ impulso inmeiis6, quizds esencial, y la puso al alcan- ce de un cuerpo de empresarios y artesanos cualificados, no especial- mente ilustrados-o sutiles, ni ricos-en demasfa que se movfan en una cconomia floreciente y cn expansién cuyas oportunidades podian aprovechar con facilidad, En otras palabras, esta situacién minimizé los requisitos bésicos de especializacién, de capital, de finanzas a gran cscala 0 de organizacién y planificacién gubernamentales sin lo cual hiinguna industriaizacién es posible. Gonsideremos, por via de con- traste, [a situacién del pais “en vias de desarrollo” que se apresta a realizar su propia revolucién industrial. La andaduta ids elemental ~digamos, por ejemplo, la construccién de un adecuado sistema dé transporte precisa un dominio de la ciencia y la tecnologia impensa- ble hasta hace cuatro dias para las capacidades habituales de’ io més de una pequefia parte de la poblacién, Los aspectos ms caracteristicos de la produccién moderna —por ejemplo la fabricacién de vehiculos a motor— son de unas dimensiones y una complejidad desconocidas 60 INDUSTRIA & IMPERIO pata la experiencia de la mayosa de la pequefa case de negocans locales aparecida hasta ese momento, y requieren una inversién ini- cial muy alejada de sus posibilidades independientes de acumulacién de capital, Aun las menores capacidades y hibitos que damos por des- contados en las sociedades'desarrolladas, pero cuya ausencia las desar- ticularfa, on cscasos en tales paises: alfabecismo, sentido de la punt lidad y is regularidad, canalizacién de las rutinas, ete. Por poner un solo ejemplo: en el siglo xvm atin era posible desarrollar una industria minera dél carbén socavando pozos relativamente superficales y gale- vias laterales, utilizando para ello hombres con zapapicos y transpor- tando al garbén a la superficie por medio de vagonetas a mano o tir das por jamelgos y elevando cl mineral en cestos.” Hoy en dia x completamente imposible explotar de este modo los pozos petrolife- ros, en competencia con"la gigantesca y compleja industria petrolera internacional De modo similar, el problema crucial para el desarrollo’ econémi- co de un pais atrasado hoy en dia es, con frecuencia, el que expresaba Stalin, gran conocedor de esta cuestién: “Los cuadros son quienes lo deciden todo”. Bs mucho mis ffeil encontrar el capital para li cons- lustria moderna que dirigirla; mucho més fécil montat una comisién central de planificacién con el pufiado de titula- dos universitarios que pucden proporcionar la mayorfa de paises, que adquitir la gente con capacidades intermedias, competencia técnica y administrativa, etc,, sin las que cualquier economfa moderna se arries- gna diluirse en la ineficacia, Las economias atrasadas que han logeado industrializarse han sido aquellas que han hallado el modo de multipli- car es0s cuadros, y de utilzarlos en el contexto de una poblacién gene- tal que ain carecia de las capacidades y habitos de la industria moder- na, En este aspecto, la historia de la industrializacién de Gran Breta- fia ha sido irrelevante para sus necesidades, porque a Gran Bretaiia el problema apenas la afecté, En ninguna etapa conocié la escasez de _gentes competentes pata trabajar los mietales, y tal como se infiere del uso inglés de la palabra “ingeniero” (engineer = maquinista) los téeni- cos mas cualificados podian reclutarse répidamente de entre los hom bres con experiencia préctica de taller. Gran Bretaiia se las arregls incluso sin un sistema de enscfianza elemental estatal hasta 1870, ni de ensefianza media estatal hasta después de 1902. La via briténica puede ilustrarse mejor con un ejemplo, El mis grande de los primeros industriales del algodén fue sir Robert, Peel (1750-1830), quicn a su muerte dejé una fortuna de casi millén y me- LA REVOLUCION INDUSTRIAL 61 dio de libras una gran suma para aquellos dias— y un hijo a punto de set nombrado primer ministro. Los Peel eran una familia de cam- pesinos yeomen de mediana condicién quienes, como muchos otros en las colinas del Lancashire, combinaron la agricultura con la produc- cién textil doméstica desde mediados del siglo xvu, El padre de sir Robert (1723-1795) vendia atin sus mercancias en el campo, y no se fue a vivir 4 la ciudad de Blackburn hasta 17.50, fecha en que todavia no habfa abandonado por completo las tareas agricolas. Tenfa algunos conocimientos no ténicos, cierto ingenio para los proyectos sencillos y para la invencién (0, por lo menos; el buen sentido°de apreciar las invenciones de hombres como su paisano James Hargreaves, tejedor, carpintero ¢ inventor de la spiuning-jenny), y tierras por un valo ximado de 2,000 a 4.000 libras esterlinas, que hipotecd a principios de la década de 1760 para construie una empresa dedicada a la estam- pacién de indianas, con su cufiado Haworth y wn tal Yates, quien aporté los ahorros acumulados de sus negocios familiares como fon dista en el Black Bull, “La familia tenia experiencia: varios de sus miembros trabajaban en el ramo textil, y el futuro de la estampacién de indianas, hasta entonces expecialidad londinense, parecia excelente. Y, en efecto, lo fue. Tres afios después —a mediados de la década de 1760 sus necesidades de algodén para estampar fueron tales que la firma se dedic6 ya a la fabricacién de sus propios tejidos; hecho que, como observasia un historiador local, “es buena prueba de la facilidad con que se hacfa dinero en aquellos tiempos".” Los negocios prospera- ron y se dividieron: Peel permanecié en Blackburn, mientras que sus dos socios se trasladaron a Bury donde se les asociarfa en 1772 el futuro sir Robert con algin respaldo inicial, aunque modesto, de su padre. Al joven Peel apenas le hacia falta esta ayuda, Empresatio de no- table enetgia, sir Robert no tuvo dificultades para obtener capital adi- ional asocifndose con prohombres locales ansiosos de invertir en la ‘reciente industria, o simplemente deseosos de colocar su dinero: en nuevas ciudades y sectores de la actividad industrial. Sélo la seccidn de estampados de la empresa iba a obtener ripidos beneficios del or- den de unas 70,000 libras al afio durante largos periodos, por lo que nunca hubo escasez de capital, Hacia mediados de la década de 1780 cra ya un negocio muy sustancioso, dispuesto a adoptar cualesquiera innovaciones provechosas y tities, como las méquinas de vapor. Ha- ‘cia 1790 a la edad de cuarenta aiios y s6lo dieciocho después de ha- berse iniciado en los negocios— Robert Peel era baronet, miembro del 62 INDUSTRIA B IMPERIO Parlamento y reconocido representante de una nueva clase: los indus- triales.® Peel diferia de otros esforzados empresarios del Lancashire, incluyendo algunos de sus socios, principalmente en que no se dejé mecer en la cémoda opulencia —cosa que podia haber hecho perfecta- mente hacia 1785—, sino que se lanzé a empresas cada vez mis atrevi- das como capitén de industria, Cualquier miembro de la clase media rural del Lancashire dotado de modestos talento y energia comerciales que se meticra en los negocios de algodén cuando lo hizo Peel, dificil- mente hubiera esperado conseguir mucho dinero con rapidez. Es quiz caracteristico del sencillo coneepto de los negocios de Peel el hecho de que durante muchos aiios después de que su empresa iniciase la es- tampacién de indianas, no dispusiera de un “taller de dibujo” ; es de- i, Peel se contenté con el minimo imprescindible para disefiar los pa- tones sobre los que se asentaba su fortuna. Cierto es que en aquella época se vendia précticamente todo, especialmente al clichte ‘nada sofisticado nacional y extranjero. Entre los lluviosos campos y aldeas del Lancashire apatecié con notable rapidee y facilidad, un nuevo sistema Snductrial Yosndo en tuna nueva tecnologia, aunque, como hemos visto, surgid por'ina com binacién de la nueva y de la antigua. Aquélla prevalecié sobtf ésta. El capital acumulado en Ia industria sustituyé a las hipoteca jrales y a los ahiorros de los posaderos, los ingenictos a los inventivgsionstruc- tores de telares, los telares mecénicos a los manuales, y ui prolctatia- do fabril a fa combinacién de unos pocos establecimientas shecaniza- dos con una masa de trabajadores domésticos dependienteg; Jin las dé- cadas posteriores a las guerras napolebnicas los viejos ceileftos de la nueva industrializacién fueron retrocediendo geadualmente i la indus- tria moderna pas6 a set, de conquista de una minoria pidhera, a la norma de vida del Lancashire, El mimero de telares nigcdnifos de li- glaterra pasé de 2.400 en 1813 2 55,000 en 1829, 85.004 en 1833 ¥ 224.000 en 1850, micntras que el mimero de tejedores| naniales, que Hegé a alcanzar un maximo de 250.000 hacia 1820, ffisminuys hasta unos 100,000 hacia 1840 y a poco mds de 50.000 ajmediados de la década de 1850. No obstante, seria desatinado despréciar cl ca- acter avin relativamente primitivo de esta segunda fase de kransforma- cidn y la herencia de arcafsmo que dejaba atrés. Hay que mencionar dos consecuenciasde lo que antecede. La pri- mera hace referencia a la descentralizada y desintegrada extructura co- mercial de la industria algodonera (al igual que la mayorfaide las otras, industrias decimondnicas briténicas), producto de su emergencia a LA REVOLUCIN INDUSTRIAL 63 partir de las actividades no planificadas de unos pocos, Surgid, y ast se mantuvo durante mucho tiempo, como un complejo de empresas de tamaiio medio altamente especializadas (con frecuencia muy loealiza~ das): comerciantes de varias clases, hiladores, tejedores, tintoreros, acahadores, blanqueadores, estampadores, ete., con frecuencia especia- izados incluso dentro de sus ramos, vinculados entre sf por und comm: pleja red de transacciones comerciales individuales en “el mercado’ Semejante forma de estructura comercial tiene la ventaja de la flex id y se presta a una répida expansién inicial, pero en fases posterio- res del desarrollo industrial, cuando las ventajas técnicas y econémicas de planificacién e integracién son mucho mayoies, genera rigideces- ineficacias considerables. La segunda consecuencia fue el desarrollo de un fuerte movimiento de asociacién obrera en una industria caracteri- zada normalniente por una organizacién laboral inestable 0 exttemar damente débil, ya que empleaba.una fuerza de trabajo consistente so- bre todo en mujeres y nifios, inmigrantes no cualificados, etc, Las s0- ciedades obreras de la industria algodonera del Lancashire se apoya- bap cn una minoria de hiladores (de mule) cualificados, masculinos que no fueron, © no pudieron ser, desalojados de su fuerte posicién para negociar con los patronos por fases de mecanizacién més avanzadas —los intentos de 1830 fracasaron— y que con el tiempo consigui organizar a la-mayorfa no cualificada que les rodeaba en asociaciones subordinadas,‘principalmente porque éstas estaban formadas por sus mujeres ¢ hijos. Asi pues el algodén evolucioné como industria fabril organizada a partir de una suerte de métodos gremiales de artesanos, métodos que triunfaron porque en su fase crucial de desarrollo la in- dustria algodonera fuc un tipo de industria fabril muy arcaico. Sin embargo, en el contexto del siglo xvin fue una industria revo- lucionaria, hecho que no debe olvidarse una vez aceptadas sus caracte- risticas transicionales y persistente arcafsmo. Supuso una nueva rela- ién econémica entre las gentes, un nuevo sistema dé produceién, un ‘nuevo ritmo de vida, una nueva sociedad, una nueva era histética. Los contempordneos eran conscientes de ello casi desde el mismo punto de partida: Como arrastradas por sibita corriente, desaparecieron las constitucio- nes y limitaciones medievales que pesaban sobre fa industrial y los es- tadistas se maravilaron del grandioso fenémeno que no podian com- prender ni seguir. La maquina obediente servia la voluntad.del hom- bre. Pero como la maquinaria redujo el potencial humano, el capital 64 INDUSTRIA EB IMPERIO ‘riunfS sobre el trabajo y cre6 una nueva forma de esclavitud (..] La me- éanizaciSn y la minyciosa divisién del trabajo disminuyen la fuerza ¢ inteligencia que deben tener las masas, y la concurrencia reduce sus s3- farios al minimo necesario para subsist. En tiempos de crisis acarrea- das por la saturacién de los mercados, que cada vex se dan con mas frecuencia, los salarios descienden por debajo de este minimo de sub- sistenca, A menudo el trabajo cesa totalmente chrante agin tempo {1 yuna masa de hombres miserables queda expuesta al hambre y a las torturas de la penuria.” Estas palabras —curiosamente similares a las de revolucionarios socia- les tales como Friedrich Engels— son las de un negociante liberal ale- mn que escribfa hacia 1840, Pero aun una generacin antes otro in- dustrial algodonero habia subrayado el caricter revolucionario del cambio en sus Oberon on the Effet of the Manufacturing System (1815): La difysi6n general de manufacturas a través de un pais [escribié Ro- bbert Owen} engendra un nuevo caricter en sus habitantes; y como aque este cardcter est basado en.un principio completamente desfavo- rable para la felicidad individual o general, acarreard los males mis la- rmentables y permanentes, a no ser que su tenclencia sea contrarrestada por la ingerancia y oriemtacion legistativas, 1 sistema manufacturer Ya ha extendido tanto su influencia sobre el Imperio briténice como ppara efectuar un cambio esencial en el cardcter general de la masa del pueblo. El nuevo sistema que’ sus contemporineos veian cjemplificado so- bre todo en el Lancashire, se componia, 0 cso les parecfa a ellos, de “tres elementos.. El primero era Ja divisién de la poblacién industrial ‘entre empresarios capitalistas y obreros que no tenian més que su fuer- za de trabajo, que vendian a cambio de un salario. El segundo era la produccién en la “fabrica”, una combinacién de méquinas especializa- das con trabajo humano especializado, 0, como su primitivo te6rico, el doctor Andrew Ure, las llamé, “un gigantesco automata compuesto de varios érganos mecénicos ¢ intelectuales, que actian en ininterrumpi- do concierto [...] y todos ellos subordinados a una fuerza motriz que se regula por sf misma". El tercero era la sujecidn de toda la economia en realidad de toda la vida— a los fines de los capitalistas y la acu- mulacién de beneficios. Algunos de ellos —aquellos que no velan nada fandamentalmente err6neo en el nuevo sistema— no se cuidaron de LA REVOLUCION INDUSTRIAL 65 distinguir fgere sus aspectos téenicos y sociales. Otros —aquellos que se veian afrdpados en el nuevo sistema contra su voluntad y no obte- nian de él fa cosa que la pobreza, como aquel tercio de la poblacién detBlackblth que en 1833 vivia con unos ingresos familiares de cinco chelines y sqs peniques semanales (o una cifra media de alrededor de un chelin 1" estaban tentados de rechazar ambos. Un lismo. Aceptaba la Revolucién industrial ye progreso téenico como portadores de saberes y abun- dancia para|todos. Rechazaba su forma capitalista como generadora ién y la pobreza extrema. ill y corriente, criticar en detalle la opinién contempordnea, porque la.efiructura del industrialismo no era de ningtn modo tan “moderna” fomo sugeria incluso en visperas de la era del ferrocarri, por no hablfr ya del aio de Waterloo. Ni el “patrono capitalista” ni el “proletjrip" eran corrientes en estado puro, Las “capas medias de Ja sociedalt] (no comenzaron a llamarse a s{ mismas “clase media" hasta el plinfer tercio del siglo xm) estaban compuestas por gentes de- seosas de hcer beneficios, pero s6lo habia una minorla dispuesta a sbrencién de beneficios toda la insensible légica del pro- y el mandamiento de “comprar en el mercado més bara- 5 caro”, Bstaban Menas de gentes que vivian sélo del tfapajo asalariado, a pesar de un nutrido grupo compuesto, ain por Yelsiones. degeneradas de artesanos antiguamente indepen- dienes, ‘pgghjaleros en busca de trabajo para sus horas libres, mintiscu- los empresarios que disponian de tiempo, etc. Pero habia pocos opera- rios auténtigos, Entre 1778 y 1830 se produjeron constantes revucl- tas contra la expansién de la maquinaria, Que esas revucltas fueran con frecuencia apoyadas cuando no instigadas por los negociantes y agricultores'locales, muestra lo restringido que era ain el sector “mo- deena” de la economia, ya que quienes estaban dentro de él tendfan a aceptar, cuando no a saludar con alborozo, el advenimiento de la mé- quina. Los que trataron de detenerlo fueron precisamente los que no estaban dentro de al. il hecho de que en conjunto fracasaran demucs- tra que el’sector “moderno” estaba dominando en la economia. Habia que esperar a la tecnologla de mediados del presente siglo para que fueran viables los sistemas semiautométicos en la produccién fabril que los filésofos del “talento del vapor" de la primera mitad del siglo xix habfan previsto con tanta satisfaccién y que columbraban en los imperfectas y arcaicos obradores de algodén de su tiempo. Antes 66 INDUSTRIA BIMPERIO die la legada del ferrocarril, probablemente no existié ninguna|empre- sit (excepto quizd fabricas de gas 0 plantas quimicas) que un ingenicro de produccién moderno pudiera considerar con algiin interés més alld dlel puramente arqueol6gico. Sin embargo, el hecho de que los obrado- tes de algod6n inspiraran visiones de obreros hacinados y deshumani- ‘ados, convertides en “opcratios” 0 “mano de obra” antes de ser exi- midos en todas partes por Ix maguinaria automética, es igualmente significativo, La “fabrica™, con su Kégica dindmica de procesos —cada ‘maquina especializada atendida por un “brazo” especializado, vincula- dos todos por el inhumane y constante ritmo de la “méquina” y la isciplina de la mecanizacién—, jluminada por gas, rodeada de hierros yy humeante, era una forma revolucionaria de trabajar. Aunque los sa- larios de las fabricas tendfan a ser mds altos que los que se conseguir con las industrias domésticas (excepto aquellas de obreros muy cualifi cados y versdtiles), los obreros reeclaban de trabajar en elas, porque al hacerlo perderian su més caro patrimonio: la independencja. Esta es tuna razén que explica la captacién de mujeres’ y_nifios —més manejables— para trabajar on las fébricas: en 1838 s6lo iin 23-por cieato de los obreros textiles eran adultos. Ninguna otra industria podia compararse con la del algodén en sta primera fase de la industrializacién briténica, Su proporcién en la renta nacional quizé no cra impresionante —alrededor de} siete 0 el ocho por ciento hacia el final de las guerras napolednicas— pero si ma- yor que la de otras industrias. La industria algodonera comienzé su ex- pansidn y siguié creciendo mds r4pidamente que el resto, yen cietto sentido su andadura midié la de la economia.!* Cuando el algodén se desarrollé 2 la notable proporcién del seis al siete por ciento, anual, en los veinticinco ais siguientes a Waterloo, la expansién industrial bri- tunica estaba en su apogeo. Cuando el algodén dejé de expansionarse como sucedié en el itimo cuarto del siglo x1x al bajar su tasa de cre- ~ "~~ Por el contrario, tanto Ja teorfa como la préctica econémicas hi- ieron hincapié en la crucial importancia de la acumulacién de capital _por los capitalistas, es decir del mdximo porcentaje de beneficios y la “maxima transferencia de ingresos de los obreros (que no acumulaban) ‘2 los patronos. Los beneficios, que hacfan funcionar la econo: R INDUSTRIA B IMPERIO mitan su expansién al ser reinvertidos: por lo tanto, debfan incremen- tarse a toda tosta.'® Esta opinién descansaba en dos supuestds: a) que cl progreso industrial requeria grandes inversiones y 6) que sdlo se ob- tendrfan ahopros insuficientes si no se mantenian bajos los ingresos de las masas no capitalistas. El primero de ellos era més ciertg a largo plazo que gn:aquellos momentos. Las primeras fases de la Revolucén industrial (digamos que de 1780 a 1815) fueron, como henjos visto, limitadas y relativamente baratas. La formacidn de capital bruto pue- de haber llegado a no mis del siete por ciento de la renta nacional a principios del siglo x1x, lo que estd por debajo del indice ¢ 10 por iento que algunos economistas consideran como esencial para la in- dustrializacién hoy en dia, y muy por debajo de las tasas df més del = por ciento que han podido hallarse en las répidas industdalizacio- de algunos patses 0 en la modernizacién de los ya adelantados. Hasta las décadas de 1830 y 1840 la formacién de capitaljbruto en Gran Bretafa no pas6 el umbral del 10 por ciento, y por entonces la era de Ja industrializacién (barata) basada en articulos coms Los teji- dos habja cedido el paso a la era del ferrocarril, del carbén, del hierro y del acero. Fl segundo supuesto de que los salarios debfan mantener- se bajos era ‘completamente erréneo, pero tenia alguna plaisibilidad al dado gue las clases més ricas y los mayores inversores potenci les del perfodo —los grandes terratenientes y los intereses mfrcantiles ancieros— no invertian de manera sustancial en las nuevfts indus- trias, Los ingustriales del algodén y otros industriales en diernes se vieron pues‘ebligados a reunir un pequefio capital inicial y a impliarlo ‘einvirtiendo los beneficios,,no por falta de capitales disporibles, sino tan sdlo porque tenfan poco acceso al dinero en grande, Hacia 1830, segula sin haber escasez. de capital en ningiin sitio."? Dos cosas, sin embargo, trafan de cabeza alos negociantes y cco- nomistas del siglo xix: el monto de sus beneficios y el indice de expan- sién de sus mercados. Ambas les preocupaban por igual aunque hoy en dia nos sintamos inclinados a prestar més atencién a la segunda que a la primera, Con la industrializacién la produccién se mulkiplicé y, el precio de los artfculos acabados cayé espectacularmente, (Dada Ia te- naz competencia entre productores pequefios y a media escala, rara vee podfan mantenerse artficialmente altos por cirteles 0 acuerdos si- milares para fijar los precios o restringir la produccién.) Los costos de produccién no se redujeron —la-mayorfa no se podian— en la misma proporcién, Cuando el clima econémico general pas6 de una inflacin de precios a largo término a una deflaciin subsiguiente a las guerras LA REVOLUCION INDUSTRIAL 3 aumenté la! presin sobre los mérgenes de beneficio, ya que con la in- flacién los beneficios disfrutaron de un alza extra ?° y con Ia deflacion experimentaron un ligero retroceso. Al algodén le afect6 sensiblemen- te esta compresin de su tasa de bencficios: Cotto y pricio de venta de una libra de algodén bilado® Os is Margen pasos fie Mais prin Precindevena Mage ars are 1784 2s. 10s, Vd. Bs. AT 1812 Is. 6d 2s. 6d. Is. 1932 Tad 1d. Va = Sitios, = pesique, Por supuesto, cien veces cuatro peniques era més dinero que sélo once chelines, pero Zqué pasaba cuando a indice de benefios cata hasta cero, levando asf el vehfculo de la expansién econémica al paro a través del fracaso de su méquina y creando aquel “estado estaciona: rio! que tanto temfan los economistas? Si se parte de una rapida expansién de los mercados, la perspecti- va nos parece irreal, como también se lo parccié cada vex mas (quiz a partir de 1830) a los economistas. Pero los mercados no estaban cre- iendo con la rapidez suficiente como para absorber la produccién al nivel de crecimiento a que la economia estaba acostumbrada, En el in- terior créciag Jentamente, lentitud que se agudiz6, con toda probabil dad, en los hambrientos aiios treinta y principios de los cuarenta. En el extranjero los paises en_vias de desarrollo no estaban ‘dispuestos a importar tejidos briténicos (el proteccionismo briténico atin les ayu- 6), y los no desarrollados, sobre los que se apoyaba la industria algo- donera, o no eran lo bastante grandes 0 no crecfan con la rapider suf ciente como mercados capaces de absorber Ja produccién briténi En las décadas postnapoleénicas, las cifras de la balanza de pagos nos ofrecen un extraordinario espectéculo: la tinica economia industrial del mundo, y el sinico exportador importante de productos manufac- turados, es incapaz de soportar un excedente para la exportacién en su. comercio de mercaderias (véase infra, cap. 7). Después de 1826 el pais experimenté un déficit no sélo en el comercio, sino también en los servicios (transporte maritimo, comisiones de segutos, beneficios en comercio y servicios extranjeros, etc.) 22 74 INDUSTRIA & IMPERIO ingiin perfodo de la historia briténica ha sido tan tenso ni ha ex- perimentado tantas conmociones politicas y sociales como los afios 30 ¥ principios del 40 del siglo pasado, cuando tanto la clase obvera como la clase media,-por separado 0 unidas, exigieron la realizacion de cambios fundamentales. Entre 1829 y 1832 sus descontentos se coaligarof en la demanda de reforma parlamentaria,,tras la cual las masas recurticron a disturbios y algaradas y los hombres de negocios al poder del boicot econsmico, Después de 1832, una vex. que los r2- dicales de la clase media hubicron conseguido algunas de sus deman- das, el movimiento obrero luché y fracasé en solitario. A partic de la crisis de 1837, la agitacidn de clase media renacié bajo la bandera de la liga contra la ley de cereales y la de las masas trabajadoras estalld en el gigantesco movimiento por la Carta del Pueblo, aunque ahora ambas corrientes actuaban con independencia y en oposicién. En los dos bandos rivales, y especialmente durante la peor de las depresiones decimondnicas, entre 1841 y 1842, se alimentaba el extremismo: los cartistas iban tras la buelga general; los extremistas de elase media en pos de un lock-ont nacional que, al lenar las calles de trabajadores hambrientos, obligaria al gobierno a pronunciarse, Las tensiones del perfodo comprendide entre 1829 y 1846 se debieron en gran parte a esta combinacién de cases obreras desesperadas porque no tenian lo suficiente para comer y fabricantes desesperados porque crefan since- ramente que las medidas politicas y fiscales del pais estaban asfixiando poco a poco la economia. Tenfan motivo de alarma. En la década de 1830 cl indice més tosco del progreso ccondmico, la renta per capita real (que no hay que confundir con el nivel de vida medio) estaba des- cendiendo por primera vez desde 1700. De no hacer algo gno queda- ria destruida la economia capitalista? @Y no estallaria la revueka entre las masas de obreros empobrecidas y desheredadas, como empezaba a temerse hacia 1840 en toda Europa? En 1840 el espectro, del comu- nismo se cernia sobre Europa, como sefialaron Marx y Engels atina- damente. Aunque a este espectto se le temiera relativamente menos en Gran Bretaiia, el de la quiebra econémica aterraba por igual a lt clase media, LA REVOLUCIGN INDUSTRIAL 7 NoTAS 1, Ver “leurs complemenais®y ano 1 del caps 2, La obs de *P Mas Th aerial Kelton I te 1418 Cry (hy tates: La Reale ‘nui endl XVI, Mai, 1962) errodevia ls lade, aon, The Inde Kerlin (1948), breve ay clr (ha esdccén easton’ La Related 1700-1430, Mésien 1963) Para aged In bea de'As Pe Wadaworth yf Mann, Thy Caron Trade ad Indu! Lancair (1931) es bs, po teins ex 1780. bro de N. Src, ScelChege nh Inderal Reali 1999), vcs dl von dds goin, pero ana oon muchos, bre emprenrionc ingen son ngopemsble es de SC Samedl Sine, 9f te Exgnars Iara Bsgep sobre Stems de fay Bt Capita, de. Mara. Ver tambien A. Redford, Labour Mignon in Elon 1400-1850 (1926) y . Pla, The Geni of Mado Wiecagemen (1963). Ver tia le Burs 13.7, 13, sles 28, 2798 3 2” Las poblacione de ln don Areas wcbanas cn 1841 eran de unos 280.000 y 180.600 fabants, expeaivamete 3, No fc idea ogi del qua patent Richacd Arkwright (1732-1792) un oper sya dc ciplon qa ito mayo elena delays deh ur ive, 1, | Futon Keinmivariy, mayo de 1814, cad en J. Rucryski, hide dr ste Aiden nite Kaptlonns (964) vol 23s pe 18 o 5. "No ny den con to pare el er absjon no x requicen deem sas conocininos yagi ets ence, 0 Gu snd ie del aa no Tryerao desarlabe equips mi complicados potency, como, mina de 6 Exo vale ano para el ober meligicoclifedo como pra denen speroe corte one pen nmi a ron, Histo f the Barngh of Bry (1874), p. $9. 3. “Fueun sforadocemplr deta de Ge hombres ute el Lancshe sapo- vecharon debs decbrimiento he cron cece de roi Jord ds pce facade es aaa y etapa fr neceiadety demandss aie desde hac medio sigs qued mi ‘telos mapuftctrdon conisendo ego Ta oplents te poner ances yea rims de concen covunea "PA Whatle: Blane aH (1852) F, Harkor, Bemerkongn aber die Hindernine der Civilisation und Encancipaion der amteen Klasen (1844), ctado en J. Kucayoshi, op tts vol. 9. p. 127, 10," Andsew Ure, The Philowphy of Manafacurs (1835), ctado en K. Mars, El Capi- tal, p. 419 (edicign britéice de 1938), 11, "En 1833 se levé 2 cabo un efleulo tingularsobee la renta de determinadas fami lias: In rema total de 1.778 familie (todas obrers) de Blackburn, que comprendia# 9.779 individuos, Hegaba slo a 828 £ 19s, 7d.” (P. A. While op it, p- 223), Ver tambign el pine explo 4 "IR “Tass de cecimiato dea prodccién indus rdaica (unto porcenal por aeada): 1800 2 1810 1850 4 1860 vrsscesscesseins 208 1810 s 1820, 1860 4 1870 33.2 1820 2 1830. 1870 4 1880 208 1830 a 1840 1880 3 1850 114 1840 2 1850... 1890 2 1900 179 La caida entre 1850 y 1860 se debe en buena parte al “hambre de algodén” ocasionado por Is guerra de Secesién americana. 76 INDUSTRIA = IMPERIO 15. Perel eonsumo bridnica per capita fue macho mis alo que etd as ote panes ‘comparables Bess por ejemplo, unas tre veces y media el consun frances de 1720-1740. 14. Produceén (en miles de toneladas): he Cue Tien 1830. 16.000 600. ~ 1850. 49.000 2,000 15, Los desis como “organnados en re il de enema ln femeno continental ama. 1, SG Gheclland, Th Ris of India Sect in England (1968), csi oe cots wertambta RG, Os Matthews, Sindy in Trade Cpl Hater (1954) 7 Sin emborgoslgnoeeconomaas nose mostraon ssfechos cone tors por to menor dae 1850. TE Es imposible decit en qué grado dealin como pede eta wis cn ote peo, pro hny inn dea cos del sector de lon saris a ea wala SST ETT’y 1842, y seo en aa époa nape To poblacién salads cect uy epi ‘Wet con pet a conjnto de a poblacisn Sin embargo, le coctin edie ye mate Tale el que baat um reppucta completamente inser, 13 Sin'enbugo.en Esco ss dio probablemene wna ausenca de cpl semejn- ves causa de que elon baneatio ccots dello una erganizaci y Farin 3- ‘Sonn en la Susia muy pr dane de lon ingles, aque un pals pobre neces on me Rinna pur concentra lov numetoros pcos de ier poceents de aoros enna sees Sceabl paral nvertn roductva en gran ecl metas qu n pai io puede recaie part comegilo las ewmeroras fen de fnancicn eles. 20" Borg les slaros eden aa emolgo des prin yen cnluer ao o el de precion aso venlan ln prvcton thn ses ode lo qu aba sd a Tienes, cindo fern produ, Fe Tlie the Cor Trade of Crt Britain (1886). 61 432 Bauer ms precon ea bles feligeramente negative 1826-1830, poi vu en UBB1c1B95 de nuevo negative en todo ln quingunios que van dele 1836 4 Tess. isitante alemn, quien se mara- Capitulo 4 LOS RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL, 1750-1850 * La aritmética fue la herramienta fundamental de la Revol dustrial. Los que llevaron a cabo esta revolucién la concibieron como una, serie de-adiciones y sustracciones:, la diferencia de coste entre comprar en el mercado mas barato y vender en el més caro, entre cos- to de produccién y precio de venta, entre inversi6n y beneficio. Para Jeremy Bentham y sus seguidores, los campeones més consistentes de este tipo de racionalidad, incluso la moral y la politica se manejaban con estos sencillos céleulos. El objeto de la politica era la felicidad. Cualquicr placer del hombre podia expresarse cuantitativamente (por Jo menos en teoria) y también sus pesares. Deduciendo étos de aquél se obtenia, como resultado neto, su felicidad. Sumadas las felicidades de todos los hombres y deducidos los infortunios, el gobierno que con- siguiera la mayor felicidad para el mayor niimero de personas era cl mejor, La contabilidad del género humano tendrfa sus saldos deudo- res 0 acreedores, como la mercantil.? El andlisis de los resultados humanos de la Revolucién industrial no sc ha liberado totalmente de este primitivo enfoque. Atin tenemos endencia a preguntarnos: zmejord o empcord las condiciones de la gente? y, si fue asi gen qué medida? Para ser mis precisos: nos pre- guntamos [id poder adquisitivo, o bienes, servicios, ete., que pueden comprarse con dinero, proporcioné la Revolucién industrial. y a qué riimero de individuos, admitiendo que la mujer que posee una lavado- ra vivird mejor que la que no la posee (lo que es razonable), pero tam- bién: a) que la felicidad privada consiste en una acumulacién de‘cosas tales como bienes de consumo y b) la felicidad publica consiste en la mayor acumulacién de étas para el mayor niimero de individuos (Io 78 INDUSTRIA.E IMPERIO «que no lo es). Estas cuestiones son importantes, pero también engafio- «1s, Hs natural que todo historiador se sienta interesado por conocer si Ja Revolucidn industrial obtavo para la maydrfa de la gente en térmi- nos absolutos 0 relativos mas y mejor alimento, vestido y vivienda. Pero no lograri su abjetivo si olvida que esta revolucién no fue un simple proceso de adicidn y susteaccidn, sino un cambio social funda- mental que transformé las vidas de los hombres de modo irreconoci- ble. O, pata ser més exactos, en sus fases inicales destruyé sus vicjos modos de vida y les dejé en libertad para que descubrieran o se cons- tmiyeran ottos nuevas si podian y-sabfan cémo hacerlo, No obstante, rara vex les enseid a. conseguitlo. Queda claro que hay una relacién entre la Revolucién industrial ‘como suministradora de comodidades y como transformadora social. Las clases cuyas vidas expcrimentaron menos transfotmaciones fuc~ ron, normalmente, las que més se bencficiaron en términos materiales (y al revés), en tanto que su inkibicién ante los cambios que estaban ‘fectando a los demés obedecfa no sélo al conformismo material, sino también al moral, Nadie «= mds complaciente que un hombre acomo- didlo y triunfante, satisfecho de un mundo que parece haber sido cons- truido precisamente por personas de su misma mentalidad. ‘Asi, pucs, la industrializacién briténica afecté escasamente —salvo cn las mejoras— ala aristocracia y pequefia noblezaj Sus rentas engro- saron con la demanda de productos del campo, la expansi6n de las ciudades (cayo suelo poseian) y de las minas, forjas y ferrocarriles (que estaban situados en sus posesiones). Aun en los pedres ticnipos para la agricultura (como sucedié entre L815 y la década de los 30), dificilmente podian verse reducidos a la penuria, Su predominio social permanecid intacto, su poder politico en el camporcompleto, ¢ incluso su poder a cscala nacional no sufrié alteraciones sensibles, aunque a partir de 1830 hubieran de tener miramientos con las susceptibilida- des de una clase media provinciana, poderosa y combativa, Es proba- ble que a partir de 1830 apuntaran las primeras nubes en el limpio ho- rizonte de la vida seforial, nubes que debieron parecer oscuros nuba- rrones para el inglés terratcniente y con titulo nobiliario que habia co- nocido una era dorada en los primeros cincuenta aitos de industrializa~ siglo xvii fue una edad gozosa para la aristocracia, la época de Jorge IV (como regente y como rey) debié ser el paraiso. Sus jau- rias eruzaban los condados (el, moderno uniforme para la caza del 20- rro reflcja atin sus origencs la época de la Regencia). Sus faisanes, pro- tegidos pot los pistolones de los guardabosques contca todo aquel que RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION 719 no dispusiera de una renta anual equivalente a 100 libras esterlinas,, esperaban la batida, Sus casas de campo seudoclésicas 0 neoclisicas se multiplicaban como no lo habian hecho nunca desde la época isabelina ni volverfan a hacerlo. Como que las actividades econémicas.de la aristocracia, a diferencia de su estilo social, ya se habfan adaptado a los métodos comerciales de la clase media, la €poca del vapor y de: nas contables no les supuso grandes problemas de adaptacién es- ual, excepto quizds para los que pertenecian a los itimos aledafios de la jerarquia hidalga,-o para aquellos cuyas rentasprocedian de la cruel caricatura de economia rural que era Irlanda, Los nobles no tu- ‘on que dejar de ser feudales, porque hacia ya mucho tiempo que habian dejado de serlo. Como mucho, algiin rudo e ignorante baronet del interior tendria que encararse con la nueva necesidad de enviar a sus hijos a un colegio adecuado (las nuevas “escuelas publicas” se construyeron a partir de 1840 para educar a éstos y.a los vastagos de Tos forecintes hombres de negocios) o disfrutar mis asiduamente de los encantos de la vida londinense. Plicida y préspera por igual era la vida'de los numerosos pardsi- tos de la sociedad aristocratica rural, alta y baja; aquel mundo rural.y provinciano de funcionarios y servidores de;la nobleza alta_y_baja, ¥ las profesiones tradicionales, somnolientas, corrompidas y, a medida que progresaba la Revoluci6n indusirial, cada vez més reaccionarias. La iglesia y las universidades inglesas se dormian en los laureles de sus ee con los pares. Su corrupcién recibia mas ataques tedricos que pricti- vasaba por ser tin cuerpo de funcionarios de la administracién, seguian sin conocer la reforma, Una vez mas el antiguo régimen alcan2é un punto culminante en la década posterior» las guerras napolednicas, a partir del cual comenzaron a aparecer algu nas olas en los tranquilos remansos del capitulo catedralicio, colegios universitatios, colegios de abogados, etc., que produjeron, a partir de Ja década de 1830, algunos.timidos cambios (los furibundos y desde- fiosos ataques procedentes del exterior, ejemplificados por las novelas de Dickens, no fueron muy efectivos). Sin embargo, el respetable clero victoriano de las novelas de Trollope, aunque muy alejado de los ho- garthianos clérigos-magistrados cazadores de la Regencia, era el pro- ducto de una adaptacién cuidadosa y moderada, no de la ruptura. Las susceptibilidades de tejedores y jornaleros agricolas no hallaron las mismas atenciones que las de los elérigos y preceptores, cuando. hubo que introducirlos en un mundo nuevo. 80 INDUSTRIA EB IMPERIO Una consecuencia importante de esta continuidad —en parte rele jo del poder establecido de la vieja clase ata, en pure negativa delibe- rada a exacerbar las tensiones politicas entre las gentes acidaladas 0 influyentes— fue que las nacientes clases comerciales hallaron un firme patrén de vida aguardindoles. El éxito social no iba a significar ninguna incégaitar ya que, a través de él, cualquiera podia clevarse a las filas de la clase superior. Podia convertirse en “eaballero” (gente- man) con su correspondiente casa'de campo, quiz4 con el tiemp. gresaria en las filas de la nobleza, tendria un escafio en el Parlamento para él o para su hijo educado en Oxford 0 Cambridge y un papel so- cial firme y establecido. Su esposa se convertirla en una “dama”, (lady) instruida en sus deberes por cientos de manuales sobre reglas de Ja etiqueta que se publicaron ininterrumpidamente desde 1840. Las dinastfas mds antiguas de negociances se bencliciaron amp! este proceso de asimilacién, sobre todo los comerciantes y financicros y de forma especifica el comerciante ocupado en el comercio colonial, aque llegé a ser el tipo de empresario més respetado ¢ importante des- ppués de que los molinos, fébricas y funciones hubieran Ilenado los ci los det norte de humo y neblina. La Revolucién industrial no supuso, tampoco para él transformaciones esenciales excepto quied las que pu- dieran experimentar los articulos que compraba y vendia. Como ya hemos visto, se inserté en la poderosa, extensa y prdspera estructura en cl siglo xvut. Bco- némica y socialmente sus actividades y nivel social eran familiares, cualquiera que fuese el peldaiio alcanzado en la escala del éxito. Du- rante la Revolucién industrial los descendientes de Abel Smith, ban- quero de Nottingham, disfrutaban ya de cargos oficiales, se sentaban en el Parlamento y habjan realizado matrimonios con la pequeia no- bbleza (aunque todavia no con la realeza, como harfan més tarde). Los Glyns habjan pasado de regentar negocios de salazones en Hatton Garden a un posicién similae a la descritas los Barings, propictarios de una fbrica de tejidos en cl West Country, estaban a punto de con- vertirse en gran potencia del comercio y las finanzas internacionales, y su escenso social habia corrido parejas con el econémico, Tenfan ya, 0 estaban a punto de conseguir, la dignidad de parcs del reino, Nada mas natural que otros tipos de negociantes, como Roberf Peel, indus- trial del algodén, iniciaran la misma andadura de riquezas y honores priblicos a cuyo fin se hallaba el gobierno ¢ incluso (como sucedié con al hijo de Peel y también con el de Gladstone, comerciante de Liver- pool) el cargo de primer ministro, En efecto, el llamado grupo “peel- RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION 81 ta” del Parlamento, en el segundo tercio del siglo x1x, representaba cabalmente este grupo de familias negociantes asimiladas a la oligar- quia terrateniente, aunque estuvicran a matar con ella cuando choca- ‘ban los intereses econdmicos de la tierra y los negocios. Sin embargo, la insercién en la oligarquia aristocratica cs, por de- finicién, s6lo asequible a una minorfa (en este caso para una minoria de excepcionalmente ricos o de los negociantes respetables por su tra- dicién).> La gran masa de gentes que se elevan desde inicios modes- tos —aunque rara vez de la estricta pobreza~ a la opulencia comercial, y la mayor masa de los que, por debajo de ellos, pugnaban por entrar en las filas de la clase media y escapar de las humildes, eran demasia- do numerosas para’ poder ser absorbidas, cosa que, ademés, en las pr @ de surprogeeso, no les preocupaba (tal ver sus mujeres eran menos neutrales). Liste geupo fue adquiriendo cada vex mayor conciencia como “clase media’ y no ya como una “capa media” de la sociedad, conciendia que se fue generalizando a partir de 1830, Como tal clase, exigia derechos y poder. Ademis —y sobre todo cuando sus “componentes procedian de estirpes no anglicanas y de regiones caren- tes de una sdlida estructura aristocrdtica tradicional— no estaba vin- culada emocionalmente con el antiguo régimen. Tales fueron los pila- res de la liga contra la ley de cereales, enraizada en el nuevo mundo comercial de Manchester: Henry Ashworth, John Bright de Rochda- le (ambos cudqueros), Potter, del Manchester Guardian, los Gregs, Brotherton, el cristiano biblico éx industrial del algodén; George Wilson fabricante de colas y almidones, y el mismo Cobden, quien pronto cambié su no muy brillante carrera en el comercio de indianas por la de idedlogo fulltime. __ Sin embargo, aunque la Revolucién industrial cambié fundamental- mente sus vidas —o las vidas de sus padres— asentdndoles en nuevas ciu- dades, plantedndoles a ellos y al pais nuevos problemas— no les desor- ganizé. Las sencillas mximas del utilitarismo y de la econom{a libe- ral, atin mas desmenuzadas en los latiguillos de sus periodistas y pro- ‘pagandistas, les doté de la guia que necesitaban, y si esto no era sufi- ciente, la ética tradicional —protestante 0 la que fuera— del empresa~ tio ambicioso y emprendedor (sobriedad, trabajo duto, puritanismo moral) hizo cl resto., Las fortalezas del privilegio aristocritico, a su- persticién y la corrupcién, que atin debian derribarse para permitir a la libre empresa introducir su milenio, les protegian también de las incer- tidumbres y problemas que acechaban al otro lado de sus muros. Hasta la década de 1830, apenas si habfan tenido que enfrentarse con el 82 INDUSTRIA B IMPERIO problema de qué hacer con el dinero sobrante después de vivir con cé- modo dispendio y de reinvertir pata la expansién del negocio. El ideal de una sociedad individualista, una unidad familiar privada que sub- venia a todas sus necesidades materiales y morales sobre la base de un nepocio privado, les convenia porque eran gentes que ya no neces han de la tradicién, Sus esfucrzos les habfan sacado del atolladero. in tun cierto sentido su propia recompensa cia el gusto por la vida, y si csto no les bastaba, siempre podian recurti al dinero, la casa conforta- ble alejada de la fabrica y de la oficina, la esposa modesta y devota, el cicculo familiar, el encanto de los viajes, el arte, la ciencia, la literatu- ra, Habfan-triunfado y se les respetaba. “Atacad cuanto queris a las clases medias —decia cl agitador de Ja liga contra la ley de cereales a «un auditorio cartista hostil— pero no hay un hombre entre vosotcos con medio penique a la semana que no esté ansioso por figurar en cilas.” # Sélo la pesadilla de la bancarrota o de las deudas se cernia, de ver. en cuando, sobre sus vidas, pesadilla acestiguada por las novelas de la época: la confianza traicionada por un socio infil; la isis co- mercial; la pérdida del confort de clase media; las mujeres reducidas a li miserias quizds incluso la emigracién a aquel dlkimo reducto de i dleseables y fracasados: las colonias. La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emulatla es- taban satisfechos. No asf el trabajador pobre la mayorfa, dada la na- taralera de les cosas~ curyo mundo y formas de vida tradicionales des- tuyé la Revolucién industial, sin ofrecerle nada a cambio. Esta eup- tura es lo esencial al plantearnos euales fueron los efectos sociales de la industrializacion, Ef abajo cn una sociedad industrial es, en muchos aspectos, conipletamente distinto del trabajo preindustrial. En primer lugar est constituido, sobre todo, por la labor de los “proletarios”, que no tie- nen otra fuente de ingresos digna de mencién mas que el salario, en metilico que perciben por su trabajo. Por otra parte, el trabajo prein- dustrial lo desempeban fandamentalmente familias con sus propias tie- tras de labor, obradores artesanales, etc., cuyos ingresos salaries co plementan st acceso directo a los medios de produccién o bien éte complementa a aquellos, Ademis el proletario, cuyo tinico vinculo con su patrono cs un “nexo dinerario", debe ser distinguido del “servi- dor” o dependiente prcindustria, que tenfa una relacidn social y hu- mana mitcho ms compleja con su “duefio", que implicaba obligacio- nes por ambas partes, si bien muy desiguales. La Revolucién industrial sustituyé al servidor y al hombre por el “operatio” y el “brazo” ex- RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION 83 cepto claro esté en el servicio. doméstico (principalmente ‘mujeres), exyo mimero multiplicé para beneficio de la ereciente clase media, que encontré en él el mejor modo de distinguirse de los obreros. En segundo lugar, el tcabajo industrial —y especialmente el traba- jo mecanizado en las fabricas— impone una regularidad, rutina y.1 notonta completamente distintas de los ritmos de trabajo preindustria les, trabajo que dependia de la vatiacién de las estaciones 0 del tiem- po, de la multiplicidad de tareas en ocupaciones no, afgctadas por, la nacional del trabajo, los azares de otros seres hyimaitos o ani- les, 0 incluso el mismo deseo de holgar en vez de trabajar, Esto era incluso en el trabajo asalariado preindustrial de trabajadores espe- izados, como por ejemplo el de los jornaleros artesanales, cuya to- taudez. por no empezar la semana de trabajo hasta el martes (el lunes cra “santo") cra la desesperacién de sus patronos. La industria trajo consigo la tiranfa del reloj, la méquina que sefialaba el ritmo de traba- jo y fa compleja y cronometrada interaccién de los procesod: la medi- a. de la vida no ya en estaciones ("por san Miguel” o “por la Cua- resma") 0 en semanas y dias, sino en minutos,’y por encima de todo tuna regularidad mecanizada de trabajo que entraba en conflicto no s6- Jo con la tradicién, sino con todas las inclinaciones de una humanidad §ain tio condicionada por ella. Y si las gentes no querfan tomat espon: tineamente Jos nuevos caminos, se les forzaba a ello por medio de la sciplina laboral y las sanciones, con leyes para patronos y empleados no la de 1823 que amenazaba a estos iltimos con encerrarlos en la cdcel si quebrantaban su contrato (a sus patronos sélo con sanciones), y con salario’\tan bajos que s6lo el trabajo ininterrumpido y constante podia proporcionarles el suficiente dinero para seguir vivos, de modo que no les quedaba més tiempo libre que el de comer, dormir y, puesto que se trataba de un pais cristiano, rezar en’ domingo. Ea tercer lugar, el trabajo en la época industrial se reaizaba cada vex con mayor frecuencia en los alrededores de la gran ciudad; y ello ee bbucna parte de sus actividades en pueblos industrializados de,mineros, tejedores. productores de clavos y cadenas y otros obreros especialis, tas, En 1750 sélo dos ciudades de Gran Bretafia tenfan mds de 56,000 habitantes: Londres y Edimburgo; en 1801 ya habla ocho: en 1851, veintinueve, y, de ellas, nueve tenian més de 100,000. Ha- cia esta época los ingleses vivian més en la ciudad que en el campo, y de ellos, por lo menos un tercio en ciudades con més de”50.000 ‘at antes. jY qué ciudades! Ya no era s6lo que el humo flotara continua- 84 INDUSTRIA E IMPERIO mente sobre sus cabezas y que la mugre les impregnara, que los servi- ios piiblicos elementales —suministro de agua, sanitatios, limpieza de las calles, espacios abiertos, etc.— no estuvieran a la altura de la emi- gracién masiva a la ciudad, produciendo asf, sobre todo después de 1830, epidemias de c6lera, fiebres tifoideas y un aterrador y constan- te tributo a los dos grandes grupos de aniquiladores urbanos del siglo xix: la polucién atmosférica y Ja del agua, ¢s decir, enfermedades res- piratorias e intestinales. No era sélo que las nuevas poblaciones urba- nas, a.veces totalmente desconocedords de la vida no agratia, como. los irlandescs, se apretujaran en barriadas obreras frias y saturadas, cuya sola contemplacién era penosa. “La civilizacién tiene sus'mila- {gros —escribié sobre Manchester el gran liberal francés Tocqueville— y,ha vuelto a convertir al hombre civilizado en un salvaje.” * Tampo- co se trataba solamente de la concentracién de edificios inflexible provisada, realizada por quienes los construfan pensando tan sélo en los beneficios que Dickens supo reflejar en su famosa descripcién de “Coketown” y que construyeron inacabables hileras de casas y alma- cenes, empedraron calles y abrieron canales, pero no fuentes ni plazas piiblicas, pascos o Arboles, a veces ni siquicra iglesias. (I.a sociedad que construyé la nueva ciudad ferroviaria de Crewe, concedié gracio- samente permiso a sus habitintes’para que usaran de vez en cuando tuna rotonda para los servicios religiosos.) A partir de 1848 las ciuda- des comenzaron a dotarse de tales servicios piblicos, pero en las pi meras generaciones de la industrializaciGn fueron muy escasos en las iudades britdnicas, a no ser que por casualidad hubicran heredado la tradicién de construir graciosos edificios pubblicos 0 consentir los espa- cios abiertos del pasado. La vida del pobre, fuera del trabajo, transcu- rrfa entre las’hileras de casuchas, en las tabernas baratas ¢ improvisa- das y en las capillas también baratas e improvisadas donde se le solia recordar que no sélo de pan vive el hombre, Bra mucho més que todo esto: la ciudad destruyé Ia sociedad. “No hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el tico y dl pobre seatan grande o la barrera que los separa tan difcl de franquear”, escribié un dérigo refiriéndose a Manchester. “Hay mu- ccha menos comunicacin personal entre el dueiio de una hilanderta y sus obreros, entre el estampador de indianas y sus oficiales evernamer- te manchados de azul, entre el sastre y sus aprendices, que entre el du- que de Wellington y el més humilde jornalero de sus ticrras.” 7 La ciudad era un volein cuyo retumbar ofan con alarma los ricos y pode- rosos, y cuya erupcién les aterrorizaba. Para sus habitantes pobres la RESULTADOS HUMANOS .DE LA REVOLUCION 85 ciudad era més que un testigo presencial de su exclusién de la sociedad Iumana: era un desierto pedregoso, que a costa de sus propios esfuer- zos tenfan que hacer habitable. En quarto lugar,-la experiencia, tradicién, sabiduria y moralidad preindustriales no proporcionaban una guia adecuada para dl tipo de comportamiento idéneo en una economfa capitalsta. El trabajador preindustrial respondia a incentivos materiales, en tanto que deseaba ganar lo suficiente para disfrutar de lo que le correspondia en el nivel social que Dios habia querido otorgarlé, pero incluso sus ideas sobre la comodidad estaban determinadas por el pasado y limitadas por lo que era “idéneo” para uno de su condicidn social, 6 como mucho de la in- mediata superior. Si ganaba més de lo que consideraba suficiente, po: dlia como gl inmigrante irlandés, desespero dela racionalidad burguesa— gastarlo en ocios, juergas y alcohol, Su misma ignorancia material acerca de cual cra el mejor mod3 de vivir en una ciudad, o de comer alimentos industriales (tan distintos del alimento rural), podia hacerle més pobre de ‘lo necesario" (es decir, su propia idiosincrasia le hacfa ‘més pobre” de lo que le hubiera correspondido). Este con- flicto entre la “economia moral” del pasado y la racionalidad econé- mica del presente capitalista era evidente en el dmbito de la seguridad social. La°opinién tradicional, que atin sobrevivia distorsionada’en to- das las clases de la sociedad rural y en las relaciones internas de los ‘grupos perteneciéniés a la clase obrera, era que un hombre tenia dere cho a ganarse la vida, y si estaba impedido de hacerlo, el derecho a gue su comunidad le mantuviera. La opinién de los economistas libe- ‘rales de la clase media era que las gentes debian ocupar los empleos {que ofreciera el mercado, en cualquier parte y bajo cualesquiera condi- ciones, y que el individuo razonable crearfa una reserva dineraria para accidentes, enfermedad o vejez, mediante-el ahorro,y el seguro indivi- dual o colectivo voluntario, Naturalmente no se podia dejar que los pobres de solemnidad se murieran de hambre, pero no debfan percibir ‘mds que el minimo absoluto —una dfra por supuesto inferior al salario mfnimo ofrecido en el mercado— y en las condiciones mAs desalenta- doras. El objetivo de la ley de pobres no era tanto ayudar a los desa- fortunados, como estigmatizar los vivientes fracasos de la sociedad. La lase media opinaba que las “sociedades fraternas” eran formas de seguridad racionales, Esta opinién era contrapuesta a la de la clase dobrera, que tomé estas sociedades literalmente.coma, comunidades de amigos en un desierto de individuos, y que, como era natural, también gastaban su dinero en reuniones sociales, festejos ¢ “inttiles” atavios y 86 INDUSTRIA B IMPERIO rituales a que eran tan adictos los Oddfellows, Foresters y las demés Grdenes” que surgieron por todo el norte en el periodo inmediata- mente posterior a 1815. De modo parecido, los funerales y velatorios irracionalmente costosos que los trabajadores defendian como tradi- ional tributo a la muette y a la reafirmaci6n comunal en la vida, eran incomprensibles para los miembros de la clase media, que advertfan aque los trabajadores que abogaban por aquellos ritos, a menudo no podfan pagarlos, Sin embargo la primera compensacién que pagaba tuna asociacién obrera 0 una “sociedad fraterna” era casi invariable- mente un servicio funerario. Mientras la seguridad social dependié de los propios esfuerzos de los trabajacores, solié ser ccondmicamente ineficaz, comparada con la situacién della clase media, cuando dependié de sus gobernantes, quie- nes determinaban el grado de asistencia publica, fue motor de degra- dacibn y opresin mas que medio de ayuda material, Ha habido po- cos estatutos ms inhumanos que la ley de pobres de 1834, que hizo “menos elegible” cualquier beneficencia que el salario més misero; confin6 esta beneficencia a las casas de trabajo semicarcelario, sepa- rando a la fuerza a los hombres de sus mujeres y de sus hijos para cas- tigarles por su indigencia y disuadirles de la peligrosa tentaci6n de en- geridrar mis pobres, Esta ley de pobres no se llegé a aplicar nunca en todo su tenor, ya que dond? el pobre era fuerte huyd de su extremosi- dad y con dl tiempo se hizo algo menos punitiva. Sin embargo, siguié siendo la base de la beneficencia inglesa hasta visperas de In primera jpuerra mundial, y las experiencias infantiles de Charlie Chaplin de- huiestran que seguia siendo lo que habia sido cuando ¢ Oliver Twist dle Dickens expresaba el horror popular por ella cn Ia década de 1830.8 Hada esta fecha en realidad hasta los aiios 50— un minimo del 10 por ciento de la poblacién inglesa estaba en Ia indigenci Hasta cierto punto la experiencia del pasado no era tan nimia como podia haberlo sido en un pais que hiciera el transito de una épo- ca no industrial a otra industrial moderna de modo més radical y di- recto, como sucedié en Irlanda y las Highlands escocesas. La Gran Bretafia semiindustrial de los siglos xv y xvi. prepard y anticipé en cierto modo la era industrial del xix. Por ejemplo, Ja institucién fun- damental para la defensa de la dlase obrera, la trade union, existia ya in ince en el siglo xvin, parte en la forma asistemitica pero no ineficaz. de la “negociacién colectiva por el disturbio” de cardcter periddico y practicada por marineros, mineros, tejedores y calecteros, y parte en la forma mucho més estable de gremios para artesanos especializados, a RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION 87 veces Vinculados estrechamente a escala nacional mediante la préctica de ayudar a los asociados en paro a buscar trabajo y conseguir expe- riencia Jaboral. En un sentido muy real el grueso de los trabajadores briténicos se habia adaptado a una sociedad cambiante, que se industralizaba, “que atin no, estuviera revolucionada. Para determinados tipos de tra- “bajo, cuyas condiciones ain no habjan cambiado fundamentalmente —de nuevos mineros y matineros vienen a la memoria—, las viejas tras diciones podian ser suficientes: los marineros multiplicaron sus cancio- nes sobre las nuevas experiencias del siglo xmx, tales comé las de la caia de Ia ballena en Groenlandia, pero segufan siendo canciones po- pulares tradicionales. Un grupo importante habia aceptado ¢ incluso, ¢s verdad, recibido con alborozo a la industria, la ciencia y el progreso (aunque no al capitalismo). Eran éstos los/“artesanos” 0 “mecSnicos", Jos hombres de talento y experiencia, independientese instruidog, que no velan gran diferencia entre ellos mismos y los de un nivel social si milar que trataban de convertirse en empresatios, o seguir siendo agri cultoresyeomen o pequcios tenderos: las gents que sefalaban los limi- ‘tes-entre la clase obrera y la clase media.®, Los “‘artesanos” eran los li- deres naturales, en ideologla y organizacién, de los trabajadores po- bes, los pioneros deltzadicalimg (y més tarde de las primeras versio~ nes owenitas— del socialismo), de la discusi6n y de la educacién su- petior popular —a través de los Mechanics’ Institutes, Halls of Scien- ce, y una variedad de clubs, sociedades € impresores y cditores librepensadores—, el nicleo de los sindicatos, de los jacobinos, los cat: tistas o cualesquiera otros movimientos progresistas. A los disturbios de los jornaleros agricolas se sumaron peones camincros y albaiiiles ru- rales; en las ciudades pequeiios grupos de tejedores a mano, impreso- res, sastres, y quizd un puflado de negociantes y tenderos, proporcio- naton un liderazgo politico a la iaquierda hasta el declive del cartismo, si no més alld, Hostiles al capitalismo, eran Gnicos en elaborar idcol _gias gue no buscaran el solo retorno a una tradicién idealizada, {que contemplaran una sociedad justa que podia ser también, téeni mente progresiva, Por encima de todo, representaban el ideal de liber- tad e independencia en una época en que todo el mundo conspiraba para degradar al trabajo. 7 Sin embargo, aun estas no eran‘mds que soluciones de transicign para el problema obrero| La industrializacién’ multiplicé el niimero de tejedores a mano y calceteros hasta el final de las guerras napoleés cas. Después les destruy6 por estrangulaciSn lenta: comunidades com- 88. INDUSTRIA EB IMPERIO bativas y previsoras como los obreros del lino dé’ Dunfermline acaba- ron desmoralizindose y en la pobreza y tuvieron que emigrar en la dé cada de 1830. Hubo artesanos especializados que se vieron converti- dos en obreros sudorosos, como ocurrié en el comercio de enseres lon- dinense, y aun cuando sobrevivieron a los cataclismos econémicos de los afios 30 y 40, ya no podia esperarse que desempefiaran un papel social importaate en una economéa donde fa fi ho era ya una ex- cepcidn regional, sino la regla. Las tradiciones preindustriales no po- dian mantener sus cabezas por encima del nivel, cada vez més alto, de la sociedad industrial: En el Lancashire podemos observar cSmo las viejas formas de celebrar las fiestas ~los juegos de fuerza, combates de lucha, ria de gallos y acoso de éoros— languidecfan a partic de 1840; y los afios cuarenta seialan también el fin de la época en que la can- cién popular era el principal idioma musical de los obreros industria- Jes, Los grandes movimientos sociales de este periodo —del ludismo al cartismo- también fueron decayendo: habjan sido movimientos que no sélo obtenfan su vigor de las extremas dificultades de la época, sino tambjéi de la fuerza, de aquellos otros métodos més viejos de aceién de Ips pobies., Habfan de pasar otros cuarenta afios antes de que la clase obrera britdnica desarrollara nuevas formas de lucha y de vic Bias eran las tensiones cualitativas que oprimian a los trabajado- res pobres de las primeras genetaciones industriales. A elas debemos aadir las cuantitativas: su pobreza material.'Si ésta aument6 0 no, es ema de engendida polémica entre los historiadores, pero el hecho mis- mo de qué la pregunta sea pertinente ya facilita una sombria respues- ta: nadie sostiene en serio un deterioro de las condiciones en perfodos fen que evidentemente no se deterioraron, como en la década de 1950." Por supuesto que no hay duda en el hecho de que en términos re- lativos et pobre se hizo més pobre, simplemente porque el pats, y sus clases rica y media, se iba haciendo cada vez més rico, En el mismo momento en que el pobre se habfa apretado al méximo el cinturén —a principios y mediados de la década de 1840— Ia clase media disfruta- ba de un exceso de capieal para invertir en los ferrocarriles 0 gastarlo en los rutilantes y opulentos ajuares domésticos presentados en la Gra Exposicién de 1851, y en las suntuosas construcciones munici- pales que iban a levantarse en las humeantes ciudades del norte. Tampoco se discute —o no deberia discutirse— la anormal presign realizada sobre el consumo'de la clase obrera en la época de la primera industrializacién que se reflejé en su pauperizacidn relativa, La indus- RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION 89 2 implica una selativa diversiOn de la renta nacional del con- sumo ala inversién, tina sustitucién de bistecs por fundiciones, En una economia capitalista esta operacidn adquiere la forma, principalmente, de una_transferencia de ingresos de las clases no inversoras —como 108 y obreros— a las potencialmente inversoras —propietarios, de tierras o de empresas comerciales—, es decir, del pobre al rico. En. Gran Bretafia no existié nunca la mds minima escasez de capital, dada la riqueza del pats y el bajo costo de los primeros procesos indust les, pero una gran parte de los que se beneficiaron de esta transferen- cia de las rentas ~y en particular, los més ricos de ellos invirtieron ef dinero fuera del desarrollo industrial directo o lo dilapidaron sin mis, obligandé ast al resto de los empresarios (més pequefios) a presionar aiin con mayor dureza sobre el trabajo, Ademds, la economia no basa- ba su desarrollo en la capacidad adquisitiva de su poblacién obrera: los economistas'tienden a suponer que sus salarios no debian estar muy por encima del nivel de subsistencia. Hasta mediados de siglo no surgieron las teorfas que abogaban por salarios mas elevados como econémicamente ventajosos, y las industrias que abastecian al merca- do interiot de consumo —es decir, vestidos y enseres domésticos— no fueron revolucionadas hasta su segunda mitad. EI inglés que querfa un par de pantalones”podia elegir entre la hechura a medida en un sasire, comprar los usados por sus superiores sociales, confiar en la ca- tidad, evar andrajos o hacérselos él mismo. Finalmente, determina- dos requisitos esenciales de la vida —alimentos y tal vez casa, pero también comodidades urbanas— no marchaban al paso de la expan- sién de las ciudades, 0 de la poblacién total, y algunas veces no llega- ban a alcanzarlas, As, por ejemplo, es muy probable que el suministro de carne a Londres fuese al remolque de su poblacién desde 1800, hasta la década de 1840. No hay duda, tampoco, de que las condiciones de vida de deter- tminadas clases de poblacién, se deterioraron. Estas clases estaban compucstas bésicamente por los jornaleros agricolas en general (alre- dedor de un millén en 1851), 0, en cualquier caso, por los del sur y este de Inglaterra, y los pequefios propietarios y granjeros de la franja céltica de Escocia y Gales. (Los ocho millones y medio de irlandeses, principalmente eampesinos, fueron reducidos a la wds ineretble mise- ria, Cerca de un millén de ellos murieron de inanicién de las hambres de 1846-1847, la mayor catdstrofe humana del siglo xnx a escala mundial.)"" También hay que contar las empleadas en industrias y ‘ocupaciones en decadencia, desplazadas por el progreso técnico, de las 90 INDUSTRIA # IMPERIO gue el medio millén de tejedores a mano son el ejemplo mejor conoci- dio, pero no por ello el tinico, Estos tejedores se fueron empobreciendo progresivamente en un vano intento de competir con las nuevas mé~ quinas a costa de trabajar mis barato. Su miimero se habja duplicado centre 1788 y 1814 y su salario habfa aumentado notablemente hasta mediadas las guerras; pero entre 1805 y 1833 pasé de 23 chelines see manales a 6 chelines y 3 peniques. Hay que mencionar también las ocupaciones no industrializadas que dieron abasto a la creciente de- manda de sus articulos no por medio de la revolucién técnica, sino por |i subdivisidn y el “sudor”s las innumerables costureras que trabaja- han en los S6tanos © buhardillas Asi, pues, no nos serd posible resolver la cuestién de si, una ver sumados todos los sectores oprimidos de trabajadores pobres y com- pparados con los que, de algdn modo, consegufan aumentar sus ingre- s0s, hallarfamos promedio neto de ganancias 0 pérdidas, sencillamente porque no sabentos lo bastante sobre salarios, desempleo, precios de venta al deiallg y otros datos necesarios para responder rotundamente ala cucstion. Lo que sf ¢s completamente cierto es que no existié una mejora general significativa. Puede haber habido o no~ deterioro entre 1795 y 1845. A partir de entonces hubo una mejoria indda- Lie, y el contraste entre este petiodo (por modesto que fuera) y ¢ cial nos dice realmente todo lo que necesitamos saber. A pa 1840, el consumo crecié de forma significativa (hasta entonces no ha- bia expérimentado grandes cambios). ras esta década —conocida co- rrectamenté como fos “hambrientos afios cuarenta”, aunque en Ingla- terra (pero no en Irlanda) las cosas mejoraron durante ln mayor parte de estos afios- es indudable que el pato disminuyé de forma conside- table. Por ejemplo, ninguna depresién ciclica ulterior fue tan_catastr6- fica y desalentadota como la crisis de 1841-1842. Y por encima de todo, el pilpito de una inminente explosién social que habia flotado cen Gran Bretaiia casi constantemente desde el fin de las guerras napo- lednicas (excepto durante Ia década de 1820), desaparccié, Los ingle- ses dejaron de ser revolucionarios. Este penetrante desasosicgo social y politico no refleja tan sélo la pobreza material, sino la pauperizacién social: la destrucci6n de las vicjas formas de vida sin ofrecer a cambio un sustitutivo que el traba- jador pobre pudiera contemplar como equivalente satisfactorio. Par- tiendo de distintas motivaciones, el pais se vio inundado, de ver. en cuando, por poderosas mareas de desesperacién social: en 1811-1813, cn 1815-1817, en 1819, en 1826. en 1829-1835, on 1838-1842, en RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCION a1 1843-1844, en 1846-1848. En las zonas agricolas las algaradas fue- ron ciegas, esponténeas y cuando tenian objetivos definidos obedecfan casi enteramente a motivaciones econémicas. Un revoltoso de los Fens decia en 1816: “Aqui estoy entre el ciclo y la tierra y Dios es mi ayuda, Antes perderfa Ia vida que marcharme. Quiero pan y tendré pan”. "2 Los incendios de graneros y la destructién de mAquinas trilla- doras se sucedicron en 1816 por todos los condados del este; en ‘822 en East Anglia; en 1830 entre Kent y Dorset, Sqamerset y Lin- coln; en 1843-1844 de nuevo en las Midlands orientales y en los + Ia gente imo para vivir. A partir de 1815 la intranquilidad cconémica y social se combiné genera‘mente cn las zonas industriales y urbanas con una ideologta politica y un pro- grama especificos: radical-democtético, 0 incluso “cooperative” (0, ‘como diriamos ahora, socialista), aunque los primeros grandes movi- mientos de desazén de 1811-1813, el de len hadisas de las Miclands otientales y del Yorkshire, destrozaron las maquinas sin ningiin pro: grama especifico de reforma politica 0 revolucién. Las fases que abo- gaban por Ia agitaci6n politica o asociacionista tendieron a alternars., ‘Ynormalmente las primeras fueron las que contaron con maycces mo- Yimientos de masa: la politica predomi.6 en 2815-18.9, -829- 1832, y sobre todo en la época cartista (1838-.848), y I: organiza cién industrial a principios de la década de 2820 y en 1833-1838. Sin embargo, a partir de 1830 todos estos moviinientos se aicieroa més conscientes y caracteristicamente proletarios. Las agitaciones de 1829-1835 vieron surgir la idea del “sindicato general” (genera: tra- des union) ¥ su arma definitiva, que podia utilizarse para objetivos po- Iiticos, la “huclga general”; el cartismo se apoyaba firmemente en la consciencia de la dase obrera, y para conseguir sus fines acariciaba la tsperanza de la huelga general, 0, como se la lamaba entonces, del “mes santo”. Pero fundamentalmente, lo que mantenfa unidos a todos os movimientos, o los galvanizaba después de sus periddicas derrotas y desintegraciones, era el descontento general de gentes que se sentian hambrientas en una sociedad opulenta y esclavizadas en un pafs que blasonaba de libertad, iban en busca de pan ¥ esperanza y recibfan a cambio piedras.y decepciones: gAcaso su descontento no estaba justificado? Un funcionario pru- siano que viajé a Manchester en 1814 nos ha dejado una opinién mo- deradamente halagiefia: 22 INDUSTRIA E IMPERIO La nube de vapor de carb6n se columbra en la distancia. Las casas es- dn ennegeecidas por ella. El rfo que atravicsa Manchester va tan leno ide harapos de colores que més seme la tina de wn tintorero, Todo el paisaje es melancdlico, Sin embargo, deambulan por doquier gentes, Ttareadas,felices y bien nutsidas, y eS0 levanta los énimos de quien lo ccontempla.!? Ninguno de los que visitaron Manchester en los afios 30 y 40 ~y fueron muchos— reparé en sus gentes felices y bien nutridas, “Natura~ Jeza humana desventurada, defraudada, oprimida, aplastada, arrojada en fragmentos sangrientos al rostro de la sociedad”, escribié sobre ‘Manchester el americano Golman en 1845. “Todos los dfas de mi vida doy gracias al ciclo por no ser un pobre con familia en Tnglate- rma," 1 gNos sorprenderemos de que la primera yencracién de traba jadores pobres en la Gran Bretafia industrial considerara mezquinos Jos resultados del capitalismo? NoTas 1. Vee "ets completa, apeiineme 4 (6. P. Thompson F Engl Sn cs TUS eptale 2 (fe Pony) Sobre vel de vida vr abn E Sr eg Mur (1964), Phys Deane Te Pun orl Regn (1983) eda tat is er, Caley Penge (leurs complencnais” 2) A. Brig, ao ean (1959), Par is conic sotalen ke Chadwick, Rr or fle Se oe ica be CabarngPpltion ed Me W, Ho (1963); Bigs Vee snr 63). Ver ania tx Gur 23, 13, 20, 37, 43-46 eee inant ara mesos propéxics gu el itento de aplcar elf dea le cidade Dental teness mares my por dele el aétic,po 20 See Shape demons quel neato de apni x posible oe abate entarin See easern por Gempl, el comercio al delle y cio ips de industri AONE MeCoritby asCorn Lav Leap (1938), pp, 57-58 fe Meo desde bron no eeaba reducidas tnlment simple vnc di rata: Se pag ean de enon qoienet 2 cami de wa gia dina Y ae ee diode uo vena suridad soci, portuniade de promod fPaltal ¢ino petons de jac, a i eee, Doty glad and Ivdand, od. B. 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