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Abraham Valdelomar
Nacionalidad Peruano
Género Novela, cuento, ensayo, poesía,
teatro, crónica
Valdelomar fue un escritor completo pues abarcó prácticamente todos los géneros
literarios conocidos. Sin embargo, lo mejor de su creación ficticia se concentra en el campo
de la narrativa cuentística. Sus cuentos se publicaron en revistas y periódicos de la época, y
él mismo los organizó en dos libros: El caballero Carmelo (Lima, 1918) y Los hijos del Sol
(póstumo, Lima,1921). En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento
neocriollo peruano, de rasgos postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la
narrativa moderna del Perú. En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer
libro de cuentos, se utiliza un vocabulario arcaico y una retórica propia de las novelas de
caballerías para narrar la triste historia de un gallo de pelea, relato nostálgico ambientado
en Pisco, durante la infancia del autor. En Los hijos del Sol, busca su inspiración en el
pasado histórico del Perú, remontándose a la época de los incas.
Contenido
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1 Biografía
2 Obras
o 2.1 Novelas
o 2.2 Cuentos
o 2.3 Poesía
o 2.4 Prosa poética
o 2.5 Teatro
o 2.6 Ensayos
o 2.7 Crónicas y reportajes
o 2.8 Narraciones y crónicas históricas
o 2.9 Biografía
3 Postmodernismo
4 Véase también
5 Notas
6 Bibliografía
7 Enlaces externos
[editar] Biografía
Hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la Asunción Pinto Bardales,
pasó sus primeros días en una pequeña casa en la cuadra tres de la Calle Arequipa de su
ciudad natal, Ica. Hasta el año 2007 podía apreciarse una placa recordatoria en dicha casa
señalando el hecho, lamentablemente, el terremoto de aquel año provocó el derrumbe
completo de dicha primera casa de Valdelomar.
En 1892 se trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde su padre encontró trabajo
como empleado de la aduana. Allí empezó sus estudios primarios. Las experiencias de su
infancia, vinculada al mar y al campo, influyeron decisivamente en su obra. En 1899 se
trasladó a Chincha donde concluyó su educación primaria.
En 1900 viajó a Lima donde estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe; allí fundó y
dirigió un periódico escolar: La Idea Guadalupana (1903). En 1904 concluyó sus estudios
secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de archivero en la Inspección
Municipal de Educación de Chincha.
En setiembre de 1910 viajó a Arequipa, Cuzco y Puno. Su fama literaria se consolidó al año
siguiente con dos novelas cortas que salieron a la luz: La ciudad muerta (1911) y La ciudad
de los tísicos (1911), publicadas por entregas en Ilustración Peruana y en Variedades,
respectivamente.
Esta obra temprana (poemas, crónicas periodísticas y cuentos) está marcada por la
influencia del modernismo y de don Manuel González Prada; en sus novelas cortas es más
patente su devoción por Gabriele D'Annunzio.
El gobierno de Billinghurst le otorgó la dirección del diario oficial El Peruano (que ejerció
del 1º de octubre de 1912 al 30 de mayo de 1913), y por R.S. Nº 484 del 12 de mayo de
1913, un puesto diplomático, como Secretario de Segunda Clase de la Legación peruana en
Italia. Antes de partir hacia Europa, Valdelomar se batió a duelo de espada con Alberto
Ulloa Sotomayor, representante de los estudiantes limeños que se oponían a la politización
de la Universidad y que había publicado un artículo de protesta en La Prensa, que
Valdelomar consideró difamatorio. El duelo finalizó sin mayores consecuencias y sin que
ambos rivales lograran reconciliarse (tiempo después Ulloa se amistó con Valdelomar y
prologó su libro de cuentos El caballero Carmelo).
Trabajó luego como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero y
Osma, bajo cuya influencia escribió La mariscala, biografía novelada de Francisca Zubiaga
y Bernales (1803-1835), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura destacada de la
política del Perú de inicios de la República. De dicha obra hizo luego una versión teatral,
con el mismo nombre, y en colaboración con José Carlos Mariátegui (1916).
Planeó también editar un libro de Cuentos criollos bajo el título de La aldea encantada,
pero no llegó a concretarlo. Dos de dichos cuentos criollos aparecieron publicados en La
Opinión Nacional: El vuelo de los cóndores y Los ojos de Judas (en julio y octubre de
1914, respectivamente).
En 1915 empezó a trabajar como secretario del Presidente del Consejo de Ministros del
gobierno de José Pardo y Barreda. Se dedicó de lleno al periodismo y la literatura. Se erigió
como un influyente líder de opinión y un portavoz de la modernidad intelectual.
Colaboró sobre todo con el diario La Prensa, donde tuvo a cargo la sección Palabras,
dedicada a la política, desde julio de 1915 hasta su alejamiento del diario en 1918. Se hizo
popular por sus burlas hacia los políticos (entre parlamentarios y ministros) de entonces.
También publicó en La Prensa sus Crónicas frágiles, donde hizo conocido su seudónimo
de "El Conde de Lemos";3 y los Diálogos máximos, que transmitía conversaciones líricas
entre él y su amigo José Carlos Mariátegui representados bajo los nombres de Manlio y
Aristipo. También publicó en el mismo diario sus crónicas tituladas Impresiones; la
columna Fuegos fatuos, donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus
comentarios sobre la guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de Al margen del
cable. Compuso también sus Cuentos chinos una suerte de crítica hacia la dictadura de
Óscar R. Benavides en forma de apólogos ambientados en China, que fueron publicados
igualmente en La Prensa (1915).
Ya por entonces llamaba la atención de la gente con su atildada indumentaria,4 sus públicas
improvisaciones poéticas y sus galanterías en confiterías y salones de té, como en el famoso
Palais Concert, situado en el jirón de la Unión, cerca a Palacio de Gobierno, lugar que
cobijó a la juventud intelectual de la época. Por lo general formaba dúo con su gran amigo
José Carlos Mariátegui, seis años menor que él. Algunos le negaron originalidad y lo
acusaron de ser imitador del británico Óscar Wilde y del italiano D’annunzio, pero lo que
nadie podía hacer era ignorarlo.
En enero de 1918 renunció a La Prensa tras un conato de duelo con su director, Glicerio
Tassara, a raíz de una suplantación que hicieron en su columna de Palabras. Ese mismo
año salió a la luz su colección de cuentos El caballero Carmelo (encabezada por el cuento
del mismo nombre con que ganó el concurso de 1913) y su ensayo sobre estética con
meditaciones taurinas: Belmonte, el trágico.
Luego realizó giras y dictó conferencias a lo largo y ancho del país. Viajó a las provincias
del norte del país (Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Piura y otras ciudades) y se dirige luego
al sur, recorriendo los departamentos de Arequipa, Puno, Cuzco y Moquegua.
De regreso a su tierra natal fue aclamado unánimemente por la población iqueña. Por ello,
el 24 de septiembre de 1919, resultó electo diputado por Ica ante el Congreso Regional del
Centro. En una reunión de dicho Congreso realizada en la ciudad de Ayacucho, en los altos
de una casona, cuando Abraham se disponía a bajar por una empinada escalera de piedra,
resbaló (o perdió el equilibrio), cayendo desde una altura de seis metros hasta dar de
espalda sobre un montículo de piedras.5 Como consecuencia de ello sufrió una fractura de
la espina dorsal, cerca de las vértebras lumbares, la cual, luego de dos días de penosa
agonía, le causaron la muerte el 3 de noviembre de 1919, a las dos y media de la tarde.
Apenas contaba con 31 años de edad.
Su ataúd conteniendo su cadáver fue trasladado desde Ayacucho hasta Huancayo sobre los
hombros de 16 cargadores indígenas ayacuchanos. De Huancayo los restos del escritor
fueron llevados en tren hasta Lima, donde fueron inhumados en el Cementerio Presbítero
Matías Maestro, no en un nicho, sino en la tierra misma, tal como había sido su deseo.
Ilustres personalidades, familiares, amigos y discípulos del escritor le despidieron
dedicándole discursos y composiciones (16 de diciembre del mismo año).
[editar] Obras
[editar] Novelas
Valdelomar reunió sus cuentos criollos en un libro titulado La aldea encantada (1914) el
cual no llegó a publicarse. Luego dichos cuentos formaron parte de su libro antológico El
caballero Carmelo (Lima, 1918). Un segundo libro suyo de cuentos, Los hijos del Sol,
inspirado en el pasado incaico, fue publicado después de su muerte (Lima, 1921).
Todos los cuentos reunidos en dichos libros, sumados a otros recopilados de periódicos y
revistas, se pueden organizar, siguiendo las denominaciones dadas por el mismo autor, de la
siguiente manera:
[editar] Poesía
[editar] Teatro
[editar] Ensayos
A todas ellas habría que agregar otras obras que Valdelomar anunció publicar pero que no
salieron a la luz o quedaron inconclusas:
Neuronas, un libro de aforismos filosóficos, del cual solo se ha rescatado una parte.
Decoraciones de ánfora, libro de crónicas.
Fuegos fatuos, libro de ensayos de humor.
El extraño caso del señor Huamán, novela corta o cuento largo, inconclusa.
[editar] Postmodernismo
Abraham Valdelomar..
Premodernismo
Apogeo o Modernismo propiamente dicho, y
Postmodernismo.
[editar] Notas
1. ↑ Esta fecha onomástica del 27 de abril fue sostenida siempre por el propio
Abraham, sus familiares y amigos; sin embargo, en su partida de bautismo
conservada en la parroquia de San Jerónimo de Ica se consigna que el día de su
nacimiento fue el 15 de abril, lo cual es un error (Libro de partidas y bautizos Nº
41, folio Nº 77).
2. ↑ Tristitia, el título del poema emblemático de Valdelomar es una palabra latina que
significa “tristeza” y se pronuncia “tristizia”. Sin embargo, entre los escolares
peruanos se ha perennizado su pronunciación castellanizada.
3. ↑ Su seudónimo de “El Conde de Lemos” no era un escondite, pues todos los
lectores sabían quien estaba detrás de ese aristocrático título. Por lo general se dice
que adoptó tal seudónimo para provocar a la alta clase limeña, que siendo él un
zambo de modesto origen no tenía reparos en blasonar de un título nobiliario; al
mismo tiempo sería un homenaje a la Lima antigua, a la Lima de los Virreyes, a la
que Valdelomar evoca en algunas de sus obras con nostalgia. No faltó algún
despistado que quiso demostrarle que no descendía del verdadero Conde de Lemos
que fue Virrey del Perú entre 1667 y 1672. Manuel del Priego, en su notable
biografía del escritor, ha explicado con sentida emoción la verdadera nobleza de
Valdelomar: “Procedía Valdelomar de una familia de clase media y no tenía título
nobiliario alguno, pero lo distinguió su nobleza real, no debida al linaje sino a los
propios méritos, según la idea cervantina ‘cada uno es hijo de sus obras’. Al
margen de las poses y los desplantes que gastaba para llamar la atención, era un
hombre sencillo, bueno y generoso, identificado con el pueblo y poseía auténtica
aristocracia espiritual.” (Valdelomar, el Conde Plebeyo. Lima, Fondo Editorial del
Congreso, 2000)
4. ↑ Sin duda Valdelomar quiso ser un dandy a la manera de Oscar Wilde, el escritor
británico. Para ser un dandy había que vestir con extremada elegancia y buen tono,
usar monóculo, ser despectivo con los poderosos, rechazar la vulgaridad, ser
levemente sofisticado y equívoco, si no francamente homosexual y sobre todo,
admirarse a sí mismo. Valdelomar terminó su aprendizaje de dandy en Roma y
regresó “usando quevedos con cinta bicolor, guantes, escarpines, camisa de
flotante cuello, cinismo, insolencia y siempre una irrestañable ternura, esa ternura
que le bañaba como un agua lustral.” (Luis Alberto Sánchez: Valdelomar o la
Belle Époque, pág. 109. Lima, tercera edición, 1987).
5. ↑ Una versión escandalosa, cuyo origen no se ha podido precisar, circuló poco
después asegurando que el escritor había fallecido al caer dentro de un profundo silo
u hoyo de excrementos humanos. Tal patraña posiblemente fue difundida por los
enemigos del escritor, aquellos que habían sido víctimas de sus críticas. El asunto es
que tal versión tuvo tanta “pegada” que hasta un escritor del nivel de Alberto
Hidalgo lo asumió como verdadera (Hidalgo, Alberto: Muertos, heridos y contusos,
Buenos Aires, 1920, pp. 65-66). Hasta hoy día muchos profesores difunden dicha
versión en las aulas, lo cual es un gravísimo e inaceptable yerro, ya que de acuerdo
a los testimonios de muchas personas que estuvieron cerca del fatídico suceso, todos
concuerdan unánimemente que el escritor cayó sobre un montículo de piedras que
se hallaba cerca de la escalera, lo que le produjo la fatal rotura de la columna
vertebral (Ver: Manuel Miguel de Priego, Valdelomar, el Conde Plebeyo, págs.
440-441. Lima, Fondo Editorial del Congreso, 2000).