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Cohetes de regocijo
Una interpretación de la fiesta mexicana
México
Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Históricas
2017
264 p.
(Serie Historia General, 35)
ISBN 978-607-02-9484-6
Formato: PDF
Publicado en línea: 14 de noviembre de 2017
Disponible en:
www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros
/cohetes/682.html
1 Carta del Padre Pedro de Morales de la Compañía de Jesús. Para el muy reverendo
padre Everardo Mercuriano, General de la misma Compañía, con licencia en México por
adelante ahdf], Actas de Cabildo, 348a., 9 de noviembre de 1585. Este asunto, por
su importancia para esta historia, será tema especial de otro apartado.
3 Ibidem, 11 de agosto de 1586. Por otro lado, aunque no se trata propiamente
El siglo xvii se inició con abundantes luces y fuegos para sus fiestas
monárquicas, civiles y religiosas, además de las miles de luminarias
de ventanas y azoteas y de las hogueras en las calles. El ingenio, primor
y sutileza de los oficios, entre los que no faltó el de cohetero, quedó
inmortalizado desde el poema que, hacia 1602, escribiera sobre la
ciudad de México Bernardo de Balbuena.4 En la celebración de la ca-
pital en septiembre de 1605 por el nacimiento del príncipe Felipe, las
“muchas invenciones de pólvora y fuego”, cuajaron la ciudad con
tantas luces, que según fray Juan de Torquemada, “mirada de fuera
parecía un cielo muy estrellado”.5 Para el mismo homenaje, la ciudad
de Mérida previno en 1608 “todas las fiestas y regocijos posibles para
manifestar su contento”, subrayando el cronista del suceso, el esta-
llido de “los más posibles” fuegos de artificio.6 Entre las fiestas
monárquicas cuyas luces duraron más días y se distinguieron por su
espectacularidad, deben señalarse hacia el fin de esa centuria, las del
matrimonio de Mariana de Neoburgo con Carlos II (en la capital se
pusieron tablados con linternas para que el público pudiera verlas, en
un festejo que en tuvo lugar los días 28, 29 y 30 de abril de 1691).
En cuanto a asuntos religiosos, hubo luminarias, cohetes y fuegos
de artificio en la dedicación del templo de la Profesa el 30 y el 31 de
julio de 1610, fiesta que se sumó en esa ocasión a la de la beatificación
de Ignacio de Loyola7 y en la festividad a San Gregorio Taumaturgo
y a San Nicolás Tolentino ese año y los siguientes. Destacaron en ese
[poema publicado por primera vez en 1604]: “¿Pues quien dirá del humo los disla-
tes, que envueltos suben en estruendo y brasas, sobre el ligero viento y sus embates?
5 Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, México, Universidad Nacional
ñía de Jesús de México en Nueva España, México, Imprenta del Sagrado Corazón de
Jesús, 1896, t. i, Libro segundo, capítulo iv, p. 242-254.
que entre 1694 y 1728, no varió presentar para el Corpus “siete artificios”, cuatro
el primer día y tres en el octavario. En ese mismo expediente y para estas últimas
fechas, quedan registrados asimismo los nombres de los “maestros coheteros” que
los fabricaron y el monto (46 pesos los primeros seis años y 45 el resto) que cobra-
ron por ello.
11 Antonio de Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), 3 t., México, Porrúa,
1946, t. i, p. 95.
12 Gregorio M. De Guijo, Diario, 1648-1664, 2 t., México, Porrúa, 1952, t. i,
p. 206-207, 214-215, 243-244; t. ii, p. 9, 36-37, 110-111, 179-1780; y Robles, op. cit.,
t. i, p. 112, 131 y 220; t. ii, 168-169, 204-205, 223-224, 277, 278, 279-80, 313 y
314; t. iii, p. 14 y 38.
13 Pierre Ragon, “Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos
la gente de la capital, que debía ponerlas en sus casas para “demostración de con-
tentamiento”.
19 Relación de los actos y fiestas de fundación de la Universidad de Mérida Yucatán en
1624, en Rafael Patrón Sarti, La Universidad de Mérida Yucatán. Relación de los actos y
fiestas de fundación en 1624, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 2013, p. 144.
20 ahdf, Actas de Cabildo, 356a., junio de 1607.
y Francisco de Solano, Las voces de la ciudad. México a través de sus impresos, 1539-1821,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994, p. 185.
24 Ibidem, p. 229.
1732; ibidem, Clero Regular y Secular, c/e 5856-021 (sin fecha, aunque por la letra
podría ser del xviii); ibidem, C/E 5353-075, febrero de 1760, 1761 y 1762.
28 Ibidem, Pólvora, c/e 1663-006, 1793.
novenarios de rigor. Por su parte San Ignacio, fue más celebrado con
fuegos “muy vistosos” y con muchos truenos dobles en la ciudad de
Guadalajara.30
Se registra, sobre todas esas celebraciones, el florecimiento de
las tronadoras fiestas dedicadas a la Virgen de Guadalupe llevadas
a cabo por todos los sectores de la población y que llegaron a ocupar
un lugar muy importante en el calendario festivo de esa centuria.
Cuando se cerró el “cimborrio” (cuerpo cilíndrico que sirve de base
a la cúpula) de la iglesia nueva de Nuestra Señora de Guadalupe en
1702, fueron los indios los que lo aplaudieron quemando muchos
fuegos.31 De nuevo los hubo en abril de 1737 al ser jurada como
patrona de la ciudad de México y lo mismo sucedió en diciembre
de 1746, en su juramento como patrona general de todo el reino.
Ardieron una vez más en octubre de 1750 cuando el Santuario fue
reconocido como “la Insigne y Real Colegiata”.32 Un lugar destaca-
do, en fin, mereció desde fines del siglo xvii, el gasto de pólvora y
cera que hicieron anualmente los indios, el último domingo antes
del tiempo de Adviento, en la fiesta —llamada “de los naturales”—
a su patrona la Virgen de Guadalupe en su propio Santuario (con-
currían a ella de todos los lugares del reino), celebración que dejaba
generosas limosnas que llegaban a sumar, sólo ese día, más de 10 000
pesos.33 La fiesta del 12 de diciembre, en ese mismo recinto (con
oficio, misa propia y rito de primera clase con octava), comenzó a
celebrarse en 1754 (aunque ya la hacían “privadamente” algunas
órdenes religiosas en sus conventos y templos desde los inicios de
ese siglo), a propósito de que en el Vaticano fue aprobado, por el
Papa, el juramento de patronato en “las dos Américas” a 224 años
del “prodigioso milagro” de su aparición. Ese día se quemaron
muchos artificios de fuego que no ocurrieron sólo en la Colegiata,
sino también en la Catedral Metropolitana y en todas las iglesias de
la ciudad.34 A su vez, los meses de noviembre y diciembre de 1756
30 agn, Indiferente Virreinal, Clero Regular y Secular, c/e 5227-003, Memoria de los
Federal por el Lic. Juan Rodríguez de San Miguel, Méjico, Imprenta de Galván, 1834.
37 Robles, op. cit., t. iii, p. 115-132.
Juan José de Zúñiga, El segundo quince de enero de la corte mexicana. Solemnes fiestas
que a la canonización del mystico doctor Juan de la Cruz celebró la provincia de San Alberto
de Carmelitas descalzos de este Nueva España, México, Joseph Bernardo de Hogal,
1730, p. 251.
39 Castro Santa Anna, op. cit., t. iv, p. 114 y 238; t. v, p. 116; t. vi, p. 126.
40 Ibidem, t. v, p. 31-37.
44 agn, Inquisición, v. 886, exp. 12; General de Parte, v. 35, exp. 25 y Reales Cé-
Nuestro Señor D. Fernando VI, Sol de las Españas fue celebrado el día 11 de febrero del año
de 1747 en el que se proclamó su Magestad exaltada al solio de dos Mundos por la muy noble
y muy leal Ciudad de México, México, Imprenta del Nuevo Rezado de Doña María de
Ribera, 1748, p. 19, 20, 26, 50-51, 79, 80, 256 y 260-262.
46 agn, Inquisición, v. 886, exp. 12.
47 La cuota inicial exigida fue de 400 pesos, pero como los gremios apelaron
ante el virrey, éste la redujo. Véase Linda A. Curcio-Nagy, The Great Festivals of Co-
lonial Mexico City. Performing, Power and Identity, Albuquerque, University of New
Mexico Press, 2004, p. 104.
48 Breve relación de las funciones que hicieron en los días 31 de enero, 2 y 7 de febrero
de 1790 los patrones del noble arte de platería… por la exaltación al trono de nuestro amado
soberano el Sr. Don Carlos IV, México, Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1790, p. 17.
49 agn, Reales Cédulas Originales, v. 195, exp. 7.
1808.
51 agn, Inquisición, v. 1462, exp. 82, enero y febrero de 1815.
53 Ibidem, p. 295.
56 Tenango del Valle en la jura por la independencia del país, agn S/S C13 E 1.
1821.
57 agn, Sin Sección, c. 39, exp. 6 y Condumex, Fondo xli-i, carpeta 18, n. 1366.
agn, Sin Sección, c. 119, exp. 11, “Noticias del estado de Chiapas”, 1829.
60
Primer calendario liberal para el año de 1852, por el licenciado don Liberato Ga-
64
rabato Panzacola defensor y abogado del pueblo, México, Imprenta de Murguía y Com-
pañía, p. 60.
65 agn, Sin Sección, c. 416, exp. 9; c. 435, exp. 2; c. 431, exp. 4; c. 428, exp. 3; El
misma fiesta, este periódico informó el día 17 que “los fuegos artificiales atrajeron
a la plaza principal “la concurrencia de casi todos los vecinos de la ciudad que
quedaron muy complacidos”.
68 Guillermo Prieto, Actualidades de la semana, México, Conaculta, 1996, t. i,
p. 445-447.
69 Diario Oficial del Supremo Gobierno de la República, 16 de septiembre de 1870.
Maximiliano de Habsburgo ya la había hecho una revista militar a las tropas fran-
cesas, austríacas, belgas y mexicanas, el 16 de septiembre de 1865, mismas que
luego desfilaron frente a palacio. Véase El Pájaro Verde, 18 de septiembre de 1865.
70 El Monitor Republicano, 17 de septiembre de 1870. Por su parte, el editorial
te ocurrido… Además de subrayar que los fuegos fueron muy buenos, Bustamante
agregó que al día siguiente en la Profesa la función de los artilleros “fue solemnísima”.
88 bne, Sala Cervantes, MS 20416/28.
90 Ibidem, p. 238.
91 Mayer Brantz, México, lo que fue y lo que es, México, Fondo de Cultura Econó-
quien entendía que los mexicanos eran, al mismo tiempo, “una fuen-
te de entusiasmo religioso y de alboroto profano”, y, en pocas pala-
bras, agregó que para él, “lo que constituía la fiesta eran las luces”,
producidas por “faroles, hachones, candilejas, luminarias”, y por “los
cohetes corredizos que de pronto cruzaban los aires con su cabellera
en llamas”.92 No hubo viajero que no quedara sorprendido con el
hecho de que, en las fiestas religiosas, los cohetes fueran lanzados
uno tras otro sin parar y en pleno día, y que además, estuvieran
“hechos bastante bien”, como, por ejemplo, lo escribió gracias a su
experiencia en varias fiestas yucatecas (Corpus Christi y San Sebas-
tián) el austriaco Carl Bartholomaeus Heller.93 Testimonio invaluable
es el que legó Antonio García Cubas sobre la vigencia de las fiestas,
que la capital hacía a sus santos y a distintas advocaciones de María
antes de las Leyes de Reforma, que prohibieron el culto externo en
la vía pública y en las plazas a partir de 1860. Desde sus vísperas,
en medio del ir y venir de la gente y de los vendedores en las calles,
chillaban y chispeaban los cohetes corredizos (por las cuerdas que
diagonalmente tendían en alto desde los balcones), que estallaban
al llegar a cada extremo. El propio día, siguió relatando, los coheta-
zos despertaban al alba a los vecindarios y acompañaban luego a las
procesiones, continuando hasta la noche (cohetes y algazara del
pueblo unidos), donde se intercalaban con las funciones de los
grandes juegos pirotécnicos. También evocó —entre otros festejos
religiosos que perduraron todo el siglo xix a lo largo y ancho del
país— que no dejaban de echarse al aire cohetes tronadores durante
el tiempo entero que duraba el canto de las letanías en las nueve
Posadas (se hacían en la privacidad de casas o vecindades), y que en
las teatrales pastorelas que aludían a la solemnidad del nacimiento
de Jesús, cuando aparecían los diablos en conciliábulo “sonaban co-
hetes chisperos encendidos entre las bambalinas, que arrojaban una
copiosa y persistente lluvia de fuego”.94
El discurso que apoyó la aprobación de la ley que vetaba el culto
externo, encontró una voz (desde los debates sobre tolerancia reli-
92 Guillermo Prieto, Memoria de mis tiempos, México, Porrúa, 1985, p. 150 y
169-172.
93 Carl Bartholomaeus Heller, Viajes por México en los años 1845-1848, México,