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La función social de la empresa puede ser analizada, entonces, a partir de dos ejes: el
primero privilegia la relación empresa-sociedad, estudiando la forma de interacción
establecida con la dinámica social; el segundo enfatiza lo que la empresa efectivamente
realiza para asegurar la cohesión y el dinamismo de sus empleados.
Los tres orígenes o fuentes principales de la sociología de la empresa son los siguientes:
La empresa es, por tanto, un hecho social y, como tal encierra cuántas paradojas, posibilidades y
limitaciones propias de la realidad social. Desde esta premisa de carácter epistemológico y desde el
creciente protagonismo societal de las organizaciones económicas, se ha iniciado una teoría
sociológica de la empresa (…)
1. La empresa es una construcción social: como unidad social productiva, toma sus recursos, su
organización y sus regulaciones sociales de la sociedad en que nace. Su desarrollo supone que
la sociedad inventa formas nuevas de gestión de sus aparatos económicos. Pero también está
presente la influencia de los individuos que actúan en ella. Las empresas canalizan deseos,
imponen prohibiciones, proponen ideales colectivos, modelos de identificación, sistema de
valores y normas, en cuanto elementos que influyen en el funcionamiento psicológico, consciente
e inconsciente de sus agentes. A la inversa, los individuos contribuyen a producir sistemas de
organización que responden a sus aspiraciones y están de acuerdo a su personalidad. Así, las
estrategias de los actores en una empresa dependen a la vez de la situación económica, del
modo de gestión y de la situación personal de cada individuo. Cada uno de estos elementos es
explicativo, pero no suficiente para comprender verdaderamente su conducta.
Estas características e influencias que confluyen en la empresa hacen que esta unidad social sea
especialmente dinámica y se encuentre sometida a un proceso de cambio permanente,
persiguiendo siempre el objetivo último que le proporciona su razón de ser: el beneficio
económico.
2. Es una unidad social internamente autónoma: Independientemente de su tamaño, de su
orientación productiva y de otras características, la calidad de sus estructuras sociales internas
proporciona a la empresa capacidad colectiva de organización, de modo que pueda encontrar en
sus recursos humanos la fuerza suficiente para reaccionar a las presiones y desafíos de sus
múltiples entornos.
3. Es un agente de cambio societal: Es una institución cuya funcionalidad social se ha ampliado
considerablemente, desbordando el contenido económico de su función central y llegando,
incluso a influir decisivamente sobre aspectos de la vida individual de los miembros de las
sociedades industrializadas.
La empresa se convierte así en una especie de lugar autocreador, apareciendo como un sistema
social complejo en el que intervienen todas esas formas de articulación de las relaciones sociales
que se llaman valoración de recursos humanos, capacidad de acción colectiva, aptitud para negociar.
Esta nueva concepción supone una inversión metodológica. De la consideración de la empresa como
un elemento de la estructura social se pasa a la valoración como agente en esa misma estructura.
No se niega que, en gran medida, haya reproducido y seguirá reproduciendo las relaciones sociales
predominantes, pero ahora se le reconoce una autonomía relativa en el seno de dicha estructura y
una capacidad de creación de relaciones sociales propias, que van a tener una influencia decisiva
en el conjunto del sistema social global.
Para comprender la empresa desde la sociología nada mejor que pararnos a observar qué hacen,
cómo se relacionan y que persiguen los individuos que la componen. Así, si nos acercamos a una
empresa, observaremos que sus trabajadores realizan actividades diversas que confluyen en la
elaboración de un producto o en la prestación de un servicio. Por otra parte, veremos que existe
entre ellos una tupida red de relaciones sociales que, en ocasiones reflejan una coordinación de la
actividad individual y colectiva, a pesar que haya otras ocasiones en que las relaciones sociales
parecen escapar de esa malla para derivar hacia formas de comportamiento extraempresarial. Con
otras palabras, si observamos las relaciones sociales predominantes en la empresa, podremos
comprobar la existencia de una estructura de posiciones que imponen determinadas relaciones
formales, estandarizadas, fijas y estables; y que esta estructura funcional se solapa con una
distribución diferenciada de poder. Es decir, que según la posición que se ocupe la tarea se realiza,
la función que se desempeña, el trabajador de la empresa dispone de más o menos poder. Se
encuentra, pues, situado en una estructura jerárquica.
Cuando un individuo accede a una empresa, se incorpora a una posición en una estructura jerárquico
- funcional que le impone un tipo determinado de relaciones sociales. Asume una posición laboral
que conlleva derechos y obligaciones respecto de los demás y que se manifiesta en formas
determinadas de relación social.
INFESTAS GR, A (2000): Sociología de la Empresa, en Hernández – Sánchez (Coor). Manual de
Sociología. Universidad de Valladolid. Págs. 302-305
LA CULTURA EMPRESARIAL: Es el proceso-producto de construcción socio-histórica (bajo la
influencia del entorno, los líderes de la organización y otros factores de
contingencia) del sistema de significados (expresado y aprendido
simbólicamente y compartidos -en menor o mayor grado- por los
miembros de esa organización) que configura la vida cotidiana de la
empresa (y le confiere una identidad que la distingue de otras).
Desde esta perspectiva dinámica se integran relacionalmente los niveles micro y macro, pues la
cultura media entre la estructura y el individuo: los actores son siempre artífices del orden social, al
tiempo que son modelados por él. La fuente de invención cultural está en las acciones vitales de los
sujetos en relación, con el continuo proceso de interpretación y reinterpretación del patrimonio social
recibido. Después tiene lugar la objetivación o exteriorización de las innovaciones culturales, que
mediante la reiteración acaban convirtiéndose en modos habituales y generalizados, normados que
se trasmitirán a los nuevos miembros de la sociedad.
Conforme la empresa se hace más compleja, las relaciones se hacen más densas y con el tiempo
se van sedimentando. La diversificación y complejidad también influyen en la formación de
subculturas.