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La revolucioó n de las Trece Colonias

britaó nicas en Ameó rica

¿Para qué este tema?


Para identificar las principales características de la revolución norteamericana y
comprenderla como parte del contexto global de las revoluciones del mundo atlántico.
Ideas previas
1. ¿Qué es una colonia y qué una metrópoli?
2. ¿Qué significa ser independiente?

Un mapa de las colonias


Las colonias británicas originalmente establecidas en América gozaban de una tradición de
autogobierno surgida en parte por el tipo de colonizadores (peregrinos y líderes de grupos
religiosos en busca de una tierra para poblar y profesar su religión) y por la política británica
con respecto a tales colonias que si bien no representaban un espacio importante, en
términos de producción de materias primas sí eran claves en el intercambio comercial. Esta
tradición de autogobierno fue fundamental para comprender los eventos de la revolución de
las Trece Colonias británicas en América.
Al decir colonias se hace referencia a los espacios ocupados por la Corona británica en
América, establecidos entre 1607 y 1733. A diferencia del Imperio español que intentó
reproducir un mismo orden político a través de una cuadrícula urbana a lo largo de sus
dominios, las colonias americanas se caracterizaban por su diferencia. Por ejemplo, las
colonias de Nueva Inglaterra (Masachusetts, New Hampshire, Rhode Island y Connecticut)
ocupadas por líderes religiosos disidentes, se habían convertido en importantes puntos
comerciales con puertos vitales como Boston. En una línea similar, las colonias de Delaware,
New Jersey, New York y Pennsylvania eran centros de intercambio comercial de gran
actividad y de recepción de inmigrantes europeos dedicados, en buena medida, a las labores
agrícolas. Por su parte, las colonias del Chesapeake
(Virginia y Maryland) eran sociedades que giraban
alrededor del cultivo de grandes plantaciones,
especialmente tabaco. Del mismo modo, las colonias del
sur (Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) eran
lugares de extensos cultivos de tabaco y arroz, de
intercambio comercial alrededor de tales productos y
grandes cantidades de mano de obra esclava.
Lo anterior significa que las trece colonias contaban con
distintas poblaciones y sistemas económicos; además,
las estructuras sociales tenían lazos muy débiles entre
sí. De hecho, eran contados los casos de habitantes de
una colonia que entablaran contactos con la otra, algo
que se veía reflejado en la ausencia de sistemas William Penn (1644-1718), cuáquero
formales de comunicación entre las colonias y en la británico fundador de la colonia de
centralidad de Londres. Pennsylvania
Políticas imperiales: guerra e impuestos
Por otro lado, las disputas del Imperio británico con Francia en América, las cuales se
replicarían a lo largo de África y Asia en el siglo XIX, implicaron un aumento en los costos de
la defensa de las colonias. El interés de la Corona inglesa era aumentar el grado de control
de las colonias americanas y, a su vez, financiar las demandas de su nueva situación
imperial. Con este propósito, el Parlamento inglés expidió el Acta del Azúcar (1764) que
buscaba aumentar los impuestos en las colonias y regular el comercio colonial proveniente
del Caribe, un creciente negocio cuyas ganancias, desde la perspectiva de la Corona inglesa,
debían ser más visibles para la metrópoli.
La reacción de los comerciantes en las colonias no se hizo esperar. Como el historiador
Robert J. Allison lo recuerda, lo más interesante sobre estas protestas no fueron los
redamos, sino el principio en el que estos se fundaban: el Parlamento inglés no podía
imponer impuestos a los miembros de las colonias sin su consentimiento; ellos no habían
elegido ni contribuido a elegir al Parlamento, así que este no podía imponerles impuestos.
Los colonos ingleses de América señalaban, entonces, que si tal era el caso y podían ser
grabados sin su consentimiento, ellos eran, de hecho, esclavos del Parlamento inglés.
El dilema de la representación
A pesar de las protestas, el Parlamento siguió adelante con su política de aumento en los
tributos y, en 1764, el canciller británico Lord George Greenville propuso una ley de
estampilla fiscal para las colonias americanas en todos los documentos impresos, desde
panfletos hasta licencias matrimoniales. Políticos ingleses como Charles Townshend,
fundamentales poco tiempo después en la promoción de nuevas políticas fiscales para las
colonias, señalaban que era deber de las colonias contribuir con la Corona. En sus palabras:
"Estos americanos, infantes cultivados por nuestro cuidado, protegidos por nuestros brazos y
educados por nuestra indulgencia hasta que, ya mayores, alcancen un grado adecuado de
fuerza y opulencia contribuyen de mala gana con su parte para colaborarnos a aliviar la
pesada carga que estamos soportando".
Las reacciones de los habitantes en América fueron esta vez más airadas. Diferentes
periódicos atacaron las palabras del político inglés que reflejaban una idea de inferioridad de
las colonias. Más aún, las reacciones de periódicos como la Gaceta de Boston ponían en
duda el principio sobre el que se estructuraba el discurso imperial alrededor de los
impuestos: siendo ellos europeos y parte del imperio, debían participar en las decisiones del
Parlamento a través de representantes que dieran legitimidad a las decisiones relativas a las
colonias. De otra manera -volvían a insistir periodistas, caricaturistas, autores de ensayos y
tratados morales y políticos- las colonias eran esclavas de las decisiones del Parlamento. Lo
que estaba en juego, en el fondo, era la legitimidad de la metrópoli para tomar decisiones
sobre los habitantes de las colonias.
Si antes del Acta de las Estampillas la comunicación y coexistencia entre las colonias
americanas era exigua, el interés británico de promulgar esta ley pareció ser un punto de
unión. Protestas, revueltas y un creciente descontento marcó, casi al unísono, la reacción de
los habitantes frente a las medidas que se intentaban imponer. La oposición contra una ley
que los colonos consideraban "injusta, infeliz, inconstitucional y opresiva" terminó entonces
por unir a las colonias y forzó a la Corona a reconsiderar su Acta. Benjamín Franklin, de
Pennsylvania, desempeño un papel fundamental al ser convocado por el Parlamento para
explicar las revueltas que estaban teniendo lugar al otro lado del Atlántico. Finalmente, la
Corona derogó la ley, hecho recibido con júbilo por los habitantes de las colonias. Sin
embargo, el Parlamento aprobó, de manera simultánea, una "Dedaratory Act" en la que
reafirmaba su plena autoridad sobre las colonias.
Esta acta abrió una nueva iniciativa del gobierno inglés para grabar distintos productos que
se importaran a las colonias. Principios similares a los anteriores volvieron a articular la pro -
testa, esta vez con un grado mayor de agitación. Esta nueva serie de leyes produjo algunas
revueltas hacia 1770 en las que participaron miles de habitantes de las colonias. En esta
ocasión, las tropas británicas intervinieron con resultados nefastos. En lo que se conoció
como la horrenda masacre (horrid masacré), las tropas dispararon a una muchedumbre civil
en Boston dejando cinco personas muertas. Como consecuencia, el Parlamento derogó de
nuevo buena parte de los impuestos a las importaciones, dejando solo en pie el gravamen a
un producto que luego sería fundamental para el desarrollo de los eventos posteriores: el té.

El Acta del Té: ¿tributación sin representación?


En Id misma línea de las actas anteriores, la Corona propuso la que sería conocida como el
Acta del Té con la cual la Compañía Británica de las Indias Orientales adquirió el monopolio
del té y el derecho de comerciar directamente con las colonias americanas. Esto suponía que
las colonias compraran exclusivamente el té de la Compañía, que además, tenía unos
sobrecostos. Como resultado, las protestas en las colonias se incrementaron. Es preciso
recordar que lo que estaba en juego no era simplemente un precio mayor del té, sino lo
injusto e ilegítimo que resultaban los impuestos que se imponían desde un Parlamento en el
que no tenían representación.
La llegada de la primera flota, fruto de este acuerdo entre la Compañía y la Corona a finales
de 1773, dio pie al inicio de nuevas hostilidades y protestas. Más de un millar de personas se
agolparon para protestar contra la llegada del "Darmouth" a los puertos de Boston. Un
movimiento denominado "Los hijos de la libertad", forjado poco a poco en las protestas de los
años anteriores y que empezó a liderar la frágil alianza de las colonias ante la iniciativa
británica, bloqueó el descargue del té. Un mes más tarde, cuando era inminente que las
cargas de té importado debían abandonar los barcos, un grupo de habitantes de Boston
ingresaron a las tres naves y echaron por la borda el té que los barcos almacenaban, más de
40.000 kilos avaluados en más de un millón y medio de dólares americanos de hoy en día.
Este hecho se conocería luego como el "Boston Tea Party" y varios historiadores lo
consideran como uno de los pilares de la revolución de las colonias norteamericanas. No
obstante, el hecho mismo de que solo cuatro o cinco décadas este hecho se nombrara de tal
manera, nos permite recordar que los protagonistas de esta protesta no leyeron el evento
como parte de un "plan" de liberación nacional pues, precisamente, no existía la conciencia
de una nación en pos de ser liberada.

Las tensiones se intensifican


Para septiembre de 1774, los representantes de las trece colonias se reunieron en Filadelfia.
Allí los líderes acordaron la creación de un ejército continental. El Congreso y su brazo
armado, el ejército, no pretendían la independencia de la Corona británica. Por el contrario, el
Congreso proclamó su lealtad al rey mientras buscaba deponer un principio de imposición
que consideraba injusto e ilegal. Si tuviéramos que sintetizar en una frase de grito de batalla
podríamos utilizar una de las consignas de los representantes: No taxation without
representation o "no a la tributación sin representación".
Las acciones del ejército continental, la insuficiente presencia de tropas británicas y buena
parte de apoyo popular -aunque colonias como Georgia fueron en algunos momentos
reticentes a las protestas y en todas las colonias habían reductos de apoyo a la Corona-
imposibilitaron la recuperación de los territorios americanos por parte del Imperio inglés. Para
finales de 1775, Jorge III de Inglaterra declaró oficialmente a las colonias en Estado de
rebelión, suspendió las relaciones comerciales y declaró su expulsión de la protección
británica. Con la declaratoria de la rebelión, la Corona comenzó un proceso de búsqueda de
armas, hombres y recursos económicos para financiar la retoma del control de las colonias
americanas.

Pensamiento crítico
¿Por qué crees que los impuestos son importantes para un Estado? Discute con tus
compañeros sobre su relevancia y el carácter político que estos parecen suponer en el caso
de las colonias británicas en América.

Explica

¿Por qué se señala que los habitantes de las colonias británicas en América no se oponían
simplemente al impuesto que la Corona quería imponerles sino al principio en el que esta se
fundaba para hacerlo?

Aprende en grupo
Forma un grupo con tres de tus compañeros, e identifiquen los principales impuestos que
pagan los habitantes de Colombia. Expliquen en qué consisten, cómo se cobran y en qué se
invierten. Presenten las conclusiones al resto del curso.

Otro punto de vista


La aparición del "sentido común"
Por su parte, la unión continental se asemejaba más a una colcha de retazos débilmente
articulada que a una fuerte unidad en términos culturales y políticos. Las enormes
diferencias, en donde las religiosas tenían un lugar destacado, hacían muy difícil pensar en
fa unión de las colonias más allá de su oposición a los impuestos de la Corona y la
eliminación de los principios de autogobierno que estos
suponían. Incluso, no era claro para finales de 1775, cuál
posición debían adoptar los representantes del
Congreso: ¿Pactar una reconciliación con la
Corona? Y si esto era posible, ¿en qué términos
y condiciones? O, bien, ¿sería mejor declarar,
finalmente, el rompimiento con el gobierno
inglés? Un panfleto anónimo de enero de 1776,
cuyo autor tiempo después sería identificado
como Thomas Paine, articularía como ningún
otro algunas de estas preguntas y brindaría una
respuesta contundente: era hora de que los
representantes de las colonias se separaran
definitivamente de la Corona inglesa.
El manuscrito de Paine y su extraordinaria difusión fue central en los eventos que tendrían
lugar en la primera mitad de 1776. El segundo congreso continental, en funcionamiento
desde mayo de 1775, promulgó, bajo la pluma de Thomas Jefferson, una "Declaración por
los representantes de los Estados Unidos de América reunidos en Congreso General". Esta
fue el acta oficial de independencia firmada en Filadelfia el 4 de
julio de 1776. Sin embargo, la firma del acta no justificó la
aceptación sin más por parte de Inglaterra de la independencia
de sus colonias. Por el contrario, la guerra se intensificó.
En el terreno militar, los refuerzos británicos se
preparaban para llegar al continente. En
Manhattan, una fuerza de más de 25 mil
hombres de distinto origen y fruto de
negociaciones interimperiales que Inglaterra
entabló con algunos Estados, se apostaba en
calles y puertos para contrarrestar cualquier
ataque de las tropas del ejército continental.
George Washington, comandante del ejército
continental, enfrentó el desembarco de las
tropas británicas en Nueva York y la posterior
ocupación de la ciudad. Durante varios meses,
Washington resistió un cerco de las tropas británicas y, para diciembre de 1776, en una
acción de gran importancia estratégica y simbólica para las tropas de la unión, cruzó el río
Delaware tomando por sorpresa a las tropas del coronel alemán Johann Rail agolpadas en la
ciudad de Trenton.
Esta victoria llevó al recrudecimiento de la guerra, por lo que se necesitó de la ayuda
extranjera. Benjamín Franklin, en calidad de representante de las colonias, viajó a Francia en
diciembre de 1777 en busca de ayuda estratégica y militar. Ante esto, el gobierno de Luis XVI
envió armas, hombres y municiones. España (1779) y Holanda (1780) se unieron a Francia
en el apoyo a las colonias, dejando a Inglaterra librando una guerra sin aliados en el contexto
imperial. Después de varias arremetidas militares, la Corona inglesa firmó con los
representantes de las colonias americanas el tratado de París (1783) en el que reconocían la
independencia de las trece colonias. La firma del tratado suponía, no obstante, nuevos
desafíos para las antiguas colonias: ¿cómo mantener una unión cuando su principal razón de
ser -su oposición a Inglaterra y sus políticas- se había ya disuelto?
El panfleto de Thomas Paine
¿Por qué el panfleto de Paine se constituyó en una mirada diferente a la situación de las
trece colonias británicas?

Las líneas de este panfleto, con sus llamadas a la 'causa" de América y al fin de la presencia
británica en el continente, quizá hubieran pasado desapercibidas por las páginas de la
historia si no hubiera sido por su extraordinaria acogida. En los primeros meses se vendieron
más de cien mil copias del "incendiario" manuscrito y, a lo largo de 1776, se imprimieron algo
más de quinientos mil ejemplares. En Common sense o "Sentido común", Paine brindó un
marco de justificación de las acciones de los rebeldes americanos, pues dejaba de lado
cualquier idea de reconciliación -discutida por varios representantes moderados- para dar
paso a una de independencia total, de rompimiento definitivo con la Corona inglesa. Las
colonias, unidas, debían romper con el lazo colonial; las riquezas de América y el "carácter"
de sus hombres se prestaban para tal desafío, el tiempo había llegado, continuaba Paine,
para que los habitantes del nuevo continente se liberaran de las "cadenas" de la opresión
inglesa.
Representación gráfica

Pensamiento crítico

Interpreta
1. ¿En qué contexto aparece el escrito de Thomas Paine? ¿Cuál es el papel de este
escrito o panfleto?
2. ¿Cómo crees que se puede leer críticamente la imagen de la página 111? A
continuación algunas pistas: ¿Cuál es
3. la ubicación de los personajes en la composición? ¿Qué tipo de personas van en la
embarcación y qué crees que el artista estaba tratando de comunicar?
4. ¿Qué tipo de imagen de la revolución crees que el pintor estaba tratando de
representar en esta obra?
5. ¿Por qué crees que las imágenes pueden ser importantes para describir procesos
históricos? ¿Qué ventajas y desventajas tienen?
6. 5. ¿Por qué se afirma que con medidas como el impuesto y el monopolio sobre el té lo
que estaba en juego no era solo
7. el precio del té, sino la legimidad con la que se tomaban la medidas desde el
Parlamento inglés?
Evalúa
6. En la disciplina histórica encuentras varios ejemplos de nombres y conceptos que los
actores de la época a los que se refieren nunca utilizaron. Para unos historiadores,
algunos nombres se utilizan para caracterizar, de manera general, algunos períodos en la
historia, como "Edad Media". Para otros especialistas, la noción misma de "Edad Media"
supone que había antes un comienzo y un fin y olvida que los actores de esta época no
se referían al período que vivían como la "Edad Media". Casos similares se presentan con
la "era precolombina" y con la "Primera Guerra Mundial", llamada originalmente la "Gran
Guerra" y solo renombrada a partir de la "Segunda Guerra Mundial". ¿Cuáles son los
problemas, beneficios y desafíos que implica la creación de nombres y conceptos por
parte de los historiadores?
Tema1Las revoluciones hispanoamericana
Comprendiendo la trama del Imperio español

El Imperio español había gozado de una extraordinaria estabilidad por más de tres siglos.
La monarquía hispánica, bajo el mando de Felipe II, III y IV, se había consolidado como el
primer imperio global del mundo, pues se extendía desde las costas del Pacífico americano
-desde el territorio de la actual California hasta el Cabo de Hornos- hasta las Islas Filipinas
pasando por territorios en Europa, África y el sur de Asia.
Entre otros factores, el carácter "agregativo" de esta monarquía y el éxito de la Casa Austria
o Habsburgo en asegurar al mismo tiempo un grado de obediencia y legitimidad con un
cierto tipo de autonomía a nivel local, fueron elementos definitivos que ayudaron a
consolidar la presencia del Imperio español en América. Fue un imperio cuya tarea de
conquista y colonización de nuevos territorios se apoyó en una considerable dosis de
violencia con el ánimo de cristianizar y reducir poblaciones indígenas. Asimismo, fue un
imperio que logró negociar con nobles indígenas e instituciones sociales precedentes la
construcción de su estabilidad política; que logró gobernar territorios lejanos y reproducir la
majestad del rey en distantes audiencias, capitanías y ciudades virreinales.
Este complejo entramado entró en crisis a principios del siglo XIX. Aunque quizá algunas de
nuestras miradas sobre el proceso lo asocien como una "lucha" de liberación nacional, es
preciso recordar que las unidades nacionales de hoy día solo se forjaron al calor de la
confrontación revolucionaria y no la precedieron. Es decir, no podemos hablar de un
sentimiento de liberación del "yugo español" de la nación colombiana, pues ni siquiera el
nombre Colombia existía en aquel momento para nominar algún tipo de unidad política
parecido al del actual país.
Bajo el título "revoluciones hispanoamericanas", entonces, los especialistas se interesan en
describir este proceso de "desestructuración" monárquica y surgimiento de nuevas unidades
políticas en el territorio americano. Un proceso de
hondas repercusiones en la región y de gran
impacto para nuestro presente político, pues traza el
camino para la aparición de los Estados nacionales
tal y como los conocemos hoy en día.
Nación y revolución
En el caso hispanoamericano, aunque las
revoluciones terminaron por crear nuevos países, es
necesario recordar que los territorios contaban con
formas de identificación complejas y variadas, pues
no existía un modelo de identidad nacional, como
hoy lo podemos entender. Eran identidades mucho más diversas y atomizadas,
relacionadas, por ejemplo, con el lugar de nacimiento, con las provincias y, solo en pocas
ocasiones, con los virreinatos. Asimismo, las formaciones de identidad variaban, pues en
espacios como el virreinato de Perú y de la Nueva España las delimitaciones administrativas
se habían superpuesto a las civilizaciones prehispánicas, mientras que en el caso de la
Nueva Granada (1739 de manera definitiva) y Río de la Plata (1776) la fundación se hizo de
manera tardía y con propósitos especialmente comerciales y estratégicos.
1808: una crisis imperial
El surgimiento de Napoleón como emperador vitalicio implicó un proceso de expansión sin
precedentes en la historia francesa, que condujo a la invasión de los dominios españoles en
1808, lo cual generó una serie de eventos que llevaron a la desmembración del Imperio
español y el surgimiento de las unidades políticas hispanoamericanas. Ante la invasión y la
ausencia del rey de España, pues fue apresado por Napoleón, las revoluciones hispa-
noamericanas comienzan como un movimiento de fidelidad al rey, como una solución
temporal a su ausencia.
La invasión napoleónica y la ausencia del rey obligaron a retomar una antigua tradición: el
llamado a juntas provinciales. En la tradición real, el monarca era la figura que permitía
articular los diferentes "pueblos" que componían el orden monárquico. Ante la ausencia
temporal del rey, las juntas permitían, en cierta manera, asumir la soberanía del territorio. De
este modo, en la Península y en las colonias americanas se convocaron juntas en cabeceras
urbanas y provinciales del imperio como Quito, Cartagena, Santa Fe, Santiago y Caracas.
A finales de 1808 se instaló en Aranjuez la Junta Central y Gubernativa del reino,
proclamándose depositaría de la soberanía de los pueblos de la monarquía. Huyendo de las
tropas napoleónicas, la Junta se trasladó a Sevilla y, desde allí, exigió el reconocimiento de
su legitimidad a todos los "reinos y provincias de las Indias". En enero de 1809, la Junta
Central expidió un decreto en el que pedía a los virreinatos y capitanías generales enviar
nueve representantes a la Junta, uno por cada virreinato y uno por cada capitanía general
independiente. La junta recordaba algo que las políticas de finales del siglo XVIII habían
tendido a dejar de lado: el reconocimiento de los territorios americanos como "reinos" y no
como colonias, como en el caso británico o el portugués hasta entrado el siglo XIX en Brasil.
Según el decreto de la Junta: "los vastos y preciosos dominios que la España posee en las
Indias no son propiamente colonias o factorías como los de otras naciones, sino una parte
esencial e integrante de la monarquía española".

Criollos, reformas y reclamos


El pronunciamiento de la Junta Central al rechazar los territorios americanos como "colonias
o factorías" era, a la vez, un acto político tradicional y novedoso. Tradicional, pues la fun-
dación misma del Imperio español supuso la construcción de los espacios americanos como
virreinatos, y no como colonias, e implicó una gigantesca empresa de reproducción del orden
político a través de espacios urbanos, rituales y prácticas de poder en los que la legitimidad
del rey se reforzaba diariamente mientras que se actualizaba el lugar de los territorios
americanos como parte central de la monarquía. En este sentido, el pronunciamiento de la
Junta solo recordaba algo que había sido parte fundamental de la dominación imperial.
El pronunciamiento de la Junta era a la vez novedoso, pues se alejaba de una manera de
concebir los territorios americanos que había empezado a tomar fuerza desde finales del
siglo XVIII en pleno auge de las reformas borbónicas, las cuales implicaban una gradual
transformación en la concepción de las posesiones americanas como "colonias". Esta
transición fue vivida como un debate en torno a la igualdad de los criollos, quienes se
asumían como portadores de los mismos derechos que los peninsulares.

Juntas, reyes ausentes y reclamos soberanos

Después de las primeras sesiones de la Junta Central, en 1809, comenzó un proceso de


proclamación de Juntas de autogobierno en los territorios americanos. En esencia, esto
significaba que las Juntas en América desconocían la legitimidad de la Junta de Sevilla,
pues argumentaban que si en la Península se podían convocar Juntas supremas también
era posible hacerlo en los territorios americanos, más aún cuando los representantes
americanos a la Junta habían podido llegar a la Península. Las primeras juntas de
autogobierno aparecen de manera temprana en 1808 en México, Montevideo y Chiquisaca y
para 1809 en ciudades como Quito y la Paz. En 1810 el llamado a juntas locales se
intensifica y el problema de la representación de los americanos en la Península se agudiza,
dando lugar a la proclamación de juntas de gobierno propias en Caracas, Cartagena,
Buenos Aires, Santa Fe, Mompox y Santiago, entre otras ciudades.
Al examinar los sucesos, se encuentra que las juntas no proclamaban la independencia de
las ciudades en mención, de la Corona. Se asumían más bien como salidas temporales a la
crisis de la monarquía. Mucho menos declaraban la independencia de un "país", pues la
soberanía de la junta se extendía a los límites de la ciudad o provincia que representaba. Se
trató, entonces, de una sucesiva cadena de pronunciamientos de juntas locales que, en
grados distintos, rechazaban la Junta de la Península y proclamaban su fidelidad al rey
Fernando VII. Además, los tipos de acuerdos entre autonomía, independencia (de la Junta
Central) y lealtad al rey variaban de acuerdo con las ciudades. En algunas de ellas fueron
más radicales y se proclamaba la independencia de la Península simbolizada en la Junta; en
otras, se enfatizaba más el carácter temporal de la Junta. En uno y otro caso se trató de un
momento muy complejo de explosión de identidades y filiaciones políticas, de formas de
representación y legitimidad en juego y un momento de gran volatilidad en el que los
resultados y las posibilidades estaban en constante cambio.
A partir de 1812 y 1813 se pasó de juntas de autogobierno provisionales a declaraciones de
independencia absoluta de las ciudades y su constitución en Estados soberanos. Durante
este período se presentan numerosas disputas entre ciudades, villas y gobiernos
provinciales. Esta fue una época de ensayos republicanos, negociación y confrontación entre
distintos tipos de soberanías, pues estaba en juego la construcción de la legitimidad, es
decir, de una autoridad percibida como legítima.

De la revolución a la independencia

Después de varios reveses en el campo militar y diplomático, Napoleón libera al rey


Fernando VII quien retorna a la Corona en marzo de 1814. Dos años antes, las cortes
reunidas en Cádiz, solo con algunos representantes americanos, habían expedido una de
las constituciones más liberales de su época, estableciendo los principios de sufragio
universal, soberanía nacional, monarquía constitucional y libertad de prensa. En esta
Constitución, que no se llevó a la práctica en ese momento, pero que sirvió de modelo a
constituciones en Europa y América posteriormente, se reconocía en el primer artículo que
"la nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios". Aunque la
Constitución reconocía los derechos de los españoles nacidos en América y de las
poblaciones indígenas, su posición sobre las personas de origen africano era ambigua. De
todas formas, se trataba de un proyecto que buscaba balancear la fuerza de un gobierno
monárquico con las ideas liberales.
Con la vuelta al trono de Fernando VII, el proyecto liberal de la corte de Cádiz fue abolido
por el rey que reinstaló la monarquía absoluta y se propuso reconquistar las posesiones
ultramarinas. Se trató de un cambio de tono radical con respecto al interés de la
Constitución de Cádiz en negociar y conciliar la posición de los territorios americanos. Este
momento marcó un rumbo definitivo en el paso de la revolución a la independencia, pues las
tropas del trono español desencadenaron una violencia sin precedentes. Asedios,
fusilamientos, escaramuzas y batallas campales marcaron el rumbo de la confrontación y le
imprimieron, de manera indeleble, el sello de lucha contra el trono español.
Fernando VII lanza, así, una expedición para recuperar las p 0. sesiones americanas, desde
los territorios del antiguo virreinato de Nueva España hasta los de la capitanía de Santiago,
al sur del continente. Cabe decir que no se trataba simplemente de un ejército y una retoma
extema sin adeptos al interior de las nuevas y múltiples unidades políticas que habían sido
creadas entre 1810 y 1814. Varias disputas entre ciudades y cabeceras municipales
alrededor de la legitimidad del rey, f Ue_ ron la característica del período. Se insistía,
entonces, que s¡ el movimiento de las juntas había surgido como forma temporal de gobierno
debido a la ausencia del rey, con el regreso de Fernando VII la monarquía había sido
restituida. Por otro lado, los líderes de las juntas veían imposible tal regreso a la monarquía.
La soberanía de villas, ciudades y provincias ya se había reconstruido a partir de cuerpos
colegiados y sistemas republicanos y no era posible tal regreso al brazo monárquico
La violencia desencadenada por el interés real de recuperar los territorios inició una fase de
guerra abierta entre las tropas españolas y los ejércitos americanos, ya identificados con la
consigna patriótica como lucha de independencia. Buena parte de nuestras imágenes más
frecuentes sobre las independencias y las gestas heroicas de Bolívar, José de San Martín,
Bernardo O'Higgins y José María Morelos, entre muchos otros, provienen de este período.
Igualmente, nuestras imágenes de las grandes batallas, campañas y confrontaciones, de
acciones como las de Policarpa Salavarrieta, en la actual Colombia, y Juana Azurduy en los
territorios actuales de Perú y Bolivia, hacen parte de este momento de luchas militares,
tomas y resistencia heroica.
Después de una larga cadena de confrontaciones militares de distinta escala, la batalla
de Ayacucho, en 1824, marcó el fin de las acciones militares. Esta batalla, de gran
valor simbólico por la dificultad del terreno y por el
líder del ejército unido, el Mariscal Antonio José de
Sucre, es una de las más recordadas. De igual forma,
la ayuda internacional, en este caso británica, fue
esencial en la consolidación de la independencia de
los territorios americanos. El mismo Simón Bolívar
consideró fundamental el apoyo internacional y en
busca de este
llegó a Kingston
(territorio inglés),
en donde redactó
su famosa Carta
de Jamaica, en
1815. La Corona
inglesa, en su
interés por
debilitar de
manera definitiva
al Imperio
español, apoyó
también con
dinero y armas a
los rebeldes
americanos. Una
vez consolidada la independencia, el reconocimiento internacional fue primordial en la
legitimación de las nuevas unidades I políticas. Los primeros en hacerlo I fueron Estados
Unidos (1822) e Inglaterra (1824). España empezaría a I reconocer los nuevos Estados con la I
muerte de Fernando VII en 1833.
¿Independencia sin república?
La experiencia brasileña, aunque parte del mismo continente y con una experiencia
común, muchas veces se sale de los cálculos históricos. La misma invasión de la
Península por parte de las tropas napoleónicas que afectó a España también se extendió
hasta Portugal. Sin embargo, con la llegada de
Napoleón, el rey Joáo VI de Portugal decidió viajar
con su corte, familia, pertenencias, archivos y buena
parte de su cuerpo burocrático hacia América y se
instaló a la cabeza de la monarquía en Río de
Janeiro. Luego del desalojo de las tropas francesas y
el empeño en la reconstrucción de la trama simbólica
y política de la
Corona, las cortes
demandaron la
presencia del Rey en
la Península. El rey
nombró como regente
y gobernador del reino
de Brasil a su hijo el
príncipe Dom Pedro.
Con la partida del rey,
Dom Pedro quedó en
cabeza de todo el
reino. Sin embargo,
una serie de medidas
de las cortes en la Península buscaron limitar su poder restringiéndolo exclusivamente al
territorio de la provincia de Río. Sumado a esta creciente falta de autonomía, las cortes
también promulgaron una serie de medidas que fueron leídas en el territorio brasileño
como parte de un intento de "recolonización" de Brasil y, en el momento en el que la corte
demandó al príncipe Pedro que volviera a la Península, el regente de la casa proclamó la
independencia de Brasil como monarquía independiente. De esta manera, en 1822 el
príncipe Pedro es proclamado Dom Pedro I, Emperador Constitucional y Defensor
Perpetuo del Brasil.
Este caso significó la proclamación de una monarquía independiente de la portuguesa, de
gran estabilidad a lo largo del siglo XIX, pues solo sería abolida en 1889.
De la revolución a la independencia
Después de varios reveses en el campo militar y diplomático, Napoleón libera al rey
Fernando VII quien retorna a la Corona en marzo de 1814. Dos años antes, las cortes
reunidas en Cádiz, solo con algunos representantes americanos, habían expedido una de
las constituciones más liberales de su época, estableciendo los principios de sufragio
universal, soberanía nacional, monarquía constitucional y libertad de prensa. En esta
Constitución, que no se llevó a la práctica en ese momento, pero que sirvió de modelo a
constituciones en Europa y América posteriormente, se reconocía en el primer artículo que
"la nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios". Aunque la
Constitución reconocía los derechos de los españoles nacidos en América y de las
poblaciones indígenas, su posición sobre las personas de origen africano era ambigua. De
todas formas, se trataba de un proyecto que buscaba balancear la fuerza de un gobierno
monárquico con las ideas liberales.
Con la vuelta al trono de Fernando VII, el proyecto liberal de la corte de Cádiz fue abolido
por el rey que reinstaló la monarquía absoluta y se propuso reconquistar las posesiones
ultramarinas. Se trató de un cambio de tono radical con respecto al interés de la
Constitución de Cádiz en negociar y conciliar la posición de los territorios americanos. Este
momento marcó un rumbo definitivo en el paso de la revolución a la independencia, pues las
tropas del trono español desencadenaron una violencia sin precedentes. Asedios,
fusilamientos, escaramuzas y batallas campales marcaron el rumbo de la confrontación y le
imprimieron, de manera indeleble, el sello de lucha contra el trono español.
Fernando VII lanza, así, una expedición para recuperar las posesiones americanas, desde
los territorios del antiguo virreinato de Nueva España hasta los de la capitanía de Santiago,
al sur del continente. Cabe decir que no se trataba simplemente de un ejército y una retoma
externa sin adeptos al interior de las nuevas y múltiples unidades políticas que habían sido
creadas entre 1810 y 1814. Varias disputas entre ciudades y cabeceras municipales
alrededor de la legitimidad del rey, fueron la característica del período. Se insistía, entonces,
que si el movimiento de las juntas había surgido como forma temporal de gobierno debido a
la ausencia del rey, con el regreso de Fernando VII la monarquía había sido restituida. Por
otro lado, los líderes de las juntas veían imposible tal regreso a la monarquía. La soberanía
de villas, ciudades y provincias ya se había reconstruido a partir de cuerpos colegiados y
sistemas republicanos y no era posible tal regreso al brazo monárquico.
La violencia desencadenada por el interés real de recuperar los territorios inició una fase de
guerra abierta entre las tropas españolas y los ejércitos americanos, ya identificados con la
consigna patriótica como lucha de independencia. Buena parte de nuestras imágenes más
frecuentes sobre las independencias y las gestas heroicas de Bolívar, José de San Martín,
Bernardo O'Higgins y José María Morelos, entre muchos otros, provienen de este período.
Igualmente, nuestras imágenes de las grandes batallas, campañas y confrontaciones, de
acciones como las de Policarpa Salavarrieta, en la actual Colombia, y Juana Azurduy en los
territorios actuales de Perú y Bolivia, hacen parte de este momento de luchas militares,
tomas y resistencia heroica.

Después de una larga cadena de confrontaciones militares de distinta escala, la batalla de


Ayacucho, en 1824, marcó el fin de las acciones militares. Esta batalla, de gran valor
simbólico por la dificultad del terreno y por el líder del ejército unido, el Mariscal Antonio
José de Sucre, es una de las más recordadas. De igual forma, la ayuda internacional, en
este caso británica, fue esencial en la consolidación de la independencia de los territorios
americanos. El mismo Simón Bolívar consideró fundamental el apoyo internacional y en
busca de este llegó a Kingston (territorio inglés), en donde redactó su famosa Carta de
Jamaica, en 1815. La Corona inglesa, en su interés por debilitar de manera definitiva al
Imperio español, apoyó también con dinero y armas a los rebeldes americanos. Una vez
consolidada la independencia, el reconocimiento internacional fue primordial en la le-
gitimación de las nuevas unidades políticas. Los primeros en hacerlo fueron Estados Unidos
(1822) e Inglaterra (1824). España empezaría a reconocer los nuevos Estados con la muerte
de Fernando Vil en 1833.
Otro punto de vista ¿Independencia sin república?
La experiencia brasileña, aunque parte del mismo continente y con una experiencia común,
muchas veces se sale de los cálculos históricos. La misma invasión de la Península por
parte de las tropas napoleónicas que afectó a España también se extendió hasta Portugal.
Sin embargo, con la llegada de Napoleón, el rey Joáo VI de Portugal decidió viajar con su
corte, familia, pertenencias, archivos y buena parte de su cuerpo burocrático hacia América
y se instaló a la cabeza de la monarquía en Río de Janeiro. Luego del desalojo de las
tropas francesas y el empeño en la reconstrucción de la trama simbólica y política de la
Corona, las cortes demandaron la presencia del Rey en la Península. El rey nombró como
regente y gobernador del reino de Brasil a su hijo el príncipe Dom Pedro.
Con la partida del rey, Dom Pedro quedó en cabeza de todo el reino. Sin embargo, una
serie de medidas de las cortes en la Península buscaron limitar su poder restringiéndolo
exclusivamente al territorio de la provincia de Río. Sumado a esta creciente falta de
autonomía, las cortes también promulgaron una serie de medidas que fueron leídas en el
territorio brasileño como parte de un intento de "recolonización" de Brasil y, en el momento
en el que la corte demandó al príncipe Pedro que volviera a la Península, el regente de la
casa proclamó la independencia de Brasil como monarquía independiente. De | esta
manera, en 1822 el príncipe Pedro es proclamado Dom Pedro I, Emperador Constitucional
y Defensor Perpetuo del Brasil.
Este caso significó la proclamación de una monarquía independiente de la portuguesa, de
gran estabilidad a lo largo del siglo XIX, pues solo sería abolida en 1889.
Representación gráfica

Interpreta y resuelve
Lee el siguiente extracto de la Carta de Jamaica, escrita por Simón Bolívar en 1815, y luego
contesta la pregunta.
Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo
menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando
su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más
sólidas que las de inciertas conquistas I..] Europa misma por miras de sana política
debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no solo
porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro
de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio.
¿Cuál es el argumento de Bolívar para disuadir a España de que facilite la
independencia de las colonias americanas? Evalúa
1. Para algunos, la expresión "colonia" o "historia colonial" es inadecuada, pues supone la
existencia de colonias en el sentido moderno de la palabra y olvida el carácter de virreinatos
que los territorios americanos tenían. Otros especialistas señalan que el uso de "colonial"
permite comprender procesos de dominación y ocupación de territorios por parte de imperios
foráneos y las desiguales relaciones económicas, políticas y culturales entre las metrópolis y
las colonias. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Interpreta
En líneas anteriores se señala que las naciones fueron resultado de los pro cesos
revolucionarios y no su causa. ¿A qué hace referencia? Discute con tus compañeros. En esta
reflexión recuerda lo que aprendiste en la unidad pasada sobre naciones y nacionalismo.
Infiere
1. La Junta Central afirmó que los territorios americanos no son colonias sino reinos. ¿Qué
significa esta afirmación? Para la época, ¿qué implicaciones consideras que tuvo esta
declaración?
Significado de:
Volatilidad: se refiere a la inestabilidad o cambios repentinos y radicales de los acontecimientos que
se vivían al iniciar el siglo XIX.
Luso: de lusitano, relativo a Portugal. Este adjetivo proviene del pueblo de la antigua
Lusitania que habitaba parte de la Península Ibérica desde tiempos anteríores al Imperío
romano.

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