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El ser humano empezó a cultivar la tierra hace unos 10.000 años, con lo que abandonó el
nomadismo y creó pueblos y ciudades. Estas herramientas agrícolas primitivas datan del año 6000
a.C. El hacha, abajo, servía para desbrozar; las hoces de pedernal, izquierda, para cosechar; una
roca plana y una redondeada, centro, servían para moler el grano y las láminas de arcilla perforadas,
arriba derecha, es probable que sirvieran para ventilar los hornos de pan.
El arte neolítico también presenta una amplia variedad de figurillas (en ocasiones
femeninas como en la zona euroasiática) pero quizá los logros más importantes se
encuentran en una serie de imponentes monumentos localizados en diferentes partes del
mundo. En Europa occidental hay numerosos túmulos funerarios de grandes
dimensiones, construidos con tierra sobre las estructuras mortuorias de piedra. Es notable
el ejemplo de Silbury Hill (sur de Inglaterra), un enorme túmulo de creta de 40 metros de
altura y 160 de diámetro, construido hacia el año 2600 a.C. Más impresionantes aún son
los monumentos megalíticos (del griego mega y lithos, ‘grandes piedras’) en especial los
de Europa occidental: los grandes círculos británicos (de los que Stonehenge y Avebury
son quizá los más conocidos); los menhires, o piedras hincadas verticalmente en el suelo,
en la mayoría de los casos aislados pero en ocasiones en conjuntos como los
asombrosos alineamientos de Carnac (Bretaña, Francia); los menhires-estatuas
antropomórficos y las grandes tumbas megalíticas, desde Escandinavia hasta Portugal.
Muchas de estas tumbas estaban profusamente decoradas con motivos incisos en sus
piedras: espirales, puntas de diamante e incluso hachas. Algunas tumbas en España y
Portugal estaban pintadas en su interior. Está bien comprobado que el trazado y la
orientación de algunos de estos monumentos estaban en relación con la astronomía. Por
ejemplo, Stonehenge está orientado según el solsticio de verano mientras que New
Grange tiene un vano a través del cual penetran los rayos solares durante el solsticio de
invierno. Aunque los bloques de piedra levantados en algunos de los monumentos
europeos son de imponentes dimensiones, el logro probablemente más destacado de
cualquier grupo humano en la edad de piedra se encuentra en la isla de Pascua, en el sur
del océano Pacífico, donde desde los primeros siglos de nuestra era hasta el año 1600
aproximadamente, los nativos del neolítico construyeron impresionantes estatuas que
descansaban sobre plataformas enormes construidas con cascajo y recubiertas con
losas. Se esculpieron unas mil de estos moai en toba volcánica con cinceles de basalto y
fueron transportadas, probablemente sobre troncos a modo de rodillos, varios kilómetros
hasta la costa donde se encontraban las plataformas. El trabajo que supuso el labrado, el
traslado y el izado de los megalitos ha generado un profundo respeto por sus
constructores y por la inmensa capacidad del hombre, equipado tan sólo con utillaje de
piedra y materiales orgánicos.
El crómlech de Avebury es uno de los más destacados monumentos circulares de Gran Bretaña. Está
formado por piedras hitas dispuestas en un círculo de 400 m de diámetro que rodea a otros dos anillos
menores. Todo el conjunto se encuentra en un terraplén que consta de cuatro entradas equidistantes.
Este monumento forma parte de una gran construcción ritual del neolítico.
Stonehenge es el más famoso de los monumentos megalíticos de Inglaterra y la estructura prehistórica más
importante de Europa, fue construido en tres fases que abarcan desde el 2400 hasta el 1700 a.C. Su tamaño,
complejidad e importancia hacen de este monumento circular de la edad del bronce una obra de características
únicas. El círculo exterior de piedras hitas soportó en un principio un dintel arqueado que, a su vez, rodeaba a
cinco trilitos (dolmen de dos piedras que sostienen a una tercera en posición horizontal) dispuestos en forma
de U.
El principal yacimiento de la cultura de Los Millares (c. 2500-1900 a.C.) se encuentra en la provincia
española de Almería. Dicha cultura fue erróneamente asociada, durante años, a las colonizaciones
provenientes del Mediterráneo oriental.
Todos estos elementos, pero particularmente el notable porte del asentamiento
principal, cuyo caserío llegó a desbordar las 4 ha de extensión, y su condición de plaza
defendida por al menos tres líneas de muralla abastionadas, ponen de manifiesto que
este grupo cultural tenía un modo de vida sedentario, con una economía doméstica
plenamente afirmada y acaso matizada por cierto grado de especialización frente al
aprovisionamiento de algunas materias primas (sílex y minerales de cobre).
El carácter colectivo de los sepulcros y su presumible correspondencia con linajes
equiparables en el seno de la comunidad no ha impedido advertir ciertos signos de
desigualdad, como los desniveles de riqueza entre los ajuares o la diversa envergadura
constructiva de las propias tumbas, que suelen dotarse de amplias cámaras circulares,
pasillos de acceso y cubiertas cupulares.
Aparte de algún enclave aislado en las regiones de Murcia y Alicante, la inmensa
mayoría de las estaciones asimilables al horizonte de Los Millares, tradicional y
erróneamente atribuido a colonizaciones del Mediterráneo oriental, se distribuyen por la
provincia de Almería (Almizaraque) y el sector nororiental de la de Granada (El Malagón).
Un poco paradójicamente, pues, la brillantez de esta civilización tuvo lugar en lo que hoy
pasa por ser la región más árida de Europa.