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Esta pregunta tomará lugar en algún momento del futuro, o del presente, en tu ministerio.

Juana es una mujer de 50 años de edad que ha estado visitando tu iglesia por más de un
año. Se sienta en la tercera fila de atrás hacia delante, y generalmente se va durante el último
himno, a menudo con lágrimas en los ojos. Juana se te acerca después del servicio del
domingo para decirte que ella quiere seguir a Jesús como su Señor.

Le haces a Juana una serie de preguntas diagnósticas acerca de su fe, y es claro que entiende
el evangelio. Pero Juana todavía parece estar muy angustiada. Cuando le preguntas si se
arrepintió de su pecado, ella empieza a llorar y apretar los dientes.

“No lo sé”, dice ella. “No sé cómo… No sé por dónde empezar… Puedo reunirme con usted
en privado?”.

Tú, Juana, y una mujer piadosa “tipo Tito 2”, líder del ministerio de mujeres, se reúnen en tu
oficina de inmediato, y Juana cuenta su historia.

Ella no nació siendo Juana. Ella nació siendo Juan. Desde muy temprano en la vida de Juan,
se sentía como si fuera “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre”. “No quiero repetir
ese viejo cliché”, dice Juana, “pero realmente es lo que sentía”.

Juana les cuenta que a los 20 años comenzó el proceso de “transición” de la vida como un
hombre a la vida como una mujer. Sufrió una extensa terapia hormonal, seguido de cirugía
plástica, incluyendo la llamada “cirugía de reasignación de sexo”. Por los últimos 30 años, ha
vivido física y socialmente como una mujer.

“Quiero hacer lo que sea necesario para seguir a Jesús”, dice Juana. “Quiero
arrepentirme… Solo que no sé cómo hacerlo”.

“Soy quirúrgicamente ahora una mujer. He tomado hormonas que me dan el aspecto y la
composición física de una mujer “, dice ella. “Incluso si ahora me vistiera de saco y corbata,
solo me vería como una mujer en saco y corbata. Por no mencionar el hecho de que, bueno,
soy físicamente… una mujer “.

“Para complicar más las cosas”, dice Juana a través de las lágrimas, “Adopté a mi hija,
Clarissa, cuando tenía ocho meses de edad, y ahora tiene diez años. Ella no sabe nada de mi
vida pasada como un hombre. Ella solo me conoce como mamá”.

“Sé que la cirugía de cambio de sexo fue incorrecta. Sé que mi vida está retorcida. Estoy
dispuesta a hacer lo que sea que Jesús quiera que yo haga para hacer lo correcto”, dice
ella. “Pero, ¿qué quisiera Jesús que yo haga? ¿Estoy demasiado dañada para arrepentirme y
ser salva? Si no, ¿qué significa para mí arrepentirme y vivir mi vida como seguidora de
Jesús? ¿Qué es lo que debo hacer?”.

Esta es una situación complicada para la que no hay respuestas fáciles. Pero solo porque las
respuestas son difíciles no significa que sean imposibles. Aquí es lo que yo creo que está en
juego en esta situación, y cómo un pastor cristiano debe mirarlo.

Todos estamos pervertidos

El primer tema es el evangelio. Cristo Jesús vino a salvar a los pecadores. Él ofreció su vida
en sacrificio, su cruz sangrienta y el sepulcro vacío son suficientes para reconciliar a
cualquier persona rota a Dios. Debemos abandonar todo sentido de repulsión porque la
situación de Juana es “rara” o “pervertida”. Todo pecado es extraño y pervertido. El hecho de
que cualquier pecado (especialmente el nuestro) parezca “normal” para nosotros es parte del
porqué necesitamos el evangelio.

La segunda cuestión es el arrepentimiento. Rechazar el pecado por Cristo es necesario para la


salvación, como se articula en el mensaje del evangelio en toda la Escritura (Marcos 1:15,
Hechos 3: 19,17:30, 20:21). La historia del encuentro de nuestro Señor con el joven rico
(Lucas 18: 18-29) se puede mencionar aquí, así como su encuentro con la mujer sirofenicia
(Marcos 7:24-30). En ambos casos Jesús sondeó con el fin de dar a luz (en la primera) una
visible falta de arrepentimiento o (en la segunda) una manifestación visible de la fe. El
mensaje que Juana ha escuchado es el mismo mensaje que cada cristiano ha escuchado: “Ven
y sígueme”. El pastor quiere saber, como lo haría con cualquier otro pecador, si ella ha
contemplado el costo de hacerlo.

Próximos pasos

Al mismo tiempo, el pastor debe saber que no hay una solución simple aquí. Lo que sea que
Juana haga, dejará estragos a su paso. Su hija va a crecer ya sea con una “madre” que la ha
engañado durante toda la vida sobre un aspecto básico de lo que ella es, y cuál es su relación,
o ella va a pasar por el trauma de descubrir que su mamá es en realidad su papá.

Después de discernir que Juana está verdaderamente confiando en Cristo (y ciertamente


parece que es así), mi consejo sería asegurarse de que ella entiende que parte del pecado que
ella está rechazando ahora tiene como raíz un rechazo al Creador. La creación de Dios es
buena, y Él no crea personas genéricas: Él te creó varón o mujer, a su propia imagen (Génesis
1:27). Al tratar de “convertirse” en una mujer, Juan se ha establecido como un dios,
determinando él la propia estructura de su creación. Una parte de la libertad que viene de
Cristo es el reconocimiento de Juan de que él es una criatura, no un dios, no una máquina, no
un bicho raro.
Esto significa que el pastor debe, en su papel como subpastor de Cristo, empezar a hablar de
Juana como “Juan” e identificarlo a él como “él”. Esto parecerá extraño y discordante a
Juana. Por supuesto que sí. Lo que está pasando en la vida de esta persona, sin embargo, es lo
que sucede en la vida de cada cristiano. Nos hemos vestido de un “nuevo hombre”
crucificando al viejo hombre (Efe. 4: 21-24). Somos una “nueva creación” con el pasado
abolido (2 Cor. 5:17). Tenemos un “nuevo nombre” (Apocalipsis 2:17) que parece extraño y
místico, con una gran familia que tenemos que aprender a caminar y a amar a través de la
vida. En este caso, por supuesto, la “nueva” vida de Juan como cristiano consiste en regresar
a su identidad “vieja”, como un hombre.

Juana no va a “sentirse” como Juan, y eso está bien. Pero el pastor debe comenzar
ministrándole al ayudarle a identificar cómo luce la paz mientras se dirige como un hombre.

Además, el pastor no puede engañar a su congregación. Él no necesita externar todos los


aspectos del pasado de esta persona (más de lo que lo haría con cualquier otro pecador
arrepentido). Pero la iglesia, no un individuo, bautiza, y la iglesia debe conocer a la persona
que se bautiza. Para bautizar a uno creado hombre como “mi hermana en Cristo” (cualquiera
que sea la fórmula bautismal que utiliza) no está haciendo justicia a un Dios que habla la
verdad.

¿Revertir la cirugía?

Sobre la cuestión de si “Juana” debe revertir su cirugía de “reasignación de sexo”, en este


caso, me inclino a decir que no. Después de todo, ninguna cirugía puede reasignar género. La
cirugía destrozó a Juan y trató de crear una ilusión de una realidad biológica. No hay forma
de que este tipo de cirugía pueda ser “revertida”, solo otra ilusión cosmética creada encima de
la vieja.

En otras palabras, creo que en este caso, la cirugía adicional solo agravaría el problema. Juan
debe verse a sí mismo similar a un eunuco bíblico, alguien herido físicamente por su pecado
pasado, esperando la plenitud en la resurrección de los muertos. Debería, sin embargo, dejar
de tomar las hormonas femeninas, permitiendo a su cuerpo volver (relativamente) a su estado
natural.

El asunto para Juan es la honestidad, me parece a mí. Esto significa que debe presentarse
como lo que es, un hombre creado por Dios como un hombre. Debe identificarse a sí mismo
como un hombre, y debe empezar a vestirse con ropa masculina. Esto va a ser muy, muy
difícil para él, y necesitará a sus pastores y a su congregación para sobrellevar con él todos
los enormes desafíos, mayormente el que involucra a su hija.
¿Y su hija?

Asumiendo que Juan está dispuesto a renunciar a su vida como una mujer, y abrazar su
identidad como el hombre que Dios lo creó para ser, ¿qué hacer con el hecho de que su hija le
ha conocido solo como mamá?

Esta es, sin duda, la parte más difícil de este rompecabezas. Compasión por esta niña, a la que
todo su espectro de la realidad sería puesto de cabeza, es una marca de un cristiano, y sin
duda un rasgo necesario para un pastor del rebaño de Dios.

En primer lugar, permítanme decir que estoy consciente de que “Juana”, convirtiéndose en
“Juan” causará estragos en la vida y la psique de su hija. Creo que estos estragos se desatarán
en cualquier forma, y que la honestidad en este punto es menos destructiva que la
continuación de la ilusión. La pregunta, en este punto, no es si la hija tendrá una vida normal
o traumática. La pregunta es si el pueblo de Cristo estará con ella a través del trauma. Yo
aconsejaría a Juana decirle a su hija en el momento oportuno (pero sin retraso injustificado).

Esto será difícil, y Juan necesitará a su pastor allí, junto con muchas mujeres de Dios que
estén dispuestas a pasar horas con esta jovencita. Juan deberá decirle que años antes de que
ella naciera, estaba confundido, y sentía que era una niña en vez de un niño, y que se había
pasado los últimos 30 años tratando de ser una chica. Él debe decirle a su hija, sin embargo,
que algo ha cambiado: él nació de nuevo en Cristo Jesús, y eso significa que él recibió un
nuevo comienzo. Él debería decirle que la ama de la misma manera, y siempre estará ahí,
pero él quiere que ella sepa que Jesús está poniendo su vida en orden cómo fue diseñada
originalmente para ser, como un hombre.

Esto será confuso e inquietante, pero, con el sabio consejo de su congregación y sus pastores,
Juan podrá demostrar visiblemente a su hija que la regeneración y la santificación en realidad
parecen ser lentas y dolorosas pero, al final, vale la pena por el bien del evangelio.

La iglesia debe asumir

Al decir que no creo que Juana pueda seguir viviendo como una “mujer” no estoy diciendo
que la regeneración significa que de repente “se sentirá” como un hombre. Juan está diciendo
la verdad cuando dice que toda su vida se ha sentido como una mujer atrapada en el cuerpo
de un hombre. Él no se convertirá de repente en un “macho”. Es probable que lidiará con este
problema por el resto de su vida.

Yo fui salvo de, entre otras muchas cosas, la codicia. La codicia me parece natural. No
codiciar es antinatural para mí. No pasa un día en el que codiciar no sea la cosa más fácil,
más natural para mí. Pero lucho contra la codicia porque Dios me está conformando a la
imagen de Cristo (Rom. 8:29; 2 Cor. 3:18). Lo hace a través del sufrimiento, a través de la
disciplina, y por medio de la lucha bélica del Espíritu contra la carne, la nueva creación
contra los poderes satánicos (Rom. 5: 3-5; Heb. 12: 5-11; 2 Cor. 2:11). Si estás en Cristo, tu
testimonio es el mismo, con cualquier número de patrones pecaminosos y puntos débiles de
tu vida. Lo mismo será cierto para Juan. No renuncies a él si sufre contratiempos, y no
renuncies a él si él todavía “se siente” como una mujer por el resto de su vida. Mantente
apuntándole hacia el evangelio, y hacia la fe que escucha y actúa.

La presencia de Juan en tu congregación probablemente significará el surgimiento de algun


fariseísmo. Algunos encontrarán a Juan “monstruoso”. Algunos hombres se asquearán de la
idea, y pensarán que están afirmando su masculinidad al burlarse de él o marginarlo (aunque
sea de manera sutil, como mirarle feo). La responsabilidad del pastor es guiar a su pueblo
lejos de esta destructividad. La vida de Juan en la congregación puede ser una señal visible de
la misericordia de Dios. La iglesia debe, inmediatamente después de recibir a Juan como un
pecador arrepentido, anunciar que su pecado (no en parte, sino su totalidad) ha sido clavado
en la cruz de Cristo, sepultados con Jesús, y borrado por Su poder de resurrección. Cualquier
chisme en curso o el juicio del pecado o pasado de Juan es en sí mismo violencia contra el
evangelio, así como las divisiones en la congregación, y deberán ser disciplinados como tal.

Los pastores deben guiar a la gente a recibir a Juan, como ellos fueron recibidos por Cristo
(Rom. 15: 5-7). Los pastores y líderes de la iglesia pueden ayudar a las personas a sobrellevar
la carga de su hermano (Gal. 6:2). Esto significa, en primer lugar, que se necesitarán a las
mujeres de la congregación para mostrarle a su hija lo que significa ser una mujer
piadosa. Algunas de ellas van a querer llevarla a sus hogares y sus vidas, ser madres y
abuelas en Cristo para ella (Tito 2: 3-5). También implica que los hombres en la
congregación deben hacer un esfuerzo consciente por discipular a Juan, recibiéndole en su
círculo de amistad y mostrándole lo que significa seguir a Cristo, y lo que significa ser un
hombre. Para algunos de ellos, será incómodo. ¿Y qué? Pudo ser incómodo para el Señor
Jesús pasar tiempo con los borrachos, prostitutas y gentiles como nosotros, pero lo hizo, y lo
hace incluso ahora.

Nuestra respuesta

Vamos a tener más y más personas “transgénero” mientras la cultura que nos rodea
cambia. Una mujer en mi congregación me dijo el otro día que al donar sangre le
preguntaron, “¿De qué sexo era al nacer?”.

Podríamos lamentar esta tendencia y siempre hablar de cómo la cultura está convirtiéndose
en Gomorra. Pero deberíamos tener la esperanza de, si hay personas transexuales en los
barrios alrededor de nosotros, verlos en nuestros bancos de la iglesia. Y debemos orar,
fervientemente, que escuchen el evangelio que predicamos como buenas nuevas para
ellos. Una iglesia centrada en el evangelio proclama que de lo que sea que estés huyendo o
corriendo hacia, Jesús ofrece vida. Mientras estés vivo, no es demasiado tarde para encontrar
una nueva vida en Cristo. Jesús ama a los pecadores, y nosotros también.

El escenario de “Juana” no es realmente tan hipotético. Es probable que, dondequiera que


vivas, alguien cercano a ti esté en esa situación. ¿Por qué no aparecen en nuestras
iglesias? ¿Será porque dudan si nuestro evangelio está realmente dirigido a ellos? ¿Será
porque nosotros lo dudamos también?

Si Juana va a tu iglesia este domingo y escucha el evangelio, si “ella” decide dejar todo lo
que “ella” conoce y seguir a Cristo, ¿lo amará tu iglesia y le enseñará cómo dejar de fingir
para luchar hacia lo que fue creado para ser? Tal vez tomaría tal conversión para hacernos
cuestionar si realmente creemos lo que decimos y lo que cantamos. ¿Hay realmente poder,
poder que obra maravillas, en la sangre del Cordero? ¿Es nuestro evangelio realmente una
buena noticia para los hijos pródigos, incluso para los hijos tan perdidos que alguna vez
pensaron que eran hijas?

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