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El 11 de noviembre, cientos de
personas de la Asamblea
Nacional de Usuarios de Energía
Eléctrica (ANUEE) de México se
reunieron para un evento sobre el
nuevo movimiento feminista en el
auditorio del Sindicato Mexicano
de Electricistas (SME). Es un
edificio con una larga historia de
combate, con un mural colosal de
José David Alfaro Siqueiros, que
trabajó en este “Retrato de la
burguesía” entre 1939 y 1940, hasta que se vio obligado a huir del país después de
participar en un intento de asesinar a León Trotsky.
En 1936, el SME obtuvo una gran victoria contra su patrón, la compañía Mexicana
de Luz, una empresa británico-canadiense, a través de una huelga que cortó toda
la energía eléctrica en la Ciudad de México. Después de la nacionalización de la
industria energética en 1960, el sindicato se convirtió en un punto de referencia para
el sindicalismo radical y políticamente independiente, y en los últimos años promovió
la creación de la Nueva Central de Trabajadores (NCT) y de una nueva coalición
política, la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT), actualmente
involucrada en la campaña presidencial de una mujer indígena respaldada por
zapatistas, María de Jesús Patricio Martínez.
En 2013, el gobierno de Peña Nieto impulsó más reformas energéticas, incluida una
reforma constitucional que legaliza el proceso de privatización. Los principales
beneficiarios de estas medidas son las multinacionales españolas Iberdrola, Unión
Fenosa y Endesa, que obtienen el 70 por ciento de las ganancias del sector
energético privado. Sin embargo, desde la negociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), los Estados Unidos también ha jugado un
papel clave en presionar a los gobiernos mexicanos para que privaticen los sectores
estratégicos.
A lo largo de los años, sus posiciones han evolucionado desde pedir la condonación
de la deuda y las tarifas justas hasta reclamar el acceso a la energía como un
derecho humano y vincular esta demanda a una crítica más abarcadora sobre el
capitalismo neoliberal. Este año, a través de una ocupación de cuarenta y seis días
frente a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), el movimiento logró una
importante victoria en su lucha contra los aumentos de las tarifas.
Entre los logros del movimiento se encuentra la promesa del gobierno de perdonar
la deuda pendiente, que en algunos casos ha llegado a $15,800, y de permitir a los
consumidores firmar un contrato con la compañía de su elección para continuar el
servicio. Esto permitiría que los integrantes de la ANUEE reciban servicios de la
nueva cooperativa del Sindicato Mexicano de Electricistas, que tiene un acuerdo con
ellos para cobrar una “tarifa social” preferencial para proteger el derecho de los
ciudadanos a acceder a la energía eléctrica. Hasta el momento de escribir este
artículo, sin embargo, el gobierno no ha cumplido sus promesas y ha comenzado
una campaña para criminalizar al movimiento.
Esto es clave, porque son las mujeres las que han forjado la trayectoria radical de
la ANUEE.
Las mujeres constituyen la mayoría de los participantes en las protestas, y cada vez
más mujeres trabajadoras y pobres asumen el liderazgo de la organización.
Alejandra, una joven que se unió a la ANUEE en 2012, explicó que la mayoría del
movimiento está compuesta de mujeres, porque son las mujeres quienes se
encuentran en los hogares. Ellas son los responsables de realizar el trabajo de
cuidado y la reproducción social dentro de sus familias y asegurar que los ingresos
cubran las necesidades. El acceso a la energía eléctrica determina sus condiciones
cotidianas.
Para muchos de ellas, esta fue su primera experiencia política, y una que las
transformó. Juanita, una activista del estado de Hidalgo que se unió a la ANUEE hace
siete años, describió cómo esta experiencia cambió su vida:
Sin embargo, están comenzando a comprender que tengo que realizarme como
mujer. Quiero enseñarles que si uno tiene la voluntad, uno también tiene el poder,
y que si uno comienza algo, entonces tiene que terminarlo. Quiero enseñarles como
hombres, porque su idea es que las mujeres deben quedarse en casa.
En algunos casos, la falta de apoyo de los esposos y la pareja llevó a una ruptura.
Esta es la experiencia de María, que dejó a su pareja debido al rechazo de este
último a su participación en el movimiento:
Soy parte de la lucha y no quiero rendirme. Estoy luchando por el bienestar de mis
hijos y el futuro de mis nietos. Aprendí que es posible depender de sí mismo: no
dependo de nadie que pueda decirme que no vaya a una marcha o que no trabaje,
solo dependo de mí mismo. Somos mujeres fuertes, somos guerreras, porque
sabemos que habrá un precio a pagar, ya que nada es fácil, pero cuando ganamos,
cuando marchamos juntos y cantamos “sí, se puede”, bueno. . . todo esto vale la
pena …
Para otras, como Miriam, otra coordinadora, asumir un rol de liderazgo y estar
ocupada organizando reuniones y protestas tenía una función terapéutica después
de que su relación con su pareja se rompió: “Me ayudó. Mis hijos me apoyan. Les
enseñé a luchar, ahora, cuando voy a una marcha o una reunión, me piden que les
cuente todo sobre lo que hice y cómo fue “.
sus estatutos. Como explicó Rosario, una veterana organizadora feminista, las
mujeres enfrentaron resistencia no solo dentro de su familia, sino también en la
organización. Por ejemplo, algunos activistas varones se resistieron a la introducción
de los derechos y luchas de las mujeres entre los temas del trabajo educativo,
usaron insultos sexuales contra las mujeres que tenían desacuerdos políticos con
ellos y ofrecieron escaso apoyo a las mujeres que asumían roles de liderazgo.
FUENTE: http://socialistarevolucionaria.org/energia-y-rosas/
ARTÍCULO ORIGINAL: “Energy and Roses” (2017-11-12), en revista Jacobin (portal en línea).
Disponible en: https://www.jacobinmag.com/2017/12/mexico-energy-privatization-anuee-sme