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EI nimero trece y la forma légica de la sospecha Presentacién de la traduccién francesa de las ‘Memorias del Presidente Schreber Breve discurso en la O.A.TF. del psicoanalisis en sus relaciones con la realidad Dos notas sobre el nifto Prefacio a la edicion inglesa del Seminario X! Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein La tercera El despertar de la primavera Conterencia en Ginebra sobre el sintoma Manantial Jacques Lacan Intervenciones y Textos 2 Manantial JACQUES LACAN INTERVENCIONES x TEXTOS 2 o Manantial “ala Sweet Le Delon Exim tree ya ore gia de Ia soepei:Prenentacion den traduccion lune an Meera Rest Seer tw dare on Ww ORT#S De nan Sebreel nif elatoa medion ing el Semler; Rome ‘rue Duran el pio de ka Sta depot ae uta Sucre. J Las Delmont, Diana 8 Raina La tren Diana. Rabinovich: el pacoaancn ue relasones con aed ‘Contrenciaen cor athe a inn, ev ene: Diana 8, Rabinoveh Improv Arent (Queda eco el dept que mare Ia Ley NL 728 © 1988, de Ia edicin en casillane Ediciones Manantial SRL, ‘ide Sart Fe 1385, erp, Boer Aes, Argentinas Publi con el acuerdo de-A Miler, tila on erin marae es bm de 3. Las, ei ey 1SBN.950.9515.19 Derechos reaerndos Probia sepratuecion ea parca Impeesoen mare de os TlleesCricon ‘segues Slo, Gral Fer 1006, Be Ae: rgeting EDICIONES MANANTIAL INDICE El mimero trece y la forma Jogiea dla sospectia Presentacién de la tradueei6n francesa de las Memorias de! Presidente Schreber Breve diseutso en la ORTE. ‘Del psiecanslisis en sus relaciones.con la realidad Dos notas sobre el nino Prefacio a la edicin inglesa del Seninarto XT Homenaje a Marguerite Duras, delrapto de Lol ¥. Stein La tercera El despertar de la primavera Conferencia en Ginebra sobre el sintoma a7 43 55 59 73 108 us ‘Tula orignal y Fuente gent ie omg spon, Oke 1 30, arn. 0 Trestnation dex Mamas du preaidem Sciecoet eh traduetion Frangaise, Omicar?, nt 38, Navarin Pat ss Pa ran Ean BP eecen OWE nar rts tanner Pes pea Shape dns sen snyder Seat ‘Seam sera te tT Naar cries ts iy Sane du Sema One oa) har paris, 1977. Hommage fait & Marguerite Duras, da rat v- Slein, fet Pitnee ta sce OV. Se erat Rain be a eae ce Fao 1 rte tu preps Sa hase {crn enn cee ol Lea Ree EL NUMERO TRECE Y LA FORMA LOGICA DELA SOSPECHA Mis inoecesible a nuestros aes, hachos para los sgn de cami. (Discurso sobre les caused psiquica) ‘Una ver mas pariiremos de uro de esos problemas de aritmétiea en que los modernos apenas ven mas que re- ‘creacién, aunque los obsesione la nocién de las virtuali- dades creadoras que en ellos descubria el pensamiento tradicional. ‘Este se debe al seftor le Lionnais, muy iniciado en ¢s- tos arcanos, sestin nos han dicho, y quien con é1ha per- turbado las veladas de algunos zarisinos. Al menos asi nos fixe propuesto por Raymond Queneau, gran experto fen estes juegos, a los que no considera el objeto menos ‘Apropiado para poner a prueba su agilidad dialéctica. y ‘no menos erudilo en esas publicaciones reservadas que Jos cultivan, A él nos hemos de alener, por ende. cuando dice que se trata de tn aporie original, Examinémoslo. Elproblema de las doce monedas De doce monedas en aparienca fguales, wna, que Tla~ ‘maremos la mala, se distingue por una diferencia de pe- 8 Jacques tacan so imperceptible sin aparato de medieidn, diferencia cerca de la cual no se dice si es en rndis o en menos. 'Nos piden que encontremos dicha moneda con tan sb- Jo tes pesadas, para lo cual el inlea tnstrumento de que isponemos es una balanza con des plaullos, sin ningun patron de peso nt lara a no ser las propias monedas. La balanza que aqui nos dan como aparato hara pa- ra nosotros de soporte de una forma légtea, que lama ‘mos forma de la sospecha ambigua, yla pesaca nos indi ‘ard su funcion en el pensamiento ‘Solucion det problema Este problema requiere una inveneién operatoria delo ‘mas sencilla y perfectamente al aleance de la mente hu- ‘mana, Dudainos, sinembargo, que est al aleance de esa mecinica cuya tmaravilla expresa sobradamente su nombve de “maquina de pensar". ¥ es que habria mucho ue decir sobre el Lipo de dificultades que oponen a la 1, Elestuie aqui desatolado encuentra shag en os anasts formals iltaen se a lagi cletog eal ce eer ya {tagmentopublleado enel numero anterior de Cahiers an cone tl emp leo y ol aeerto de cence encod, ‘Tera ul denarticaposi de qu naan ses exdelocden deltiempo gle oe sitaa somo anterior en nesta Saroto. z sr i Forma parte de nuestro eloquescemplares para conceplén de J formas gies en ls eles debon defini: as relaconte tel {nxlrdo on a ecleceon anlea de consis cle en tas pe Tabras.anten de que el indivi este espeieadn ‘sia contepelon se desarelien una igea del eto, que per tba rem mace or cts pst een a fe foo aunnicnio de formulacin cel siamo sabe, por el ual ‘stjto dee exstencia se simila nln een, athe el Falfpara nosotros fa cual se aplen el termine de humenidad El rimero trece 9 mente, por un lado, las formas desarroliadas del ego de los niameros y, por otro, las formas més simples, de las ‘cuales cabe preguntarse si contéenen tmplicitamente a Jas otras, Para quien quiera ponerse a resolver nuestro proble- :ma, precisemos que las condiciones deben tomarse con todo rigor. 0 sea, que cada resultado comprobado al po- ner en los platilles des monedas 0 dos grupos de mone- das (siempre iguales en nimero, por supuesto), cuenta como una pesada, ya se equilibren o no los platilos. ‘Sefialamos esto a fin de que cuando el que indaga ile- gue al momento, aparentemente inevitable, en quela di- ficullad le parecera no tener salica, no vaya a tergiversar el asunto suponiendo, per ejemplo, que un doble inten- {oreferido al mismo tiempo operatorio puede considerar- se como una sola pesada; sino que mas bien, animado por la cerieza de que existe la solucién, persevere en el fondo del impasse hasta descub:ir su falla. Que se una ‘nosotros, entonces, para considerar su estructura. En- tretanto, guiemos al lector mas déctl El redueido néimero de pruebas permilidas exige que se proceda por grupos. Dado que la presencia clerta de Ja moneda mala entre las doce es un dato, ello podria di- suadirnos de repartirias mitad y mitad en los dos plati- llos: en efecto, este dato, en la misma medida en que asegura que uno de los grupos sera més pesado que el ‘tro, disminuye el interés de la prueba. No obstante., es te razonamiento se revelara meramente aproximativo. La verdadera jusiiicacién del procedimiento que aclerta estriba en que la pesada en una balanza de dos platillos tiene tres resultados posibles: que se equilibren ‘que pese mas uno o el otro. Es cierto que en el caso de! desequlibrionada nos permite r2conocer de qué lado es- i el objeto responsable de ello. Pero tendremos base pa- 10 Jacques Lacan ra operar segiin una distribucién tripartita, forma que encontramos en mas de una incidencia en la logica de la coleccion. La primera pesada y el problema de les cuatro Pongamis en cada platillo dos grupos de cuatro, to- mados de nuestras doce monedas. Si se da el caso de que se equilibren, sélo nos queda encontrar la moneda mala enlze las cualzo restantes. Problema cuya solucion parecera facil en dos pesadas, aunque se la ha de formular sin precipitacion. Precisemos que en la segunda pesada pordremos en cada platillo una y solo una moneda de las cuatro res tantes. ¢Se equilibran los platilos? Entonces las dos mo- nedas son de las buenas y, una de ellas, opuesta en una tercera pesada a cualquiera de las restantes, o bien evi- denclara que ella es la mala o bien permitira situarla por climinacién en la ultima no pesada, Si, por el contrario uno de los platllas pesa mas que Lotro, entonces la moneda mala esta entre las dos que estan en los platillos y, como las dos restantes seran, por tanto, de las buenas, la situacion, semejantea la del ca soanterior, podra resolverse de la misma manera, es de: cir, comparando entre ellas una moneda de cada grupo. El desarrollo del problema mostrara que no es vano percatarse aqui de que este procedimiento resuelve un problema que podemos considerar auténomo: el de como encontrar la moneda mala entre cuatro mediante dos pe- sadas, 0 sea. el problema inmedialamente inferior al nuuesiro. En efecto, las ocho monedas de nuestra prime- a pesada no han intervenido para nada en la busqueda de la mala entre las cuatro restantes. Etnimero trece u Ethic de ta dificultad y la sospecha dividida Regresesnos ahora axa priera pesaa para cons derarl caso en que uno de los grupos de cutro cloca- dos en la balanea pesa mis quel ol, Folcenso eset nedela cieulaa. Aparentemente nos obliga a detectaria moneda mala entre ocho. y'ahacer~ nen dos pesadas,ewand esas dos pesadasson Justolas fue necettan pata dtectaria care evalro. ora bien es lerto que ot debemos recanocer ene ccttota moneda maa la sospeci, dren, que pesa 5 Dre eta una de ells queen de anlemaro dioaida. ¥ ani ios topamos con una @aleteaesencial de las re- imtjonca entre el nada y Ia coleceon, en tanto elias Ghia fa smbiguedad de lo demasiado o demasiado PANES, el resultado de la segunda pesada puede fornularse dela siguiente man-ra De las moneda que estan n et plo més cargado solpse sospecia que son demasiado pesadas: dela que Glan nel nds thio, que son demastado tuanas. La rotacién wipartita o ta wi Esta es la raiz de la operaciin que permalte resolver nuestro problema y que llamarsmos la rotacién tripartt- ta, para hacer un retruécano con su papel de triar, a via Esta operacion se nos presentard como el nudo en el desenvolvimiento de un drama, asi se trate del problenui de las doce 0, como veremos, desu aplicaciéna coleccio nes superiores, Aqui la tercera pesada, como en los otro~ 12 Jacques Lacan ‘casos todas las pesadas que le siguen, sélo represcnta- 14 un desenlace que opera la liguidacion. Este es el esquema de la operacion: atte pesado ati ware ‘a rotactontepartta ola ta ‘Vemos que intervienen en ella tres monedas ya deter- minadas como buenas: tal como, en efecto, nos son proporcionadas, siendo otro resultado de la primera pe- ‘sada, en las cuatro restantes, ~ ya que la moneda mala esid Con certera entre las ocho incluidas en Ta pesada. Existe, por elerio, una forma de la operactén en la ‘que no intervienen estas monedas —y en la que se pro- ‘cede redistribuyendo tan s6lo las que estan en los plat! Tos, después de a exclusion de algunas. Pero por elegan- te que sea esta economia de elementos, me atendré a la ‘exposieiin de la forma aqui represeniada por las razones ‘siguientes: 1) la disiribucion tripartita de los elementos en ta prueba que precede inmediatamente a la operactén, da necesarlamente un néimero de elementos, depurados de toda sospecha, siempre mas que suliciente para que es- Etimero tece 19 ta forma pueda aplicarse en la extension ad indefintium que daremos a nuestro problema y, mas ampliamente ‘un, veremos, con el complemento esencial que le apor- laremos. '2!) esta forma de la operacioa es mas ffeil de mane~ Jar mentalmente para aquellos que no se han adiestrado fen concebiria someliéndase a la prueba de su hallazgo. '3*) por iltimo que, una vex resuelta por la pesada con ‘que concluye, es la que deja la menor complejidad a las ‘operaciones de liquidacion. ‘Nuestra rotacién triparilta consiste pues en lo st- gulente: ‘Se sustituyen por tres monedas buenas tres monedas cualesquiera del platillo mas pesado, por ejemplo, y Iuego por las tres monedas extraidas de ese piatillo res, ‘monedas {omadas del platillo mas liviano, que quedan tentonces excluidas de los platillos. La segunda pesada y la disyurcion decisiva ‘Basta comprobar en una segunda pesada el efecto de ‘esta nueva distribuclén para conclu, segin cada uno de los tres casos posibles, los siguientes resultados: ‘Primer caso: los platillos se equilibran. Todas las mo- nnedas en los plalillos son buenas. La mala se halla enton- ces entre las tres monedas exciuidas de un plalillo que fra el mas liviano en la primera pesada, y como tal sabe- ‘mos que solo puede ser una meneda més ttetana que las demés. ‘Segundo case: cambio de ado del platllo mas pesado. Ello se debe a que la mala moneda cambio de plalillo. Se hhalla entonces entre las tres que salieron del platilo mas, “ vaeques Lacan pesado de In primera pesada y, como tal, sabemos que solo puede ser una moneda més pesada que las demas. Tercer caso: la balanza sigue inclinada del mismo la do que en la primera pesada. Bs porque la moneda ma- Ja se halla entre las dos que no han sido movidas. Sabe- os. ademas, que sf es la que esté en el platillo mis pe- sid0 slo puede tratarse de una moneda mas pesada y, {es i olra, solo puede ser una moneda mas Uutana que a tereera pesada en los tres easos Lievacio hasta este grado de disyuncidn, el problema ‘ya no olrece ninguna resisteneia grave. Una moneda, en efecto, que ya se ha determinade que ene que ser més pesada en un caso, mAs liviana en el iro, se detectara enre tres, en una pesada que opone a dos de ellasy en la cual se revelart sin ambigiiedad, a fal- ta de lo cua, resulta ser a tercer ra el tercer caso sOlo lenemos que reunir las dos monedas sospechosas en un mismo platillo y poner en clotro dos cualesquiera de las restantes, depuradas ya {de toda sospecha, para que la pesada designe la mone- {da mala. En efecto, el platilo de las monedas sospecho- ‘sas se manilestard forzosamente como mas cargado 0 ‘como mis liviano que el otro ya que en él esta con toda Seguridad o wna moneda demasiado liviana 0 una mo- neda demasiado pesada; y sabremos, por tanto, a cual Inerininar, con tal de no haber perdido de vista la indi- vidualldad de eada una, en otras palabras, de qué platt- lo de la segunda pesada proviene, ‘Ya tenemos resuello el problema. Elnimero wece 16 La coteccién maxima accesible an pesadas gPodemos ahora deducir la regia que, para un mime: ro determinado de pesadas. nos ce et nmimero méximo de ‘monedas entre las cuales estas pesadas permitan de~ teclar una y s6lo tna caraclerizada por una diferencia ambigua —o sea, la razén de la serie de las colecctones maximas, determinadas por una admision erectente de pesadas? En electo, podemos ver que si se necesitan dos pesa- das para detectar Ia moneda mala en una colecci6n de cuatro. y si tres nos permiten resolver el problema de las doce. e8 porque bastan también dos pesaclas para encon- trar la moneda entre ocho, eunrdo una primera pesada hha repartido en ellas dos mitades, entre las cuales se di- viden la sospecha del exceso y a del defecio. Se com- probara facilmente que una aplcacién adecuada de la olacion tripartita permite extender esta regia las colec- clones superiores y que cuatre pesadas resuelven f8- tlmente el problema para 36 monedas y asi s:icesiva- mente, multiphieanda por 3 el numero N de las snonedas cada vez que se otorga una unidad mas al nimero nde las pesadas permiudas. ‘Formulando N como equivalente a 4 por 3v*zdetermt- rnaremos el niimero mximo de monedas accesible a la depuracidn de n pesadas? Basia intentar la comproba- tion para reparar en que el numero, de hecho, es mayor, yy que la razén de ello ya se manifiesta a nivel de nuestro problema, El senar Ie Lionas, acaso obedeciendo al precepto tradicional segiin el cual cuando se sabe diez solo se ha ‘de ensenar nueve, acaso por benevolencia 0 malicia, nos hha vuelto el juego demasiado feel, ‘Sisu postulado, en efecto, nos levo.a umn procedimicn: 6 Jacques Lacan Lo que conserva su valor, veremios quela camprensién del problema queda mulllada para quien no se pereate de ‘que tres pesadas permiten detectar la moneda mala no Glo entre doce sino también entre trece, ‘Vamos a demostrarlo ahora, El problema de las trece Las ocho primeras monedas representan en verdad cuanto puede entrar en juego en la primera pesada. Yen 1 caso en que todas son buenas, ease que antes exami- znamos primero, quedardn eines monedas, entre las cua- les. para determinar la mala, dos pesadas pareceran insufieientes, y lo serian de veras si a este nivel del pro- bblema esas cinco monedas fueran los tinices elementos de que disponemos. En efecto, al examinar el problema limitado a dos pe- ssadas, se evidencia que el niimero cuatro es el maximo postble accesible su aleance. Podemos, empero, obser~ var que s6lo tres monedas entran eleciivamente en la prucba, pues la cuarta nunea se coloca en un platilloy. (en caso exiremo, sélo es incriminada en base al dato que certifica la existencia de una moneda mala, La misma observacin valdr para ese grupo que es- tamos considerando como residuo en el problema supe- Hor ¥y valdra sélo para ese caso nico. pues la detecelén de una moneda por eliminacion en una pesada en la que ella no entra, tal como se observa en olros momentos po- sibles del problema, depende del hecho de que su presen- ‘ia en un grupo se ha manifestado efectivamente en una pesada anterior) ero cuandoe! grupo de cinco monedas vienedado co: ‘mo residuo, el caso no es igual al de las cuatro monedas Etmimero trese ” aisladas. Porque aqui una pesada antertor ha determina~ {do como buenas otras monedas y basta con una sola de éstas para modificar el alcance de las dos pesadas que ros han sido otorgadas. La posicion por-tres-y-uno Consideren la figura sigutente: La poste por tres y-une Los circulos representan los das platillos de la balan za. En uno de ellos, representada por un redondel negro, ‘sla Ja moneda buena que introcuctmos, junto con otra tomada de las cinco bajo sospecta: en el otro platillo po- riemos dos mas de estas cinco. Tal sera la distribucion de nuestra segunda pesada. Dos casos: O bien los platillos ge equiltbran y habra que hallat la moneda mala entre las dos mone as restantes delas cin- ‘co monedas, en una pesada que la revelara al oponerla ala misma moneda buena que aqui nos basta, 0 ino, 1a indicara en la Ultima y no probeda. 1 vacques Lacan © bien uno de fos platillos pesa mas que el otro y ha- amos de nuevo la sospecha dividida, pero esia vez en forma desigual: entre una sola pieza, Sospechosa en un sentido, y dos, sospechosas en sentido opuesto. Baslard entonees tomar una de las das restantes, ya determinadas en ese momento como de las buenas, pa- ra sustitulr por ella la sospechosa alslada, y reemplazar con ésia titima una del par de sospechosas, ejecutando asi la mas reducida de las rotaciones (ripartilas 0 rota cién triple, para poder leer de inmediato el resultado en tuna tercera pesada: — sel mismo platilo pesa mas, la mala sera la que no sse movio del par de las dos sospechosas: — si los plalllos se equilibran, la mala es la otra del ‘par que fue expulsada del platilio: — si eambia el lado mas pesado, la mala es la aislada que eambié de plalile “Aqui la disposietn deeisiva, la que ardena la pesada’ de las tres monedas bajo saspecha eon una de las bue- nas, la designamos coro posteién por-tres-y-uno. Esta posicién por-tres-y-uno es la Jorma ortginal de ta lgica dela sospecha. Seria errado confundirla con la ro tacion tripariita. aunque se resuelva en esta operacion, Por el contrario podemos ver que silo esta posicién otor- gaa la operacion su elleacta plena en nuesiro problema, Y¥ dela misma manera que aparece eomo el verdaderore- curso para resolverlo, solo ella permite tambien revelar su auténtico sentido. Es lo que vamos a demosirara con- Unuactén, Bl problema de tas cuarenta Pasemos al problema de las cuatro pesadas para ave- Elnimero tree 19 ‘riguar a qué niimero de monedas puede extenderse su alcance, conservando las mismas condiciones del pro- bblema. ‘Notamos de snmediato que una primera pesada pue- de abarcar con éxito no sdlo dos veces doce monedas, ‘segiin Ja regla sugerida por la priraera resolucidn del asi llamado problema de las doce, sho también dos veces ‘rece monedas. En efecto, si se presenta el desequilibrio, a rotacion tripartita, efectuada con el aporie de nueve monedas buenas es capa. de detectar entre as 26.dela primera pe- sada Ja moneda mala en res pesadas. ‘La pesada después della trialas dividira, en efecto, en dos gmipos de nueve, bajo sospecha univoca — en cuyo ‘caso una tercera pesada de tres contra tres manifestara Ja presencia de la mala, o bien en uno de estos grupos, fo bien en el de las tres restantes. donde, sea el que Fue~ re, una ewarta y dllima pesada laaisiara—. y en un gra- ‘po de ocho, de sospecha dividida, en el que ya sabemos hhallar Ia moneda en dos pesadas. Pero si Ins 26 primeras monedas resultan ser de las ‘buenas, nos quedan tres pesadas, y en este caso la po- sicién por-ires-y-uno demostrara si valor. ara lenar el campo de una nueva (ra, ella nos tndl- card en efecto que hay que oponer, no s6lo cuatro mone- ddas a cuatro, como lo sugiere el estudio del caso de las tres pesadas, sino cinco contra cuatro, anadiendo una de tas buenas, Después de las demostraciones anteriores. J figura siguiente basta para demostrarlasolubilidad de a posioion de las nueve monedas, cuando el desequill- rio de los platillos revela la presencia de la mala. Presentaros abajo et esquema de la tria que, con la pnicha de la lercera pesada, revelard en qué grupo de {res bajo sospecha se halla la moneda mala; una cuarta 20 Jacques Lacan pesada bastara para aislarla en cualquiera de los easos, Pero si el equilibrio de los platilios revela que la mala agin no esta presente, —reducidos como estamos al mar- gen de dos pesadas, procederemos igual que al nivel co- rrespondiente del problema de las trece poniendo tres, nuevas monedas sospechosas. dos contra una, usando para balancear la ayuda de una de las buenas, y de no ‘manifestarse Ta presencia buscada (y por ende aislable cn la siguiente pesada). nos quedara una pesada para probar todavia una moneda ¢ incluso poder designar Ia malaa lo ilimo, con el inico fundamento del dato de que existe dicha moneda mala, De donde resislta que con a prueba de cuatro pesadas ‘se pueden abarcar 40 monedas: 2649 4+3+1+1 La regla general de ta conduccion de las operaciones Al reproducir la misma indagacién para un numero superior de pesadas, se despejara la regla que ordena el ‘manejo de las operaciones para esta indagacion. A saber: Bl ndomero tree a Introducir la triasi la mala moneda revela su presen: ‘la entre las que abarca la primera pesada. Sino ¢s asi: ‘Emplear la posicion por-ires-y-uno, en cuanto se di ponga de unia moneda buena, es decir, en las condiciones aqui postuladas, a parur del ordeaamiento de la segun- ‘da pesada, y volver a usarla en todas las pesadas si- ‘duientes asta que la mala moneda revele su presencia fen una de ellas. Hacer entrar en juego, entonces, la rotactén tripartia, que es el momento de viraje de toda Ia operactén. La po- sicién por-ires-y-unose aisla en u0 de los grupos. cuya ‘isyuncion opera la tra Si la pesada que concluye esta tria estableve la pre- sencia dela moneda en dicho grupo, tinico caso complejo par resolver, se repite con este grupo la tria, con la mis- ‘ma posibilidad de que se mantenga la posiciGn por-ires- run, y la misma indicacion para resolverla, hasta ago- tar las posibilidades. Hay que anadir algunas reglas més para conducir la biisqueda respecto de una colecclén cualquiera. es decir, ho maxima, La razon de ta serie de las coleccones maximas Pero estas reglas nos permiter: notar que cinco pesa- das podran alcanzar el maximo de: 1414349427 480= 121 monedas: = que sels pesadas aleanzaran: 1+143+9+27 +81 +242 = 364 monedas (ctfta singular) y asi sucesivamente —que, en forma algebratca, la verdadera formula, buseada anterformente, de n sera tal que: 2 Jacques Lacan. n= L+1+9+3249%. o bien: N= 143432433 srs + Sh donde se ve que cada niimero N, correspondiente a un hniimero nde pesadas, se obliene multiplicando el nuime- oN. correspondiente a (n- 1) pesadas, por 3 y afiadien- do una unidad a ese producto. Eslalormula expresa con entera evidencia la potencia iripartita de la balanza a partir de la segunda pesada y, come lal, su mero aspecto rios mantfiesta que las opera ‘Clones s¢ ordenaron de manera tal que colman todo el campo numérico que se ofrece a su potencia, Esta confirmacton es especialmente importante para los primeros ntimeros de la serie, en tanto demuestra decuacion de estos a la forma légiea de la pesada y. en particular, para el miimero trece, en ta medida en que el parente artifieio de las operaciones con el cual lo con- ‘Seguimos, podia hacernos dudar, va sea de que una uc va conjuneién permiliese rebasarlo, ya sea de que deja- Se vacio un margen feaecionario bajo la dependencia de falguna discontinuidad irreductible en el ordenamiento Ge operaciones de aspecto disimetrico. +e) EL sentido det nimmero trece Enionees, el nsimero trece muestra su sentido como cexpresion de la posiciin por-ires-y-umto y no. clerlamen- te, porque se eseriba con esas dos cifras: esto no esmas {que pufa coineideneia, pues este valor le perteneve inde- pendientemente de sit relerencia al sistema decimal. Se Aebea que Lrece representa la coleccién que tres pesadas eterminan, por lo eval la posicion por-tres-y-uno exige Elnamero rece a9 para su desarrollo tres prucbas: una primera para pro: curar el individuo depurado de la sospecha, una segun {da que divide la sospecha entre los individuos que inclu ye. una tercera que los discrimina después de la rotacton. triple. (sto, a diferencia de a operacién dela triaque s6- lo exige dos.) La forma logica de la sospecha ‘Sin embargo, esclarecidos por la formula de N, pode- ‘mos alin avanzar en la comprensién de la posicion por tres-y-uno como forma logica —y a la vex demostrar que ‘en nuestro problema, los datos, atnque contingentes, no son arbitrarios. ‘Sl el sentido de este problema se relaciona con la 16- gica de la coleceién, donde manifesta la forma original {que designamos con el término de sospecha, es porque la norma con que se relaciona la ciferencia ambigua que supone, no es una norma especifcada nt especificante, ‘no es mas que relaclon de individuo a individuo en la eo lecetén, referencia no a la especie sino a lo uniforme. Eato lo podemos evideneiar si, mantentendo el dato de que el individuo portador de la diferencia ambigua es ‘nico, sesuprime el dato desu exstencia en la coleceién. para susi{tuirlo por el aditamento de un individu pa- {r6n, dado fuera de la coleceion, Sorprendera entonces comprebar que no cambia es- trictamente nada en las formas ni en las cifras que de- terminara el nuevo dato aplicade a nuestro problema. ‘Ciertamente, las monedas estz vez Lienen que ser pro- ‘badas hasta la Ullima, eon lo cual ninguna puede ser considerada como mala, en posicin de residuo externo ala Gllima pesada, y el aleance de esta pesada quedara oa Jacques Lacan redueido por ello en tna unidad. Pero la moneda patrén, por el hecho de que podremos disponer de ella desde el principio, nos permitird introducir a posicién por-tres-y ‘uno desde la primera pesada, e incrementara en una uni- dad cl grupo inckuido en ésta. Ahora bien, el dato de es- ta moneda, que tan valioso le parece a nuestra intutetin, formada por la l6gica clasifcatoria, no tendré absoluta- mente ningiin otro efecto. Con Jo cual se evidencia que la uniformidad delos ob- Jelos en los datos de nuestro problema no constituye una ‘lase y que cada moneda tiene que ser pesada indies duatmente. En efecto, sea cual fuere el nimero de individuos en. ‘cuestidn en nuestro problema, el caso exige que se le re- trotraiga aaquello querevela la pesada‘inica:alanocion absoluta dela diferencia, raiz de a forma dela sospecha. Esta referencia del individuo a cada uno delos demas es la exigencia fundamental de la légica de la coleccion y nuestro ejemplo demuestra que dista mucho de ser impensable. La balanza del Juicto finat Para expresarlo en el registro de un sueno que obse siona a los hombres, el del Juicio final, indicaremos que ‘1 fjamos en un billén el ntimero de seres que implicaria sta grandiosa manifestactén, cuya perspectiva solo se puede concebir a partir del alma en Lanto que tinica, el someter a la prueba del uno por todos los otros sexi la pura ambigiedad de la pesada que las figuras tradicto nales representan, se efectuaria ampliamente en 26 pesadas y, por tanto, la ceremonia no tlene por qué pro- longarse demasiado, EL nimero trece 25 Dedicamos este apdlogo a aquellos para quiénes la sintesis de lo particular y'lo universal tlene un sentido politico concreto. ¥ que ios demés prueben aplicar ala historia de nuestra epoca las formas que hemos demos- trado aqui. EL fenémeno del niumero y el reto-no ata légtca Albusear de nuevo en los ntimeros tuna funcién gene- radora para el fendmeno, parece que volviéramos a es- ppeculaclones antiguas que el pensamiento moderno ha rechazado por su carieter aproximativo. Fs porque nos parece. precisamente, que ha llegdo el momento de vol- ver a encontrar ese valor fenomenologico, com tal de que se lleve al exiremo el rigor de su endlisis. Sin duda, apa- Fecerdn asi singularidades que, por no carecer de analo- Bias de estilo con las que se manifiestan en la fisica 0 ‘incluso en a pintura o en el nuevo estilo de! alecrer, des concertarin a mentes cuya formacién sélo es habito, Andoles la tmpresidn de una reptura de armonia que Tegaria Imasta disolver les prinepios. Precisamente, st sugerimos que se ba de realizar un retorno alla lgiea, es para encontrar su base, sélida camo la raca y no menos implacable cuando entra en movimlento.* * ste texto ue pubiteado por primera ver en Calne Art 1945: PRESENTACION DE LA TRADUCCION FRANCESA, DE LAS MEMORIAS DEL PRESIDENTE SCHREBER Cireunotancias: exiedo supe que Paul Du: ‘quenne habla comensadolatratuceion de las Me ‘nevis el Presidente Schreberobtuve el derecho dle publcarla por entngas en la revista del Cir bulb deepisiemologia cela Escuela nermal supe or. Cahiers pour ancy pedi su presentacion ‘aJaeques Lacan, y esta apareci en 1’ 5, no ie, 1966. Elen conpleto, revaa por Nicole ‘Sls, apareio en 1078 en la ealecen le Champ Jroution de la Bator Soul IAM, Esta traduccion era esperada. Exactamente desde nuestro seminario de 1955-56. Recordamos haber visto, ante su anuncio, parar la oreja a la sefiora Ida Macalpi- he, que sin duda apuré por esola traduccion alingles que hizo entonces, ayudada por su hijo: por lo que se ve, hu- biera podido tomarse todo su tiempo. Quiza un retraso tan sin base merece una atencion, ‘mas detenida o que se vuelva a examinar en otra oportu- nidad. Sea como fuere, este seminario, el quinto de nuestra ensenana y el tercero dictade bajo l echo deSainte-An- he, nos muestra. cosa que nos saele suceder cuando actidimos a es0s textos grabados. muchos lemas no ne- cesarios entonces para ensanchar las categorias acep- tadas por nuestros oyentes y, pra algunas de estos lemas, 1a fecha en que habrian de empezar su carrera os Jacques Lacan {que hace que ahora abunden en las revistas. entiénda: se, las de gran vuelo o, si se quiere. de gran cultura. ‘Stalguna de estos temas llegaa aparecer en estas bre- ves palabras de introduceién con las que acompanamos las entrogas que nos dari nuestro amigo el Doctor Dus quemme, sera Lan s6lo porque se aclaran a la bux del tex- to aqui producido. No olvidemos en efecto que fuera de este texto Freud nada supo del “caso Schreber”. ¥ este texto esta preia~ do de todo lo revelador que supo sacar de ese caso. Por ello ese seminario, ilulado segtin el cuarto de los cinco grandes psicoanilisis de Freud, no tenia mejor manera de aumentar su solidez que la de aflncarla en el propio texto que le sir de objeto. Hasia donde sé, ful 1 primero en hacerlo con tanto ahineo. Desde luego, ello no obyia a que la sefora Ida Macal- pine presentara de prélogo, y de epilogo también, un pst- coandlisis de este texia que pretende corregirel de Freud. Pero solo sirvié para que en nuestros dos tltimos sem narios del ao (27 de junto, 4 de julio) devolviéramos a Freud lo suyo, para volver sobre el tema en el articulo en cl que apenas dos anos después recogimos muy apre- tadamente, en una consiruccién en sumo decisiva para lo que vendria después, mas o menos dos tercios de la materia vista ese ano. Se trata del ariieulo, y a él los re~ ‘mito, "De una evestion preliminar a todo traamiento po- sible de la psicosis” Digamos que el texto de Schreber es un gran texto freudiano, y no porque Freud lo aclare, sino porque de- Ja en claro la perlineneia de las categorias que forjo Freud, para otras objelos sin duda y a partir deun pun- 1, Publicado en fa Paychanalyse, ol 4 Retomadoen mis Escrtas. ies 531-585. Presentacion de las Memories de Schreber 29 to para cuya definicion no basta invocar el genio, a me- nos que por genio se entlenda ura sostenida holgura respect del saber. Freud, ciertamente, no repudiaria el que'se le adjudi- ‘case este texto, cuando en el artiealo en el que le da el ango de caso, él mismo declara que no le parece indig- ‘no ni aun riesgoso dejarse gular por un texto tan brillan- {e, aunque ello lo expusiese al reproche de que esta delirando con el enfermo, cosa queno parece perturbar- Jo mucho. La soltura que se permite Freud en esteasunto es sim- ple pero decisiva: introduce en él alsujeto en tanto tal, lo ‘cual significa no evaluar al loca en términos de deficit y de disociacion de funciones. La simple lectura del texto ‘muestra palpablemente que no hay nada parecido en es- te caso, Aunque el genio aqui es esa soltura, con ella preeisa- mente atin no basta. Porque consinuir al sujeta como se debea partir del nconsciente, es asunto de ogiea, yauin- que basta con abrir un libro de Freud para ecomprobar- to ello no quta que yo hnye ido el primero en setalar- Dar crédito al psicdtico no reduada en este caso mas que en cualquier otro traiado con ‘a misma iberalidad: abrir puertas abierlas* en absolute impliea saber a qué espacio dan. ‘Cuando leamos mas adelante en la pluma de Scare- ber que él mismo se ofrece como syporte para que Dios ‘el Otto goce de su ser pasivizado, mientras se abando- nna al pensar-nada para que Dios. ese Otro hecho de un discurso infinilo, se escabulla, y que de ese texio desga- + Expreson francesa que se refer a.esiverzo destinad a demes- tear algpevidente@ harto coped I.E] 30 Jacques Lacan. rade en que mismo se converte seeleve et alardo que Calica de milagraso, como para dar fe de que ct de Sammparo que trlelonaria ya no ene nada que ver con ringin sujelo, ~ga qn no le sugfre esto erieniarse Uinlearnente cones ‘erminos precsos que procura cl dis curso de Lacan sobre Frewe? Ta emafen que ealtramos por la pacencia que exi- cel terreno donde la tenemos que dara entender enla Polaridad, lamas recientea ser promovids en ella, entre Etsujeto dt goey enuf querepreeninel igiea tepara un significant siempre otf, gr es acaso esto lo fque nos permit ua deincion mis precisa de a pa Finoia coro identicande el goce en exe gar del Oro cco ta "Y ahora resula que testo de Schreber es de verdad tun texto que hay que incrbir en el discurso acanian, Iunque, devemos deta, despues de un argo redo en fue eve eisturso Ine recoglendo sus termines de otra Parte, Sin embargo, su confrmacion es del mismo cho Guela quedes recibeediscursode read, cosa quena- da tiene de sorprendente, dado que se tata del mismo discurso, ‘Adectr verdad, esia traduccibn viene aclararesedis- euroo mao recone ial como sicediocon el dseurso p- mero de Frewd. Quiz noe permira, ento que nosotros respect, re tomarel ilo quenos condo la aventura retiana. O sea, esa rinehera cava contnuestra eis, ese caso A- mnte que no inserbunos en la tecoplacion ae aparece thor de miestros Escros. Tn electa, quis’ se nota, mencionada en algunos puntos de esiareeoptacin esa ase de nuestra reflexion five fue en au inle lade un psiquatra y que se arma- Bacon el tema del eonocimienio porancicn. Alger que Presentacién de las Memorios de Schreber 31 nos ayudé en este cotejo ya sehalé que aclaramos muy poco esta nocion, de la que quedan escasas huellas, iQue hermosa carrera de ensayista hubiesemos podt- do hacer con ese término tan favorablea todas las modu- lactones de la estétical Basta con recordar lo que al res- pecto sabia desplegar nuesiro amigo Dali, Ciertamente. el conocimiento paranoico es lo menos ‘obsceno, de todo lo que se atavia como conocimiento, pe- ro esto no disminuye su caricter cbtuso. Segiin un ritmo al que ya nos acstumbramos, nues- {1a tesis comenzé a ser leida diez anos después en sitios devanguardia como elasilo de Saint-Albans y, desde lue- 40. la Clinica de la Facultad de Patis (1932-42). Fue preciso que la insuiiciencia de la ensedana psi- coanalitica quedaré ruidosamente al descubierto para {que nos dedicaramos a esa tarea. 1956-1966 marcan la misma distancia. Pero todavia nos quiedan dos afios pa- madara la “cuestion preliminar” su consecuencia plena, Qué es esto si no decir que nunca nos hemos intere- ssado mis que en la formacion de sujetos eapaces de en- {rar en cierta experiencia que hemos aprendido a centrar donde esti? Donde esta, en tanto que constituida por la verdade- ra estructura del sujeto, la cual, como tal, no es entera. sino dividida, dejando caer un resictio reducible cuyo ‘andllisis 1dgico ya se ha emprendide, ‘Ahora bien, es {teil introducir el pensamiento a esta ‘estructura, tan facil como iniciar a un nino de edad re- lativamente precoz (precoz en el decarrollo escolar si no ‘en as fases analiticas) al estudio delas matematicas por In teoria de conjuntos, a zorobra empieza con las matemalticas que se estan haciendo. Ello puede dar una idea de la resistencia que oponen s2 Jacques Lacan los psicoanalistas a la teoria de la que depende su pro- pla formacién. Haciendo la salvedad de que en ella la funcion pstco- ‘analizante lleva al maximo el uso ansidgeno del residuo irreductible de la constitucion del sujeto. Un tipo de actos fallidos, los Unicos quiza que mere- cen su nombre, pues en la neurosis son actos logrados, lun tipo de actos “fallidos adrede” sobresale de manera muy evidente en medio de la transmision teorica que en- traf la formacién del psicoanalista. Enestos predios, es obvi, presentar pruebas es asun- to delicado, pero gcémo no ver una prueba en la invero- simil indiferencia ante el texto de las Memorias del Pre- ‘sidente Schreber? — que ace que en Inglés fuese publi- ‘cao por alguien que no pertenecia a ningtin grupo (la se Flora Macalpine como discipula de Edward Glover, defen- sor demasiado intenso de clerias exigencias cientificas, ho esta inserita, hasta nuevo aviso, en la sociedad de Londres: y que en Francia ese texto, al que hemos dedi- cado tantos euidados, sale por fin a la luz en una zona ‘muy sensible pero marginal con respecto a un grupo (el (que asegura nuestra ensefarval), zona que representa la revista Cahiers pour Analyse. ‘Ojala estos culdados hagan recordar a quienes pue- den llegar a prestar oido a lo que dijimos. la vispera de u- ha jomnada sobre la clinica, de la implicacién en el sinto- ma del sujeto supuesto al saber, asicomo elhechode que Ta concepeién dea perturbacién psiquiatrica es euestion el clinico — ojald hagan recordar lo que impone el me- ro hecho de abordar este texto conmoveder. Porque el asi llamado clinico debe acomodarse a una concepeién del sujeto, de la cual se desprenda que como Sujeto no e3 ajeno al vineulo que para Schreber, con el nombre de Flechsig, lo coloca en posicién de objeto de ‘Presentacton de las Memorias de Schober 33 cierta erotomania mortificante y que el lugar que oeupa ena fotografia sensacional con queseabreellibra dela, ‘Macalpine, o sea. ante la imagen mural gigantesca de un cerebro, tiene un sentido en el asunto. Nose trata aqui de acceso alguno a un ascetismo mis- ico ni tampoco de una apertura efusiva a la vivencia del enlermo, pero si de una posiciona la cual s6lo introdu- ce la logica de la cura, BREVE DISCURSO EN LA O.R-T* Entrevista eifundda ede dckembre de 1968 por France Culture en el programa de Georges Chartonnier“Clenlany Teemiene 1a publleaton dels Eseries, Respondo aqui a una pregunta que me hizo Georges Charbonnier acerca del Manifiesto que constituye el dis~ ‘curso de 1953 que se ha dado en Namar mi discurso de Roma, lugar propicio, en efecto, para el desenlace del pst- ccoanalisis como ciencia. Si, la palabra y el lenguaje estan con ese discurso en elecntro de esos Escrtios, que san los escritos de un pst. coanalista, Las condiciones difieiles que encontré en Francia el desarrollo de esta prictica me Mevaron a asumit, en. relacién a ella, una posicién que es de ensesianza. Esta posicion parte de los hec0s, para lo cual fue ne- cesario que regresara a ellos, Hechos signitica hechos examinados para ver en qué consisten: en otras palabras, hechos establecidos cien- tilcamente, Sigs Ge la mao televisiia etal ances. IN. Jacques Lacan untae, td emund nade hora come cots ago que durantemmucho tempo perteneci6 a r- see i locinero ess: los llamados acts aids. La een sucede eon loque habia quedado reducide alan gy objets curtass de los que un aficionado se valia fe ooegn de mans los suebos, Notese que todo cl und sab el nombre de Freud gracias a quien mes- tra dead las cosas lego ast acompletase, Fambien se eeteas que, eno ocante al cist, Freud aport al ar ya notpermie considerar su efelo de produit risa Cus Saig tly queporelosecanvild enun hecho dig- sarge cansiderecon ni solo en el serildo puranmente Tonio. a Bm qué se tasa este cambio? #EesMay que acura os textos originales, 1s textos del propia rtd, pols delos alegres aeoitas que 3 p- Se pioe oraetizar can su buena maa, os de 1s ex sertoree ae ies suceceron: all 9e ver que 308 Patios Fred los establece como hechos de lenguaje Los sens se duce coo a fea ea ciate Sataleconara que ead quten (lene enlaeabera fake se lama Ia asoeiacin libre gasorincién ibe de » reae que se le ocurre corr Pero aqui no som las seers lag Que dana Freud cl seriido, inolos puntos de Seccurrencia que ae despenden dun texto de wna ir Ge alco cone eu yastapone a palabra ala pa Tae Sse an rave, lo erat af verbal basa le- ral retraéeano oe ‘obtusos dicen ahora que eso es lo preconsciente. subiamente, en la funciom de fo que atorment al pre- ae fente de lo que consutye su propia sensaclen — Prala fo formula en estos términas. el preconsciente Pred rt palabras cayo control no ie pertenece, De Side Te menen? Precsamente dl Inconsctente donde Breve discurso enia ORT, a7 ‘mora come reprimido, Freud no dice otra cosa. Que no sean palabras a la deriva, es decir, que su de- siva solo esta sufela a una ley delas palabras —a una lo- ica radical que intento establecer— es algo que lleva a una revision total de todo cusirlo ha podide pensarse hasta ahora del pensamiento. Digamos que el pensamlento ya no puede ser el suje- to, erel sentido quenos ha legado la flosofia, A saber, la funeion de la coneiencia tal como se converte, en la fde- ‘ologia evolucionista y en el ideal smo existencialista, en dos sentidos por cierto imposibles de coneillar, en la ra vén de ser del mundo. Contra el evolucionismno no hay remedio: et hombre segura creyendo que es la flor dela ereacién, pues ésta ela creencia fundamental que loconstituye como ser re- ligioso. Asi como era necesario que la fiebre existencia- lista cubriera una época. la de la illima posguerra — en {que la conciencia de todos y de carla uno no andaba may bblen parada. Toda una juventud soporté el acio forzado de senirse fuertemente-en-siluacion: es una forma dela plegaria. La cabala de los beatos no esta dondeladenun- cian los que hablan de humor, o sea, los que hablan a tontas y a locas. Nada de esto tiene por qué delener el movimiento de Ja clencia que consiste siempre en inatsgurar un caleu- Jo del que quede eliminado todo prejulcio previo, Después le basta al sabio con seguir adelante, Su in- cconseiente no dejar que el calculo se detenga, jusia- mente porque las presuposiciores del ealeulo habrin ‘dejado en blanco el lugar donde podr operar. Seme dira, tal vez, que esto parece evidenciar un des- cconoeimiento del lugar de la experiencia, en el sentido fi ssico con que resuena la palabra, pero el easo es que no 1a desconozco: la experiencia del inconsetente, conside- 38 Jacques Lacan. ada en el nivel en que yo la instalo, no se distingue de la experiericia siea, Tambien es externa al sujeto, toma- do este ultimo en su sentido tradicional. La destgno en ct lugar del Otro, Mi formula es: elinconsciente es eldiscur- so det Otro. Esta estructurade como un lenguajelo cual es un ple- onasmo necesario para darme a entender, pues lengua- je es la estructura. El inconsciente no es pulsacién oscura del pretendi- do instinto, ni corazén del Ser, slo su habitat. El Ienguaje no solo es un medio tan real como el Ila- mado mundo exterior, Pero hay que estar tan eretintza- dos como lo estamos por las imaginaciones con que se hhan constituido hasta ahora la teoria del conocimiento y los métodes supueslamente concretos de educacion, para eludir el hecho masive (perojusiamentesélose con ‘vierten en hecho una vez que se sostienen en uma cond clon cientilica) de que el hombre erece tan inmerso en un bbano de lenguaje como inmerso en ol medio amado na- tural. Este bano de lenguaje lo determina incluso antes de hhabernacido, por intermediedel deseo en quesus padres Io acogen como un objeto, quiéranlo o no, privilegiado. Cosa que la mis minima vigllaneia clinica permite atis- bbar en sus consecuencias atin incalculables. pero pre sentes en todos los seres. ¥ que ignoran los manoseos del sacerdote y del médico en lo tocante al control de la na~ talidad, El deseo no ¢s la “pasidn indi” con que se formula la impotencia de pensarlo en los tebricos de Ia intencién, existencialista, Eldeseo es, propiamente, la pasion del significante, es decir. el efecto de! significante en el animal al que signa, yen el cual la prdetica del lenguaje hace surgir un suje- Breve discurso enla ORTR. 39 Lou uel no spent decenrado, in conde zado a sostenerse {an s6lo con un signiacante que Se Fepite, es decir, a sostenerse dividido. 3 De alla forma: el deseo dst hombre (por ast de! «el deseo del Otro. Bn el Otro sta la causa del deseo, de donde el hombre se desprente como resto. Todoestase enuncin ensina sens centitea a parirde momento en que ity una ctencla dl lenguaje ta fad ‘menlada y segura como laste. La linguist a llama esta clencia- ha akc ese panto, ysela eon, sidera ahora en lodas partes ene! campo humana como tina clenca plo, Se enlende que pongams entre comilasrhumano” y “horabre™ en la medida en que en lo que represeatan estos iérminos esta ya presente el efecto de lengua Uenen. por ende. que queda en suspenso mlentras Ciencia requera por # efeeta el ingonseente a0 est inas segura de su metodo y de sus principio ‘Asie fandammento de la hisern mares, a Saber, la alienacininiroducida ene sueto por a produecion en Guanto tal, encuentra agai un suplemento no mon materialist. y ma(erialista en elsentide en que ninguna puray simple intenelonalidad, ninguna buena o mata {encion es capaz de sbreponersea as vuclas que ha cen dar los efectos del ineonsctene Estas observacionesindican simplemente una dirce- cio de trabajo, la el sbloconsieme alos que pueden funcionaren ela Pecisamente por esono creme ete sarioreeoger ncalros Bsentos para un pubic mis to queal que esiaban dros, les psicoanalsas as: ta ahora, Osea, antes de queenreellosse dierala excision, aut cuando para michos no este dl todo clara, com la etal algunos porn se deelden a reeeancer en to ioquetde 40 vacques Lacan fulgarante aporté Freud a la psteologga. el efecto de ciza- a que entrafta el lenguaje para las functones del animal que habla: toda esa superposicion de estructuras que deseribi con sus nombres més comunes, pues sellaman la demanda y el deseo, en tanto modifican radicalmente ala necesidad. ‘Asi se coneibe con propiedad la sucestOn de esas fases diversamente interlerentes que Freud aisio como pulsio- nes, Asi puede manejarse con correccién la modificacion en la practica analitica ‘Que Freud muestre que estos efeclos de cizalla son primordiales en lo que debemos llamar la practica sexual cl ser que habla, es algo que no implica ningun desc bbrimiento en lo tocante a la biologia del sexo y todos los {que han logrado algin avance en esia rama de la biolo- iia, la mas dificil, se rien de los trastabilleos que el pst- ‘coanalisis hasta hoy acredita en el publico. Una logomaquia que {rata de las relaciones entre el hombre y la mujer a partir de una armonia analogica su- ‘puestamente generada por la del espermatozoide y el Seulo, les resulta simplemente grotesca a quienes saben todo lo que media, fanciones complejas y preguntas no resuelias, entre estos dos niveles de una polaridad, la po- laridad del sexo en el ser viviente, que tal vez represen te por si misma el fracaso del lenguaje. ‘Un psicoanilisis semiejante pone la mas confusa de las nociones de maduracion inslinuiva al servicio de una fascura prédica sobre el don que impone sus efectos al pa- lente mediante la mis grosera de las sugestiones, la que produce ese conluso consentimiento que aqui toma el hombre de moral. ‘Lo tinica que queda inexplicado en este oscurantismo sin precedentes es como los efectos de la regreston, lla~ ‘mada también insUativa, efectos que marcan en los he- Breve discurso enla ORTF, a chos el progreso del tratamients, egan a produce ‘supuesta maduracién, mS a En mi ensefanza todo ae presenia con un aspecto uy distinto pues ene se dce que se ila de revear In estructura del deseo , justamentes en uonla 10 se. ualiz por la impotenela de lenguaje para dar mtd Gel las cosas quedan también postuladas con mis hoe nestidad cuando-ne se promete de una saa vert levee tamiento de tal 0 cual interdcion inconsefente que tfaba la prictica sexual ylasolucton del indo de pro blemas que genera la reincion dl hombre y de a er nl mas mui conyugo Esto que digo lose todo el mundo, pero no par ela dejan de embelesarse con un eacomode de las Supers, tones mis mantdae, No ty semedioyelmalwso dz cusiquer verdad oat escoll as comin Mibroatude aes netlist mente Mis Escrtosretnen is bases dea estructura on wna eiencia que eld nin por constnr ~y estructura sgn fea lenguofe~.en la medida en quee lenguajecomere- alidad procura aq ls fundamsntos. Elestructurtismo durard lo que daran las ron, los simblismos y los Parasos ne temporada leat, 10 Gualno qulere deci que sia novaya ser mas ecunda, la estructura sf que no pasar porque se lnseribe en Jorealo, ms ben, porque binds fv oportundad de oat uinsentidoa esa para, real meals dl realiomoae Seclalisia ono. es slempre sdlo un eleclo de dseurso ‘Simantengo al termine de sueto para lo que esta c= tructura eanstruve es porque quiero despejr toda am. 4a Jacques Lacan bigiedaa reapeto alo que ay que abot y pra que (quede abolide hasta el punto que Su nombre se destine toque to rempara. : “1 Mino ubiera publicado esta seecctén de mis Es eniossino fuera porque loqueecn ellos seemaile~y enes- pedal desde hace quince aos, porque lo rectbo dal liga Ee Streen elqueincenbee! Giscurso deles queescucho Jen los terminon en que los pconnalisiny reeonoecn 4 quelque Tes brn sessanalmente mi seminario~ angerado a corte slo, fuera de campo donde es posi Slecontrtarl, Aral peat debo deta, prose sin fisinvonen, yu en esta ensenani eal enue a Suerte veri ene reserva aos parent de a Sina ena quelambiencrey may por dante a contiencia que tenemos de sus progress "8 Gon esos Esesto tenia que poner colo alas apeten- cas yn en marcha de os faliiendore sempre de son4- Gio como alunderades el Espinte DEL PSICOANALISIS EN SUS RELACIONES CON LA REALIDAD. En el institute Praneés de Mit, 18 4e ditembre ce 1967, ae 18 i 20. Por asombroso que pudiese parecer, diré que el psi- ‘coanalists, es decir lo que un procedimiento abre como ‘campo a la experiencia, es la realidad. La realidad es plantcada en él como absolutamente univoea, lo cual es ‘unico en nuestra época: en relacién al modo en que la en rredan los otros diseursos, Pues solo a partir de los otros discursos llega a lotar loreal. No nos demoremos en el escamoleo de la palabra: real. Relengamos que indica, para el psicoanalista, que tos otras discursos forman parte de la realidad. EL que escribe estas lineas biea puede decir et efecto de indigencia con que vive su lugar, en el momento de abordar este tema del que no sabe qué respeto lo man- tuvo alejado. Su*porasombroso cue pudiese parecer” es oratoria, es decir secundario, y no dice lo que alli lo deuiene, Se sabe. lo confiesa, simplemente “realista’... En “4 Jacques Lacan sentido medieval?, cree escuchar, al disenarlo con unt punto de interrogaci6n. Ya es éslala marca deque ha ha~ lado por demas y que ia infeccion de la que ya no puede liberarse el discurso Nloséfico, el idealismo inserito en el Lejido de su frase, hard alli su entrada. Hay que tomar las cosas de otro modo. Qué hace que un psicoandltsts sea freudiano, ésta es la pregunta, ‘Responderia conduce hasta donde la coherencia de un procedimiento, cuya earacteristica general se conoce bajo el nombre de asociacidn libre (pero que no se itbra sin embargo), lmpane presupuestos sobre los que la in- tervencidn y, prineipalmente, la que aqui esti en discu- ‘iért la intervencién del psicoanalista, carecen deaside- Esto es muy Hamalivo y explica que, por mis que un boasting disidente se ufane conalgin objetivo deprolun- didad, inieiacton o estilo, éste sigue slendo faill frente a Jo que implica el procedimiento. No quiero mortflear a nadie. Pero par eso el psicoanalisis sigue siendo [rewdia~ zo “en su conjunte”: porque lo es en su ee. Elprocedimiento es desde el origen solidario del modo de intervencion freudiano. {ip prueba la polencia de lo que llamamos el procedi- ‘miento; donde no se excluye que, acerca de él, l psico- ‘analista no tenga ninguna suerte de idea. Al respecto. hay estapidos: veriliquenlo, es facil. Naturalmente, si ustedes mismos saben qué quiere decir una pregunta. Intenlaré decir qué no es el eje del procedimiento, Ta asuncién mistica de un sentido mas all de la rea~ hidad, de cualquier ser universal cuyas figuras se mant- festenen ella: ges acaso compatible con la teoria freudia. na y con la practica psicoanalitica? ‘Sin duda, quien creyese al psicoanalisis una via de esta suerte se equivocaria de puerta, Para presentarse Del psicoanalisis en sus reladones con ta realidad 48 ‘eventualmente al control de una “experiencia interior” el precio inicial consistiria en cambiar su estatuto, ‘Le repugnara la ayuda de cualquier soma alucinoge- no, cuando ya se sabe que objela la de la narcosis. Para decitlo todo, excluye los mundos que se abren a ‘una mutaetén de la concieneta. a un ascelismo del cono- eimiento, a una efusién eomunicaliva Ni del lado de la naturaeza, de su esplendor 0 de su ‘maldad, ni del lado del destino, el psicoanalista hace de la interpretacién una hermenétitica, un conocimiento en ‘modo alguno ‘luminader 0 transformador. ‘Ningiin dedo podra indicarse en él como el de un ser, divine 6 no, Ni firma de las cosas, ni providencia de los, acontecimientos. Esto esta bien subrayado en la técnica ~por el hecho dequenosmpone ninguna orientacion delalma, ninguna apertura de la inteligencia, ninguna purificacién que preludie la comunicacién. “Juega en cambio sobrela no preparacién. Una regula- ridad cuasi burocratica es todole que se le exige. La lal ‘cizacién lo mas completa posible del pacto previo instala ‘una prictica sin idea de elevacion. Tncluso preparar lo que sera dicho en la seston es un incorweniente, donde sabemos se manifestaran las re- sistencias, incluso las defensas. Indiquemos que estas dos palabras no son sinénimos, ‘aun euando las empleen, me rellero alos psicoanalistas, a diestra y siniestra. Por lo dems, poco les importa que aluera se las tome en el sentido difuso de una oposicién ‘leno mal orientada, por ser saiubre ono. Incluso lo pre- Aeren asi En esla ocasién lo esperadoes justamentelo que uno seniega a esperar, por tenor ameter demasiado la mano tn ella: la sorpresa, subray Reik.

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