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Este artículo parte de la realidad en que nos encontramos hoy día.

Las
personas que se dedican a ser catequistas tienen realidades muy diferentes,
hay que tener en cuenta su situación familiar, los horarios, algunos de ellos
trabajan, etc. Y las parroquias ante la necesidad de tener personas que se
encarguen de las catequesis a veces descuidan la formación de los
catequistas. Por ello habría que buscar un equilibrio ante todos estos factores.
El catequista ha de formarse. Lo anteriormente expuesto no exime de una
buena preparación para llevar con fidelidad el mensaje de Cristo a los
catequizandos.
Es necesaria esta formación porque existen nuevas situaciones y
problemas que precisan de nuevas cualidades y de una mejor preparación.
Alberich1 defendía que es necesario «actualizar nuestros conocimientos y
buscar nuevas claves interpretativas». Nos encontramos ante una crisis de
identidad del cristiano, se es cristiano por inercia, sin tener en cuenta la
responsabilidad que tenemos con ello. Alberich sigue exponiendo que el
catequista debe encontrar el modo adecuado de «hablar con Dios; dar
respuesta a interrogantes históricos; presentar la historia de la Iglesia con sus
luces y sombras». Pero sobre todo, incide Alberich, hay que tener en cuenta
que «los sacramentos de nuestros chavales no inician, sino que concluyen».
Y tiene mucha razón, pues son muchos los chicos que una vez terminada la
catequesis de iniciación cristiana acaban por no volver a venir a catequesis.
Por ello, el Directorio General para la Catequesis expone la necesdad
de formación para los catequistas, para que sea una catequesis de calidad, y
sigue diciendo: «La pastoral catequética diocesana debe dar absoluta
prioridad a la formación de los catequistas laicos»2. Los catequistas han de
estar capacitados para transmitir el Evangelio, anunciar a Jesucristo y
presentar la Historia de Salvación, explicar el misterio del Hijo de Dios
hecho hombre y ayudar a los catequizandos a identificarse con Jesucristo a
través de la participación de los sacramentos3. Por ello Cristo debe ser el
centro de la vida del catequista.
Es de suma importancia que el catequista tome conciencia de que «la
catequesis es de naturaleza eclesial, el catequista es enviado en nombre
de la Iglesia», si no, no se anunciará adecuadamente el Evangelio.
El Directorio General para la catequesis, en su número 237, enumera
los criterios de formación del catequista: estos han de tener una fe profunda,

1
ALBERICH, E., Catequistas para una nueva catequesis, en CCS, 2012, pp. 18-19
2
DGC 234
3
Cf. DGC 235
2 CATEQUÉTICA FUNDAMENTAL

una identidad cristiana y eclesial y una sensibilidad social; la catequesis tiene


que ser una formación cristiana integral, desarrollando tareas de «iniciación,
educación y enseanza»; que haga catequistas integradores que conjuguen la
ortodoxia-ortopraxis, sentido social – sentido eclesial; que no ignore el
carácter propio del laico; que haya coherencia entre pedagogía global de la
formación del catequista y la pedagogía propia del proceso catequético. El
catequista ha de ser «maestro al estilo del único Maestro, Jesús; enseñar a
vivir en cristiano desde su propia experiencia de relación con Dios, como
testigo.
El Directorio General para la Catequesis sigue enumerando las
necesidades del catequista4. El ser del catequista, la formación ha de ayudarle
a madurar; lo que debe saber, el catequista debe conocer bien el mensaje que
transmite y al destinatario que lo recibe; el saber hacer, el catequista es un
educador del hombre y de la vida del hombre5. Es de extrema necesidad dar
a comprender a los catequistas que lo importante es su ser de catequistas,
que impulsará su deseo de saber y de saber hacer si tiene clara su identidad
de cristiano. Hay que afianzar, por tanto, su dimensión espiritual. Otro
aspecto importante es que vaya adquiriendo una madurez humana, cristiana
y apostólica más clara: «hacerle crecer en el respeto y amor hacia los
catecúmenos y los catequizandos»6. La catequesis ha de alimentar la fe del
catequista para hacerle crecer como creyente.
El artículo hace también mención a la importancia en la formación
bíblico-teológica, que tenga una visión orgánica que respete la jerarquía de
verdades; una ayuda a madurar la propia fe del catequista y a su vez le
capacite para dar razón de la esperanza; una formación teológica muy
cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar aspectos del mensaje
cristiano con la vida concreta de hombres y mujeres; que transmita el
mensaje pero capacite a los catequizandos a recibirlo.7
El Directorio General para la Catequesis también quiere dar
importancia a las ciencias humanas, explicitando la psicología: «Es necesario
que el catequista entre en contacto al menos con algunos elementos
fundamentales de la psicología», pues «las ciencias sociales proporcionan el
conocimiento del contexto sociocultural en que vive el hombre y que afecta

4
DGC 238
5
Cf. CT 22d
6
DGC 239
7
DGC 241
LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS, ¿CÓMO ATENDERLA 3
ADECUADAMENTE?

decisivamente a su vida»8. Es importante un acercamiento a la psicología


evolutiva para presentar más adecuadamente los contenidos.
En Catechesi Tradendae, San Juan Pablo II dirá que es necesario
«respetar la pedagogía original de la fe, depositada por Dios en el corazón
del hombre. La tarea del catequista es solo cultivar ese don, ofrecerlo,
alimentarlo y ayudarlo a crecer»9.
Finalmente, en la conclusión del documento nos presentan a Enrique
Ossó y su Guía práctica para catequistas, donde expone que es
«fundamental la formación teológica y doctrinal» del catequista y nos
propone tres actitudes del buen catequista:
1. Ha de ser un buen hombre de oración; llamado a ser maestro de
oración de los niños.
2. Ha de ser hombre lleno de dulzura y cordialidad.
3. Apasionado por el Reino de Dios, amor apostólico: deseo vehemente
de dar a conocer a Dios.

8
DGC 242
9
CT 58

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