Vous êtes sur la page 1sur 3

LA INICIACIÓN CRISTIANA Y SU RELACIÓN CON EL HOMBRE

Dijo Jesús: “Yo no vine a abolir las leyes sino a completarlas”.


Cabe decir algo sobre la Iniciación Cristiana que es su complemento y perfección, por ser
la única que abrió a todos los hombres la puerta de la Unión con el Íntimo en el Reino
Interior de Dios, cosa que no sucede con las anteriores porque los aceptan sólo en
número reducido.

La Iniciación Cristiana es el camino del Amor que lleva a la Unión con la Divinidad
Interna y su primer grado es el Bautismo. Para comprender el misterio del Bautismo
debemos releer los primeros versículos del Capítulo III del Evangelio de San Juan, que
dicen:
1. “Y había un hombre de los Fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los
Judíos [el intelecto].
2. Este vino a Jesús de noche, y díijole: Rabbí, sabemos que has venido de Dios por
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con
él.
3. Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra
vez, no puede ver el reino de Dios.
4. Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo?, ¿puede entrar
otra vez en el vientre de su madre, y nacer?
5. Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de Agua y del
Espíritu [Santo], no puede entrar en el reino de Dios [Interno]”.
Cristo alude, en la última frase, al dominio de los elementales del Agua y del Fuego
en el hombre, como principio de la Iniciación Cristiana.

En la Iniciación Antigua el neófito, tras alcanzar la justificación por el sacrificio,


debía lavarse o bañarse para poder entrar en el Santuario propiamente dicho. Jesús, el
Alto Iniciador, cumplió en el Jordán el antiquísimo rito del Bautismo. Y, cuando salió del
Agua, es decir, triunfante sobre sus deseos, sobre él descendió el Espíritu Santo.

El Bautismo cristiano es como la purificación antigua de los judíos y como la


prueba del agua en la Pirámide de Egipto. Una vez que el neófito es bautizado, lo que
quiere decir purificado de sus deseos en la fuente de la vida, y cuando sobre él desciende
el Espíritu Santo, se dedica a su misión: el Amor, manifestado por el servicio y a servir a
la humanidad desinteresadamente, como Jesús, pues ya se purificó de sus propios
deseos.
Entonces el Bautismo representa la primera escala del amor Impersonal, que da acceso a
la Fuente de la Vida Universal, al Reino de Dios que está dentro del hombre.
Pero el Bautismo no significa el acto material de sumergirse en el agua o de ser
rociado con ella, porque ese hecho no es sino alegoría o símbolo.

Ya dijimos que los elementales del agua necesarios para la vida del hombre son los
que, en él, constituyen el cuerpo de los deseos y es preciso dominarlos para la
purificación. De modo que el símbolo externo del Bautismo nos indica la necesidad de la
purificación interna de nuestros deseos y pasiones, lo que puede realizarse en cualquier
lugar del mundo y en cualquier momento.
Aunque el propio sacerdote obre inconscientemente, cuando unge la parte superior de la
cabeza, la frente, el pecho, etc., con aceite antes de derramar el agua que limpia, nos da
a entender que por medio de los Santos Óleos y del magnetismo puro de sus dedos,
facilita a veces el movimiento de los centros magnéticos que comienzan a girar porque
todo es movimiento, y se abren para recibir el agua bautismal de la purificación.
Asimismo, cuando el neófito comienza a adquirir la pureza interior por medio del Bautismo
esotérico, se abren sus Centros Magnéticos de Poder para recibir al Espíritu Santo.

Cuando el aspirante se ha depurado de sus deseos negativos adviene la exaltación


espiritual, seguida de una reacción: ya no puede pensar con la razón, debido a que
comienza el sentir del corazón y habrá un nuevo cielo puro donde recibirá el Bautismo del
Espíritu Santo, que no puede concebir ni contener en su vehículo de carne.

Experimentando ese Bautismo, huye al desierto y en ese estado de éxtasis puede


sentir al Padre, fuente de toda vida, y comprender el significado de “Dios hecho carne”.
Entonces podrá decir, como San Pablo: “Ni los ojos humanos jamás vieron lo que prepara
Dios a sus elegidos”.
Llegado a ese estado, el aspirante debe sufrir la prueba de la Tentación. (Leer sobre la
tentación en el libro)
Una vez vencida, la tentación va a conducir al Iniciado a otra etapa más elevada: la
Transfiguración.

Con el Bautismo el hombre adquiere poderes espirituales; con la Tentación decide


hacia qué lado se inclina, si hacia el bien o hacia el mal, en el empleo de sus poderes,
porque estos son como la dinamita que puede aplicarse a la construcción o a la
destrucción.

Una vez dominados los elementales inferiores del fuego y del agua, del instinto
y de los deseos por medio del triunfo del pensamiento sobre la Tentación que incita a
servirse de los poderes en beneficio propio o para adquirir, fama, gloria, etc., la Fuerza del
Espíritu Santo Universal irradia Luz Divina al aspirante, tal como un foco eléctrico irradia
y comunica luz a todo y a todos los que están en su radio de acción. Basta su presencia
para resolver todos los problemas de los hombres. Es pobre, pero puede dar riquezas a
los demás; es humilde, más irradia gloria; es silencioso, pero inspira las ideas más
sublimes y constructivas. Tal es la Transfiguración, proceso del Espíritu que ilumina al
Cuerpo, Templo del aspirante, y rasga todos los velos para que la Luz Interna ilumine todo
el ser.
Es el Cristo Radiante que se manifiesta desde el corazón, es la Luz del Mundo.
Anatómicamente, la médula espinal se divide en tres secciones que dan instrucciones a
los nervios motores, sensoriales y simpáticos. Cuando el aspirante domina la Tentación,
el fuego Espiritual sube en forma repentina desde el cordón espinal hasta llegar al
cerebro, de modo incomprensible para la mayoría de la gente, y ese fuego depura las
substancias groseras de los tres cuerpos inferiores del hombre: el físico, el pasional o
vital y el mental, para comenzar el proceso de regeneración o Transfiguración.

El Fuego del Espíritu Santo, en el sacro, se convierte en Luz en el cerebro y entonces el


hombre se vuelve Omnisciente sin necesidad de intelecto.
Cuando llegamos a la Transfiguración irradiamos solamente la Luz Blanca del Íntimo,
como el Sol Espiritual, y entonces podemos decir: ÉL ES YO, YO SOY ÉL; YO SOY UNO
CON EL PADRE DEL REINO DEL ÍNTIMO.

El objetivo de la Iniciación no es la búsqueda de los poderes mágicos sino el


sacrificio por los demás. Sin este requisito no hay religión alguna, ni escuela, ni ocultismo,
ni misticismo. El Iniciado debe convertirse en Salvador del mundo, disipando los horrores
de una época y de una generación. Como hemos visto, todas las Iniciaciones, antiguas y
modernas, tienen una sola mira: guiar al hombre por el mundo interno, el mundo del
Íntimo, y sabemos que la única senda abierta a ese mundo es la senda mental o
pensamiento.

Cada religión y cada escuela tiene su iniciación propia y todas van a dar en un punto
único, pues tales iniciaciones son mero símbolo de una realidad interna y nunca debe
confundirse alegoría con Verdad. Existe, en el fondo de toda religión, la verdadera
Iniciación, y a ella debe dirigir el aspirante toda su atención y pensamientos.

Te preguntaras, tal vez: “¿Cómo podemos ser iniciados y a quién


debemos recurrir para obtener la verdadera Iniciación?”.
Responderás: “Todas las iniciaciones son buenas si conducen el pensamiento al
mundo interno y el único Iniciador debe ser el YO SOY”.

Vous aimerez peut-être aussi