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“Pobrecitos”

LA TRIBUNA, 12 MAR, 2018 -

Por Edmundo Orellana


Catedrático universitario

“¡No es justo que la justicia sea tan injusta con los corruptos!”.
“¡Pobrecitos sus hijos y sus cónyuges!”. Ese es el principal argumento con el
que fundamenta el Partido Alianza Patriótica el proyecto de reforma a la Ley
sobre Privación Definitiva del Dominio de Bienes de Origen Ilícito, para
impedir que les quiten los bienes a los corruptos. Por cierto, la única iniciativa
partidaria y, además, defendida apasionadamente por sus autoridades.

La reforma, siendo iniciativa del partido, es un compromiso de los que se


autodefinen como patriotas. Por consiguiente, es política del partido. En otras
palabras, el partido decidió definirse oficialmente como “protector de los
corruptos”, y aclaró que no incluye a los narcotraficantes ni a los lavadores de
dinero porque son más malos que los corruptos.

Su líder supremo, un general retirado, explicó las razones en un programa de


TV matutino. ¡Lució tan pequeño el general! no por su talla física, sino por la
falta de luces. Las explicaciones que ofreció justificando la presentación del
proyecto fueron tan pobres jurídicamente y tan carentes de sentido común, que,
al final, comprendiendo que había sido engañado por el proyectista y a modo
de explicación, expresó que “errar es de humanos y rectificar es de sabios”. ¡Y
fue lo único razonable que dijo!

De lo sucedido, quedó la sensación de que ese partido no es patriótico, como


dice ser, y, más bien, se presenta como una organización sospechosa, con una
finalidad obscura a cumplir dentro del Congreso Nacional.

Afirmar que los corruptos provocan menos daño que los narcotraficantes y
los lavadores de dinero, es cinismo en grado superlativo, porque saben (¡es un
hecho notorio!) que los déficits en salud, educación, seguridad jurídica,
infraestructura vial, etc., y sus consecuencias, como la pobreza, el desempleo y
la inequidad, tienen su origen, justamente, en la apropiación ilegal de los
recursos destinados a esos servicios públicos.

Los narcotraficantes y los lavadores de dinero hacen mucho daño, pero no son
los responsables de nuestro subdesarrollo. Lo son los corruptos. En las grandes
potencias el lavado de dinero es inmenso y pululan los narcotraficantes, pero
eso no ha sido óbice para crecer ni desarrollarse. Es más, hay países que han
crecido, justamente, por facilitar el lavado de dinero. Suiza, es el ejemplo más
conocido y su población disfruta de uno de los mejores sistemas de convivencia
en el mundo.

Ningún país, sin embargo, ha crecido y se ha desarrollado con corrupción.


Sencillamente, porque los funcionarios corruptos, y los empresarios que se
coluden con estos para defraudar al Estado, se apropian de los dineros
destinados a aumentar y mejorar los servicios públicos. Todo falta y lo poco que
hay es deficiente porque el dinero público se va a bolsillos privados. Por eso,
los países desarrollados son implacables con los corruptos, castigándolos,
cuando se reconoce, con la pena de muerte y algunos utilizando el más cruel de
los medios de ejecución, la horca.

El latrocinio en un pueblo pobre se convierte en genocidio. Son miles los


muertos porque no hay hospitales suficientes y otros miles porque los pocos
hospitales que hay funcionan mal. Son millones los condenados al
analfabetismo porque no hay escuelas y otros millones están condenados a la
ignorancia por la calidad de la educación. Son millones los hogares hondureños
que languidecen por falta de lo básico (agua potable, alcantarillado sanitario,
etc.) y si continuara mencionando las carencias y sus consecuencias, este
espacio no sería suficiente. Las víctimas masivas de la corrupción son los
pobres, esos a los que políticos corruptos piden su voto ofreciéndoles sacarlos
de su pobreza, para luego apropiarse del dinero destinado a ellos para paliar su
miseria.

¡Y se atreven a decirles “pobrecitos” porque sus hijos y sus cónyuges


sufren! Con esa lógica son “pobrecitos” también los asesinos en serie, los
violadores, los sicarios, los mareros, los secuestradores y los extorsionadores,
pero son excluidos de la iniciativa porque, según los supuestos “patriotas”,
solo los corruptos son criminales buenos.

Condenemos, pues, el perverso atrevimiento del partido de los mal llamados


“patriotas”, que pretenden salvar a los, para ellos, “pobrecitos corruptos” de la
“injusta justicia”. Pareciera un ardid de las élites corruptas: usar a los
“antipatriotas” para no quemar a sus propios parlamentarios, ya suficientemente
chamuscados con el Decreto de la Impunidad. No les importa aparecer a los
“antipatriotas” como mandaderos de las élites corruptas. Sin embargo, alto, muy
alto, sin duda, será el precio que pagará ese partido de supuestos “patriotas” por
esa vergonzosa iniciativa. Si no desaparece, será el eterno pigmeo de la política
y el gigante de la política antipatriótica, cargando, para siempre, con el estigma
de “protector de corruptos”.

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