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ALEJANDRO GONZÁLEZ MÁRQUEZ

UNIVERISDAD ECLESIAL SAN DÁMASO


ÉTICA

“La primacía del amor.

Una Introducción de la Ética de Tomás de Aquino”


Paul J.Wadell
Al tratar de hacer un comentario sobre la lectura de este libro, lo primero que me
gustaría destacar es mi sorpresa inicial al enfrentarme a él. Para entender esta sorpresa es
necesario que aclare primero que estudié la licenciatura de psicología en una universidad
estatal y por tanto como tosco resumen de lo que allí se trataba, puedo decir que trataron
de enseñarme que toda acción es un mero acto profundamente condicionado por una serie
de mecanismos biológicos internos e universales y que obviamente el único fin que
pretende es el de alcanzar aquello que le ha sido indicado previamente. Aunque sea una
burda simplificación de los 5 años de carrera, refleja bastante bien las asimetrías con este
libro.
Ya simplemente al leer el título de la obra, estoy seguro que ninguno de aquellos
que me enseñaron durante la licenciatura lo compraría. ¿El amor? Simples expresiones
de una química interna o una respuesta condicionada a unos estímulos del exterior. ¿La
ética? ¿Qué es eso? ¿Cómo se atreve usted a hablar y teorizar de algo tan íntimo y
personal? Es la ética intocable de la individualidad de cada sujeto o paciente. Nadie,
absolutamente nadie, puede opinar sobre ese ámbito tan subjetivo y personal y si lo hace
debe ser denunciado por atentar contra mi libertad de expresión y pensamiento.
Con un preámbulo así no es extraño que me haya sorprendido este libro. Es cierto
que cuando a uno le están “Adoctrinando” de esta manera, algo dentro le dice que eso que
le cuentan no es verdad, que no puede ser “solo” eso, que algo tan profundo en el hombre
como es la ética y en concreto la búsqueda de la felicidad, debe ser afrontada y estudiada
abiertamente. Pero quizás a veces solamente tengamos una respuesta negativa ante tales
afirmaciones de la sociedad y no sepamos defender con fuerza lo que realmente ha de ser
defendido. Por eso el Aquinate me ha hecho escuchar atentamente desde el principio de
este libro lo que tenía que decir por medio de Wadell, porque no presenta su propuesta de
una forma invasiva y violenta, como la mayoría de los “adoctrinadores” que nos
encontramos hoy día. Es por eso que ahora me gustaría sintetizar de forma reflexiva los
puntos que considero más importantes de este libro.
Lo primero que me llamó la atención fue que Santo Tomás concibe al hombre
como un ser que busca un fin, un propósito y que por lo tanto sus acciones no son
arbitrarias, ciegas o una simple respuesta condicionada a un estímulo del exterior. Santo
Tomás no cree que seamos una versión actualizada y mejorada del perro de Pavlov, que
escucha el sonido de una campana y saliva, sino que ya desde el inicio de nuestras
acciones hay un fin a conseguir, un propósito.
Santo Tomás observa al hombre, lo observa cuando actúa, cuando está en acción
y va sacando conclusiones, va acercándose progresivamente a una respuesta. ¿No es esto
exactamente lo que dicen hacer también los investigadores en psicología (observar)?

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¿Cómo han llegado entonces a conclusiones tan dispares? Según mi opinión porque ya
desde el inicio la segunda observación ha estado sesgada, porque ha quitado el fin de la
acción, lo ha ignorado. Santo Tomás sin embargo no, él empieza a hablar al hombre y a
contarle lo que en el fondo ya sabe. Le dirá que el fin que busca es la felicidad.
Hasta aquí parece que nadie se encuentra disconforme. Todos nosotros sabemos
que lo que queremos para nuestra vida es ser felices, especialmente cuando creemos que
todo acaba en esta vida. Y también todos sabemos otra cosa, que estamos en constante
búsqueda de este fin, porque todos hemos probado ya con millones de recetas para
alcanzarla. Entonces, parece que tenemos un fin. Hasta aquí casi nadie parece discutir al
Aquinate.
Tampoco nadie parece discutir a Tomás que entonces la vida moral consistirá
precisamente en la búsqueda, el descubrimiento y la posesión de un bien tal que sea
nuestro fin último, nuestro bien más preciado. A partir de ahora será cuando puedan
empezar los problemas.
Tenemos por tanto claro que la felicidad sería una relación de amistad duradera
con nuestro bien más prometedor, como se ha definido en el libro. La divergencia se
encuentra por tanto en el bien, ¿Qué bien se convertirá por tanto en nuestro fin último?
Digo que aquí se encuentra la divergencia porque seguramente si preguntásemos a cada
ser humano particularmente, tendríamos una gran multitud de respuestas. Como bien
señala Santo Tomás, algunos señalarían el dinero como este bien, otros la fama, el placer,
la reputación o la salud. Por eso él pasará a analizar cada uno de los candidatos a
convertirse en fin último del hombre. Llegando a la conclusión de que todos y cada uno
de ellos son buenos e incluso necesarios para una vida prospera, pero ninguno podrá llegar
a ser el fin último verdadero que él busca, ya que por sí mismos no pueden
perfeccionarnos.
Particularmente me parece tremendamente sorprendente esta última afirmación de
Santo Tomas, este “sí pero no”, su “casi pero no suficiente” en medio de un mundo que
entroniza cada uno de estos bienes, se alzan voces que incluso sin compartir la misma
religión que el Santo le darán la razón, y ¿Cómo puede suceder esto? Todos tenemos
conocidos que tras haber valorado profundamente el dinero durante toda su vida, en el
momento de llegarles una enfermedad, se han visto obligados a replantearse el fin hacia
el que estaban tendiendo. Es por eso exactamente que se dan estas respuestas tan dispares.
¿Cómo no nos ponemos de acuerdo en un tema tan fundamental? Por eso es sorprendente
también el concepto que Santo Tomás tiene de la vida moral como una odisea, porque en
la práctica nos damos cuenta que es totalmente cierto. Nuestra vida es por tanto una
búsqueda constante de este fin, hasta que lo encontramos y nos satisface completamente.
El drama es que existen situaciones como la anteriormente descrita, en las que nos
equivocamos, en las que nos damos cuenta de que hemos errado en la elección del fin, y
por tanto nos percatamos de que hemos invertido algo de infinito valor, nuestra vida, en
un error.
También me sorprende gratamente la concepción que tiene Santo Tomas de todos
estos “medios para el fin último”. No los desprestigia, no los minusvalora, al contrario,
los tiene en cuenta y los coloca en su lugar. Los tiene como medios necesarios para

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alcanzar el fin, pero nada más. Y digo que me sorprende porque muchas veces tenemos
una concepción talmente errónea de ellos, y simplemente pensamos que tenemos que
rechazarlos totalmente. ¿Por qué tiene que ser malo que una persona goce de salud toda
su vida, porque no se encuentre con el señor en la enfermedad? Es un absurdo. ¿O por
qué tiene que ser malo que a uno le reconozcan el trabajo bien hecho, o disfrutar de una
buena cerveza en una terraza andaluza en primavera? ¿Hay que mortificarse entonces por
miedo a convertir este medio en fin? Absolutamente no, dirá el Aquinate. Todos estos
aspectos forman parte de nuestra vida diaria y son necesarios para el hombre.
Ahora Tomás tras haberse preguntando si estos candidatos podrían ser el fin que
buscamos, y haber respondido negativamente argumentando cada uno de ellos, dará un
paso más. No nos podemos quedar con respuestas negativas, tendremos que encontrar la
alternativa, la respuesta correcta a esta pregunta inicial. Por eso Wadell en el tercer
capítulo afirmará con Tomás que la felicidad viene a través del cultivo con el mejor bien
posible: Dios. Esta afirmación llevará incluso a Santo Tomás a describir la felicidad como
caridad, es decir la amistad con Dios.
Llegados a este punto, seguramente muchos de aquellos con los que discutíamos
con anterioridad habrían cerrado el libro. Es una afirmación cuanto menos atrevida, que
no falsa. El punto clave es como Wadell siguiendo a Tomás va llevándonos a este
momento, lo sorprendente es que lo hace de manera totalmente razonada, no es una
imposición, no es violenta, sino la correlación perfecta y razonada entre aquello que se
ha venido preguntando desde el principio y su Fe. Es sorprendente como Tomás
argumenta que tiene que ser Dios este fin último hacia el que tender, ya que las demás
posibilidades son inferiores a nosotros. Permitiéndome simplificar o banalizar mucho este
punto, me permitiré decir que, igual que cuando estamos necesitados económicamente,
no se nos ocurriría ir a pedirle dinero al pobre sentado a la puerta del metro, no deberíamos
tampoco pensar en pedirle la felicidad a algo inferior a nosotros como es el dinero, la
fama o el poder. Planteado así parece absolutamente ridículo, pero no se aleja mucho de
la realidad. Es la experiencia cotidiana que tenemos cada uno de nosotros. Cada uno de
nosotros ha tenido grandes desilusiones porque al encontrarse totalmente satisfecho por
alguno de estos candidatos, sin embargo, no obtuvimos el fin que buscábamos: la
felicidad. Entonces, se plantea Tomás, solo podemos pedírsela a algo superior a nosotros,
algo que no sea una creación humana, algo incluso, me atreveré a decir, no cambiante,
algo que esté hoy y mañana también, pero que no desaparezca casi azarosamente. Creo
que entonces, tras escuchar a Tomás, es posible que ahora si afirmemos con él que para
alcanzar la felicidad lo tendremos que hacer a través de la amistad con Dios. Y este será
el reto de nuestra vida moral.
Wadell continuará diciendo junto con Tomás que la moralidad surge de la
percepción de la carencia de algo que necesitamos y que por tanto intentamos poseer. Por
lo tanto analizará el papel de las pasiones y las emociones aquí. Para Tomás el amor es
una pasión. Amar algo es ser afectado por su bondad.
No me gustaría avanzar más en este punto, porque, aunque el Aquinate llegue a
decir que la vida moral para él termina en el silencio y la adoración,ya que la estrategia
de esta es convertirnos en personas capaces de decir que sí al amor perfecto, un amor

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superior a nosotros, el amor de Dios, en la vida diaria vemos como esta realidad no es
captada por todos, sino que es más bien el final de la búsqueda de la que nos hablaba
Tomás al principio, el final del deambular de nuestra vida en busca de aquello que nos de
la auténtica felicidad y esto según mi opinión viene después de muchos fracasos en la
elección del candidato. Tampoco quiero decir con esto que se trate de un absoluto ensayo-
error, porque dentro de nosotros habrá siempre algo que nos empuje hacia esta respuesta,
que nos indique donde está, pero tampoco es demasiado descabellado. El mismo Tomás
se da cuenta y pondrá al hombre como un ser en búsqueda constante.
Por todo esto que se ha ya dicho, el libro me sorprende gratamente, porque aborda
el tema con absoluta naturalidad, sin violencia, sino como un recorrido conjunto, un
camino, un desvelamiento de una verdad que en el fondo todos sabíamos, y tantas veces
nos empeñamos en olvidar.

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