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GRUPO 2

Ahora bien, siendo así que a la naturaleza, que no tiene más perfección que existir, que
no tiene ni vida ni inteligencia, como es el cuerpo exánime, la aventaja aquella otra que,
además de existir, goza también de vida, pero que no tiene inteligencia, como es el alma
de las bestias; y siendo así que a ésta aventaja la que, a la vez que existe, vive y
entiende, como lo es en el hombre el alma racional, ¿crees tú que en nosotros, es decir,
entre los elementos que constituyen nuestra naturaleza, como naturaleza humana, pueda
hallarse algo más excelente que esto que hemos enumerado en tercer lugar? Que
tenemos cuerpo es evidente, y también un alma que anima al cuerpo y es causa de su
desarrollo vegetal; dos elementos que vemos tienen también las bestias; pero tenemos,
además, un tercer elemento, que viene a ser como la cabeza u ojo de nuestra alma, o
algo así, si hay algo que podamos aplicar con más propiedad a la razón y a la
inteligencia, y que no tienen las bestias. Por lo cual te ruego que veas si puedes
encontrar en la naturaleza del hombre algo más excelente que la razón. Sobre el libre
albedrío II 6, 13

Decimos con plena verdad que la fe impresa en los corazones de los creyentes, que estos
mismos creen, proviene de una determinada doctrina; pero una cosa es lo que se cree, y
otra la fe por la cual se cree. Lo que se cree son verdades con existencia en el pasado, en
la actualidad o en el futuro; la fe radica en el alma del creyente y es sólo visible al que la
posee; porque, si bien existe en otros, ya no es la misma, sino otra muy semejante. No
es una en número, sino en género; pero, a causa de la semejanza sorprendente y
ausencia de toda diversidad, la denominamos una, no múltiple. Al ver dos hombres muy
parecidos decimos: "Tienen un mismo rostro", y nos admiramos. Sería más exacto decir
que tenían muchas almas—cada uno la suya—aquellos de quienes se dice en los Hechos
de los Apóstoles: Tenían una sola alma, que proclamar la existencia de tantas fes como
creyentes, cuando el Apóstol dice una fe. Sin embargo, da a entender que cada uno tiene
la suya aquel que dice: ¡Oh mujer, grande es tu fe!; y a otro: Hombre de poca fe, ¿por
qué dudaste? Se dice que es una fe la de los que creen unas mismas verdades, como se
dice que es una la voluntad de los enamorados de un mismo ideal; aun los que tienen un
mismo querer conocen su voluntad, pero ignoran la de su prójimo; y si la manifiestan
por signos, se la cree, no se la ve. El que es conocedor de su alma, ve claramente ser
ésta su voluntad, no lo cree. Sobre la Trinidad XIII, 2, 5

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