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Para irradiar el Amor de Cristo sobre el necesitado, se necesita de la fe, que es un don de Dios… Nuestro
trabajo deberá ser construido sobre la fe, para que tenga fruto; y es esa misma fe la que elimina el egoísmo y
la búsqueda de beneficio personal, y la reemplaza por Amor.
Podés aprovechar este momento de oración frente a Jesús, para pedirle que aumente y fortalezca tu fe.
Pero la oración no consiste necesariamente en palabras, sino en aprender a escucharlo, a mirarlo a Él.
Frecuentemente una mirada profunda y ferviente a Cristo, una mirada fija en Cristo; nuestra atención y
nuestros corazones orientados a Cristo, son la verdadera oración eficaz… Porque ella nos dispone a
someternos a nosotros mismos a la Voluntad de Dios.
La oración ensancha nuestro corazón y lo hace divino. Es decir, lo hace capaz de recibir el don de Dios, que
es Dios mismo.
“Yo lo miro a Él, y Él me mira a mí”.
Te invito a que lo adores, a que reces, pero más con el corazón que con la cabeza… con pocas y profundas
palabras que repitas mirándolo, mientras experimentas el Don de su Amor, que nace en tu corazón, que va
haciendo obra en Él y lo ensancha, para que puedas amar.