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PREGUNTAS DE DESARROLLO:

1. GRUPOS ETINICO-RELIGIOSOS EN EL AL-ANDALUS HASTA EL FIN DEL


CALIFATO. (2)

1. La diferencia étnica
1.1. Árabes
Los árabes constituyeron la aristocracia siguiendo el modelo omeya. El carácter
hegemónico del grupo hace que acapare las mejores tierras que pasan a ser cultivadas
muchas veces por los mismos colonos y siervos que las trabajaban bajo el señor visigodo.
Los árabes constituyen un grupo aristocrático dedicado a la administración, al comercio
y a la explotación de grandes propiedades. Su peculiaridad es su carácter cerrado,
vulnerando las prescripciones coránicas. Una minoría tiende a cerrarse con objeto de
defender su hegemonía fomentando la cohesión entre sus miembros defendiendo juntos
su carácter dominante frente a las pretensiones de otros musulmanes, especialmente los
beréberes. La supremacía del elemento árabe se acentuara durante los gobiernos de Abd
al-Rahman II y al-Hakam II.
1.2. Beréberes
En su expansión por el norte de África, Yfriquya se convirtió en centro de reclutamiento
de beréberes islamizados que desde entonces formarán el grueso de los contingentes
militares enviados al reino visigodo. El desigual reparto del botín y el asentamiento
territorial que se les asigna en las zonas despobladas y montañosas sobre todo de la
Meseta Norte, rumiaran una creciente animadversión hacia los árabes por la marginación
y, también porque después de convertirse, su situación económica tampoco había
mejorado ya que estaban obligados a pagar el jarach, una contribución territorial que, en
principio solo tenían que abonar los no creyentes. El movimiento de protesta se había
transformado en algo mucho más importante debido a la penetración entre los beréberes
de la doctrina jarichí, que defendía que, el poder político debía de ser el resultado de una
elección por parte de la propia comunidad y no deposito hereditario. Las medidas de
represión tomadas en varios lugares provocaron la rebelión de los beréberes
norteafricanos que se apoderaron de Tánger, mientras que en al-Andalus marcharon sobre
Córdoba en donde derrotaron a los árabes, mientras desde Damasco se enviaba un fuerte
contingente para reprimir la insurrección en el norte de África. No tardaron en imponerse
a los rebeldes que en gran número emigraron al territorio norteafricano dejando al-
Andalus sumida en la anarquía. Los que se quedaron se sometieron al clientelaje de los
árabes poderosos en la seguridad de que en esta situación, por lo menos, no pagarían el
impuesto. Muchas veces participarán en las revueltas.
1.3. Muladíes
Habitantes de la Península que se convirtieron a la nueva religión. La situación de los
muladíes era muy similar a la de los bereberes equiparándose con aquéllos a la hora de
llevar a cabo movimientos de rebeldía en demanda de esa igualdad de derechos.
Entre los hispanos convertidos al Islam hay que diferenciar dos grupos. Por un lado, la
aristocracia cuyos miembros quedaron bajo el dominio musulmán. Tras la conversión,
mantuvieron su situación socioeconómica. La aristocracia árabe relajó su carácter cerrado
cuando se trataba de otros sectores de alto rango de la población. A finales del califato no
existirán apenas diferencias entre la aristocracia de origen árabe y la de procedencia
hispana, formando un frente común para anular los esfuerzos de los bereberes y los
eslavos.
No todos los nobles hispanos tras la conversión se alinearon junto a la aristocracia árabe
y, en las zonas alejadas de Córdoba y con escasa población árabe, dirigieron
sublevaciones en las que se mezcla el deseo de independencia y el de igualarse a los
árabes. Sin duda el caso más representativo de lo dicho lo constituyen los Banu Qasi,
familia que arranca de la conversión del conde visigodo. Sus descendientes mantuvieron
el gobierno de la Marca Superior hasta el tiempo de Abd al-Rahman III en que se produce
la disgregación familiar, yendo varios de sus miembros a Córdoba para integrarse en el
ejército califal, mientras que otros retornaron a la confesión cristiana.
Las conversiones fueron mucho más numerosas en las zonas rurales que en las urbanas,
debido fundamentalmente a que, los campesinos salían ganando con la conversión al dejar
de pagar el impuesto territorial. Por el contrario en las ciudades el número de
conversiones fue menor debido a la supremacía numérica de los mozárabes, pero la
instalación de la aristocracia árabe y la emigración constante de campesinos convertidos
al Islam, decrecía la importancia del elemento mozárabe que pasó a quedar en minoría,
aunque no por ello dejó de tener importancia a causa de su nivel cultural. Si bien, la mayor
acentuación islámica que adquiere al-Andalus bajo Abd al-Rahman II derivará en una
supresión de la tolerancia.
Los movimientos de protesta protagonizados por la comunidad muladí fueron frecuentes.
1.3 La diferenciación religiosa
Las prescripciones coránicas imponían el respeto hacia aquellas comunidades cuyas
religiones eran monoteístas, anteriores al Islam y que poseían una parte de la verdad
revelada, adquiriendo la denominación de “protegidos” (dimmíes).
Pero esta protección implicaba y establecía una desigualdad perpetua, porque el dimmí
no era ciudadano del Islam, ni podía participar en el mismo régimen político y fiscal de
los creyentes. Existían barriadas separadas en muchas ciudades, e impuestos clásicos, uno
de carácter territorial (jarach) y otro personal (chizya) cuyo importe cariaba según las
fortunas. El musulmán estaba por principio exento de estas obligaciones.
1.3.1 Los mozárabes
En los primeros años de la ocupación musulmana los mozárabes constituyen una amplia
mayoría de la población, pero su número estuvo en continua disminución. La conversión
al Islam que permite la incorporación íntegra, siendo la conversión a la nueva religión
una salida a la que difícilmente podían resistirse.
La comunidad mozárabe conserva sus propias autoridades; al frente de cada comunidad
local se hallaba un qumis, que representaba a la comunidad ante las autoridades
musulmanas y tenía sus propios recaudadores de impuestos y jueces. También se
conservó la estructura religiosa, así como los obispados. También se mantuvo la
celebración de sínodos y concilios. Los miembros más influyentes de la comunidad serán
utilizados por los emires y califas que los nombran para ocupar cargos como la jefatura
de la guardia palatina.
La reacción más extrema, la llamada Cuestión Mozárabe, pues entre los ulemas también
había preocupación porque ciertas influencias de origen cristiano provocaban
desviaciones peligrosas en los musulmanes, por lo que juzgaban muy conveniente
eliminar la convivencia de ambos credos.
En la comunidad mozárabe se apreciaba un aumento de la utilización de la lengua y
escritura árabe, acompañada de una tendencia cada vez más acusada hacia la conversión.
Para frenar este proceso, se ideó un sistema destinado a romper la comunicación entre
mozárabes y musulmanes y crear un aislamiento. Fue por entonces cuando comenzaron
a preparar un movimiento de resistencia: el martirio voluntario.
Varias decenas de mozárabes se presentaron dispuestos a sufrir el castigo ante la
desesperación de los dirigentes musulmanes, que no podían dejar pasar los insultos
porque se quebrantaría su autoridad, pero tampoco querían convertirse en verdugos
crueles. Abd al-Rahman II trató de atajar el problema pidiendo al arzobispo de Sevilla
que convocara un sínodo. Este sínodo declaró ilícito el martirio voluntario, pero esta
decisión fue rechazada por los mozárabes, y los martirios voluntarios continuaron.
Muhammad I heredó de su padre este grave problema y decidió emplear una política de
intransigencia. La decisión de que los mozárabes tenían que convertirse al Islam o
abandonar los cargos que ocupaban en la administración, provocó la conversión de
muchos que querían conservarlos y la emigración de otros hacia el norte, sumado a la
disolución del movimiento de los martirios voluntarios, provocó el fracaso de sus
objetivos y la merma de la comunidad mozárabe.
1.3.2 Los judíos
Estaban sometidos a las mismas normas que los cristianos, pero la colaboración que
prestaron a la invasión musulmana, y el papel económico que desempeñaban, les
permitieron gozar de un lugar privilegiado.
Se agrupaban en comunidades independientes, y contaban con sus propias autoridades.
Se dedicaron al comercio, artesanía y medicina, teniendo algunos una holgada situación
económica.

2. LA ECONOMIA EN AL-ANDALUS.
La economía
La economía andalusí estaba íntimamente unida al mundo de las ciudades y al desarrollo
de actividades comerciales e industriales. Córdoba era el gran centro comercial de al-
Andalus y junto a ella Sevilla, Málaga y Almería protagonizaban la actividad mercantil
marítima. El desarrollo agrícola, caso de Valencia y Murcia.
El modo de vida urbano supone la existencia de grupos especializados que terminan
diferenciándose socialmente. Cada agrupación artesanal tenía lugares fijos de fabricación
y venta en una calle determinada, o en el zoco o mercado permanente o periódico, donde
salían a la venta una gran variedad de productos. Al lado de las tiendas de los vendedores
privados, situaban sus puestos las mezquitas y el Estado, que se reservaba en exclusiva la
venta de seda cruda o en rama y productos de lujo.
En este recinto de gran actividad económica y social desempeñaba su cometido el
almotacén, que indicaba los lugares que debían ocupar las corporaciones, regulaba los
pesos y medidas, fijaba los precios, y castigaba las infracciones. También acumulaba
otras funciones como la conservación y limpieza de las calles, y se informaba de la
situación de las edificaciones mandando derribar las que se encontraban en ruina.
2.1 Agricultura
Existencia de una agricultura próspera en cuyo desarrollo los musulmanes apenas sí
innovaron, aunque sí perfeccionaron las técnicas conocidas, sobre todo las referentes a la
captación y almacenamiento de agua.
La agricultura era la actividad que ocupaba a la mayor parte de la población. El tipo de
cultivo, secano o regadío, caracterizándose el primero por grandes latifundios y población
concentrada, mientras que en las zonas de regadío la población se dispersaba y las
propiedades eran medianas o pequeñas.
La mayor parte de la superficie cultivada correspondía a tierras de secano. El cultivo
cerealístico seguía el sistema de rotación bienal en el que tras un año de siembra se dejaba
la tierra en barbecho al año siguiente. El cereal más abundante era el trigo, base de la
alimentación. En al-Andalus hubo frecuentemente un déficit de cereales y fue necesario
recurrir a la importación del norte de África.
La higuera tuvo un extraordinario desarrollo, lo mismo que la vid y el olivo. La
producción de aceite en al-Andalus era grande, y parte de ella se dedicaba a la
exportación.
Además de los productos destinados a la alimentación en al-Andalus se cultivaba una
gran variedad de plantas colorantes aromáticas, textiles y medicinales. La morera se
extiende y dará soporte a la cría de gusanos de seda, producto andalusí que alcanzó gran
fama.
2.2 Ganadería
El peso de esta fuente de riqueza era menor que el de la agricultura, aunque también tenía
importancia tanto en la alimentación y vestido como en el transporte.
El ganado más difundido era el ovino. Su carne era de la más utilizada en la alimentación.
En época califal pudo practicarse una cierta trashumancia que le permitiría aprovechar
mejor otras zonas de pasto. Menor difusión tuvo el ganado caprino. El cerdo seguía
criándose en al-Andalus pese a las prohibiciones coránicas.
En al-Andalus no era muy importante el tráfico carretero y por ello los animales de carga
tenían gran importancia. La mula estaba muy difundida. No obstante animal más utilizado
era el asno, imprescindible en toda familia. El caballo, sobre todo destinado a la guerra
era utilizado por la aristocracia. Cría de palomas como alimento y para su utilización
como correo.
2.3 Industria y artesanía
La producción de papel alcanzaba gran calidad y se exportaba a los mercados italianos.
La industria textil fue una de las más importantes, no solo por el consumo interior sino
también por su exportación. La industria textil de lujo más apreciada era la de la seda que
se concentraba en los talleres palatinos.
La orfebrería alcanzó fama. Esta industria se desarrolló a imitación de Oriente. La
alfarería estaba muy difundida en al-Andalus y su consumo era local. Introducción de
desodorante y fragancias. La fabricación de armas tuvo en Toledo un centro de gran
renombre.
2.4 Minería
Se extraía oro, plata, cobre y plomo. La sal se obtenía tanto de minas de sal gema como
de salinas. Gracias a ella se desarrolló una importante industria de salazones de atún
dedicada a la exportación. El mármol se extraía de las canteras de Sierra Morena.
También existía una gran actividad vinculada a las piedras semipreciosas.
2.5 Otras actividades
El trabajo de la madera fue muy importante en la construcción, minería y astilleros. La
pesca marítima y fluvial ocupaba a un importante sector de la población, aunque el
pescado no se consumía en al-Andalus de modo frecuente. La caza se practicaba tanto en
su vertiente alimenticia como lúdica.

2.6 Comercio
El comercio tenía gran intensidad en al-Andalus. Había un comercio local que era
realizado por los propios campesinos que acudían a la ciudad para vender sus productos
a intermediarios, que la comercializan en los zocos.
Además de al consumo interno, la producción agrícola y urbana se destinaba al comercio
de exportación que permite obtener los productos y la mano de obra que al-Andalus no
tenía. El transporte se hacía preferentemente por vía terrestre. Las vías fluviales no tenían
importancia, mientras que las rutas marítimas afectan sobre todo al comercio
internacional.
De Europa llegaban pieles, madera, metales, armas y esclavos a cambio de algunos
productos de lujo. El comercio más importante era el de los esclavos. El comercio
esclavista se realizaba por mercaderes judíos.
Al-Andalus era deficitaria en bosques. Por eso, la madera se adquiría en Europa y llegaba
por mar a los astilleros importaba al-Andalus eran los objetos de adorno, joyas orientales
y libros.
Desde al-Andalus se exportaba seda. También se exportaban los excedentes.
Este comercio se benefició sobre todo de la existencia de una moneda estable. El sistema
monetario andalusí tiene dos unidades distintas, una moneda de oro, dinar, acuñado por
Abd al-Rahman III, y otra moneda de plata, dírhem. El cambio oficial en al-Andalus fue
de 17 dirhems por dinar.
Muy ligada a la actividad comercial estaba la preocupación de las autoridades por fijar
un sistema de pesos y medidas. La medida de longitud por excelencia era el codo.
3. EL CALIFATO DE CORDOBA: ABD AL-RAHMAN III Y AL-HAKAM II
2. El Califato de Abdarrahmán III (929-961)
2.1 Sumisión de las fronteras
En al-Andalus existen tres áreas fronterizas, llamadas Marcas, con límites geográficos
imprecisos: Marca Superior (Zaragoza), Marca Media (Toledo; luego Medinaceli) y
Marca Inferior (Mérida). Allí la situación política es muy inestable.
La primera de las campañas del califa contra los territorios aún insumisos se realiza en
929. Abdarrahmán III decide atacar el poder de los Banu Marwan, señores de Badajoz.
Sale de Córdoba y acampa su ejército ante aquella ciudad. Se producen escaramuzas ante
la ciudad sin lograr vencer la resistencia de la plaza, a la que pone cerco. Luego, se dirige
a Mérida, donde renueva en el cargo al gobernador, tras lo que vuelve a Badajoz y, desde
allí, marcha con el grueso del ejército a plazas cercanas a la costa atlántica dominadas por
el rebelde Jalaf ben Bakr.
Ante la posibilidad de perderlo todo, Jalaf pide perdón, y excusa su independencia, que
justifica por la lejanía del territorio respecto a la sede del poder central. Abdarrahmán III
acepta su arrepentimiento y regresa a Córdoba, mientras prosigue el asedio a Badajoz,
que termina con la rendición de la ciudad en 930. El califa termina con el dominio de los
Banu Marwan.
Solo le queda al califa por someter a su autoridad los territorios de las Marcas fronterizas.
Decide atacar Toledo. El asedio se prolonga por la resistencia de sus habitantes, pero
acaba ocupando la ciudad en 932. El califa les concede la paz y reconstruye su urbe.
Ya solo quedaba por asegurar la Marca Superior, campo de lucha entre los diferentes
señores locales de la zona. El califa logra apaciguar los ánimos y arrancarles el
compromiso de mandar dinero a Córdoba. Pero años después, con motivo de la campaña
de Osma, se niegan a participar en ella, lo que provoca la reacción de Abdarrahmán III
sometiendo algunas plazas. No onstante, en 935, se apartan de nuevo del califa. Y éste
decide emprender el asedio de Zaragoza.
La rendición de la ciudad se complica sobremanera por el apoyo que recibe del rey leonés,
a quien Abdarrahmán III trata de neutralizar con la firma de treguas, y, sobre todo, por la
actitud del visir, el cual, como descendiente de los omeyas de Damasco, pretende ahora
reivindicar la dirección del Califato cordobés con la ayuda de los poderes locales de la
Marca. Abdarrahmán III lo destituye. Finalmente Zaragoza se rinde. El acuerdo pactado
obliga al califa a abandonar el dominio directo de la ciudad, que deja, momentáneamente,
en manos de sus gobernadores, con la obligación de restituírselo más adelante con
carácter vitalicio.
Con la conquista en 939 de Santarem, el califa concluye la campaña en las Marcas.
2.2 Política norteafricana
La situación política cambia con la llegada de los fatimíes. Después de someter Ifriqiya,
intentan controlar el Magreb occidental, entrando así en conflicto con los omeyas de al-
Andalus.
Para contener el poder alcanzado por los fatimíes, aliados de Umar ben Hafsún, y la
entrada de toda propaganda ideológica, consigue dominar Algeciras, incrementando el
número de navíos.
La política norteafricana del emir carece de continuidad por culpa de los ataques
cristianos y la sedición interna del país. Tampoco los fatimíes logran proyectarse del todo
en el Magreb, encontrando resistencias. Estos fracasos favorecieron al soberano omeya,
quien, en 927 obtiene Melilla. En 931 consigue la rendición de Ceuta. El dominio de esta
plaza le permite dominar las dos orillas del mar.
En 951 conquistan la importante plaza de Tánger. La influencia de Abdarrahmán III se
extiende desde Argel hasta el atlántico. No obstante, ese dominio nunca llega a
consolidarse del todo. Los fatimíes lanzan una ofensiva en 958 y ocupan buena parte del
Magreb occidental. Los omeyas continúan en poder de Tánger y Ceuta. Ese dominio a
fines de su reinado queda reducido a su mínima expresión.
2.3 Relaciones diplomáticas
Las relaciones con el mundo franco se producen en 940, cuando varios soberanos
cristianos se asocian al objeto de conseguir un salvoconducto que permitiera el tráfico de
viajeros y mercancías por el Mediterráneo occidental.
La aparición de los fatimíes, enemigos de Bizancio, facilita las relaciones entre Córdoba
y Constantinopla. El califa también mantendrá relaciones con Otón I si bien en principio
no son cordiales.
2.4 Aceifas contra los cristianos
La situación política presenta novedades importantes. El soberano omeya controla buena
parte del territorio de al-Andalus, es califa, y domina el Estrecho de Gibraltar. Igualmente,
es otro el panorama existente en León y Navarra. Inestabilidad política en el reino de
León: la tensión persiste hasta la entronización de Ramiro II. En Navarra, crisis por el
poder resuelta con la intervención de Toda, la reina madre.
Todo ese cúmulo de circunstancias favorece al soberano omeya, preparando en 934 la
llamada “Campaña de Osma” donde invoca la guerra santa.
Esta aceifa se concibe para atacar a los cristianos de la Frontera media, aunque
Abdarrahmán III marcha primero contra los rebeldes musulmanes de la Marca superior.
Después entra sin oposición en el reino de Navarra. Toda, le pide la paz, invocando
vínculos consanguíneos. Firman un pacto donde Toda presta completa sumisión al califa,
y rompe con los restantes príncipes cristianos.
Luego, el califa continúa su avance hacia las tierras de Álava y de Castilla. Aquí saquea
Burgos para adentrarse en León enfrentándose con éxito a las tropas de Ramiro II.
Finalmente regresa triunfante a Córdoba.
En lo sucesivo, el califa centra toda su atención en conseguir el dominio sobre Zaragoza,
y para ello obtiene la neutralidad de Ramiro II. En 937, Toda rompe unilateralmente el
pacto suscrito, y apoya la rebelión del gobernador de Zaragoza, que termina por someterse
al califa. Éste le envía un cuerpo de caballería venciendo a los navarros y obteniendo un
gran botín.
En 939 el califa decide emprender una aceifa contra el reino de León. Aquí se enfrenta
durante varios días a las tropas de Ramiro II, Fernán González y de la reina Toda. Al
final, una parte de la aristocracia árabe se retira en desbandada, lo que propicia la
aniquilación parcial del contingente omeya. Desde entonces el califa deja de participar
personalmente en las aceifas.
El soberano omeya ordena a todos los gobernadores de las Marcas enviar escuadrones
contra los cristianos alcanzando sucesivas victorias. En al-Andalus, se intensifica el
proceso de profesionalización del ejército omeya, dando a partir de entonces una mayor
cabida a las tropas mercenarias. El lado cristiano, aumenta el prestigio del rey Ramiro II.
El reino de León amplía su extensión territorial, mientras Fernán González hace lo propio.
En 940, Abdarrahmán III proyecta una nueva aceifa contra el reino de Léon. Decide
hacerla solo con sus servidores y mercenarios, sin recurrir, como era costumbre, a levas
de voluntarios. No obstante, esta campaña no llega a realizarse, porque antes de salir
recibe en Córdoba a un mensajero de Ramiro II que le solicita la firma de treguas, a lo
cual se inclina el califa. Se deciden fortificar algunas plazas de la Marca media.
Abdarrahmán III asegura la frontera establecida en torno al río Duero al disponer la
construcción del recinto amurallado de Medinaceli. Desde entonces, la plaza sustituye a
Toledo como capital de la Marca media.
Ramiro II muere en 951, tras abdicar en su primogénito Ordoño III. A partir de entonces,
el reino de León conoce un periodo de conflictos dinásticos. Fernán González aprovecha
la ocasión para hacer hereditario en su linaje el condado de Castilla; y Abdarrahmán III
envía expediciones contra los gallegos y castellanos. Ordoño III saquea Lisboa. A
continuación, solicita negociar con el califa y concierta treguas. También Fernán
González establece la paz.
Al morir Ordoño III, el trono pasa a Sancho I. Su negativa a mantener el pacto, provoca
la reacción del califa. Mientras tanto, la nobleza gallega, apoyada por Fernán González,
reconoce como rey a Ordoño IV. Expulsado de León, Sancho I se traslada a Navarra, al
amparo de su abuela Toda, la cual solicita la ayuda del califa cordobés. Abdarrahmán III
envía entonces a Pamplona a un hábil diplomático y reputado médico que cura al monarca
destronado de la obesidad, pudiendo en adelante montar a caballo. Por deseo del califa,
Toda, su hijo García Sánchez y el propio Sancho I, viajan a Córdoba para concluir la
negociación. Abdarrahmán III se compromete a ayudar a Sancho I a recuperar el trono;
Sancho se compromete a entregarle diez castillos fronterizos, próximos al río Duero; y el
rey navarro combatir al conde castellano. Sancho vence a Fernán González y se hace
nuevamente con el trono. Abdarrahmán III muere en 961.
3. El Califato de Al-Hakam II (961-976)
Su gobierno tiene un carácter menos personalista. Procura delegar el poder en personas
de confianza, mientras él se dedica al estudio.
3.1 Al-Hakam y los reinos cristianos
Nada más acceder al Califato intenta resolver la espinosa cuestión planteada por el
incumplimiento del acuerdo establecido entre Abdarrahmán III y los reyes cristianos.
Sancho I se niega a entregarle las diez plazas fuertes de la línea del Duero y García
Sánchez I a Fernán González. Para complicar aún más la situación, Urraca, hija del
monarca navarro, libera al conde castellano, con quien se casa y huye a Burgos, mientras
el conde saquea los territorios limítrofes de los musulmanes.
Ordoño IV se traslada a Medinaceli y desde allí a Córdoba, donde es recibido oficialmente
por Al-Hakam II. Al-Hakam II decide ayudarle militarmente a recuperar el reino de León.
Ordoño IV, en cambio, se compromete a mantener en lo sucesivo la paz con los
andalusíes.
Sin embargo, el acuerdo no llega a cumplirse, porque Sancho I, envía a Córdoba una
embajada que reconoce la autoridad del califa y asegura el cumplimiento del pacto origen
de la discordia. Al-Hakam II anula entonces su compromiso con Ordoño IV, que muere
en el olvido. Al conocer la suerte de su adversario, Sancho I se retracta y establece una
alianza con el conde de Castilla, el rey navarro y los condes de Barcelona. Al-Hakam
lanza una amplia ofensiva de la que sale victorioso.
A los reyes y condes cristianos solos les queda tras la derrota pedir el restablecimiento de
treguas. La muerte inesperada en 966 de Sancho I produce incertidumbre en el reino, pues
el trono recae en un menor, su hijo Ramiro III.
Años más tarde, fallecen García Sánchez y Fernán González. Sus respectivos hijos y
sucesores Sancho Garcés II y García Fernández acatan la autoridad del califa.
Esa paz se rompe en 974, porque el conde castellano, aprovechando que el grueso del
ejército califal de las Marcas superior y media se encuentra combatiendo en el norte de
áfrica. García Fernández busca la alianza de leoneses y navarros. Y con ellos emprende
el asedio del estratégico e imponente castillo de Gormaz, del que salen derrotados.
3.2 El Magreb
El dominio omeya en el Magreb decrece en los últimos años del reinado de Abdarrahmán
III, como consecuencia de las victoriosas campañas del fatimí. La soberanía omeya se
mantiene aún sobre Ceuta y Tánger.
El nuevo califa se limita a seguir con las relaciones diplomáticas con los jefes de las
tribus. Refuerza la flota andalusí y fortifica la costa de Almería.
Ordena la construcción de una nueva ciudad (El Cairo), convertida, años después en
capital permanente del Califato fatimí. El traslado de los fatimíes a Egipto modifica
sustancialmente la situación en el Magreb, cuyo gobierno encarga a la tribu de los
sinhacha. Al-Hakam II, por su parte, envía dinero al jefe zanata que éste utiliza para
reclutar un ejército y atacar a los bereberes sinhachas. El encuentro militar resulta
desastroso para los aliados del califa omeya, pero no decisivo.
La situación en el Magreb se complica al rebelarse el príncipe idrisí contra la autoridad
omeya en la región del Estrecho. Al-Hakam II no está dispuesto a tolerar la insumisión.
El numeroso ejército reunido para la ocasión y la ayuda de contingentes indígenas
bastaron para ir reduciendo la resistencia del príncipe idrisí. Mientras tanto, el ejército
regular de ocupación permanece en tierras magrebíes, lo cual resulta económicamente
muy gravoso para el Estado. Al-Hakam II decide su regreso al país, siendo sustituido en
sus funciones por tropas reclutadas en el Magreb.
3.3 Incursiones normandas
El Califato de Al-Hakam II conoce también la presencia de navíos normandos en el
Algarbe. Sin embargo, los desembarcos y saqueos de ahora causan menos desastres que
los realizados en el siglo IX. Varios factores: el número de barcos invasores fue menor;
el Estado omeya es mucho más centralista y fuerte, y la marina más potente.

4. EL ASCENSO AL PODER DE ALMANZOR Y LA DICTADURA AMIRI.


EL RÉGIMEN DE ALMANZOR
1. Del anonimato al poder
Su padre era una persona bondadosa, sabia y,sobre todo, especialmente alejado de
cualquier ambición de poder. Su madre, pertenecía a una ilustre estirpe árabe.
Tuvo una excelente educación recibida durante su juventud en Córdoba, demostrando un
gran aprecio por la literatura.
Pero si algo ayuda a comprender su rápida ascensión hacia la cima del poder en al-
Andalus, es su relación con la favorita del califa, la vascona Subh, madre del heredero
Hisam II. Una amistad que motivó no pocos comentarios malintencionados.
Tras ocupar un modesto puesto de escribiente junto a la mezquita de la capital, comenzó
su carrera política y se introdujo en la corte. Tuvo una fulgurante carrera en la
administración, pues consigue ser nombrado mayordomo de Subh. Con el apoyo de la
favorita de Al-Hakam II accede al puesto de administrador de los bienes del futuro Hisam
II. Almanzor se convierte de hecho en el intermediario que necesitaba Subh para controlar
los asuntos de gobierno que le estaban vedados.
Tras una larga enfermedad el califa fallece dejando un sucesor demasiado joven para regir
los destinos de al-Andalus sin ayuda, recibiendo la tutela de Al-Mushafi y Almanzor.
Al poco tiempo comienza a alejarse de Al.Mushafi para afianzar su prestigio en el
ejército.
Su primera empresa militar, en el 977 contra Galicia, supone un auténtico éxito. Pero
necesita cerrar un capítulo abierto todavía: Al-Mushafi. Y el hombre que mejor puede
servir sus intereses no es otro que Galib, defensor de las tierras de la frontera de la Marca
media, ardiente enemigo del todavía hayib de al-Andalus. Solicita del general la mano de
su hija como esposa.
Se produce una separación definitiva cuando, con el apoyo firme del general de la Marca
media, provoca su caída en desgracia a través de una serie de inteligentes acusaciones
finales. Se produce la destitución de Al-Mushafi y su inmediato encarcelamiento, así
como la promoción de Almanzor al cargo antes ocupado por el ministro.
Por su parte su aliado, Galib, recibe en premio el mando único de todo el ejército de la
frontera, aunque las tropas de la capital quedan bajo su control directo. Tan solo le restan
tres escollos en su camino: Subh, Galib y el propio califa.
Su primera medida para librarse de la madre del soberano fue el traslado de toda la
estructura central de la administración a un nuevo lugar vinculado a su propia persona y,
por tanto, alejado de la ciudad palatina. Medida que aumenta su propia seguridad
personal. La nueva residencia queda construida: Medinat al-Zahira.
La segunda provisión fue proclamar los deseos piadosos de Hisam II, que anhelaba
apartarse del mundo y le había delegado las funciones de gobierno por ese motivo. La
tercera, asegurarse el control de las arcas califales custodiadas en el alcázar de la capital,
al que rodeó de un sólido muro.
Relegaba su autoridad verdaderamente nominal a un ámbito tan reducido como la
acuñación de moneda, o la invocación en la oración del viernes. El califa se convirtió en
una sombra.
2. La dictadura
2.1 El afianzamiento en el poder
Buscó entre los enemigos de Galib a quien pudiera prestarle el apoyo necesario,
especialmente de tropas, con el que respaldar su acusación de traición al Estado. Halló
esta ayuda en un emir bereber, sumamente hostil a la causa del general.
Advertido de la situación, muchos de los adversarios de Almanzor le confirieron la
autoridad necesario para enfrentarse a éste en nombre de todos, así como el apoyo directo
y efectivo de los reyes de León y Navarra. Ibn Abu Amir (Almanzor) hizo frente a sus
adversarios en 981, encuentro en el que obtuvo una resonante victoria tras el fallecimiento
accidental de Galib. El combate recibió el nombre de Batalla de las tres naciones (León,
Navarra y Castilla).
Almanzor nombra hayib a Abd al-Malik, su vástago favorito, a quien además le confiere
el mando supremo del ejército.
Ibn Abu Emir proporcionó suficiente prosperidad y seguridad a los andalusíes para gozar
de unos años de paz dentro de sus fronteras.
Fieles bereberes comienzan a cruzar el Estrecho de Gibraltar en grupos realmente
numerosos para entrar al servicio de Almanzor. Era estimado por el pueblo y temido por
los príncipes cristianos y la aristocracia omeya.
2.2 El enemigo interior
De su relación con una hermosa esclava capturada en la Marca Hispánica nació un hijo,
Abd Allah. Quebrantó una de las normas establecidas cuando un caballero adquiría una
mujer: mantener un periodo de al menos nueve meses de abstinencia sexual. Surgieron
oportunas calumnias que encontraron campo abonado en el espíritu de Ibn Abu Amir
cuando éste perdió su apetencia por la muchacha. Estas sospechas sobre su paternidad
fueron la causa que apartó de la sucesión a un joven digno y preparado frente a Abd al-
Malik.
Tal inclinación provocará el descontento de Abd Allah que se convertirá en el cabecilla
de un peligroso movimiento opuesto a Almanzor junto con varios nobles omeyas y la
ayuda del conde de Castilla.
La respuesta de Almanzor es fulminante: termina con la vida de los principales
conspiradores y, cuando su hijo solicita ayuda a García Fernández de Castilla, emprende
contra éste una devastadora campaña forzando al caballero a entregar a su hijo, que
termina sus días decapitado. Además induce al primogénito del conde: el joven Sancho
García que desafía su progenitor iniciando una guerra civil.
Almanzor asume todos los poderes temporales de un soberano, aunque manteniendo la
útil ficción de la lealtad a Hisam II.
2.3 La política norteafricana de Almanzor
Estas tierras del norte de África se convirtieron en objeto de la codicia expansionista de
los califas fatimíes de Egipto.
Almanzor continuó depositando su confianza en los zanatas. Pero pronto surgieron
algunas diferencias entre éstos, aprovechada por el soberano de Ifriqiya quien consiguió
expulsar de las principales plazas, a los partidarios del dominio omeya. Refugiados en
Ceuta, éstos se encontraron abocados a pedir la intervención inmediata de Almanzor. Ibn
Abu Amir cruza el Estrecho y restablece el control califal.
Pero otro emir norteafricano, opuesto a los intereses de al-Andalus, consigue la ayuda del
califa fatimí, alzando en rebelión a diversas tribus bereberes. Almanzor se encuentra
forzado a intervenir, sirviéndose de Abd al-Malik, que consigue restablecer el poderen
Córdoba.
2.4 Las relaciones con los estados cristianos peninsulares
Para los musulmanes en estos momentos León es su principal objetivo, el más fuerte y
consolidado.
La defensa de al-Andalus dependía de la eficacia de las tropas que garantizaban su
integridad. Los escasísimos años de paz forzaron a completar las reclutas tradicionales
que se sumaban en tiempo de guerra a las tropas estables, con unidades formadas por
mercenarios de origen norteafricano, esencialmente bereberes, y también cristianos.
Desde el siglo IX la presencia de mercenarios norteafricanos alistados es constante. No
faltaban entre las tropas voluntarios de la guerra santa (muyahid).
Entre cristianos y cordobeses existen dos modelos sociopolíticos dispares, mientras que
la historia del arte o el comercio nos presentan un mestizaje.
Las principales estirpes de la aristocracia leonesa se habían consolidado al frente de
aquellos territorios que el monarca les encomendaba para su gobierno. Pronto se produce
una tendencia a la fijación de la titularidad en el seno de una familia concreta. En la
práctica cada uno de los linajes termina por comportarse como auténticos principados
feudales con elevadas cotas de independencia. Sin embargo, no impiden que aún sus
esfuerzos frente al enemigo común: al-Andalus.
No menos independientes en su actitud se muestran ciertos gobernadores de las Marcas,
es decir, de los sectores fronterizos de al-Andalus. Actuaba frecuentemente en función de
sus propios intereses.
Los problemas civiles en la guerra entre Ramiro III y el pretendiente apoyado por la
nobleza galaica, Vermudo II, sacuden León. No debe sorprendernos que ambos príncipes
buscaran el apoyo amirí. Una ayuda que conseguirá definitivamente Vermudo. Las
promesas realizadas por éste se rompen en el mismo momento en que se sintió seguro en
el trono. Almanzor se servirá de los principales adversarios del monarca cristiano, los
Beni Gómez, partidarios del difunto Ramiro III.
Navarra optó por mantenerse en una prudente relación de amistad, afianzada por los lazos
de parentesco establecidos a raíz del matrimonio de una hija del rey de Pamplona con
Almanzor.
2.4.1 Campañas contra el reino de León
Durante estos años los avances leoneses obtenidos tras la victoria de Ramiro II se pierden.
Entre las campañas contra León hemos de destacar la del 986, cuando ataca la capital del
reino y toma del castillo de la ciudad, aunque no con su total destrucción. Como delegado
del poder amirí, encontramos al conde García Gómez, jefe de la estirpe Beni Gómez. El
monarca se refugia en Galicia.
Un segundo episodio en 990, contando con el apoyo de miembros de algunos de los
principales linajes gallegos tratando, sin duda, de cercar al monarca abriendo un doble
frente en León y en Galicia.
El príncipe Vermudo buscará la alianza del conde de Castilla, con una de cuyas hijas
desposa. Unión que, sumada a ciertos episodios protagonizados por el castellano durante
la rebelión de Abd Allah, hijo de Almanzor, desencadenan una nueva razzia contra León,
que fue mayoritariamente abandonada por sus habitantes. Después Ibn Abu Amir se
centra en Astorga donde se había protegido el soberano leonés. La campaña culminó con
la entrega de otro de los rebeldes: el gobernador de Toledo, un miembro del linaje omeya,
y un pacto de no agresión a cambio del pago de ciertos tributos por parte de los cristianos.
Sorprendentemente, el siguiente hito fue el asedio de una plaza tierra de Beni Gómez. Al
parecer esta campaña se debió al apoyo prestado por los condes palentinos a la causa del
señor de Castilla. Pero al final ambos aliados se reconciliaron.
La nueva campaña de 997, tuvo como objetivo Compostela: ataque directo al corazón de
la cristiandad peninsular. Para la misma cuenta con el apoyo de ciertos condes gallegos
opuestos a Vermudo II. El origen de esta algazúa se encuentra en la escasa habilidad
política del rey de León que, aprovechando que Almanzor se encuentra ocupado en los
asuntos de África, rompe el acuerdo firmado y suspende el pago del tributo que se le
exigía.
Tras el asedio de Comostela preservó tan solo la tumba de Santiago. Se firma un nuevo
tratado ratificado por Vermudo II.
Fallece el monarca leonés. La entronización de su jovencísimo heredero, Alfonso V,
fuerza un acercamiento entre los apoyos del soberano y el jefe dela estirpe Beni Gómez.
Una coalición cristiana se enfrenta a Ibn Abu Amir en Cervera (1000 – Batalla de
Cervera), donde la suerte y la habilidad militar de Almanzor invierte el curso de una
batalla a su favor, aunque con enormes pérdidas humanas. Las represalias se dejaron
sentir en Burgos, La Rioja y la región de Pamplona.
2.4.2 Campañas contra el reino de Navarra
El matrimonio entre Almanzor y Abda, hija de Sancho Garcés, señor de Pamplona, sella
un pacto de no agresión. Un acuerdo que se rompe por una serie de ataques amiríes que
fuerzan al monarca cristiano a solicitar la paz.
Se producen nuevas algazúas cuando García Sánchez, el ahora soberano, se niega a pagar
el tributo acordado. Ibn Abu Amir ataca Pamplona, ocupando la zona sur de los condados
pirenáicos.
Los navarros participan en la empresa de Cervera cuya consecuencia fue la conquista de
su capital, Pamplona (1000).
2.4.3 Campañas en la Marca hispánica
Con la toma de Barcelona de 985, las tierras catalanas no volvieron a rebelarse durante la
vida de Almanzor.
Ninguna campaña alcanzó Asturias, Cantabria ni las Vascongadas marítimas. Por el
contrario el reino más castigado fue, sin lugar a dudas, León.
3. La dinastía amirí
A su muerte, en 1002, después de un encuentro militar con las tropas de Sancho García,
conde de Castilla, Almanzor deja a su hijo predilecto, Abd al-Malik, una herencia
corrupta que, pronto, pasa factura a sus sucesores, tras la desafortunada muerte del
heredero en 1008 y su relevo por Sanchuelo, nieto del rey de Navarra, un personaje mal
visto por los cordobeses.
Las prerrogativas de Ibn Abu Amir fueron heredadas por Abd al-Malik, que continuó con
la misma línea de actuación que tan provechosa resultó a su progenitor: aceifas contra los
cristianos, arbitraje en sus cuestiones internas, férreo marcaje a los omeyas.
Sus campañas: La primera contra el “país de los francos” en 1003. A esta empresa se
sumaron caballeros leoneses y castellanos, conforme a los pactos existentes.
La segunda razzia fue emprendida contra los condes de Saldaña y Carrión, en concreto
contra la ciudad de Zamora, y para ello contó con la ayuda del conde de Castilla. Pero la
aceifa más gloriosa para él tuvo como enemigo al conde de Castilla y sus aliados.
Las siguientes incursiones, hasta su muerte de una angina de pecho, tuvieron de nuevo
objetivos castellanos.
Durante su breve etapa de gobierno se armó una nueva conspiración contra los amiríes,
protagonizada por un nieto de Abdarrahmán III, tentativa que costó su vida.
Sanchuelo, nuevo hayib cordobés, reemplaza la dinastía omeya por la amirí en el trono
de los califas. Aludiendo al parentesco materno que, al parecer, le unía con el califa,
consiguió arrancar de Hisam II que fuese designado su sucesor, decisión que causó
enorme indignación en Córdoba.
Cada vez más impopular iba de camino de la frontera para dirigir una aceifa contra el
conde de Castilla, recibió la noticia del estallido de una revuelta en Córdoba y la elección
de un biznieto Abdarrahmán III, que adoptó el sobrenombre de Al-Mahdi. Sanchuelo
regresó a Córdoba donde fue asesinado.
4. Las disputas por el poder en Córdoba: la fitna
Cuando estalla la rebelión en Córdoba surge un modelo de ejército popular que apoya en
sus pretensiones al nuevo candidato al trono. Personas de las capas más humildes con
nula preparación para el combate, pero dispuestos a aupar a un miembro de la estirpe
Omeya.
Estas tropas consiguieron obtener la abdicación de Hisam II. Su siguiente paso fue rendir
Medinar al-Zahira. El nuevo califa dio rienda suelta al odio de los cordobeses hacia las
tropas norteafricanas, antaño fieles servidoras de Almanzor. Los bereberes se
convirtieron en el objetivo de las iras de los ciudadanos. Los bereberes no encontraron
otra salida para su propia supervivencia que apoyar a un nuevo pretendiente al trono:
Sulayman.
En su desesperada búsqueda de apoyos se dirigieron a la Marca media. Allí negociaron
con su jefe militar, Wadih, antiguo servidor de Almanzor, que se negó a sumarse a tal
empresa. Mientras, ambos, Wadih y los bereberes enviaron sendas delegaciones al norte,
a los antiguos aliados cristianos de los amiríes, obteniendo los segundos la protección y
ayuda de García Gómez, jefe de la estirpe Beni Gómez. Juntos se encaminan a Córdoba
y, después de derrotar a Wadih y de vencer a los cordobeses, entraron en la capital.
Sualyman fue después proclamado califa.
Mientras, Wadih obtiene el apoyo para la causa de Al-Mahdi del conde de Barcelona.
Este contingente armado consigue, que Al-Mahdi recobre el trono. Consecuencia de ello
será el despojo total de las riquezas de Madinat al-Zahira a manos de los mismos
cordobeses. A estos enfrentamientos civiles se suma el agotamiento del tesoro real, que
fuerza al califa a establecer unos impuestos extraordinarios para pagar a las tropas
catalanas.
Los partidarios de Al-Mahdi fueron derrotados por las tropas bereberes de Sulayman que
cuentan, en esta ocasión, con el apoyo de fuerzas castellanas enviadas por Sancho García.
Además, debemos sumar el asedio y posterior asesinato de Al-Mahdi a manos de algunos
de sus antiguos partidarios.
La capital de al-Andalus se rinde Sulayman, en quien abdica poco después Hisam, que
encuentra definitivamente la muerte en 1013. Estas intervenciones cristianas marcan un
peligroso precedente.

5. EL EMIRATO DE AB AL-RHAMAN III (912-929). (2)


1. Abdarrahmán III (912-929)
Abdarrahman III es asociado al poder en vida de su abuelo Abdallá a quien sucede en
912.
Hereda de su abuelo un Estado en unas condiciones caóticas. De hecho, la etapa que
precede al Califato está caracterizada por la fragmentación político-territorial de al-
Andalus.
1.1 La pacificación del país
Nada más acceder al poder, Abdarrahmán III inicia la difícil tarea de lograr la pacificación
de al-Andalus. La proximidad de los núcleos rebeldes respecto a Córdoba, condiciona la
actuación del soberano, quien ordena inicialmente las campañas de castigo contra los
disidentes más cercanos.
En 913, las tropas del emir consiguen importantes éxitos frente a los rebeldes y partidarios
de Umar ben Hafsún: rendición de Écija; campaña contra los rebeldes de la zona oriental
de la actual Andalucía. Todos los rebeldes reciben, a petición propia, el perdón del emir
y son enviados a Córdoba. Las fortalezas pasan a ser controlados por hombres fieles al
soberano.
El emir consigue, en poco tiempo, controlar cerca de trescientos baluartes.
Ese mismo año (913) conquista Sevilla, cuyo dominio se disputan (tras la muerte del
rebelde Abdarrahmán ben Ibrahim), Ahmad ben Maslama, dueño de ella merced al apoyo
recibido del pueblo, y su primo Muhammad ben Ibrahim, hermano del difunto y su
lugarteniente de Carmona. Ambos acuden al emir, pero mientras este último pretende
obtener su ayuda para conseguir la posesión de la ciudad, Ahmad desea asegurarse su
control ofreciendo vasallaje.
Abdarrahmán III decide hacerse con Sevilla. Tras un primer intento fallido, acepta la
ayuda del señor de Carmona y cercan la ciudad. En tales circunstancias, Ahmad acude al
rebelde Umar al Hafsún, quien llega a Sevilla e intenta ocupar una fortaleza, pero es
derrotado. Totalmente aislado, Ahmad procura pactar con el emir, lo cual es imposible.
Finalmente entra en la ciudad y Ahmad abandona la ciudad. A Muhammad se le ordena
dejar el asedio. Molesto con la nueva situación, se alza en rebeldía desde su fortaleza de
Carmona.
Carmona mantiene poco tiempo el estandarte de la rebelión, porque Muhammad acepta
rendir la plaza, que deja en manos de su lugarteniente Habis. Después, viaja a Córdoba,
donde es recibido por el monarca que le otorga el rango de visir. Pero apoya la nueva
rebeldía de Carmona. Al conocer su traición, Abderrahmán III lo encarcela. Más tarde,
conquista Carmona y Habis es capturado y ejecutado.
Antes de someter la plaza de Carmona, el emir realiza una campaña contra las tierras de
Umar en Hafsún. La política del emir en estos casos sigue casi siempre un mismo
esquema: producir el máximo daño económico posible en las tierras de los insurgentes,
con quienes se muestra implacable. Entra en Algeciras, donde manda destruir las naves
utilizadas por los partidarios del rebelde. Dispone traer allí naves con las que patrullar la
costa.
Consigue estrechar más el cerco. Lanza aceifas con el fin de destruir sembrados. Tantas
depredaciones debieron resultar nefastas para la población. El emir no puede mandar al
ejército en expedición por el agotamiento de la gente; se limita a guarnecer las fronteras,
aceptando una serie de treguas propuestas por Umar.
El aislamiento y enfermedad de su enemigo le hacían cada vez menos peligroso. Se
inician tensiones por la cercana sucesión de Umar. La elección recae en Chafar, el mayor
de todos, lo cual debió contrariar a Sulayman, quien se subleva contra su padre. Sulayman
se apodera por sorpresa de la ciudad de Úbeda, entonces favorable al emir. En principio,
este episodio se interpreta en la corte cordobesa como una expresa violación del acuerdo.
Pero Umar demuestra ser inocente, pues lucha contra su propio hijo, al que se lleva a
Bobastro. No obstante, una vez allí lo libera alejándolo de Chafar. Sulayman vuelve a
tomar Úbeda contra el sentir de su padre, quien construye un castillo para hacerle la
guerra. Cuando llega el ejército emiral, Umar, exhausto por su enfermedad, se retira a
Bobastro, donde muere.
1.2 Incursiones cristianas en al-Andalus
En los primeros años del reinado de Abderrahmán III, los cristianos, conscientes de la
grave situación por la que atravesaba el emir, emprenden operaciones militares para la
obtención de botín.
La primera expedición de saqueo la emprende Ordoño II, futuro rey de León en 913
causando una gran mortandad. Surge un temor a los cristianos. Se amplía y refuerza la
trama de las estructuras castrales.
En 915, Ordoño II realiza una incursión contra los musulmanes de la parte occidental de
al-Andalus. Mérida es el objetivo de su campaña y la expedición parte de Zamora.
Sin embargo, ese destacamento militar, formado por jinetes, no llega a su destino, porque
sus guías musulmanes lo pierden. El engaño lo pagaron con sus vidas. No obstante, la
treta sirvió para que los habitantes del territorio, se refugiaran a tiempo en sus fortalezas.
Reunido ya con la caballería, Ordoño II prosigue su avance, llevando consigo cautivos y
mucho ganado. Acampa con su ejército frente a la alcazaba de Mérida, sin atacarla. Desde
allí regresa a León victorioso. Ese mismo año, el rey de Pamplona Sancho Garcés I ataca
Tudela, apresando al señor de la plaza.
A partir de 916, el emir inicia una fase caracterizada por la realización periódica de aceifas
contra los reinos cristianos del norte. Sin embargo, algunas de las expediciones resultan
ser un auténtico desastre, como la de San Esteban de Gormaz. Animado Ordoño II por el
éxito, se une a Sancho Garcés I, con quien emprende una campaña contra Nájera y Tudela.
El monarca navarro cruza además, el Ebro para finalmente retornar todos a sus bases
cargados de botín.
1.3 Razzias y aceifas musulmanas contra los reinos cristianos
Abdarrahmán III proyecta vengar el desastre de San Esteban de Gormaz, sufriendo
Ordoño II una grave derrota. Se consolida en ese sector de la frontera y frena la dinámica
de ataques cristianos. En 919, Ordoño II prepara una expedición contra la Marca central.
Abdarrahmán III es advertido, y Ordoño desiste al temer la congregación de musulmanes.
Los éxitos conseguidos en la pacificación de al-Andalus permiten al soberano omeya
centrar la atención en la lucha contra los cristianos.
Por primera vez, en 920, Abdarrahmán III dirige personalmente una expedición contra
los cristianos, la llamada campaña de Muez. Conquista Calahorra, evacuada por el rey
navarro y se encamina hacia Pamplona. Sancho Garcés I deja su refugio de Arnedo y une
su ejército al de Ordoño II. Los monarcas cristianos sufren una grave derrota. Los
fugitivos se refugian en el castillo de Muez. Una vez tomada la fortaleza, mueren todos
ajusticiados en presencia de Abdarrahmán III.
Sin embargo, no se producen cambios importantes ni duraderos en la frontera. Ordoño II,
en 921, realiza una incursión en la que toma varios castillos. Actúa una vez más de
acuerdo con el rey de Navarra. Esa colaboración da ahora sus frutos, pero la coalición
dura poco tiempo porque Ordoño muere en 924, sucediéndole en el trono su hermano
Fruela II. Para entonces, Abdarrahmán III había tomado ya la decisión de atacar el reino
de Pamplona. Esta vez sigue la ruta de Levante para someter allí a los disidentes. Le salen
al encuentro los señores de Zaragoza, que como habían recibido del emir la confirmación
de sus dominios, se unen a la expedición. Abdarrahmán III entra en el reino de Navarra y
lo asola.
En adelante, el emir puede dedicarse a combatir a los Banu Hafsún. El reino de León
conoce una aguda crisis debido a las luchas dinásticas. En Navarra se establece una
regencia tras la muerte, en 925, de Sancho Garcés I, en su hijo García Sánchez, tutelado
al final por la reina viuda Toda.
1.4 Hacia la rendición de Bobastro
La lucha contra los hijos del difunto Umar ben Hafsún se inicia en 919 tras rotas las
treguas. La destrucción alcanza notables proporciones. El emir ocupa castillos y otros
núcleos próximos a la plaza fuerte de Bobastro. Chafar le ofrece sumisión y una tregua,
que el emir concede antes de retirarse con su ejército a Córdoba. Por si fuera poco, su
hermano Abdarrahmán, enemistado con él, pacta con Abdarrahmán III la entrega de un
castillo.
Chafar es víctima de una conjura y muere asesinado. Sulayman abandona el ejército
omeya, en cuyas filas había combatido junto al emir, y asume el control de la plaza.
Abdarrahmán III le confirma la investidura, pero Sulayman rompe la tregua. A partir de
entonces, el soberano emprende regularmente campañas contra los rebeldes. Ataca
Bobastro y arrasa los lugares próximos, tras lo cual regresa a Córdoba.
En 926, se vuelve sobre Bobastro, cuyo asedio se intensifica. Conquista uno de los
principales castillos de Sulayman y lo mata. Su lugar en Bobastro fue ocupado por Hafs.
El emir ordena construir un baluarte-campamento para estrechar cada vez más el cerco
sobre Bobastro. Regresa a la capital del país, dejando esa plaza sitiada, la cual toma su
ejército tras la rendición de Hafs en 928. Hafs es llevado a Córdoba donde es perdonado.
Las disposiciones adoptadas por Abdarrahmán III fueron: bajar de los montes a la
población; dispersar a los más recalcitrantes; y llevar a Córdoba algunos notables.
1.5 La adopción del título califal
Abdarrahmán III se proclama “príncipe de los creyentes”. El motivo de utilizar tales
títulos es realzar su prestigio y autoridad. En especial frente al estado fatimí de Ifriqiya,
que le disputa la hegemonía en el norte de África.

6. LAS CAMPAÑAS DE YUSUF BEN TASUFIN EN LA PENINSULA IBERICA.


La primera campaña de Yusuf (1086)

El fenómeno almorávide había nacido en los años treinta como movimiento de pureza
religioso religiosa de la mano de un asceta. Abd Allah ibn Yasin, derivando pronto hacia
una fraternidad religiosa de ascetas guerreros. Ibn Yasin y Yahya ibn Umar comenzaron
la expansión por el Sahara a mediados de siglo, y más tarde un hermano de Yahya, Abu
Bakr, conquistó el actual territorio de Marruecos entre 1056 y 1084. Pero fue su sobrino,
Yusuf ibn Tasufin (1062-1106) el que levantó el gran imperio con sede en Marraquech.
La petición formal de ayuda fue cursada por al-Mutámid de Sevilla y sus aliados, al-
Mutawakil de Badajoz y Abd Allah de Granada. El compromiso de Yusuf consistía en
hacer la guerra santa contra los cristianos, pero el caudillo bereber tuvo que prometer
respeto a la independencia de las taifas. El desembarco de unos 12.000 caballeros se hizo
en Algeciras en julio de 1086 a los que se unieron tropas de apoyo andalusíes hasta llegar
a los 20.000. El objetivo principal: recuperar el reino de Toledo.
Alfonso VI fue imprudente al subestimar la capacidad de los almorávides y temerario al
tratar de buscar una victoria rápida con la que cortar en seco la interrupción del pago de
las parias. El encuentro se produjo el 23/10/1086 en la comarca de al-Zallaqa (dehesa de
Sagrajas), cerca del Guadiana. La imprudente ofensiva cristiana quedó desbaratada por el
movimiento envolvente de los almorávides. Alfonso VI se refugió en Toledo esperando
que esta ciudad fuera atacada, pero Yusuf regresó al norte de Africa sin intención de
involucrarse más. Esta pronta retirada permitió a Alfonso proseguir con el control de los
territorios que consideraba de influencia y dominio propio y recibió de nuevo las parias.
Este fácil retorno a la normalidad explica la segunda venida de Yusuf.

5.2 La segunda y tercera campaña de Yusuf (1088-1090).

La segunda campaña tuvo lugar en 1088, respondiendo a una demanda de auxilio desde
las taifas de Sevilla y Granada debido al hostigamiento en la región murciana de García
Jiménez. Sitiaron Aledo para, finalmente, regresar al Magreb sin resultados.
De este momento data la nueva y definitiva ruptura del Cid con Alfonso VI, debido a su
ausencia de la campaña de Aledo. El Cid pronto comienza a desplegar su capacidad
militar y política, convirtiéndose en la práctica en un poder autónomo en Levante y
cuenca del Ebro.
En estos años, se endurecen las críticas contra la legitimidad de los reyes de taifas, a los
que se les acusa de imponer impuestos ilegales y otras transgresiones contra la ley
coránica, además de recurrir a los reyes cristianos para defender sus propias
conveniencias. En claro contraste, están los dictámenes de aquellos que alaban y califican
de defensor de la fe a Yusuf: la justificación doctrinal para llevar a cabo la anexión de los
taifas estaba preparada.
La tercera campaña de Yusuf (1090-1091) tenía unos objetivos distintos: aunque se
mantenía el deseo de asaltar Toledo (1090) se proponía además el sometimiento de los
taifas, que se consiguió escalonadamente hasta que sólo quedo en pie el de Zaragoza y
Albarracín.
Las pérdidas territoriales de Alfonso VI no fueron importantes. Pero la desaparición de
las parias fue un fracaso irreparable para su política y de grandes consecuencias. Además
el esfuerzo militar que ahora tenía que afrontar era mayor y por esto tuvo que solicitar un
tributo extraordinario para afrontar los gastos de la amenaza almorávide.
Alfonso VI decidió reanudar en 1092 y 1093 la ofensiva militar aprovechando la ausencia
de Yusuf y atacó los dos sectores más extremos de la frontera con el Imperio almorávide,
la zona levantina y la actual Extremadura. En la primera con pocos resultados y, en la
segunda, reforzó la alianza con al-Mutawakil de Badajoz, que le entregó Santarén, Lisboa
y Sintra. Pero también en este frente las cosas salieron mal: la ofensiva almorávide de
1094 no pudo ser contenida y las operaciones militares culminaron con la anexión plena
de la taifa de Badajoz, de modo que la frontera del Tajo retrocedió en la zona portuguesa.

5.3 Cuarta campaña de Yusuf (1097) y últimas conquistas almorávides.


La última campaña en 1097 se salda con victorias en la batalla de Consuegra y en Cuenca.
A partir de ahora, serán los parientes y generales de Yusuf los que mantengan las
operaciones en España, sobre todo contra el Reino de Toledo y la costa levantina
defendida por el Cid. Tras las victorias de éste en 1098 y 1099 muere dejando a su viuda,
Jimena, la custodia del reino valenciano y territorios adyacentes. Pero la resistencia de
ésta sólo dura hasta 1102, cuando los cristianos abandonan la ciudad después de
incendiarla. El emir Mazdali desde estas bases levantinas desencadena expediciones de
saqueo contra Cataluña hasta cercar Barcelona.
Las taifas del Sistema Ibérico tampoco se salvaron. Albarracín queda incorporada al
Imperio en 1103 y Zaragoza, al principio como protectorado, finalmente en 1110.
Los últimos años del reinado de Alfonso VI aparecen teñidos de una impresión de fracaso,
además, un drama personal y político: la muerte en combate de su único hijo. Poco antes
de morir Alfonso VI (1109), había tomado la decisión de casar a su heredera, Urraca, con
Alfonso el Batallador, rey de Aragón y Navarra.

7. LA CONQUISTA DE HISPANIA. (711-756).


La conquista de Hispania.

Los resultados militares y económicos obtenidos de esta batalla no tardaron en llegar a la


orilla africana, provocando un importante flujo de beréberes. Tras la reestructuración de
los grupos, el deseo de un rápido enriquecimiento impulsa el avance. Se parte de la bahía
de Algeciras hacia el norte, alternando el curso de los ríos con los restos de las calzadas
romanas en uso llegando hasta Ronda y prosiguiendo en dirección a Osuna y Ecija. En
esta última ciudad, adonde se habían dirigido los supervivientes del ejército visigodo, se
produjo un segundo encuentro que marcaría, tras su derrota y la capitulación de Ecija, el
verdadero inicio de la conquista. Las puertas estaban abiertas a cualquier dirección. Tariq
dividió el ejército, enviando hacia Córdoba a Mugit al-Rumi con una parte de las huestes,
la cual conquistó por sorpresa. El destacamento mayor lo envió hasta Toledo, para
ascender por Guadalajara, León y Astorga, para de nuevo descender hasta la capital del
reino visigodo.
Musa, receloso de los éxitos de Tariq, decidió intervenir personalmente en el 712, al
mando de un ejército de 18.000 hombres, en su mayoría árabes. Su objetivo era
restablecer la legítima autoridad que sólo le competía a él en su calidad de gobernador de
Ifriquiya-Magreb. La expedición, que tenía como meta Toledo, arranca en Algeciras y
continúa por Medina Sidonia, Carmona, Sevilla y Mérida hasta que, en la comarca
toledana, Tariq y Musa unen sus fuerzas y continúan la ocupación del valle del Ebro,
Asturias y Galicia sin encontrar apenas resistencia. El hijo de Musa, Abd al-Aziz,
entretanto ocupaba el cuadrante sureste, Málaga, Granada y Murcia; firmando el 5 de
abril del 713 un pacto con el godo Teodomiro (instrumento diplomático más antiguo de
al-Andalus) en el que se le sometía a cambio de total autonomía, respetándose a sus
súbditos libertades, posesiones y religión.
En menos de 3 años desde Guadalete, casi la totalidad de la Península está en poder del
Islam.

4. Abd al-Aziz ben Musa.

Musa y Tariq fueron llamados para rendir cuentas a Damasco, y Musa, sin tener facultad
para ello, nombró a su hijo gobernador (walí) de al-Andalus, cuyo gobierno estuvo
orientado al afianzamiento del dominio musulmán, para lo que era esencial disponer de
nuevos contingentes humanos que provinieron del Magreb y a los que había que pagar
sus servicios o conceder tierras a cambio, lo que obligó a una redistribución de los
ingresos estatales, sumándose a las contribuciones de la población indígena (yizya y
jaray) el diezmo (‘usr) que se impuso a la población musulmana, siendo éste uno de los
motivos de malestar de los árabes que desembocaría en el asesinato de Abd al-Aziz (716).
Previamente, reanudó la actividad militar dirigiéndose a la zona galaico-portuguesa y
Cataluña, saqueando o sometiendo desde Lisboa a Orense y desde Tarragona hasta
Gerona.

5. La dependencia de Ifriquiya.

Siendo dependiente político-administrativamente del gobernador de Ifriquiya, fue éste


quien designó como delegado para al-Andalus a al-Hurr ben Abd al-Rahman al-Taqafi
(716-719) para recuperar su control con 7.000 hombres. Este, al igual que Abd al-Aziz,
tuvo que proceder a la redistribución de estas tropas a costa, esta vez, de las propiedades
de los beréberes que habían participado en la conquista y a la sistematización tributaria
de la población indígena bajo el sulh. Además, realizó expediciones militares
consiguiendo las capitulaciones de Pamplona, Huesca y Barcelona; pero la finalidad fue
sustituir el autogobierno de los descendientes de Musa por la dependencia de Ifriquiya,
llevando consigo el traslado de la capital de la nueva provincia desde Sevilla hasta
Córdoba.
Esta situación de dependencia se rompe durante el califato de Umar ben Abd al-Aziz
quien optó por poner fin, momentáneamente, a la macro provincia de Ifriquiya,
segregando de ella al-Andalus, a cuyo frente fue puesto al-Samh ben Malik al-Jawlani
(719-721) cuya misión fue la consecución de una única comunidad, donde no existieran
diferencias derivadas del origen étnico de sus integrantes, lo que suponía la asimilación
de árabes, de beréberes y de los nuevos conversos de procedencia hispánica. Sin embargo,
el objetivo principal era garantizar el cobro del quinto (jums) para el califa, lo que le llevó
a investigar los derechos de propiedad que alegaban los baladíes (los primeros en
asentarse en al-Andalus) y sus descendientes, iniciando la confección de un catastro.
Umar les ratificó las concesiones de Musa e incluso ordenó que se les expidieran
documentos al respecto.
Estas medidas permitieron avanzar en la organización de la administración tributaria, sin
embargo, al-Andalus volvió a integrarse en Ifriquiya y sus gobernadores siguieron
nombrando a los walíes. Como ocurrió con Anbasa ben Suhaym al Kalbi el cual
incrementó los tributos. Durante el mandato de este walí se produjo la derrota que en
Covadonga infligió a los musulmanes el grupo de montañeses de Pelayo, aunque sólo fue
una escaramuza.
No fue hasta la llegada al poder de Abd al-Rahman al-Gafiqí cuando se pudo reanudar la
guerra contra el infiel y en tierras galas, donde tuvo lugar la derrota contra la las tropas
de Carlos Martel en Poitiers (732), muriendo al-Gafiqí.
Dos aspectos se van perfilando con el tiempo: la lucha de los conquistadores árabes entre
sí (rivalidades ancestrales entre los clanes Qaysíes y los kalbíes o Yemeníes) que se
fundamentan en sus distintos modos de vida; y la de los árabes con los beréberes, cuando
éstos toman conciencia de la discriminación que sufrían.

6. Hacia el autogobierno de al-Andalus


El nuevo walí de al-Andalus a partir del 734 sería Uqba ben al-Hayyay al-Saluli. Su
actuación estuvo dirigida al establecimiento de un tagr o línea fronteriza que defendiera
las conquistas del sur de las Galias, mientras que en política interior centró sus esfuerzos
en la normalización del sistema fiscal y en la armonización de las relaciones pacíficas
entre los musulmanes y las poblaciones indígenas.
En el 739 se produce una sublevación bereber cuyo origen se sitúa en el Magreb, donde
los encargados del gobierno de aquella provincia, fieles a los mandatos de califa,
comenzaron a aplicar la nueva política fiscal que oprimía más a la población autóctona,
a ello se sumó laS predicaciones igualitarias de los jariyíes que no acataban diferencias
entre musulmanes. Aprovechando que el Magreb estaba desguarnecido, Maysara al-
Madgarí aglutinó a todos los beréberes consiguiendo apoderarse de Tánger. El peligro
por la expansión de la sublevación fue la causa de que un ejército andalusí cruzara el
Estrecho en apoyo de los árabes, pero fracasó y Uqba fue depuesto y sustituido por Abd
al-Malik ben Qatan al-Muharibí que contaba con el apoyo de los andalusíes. Las graves
dificultades por las que atravesaba el Magreb son una de las razones de peso para el inicio
del autogobierno andalusí. Pero el califa Abd al-Malik envía un ejército de sirios al norte
de Africa que sucumbe ante los beréberes en la batalla de Naqdura (741). Aislados los
restos de este ejército al mando de Baly, y ante la imposibilidad de retroceder hacia
Ifriquiya, se refugian en Ceuta. Ibn Qatan no les permite refugiarse en al-Andalus.
Los logros obtenidos por los rebeldes se extendieron en la otra orilla del Estrecho donde
se alzaron los beréberes establecido en las zonas central y septentrional de al-Andalus; el
peligro que ello suponía y la amenaza de una posible coalición de los rebeldes de ambas
orillas del Estrecho hicieron cambiar de actitud a Ibn Qatan, acogiendo a las tropas sirias.
El propósito del walí era valerse de las tropas para aplastar la rebelión y después, según
acordó con Baly, que se fueran partiendo de algún puerto seguro. Sofocada la rebelión,
se negó a cumplir lo acordado, ofreciendo a los sirios el puerto de Algeciras para ir a
Ceuta. Baly temía la agresividad de los beréberes tangerinos. Este incumplimiento
exasperó a los sirios, que sitiaron Córdoba y mataron a Qatan, instalando a Baly en su
lugar.
El nuevo gobernador adoptó una política partidista en beneficio de sus soldados, en su
mayoría qaysíes, lo que provocó la indignación de los partidarios de su antecesor, que
eran kalbíes y que tomaron las armas y fueron derrotados en Aqua Portora (cerca de
Córdoba) en el 742. Pero el walí muere a consecuencia de las heridas sufridas.
El sucesor de Baly como había establecido el califa fue Ta’laba ben Salama, pero al no
contar su elección con el consenso de los árabes andalusíes, su gobierno contribuyó a
mantener la inestabilidad política.
Recuperado el control del Magreb, el gobernador de Ifriquiya optó por enviar como walí
al yemení Abu al-Jattar con la misión de reconciliar las facciones enfrentadas, lo que
consiguió al lograr que las tropas sirias aceptasen asentarse en distritos militarizados
(yunds) en las zonas sur y este de la Península a cambio de prestar servicios militares. A
los baladíes, que habían sufrido la confiscación de sus bienes y el cautiverio, les legalizó
sus propiedades.
Pero la política de al-Jattar se volvió partidista lo que supuso nuevas querellas tribales.
Los qaysíes lograron derrocar al walí en el 745 pero, liberado al-Jattar, formó una
coalición de yemeníes que volvería a ser derrotada en el 747.
Pasados 5 años de crisis por la sequía y el hambre, los yemeníes vuelven a la carga y son
derrotados por el walí Yusuf al-Fihri en Córdoba, pero en Zaragoza el hombre fuerte del
momento, al-Sumayl, sólo pudo escapar con la ayuda de 800 jinetes qaysíes y 30 clientes
omeyas, los cuales intentaron negociar con al-Sumayl el reconocimiento del futuro Abd
al-Rahman I. Este, no llegándose a ningún acuerdo, llega en el 755 e inicia un largo
peregrinar en busca de apoyos, especialmente de los yemeníes y beréberes, que le
permitiera la confrontación que se dio finalmente en al-Musara, cerca de Córdoba (756).
A partir de aquí, se le proclama emir, al-Andalus consigue plena autonomía al
interrumpirse los lazos políticos que le unían con Bagdad y se inicia el periodo conocido
como Emirato Independiente.

7. Distribución de los conquistadores

Los rápidos avances de los musulmanes ponen de manifiesto que los encuentros militares
fueron escasos y que la población indígena se sometió mediante el sistema de
capitulaciones, lo que permite hacer una primera división en el nuevo mapa político-
administrativo: de un lado estaría la zona ocupada por las armas y, de otro, la zona
sometida mediante pacto. Esta última se divide en los que en un principio opusieron
resistencia y al final capitularon, y los que no opusieron resistencia desde el principio.
Esta diferencia de comportamientos genera dos tipos de pactos. A los primeros se les
exigió la sumisión total al Islam (sulh) y a los segundos se les respetó su autoridad política
(‘ahd) pero, en ambos casos, a los cristianos se les respetó su vida y creencias religiosas
a cambio de pagar un impuesto personal en metálico (yizya), más la contribución
territorial en especie (jaray).
El pacto llamado ‘ahd fue el más generalizado (Ecija, Sevilla, Mérida etc) y permitió la
permanencia de la población indígena en sus tierras; no obstante, la huida de ciertos
nobles hispano-visigodos que no se acogieron a las capitulaciones, más las tierras
pertenecientes a la corona, pusieron a disposición de los conquistadores un importante
número de propiedades. Sólo se repartieron las tierras abandonadas o conquistadas por
las armas, sin que quede claro si se reservó o no la parte del Estado. Lo cierto es que la
voluntad de los califas no siempre fue respetada y esa fue una de las causas de que los
gobernadores de Ifriqiya se esforzaran en retenerla bajo su mandato o recuperarla. Con
este propósito se produce la llegada de al-Hurr. Una de sus misiones fue la de comprobar
los derechos de propiedad o títulos de los musulmanes y proceder a quintear lo que no se
había repartido.
Con las nuevas oleadas de combatientes de origen árabe, comenzará a nivelarse la
importancia del elemento árabe frente al bereber. Con el walí al-Samh vinieron 20.000
hombres y su establecimiento provocó un conflicto ante el fracaso de su política
expansiva hacia las Galias lo que le obligó a asentarlos en tierras del Estado, acortando
los desequilibrios entre árabes y beréberes y e iniciando el proceso de conversión de la
aristocracia guerrera en nobleza territorial.
El establecimiento de los 10.000 sirios llegados con Baly plantea el mismo problema,
solucionándolo Abu-l-Jattar acantonándolos en yunds, consiguiéndose con estas medidas
que participen en los tributos con las rentas agrarias. (jaray).
En cuanto al lugar de los asentamientos, los beréberes se asentaron en las altas tierras de
la meseta, en los flancos de las sierras y en los sistemas ibérico y penibético, formando
pequeñas unidades de poblamiento autónomo basadas en la propiedad comunal y en el
gobierno asambleario. Los árabes escogieron la ocupación individual de las tierras,
poniendo sus miras en las grandes propiedades privadas sujetas a tributación aunque este
modelo coexistió con la propiedad comunal.
Estos sistemas de organización social y explotación de la tierra convivieron con los
tradicionales hispano-visigodos, pues las grandes propiedades privadas continuaron en
manos de los potentes, witizanos o no, que pactaron; mientras que el resto siguió bajo
control de quienes las cultivaban, agrupados en pequeñas comunidades y sometidos al
pago de un impuesto global fijado por el Estado.
8. La nueva estructura social de al-Andalus.

Con la integración musulmana, nace una más compleja estructura social debida a las
variaciones étnicas, religiosas, jurídicas y de costumbres.
Dentro del grupo dominante (la umma), compleja étnicamente, hay que destacar a los
árabes, distinguiendo entre los baladíes (que vinieron con Musa) y los sirios (con Baly).
Población heterogénea dividida en tribus y clanes que se aglutina en torno a dos grandes
partidos: el yemení y el qaysí. Frente a éstos, se encuentran los beréberes (llegaron con
Tariq), mayoritarios, y la sociedad hispano-visigoda conversa motivada por el deseo de
salvaguardar sus intereses personales y gozar del principio de igualdad de los
musulmanes. Fueron llamados nuevos musulmanes y sus descendientes muladíes y con
el tiempo fueron arabizándose como consecuencia de los frecuentes matrimonios mixtos.
Esta complejidad étnica y cultural se amplia con los dimmíes que integran la población
hispana, dividida a su vez en otras comunidades, los mozárabes (religión cristiana) y los
judíos. Pertenecientes a la llamada “gente del Libro” pudieron conservar su religión y
fueron muy numerosos en las ciudades.
Pese a la igualdad social de la umma, el hecho de pertenecer a un linaje árabe equivalía a
ostentar un título nobiliario e iba acompañado de la posesión de grandes dominios
territoriales y de una elevada posición social.
La sociedad que surge daba muestras de una división en clases. Entre los libres se
distinguen: la nobleza (jassa), los notables (a’yan) y la masa popular (amma). La primera
se divide en nobleza de sangre (especialmente los del clan quraysí, del que procedía
Mahoma) y funcional (altas jefaturas administrativas, palaciegas y militares). La jassa no
era una casta cerrada, se incorporaron algunas beréberes y hasta libertos.
Debajo se sitúa una clase social intermedia que actúa como representante de la amma. La
forman en los centros urbanos un importante número de ricos comerciantes, funcionarios
medios, poderosos terratenientes, letrados etc. El grueso lo constituyen los conversos de
origen hispano-visigodo.
La amma la constituye el proletariado urbano y rural. Hay beréberes, muladíes,
mozárabes y judíos. A ellos se les suma los libertos.
Aquellos esclavos que no consiguen la libertad permanecen como meras propiedades.
El grupo más numeroso de la población libre era el de los mozárabes, que podían practicar
su religión y que fueron arabizándose con la adopción de la lengua árabe e imitando sus
costumbres. Se regían por el derecho visigodo. Gozaron de plena autonomía en su
desarrollo interno, eligiendo a sus autoridades bajo la supervisión de los walíes que debían
darles su aprobación. A la cabeza de estas comunidades cristianas se hallaba un conde
que era el encargado de entregar la recaudación de los tributos. Existía una juez de esa
comunidad (censor), encargado de aplicar los principios y reglas del Fuero Juzgo, y en
los casos entre miembros de la umma y mozárabes un qadí (juez musulmán) que aplica
el derecho musulmán.
Este grupo se encuentra en el medio rural manteniendo las diferenciaciones extremas
heredadas entre potentes y humiliores. En el medio urbano se insertan en las diferentes
capas sociales llegando a ocupar cargos relevantes en la administración, diplomacia y
ejército.

8. LOS EMIRES DE LA DINASTIA OMEYA EN AL-ANDALUS.


El Emirato Omeya

1. Introducción.

El régimen emiral omeya, primera formulación política independiente de la España


islámica, fue el resultado de dos circunstancias: la descomposición del califato omeya de
Damasco y la huida del único príncipe omeya superviviente de la matanza ordenada por
los abassíes, Abd al-Rahmán.
A partir de su proclamación como emir, éste inaugura una etapa de autonomía política
andalusí traducida en la creación del emirato independiente de Córdoba y en el que se
distinguen 4 fases:
. la de los dos primeros emires: Abd al-Rahmán (756-788) y su hijo Hisham I (788-796),
es una fase de despegue y constructiva consolidación de régimen
. la del emir al-Hakam I (788-796): caracterizada por los desórdenes y violentas
respuestas
. la del emir Abd al-Rahmán II (822-852): periodo de positivos avances organizativos
. comienza avanzado el emirato de Muhámmad I (852-886): fase de debilitamiento y
descomposición del régimen.

2. Construcción del emirato de Córdoba.

2.1 Programa de construcción

Los dos primeros emires son los responsables de la creación de un nuevo Estado para lo
que necesitaron alcanzar cuatro objetivos prioritarios:
-Creación de una amplia base social de apoyo al régimen
-Prudencia política en materia religiosa
-Organización de un potente ejército
-Represión de los núcleos cristianos de resistencia.

2.1.1 Creación de una base social de apoyo.

Procedieron a multiplicar las concesiones de arrendamientos enfitéuticos que aseguraban


al beneficiario de los mismos un amplio margen de posesión sobre la tierra recibida, al
tiempo que percibía en ella la tributación de sus trabajadores no debiendo al Estado más
que el diezmo legal. Los beneficiarios fueron clientes omeyas. Tan generalizadas
concesiones condicionaron una política de confiscaciones. Las víctimas fueron
principalmente cristianos.

2.1.2 Prudencia política en materia religiosa.

Abd al-Rahmán I no quiso asumir la suprema autoridad religiosa, reservándose


únicamente el título de emir, esencialmente civil y militar, y manteniendo oficialmente la
ficción de la vacante de aquella jefatura espiritual. Medida acertada ya que pronto se
iniciaría el arraigo en la Península del malekismo, doctrina jurídico-teológica
caracterizada por la defensa a ultranza de la estricta ortodoxia y de la unidad dogmática
sin mucho resquicio para la especulación.
2.1.3 Organización de un potente ejército mercenario.

Uno de los factores de fundamentación del régimen más eficaces: la constitución de un


ejército mercenario compuesto sobre todo por esclavos y por beréberes y cuyos efectivos
pudieron llegar a 40.000 hombres.

2.1.4 Represión de los núcleos cristianos de resistencia.

A través de continuos ataques al núcleo asturiano de resistencia y en sus flancos gallego


y alavés. Abd al-Rahmán atacó ambos durante el reinado de Fruela I (757-768),
resultando vencido en Galicia, pero sometiendo a tributo las zonas fronterizas de Alava.
Hisham I endureció los ataques contra las marcas y llegó a saquear Oviedo.

2.2 Las dificultades del régimen.

Doble origen: las propias fuerzas internas y el régimen carolingio que empezó a responder
con contundencia las iniciativas ofensivas del emirato.
Internas: intentonas restauradoras del antiguo valiato; agitadores desestabilizadores
abbasíes; y a los siempre descontentos beréberes.
Externas: presiones del régimen carolingio relacionados siempre con los movimientos
anticordobeses de las autoridades de la Marca Superior. De ahí la intervención de
Carlomagno en 778 en connivencia con Suleymán, gobernador de Zaragoza. El rey franco
quería crear una zona de influencia protectora entre los Pirineos y el Ebro. Obtuvo la
sumisión de los vascones y sitió Zaragoza, pero una revuelta en Sajonia lo hizo regresar.

3. Las fallas del sistema: la crisis de al-Hakam I (796-822).

Son muchos los problemas en la transición del s. VIII al IX.


a) Se renovaron luchas dinásticas nacidas de la inexistencia de unos claros mecanismos
de sucesión.
b) se agudiza la endémica tendencia a la rebelión de las comarcas fronterizas con centro
en Zaragoza, Toledo y Mérida
c) descontento social ante la política fiscal
d) descontento específico de los muladíes que se sentían social y políticamente
discriminados
e) descontento de sectores religiosos de filiación malekí por las tendencias secularizantes
y poco ortodoxas de los responsables del poder.

Todos estos elementos chocaron con la implacable firmeza del emir. Dos revueltas
ilustran este panorama inconformista: la Jornada del Foso (797) que puso fin a una
importante rebelión toledana, y la Jornada del Arrabal de Córdoba (818)

La Jornada del Foso: los notables de Toledo, ciudad sometida al emir pero beneficiaria
de un cierto grado de autonomía, se resistían a admitir la autoridad de Al-Hakam; resolvió
éste atraerlos al castillo del gobernador Amrú, muladí de su confianza, con la excusa de
que le rindiesen homenaje con ocasión de su nombramiento; una vez en el castillo son
decapitados uno a uno, en número de cuatrocientos, contándose entre ellos el obispo
Elipando, siendo sus cuerpos arrojados a un foso.
La Jornada del Arrabal de Córdoba: el descontento se centra en el Arrabal de Secunda,
residencia no sólo de la plebe sino de algunos notables y alfaquíes malequíes. El origen
se sitúa en una gabela extraordinaria que el emir encargó recaudar a Rabi, un conde
mozárabe, jefe de su guardia personal. Poco después estalló la revuelta por un motivo
ocasional, y hubo una intentona de asalto al palacio emiral. La respuesta fue la matanza
y saqueo del arrabal convertido en tierra de labranza. 300 notables fueron crucificados.

4. Restauración organizativa de al-Andalus bajo Abd al-Rahmán II (822-852).

Abd al-Rahmán II heredó un reino cruelmente pacificado por su antecesor. Adoptará dos
medidas tendentes a incrementar sus bases de apoyo. La primera condenar a muerte a
Rabi. La segunda ordenar la destrucción el mercado de vinos del arrabal de Secunda,
piedra de escándalo para los rigoristas alfaquíes.

4.1 Programa y objetivos de gobierno.

El primer objetivo es la organización del Estado sobre la base de criterios nuevos. Se


abandona los modelos hispanovisigodo y bizantino y se sustituye por un sistema derivado
de la administración califal abbasí.
Ello supuso una fuerte centralización político-administrativa en donde un único y
supremo organismo de gobierno, el diwan, es colocado al frente del aparato del Estado.
De él derivan dos grandes secciones dependientes: la Cancillería y el Tesoro. Al frente
de cada una de estas secciones y de otras dependientes a su vez de ellas, son nombrados
visires, consejeros o colaboradores del emir, quien entre ellos elegirá uno al que dotará
de la autoridad del hayib o primer ministro.
En la administración territorial ocurre un perfeccionamiento de los mecanismos de
control sobre ella, al tiempo que las regiones fronterizas quedan definitivamente
constituidas en las tres conocidas Marcas: la Superior (capital en Zaragoza), la Media (en
Toledo) y la Inferior (en Mérida).
Los distritos básicos de la administración seguían siendo las kuras gobernadas por un valí,
con un jefe militar o qa’id y un juez o qadí.
Las ciudades, dependían de las autoridades de la kura, se hallaban controladas por el sahib
al-madina o señor de la ciudad.
El afianzamiento institucional afectó de forma muy especial al sistema económico
financiero. Las rentas del Estado provenían de cuatro fuentes de ingreso:
- Quinto del botín.
- Monopolio sobre la acuñación de moneda y determinados procesos de
transformación textil de calidad.
- Actividad mercantil: esclavos, astilleros en Sevilla,
- Política fiscal: diezmo anual de creyentes sobre la propiedad mobiliaria (usr),
impuestos personales (yizya) y territoriales (jaray) de los dimmíes. También
existían impuestos indirectos de carácter extraordinario.
La política de centralización provocó el engrandecimiento y la radical islamización del
régimen. Problemas y directrices:
- Logro de una relativa pacificación interna.
- Incremento de las acciones ofensivas contra los núcleos de resistencia cristiana.
- Contundente eficacia en las respuestas a las ofensivas exteriores.
- Refuerzo de la imagen e influencia del sistema.
- Control de la creciente oposición interna de carácter indígena.

4.2 Pacificación interior.


A.Rahmán II heredó un reino relativamente pacificado. Sin embargo, solo 4 ó 5 años de
los 30 que reinó se ven libres de disidencia. Podríamos establecer una clasificación en 3
apartados:
- Brotes desestabilizadores que surgieron de su entronización.
- Sediciones locales de carácter eminentemente bereber en Ronda (826) y
Algeciras (850).
- Sublevaciones en las Marcas, más importante.
Lo que sí es una novedad es que estos movimientos sean una respuesta a una creciente
centralización política de contenido radicalmente islámico; tal centralización se
corresponde claramente con el modelo abbasí que A.Rahmán contribuyó a introducir en
la Península. Ese modelo implicaba el incremento de los mecanismos de control sobre el
conjunto de la sociedad.

4.3 Guerra Santa.

La necesidad de proyectar al exterior el proceso de renovación política explica la


importancia que se dio a la ofensiva sobre los cristianos del norte, fundamentalmente
dirigida, en un primer momento, contra los flancos de la monarquía asturiana: Alava y
Galicia, y también Barcelona (contra los carolingios). Más adelante, se producirán
además contra Pamplona y León.

4.4 El problema normando.

La política de defensa es prioritaria para legitimar el centralismo del régimen. Existe una
política de impuso a la marina como cobertura de defensa costera, sobre todo a raíz de la
incursión vikinga de 844. Fracasadas tentativas de desembarco en Asturias y Galicia
llevaron a los vikingos a bordear la costa atlántica hasta desembarcar en Lisboa y,
después, remontar el Guadalquivir y saquear Sevilla. A.Rahmán consiguió provocar un
enfrentamiento en campo abierto en Tablada en 844 y fue un rotundo éxito del régimen
omeya.
El emirato, consciente de las carencias de su sistema defensivo, se aplicó de inmediato a
su solución: amurallamiento de Sevilla, puestos fortificados en la costa atlántica,
potenciación de la flota y construcción de astilleros y atarazanas como los de Sevilla.

4.5 Reforzamiento de la imagen e influencia exterior del régimen.

En consonancia con los objetivos de reforzamiento del sistema y la exaltación de su


prestigio e imagen exterior, estaría el original inicio de una política exterior para al-
Andalus. Además está política cuenta con otros dos objetivos: el predominio comercial
en la cuenca occidental del Mediterráneo y el mantenimiento de una primacía política,
sin alternativas, en la Península.
Los estados norteafricanos cuyos intereses se encontraban eran 3: el más occidental el de
los idrisíes del actual Marruecos; el principado jariyí de los rustumíes de Tahart, más al
este; y el régimen de los aglabíes, antiguos gobernadores de Ifriqiya (parte de Argelia y
Túnez).
Fue el del imamato rustumí el que mantuvo una relación más estrecha con los omeyas
vinculándose comercial y políticamente, esto se justifica por la enemistad con sus
vecinos. El régimen omeya salió muy beneficiado ya que los cereales de Tahart fluirían
a los graneros cordobeses y muchos de sus hombres servirían como mercenarios o en
puestos de responsabilidad en el emirato.
La política norteafricana contribuía a exportar una imagen de prestigio; momento álgido
de este prestigio sería la recepción en Córdoba de embajadores bizantinos, cuyo objetivo
era una alianza militar contra la expansión aglabí en Sicilia y sur de Italia.
El segundo polo de interés diplomático sería el Imperio carolingio. Las relaciones entre
ambos fueron tensas. De su presencia en la Península se seguían 3 efectos negativos: la
directa amenaza contra su integridad territorial; la dificultad de asegurar el protectorado
andalusí sobre territorios cristianos incluidos en la órbita de influencia emiral (reino de
Pamplona) y el mantenimiento de una expectativa de apoyo tanto para los núcleos
cristianos e independientes del norte como para los propios súbditos andalusíes de
religión cristiana, los mozárabes.

4.6 El problema mozárabe.

No contamos con datos objetivos que nos permitan pensar en un endurecimiento del
régimen omeya con respecto a los sectores religiosos no islámicos de al-Andalus durante
el reinado de Abd al-Rahmán II. En cualquier caso, la marginación que afectaba a los
mozárabes derivaban más de su origen étnico que de su credo religioso, de ahí que la
compartieran con musulmanes de origen hispánico o norteafricano. Por otro lado, el
segundo hecho constatable es la continuidad, bajo su reinado, de la vida religiosa cristiana
bajo coordenadas de absoluta normalidad hasta el estallido del mozarabismo radical.
¿Cómo explicar esta eclosión?
La primera razón es la creciente islamización que fundamentó y justificó, según el modelo
abbasí, la progresiva centralización del régimen. Esto pudo contribuir a exasperar la
sensibilidad recelosa que, fruto del prejuicio e ignorancia mutua, presidía en buena
medida las relaciones entre ambas comunidades.
La segunda razón, es que trascurrido un siglo de la invasión, la población hispano-
visigoda comenzó a sentir de forma clara los psicológicos efectos de la pérdida de España
y ello facilitó el incremento de la oposición indigenista. Tanto muladíes como mozárabes
compartían una herencia común, y ambos se vieron postergados por un régimen político
que arabizaba sus estructuras.
La tercera razón, la peculiaridad del Cristianismo hispánico. La Iglesia peninsular sufrió
un proceso de aislamiento respecto a la Iglesia latino-occidental que favoreció otro tipo
de conexiones que empezaron a ligar, culturalmente, a la comunidad cristiana peninsular
con el Cristianismo oriental, sometido igualmente al Islam. Estas conexiones pudieron
alimentar una cierta conciencia de persecución. Por último, el hecho de que la Iglesia
hispana una vida de cierta normalidad no dejaría de sorprender a quienes querían hacer
de la práctica religiosa un ejercicio de incontaminada pureza. Para ellos, el pragmatismo
pudo ser interpretado como entreguismo, y frente a él sólo cabía la respuesta radical.
Esta respuesta toma forma a través de dos individualidades: Eulogio y Alvaro de Córdoba.
Los acontecimientos se precipitaron a partir de la condena a muerte de dos personas por
blasfemos. En menos de dos meses se produce el martirio de once cristianos, decapitados
o crucificados por blasfemar voluntariamente contra el Profeta de Alá. Bajo el carisma de
san Eulogio el movimiento iba ganando adeptos y las ejecuciones se fueron
multiplicando.
Abd al-Rahmán convocó un concilio en la capital en 852 en el que solicitó de los obispos
una clara postura de desaprobación frente a la práctica del martirio. Pero el concilio no lo
hizo, no deteniéndose por el momento la acción de los exaltados.

5. El continuismo institucional de Muhámmad I (852-886).


Con el acceso al trono, Muhámmad hereda dos problemas: la insurgencia mozárabe y las
intrigas palatinas. En cuanto a la segunda ya Abd al-Rahmán pudo en parte neutralizarlas,
aunque el centralismo y el autoritarismo siguen generando oposición.
Sus primeros quince años constituyen una clara continuación del gobierno precedente: la
pacificación interna, la guerra santa contra los cristianos del norte, la defensa de la
integridad territorial y una política exterior de prestigio son el ideario principal. Los
problemas no variaron en esencia, aunque las respuestas sí fueron más enérgicas y duras.

5.1 El orden interior.

Muhámmad I se aplicó con dureza al problema mozárabe lo que a medio plazo lo


solucionó, pero de forma inmediata provocó su conexión con el fenómeno indigenista
muladí; en definitiva, un sentimiento de hispanismo contrario al régimen, apoyado a veces
por Asturias. Este problema se concretará en la rebelión toledana, los rescoldos de
resistencia mozárabe en Córdoba y la práctica independencia de la Marca Superior.

5.1.1 La rebelión toledana: la batalla de Guadacelete.

En 852 se produce el alzamiento toledano. En primer lugar, su violencia afectó a un área


muy extensa: las acciones rebeldes provocan la momentánea evacuación de Calatrava y
derrotas militares omeyas en la Bética. En segundo lugar, los rebeldes solicitaron la
intervención a su favor del rey de Asturias, Ordoño I, el cual los apoyó enfrentándose a
las tropas omeyas en el río Guadacelete en 854. El claro triunfo omeya no sirvió para
conseguir la inmediata sumisión de Toledo, lo que prueba la magnitud de la sublevación.
La capitulación de la ciudad llegó cinco años después.

5.1.2 El final de la resistencia mozárabe.

La capitulación de Toledo tuvo efectos negativos en esta resistencia mozárabe. Aún así,
su atonía era ya perceptible debido al endurecimiento de la política gubernamental y al
desgaste que estos movimientos de vocación radial conllevan. Los martirios son cada vez
menos numerosos hasta la ejecución de Eulogio, que provoca la práctica desaparición del
movimiento.

5.1.3 El tercer rey de España.

Problema relacionado con la insumisión de los Banu Qasi instalados en el gobierno de la


Marca superior. Muhámmad cambia la táctica de su antecesor y, en lugar de arrebatarle
títulos, lo colma de beneficios y le cede en control institucional del conjunto de la Marca.
Musa, a cambio, promete lealtad. Pero es una lealtad condicionada por la adquisición de
poder. De hecho, le gusta ser llamado Tercer rey de España en claro desafío. Muhámmad
encuentra la oportunidad de librarse del muladí cuando en 859 éste es derrotado en la
batalla de Clavijo contra Ordoño I, librada a consecuencia de la construcción de la
estratégica fortaleza de Albelda por Musa. Muhámmad le pudo despojar entonces del
gobierno de la Marca.

5.2 Política defensiva.


La guerra ofensiva contra los cristianos del norte fue también abordado con energía por
Muhámmad debido al apoyo de los reinos septentrionales a la oposición interna al
régimen y al inicio de un sistemático proceso repoblador cristiano.

5.2.1 Aceifas y campañas de castigo.

Fue tras la desaparición de Musa en 862, cuando el emir se decidió a reiniciar las
campañas de castigo, en especial contra la región oriental de la monarquía asturiana. Se
caracterizaron por su extrema dureza.
Los atrevidos avances de la repoblación cristiana exigían una contundente respuesta. La
campaña de 865 tendría una especial significación. De resultas de ella, todos los condados
de la Marca Oriental (excepto el de la más vieja Castilla) fueron arrasados, la frontera
asturiana retrocedió sensiblemente hacia el norte.

5.2.2. El rearme del emirato y la renovación del peligro vikingo.

Muhámmad I, al margen de estimular el incremento numérico de las tropas movilizables,


se aplicó también a la puesta a punto de una infraestructura defensiva que sirviera para
cubrir los más importantes pasos del sistema Central, y que diera consistencia a su
inmediata retaguardia. Dentro de este contexto hay que situar la reedificación de
Talamanca y la fortificación de Madrid. Además, continúa potenciando las
construcciones en astilleros y puertos (al-Mariya=Almería).
En 859, vuelven los normandos a la costa atlántica. No se produjo ahora el desconcierto
del 844. Naves omeyas patrullaban ahora las costas de Portugal y probablemente hubo
enfrentamientos evitándose un nuevo desembarco en Sevilla. Sí lo hubo en Algeciras,
región murciana y Baleares, con incendios y destrucciones, pero nada comparable a la
anterior. El emirato había sabido fortalecerse.

5.3 La acción exterior.

También hay un continuismo con respecto a la etapa precedente: liderazgo comercial, y


hasta cierto punto político, entre los países islámicos de la cuenca occidental del
Mediterráneo, y actitud de afirmación frente al Imperio carolingio, con el que mantuvo
una ágil comunicación diplomática, especialmente desde que cesaran las aceifas
cordobesas contra Cataluña y que el gobierno emiral recuperara en 862 su autoridad sobre
la Marca Superior. De hecho, Muhámmad I firmó un duradero convenio de paz con Carlos
II el Calvo.

6. Descomposición y fin del emirato cordobés (886-912)

La segunda parte del reinado de Muhámmad I hasta la muerte de Abd Allah en 912
contempla la ruina y destrucción del emirato. Se suceden múltiples rebeliones, intentos
de secesión y golpes internos.
Los muladíes son quizás los más insistentes agitadores. Los de Toledo reprodujeron
tensiones y los Banu Qasi del Ebro, descendientes del Tercer Rey de España, hicieron lo
propio en el valle del Ebro. Pero, sin duda, los ejemplos más característicos son los de
Ibn Marwan al-Chilliqi en Mérida y Umar Ben Hafsún en Bobastro.
Ibn Marwan se proclamó independiente en Mérida en 868, que finalmente tuvo que
abandonar y refugiarse en el reino asturiano. Aunque en 884 logra hacerse con Badajoz
y su territorio meridional, manteniéndose independiente hasta la instauración del califato.
Hafsún se hizo fuerte en Bobastro donde mantuvo su autoridad sobre una importante zona
de Andalucía, llegando a convertirse al cristianismo en 899. El problema lo heredaría el
califato.
Con el debilitamiento del poder central surgen por doquier señoríos autónomos (taisyl)
que siguen conservando ciertos vínculos con el emir de Córdoba, entre ellos, el derivado
de la necesidad de legitimar su autoridad de hecho. El gobierno central accede a estas
peticiones mediante la entrega de un tributo más o menos nominal, y registrando lo que
detentan como una concesión; a veces, incluso, los señores de los taisyl son nombrados
gobernadores de la región que dominan. Se trata, pues, de la legitimación a posteriori y
vitalicia del asalto previo a la parcela de poder correspondiente.

PREGUNTAS CORTAS:

1. EL TESTAMENTO DE SANCHO EL MAYOR DE NAVARRA. (7)

EL REPARTO DE LOS DOMINIOS DE SANCHO EL MAYOR DE NAVARRA


Y SUS SUCESORES

1. EL TESTAMENTO DE SANCHO III EL MAYOR DE NAVARRA.

- A partir del 1008 comienza en al-Andalus la fitna o crisis final y su consecuencia fue
la desintegración en 1031 del Califato de Córdoba en una serie de entidades locales
independientes, las llamadas taifas.

- Políticamente las taifas eran débiles, pero tenían una gran riqueza cultural. Las
principales eran: Toledo, Zaragoza, Badajoz, Sevilla, Granada y Valencia.

- Las taifas estaban sometidas a los reinos cristianos, a los que debían pagar “parias” ()
y que suponían una auténtica sangría para las haciendas taifales. Por otra parte, estos
ingresos permitieron a los reinos cristianos la acumulación de los primeros capitales
y el fortalecimiento de su estructura militar.

- El primer beneficiado de la desintegración de al-Andalus fue Sancho Garcés III el


Mayor (1004-1035), rey de Pamplona. Este rey abanderó un proyecto político que
consistía en una apertura hacia Europa y el intento de unidad peninsular.

- Sancho reinaba sobre un territorio heterogéneo que iba desde el Sobrarbe y Ribagorza
hasta el recién conquistado reino de León (en el 1034), pero tras un breve intento, su
proyecto político peninsular no tuvo continuidad.

- Sancho III, al que el abad Oliba llamara rex ibericus, hace testamento en el 1032,
repartiendo los diferentes territorios que componían su reino entre sus hijos. El
primogénito García Sánchez III, recibía el núcleo patrimonial, el reino de Pamplona.
Las demás tierras, conseguidas por conquista, acuerdo matrimonial o herencia las
repartió entre sus otros hijos varones:
 Ramiro (era el mayor de sus hijos, pero ilegítimo) recibió el viejo condado de Aragón
(pero acrecentado).

 Gonzalo recibió el Sobrarbe y Ribagorza.

 Fernando recibió el condado de Castilla

- En realidad, Fernando ya había recibido su herencia del condado de Castilla en el


1029: ese año, García Sánchez, Conde de Castilla y hermano de la esposa de Sancho
III, fue asesinado en León. Sancho III asume los derechos de su mujer, doña Mayor,
hermana primogénita del conde asesinado. Pero Sancho III no llega a titularse conde
de Castilla, sino que entrega el título a su hijo Fernando (que a su vez era sobrino del
conde asesinado). Fernando recibe el título por derecho hereditario propio y será
vasallo del rey de León.

- A finales de 1032, Sancho negoció el matrimonio de Fernando con Sancha, hermana


del rey de León Bermudo III (1028-1037) (anterior prometida del asesinado conde de
Castilla). El matrimonio era muy ventajoso para el conde de Castilla, pues la novia
aportaba como dote las tierras comprendidas entre el río Pisuerga y Cea, lo que
suponía una notable ampliación del condado hacia el oeste.

- En el 1037 Bermudo III intentó reconquistar estas tierras cedidas a su hermana, pero
fue derrotado por Fernando en la batalla de Tamarón (oeste de Burgos), muriendo en
el campo de batalla.

- Sancha (esposa del conde de Castilla) se convierte en heredera del reino de León, por
lo que por derecho Fernando tomó posesión del mismo, siendo coronado rey de León
el 22 de junio de 1038, y asumiendo el título imperial. Se consuma la primera unión
entre León y Castilla al pasar el reino de León a formar parte de las posesiones
patrimoniales de Fernando I, es decir, de Castilla que comienza así a cobrar
protagonismo.

2. LA CONQUISTA DE ALMERIA POR ALFONSO VII. (4)

3. DE ALFONSO III HASTA 1230. (4)

4. EL El dilatado reinado de Alfonso III cubre la última y más brillante etapa de la historia de
esta época. Fue ente todo un príncipe guerrero y extremadamente hábil en sus gestiones
diplomáticas. Fue el último de los reyes astures, y encarna la figura del monarca-caudillo y
el centralismo político. Lo que en todo momento procuró el rey fue mantener dentro de la
órbita de su autoridad sus estados, sin que pueda atribuirse a reacción contra ese férreo
centralismo.

A la muerte de Ordoño I los magnates del reino eligen para sucederle a su primogénito,
Alfonso. Se verá enfrentado a la subversión nobiliaria y el separatismo regionalista.
Afianzado ya en el trono tiene que reprimir un levantamiento de los vascones.
Pacificado el reino, Alfonso puede lanzarse a una política expansionista, contando con
las favorables circunstancias que le brindaba el caos interno de Al-Andalus. Dos son los
escenarios geográficos de las campañas militares:
 Galicia y Portugal: en esta zona tiene un gran protagonismo Ibn Marwan, quien
se hará fuerte en Mérida y ocupará Badajoz, solicitando el apoyo de Alfonso III.
Sera derrotado por Muhammad y huirá al reino ovetense. Pacificada Asturias se
decide contener la expansión cristiana. Hacia el año 880, toda Galicia y el tercio
norte del actual Portugal estaban bajo la autoridad del monarca asturiano.

 León y Castilla: es más lenta y se encuentra más resistencia. Las campañas


comenzarán en el año 878 y acabarán cuando Muhammad inicie las negociaciones
de paz con Alfonso III. La paz se respetará por ambas partes. Tras la muerte de
Muhammad (886) y el efímero reinado de Al-Mundhir (886-888), la crisis interna
de al-Andalus adquiere, bajo el gobierno de Abd Allah (888-912), caracteres
dramáticos, la guerra civil estalla en todas las regiones de Andalucía.

Alfonso tiene que hacer frente a un levantamiento de sus hermanos Froila, Odoario y
Vermudo.
La considerable expansión del reino planteó al rey un doble problema militar y
socioeconómico de defender las comarcas conquistadas, mediante la construcción o
restauración de castillos o plazas fuertes, y atender a la colonización de las semidesérticas
tierras del valle del Duero. La forma jurídica fue la pressura, consistente en la ocupación
de tierra cuya propiedad se adquiría por la consiguiente roturación para hacerla
económicamente productiva.
La repoblación se hace con colonos venidos del norte y mozárabes venidos de la España
musulmana. AL lado de la repoblación oficial llevada a cabo por el rey y los condes,
habrá otra particular.
Destacan tres hechos fundamentales al final de su reinado:
 El ataque fallido a Zamora, le permite consolidar la frontera del Duero.

 Expedición a Toledo, acogido con agrado por los toledanos.

 Revuelta contra el monarca por parte de sus hijos.

A su muerte sus hijos se repartieron el reino:


 Fruela Oviedo

 Ordoño Galicia

 García territorios últimamente anexionados: León. A su muerte su hermano


Ordoño II (910-924) heredara León donde será proclamado rey.

Ordoño repudia a su esposa gallega y se casa con Sancha, hija de Sancho Garcés. Pero
ese mismo año muere y le sucede en el trono su hermano Fruela II (910-925), cuando
solo había transcurrido un año de su reinado muere y provoca una oscura crisis sucesoria.
Cuando Abdarrahmán III reinicia las aceifas contra los cristianos, su situación política
presenta novedades:
 Controla buena parte del territorio de Al-Andalus, que le proporciona los
impuestos.
 Es califa, reafirmación de autoridad.

 Domina el estrecho de Gibraltar.

El panorama de León es otro: la muerte de Fruela II en 925 abre un periodo de


inestabilidad política, donde se plantea una grave conflicto sucesorio, decidido a favor de
Alfonso IV el Monje (926-931), aunque la tensión persiste hasta la entronización de
Ramiro II (931-951).
Este cúmulo de circunstancias favorece al soberano omeya. En primer lugar serán
derrotados los omeyas por Ramiro II y prepararan un gran contingente en 934 conocido
como “campaña de Osma”. Navarra se salva del dominio omeya gracias a la reina Toda.
Para conseguir Zaragoza el califa pacta con Ramiro del que obtiene la neutralidad.
Obteniendo la victoria sobre Zaragoza, emplea sus fuerzas en ir contra León: se
enfrentaran en Simancas, con las tropas de Ramiro, Fernán González y la reina Toda, que
obtienen una victoria sobre los omeyas. Como resultado será la profesionalización del
ejército musulmán dando cabida a las tropas de mercenarios, y el aumento del prestigio
político-militar del rey Ramiro II.
5.

6. LA CONQUISTA DE TOLEDO POR ALFONSO VI (4)

 En 1076, muerto Sancho IV de Pamplona, Alfonso VI penetra en Navarra por el este


y el sur, conquistando para sus dominios la Rioja, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa,
mientras negociaba el reparto con Sancho Ramírez de Aragón.

 Durante 1076 también llevó a cabo esfuerzos para la repoblación del valle del Duero,
prestando especial importancia a Sepúlveda, punto de partida para otras plazas más
al sur.

 En 1077 Alfonso empieza a usar el título de emperador, ya fuera a modo de


vinculación a la milicia y a la victoria en batalla, por imitación del título califal, o
una reminiscencia neogoticista. Fuere como fuere, Alfonso VI, tras el reparto de
Navarra y el vasallaje de Sancho Ramírez, se siente rey de reyes, incluyendo algunas
taifas que también le debían vasallaje (Imperator totius hispaniae).

 Una de las razones que se barajan para el destierro del Cid, fue una inoportuna
expedición militar llevada a cabo por éste en tierras de Toledo, cuando Alfonso VI
estaba dando los primeros pasos para la anexión de esta ciudad, comprometiendo sus
objetivos; fue mal acogida por el rey.

 En 1075 había muerto al-Mamún, rey taifa de Toledo. Le sucedió su hijo, el débil al-
Qádir- pronto se desataron las envidias de las taifas vecinas.

 Al-Mutamíd de Sevilla, tras conquistar Denia, arrebató a al-Qádir parte de La


Mancha en 1078.

 En 1079 fue al-Mutawakkil, rey taifa de Badajoz, quien trato de ocupar el territorio
toledano, tuvo que acudir Alfonso VI en ayuda de su vasallo toledano.
 En 1083 Alfonso Vi se plantó ante Sevilla, y poco después llegó a Tarifa, donde
simbólicamente se introdujo en su caballo en el mar, para ejemplificar su dominio en
la península

 En este contexto hay que situar la primera solicitud de ayuda a los musulmanes del
norte de África, formada por al-Mutámid de Sevilla al caudillo almorávide Yusuf
ben Tashfín, que se encontraba ultimando la conquista del Magreb. Pero Yusuf
decidió no distraerse en España.

 El principal objetivo de Alfonso VI pasó a ser el reino de Toledo. En 1084 Alfonso


se instaló en el antiguo palacio de la Huerta del rey, fuera de la ciudad, a la que puso
sitio. Se rindió en 1085 tras alcanzar Alfonso VI y al-Qádir un pacto por el que los
musulmanes serían respetados, tanto sus posesiones como sus costumbres y credos;
eso sí, pagándole al rey cristiano los mismos tributos que recibía el rey taifa. Al-
Qádir recibió a cambio el trono de Valencia.

 Toledo, además de su valor material y estratégico, tenía un gran significado como


símbolo (antigua sede de la monarquía visigoda). El hecho tuvo resonancia en todo
el mundo cristiano, pero aún más en el mundo islámico.

 En este contexto de alarma se produjo una nueva petición de ayuda a los almorávides.
Yusuf, que acababa de conquistar Ceuta en 1089, y era dueño del norte de África,
pasó a España en 1086, y conjuntamente con algunos reyes de Taifas, derroto a
Alfonso VI en Sagrajas ese mismo año.

 Se iniciaba una segunda etapa unificada de al-Andalus y una nueva versión del
equilibrio cristiano-musulmán.

 Sin embargo, tras la victoria, Yusuf regresó a África dejando un contingente en la


península. Así Alfonso continuó con su política.
7. EPILOGO DE UNA EPOCA: LAS NAVAS DE TOLOSA. (4)

Epílogo de una época: las Navas de Tolosa.

Durante el largo periodo de paz, los castellanos pudieron recuperarse de las derrotas y los
reinos cristianos olvidar sus rencillas. En Castilla, sólo las órdenes militares mantuvieron
la actividad militar en la frontera.
Con la extinción de las treguas en 1211, los castellanos tomaron la iniciativa. El propio
Alfonso VIII se dirigió hacia Játiva, llegando hasta el Mediterráneo. El éxito de los
ataques llevó al califa a enviar un ejército contra Castilla que tomó Salvatierra, en el
corazón de las tierras conquistadas por los musulmanes tras la batalla de Alarcos.
Para 1212, Castilla preparaba un gran ejército para derrotar a los musulmanes. El papa
otorgó a la empresa privilegios de Cruzada. El ejército cristiano estaba dividido en 3
cuerpos; castellano, aragonés y francés. La vanguardia francesa tomó el castillo de
Malagón. Posteriormente se dirigieron hacia Calatrava, que capituló. Quedó en poder de
la orden de Calatrava. Días más tarde, los cruzados extrapeninsulares se retiraron a su
tierra. A pesar de esto, los cristianos siguieron su avance tomando los castillos de Alarcos,
Caracuel, Benavente y Piedrabuena. En Alarcos, se les unión Sancho VII con 200
caballeros navarros.
Por su parte, los almohades habían concentrado en Sevilla tropas andalusíes y magrebíes.
A comienzos del verano se dirigieron a tierras jienenses donde acamparon en la llanura
de las Navas de Tolosa. La batalla se produjo el 16 de Agosto decidiéndose del lado
cristiano. Todos los reinos peninsulares se beneficiaron de la campaña de las Navas, pero
sobre todo Castilla fue la gran triunfadora. La frontera castellano-andalusí se restableció
en la línea de Sierra Morena, e incluso avanzó con la ocupación de fronteras al sur de la
cordillera. Para los almohades, la derrota fue el comienzo de su descomposición.

8. LA CONQUISTA DE HISPANIA. (3)

9. LA REPOBLACION CATALANA REALIZADA POR WILFREDO EL VELLOSO. (3)

10. LOS MOZARABES: DE LA COLABORACION AL MATIRIO. (3)

11. LA REBELION BEREBER EN AL-ANDALUS. (3)

12. LAS CORTES MEDIEVALES (3)

13. EL REINADO DE ALFONSO II: ORGANZIACON DEL REINO Y PROGRAMA POLITICO. (2)

14. EL DESCUBRIMIENTO DEL SEPULCRO DEL APOSTOL SANTIAGO. (2)

15. APLICACIÓN DEL PACTO DE UNION ENTRE URRACA I Y ALFONSO I EL BATALLADOR. (2)

16. EL COMERCIO CATALAN. (2)

17. LA ADOPCION DEL TITULO CALIFAL POR ABD AL-RAHMAN III. (2)

18. EL REGIMEN DE PARIAS (pp: 281-283) (2)

19. LA HACIENDA Y LOS IMPUESTOS DEL ESTADO OMEYA (2)

20. POLITICA Y CORONOCACION IMPERIAL DE ALFONSO VII.

21. EL PROBLEMA NORMANDO EN EL EMIRATO DE ABD AL-RAHMAN II.

22. DISTRIBUCION DE LOS CONQUISTADORES EN LA PENINSULA.

23. LA CRISIS EN EL EMIRATO DE AL-HAKAM I (796-822).

24. EL AUGE URBANO EN LA CATALUÑA DE PLENA EDAD MEDIA.

25. LA PRIMERA CAMPAÑA DE YUSUF BEN TASUFIN EN LA PENINSULA IBERICA.

26. DISTRIBUCION DE LOS CONQUISTADORES EN LA PENINSULA IBERICA.

27. EL ASCENSO AL PODER DE ALMANZOR Y LA IMPOSICION DE LA DICTADURA AMIRI.

28. EL REINADO DE ALFONSO II: ORGANIZACIÓN DEL REINO Y PROGRAMA POLITICO.

29. LA SEPARACION DE LOS REINOS DE CASTILLA Y LEON A LA MUERTE DE ALFONSO VII.

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