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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

INSTITUTO «LUIS VIVES» DE FILOSOFÍA


D E L E G A C I Ó N DE B A R C E L O N A

SERIE GENERAR NÚM. 1

LA EVOLUCION
DE LA LÓGICA GRIEGA
EN EL ASPECTO ESPECIAL DE LA ANALOGIA
(desde la época de los Presocráticos hasta Aristóteles)

p o r el

P. Dr. ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O . F. M .


Proteftor de Filosofía en el Pontificio Ateneo Antoniano d e R o m a

BARCELONA, 1954
1<

V'

C a s a P r o v i n c i a l d e Caridad : I m p r e n t a - E s c u e l a : Barcelona
V61

INDICE GENERAL
Páginas

Justificación 1
Bibliografía 5
I. La lógica arcaica 7
1. La lógica de las cosas 7
2. La lógica del lenguaje en la época de los
presocráticos 16
3. La lógica del número proporcional . . . . 22
II. La lógica socrática 27
1. El relativismo de los Sofistas y el logos «ético»
de Sócrates 27
2. La identidad entre el método socrático y la
analogía científica 30
3. La necesidad lógica en la analogía socrática. 40
III. La transición de la lógica socrática a la platónica. 45
1. Las analogías matemáticas en relación con la
socrática 46
2. La analogía socrática y la tendencia de Platón
hacia un sistema científico 50
3. El «quale» y «quantum» en la lógica platónica. 54
4. La analogía geométrico-platónica y el sistema
diairético de Platón 58
IV. La transición de la analogía socrática a través de la
geométrico-platónica al silogismo aristotélico. . 65
1. Reglas lógicas de la analogía socrática, puesta
en forma de silogismo 67
VM ÍNDICE GENERA!,

Páginas

2. La comparación sistemático-crítica entre las


L analogías socrática y platónica y el silo-
gismo aristotélico 71
3. Prueba histórico-crítica de que el silogismo
aristotélico tiene su raíz en la analogía
geométrico-católica 76

V. Inducción, deducción e indeterminación en el arte


silogístico de Aristóteles 89
1. La inducción y la deducción con respecto a la
necesidad lógico-formal 90
2. La inducción y la deducción con respecto a la
necesidad ontológico-esencial 95
3. Lo indeterminado en las demostraciones de
Platón y de Aristóteles 102

VI. La mentalidad del Beato Raimundo Lulio y la teoría


moderna de las formas del pensar. . . . . . 113
1. La teoría de las formas del pensar según Hans
Leisegang 116
2. Las cuatro formas del pensar en Raimundo
Lulio 122
3. Las formas del pensar de Raimundo Lulio y
su antropología 129

Conclusión 135
Con el presente tomo nuestra institu-
ción inaugura una serie nueva de publi-
caciones que, para diferenciarla de la otra
ya en curso bajo el título Estudios de
Filosofía Española — d e la cual van pu-
blicados cuatro volúmenes —, ha sido bau-
tizada con el nombre de Serie General.
Nacida en 19If¡ como «Sección de Historia
de la Filosofía Españolan, con la prefe-
rente finalidad de promover investiga-
ciones especializadas en dicha materia,
nuestra entidad no ha permanecido ajena
a las manifestaciones de alta cultura en
el campo de la filosofía general, surgidas
en el área barcelonesa, y más concreta-
mente, en su ambiente universitario. Por
esto, muy pronto solicitó de los organis-
mos directivos del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, y le fué ge-
nerosamente concedido, ser considerada
como «Delegación del Instituto Luis Vives
de Filosofía en Barcelona»; y con este
carácter ha venido actuando en los últi-
mos años, lo mismo proponiendo becas
y estimulando trabajos que organizando
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

conferencias y cursos sobre filosofía ge- I


neral, siempre de acuerdo y en franca |
colaboración con la Sección de Filosofía [
de la Facultad de Filosofía y Letras de I
nuestra Universidad.
Uno de los acontecimientos más reso- I
nantes en la vida universitaria barcelo- j
nesa de esos años fué el cursillo, en cinco I
lecciones, sobre La evolución de la lógica I
occidental hasta Aristóteles, profesado en f
el Seminario de Filosofía, los días 19, 21, I
23, 26 y 28 de octubre de 1953, por el
Rdo. P. Erardo W. Platzeck, O. F. M.,
y rematado con una originalísima confe-
rencia, pronunciada el día 30 del mismo
mes, sobre La mentalidad del Beato Rai-
mundo Lulio a la luz de la teoría mo-
derna de las formas del pensar. El in-
terés por el cursillo y por la conferencia
rebasó el área estrictamente universitaria
0 incluso el ambiente local, hasta el punto
de que la revista madrileña «Theoria» pu- !
blicó un amplio extracto de uno y otra, i
A ello contribuyó indudablemente el pres-
tigio del Padre Platzeck, bien conocido en \
España por su estancia de varios años |
en Barcelona y en Madrid, y por sus múl-
tiples aportaciones a la alta cultura de
nuestro país, entre las cuales nos es grato
destacar con especial relieve sus nota-
bles investigaciones sobre el pensamiento
teológico - filosófico del Beato Raimundo
Lulio. Llamado a Roma para profesar la
cátedra de Historia de la Filosofía, y re-
cientemente, además, la de Lógica, en el
6L
I.A EVOLUCIÓN D E LA LÓGICA GRIEGA

Pontificio Ateneo Antoniano, institución


internacional para estudios superiores en
la Orden franciscana, el Padre Platzeck
ha mantenido su contacto cultural con
España, como muestran sus frecuentes
viajes a nuestra patria y sus conferencias
y cursos profesados en la Escuela Luliana
de Mallorca y, últimamente, en nuestra
Universidad.
Los promotores del cursillo recabamos
del Padre Platzeck autorización para publi-
car el texto manuscrito de sus magníficas
conferencias, que él concedió amablemente.
Mi hermano Tomás (e. p. d.), recien-
temente fallecido, que quería entrañable-
mente y admiraba al Padre Platzeck, sentía
verdadera ilusión por inaugurar esta Serie
General de nuestras publicaciones con una
obra tan valiosa como la presente. Al darla
a la estampa, no hago sino cumplir sus
deseos reiteradamente expresados y com-
partir su admiración por el autor de la
misma y común amigo.

JOAQUÍN CARRERAS ARTAU


Jefe de la Delegación
del Instituto «Luis Vives» de Filosofía

Barcelona, diciembre de 1954.


BIBLIOGRAFÍA
RESTRINGIDA, A LOS AUTORES QUE SON CITADOS VARIAS VECES

ARISTÓTELES. S e c i t a n l a s o b r a s e n g e n e r a l s e g ú n l a ed. de I . Bekker.


B e r l í n , P r e u s s i s c h e A k a d e m i e d e r W i s s e n s c h a f t e n , 1831 y sigs.

Abreviaturas :
An. Pr. = Analytica Priora.
An. Post. = Analytica Posteriora.
Cat. = Categorías.
Et-Nic. = Etica Nicomáquica.
Met. = Metafísica.
Sof. E l . = Sofísticos Elencos.

Cf. a b a j o R o s s - A n . , G o h l k e .
CARRERAS-ARTAU = T . y J . C a r r e r a s A r t a u : Historia de lo Filosofía
Española. — Historia de la Filosofía Cristiana de los siglos XIII
al XV. M a d r i d , A s o c i a c i ó n E s p a ñ o l a d e l a s C i e n c i a s , I , 1939.
CHERNISS = H . C h e r n i s s : Aristotle's Criticism of Plato and the
Academy. B a l t i m o r e ( U S A ) , H o p k i n s P r e s s , I , 1944.
DIELS-VORS. = H . D i e l s : Die Fragmente der Vorsokratiker. 5a ed.
por K r a n z . B e r l i n , W e i d t n a n n , 1934-7.
FRANK-PLATON = E . F r a n k : Platón und die sogenannten Pytha-
goreer. H a l l e , N i e m e y e r , 1929.
GOHUCE-TOPIK = P . G o h l k e : Aristóteles, Topik. P a d e r b o r n , Schó-
mngh, 1952.
GOHLKE-WERK = P . G o h l k e : Aristóteles und sein IVerk. Pader-
b o r n , S c h ó n i n g h , 1951.
HOFFMANN-LOGIK = E . H o f f m a n n : Die Sprache und die archaische
Logik. T ü b i n g e n , M o h r , 1925.
Le Bi-OND-LOGIQUE = J . M . L e B l o n d : Logique et Méthode chez
Aristote. E t u d e s u r l a r e c h e r c h e des p r i n c i p e s d a n s la p h y s i q u e
a r i s t o t é l i c i e n n e . P a r i s , V r i n , 1939.
LUKAS.-SYLLOG. = J . L u k a s i e w i c x : Aristotle's Syllogistic (from
the Standpoint of modern Formal Logic). Oxford, Clarendon
P r e s s , 1951.
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

MAIER-SYIXOG. = H . Maier : Aristotelische Syllogistik I-II. Tu- [


b i n g e n , L e u p p , 1896-1900.
MANSION-JUGEMENT = S u z a n n e M a n s i ó n : Le Jugement d'éxistence
dans Aristote. L o u v a i n - P a r i s , D e s c l é e , 1946.
PLATÓN : Oeuvres complétes de Platón. Collection des Universités I
d e F r a n c e . L e s R e l i e s L e t t r e s , 1920 y s i g s .

Abreviaturas : Se emplean solamente para los diálogos si-1


guientes :
Parm. = Parménides.
Prot. = Protágoras.
R e p . = Respublica., o s e a De Civitate.
Simpos. = Simposion.
Sof. = Sofistes.

PLATZECK-ESFERA = E . W . P l a t z e c k O F M . : La Figura A del Artel


tuliano y la Esfera Inteligible de Plotino. Studia Monographiea I
& R e c e n s i o n e s , M a i o r i c i s 1953, n . ° i x - x , p á g s . 17-34.
RITTER-PLATON = C . R i t t e r : Platón. Sein Leben, seine Schriften, I
seine Lehre. M i i n c h e n , B e c k , I , 1910 ; I I . 1923.
R O S S - A N . = W . D . R o s s : Aristotle's Prior and Posterior Analytics. I
O x f o r d , i C l a r e n d o n P r e s s , 1949.
VSERRUS-LOG. = C . S e r r u s : Traité de Logique. P a r i s , A u b i e r , 1945.1
STENZEL-LOGIK = J . S t e n z e l : Logik, esto es, u n a r t í c u l o en P a u l y - 1
W i s s o w a : Real Encyclopadie der classischen Altertumsrwisscn-1
schaft. I . R e i h e , 13. B a t i d , F ü n f u n d z w a n z i g s t e r H a l b b a n d , L t - I
banon-Lokris. S t u t t g a r t , M e t z l e r , 1926, c o l u m n a s 991-1011.
STENZEL-ZAHL = J . S t e n z e l : Zahl und Gestalt bei Platón und Aris-l
toteles. L e i p z i g , T e u b n e r , 1924.
STRYCKER = E . v a n S t r y c k e r , S . I . : Le syllogismr chez Platón.I
R e v . N é o - S c h o l a s t i q u e d e P h i l o s o p h i e . L o u v a i n . 34 (1932), p á - l
g i n a s 4 2 - 5 6 y 218-239.
WALIJES = Alexandri in Aristotelis Analyticorum Priorwm librurn Z.j
Commentarium ; e d . W a l l i e s . B e r l i n , P r . A k a d . d . W i s s . , 1883.1
WILPERT-ALTERSVORLES. = P . W i l p e r t : Platons Altersvorlesung überl
das Gute. P h i l o s o p l i i s c h e s J a h r b u c h , 59 (1949), 1-13.
WILPERT-ARISTOTEL. FRÜSCHRIFTEN = P . W i l p e r t : Zwei aristoteli-[
sche Frühschriften über die Ideenlchre. Regensburg, Habbel,!
1949.
WILPERT, P a u l : Neue Fragmente a w s x e p i TávaOoO H e r m e s , 76 (1941),|
225-250.
I. L A LÓGICA A R C A I C A

Resumen : 1. L a l ó g i c a d e l a s c o s a s . — 2. L a l ó g i c a del l e n g u a j e . —
3.. L a l ó g i c a d e l n ú m e r o p r o p o r c i o n a l .

La lógica arcaica es, según Julio Stenzel y Ernesto


Hoffmann, la de los presocráticos. 1 La consideramos aquí
en su fundamento ontológico respecto a la lógica de las
cosas supuesta por esos autores ; luego, en su relación con
el lenguaje hablado, y, en último lugar, respecto a la lógica
del número en cuanto ésta fué conocida por los matemáticos
de aquellos tiempos arcaicos.

1. L A LÓGICA DE LAS COSAS

El Padre de la filosofía occidental es el Logos helénico.


¿ Qué entendemos aquí por la palabra «logos» ? Cuando
abrimos uno de esos voluminosos diccionarios griegos que
suelen ornar nuestras bibliotecas y buscamos la voz «logos»,
quedamos perplejos ante la variedad de sentidos que puede
tomar este vocablo. Poco menor será nuestra confusión si
recurrimos al índice analítico de los fragmentos presocrá-
ticos editados por Hermann Diels. 2 Necesitamos entonces
un criterio para poder escoger aquel sentido de la palabra en
cuestión, que fué de mayor utilidad en el desarrollo de la
filosofía antigua. E s t e sentido más provechoso de «logos» es
1. H o f f m a n n - L o g i k , p á g . VIII, Stenzel-7-ahl, pág. 5 ; cf. Stenzel-
l/ogik, 993.
2. Diels-Vors., tomo u r .
14
ERARDO-WOLFRAM PI.ATZECK, O. F. M.

— según mi parecer — el de relación. Pues al lado del


concepto de substancia el de relación es el más importante
de toda la filosofía y resulta verdaderamente fundamental
para la lógica. 3
Aristóteles interpreta la relación de dos maneras, 4 según
se considere en ella alguna clase de dependencia de uno de
los términos relacionados con respecto al otro, o que se quede
indiferente a tal respecto de dependencia. En este último
sentido, desde luego mucho más amplio, tomamos aquí el
concepto de relación, es decir, como concepto del todo trans-
cendental, en cuya virtud cualquier objeto inteligible se halla
de alguna manera «vecino» a otro. 5 Relación es entonces
«vecindad» o «afinidad», y los relacionados son afines, sea ma-
terial o espiritualmente, sea gramatical o conceptualmente. 9
3. L a p a r t e d e la l ó g i c a t e o r é t i c o - m a t e m á t i c a , q u e se llama Lógica
de relaciones, e x i g e p a r a u n a r e l a c i ó n , a d e m á s d e la f u n c i ó n relacional,
a l m e n o s d o s s u j e t o s o a r g u m e n t o s . N o o b s t a n t e esto, S e r r u s ( L o g i q u e ,
p á g s . 149 y sigs.) d e f i e n d e la t e s i s de q u e eJ c o n c e p t o d e relación h a de
c o n s i d e r a r s e c o m o m á s f u n d a m e n t a l p a r a la lógica y , p o r c o n s i g u i e n t e ,
h a d e t o m a r s e e n u n s e n t i d o m á s a m p l i o . V é a s e t a m b i é n M. G r a n e l l ,
Lógica, M a d r i d , R e v . d e O c c i d e n t e , 1949, pág:i. 218 y sigs. P e r o n a d i e
n e g a r á q u e la l ó g i c a se f u n d a e s e n c i a l m e n t e e n el juicio. S e g ú n P l a t ó n -
S o f . 252 C y A r i s t ó t e l e s , el j u i c i o e s s i e m p r e u n a relación (>o>o«) e n t r e
u n n o m b r e (ovo/j.*.) y u n v e r b o ( / o f y ) . Cf. R i t t e r - P l a t o n 11, 188, y la
c r í t i c a d e e s t a t e o r í a a n t i g u a e n L,ukasiewicz-Syll., p á g s . 131-2 ; véase
a b a j o la n o t a 34 d e la p a r t e v. A h o r a b i e n , u n juicio a f i r m a t i v o n o se
e s t a b l e c e c u a n d o los t é r m i n o s r e l a c i o n a d o s son i n c o n m e n s u r a b l e s . P o r
c o n s i g u i e n t e , u n lóyoi c o m p r e n d e n e c e s a r i a m e n t e el c o n c e p t o de c o n m e n -
s u r a l i b i d a d . E s t a c o n m e n s u r a b i l i d a d l ó g i c a se r e v e l a d e m o d o e j e m p l a r
e n la a r i t m é t i c a , la c u a l t o m a p o r sí el n o m b r e d e Áoytirc*>j (cf. P l a t ó n ,
R e p . vix, 525 B). E l p r o b l e m a d e l a s c a n t i d a d e s i n c o n m e n s u r a b l e s en
l a s p r o p o r c i o n e s g e o m é t r i c a s n o s o c u p a r á t o d a v í a m á s a d e l a n t e e n la
t e r c e r a p a r t e : n i , 4, p á g s . 58 y s i g s . , n o t a s 26-34.
4. A r i s t ó t e l e s , C a t . 11 b, 213-25.
5. D e m a n e r a m u y p a r e c i d a dice P l a t ó n , en su P r o t á g o r a s 331 D ,
q u e c u a l q u i e r cosa es s e m e j a n t e a o t r a de a l g u n a m a n e r a . V o l v e r e m o s
a ú n sobre esta sentencia.
6. M . P o h l e n z (Die Stoa - Geschichte einer geistigen Bcivegung u :
Erlauterungen. G ó t t i n g e n , V a n d e n h o e c l c & R u p r e c h t , 1949, p. 24) refiere
el t é r m i n o vicinitas d e S a n A g u s t í n (en De Dialéctica) al t é r m i n o estoico
Tta.pxxsifjLsvK. E s t e ú l t i m o i n d i c a l a s d e s i g n a c i o n e s per efficientiam, per
ejfecta. per id quod continetur, per id quod continet, totum a. parte, pars
ex toto. D i o c l e s , q u i z á s b a j o u n i n f l u j o p l a t ó n i c o , i n t r o d u c e a q u í el con-
c e p t o d e s e m e j a n z a , lo q u e h a p e r t u r b a d o t o d a la d o c t r i n a de la a n a l o g í a ,
d a n d o luz a la i n s e g u r a t e o r í a escolástica d e la a n a l o g í a d e a t r i b u c i ó n .
V é a s e H . v. A r n i m : Stoicorum Vetera Fragmenta, 11, 87.
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Una relación puede ser proporcionada o privada de toda


proporción, puede ser real o no-real. Me atrevo a afirmar
que la lógica de los griegos presocráticos, es decir, la lógica
arcaica, no conoce la distinción entre relación real y no-real,
pues «el pensar y el ser son una misma cosa», nos dice en
nombre de todos aquellos filósofos Pgjsnénides. 7 Esta sen-
ttencia se toma en el sentido realista de que eTTser es lo fun-
damental, y el pensar sólo el reflejo fiel del ser objetivo.
En materia de relaciones reales, privadas de proporción,
hay que decir que el Logos helénico las rechaza en cuanto
le es posible, pues concibe el mundo como un universo bien
ordenado y proporcionado en sí mismo. 8 Y ¿por qué? Porque
si el pensar y el ser son una misma cosa, la lógica humana,
como instrumento para reflejar el orden de los objetos, no
tiene razón de ser, si no hay una lógica real para las cosas
mismas. Ésta se manifiesta por una o varias leyes ónticas,
según las cuales se ordena el cosmos de las cosas.
El Logos humano-helénico se despertó en medio de esta
supuesta lógica de las cosas y se desarrolló en la búsqueda
de las relaciones, leyes o principios racional-reales que unen
y ordenan el ser real. Por consiguiente, la lógica helénica
no puede ser sino ontológica, lo que quiere decir que la lógica
griega es una interpretación humana de la supuesta lógica de
las cosas.9 E n contraposición a la lógica nominalista que
está en vigor desde el siglo xiv hasta nuestros días, 10 hay
que insistir en que toda la lógica clásica está basada en
la ontologí'a,11 y que gracias a ella se facilita — permí-
taseme esta interpretación escolástico-bonaventuriana — el
7. D i e l s - V o r s . , I , Parménides B 5.
8. L a p a l a b r a g r i e g a xdv/xoí ya lo í n d i c a , p u e s e x p r e s a o r d e n , orga-
nización. E s e m p l e a d a p o r E m p é d o c l e s , P a r m é n i d e s , los p i t a g ó r i c o s y
otros.
9. D i g o ' L ó g i c a s u p u e s t a ' , p u e s d e u n cierto o r d e n parcial y visible-
mente r a c i o n a l s e c o n c l u y e , p o r a n a l o g í a , a u n o r d e n lógico-racional d e
todo el u n i v e r s o . E s t a a n a l o g í a n o se j u s t i f i c a p o r u n a d e m o s t r a c i ó n r i g u -
rosa, sino q u e e s u n a s u p o s i c i ó n i m p o r t a n t e de t o d a e s t a lógica d e las
cosas.
ro. L a lógica n o m i n a l i s t a es u n a lógica d e los t é r m i n o s , lo q u e
aparece y se n o t a t o d a v í a h o y o s t e n s i b l e m e n t e e n l a t e r m i n o l o g í a de la
lógica t e o r é t i c o - m a t e m á t i c a ,
11. V é a s e F . B r u n s t á d t , Logik, M ü n c h e n , O l d e n b o u r g , 1933, 3* 11 -
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

repensar humano de los pensamientos divinos que el CreadoT I me<


nos presenta a través de sus criaturas. 12 los
' Ahora bien, se dice muchas veces que la lógica, tal | gac
como el hombre griego la concibió, fué esencialmente una (
lógica de la finitud, del objeto finito, determinado por todas f Así
partes. Se dice que el Logos real no se reveló a ellos sino I a e
en relaciones bien definibles. Por eso se continúa diciendo i de
que los dioses de la Grecia fueron todos humanamente deter- I mi¡
minados y que todo el universo para los griegos fué per- I ont
fectamente finito.13
Mas contra esta tesis global se levanta el hecho his- | la
tórico de que el descubrimiento de lo irracional, en las I sol
mismas estructuras finitas, causó grandes preocupaciones I y»
entre los presocráticos^ 14 Este elemento alógico, objeto por K ter
antonomasia del Oauy.á£ecv filosófico, les condujo al abismo |
, insondable del infinito/Í>>s presocráticos lo interpretaron a | no
veces como algo divino, como el supremo grado del ser, I sei
como el principio primero y absoluto ;1S a veces como algo I ex
i, ínfimo y falaz, como una suerte de no-ser, como un vacío.16 | let
Iva última interpretación desembocó finalmente en el con- j Es
cepto platónico-aristotélico de la materia primordial ; 17 la I cu
primera interpretación, en el aristotélico del Acto puro. Uno 1
y otro concepto representan algo lógicamente indeterminado, I tei
infinito, 18 que no entró en la lógica del hombre sino por ca<
al
12. C f . la d o c t r i n a b o n a v e n t u r i a n a a c e r c a d e las cosas, e n c u a n t o M
s e c o n s i d e r a n c o m o cosas y c o m o signos ( S e n t . x, d . 3, p. 1, q. 3, 1
e n
ad secundum).
13. E s é s t a la t e s i s d e E . Z e l l e r t a n t a s v e c e s r e p e t i d a p o r o t r o s 1 so
autores.
14. C f . , p . e j . , R . M o n d o l f o , L'Infinito nel pensiero dei grcci, ]
F i r e n z e 1934. — F r a n k - P l a t o n .
15. Cf. el n ú m e r o i r r a c i o n a l o ' i n f i n i t o ' d e la descubierto por nu
los pitagóricos y el infinito de Anaximandro. de
16. C f . los e l e á t i c o s y D e m ó c r i t o . de
17. L a m a t e r i a , s e g ú n P l a t ó n , p a r e c e s e r el vacío e n el s e n t i d o S pr
d e la n o i n t e l i g i b i l i d a d , m a s n o e n el s e n t i d o f í s i c o - m a t e r i a l . Así qui- j tk
s i e r a y o c o m b i n a r las i n t e r p r e t a c i o n e s o p u e s t a s d e Z e l l e r , B a e u m k e r , I di
F r a n k p o r u n l a d o y d e E v a S a c h s p o r o t r o . V é a s e E . S a c h s Die fünf i ve
Platonischen Korper. B e r l i n , W e i d m a n n , 1917, p á g . 222 y s i g s . y I
c f . F r a n k - P l a t o n , p á g s . 102, 369, n . ° 278.
18. E l i n f i n i t o se c o m p r e n d e g e n e r a l m e n t e c o m o lo i n d e f i n i d o . Se I
d i s c u t e si l o s p r e s o c r á t i c o s c o n c i b i e r o n y a el i n f i n i t o a b s o l u t o .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

medio de la negación y precisamente en el momento en que


los presocráticos preconcibieron la doble función que la ne-
gación puede ejercer tomando unas veces el sentido de pola-
ridad contradictoria y otras veces el de lo indeterminado. 1 ^
Así la negación de toda determinación se hizo correspondiente
a ese elemento alógico en el ser ; y de esta forma se salvó
de nuevo aquel axioma de que el pensar y el ser son una
misma cosa, y la lógica griega permaneció esencialmente
ontológica.
La conciencia, empero, de aquella correspondencia entre
la determinación negada y el elemento alógico-real nació
sólo en vista de la otra sentencia eleática de que el ente es
y el no-ente no es.20 E n el decurso de la historia esta sen-
tencia se prestó a varias interpretaciones, todas las cuales,
según mi juicio, son acertadas. 'Pues,"aunque Parménides
no permanece constante en el uso de las palaSras ente,
ser, es, la sentencia el ente es y el no-entejnp es se hace
expresión de la identidad cuando el autor pone al pie de la
letra que el ser es* conio'si dijese que el existir existe. 21
Esta identidad implica a la vez. la ley de contradicción
cuando el mismo Parménides juzga que el ente es o no es
Y cuando de otros lugares de su poema se deduce la sen-
tencia de que el ente es,23 en rigor expresa que el acto indi-
cado por el verbo es corresponde del todo al sujeto, a saber,
al ente, esto es, que el ente es señor de su acto de ser.
Pero como, en relación con el contexto, este señorío ha de
entenderse en el sentido de un señorío absoluto del ente
sobre todo lo que incluye en sí del ser total e indiviso, se

19. E n la l ó g i c a d e l a s c l a s e s , la lógica t e o r é t i c o - m a t e m á t i c a re-


nuncia d e l i b e r a d a m e n t e a e s t a d i s t i n c i ó n , p o r lo cual J. T)opp (Lcfons
de Logique Fortnelle 11. Logique Moderne I, L o u v a i n , I n s t i t u í S u p é r i e u r
de Philos, 1950, 213) j u z g a q u e «Le calcul d e s p r é d i c a t s (ou d e classes)
présente ceci d e r e m a r q u a b l e q u ' i l n e p e u t t e ñ i r c o m p t e d ' u n e distinc-
tion e n t r e p r é d i c a t s i n c o h é r e n t s , c ' e s t á d i r é i n t r i n s é q u e m e n t contra-
d i c t o r e s e t p r é d i c a t s n o n - c o n t r a d i c t o i r e s » . V é a s e a b a j o la n o t a 38. Vol-
veremos a e s t a c u e s t i ó n e n el c a p í t u l o v, p á g . 108.
20. D i e l s - V o r s . 1, Parménides B 6 v. 1 ; 8 v. 3.
21. L . c.
22. I . c. B 8 v. 16.
23. L . c. B 8 v. 3.
14 ERARDO-WOLFRAMPI.ATZECK, O. F. M.

manifiesta claramente esa identidad entre el ente y el ser


existencial. 24 De modo correspondiente, en la segunda parte
de la sentencia, que el no-ente no es, se niega — a l negar
el sujeto ente— consecuentemente también el acto del ser.
Y como la negación ha de interpretarse, según el mismo
contexto, como negación contradictoriamente polar y abso-
luta, 25 se revela claramente esa otra identidad que se supone
entre el no-ente y el no-existir.
Por eso estamos convencidos de que Parménides no con-
cibe la segunda parte de la sentencia sino en correspon-
dencia rigurosa con la primera, esto es, como expresión de
la misma ley de identidad, y que, por consiguiente, el juicio
de que el no-ente es hubo de parecerle como una contradicción-
in adiectis. Sin embargo, la discusión históricamente pos-/
terior sobre el sentido de la negación en el término no-ente¡
condujo a los presocráticos, paso a paso, al reconocimiento
de dicha doble función de la negación, esto es, a la distinción
entre lo contradictorio y lo indeterminado. 26

24. P a r a e n t e n d e r e s t a s e n t e n c i a , t e n e m o s q u e c o m p a r a r la í r a s e
i n t r a n s i t i v a q u e el ente es con o t r a s i n t r a n s i t i v a s , p. e j . , el cantante
canta, la corriente corre, e t c . E n e s t a s f r a s e s los s u j e t o s r e s p e c t i v o s n o
e x p o n e n t o d a su a c t u a l i d a d , m i e n t r a s q u e en la f r a s e el ente es, el su-
j e t o s e r e f l e j a c o m p l e t a m e n t e e n el v e r b o , p u e s f u e r a del s e r n a d a
p u e d e e x i s t i r e n el e n t e . A d e m á s el c o r r e r y el c a n t a r se p o n e n por
e l s u j e t o c o r r e s p o n d i e n t e e n su f o r m a del p a r t i c i p i o p r e s e n t e . Y a q u í
se p r e s e n t a el p r o b l e m a d e ¿ c ó m o el ser se p o n e p o r su s u j e t o , el
e n t e , si é s t e e s p e r e c e d e r o ? A lo m e j o r p o r u n a n á l i s i s e s p e c u l a t i v o del
l e n g u a j e s e r e v e l a a q u í l a o r i e n t a c i ó n f u n d a m e n t a l del e s p í r i t u h u m a n o
h a c i a el s e r p o r a n t o n o m a s i a . Cf. m i c o m u n i c a c i ó n m u y r e s u m i d a en
Actes du XPme> Congrés international de Philosophie, B r u x e l l e s , 1953,
•III, 114-120 : Die metaphysischen Erstprinzipien im Blickfeld der Gram-
matica speculativa ; y d e u n m o d o m á s a p o r é t i c o , M . H e i d e g g e r , Ein-
führung in die Metaphysik ; T ü b i n g e n , M . N i e m e y e r , 1953. — U n a b u e n a
i n t e r p r e t a c i ó n d e la s e n t e n c i a e l e á t i c a t i e n e q u e t e n e r m u y p r e s e n t e la
distinción entre tautología, ipseidad conceptual e identidad durativo-
• o n t o l ó g i c a . S e e x c l u y e a q u í la t a u t o l o g í a .
25. V é a s e a r r i b a l a n o t a 22.
26. C o n lo q u e q u e d a d i c h o c o n c u e r d a m u y b i e n , m e p a r e c e , la tesis
d e E . H o f f m a n n , d e q u e l a c o n s t i t u c i ó n d e la ley d e c o n t r a d i c c i ó n se
d e b e a la E s c u e l a e l e á t i c a , p e r o q u e s o l a m e n t e Z e n ó n f u é el p r i m e r o
q u e la r e c o n o c i ó c o n t o d a c l a r i d a d . Cf. E . H o f f m a n n , Historischer
Vrsprung des Satzes vom Widerspruch, e n la R e v . Sokrates, 49, 1923, 1,
y v é a s e S t e n z e l - L o g i k , 925. C o m p á r e s e c o n l o d i c h o a r r i b a en la n o t a 19
y m á s a d e l a n t e la n o t a 38.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

Ahora bien, la negación tomada en el sentido de lo inde-


terminado incluye la posibilidad del juicio de JDemócrito, •
opuesto a la segunda parte de la sentencia, eleatlca, según
el cual el no-ente, como algo privado de cualquier forma
determinada, existe realmente. Existe, nos dice Demócrito,
a modo de espacio vacío entre los corpúsculos individuales
determinados. 27 Mas si existen el ente determinado y el
no-ente como algo indeterminado, entonces se impone la con-
clusión de que tiene que haber también relación real entre
ellos. Con esto hemos logrado un nuevo elemento muy im-
portante para el desarrollo de la lógica occidental : que todas
las relaciones lógico-humanas corresponden fielmente, según
lo dicho, a relaciones reales, aun cuando éstas se den entre
el ente y el no-ente, entre lo finito y el infinito. 28
Pero, en general; los presocráticos no fueron enciclopé-
dicos ; no les pareció suficiente el reconocer las múltiples rela-
ciones óntico-reales en sus estructuras particulares, sino que,
creyendo en la unidad del universo, se preguntaron ante
todo por un supremo principio de todas las relaciones reales,
se preguntaron por la relación comunísima y para todas ne-
cesaria. Para descubrir £at relación de relaciones, es decir,
para descubrir una suprema ley transcendental dei universo,
fué preciso comparar unas relacione^ particulares con otras,
a fin-de que se" viera si coincidían o no ea—una relación
generalísima.
__Ei-'único medio .para lograr tal finalidad del filosofar
presocrático fué/la analogía, ya que ésta es -eLmodo de pre-
dicar sobre las semejanzas entre relaciones reales.29 En ge-
neral, la semejanza se entiende como igualdad parcial en

27. D i e l s - V o r s . I I , Demócrito B, 156, 168.


28. B n e s t a t e s i s r a d i c a la conocida c n e s t i ó n escolástica de si liay
«11a cierta p r o p o r c i ó n e n t r e D i o s y las c r i a t u r a s . S a n B u e n a v e n t u r a da
una c o n t e s t a c i ó n m a r a v i l l o s a : Similitudo vero cxpressionis (1) est
summa, quia causatur ab intentione veritatis, iit visum est, quae est ipsa
expréssio: ideo Deus summe omnia cognoscit. 1 S e n t . d 35 a u n i c . q. 1.
29. Cf. E - W . P l a t z e c k : El problema del Nomen commnne analogum.
Verdad y V i d a , 1951, 5-26 ; í t e m : De infinito secundum metaphysicam
theologiam affirmativam necnon negativam respectu analogiae entis,
Antonianum 28, 1953, m - 1 3 0 ; i t e m : De conceptu analogiae respectu
univocationis, A n t o n i a n u m 23, 1948, 71-132.
14 ERARDO-WOLFRAM PI.ATZECK, O. F. M.

algún campo ontológico, y no sólo como igualdad en el


campo cualitativo, según la entendió Aristóteles y con él la
mayoría de los escolásticos. -í^a analogía-* desde luego, al lado
! de la sencilla atribución, 30 es el procedimiento lógico más
1 fundamental y más antiguo dé la humanidad. Tenemos es-
tudios muy instructivos sobre el uso de las analogías entre ¡
los pueblos primitivos. 31 Pero de éstos no hablamos aquí,
porque los presocráticos, tal como los conocemos, habían
superado ya en mucho el estado primitivo de la huma-
n i d a d . Por eso no nos maravilla el hecho histórico de que
'el uso de la analogía entre los griegos se formalizara más
y más hasta que se creó lo que llamamos hoy la lógica aris-
totélica.
Sobre esta cuestión versa el tema general de nuestras
prelecciones, es decir, sobre la evolución de la lógica griega
( desde la analogía presocrática hasta la constitución del silo-
gismo aristotélico.
L a palabra analogla^por^ sí sola dice que algo tiene una
estructura o ejerce una acción según un Logos conocido o
al menos determinable. Siempre que hallemos en los frag-
mentos presocráticos expresiones como éstas : XATIC TOV Xóy&v,
ává TOV Ac"pv, xav' ávaAoY-'av, xa:á TO áváXoyov,32 el término
logos significa, sin duda alguna, relación, ley, principio;
y todo lo que se rige según una relacumTeal y bien deter-
minada, según una ley óntico-real, es semejante y está
subordinado a ésta de iure,33 De hecho, los presocráticos

30. C r i a n d o h a b l a m o s d e l a sencilla a t r i b u c i ó n , d i s t i n g u i m o s todavía


e n t r e p r e d i c a c i o n e s d e notasi e s e n c i a l e s , p r o p i a s y m e r a m e n t e acciden-
t a l e s . C f . A r i s t , , T o p . 1, 6 ; 103b 2-20.
31. V é a s e p . e j . H . H ó f f d i n g , Der Begriff der Analogie, Leipzig,
R e i s l a n d , 1924 : el c a p í t u l o : Unwillkürliche Analogien, p á g . 5-28. —
L . L é v y - B r i i h l : Les fonctions mentales dans les sociétés inférieurs,
P a r i s , 1910.
32. D i e l s - V o r s . 1. Heraklít B 1 ; Epicharmos B 2 ; Hippokrates von
Chios 4 ; Archytas A i . — H . D i e l s : Doxographi Graeci, Berlín de
G r u y t e r 1929.
33. L a a n a l o g í a c o m p l e t a , c o m o v e r e m o s e n el c a p í t u l o sobre la
a n a l o g í a s o c r á t i c a , 110 c o n s i s t e sólo en la j u x t a p o s i c i ó n d e los a n a l o g a d o s ,
s i n o t a m b i é n y p r i n c i p a l m e n t e e n la indicación del L o g o s a n a l o g a n t e .
Cf. E - W . P l a t z e c k - Nomen analogum, p á g s . 8 y sigs. P l a t z e c k - De infi-
nito p á g s . n i y s i g s ; cf. a r r i b a n o t a 29.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

hablan a menudo de tal relación jurídica entre los principios


Y las ^ ^ s s u b o r d i n a d a s a ellos. 34 . —N
i<flerácMoNfué el primero que usó el vocablo ( logos para
señ^arama-léy suprema del orden cósmico ; ás mas el mismo
valor conceptual que Heráclito de Éfeso dio a este vocablo,
había estado presente ya, en la mente de los demás Milesios36
que le precedieron y estaba presente aún en su contem-
poráneo Parménides, así como en Pitágoras. Se distinguen,
empero, todos estos filósofos al indicarnos lo que es el prin-
cipio primero del universo. Heráclito entiende el Logos su-
premo e idéntico como un principio dinámico en el círculo
de la evolución universal entre las oposiciones continuas de
las cosas perecederas. Parménides lo reconoce en el prin-
cipio más bien estático dé Ta identidad del ente con su acto
de ser ; PitigoiaSj quizás menos metafísico y más enciclope-
dista,37 descubre varios principios y los reconoce en ciertas
proporciones aritméticas, que cree ser constantes en un
concierto óntico-musj^al de las cosas terrestres y celestiales.
Si queremos resumí lo que queda dicho sobre la lógica
real de las cosas^Teeordemos que los presocráticos la suponen
para todo el universo, y luego que en ella se basa toda la
lógica arcaica, preferentemente, empero, en el principio on-
tológico de la identidad, como ley suprema del cosmos, idén-
tico en todas las cosas. Recordemos, además, que el principio
de identidad fué presentado en forma positiva y negativa:
el ente es y el no-ente no es. Ksta forma negativa dió
ocasión a Demócrito para descubrir en la negación, a más
de su función de contradicción, la nota de lo indeterminado
existencial. Pues, aunque la sentencia eleática de que el
no-ente no es haya de interpretarse todavía en el sentido
34. D i e l s - V o r s . 1 Parmenides B, 8 V . 11 ; Anaximandros 9. (Cf. M.
Heidegger : Holzwege, F r a n k f u r t , 1950, p á g s . 318 y sigs. : Der Spru-ch
des Anaximander.) I í . - W . P l a t z e c k : La sentencia de Anaximandro a la
luz del dilema heideggeriano, « V e r d a d y Vida» 1950, 299-324).
35. Diels-Vors. 1. Herakleitos B. 1. *
36. C o m p á r e s e el a g u a d e T a l e s , el i n f i n i t o de A n a x i m a n d r o , el
aire de A n a x í m e n e s .
37. Cf. D i e l s - V o r s . 1. Herakleitos B 40 : E l s a b e r m u c h o (•noXv¡ia.0in)
no enseña c ó m o h a d e l o g r a r s e la r a z ó n . Si f u e s e así, él h u b i e r a e n s e ñ a d o
a Hesiodo y a P i t á g o r a s y a J e n ó f a n e s y a H e c a t e o .
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

contradictorio de que no vale el juicio que el no-ente es, no


podemos negar que el ente eleático resulta del todo determi-
nado como ente. Si es así, el no-ente admite sin duda el
sentido de algo ¿«determinado, y de aquí que, nos afirmará
Demócrito, el no-ente existe, así como existe también el
ente determinado.
No cabe duda alguna de que la doble función de la
negación es de grandísima importancia para toda la lógica,
y, no obstante esto, todavía hoy encontramos lógicos que
no siempre saben distinguir entre un juicio como éste:
[ encerado no es negro y el otro, de que el encerado es
no-negro. B1 primero está opuesto contradictoriamente al
juicio afirmativo : el encerado es neggp ; el otro, empero, no
excluye la posibilidad de que el mismo encerado sea a la
vez negro y no-negro, pues puede ser negro en un lugar,
y en otros azul o verde o rojo, etc. 38 ""V
Nos falta todavía otra pequeña observación concerniente
a la denominación presocrática de lo indeterminado. Hemos
podido ver que ésta se usa promiscuamente con la de infinito.
I E l infinito de los presocráticos resulta entonces un concepto
todavía genérico que corresponde a todo lo que se escapa
al entendimiento racional del hombre, que corresponde a lo
irracional, a lo alógico, a lo que queda del todo indetermi-
nado. Pero, con la mira hacia arriba, el infinito conduce al
principio absolutamente primero ; con la mira hacia abajo,
se preconcibe la idea de una materia primordial.

2. L A LÓGICA DF,L LENGUAJE EN LA ÉPOCA


DE LOS PRESOCRÁTICOS

Después de haber considerado el fundamento ontológico


de la lógica arcaica en una supuesta lógica de las cosas,
vamos a dilucidar ahora su relación con el lenguaje hablado.
E n ,esta ocasión me es muy grato citar el libro de Juan

38. Al. Müller : Introducción a la filosofía. Madrid, Espasa-Calpe,


1940, 2. a ed., p á g . 46. — E l autor, m u e r t o e n 1952, publicó una 4. a ed. de
esta obra con el título : Memch und Welt in ihrem irrealen Aufbau.
D e y d e n , Brill, 1950.
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 17

Zaragüeta sobre El Lenguaje y la Filosofía,39 por su expo-


sición, muy interesante, de la gramática filosófica (o de la
gramática especulativa, según los Escolásticos medievales),
la cual constituye la parte tercera y final de la obra, pues los
conceptos básicos de esa exposición coinciden con conocimien-
tos antiguos de origen preferentemente estoico, y en último
término radican en la lógica arcaica de los presocráticos.
Ernesto Hoffmann, en el prefacio de su opúsculo sobre
El lenguaje y la lógica arcaica, dijo muy acertadamente que
«el objeto de los filósofos presocráticos no fué sólo el mundo
externo, sino a la vez el logos humano sobre este mundo.
En litigio está — continúa el autor — la cualidad del cosmos.
Tiene que ser predicada por el hombre. Pero, ¿ se deja pre-
dicar el cosmos? ¿ E s posible que el logos humano sea un
receptáculo para la verdad ? Este problema se encuentra no
sólo de un modo latente en la especulación filosófica de la
naturaleza, sino que se pone y se desarrolla con tanta perti-
nacia e independencia, que debemos reconocer en la filosofía
presocrática del lenguaje la forma arcaica misma por la cual
la lógica se preparaba para llegar a la plena luz del día en
el platonismo». 40 Piensa Hoffmann, además, que la lógica
arcaica de los presocráticos está caracterizada por la lucha
por independizarse que ella emprende contra el lenguaje
mítico, como también contra el hablar cotidiano. 41
Y aun el mismo Ernesto Hoffmann, a lo que se sabe,
fué el primero que observó la oposición terminante entre el
lófoq y el Ht>q en Heráclito y en Parménides. 42 E l Logos
óntico, según Heráclito — como ya dije —, es la ley rela-
cional de las cosas mutuamente opuestas del cosmos. Las
cosas, por sí, 110 son objetos dignos del logos humano;
nacen y perecen y ya noi son. Digno objeto del logos humano
es el Logos óntico, es esa ley óntico-relacional y dinámica de
transformaciones incesantes, la cual domina en esas oposi-
39 J. Z a r a g ü e t a : El Lenguaje y la Filosofía. M a d r i d , C o n s e j o Supe-
rior de Irvves1;. C i e n t . , 1945.
40. H o f f m a n n - D o g i k , p á g . VJI.
41. b. c. p á g . VIII.
42. H o f f m a n n - D o g i k , p á g . 1 y s i g s . — Cf. Diels-Vors. 1. Heraklei-
tos B. 1.

2
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

ciones y está patente en las cosas en el decurso de la evolución


del universo. A las cosas mismas corresponden los vocablos
humanos y falaces, los 'énea. Digo falaces, porque los vo-
cablos, los nombres de las cosas, tratan de fijar, de eternizar
las mismas cosas señaladas, aunque éstas sean todas mu-
dables. E n forma semejante, Parménides opone el Logos
a los exea, a los vocablos. 43 E l justo Logos eleático nos con-
duce por buen camino a la puerta del palacio de la verdad
misma. Los vocablos, empero, esto es, los nombres de las
cosas y de los movimientos particulares, son todos falaces.
Ya sabemos que el Logos óntico de Parménides es la relación
única y estático-permanente de identidad entre el ente y su
ser actual, porque el ente es y el no-ente no es de manera
alguna. E l logos humano sólo es verdadero cuando se fija
en este Logos óntico-eterno de la identidad permanente entre
el ser esencial y el ser activo-existencial por antonomasia.
Los vocablos aparentemente fijos, empero, que señalan las
cosas perecederas, son Aóyot falaces, porque no reflejan fiel-
mente la pura fenomenalidad e inconstancia de las cosas
particulares. De éstas, ciertamente, no se puede decir que
son seres que ponen su existir por sí" mismos. Luego no son
existentes en realidad.
Cuando analizamos bien estas posiciones, la heraclítica
y la eleática, hacemos constar que los dos filósofos aceptan
como objetos verdaderos del saber humano sólo objetos cons-
tantes e imperecederos y que los dos niegan un objeto ideal,
es decir, un objeto merae rationis, que no tenga existencia
real fuera de nuestro pensar en el universo, pues el
pensar bien es reflejo fiel del ser real. De estas dos tesis,
desde luego comunes a los presocráticos, la primera es . de-
fendida por todos los filósofos griegos y latinos clásicos.
L a segunda recibió una nueva interpretación en el plato-
nismo, mientras que el aristotelismo resulta aquí, al menos
en gran parte, un regreso a la tesis presocrática. 44
43. H o f f m a n n - L o g i k , p á g . 8 y s i g . — D i e l s - V o r s . P a r m é n i d e s B 8,
v e r s o s 50-52.
4 4 . " L a t e s i s g e n e r a l d i c e q u e A r i s t ó t e l e s volvió a la posición socrá-
t i c a . É s t a , e m p e r o , e s — e n n u e s t r a c u e s t i ó n — , la m i s m a q u e la pre-
s o c r á t i c a : E l l o g o s e s t á dentro del u n i v e r s o .
I.AEVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

El verdadero problema, empero, que se esconde detrás


de las dos tesis, es, sin duda alguna, la discrepancia entre
los vocablos humanos (cuyas significaciones se consideran
como absolutamente constantes) y las cosas del mundo sen-
sible señaladas por los vocablos, pues todas estas cosas, su-
bordinadas como están al decurso del tiempo, se revelan al
logos humano como perecederas. Este problema se ha man-
tenido durante siglos hasta nuestros días, y constituye un
problema de veras fundamental de la filosofía perenne.
El problema versa acerca de una relación triple, como Herá-
clito y Parménides lo adivinaron ya al establecer esa opo-
sición entre el Logos y los exea, los vocablos ; pues esta
oposición se añade a aquella que hay entre las cosas mudables
y los vocablos falaces, de modo que la cuestión se establece
acerca de la relación entre las cosas, los vocablos y el Logos.
En la posición eleática la solución no mira sino al Logos
puro de la identidad y va contra la multitud y el devenir
del mismo mundo sensible, como también contra los vocablos
que lo reflejan. Heráclito, más realista, reconoce el hecho
de este mundo sensiblemente real y de su evolución ; pone
el Logos en la ley permanente de esta evolución y ataca
sólo la falacia de los vocablos aparentemente fijos e inmu-
tables. Lo que une a los dos es la desconfianza sentida ante
los vocablos del habla cotidiana. Se apartan los dos de la
masa ignorante y constituyen un mundo esotérico para los
filósofos, con un vocabulario muy reducido concerniente al
Logos verdadero, al principio primero, que cada uno inter-
preta a su manera.
No creo necesario hablar aquí del desprecio hacia dichos
ignorantes que, sobre todo, separa socialmente a Heráclito
de sus contemporáneos. Además, encontramos este carácter
esotérico también en la secta délos pitagóricos. Sin embargo,
entre Heráclito y Parménides, por una parte, y Pitágoras,
por la otra, hay una gran diferencia.
El vocabulario filosófico de Heráclito y de Parménides
se basa de manera exclusiva en el sí o no del lenguaje, es
decir, en el criterio decisivo de que haya o no un principio
verdaderamente trascendental para todo objeto que pueda
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

alcanzarse por medio del pensar. Mas este sí o no afecta


sólo a la cualidad de la relación, ya sea realmente dada, ya
sea repensada en el juicio. 45 Pitágoras, al contrario, mira
ante todo a las cantidades. 46 Por fuerza, ya que sus prin-
cipios se encuentran en las matemáticas. El Logos pitagórico
no se eleva al objeto más abstracto de la pura significación
absolutamente trascendental, sino solamente al reino de las
cantidades matemáticas. Heráclito — e s cierto— no pudo
ver todavía la combinación justa de los dos aspectos cualita-
tivo y cuantitativo, postulada para una lógica integral,
porque, empujado por sus grandes y fructuosas intuiciones,
pasó corriendo las etapas hacia el descubrimiento de su Logos
universal. Así se comprende que demostró sólo desprecio
frente a las múltiples observaciones hechas por Pitágoras
acerca de las armonías del mundo real. 47
Aunque Ernesto Hoffmann nos indicó estos dos caminos,
por los cuales los griegos se acercaron a la doctrina sobre
la cualidad y la cantidad del juicio predicativo, 48 no quisiera
del todo adherirme a su opinión de que Platón ha sido el
primero que, tomando de Sócrates ese método cualificativo
del sí o no, y de Pitágoras el otro cuantificativo, reunió
los dos en su método de divisiones jerárquicas, porque
— como veremos aún en el capítulo de la lógica platónica —
la analogía socrática abarca ya necesariamente los dos mé-
todos, los dos aspectos, el del quale y el del quantum.
L a posición bastante negativa de los presocráticos ante
el lenguaje cotidiano, su miedo a ser desorientados por el
lenguaje tradicional de la nación y, por otro lado, el fracaso
fatal de esa lógica ontológico-arcaica al no poder señalar
un principio primero indiscutible y reconocido igualmente
por todos, tuvieron que desembocar en el relativismo de
los Sofistas ; pues estos Sofistas, al rechazar la búsqueda
del Logos universal, recogieron sólo la tesis de que el habla
45. H o f f m a n n - L o g i k , p á g s . 35, 39 : lo notcv socrático.
46. L . c. p á g s . 28, 78 : lo TT09ÓV p i t a g ó r i c o - a r i s t o t é l i c o .
47. V é a s e a r r i b a l a n o t a 37.
48. L a l ó g i c a t r a d i c i o n a l d i s t i n g u e la c o m p r e h e n s i ó n y la e x t e n s i ó n
d e l j u i c i o . M e j o r s e r í a s i s e h a b l a s e d e l a civilidad y d e l a cantidad del
j u i c i o . C f . l a s n o t a b l e s r e f l e x i o n e s d e S e r r u s - L o g i q u e , p á g s . 154 y sigs.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

humana no es apta para conocer una supuesta lógica de las


cosas reales, y concluyeron que el lenguaje sólo sirve para
salvar y robustecer la posición de la existencia individual
de cada hombre en su lucha por el poder en la Polis griega.
Mas si preguntamos por qué en toda la Antigüedad no
pudo lograrse una clara inteligencia de lo que es una signifi-
cación pura, desligada de la palabra, asá como de la cosa
real, yo creo que esta razón ha de buscarse en el hecho
de que el concepto del concepto humano fué un descubri-
miento relativamente tardío de la filosofía occidental. Nicolai
Hartmann lo reserva para los Bstoicos ; su definición no
se alcanza hasta el siglo xiv, 49 es decir, hasta que se aban-
donó la concepción de una lógica ontológica. Por otra parte,
hay que decir todavía que a partir de 'Sócrates se defendió
una relación mucho más positiva que la que los presocráticos
concibieron acerca del lenguaje hablado y el logos filosófico,
y que esta relativa confianza en la palabra humana se man-
tiene hasta nuestro siglo. Por tanto, aunque desde el siglo xiv
se perdió la concepción de una lógica estrictamente ontoló-
gica, los lógicos continuaron defendiendo una lógica del len-
guaje humano, mientras que hoy en día observamos fuertes
intenciones entre los lógicos, sobre todo entre los matemático-
empiristas, de deshacer más y más los enlaces íntimos entre
el lenguaje y la lógica puramente formal, como dicen, ¡Las in-
terpretaciones de estas intenciones son diversas. Mientras
que unos rechazan del todo esta lógica matemático-moderna
como de poco valor para la ontología filosófica, afirman otros
que la lógica de nuestros días permite muy bien una inter-
pretación ontológica.
Con esta observación, de relieve más bien actual, dejo
la cuestión acerca del problema presocrático sobre la relación
entre cosa real, palabra y Logos universal, y me dirijo hacia
el último problema que puede suscitarse ante la lógica arcaica,
hacia su relación con la lógica del número proporcional.

49. N i c H a r t m a n n : Aristóteles und das Problem des Begriffs.


Berlín, P r . Altad, d . W i a s . D e G r u y t e r , 1940.
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

3. L A LÓGICA DEL NÚMERO PROPORCIONAL

E n su tratado de lógica, ampliamente documentado por


noticias históricas, Manuel Granell alude a la tesis de Carlos
Serrus de que el concepto de relación ha de considerarse como
fundamental de toda la lógica y tendríamos que refundirla
toda tomando por base este concepto. Por mi parte, y bajo
el aspecto formal de la lógica, me inclino a aceptar esta
opinión de Serrus. Pero lo que más nos interesa por ahora,
es el texto de una nota que Manuel Granell añade a su
exposición de la tesis de Serrus. En esta nota, Granell con-
cede que «es en las matemáticas donde [la relación] comienza
a presentarse como un objeto a considerar, y en esta acepción
también fueron los griegos quienes lo descubrieron. La rela-
ción matemática — (que llamaron Aóyoq) y la proporción
—y = — z (avaXoyfa) pueden servir de ejemplo. Pero hasta
Descartes no se habla de rapports et proportions en généraU,
esto es, de relaciones y proporciones en general. 50
E s t a observación de Granell y de Serrus es justa en
cuanto al descubrimiento atribuido a los griegos ; menos jus-
tificada me parece la aserción final, de que hasta Descartes
no se habla de relaciones y proporcione^ en general, aserción
fundada quizás en que nuestro conocimiento de la lógica
antigua, siguiendo en general la exposición aristotélica, no
atiende suficientemente a la lógica de Platón. Mas en favor
de la verdad histórica debemos reconocer el fundado juicio de
los mismos griegos postaristotélicos, de que la lógica occi-
dental proviene de Aristóteles y de Platón. Respecto a éstos
dice E . Hoffmann : «Lo que une a Platón y a Aristóteles
y lo que separa al uno del otro es que los dos fueron los
primeros arquitectos en construir el grandioso edificio de
la lógica, pero que construyeron en estilos muy diversos».51

50. M. Granell : Lógica. Madrid, Rev. de Oec. 1949, pág. 218.


51. H o f f m a n n - L o g i k , pág. vi. Cf. la aserción d e Rittter-Platon II,
p á g . 233, de que Platón es f u n d a d o r de la lógica científica, y Aristóteles
o t r o t a n t o d e la lógica escolástica.
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Según mi parecer la diferencia de estos dos estilos se


debe, en cuanto a Platón, a un silogismo compuesto de dos
analogías típicamente platónicas y esencialmente basado en
el método diairético de Platón ; y en cuanto a Aristóteles, al
hecho de que, por descuido de la diaáresis, esto es, de la
división platónica, el silogismo se transformó en un instru-
mento meramente formal.
El hecho de que la analogía socrática se acerca mucho a
la matemática, no se puede negar por quien haya analizado
atentamente los ejemplos de analogías socráticas, que Platón
y Jenofonte nos ofrecen en plena consonancia de testimonio. 52
Por eso vale la pena echar una breve mirada sobre la lógica
del número, tal como se presenta en la doctrina de las propor-
ciones. E n cuanto a los autores de esta doctrina, no es posible
formar un juicio preciso, pero tampoco puede negarse que
toda esta doctrina se origina en investigaciones de origen
pitagórico.
Míe contento con recordar algunas brevísimas comproba-
ciones que Otto Toeplitz adujo en una conferencia leída en
Kiel (el 27 de mayo de 1927), sobre la relación entre las ma-
temáticas y la doctrina platónica de las ideas. Dice Toeplitz
«que el concepto de proporción [o de analogía] tiene un
papel mucho más amplio en la ciencia matemática griega
que en la moderna que el griego representa muchas
cosas [matemáticas] en el lenguaje de proporciones, mientras
nosotros las expresamos hoy por el formalismo de las reglas
6 2
del cálculo... Donde nosotros escribimos = —- [es decir,
t>
seis novenos igual a dos tercios], el griego escribe la ana-
logía 6 : 9 = 2 : 3 [esto es, seis se relacionan a nueve como
dos a tres]. Donde nosotros escribimos A/4 • 9 = 6 [raíz cua-
drada de cuatro por nueve igual a seis], el griego pone la
analogía o proporción 4 : 6 •= 6 : 9 [que dice que cuatro se
relaciona a seis como seis a nueve], etc. La ecuación 8 = 23
se expresa, en la matemática griega, por la proporción con-

52. E n el d e c u r s o d e n u e s t r a e x p o s i c i ó n s e r e a f i r m a r á la i m p o r -
tancia d e las m a t e m á t i c a s , d e la cual J. Stenzel ya h a b l ó , r e s p e c t o al
desarrollo de la lógica g r i e g a , e n su a r t í c u l o S t e n z e l - L o g i k , 991-1011.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

tinua 1 : 2 = 2 : 4 = 4 : 8. Quizás —continúa Toeplitz di-


ciendo— se escribieron en la vida práctica también números
fraccionarios, pero en la aritmética teorética no se encuentran.
Por lo tanto, las proporciones [o analogías] en la ciencia
matemática griega tienen por tarea primaria la de substituir
a nuestro cálculo de fracciones ... Fuera de esto, el concepto
de proporción matemática tiene que cumplir entre los griegos
algunas otras funciones en la geometría, en la mecánica, en
la doctrina de las armonías, etc.». 53 Hasta aquí las aserciones
del autor citado.
Creo que a nadie le será difícil continuar la dirección
indicada para concebir de antemano la posibilidad de que la
analogía se aplicase, según el modelo dado de las matemá-
ticas, también a las deliberaciones filosóficas.
Séame sólo permitido añadir todavía que, dentro del
mismo campo matemático, la transición de la analogía pri-
mordialmente aritmética a la geometría dió a los griegos
ocasión de grandes sorpresas por el hecho de que la geometría
conoce proporciones aparentemente muy sencillas que no
pueden representarse en la aritmética por números determi-
nados. Así, el valor aritmético de la diagonal de un cua-
drado, puesta en relación con uno de los lados del mismo
cuadrado, es siempre el número irracional *J 2. Este pro-
blema, empero, cierto es que no fué objeto del discurso socrá-
tico, sino del diálogo platónico.
T e r m i n o mis breves anotaciones sobre la lógica arcaica
con un pensamiento de E . Hoffmann, quien, después de
haber aducido el dicho de los antiguos de que los presocrá-
ticos fundaron la física, Sócrates la ética, Platón y Aristóteles
la lógica, y que física, ética y lógica forman desde entonces

53. O . T o e p l i t z : D a s Verhaltnis von Mathematik und Ideenlehre


bei Plato, e n la r e v i s t a Quellen und Studien zur Geschichte der Mathe-
matik. B e r l í n S p r i n g e r , 1 (1929), p á g . 6. — D e s p u é s d e h a b e r r e d a c t a d o
el t e x t o , e n c u e n t r o el i n s t r u c t i v o l i b r o d e C h a r l e s M u g l e r : Platón et la
recherche mathématique de son époque. S t r a s b o u r g , H e i t z , 1948. E n las
n o t a s d e l l i b r o el a u t o r a d u c e u n a s e l e c t a b i b l i o g r a f í a . L a e x p o s i c i ó n es
m u y l ú c i d a , p e r o h e c h a b a j o el p u n t o d e v i s t a e x c l u s i v a m e n t e m a t e -
m á t i c o . A lo q u e v e o , n o se a n a l i z a n l ó g i c a m e n t e las d e m o s t r a c i o n e s
p l a t ó n i c a s m i s m a s , q u e e s t á n e n el e n f o q u e d e n u e s t r o i n t e r é s .
LA EVOLUCIÓN DE I.A LÓGICA GRIEGA 25

las partes esenciales de toda la filosofía, hace constar que el


terreno de la lógica fué tocado y fertilizado de modo muy
considerable ya por los presocráticos. 54 Y, en verdad, los tres
claros que pudimos hallar en la selva arcaica* y obscura del
pensamiento presocrático, nos aparecen ahora como una pre-
paración no despreciable de la lógica occidental, gracias a las
luminosas perspectivas que abren la lógica de las cosas, la
lógica del lenguaje y la lógica del número proporcional.

54. H o f í m a n n - L o g í k , p á g . vi.
II. L A LÓGICA S O C R A T I C A

Resumen : t . E l r e l a t i v i s m o d e l o s S o f i s t a s y el l o g o s ' é t i c o ' de


S ó c r a t e s . — 2. L a i d e n t i d a d e n t r e el m é t o d o s o c r á t i c o y l a a n a -
l o g í a c i e n t í f i c a . — 3. L a n e c e s i d a d l ó g i c a e n la a n a l o g í a s o c r á t i c a .

1. E L RELATIVISMO DE LOS SOFISTAS Y EL LOGOS HÉTICO»


DE SÓCRATES

El germen disolutivo de la lógica arcaico-presocrática se


esconde ya en esta misma por el poco éxito de la doctrina
jónica sobre los principios del universo, pero más todavía
por la creciente desconfianza ante el lenguaje hablado. 1 Esta
desconfianza motiva, por una parte, la posición esotérica de
ciertos filósofos jónico-presocráticos, y, por la otra, el recelo
de la masa y de los gobiernos contra ellos.
La aparición de los Sofistas puede considerarse como
una contraposición justificada frente a los filósofos jónicos,
pero a la vez como una continuación de la misma filosofía
jónica. Los Sofistas son contrarios a ellos, porque ofrecen
sus enseñanzas a cualquier hombre que desee obtener una
situación dominante en la Polis. Son contrarios, porque es-
tudian seriamente el valor práctico del lenguaje hablado.
Mas los Sofistas son a la vez continuadores, y por cierto
continuadores funestos, de los filósofos jónicos, por negar
todo valor objetivo a la palabra humana. La verdad objetiva
es maltratada y puesta en ridículo por un relativismo extre-

i. Cf. arriba, i, 2.
14
ERARDO-WOLFRAM PI.ATZECK, O. F. M.

madam-ente subjetivo, de modo que la búsqueda de un logos


real y universal se suspende repentinamente y el logos
humano se sujeta a los instintos personales y mudables del
placer y del imponerse a los contemporáneos. Dice, pues,
el Sofista Protágoras, amigo de ; Pericles, que el hombre es
la medida de todo.2 Esto es, el hombre, en esta su exis-
tencia personal, en esta su situación individual y momen-
tánea, es la medida de todas sus razones y acciones de
oportunidad actual. L a verdad se hace humanamente per-
sonal . E l pensamiento de los Sofistas versa únicamente sobre
la vida política de la ciudad y de los mismos ciudadanos.
Se comienza, es verdad, el estudio gramatical de la lengua
nacional, pero sólo para mejor ordenarla a los fines de una
retórica aplaudida y triunfante en las asambleas de la igno-
rante masa.
Sin embargo, contra estos Sofistas se levanta una voz de
la misma masa, ignorante, una voz todavía confiada en un
logos objetivo, una voz pequeña, sencilla, sí, pero insistente,
tenaz en su intento de; ordenar ese caos de los falaces «logoi»
sofísticos bajo la denominación de un nuevo logos objetivo.
Mas este logos nuevo revela a la vez una objetividad distinta
de la que buscaron los primeros filósofos jónicos, una obje-
tividad — casi diría y o — subjetivamente transcendental. 3
Dicho logos no se busca solamente en las cosas, sino a través
del lenguaje hablado, en el mismo hombre, y no por ser
2. V é a s e P l a t ó n - T e e t e t e s , 152 a ; y el c o m e n t a r i o q u e sigue.
C f . D i e l s - V o r s , 11, 74 B 1. M a s n o q u i e r o e n c u b r i r el h e c h o d e q u e en
el d i á l o g o Protágoras, el s a b e r d e l c é l e b r e sofista h a l l a p a l a b r a s d e cierta
a d m i r a c i ó n , l a s c u a l e s n o p u e d e n t o m a r s e e n s e n t i d o d e s i m p l e ironía.
3. V e r e m o s m á s a d e l a n t e q u e e s t a t r a n s c e n d e n t a l i d a d s u b j e t i v a está
l i g a d a í n t i m a m e n t e a u n a u n i v e r s a l i d a d o b j e t i v a . P o r c o n s i g u i e n t e , no
h a y p e l i g r o d e c o n f u n d i r el l o g o s s o c r á t i c o con la t r a n s c e n d e n t a l i d a d
k a n t i a n a , la c u a l e x c l u y e t o d o s a b e r q u e t r a n s c i e n d e la conciencia. —
E n c u a n t o a los s o f i s t a s , n u e s t r o a n á l i s i s d e los e j e m p l o s de a n a l o g í a s
s o c r á t i c a s e s , a n t e t o d o , s i s t e m á t i c o . P r e g u n t a m o s en m o d o a b s o l u t o :
¿ c u á l e s el s e r v i c i o q u e e s t a a n a l o g í a p u e d e p r o p o r c i o n a r a la lógica ?
P . G o h l k e , e n s u s c o m e n t a r i o s a los libros de los Tópicos, c o n f i r m a la
t e s i s d e q u e e l o r i g e n d e la lógica o c c i d e n t a l se d e b e a la oposición c o m ú n
d e P l a t ó n y d e A r i s t ó t e l e s c o n t r a l a s leyes e m p i r i s t a s d e la filología
s o f í s t i c a . G o h l k e - T o p i k , 18 ( i n t r o d u c c i ó n ) . S i n q u e r e r n e g a r los g r a n d e s
m é r i t o s d e los p r e s o c r á t i c o s p a r a la evolución de la lógica, esta tesis de
Gohlke merece ser respetada.
6L
I.AEVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

éste u otro hombre individual, sino por ser miembro de la


Polis, en el hombre griego que participa del logos común,
objetivado en el lenguaje común de la nación. Esta es la
reacción de Sócrates. Bajo este aspecto fundamental ha de
entenderse la relación de Xóyos y s'Ooqen la doctrina socrática.
Es verdad que, contra el relativismo cognoscitivo y
ético de los Sofistas, Sócrates opone sus razones objetivas
con una clara finalidad ética. Por eso Sócrates es llamado
con mucha razón fundador de la ética filosófica. Pero ni la
tesis socrática de que el logos está presente a cada hombre
ni el método socrático están ligados exclusivamente a la
ética, sino que se aplican a todas las disciplinas filosóficas.
La cuestión de si Sócrates tendía solamente a la ética no
es una cuestión de principio para su filosofía, sino solamente
una cuestión de simple hecho histórico. Además, por las
Memorables de Jenofonte y por los primeros diálogos de
Platón consta que Sócrates aplicaba su método muchísimas
veces a objetos no-éticos, sea para preparar una tesis ética,
sea para confrontar ésta con otras verdades de la naturaleza
o de la vida cotidiana del hombre. Quiero decir que la
extensión del logos ético-socrático a todo lo que es cognos-
cible no es una innovación radical por parte de Platón, sino
un desarrollo muy natural. Tiene éste sus gérmenes en las
concepciones básicas del mismo Sócrates sobre su logos um-
versalmente objetivo y transcendentalmente subjetivo.
Este método socrático, empero —ésta es nuestra tesis—,
se funda en el concepto de analogía. Si es así1, el problema
de la analogía debe ser fundamental para el método socrático.
Por consiguiente, la cuestión lógica acerca del valor científico
de la analogía socrática se antepone con toda razón a la de
las tesis éticas de Sócrates. De estas tesis no tratamos aquí,
sino que pondremos toda nuestra atención en la evolución de
la lógica occidental.
Para saber lo que es una analogía socrática, analizaremos
los testimonios correspondientes de Platón y de Jenofonte, y
veremos después cuál es el tipo de necesidad lógica de este
método de analogía.
14
ERARDO-WOLFRAMPI.ATZECK, O. F. M.

2. LA IDENTIDAD ENTRE EL MÉTODO SOCRÁTICO


Y LA ANALOGÍA CIENTÍFICA

Si no queremos caer en una hipercrítica de los testi-


monios históricos acerca del método socrático, 4 hay que reco-
nocer que el método que se sigue en los diálogos platónicos
es de origen verdaderamente socrático, y es reconfirmado
expresamente como socrático por Jenofonte e ilustrado por
este mismo con ejemplos del todo semejantes a los que
encontramos en los diálogos de 'Platón. Y cuando veamos
que los pocos lugares del Corpus Aristotelicum, dedicados
al método socrático, se armonizan fácilmente con los testi-
monios principales de Platón y de Jenofonte, más segura
resultará nuestra exposición.
Basados en este nuestro criterio ante las fuentes histó-
ricas, escogemos tres ejemplos de analogía socrática, dos de
los primeros diálogos de Platón y uno de las Memorables,
de Jenofonte.
Se lee en el Eutifrón5 que Sócrates pregunta al hiero-
fante si lo que es llevado* lo es porque alguien lo lleva o por
otra razón. Eutifrón concede lo primero. Luego pregunta
Sócrates si aquello que es conducido lo es porque alguien lo
conduce, y lo que es visto lo es porque alguien lo ve.
«— Ciertamente», contesta Eutifrón. Entonces Sócrates, a
su vez, dice : «— Por consiguiente, alguien ve una cosa no
porque ésta sea vista, sino que la cosa es vista porque alguien
la ve.» DE manera semejante, alguien conduce no porque
algo es conducido, sino que algo es conducido porque alguien
lo conduce, y alguien lleva una cosa no porque ella es llevada,
sino que la cosa es llevada porque alguien la lleva.
El ejemplo de analogía dado es ingenuo. Tenemos tres
aserciones, construidas en forma semejante, por ser rela-
ciones entre lo que alguien hace y lo que es hecho. Se pre-
4. Véase las tesis contrarias en Überweg, F r , — Práchter, K. : Die
Philosophie des Altertums, Berlín, 1926, 12.a ed., págs. 137-138 y 56* y sig.
5. Cf. E u t i f r ó n : 10 a-c.
LA. EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

gunta en el fondo por la propiedad de la relación común a


las tres aserciones. Y es la relación de ser causado. Lo cau-
sado es el efecto de una relación causal y exige una causa
como segundo término relacionado de la misma relación.
Se distingue entonces la función de causar, que pertenece
sólo al relacionado que causa, y la función de ser causado,
que es solamente propiedad del que es causado. En termi-
nología moderna diríamos que la relación causal es una rela-
ción cuyas funciones de causar y de ser causado son las dos
transitivas, pero no convertibles. Mas el Sócrates del diálogo
mira sólo a la función de ser causado, y por eso establece
su sentencia final de que alguien hace no porque algo sea
hecho, sino que algo es hecho porque alguien lo hace, y
que alguien no sufrirá porque algo es sufrido, sino que algo
será sufrido porque alguien sufre.
Observamos aquí que las tres aserciones particulares nos
condujeron a una regla general. Como cada aserción par-
ticular es un juicio, y como cada juicio es una relación lógica,
y como una relación lógica se llama en griego Xóyo?, y, final-
mente, como cada uno de los tres «logoi» nos conduce o lleva
o induce a una regla general, Aristóteles lo apellidó con
Tazón Xóyoq é x a x , T t - / . ó c , 6 esto es, un logos inductivo-socrático.
Los tres «logoi» inductivos, aunque diferentes uno del otro
en su particularidad, son de semejante función constructural
y —lo que es m á s — se revelan en semejante función signifi-
cativa a tenor de la regla general común a los tres, que dice
que alguien causa no porque algo sea causado, sino que algo
es causado porque alguien lo causa.
Ahora bien, si recordamos que en la exposición de la
lógica arcaica definimos ya la analogía como el modo de pre-
dicar sobre la semejanza entre relaciones reales,7 no será
difícil reconocer que la célebre inducción socrática no es sino
una analogía perfecta y completa. El enlace íntimo entre
inducción socrática, y analogía es patente. Pero, cuando hablo
de una analogía completa, no hay que confundirla con el

6. Aristóteles-Met. M (xm) 1078 b 28. C o m p á r e s e Platón-Políticos


278 a (el método de ináyeiv).
7. Véase arriba, 1, 4.
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

concepto de la inducción completa. 8 La inducción socrática no


tiene nada que ver con esa exigencia de las ciencias natu-
rales. La inducción socrática, muy parecida a la reducción
husserliana, es del todo suficiente para conducirnos a una
regla objetivamente general, a un logos común.
Los «logoi» inductivos del ejemplo dado señalan sin
duda alguna relaciones reales, porque son relaciones causales.
Las relaciones reales son, a la vez, particulares. Y ahora pre-
guntamos : ¿cuál es el modo de predicar sobre la semejanza
entre estas relaciones reales y particulares ? Contestamos que
este modo de predicar sobre estructuras semejantes es aquel
que nos induce, a través de relaciones particulares, a una
regla general, que se oculta en las relaciones real-particulares
y que se revela por las mismas. Si es así, nuestros «logoi»
inductivos no son sino relaciones analogadas. La regla ge-
neral, empero, la llamamos logos analogante, porque en el
nombre de éste están convocados y analogados los «logoi»
inductivos, y según este mismo logos ( á v á xbv o . i b c v Xóyov) 9
se ordenan los «logoi» inductivo-analogados en un mismo
grupo de relaciones semejantes entre sí.
Antes de sondear más aún en la lógica de la inducción
socrática, queremos confirmar con otros ejemplos nuestra
tesis de que la inducción socrática es simplemente igual a
la analogía socrática. Desde luego, estos ejemplos son mu-
chísimos y se encuentran sobre todo en los diálogos de la
primera época filosófica de Platón. Tomamos un ejemplo del
Cármides.10
Sócrates p r e g u n t a : «— ¿Qué es mejor a los ojos del
maestro de gramática : escribir las letras con rapidez o escri-
birlas despacio?» «— Con rapidez», contesta el joven Cár-
mides. « — Y en la lectura, ¿qué vale más ?» & — La rapidez»,
le responde. « — Y al tocar la cítara, ¿ no se estima más la
rapidez de la ejecución que la lentitud? Y en la lucha a
brazo partido, ¿no se estima más la vivacidad que la pe-

8. H a b l a r e m o s d e e s t e p r o b l e m a m á s a d e l a n t e , al t r a t a r d e la re-
d u c c i ó n h u s s e r l i a n a e n n i , 4 ; p á g . 62.
9. Cf. i , n o t a 32.
10. P l a t ó n - C a r m i d e s 159 d-160 b.
6L
I.AEVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

sadez?» «— Sin duda», confiesa el joven. Siguen entonces


otros «logoi» inductivos de estructura semejante, y, final-
mente, Sócrates proclama la sentencia general de que evi-
dentemente, respecto a las artes manuales, no es la calma la
cosa más hermosa, sino la rapidez y la vivacidad. De manera
semejante, Sócrates y el joven recorren las actividades espi-
rituales del hombre. Por fin, se acepta la sentencia genera-
lísima para todas las actividades humanas espirituales y
corporales de que siempre las rápidas y vivaces aparecen
como más hermosas que las graves y pausadas.
En las Memorables, de Jenofonte, encontramos también
lugares donde se juntan diversas relaciones particulares bajo
una regla general o, digamos, bajo un logos analogante
común. Solamente que, en el caso que escogemos,11 el ana-
logante se halla al principio de la analogía, y las relaciones
analogadas le siguen como en plan de ilustrar la sentencia
común.
El Sócrates de Jenofonte propone a un joven de Atenas
esta sentencia general : E n todas las circunstancias los hom-
bres obedecen con más prontitud a quienes tienen por me-
jores. Esta sentencia se considera entonces como un logos
analogante que toma bajo su tutela un sinnúmero de aser-
ciones particulares. Algunas se aducen expresamente en el
texto que sigue. Pues, cuando uno está enfermo, obedece
con prontitud a quien está considerado como el médico mejor.
Y en el mar, los hombres obedecen fácilmente al mejor ca-
pitán, y en la agricultura, al mejor cultivador.
El texto aducido, y como éste muchos otros, son tan
claros que nuestra interpretación no admite dudas. Todas
las relaciones particulares, que bajo el aspecto de un cierto
logos analogante parecen ser semejantes, son analogadas por
este mismo, sea que le antecedan como verdaderas razones
inductivas, sea que le sigan como razones ilustrativas. L a se-
mejanza reconocida es la función que agrupa las relaciones
particulares, en cuya virtud éstas aparecen sujetas a un
logos analogante. La función de semejanza ofrece entonces

ix. Jenofonte-Memorables 3, 3, 9.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

doble aspecto, pues reúne las relaciones particulares e induce


el analogante. Viceversa, este logos analogante también se
presta a un doble aspecto, pues indica claramente por qué.
las relaciones analogadas son semejantes, y luego convoca y
subalterna, en nombre de su propio sentido definido o deter-
minado, un grupo de relaciones semejantes.
H e puesto con toda intención la expresión de «propio sen-
tido definido», porque Aristóteles afirma del método socrático
que consiste en los «logoi» inductivos y en el modo de definir
unxaOóXou,1'2 esto es, un universal. Sabemos ya lo que son
las razones inductivas en el método socrático. Pero, ¿dónde
hemos encontrado un xaOóXou, un universal? Conste que
Aristóteles juzga a sus predecesores con arreglo a sus propias
posiciones ya formadas. Si de veras el método socrático no
es otra cosa sino la analogía, y si ésta se constituye esen-
cialmente con relaciones particulares y del correspondiente
logos analogante, el universal socrático ha de ser este mismo
logos analogante, porque éste reúne las relaciones particu-
lares desde un aspecto claramente definido. La conclusión es
rigurosa y — a mi parecer— muy importante. Importante,
digo, en el sentido de que elxaflóXou socrático, en virtud de
la estructura misma de la analogía, no es lo mismo que un
xaOó^ou aristotélico, no es necesariamente una substancia,
una esencia, una idea substancial o substantivada, sino, en
primer lugar, una relación, un verdadero logos, que deter-

Í mina el aspecto de semejanza, bajo el cual agrupamos las


relaciones particulares. Determinando, empero, el aspecto de

t semejanza, el logos se constituye a sí mismo, se determina


a sí mismo, porque es idéntico con el aspecto de semejanza.
E n esta su función determinada de reunir y comprender bajo
sí las relaciones analogadas, elxaOóXoj socrático, esto es, el
logos analogante, queda definido suficientemente respecto a
las razones inductivas o, lo que es lo mismo, respecto a las
relaciones particulares analogadas.
Ahora bien, cuando el logos analogante es expresión de

13. A r i s t . - M e t . M (XIII) 1078 b 29. C o m p á r e s e el l u g a r paralelo


M e t . A 987 b 3 y m i e x t e n s o c o m e n t a r i o en el libro : Von der Analogie
zum Syllogismus, P a d e r b o r n , S c h o n i n g h , 1954,
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

una relación general y abstracta, resulta idéntico con ésta


misma ; cuando, empero, el analogante es la definición de una
esencia, de una idea, de una substancia, substituye a ésta.
Y sólo en este último caso, el analogante es idéntico con el
universal o xaOóXou aristotélico, porque es la definición de
este /.otOóXou-13 Aristóteles, habiendo perdido de vista la es-
tructura auténtica de la analogía socrática, 14 mira solamente
a este último caso de las esencias universales, que no es el
caso fundamental, porque la analogía socrática está basada
en relaciones ; es, esencialmente, una combinación entre
varias relaciones particulares y una relación común, general,
abstracta, analogante.
Al igual que entre las esencias distinguimos una jerarquía
de clases genéricas y específicas y de individuos, asi también
entre las relaciones habría que distinguir una jerarquía de
relaciones, unas transcendentales, otras genéricas, otras es-
pecíficas y otras individuales. 15 Por medio de la analogía,
empero, las dos jerarquías se presentan siempre a nuestra
mente en forma de relaciones, como resulta por necesidad de
lo antedicho. 16 Por consiguiente, cuando digo que las rela-
ciones particulares de una analogía son reunidas y fijadas en
nombre de un logos analogante, no hay que dudar de que
tenemos aquí el hecho de una subalternación. Y entonces el
analogante es casi igual a un género substancial, aunque en
un sentido más amplio, 17 y las relaciones particulares apa-

13. P o r e s o d i c e A r i s t ó t e l e s , 1. c., q u e «las r a z o n e s i n d u c t i v a s y el


arte de d e f i n i r los u n i v e r s a l e s h a n d e a t r i b u i r s e a S ó c r a t e s » .
14. P o d e m o s p r e g u n t a r si S ó c r a t e s m i s m o d i s t i n g u i ó j a m á s e n t r e el
analogante d e r e l a c i ó n y el de e s e n c i a , p u e s ni a ú n e n )a obra platónica
las r e l a c i o n e s r e v e l a n u n a p o s i c i ó n d e c i s i v a ,
15. P o r la p a l a b r a ' t r a n s c e n d e n t a l ' q u e d i s t i n g u e la j e r a r q u í a de las
relaciones, se n o t a a la vez la d i f e r e n c i a e n t r e l a s dos j e r a r q u í a s . P o r la
t r a n s c e n d e n t a l i d a d a b s o l u t a d e c i e r t a s r e l a c i o n e s , P l a t ó n c o m e n z ó ya
a d u d a r d e si l a s i d e a s o m á s b i e n t a l e s r e l a c i o n e s t r a n s c e n d e n t a l e s
| tienen el p r i m i a d o e n el m i s m o r e i n o d e las ' i d e a s ' .
16. R e c u e r d e e l l e c t o r q u e ¿o>ot, c o m o r e l a c i ó n , i m p l i c a el concepto
de juicio e n q u e se f u n d a t o d a la lógica (véase I, n o t a 3).
17. « E n u n s e n t i d o m á s a m p l i o » se dice, p o r q u e las m á s de las veces
el a n a l o g a n t e t o m a b a j o su t u t e l a s o l a m e n t e n o t a s parciales, de las cosas
que c o n s t i t u y e n l a s r e l a c i o n e s a n a l o g a d a s . N o se s u b a l t e r n a n l a s
cosas c o m o t a l e s , s i n o sólo l a s r e l a c i o n e s p r e d i c a d a s de r e l a c i o n e s reales
entre las c o s a s .
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

recen como subalternas, aunque solamente respecto al logos


analogante.
Hablamos aquí con cautela, pues, aunque las relaciones
analogadas contengan en sí el logos analogante, lo ocultan
mezclado con otras notas diversas que no son comunes. Por
estas notas no comunes las relaciones analogadas se dis-
tinguen a la vez una de otra, así como en virtud de las
notas comunes coinciden en el logos analogante.
E l grado en que se logra en cada relación analogada una
separación de las notas comunes y de las notas distintivas,
es lo que determina el carácter de la analogía como primi-
tiva o científica.
E a analogía primitiva se distingue de la científica por
la ausencia del logos analogante. Primitiva es aquella ana-
logía aristotélica que dice : Como la vista se relaciona al
cuerpo, así el entendimiento al alma,18 porque no indica el
analogante.
Resulta científicamente útil toda analogía que señala
expresamente el logos analogante, porque es una analogía
perfecta, completa. Para completar dicha analogía primitiva
de Aristóteles, tendríamos que continuar diciendo : Como la
vista radica en el cuerpo, así el entendimiento radica en el
alma, pues — y ahora sigue el analogante— cada facultad
de conocer radica en su sujeto proporcionado. De esta forma
completa son las analogías socráticas en general.
También las metáforas tendrían que resolverse en una
analogía completa para que se viera bien el logos analo-
gante. Por ejemplo, la metáfora del rey del desierto se
traduce en esta forma, completa de analogía : Como el rey
domina en su reino, así el león domina en el desierto,
porque el relativamente más poderoso domina siempre en
el campo respectivo de sus actividades. 19

18. A r i s t - É t i c a N i c . I , 1096 b , 29-30.


19. P i d o i n d u l g e n c i a al l e c t o r p o r los e j e m p l o s q u e aduzco. Son
c a s i s i e m p r e los m i s m o s y a d e m á s m u y s i m p l e s , d e m o d o q u e d e b o pecar
m u c h a s v e c e s c o n t r a l a s b u e n a s r e g l a s e s t é t i c o - r e t ó r i c a s , las c u a l e s nos
a c o n s e j a n el varietas delectat. S i n e m b a r g o , lo m i s m o o c u r r i ó a Sócrates.
P u e s los c i u d a d a n o s d e A t e n a s se r i e r o n 110 p o c a s veces d e él o — lo que
f u é p e o r — se i r r i t a r o n c o n t r a él p r o p i a m e n t e p o r s u s e j e m p l o s populares.
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Quiero aducir otra razón por la cual resulta preciso


expresar siempre el analogante en una analogía científica.
El logos analogante es, a la vez, el tertium cornparationis
entre las dos relaciones semejantes. Porque así como dos
relaciones particulares, cuando aparecen semejantes entre sí,
contienen, cada una por sí, el logos analogante ; viceversa,
dos relaciones particulares, cuando cada una corresponde a
un mismo logos general y abstracto, es decir, al mismo
logos analogante, son ciertamente semejantes entre sí. Vemos
entonces que también por la ley transcendental del tertium
cornparationis20 resulta justificada la exigencia de que cada
analogía científica exhiba no solamente las dos o más rela-
ciones analogadas, sino a la vez este tertium cornparationis
que es el logos analogante. Este pensamiento nos será todavía
muy útil cuando intentemos comparar la analogía socrática
con el silogismo aristotélico.
Aun en los casos en que se indica expresamente el
logos analogante, puede distinguirse entre analogías más
o menos científicas. Llamo a las analogías primitivas y
menos científicas intuitivas ; y a las estrictamente científicas
las llamo formalmente analizadas. E n los analogados de las
analogías intuitivas las notas comunes no se distinguen ne-
tamente de las notas particulares. E n este sentido ha de
tomarse la analogía intuitiva que acabo de aducir acerca del
león del desierto. Repito que esta analogía es de la misma
estructura que lo son todas las socráticas comunicadas por
Platón y por Jenofonte. Sin duda, se trata de una forma
de analogía mucho más exacta que la aristotélica y que la
escolástica en general, porque la socrática es una analogía
en sí completa. Pero no es todavía una analogía formalmente
analizada, ni mucho menos formal en el sentido de la lógica
El pobre C a l i c l e s a p o s t r o f a a S ó c r a t e s e n el d i á l o g o p l a t ó n i c o Gorgias
con e s t a s p a l a b r a s f u r i o s a s : «Por t o d o s los dioses, t ú n o s h a b l a s de
manjares y b e b i d a s y d e m i l t o n t e r í a s , o l l e n a s t u s discursos sin a r t e
con z a p a t e r o s , b a t a n e r o s , c o c i n e r o s y m é d i c o s » (Gorgias 490 c ; y 491 a).
También el S ó c r a t e s d e J e n o f o n t e s e sirve d e los m i s m o s s i m p l e s
ejemplos.
20. E u c l i d e s - E l e m . , e d . J . h . H e i b e r g , L i p s i a e , T e u b n e r , 1, 1888,
pág. 13 : C o m m u n i u m a n i m i c o n c e p t i o n u m p r i m a : q u a e e i d e m aequalia
sunt, e t i a m í n t e r s e a e q u a l i a s u n t . C f . Arist.-Sof. E l . 168 b , 31-32.
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

teorética moderna. Pues se entiende por fórmula logística-


formal una fórmula simbólica que es un axioma o deriva de
un axioma. 21 Pero la base científica de cualquier analogía
está formada siempre por juicios existenciales. Éstos se fijan,
ante todo, en el hecho fundamental de que varias relaciones
particulares implican una relación común. La demostración
señala entonces la correspondencia implicativa entre las partes
constituyentes de las relaciones particulares y las partes res-
pectivas de la relación común, o sea del logos analogante.
L a demostración perfecta, empero, exige aun más. Ésta no
indica solamente el hecho de la implicación, sino que, por
un análisis más minucioso, separa también los elementos
particulares, y por consiguiente diferentes, de los comunes
en las relaciones analogadas.
Según queda dicho, podemos distinguir tres modos de
analogía, dos meramente intuitivos y uno formalmente anali-
zado. Las intuitivas son la primitiva y la científico-intuitiva.
L a analogía analizada se expresa difícilmente en una sola
frase, pues es más bien el comentario detallado a la analogía
científico-intuitiva. Para quedarnos con el ejemplo sencillo
de la conocida metáfora del «rey del desierto», presentada
por nosotros en forma de una analogía científico-intuitiva,
diríamos ahora en forma de una analogía analizada (poniendo
el primer analogado) : Al igual que el león (A), considerado
como el relativamente más poderoso ( % d o m i n a con
sus poderes instintivos en (9) el desierto (B), considerado

21. E s t a es la r a z ó n p o r q u e la a n a l o g í a científica, a p e s a r d e su
e s t r u c t u r a l ú c i d a , n o h a p o d i d o e n t r a r e n el c á l c u l o de la lógica, propia-
m e n t e d i c h o d e la l ó g i c a m o d e r n a . A d e m á s , se p r e s e n t a a la lógica
t e o r é t i c a m o d e r n a , s e g ú n m i p a r e c e r , u n p r o b l e m a m u y a r d u o p o r la
a n a l o g í a s o c r á t i c a . E s é s t e : la f u n c i ó n del a.A dice s e m e j a n z a y subalte-
n a c i ó n ( i m p l i c a c i ó n ) a la vez. L a s e m e j a n z a , a u n q u e se t o m e e n el sen-
t i d o d e u n a i g u a l d a d p a r c i a l , r e s u l t a c o m o b a s e d e c u a l q u i e r adición
l ó g i c a . E n la l ó g i c a d e las p r o p o s i c i o n e s esta adición sólo es lícita c u a n d o
d o s p r o p o s i c i o n e s s o n v e r d a d e r a s ; e s d e c i r , c u a n d o c o i n c i d e n al m e n o s
e n el r e s p e c t o c o m ú n d e 'ser verdaderas'. Yo diría que son semejantes
s e g ú n e l l o g o s a n a l o g a n t e 'ser determinado' • p u e s lo jalso lógico es lo
indeterminado. O b j e t o s i n d e t e r m i n a d o s n o p u e d e n s e r ' a d i c i o n a d o s ' lógi-
c a m e n t e . P o r semejanza d e c i m o s e n t o n c e s conjunción lógica. P e r o , ¿ cómo
el l ó g i c o t e o r é t i c o p u e d e c o m b i n a r la c o n j u n c i ó n ( K pq, o sea p-q) y la
i m p l i c a c i ó n (C pq, o sea £=><?), s u p u e s t a la i d e n t i d a d p~p y la o t r a q=q ?
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

éste como I ~ el campo adecuado de sus actividades (y a ),


así (y ponemos ahora el segundo analogado) el rey (C), con-
siderado como ( ~ ) el relativamente más poderoso , domina
con sus poderes humanamente sociales y espirituales e n ( ~ )
el reino (D), considerado éste como el campo adecuado
de sus actividades (y 2 ), porque, en general —sigue el logos
analogante—, vale el juicio de que el relativamente más
poderoso (X) domina con sus poderes en («>) el campo ade-
cuado de sus actividades (Y). 22
En un comentario detallado de esta analogía formalmente
analizada debería aun distinguirse la fuerza físico-animal del
león y el poder espiritual-social del rey, el motivo del hambre
individual del animal y el motivo del bien común para un
reino y otras cosas más, a fin de lograr una analogía del todo
analizada. Cosa que ciertamente no vale la pena de ilustrar
acerca de nuestro ejemplo. Esta metáfora retórica nos ha ser-
vido solamente como modelo de ejercicio. Un análisis científico
resulta fructuoso sólo cuando se trata de analizar problemas
de verdadera importancia. Este caso se daría, por ejemplo,
en la analogía tomista respecto a las relaciones de materia
y forma, y de esencia y existencia, la cual está presentada
por M. T.-'L. Penido en esta forma científico-intuitiva : A la
manera como la materia se relaciona a la forma, así también
la esencia a la existencia ; pues las dos relaciones revelan el
mismo logos analogante de potencia y acto. 23 En esta tesis
tomista se ocultan grandes problemas ; por consiguiente, un
análisis minucioso sería necesario, a fin de evitar ciertas
malas interpretaciones posibles.

22. P a r a q u e el p a r a l e l i s m o d e los juicios salte a la vista, p r o p o -


nemos a q u í u n a f ó r m u l a i n t u i t i v a , q u e 110 t i e n e o t r a f u n c i ó n sino r e s u m i r
lo a n t e d i c h o . L o s s i g n o s de la f ó r m u l a se e x p l i c a n p o r los m i s m o s que
hemos p u e s t o e n el t e x t o d e la a n a l o g í a .

23. M. T . - L . P e n i d o : Le role de l'analogie en théologic dogmatique.


Paris, 1931, p á g . 24.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

3. L A N E C E S I D A D EÓGICA EN LA ANALOGÍA SOCRÁTICA

Hemos visto que la analogía socrática 110 está basada


únicamente en el concepto de semejanza, sino también en el
de subordinación, porque el enlace entre las relaciones par-
ticulares y su respectivo logos analogante se hace por vía
de subalternación, de modo que las relaciones particulares
aparecen subalternadas con respecto al analogante. El pro-
blema de la subalternación es doble. Puede considerarse desde
el punto de vista de la inducción y desde el de la deducción.
Nuestras preguntas son precisamente éstas : ¿Cuál es
la necesidad que en la inducción socrática nos conduce de las
razones inductivas, es decir, de las relaciones particulares
al analogante?, y ¿cuál sería la necesidad lógica de la de-
ducción socrática, si ésta en algún modo existe?
Aristóteles concede que Sócrates buscaba con mucha
razón el quid est, el tí écuv, pues buscaba el cuXXoY'^es-
6ai, el arte silogístico. 24 E l quid est, empero, dice, es
el principio de los silogismos. Aristóteles habla aquí, sin
duda, desde el punto de vista de su doctrina silogística.'
Concede el Estagirita que Sócrates estaba, ya en el camino
para lograr el silogismo auténtico. Pero, ¿cuál fué el punto
preciso del camino en que Sócrates se quedó? Sabemos que
el quid est, el logos definido de las analogías socráticas, es
el analogante. Sabemos, además, que Sócrates reconoció en
todas sus razones inductivas, o sea, en todas las relaciones
particulares, aducidas por él como analogadas, este mismo
analogante. Pero no sabemos todavía en qué sentido la ana-
logía socrática es una preparación al silogismo y de qué modo
el analogante puede considerarse como el principio de tal
silogismo, digamos, socrático.
De todos modos, se ha podido ver cómo el analogante,
por indicar el aspecto definido de la semejanza entre las ra-

24. A r i s t - M e t . M ( x n i ) , 1078 b 23-25. L a s p a l a b r a s truMoyio/iót y


ovl\oyi&vOa.t s e e n c u e n t r a n y a en P l a t ó n ; p. e j . , T e e t e t o s 186 d ; Crá-
t i l o s 412 a ; C a r m i d e s 160 d . ; cf. la n o t a crítica de L e Blond-Logique,
p á g . 61, n o t a 1.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

zones analogadas, resulta a la vez principio de la subalter-


nación de los analogados, medida y ley de toda la analogía.
Cuando se dice ley, se connota el concepto de necesidad,
'Por eso preguntamos : ¿Cuál es la necesidad lógica en las
analogías socráticas? Además, observamos a. veces ante ellas
que la mente socrática no descansa del todo por haber sacado
el logos analogante de las razones inductivas, sino que per-
sigue todavía otra finalidad. Quiero decir que la analogía
socrática no ha rendido todo, su servicio posible con la induc-
ción del analogante, sino que tiende ya hacia una cierta
deducción. T a l es el caso cuando Sócrates desea mostrar a
su interlocutor que el analogante de una analogía establecida
es aún ley y medida para otra nueva relación particular, la
cual, antes de que los interlocutores hubieran encontrado
el analogante, había quedado fuera del debate. T'n ejemplo
por todos.
E n nuestra primera analogía, sacada del diálogo Euti-
frón,25 se obtiene de las varias razones inductivas este analo-
gante : alguien hace no porque algo es hecho, sino que algo
es hecho porque alguien lo hace, y alguien sufre no porque
algo es sufrido, sino que algo será sufrido porque alguien
sufre ; es decir, algo es causado porque alguien lo causa,
y no viceversa. Ahora bien, toda vez que Eutifrón está
conforme con este analogante, Sócrates pregunta si lo que
es amado lo es como cuando algo es hecho por alguien o
como cuando algo es sufrido por obra de otro, el hierofante
contesta diciendo : Indudablemente. 26 Entonces Sócrates hace
constar que la nueva relación particular es como una cual-
quiera de las precedentes, pues los que aman un objeto no
lo hac?en porque el objeto sea amado, sino que el objeto es
amado porque los amantes lo aman. 'Avay*^ confirma el
interlocutor. 27
¿Qué quiere decir este áváyxr¡y este necesariamente?28
25. V é a s e a r r i b a la n o t a 5.
26. P l a t ó n - E u t i f r ó n 10 c : iteivuyt.
27. L . c.
28. C f . P l a t ó n - S i m p o s . 200 a ; y o t r o s l u g a r e s s e m e j a n t e s . Sería
quizás ú t i l c o l e c c i o n a r y a n a l i z a r los m o d o s de a f i r m a c i ó n y de n e g a c i ó n
que se e n c u e n t r a n e n l a s o b r a s d e P l a t ó n .
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

E l arte de Sócrates consiste en elegir diversas razones, a


primera vista semejantes, 29 y aducirlas conjuntamente en
grupo, a fin de que estén presentes a la mente del interlo-
cutor. Éste las ve, las compara y halla por su propia.intuición
lo que es común en ellas. L a intelección parece evidente,
pues el analogante es del todo presente, palpable, visible y
no admite subterfugios evasivos de parte de nadie. La in-
ducción resulta intuitivamente necesaria.
L o mismo ha de decirse de la subalternación siguiente.
Después de haber reconocido el logos analogante y al recorrer
otras relaciones particulares que a su vez corresponden al
analogante ya definido, se siente la viva necesidad de sub-
alternarlas a este mismo analogante.
E n otros casos, empero, 30 el intento de subalternar una
nueva relación particular bajo un logos analogante estable-
cido fracasa, porque los interlocutores sienten la viva evi-
dencia de que la subalternación no es posible por una patente
desemejanza de la nueva relación considerada y las relaciones
3'a analogadas.
Conforme a lo que queda dicho, hacemos constar que la
necesidad lógica del método socrático 110 es sino esta evidencia
vivida, subjetiva, de la semejanza o desemejanza de ciertas
razones inductivas y de su subalternación o no-subalternación
bajo un aspecto bien definido de semejanza, que es exacta-
mente nuestro logos analogante. Esta evidencia subjetiva
recibe, empero, un valor trascendentalmente subjetivo en el
diálogo, esto es, por el hecho de ser una evidencia común-
mente experimentada por todos los interlocutores : el diálogo
socrático hace patente el justo logos analogante en las rela-
ciones particulares, esto es, en los objetos a considerar y
también en la mente de cada uno de los que participan del
diálogo. E l analogante resulta ser ley de los objetos y a la
vez ley de la mente humana, y se hace asá un logos univer-
29. L a c o l e c c i ó n m i s m a d e l a s r a z o n e s a d u c i d a s s u p o n e u n a cierta
a n t i c i p a c i ó n d e l l o g o s a n a l o g a n t e , u n a i t p o ^ n d e la cmoia, d i r í a n los
e s t o i c o s . E l t é r m i n o n p ó h j m se d e b e a B p i c u r o . Cf. los l u g a r e s en
M . P o h l e n z : Die Stoa. G ó t t i n g e n , V a n d e n b r o e c k & R u p r e c h t , 1, 1948,
p á g . 5 6 ; 11 ( c o m e n t a r i o ) , 1949, p á g s . 32-33.
30. P . e j . , P l a t ó n - E u t i f r ó n , 7 c - d .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

salmente objetivo y trascenderá talmente subjetivo. 31 Tal es


la interpretación socrática de aquel dicho eleático de que el
pensar bien y el ser son una misma cosa.
Con lo dicho tenemos todos los conceptos fundamentales
de la analogía socrática : la pluralidad (el quantum) de rela-
ciones particulares, la semejanza entre las mismas y la iden-
tidad del analogante, la subaltemación, la negación y afir-
mación (el quale) y la supuesta correspondencia entre objeto
cognoscible y sujeto cognoscente bajo la misma ley de un
logos analogante.
Concluyo diciendo : El método socrático no es sino la
aplicación continua de analogías científico-intuitivas, cuyas
relaciones analogadas inducen al reconocimiento de un analo-
gante común en el doble aspecto universalmente objetivo y
trascendentalmente subjetivo. Este analogante, una vez bien
determinado, se reconoce fácilmente en otras relaciones, con
tal que sean semejantes a las inductivas. Ea intuición socrá-
tica, fundada en la experiencia, es del todo espiritual. 32
Consiste en el ver espiritualmente las correlaciones entre di-
versos objetos, o entre diversas partes de un objeto complejo,
que se presentan a la conciencia humana. E l conjunto, esto
es, la inducción del analogante y la subsiguiente subalter-
naron de niíevas relaciones, es una combinación intuitiva-
mente necesaria de proposiciones, a la que podemos llamar
con razón un silogismo socrático, tanto más que éste, como
veremos aún más adelante, se halla en el camino hacia el
silogismo aristotélico.
Por eso la contribución que Sócrates dió al desarrollo
de la lógica occidental resulta de importancia fundamental,
y todavía hoy podríamos decir como el Parménides del diá-
logo platónico : «Sócrates, eres digno de admiración a causa
de tu asalto sobre los logoi»,33

31. P o d r í a m o s d e c i r q u e los m i s m o s i n t e r l o c u t o r e s a p a r e c e n como


analogados d e l l o g o s a n a l o g a n t e , p u e s p a r t i c i p a n de él y lo esconden
en sí, tal c o m o l a s r e l a c i o n e s r e a l - o b j e t i v a s lo c o m p r e n d e n en sí.
32. E n el f o n d o , t o d o r e s u l t a d o d e la intelección p r o v i e n e de la
intuición m e n t a l .
33. P l a t ó n - P a r m é n i d e s , 130 a.
III. LA T R A N S I C I O N DE L A LÓGICA SOCRATICA
A LA PLATÓNICA

Reswnen : 1. L a s a n a l o g í a s m a t e m á t i c a s e n r e l a c i ó n c o n la s o c r á -
t i c a . — 2. L a a n a l o g í a s o c r á t i c a y l a t e n d e n c i a d e P l a t ó n h a c i a
n n s i s t e m a c i e n t í f i c o . — 3. E l quale y el quantum en l a l ó g i c a
p l a t ó n i c a . — 4. L a a n a l o g í a g c o m é t r i c o - p l a t ó n i c a y el s i s t e m a
diairético de Platón.

La lógica socrática y platónica es una lógica aplicada


e íntimamente unida con el método preferido por estos mismos
autores. No nos dejaron un tratado sobre las leyes lógico-
necesarias del pensar. Sin embargo, en las obras de Platón
no faltan reflexiones sobre el método seguido y sobre su valor
objetivamente convincente, esto es, sobre su valor lógico-
dialéctico.1
No sabernos si algunas de estas reflexiones se deben ya
a Sócrates. Por eso parece difícil separar el método platónico
del socrático. No obstante esto, tenemos indicios suficientes
para vislumbrar al menos una separación que se basa en
hechos históricamente muy probables ; pues, según lo que
podemos saber de Sócrates, el discípulo Platón se distingue
de su maestro por sus tendencias generales hacia un sistema
científico-filosófico y por una doctrina más desarrollada de las
oposiciones. Sin embargo, estos dos elementos de distinción
tienen ya su rafe en la estructura de la analogía socrática.
Por eso Platón resulta ser con toda razón el gran continuador
de Sócrates.
i. R e f l e x i o n e s sobre el m é t o d o p l a t ó n i c o se e n c u e n t r a n en los diálo-
gos de P l a t ó n : Gorgias, 462 c, 463 c, 465 e ; Fedón, 100 y sigs. ; Fedro,
266 b ; Filebo, 16 b ; Sofista, 218 c-d, 227 b y en m u c h o s otros lugares.
14 ERARDO-WOLFRAM PI.ATZECK, O. F. M.

Platón recibió también fuertes estímulos, para su modo


de filosofar, de parte de los matemáticos más o menos pitago-
rizantes de su tiempo. Por esto nos será muy útil volver
antes a la cuestión de la analogía matemática. Atenderemos,
ante todo, al uso de las analogías empleadas en la aritmética
y en la geometría, y después a la proporción propiamente
geométrica. Luego consideraremos la analogía socrática en
relación con la tendencia de Platón hacia un sistema científico.
Seguirá, en tercer lugar, u n a meditación sobre las funciones
del quale y del quantum en la lógica platónica, y termina-
remos con la exposición de nuestra tesis fundamental acerca
de la evolución de la lógica griega, a saber : que la analogía
socrática se convirtió en otra que llamamos analogía geomé-
trico-platónica. É s t a aparecerá en íntima relación con el sis-
tema de divisiones jerárquicas ideado por Platón.

1. LAS ANALOGÍAS MATEMÁTICAS EN RELACIÓN


CON LA SOCRÁTICA

Volviendo a poner nuestra atención en la analogía so-


crática, h a y que insistir todavía más en lo que hemos dicho
acerca de la necesidad del logos analogante para que una
analogía no-matemática resulte científica. La razón de esto
consiste en que no es suficiente intuir una cierta congruencia
o semejanza, sino que el científico ha de abstraer minuciosa-
mente el analogante común de las relaciones analogadas y
separarlo exactamente de las notas particulares y deseme-
jantes de los analogadQs. De otra manera el fruto científico
de la analogía 110 se obtendrá y la analogía servirá sólo de
ilustración literaria a que recurran con frecuencia los en-
sayistas. Mas el que considera la filosofía como ciencia,
tiene que elaborar seriamente el valor lógico de cualquier
analogía propuesta.
Al comparar la analogía socrática con la matemática
empleada en tiempo de Sócrates y de Platón, podemos pre-
g u n t a r todavía por qué las analogías matemáticas casi nunca
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

expresan un logos analogante separadamente. Para dar la


contestación adecuada, distinguimos entre las analogías usadas
en aritmética y las que se emplean en geometría.
E n primer lugar diremos algo acerca de las analogías
de la aritmética. Tomemos un ejemplo muy sencillo. Las
proporciones analogadas 4 : 2 y 6 : 3 son semejantes según
el logos más simple de 2 a 1. Para demostrar que en cada
relación analogada se encuentra ciertamente este analogante
de 2 a 1 hay que dividir la primera relación por 2 y la otra
por 3. E s decir, reduzco las relaciones a sus valores mate-
rialmente absolutos y mínimos y obtengo inmediatamente
el logos más simple, o sea el analogante, sin que — y esto
es importante para nosotros—, sin que, digo, quede resto
alguno de notas particulares en las relaciones analogadas.
Aunque los términos relacionados en las relaciones de 4 a 2
y de 6 a 3 sean del todo distintos el uno del otro, el valor
de la función relacional es completamente igual al valor más
simple y absoluto del logos analogante, y no solamente seme-
jante como en las analogías socráticas.
Cuando los ejemplos aritméticos ofrecen números de poca
cantidad, la indicación del logos analogante está de más para
nuestra inteligencia. Por otra parte, empero, no puede ne-
garse que todas las relaciones aritméticas nos empujan hacia
esa reducción de los valores numéricos (por las divisiones
correspondientes), esto es, nos invitan por sí mismas a hallar
la relación de los valores mínimos, o lo que es lo mismo, nos
invitan a constituir el logos analogante aritmético.
No siempre ocurre así en las analogías aplicadas a ob-
jetos geométricos. Voy a tomar el ejemplo de la semejanza
de dos triángulos. Se consideran como semejantes dos trián-
gulos de la misma forma, pero de diferentes extensiones ;
de modo que dos lados (a, b) de un triángulo forman con
dos respectivos del otro (d, e) una analogía (a : b — d \ e).
¿Cuál es el logos analogante de estas relaciones geométricas ?
Sin medir los lados, es decir, sin transmudar las relaciones
geométricas en cantidades numéricas, parece que no se en-
contrará un logos común. Además, ante tales proporciones
mi pensar no se siente empujado a buscar un logos analo-
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F . M.

gante separable de las relaciones semejantes, como ocurre


con las analogías de la aritmética y con las analogías socrá-
ticas. L a analogía usada en geometría parece descansar en
sí misma, no nos invita a una reducción de sus lados rela-
cionados. 2 E n el campo geométrico, la analogía parece ser
ya completa por la sola constitución de las relaciones simple-
mente semejantes entre sí. Debo hacer un esfuerzo especial
para llegar a conocer la razón geométrica de la semejanza
dada, que es en nuestro caso la igualdad de los ángulos corres-
pondientes a cada lado de los dos triángulos. Esta igualdad
de ángulos es lo que los dos triángulos tienen estrictamente
de común de un modo constante. Naturalmente es común
también el valor absoluto de las relaciones, pero sólo en
dependencia de la igualdad de los ángulos, siendo más di-
fícil encontrarlo si no queremos recurrir a la antedicha trans-
mutación en medidas aritméticas. Entendido esto, compren-
demos que la analogía geométrica entre los lados de dos
triángulos semejantes resulta ya una analogía deducida, pues
las proporciones analogadas deberían indicar en primer lugar
la relación entre los ángulos y los lados correspondientes,
para que se intuya inmediatamente el logos analogante que
indica la amplitud constante, al menos, de dos ángulos de
cada triángulo.
E l aparente descansar en sí mismo de muchas analogías
aplicadas a objetos geométricos se debe, sin duda, a la resis-
tencia que oponen los datos geométricos a una reducción
cuantitativa en las relaciones analogadas. Aparte un logos
constante e idéntico, pero a veces más escondido (como en
nuestro ejemplo), subsiste la desigualdad de las diferentes
extensiones, esto es, queda un resto de notables desigual-
dades. Hemos visto un fenómeno parecido en las analogías
no-matemáticas de Sócrates. 3
Por eso, si comparamos la analogía socrática con la ma-

2. La estratagema de Leibniz — no obstante sus óptimos resultados


para descubrir el cálculo infinitesimal — ha de considerarse como una
reducción artificial.
3. C f . E . - W . Platzeck, El Pensar armónico. Madrid, 1941, pági-
n a s 62-66.
17
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

temática, reconocemos ahora fácilmente que Sócrates nos con-


duce, a través de sus «logoi» inductivos, vigorosamente, a
modo de una reducción aritmética, al logos analogante.
Pero la reducción no puede ser perfecta ; es una reducción
en forma de abstracción, de separación entre las notas co-
munes y las particulares. Estas notas particulares forman
el resto que resiste a la reducción e inducción hacia el logos
analogante, como también en la analogía entre objetos geo-
métricos queda un resto de notas diversas.
Una clase muy especial de analogía matemática es aquella
en la cual el terminus ad quem de la relación antecedente
es siempre idéntico al primero de la relación siguiente.
Esta analogía, que se encuentra en la geometría, así como
también en la aritmética, lleva entre los matemáticos el
nombre de proporción geométrica. 4 Su fórmula algebraica
es : x : y = y : z. E s una analogía geométricamente continua,
porque, poniendo la primera relación, se puede obtener, por
construcciones iguales y continuas, cualquier otra de una
serie indefinida en los dos sentidos de lo mayor y de lo menor.
Pero no obstante dicha continuidad indefinida, formada según
nn solo logos común, la correspondencia entre cada dos rela-
ciones contiguas de esta serie descansa en sí misma. La razón
de este fenómeno ha de buscarse en la duplicación del tér-
mino duplicado, que aparece aquí como el verdadero centro
interior de la analogía, al lado del logos analogante común
de toda la serie. Veremos cómo la transición de la analogía 1
socrática al silogismo aristotélico corresponde a una transi-
ción de una analogía matemática con cuatro términos a esta
proporción geométrica con tres términos. Para distinguir
bien la analogía socrática de esta analogía con tres términos, 1

4. L a r a z ó n d e e s t o s e d e b e al p r o b l e m a g e o m é t r i c o d e la p r o p o r -
ción e n t r e la d i a g o n a l d e u n r e c t á n g u l o y s u s l a d o s o, lo q u e es lo m i s m o ,
entre la h i p o t e n u s a y los c a t e t o s d e u n t r i á n g u l o r e c t á n g u l o . Cf. P l a t ó n -
Menon, 82 b. T o d a s e s t a s p r o p o r c i o n e s s o n g e o m é t r i c a m e n t e c o n t i n u a s ,
pero a r i t m é t i c a m e n t e n o , c u a n d o , c o m o los g r i e g o s h i c i e r o n , a d m i t i m o s
únicamente, los n ú m e r o s e n t e r o s . P o r e j . , 9 : 6 = 6 : 4 nos conduce
necesariamente a la p r o p o r c i ó n p r ó x i m a 6 : 4 = 4 : 2,6606..., es decir, a
un n ú m e r o q u e b r a d o q u e a p a r e c e a d e m á s — e n el s i s t e m a d e c i m a l —
como u n n ú m e r o i n d e f i n i d o .

4
»
50 ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

introducida por Platón en la filosofía, llamaré a ésta bre-


vemente «analogía geométrico-platónica»! 5
Dejando por ahora el campo matemático, podemos esta-
blecer aún como regla general para las analogías filosóficas
que el aparente descansar en sí mismo de ciertas analogías
encontra.das en autores filósofos se debe a una resistencia
tenaz contra la reducción del conjunto de las notas particu-
lares a las notas comunes, cuyas relaciones nos ofrecerían
el logos analogante deseado.

2. L A ANALOGÍA SOCRÁTICA Y LA TENDENCIA DE PLATÓN


HACIA UN SISTEMA CIENTÍFICO

Respecto al método platónico, dos conocimientos acerca


de la analogía socrática nos interesan aquí sobre todo, a
saber, el hecho de que las partes de la analogía son rela-
ciones particulares y una común (que es el logos analogante),
y el otro hecho de que el analogante, es más abstracto que
las relaciones analogadas.
E l primer conocimiento abre de nuevo el discurso sobre
la interpretación del universal socrático, y el segundo nos

5. Como la proporción geométrica se constituye por un término


m e d i o c o n s t a n t e y dos términos! variables, uno menor y otro mayor, la
proporción p u e d e reducirse a la identidad, en el grado en que los valores
variables (sean x, z) se acercan al t é r m i n o medio (sea y). Para ilustrar
esta progresión sucesiva pongo, p a r a los valores x, y, z, los valores
numéricos siguientes :
x y
0,9 1 1,1111. .
0,99 1 1,0111...
1 1 1

Pin el ú l t i m o caso, x, y, z son del m i s m o valor numérico-extensivo. La


p r o p o r c i ó n x : y=y : z cesa de ser u n a relación transitiva de mayoridad.
E n los casos a n t e r i o r e s esta progresión es mínima. H e hecho alusión a
este p r o b l e m a porque puede servirnos en la lógica platónica de las
ideas t r a n s c e n d e n t a l e s que 110 a d m i t e n subalternación proporcionada,
sino que se i n v a d e n conceptualmente. Para la verificación de lo dicho
véase t a m b i é n Arist.-Met. M (XIN), 1083 b , 28, donde se habla de la
g e n e r a c i ó n del n ú m e r o dos y donde se dice que el uno-mismo es el
t é r m i n o medio d e lo mayor y de lo menor.
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

hace recordar lo que decíamos ya sobre la jerarquía de las


esencias y sobre la de las relaciones.
E l logos analogante es el logos universal, o sea el logos
común de las relaciones particulares analogadas ; este logos
es en sí mismo una relación lógica que señala otra relación
real, sea ésta accidental o substancial. Si la relación señalada
es substancial, el logos analogante es la definición de una
substancia real. 6 Pero, en cuanto definición, no es la defini-
ción de un individuo, sino que determina solamente las notas
comunes de las substancias individuales y semejantes, siendo,
pues, la definición de una idea o de una significación uni-
versal acerca de ciertas substancias realmente semejantes.
Sócrates separa lógicamente el logos analogante de las
relaciones particulares. ¿Cuál es, empero, la función onto-
lógica que atribuyó al logos analogante? No lo sabemos.
Según Aristóteles, 7 Sócrates, al distinguir en sus analogías
entre las relaciones analogadas y el logos analogante, no
quiso separar éste realmente de las relaciones analogadas.
Contra tal interpretación parece estar el hecho de que Só-
crates confiaba en que cada hombre conoce ya implicite los
«logoi» analogantes, pues los tiene ocultos en su mente.
Si no fuese así, no se entendería bien por qué Sócrates
comparó su método con el arte de una partera. 8 Pero hemos
solucionado ya el caso de antemano, al decir que el logos
analogante de las analogías socráticas está contenido en las
relaciones analogadas, así como se halla oculto en la mente
humana. 9
Ahora bien, para Platón vale más el analogante bien
definido en la mente humana que en su correspondencia con
las cosas, mientras que Aristóteles ve el analogante definible
primeramente como elemento real en las cosas. Pero vayamos
despacio. Lo cierto es que para Platón el analogante se halla

6, Cf. a r r i b a n , 2, p á g s . 34-35.
7, A r i s t - M e t . M (XIII), 1078 b, 30-31.
8, P l a t ó n - T e e t e t e s , 149 a.
9, Cf. a r r i b a n , 3, p á g . 421. P e r o h a y que n o t a r aquí que se trata del
'ser c o n t e n i d o ' b a j o el a s p e c t o d e la c o m p r e h e n s i ó n o del quale, y 110
de la e x t e n s i ó n o d e l quantum. A e s t o se r e f i e r e , p . e j . , P l a t ó n - P a r m . ,
151 a.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

en nuestra mente, y que el hombre lo reconoce claramente


cuando tiene presentes dos o más razones inductivo-particu-
lares que reflejan ya el analogante. ¿Cómo interpreta, pues,
Platón el ser de este analogante?
E n primer lugar hay que conceder que, según Platón,
lo que está separado lógica o mentalmente por el arte de la
analogía socrática ha de ser separado también otológica-
mente, porque el pensar y el ser son una misma cosa. Después
•se nos presenta la cuestión de si Platón interpretó el analo-
gante en el sentido de una relación real óntica o de una idea
óntica. Ya se sabe por la historia que el Platón de los pri-
meros diálogos está inclinado a ver en el analogante la defi-
nición de una idea substancial (o de un universal, si que-
remos seguir la terminología aristotélica). Sin embargo, la
situación histórica no es del todo clara. Parece cierto el hecho
de que, al tiempo de su madurez, Platón atiende casi exclusi-
vamente a las ideas substanciales o substantivadas, como
son los valores éticos, y a las ideas universales de las cosas
físicas. Cuando, empero, el viejo Platón empieza a ordenar
el reino de sus ideas analogantes, cuando las reflexiones filo-
sóficas le empujan más y más hacia la constitución de un
sistema único del saber, la cuestión de las relaciones tras-
cendentales reclama sus derechos. Platón debió reconocer que
muchos analogantes no son definiciones de ideas substan-
ciales, sino relaciones mismas.
Otro problema versa sobre la cuestión de ¿cómo se
alcanza la suprema trascendentalidad de las ideas de relación
tales como : identidad y diferencia, igualdad y desigualdad,
semejanza y desemejanza, unidad y multitud ?10 La contes-
tación no es difícil, pues cualquier analogante resume en sí
las ideas de identidad, de semejanza y de unidad, en tanto que
las relaciones analogadas, aunque participen del analogante,
acentúan todavía en su conjunto lo que es diverso, deseme-
jante y múltiple.
Por esto podíamos decir que cada analogía completa
constituye u n medio de sistematización, porque ésta consiste

10. Cf. Platón-Teetetes, 185 c.


I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

en la reducción de los múltiples al uno, de los diversos a un


aspecto idéntico, de los desemejantes a un aspecto de seme-
janza. Estas ideas de relación son los principios metodoló-
gicos principales para cada ciencia y son principios de in-
ducción, pues nos conducen de lo particular a lo más general
o, lo que para la consideración del mundo real es lo mismo,
de lo concreto a lo abstracto. Y después, dentro del mundo
abstractivo-ideal, nos conducen de lo menos general a lo más
general, hasta llevarnos a las ideas más transcendentales del
reposo y del movimiento, del ser y del no-ser, así como a
las pasiones trascendentales del ser, esto es, a la verdad y
a la bondad trascendental.
Ahora bien, ¿ cómo se distinguen estas ideas dichas tras-
cendentales, de aquellas de suprema trascendentalidad, es
decir, de la identidad, igualdad, semejanza, unidad y de sus
ideas contrarias ? Platón mismo no distingue suficientemente,
porque refiere la idea del movimiento a la de lo diverso, y la
opone así a la idea de unidad, que es a su vez lo quieto, lo
estable en la identidad de cualquier concepto. Sin embargo,
desde un punto de vista crítico, Heinz Heimsoeth (muy co-
nocido en España por su obra Los seis grandes temas de la
metafísica occidental, Madrid, 1944), observa que los géneros
supremos de identidad, de igualdad y de semejanza, etc.,
se refieren a todos los objetos, ideales y reales, mientras que
las ideas de movimiento y de quietud, de ser y de no-ser,
sólo pertenecen al mundo real. 11
Excepto el concepto del ser, todas las demás ideas son
en el fondo conceptos o significaciones de relación. El hecho
de que Platón hable de ellas como de. géneros supremos 12
podría demostrar que no logró establecer una neta separación
entre substancia y relación. Sin embargo, el diálogo Parmé-
nides, donde se separa decididamente el uno absoluto del uno
relacionado con otras ideas, demuestra con suficiente claridad

11. H e i n z H e i m s o e t h : Zur Geschichte der Kategorienlehre en :


H. Heiinsoeth-R. H e i s s : Gedenkband Nikolai Hartmann, der Denker
und se-in Werk. G ó t t i n g e n , V a n d e n b r o e c k & R u p r e e h t , 1952, 144-172 ;
pág. 161.
12. Platón-Sofista, 254 d : /li/tarix ráiv yevájv.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

que Platón conoció la diferencia que hay entre ideas de re-


lación e ideas de substancias. Pero siendo esas relaciones
trascendentales de mayor extensión lógica que todas las ideas
substanciales, excepto el ser-úno, no nos debería extrañar el
hecho de que las relaciones trascendentales —al lado del
s e r — sean llamadas géneros supremos. 13

3. EL «QUALE» Y «QUANTUM» EN LA LÓGICA PLATÓNICA

Recordemos aquellas aserciones de E. Hoffmann 14 de que


Sócrates no conoció en los juicios más que la cualidad del
sí o no ; que descuidó el aspecto cuantitativo, esto es, el
aspecto de extensión en los juicios, y que Platón heredó ese
aspecto Cualitativo de Sócrates, pero tomó el aspecto cuanti-
tativo de los Pitagóricos. La primera afirmación resulta his-
tóricamente justificada ; la segunda tiene que especificarse
más para que no se preste a malas interpretaciones. Ya hemos
observado que el aspecto cuantitativo del juicio puede dedu-
cirse muy bien de la analogía socrática, 15 pues mientras el
guale, esto es, el sí o no del juicio, atiende a la semejanza
o a la desemejanza de las razones inductivas y del analogante,
el quantum se refiere a la subalternación de las razones induc-
tivo-particulares bajo el analogante. 16
La semejanza es, en cierto sentido, indiferente al res-
pecto cuantitativo, mas la subalternación no, por ser ésta
precisamente una dirección del múltiple al uno. Por esta
dirección hacia un mismo analogante cada objeto subalterno
13. N o q u i e r o e n t r a r e n la discusión d e si se habla m e j o r aquí de
' s u p r e m a s c a t e g o r í a s ' , como C. R i t t e r dice (Cf. Ritter-Platón, 11, 194 y
s i g u i e n t e s ) , o se t r a t a s e n c i l l a m e n t e d e conceptos f u n d a m e n t a l e s en
P l a t ó n . Cf. K . S c h i l l i n g : Platón, Einführung in seine Philosophie.
W u r z a c h , P a n - V e r l a g , 1948, p á g . 265. E n u n s e n t i d o kantiano-moderno,
sólo la i g u a l d a d y la d i f e r e n c i a p u e d e n l l a m a r s e categorías. Por lo
d e m á s . A r i s t ó t e l e s (Metaf. A (IV)> 1 0 1 6 b 35 " I 0 I 7 a 2 ) h a b l a todavía bajo
a s p e c t o s e m e j a n t e a P l a t ó n d e la u n i d a d analógica como del concepto
m á s a m p l i o e n t r e los significados d i f e r e n t e s del vocablo unidad.
14. Cf. a r r i b a I, 2, p á g . 20.
15. V é a s e 11, 2, p á g . 35, Xi, 3» P á g s - 4o y 4*-
16. V é a s e el a s p e c t o c u a n t i t a t i v o e n P l a t ó n - P a r m . , 151 a-e ; cf. Rit-
t e r - P l a t ó n , 11, p á g . 209.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

constituye con los demás un mismo grupo, esto es, un campo


común de extensión para el analogante. Vemos que la analogía
implica el concepto de la clase lógica, porque ésta se define
por el conjunto de «todas las relaciones lógicas que corres-
ponden a un mismo analogante. Esta definición vale también
para los objetos substanciales o accidentales que no se expre-
san por relaciones formales, sino por vocablos simples, pues
como todos los objetos inmediatamente adecuados a nuestra
mente son complejos, sus vocablos simples esconden múltiples
relaciones, esenciales o no-esenciales. Las esenciales se re-
cogen en una definición, y ésta es el analogante mismo para
las relaciones correspondientes de los objetos subalternados. 17
Creo que la tesis de que la analogía socrática contiene
ya en sí tanto el aspecto cuantitativo como el cualitativo
puede considerarse demostrada suficientemente, y que el
recurso a los Pitagóricos no es necesario.
Otra cuestión, empero, es si puede indicarse el número
de las relaciones analogadas. Aquí tenemos que distinguir.
Las relaciones individualmente reales escapan al concepto
de un número determinado. E s natural que el hombre griego
se evadiera ante lo indeterminado o ante lo infinito en cuanto
le fuera posible. 18 La ciencia humana, en cuanto ciencia,
está basada esencialmente en el concepto de lo determinado.
Por eso no nos maravilla el hecho de que Platón no quisiera
dejar entrar en su ciencia los objetos individuales ni sus
relaciones innúmeras. E l mundo contingente, esto es, el con-
junto indeterminable de los objetos reales, no es objeto de
la ciencia sino en el grado en que cada objeto participe de los
«logoi» analogantes. E l mundo científico comienza entonces
con éstos.
El conjunto de todos los analogantes posibles debe ser
un conjunto numéricamente determinado, aunque el hombre
no sepa indicar el número exacto de este conjunto. Pero desde
el tiempo de Platón nos ha quedado el desiderátum científico
de conocer este número, y por ello hemos heredado la ten-
dencia de acercarnos más y más a recoger espiritualmente
17. Cf. a r r i b a , 11, 2, p á g s . 34-35 ; 111, 2, p á g . 5T.
18. Cf. a r r i b a , 1, 1, p á g s . 9-10.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

todo este conjunto. Sabemos hoy con toda claridad que esta
línea de tendencia no puede alcanzar su fin, pues aparece
como una tangente hiperbólica, que no toca la hipérbola si no
es en el infinito. No obstante esto, los analogantes forman
un conjunto determinadamente ordenado. Unos filósofos
— como quiz&s Platón— creen que este conjunto se consti-
tuye de una sola pirámide espiritual ; 19 otros, empero, con-
ciben varios reinos sistemáticos con estructuras diferentes.
L a imagen de la pirámide nos sirve solamente para aquella
parte de analogantes que son definiciones esenciales de ob-
jetos de clase en un sentido rigurosamente lógico.20 No puedo
extenderme más sobre esta cuestión. Bástenos saber que
Platón creyó un poco en un sistema parecido a una pirámide
de conceptos. El enlace de los analogantes o, como él dijo,
la comunicación de las ideas 21 conoce tres funciones princi-
pales de relación : la conjunción, la disyunción y la ne-
gación. 22 Son las mismas funciones o, mejor dicho, opera-
ciones lógicas que, según la mayoría de los lógicos de todos
los tiempos, garantizan el desarrollo de las leyes lógicas.
E a conjunción tiene íntima relación con la función induc-
19. Cf. H a n s L e í s e g a n g : Denkformen. Berlín, ele G r u y t e r , 2. a ed.,
1952 ; í t e m : Meine Weltanschauung. Berlín, de G r u y t e r , 1951, pág. 40.
P e r o h a d e s u p o n e r s e q u e ya el m i s m o P l a t ó n c o m p r e n d i ó m u y bien la
i m p o s i b i l i d a d d e u n a p i r á m i d e c o n c e p t u a l e n t r e las ideas transcenden-
tales. C u a n d o t r a t a d e las relaciones e n t r e éstas, habla solamente de
r e l a c i o n e s m u t u a s (cf. P l a t ó n - S o f . , 253 b, etc.) y emplea, las m á s de las
veces, el vocablo i n d i f e r e n t e al p r o b l e m a p r o p u e s t o d e la xo«vwv«'oc yevüv.
V é a s e a b a j o la n o t a . 21. Por lo d e m á s , las m u t u a s relaciones de las
i d e a s t r a n s c e n d e n t a l e s c o n d u j e r o n h i s t ó r i c a m e n t e a la Esfera Inte-
ligible d e P l o t i n o , en la cual la i d e n t i d a d de estas s u p r e m a s ideas se
a f i r m a s i n m á s . Cf. P l a t z e c k - E s f e r a I n t e l i g i b l e .
20. V é a s e la crítica d e l Arhol de Porfirio e n los m a n u a l e s de la
lógica t e o r é t i c o - m a t e m á t i c a . P . e j . , S e r r u s - L o g i q u e , p á g . 261 y sigs.
21. xoivuviK tíív yevav. — E l p r o b l e m a se pone con toda claridad en
P l a t ó n - S o f . , 251 d ; cf. a d e m á s , Sof., 254 c., 2.57 a ; Político, 283 d ; la
xotv»ví«, c o n el ser (oí>« i<x) P a r m . , 152 a . ; Sof., 250 b la negligencia
h i p o t é t i c a d e esta t e s i s e n Sof., 251 e ; P a r m . , 166 a.
22. Cf. P l a t ó n - P e d r o , 266 b : L a dialéctica platónica se constituye
con c o m b i n a c i o n e s y divisiones. L a s p r i m e r a s (avw/toyai) e n t r a n en
f u n c i o n e s c u a n d o s e t r a t a d e c o n s t i t u i r u n a analogía q u e sirva de induc-
c i ó n h a c i a el logos a n a l o g a n t e ; las o t r a s (Sioupíoeu), c u a n d o en una
vía ' d e d u c t i v a ' se d i v i d e n de n u e v o los a n a l o g a n t e s h a s t a l l e v a m o s a
las ideas m á s específicas. Cf. t a m b i é n Platón-Sof., 253 b-c, y el testimonio
d e A r i s t ó t e l e s e n É t i c a N i c . , I, 2, 1095 a 32.
LA EVOLUCIÓN DE I.A LÓGICA GRIEGA 57

tiva y la disyunción se acopla fácilmente con la deducción,


implicación, división. 23 Las dos, conjunción y disyunción,
sirven* a su vez a la subalternación : la primera, en la di-
rección desde un analogante específico hacia arriba, a otro
más general, y la segunda, viceversa, desde un analogante
más genérico hacia abajo, a otro u otros más específicos.
En verdad, las relaciones particulares en una analogía se
conjuntan por la conjunción en vista de un mismo analogante
superior, mientras que éste se separa en una u otra relación
particular, etc.
Hablando por un momento de un modo más platónico,
digo idea en vez de analogante. Pero siempre recordaremos
que un analogante es entonces la definición de una idea.
Ya sabemos que el mundo científico-platónico se forma única-
mente de tales ideas. Conocer una idea del todo es —para
Platón— conocer exactamente el número de sus ideas su-
balternadas, además el número de sus ideas coordinadas,
esto es, inmediatamente conjuntas bajo una misma idea
superior, y, por fin, conocer el número de las subalterna-
ciones que la separa de la idea suprema. E n otras palabras,
una idea platónica está completamente determinada cuando
se conoce todo el sistema de la pirámide ideal. 24 Hay que
tener presente este concepto ideal de definición frente al
concepto aristotélico, que se contenta con una definición abre-
viada y a veces arbitraria. 2 5

23. B n c u a n t o a l a r e l a c i ó n e n t r e d i v i s i ó n y d e d u c c i ó n , c o m p á r e s e
Th. Z i e h e n : Lehrbuch der Logik, B o n n , M a r c u s & W e b e r , 1920, p á g . 128.
Véase t a m b i é n : L e B l o n d - L o g i q u e , p á g s . 4 (opyavoí) y 38 (rottot).
24. V é a s e el c o n c e p t o de d e f i n i c i ó n d e E s p e u s i p o en el c o m e n t a r i o
de F i l o p ó n i n A n a l y t . P o s t . , 97 a 6. E d . W a l l i e s , Berlín, P r . Ak., 1909,
pág. 45, r e n g l ó n 26, y R i t t e r - P l a t ó n , 11, 209 y s i g s . , y i i , 228 ; a d e m á s ,
Stenzel-Zahl, p á g . 117. A r i s t ó t e l e s , e n el l u g a r c i t a d o (97 a 6), defiende
su c o n c e p t o d e d e f i n i c i ó n c o n t r a el p l a t ó n i c o .
25. R i t t e r - P l a t ó n , II, 234.
54 ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

4. L A ANALOGÍA GEOMÉTRICO-PLATÓNICA
9 Y EL SISTEMA DIAIRÉTICO DE PLATÓN

Dentro del sistema platónico, la analogía socrática no es


principalmente la que ayuda a ordenar unas ideas con otras,
sino que ésta es la analogía que hemos llamado geométrico-
platónica, por ser una imitación de la proporción geomé-
trica. E l primado de la analogía geométrico-platónica es
patente, porque en ella se basa el primer principio platónico
del uno y del otro. 26 E l uno es el medio constante ante un
otro duplicado en sentido contrario de mayoridad y de mino-
ridad. El uno, como expresión de la pura identidad, queda
del todo reflexivo y, por lo tanto, estéril, como dice Platón
en el Parménides.27 Pero, cuando el uno se relaciona con
otras ideas, es para éstas la medida. 28
Algo semejante hay que decir de la proporción geomé-
trica x : y = y : z. Del término medio y, tomado por sí solo,
puede decirse únicamente que el valor y es idéntico consigo
mismo. Por otra parte, los valores x, z, sin la relación pro-
porcional que obtienen en la proporción geométrica, pueden
distinguirse sólo por una vaga indicación del más y del
menos, sobre todo cuando no son valores numéricos, sino
magnitudes geométricas o cualidades contrarias del más y
menos dulce, del más y menos pesado, etc.29
Pero, cuando los valores extremos x y z están relacio-
nados con una medida, que se encuentra en el justo medio
26. V é a n s e , sobre lodo, P l a t ó n - P a r m . {148 e, 149 e-150 a, 150 d-151 e)
y los t r a b a j o s de P. W i l p e r t : Wilpert-Neue F r . ; Wilpert-Altersvorl. ;
W i l p e r t - a r i s t . F r ü h s c l i r i f t e n . E n Platón-Timeo (31 c) se lee : «La pro-
porción geométrica es el m á s h e r m o s o d e los enlaces ; es aquel que por
sí m i s m o y por las cosas relacionadas constituye la unidad más completa».
E s t a proporción e s el a d m i r a b l e ¡j.m.xqv del Filebo, 25 b, cuatido contiene
e n sí el definido y el indefinido ; p. ej., en la proporción r : >J 2= sj 2 : 2.
P a r a tales proporciones geométricas busca Platón correspondencias en el
m u n d o real, cuyas múltiples combinaciones de lo irracional-indefinido
y d e lo racional d e t e r m i n a d o suponen una suma inteligencia como causa
d e este o r d e n real. Cf. Platón-Filebo, 27 a-28 e ; y véase abajo, v, 3.
27. P l a t ó n - P a r m . , 139 b y sigs. ; 163 b-165 e.
28. Platón-Filebo, 24 c ; P l a t ó n - P a r m . , 147 b .
29. Platón-Filebo, 24 b-d.
6L
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

entre ellos, el valor medio, o sea nuestro valor y, resulta


ser una medida y, digámoslo en seguida, un nuevo tertium
comparationis, de muy distinto valor del que hemos encon-
trado en la analogía socrática. La transición de la analogía
socrática a la geométrico-platónica ha posibilitado, como
veremos aún, la invención del silogismo aristotélico.
Por el momento nos interesa sólo la nueva clase de
oposición que se introduce en la filosofía con esta proporción
geométrica y es la oposición de un indeterminado más y
menos,30 que recibe su determinación por la relación con
una medida fija, determinada, constante e idéntica. Platón
llama a esta combinación del principio de identidad deter-
minada con el principio de la heterogeneidad indeterminada :
lo mezclado.31 E l parentesco de esta combinación propor-
cionada de ideas con la proporción geométrica salta a la
vista ; porque ese término-medida tiene que relacionarse
en dos juicios copulativamente consecutivos con el término
menor y mayor. Se constituyen entonces dos relaciones con-
ceptuales u oracionales, cuyo enlace lógico está garantizado
por el término-medida que en los dos juicios permanece
idéntico. 32
La estructura de la analogía geométrico-platónica se pre-
senta en una forma más sencilla que la socrática. Mientras
que ésta cuenta con tres relaciones, dos particulares y otra
del logos analogante, la analogía geométrico-platónica cuenta
solamente con dos relaciones, cuyos términos se reducen
a tres, por ser uno duplicado. Los otros dos no son seme-
jantes ni iguales, sino opuestos en relación al término-medida
idéntico.
•Si es así, entonces, además de las oposiciones que nos
enseña la analogía socrática, es decir, además de la oposición

30. Cf. F'latón-Filebo, 24a-25b ; P l a t ó n - P a r m . , 149 e y sigs. Sobre la


cuestión d e si el i n d e t e r m i n a d o d e m á s y m e n o s es u n a idea transcen-
d e n t a l , cf. R i t t e r - P l a t ó n , 11, 200, n o t a 1. N o d u d a m o s que este indeter-
m i n a d o de m á s y m e n o s es idéntico con la Aáptaro; Svv.í de la última
prelección de P l a t ó n Trepe víyetSoO ; cf. los t r a b a j o s de P. Wilpert, indi-
cados a r r i b a e n la n o t a 26.
31. P l a t ó n - F i l e b o , 25 b : r¿ ¡xtty.róv.
32. E l e s q u e m a d e e s t a proporción e s (a — b) y (b — c).
54
ERA.RDO-WOLFR.AM PLATZECK, O. F. M.

contradictoria del sí o no de una correspondencia y además


de la contraposición entre un grupo múltiple de relaciones
aqalogadas y el uno, representado por el analogante, es decir,
además de la subalternación, encontramos aquí una nueva
oposición, impuesta por la introducción de la proporción
geométrica en el modo de filosofar. E s la contrariedad de
lo más y menos indeterminado hasta sus extremos absolu-
tamente indefinidos de lo máximo y de lo mínimo. 33
E n el capítulo siguiente documentaremos directamente
la tesis de que la analogía geométrico-platónica supera la
socrática en su edificio sistemático, ideado en sus principios
por Platón. Además, no nos faltarán las pruebas indirectas,
que se deducen de la estructura misma del sistema proyec-
tado. Se llama sistema diairético, o sea de división jerárquica
de Platón, porque después de haber encontrado por la vía
inductivo-intuitiva las ideas más generales, o lo que es lo
mismo, las significaciones del todo transcendentales acerca
de los objetos del saber, Platón se esforzó en buscar una vía
retrógrada o inversa desde estas ideas generalísimas hacia
abajo, hasta las últimas ideas específicamente definidas.
El medio metodológico era la diáiresis, 34 esto es, la divi-
sión de la idea superior en sus ideas subalternas, hasta llegar
a las ideas especialísimas. E l ideal de esta diáiresis fué
naturalmente la división exhaustiva. 3 5 Pero, fuera de la di-
visión bipartita puramente lógica, no tenemos casi nunca la
garantía de haber encontrado una división exhaustiva, si
no se trata de una división bipartita natural de objetos pares
o polarmente opuestos.
33. E n e s t a oposición p a r t i c i p a n t a m b i é n los cuantificadores de la
u n i v e r s a l i d a d a f i r m a t i v a y n e g a t i v a P u e s los juicios : Todos los ele-
mentos de la clase X son A y Ningún elemento de la clase X es A, son
c o n t r a r i o s . Cf. v, 2, p á g . 97.
34. P l a t ó n - F e d r o , 266 b ; véase a r r i b a la nota 22. Cf, P l a t ó n Filebo,
15 a ; P l a t ó n - S o f . , 254 c. V a r i o s e j e m p l o s de la diáiresis se hallan en
P l a t ó n - S o f . y en el P o l í t i c o (Sof., 226-33 ; Pol., 276 a sigs.). H a l l a m o s
t a m b i é n o t r o s t é r m i n o s (p. e j . , *o r/xfywc : Político, 302 e) en relación
con la d i c o t o m í a . C f . a b a j o la n o t a 38. H a c e m o s constar todavía que
diáiresis s i g n i f i c a divisio y partitio ; divisio d e las especies n a t u r a l e s ;
partitio d e u n c o n c e p t o e n s u s n o t a s .
35. E a s r e g l a s p a r a el m o d o d e d i v i d i r h á l l a n s e e n Político, 287 c, y
F i l e b o , 16 d .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 6L

Por otra parte, la división lógica tiene otro inconve-


niente, pues en ella se distingue entre una nota deter-
minada A y todo un resto indeterminado que no es A ;
mientras que en la división natural de cosas pares o po-
larmente opuestas, se conocen las partes como objetos bien
determinados.
Aunque no falten las divisiones, o sea las dicotomías
lógicas en la obra platónica, 36 las más de las veces hallamos
divisiones meramente empíricas, con las cuales Platón trata
de dividir un campo de objetos en dos partes más o menos
iguales. 37 Por eso la deducción en la lógica platónica nos
resulta todavía muy problemática. 38

36. P l a t ó n - P o l í t i c o , 302 c.
37. P l a t ó n - S o f . , 264 e ; Político, 262 b, 265 a, 287 b.
38. L a s d i v i s i o n e s b i p a r t i t a s o d i c o t o m í a s (Político, 302 e) de Platón
aplican la ley de c o n t r a d i c c i ó n . Con las dicotomías p u r a m e n t e lógicas se
c o n s t i t u y e el célebre Arbol de Porfirio, p e r o t a m b i é n la clasificación de
ciertos c o n c e p t o s m a t e m á t i c o s . Sin e m b a r g o , m i e n t r a s que e n el Arbol
de Porfirio los c o n c e p t o s n e g a t i v o s q u e d a n i n d e t e r m i n a d o s , los con-
ceptos n e g a t i v o s m a t e m á t i c o s r e s u l t a n del todo d e f i n i d o s ; p. ej., el
c o n c e p t o del n ú m e r o irracional en la clasificación de los n ú m e r o s . Conste
que f u e r a d e las ciencias m a t e m á t i c a s , el s i s t e m a diairético, construido
por d i c o t o m í a s p u r a m e n t e lógicas, está lleno de indeterminaciones. Lo
que r e c o n o c e m o s e n ello es casi sólo la j e r a r q u í a de las subalternaciones,
c o m o se p u e d e ver e n el e s q u e m a s i g u i e n t e :

El n ú m e r o c o m p l e t o de las n o t a s s u b a l t e r n a d a s se sustrae a nuestro


s a b e r . E s o q u i e r e d e c i r q u e e l c a m i n o lógico q u e s i g u e la e x t e n s i ó n de las
clases y, con esto, la c a n t i d a d d e l juicio, es u n c a m i n o defectuoso, cuando
se t r a t a d e c o n s t i t u i r u n s i s t e m a científico acerca de los objetos reales.
P u e s las m u c h a s i n d e t e r m i n a c i o n e s del sistema nos hacen o p i n a r que
acerca d e los o b j e t o s r e a l e s no p o d e m o s constituir u n sistema de rigurosa
deducción, p o r q u e el d e d u c i r s u p o n e q u e se conozca c o m p l e t a m e n t e u n
o b j e t o y q u e de este o b j e t o d e p e n d e n otros con u n a necesidad que no
a d m i t e e x c e p c i o n e s . L a d e d u c c i ó n falla a n t e todos los objetos que se
d e b e n a u n a causa l i b r e , o, lo q u e es lo m i s m o , a n t e todos los objetos,
en c u a n t o n o a d m i t e n la aplicación de las r e g l a s lógico-matemáticas.
E s t a o b s e r v a c i ó n crítica t e n d r á su r e p e r c u s i ó n en la exposición del
silogismo aristotélico. P o r eso n o s c o n t e n t a m o s aquí con haber aludido
54
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

Este pensamiento nos hace volver a la inducción, 39 y


con ésta a la analogía socrática. Y ahora debo introducir
una pequeña novedad, afirmando y probando que la analogía
geométrico-platónica es el conjunto de dos analogías socrá-
ticas continuas, pero presentadas en forma abreviada. E n la
forma así abreviada cada una de las dos analogías socráticas
continuas se reduce a una simple relación adecuada, o sea
conmensurable. Cuando estas relaciones pueden expresarse
a manera de juicio según lo concibe la lógica tradicional,
tendremos dos atribuciones ordinarias, pero continuas en el
sentido explicado.
A la cantidad del juicio oponemos la cualidad, esto es,
al aspecto de la extensión de una clase, el otro de la com-
prehensión o no-comprehensión de notas en un sujeto. Lo que
un sujeto contiene de hecho en sí, puede analizarse. E l sujeto
predicable es predicable por la posibilidad de que se distingan
en él las diferentes ideas de que participa. Cuando no par-
ticipa de nada, señal es de que se trata de una idea abso-
lutamente transcendental. E l sujeto más rico en ideas o en
notas generales es, al contrario, el eidos átomon, como dice
Platón, 4 0 o la especie especialísima, según los Escolásticos.
Nosotros decimos que el sujeto más rico es el individuo real
por las notas generales de que participa. Porque el individuo
real no es —como se lee en los autores antiguos— inefable,
sino que es predicable en el sentido de que se puede dis-
tinguir muy bien de otros individuos por sus notas indivi-
al p r o b l e m a . L a e s p e r a n z a confiada del m a e s t r o Platón en su arte diairé-
tico (cf. P e d r o , 266 b) n o p u d o realizarse ni por P l a t ó n ni por su discípulo
E s p e u s i p o . L a c r í t i c a d e Aristóteles (cf. C h e r n i s s , i, p á g s . 48 y sigs.) está
j u s t i f i c a d a . P e r o t a m p o c o Aristóteles s u p e r ó la dificultad aquí propuesta.
H a y t o d a v í a o t r a observación que h a c e r en relación con las dico-
t o m í a s p l a t ó n i c a s . D e la dicotomía lógica nace f á c i l m e n t e una tripartición,
c u a n d o la c o n t r a d i c c i ó n se d e s v a n e c e y por el c a m b i o del msí o no» en
u n «ni uno ni otro» se v i s l u m b r a u n a tercera posibilidad. Véanse los
l u g a r e s e n P l a t ó n - S o f . , 251 d-e ; 252 e, 248 d ; P l a t ó n - P a r m . , 146 c.
S e lee con f r u t o el t e x t o d e R i t t e r - P l a t ó n , ix, 213, d o n d e (nota 3) se
h a l l a n c i t a d o s los l u g a r e s q u e acabo de indicar.
39. E n la i n t e r p r e t a c i ó n d e la diáiresis platónica, algunos autores,
c o m o D a v i d P e i p e r s y C. R i t t e r , d e f i e n d e n la tesis de que se trata de
u n m é t o d o i n d u c t i v o (cf. R i t t e r - P l a t ó n , II, p á g . 229). Volveremos sobre
e s t a c u e s t i ó n e n el c a p í t u l o V .
40. Cf. P l a t ó n - S o f . , 229 d.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

dualmente características. 41 Mas conceptualmente todas estas


notas son y permanecen siendo generales, porque nuestro len-
guaje, fuera de los nombres de personas, no conoce nombres
cualitativo-indi viduales.
Para el análisis de un sujeto no es del todo preciso com-
pararlo con otros, como se ha exigido en general para la
analogía socrática. E n ésta se unen siempre dos o más rela-
ciones analogadas para sacar de ellas las notas comunes y
generales que nos indican el logos analogante abstracto. Para
mostrar tal logos abstracto, una sola relación real-particular
debería ser suficiente. Ante una relación real, considerada
atentamente, la mente humana debería poder intuir la corres-
pondiente relación determinable por notas abstractas. Debería
ser posible que la contemplación de una sola relación real
nos llevara directamente (sin compararla con otras reales
semejantes) al logos analo,gante. Pues repetidamente hemos
declarado ya que el analogante se esconde en las relaciones
real-particulares, que está comprendido por participación en
cada una. Si tal reducción directa — l a que hoy día se llama
reducción husserliana— es admitida, la analogía socrática
se reduce, en vez de las tres, a sólo dos relaciones, es decir,
a una sola real-particular y a su correspondiente logos ana-
logante abstracto. Este mismo, empero, puede considerarse
también, a su vez, como un sujeto que, en parte, es predi-
cado de otro sujeto. E s t a parte —como predicado— debe
ser más general, más abstracta aún, debe ser un analogante
del analogante. Si es así, hemos logrado ya la estructura de
una analogía geométrico-platónica en correspondencia con la
proporción geométrica de las matemáticas.
E n vez de una prueba minuciosa de lo dicho, recurro a
nuestra metáfora del rey del desierto, y digo que el león
en el desierto comprende en sí el analogante abstracto del

41. C u a n d o la lógica se haca p u r a m e n t e f o r m a l , la distinción entre


sustancia y a c c i d e n t e se d e s v a n e c e ; p u e s n o está f u n d a d a sino e n el
orden ontológico. L ó g i c a m e n t e n o se ve n i n g u n a dificultad e n continuar
la división eidética m á s allá d e la e s f e r a de las 'notas esenciales*. Por eso,
el filósofo t i e n e q u e e x i g i r al l a d o d e la lógica p u r a m e n t e formal una
lógica m a t e r i a l q u e c o m b i n e la lógica d e la inteligencia abstracta con
la ' l ó g i c a ' d e las c o s a s .
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

relativamente más poderoso en el campo de sus actividades,


y este analogante comprende, a su vez, el analogante más
abstracto aún de alguien que obra respecto al efecto posible
de su acción. El Beato Raimundo Lulio diría aquí que el
analogante relativamente supremo es un agens respecto al
agibile de su agere,42 De esta manera hemos indicado un
principio muy importante del Arte luliano, el de los correla-
tivos. Ahora bien, si substituyo — l o que en cada caso es
admisible — la primera relación particular con el término ma-
temático < L x > , el primer analogante por el término < y >
y el analogante superior por < £ ! > , consigo una imagen
aproxímativa de la proporción propiamente geométrica

x : y = y : z.

Pues así como el león del desierto comprende en sí la idea


del más poderoso en su campo de actividades, este más po-
deroso comprende en sí la idea superior del que lleva a efecto
sus acciones. Digo que la imagen es aproxímativa, porque en
esta analogía geométrico-platónica el concepto matemático de
igualdad se ha cambiado en el de semejanza y la función
de dividir matemáticamente se ha substituido por esa otra de
«comprender en sí».
Creo que no es menospreciable el resultado obtenido.
Estamos ya muy cerca de la estructura del silogismo aristo-
télico, aunque sea en primer lugar del silogismo de cierto
tipo inductivo. Pero la mayor parte del progreso científico
se funda en analogías socráticamente inductivas o reductivas
I al uno. Por eso, dice el Sócrates del diálogo Fedro, «soy
amante de las divisiones y coordinaciones y cuando opino
que otro es capaz de contemplar la unidad natural de muchas
cosas, lo persigo y busco sus huellas como si fuese algo
divino» .43 jf

42. R . L u l i o : Liber de demonstratione per aeqniperantkim. Palmae


M a i o r i c . , 1744, p á g . 7. V é a s e la explicación del t e x t o e n C a r r e r a s y Artau,
p á g . 460.
43. P l a t ó n - F e d r o , 266 b.
IV. L A T R A N S I C I Ó N DE L A A N A L O G Í A SOCRÁ=
T I C A A T R A V É S DE L A G E O M É T R I C O PLATÓNICA
A L SILOGISMO ARISTOTÉLICO

Resumen ; 1. L a s r e g l a s l ó g i c a s de la a n a l o g í a socrática, puesta en


f o r m a de u n s i l o g i s m o aristotélico. — 2. L a comparación siste-
m á t i c a entre l a s a n a l o g í a s socrática y geométrico-platónica y el
s i l o g i s m o aristotélico. — 3. L a p r u e b a histérico-documental de
q u e el s i l o g i s m o aristotélico c o i n c i d e en g r a n parte con l a
analogía geométrico-platónica.

«Aristóteles, padre de la lógica occidental», se lee mu-


chísimas veces en los libros manuales de lógica V de historia
de la filosofía.1 Otros autores, empero, más prudentes, dicen
que si Aristóteles no es el padre de la lógica general, al menos
ha de considerarse como el autor primordial de la lógica
formal, a causa de su invención del arte silogística. Contra
este juicio, como contra el primero, se levantan los plató-
nicos de todos los siglos, desde los tiempos de la primera
Academia de Atenas hasta nuestros días, 2 proclamando que
los silogismos aristotélicos se encuentran ya en la obra
platónica. C. Ritter, en su gran comentario a los diálogos
de Platón, se atreve a decir que todas las reglas del silo-
gismo pueden sacarse de las investigaciones de Platón acerca
de las definiciones que hallamos en sus diálogos. 3
No cabe duda alguna de que la dialéctica de Platón fué

1. R . F e v s : De Oniwikkelitig van het logisch Denkcn. Antwerpen,


S t a n d a r d B o e k h a n d e l , 1949, p á g . 16. Cf. t a m b i é n Gohlke-Topik, p á g . 8.
2. E l c a p í t u l o x x x i del p r i m e r libro d e los Analytica Priora (46 a 31-
46b 37) r e f l e j a la oposición d e los P l a t ó n i c o s . P a r a la historia d e estas
disputas v é a n s e : S t r y c k e r (págs. 42-56) y R i t t e r - P l a t ó n , n , págs. 229
y 231 (nota).
3. R i t t e r - P l a t ó n , II, 230.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

la tierra fecunda donde Aristóteles cultivó los primeros


frutos de su arte silogística. Tampoco puede negarse que
el tono con el cual el Estagirita contesta a los Platónicos
de su tiempo, es el de quien se siente ofendido. Por esto,
cometeríamos tal vez. una injusticia contra Platón si qui-
siéramos apropiarnos, sin más ni más, el juicio crítico de
Aristóteles sobre la lógica de Platón ; 4 como, por otro lado,
sería sin duda injusto negar a Aristóteles algunas innova-
ciones, desde luego importantes para la lógica formal.
Estas innovaciones, según P. Gohlke, 5 son dos : una
externa y otra más fundamental. La externa consiste en el
uso de las letras A, B, T , etc., en vez de los tres términos
de un silogismo ; la más fundamental se refiere a la oposición
contradictoria entre un juicio umversalmente afirmativo y
otro particular y negativo a la vez, o viceversa. Veremos,
empero, más tarde, que esta observación del doctor Gohlke
110 está del todo confirmada.
Con el análisis de la analogía socrática y de la geométrico-
j platónica, que hicimos en los capítulos antecedentes, hemos
preparado ya casi todo lo necesario para comprender, his-
tórica y sistemáticamente, cómo pudo constituirse el silogismo
aristotélico.
Del grado de afinidad que éste mantenga con la analogía
geométrico-platónica dependerá nuestro juicio de si el silo-
gismo es verdaderamente una innovación radical de Aristó-
teles o sí lo es solamente en parte.
Del valor lógieo-deductivo, empero, dependerá otro juicio
diverso sobre el valor conclusivo del silogismo aristotélico.
E n este capítulo nos ocuparemos del primer problema,
esto es, de la transición de la analogía al silogismo. Aunque
la expongamos bajo un aspecto sistemático, queremos expresar
a la vez la gran probabilidad de que el desarrollo histórico
haya seguido más o menos esta misma ruta del logos siste-
mático ; porque creemos con fundamento en una cierta, logi-
cidad o continuidad lógica de la evolución histórica, cuando
4. Cf. a r r i b a n o t a 1 ; a d e m á s , Arist.-An. Post. y Ross-Anal. ; Cher-
niss, Maier-Syllog.
5. G o h l k e - W e r k , p á g . 146.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

se trata propiamente de los problemas lógicos y cuando no


hubo interrupción de tiempo entre las cuestiones disputadas
por dos autores que durante veinte años vivieron juntos
como maestro y discípulo.
Expondremos, en primer lugar, una lista de las reglas
lógicas de la analogía socrática, después de haberle dado
la forma externa del silogismo aristotélico. Luego pasaremos
a la comparación sistemática entre la analogía socrática y el
silogismo aristotélico, y veremos que 110 se puede prescindir
en esta comparación de la analogía geométrico-platónica.
E n u n tercer punto, trataremos de documentar la tesis de-
fendida acerca de la dependencia entre silogismo y analogía
con textos platónicos y un lugar del Corpus Aristotelicum.

1. REGLAS LÓGICAS DE LA ANALOGÍA SOCRÁTICA,


PUESTA EN FORMA DE SILOGISMO

E n todas las analogías socráticas 110 contamos sino dos


funciones relaciónales constantes : la simple semejanza entre
las relaciones analogadas y la subalternación combinada con
el aspecto de semejanza entre las relaciones analogadas y el
logos analogante. L a ley silogística, por decirlo así, de la
analogía corresponde al primer axioma euclidiano acerca del
tertium comparationis, y dice que, cuando de dos relaciones
cada una está analogada por un mismo logos analogante,
entonces son semejantes entre sí. Según esta ley, voy a pro-
poner nuestro ejemplo conocido del rey del desierto. Sabemos
que esta metáfora es una analogía abreviada. La cambiamos
ahora en una especie de silogismo tradicional y ponemos
como primera premisa :

E l león del desierto es semejante y lógicamente subor-


dinado al concepto del relativamente más poderoso en
el campo de sus actividades.

La segunda premisa resulta en plena correspondencia con


la primera, y dice :
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

E l rey de un reino es semejante y lógicamente subor-


dinado al concepto del relativamente más poderoso en
el campo de sus actividades.

La conclusión necesaria es como sigue :


Cx El león del desierto y el rey de un reino son seme-
jantes entre; sí,

o lo que es lo mismo :
C2 E l león del desierto es semejante al rey de un reino.

Suprimiendo el segundo término de cada relación analogada,


digamos más brevemente :

I. E l león es un relativamente más poderoso.


II. E l rey es también un relativamente más poderoso.
C. Por consiguiente, el león es comparable con el rey.

¿Por qué resulta necesaria esta conclusión? L a cópula, en


cada premisa, tiene el significado de la función relacional
de 'ser semejante y subordinado* al predicado 'un relativa-
mente más poderoso1. Dejando aparte por un momento la
función parcial de la subordinación y mirando sólo a la de
la semejanza, observamos que se emplea aquí la ley del
tertium cornparationis. L a función de la subordinación no
puede predicarse en la conclusión entre el león y el rey,
porque tal subordinación del uno al otro no es mencionada
en las premisas. La función de la subordinación atañe úni-
camente al analogante común. Pero éste no se ha expresado
en la conclusión. Por eso no hemos visto en la conclusión
bajo qué punto de vista el león y el rey son semejantes.
E s o sií, la razón se ha dado ya en las premisas, pues es el
mismo logos analogante el que se predica del león y del rey.
Después veremos que es preciso añadir en la misma con-
clusión el tertium cornparationis, cuando no se trata de una
semejanza esencial, sino sólo accidental, entre las relaciones
analogadas.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

Consideremos ahora la forma negativa del silogismo so-


crático. Sea el tertium comparationis un supuesto poderoso
espiritual para las mismas -relaciones analogadas de antes.
Cierto es que
I. E l león no es un poderoso espiritual,

y que

II. E l rey es un poderoso espiritual.

Por consiguiente, el león no es comparable con el rey.

Y cuando un analogante no pueda predicarse ni del león ni


del rey, la conclusión no cambiará. Pongamos, por ejemplo,
como tertium corrvparaticmis discutible el poder angélico.
Resulta entonces que

I. E l león no tiene un poder. angélico.


II. Ni el rey tiene un poder angélico.

Por consiguiente : el león no es comparable al rey.

Las dos últimas conclusiones son iguales en cuanto a la


aserción de que el león y el rey no son comparables, mientras
que en la primera conclusión se ha dicho lo contradictoria-
mente opuesto de que el león y el rey son comparables. Esta
patente contradicción en las conclusiones se supera en seguida,
cuando añadimos en cada una el punto de vista bajo el cual
el león y el rey son semejantes o desemejantes.
Como después no tendré más ocasión de volver a la
cuestión propuesta, quiero ya aquí documentar lo dicho con
un texto muy interesante del diálogo Protágoras.6 Platón
hace decir a este sofista que seguramente hay cierta seme-
janza entre justicia y santidad, pues ÓTCOÜV ÓTOIOÜV Á;J.RJ YL
r-fi xpooiotxsv, eso es, cualquier cosa es de alguna manera
semejante a otra. Así el color blanco, bajo un cierto aspecto, se
6. P l a t ó n - P r o t a g . , 331 d , y cf. la s e n t e n c i a d e A n a x á g o r a s : Ila»r«
7tavrás (JLotpxv (ínri/ti, D i e l s - V o r s . , 1, 46, 6.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

asemeja al negro, lo duro a lo blando, etc., aunque parezcan


ser muy opuestos... Mas no es justo llamar semejantes dos
cosas que tienen cierto parentesco o llamar desemejantes
dos cosas que revelan alguna desemejanza, cuando la se-
mejanza resulta muy reducida, es decir, muy accidental.
E l Sócrates del diálogo se ve sorprendido por esta obser-
vación de P'rotágoras y deja por el momento abierta la
cuestión de si la justicia y la santidad son tan semejantes
que valga la pena decir categóricamente que la una es
semejante a la otra. Con toda claridad se pone aquí nuestro
mismo problema. Sin detenerme más en el interesante de-
sarrollo del diálogo, digo que siempre es justo llamar dos
cosas de algún modo semejantes, cuando se indica neta-
mente el tertium cornparationis, o sea el logos analogante,
porque ésta es la tesis principalísima de toda ciencia y de
todo nuestro saber humano : que cualquier cosa de alguna
manera analizable es semejante a otra.
No me parece superfluo repetir las observaciones hechas
acerca del silogismo socrático en forma de las siete reglas
lógicas que siguen :

1. E l silogismo socrático exige prácticamente al menos dos


premisas, pero puede contar también más a la vez.
2. E n el caso de dos premisas, el silogismo socrático no
tiene sino tres 'términos', regularmente constituidos
por tres relaciones.
3. E n cada premisa una relación particular está analogada
con el tertium cornparationis, o sea con el común
analogante, de tal modo que la relación particular
sea semejante y subordinada al tertium cornpara-
tionis.
4. E l tertium cornparationis se expresa oportunamente en
la conclusión afirmativa y necesariamente en la ne-
gativa.
5. De una y aun de dos premisas negativas se sigue una
conclusión verdadera.
6. E l concepto de semejanza se toma en un sentido tan
amplio que abarca a la vez los casos extremos de
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

una semejanza esencialmente formal y de una seme-


janza muy lejana, que puede encontrarse en rela-J
ciones accidentalmente externas entre dos o más
cosas individuales.
7. Aunque cada premisa contenga una relación particular
como sujeto, la conclusión del silogismo socrático
que va al reconocimiento da la semejanza o deseme-
janza entre las relaciones particulares analogadas es
válida.

2 . L A COMPARACIÓN SISTEMÁTICO-CRÍTICA
ENTRE LAS ANALOGÍAS SOCRÁTICA Y PLATÓNICA
Y EL SILOGISMO ARISTOTÉLICO

L a intención que nos ha conducido a proponer en dicha


forma las reglas lógicas del silogismo socrático no es un
misterio para un estudioso de filosofía que conozca los fun-
damentos del arte silogística tradicional. Pero detengámonos
algo más en la comparación de las reglas socráticas con las
tradicionales aristotélicas. Nos interesan, ante todo, las di-
versas reglas acerca del tertium comparationis, de la negación
y de la particularidad de las premisas.
L a manera como hemos expuesto la analogía socrática
en forma silogística aparece externamente como un modo de
la figura segunda entre las j cuatro figuras de la tradición
aristotélica. Sin embargo, la diferencia es todavía grandí-
sima. L a mayor diferencia salta a la vista por el hecho de
que en la correspondiente segunda figura de los silogismos
aristotélicos\no encontramos jamás una conclusión afirmativa.}
La razón de este hecho consiste en que la estructura normal
del silogismo aristotélico se basa en una analogía geométrico-
platónica con respecto a la^mayoridad y'minoridad {de exten-
sión o de comprehensión, y no solamente con respecto a la
semejanza de los términos que queremos combinar por medio
del tertium comparationis.
De las premisas siguientes :
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

y
Todos los ángeles
.
son espíritus
todos los diablos son espíritus,
puede sacarse la conclusión de que los ángeles y los diablos
son semejantes bajo el aspecto analogante de ser espíritus.
E n este caso hemos interpretado las premisas según una
analogía socrática. Según la interpretación del arte silo-
gística de Aristóteles, las premisas no concluyen, porque
nada puede enunciarse o predicarse en una conclusión acerca
de la mayoridad o minoridad de los campos de extensión
ni de la comprensión del término primero en el segundo, ni
viceversa. E a razón de esta imposibilidad se deriva de la
posición del tertium cornparationis, o sea del término medio,
cgmo dice Aristóteles. Porque en las premisas aristotélicas,
cuando éstas son afirmativas, el tertium cornparationis, o sea
el término medio de la segunda figura silogística, se pone
dos veces como predicado, y consecuentemente estrecha su
campo propio de extensión al campo menor del respectivo
sujeto. E n otras palabras, el término medio se hace dos
veces particular. Ahora bien, una regla especial del silogismo
aristotélico prohibe que el tertium cornparationis sea doble-
mente particular. L a razón es muy clara, porque cuando se
toman de un conjunto dos partes, no es seguro que estas
partes sean idénticas. E l tertium cornparationis, empero, debe
ser idéntico en las premisas;-si no lo es, no es un tertium
cornparationis. Pero no es necesario que el tertium cornpa-
rationis aristotélico sea dos veces universal, porque el uno
universal comprende en sí al otro particular. Mas en cuanto a
la analogía socrática, sabemos que el tertium cornparationis
es siempre el término universal común de los analogados.
Además, dice una regla capital del arte silogística de
Aristóteles que de dos premisas negativas no se concluye
nada, y otra no menos fundamental, que dos premisas par-
ticulares no concluyen tampoco. Las reglas correspondientes
del silogismo socrático 7 nos han afirmado lo contrario de
dichas reglas aristotélicas.
7. E n c u a n t o al uso de la p a l a b r a silogismo a n t e s de Aristóteles,
cf. I I , n o t a 24.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

¿ De dónde vienen estas reglas directamente opuestas de


Aristóteles? ¿Débense ellas al genio del Estagirita que in-
ventó un arte completamente nuevo con su formalismo silo-
gístico? E l resultado final de nuestro capítulo precedente
ha anticipado en parte la contestación. Y ésta es más bien
negativa que afirmativa. L a oposición de los dos sistemas de
reglas preexiste en el platonismo y se debe a la oposición
que hay entre la analogía socrática y la geométrico-platónica.
E n esta última se introdujo, como pudimos ver, el nuevo
concepto de contrariedad al lado de las oposiciones de con-
tradicción y de subalternación conocidas ya por la analogía
socrática.
E l punto esencial en la transición de la analogía socrá- I
tica a la geométrico-platónica fué precisamente la diversa
posición del tertium comparationis. E n la socrática éste
está aparte, separado de las relaciones particulares analo-
gadas. Una y otra relación particular conducen en plena
coordinación y en la misma dirección al logos analogante,
esto es, al tertium comparationis, que las toma con igual
derecho bajo su tutela.
E n el silogismo aristotélico el tertium comparationis no
es de máxima universalidad entre tres relaciones dadas, ni
(lo que encontramos las más de las veces entre tres términos
comparables) puede ser de extensión relativamente mínima,
sino que está en el justo medio entre un término menor
y otro mayor bajo el aspecto cuantitativo de extensión o,
viceversa, entre uno mayor y otro menor bajo el aspecto
cualitativo de comprensión. E n la conclusión, empero, estos
términos, el mayor y el menor, tienen que unirse para formar
el juicio consiguiente.
Ahora bien, la analogía geométrico-platónica cumple con
las mismas condiciones principales del silogismo aristotélico
que acabamos de enumerar. Pues en la analogía geométrico-
platónica, el tertium comparationis se refiere a un solo tér-
mino particular ; pl otro está en oposición contraria, y es el
más general, mientras que el tertium comparationis se sitúa
en el justo medio. Este justo medio se entiende en un doble
sentido cualitativo y cuantitativo. E n plan de una vía induc-
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

tiva, digo que el término medio está comprendido por el


particular, y el mayor, por el medio. Bajo el punto de vista
deductivo, empero, tengo que afirmar al revés, que el mayor
abarca, entre otros términos no citados, al término medio
de la analogía, y que el medio, entre otros términos par-
ticulares, sean desconocidos o no-atendidos, abarca, a su
vez, al término particular propuesto por la misma analogía.
De esta manera hemos explanado ya la estructura de la ana-
logía geométrico-platónica en el capítulo precedente. A esta
explicación correspondía exactamente nuestro ejemplo del
león y del rey, por el cual el león del desierto comprende
en sí el analogante del relativamente más poderoso, así como
este analogante comprende, a su vez, al analogante más
abstracto del que lleva a efecto sus acciones.8
E s evidente, entonces, que esta analogía geométrico-
platónica es una única gran relación transitiva entre tres
términos o tres relaciones dadas, cuyas funciones correspon-
dientes del comprender en sí, o sea del ser analogado, em-
piezan con un término particular (el león del desierto), pasan
por otro término medio (el relativamente más poderoso) al
término máximo o más general (el que lleva a efecto sus
acciones) ; de modo que el término particular, así como
también el medio, comprenden en sí al mayor, o, lo que
es lo mismo, son ambos analogados por el mayor, pero con
derechos desiguales, porque las distancias respecto al mayor
son diferentes. 9
E s t o no obstante, el punto crítico por el cual la analogía
geométrico-platónica se distingue de la socrática, es otro.
8. V é a s e a r r i b a , III, 4, p á g s . 63-64.
9. L o d i c h o se c o m p r e n d e f á c i l m e n t e por el esquema aquí pro-
puesto :

X
c D

L a a n a l o g í a g e o m é t r i c a - p l a t ó n i c a se constituye por la relación transi-


t i v a C-B-A. A, c o m o t é r m i n o m a y o r , a b a r c a C y B, pero con derecho
d e s i g u a l , p o r q u e las d i s t a n c i a s son d i f e r e n t e s ; m i e n t r a s que l a analogía
s o c r á t i c a se f o r m a de los t é r m i n o s C-D-B, siendo B e l logos analogante,
c o n d e r e c h o i g u a l p a r a C y D. V é a s e a r r i b a , p á g . 73.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

El término mayor ya no se toma por tertium comparationis,


como es el caso en la analogía socrática, sino que —siendo
este término mayor, o sea el relativamente máximo, opuesto
al mínimo y particular— se pregunta por un nuevo vínculo
que pueda relacionar los dos contrarios, el mayor y el menor
o mínimo. El punto fijo de la comparación se traslada desde
el logos analogante, que es la relación mayor en la analogía
socrática, al centro de la nueva analogía, esto es, al término
medio. Cuando, empero, este término medio, como nuevo
tertium comparationis, no es mayor que el término particular,
o cuando no es menor que el término mayor, la función tran-
sitiva se desvanece. Una conclusión resulta imposible, si no
se da el caso de que los tres términos dominen un mismo
campo común de extensión por comprender en sí notas esen-
ciales que se exijan y se compenetren mutuamente. Este caso
determina la lógica de las ideas trascendentales.
F u e r a de este reino trascendental, la analogía geométrico-
platónica posee para su forma afirmativa, en el fondo, una
sola posibilidad de silogismo. Lo propongo en forma de un
ejemplo :
I premisa : Como el león comprende en sí la idea del
relativamente más poderoso, y
I I premisa : como el relativamente más poderoso com-
prende en sí la idea del que lleva a efecto sus acciones,
Se concluye : que el león comprende en sí esta idea más
abstracta del que lleva a efecto sus acciones.
No cabe duda de que este silogismo parece ya muy aris-
totélico y que tiene cierta afinidad con el modo Barbara de
la primera figura, pues las dos premisas parecen universales
y son afirmativas. Además, en la conclusión se confirma la
relación buscada entre los términos menor y mayor.
No obstante lo dicho, hay todavía una gran diferencia
entre este silogismo —digamos brevemente— platónico,
aunque sea de construcción nuestra, y el auténticamente aris-
totélico ; porque éste 110 es una ilación constituida por tres
proposiciones desligadas, sino que forma una gran impli-
cación, cuyo esquema A éste : Si A se predica de B y
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

si B se predica de entonces A se predica de IV o Esta


propiedad, desde luego descuidada por los Escolásticos, tiene
su importancia, como veremos en el capítulo siguiente. Por el
momento conservamos la costumbre tradicional y seguiremos
hablando de dos premisas y de la conclusión inferida. Pero hay
todavía otras propiedades del silogismo auténticamente aris-
totélico, connotado ya por el esquema propuesto. Aristóteles
comienza los juicios silogísticos por el predicado, diciendo
que A se predica de B, etc. Esto significa para los juicios
afirmativos que el término relativamente mayor antecede
siempre al menor. Euego (y esto sea dicho en conformidad
con la lógica tradicional, pero en oposición a nuestro silogismo
platónico) como primera premisa se pone, las más de las
veces, aquella por la cual el término máximo se relaciona con
el medio, y en la segunda premisa se combina el término
medio con el mínimo o particular. 1 1 De esta manera las pre-
misas aristotélicas presentan la forma del silogismo llamado
platónico en sentido inverso, es decir, en sentido aparente-
mente deductivo, mientras que el platónico, todavía vinculado
más bien a la viía inductívo-socrática, comienza por el término
mínimo y descansa en el máximo. Por consiguiente, el silo-
gismo platónico revela la forma «inductiva» de una relación
transitiva.

3. P R U E B A HISTÓRICO-CRÍTICA DE QUE EL SILOGISMO ARISTO-


TÉLICO TIENE SU RAÍZ EN LA ANALOGÍA GEOMÉTRICO-PLATÓNICA

Toda esta exposición que acabamos de hacer sobre la tran-


sición de la analogía socrática al silogismo aristotélico por
medio de la analogía llamada geométrico-platónica, resulta
más bien sistemática que histórica. Por eso nos urge ahora
la cuestión de si esta nuestra tesis puede ser demostrada
10. Lukas.-Syllog., p á g , 21.
11. A u n q u e Lukas.-Syllog., págs. 33-34, insista con razón en que
la posición de las p r e m i s a s n o hace variar la conclusión, no podemos
p r e s c i n d i r t a n f á c i l m e n t e , como el lógico lo hace, del hecho de que
Aristóteles p r e s e n t a el m o d o Barbara principalmente en la forma que
hemos comunicado.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

por fuentes históricas. Digo que sí, esto es, indirectamente,


con toda la claridad deseable ; directamente, al menos en
buena parte. La base histórica de nuestra exposición ha de
reconocerse primeramente en la estructura del sistema de las
divisiones a que tienden todas las demostraciones de Platón,
y luego en la interpretación del principio primero del mismo
autor. Estos dos hechos, aceptados por los mejores conoce-
dores actuales del platonismo, 12 nos permitirían ya por sí
solos formar un cierto juicio crítico sobre aquel capítulo de
los Analytica priora, donde Aristóteles expone, según su modo
de ver, el arte de dividir en la filosofía platónica para dar
más relieve a su arte silogística.
Dice el Estagirita que «la división jerárquica a través de
los géneros 13 no es sino una pequeña parte de nuestro método.
L a diáiresis (o sea la división) aparece como un débil silo-
gismo, porque postula lo que se debe demostrar y establece
siempre algo más general [que lo que está en litigio]...
Cuando uno quiere constituir un silogismo demostrativo, es
preciso que el término medio sea más particular y no más
universal que el mayor. Éste sólo ha de unirse con el menor
en la conclusión. La diáiresis, empero, exige lo contrario,
pues en ella se toma como término medio un universal». 11
Lo que Aristóteles dice aquí es justo, pero no corresponde
a toda la verdad histórica en el sentido de que el mismo sis-

12. Cf. a r r i b a la n o t a 2 d e este capítulo y los comentaristas :


R o s s - A n . , p á g s . 397-399; C h e r n i s s , p á g s . 28-31 ; Maier-Syllog., 11 b,
p á g . 77. V é a n s e los d e m á s a u t o r e s q u e c o m e n t a r o n este m i s m o lugar en
Ghernis's, p á g . 31. N u e s t r a i n t e r p r e t a c i ó n i n t r o d u c e u n nuevo p u n t o de
v i s t a e n la d i s c u s i ó n t o d a v í a a c t u a l acerca del l u g a r aristotélico citado.
V é a s e t a m b i é n L e B l o n d - L o g i q u e , p á g . 64 ; p e r o en la p á g i n a siguiente
el a u t o r dice t o d a v í a : «Aristote a c h e r c h é u n r a i s o n n e m e n t qui se suííise
p l e i n e m e n t á l u i - m é m e ... qui n e propose p a s u n choix, m é m e facile,
c o m m e la d i v i s i ó n p l a t o n i c i e n n e , m a i s qui impose u n e necessité». Le
B l o n d n o se d a c u e n t a del silogismo g e m i n a d o de P l a t ó n .
13. H a y t o d a v í a u n a c o n t r o v e r s i a e n t r e los i n t é r p r e t e s acerca de la
cuestión d e sí A r i s t ó t e l e s se d i r i g e ú n i c a m e n t e contra los discípulos d e
P l a t ó n y el m o d o c ó m o se sirvieron del a r t e diairético del Maestro, o
si h a b l a c o n t r a el s i s t e m a de las d i v i s i o n e s platónicas en general. De una
m a n e r a o d e o t r a , la crítica del E s t a g i r i t a va c o n t r a el sistema lógico
de P l a t ó n .
14. A r i s t . Anal. P r . , cp. x x x i , 46 a 31-34 ; 39-46 b 3. Cf. las n o t a s
12 y 20.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

tema divisional de Platón comprende en sí el uno y el otro


término medio. Aristóteles atiende solamente a la función
de dividir ; por consiguiente, concibe la diáiresis únicamente
bajo el aspecto inverso de la analogía socrática, donde el
analogante es general en frente de dos o más relaciones par-
ticulares y analogadas. Pero como el concepto platónico de
definición conduce al postulado de que se conozca todo el
sistema de las divisiones, el lugar ontológico-mental de una
idea no es sabido por su relación con el género más próximo,
sino por la distancia respecto del género supremo a través
de un cierto número de subalternaciones. Además se exige
conocer las ideas en que se divide la idea definible. E n otras
palabras, Platón ha exigido seguramente el conocimiento de
las relaciones de la especie individual o especialísima con el
género próximo y con los demás géneros remotos. 15 Por con-
siguiente, Platón tuvo que conocer la estructura del modo
fundamental del arte silogística aristotélica, esto es, del
modo Barbara, el cual se basa precisamente en la afirma-
ción de que lo que se predica del género se predica también
de la especie. 16 E l género es aquí el término medio ; la es-
pecie, el término menor, y el predicado del género, o sea el
género remoto, es el término mayor de la analogía geométrico-
platónica.
Para consolidar la tesis de que el silogismo aristotélico
tiene su raíz de hecho en ía analogía geométrico-platónica,
y consiguientemente en la doctrina lógica de Platón, escojo
un ejemplo del diálogo Gorgtas. 17 Sócrates disputa aquí con
Calicks y enumera varias razones inductivas que todas con-
ducen al analogante de que las cosas opuestas por polaridad
se poseen y se pierden alternativamente. Entre las razones
15. Cf. a r r i b a n i , 4, p á g . 61. n o t a 38. Aristóteles polemiza contra
e s t e c o n c e p t o d e definición e n Anal. P o s t . , 11, 13 ; 97 a 6 y sig.
16. E s t a s e n t e n c i a , s e g ú n Aristóteles, no es reversible ; de modo que
n o s e p u e d e decir : Lo que se predica de la especie, se predica también
del género. P u e s la especie a ñ a d e s u s diferencias específicas al género.
É s t e se c o n s i d e r a como u n a ' f o r m a vacía', comparable a la materia. E n
c a m b i o , P l a t ó n p a r e c e concebir el g é n e r o como a l g o que contiene e n sí,
a u n q u e sea i n d i s t i n t a m e n t e , t o d a s las especies s u b a l t e r n a s . E l género
p l a t ó n i c o es ' f o r m a l l e n a ' .
17. P l a t ó n - G o r g i a s , 496 a .
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

inductivas aparece también la posesión del bien y del m a l ;


de modo que vale el juicio siguiente en calidad de
I premisa : E l bien y el mal se poseen y se pierden
alternativamente.
Sigue en seguida la
I I premisa : Ciertas cosas se poseen y se pierden simul-
táneamente.
Se concluye : Estas mismas cosas no son el bien y
el mal.

Llamo la atención del lector sobre el hecho de que la


segunda premisa es un juicio particular-afirmativo, y que
la conclusión es un juicio particular-negativo. De tal modo
se invalida la aserción de P. Gohlke 18 de que Platón no
empleó juicios particulares en sus demostraciones. Pero me-
ditemos un poco más sobre el texto brevemente resumido.
Tenemos aquí, en realidad, dos relaciones transitivas, pues
en la primera premisa se habla de un término más específico,
que es el bien y el mal ; luego se pone un término medio :
la posesión y pérdida alternativa de cosas. Mas, ¿dónde
figura el término mayor correspondiente? Concedo que no
se expresa al pie de la letra, pero digo que está muy presente
a los dos interlocutores, porque en la segunda premisa se
da en primer lugar un término propiamente particular, a
saber, 'ciertas cosas', y luego otro término medio, esto es,
'la posesión y pérdida simultánea*. Ahora bien, las posesiones
y pérdidas alternativas y simultáneas son partes separadas
de un mismo género superior : 'la posesión y pérdida de cosas
en general*Por consiguiente, esta posesión y pérdida de

18. Cf. a r r i b a , p á g . 66, con la n o t a 5.


19. E n t o n c e s la d e m o s t r a c i ó n platónica e s t á e n c u a d r a d a en un sis-
t e m a r i c o d e c o h e s i o n e s lógicas, p a r e c i d o a los g r a d o s del parentesco
biológico. P o n g a m o s
A = las posesiones y p é r d i d a s en g e n e r a l ;
B = l a s p o s e s i o n e s y pérdidas, a l t e r n a t i v a s ;
C = las posesiones y p é r d i d a s s i m u l t á n e a s ;
D = la p o s e s i ó n d e l b i e n y del m a l ;
E = la posesión d e ciertas o t r a s cosas.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

cosas en general es el término mayor común de las dos rela-


ciones transitivas. L a suposición de este término mayor re-
sulta tan necesaria y evidente que un buen escritor, que
no quiera caer en el estilo académico, sino que intente pu-
blicar un diálogo filosófico serio y ameno a la vez, deja la
intuición de este término mayor a su lector. De lo dicho po-
demos concluir — y éste es nuestro primer resultado— que
la analogía geométrico-platónica, con su relación transitiva
entre tres términos dados, constituye de hecho el punto de
apoyo en una demostración platónica.
Pero este resultado no nos basta. La división de una idea
platónica quiere ser exhaustiva, y en nuestro caso la división
del término mayor es exclusiva ; de modo que las posesiones
y pérdidas simultáneas no son alternativas. Por consiguiente,
la segunda premisa de Platón equivale rigurosamente al
juicio particular negativo de que ciertas cosas no se poseen
ni se pierden alternativamente. Si es así, vale también el
silogismo siguiente :

E l e s q u e m a q u e enlaza las cinco ideas e s éste :

/ \
D/ \ E
Valen las relaciones transitivas :
D -> B A;
E C - > A.
D e e s t a s r e l a c i o n e s j u n t a s se s a c a n las siguientes conclusiones :
B no es C ; o viceversa : C n o es B ;
JD n o es C;
E no es B ;
D no es E ; o viceversa : E n o es D,
A d e m á s d e lo d i c h o , l l a m ó la a t e n c i ó n del lector sobre la f o r m a
e x t e r n a d e l e s q u e m a , p a r e c i d a al l a m b d a ( A ) del alfabeto griego. ¿ N o
es el l a m b d a d e l 'Timeo' la figura e s q u e m á t i c a de la evolución d e los
números primeros ?
i
2 3
4 9
A q u í , c o m o allí, t e n e m o s dos relaciones transitivas geminadas.
E s t a m o s e n e l c o r a z ó n d e l p e n s a r platónico.
97
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

I premisa : E l bien y el mal se poseen y se pierden


alternativamente.
I I premisa : Ciertas cosas no se poseen ni se pierden
alternativamente.
Por eso : Estas cosas no son el bien y el mal.

De esta manera hemos reducido la demostración plató-


nica a un silogismo auténticamente aristotélico. E s el modo
Baroco de la segunda figura.
E a división no solamente hace ver un término máximo
común, sino que facilita a la vez la cognoscibilidad de todos
los enlaces entre dos relaciones transitivas acopladas por un
término máximo común. E s t a riqueza de la demostración pla-
tónica, que viene a ser en realidad un silogismo geminado
o compuesto, 20 se disminuye sensiblemente en el silogismo
simple de Aristóteles. Además, observamos que el modo de
demostrar es aún inductivo* como el socrático, es decir, va
de lo particular a lo más general.
Pongo otro ejemplo muy instructivo para la lógica de
Platón, además bastante discutido entre sus intérpretes.
Se trata de un lugar del Protágoras.21 Lo presento en forma
esquemática. L a primera parte de la demostración es cons-
tituida de nuevo por analogías socráticas. •

1 L o s valerosos son confiados ; pero resulta que tam-


bién los cobardes son confiados ; luego los valerosos
y los cobardes se asemejan por ser confiados.
2.° Los valerosos son justamente confiados, mientras que
los cobardes no lo son. Luego los valerosos no se
asemejan a los cobardes, porque sólo ellos son justa-
mente confiados.

20. D e b o e s t a o b s e r v a c i ó n a L u k a s - S y l l o g . (pág. 39), que cita


un l u g a r d e Ammonii in Aristotelis Analyticorum Priorum Librum 1.
Commentarhim; ed. W a l l í e s , B e r l í n , 1899, p á g . i x , de donde se saca la
noticia d e q u e las c u a t r o figuras d e G a l e n o n o se refieren al silogismo
aristotélico, s i n o q u e e s t á n e n relación con el silogismo compuesto de
los d i á l o g o s d e P l a t ó n , N i L e Blond-Logique, p á g . 65 (cf. arriba, iv,
nota 12), n i o t r o s , o b s e r v a r o n bien esta combinación de dos silogismos.
21. P l a t ó n - P r o t á g . , 359 b - 360 d .
6
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

Ahora bien, en el texto siguiente se descubre la causa


del ser confiado, y es el saber distinguir entre lo peligroso
y lo qute no lo es. E n la interpretación de lo que significa
aquí el ser causa, pecan —según mi entender— C. Ritter
y otros autores. 22 E n general puede decirse que, según Platón,
lo que es causa o razón de otra cosa constituye un género
superior de lo que es efecto. Si valiese esta afirmación para
el texto aducido, la demostración resultaría de hecho inse-
gura, pues en este caso tenemos dos relaciones transitivas
paralelas y correspondientes. La primera existe entre los
términos : valentía, confianza justificada y el saber lo que
es peligroso o lo que no lo es. La segunda relación transitiva
enumera los términos contrarios : cobardía, confianza injus-
tificada y el no saber lo que es peligroso. Basados en estas
correspondencias, concluímos con el texto de Platón :

E l saber lo que es peligroso ... es valentía, mientras que


el no saber eso mismo es cobardía. 23

E s t a conclusión es imperfecta, porque los términos me-


nores valentía y cobardía deberían ser sujetos en las conclu-
siones. E n este caso, Aristóteles tendría razón de hablar de los
silogismos débiles en el arte divisional platónica. D. Peipers
y C. Ritter tratan de defender dicha demostración contra
sus detractores aristotélicos. 24 Con todo, no nos convencen las
razones ni del uno ni del otro. Sin embargo, la solución justa
del problema, me parece, está todavía muy en favor de Platón.
La relación transitiva de lo menor a lo mayor en la propor-
ción geométrica se desvanece cuando los términos menor y
mayor, acercándose al medio, se hacen por fin idénticos con él.
De modo semejante, digo que en 1a. analogía geométrico-plató-
nica la mayoridad y la minoridad de los términos extremos
se pierden en el grado en que los campos de extensión de los
tres términos tienden a cubrirse, por la razón de que las
notas esenciales de los tres términos se exigen y se coinpe-
22. R i t t e r - P l a t ó n , I, 331 y sigs. ; 11, 229-230.
23. P l a t ó n - P r o t á g . , 360 ti.
24. Cf. a r r i b a la n o t a 22 ( n , 229-30).
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

netran mutuamente. E n este caso los términos resultan lógi-


camente iguales. 25
Ahora bien, una tesis muy conocida de la ética socrática
dice que conocer el bien es lo mismo que hacer el bien.
Entonces pregunto yo, respecto a nuestro texto, ¿por qué,
según la mente de Platón, esa relación causal entre el saber
lo que es peligroso y el ser confiado con razón justificada
no puede tener el mismo campo de extensión ? Mas si lo
tiene, los términos son reversibles aún en un juicio afirma-
tivo. 26 Me parece que esta explicación sencilla coincide bien
con las tendencias de Platón acerca del tema discutido por él
en el lugar citado*. ha misma pregunta podemos hacer a la
primera premisa : ¿ Por qué los valerosos no pueden ser
idénticos con los confiados justamente? Si lo son, entonces
los confiados con razón justificada son eo ipso también va-
lerosos. 27
25. B a j o e s t e a s p e c t o de la i g u a l d a d del valor lógico se llaman,
a u n q u e e n s e n t i d o i m p r o p i o , e s t a s ú l t i m a s relaciones t r a n s i t i v a s 'tau-
t o l ó g i c a s ' . Cf. J . P i a g e t : Traité de Logique. Paris, Colin, 1949, pág. 136.
V é a s e a r r i b a n i , n o t a 5. E n e s t e c o n t e x t o podría p r e s e n t a r s e a la vez
el t e m a p r i n c i p a l d e P l a t ó n - P a r m é n i d e s : ¿ Cómo los Eleáticos pueden
p r e d i c a r v a r i a s ideas del ser u n o , si 110 h a y tales ideas transcenden-
t a l e s q u e se i n v a d e n m ú t u a m e n t e ?
26. E n u n j u i c i o n e g a t i v o , que se i n t e r p r e t a en sentido universal,
la r e v e r s i b i l i d a d es s i e m p r e licita. Cf. Arist. Tóp. 1, 6 j 103 b 8 elávrt*»-
rnyoptttdvi. G o h l k e - T o p . (pág. 325, n o t a 9) subraya la importancia de
e s t e c a p í t u l o d e los T ó p i c o s p a r a e l e s t u d i o de la lógica platónica.
27. E l e s q u e m a d e este s e g u n d o e j e m p l o de una demostración
platónica es éste :

£>/ \E
siendo A : el s a b e r d i s t i n g u i r lo p e l i g r o s o de Ib que n o lo es,
NA : el no-saber d i s t i n g u i r dichos respectos,
B : la confianza b i e n justificada,
C : la confianza m a l j u s t i f i c a d a ,
D : el ánimo, •
E : la cobardía.
V a l e n e n t o n c e s las relaciones t r a n s i t i v a s siguientes :
D = B = A
E = C = NA
El signo = n o indica a q u í i g u a l d a d , sino la convertibilidad de los
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. V. M.

No pongo más ejemplos. Dejo la cuestión vivamente dis-


cutida de si se hallan formalmente silogismos aristotélicos en
la obra de Platón. 2 8 Por mi parte creo que no. Pero confirmo
el juicio de Emilio van Strycker, según el cual «en los diá-
logos platónicos encontramos una exposición muy adelan-
tada de casi todos los elementos de la lógica acerca de la
definición, de la división dialéctica, de la teoría de los tér-
minos opuestos, de la cualidad y de la cantidad, de la esencia,
del género y de la especie, de la proposición y de sus ele-
mentos».29 Añado todavía que nos encontramos también con
el término medio propiamente silogístico que el Estagirita
quisiera «echar de menos en el arte diairético de Platón e
insisto en que la demostración propiamente platónica resulta
más compleja que la aristotélica, porque se constituye en dos
silogismos acoplados por una división real, mientras que el
silogismo aristotélico es simple y no conoce sino la división
lógica por negación de contrariedad o de contradicción. Por
consiguiente, la lógica platónica resulta menos formal y más
ontológicamente trabada que la aristotélica. Por otra parte,
Platón se preocupa ya de la lógica de los valores éticos y
transcendentales. E l orden de estos valores escapa las más
de las veces a una jerarquía de implicaciones por campos
de extensión, porque los valores éticos se invaden mutua-
mente sin notables subalternaciones, y los transcendentales
llegan a ser considerados como ontológicamente idénticos
con el ser.

p r e d i c a d o s . C o m o e n la d e m o s t r a c i ó n a n t e r i o r , t e n e m o s de n u e v o cinco
t é r m i n o s p o s i t i v o s , c u y o m á x i m o e m p e r o se d e s d o b l a p o r la n e g a c i ó n
e n NA. N o o b s t a n t e lo d i c h o , n o h e m o s e x p u e s t o t o d a v í a todo el p e n -
s a m i e n t o d e P l a t ó n , p u e s e n c i e r t a c o n s o n a n c i a con la p r o p o r c i ó n geo-
métrica
i : 2 = 2 : 2

la confianza justificada es a q u e l l a q u e , i n c l i n a n d o por su p r o p i a n a t u -


r a l e z a a l o d e s m e s u r a d o , a l o i r r a c i o n a l (cf. 2), se m a n t i e n e e n el
j u s t o m e d i o e n t r e los l í m i t e s d e f i n i d o s del p e l i g r o d e t e r m i n a d o ( = i) y
d e l s a b e r c o r r e s p o n d i e n t e ( = 2), Cf, e n Platóti-P"ilebo (28 a) la relación
e n t r e la s a b i d u r í a , el p l a c e r y la ciencia. — V o l v e r e m o s a esta cuestión
e n v, 3.
28. C f . S t r y c k e r , e l a r t í c u l o i n d i c a d o e n la b i b l i o g r a f í a .
29. S t r y c k e r , p á g . 42.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

E n vista de lo dicho, parece justificado el juicio crítico


de los que dicen que Aristóteles exagera, sin duda alguna,
en el capítulo x x x i del libro primero de los Analytica priora,
al proponer un concepto demasiado estrecho de la diáiresis
platónica. 30
E n virtud de nuestra exposición acerca de la analogía
geométrico-platónica y del sistema diairético, «se comprende
'—y son estas palabras del Padre van 'Strycker 31 — que si
Aristóteles había contraído deudas con la diáiresis platónica,
no las reconoció de buena gana». Quizás este resultado nos
haga reflexionar un poco sobre los juicios severos de la tra-
dición antigua contra la posición dudosa de Aristóteles ante
su venerable maestro Platón.
Nuestro juicio crítico-restrictivo sobre la exposición aris-
totélica del sistema divisional de Platón ganará todavía relieve
por otra razón, pues la. relación transitiva de lo menor par-
ticular, a través de un término medio, a lo más general está
íntimamente unida con el concepto del principio primero de
Platón.
Ahora bien, Aristóteles debía saber, y supo de hecho,
que el principio primero de Platón es el uno, constante e
idéntico consigo mismo, y el otro ; además, que éste se cons-
tituye por una dualidad indefinida de lo menor y de lo mayor
y, en fin, que la analogía geométrico-platónica es precisa-
mente la combinación entre ese uno idéntico, medida de toda
comparación, y esta dualidad de lo mayor y de lo menor.
E l hecho de que este principio platónico se forme de ideas
del todo transcendentales, facilita su empleo universal en el
sistema de divisiones jerárquicas de Platón. El uno entonces
es presentado por cualquier idea del sistema a que se refieren
otras dos ideas, una de extensión mayor y otra de extensión
menor. De esta manera llegamos a la conocida relación tran-
sitiva a través de un término medio entre lo relativamente
particular y lo más general.
Los diálogos platónicos no solamente hablan con sufi-

30. S t r y c k e r , p á g . 236. Cf. a r r i b a las págs. 77 y s i g . , con las


n o t a s 13-14.
31. S t r y c k e r , p á g . 238.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

cíente claridad de lo que ha de ser todo el sistema de divi-


siones, ideado por el Maestro, sino que ventilan varias veces
la cuestión del principio primero. Además, éste está expli-
cado ampliamente en la prelección sobre el Bien.32 Lo que
no conocemos todavía perfectamente, es el método completo
de que 'Platón se sirvió en el empleo de sus analogías geo-
métrico-platónicas demostrativas.
Sin embargo, nuestros ejemplos, sacados del diálogo
Gorgias y del Protdgoras, han sido ya muy reveladores.
L o que no podemos reclamar para Platón es el forma-
lismo de la silogística, facilitado por el uso de letras en vez
de los términos y la esquematización de todos los silogismos
posibles. 33 También la reducción de todos los modos a la pri-
mera figura se debe seguramente a Aristóteles. Todo lo dicho,
empero, es relativamente poca cosa. La innovación más deci-
siva de Aristóteles consiste en la separación de los silogismos
acoplados de Platón, esto es, en el abandono de la diáiresis
platónica. Sólo así se abrió el camino de una lógica más
formal. Volveremos al asunto en la última parte de esta
exposición.
Sí consideramos sine ira et studio lo que acabamos de
ver sobre la lógica platónica, tenemos que conceder que la
lógica occidental debe mucho a Platón. Pero hemos visto sola-
mente aquella parte de la lógica que está en expectación de
la aristotélica. Poco pudimos decir aquí de la lógica platónico-
transcendental, que ha tenido un papel preponderante en las
cuestiones supremas del platonismo y que ha influido no poco
en Plotino, en las especulaciones trinitarias de los santos
Padres, en San Agustín, en Raimundo Lulio y otros autores.
Por esta lógica de las ideas transcendentales se vería mejor
todavía que Platón construyó el edificio de su lógica en otro
estilo que Aristóteles, el Estagirita. 3 4 Porque, nos dice San

32. n ^ ; riyafloú. Cf. los t r a b a j o s d e W i l p e r t , c i t a d o s en la biblio-


grafía.
33. S i n e m b a r g o , e s t a e s q u e m a t i z a c i ó n e s o b r a s e c u n d a r i a y las
l e t r a s u s a d a s e n la lógica a r i s t o t é l i c a c o r r e s p o n d e n o r i g i n a r i a m e n t e a
l a s i d e a s p l a t ó n i c a s d e i g u a l d a d , m a y o r i d a d y m i n o r i d a d . Cf., m á s ade-
l a n t e , e n v, el t e x t o a la n o t a 30 y p á g s . 103-104.
34. V é a s e a r r i b a , I, 3, p á g . 22, y la n o t a 51,
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

Buenaventura, en el célebre tratado sobre Cristo, Maestro


único de todos, 35 «parece habérsele concedido a Platón, a
diferencia de los otros filósofos, el lenguaje de la sabiduría,
y a Aristóteles, el de la ciencia. Aquel miraba señaladamente
hacia lo alto ; éste, en cambio, hacia lo bajo principalmente».

35. O b r a s d e S a n B u e n a v e n t u r a . M a d r i d , BAC, 1, 1945 : Cristo,


Maestro único de todos, n . ° 18, p á g . 695, y e n la ed. de Q u a r a c c h i , v,
572 a. Cf. t a m b i é n L . P a s t o r : Geschichte der Papste, n i , 2, 996. — L a
Escuela de Atenas d e R a f a e l se i n s p i r ó c i e r t a m e n t e en t s t e lugar bona-
venturiano.
V. INDUCCIÓN, DEDUCCIÓN E INDETERMINACIÓN
EN E L A R T E S I L O G Í S T I C A DE A R I S T Ó T E L E S

Resumen : l . L a i n d u c c i ó n y l a d e d u c c i ó n c o n r e s p e c t o a l a nece-
s i d a d l ó g i c o - f o r m a l . — 2. L a i n d u c c i ó n y l a d e d u c c i ó n c o n r e s -
p e c t o a l a n e c e s i d a d o n t o l ó g i c o - e s e n c i a l . — 3. L o i n d e t e r m i n a d o
en las demostraciones de Platón y de Aristóteles.

De los lugares comunes que son tradicionales en la


Escuela Peripatética se destaca, por su importancia prepon-
derante, el de las cuatro notas de la ciencia. L a ciencia ha
de ser universal y necesaria en sus principios y en sus con-
clusiones, apodícticamente probada y ha de explicar las
esencias de las cosas por sus causas.
Muchos autores observaron ya la ambigüedad de estas
cuatro notas de la ciencia aristotélica, pues qué sea lo nece-
sario y lo universal, así como qué sea la esencia y causa,
no se dice de modo unívoco en el Corpus Aristotelicum.
Cito entre los críticos más notables a Antonio Rosmini-
Serbati, 1 a Pablo Gohlke, 2 a J. M. Le Blond 3 y a José
Zürcher. 4 L a misma Susana Mansión, a pesar de su sincera

1. Cf. R o s m i n i - S e r b a t i , A n t o n i o : Opere edite e inedite, vol. v m ,


Aristotele esposto ed esaminato, T o r i n o , Soc. E d i t r i c e di libri d i Filo-
s o f i a , 1857.
2. G o h l k e - W e r k , p á g s . 150 y f.ig. — L a t e s i s de G o h l k e a n t e el
Corpus Aristotelicum es n o t a b l e ; dice que es m u y probable que Aristó-
t e l e s h a c i a el fin d e su c a r r e r a se acercara de n u e v o a Platón, siendo
é s t e u n p e n s a d o r i n m e n s o y g r a n a r t i s t a . Sobre todo, la sabiduría de
su v e j e z n o h a b r í a d e ser e n t e n d i d a p o r sus discípulos sino m u y pos-
t e r i o r m e n t e . L . c. p á g . 126.
3. L e B l o n d - L o g i q u e , p á g s . 184 y sigs.
4. Z ü r c h e r , J o s e p h , S. J. : Aristóteles' Werk und Geist. P a d e r b o r n ,
S o h ó n i n g h 1952, p á g s . 123 y s i g . — L a tesis principal de esta obra es
9O ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

admiración por el Estagirita, no puede negar dichas ambi-


güedades conceptuales, que conducen lógicamente a ciertas
antinomias, aunque no sea preciso ni prudente hablar en
seguida de contradicciones inconciliables. 5
De las cuatro notas enumeradas de la ciencia nos inte-
resará, ante todo, el concepto de necesidad, porque ésta está
envuelta indisolublemente en las demostraciones mismas silo-
gísticas. Quisiéramos saber si la necesidad de las conclusiones
es verdaderamente deductiva o todavía inductiva en sus úl-
timas raíces. Como veremos, hay que distinguir bien entre
la necesidad puramente lógica, otra ontológico-esencial y otra
efectivo-causal. De esta última tenemos que prescindir, para
no dilatar demasiado el campo de nuestras investigaciones.
Por eso hablaremos de la inducción y la deducción en primer
lugar respecto a la necesidad lógico-formal, y luego, respecto
a la necesidad ontológico-esencial.
• Pero hay todavía otra cosa obscura que nos deja perplejos
en el concepto aristotélico de ciencia, y es el olvido — a lo
que parece— de lo indeterminado, o sea del a-ecpov, que tanto
preocupaba a los Presocráticos y aun al mismo Platón.
Por consiguiente, añadiremos u n tercer párrafo dedicado a
la función que el concepto del infinito, o sea del aretpcv,
puede tener en la lógica aristotélica en relación con la
platónica.

1. L A INDUCCIÓN Y LA DEDUCCIÓN CON RESPECTO


A LA NECESIDAD LÓGICO-FORMAL

E l concepto de necesidad está implicado en el de causa.


Ahora bien, este último oscila en Aristóteles entre un funda-

q u e sólo u n a c u a r t a p a r t e del Corpus Aristotelicum es obra auténtica


del E s t a g i r i t a . Todo el r e s t o se debe a Teofrasto, que fué, según
Z ü r c h e r , u n p e n s a d o r débil. Cf. la tesis m u y diversa de P. Gohlke
(arriba n o t a 3). — Sea dicho de paso que algunos argumentos de Zürcher
son d i g n o s d e consideración. E s t o n a obstante, nos parece que la tesis
p r i n c i p a l n o está todavía a s e g u r a d a ; especialmente las aserciones de
Z ü r c h e r sobre la relación e n t r e Platón y Aristóteles no pueden ser
a c e p t a d a s sino con m u c h í s i m a reserva,
5. M a n s i o n - J u g e m e n t , p á g s . 16-17.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

mentó racional y una causa real-eficiente. E n consecuencia,


el concepto de necesidad se muevei entre el campo de la nece-
sidad ontológico-esencial y el de la necesidad fásico-real.
E a s dos necesidades no son idénticas, pero para una demos-
tración lógico-científica surten el mismo efecto de llegar a
una conclusión científicamente cierta. El instrumento demos-
trativo por sí mismo — a s í lo enseñan los aristotélicos —
pertenece al campo de una tercera necesidad, que es la va-
lidez meramente lógica y que no supone otra cosa sino que
las reglas silogísticas sean bien guardadas. Esta validez ló-
gica permanece del todo indiferente a la cualidad de la materia
que llene las premisas. No se preocupa de si las premisas,
verdaderas o falsas, son materialmente necesarias o no, o si
expresan un pensamiento de necesidad ontológico-esencial o
efectivo-causal, o si facilitan solamente una opinión probable
acerca de las esencias o de una situación real.
Pero quizás sea una equivocación histórica el destacar
demasiado de la necesidad óntica este concepto abstracto de
una necesidad lógico-formal, porque el silogismo aristotélico
no prescinde jamás del concepto gnoseológico de la verdad.
E n este sentido al menos entiendo a J. Lukasiewicz cuando
dice que «la diferencia entre el silogismo aristotélico y el
de la tradición es fundamental. E l silogismo aristotélico en
cualidad de ser implicación es una proposición, y como pro-
posición debe ser verdadera o falsa. El silogismo tradicional,
empero, no es una proposición, sino una serie de proposi-
ciones, las cuales no están unidas de tal modo que constituyan
una sola proposición. ... [Así] el silogismo tradicional, por
110 ser una proposición, no es ni verdadero ni falso, puede ser
válido o inválido. E l silogismo tradicional, o bien es una
ilación, a saber, cuando se presenta en términos concretos,
o bien es una regla de ilación, esto es, cuando se presenta
con las variables A, B, r , etc.». 6 Lukasiewicz insiste en lo
que queda dicho hasta llegar a afirmar que entre los intér-
pretes del arte silogística, unos no consideraron bien el texto
griego de Aristóteles, y otros no conocieron suficientemente

6. Lukas.-Syllog., pág. 21.


1

92 ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

la lógica para poder distinguir entre el silogismo aristotélico


y el tradicional. 7 No obstante eso, el autor quiere que se
considere el arte silogística bajo un aspecto puramente formal.
Veremos más adelante que, a pesar de muchos atisbos revela-
dores, también su interpretación resulta unilateral.
!
Por otra parte, se dice muchas veces que la validez
lógica del silogismo se debe al sistema deductivo del mismo
silogismo, y que la conclusión, cuando incluye una rela-
ción ónticamente real, se deduce necesariamente de las dos
premisas. Se dice, además, que la deducción es la vía lógica
desde lo más universal a lo más particular, mientras que la
inducci¿n va en dirección inversa, desde lo más particular, a
lo más universal.
"AhoraTbien, como la validez meramente lógica del silo-
gismo es indiferente al contenido de las premisas, y como
el silogismo se basa en una relación transitiva de la mayo-
ridad y minoridad en general, se plantea de manera más
decisiva la cuestión de si esta mayoridad o minoridad ha
de ser exclusivamente la de la extensión, o si la función
abstracta del silogismo admite también, como fundamento
suyo, una relación transitiva de las comprehensiones. E n el
primer caso la función relacional entre sujeto y predicado
señala que el sujeto pertenece al campo extensivo del pre.-
dicado; en el otro caso, se afirma que el sujeto comprende
en sí la nota más general expresada por el predicado.
E l hecho de que discutan los interpretes acerca cfeTsí Aris-
tóteles compuso sus silogismos bajo el aspecto de la extensión
o de la comprehensión, revela al menos una correspondencia
muy grande entre los dos puntos de vista. E s cierto que,
bajo el aspecto puramente formal, en la fórmula
Si A se relaciona a todo B y
sí B se relaciona a todo V, entonces :
A se relaciona a todo P ,
el verbo 'relacionarse' no se interpreta necesaria ni exclusi-
vamente en el sentido de extensión ni en el de comprehen-

7. L. c., pág. 22.


I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

sión. 8 Bajo el aspecto formalmente lógico valen, entre mu-


chísimas otras, las dos interpretaciones citadas. 9 Por eso los
silogismos siguientes son válidos :

Si A se predica de todo B y
si B se predica de todo F, entonces :
A se predica de todo F,

y también :

Si r comprende en sí B y
si B comprende en sí A, entonces :
P comprende en sí A.

Ahora bien, como en los juicios afirmativos 10 el predi-


cado es el término mayor, nuestro primer silogismo des-
ciende desde este término mayor por el medio al menor ; y
el segundo, al revés, sube, por decirlo así, desde el tér-
mino menor por el medio al mayor. Así el movimiento de
las premisas deductivo-descendentes e inductivo-ascendentes
conduce, por la misma ley transitiva e implicativa, a la con-
clusión. L o que está implicado en las premisas se explica

8. C f . L u k a s S y l l o g . , p á g . 29.
9. P o r la i n t e r p r e t a c i ó n aristotélica d e la relación t r a n s i t i v a
f u n d a m e n t a l se r e s t r i n g e c o n s i d e r a b l e m e n t e el p u n t o de vista lógico.
S o b r e t o d o la a n t i g u a c o n c e p c i ó n g r a m a t i c a l d e q u e cada f r a s e y, por
c o n s i g u i e n t e , c a d a j u i c i o c o n s t a d e s u j e t o y p r e d i c a d o significa u n a
r e s t r i c c i ó n d e l c a m p o lógico, p o r q u e h a y m u c h a s r e l a c i o n e s lógicas q u e
n o t i e n e n s u j e t o n i p r e d i c a d o . V é a s e a r r i b a i , n o t a 3, y L u k a s . - S y l l o g ,
p á g s . 131-132 ; a d e m á s Wallies, 11, 17 a q u e L u k a s i e w i c z a l u d e . — O t r a
r e s t r i c c i ó n se d a p o r l a t e n d e n c i a g e n e r a l d e Aristóteles a r e f e r i r , en
c u a n t o s e a p o s i b l e , l a s c a t e g o r í a s d e a c c i d e n t e a la s u b s t a n c i a . Ahora
b i e n , la s u b s t a n c i a i n d i v i d u a l e s c o n o c i d a e s e n c i a l m e n t e por la f o r m a uni-
v e r s a l q u e la c o n s t i t u y e . A q u í los t r a n s c e n d e n t a l e s s i r v e n poco, p u e s la
e s e n c i a , s e g ú n A r i s t ó t e l e s , e s s u f i c i e n t e m e n t e d e f i n i d a p o r el g é n e r o
p r ó x i m o y la d i f e r e n c i a e s p e c í f i c a . C r e o t o d a v í a , y e s t o e n oposición a
L u k a s i e w i c z , q u e m u c h a s c u e s t i o n e s e n la lógica a r i s t o t é l i c a , tal como
e s t á n p r e s e n t a d a s p o r el m i s m o R s t a g i r i t a , e n c u e n t r a n s u s explicaciones
h i s t ó r i c a m e n t e e x a c t a s e n r e l a c i ó n c o n la m e t a f í s i c a d e Aristóteles.
10. D e l a s p r e m i s a s n e g a t i v a s , p o r l a s c u a l e s se i n t e r r u m p e la
r e l a c i ó n t r a n s i t i v o - s i l o g í s t i c a , h a b l a r e m o s m á s a d e l a n t e , así como t a m -
b i é n d e l o s j u i c i o s i n d e t e r m i n a d o s . Cf. v, 3, p á g s . 107 y sigs.
9O ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

expresamente en la conclusión. 11 E n otras palabras, la con-


clusión aisla y repite una parte de les términos relacionados
ya en las premisas. L a novedad de la conclusión consiste úni-
camente en un acto de abstracción aisladora, como T h . Ziehen
y W . Wundt 1 2 llaman a aquellas abstracciones por las cuales
se saca una parte de un conjunto para considerarla sepa-
radamente. Esto es todo lo que puede decirse acerca de
una 'deducción' puramente formal respecto al silogismo aris-
totélico.
E n consideración a lo dicho, tenemos que confirmar la
tesis de que la relación transitiva en forma de analogía
geométrico-platónica resulta indiferente a los aspectos real-
mente inductivo y deductivo. Además, J. Lukasiewicz y otros
autores insisten en el hecho de que el orden de las premisas
no influye en la conclusión y que el mismo Aristóteles no
permanece constante en cuanto a la posición de las premisas
mayor y menor. 13 Por consiguiente, la cuestión de una su-
premacía de la deducción o de la inducción no puede resol-
verse con el solo aspecto formal de la implicación silogística.
Tenemos que volver a las cosas significadas, a las priori-
dades ontológicas ; especialmente hay que ver lo que significa
«causa» en los dos sistemas de Platón y de Aristóteles.

11. C o m o e l a r t e s i l o g í s t i c a de A r i s t ó t e l e s n o conoce especiales


c n a n t i f i c a d o r e s d e e x i s t e n c i a , t o d a s las p r e m i s a s a s u m e n a la vez el
s e n t i d o d e l modus ponens, d e m a n e r a q u e la conclusión saca una parte
d e l a s p r e m i s a s c o n j u n t a s y la p o n e aparte ('ride of detachement'),
o b s e r v a Ivukas-Syllog. ( p á g . 81). — M a s c o m o los lógicos m a t e m á t i c o s
d e h o y d i s t i n g u e n e n t r e indicia conceptualiter (!) universalia, concep-
tualiter (!) particularia indeterminata y existentialiter (!) particularia
o sin guiarla determinata, l o g r a n s o l a m e n t e q u i n c e silogismos válidos a
b a s e d e l a s p r e m i s a s u n i v e r s a l e s y p a r t i c u l a r e s i n d e t e r m i n a d a s . Véase,
p . e j . : D . H i l b e r t - W . A c k e r m a n n : Grundziige der theoretischen Logik.
B e r l í n , S p r i n g e r , 1949, p á g s . 44-48.
12. Z i e h e n , T h e o d o r : Lehrbuch der Logik auf positivistischer
Grundlage mit Berücksichligung der Geschichte der Logik. Bonn,
M a r c u s & W e b e r , 1920, p á g s . 344 y 508.
13. C f . L u k a s . - S y l l o g . p á g s . 33-34. — P a r a los p r i n c i p i a n t e s sea
d i c h o q u e l a p r e m i s a m a y o r e s la q u e c o n t i e n e el p r e d i c a d o de la con-
c l u s i ó n ; la m e n o r , a q u é l l a q u e c o n t i e n e el s u j e t o .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

2. L A INDUCCIÓN Y LA DEDUCCIÓN
CON RESPECTO A LA NECESIDAD ONTOLÓGICO-ESENCIAL

E n la cuestión acerca de la relación entre la necesidad


esencial y el método inductivo o deductivo del silogismo
aristotélico nos preocupan dos circunstancias especiales ; la
primera está envuelta en el concepto aristotélico del género,
y la otra, en la posición variable del tertium cornparationis,
según las diferentes figuras del arte silogística. Siguiendo
nuestro modo comparativo de exposición, volveremos a veces
a la doctrina de Platón.
E n el platonismo valen dos axiomas de causalidad.
E l primero 14 dice que toda idea que supone otra para cons-
tituirse es idea subordinada y por eso posterior, y el se-
gundo 15 postula como causa la que constituye las proporciones
adecuadas entre los elementos-límites y otros indefinidos por
mayoridad y minoridad. E l principio que hace posible el
orden ideal y que ordena según éste el mundo real, es un
mismo principio, según Platón. E n este sentido, el orden
ideal y el orden real están sujetos a una misma causa.
T a l ambigüedad del concepto de causa se acentúa en Aris-
tóteles por la introducción de la causa eficiente. Aristóteles
distingue cuatro causas eficientes, pero atiende, ante todo, a
la del movimiento local. Mientras que la causalidad en la
obra de Platón es del todo espiritual, esta causa eficiente del
movimiento local resulta ser una causa propia del reino
físico. Su necesidad en nuestro mundo sublunar no depende
inmediatamente de una causa espiritual, sino, en primer
lugar, del movimiento todavía local, pero constante por ser
circular, y por esto —opina el Estagirita— necesario, de
las esferas celestiales. Esta clase de necesidad efectivo-
causal fué un elemento nuevo para la filosofía griega, y
Aristóteles acarició tanto su innovación, que fundó la de-
mostración de un primer principio en esta causalidad del
movimiento local.
14. Cf. P l a t ó n - R e p u b l . , 511 b.
15. Cf. Platón-Filebo, 27 a.

il
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

L a causa eficiente tiene interés para la lógica en la me-


dida en que ayuda a conocer la 'esencia' de una realidad.
Se trata aquí del arduo problema especial de los juicios exis-
tenciales en Aristóteles. 16 Dentro del margen de nuestro
tema nos es imposible seguir por este camino. Nos restrin-
gimos a la consideración de las causas esenciales y plan-
teamos de nuevo nuestra cuestión acerca de la deducción e
inducción en el silogismo desde este punto de vista. Lo deci-
sivo es que aparezca cómo ha de interpretarse el género de
Aristóteles. Pues parece que, según el arístotelismo, las
premisas de los dos silogismos arriba aducidos pertenecen
esencialmente a la vía inductiva. ¿Por qué? Porque sí el
predicado es de mayor extensión que el sujeto, se relaciona
a éste como el género a su especie. Mas el género aristotélico
es u n receptáculo vacío. No comprende en sí mismo las
notas especiales de las especies, sino que da solamente mo-
rada a las especies independientes, en cuanto éstas corres-
ponden a la determinación más vaga, más amplia, del género.
El género no emite las especies formadas de sí mismo, sino
que tiene que unirse con las diferencias específicas para
formar las especies. L a especie, empero, comprende en sí
el género próximo y todos los géneros superiores.
Según Platón, empero, hay una doble comprensión : una
superior-implícita del género, y otra, inferior-explícita de la
especie. La diáiresis del género supone la primera ; y el
análisis de la especie, la segunda. De esta manera, el tér-
mino 'comprender en sí' resulta equívoco en el platonismo,
porque señala unas veces la vía ascendente desde lo más
particular a lo más general ; y otras veces, la vía opuesta
desde lo más general a lo más particular, dentro del sistema
de las divisiones platónicas.
Naturalmente, si en un silogismo ascendente se co-
menzase por un término individual-concreto, este silogismo
contendría al menos un juicio singular. Mas, en general,
ha de decirse que ni Platón ni Aristóteles admiten premisas
estrictamente individuales para sus demostraciones. La razón
.16. V é a s e el c o n c i e n z u d o t r a b a j o d e S. M a n s i o n - J u g e m e n t , citado
a r r i b a e n la n o t a 5.
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA 97

de Platón es sabida, porque, según él, no hay ciencia acerca


de las cosas individuales. Los juicios de la demostración
platónica que se ponen sin cuantificador alguno han de
entenderse en el sentido de una clase universal. Aristóteles,
empero, trata los juicios sin cuantificador como indefinidos y
particulares. Por lo demás, tampoco él admite cosas indivi-
duales como sujetos de demostraciones científicas. En ningún
silogismo aristotélico hallamos un término singular. 17 Es más
que probable que el Estagírita comparta las razones de Platón.
Pero J. Lukasiewicz lo niega rotundamente, insistiendo en
el hecho de que la razón aducida por Aristóteles en los
Analytica Priora18 es estrictamente formal. Pues Aristóteles,
para obtener una mayor generalidad en su arte silogística,
exige que en cualquier silogismo los términos sean todos
de una extensión media tal, que puedan ser ya sujeto, ya
predicado, en las premisas. Ahora bien, el término singular
no puede ser predicado, sino sólo sujeto en un juicio, dice
el Peripatético. Mas el valor de esta aserción está contrariada
por Lnkasiewicz con textos de Aristóteles mismo. 19 Por
consiguiente, no creo que una base tan débil sea la verdadera
razón para negar a los juicios singulares la razón de ser en
los silogismos, sino que veo todavía el influjo preponderante
de Platón : Scientia nonnisi de universalibus.
Pero lo que nos interesa más es el hecho de que el arte
silogística tampoco admite los términos transcendentalmente
máximos, porque —sigue, opinando Aristóteles— no pueden
ser sujeto en un juicio ; pues de los términos absolutamente
j
17. S i n e m b a r g o , l a s Categorías (1 b 11-15) d a n el e j e m p l o de u n
s i l o g i s m o c u y a p r i m e r a p r e m i s a d i c e q u e 'hombre se predica de algún
hombre'. S e g ú n l a e x p r e s i ó n g r i e g a /«-ra tov tiv¿% ávfyoiitou, el v o c a b l o
' a l g ú n h o m b r e * p u e d e c o m p r e n d e r s e d e dos m a n e r a s ; e n p r i m e r l u g a r ,
c i e r t a m e n t e , e n el s e n t i d o i n d e t e r m i n a d o ; p e r o t a m b i é n e n u n s e n t i d o
d e t e r m i n a d o d e u n c i e r t o h o m b r e no-conocido o n o - n o m b r a d o . De a h í
la p r e m i s a e s c o l á s t i c a 'Hombre se predica de Sócrates' o sea, Sócrates
I es i m h o m b r e .
18. V é a s e L u k a s . - S y l l o g . , p á g . 6 ; A r i s t . - A n . P r . 2 7 ; 43 a 25 y sigs.
19. A r i s t . - A n a l . P r . 27 ; 43 a 33. — N o q u i e r o p a s a r e n silencio
u n j u i c i o c r í t i c o d e L u k a s . - S y l l o g . ( p á g 6) a c e r c a d e la a u s e n c i a d e los
j u i c i o s s i n g u l a r e s e n el a r t e s i l o g í s t i c a . D i c e el a u t o r (1. c.) : «This is
t h e g r e a t e s t d e í e c t o í t h e A r i s t o t e l i a n L o g i c , t h a t s i n g u l a r terms¡ a n d
p r o p o s i t i o n s n o p l a c e in it».

7
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

máximos no se predica un género mayor. 20 L-ukasiewicz se


opone aquí otra vez y cree que Aristóteles, al admitir úni-
camente términos que pueden figurar como sujeto y como
predicado a la vez no tiene otra razón fundada sino la formal-
práctica de que todos los términos universales usados en
el arte silogística puedan figurar en cualquier sitio de las
premisas. Esta vez la crítica de Lukasiewicz queda sin con-
tradicción, pues no se encuentra ninguna otra razón sino la
propuesta por Aristóteles. Y ésta es de nuevo formal y equi-
vocada a la vez, porque se excluyen arbitrariamente los
juicios con igualdad de campos de extensión entre un sujeto
y un predicado transcendentales.
De todos modos retengamos que Aristóteles toma una
posición tan negativa como su maestro ante los términos sin-
gulares y que, en cuanto a los transcendentales, se distingue
de Platón, porque los rechaza también para su arte silo-
gística. La consecuencia de este último hecho es palpable :
Aristóteles ya no se preocupa de una lógica de los géneros
máximos, o sea de los transcendentales. E n realidad, sería
m u y difícil probar', que Aristóteles desarrolló la lógica de los
transcendentales más allá de la doctrina platónica.
De lo dicho sacamos la conclusión de que el silogismo
aristotélico se restringe a un campo medio por la exclusión
de las cosas individuales y de los aspectos transcendentales.
Además, como el género aristotélico es una forma vacía,
semejante más bien a la materia indeterminada que a una
forma plenamente determinada, no se concluye de él nada,
sino que debemos rellenar el género por vía inductiva, a
fin de que sea definido como término mayor 'deductivo'.
Una deducción esencial no puede lograrse a partir de tér-
minos insuficientemente definidos ; mejor dicho, no habría
género aristotélico alguno si no se suponen antes las especies
más particulares. Por esta razón resulta patente el primado
de la vía inductiva.
L o mismo hay que decir de los principios supremos,
o sea de los axiomas comunes a todas las ciencias. Se trata

20. A r i s t . - A n . P r . , 1. c. e n n o t a 18.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

de las leyes de identidad, del tertium exclusum, del tertium


cornparationis y, sobre todo,, del principio de contradicción. 21
Se constituyen todas estas leyes por vía analítica, esto es,
por un método inductivo socrático. Si no fuese asó, ¿cómo
serían principios sabidos ? Al no deducirse de nada, tampoco
se presentan fácilmente a nuestra mente como objetos del
saber, aunque sean medios fúndamentales para todos los
pensamientos justos.
L a inducción tiene prioridad absoluta en la ciencia hu-
mana, y no la deducción. No hablo aquí, en primer lugar, de
la inducción de las ciencias naturales, sino más bien de la in-
ducción o, mejor dicho, de la reducción socrática. La deducción
es posterior. Sus verdades nuevas consisten en ponernos ante
abstracciones aisladoras, a fin de que nuestraí atención se fije
explícitamente en circunstancias que las premisas ya implican
en todo su conjunto. 22 Por eso la exigencia de una ciencia ¡
meramente deductiva es utópica. Al lado de la necesidad
deductiva existe la inductiva, para la cual vale esta ley su-
prema y primera de todo el saber : dirigirse hacia los objetos,
abrir los ojos de la mente y ver, nada más que ver, y ver
de manera comparativa, 23 para sacar de los objetos conside-
rados las razones inductivas que nos conducen a los «logoi»
analogantes, a los principios. L a deducción no es inútil, pero
su función es mucho más modesta de lo que se piensa gene-
ralmente en filosofía.

21. M a n s i o n - J u g e m e n t , p á g s . 144 y s i g s . ; sobre lodo p á g . 147.


22. C f . a r r i b a el t e x t o a la n o t a 12. — A d e m á s se i m p o n e a q u í u n a
c o m p a r a c i ó n c o n la f u n c i ó n q u e e l l o g o s » a n a l o g a n t e e j e r c e en la a n a -
l o g í a s o c r á t i c a . S e p u e d e d e c i r : Así c o m o el a n a l o g a n t e se a b s t r a e d e
d o s o m á s a n a l o g a d o s p a r t i c u l a r e s ( p o n i é n d o s e así s e p a r a d a m e n t e a n t e
l o s o j o s d e n u e s t r a m e n t e ) ; de forma semejante la conclusión e n el
s i l o g i s m o a r i s t o t é l i c o s e a b s t r a e d e l a s p r e m i s a s ( p r o p o n i é n d o s e así
s e p a r a d a m e n t e a n u e s t r a m e n t e , a fin d e q u e p u e d a d i r i g i r t o d a su
a t e n c i ó n al j u i c i o a i s l a d o d e la c o n c l u s i ó n ) .
23. C f . Bl. P a s c a l : Pensées et opuscules. E d . >L. B r u n s c h v i c g , P a r í s ,
H a c h e t t e , s. a. F ' r a g m . 1, p á g . 317, y d e P l a t ó n la e p í s t o l a sép-
t i m a 341 c-d. L a c i e n c i a d e b e s u s m a y o r e s p r o g r e s o s y s u s m á s pro-
f u n d o s c o n o c i m i e n t o s al r a y o d e la i n t u i c i ó n . L a intuición es, en el
f o n d o , e l ú n i c o m o d o d e l c o n o c e r h u m a n o , p u e s n i n g ú n juicio se en-
t i e n d e s i n la i n t e l e c c i ó n a c t u a l d e la ^elación e n t r e s u j e t o y predicado.
E l c o n o c i m i e n t o d i s c u r s i v o v i e n e a s e r u n a serie de p e q u e ñ a s intuiciones.
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

Para completar nuestras consideraciones sobre la in-


ducción y la deducción en el arte silogística, tenemos que
preguntar todavía acerca de la posición de los términos de la
relación transitiva en las demás figuras silogísticas. Sabemos
que la relación transitiva en forma de analogía geométrico-
platónica actúa como base de todo silogismo aristotélico. Sin
embargo, la clara estructura de esta analogía se altera no
poco en las demás figuras.
E n la segunda figura, el tertium comparationis es el
término máximo del silogismo, porque se halla como predi-
cado en las dos premisas. Por esta su posición, el silogismo
socrático tiene cierta afinidad con los modos silogísticos de
la segunda figura de Aristóteles. Sin embargo, mientras
que el silogismo socrático, concluyendo sólo la semejanza o
desemejanza de los analogados, resulta válido para todas las
premisas afirmativas y negativas, el aristotélico de la segunda
figura no puede concluir sino en un juicio negativo, porque
nada positivo puede decirse acerca de los campos de extensión
entre los sujetos de las premisas. Por consiguiente, una
predicación de un término sobre el otro resulta imposible.
La finalidad del silogismo aristotélico 110 es el conocimiento
de ciertas semejanzas, sino que es la predicación de un tér-
mino sobre el otro. Esta finalidad depende sistemáticamente,
en el orden original entre los tres términos, de una rela-
ción transitiva, e históricamente se funda en la analogía
geométrico-platónica, que puede considerarse como la combi-
nación de dos analogías socráticas abreviadas y jerárquica-
mente entrelazadas, como hemos expuesto, longe lateque, en
el tercer capítulo. 24
E n la tercera figura, al revés, el tertium comparationis
es el término mínimo, pues se pone como sujeto en las dos
premisas.
L a cuarta figura no se remonta a Aristóteles, sino que
se debe a autores mucho más posteriores. Lukasiewicz prueba
con toda claridad que la cuarta figura de Galeno no es una
figura del arte silogística de Aristóteles, sino que tiene mucha

24. C f . n i , 4, p á g s . 62 y s i g s .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

afinidad con las demostraciones compuestas de Platón, las


cuales —como hemos visto— comprenden en sí dos silogismos
combinados en la diáiresis del término máximo común. 25
Aristóteles conoce ya todos los modos de la cuarta figura,26
pero no los pone aparte, sino que los considera dependientes
directamente de la primera figura.
E n esa cuarta figura todos los términos se presentan una
vez como sujeto, y otra vez como predicado. El tertium corn-
parationis especialmente ocupa los puestos más paradójicos,
porque es predicado en la premisa mayor, y sujeto en la
menor ; esto quiere decir que asume el puesto del término
máximo y del mínimo a la vez.
Mas ahora, permítaseme una pregunta. ¿Por qué Aris-
tóteles, reconociendo el valor silogístico de todas las figuras,
no se siente satisfecho, sino cuando ha reducido los modos
de las figuras segunda y tercera a los modos de la figura
primera, donde el tertium cornparationis ocupa siempre el
medio entre los términos de la conclusión ? E n otras palabras,
¿por qué el Estagirita considera los cuatro modos de la pri-
mera figura como axiomas de toda su arte silogística?
L a pregunta urge tanto más por el hecho de que estos
cuatro modos de la primera figura no son todos en realidad
axiomas necesarios, como Aristóteles creyó, sino que se
deducen, como ha probado Ivo Thomas, O. P., 2 7 del modo
Ferio de la misma primera figura. Este hecho parece de-
mostrar, contra Lukasiewicz, que, además del puro aspecto
lógico-formal, otros puntos de vista contribuyeron al naci-
miento del arte silogística. 28 Sobre todo sostengo todavía la
tesis de que la analogía geométrico-platónica, cuyo tertium

25. C f . iv, 3, p á g s . 77 y s i g s . — L u k a s . - S y l l o g . , p á g s . 38-42.


26. A r i s t . - A n a l . P r . 11, 1 ; 53 a 4 y s i g s .
27. « D o m i n i c a n S t u d i e s » 2 (1949), p á g . 148. E l R d o . P . D r . J o h a n -
n e s B e n d i e c k , d i s c í p u l o d e l f a m o s o lógico H . Scholz, l l a m ó el p r i m e r o
m i a t e n c i ó n s o b r e e s t e a r t í c u l o i m p o r t a n t e , y m e escribió en u n a carta
p r i v a d a c o n m u c h a r a z ó n : «es u n a v e r d a d e r a l á s t i m a q u e L u k a s i e w i c z n o
h i c i e r a c a s o d e l b u e n t r a b a j o del P a d r e D o m i n i c a n o » . L u k a s e m p l e a
t o d a v í a d o s a x i o m a s s i l o g í s t i c o s p a r a su s i s t e m a d e d u c t i v o : el B a r b a r a
y el D a t i s i ( L u k a s . - S y l l o g . , p á g . 88).
28. L u k a s . - S y l l o g . , p á g s . 6 - 7 ; cf. a r r i b a , p á g . 97, el t e x t o a la
n o t a 17.
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

comparationis ocupa exactamente el medio entre los extremos,


fué el punto de partida para Aristóteles. Pues sólo en la, pri-
mera figura s»e intuye inmediatamente la clara mediación del
tertium comparationis para los otros dos términos. El ejemplo
clásico es el modo Barbara.29 E n el aspecto histórico, esto es,
en vista de la analogía geométrico-platónica, es verdadera-
mente extraña esa perplejidad de muchos lógicos ante el
hecho de que toda la predilección de Aristóteles vaya a este
modo fundamental en el conjunto de una lógica de analogías
geométrico-platónicas. E n el modo Darii la relación transi-
tiva está todavía salvada, aunque se haga sólo artificialmente
por la restricción voluntaria del campo extensivo del sujeto
de la premisa menor (algunos S son M). E n los modos Ferio
y Celarent la relación transitiva vige únicamente en la premisa
menor, pero está negada por la mayor ; por consiguiente, las
conclusiones resultan negativas.
Desde luego, ya Platón enseñó30 que cualquier idea,
cuando no es considerada en sí, sino en comparación con
otras, aparece unas veces como menor, otras como mayor ; y
esto precisamente cuando se relaciona como término medio
con otros mayores y menores. Por lo mismo, las figuras se-
gunda y tercera del arte silogística son todavía aplicaciones
de esta tesis general de Platón.

3. ¡ L o INDETERMINADO EN LAS DEMOSTRACIONES DE PLATÓN


Y DE A R I S T Ó T E L E S

Nos queda todavía el problema del azeipov en el arte silo-


gística. Varias veces hemos podido ver que la lógica plató-
nica tiene muchas afinidades con las matemáticas. Siempre
que se trata de la comunicación entre las ideas, Platón busca
resolver el problema por medio de leyes proporcionales to-
madas de las matemáticas. No obstante lo dicho, hemos
mostrado en varios puntos de nuestra exposición que la
29. E l misino Lukasiewicz pone aún este modo entre los axiomas
d e l s i s t e m a silogístico. Cf. a r r i b a nota 27.
30. P l a t ó n - P a r m . 148 d - e ; 149 d-e.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

correspondencia no puede ser exacta. Ni la analogía socrática


ni la geométrico-platónica siguen las mismas reglas que las
proporciones aritméticas y geométricas, porque las ideas no
son multiplicables como las cantidades matemáticas. Cada
una tiene su significación única, cuyo enlace con las demás
ideas cumple las leyes de la semejanza mezclada, esto es,
de la igualdad parcial, mientras las ecuaciones matemá-
ticas exigen el concepto de estricta igualdad. Las matemáticas
tienen para Platón la función de símbolo, de ejemplo, para
poder revelar una ley análoga en el bosque más obscuro de
las ideas no-matemáticas. 31 L a terna de igualdad-mayoridad-
minoridad 32 se basa íntegramente en la ley de la proporción
geométrica, pero se aplica solamente de modo análogo en
la analogía geométrico-platónica. P. Gohlke 33 tiene razón al
decir que «este punto de vista de lo mayor y de lo menor
debió facilitar, en opinión de Platón, una especie de cálculo
con los conceptos. Mías la silogística —continúa diciendo el
mismo a u t o r — eliminó por su lógica formal esta tendencia
a ganar criterios 'materiales'».
E s t e pasaje nos pone otra vez ante la cuestión de si la
lógica de Aristóteles es realmente formal respecta a la lógica
platónica. Y a dije antes que el silogismo del Estagirita, en
cuanto implica el concepto de verdad gnoseológica, no puede
ser del todo formal. Y ¿qué cosa se dirá de la lógica de las
modalidades ? ¿ No son estas modalidades radicalmente unidas
con el mundo real y contingente? Por otra parte, dirijo la
atención del lector a un punto de la lógica platónica, que
hasta ahora, que yo sepa, quedó inobservado. Las letras, en
el silogismo aristotélico, substituyen a las ideas platónicas
de medio, de mayoridad y de minoridad. Como las letras de
Aristóteles se llaman 'variables', por las cuales el silogismo
ha obtenido su aspecto formalístico, pregunto y o : ¿ estas
ideas transcendentales de Platón 110 tienen la misma función

31. P l a t ó n - G o r g i a s , 508 a .
32. L l a m o a q u í la a t e n c i ó n d e los l u l i s t a s a c e r c a de la i m p o r t a n c i a
que L u l i o da a este ternario s u m a m e n t e platónico, puesto entre sus
p r i n c i p i o s r e l a t i v o s . Cf. Carreras-Artau, p á g . 458.
33. G o h l k e - T o p i k , p á g . 347.
io4 ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. P. M.

de ser variables que las letras aristotélicas? E n caso afir-


mativo, Pablo Gohlke no puede tener razón en hablar, sin
más ni más, de un cálculo [material] de conceptos en Platón,
sino que el mismo formalismo del Estagirita tiene su rafe
ya en Platón. Una lógica terminantemente 'material' en
Platón depende sólo de la diáiresis, es decir, de la división
del término mayor, cuando esta división no sigue las leyes
puramente lógicas (cf. ¡dicotomía!), sino la estructura divi-
sible de la realidad. La aserción acerca del formalismo precon-
cebido en Platón adquiere consistencia por las consideraciones
siguientes :
L a lógica aristotélica es «una teoría de relaciones entre
los cuantificadores universales y particulares, y las oposi-
ciones cualitativas de afirmación y negación en el campo de
términos universales» .34 Me parece muy instructiva la obser-
vación de J. Lukasiewicz, a quien debemos la definición
antedicha, de que esta teoría aristotélica puede compararse
con la teoría matemática de las relaciones entre mayoridades
y minoridades en el campo de los números. 35 Mayor interés
tiene todavía la noticia histórica del mismo autor, de que los
Estoicos reconocieron del todo la semejanza entre estas dos
teorías, porque las dos son relaciones transitivas. 36 Esta
noticia es capital para toda nuestra exposición, porque de-
muestra que hemos seguido una ruta segura. Solamente
preguntamos : ¿Por qué los Estoicos no miraron, ante todo,
a la geometría, comparando la teoría silogística con una
teoría de relaciones entre cantidades mayores y menores en
el campo de las extensiones geométricas ? Pues sólo de esta
manera la reducción del arte silogística a su origen his-
tórico, a la analogía geométrico-platónica, aparece perfecta.
Veremos después la verdadera razón de este cambio entre
| los Estoicos. E n cuanto a nuestra cuestión especial, digo
que, si la lógica platónica es un cálculo con los conceptos,
la aristotélica es, naturalmente, otro cálculo y aun muy
I semejante, pero más pobre.
34. Ivukas.-Syllog., pág. 14.
35- c.
36. h . c . , p á g . 15.
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Parece en verdad que Aristóteles no introdujo ningún


nuevo elemento del método matemático en su arte silogística.
Lo único que hizo fué, dejando la diáiresis del término
mayor, es decir, evitando todo peligro de división no total-
mente lógica, simplificar la demostración compuesta de Platón
de dos a un silogismo simple y lo desarrolló hasta llegar a
un sistema casi exhaustivo, pero retrocedió ante los pro-
blemas especiales de la lógica transcendental.
Ahora bien, los Presocráticos reconocieron ya que las
cosas no se dejan capta.r del todo por el rayo de la razón
humana, sino que esconden muchas realidades. Éstas escapan
al logos racional y quedan pendientes de arreglo por ser
indefinidas. Sin embargo, el universo, en este su conjunto
de lo finito (o sea de lo limitado) y de lo infinito (o sea de
lo indeterminado), forma una unidad ordenada y hermosa.
¿Cómo la mente humana puede lograr jamás un conocimiento
adecuado de este mundo real, así compuesto?
H e aquí que la ciencia matemática, otra vez, da el primer
paso hacia la solución del problema. Kn sus proporciones
geométricas se halla aquella extraña combinación de lo finito
y de lo infinito, pues vale, p. ej., la ecuación 1: v/2 = : 2.
L a admiración de Platón ante esta o semejantes fórmulas fué
extraordinaria. Kn varios lugares de sus diálogos conduce al
lector ante este problema matemático, por el cual se pone
entre dos límites un término medio indefinido, es decir, un
número irracional, que corresponde, empero, a una extensión
geométrica muy bien limitada. 37
Platón exige del filósofo que busque la justa combinación

37. C f . P l a t ó n - M e n ó n : 82 b. E l p r o b l e m a q u e el m u c h a c h o tiene
q u e r e s o l v e r s i n p r e p a r a c i ó n a l g u n a t o c a p r e c i s a m e n t e el d e la pro-
porción geométrica :

A G. Q A E =» a = 1
a : b = b : c
'i EG"= b = x

E i*J
E F ~ c = 2a = 2 K 1 : x =
1 . 2 =
V~2~ = X
x : 2
X .X

ergo:
Vt" •D i : V 2 =V 2:2
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

de lo finito y de lo infinito en sus demostraciones. 38 Sería


muy instructivo un estudio especial sobre el áretpov en las
pruebas de Platón. Aquí tengo que formular mis excusas
porque aduje ya un ejemplo bien claro sin haber tocado
todavía esta cuestión especial. 39 Lo hice para que el progreso
de las ideas no estuviera tan cargado. Pero creo que sola-
mente el problema del ábeipov nos puede introducir en toda
la profundidad de la demostración platónica. Respecto a la
misma cuestión, consideraremos ahora otra vez el silogismo
aristotélico para ver si el problema del ánretpov se plantea en
él o no.
Vuelvo al mismo ejemplo del diálogo Protágoras. La
virtud de la valentía se distingue de la cobardía según el
modo de confianza del valeroso y del cobarde. Porque la
confianza puede ser justificada en razones suficientes y,
también, no-justificada. Para obtener una confianza justifi-
cada, es preciso saber lo que es peligroso y lo que no lo es.
La confianza no-justificada es hija maligna del no-saber.
E n todo este pasaje se mezcla continuamente lo finito
con lo infinito. ¿Cómo? La confianza por sí sola es algo
infinito, pues a sí misma no pone ningún límite en tener
más y más confianza o en tener menos y menos aún. La in-
terpretación es exacta, porque se orienta según otros ejemplos
que preceden inmediatamente a este lugar. Se habla de lo
dulce, de lo amargo, del frío, del calor. Todos estos conceptos
esconden en sí la indeterminación de lo mayor y de¡ lo menor.
Los límites del frío, del calor, de lo dulce, de lo amargo y
de la confianza se ponen por otras causas, por otras razones.
La confianza está limitada por el logos humano en corres-
pondencia con el peligro. E l límite real es entonces, por un
lado, el peligro, y por otro, la posibilidad de superar el
peligro. E s t a posibilidad se funda en la propia fuerza de
cada uno. L a causa de la correspondencia justa entre los
límites (que son el peligro objetivo y la fuerza propia de
resistir, por un lado, y la confianza, por otro) es el hombre
mismo, en cuanto sepa reconocer exactamente los límites y
38. P l a t ó n - F i l e b o , 25 a y s i g s .
39. Cf. a r r i b a iv, 3 ; p á g s . 81 y s i g s .
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

limitar con ellos la confianza que es en sí indeterminada.


L a causa de la confianza indeterminada, es decir, dé la
confianza exageradamente grande o inconmensurablemente
pequeña, es el no-saber. Éste trae consigo siempre el peligro
de lo desmesurado, respecto a aquellas cosas humanas que
por sí mismas pertenecen al reino del á x e i p o v , de lo indeter-
minado, de lo indefinido, de lo irracional. El ejemplo pro-
puesto hace alusión a la esfera de los sentimientos humanos.
Seguirá la de la voluntad, porque la voluntad, sin razones
justificadas, es ciega, indeterminada. Anteceden los campos
diferentes de los sentidos. E n el mismo reino matemático
hay cantidades indefinidas, como hemos visto. Todo el cálculo
humano consiste en que uno sepa ligar lo indeterminado a
los límites de relaciones definidas, limitadas. E n las matemá-
ticas tenemos ese instrumento admirable de la proporción
geométrica. Platón la trasladó al campo filosófico en forma
de la conocida analogía geométrico-platónica, pero la empleó,
las más de las veces, en una demostración compleja, la cual
supone un mismo término máximo conocido que toma bajo
su tutela dos analogías geométrico-platónicas, o sea dos rela-
ciones transitivas, nacidas por la división de un término
máximo común en dos diversos términos medios.40 Éstos
pueden constituirse por términos bien determinados, pero
también por términos indeterminados en sí, esto es, por tér-
minos sin medida intrínseca, tal como ha mostrado el ejemplo
aducido de la confianza no-justificada.
E l interés de lo expuesto crece, sin duda, cuando pregun-
tamos si también el silogismo aristotélico conoce: el problema
del xzstpov y si sabe ligarlo a términos definidos. Cosa sabida
es que Aristóteles distingue entre los juicios afirmativos,
negativos e indeterminados. Del juicio : «algunos hombres son
no-buenos», dice el Estagirita que es indeterminado por el
término indefinido del no'bueno, pero que tiene el esquema
de un juicio afirmativo. 41 También es indeterminado el juicio
cuyo sujeto no tiene cuantificador alguno, p. ej., 'hombres
son buenos'. Platón lo considera como juicio universal, pues
40. V é a s e iv, 3, p á g s . 79 y s i g . y la n o t a 18.
41. A r i s t . - A n . P r . 25 b 20-25.
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

para él se trata de las ideas hombre y bondad, pero no de


los hombres individuales en tal juicio, indeterminado. Para
Aristóteles, empero, que niega la separación ontológica del
mundo ideal y real, este mismo juicio así indeterminado (pero
ahora relacionado a los hombres individuales) no puede ser
sino particular. 4 2 Prácticamente, Aristóteles no hizo caso de
los juicios indefinidos en su arte silogística, pues enumera
solamente cuatro clases de premisas, las universales y par-
ticulares afirmativas, y las universales y particulares ne-
gativas. 4 3
Parece entonces que el silogismo aristotélico no hace
caso del problema del axeipov. No obstante esto, la lógica
moderna, según mi modo de ver, nos impele a igualar el
concepto de la verdad meramente lógico-formal y el de lo
determinado, como también nos hace entender que lo lógi-
camente falso o inválido es siempre algo indeterminado, algo
que está en suspenso, que queda sin resolver, pero que entra
muy bien en el cálculo lógico. Cierto es que hay aquí algunos
puntos de vista turbios, p. ej., cuando se declara que el juicio
indefinido Algunos hombres son no-buenos tiene el mismo
valor del otro claramente negativo Algunos hombres no son
buenos.44
Sin embargo, supuesta la verdad patente de que hay
una multitud de objetos y, por consiguiente, una multitud
de verdades que se refieren a las relaciones en los objetos
o entre los mismos ; supuesta además la tesis de que todos
los objetos del saber humano tienen entre sí una coherencia
suficiente para constituir la unidad del mundo de objetos
en la conciencia humana, 4 5 entonces toda proposición nega-
tiva resulta a la vez una indeterminación ; porque si alguna
proposición no es verdad, se sigue con todo rigor, a causa
de las suposiciones hechas, que otras proposiciones son ver-
daderas, como también que otras más pueden ser falsas.
42. C f . a r r i b a v, 2, p á g . 97.
43. C f . t a m b i é n la o b s e r v a c i ó n de L u k a s . - S y l l o g , p á g . 5.
44. C f . i , n o t a 19.
45. H a b l a n d o d e e s t a m a n e r a , a p a r e n t e m e n t e m o d e r n a , n o se
e x c l u y e p a r a n a d a la i n t e r p r e t a c i ó n p r o p o r c i o n a d a del r e a l i s m o gnoseo-
l ó g i c o c u y a d e f e n s a n o s es c a r a , p e r o q u e n o está a q u í en discusión.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

Creo yo que la lógica moderna de las proposiciones se


basa en estos axiomas tácitamente supuestos, y que la 'impli-
cación material* de la misma lógica de las proposiciones no
tiene otra explicación sino la que facilitan las mismas supo-
siciones. Aceptadas éstas, la ley escolástica Ex omni falso
qiwdlibet verum et falsum y la otra Ex vero nonnisi verum
resultan necesarias por simple intuición, sin que tengamos
que recurrir al cálculo logístico. Pues de lo que está deter-
minado no pueden sacarse nuevas indeterminaciones, pero
de lo que es indeterminado puedo sacar materialmente todo
determinado y todo indeterminado; porque una frase nega-
tiva, aunque me cierre la vía de lo que está formalmente
negado, me abre a la vez todas las demás, verdaderas o falsas.
Si no fuese así, el mundo de nuestros objetos sería caótico.
Sin embargo, en el arte especialmente formal de los silo-
gismos, una premisa negativa, o sea indeterminada en el
sentido expuesto, no conduce formalmente jamás a una con-
clusión determinada, o sea, a una conclusión afirmativa.
Esta aserción importante nos hace entender que el problema
platónico de lo indeterminado no se presenta de la misma
manera en el silogismo aristotélico. L a diferencia es ésta :
mientras Platón mira a las cosas indeterminadas o, lo que
es lo mismo, a lo irracional en las cosas, y trata de introdu-
cirlo en el cálculo de sus demostraciones por conexión con
los términos-límites, el silogismo aristotélico, en su inter-
pretación moderna, se contenta con hacer un cálculo con
términos negativo-indefinidos sólo para conducirnos a otras
indeterminaciones más, es decir, a una conclusión negativa,
cuya única determinación es prohibitiva, sin indicar de ma-
nera alguna en qué dirección hay que buscar la vía justa
de una verdad determinada.
* * *

Voy a terminar mi exposición sobre el desarrollo de la


lógica griega desde los tiempos de los Presocráticos hasta Aris-
tóteles. L a conclusión inmediata que se impone en este último
capítulo debe ser la tesis de que la lógica de Platón contiene
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

varios aspectos a los cuales el arte silogística no atiende,


y que, por consiguiente, ésta resulta un sistema estrecho,
aunque sea en sí muy perfecto bajo el aspecto lógico-formal.
El mismo Aristóteles trató de ensanchar su arte silogística
con la teoría de los silogismos modales. Mas es muy signifi-
cativo que Lukasiewicz, un lógico de primera categoría, haga
constar que «esto fué naturalmente una extensión de la ló-
gica, pero probablemente no se hizo en la justa dirección».46
Especialmente hemos logrado la convicción de que el
silogismo aristotélico tiene su raíz en una relación transitiva,
llamada analogía geométrico-platónica, por ser ésta una imi-
tación de la proporción geométrica. Hemos visto además que
esa analogía geométrico-platónica puede considerarse como
un conjunto de dos analogías socráticas jerárquicamente
ordenadas.
Por estas dependencias históricas y por el concepto aris-
totélico del género en cuanto es una forma vacía, hay que
conceder que todo el camino de la lógica griega, desde •Só-
crates hasta Aristóteles inclusive, es un camino fundamental-
mente inductivo o, mejor dicho, reductivo, y que la conclu-
sión silogística corresponde a una abstracción aisladora, en
la cual se elimina el término medio, esto es, el término con-
ductor de la misma clase de relación que se reafirma en la
conclusión.
Por fin, hemos podido ver cómo los problemas más fun-
damentales de la lógica arcaica, la relación entre ser y pensar,
la identidad e igualdad, la contradicción y la contrariedad, la
determinación y la indeterminación, preocuparon aun a los
maestros mayores, a Platón y a Aristóteles, aunque en
grado diverso.
A veces hemos podido entrar en la problemática de la
lógica moderna ; hemos observado ciertas afinidades entre
los autores de los tiempos antiguos y los hijos del siglo actual,
todos discípulos de la filosofía perenne, pues en sus funda-
mentos la lógica es ciertamente una disciplina filosófica.
De la filosofía perenne, en cuanto no es sino la dirección
46. I m k a s . - S y l l o g . , p á g . 31. — N a t u r a l m e n t e este juicio h a de enten-
d e r s e sólo b a j o el a s p e c t o d e u n a lógica formalística.
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA III

hacia la sabiduría, se dice que está buscando, de generación


en generación y siempre de nuevo, la verdad de aquella Sa-
biduría personal que no se nos revelará sino en parte y de
modo análogo hasta que nos llegue la hora del adventus Verbi
Veritcutis divinae, es decir, la hora del advenimiento del Verbo
divino de la eterna Verdad.
VI. LA MENTALIDAD DEL BEATO RAIMUNDO
L U L I O Y L A T E O R I A M O D E R N A DE L A S FORMAS
D E L PENSAR

Resumen : Introducción : Cuestión de la unidad o pluralidad


d e l a l ó g i c a . — Tema: I . L a t e o r í a d e l a s f o r m a s del p e n s a r ,
s e g ú n H a n s L e i s e g a n g . — I I . L a s c u a t r o f o r m a s del p e n s a r en
R . L u l i o . — I I I . L a s f o r m a s del p e n s a r l u l i a n o y la a n t r o p o l o g í a
d e l B e a t o R a i m u n d o . — Conclusión: L a actualidad de Lulio.

Muy señores míos :


Antes de comenzar esta conferencia sobre la mentalidad
del Beato' Raimundo Lulio, me es muy grato afirmar delante
de ustedes que hoy día nadie, si quiere profundizar seria-
mente en el pensamiento luliano, puede prescindir de la obra
fundamental, detalladamente analítica y ampliamente docu-
mentada, que los doctores T . y J. Carreras y Artau, Cate-
dráticos muy respetados de esta Universidad, prepararon
y publicaron sobre la mente y la psicología, la filosofía y
teología del Beato Raimundo Lulio, o —como este gran
mallorquín se llamó de hecho— Ramón Llull.*
Sin el conocimiento de esta obra no me atrevería a hablar
aquí ; y quizás haré solamente un extracto de ella al consi-
derar la mentalidad luliana bajo el aspecto de la más moderna
teoría de las formas del pensar.

* E l D r . D . T o m á s C a r r e r a s y A r t a u falleció el 23 de octubre de 1954.


P u b l i c a m o s esta c o n f e r e n c i a en sentidísimo homenaje
al H o m b r e y al Docto
que hemos perdido.

8
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

INTRODUCCIÓN

Cuando uno examina las leyes estructurales de las dife-


rentes lenguas, o bien sólo las de los principales grupos lin-
güísticos del mundo, y no se fija sino en sus contrastes, le
podría ocurrir fácilmente el pensamiento de que los diversos
estilos gramaticales y las diversísimas imágenes lingüísticas
de las distintas lenguas induzcan a los hombres a tomar
también distintas vías de pensar. ¡ Cuán difícil resulta, p. ej.,
para un europeo el entenderse con un primitivo africano o
con un asiático culto sobre un tema ideológico! E n vista de
esto, no nos extraña demasiado el hecho de que algunos cien-
tíficos modernos suelan hablar de distintas lógicas, debidas
a la diversidad de las leyes estructurales en los distintos
grupos principales de lenguas humanas.
Y cuando uno, bajo el aspecto psicológico, examina los
diversos cursos de ideas preferidos por los individuos y hace
constar cómo, p. ej., el cazador interpreta la vida, el macro-
cosmos y su pequeño ambiente desde el punto de vista de
la caza y juzga esta su interpretación como válida y verda-
dera, y que el campesino y el pintor y todos los demíis
hombres profesionales interpretan el mundo según sus modos
profesionales de ver ; y que también los varones, como tales,
piensan de manera típicamente distinta de la de las mujeres ;
y que, finalmente, cada uno juzga su modo de pensar válido y
verdadero, entonces parece tener cierta autoridad la conclu-
sión de que hay tantas lógicas cuantas ilaciones y asocia-
ciones típicas de pensamientos se enumeran.
Sin embargo, los gramáticos y los psicólogos, que hablan
desde sus puntos de vista especiales de la pluralidad de la
lógica, no saben distinguir bien entre la lógica y la lengua
los primeros, y entre la lógica y la psicología los segundos.
Pero, aun en la misma ciencia lógica, la cual no se pre-
ocupa sino del puro pensar formal, la situación de hoy día
es tal, que los mismos lógicos hablan de una pluralidad de
lógicas. Se trata de la distinción entre la lógica tradicional
o bivalente — q u e hace su cálculo solamente con los valores
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

de lo verdadero y de lo falso simpliciter — y las lógicas pluri-


valentes que admiten además diferentes grados intermedios
entre lo verdadero y lo falso reconocido. Supuesto, dicen,
que la ley de contradicción no se aplica al conocimiento de
ciertos objetos, el camino de las lógicas plurivalentes se ha
abierto, y el cálculo con tres, cuatro, cinco o más valores
lógicos se concluye con la misma validez formal que en la
lógica bivalente. No puedo aquí) entrar en la crítica detallada
de esta tesis. Digo solamente que en esta argumentación se
confunden el estado objetivo de las cosas y el grado de certi-
dumbre sobre el mismo.
Esto no obstante, no se puede negar que la lógica tiene
algo que ver con ciertas jornias del pensar. E n estas formas
del pensar no se trata simplemente del pensar humano bajo
un aspecto psicológico-gnoseológico, sea que éste se derive
del modo profesional de ver las cosas, sea que se deba a
diferentes grados de certidumbre. Las formas del pensar de
que hablamos aquí tampoco se relacionan únicamente con
las diversas creencias ni con otros factores irracionales, sino
que se basan en un pensar impuesto a la razón humana por
las cosas ; por consiguiente, como veremos, en un pensar
lógico.
Por eso, concluyen los defensores de esta teoría moderna
de las formas del pensar : cuántas formas del pensar hay,
tantas lógicas tienen razón de ser, y por eso tratan de reco-
nocer y analizar la forma típica del pensar en cada autor.
De las dificultades de esta teoría hablaré más adelante, cuando
exponga los detalles de la misma.
•Mas, llegados a este punto, también yo quisiera pre-
guntar por la forma del pensar de un determinado filósofo,
a saber, por la forma del pensar del Beato Raimundo Lulio.
N o se trata de un estudio psicológico ; no hablamos en ge-
neral del modo de pensar en Raimundo, pues queremos res-
ponder a la pregunta más fundamental de sí Lulio ha creado
desde su propia forma de pensar personal una lógica que
corresponde solamente a esta su forma de pensar, o si la
lógica luliana es realmente lo que pretende ser : una forma
del pensar común a todos los hombres, transformada en reglas
IL6 ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

lógicas válidas para todos los humanos respecto a un cierto


grupo de objetos.
Nuestra meditación, por consiguiente, entrará en un
análisis del arte luliano y lo considerará bajo el respecto
de la teoría moderna de las formas del pensar.

I. L A TEORÍA DE LAS FORMAS DEL PENSAR,


SEGÚN H A N S LEISEGANG

1
l

Para exponer brevemente esta teoría de las formas del


pensar, me refiero explícitamente sólo al opúsculo postumo
de H a n s Leisegang : Meine Weltanschauung, aunque en su
obra fundamental, Denkformen, que salió en el año 1952, en
segunda edición, el autor se expresa con mayor profusión y
facilita en ella muchos más ejemplos. Desde luego, se podrían
citar otros autores afines, sobre todo Eduardo Wechsler,
Carlos Jaspers y Eduardo Spranger, y, con ciertas restric-
ciones, Ortega y Gasset, M. Granell, M1. Bense y otros más.
E n aquel opúsculo postumo, intitulado Meine Weltan-
schauung, introduce Leisegang un pensamiento que no había
logrado la misma claridad en su obra maestra. El autor
afirma últimamente que a las distintas formas del pensar
corresponden distintos estados objetivos de las cosas. Esto
quiere decir que la lógica se toma de nuevo por lo que es,
era y tiene que ser siempre, por una ciencia secundaria, de-
pendiente de los estados objetivos de las cosas, de las condi-
ciones objetivas en las esferas del ser y del valor.
Pensar es pensar sobre algo dado, es dibujarlo, copiarlo
de modo humano en nuestro espíritu. No solamente el conte-
nido del pensamiento nos viene de un objeto puesto delante
de nuestra conciencia, sino que también el modo y la forma
por la cual el contenido se adapta lo mejor posible a nuestra
intelección está a su vez ligado al objeto, a fin de que la forma
misma del pensar se haga válida, esto es, objetivamente fun-
dada en la cosa. Creo yo que, si lo dicho llegara a ser de nuevo
IO3
I.AEVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

reconocido por todos, la discusión sobre la unidad y la plura-


lidad de la lógica habría terminado.
Pues será justo hablar de una pluralidad de la lógica, en
la medida en que ésta siga las leyes de distintas esferas de
objetos. E n tal caso, las formas del pensar deben ser varias
y distintas. Por otra parte, en cuanto se presenta la posibi-
lidad de predicar propiedades transcendentalmente comunes
a todos los objetos, aquella forma del pensar que les corres-
ponde más adecuadamente ha de ser una. Y la lógica que
comprende las reglas científicas de esta forma del pensar, no
solamente debe ser una, sino a la vez la lógica más común
que pueda haber.
Se impone, empero, la cuestión de si nuestra lógica tra-
dicional, es decir, la aristotélico-escolástica, puede pretender
con razón ser la lógica más común, y por tanto la expresión
científica de aquella forma del pensar, por la cual el hombre
sigue más fielmente las propiedades transcendentales de los
objetos. E l que hojeó siquiera una vez un manual de la lógica
teorético-moderna, sabrá que esta cuestión se resuelve oon
la mayor probabilidad por una respuesta negativa.
E s , empero, interesante el hecho de que Raimundo Lulio,
siendo en cierto sentido un secesionista entre los escolásticos,
no se deje captar por la lógica tradicional. Como veremos
más adelante, el Beato está preferentemente ligado al pensar
circular y simbólico, cuyas formas no juegan un papel pre-
ponderante en la lógica aristotélico-escolástica.

Según H a n s Leisegang, en la forma del pensar que se


ha tomado por la lógica tradicional, las ideas se asocian con-
forme al esquema de una. pirámide de conceptos. El modelo
ejemplar es el Arbol de Porfirio, por el cual se asciende
desde los conceptos específicos múltiples a los más genéricos,
hasta llegar al concepto categorial y supremo de substancia.
Cosa semejante deberá decirse de cualquier otra clasifi-
cación de objetos, aunque no quisiera negar las diferencias
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

todavía grandes que existen, p. ej., entre la clasificación


de los seres en el Árbol de Porfirio y la clasificación de los
números en la aritmética.
Mas la lógica de las clases, correspondiente exactamente
a esa forma jerárquica del pensar por pirámides de conceptos,
no se adapta bien a la forma del pensar circular, llamado
así porque los conceptos de esta otra forma del pensar se
entrelazan como si se hallasen dentro de la circunferencia
de un círculo.
H . Leisegang exige todavía una tercera forma del pensar,
a la cual llama matemático-física. Nace ésta de la conside-
ración de la naturaleza privada de vida. Su propiedad prin-
cipal se muestra en el intento de transmudar todas las cuali-
dades del mundo en cantidades. Esta forma del pensar no
conoce, en el fondo, más que números y proporciones numé-
ricas, o sea fórmulas aritméticas. Es, sobre todo —afirma
H . Leisegang—, la forma del pensar para los defensores
de una concepción materialista del mundo.
Al revés, la forma del pensar jerárquico, es decir, de
clasificación por pirámides de conceptos, fundado, según
Leisegang, por Platón, responde a los anhelos de toda con-
cepción idealista del mundo. Su objeto principal es el hombre
mismo, en cuanto se manifiesta como ser espiritual en sus
obras de arte y de artesanía y en sus obras científicas.
L a forma circular, en cambio, se inspira, según Leise-
gang cree, en las estructuras orgánicas y en sus modos de
vivir, de nacer y de deshacerse, etc. Podemos pensar en la
circulación de la sangre, en el ciclo de las generaciones, pero
también en el ciclo del día y de la noche y en el de los años,
causados ambos ciclos, respectivamente, por la rotación y por
la revolución del globo terrestre. Esta forma circular del
pensar fué la de los panvitalistas ; pero también la de los
místicos, dice Leisegang, la de Heráclito, de los estoicos, de
algunos neoplatónicos, sobre todo de Proclo; luego la de Pa-
racelso, de Jacobo Bóhme, de G. Herder, de W . Goethe,
de F . W . Schelling, de G. W . F . Hegel. Este último, Hegel,
desarrolló en tal forma, afirma Leisegang, su lógica científica.
IO3
I.AEVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

E11 estas afirmaciones de Leisegang sobre la forma


circular del pensar, tres cosas me parecen ser poco correctas.
E n primer lugar, esta forma del pensar no se debe únicamente
a los ciclos en los organismos, sino que corresponde, además
— lo cual es sorprendente—, al orden de los valores espi-
rituales en la esfera ético-religiosa. Por eso resulta confusa
la aserción de que también los místicos, por su forma circular
del pensar, dependen de la contemplación del mundo orgá-
nico. Antes bien, este mundo ético-religioso, con sus condi-
ciones especificas de orden, exige por si1 solo ya la forma
circular del pensar, la cual resulta además muy clara porque
carece del carácter de tiempo. E n cambio, los ciclos orgánicos
se asemejan más bien a un esquema espiral que al circular.
E n segundo lugar, quisiera prevenir contra una relación
exclusiva entre la forma del pensar y la concepción subjetiva
del mundo, pues aunque Eeisegang, en su opúsculo postumo,
haya expresado la idea justa de que las formas del pensar
tienen su raíz en el ser peculiar de los objetos, vuelve a
hablar con preferencia de la relación entre la forma del
pensar y la concepción del mundo. De manera semejante
establece Ortega y Gasset una relación indisoluble entre las
formas del pensar y las creencias. Este punto de vista no
es del todo equivocado, pero no logra ver todo el problema,
ni aun el problema principal, acerca de las formas del pensar.
Cuando un pensador aplica, p. ej., la forma circular del
pensar a objetos que admiten solamente el empleo del pensar
jerárquico de clasificaciones por pirámides de conceptos, su
forma del pensar ya no está fundada en la realidad de las
cosas, su lógica sigue ciegamente una suposición, una creencia
subjetiva ; su lógica no es dirigida hacia las cosas, sino úni-
camente es expresión de un estado psicológico. Nosotros,
empero, al preguntar por las formas del pensar en Raimundo
Lulio, queremos saber, además,' si estas formas son justifi-
cadas por la realidad de las cosas. No nos basta un estudio
puramente psicológico : preguntamos por la verdad objetiva
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O . F. M.

de las formas del pensar. E n tercer lugar, hay que revisar


la tesis de Leisegang, según la cual Hegel fué el primero
en dar expresión científico-lógica a la forma circular del
pensar. Se opone a esta afirmación el hecho de que el arte
de Raimundo Lulio, muchos siglos antes que Hegel, fué
ya un ensayo, seguramente muy interesante, de establecer
una lógica especial para la forma circular del pensar. El fun-
damento, empero, del arte luliano es patentemente neopla-
tónico-cristiano. L a s raices de tal lógica del pensar circular
han de buscarse en el mismo Platón.
Quisiera someter todavía a crítica la teoría de Leisegang
sobre las formas del pensar en otra dirección, para llegar
a la afirmación de una cuarta forma del pensar, no mencio-
nada por Leisegang.
Si se ha hablado del mundo objetivo de los organismos
y si se ha nombrado, entre otros pensadores de la forma
circular, también a Paracelso, no debería olvidarse el hecho
histórico de que este famoso médico del siglo xvi fué a la
vez un representante típico de otra forma del pensar, omitida
por H a n s Leisegang. Esta nueva forma se establece en vista
de las relaciones objetivas que hay entre las.formas feno-
ménicas, causadas por fuerzas o virtudes invisibles. Se trata
aquí de las relaciones objetivas entre la expresión y la corres-
pondiente esencia interior, entre la forma estructural y la
estructura interior (en alemán se habla, desde los días
de E . Wólfflin, de Gestalt y Gehalt), entre el signatum vi-
sible y el invisible signans, según la terminología escolástica.
Remito aquí a los estudiosos a la visión honaventuriana de
la relación entre Dios y el mundo, a la idea paracelsiana del
desorden interior del hombre que se manifiesta en el cuerpo
enfermo, a los múltiples análisis, tal como L. Klages los
llevó a cabo, de todo lo que es viviente. Aunque los autores
más antiguos emplean el concepto del signum signatum, pre-
fiero denominar esta forma específica del pensar el pensar
+ simbólico, porque el aú^o'Xov es siempre la coincidencia de
dos realidades, de las que la más sublime e invisible está
representada o connotada por la visible, de modo que ésta,
aparte su propia realidad, es signo de la otra. E l símbolo
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

f •
I m á s natural es la coincidencia de un fundamento óntico y de
su manifestación en el mundo visible.
Otro punto de crítica acerca de las formas del pensar
propuestas por H a n s Leisegang atañe a la forma matemático-
física, la cual, según dicho autor, corresponde con preferencia
a la concepción materialista del mundo. Sin embargo, el
* pensar matemático por sí solo díó no solamente a Demócrito,
sino también a Platón y a Leibniz, un gran impulso para
filosofar. Además, en las formas circular y jerárquica o
piramidal del pensar se esconden relaciones fundamentales
de la matemática, a saber : las de igualdad, de igualdad
parcial y de su concepto opuesto, desigualdad, la cual se
divide en mayoridad y minoridad. Para ser más justo, digo,
empero, que Leisegang, al hablar de esa su forma matemático-
física del pensar, no se refiere a dichas relaciones fundamen-
tales y transcendentales, sino al número en su propiedad de
poder multiplicarse de tal manera, que en una serie aritmé-
tica varios números del mismo valor numérico pueden estar
juntos uno al lado de otro, lo que no tiene lugar en las
demás formas del pensar, si no es en un sentido impropio.
L a Misericordia de Dios, p. ej., es una ;-sus misericordias,
empero, son las múltiples realizaciones de aquélla en las
criaturas. E l hombre, como tal, considerado en la jerarquía
de los seres creados, es u n o ; los hombres individuales
forman, empero, una variación inmensa del hombne en abs-
tracto. No obstante esto, ningún hombre individual se en-
cuentra como un número del mismo valor al lado de otro;
ni entre las misericordias de Dios una es igual a otra, como,
por ejemplo, el número 2 es igual a otro 2 dentro del margen
de una misma función aritmética.
Por eso, en vez de forma matemático-física, prefiero
hablar de la forma aritmética del pensar.

Y ahora permítaseme resumir las cuatro formas enume-


radas del pensar en otro orden, el cual corresponderá a núes-
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

tra exposición de las formas del pensar en el Doctor Ermi-


taño, en el Beato Raimundo Lulio.
í. El grado ínfimo se da en la forma aritmética;
2. el grado supremo lo concedemos a la forma circular ;
3. el primer grado intermedio está constituido por la
forma jerárquica o, dicho brevemente, piramidal,
4. y el segundo grado intermedio está ocupado por la
forma simbólica del pensar.
No osaré decidirme, de momento, sobre la cuestión de
sí este número de formas del pensar es completo. En mi libro
El Pensar armónico emprendí —hace ya diez años— el en-
sayo de reducir las formas del pensar a los tres modos de
argumentación según la lógica tradicional, a saber : al argu-
mento del quia, al del propter quid y al argumento per ana-
logiam. Mas hoy daa me parece que esta reducción no revela
suficientemente la verdadera intención propia de Leisegang
ni da la solución justa de la cuestión acerca de la pluralidad
de la lógica.

II. E A S CUATRO FORMAS DEL PENSAR EN RAIMUNDO LUI,IO

Las cuatro formas del pensar que acabamos de proponer


y explicar nos ayudarán ahora en el intento de exponer y
dilucidar la mentalidad del Beato Raimundo Lulio.

Por lo que se refiere a la forma aritmética del pensar


humano, pocas palabras bastarán aquí, porque, según mi
entender, Raimundo Lulio, en el fondo, no la conoce ni la
emplea. Muy al contrario, si en esta forma del pensar se
trata de reducir todas las cualidades a cantidades, Lulio
interpreta no pocas veces conceptos etimológicamente cuanti-
tativos en un sentido cualitativo. Desde luego, ¿cómo se
podría hablar de la magnitud divina, si no se quita todo lo
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

cuantitativo que esta palabra lleva consigo? El interés que


Lulio demuestra por las matemáticas gira en torno de la
axiomática matemática, en cuanto ésta nos conduce a pro-
blemas fundamentales, no sólo de las matemáticas, sino a
la vez de toda la filosofía. La exposición luliana, empero,
de estos problemas tiene su raíz, sin duda, por entero en
el platonismo.

Voy a hablar de la forma circular del pensar en Raimundo


Lulio, y quiero demostrar, por la. doctrina de Hans Leisegang
acerca de esta forma de pensar, que fué la forma verdadera-
mente central del pensar luliano. Según este modo de pensar,
dos conceptos, sean A y B, se relacionan de tal manera —dice
Leisegang— que el segundo concepto B se reduce de nuevo
al concepto primero A. E n t r e otros ejemplos, Leisegang cita
esta frase de San Juan : E n el principio era. el Verbo, y el
Verbo era con Dios, y Dios era el Verbo {A — B y B — A).
Y cuando se trata de una serie de conceptos conexos, sean A,
B, C, D, E, después de haberse unido progresivamente
A con B y B con C y C con D y D con E, este último se
reúne de nuevo con el primero A. E n otras palabras, la
mente es conducida por tal serie de conceptos como en un
círculo, donde no hay propiamente ni comienzo ni fin.
Ahora bien, la figura fundamental del Arte luliana corres-
ponde exactamente a este esquema circular del pensar. En el
círculo de la figura A de Lulio se nos presenta un grupo de
nombres atribuidos, en primer lugar, a la naturaleza divina.
Y como en Dios 110 hay distinción alguna, sino plena iden-
tidad de todas estas atribuciones, claro está que Dios es
bondad, y que su bondad es a la vez su grandeza, y que
su grandeza o magnitud es la eternidad, y que su eternidad
es su omnipotencia, y que su omnipotencia es la sabiduría
infinita, y que esta suma sabiduría es su voluntad ; su vo-
luntad, virtud, y su virtud, verdad ; su verdad, su gloria,
y que esta gloria es todavía Dios mismo.
E n una conferencia, desarrollada el año 1952 en Palma
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

de Mallorca, en el Círculo de la Maioricensis Schola Lullistica,


demostré que esta concatenación de los atributos divinos de-
riva de la Esfera Inteligible de Plotino, donde el ser y el
ser bueno y todo lo que es inteligible están juntos insepa-
rablemente, es decir, en plena identidad, de modo que las
definiciones humanas que separan uno del otro no alcanzan
los modos de ser de aquella Esfera, sino que sólo los indican
ligeramente y como de lejos. Lulio, basado naturalmente en
San Agustín, dió la interpretación cristiana a esa Esfera
plotiniana.
E l oírculo de identidades pierde, empero, su continuidad
y se resuelve en una circunferencia discreta, constituida por
puntos no continuos, cuando las definiciones humanas de
dichos atributos divinos o — como Lulio dice — de esas
dignidades divinas se consideran sólo dentro de los límites
de las definiciones. E s verdad que se puede dar al vocablo de
una dignidad luliana, a saber : a la bondad, a la grandeza,
a la duración, etc., una definición más o menos estricta ;
pero en virtud de la definición propia, una dignidad se separa
siempre de otra. Cuando la definición pone sus límites tan
amplios que la dignidad pueda ser atributo de cualquier ser
real, sea de lo divino, sea de lo creado, las definiciones per-
sisten todavía en su función de separar un atributo del otro,
pero se toman en un sentido completamente transcendental.
Cierto es que Lulio acepta sus dignidades en este sentido
transcendental, porque las aplica no solamente a Dios, sino
a todos los seres sin distinción. Con este sentido transcen-
dental, el círculo de estrictas identidades entre las digni-
dades queda interrumpida a causa de las definiciones propias
de cada dignidad ; sin embargo, la conexión entre las dig-
nidades resulta aun fuerte por parte del ser mismo que es
el centro para todas las dignidades, de modo que se puede
hablar todavía, aunque sea en un sentido menos propio, de
un pensar circular. Pues aun cuando pensemos en un ser
creado, dichas dignidades tienen que estar presentes sin
excepción alguna. También de la bondad creada puedo decir
que es grande, etc. ; pero no «que la bondad es grandeza,
ni que la grandeza creada es la duración, etc., pues las
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

definiciones de las dignidades valen exactamente en su sen-


tido limitado para todas las criaturas. Pero la realidad divina
las supera aún por esa absoluta identidad entre las dignidades
no ya transcendentales, sino transcendentemente reales y
propias en Dios.
De modo semejante a lo que ocurre con las dignidades
lulianas, se puede hablar de un pensar circular a propósito
de todos los valores de la esfera ético-religiosa. Pues éstos
110 admiten una clasificación jerárquica según el ejemplo del
Árbol de Porfirio, cuyos conceptos se construyen en forma
de una pirámide. Los valores ético-religiosos constituyen una
estructura en forma de tejido continuo, se asemejan a las
cu-erdas de un mismo círculo, las cuales se cruzan inme-
diatamente o se relacionan con el centro común por los
diámetros perpendiculares a ellas mismas.
Si pensamos en el hecho innegable de que las dignidades
lulianas pertenecen a la esencia del pensar de nuestro autor,
que constituyen el núcleo de toda su arte combinatoria, que
fueron el fundamento de todas sus disputas religiosas con
los judíos y con los musulmanes, y que formaron la parte
esencial de todas sus meditaciones y contemplaciones ascético-
místicas, entonces ya no podemos dudar de que esta forma
circular del pensar fué adecuada a la mentalidad del Beato
Raimundo Lulio.
Ella le fué adecuada, porque fué un hombre esencial-
mente religioso, porque toda su vida, su rimar y filosofar,
su obrar y su orar, todo su corazón fué dirigido hacia aquel
objeto que 110 se medita ni se contempla del mejor modo
posible si no es por el pensar circular. Este pensar no
es, empero, producto de una creencia, de una concepción
subjetiva del mundo o de la esfera inconsciente del hombre,
como pregona en nuestros días Carlos Gustavo Jung, sino
que se impone por un objeto real, por Dios, transcendente
a lo psíquico del hombre.
Desde luego, aunque las dignidades lulianas, como vo-
cablos humanos que son, parezcan muy positivas o afirma-
tivas, pertenecen todavía a la teología negativa cuando dejan
concienzudamente todo sentido particular y aun transcen-
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

dental y se aplican exclusivamente a la naturaleza divina.


Pues lo que es determinado por el limitado sentido de cada
vocablo, se ensancha, como queda ya dicho, hasta llegar a
ser indeterminado para la razón humana por fuerza de la
postulada identidad que ha de reinar entre las dignidades
mismas y entre ellas y la naturaleza divina.

Al lado de las dignidades hay que nombrar todavía los


célebres correlativos Julianos que —aplicados a la Santísima
T r i n i d a d — nos ponen de nuevo en el camino del pensar
circular. E n otra ocasión, en una de mis conferencias pro-
nunciadas en Palma de Mallorca, expuse cómo estos correla-
tivos corresponden a la doctrina medieval de la Gramática
especulativa, pues cada frase transitiva se constituye por el
sujeto, el verbo y el término de la acción verbal. El sujeto
y este término pueden substituirse por los participios de
presente y de pasado, derivados los dos del mismo verbo
de cualquier frase transitiva. Por ejemplo, en vez de decir :
el alma ama a\ Cristo, puedo decir : el amante ama al amado.
E n Dios esta transitividad es, a la vez, reflexividad, pues
el Padre amante y el Verbo amado es el mismo Dios, unidos
esencialmente por la Persona del Espíritu Santo que está re-
presentado en la frase propuesta por el mismo Acto de amar.
Esta interpretación estrictamente teológica de Lulio le
impidió hablar abiertamente en sus exposiciones filosóficas
de los correlativos a base de esta reflexividad suprema de
los correlativos en Dios. Para nosotros, empero, es impor-
tante el hecho de que aun la transitividad natural de los
verbos de acción transitiva es reducida al pensar circular
por las especulaciones teológicas sobre la Santísima Trinidad.
Aquí se trata no solamente de una doctrina luliana, sino ya
agustiniana. San Agustín depende en esto históricamente de
Plotino, cuyos correlativos de la Esfera Inteligible inter-
pretó en sentido del misterio más profundo del Cristianismo.
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Bástenos lo dicho acerca de las dignidades y correlativos


lulianos para reconocer la forma circular del pensar como
forma principal en la mentalidad del Beato Raimundo Lulio.
Mas ¿ qué cabe decir de la forma jerárquica del pensar, com-
parable al esquema de una pirámide de conceptos? Como el
pensar circular, en un sentido más amplio, se adapta todavía
a las criaturas, no nos extrañaría el hecho de que Lulio no
cultivase el pensar propiamente jerárquico. Naturalmente
en este caso nuestro autor sería un pensador cerrado, en
quien prevalecería una concepción subjetiva del mundo;
sería un pensador que contemplaría todos los objetos sin
distinción bajo un solo punto de vista, es decir, a través de
una sola forma del pensar, a través de su pensar exclusi-
vamente circular. E n este caso, el peligro de concepción mo-
nística del mundo sería muy grande. Sin embargo, no es
éste el caso de Lulio.
Nuestro autor no reconoce solamente el orden jerárquico
de las criaturas, sino que acepta, además y plenamente, la
transcendencia de Dios Creador. Tal orden jerárquico nos
hace pensar casi siempre en una forma de pirámide. Pero
Lulio, en general, considera este orden escalonado de las
criaturas de otra manera que los lógicos tradicionales, que lo
establecieron según el modelo del Arbol de Porfirio. Según
este esquema — como ustedes saben perfectamente —, la subs-
tancia, tomada en un sentido abstractísimo, constituye el
vértice de la pirámide conceptual, abarcando debajo de sí
todos los géneros inferiores de la corporeidad y de la vida
y de la sensibilidad, hasta llegar a la combinación específica
de la animalidad y de la racionalidad en el hombre. Pero en
este esquema no se ve bien cómo los animales, p. ej., los
leones, los elefantes, los lobos, los peces, los pájaros, etc.,
llegan a ser verdaderas especies al lado del hombre, último
concepto a que llega el Arbol de Porfirio. Además, se pre-
gunta con razón : ¿Dónde se encuentran los espíritus puros
o el mismo Señor de las criaturas? Pues el concepto de
substancias simplemente incorporales no abarca, eo ipso, sólo
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

a los ángeles. ¿No podrían existir también ciertas fuerzas


físicas inmateriales, separadas de los cuerpos materiales,
que no llegasen a ser espíritus libres y puros? 'Por otra parte,
el Arbol de Porfirio es en el fondo la expresión de una con-
cepción puramente monística del mundo. Su centro lo forma,
aparentemente al menos, el hombre mismo.
Raimundo Lulio no niega el orden jerárquico de las
criaturas según las conocidas distinciones entre hombre,
animal, planta y piedra ; pero niega el engranaje del Arbol
de Porfirio. L a animalidad del hombre es siempre, según
Raimundo Lulio, una animalidad específicamente humana.
Lo racional no se reúne a una animalidad genérica, es decir,
común a animales y hombres. Lulio, al contemplar el orden
jerárquico del mundo, pregunta ante todo por las dignidades
transcendentales en las criaturas y observa las diferentes
realizaciones de ellas en el hombre, en el animal, en la planta
y en la piedra. Lulio quiere saber cuál es el aspecto espe-
cífico de la bondad, de la magnitud cualitativa, de la dura-
ción, del poder óntico, de la sabiduría, del apetito natural
o de la voluntad, de la virtud, de la verdad, de la belleza
perfecta, o sea de la claridad óntica en los diferentes grados
de las criaturas ; es decir : Lulio pregunta por la gradación
jerárquica de la imagen de Dios en los seres creados, en
los cuales la bondad de Dios, su omnipotencia, su duración
eterna, su suma sabiduría y las demás dignidades divinas
relucen con claridad y hermosura diversas, como el sol se
refracta en el agua o en el prisma de cristal según los
diversos colores del espectro solar.

E s t a interpretación luliana del orden jerárquico del


mundo nos lleva ya a la meditación de la cuarta forma del
pensar, muy pronunciada en la mentalidad del Beato. Se trata
de aquella forma que tuvimos que añadir a las formas de
H . Leisegang y que llamamos la forma del pensar sim-
bólico. ¿ Qué valor de conocimiento verdadero, auténtico — se
pregunta E u l i o — , pueden tener aquellos aspectos esenciales,
IO3
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

como se dice, de la humanitas, de la animalitas, de la vege-


tabilitas, de la corporeitas en sí y por sí, si no se relacionan
a Dios ? Una ontología sin Dios resultaría estúpida, vacía,
obscura, confusa y aun irracional, en el sentido de algo
infra-humano a los ojos del Beato Raimundo. Su ontología
supone la analogía del ser entre Dios y el mundo ; y esta
suposición misma es cognoscible en la medida en que la cria-
tura, como expresión de la voluntad creadora de Dios, resulta
cognoscible, esto es, en cuanto las cosas creadas como señales
de Dios vuelven a llevarnos a Dios. L a correspondencia,
empero, entre signaturn y signans, es decir, entre expresión
y voluntad expresiva, resulta aquí perfectísima, como otro
escolástico, San Buenaventura, nos dice con mucha razón,
pues siendo el mundo en su ser creado un efecto total de la
causa divina, es exactamente lo que Dios ha querido causar
y crear.
E l pensar simbólico incluye un pensar causal en cuanto
no existe signo alguno que no haya sido constituido por una
causa signans. Cuanto más independiente es esta causa que
pone el signo, tanto más claro y más discernible resulta el
signo. Ahora bien, Dios es causa total de todo lo creado ;
por eso toda criatura, siendo ens ab alio, siendo un ente
puesto por otro, vuelve a conducirnos a este otro como a su
origen. Las dignidades divinas relucen como dignidades del
Creador en las dignidades creadas de cada ente creado, mas
la fuerza luminosa es diversa. Todos los seres creados son
símbolos, son signos que nos representan esa otra realidad
suprema, la divina. Mas la fuerza simbólica no es igual, sino
graduada según el orden jerárquico de las criaturas.

III. L A S FORMAS DEL PENSAR DE RAIMUNDO LULIO


Y s u ANTROPOLOGÍA

No cabe duda alguna de cpie el objeto más adecuado


y más propicio que pueda elevarnos a la consideración de
las dignidades divinas es el hombre mismo, pues el grado
9
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

de realización de ellas en los seres infrahumanos resulta


todavía oscuro, porque sin la relación con el hombre no nos
llevan con la misma claridad a la espiritualísima personalidad
de Dios Creador. Por otro lado, las purísimas dignidades
divinas, estrictamente transcendentes de todo lo cneado, re-
sultan, por la postulada coincidencia idéntica de ellas, tan
luminosas, que sobrepasan ya la inteligencia humana. Ellas
pueden ser concebidas, eso sí, como arquetipos existentes y
prelucientes ante toda creación, y también ante todo enten-
dimiento humano, pero en su propio ser-tal se sustraen a
nuestro discurso.
No obstante esto, una cosa es cierta, y es que el hombre
es hombre, es decir, espíritu personal, en cuanto es imagen
de Dios personal, en cuanto mantiene abierto el acceso al
conocimiento vivo de las dignidades divinas, en cuanto mide
su distancia enorme, infinita, de ellas, en cuanto siente su
ausencia y suspira por la presencia de elías en sí mismo;
pues las dignidades divinas, en calidad de valores personales,
toman posesión de la conciencia humana, del núcleo personal
del hombre, y lo cambian paulatinamente en una imagen
cada vez más persuasiva de Dios vivo, en una imagen con la
cual Dios mismo pueda lucir delante de sus criaturas, por
la cual es amado, loado y glorificado no solamente a causa
de la pura existencia de los hombres y de las demás cria-
turas, sino que es amado y loado voluntariamente por los
hombres, capaces de reconocer y glorificar a su Señor. ¿No es
ésta la finalidad principal del hombre, finalidad moralmente
incondicionada, absoluta? 1

i . P o r la e x p e r i e n c i a s a b e m o s que el h o m b r e por sí solo n o al-


c a n z a esta su d e s t i n a c i ó n s u p r e m a en la vida, y por la luz d e la reve-
l a c i ó n s a b e m o s q u e el h o m b r e s o l a m e n t e en unión con Cristo, el
D i o s - H o m b r e , p u e d e t r a n s f o r m a r s e e n u n a i m a g e n h u m a n a m e n t e per-
f e c t a d e Dios. V é a n s e en mi libro El Pensar armónico los p á r r a f o s cuarto
(El D i o s - H o m b r e y la analogía entis), q u i n t o (El D i o s - H o m b r e y la
analogía fidei) y s e x t o (La v o l u n t a d divina y la analogía entis) del
c a p í t u l o c u a r t o ( E l P e n s a r a r m ó n i c o en Filosofía y Teología) •, E l
Pensar armónico : M a d r i d , E d . de Verdad y Vida, 1945, págs. m - 1 3 1
y la p r i m e r a r e d a c c i ó n d e este t e x t o e n la rev. Verdad y Vida, 1 (1943),
p á g s . 527-545.
LA EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA

Hemos hablado de la transitividad de los correlativos y


explicado como se aplican a todas las acciones de las cria-
turas. Esta transitividad de un agente en su obrar hacia un
término fijo de su acción es cosa innata en todos los seres
creados. E l que niega la teleología general del universo se
hace por lo mismo —quiera o no— discípulo de M. Kant,
quien no reconoció orden objetivo en un mundo real que
transcienda la subjetividad del conocer humano. Por otro
lado, es verdad, como advierte, p. ej., Nicolai Hartmann,
que una acción hacia un determinado término propuesto es
acción espiritual. Pero, en vez de negar ciegamente la teleo-
logía de las cosas materiales e infra-humanas, sería mucho
más lógica la afirmación de que Dios —el que no solamente
creó el mundo, sino que también (lo que es un milagro no
menor que la creación) lo conserva diariamente— ha preesta-
blecido en los movimientos de los seres materiales su -réXo?,
su finalidad. Y la finalidad de las finalidades creadas ha de
ser la gloria de Dios mismo. Mas esta finalidad de las cria-
turas no se cumple sino por la cooperación del hombre, pues
la finalidad del hombre, aunque incondicionada moralmente,
es una finalidad libre. Así detrás de cada acción determinada,
de cada frase transitiva que se refiere' a ella, está en el fondo
la cuestión de la libertad ;; y sin el libre albedrío del hombre,
sin su sumisión libre, sin sus anhelos libres hacia Dios, no
hay verdadera gloria externa para Dios por parte de las cria-
turas del mundo sensible. Pues el hombre es —como dice
San Agustín profundamente— la boca de las demás cria-
turas mudas para dar los loores debidos al Señor. Y así de
las criaturas vuelve a Dios lo que Dios ha manifestado en
el mundo, a saber, su bondad, su magnitud, su poder y
duración, su sabiduría y voluntad, su virtud, verdad y gloria.
E n esto que queda dicho consiste la suprema dignidad
del ser humano. E l hombre constituye el puente entre los
espíritus puros y la materia. Sólo él, entre las criaturas del
mundo sensible, puede elevar la materia, reconociendo el
IOO
ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F. M.

origen del universo y su finalidad última. Este pensamiento


quiere decir, además, que todas las ciencias humanas han
de reducirse al conocimiento de la causa suprema que es
Dios. Aquí tenemos que pensar en el Árbol de la Ciencia
de Eulio, cuyas raíces se basan en las dignidades divinas.
Raimundo Eulio nos diría, con San Buenaventura, que todas
las artes y todas las ciencias acerca de los objetos particu-
lares se reducen en un pensador completo a la teología. Esta
reducción no será, ni mucho menos, una disolución de las
ciencias particulares, sino el intento de crear un estudio
general, en donde haya u n conjunto armonioso de todas las
ciencias, establecido y conservado por la dirección común
de todos los estudiosos en todas las ciencias hacia la fina-
lidad incondicionada del hombre, hacia Dios, hacia el cono-
cimiento profundo y vivo de Él a través de las ciencias
particulares.

¡La teología, desde los escritos de Dionisio el Pseudo-


Areopagita, se considera bajo un triple aspecto, pues aparece
en forma afirmativa, negativa y simbólica. Respecto a esta
triple teología podemos preguntar todavía por la relación
que hay entre ella y las formas del pensar luliano. En el
fondo hemos anticipado ya la contestación.
Según mi modo de entender, la teología afirmativa, al
considerar separadamente cada atributo divino y al conservar
el campo determinado y limitado de la definición de cada
uno, nos ofrece una visión parcial de la realidad divina, si
es lícito hablar de esta manera humana. E n cuanto a las
dignidades lulianas, éstas pertenecen a dicha teología afirma-
tiva cuando se toman en un sentido del todo transcendental,
dejando aparte las notas de imperfección que suelen impo-
nerse con la consideración de los seres creados.
L a teología negativa no es negativa, en el sentido pleno
del vocablo, sino que nos hace vislumbrar una visión total
de la realidad divina, aunque sea ésta todavía muy nebulosa.
L a s dignidades lulianas mismas nos conducen a esta teología
LA EVOLUCIÓN I>E LA LÓGICA GRIEGA 133

negativa cuando de ellas se quita su sentido transcendental,


que vale para todos los seres, para Dios y para las criaturas,
cuando, al afirmar la plena identidad de todas las dignidades
en Dios, se niega, por lo tanto, la particularidad separada
que las definiciones de cada dignidad en su sentido trans-
cendental establecen.
E n fin, la teología simbólica nos abre la puerta a una
visión en cierto sentido total delante de la limitación de
cada ser creado, en cuanto éste se considera como signo del
Creador. E n la condición dependiente de lo creado recono-
cemos y —supuesta la conciencia de esta dependencia —
vemos casi intuitivamente la omnipresencia, omnisciencia,
omnipotencia, la absoluta unidad y eternidad de la Causa
que ha puesto el signo, a saber, las dignidades del Señor.
Según lo que hemos expuesto antes acerca del sentido
diverso de las dignidades y de su función, podemos juzgar
sin más que el pensar de la teología negativa pertenece a
la forma perfecta del pensar circular ; pero que también la
teología afirmativa, por la conexión necesaria que hay todavía
entre las dignidades transcendentalmente circunscritas y el ser
transcendental, forma parte del pensar circular. E n cambio,
la teología simbólica es, sin duda alguna, región del pensar
simbólico.

Nos queda todavía otra cuestión que resolver, anunciada


ya al principio de esta conferencia, la cual nos urge ahora
tanto más cuanto que acabamos de hablar de una reducción
de todas las ciencias a la teología. ¿Hay, nos preguntamos de
nuevo, una sola lógica, o hay, al menos entre diversas ló-
gicas posibles, una suprema y aplicable a todos los objetos?
¡También esta cuestión ha hallado ya indirectamente su
solución. Pues en cuanto las dignidades lulianas se conciben
en un sentido verdaderamente transcendental, la lógica que
corresponde a las mismas tiene que ser la lógica suprema.
E s t a lógica de los transcendentales sigue la forma circular
del pensar, porque entre los transcendentales no hay ni parte
IOO ERARDO-WOLFRAM PLATZECK, O. F . M.

ni totalidad. Tampoco hay una clasificación en sentido de


una pirámide de conceptos, 110 se trata del reino de los nú-
meros, no hablamos aquí en símbolos. Los transcendentales
y con ellos todas las dignidades lulianas, en cuanto se toman
en un sentido transcendental, son pasiones del ente, lo rodean,
lo penetran, se confunden con el ente, de modo que no se
puede hablar aquí de una verdadera jerarquía. Pues en su
sentido transcendental, lo bueno es poderoso, lo poderoso
duradero, lo duradero volitivo, lo volitivo virtuoso, lo vir-
tuoso glorioso, etc., a través del ente cuyas pasiones son.
Ésta es la razón de porqué el Arte luliana puede ser un arte
combinatoria.
De esta manera resulta patente el hecho de que la lógica
luliana es doble : es una lógica de la teología afirmativa,
cuando las dignidades se toman principalmente en sentido
transcendental ; y resulta una lógica especial de la teología
negativa, cuando se reafirma- la identidad absoluta de las dig-
nidades en Dios. Esa lógica de la teología afirmativa, siendo
la lógica de los transcendentales, es más común que la lógica
aristotélico-escolástica, que queda esencialmente la lógica del
pensar jerárquico de clasificación por respectos de mayoridad
y minoridad de los conceptos, como puede notarse en el
esquema del Arbol de Porfirio. Dentro de este esquema no
hay una subida directa a Dios, pues es un esquema intramun-
dano. E n Dios no hay ni mayoridad ni minoridad, dice Lulio.
Además, todos los escolásticos reafirman la tesis de que
Dios no cae bajo un género. Solamente una lógica trans-
cendental garantiza el ascenso y descenso luliano' del hombre
desde las cosas creadas a Dios y desde Dios a las cosas,
supuesto, empero, que el pensar simbólico se junte al pensar
circular de la lógica transcendental ; porque el pensar sim-
bólico nos hace recordar que las cosas todas son signos de
la realidad divina del Creador.
I.A EVOLUCIÓN DE LA LÓGICA GRIEGA IO3

CONCLUSIÓN

Voy a concluir. Aunque Lulio aparezca ante el juicio


de los historiadores como secesionista entre los pensadores
medievales, creo todavía que el dicho último fruto del Arte
del Beato Raimundo Lulio, a saber, esa sursumacción o
elevación de la mente humana a Dios, posibilitada por la
lógica luliana de las dignidades, pone a nuestro autor direc-
tamente al lado de San Buenaventura. E n esto coincido del
todo con los hermanos Tomás y Joaquín Carreras Artau.
Pero dicha sursumacción le pone a la vez, según mi parecer,
no lejos de Santo Tomás, pues se multiplican considerable-
mente las voces de que el aristotelismo de Tomás de Aquino
queda aun fundamentalmente ligado a una interpretación
neoplatónica-patrística. Y quizás no puede ser de otra ma-
nera, porque detrás de todos los pensadores que profundi-
zaron en la doctrina de los transcendentales, como el mismo
-Santo Tomás, aparece Platón. Conste que Aristóteles, en
la filosofía de los transcendentales, 110 ha podido superar a
su maestro.
Lulio ha de considerarse, pues, como el lógico de los
transcendentales por antonomasia, y su doctrina muestra
fuertes raíces echadas en el platonismo. Por lo tanto, si vale
en buena parte el juicio del filósofo americano Alfred North
Whitehead de que toda la filosofía occidental aparece como
un gran comentario a Platón, Lulio no puede ser considerado
como un filósofo anticuado. Cada vez que la doctrina de los
primeros principios metafísicos, fundada en Platón y tan
unida con esta otra doctrina de los transcendentales, esté
en el enfoque de la meditación filosófica (como precisamente
está en nuestros días), no se debería olvidar la actualidad
— tal vez perenne— del Beato Raimundo Lulio, vuestro y
nuestro : nuestro como ilustre Franciscano Terciario y como
influyente en el pensar de muchos filósofos compatriotas
míos, que en diversos siglos demostraron una afición extraor-
dinaria hacia" el Doctor Ermitaño e Iluminado de Mallorca.

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