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Necesidad lógica

¿Qué significa decir que una proposición es lógicamente nece­


saria? H asta este momento, nuestra discusión de los principios lógi­
cos no ha proporcionado una respuesta directa a esa pregunta. Lo
que puede ser sorprendente es que la ausencia de una respuesta para
dicha pregunta no ha parecido constituir una b arrera para la dis­
cusión de los problem as lógicos. Consideremos por qué es eso así.
Cuando decimos que no entendemos el significado de una palabra o
frase, queremos decir norm alm ente no sólo que no podemos definir­
la, sino tam bién que no sabemos cómo utilizarla en la práctica. Así,
si alguien nos dice que no conoce el significado de la palabra 'pe­
yorativo', supondremos norm alm ente que quiere decir que ni puede
darnos una definición de diccionario de la misma ni puede utilizarla
apropiadam ente en la conversación.
Pero hay un sentido en el que puede decirse que un hom bre no
conoce plenam ente el significado de una palabra, aun cuando pueda
utilizarla bastante correctam ente en la práctica. Así por ejemplo, un
niño puede ser capaz de identificar los adverbios de un párrafo de
un libro de lecturas, y, sin embargo, titubear si se le pidiese que ex­
plicase claram ente qué es lo que había de común, si había algo, en
las palabras seleccionadas, que le autorizase a llamarlas «adverbios».
Si una persona educada, que hable castellano como su idioma nativo,
nos dice que no conoce el significado de la palabra Verdadero', no
supondremos que le falta aquella comprensión de 'verdadero1 que
es necesaria para valerse de ella en la conversación ordinaria. La
ignorancia que esa persona estaría admitiendo es diferente de la ig­
norancia del hom bre menos culto que confiesa que no conoce el

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significado de 'peyorativo1. La prim era especie de ignorancia, es de­
cir, la ignorancia del hom bre que no sabe 'qué es la verdad' (lo 'ver­
dadero') parece no tener nada que ver con la capacidad de utilizar
la palabra correctam ente, puesto que, al preguntarnos a nosotros
mismos qué es la verdad, no inquirimos por una definición de dic­
cionario con referencia a la cual podamos siempre utilizar la palabra
en todas circunstancias. Nuestro interés no tiene que ver con la prác­
tica. Cuando los filósofos han sugerido que la verdad es una corres­
pondencia entre las enunciaciones y los hechos, o la realidad, han
tratado de hacer más inteligible el concepto de verdad m ediante su
comparación con otros conceptos, estableciendo 'relaciones de fa­
m ilia’ entre conceptos, o presentando al que está en cuestión como
cayendo en un particulado lugar de una jerarquía de conceptos. A ve­
ces la investigación de un concepto consiste en el intento de m ostrar
que es complejo, y, en algún sentido, definible en térm inos de otros
conceptos que se expresan como primitivos y no-analizables.
La pregunta '¿Qué es la necesidad lógica?' es sem ejante a la
pregunta '¿Qué es la verdad?'. Cuando la formulamos, no inquirim os
prim ariam ente una definición con referencia a la cual podamos decir
si una proposición dada es lógicamente necesaria o no lo es. Busca­
mos analogías entre esa y otras nociones, nos preguntamos si es una
noción simple o compleja, y, si es compleja, en térm inos de qué nocio­
nes más simples puede ser definida o analizada. El propósito de esa
investigación es el de m ejorar la comprensión teórica, y pensamos
que lo conseguimos progresivamente a medida que vemos la interre-
lación de los conceptos. Pero hay tam bién una razón práctica para
esa investigación, una razón para la que tal vez no hay análogo en las
investigaciones acerca de la noción de verdad. Aunque generalmen­
te no encontram os dificultad alguna en decidir qué proposiciones
son lógicamente necesarias y cuáles no lo son, no siempre es así.
Se puede afirm ar sin miedo a errar que dos líneas rectas no pueden
cerrar un espacio, pero puede no verse claro de qué especie de nece­
sidad (o imposibilidad) se trata. Al examinar con más insistencia la
noción de necesidad lógica es posible que se avance algo hacia el es­
tablecimiento de diferencias entre la necesidad lógica y otras clases
de necesidad.
En este capítulo consideraré brevemente dos temas que a ve­
ces han sido pensados para ilum inar la noción de necesidad lógica:
prim ero, la relación de la imposibilidad lógica a la contradicción y a
la autocontradicción; segundo, la noción de analiticidad.

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Necesidad lógica y autocontradicción

f ' Se ha mantenido a menudo que una proposición lógicamente


mecesaria es una proposición cuya contradictoria es autocontra-
idictoria. Además, se ha afirm ado a veces que esa enunciación no
¿solamente pone en claro qué proposiciones son lógicamente necesa­
rias, sino tam bién cuál es el significado de la frase 'lógicamente ne­
cesario'. Así el señor Straw son dice: «Decir que una enunciación es
¡ necesaria es, pues, decir que es la contradictoria de una enunciación
{inconsecuente».1 Si esas afirmaciones son aceptables, nuestra inves-
; tigación puede reducirse a la consideración de los argum entos que
¡ se dan en favor de aquéllas, puesto que, de ser verdaderas, nos pro-
I porcionan todas las respuestas que necesitamos. Tendremos a la vez
una definición de necesidad lógica y un criterio práctico para de­
cidir si una proposición dada debe clasificarse propiam ente como
lógicamente necesaria.
Veamos cómo podemos llegar a hacer la enunciación en cues­
tión. El señor Straw son advierte que si consideramos las diferentes
especies de proposiciones que, según acuerdo general, se clasifican
como lógicamente necesarias (por ejemplo, 'si p, entonces p \ 'si p,
entonces no n o - p 'si ningún X es Y, ningún Y es X \ 'si todo M es P
y todo S es Ai, todo S es P'), encontram os que, por diferentes que
puedan ser en otros aspectos, tienen un punto en común, a saber:
que en cada caso sería inconsecuente afirm ar la prem isa o prem isas
y negar la conclusión. «Decir que los pasos son válidos, que la con­
clusión se sigue de las prem isas, es simplemente decir que sería
, inconsecuente afirm ar las prem isas y negar la conclusión.» «Decir
que una enunciación lleva consigo otra es decir que sería inconse­
cuente hacer la prim era y negar la segunda.»2
Ahora bien, si se nos pidiera un ejemplo de inconsecuencia,
el tipo de situación que podríam os citar del modo más natural sería
aquel en que una proposición y la negación de ésta fueran afirm adas
a la vez, bien por distintos hablantes o bien, consecutivamente, por
el mismo. En otras palabras, los casos más obvios de inconsecuencia
(es decir, casos de lo que sería lógicamente imposible) son las con­
tradicciones o autocontradicciones. Contradecirse a sí mismo es la
clase más obvia, y quizá la más común, de desatino lógico. Es en rea­
lidad tan obvia que, en lugar de decir «Es lógicamente imposible que
tal y cual», o «Es inconsecuente decir que tal y cual», decimos mu­

1P. F. S t r a w s o n , obra citada, p. 22.


2 Id., ibíd., pp. 13 y 19.

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chas veces «Es contradictorio decir tal y cual» o «Quien dice tal y
cual, se contradice». En otras palabras, podemos em plear 'lógica­
m ente imposible', 'inconsecuente', 'contradictorio' y 'autocontradic-
torio' como aproxim adam ente sinónimos. Pero la aproxim ada sino­
nimia de esas palabras en el lenguaje ordinario es desorientadora.
Pueden tam bién utilizarse en un sentido más estricto y, cuando se
usan de ese modo, 'inconsecuente' (o 'lógicamente imposible') y
'autocontradictorio' (o 'contradictorio') tienen funciones diferentes.
Decir, en un sentido estricto, que sería inconsecuente afirm ar A y ne­
gar B, es decir que sería lógicamente imposible que A y la negación
de B fueran a la vez verdaderas, pero no sería decir que A y B eran
contradictorias, ni siquiera 'contrarias'. 3 Decir que A y B son con­
tradictorios es decir que A es la negación de B. No es difícil m ostrar
que cuando utilizamos esas palabras con precisión sus funciones
son diferentes. Podemos decir significativamente que es inconse­
cuente afirm ar y negar la misma cosa. Pero si 'ser inconsecuente'
significara 'afirm ar y negar la m ism a cosa' (es decir, contradecirse a
sí mismo), entonces sólo se habría logrado decir que afirm ar y negar
la misma cosa es afirm ar y negar la misma cosa. En realidad, la fun­
ción de la palabra 'inconsecuente' en un enunciado así es afirm ar la
imposibilidad lógica de afirm ar y negar la misma cosa.
Las palabras 'contradictorio' y 'autocontradictorio' se usan de
tres m aneras diferenciables:

1. Se utilizan para hacer referencia a pares de proposiciones


que ejemplifican las formas 'p' y 'no-p\
2. Se utilizan como térm inos de 'apreciación lógica' (según la
frase del señor Strawson); en tales casos, decir que una argumenta­
ción es autocontradictoria o contradictoria es condenarla, decir que,
lógicamente, «hace agua».
3. Se utilizan en un sentido compuesto que combina los senti­
dos de 1 y 2. Así, «La argum entación tal y cual se contradice a sí
m isma (es autocontradictoria)» se usa a menudo para decir que una
argumentación es lógicamente imposible (es decir, autocontradicto­
ria en el sentido 2) en cuanto contiene una contradicción (es decir,
en tanto que es contradictoria en el sentido 1).

Pero es muy fácil em pañar la distinción entre esos tres usos.


Cuando lo hacemos así, nos deslizamos del reconocimiento de que

3 A menos que definamos como contrarias cualquier par de proposiciones


que no pueden ser ambas verdaderas, pero pueden ser ambas falsas.

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dos proposiciones «se contradicen a sí mismas» en el segundo senti­
do, a la confusa suposición de que son contradictorias en el prim er
seiitido. Y, como un resultado de ese desliz, podemos ser equivocada­
m ente conducidos a pensar que todos los errores lógicos son infrac­
ciones del principio deno-contradicción.
La tentación de pensar que todas las leyes de la lógica son en
algún sentido especificaciones de la más evidente de ellas, el prin­
cipio de no-contradicción, es, sobre todo, atractiva para el convencio-
nalista lógico. Porque, si pudiera m ostrarse que eso es verdad, la
tarea del convencionalista se simplificaría grandem ente. Para esta­
blecer que la lógica formal descansa sobre reglas lingüísticas, sola­
m ente necesitaría poner de manifiesto que aquella única ley resulta­
ba de nuestras reglas para las palabras y símbolos que se utilizan
en su formulación. Las demás leyes de la lógica podrían derivarse
de aquélla como teoremas. Sin embargo, ningún lógico sistemático
ha pretendido nunca derivar todas las leyes de la lógica del prin­
cipio de no-contradicción. En realidad, ésa es una tarea imposible.
Si a p a rtir de las prem isas 'p’ y 'si p, q* yo pretendiese concluir
*no-q\ o, a p artir de las prem isas Todo M es P* y 'algunos S son Ai',
yo pretendiese concluir 'Ningún S es P \ cometería un desatino ló­
gico. Pero la inconsecuencia cometida no consiste en transgredir el
principio de que una proposición y su contradictoria no pueden ser
a la vez verdaderas. 'Ningún S es P' rio es la contradictoria de 'Todo
Ai es P y algunos S son A f; es la contradictoria de 'Algún S es P',
que es la consecuencia lógica de las prem isas, pero que no es idéntica
a éstas. La ley que ha sido transgredida no es la de no-contradicción,
sino una ley de la lógica de términos. Sólo puedo utilizar la palabra
'contradictorio' o decir que eso es contradecirse a sí mismo —para
condenar la inferencia ilegítima— si doy a dichos térm inos el senti­
do 2. Y puesto que es así, es preferible que utilicemos un vocabulario
menos desorientador y digamos, en vez de eso, que la conclusión
es ilegítima, o lógicamente imposible.
El enunciado «Una enunciación lógicamente necesaria es aque­
lla cuya contradictoria es autocontradictoria» expresa, o una propo­
sición falsa, o una que es trivial. Si se pretende expresar por aquél
la proposición de que las proposiciones lógicamente necesarias con­
sisten solamente en aquellas cuyas negaciones infringen el principio
de no-contradicción, es falso. Si, por el contrario, la palabra 'autocon­
tradictoria’ ha de entenderse en el sentido 2 (es decir, como equiva­
lente a lógicamente falsa), la proposición es verdadera, pero trivial. No
arroja luz alguna sobre la necesidad lógica decir que las contra­
dictorias de las proposiciones lógicamente necesarias son lógicamen­

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te falsas, como tampoco arroja luz sobre la noción de verdad decir
que una proposición verdadera es una proposición cuya contradic­
toria es falsa. Pero aunque fuera verdad que todo error lógico con­
sistiese en infracciones del principio de no-contradicción, de modo
que fuera verdad que solamente las proposiciones autocontradicto-
rias fuesen inconsecuentes, no habríam os descubierto el significado
de 'inconsecuente'. Si descubriéram os que solamente las cosas que
tienen la propiedad / tienen tam bién la propiedad g, podríam os ha­
ber descubierto, para valernos de una distinción tradicional, la ex­
tensión de las 'cosas-g', pero no la intensión (o «comprensión»)
de g; dicho de modo más sencillo, habríam os descubierto qué cosas
son g, pero no qué significa decir que una cosa tiene la propiedad g.
Decir que solamente las cosas agradables son dignas de ser persegui­
das no es decir que 'agradable' significa 'digno de ser perseguido'. La
conclusión general que debemos sacar es que la presunta defini­
ción que hemos considerado no arroja luz alguna sobre el significa­
do de 'necesidad lógica'.

Analiticidad y necesidad lógica

Pasemos a considerar la aplicación de la palabra 'analítico' a las


proposiciones lógicamente necesarias. La clasificación de las propo­
siciones (o 'juicios') como analíticas y sintéticas, se debe a Kant,
Este dice en la Crítica de la Razón Pura: 4 «En todos los juicios en
los que hay una relación entre sujeto y predicado, esa relación pue­
de ser de dos tipos. O el predicado B pertenece al sujeto A como
algo contenido (aunque encubiertam ente) en el concepto de A;
o B cae fuera de la esfera del concepto de A, aunque de algún modo
esté conectado con éste. En el prim er caso llamo al juicio analítico,
y en el segundo, sintético. Juicios analíticos (afirm ativos) son, pues,
aquellos en los que la conexión del predicado con el sujeto se con­
cibe a través de la identidad, m ientras que los otros, en los que la
conexión se concibe sin identidad, pueden llam arse sintéticos». Como
ejemplo de juicio analítico Kant cita Todos los cuerpos son exten­
sos', y, como ejemplo de juicio sintético, 'Todos los cuerpos son
pesados'.
No necesitamos examinar en detalle la doctrina de Kant a este
propósito. El lenguaje en el que expresa la distinción es vago y en

4 Introducción, sección IV.

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parte metafórico. Por ejemplo, no es fácil form ular con precisión
lo que él entiende cuando dice que un concepto está contenido en­
cubiertam ente en otro concepto, o que un concepto puede estar 'fue­
ra de la esfera' de otro concepto. Pero, aunque haya oscuridades en
su m anera de ver, es posible poner en claro su posición general. La
distinción que señala no es la misma que hay entre las proposiciones
necesarias y las contingentes. Aunque las proposiciones analíticas
son necesarias, tam bién pueden ser necesarias, en opinión de Kant,
ciertas proposiciones sintéticas. Así, aun cuando el concepto de 'tener
una causa' no está, según Kant, encubiertam ente contenido en el
concepto de 'evento', la proposición 'Todo evento tiene una causa' es,
para Kant, necesaria, o 'a p r i o r i según él dice. Kant insiste en la
posibilidad de proposiciones sintéticas a priori, tanto como de pro­
posiciones analíticas a priori. Así pues, decir que una proposición es
analítica no equivale a decir que es necesaria, sino que es más
bien, en cierto sentido, decir por qué es necesaria. El criterio de ana-
liticidad ofrecido por Kant es doble: en prim er lugar, el concep­
to predicado debe estar encubiertam ente contenido en el concepto-
sujeto; en segundo lugar (y quizá como una consecuencia), las
proposiciones analíticas son de tal clase que negarlas sería contrade­
cirse. Así es como puede presum irse que entiende Kant lo que dice
de que la conexión del predicado con el sujeto se concibe a través de
la identidad. Está claro que Kant consideraba que ambos criterios
eran satisfechos por 'Todos los cuerpos son extensos', que el concep­
to-predicado, 'extensos', está encubiertam ente contenido en el con­
cepto-sujeto, 'cuerpos', y que la proposición no puede negarse sin
contravenir el principio de no-contradicción. No está igualmente cla­
ro si Kant exigiría que ambos criterios fueran siempre satisfechos.
Indudablem ente, si hubiera aceptado Todas las sustancias extensas
son extensas' como una proposición analítica, habría debido abando­
nar la pretensión de que el concepto-predicado esté contenido encu­
biertamente en el concepto-sujeto. Para los fines de nuestra presen­
te investigación no necesitamos llegar a una decisión sobre este
punto.
Como quiera que él aceptaba la clasificación aristotélica de las
proposiciones, Kant restringe la aplicación de las palabras 'analítico'
y 'sintético' a proposiciones de la form a sujeto-predicado. No es sor­
prendente que la posterior modificación o abandono del análisis aris­
totélico haya llevado a una extensión de 'analítico' a otras clases de
proposiciones. Pero, aunque la palabra 'analítico' ha llegado a ser
parte del vocabulario normal de la lógica, los lógicos no se han pues­
to de acuerdo en una definición precisa de la misma. No obstante,

165
4.

un m uestrario de las definiciones dadas revela una am plia coinci­


dencia. 5
Así, M. Schlick dice: «Un juicio es analítico si el fundam ento
de su verdad se encuentra sim plem ente en las definiciones de los
térm inos que aparecen en él».6 A. J. Ayer dice que «una proposición
es analítica cuando su validez" depende solamente de las definiciones
de los símbolos que contiene» ;7 A. C. Ewing, más brevemente, dice
que es analítico un juicio que se sigue de la definición de su término-
sujeto; 8 y A. Pap dice que las enunciaciones analíticas pueden carac- (
terizarse aproxim adam ente como enunciaciones cuya verdad se si­
gue del significado mismo de sus térm inos. 9 Todas esas definiciones
tomadas fuera de su contexto, parecen compatibles con el modo
kantiano de presentar la cuestión, si interpretam os las enunciaciones
de Kant acerca de los conceptos-sujeto y conceptos-predicado como
equivalentes en su significado a enunciaciones acerca de los signi­
ficados o definiciones de las palabras-sujeto y las palabras-predi­
cado.
Pero, cuando examinamos las opiniones sobre la relación entre
la analiticidad y la necesidad lógica defendidas por los filósofos que
han ofrecido aquellas definiciones, aparecen grandes diferencias.
Kant estableció dos distinciones, una entre juicios analíticos y no-
analíticos (es decir, sintéticos), y otra entre juicios necesarios y con­
tingentes. En los escritos de algunos de los filósofos que han sido
citados esas dos distinciones tienden a convertirse en una. Se supo­
ne que solamente las proposiciones analíticas son necesarias, y que
todas las proposiciones no-analíticas son contingentes. Así, la con­
tinuación del enunciado de la definición de 'proposición analítica'
dada por Ayer, era: «y sintética, cuando su validez es determ inada
por hechos de la experiencia». Al mismo tiempo, la diferencia de sig­
nificado entre 'analítico' y 'necesario' no ha desaparecido por ente­
ro. Porque está claro que cuando Ayer dice que las verdades lógicas
y m atem áticas son proposiciones analíticas, no intenta obsequiarnos
con la perogrullada de que las proposiciones analíticas son analíti­
cas, o de que las verdades lógicas son verdades lógicas. Puede enten­
derse que, en su argumentación, la noción de Verdades necesarias'
6 Esas definiciones son citadas por F. Waismann en el primero (diciembre
de 1949) de una importante serie de artículos titulada «Analítico-sintético», pu­
blicada en Analysis.
• M. S c h l i c k , AUgemeine Erkenntnislehre, 1.a ed., 1918, p. 97.
7A . J. A y e r , Language, Truthund Logic, 2.a ed., 1950, p. 78.
8 A. C. E w in g , Short Commentary on Kant’s Critique of Puré Reason,
1928, p. 19.
• Mind, 1946.
|gueda sin interpretar. Pero la distinción desaparece por completo en
los escritos de aquellos filósofos para quienes no sólo las frases
'proposiciones analíticas' y 'proposiciones lógicamente necesarias'
son coextensivas, sino que tam bién son sinónimas la palabra 'analíti­
co' y la frase 'lógicamente necesario'. A ese punto llega Strawson
cuando dice: «Variantes de 'enunciación lógicamente necesaria' son
'enunciación analítica', 'verdad necesaria', 'enunciación lógicamente
verdadera'» .10 Aceptar esa ecuación es aceptar que 'necesario' sig­
nifica 'lógicamente necesario', y que ambos significan 'analítico. 11
Si encontram os aceptable esa últim a opinión, habrem os dado
el prim er paso para contestar la pregunta con que se abrió este ca­
pítulo. Ese paso consiste en afirm ar que 'lógicamente necesario'
significa 'analítico'. Habremos contestado por completo la pregunta
si podemos m ostrar que es posible definir 'analítico' sin hacer recur­
so a la noción de necesidad lógica. Sin embargo, parece que eso es
imposible. Si decimos que son proposiciones analíticas aquellas cuya
verdad es garantizada por (o se sigue de) la definición (o el signifi­
cado) de las palabras (o símbolos) que contienen (o en que son
expresadas), proporcionam os una definición para cuya comprensión
es necesario que entendamos ya la noción de necesidad. Porque de­
cir que A 'se sigue de’ B, es decir que, si B es verdadero, entonces,
como un asunto de necesidad lógica, A debe ser tam bién verdadero.
Parece que todas las definiciones de 'analítico' requieren un voca­
bulario que comprenda ya palabras que expresen la necesidad.
Sin embargo, la objeción principal a cualquier intento de elu­
cidar la noción de 'necesidad lógica' m ediante una referencia a la
analiticidad, consiste en que, en realidad, no hay proposición alguna
que sea 'analítica' en el sentido definido. En un capítulo anterior
expuse lo que me parecía una refutación de la teoría de que las pro­
posiciones lógicas descansan en reglas para el uso de las palabras.
Es cierto que no todos los filósofos que aceptan una u otra de las
definiciones aquí citadas suscribirían una teoría convencionalista de
la lógica. Pero la suposición de que haya una clase de proposiciones
que pueden ser verdaderas por definición, descansa en la misma

10 P. F. S t r a w s o n , obra citada, p. 21.


Desde luego, ese enunciado puede interpretarse no como una afirma­
ción de hecho acerca de cómo profanos y lógicos utilizan esos ingredientes
de nuestro vocabulario lógico, sino como expresando la decisión del autor de
utilizar las palabras de un modo particular (quizá completamente nuevo). Si
el enunciado se usa en ese segundo sentido, es irreprochable. Pero no creo
que sea ésa la intención de Strawson, que me parece ser la de arrojar luz sobre
la interdefinibilidad de palabras en el uso filosófico común.

167
confusión entre enunciados y proposiciones que es, o parece ser,
básica a todo convencionalismo lógico. No repetiré por extenso las
argumentaciones que ya he ofrecido anteriorm ente, sino que me li­
m itaré a considerar un ejemplo particular.
Consideremos la pretensión de que Todos los cuerpos son ex­
tensos1es analítica, según 'analítica' es definido por Pap; o, lo que es
lo mismo, que 'Todos los cuerpos son extensos' es verdadera por de­
finición. Si, al presentar esa proposición, entendemos por la frase
'Todos los cuerpos' todas las sustancias una de cuyas propiedades es
la extensión, entonces la proposición puede ser expresada como «To­
das las sustancias extensas son extensas», o «Todos los cuerpos son
extensos», o de un núm ero indefinidamente grande de otras maneras,
en los diferentes lenguajes. La proposición que sería siempre expre­
sada, en esos distintos enunciados, ejemplifica la ley formal de que
si algo tiene la propiedad /, tiene la propiedad f, que puede verse,
a su vez, como una ejemplificación del principio de identidad, 'para
todo p, si p, entonces p \ Lo que hace a la proposición 'Todos los
cuerpos son extensos' necesariamente verdadera no es el hecho de
que «cuerpo» signifique «sustancia extensa». Se tra ta de o tra cosa.
Lo que hace que el enunciado «Todos los cuerpos son extensos» ex­
prese la proposición que expresa (es decir, la proposición lógicamen­
te verdadera de que las sustancias que tienen la propiedad de la ex­
tensión, tienen la propiedad de extensión) es el hecho de que la
palabra «cuerpo» significa «sustancia extensa». No se tra ta de que
la proposición en cuestión sea verdadera por el significado y defini­
ción de 'cuerpo' ('por definición'), sino de que el enunciado utiliza­
do expresa la proposición en cuestión por el significado o defini­
ción de «cuerpo». Una corta reflexión revelará que cualquier su­
puesto ejemplo de 'verdades por definición' es explicable del mismo
modo.
W aismann ofrece una explicación de la analiticidad menos ob­
jetable que las que hemos considerado antes. «Una enunciación es
analítica —dice W aismann— si puede, por medio de m eras defini­
ciones, ser convertida en una verdad lógica.» 12 Una virtud de esa
caracterización es que no pretende explicar la naturaleza de la nece­
sidad lógica con referencia a la analiticidad. Pero no podemos con­
siderarla satisfactoria. Decir que una enunciación analítica puede
ser convertida en una verdad lógica es adm itir, por implicación,
que ella misma no es una verdad lógica, o que, si lo es, es al menos
una verdad lógica diferente de aquella en la que puede ser converti­

12 F. W a ism a n n ; o b r a c i t a d a .

168
da. No obstante, estoy seguro de que W aismann habría deseado decir
que la proposición Todos los planetas se mueven en torno al Sol'
es en sí misma lógicamente verdadera. Al menos, habría convenido
en que el enunciado «Todos los planetas se mueven en torno al
Sol» expresa una verdad lógica cuando quien lo enuncia entiende
por 'planeta' 'cuerpo celeste que se mueve en torno al Sol'; y sola­
m ente cuando la palabra 'planeta' se usa de ese modo puede llamarse
analítica la proposición expresada. La verdad es más bien que —si
es que es apropiado utilizar la palabra 'analítico' para clasificar enun­
ciaciones— la 'enunciación analítica' 'Todos los planetas se mueven
en torno al Sol' es una verdad lógica. Es la misma enunciación que
podría expresarse igualmente bien como «Todos los cuerpos celestes
que se mueven en torno al Sol se mueven en torno al Sol», no necesi­
ta convertirse en esa enunciación. Ella misma, y no alguna enuncia­
ción diferente en la cual pudiera convertirse, es una verdad lógica.
¿Queda algún lugar en el vocabulario de la lógica para una ex­
presión como 'enunciación analítica'? Si la desterram os, parece
que es poca cosa lo que perdemos, como no sea una fuente de posible
confusión. Si las llamadas 'enunciaciones analíticas' son simplemen­
te las verdades lógicas, y si 'verdad por definición' es una frase que
carece de aplicación, ¿no sería m ejor eliminarla de la filosofía, como
'flogisto' fue eliminada del vocabulario de las ciencias naturales?
Sin embargo, está tan arraigada en el lenguaje de la filosofía que es
difícil que pueda ser desarraigada por completo.
Y quizás haya, después de todo, un uso aceptable para la pala
bra 'analítico'. No es exactamente la misma cosa decir «Todos los
solteros son no-casados» y decir «Todos los hombres no-casados son
no-casados», aun cuando se pretenda que cada uno de esos enuncia­
dos se entienda como expresando una verdad lógica. Captamos el
significado del segundo enunciado con mayor facilidad que el signi­
ficado del prim ero. Quizá fue la im portancia de esa diferencia lo que
Kant tenía en la m ente cuando dijo que el concepto-predicado estaba
incluido encubiertamente en el concepto- sujeto.
La diferencia entre esos enunciados podría señalarse caracteri­
zando al prim ero como 'analítico'. Si hubiéram os de seguir ese ca­
mino, deberíam os aplicar la palabra 'analítico' no a las proposicio­
nes, sino solamente a los enunciados; a saber: a aquellos enunciados
que, aunque expresan verdades lógicas, puede parecer a prim era
vista que expresan proposiciones empíricas factuales. Pero el que
una proposición fuera expresada 'analíticam ente' no tendría interés
lógico, sino solamente psicológico.
La consideración de la relación entre autocontradicción y nece­

169
sidad lógica, y de las llamadas proposiciones analíticas, nos ha acer­
cado a una respuesta a la pregunta con la que empezamos. No he­
mos conseguido descubrir conceptos que sean más fundam entales
que el de necesidad lógica, y en térm inos de los cuales pueda ser
definida la necesidad lógica. Mis conclusiones son negativas, y la no­
ción de necesidad queda sin explicar. No hay gran dificultad en ilus­
tra r la necesidad mediante una m ultiplicación de ejemplos de relacio­
nes que deben tener lugar; pero (aun sin pretender que la noción
de necesidad sea genuinamente prim itiva y pueda ser captada intui­
tivamente, pero no explicada) no puedo ver m anera alguna de redu­
cirla a términos más simples. Lo único que parece posible es suge­
rir, simplemente por vía de ensayo, un criterio para distinguir la
necesidad lógica de otras especies de necesidad. Que la necesidad no
sea exclusivamente una noción lógica, parece probable. Si bien nunca
es necesario que los cambios o procesos físicos se den de esta o de
aquella m anera, parece difícil negar que un hom bre puede pregun­
tarse significativamente: «¿Es necesario que tales y tales sustancias
reaccionen del modo en que observamos que reaccionan?». Y al pre­
guntarse tal cosa no parece que lo que se pregunte sea si una relación
es lógicamente necesaria. Como dijimos anteriorm ente, uno puede
reconocer la necesidad de una verdad de la geometría euclidiana sin
ninguna noción clara de qué clase de necesidad es la necesidad geo­
métrica.
En un capítulo anterior propusim os una doble teoría de la no­
ción de leyes lógicas. La lógica de las proposiciones elementales, adu­
jimos, consiste en la presentación de los límites dentro de los cuales
es únicam ente posible, para un ser capaz de considerar proposicio­
nes verdaderas y falsas, pensar significativamente. Dijimos además
que las leyes de la lógica de térm inos están en correlación con (y, en
cierto sentido, revelan) las 'categorías' o m aneras no-aprendidas e
incomunicables en térm inos de las cuales nos encontram os pensan­
do el mundo. Así, sostuvimos que la lógica de sujeto-predicado reve­
la una m anera prim itiva de ordenación, cosa-atributo, de nuestra
experiencia consciente del mundo. Esos principios categoriales de or­
denación fueron distinguidos de las clasificaciones empíricas que
encontram os conveniente adoptar. Estas últim as clasificaciones pue­
den ser cambiadas o modificadas por nosotros; nunca dan origen a
principios lógicos ni están conectadas con principio lógico especial
alguno.
Esta teoría de la lógica sugiere un posible criterio para distinguir
la necesidad lógica de otras especies de necesidad. La sugerencia
consiste en que son lógicamente necesarias aquellas verdades nece-

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«arias que han de relacionarse a las categorías que conform an nues­
tra experiencia, y a los conceptos prim itivos de negación, conjunción,
disyunción y condicionalidad. La sugerencia de que, para decidir
si un caso dado de necesidad es o no lógico, debemos preguntam os si
corresponde a una categoría prim itiva del pensamiento, es quizá de­
masiado imprecisa para servirnos de guía clara. Podía, además,
llevarnos a paradójicas extensiones del alcance de la necesidad lógi­
ca. Así, si sostenemos que no podemos por menos de pensar los cons­
titutivos del m undo físico como estando causalmente interrelacio-
nados entre sí, pero, al mismo tiempo, concluimos que es nuestro
modo de ver el mundo lo que nos determ ina a verlo de ese modo,
entonces, de acuerdo con el criterio sugerido, deberemos concluir
que 'cualquier evento tiene (necesariam ente) una causa' o 'nece­
sariamente, nada llega a ser a p a rtir del no-ser', son verdades lógicas.
Al final, podríam os vernos, pues, llevados a la conclusión de que,
después de todo, toda necesidad es necesidad lógica, e invertir así
nuestra prim era suposición, la del sentido común.
Debe advertirse, sin embargo, que tal conclusión sería diferente
de aquella a la que han llegado la mayoría de los filósofos que han
argum entado que toda necesidad es lógica. Cuando se m antiene que,
si una proposición como 'Todo evento tiene su causa' es necesaria
en absoluto, lógicamente necesaria o tautológica, lo que siempre, o
casi siempre, quiere decirse es que puede ponerse de manifiesto que
ejemplifica un principio lógico aceptado (por ejemplo, el principio
de no-contradicción). La conclusión a la que apunta la línea de argu­
m entación que hemos seguido aquí últim am ente, es otra; a saber:
que la proposición ejemplifica una ley prim itiva e irreductible que
no es derivable de las leyes de la lógica tal como son comúnmente
aceptadas. Así pues, al llegar a una conclusión así, pretenderíam os
estar descubriendo nuevas leyes lógicas, y no extendiendo las aplica­
ciones de las viejas leyes aceptadas de la lógica.

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