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EL TRADUCTOR-INTÉRPRETE DEL SIGLO XXI

En los albores del siglo XXI resulta totalmente oportuno interrogarse respecto
del perfil ideal del intérprete/traductor en este nuevo escenario temporal. ¿Cuáles
son las dimensiones prioritarias que deben desarrollar estos profesionales en este
nuevo escenario? Las dimensiones cognitiva, ética, tecnológica, empresarial v
educativa adquieren particular relieve en este nuevo siglo.

DIMENSIÓN COGNITIVA

El mundo globalizado exige un cambio de actitud por parte de los


profesionales en general, y en particular, del traductor e intérprete del siglo XXI. La
dimensión cognitiva es una de las áreas del desarrollo humano que exige un cambio
del pensamiento monolítico al pensamiento inter, multi y transdisciplinario. La
interdisciplinariedad supone una actitud existencial, una mentalidad, un modo de
abrirse a la realidad, al mundo experimental. Su principal ventaja es que nos impide
sesgar la comprensión del mundo como consecuencia de considerar la propia
subcultura profesional como la forma más válida de comprender lo que acontece. Se
trata de aprender a pensar desde las certezas relativas y provisionales de la ciencia
y de nuestras opciones personales. Todo aspecto de la realidad que estudiamos
está implicado y plagado de contextos más amplios Es así como la
interdisciplinariedad es, sobre todo, un estado mental que requiere de cada persona
una actitud a la vez de humildad, de apertura, de curiosidad, una voluntad de
diálogo y finalmente una actitud para la asimilación y la síntesis (Ander-Egg: 1994).

¿Qué cambios exige este nuevo milenio? ¿Qué ventajas competitivas tienen los
traductores/intérpretes frente a los otros profesionales? Una ostensible ventaja
competitiva frente a los demás profesionales es que nuestra mente está preparada
para asumir las exigencias de inter, multi y transdisciplinariedad debido a la
naturaleza del objeto de estudio de nuestra disciplina que nos obliga a realizar
reflexiones desde diferentes ópticas teóricas y al carácter multidisciplinario del
ejercicio traductor que se ve involucrado en experiencias traductoras de temáticas
bastantes disímiles.

En el próximo siglo, se abren mayores perspectivas para la especialización, mas


no para la hiperespecialización por cuanto la tendencia de la sociedad del futuro
demanda cada vez más en los profesionales una diversificación funcional, la
adaptación a contingencias y la versatilidad profesional Este milenio requerirá de
profesionales multifacéticos, con una formación rnultidimensional. De manera que
la interrogante que debemos formularnos es si cabe continuar insistiendo en la
delimitación de perfiles privativos que propugnan la realización de funciones o
tareas típicas.

A nivel de sociedad, venimos experimentando el cambio de una sociedad


fundada en la producción de bienes materiales a una sociedad que pertenece a la
era de la información, en la que predominarán el tratamiento, el almacenamiento, el
intercambio y la producción de nuevos conocimientos. En este contexto, el
traductor/intérprete del siglo XXI desempeña papel de mediador de ciencia y

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tecnología, de reproductor de nuevos conocimientos que lograrán democratizarse a
través de la traducción e interpretación. Asimismo, la toma de conciencia del
predominio de la información, nos exigirá reemplazar la tendencia a acumular
conocimientos con fines de erudición por el manejo efectivo y funcional del
conocimiento que tiene su pilar en la discriminación o depuración informativas. Hoy
en día nadie puede negar la importante contribución de Internet con la
democratización del conocimiento; en principio, hoy todos tenemos acceso a esta
fuente pero no todos sabemos explotarla al máximo. La información depurada,
mañana más que nunca, se convertirá en la llave del éxito profesional. El traductor-
intérprete que desee progresar en este siglo tendrá que ser un excelente
discriminador o depurador informativo, desarrollando su capacidad de identificar con
eficiencia y eficacia, las fuentes paralelas y material lexicográfico monolingüe y
bilingüe, actuales, confiables, y reutilizables, en su labor profesional con la finalidad
de superar los escollos derivados del saber no compartido con el autor.

Dado este estado de la cuestión, la globalización nos plantea un modelo de


sociedad distinta, mucho más articulada con el resto del mundo, constituido en una
aldea global, profundamente impactada por las telecomunicaciones y la información
altamente tecnificada. El reto de ambos profesionales descansará pues, en estar
familiarizado con las tecnologías de producción más avanzadas. Estar a tono con
los productos de la tercera revolución industrial: la informática, la biotecnología, la
tecnología espacial, las nuevas energías y los nuevos materiales. Todos ellos
constituirán nuevos espacios laborales y, por qué no, futuros campos de
especialización para el traductor/intérprete.

Para concluir con esta primera dimensión, podemos afirmar que la lectura, o
enfoque prioritario para el abordaje de la realidad del siglo actual, debe tener una
orientación sistémica, ecológica, dialéctica. La realidad tiene una constitución
sistémica es decir que hace referencia a un todo unitario y organizado compuesto
por dos o más partes que por su misma naturaleza constituyen una complejidad
organizada. Todo sistema puede considerarse a la vez como todo y como parte de
un todo mayor. De esta concepción se deriva que un tratamiento de problemas que
no tenga en cuenta los efectos, interacciones y retroalimentaciones que existen
entre los diferentes subsistemas es un modo de abordaje excluyente. (Degregori y
Portocarrero: 1999; Benedetti et al.: 1995).

Siguiendo esta concepción, tenemos la esperanza de que en este siglo se


ratifique, con creces, la hipótesis de la Teoría Polisistémica según la cual la
relevancia de la traducción radica en su condición de subsistema de la cultura
receptora, cuyo estatus varía de país en país. Para ello, el traductor/intérprete
tendrá que diseñar estrategias encaminadas a hacer que el subsistema traductor
deje de ocupar un estatus secundario para pasar a adquirir uno central en el
desarrollo científico, cultural y tecnológico del país.

En el mundo globalizado, el traductor/intérprete desempeñará un papel de


comunicador universal contribuyendo a la conversión de los profesionales en una
suerte de ciudadanos del mundo cuya participación y mirada atenta para impedir
dejarse llevar por la vertiginosa globalización con la consiguiente pérdida de sus
propias raíces. El profesional de este siglo debe asumir un compromiso de
participación activa en la vida de su nación y las comunidades de base.

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La era del conocimiento, orden social que supuestamente está en gestación, ha
sido no por casualidad el siglo de la propaganda de la manipulación. La información
es un factor de poder, se ha convertido en la principal dimensión del capital, es un
bien o una mercancía muy preciada. Quien no posea criterios para discriminar los
grados de plausibilidad de la información estará condenado permanentemente a
confundir lo real con lo imaginario. El traductor/intérprete de! siglo XXI debe concebir
la información como una herramienta de integración nacional y no sólo internacional,
útil para comunicar a las distintas partes de la sociedad y, ojalá, abrir posibilidades
de cambios culturales hacia una cultura más dialogal.

DIMENSIÓN TECNOLÓGICA

EI vertiginoso avance de la tecnología de punta demandará al traductor


repensar en los esquemas comunicativos vigentes durante el pasado siglo en
función de la interactividad que permitirá no sólo emitir y recibir información sino
también dialogar, traducir e interpretar en tiempo real con miras a alcanzar la utopía
de la comunicación universal basada en la consideración de la lengua inglesa corno
agente de homogeneización por excelencia e idioma universal.

Desde una perspectiva idiomática, los traductores e intérpretes hispanos


tenemos una ventaja: nuestra lengua, el español se ha convertido según las
estadísticas actuales, en el LATÍN del siglo XXI. En consecuencia, tanto la demanda
como la oferta de traducciones se verán incrementadas en forma significativa
redundando en la calidad de los productos ofrecidos. Además, en modalidades
mixtas como son el subtitulado y el doblaje, la preferencia por el denominado
español neutro o variedad plana donde se evitan, en la medida de lo posible, los
localismos sólo podrá ser cubierta por traductores humanos hispanos competentes.

A partir de una lectura tecnológica, el traductor de este siglo o "cibertraductor"


se encontrará ante un mercado saturado de programas de traducción automática
que continuarán siendo considerados como rivales por parte de muy pocos
traductores y como herramientas auxiliares de trabajo por un número cada vez
mayor de profesionales quienes comprenderán que la única manera de vencer al
enemigo es conociéndolo a fondo y demostrando, con la calidad de sus servicios,
las ventajas que brinda la irrepetible traducción humana.

Los programas de traducción automática que se comercializan, muy a nuestro


pesar, se van volviendo más sofisticados y su utilidad como herramientas auxiliares
para el proceso traductor es cada vez más aceptada. En el campo virtual la
traducción automática gratuita facilita la información para usuarios desconocedores
del inglés, lengua en la que, a pesar de todos los esfuerzos efectuados por las redes
locales, se introduce el grueso de la información existente en la supercarretera de la
información.

Además, la automatización no se ha restringido al campo de la traducción, han


aparecido los primeros intentos de interpretación automática, a través de
sintetizadores que pueden interpretar, en forma simultánea, por Internet en varias
lenguas desde distintos puntos del planeta. Las palabras resuenan en los parlantes
y aparecen en la pantalla del ordenador a la vez que se van traduciendo. Se ha
creado una versión portátil de una computadora-intérprete para viajeros, que sirve

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como guía turística y da direcciones de diversos lugares. Por el momento, cuenta
con una capacidad para traducir 10,000 palabras, corregir sintaxis y eliminar las
expresiones fáticas. C-Star está experimentando otro sistema denominado Cross-
lingual en el que se transmite la imagen del hablante alterando el movimiento de sus
labios y ojos para sincronizarlos con la traducción.

Los proyectos de traducción interactiva del habla están en su apogeo; uno de


los principales sistemas para la traducción del habla (JANUS) estudia la evolución
del mismo y analiza las perspectivas de futuro en este campo de las tecnologías de
la lengua. Desde fines de la década del ochenta se han ido sucediendo increíbles
avances en los procesos de reconocimiento del habla. Se ha pasado de aparatos
dependientes del hablante, procesadores de frases independientes que reconocían
una terminología limitada a programas de dictado independientes del hablante, de
discurso continuo y de amplia terminología con alrededor de un 10% de errores
léxico. (Waibel, Alex: 2001).

¿Qué hacer ante esta realidad? ¿Cómo diferenciarnos demostrando que el


toque humano es inigualable? Frente a esta hemorragia de ofertas virtuales, hoy
más que nunca la calidad se hace indispensable, se convierte en una estrategia de
sobrevivencia profesional. El traductor/intérprete de este milenio será un conocedor
crítico de las bondades y limitaciones del software traductor e interpretativo todo con
la finalidad de demostrar que los productos derivados de la automatización distan
mucho de los resultantes de la creatividad traductora. Es indiscutible que la
creciente capacidad de las computadoras para "simular" el proceso de traducción e
interpretación humanas dejará de generar incertidumbre en estos profesionales,
ellos asumirán que no existe, ni existirá, analogía entre el funcionamiento intelectual
del hombre y de la máquina, que la simulación no quiere decir que piensen como
personas, que las máquinas nunca serán creativas, que podrán imitar acciones
humanas al igual que los chimpancés, pero, a diferencia de éstos, no iniciarán por sí
mismas las imitaciones ya que no son capaces de descartar ni de originar
información. Entenderán que los programas automáticos trabajan para ellos y no por
ellos. En este siglo, los traductores e intérpretes se involucrarán en proyectos de
traducción automática, y en general en todos los referidos a la industria del lenguaje,
con el objeto de contribuir a la consecución de productos cada vez más eficientes y
eficaces.

El traductor/intérprete del tercer milenio no puede encontrarse al margen de las


ventajas de la interacción cibernética que ha empezado a dar sus frutos con la
inacabable aparición de listas de distribución en Internet, Traducción, Lantra,
Apuntes, Hispania, Tecnotrad, etc., entre muchas otras, que como reflejo de la
solidaridad traductora, traductores e intérpretes de diferentes latitudes intercambian
experiencias, opiniones, recomendaciones, etc., tremendamente provechosas y
estimulantes para el traductor/intérprete en ejercicio. En este siglo, el traductor
deberá ser creador y coordinador de listas de distribución locales e internacionales
tendientes a lograr consensos, eliminar recelos, temores e incertidumbres
profesionales con la mejor y más simple herramienta comunicativa: el diálogo entre
colegas.

Edwin Gentzler (2001) advierte que las destrezas y habilidades requeridas por
los traductores han operado una transformación radical en los últimos años, la
actividad que, en el pasado, fue considerada como básicamente lingüística se ha

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convertido en una práctica compleja que exige de habilidades lingüísticas y
computacionales avanzadas. De allí' que los diseños curriculares de las escuelas de
traducción deban incorporar entre sus contenidos una amplia gama de nuevas
tecnologías, entre las que se incluyen los procesadores multilingües de textos, la
edición, los códigos de Internet, el correo electrónico, la edición electrónica, los
diccionarios para traductores, las diversas modalidades de traducción automática,
los grupos de discusión en Internet y las revistas virtuales en el campo de la
traducción e interpretación. Estos contenidos permitirán que los egresados de las
carreras de traducción estén capacitados para satisfacer las nuevas, y cada vez
más exigentes, demandas del mercado.

La tecnología se ha convertido así en factor de poder y en el motor central de


los cambios más importantes que afectan globalmente la vida de la especie. Quien
conozca las posibilidades inherentes a la tecnología de un momento dado podrá
saben por lo menos relativamente, cuáles son los posibles órdenes futuros. El
método de los mundos posibles tiene importancia capital sobre todo para el arte de
diseñar utopías, en el caso específico de las actividades traductora e interpretativa
la utopía consistirá en lograr la intercomprensión mundial.

DIMENSIÓN ÉTICA

El neoliberalismo, ideología predominante en el mundo, apela a la prosperidad


material, a las maravillas de la tecnología, la facilidad del confort, la satisfacción de
los sentidos, pero no bosqueja un horizonte de felicidad, ni de perfeccionamiento
moral, La abrumadora revolución científica y tecnológica que vive la sociedad a
escala universal demanda en forma perentoria transformaciones sustanciales en los
valores humanos. En la actualidad, en la medida que los modelos de valores
absolutos y relativos se han hecho obsoletos, tan solo queda el diálogo como
instrumento procedimental para construir una vida más justa y como criterios para
justificarla y es en este diálogo en donde reside la clave de la educación moral
(Degregori y Portocarrero: 1999). Este siglo se verá obligado a revalorizar a los
traductores/intérpretes que son, incuestionablemente, los más destacados
intermediarios dialógicos interlingüísticos y la expectativa es que también lo sean en
el nivel intralingüístico e intersemiótico.

En el mundo occidental, la influencia neoliberal y posmodernista se evidencian


en la pérdida de la ética del trabajo y en el elogio de la ética del éxito. En este
contexto, el traductor/intérprete de este siglo deberá entender que el prestigio
profesional más importante que el éxito efímero, descansa en la ética. Traductor e
intérprete deberán convertirse en constructores de valores gremiales y nacionales
guardando coherencia entre los ideales a los que aspiramos, nuestra conducta y la
actividad cotidiana que desarrollamos. El traductor/intérprete deberá ser capaz de
autocontrolar su propia conducta a fin de producir en sí mismo cambios más
duraderos y generalizables, ajenos a influencias externas. El traductor e intérprete
deberá estar abierto a la aceptación de nuevos valores, a tomar en serio posturas
ajenas diferentes a la propia, a reconocer sus propias limitaciones y sus
posibilidades de errar, y a adquirir destrezas para englobar unitariamente diversas
posiciones en lo que tienen de armonizable.

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El profesional de este nuevo milenio deberá contribuir al nacimiento de un
nuevo humanismo, con un componente ético esencial y amplio lugar para el
conocimiento y respeto de las culturas, así como de los valores espirituales de las
diferentes civilizaciones. Uno de los mayores retos de los profesionales del nuevo
milenio será imaginar nuevas formas de arbitraje, nuevas fuentes de autoridad moral
y mecanismos para su implementación.

DIMENSIÓN EMPRESARIAL

El traductor del siglo XXI deberá cambiar sus paradigmas empresariales, tener
una actitud más agresiva respecto del mercado. Dejar de limitarse a ser un mero
receptor de encargos para convertirse en un generador de servicios anticipándose a
la demanda, realizando sondeos de demandas potenciales y asumiendo el papel de
"promotor de traducciones". Hoy más que nunca el profesional del futuro debe estar
capacitado para generar nuevos espacios laborales o buscar nichos de mercado.
Por lo general, los traductores e intérpretes asumimos un rol pasivo en cuanto a la
oferta de servicios limitándonos a ser ejecutores de encargos de traducción a partir
de las instrucciones dadas por el usuario. ¿Qué ocurriría si cambiáramos de
mentalidad y empezáramos a promocionar trabajos de traducción efectuados a
partir de la demanda potencial?

En esta misma perspectiva de análisis, el traductor-intérprete no podrá


mantenerse al margen de la cultura de la calidad. Existen estándares de calidad a
nivel internacional, normas tales como la DIN 2345 en Alemania, la UNI 10526 en
Italia, la ATA Holandesa, la BS 475 en Inglaterra. Algunas de ellas, como la DIN
2345 establece responsabilidad por parte del cliente, quien está obligado a dilucidar
dudas y entregar un texto traducible. Hay otras que son sumamente estrictas para
las cuales una traducción con tres errores es inaceptable. En la mayor parte de
ellas, se enfatiza que la calidad debe medirse a partir de las condiciones de
producción de la traducción tales como el tiempo destinado para la investigación, la
cooperación del cliente, el trabajo en equipo, la competencia traductora, el
profesionalismo del traductor y la remuneración adecuada (Picken, C. [dir.]: 1994).

El concepto de inteligencia también ha experimentado importantes cambios en


este siglo que nos hacen prever que en este siglo el éxito profesional de una
persona no descansará en los paradigmas de la inteligencia tradicional (lingüística,
lógica y matemática) sino más bien en el nuevo paradigma de las inteligencias
múltiples, en particular la intrapersonal y la emocional. Se ha descubierto que son
las interferencias emocionales las que no nos permiten realizar nuestras
potencialidades.

La inteligencia emocional es entendida como la capacidad de entender y


percibir los sentimientos propios y ajenos, así como la capacidad de controlar y
administrar las fuerzas que ellos generan para beneficio de la estabilidad emocional
de la persona. Empecemos, pues, a desarrollar este tipo de inteligencia potencial a
fin de lograr, más que el éxito, el prestigio profesional mucho más duradero y
gratificante que el éxito efímero y desconcertante (Puente: 1999).

En esta era informática, el prototipo del trabajador industrial dejará de ser el


hombre para pasar a ocupar la mujer una posición predominante en la economía y

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los negocios. La mujer empezará a ser una actora reconocida en los diferentes
campos de la actividad humana (Ugarteche: 1998). La situación es particularmente
ventajosa para las traductoras e intérpretes quienes tendrán a su cargo la
responsabilidad de asumir el papel de empresarias con excelente entrenamiento en
la decodificación de mensajes verbales y no verbales.

La globalización del mercado transformará las políticas laborales de los


traductores/intérpretes de endocentristas a exocentristas, orientándolos a la
exportación de traducciones e interpretaciones acordes con los estándares de
calidad vigentes y por diseñar.

DIMENSIÓN EDUCATIVA

¿Qué papel debemos asumir los formadores de traductores e intérpretes del


siglo XXI? Nuestras tareas deberán concentrarse en: la sensibilización y
capacitación del futuro traductor/intérprete para que asuma la educación como un
fenómeno permanente, inacabable y constantemente perfectible con la finalidad de
garantizar el autoperfeccionamiento.

Igualmente, debemos preocuparnos por el diseño de métodos, técnicas y


estrategias de enseñanza tendientes a desarrollar la autonomía del futuro
profesional, eliminando todo lazo de dependencia para que éste alcance a razonar y
decidir con la mayor libertad posible y para que esté habilitado para crear nuevos
escenarios laborales. La misión de los centros formadores de traductores e
intérpretes debe apostar por el desarrollo de los cuatro saberes fundamentales,
propuestos por la UNESCO: Aprender a conocer, a hacer, a vivir juntos y a ser
(Informe Delors: 1996).

Además, las instituciones formadoras de traductores e intérpretes deberemos


pactar con otros actores, como empresas de traducción, competidores de primer
orden en la producción de nuevos conocimientos, así como emprender relaciones
con el sector privado para diseñar programas de formación continua, firmar
contratos de investigación participativa o conjunta en áreas tales como la
terminología, diagnósticos o sondeos de mercado, expectativas de usuarios, etc.

Un tema descuidado en el proceso de enseñanza-aprendizaje, debido al énfasis


puesto en el "saber-hacer" y en la excelencia (eficientismo), es la revalorización de
la función de servicio a la sociedad instilando en los alumnos la conciencia de que
toda carrera es un servicio y que además de su finalidad de excelencia académica,
posee el intrínseco compromiso de elevar la calidad de vida de la nación, de sus
gentes, de los más desposeídos, de los marginados, de los olvidados. Esta meta
podría alcanzarse si se involucra a los estudiantes en proyectos locales de servicio
a la comunidad, tales como los que realizan los "Traductores e intérpretes sin
fronteras" a nivel internacional.

Los docentes del próximo milenio debemos interesarnos en determinar en qué


medida los egresados de sus programas pueden transferir, en forma efectiva y a su
debido tiempo, los conocimientos obtenidos a través de la formación a su lugar de
trabajo, ya que haber adquirido determinadas capacidades o conocimientos no
significa necesariamente ser competente. Entre otros objetivos del ejercicio docente
deberían ocupar un lugar central los siguientes:

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• Conjugar la enseñanza pragmática con la enseñanza basada en la
investigación a fin de garantizar la producción de conocimientos en la
especialidad. En el caso peruano, este objetivo deviene prioritario ya que la
producción de literatura traductológica a nivel local es extremadamente
limitada.

• Brindar al estudiante las herramientas necesarias para explotar nuevos


escenarios laborales. Enfocar la educación desde una perspectiva
pluridimensional enfatizando la intercultural. La inclusión de nuevos
contenidos curriculares (traducción e interpretación automáticas y revisión
de productos automáticos, localización, gestión terminológica, marketing
virtual de servicios, etc.) en base a las exigencias actuales y futuras es una
tarea urgente e insoslayable de las entidades formadoras de
traductores/intérpretes.

• Entender la educación como forjar la mente y el carácter de un ser humano


y dotarlo de autonomía suficiente para que alcance a razonar y decidir con
la mayor libertad posible, prescindiendo de influencias ajenas, de tópicos y
lugares comunes.

• Lograr que nuestros estudiantes alcancen el nivel más elevado de la


competencia que es el profesionalismo concebido como la actuación
profesional que tiene como ejes centrales el autoperfeccionamiento y la
autorregulación.

El traductor/intérprete del tercer milenio será reconocido por:

• Su capacidad de transferir, en situaciones variadas y a menudo imprevistas,


conocimientos, capacidades y comportamientos pertinentes y diferenciados.
La flexibilidad mental se transforma en un requisito indispensable para la
comprensión y el respeto de las alteridades, constante a la que se enfrentan
estos profesionales en su quehacer cotidiano.

• Su capacidad para modelizar las experiencias profesionales que ha vivido,


las situaciones o los problemas que afronta. Esta perspectiva le permitirá
discernir mejor las informaciones que le son útiles, identificar el tipo de
intervención que debe poner en práctica, disponer de un referencial de
análisis que guiará sus observaciones. Esta modelización facilita, asimismo,
la memorización de los actores y de las situaciones. Si bien no puede dejar
de reconocerse cada experiencia traductora e interpretativa como única, es
conveniente que los intermediarios interlingüísticos identifiquen
determinadas constantes y variantes en su ejercicio profesional,
alimentadas por experiencias vicarias, con miras a diseñar estrategias de
intervención efectivas y realistas.

• Su dominio de la gestión del tiempo. Debe saber reaccionar a su debido


tiempo, ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, ni demasiado lentamente,
ni con demasiada rapidez Saber escoger sus ritmos y respetar sus plazos
Percibir cuándo hay que emplear la paciencia y cuándo es preferible
precipitar los acontecimientos y apremiar a las personas. Su destreza para
organizarse y organizar. El desarrollo de la autonomía en las decisiones que
toma, las hipótesis de explicación o de acción que propone, las alternativas

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o las correcciones que emprende. Esta exigencia es fundamental para el
traductor/intérprete que debe acostumbrarse a trabajar bajo presión, en
equipo y a distancia, y ser consciente, además, de que su trabajo es sólo un
eslabón de la extensa cadena informativa, lo que no lo exime de asumir las
responsabilidades y decisiones que toma a lo largo de dicho proceso.

• Su capacidad de explicar y convencer; controlar suficientemente su ámbito


de intervenciones para argumentar las soluciones que propone. Los
traductores/intérpretes tienen una delicada misión con la opinión pública en
general y con los clientes y usuarios potenciales, en particular. Las
expectativas de calidad varían significativamente entre el traductor/intérprete
y el usuario final, conocedores de esta realidad los profesionales
interlingüísticos deben educar a los usuarios de traducciones para que
colaboren con su trabajo brindando instrucciones claras de traducción y el
apoyo logístico requerido por ellos con la finalidad de lograr productos de
calidad que satisfagan las expectativas de unos y otros.

• Su habilidad para transferir los recursos humanos (humanos, materiales,


financieros, etc.) necesarios para tratar el problema por resolver, para
realizar actividades que poner en práctica, para cumplir el proyecto en que
está comprometido.

• Su aptitud para captar las señales débiles de una situación. Saber detectar
los signos precursores y los indicios antes de reaccionar a los indicadores.
Anticipar y no limitarse a reaccionar. Para el logro de esta meta, tal como
hemos mencionado en el artículo Hacia la transformación de las imágenes
traductoras, deberá generalizarse la práctica de diseñar, y hacer que se
respeten, determinados espacios textuales dentro de la traducción
(prólogos, notas, glosarios, anexos) en los que el profesional pueda validar
su trabajo. Igualmente, el traductor/intérprete de este siglo deberá exigir, y
no negociar o desestimar, sus derechos de autoría de la traducción
cumpliendo con todos los requisitos formales del registro en las instancias
del caso, con el objeto de anticiparse a plagios por parte de otros
traductores, apropiaciones ilícitas por parte de los clientes u otros
traductores, etc. Toda traducción que circule, en soporte virtual o físico,
deberá llevar la firma y sello del traductor quien podrá hacer valer sus
derechos y cumplir con las responsabilidades que ello supone. En el campo
de la interpretación, para la transcripción de audio o video los clientes
tendrán que solicitar, tal como estipulan algunos gremios de intérpretes,
autorización al intérprete para poder llevar a cabo cualquier transformación
textual a partir de la misma, El traductor/intérprete de este milenio tendrá
que continuar identificando debilidades en su ejercicio para transformarlas
en fortalezas que redunden en la mejora de su imagen pública.

• Su disposición para inspirar y tener confianza en sí mismo; no ser


presuntuoso pero poseer cierto aplomo y saber controlar la imagen que
ofrece de sí mismo. Tanto el traductor como el intérprete tendrán que
trabajar su autoestima personal y profesional, sin olvidar la toma de
conciencia de sus propias limitaciones para compensarlas o subsanarlas
mediante el constante perfeccionamiento. En la etapa de noviciado los
paradigmas brindados por traductores senior y por los formadores de
traductores resultarán capitales para su devenir profesional. Es importante
que el traductor/intérprete no ponga techo a su desempeño; siempre debe

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considerar que el trabajo que realizó pudo, y debió, haber estado mejor
elaborado. El momento en que se encuentre totalmente satisfecho con los
productos y servicios que ofrece, habrá alcanzado la cima, pero de la
mediocridad.

• Su inteligencia para transformar la interdependencia de hecho en


solidaridad deseada es una de las tareas esenciales de la educación. En
este nuevo siglo debería primar la solidaridad traductora e interpretativa,
basada en el intercambio de experiencias, materiales, etc., sin ninguna otra
pretensión que la de contribuir a la causa común, el reconocimiento
profesional y el placer de experimentar el crecimiento y los logros
profesionales de los colegas.

• Su capacidad para comprender la complejidad creciente de los fenómenos


mundiales y dominar el sentimiento de incertidumbre que suscita. Debe
adquirir un conjunto de conocimientos y luego aprender a relativizar los
hechos. Los profesionales traductores e intérpretes deben, más que ningún
otro, romper esquemas conceptuales reduccionistas para poder alcanzar
una visión holística del conocimiento humano.
• Su actitud y espíritu crítico frente a las corrientes de información. Es
perentorio que los intermediarios interlingüísticos autoevalúen sus propios
estilos de pensamiento, convergentes o divergentes, basados en la
interdependencia existente entre su inteligencia y su personalidad, para
poder comprender su manera de pensar y actuar, explotando las
potencialidades y las limitaciones de dichos estilos cognitivos.

• Su solidaridad a escala planetaria supone superar las tendencias a


encerrarse en la propia identidad para dar lugar a una comprensión de los
demás, basada en el respeto a la diversidad. Su disposición para mirar más
allá de la experiencia inmediata, aceptar la diferencia, reconocerla, descubrir
que los demás pueblos tienen una historia que es rica e instructiva. Los
traductores e intérpretes de este siglo rechazarán las posturas
etnocentristas para convertirse en ciudadanos cosmopolitas, abiertos,
tolerantes y empáticos con diferentes culturas, formas de pensamiento, etc.
La producción traductológica de este milenio continuará, siguiendo los
lineamientos de la teoría desconstructivista, poniendo de relieve las
diferencias más que las identidades entre los textos, las lenguas y las
culturas.

Finalmente, el reto del educador del próximo milenio radicará en lograr un


equilibro entre las nuevas tecnologías y los nuevos sistemas de valores que deben
acompañarlas para evitar la deshumanización del profesional, o en su caso, para
"rehumanizarlo". Nuestro reto como docentes quizá consista en ayudar a los futuros
profesionales a recordar lo que esperan.

El desarrollo armónico y equilibrado de los saberes tecnológicos, cognitivos y


empresariales del traductor-intérprete gobernados por los saberes y haceres éticos
le garantizarán un desempeño profesional integral acorde con las exigencias de este
nuevo siglo. Buena parte de la responsabilidad está en manos de los docentes
como motivadores por excelencia del nuevo paradigma educativo: enseñar a
aprender (autoaprendizaje), que tiende a la autonomía, autocontroI, autodisciplina,
autorregulación y en particular la automotivación del estudiante.

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