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(Segunda parte)
Por poco, en lugar del huevo, le da un garrotazo. Pero entonces, no podría recuperar
nunca el kilo de harina prestado. Y le dio un huevo... pero de gorrión.
Al cabo de un rato, volvieron a llamar.
¡Era Castorín de nuevo! Ahora pedía una tacita
de mermelada de frambuesa. —También para el pastelito, ¿verdad? ¡Brrr!
Y Castorín se marchó tan contento. Y el duende Jeromo cerró dando tres vueltas a la
llave y se puso a leer. Y al cabo de unos instantes, Castorín llamó una última vez.
Necesitaban, para el pastel... ¡medio kilo de azúcar!
En l duende Jeromo entró en la cocina, pero salió con un paquete de sal y se lo dio a
Castorín. No lo notarían y se les estropearía el pastel por pedigüeños.
Ahora era la familia de los castores en pleno. Venían todos juntos a felicitarlo por su
cumpleaños, y a regalarle... ¡el pastel!
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4.-