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Francia.
Se promulgó el 21 de Marzo de 1804 (30 ventôse An XII), y está aún en
vigencia, con posteriores modificaciones.
Llamado también "la Constitución Civil de los franceses", es la base de todo
el Derecho Civil de Francia, y aún más, de todo el Derecho francés. Fue un
pionero en la legislación universal, y por la claridad y sencillez de su texto y
la solidez de su contenido se transformó en el modelo de los sucesivos
códigos civiles de más de 24 naciones.
El artículo 7 de la Ley del 30 pluviôse del Año XII, dice: "A partir del día
en que estas leyes se vuelven ejecutorias, las leyes romanas, las
ordenanzas, las costumbres generales o locales, los status, los
reglamentos, cesan de tener fuerza de ley general o particular en las
materias de las que son objeto las leyes que componen el presente
Código".
ANCIEN RÉGIME:
Durante el Ancien Régime, las mujeres tenían la condición civil de un menor de edad.
No podían ejercer ningún acto civil sin la autorización del padre, en el caso de ser
solteras, o del marido, siendo casadas.Tampoco podían presentarse a actuar en juicios
o como testigos sin la autorización por escrito del padre, tutor o marido. El divorcio
estaba prohibido. No recibían herencias de sus padres; solamente dotes.
Jurídicamente, la mujer era una subordinada.
Fueron más o menos valoradas dentro del Derecho Escrito del Sur de Francia o del Derecho de
Costumbres del Norte. Por un lado, tenían más sumisión al padre y al marido en el Sur, pero a su vez,
estas sociedades occitanas le daban a la mujer un papel más preponderante en la familia; se podría
decir que tenían un cierto "matriarcalismo" doméstico , sin ser, por supuesto, matriarcados. En el Norte
de Francia, la mujer gozaba de derechos más igualitarios, y por otro lado, el concepto de los pueblos
germanos de la mujer era de un idealismo romántico y un significado emblemático más fuerte que en
el Sur. Pero, de todas maneras, tanto en el Norte como en el Sur, la clase femenina siempre tuvo una
sumisión muy acentuada al hombre de la familia, durante todos los siglos de la antigua legislación real.
Las mujeres, por lo general, estaban bien determinadas por la costumbre a estar solamente a cargo
del hogar y de los hijos. Desde el punto de vista social de la época, la desigualdad de la mujer era
totalmente natural: el sexo femenino era considerado inferior, débil y de menores condiciones
intelectuales que el masculino, incapaz de asumir responsabilidades importantes. Tal era el
pensamiento de la época. La mujer no tenía participación social, ni política: su papel estaba
enclaustrado en lo doméstico. No estudiaban, no había escuelas para mujeres, y era muy raro que
ejercieran actos de comercio. Su rol en la sociedad era estar en la casa y criar los hijos. Sus vidas
estaban totalmente condicionadas a la de su padre o de su marido, y en el caso de viudez con hijos
menores solamente un nuevo matrimonio podía solucionar su subsistencia. Los segundos matrimonios
eran frecuentes, pues debido a las guerras o a las epidemias que éstas provocaban, la mortalidad
masculina era en algunos tiempos bastante alta.
En la zona sur de Francia, donde regía el Derecho Romano o Escrito, las leyes eran una herencia del
antiguo derecho romano, con adaptaciones regionales. En el derecho del Imperio Romano, la mujer no
era ni siquiera objeto de derecho. Era una sociedad patriarcal y paternalista. En las leyes del sur de
Francia, la mujer es una subordinada absoluta a la patria potestad y al poder del marido. No comparte
con él los bienes conyugales, sólo es dueña de la dote otorgada por su familia, pero no puede
disponer de ella. Esta dote, a su vez, es inalienable. Si el marido quiere usarla totalmente o en parte,
debe hipotecar sus bienes a favor de la dote, y devolver el monto luego con intereses. La mujer está
prohibida de renunciar a la hipoteca u obligarse en favor de su marido. Los bienes conyugales
pertenecen al marido, y la mujer es totalmente ajena a los negocios o asuntos del esposo. La mujer no
va a perder nada, pero tampoco ganará nada. Jurídicamente no puede actuar sin la autorización del
padre o del marido. En lo civil, su mayoría de edad son los 25 años, pero tiene una actuación muy
limitada. Para casarse, necesita de la autorización paterna hasta los 30 años.
En Paris y la zona Norte de Francia, las leyes consuetudinarias no son muy diferentes en lo relativo a
la subordinación al padre o esposo, pero hay algunas diferencias: los bienes conyugales son
compartidos (con excepción de Normandía). Las dotes se incorporan al patrimonio conyugal. La
mayoría de edad civil y la autorización para contraer matrimonio son las mismas que en el sur. Y las
limitaciones civiles y jurídicas, y la subordinación al padre o al esposo, también son las mismas.
Los revolucionarios, con todas sus proclamas de libertad, igualdad, y unidad legislativa tenían que
terminar con todas estas discriminaciones. Por lo tanto, debía preponderar el sistema matrimonial de
comunidad de bienes. En lo relativo a las sucesiones, también tendrán que igualar los derechos de
participación igualitaria de las mujeres. En lo civil, se fija la mayoría de edad para las mujeres a los 21
años, y se elimina el consentimiento paterno para el matrimonio. Se autoriza el divorcio, hasta por
"incompatibilidad de humores".
En 1791, Olympe de Gouges (Marie Gouzes), una escritora nacida en 1748 en Montauban, Tarn et
Garonne, dirige una proclama a la reina María Antonieta, y solicita que sea presentada a la Asamblea
Nacional. En ella reclama la igualdad de derechos para las mujeres, en lo legal, político y social.
Denuncia que todos los derechos del hombre proclamados en la Revolución son sólo para los
hombres. Los revolucionarios, a pesar de sus ideas liberales, están muy distantes de compartir estas
ideas feministas. Olympe de Gouges es guillotinada, por decisión de un Tribunal de la Convención
Nacional, en plena Era del Terror, el 3 de Noviembre de 1793.
"Si la mujer tiene derecho a subirse a la guillotina, también debe tener derecho a subirse sobre
la Tribuna". Olympe de Gouges.
http://www.cronotecagenealogica.com/las_mujeres.html
Para los Victorianos la familia era el eje central de sus vidas, y el hogar, el lugar
idílico donde cuidarla. El modelo familiar de esta clase media y alta era la propia
Reina Victoria y su amado esposo Alberto. El matrimonio real y sus 9 hijos eran el
espejo en el que las familias británicas se miraban: un hogar pacífico, amoroso y
respetable. En el rol familiar el padre era el encargado de mantener a la familia, y
sus decisiones eran incuestionables. El papel de la mujer era el de ser buena esposa
y madre – de hecho hasta 1882 una mujer casada era propiedad de su esposo; la
mujer era como decía el poeta “el ángel del hogar”. Un libro de referencia para
todas ellas era Mrs Beeton’s Book Household Management, escrito por Elizabeth
Beeton donde la autora daba consejos para convertir a la mujer en una perfecta
ama de casa y anfitriona – sus libros llegaron a vender dos millones de copias.
(Puedes obtener una copia de su libro en e-book en el catálogo del Project
Gutemberg en el siguiente link http://www.gutenberg.org/etext/10136)
Las familias eran, frecuentemente, numerosas y los niños eran criados con reglas
estrictas, donde la obediencia era parte esencial de su educación. La vida de los niños
se desarrollaba en las habitaciones de juegos o nurseries, donde las niñeras o nannies
se ocupaban de sus lecciones , juegos y comidas.
La visita dominical a la iglesia y las veladas cantando alrededor del piano – todas las
jóvenes eran instruidas en piano y canto – , jugando a las cartas, o haciendo labores
mientras el padre leía en voz alta pasajes de la Biblia, eran parte de la vida cotidiana
de la familia victoriana.
Los sirvientes vivían en la planta baja. El número de sirvientes en una casa dependía
de la capacidad económica de la familia. Las familias de clase alta contrataban a un
gran número de sirvientes; cada uno de ellos usaba un uniforme diferente según su
trabajo y su rango dentro del staff de los sirvientes. Todos ellos se reunían en
el hall habilitado para ellos.
LA CLASE TRABAJADORA
Charles Dickens denunció en gran parte de su obra, las condiciones en las que vivía
la clase trabajadora, la dureza de la vida en las insalubres casas de obreros, la
explotación a la que eran sometidos por las empresas, y el trabajo infantil, poniendo
en evidencia la supuesta rigidez a la vez que la hipocresía de la moral victoriana.