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Facultad de Filosofía y Humanidades

Departamento de Historia
Licenciatura en Historia

El arribo de la peste rosa:


Los primeros años del Sida en Chile
(1984-1987)

Tesina para optar al grado de Licenciado en Historia

Por
Nelson Segura Caro

Profesora guía: María Soledad Zárate Campos

22 de enero, 2016
A mis padres, por entregarme mucho más que sólo buena educación.
A Víctor, por ser un bonito apoyo.
Índice

Materia Páginas
Índice 1
Agradecimientos 2
Introducción 3
Discusión bibliográfica 4
Propósito de la investigación 15
Metodología 16
Justificación de la investigación 18
Capítulo I: El Sida en la prensa chilena durante su llegada (1984-1987) 19
I.1. Edmundo, el primer diagnóstico 22
I.2 Los homosexuales no son los únicos 30
I.3. “El virus que delata” 35
I.4. El mito de la peste rosa 39
Capítulo II: La investigación científica sobre el Sida en Chile (1980-1987) 42
II.1. La “medicina moderna”: aproximaciones para una definición 43
II.2. Las reflexiones sobre medicina moderna en Chile 46
II.3. El Sida en la producción intelectual médica chilena (1983-1987) 51
II.4. La influencia norteamericana y la conformación de la SOCHINF 56
Capítulo III: De las fallas en Salud Pública a la organización homosexual 61
III.1. El colapso del Sistema de Salud Pública chileno 62
III.2. Algunas consideraciones epidemiológicas sobre VIH/Sida 67
III.3. El ambiente gay como espacio de socialización 69
III.4. El surgimiento de la Corporación Chilena de Prevención del Sida 72
Conclusión 77
Síntesis y reflexiones finales 77
Bibliografía 80
Anexos 86

1
Agradecimientos

Finalizado el proceso de investigación y escritura de la tesina, resta la agradable y, sin embargo,

compleja tarea de agradecer. Compleja porque quedo con la sensación de que todas aquellas

personas que cooperaron conmigo durante este largo período, merecen la primera mención. Así y

todo, sería sumamente ingrato de mi parte el no considerar que el apoyo de mi tutora, María Soledad

Zárate, ha sido fundamental para la elaboración de este trabajo. Sin las reuniones, conversaciones

y consejos otorgados, las líneas que el lector está por conocer, estarían en un alborotado desorden

temático.

De igual manera, agradezco profundamente la ayuda de Dalma Domic, Secretaria Ejecutiva

de la Sociedad Chilena de Infectología, y de Jaime Lorca, Vicepresidente de la Corporación

Chilena de Prevención del Sida (AcciónGay), que muy gentilmente cooperaron con documentación

inédita sin la cual esta tesina no podría haberse realizado.

Finalmente, agradezco a Gabriela, Paz, Paula y Daniela por escuchar día a día mis

comentarios sobre los avances que iba logrando, y por tener el tiempo para aconsejar mejores

formas de proseguir.

2
Introducción

El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida, o AIDS en inglés)1, fue identificado por

primera vez en 1980, luego de que un grupo de jóvenes homosexuales norteamericanos, de las

ciudades de Nueva York y San Francisco, presentaran una serie de enfermedades asociadas a una

inmunosupresión severa. La primera notificación fue efectuada por el Center for Disease Control

de Atlanta, Georgia el 5 de junio de 19812. Hasta la actualidad se cuentan aproximadamente sesenta

millones de infectados, treinta millones de fallecidos, y cerca de treinta y cinco millones de

personas viviendo con la enfermedad3.

El 31 de julio de 1984 se informó en algunos diarios santiaguinos sobre el diagnóstico del

primer chileno con Sida. Al día siguiente, el 1 de agosto de 1984, el Ministerio de Salud ratificó

dicha información mediante un comunicado publicado en el Diario Oficial. Si bien cabe la duda de

que se trate del primer chileno infectado4, desde esa fecha en adelante, en Chile, constó la

emergencia5 de la enfermedad tanto para la comunidad científica, como para los medios de

comunicación.

1
Sobre el surgimiento del término, el especialista en la historia del síndrome, Mirko Grmek, ampliamente referenciado
más adelante, nos comenta que, si bien, en un comienzo se creó tanto para el francés como para el español la sigla
S.I.D.A (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) en analogía a la sigla anglosajona AIDS (Adquired
Immunodeficiency Syndrome), con el tiempo, el concepto se adjetivó, pasando de S.I.D.A. a SIDA, y finalmente Sida.
Cfr. GRMEK, M., Historia del Sida, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004 [1990], pp. 64-65. Para ésta investigación, hemos
utilizado tal regla.
2
GRMEK, M., Op. cit., pp. 25-37.
3
WOLFF, M., “SIDA: Una travesía desde la impotente desesperanza al éxito terapéutico”, en Revista Chilena de
Infectología, vol. 32, nº1, 2015, p. 13.
4
Para la época, incluso en los países desarrollados como Estados Unidos y Francia, la falta de conocimientos respecto
del síndrome hacían del diagnóstico, una inferencia médica basada en la presencia de otras enfermedades relacionadas
con la inmunosupresión. Como se comentará más adelante, la inmunosupresión no es una característica exclusiva del
VIH/SIDA (véase nota 131). Por otro lado, se tiene conocimiento documentado, de al menos otro caso previo a agosto
de 1984, de un chileno que falleció por extrañas complicaciones inmunitarias (véase capítulo I.2).
5
Emergencia acá, se utiliza claramente con un doble sentido. El primero, de algo que, valga redundar, “emerge”, surge,
sin necesariamente contar con un origen claro. El segundo, de algo que conforme aparece accidentalmente, sobreviene
el normal desarrollo de la vida como peligroso y de pronta solución.

3
La historiografía chilena profesional, aunque ha demostrado interés por la salud y la

medicina, no ha desarrollado, hasta ahora, ningún trabajo académico sobre el tema. Esta

investigación pretende ser un primer intento de suplir dicha necesidad.

Discusión bibliográfica

Por motivos de cercanía temática, la línea historiográfica que más nos concierne es la Historia de

la Medicina. Como lo señala el historiador argentino, Diego Armus, especialista en la materia, la

Historia de la Medicina es sólo uno de tres enfoques posibles dentro del estudio de la salud del

hombre en el tiempo6. Los otros dos son la Historia de la Salud Pública7 y la Historia Sociocultural

de la enfermedad8, que es la que más nos interesa comentar en estas líneas, toda vez que el análisis

que se llevará a cabo en esta tesina está principalmente –aunque no de manera exclusiva– centrado

en los efectos sociales de la llegada del Sida.

Por lo pronto, lo que parece imprescindible de aclarar es que, para cualquiera de las tres

aristas que tiene la Historia de la Salud, la premisa principal es que la enfermedad es tanto un

fenómeno biológico, como uno cultural.

6
Si bien es cierto, el autor está refiriéndose específicamente a la producción historiográfica latinoamericana, dado que
utiliza autores extranjeros, no es erróneo pensar que la aclaración metodológica que realizamos aquí sea acertada para
la producción historiográfica occidental. Por otro lado, es menester tener en consideración que la Historia de la
Medicina que describe Armus, es la actualización de la Historia de la Medicina tradicional, pues “tiende a destacar los
inciertos desarrollos del conocimiento médico, dialoga con la historia de la ciencia, discute no sólo con el contexto –
social, cultural y político– en el cual algunos médicos, instituciones y tratamientos «triunfaron», haciéndose un lugar
en la historia [rasgo propio de la tradicional], sino también aquellos otros que quedaron perdidos en el olvido. Es una
narrativa que se esfuerza por tensionar la historia natural de la enfermedad y algunas dimensiones de su impacto
social”, Cfr. ARMUS, D., “La enfermedad en la historiografía de América Latina Moderna”, en Asclepio, vol. 54, nº2,
2002, p. 43
7
Que “dirige su mirada al poder, la política, el estado, la profesión médica. Es, en gran medida una historia atenta a
las relaciones entre instituciones de salud con estructuras económicas, sociales y políticas”, Cfr. ÍDEM.
8
Característica porque, quienes la desarrollan descubren en la enfermedad la posibilidad de discutir otros tópicos como
“las dimensiones sociodemográficas de una enfermedad, los procesos de profesionalización y medicalización, las
condiciones de vida, los instrumentos e instituciones de control médico y social, el rol del Estado en la construcción
de la infraestructura sanitaria, las condiciones de trabajo y sus efectos en la mortalidad”, Cfr. ÍBID, p. 45.

4
El historiador británico Roy Porter, explica que dicha afirmación está basada sobre todo en

el hecho de que las enfermedades –en particular las infecciosas– requieren de grandes

concentraciones demográficas para subsistir. El mero hecho de asentarse sedentariamente y vivir

de la agricultura implicó la “coexistencia incómoda” de humanos con microorganismos, que los

antiguos grupos cazadores-recolectores difícilmente conocieron9.

Este rasgo cultural de la enfermedad, señala Diego Armus, ha tenido interesantes efectos

en Latinoamérica, y es que, como se mencionó previamente, generó una actualización de la

tradicional Historia de la Medicina, característica por ser un relato apologético de los logros

científicos, lo que a grandes rasgos esbozaba un incesante progreso teleológico que apuntaba a un

triunfo de la ciencia por sobre la naturaleza. Desde los años ’70 y ‘80, por el contrario, surgió una

comprensión de la medicina “como un terreno incierto, donde lo biomédico está penetrado tanto

por la subjetividad humana como por los hechos objetivos”10. Tal subjetividad se manifiesta sobre

todo a través del hecho de que, como lo señala Armus parafraseando a Charles Rosenberg, una

enfermedad existe sólo cuando se la ha definido como tal, de forma que la coyuntura determina el

descubrimiento, ascenso y desaparición11.

En otras palabras, la enfermedad por un lado, es el estado biológico asociado a una

alteración de las condiciones metabólicas del cuerpo, pero también, por otro lado, es la

identificación nosológica que se hace de tal alteración. Dicha identificación implica necesariamente

que el estado de alteración es clasificado y construido científicamente en torno a unos síntomas

específicos. Las enfermedades son reconocidas socialmente (lo que las hace susceptibles de análisis

9
PORTER, R., Breve historia de la medicina. Las personas, la enfermedad y la atención sanitaria., Taurus, Ciudad
de México, 2004, p. 25-28.
10
ARMUS, D., Op. cit., p. 45.
11
ÍBID, p. 42.

5
historiográfico) sólo cuando existen las herramientas epistemológicas y tecnológicas para

identificarlas.

Éste reconocimiento social trae consigo tanto la voluntad de combatir el flagelo, como el

inherente comportamiento de rechazarlo. De ahí que Armus comente que:

Además de su dimensión biológica, las enfermedades cargan con un repertorio de prácticas y

construcciones discursivas que reflejan la historia intelectual e institucional de la medicina, pueden

ser una oportunidad para desarrollar y legitimar políticas públicas, canalizar ansiedades sociales de

todo tipo, facilitar y justificar el uso de ciertas tecnologías, descubrir aspectos de las identidades

individuales y colectivas, sancionar valores culturales y estructurar la interacción entre enfermos y

proveedores de atención a la salud12.

Estudiar el impacto de una enfermedad implica, por lo tanto, la posibilidad de develar

además del estatus propio de la ciencia médica, las condiciones materiales de la sociedad afectada,

e incluso el entramado social bajo el que dicha sociedad se organiza. Centrarse en los enfermos,

por ejemplo, implicaría asimilar la relación que un determinado colectivo mantiene con la

marginalidad.

La faceta cultural de una enfermedad se torna mucho más evidente cuando se trata de una

epidemia. Marcos Cueto, historiador peruano de la medicina, indica que los factores que permiten

otorgar dicha etiqueta, son su capacidad para atacar sorpresiva e intensamente a una colectividad13.

Detrás de la denominación no existen, por lo tanto, respaldos cuantitativos –que van relacionados

más con la definición de una pandemia–, lo que deja espacio para que las autoridades sanitarias

interpreten o descarten un brote patológico como epidémico. Es esta posibilidad de interpretación

la que, en términos historiográficos, suscita su afanoso estudio, y es que, dado que las epidemias

12
ÍDEM.
13
CUETO, M., El regreso de las epidemias. Salud y sociedad en el Perú del siglo XX. IEP, Lima, 1997, p. 17.

6
activan miedos y ansiedades que no son evidentes en la vida cotidiana, funcionan para la historia:

“como un lente de aumento para observar los temores, prejuicios, normas y estereotipos sobre los

enfermos, el cuerpo humano, el género, los grupos étnicos y las clases sociales”14.

En la misma línea, la historiadora chilena Mª Soledad Zárate, señala que la presencia de

epidemias y su tratamiento supone una nueva relación de la sociedad con la muerte15. Cabe agregar

que, lógicamente, mientras más mortal se perfile una epidemia, más prolífico será el terreno para

que se manifiesten ansiedades sociales respecto de ésta y sus afectados, y más radicales se tornarán

las medidas profilácticas y de prevención. Para el siglo XX, quizá ejemplo más señero de esta

situación ha sido el Sida.

Desde su aparición en 1981, la consideración del Sida como una epidemia propia de los

homosexuales primero; y como la pandemia del siglo XX después16, ha delimitado dos áreas de

acercamiento intelectual: 1) desde la medicina/epidemiología, lo que conlleva un estudio de la

enfermedad conforme avanza por la sociedad, sus formas de contagio, y los datos estadísticos

asociadas a éste17; y 2) desde las ciencias sociales y humanidades, enfoque que considera el impacto

14
ÍBID, p. 18.
15
ZÁRATE M. S. (comp.), Por la salud del cuerpo. Historia y políticas sanitarias en Chile, Universidad Alberto
Hurtado, Santiago de Chile, 2008, p. 20.
16
Hacemos esta distinción particular porque, si bien el Sida puede haber perdido su asociación directa a la
homosexualidad, la idea de que es una enfermedad que inevitablemente lleva a la muerte permanece muy presente
hasta la actualidad. Basamos esta afirmación en el estudio realizado por Philip Krause. Cfr. KRAUSE, P., "“La
Percepción Social de VIH/SIDA en Chile y sus efectos”", en Independent Study Project (ISP) Collection. Paper 1166,
2011. Disponible en http://digitalcollections.sit.edu/isp_collection/1166 [Consultado por última vez el 1 de diciembre
2015].
17
En Estados Unidos, el organismo a cargo de generar los informes epidemiológicos del Sida, y de la mayoría de las
enfermedades que afectan al país en general, son los Centers for Disease Control. Semanalmente emiten un boletín
denominado Morbidity and Mortality Weekly Report, que actualiza los conocimientos científicos y sanitarios de la
nación. Véase http://www.cdc.gov/mmwr/index.html. En Chile, destacan en este ámbito, los Informes Nacionales
realizados por el Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud, y publicados en la Revista Chilena de
Infectología. Cfr. DEPARTAMENTO DE EPIDEMIOLOGÍA, “Informe Nacional: evolución de la infección por
VIH/SIDA Chile 1984-2012” en Revista Chilena de Infectología, vol. 32, nº 1, 2015 pp. 17-43. También, el libro de
medicina coordinado por la doctora Cecilia Sepúlveda y el doctor Alejandro Afani, ambos, profesionales de la
Universidad de Chile, cfr. SEPÚLVEDA C. y AFANI, A (coord.), Sida, Mediterráneo, Santiago de Chile, 2002.

7
social y político que tuvo la enfermedad, las reacciones y estigmas que suscitó en conjunción con

la realidad biomédica que presenta18.

Probablemente el mejor trabajo sobre Sida, bajo esa línea intelectual es el libro del

historiador croata-francés Mirko Grmek, Historia del Sida19. En él, el autor se apresta a responder

la compleja pregunta sobre la coyuntura que permitió que el Sida se transformase en una epidemia

en la década de los ’80. Sin embargo, para comprender su hipótesis, es necesario primero revisar,

muy a grandes rasgos, algunos conceptos teóricos propuestos por el historiador a lo largo de toda

su carrera intelectual.

Jon Arrizabalaga, miembro del Departamento de Historia de la Ciencia del Consejo

Superior de Investigaciones Científicas en Barcelona (CSIC), en un artículo sobre Grmek, señala

que gran parte de su planteamiento intelectual sobre las enfermedades es tributario de la noción

braudeliana de longue durée (larga duración) toda vez que las entiende como manifestaciones

sincrónicas insertas en una patocenosis diacrónica. El término patocenosis, acuñado por el croata

a finales de los ’60, es utilizado para describir, en palabras de Arrizabalaga:

“un conjunto completo de condiciones patológicas, no sólo infecciosas, sino que también

hereditarias, degenerativas […] en una población particular de acuerdo a coordenadas espacio-

temporales. Sin tener en cuenta varios factores endógenos y ecológicos, la frecuencia y distribución

de cada condición patológica en este conjunto dependería presuntamente de la frecuencia y

distribución de aquellas que permanecen. La patocenosis tendería hacia un estado de balance,

particularmente si la situación ecológica fuese estable”.

18
En Chile, este enfoque no ha sido trabajado con abundancia. Salvo el estudio de Krause, mencionado previamente,
existe además un artículo realizado por el Dr. Marcelo Wolff, miembro de la Sociedad Chilena de Infectología, que,
además de explicar algunos rasgos histórico-cronológicos de la enfermedad, señala algunas políticas públicas en
relación con la aparición de los primeros fármacos de tratamiento. Cfr. WOLFF, M., Op. Cit., pp. 9-16. En el
extranjero, por el contrario, existen bastantes estudios del Sida desde esta perspectiva. Éstos serán citados a lo largo
de la tesina.
19
Citado previamente, véase nota 1.

8
De ello se desprende que:

“la desaparición de una o varias condiciones definitorias del perfil epidemiológico de una población

dada, podría implicar que el balance ecológico entre los gérmenes de esa población se había roto.

Así el autor [Grmek] podía afirmar que el camino se abría para la aparición de nuevas enfermedades,

lo que significaría que otros gérmenes que previamente permanecieron en silencio, fueron luego

‘promovidos’ para convertirse en patógenos”20.

Con ese concepto Grmek logró explicar los orígenes de las patologías en la Antigua Grecia21

y del Sida en la sociedad moderna. Bajo la perspectiva del autor, entonces, los orígenes de una

enfermedad pueden ser explicados tanto con aspectos sociales como biomédicos. Es interesante el

alcance que podemos realizar entre la propuesta grmekiana y lo expuesto por Porter más arriba. Si

las enfermedades son propias de la vida en sociedad, es necesario entonces, considerar las

condiciones ecológicas bajo las que dicha vida se desarrolla.

Mario Bronfman (sociólogo argentino) y Héctor Gómez-Dantés (médico mexicano) en una

reseña al libro Historia del Sida, resaltan el hecho de que el croata-francés siempre consideró como

fundamental para el estudio de las enfermedades “la interdependencia del clima con la fisiología

individual, la naturaleza de las enfermedades, el temperamento y la vida social”. Califican

entonces, el enfoque grmekiano como uno geo-médico22, donde el origen de una enfermedad está

mucho más relacionado con su convivencia con otras patologías, que con las prácticas sociales y

epidemiológicas que pudiesen permitir su difusión.

20
ARRIZABALAGA, J., “History of disease and the Longue Durée” en History, philosophy, life and science, vol. 21,
nº1, 2005, p. 42. Texto disponible en:
http://digital.csic.es/bitstream/10261/35080/1/Arrizabalaga%20...History%20of%20disease.....pdf [Consultado por
última vez el 1 de diciembre 2015].
21
Trabajo citado por Arrizabalaga, Cfr. GRMEK, M., Les maladies à l’aube de la civilisation occidentale, Payot,
Paris, 1983.
22
BRONFMAN, M. y GÓMEZ, H., “Reseña al libro ‘Historia del Sida’ de Mirko Grmek”, en Salud pública de México,
vol. 34, nº6, 1992, p. 697-701.

9
Debido a esto es que Grmek, preguntándose qué relación tienen las particulares

características científicas, tecnológicas y biomédicas de la sociedad moderna con el origen del Sida,

propone la hipótesis de que dichas características entablan el escenario prolífico para el surgimiento

de la pandemia. El autor se niega a considerar como una coincidencia el que la viruela, una de las

principales causas de muerte del pasado, se extinguiera oficialmente luego de que su último

infectado, un africano somalí, falleciera en 1977. Asimismo, tampoco le parece casualidad que en

1978, precisamente tres años antes de los primeros diagnósticos de Sida en Estados Unidos,

surgieran los medios conceptuales y técnicos para la identificación y aislamiento del primer

retrovirus humano patógeno. En palabras del autor:

“Todos los hechos mencionados no se condicionan mutuamente, pero derivan de una fuente común: son

resultado del progreso de la medicina, o, más en general, de las transformaciones tecnológicas del mundo

moderno. Es gracias a esos progresos de las ciencias y las técnicas que los hombres han derrotado a la viruela,

han perfeccionado los medios para estudiar los retrovirus y han abierto el camino a los ataques de un germen

con el que hasta ahora habían coexistido pacíficamente. La medicina contribuyó a ello tanto con la ruptura de

la patocenosis, es decir, al suprimir las enfermedades que cerraban el camino al Sida, como facilitando la

transmisión del germen, especialmente por las nuevas modalidades de contacto directo con la sangre. Además

la tecnología moderna es en parte el origen de la mezcla étnica y de la liberalización de las costumbres,

factores también importantes en la aparición y diseminación del Sida. La epidemia actual es el reverso de la

medalla, el inesperado precio que tenemos que pagar por haber alterado en forma tan radical equilibrios

ecológicos milenarios”23.

Detrás de la consideración del Sida como una enfermedad “hija” de su coyuntura sincrónica,

y consecuencia de la ruptura diacrónica de la patocenosis, se encuentra la cuestión geopolítica de

que, si bien el virus se originó en África24, adquirió su connotación epidémica –con todo el impacto

23
GRMEK, M., Op. cit., p. 21.
24
Así lo indican los estudios científicos. Cfr., SEPÚLVEDA C. y AFANI, A (coord.), Op. cit., pp. 1-9.

10
social que eso conlleva– en Estados Unidos. La ensayista y teórica neoyorquina Susan Sontag, que

escribió en el año 1988 un tratado sobre las metáforas que el Sida había adquirido, además de

plantear una visión sobre la enfermedad bastante cercana a la expuesta previamente, recalca que el

hecho de que el síndrome se haya vuelto tan famoso se debía a esta situación propiamente

geopolítica (aunque no solamente a esto). Para Sontag, si el Sida fuese sólo una enfermedad

africana, por muchos millones de personas que murieran a causa de ésta, sería considerada otro de

los tantos fenómenos “naturales” que azotan a la región (como las hambrunas):

“por tratarse de un acontecimiento mundial –es decir, porque afecta a Occidente–, no se lo considera un mero

desastre natural. Está cargado de significado histórico. (En la autodefinición de Europa y de los países

neoeuropeos entra la seguridad de que allí, en el Primer Mundo, es donde las calamidades más importantes

hacen historia, trastocan la sociedad, mientras que en los países pobres, africanos o asiáticos, forman parte de

un ciclo y son, por lo tanto, como un aspecto más de la naturaleza)” 25.

En ese sentido, el Sida es famoso porque, muy similar a lo que planteaba Grmek: “parecería

ser el modelo de todas las catástrofes que las poblaciones privilegiadas suponen les han sido

deparadas”26. En otras palabras, representa, para la civilización occidental, el principal desafío de

la medicina moderna.

Con todo, estas afirmaciones no explican con certeza la razón por la cual mundialmente el

Sida se transforma en un fenómeno que genera miedo y pánico27. El libro de Sontag más bien

funciona como una denuncia frente a la capacidad que tienen los estigmas (las metáforas) de

generar desinformación, y por lo tanto, mayor probabilidad de contagio y muerte frente a la

25
SONTAG, S. El Sida y sus metáforas. Santillana, Madrid, 1996 [1988], p. 164.
26
ÍDEM.
27
La relación que se hará en esta investigación tanto entre la prensa nacional con la internacional (Capítulo I), como
entre la comunidad científica chilena con la norteamericana (Capítulo II) pretende esbozar una respuesta a dicha
interrogante.

11
enfermedad. Detrás de su hipótesis central, que “las metáforas y los mitos matan”28, existe la

convicción de que la salud es un derecho fundamental del ser humano, lo que supone que todo

elemento que conspire contra dicho propósito debe ser denunciado. Sin embargo, ha quedado claro

con lo propuesto más arriba por la historiografía de la medicina, que las metáforas y los mitos en

torno a las enfermedades, parecen ser inherentes a éstas. De ahí su riqueza histórica, pues entregan

la posibilidad de analizar el complejo entramado social de un colectivo, en un momento

determinado.

Lamentablemente, para la realización de ésta investigación, no contamos con literatura

chilena que verse sobre el caso particular del Sida. Ello no implica que en Chile el estudio de las

enfermedades no haya sido explotado. Mª Soledad Zárate y Andrea del Campo, explican que de

hecho, desde la década de 1990 la producción historiográfica de la medicina nacional ha sido

prolífica, aunque modesta en comparación con México, Brasil, Argentina o Perú, que vienen

desarrollando la corriente desde la década de 197029. Sin embargo, dicha producción se ha centrado

principalmente en lo que definimos como Nueva Historia de la Medicina30 y la Historia de la Salud

Pública31. Los trabajos que se han realizado sobre enfermedades, las ubican metodológicamente

como medios para develar dinámicas sociales y políticas, y no como fines en sí mismas (como lo

hace Grmek con el Sida, por ejemplo). De ahí que, el centro de atención, como lo explican Zárate

y del Campo, se haya puesto en las enfermedades “de trascendencia social”: sífilis, tuberculosis,

alcoholismo. Un claro ejemplo de esto es el trabajo realizado por Catalina Labarca, incluido en la

28
SONTAG, Op. cit., p. 100.
29
Cfr. ZÁRATE, M. S., DEL CAMPO, A. “Curar, prevenir y asistir: Medicina y salud en la Historia chilena” en Nuevo
Mundo, Mundos Nuevos, Debates, 2014, Texto disponible en http://nuevomundo.revues.org/66805?lang=es
[Consultado por última vez el 8 de enero de 2016].
.30 Véase nota 5.
31
Véase nota 6.

12
compilación de Mª Soledad Zárate32, donde la autora, al mismo tiempo que revisa los distintos

estigmas sociales que existían en torno a la sífilis y la gonorrea, analiza las campañas de Educación

Sexual de principios del siglo XX –destinadas a combatir dichas enfermedades– como medidas

estatales de control social, logrando develar influencias de ideas eugenésicas y una relación Estado-

sociedad para la cual el concepto foucaultiano de bio-política sirve de marco teórico33.

Los estudios considerados como centrales para esta tesina, revelan que el Sida en Chile ha

sido estudiado también desde una perspectiva periodística. Asimismo, es interesante recalcar la

relación que dos de estos cuatro trabajos que se mencionarán a continuación, insertan al síndrome

como un eslabón dentro de la historia de la homosexualidad chilena.

El primero de estos trabajos –probablemente una de las primeras investigaciones extensas

sobre el Sida en Chile– fue el realizado por los periodistas Mauricio Carmona y Cynthia del Valle,

y publicado el año 200034. El libro, cuyo subtítulo es “la historia desconocida”, tiene por objetivo

la narración de casos específicos de pacientes de Sida (entre los que se cuentan el primer

diagnosticado chileno, y la primera mujer) toda vez que enuncian implícitamente los autores, que

los informes epidemiológicos soslayan por completo elementos como la ignorancia, el pánico

social, el miedo, y la soledad que sufrían en carne propia los pacientes de la enfermedad. Mediante

un acercamiento periodístico (la realización de entrevistas a los principales involucrados), los

autores dotan de un rostro al Sida, lo que sin dudas enriquece en muchos sentidos el relato de esta

investigación.

32
Véase Nota 14.
33
LABARCA, C., “’Todo lo que usted necesita saber sobre enfermedades venéreas’ Las primeras campañas de
educación sexual entre 1927 y 1938” en ZARATE M. S. (comp.), Por la salud del cuerpo. Historia y políticas
sanitarias en Chile, Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2008, pp. 81-129.
34
CARMONA, M. y DEL VALLE, C., Sida en Chile. La historia desconocida. Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000.

13
El año 2008, el activista gay, Víctor Hugo Robles, también desde el periodismo, escribe

Bandera Hueca: Historia del movimiento homosexual de Chile, un relato/crónica de los sucesos y

movimientos que colaboraron en el proceso de politización de la homosexualidad en el país. En

éste, Robles inserta al Sida como uno de los factores que –indirectamente– cooperaron con la

configuración del primer movimiento gay masculino del país, el Movimiento de Liberación

Homosexual (MOVILH). Los fundadores del MOVILH, Marcos Ruiz, Jorge Guzmán, Víctor

Albornoz, Rolando Jiménez, Juan Cabrera, Jorge Pantoja y José Antonio Gatica, realizan un primer

diagnóstico de la situación homosexual chilena en un taller sobre derechos civiles organizado por

la Corporación Chilena de Prevención del Sida, lo que los lleva a reunirse en un nuevo colectivo,

dedicado específicamente al trabajo con derechos y reivindicación homosexual35.

El año 2011, Óscar Contardo, igualmente periodista, escribe lo que quizá sea el primer

relato sistematizado sobre la homosexualidad chilena. En Raro, Contardo se acerca a la

connotación de la homosexualidad desde incluso antes de la Independencia, utilizando un método

de “historia en negativo”, poniendo atención a las ideas compartidas ampliamente por una mayoría,

sobre las costumbres de una minoría. Pero no sólo las costumbres, sino que también de las

relaciones que surgen entre ambos grupos. Para el autor, que sigue los planteamientos de Robles,

el Sida representa, además de la causa indirecta de la politización homosexual, una puerta de

entrada a la organización gay que comenzó luego del fin de la dictadura. El escenario bajo el cual

la homosexualidad se hace pública, y acaso más “tolerable” como tema de discusión36.

35
ROBLES, V.H., Bandera Hueca: Historia del movimiento homosexual de Chile. Arcis/Cuarto Propio, Santiago de
Chile, 2008. Una versión completa de este libro se encuentra disponible en: http://banderahueca.blogspot.cl/
[Consultado por última vez el 1 de diciembre 2015].
36
CONTARDO, Ó., Raro. Una historia gay de Chile. Planeta, Santiago de Chile, 2011.

14
Finalmente, a comienzos del año 2015, mencionábamos previamente37, el doctor Marcelo

Wolff, miembro histórico de la Sociedad Chilena de Infectología, publica un artículo en la revista

de dicha institución, que hace las veces de memoria e historia del impacto médico y sanitario de la

enfermedad en Chile.

Propósito de la investigación

Dado que, la literatura específica sobre el tema carece bastante de rigor historiográfico 38, esta

investigación busca comprender la relación “indirecta” entre la llegada del Sida y la configuración

del actual movimiento gay chileno. En efecto, existe la convicción de que el arribo de la

enfermedad representa un proceso bajo el cual se forja uno de los cimientos centrales para la

conformación de una comunidad gay politizada. Nos referimos a la noción mínima de que los

homosexuales “son una comunidad” (de riesgo; peligrosa; marginal). Antes de la llegada del Sida,

a propósito de lo planteado por Robles, la organización homosexual siempre fue atomizada.

Sin embargo, debemos ser precisos, puesto que, dada la compleja relación que tuvo

posteriormente el MOVILH con la lucha por la prevención del Sida39, no se puede afirmar que la

enfermedad sea el elemento que unificó al movimiento gay. Tener dicha postura implicaría

desconsiderar todo el ánimo social conllevó el fin de la dictadura, que cooperó igualmente con la

posibilidad de hablar sobre homosexualidad públicamente. Pero, la noción de que fue un factor

“indirecto”, le quita protagonismo al impacto del síndrome en la sociedad chilena.

37
Véase nota 17.
38
Entendemos por rigor historiográfico la construcción de un relato basado en la apropiada crítica de fuentes, y
contrastado con método comparativo, con procesos previos que expliquen propiamente la coyuntura.
39
Cfr. ROBLES, V.H., Op. cit., pp. 65-68. Texto disponible en: http://banderahueca.blogspot.cl/2009/05/seminario-
homosexual.html [Consultado por última vez el 1 de diciembre de 2015].

15
El objetivo general de esta investigación, por lo tanto es: reconstruir la llegada del Sida

como un proceso que fraguó una de las bases fundamentales del actual movimiento gay. De ello se

desprende que, como objetivos específicos, se proponga:

1. Analizar cómo la prensa de la época jugó un papel preponderante en el proceso, toda vez

que fue el primer personaje con voz pública en dar cuenta de que la enfermedad había

llegado al país. Al mismo tiempo, representa un repositorio de las ansiedades que el Sida

generó en la población.

2. Evidenciar cómo la comunidad médica, a la luz de un contexto internacional, coopera con

las ansiedades sociales, permitiendo que los prejuicios muchas veces afecten las

conclusiones en torno a la enfermedad, generando por lo tanto, una difusión de los

conocimientos científicos sesgados hacia la luz pública (particularmente a través de la

prensa).

3. Comprender cómo la falta de apoyo hacia los principales afectados por el Sida (los

homosexuales) generó organización auto-gestionada, y sentido de comunidad gay.

Metodología

Para cumplir los objetivos anteriores, se han propuesto algunos conceptos teórico-metodológicos

especificados en cada capítulo. Con todo, parece más importante explicar por ahora la decisión de

cada objetivo específico.

Comenzar con fuentes periodísticas es crucial, toda vez que, como lo mencionamos, la

prensa representa la primera “voz pública” que anuncia la llegada del Sida a Chile. Incluso antes

que el Ministerio de Salud. En el capítulo, no se busca realizar un extenso y profundo análisis (que

sería una tarea más relacionada propiamente con Historia de la Prensa), sino que enunciar, con

algunas herramientas teórico-metodológicas de dicha línea, la participación de los periódicos


16
santiaguinos dentro del proceso de difusión de información sobre el Sida. Ello porque, un aspecto

central de la Historia Sociocultural de la Enfermedad es la comprensión de los avatares que un

flagelo genera. En este caso particular, se espera encontrar dichos avatares en las fuentes

periodísticas.

El segundo capítulo busca conocer las discusiones científicas que el gremio de médicos

llevaba no sólo sobre el Sida, sino también sobre la medicina moderna. Esto a razón de que, como

lo vimos expuesto por Grmek y Sontag previamente, la aparición del Sida parece representar un

punto de inflexión, y acaso el colapso, del relato teleológico que dibujaba una ciencia médica que

lenta, pero progresivamente, “le estaba ganando la guerra a la enfermedad”. Parte de la

conformación de los avatares que se construyeron en torno a la enfermedad dice relación

precisamente con ese factor. En otras palabras, si la penicilina representó una victoria por sobre las

patologías, el Sida se dibujó, en sus primeros años, como una aplastante derrota.

Por último, el tercer capítulo busca entablar un marco social y político en el cual se asienta

el proceso de llegada del Sida. De ahí la decisión que se tomó por describir, muy a grandes rasgos,

las condiciones nacionales de Salud Pública, y de socialización gay santiaguina. Con ello, en parte,

se busca comprender por qué la primera respuesta ante el Sida como problema sanitario, la entregan

un grupo de homosexuales, que mediante la auto-gestión se organizan políticamente para combatir

la enfermedad.

A raíz de todo lo anterior, es que el principal elemento metodológico a tener en

consideración sea que, si bien hemos insertado la tesina en una línea demarcada (la Historia de la

Medicina, y más específicamente, la Historia Sociocultural de la Enfermedad), para llegar a

cumplir el objetivo general, se deben, constantemente establecer nexos además, entre Historia de

la Prensa y la Historia de la homosexualidad chilena.

17
Justificación de la investigación

Más allá del evidente “vacío historiográfico” que existe en torno al Sida como problema histórico

en Chile, esta investigación, aunque con sus límites propios, pretende ser un antecedente para el

trabajo intelectual que se desarrolle sobre el tema en el país. Por esa razón se ha intentado abordar

tan ampliamente temas tan diversos (Historia de la prensa; Historia de la Medicina; Historia de la

Homosexualidad), pues se tiene la convicción de que servirá, ojalá en un futuro más próximo que

lejano, como un primer acercamiento a las características históricas de la enfermedad en Chile.

Ello justifica el objetivo general. Detrás del planteamiento de éste, existe la idea de que sólo

con una primera reconstrucción histórica, pueden profundizarse análisis en torno al impacto

político del síndrome; o las consecuencias biomédicas, por ejemplo. A la postre, indirectamente,

además de documentar la llegada del Sida a Chile, se enunciarán los estigmas que el síndrome

generó en un comienzo, lo que per sé, representa un aporte inédito a la historiografía nacional.

18
Capítulo I: La llegada del Sida en la prensa chilena (1984-1987)

Tres son los motivos para comenzar una investigación sobre el Sida con fuentes periodísticas: en

primer lugar, porque, como fue mencionado previamente, un posible acercamiento a la historia de

las enfermedades es a través de las ansiedades que provocan, y de las metáforas y mitos que

originan, y los periódicos representan un repositorio de dicha información. José Miguel Fernández

explica que el principio básico de un periódico es que el redactor debe coincidir al menos en ciertas

opiniones con el lector. De ahí que afirme que la hemeroteca es “una de las moradas de la historia

de las mentalidades”40. Consideramos que, en realidad, en una dimensión mucho más básica –e

incluso psicológica– lo que tienen en común tanto redactor como lector, son elementos semánticos.

Más que compartir opiniones, comparten significados. Existen niveles de comprensión bajo los que

la prensa funciona, que permiten afirmar que lo publicado era también comprendido por sus

lectores. Un acercamiento a los modos de expresarse del redactor, es también un acercamiento a

los modos de comprender del lector.

Tales afirmaciones, son planteadas por la experta en dinámicas de la comunicación, Eni

Orlandi en su libro Análisis de Discurso41. En éste, se elabora una propuesta teórica que se enfoca

en el análisis del sentido de las palabras. Entendiendo sentido como el significado semántico e

histórico determinado por la relación de la palabra con su co-texto y con su contexto. La lectura de

las fuentes periodísticas bajo el lente del Análisis de Discurso permitirá comprender que lo

publicado en la prensa está dialogando con una realidad sanitaria y social nacional e internacional42.

40
FERNÁNDEZ, J. M., “La Hemeroteca: una de las moradas de la Historia de las Mentalidades”, en Tuñón de Lara,
M. (coord.), La prensa de los siglos XIX y XX. Metodología, ideología e información. Aspectos económicos y
tecnológicos: I Encuentro de Historia de la Prensa, España, Universidad del País Vasco, 1996, p. 74.
41
ORLANDI, E. Análisis de Discurso: Principios y Procedimientos. Santiago de Chile, LOM/UMCE, 2012.
42
La razón por la cual realizamos esta digresión teórico-metodológica, es para recalcar que el trabajo con prensa no
debe tomarse a la ligera.

19
El segundo motivo por el cual comenzamos este relato con lo publicado en prensa es porque

ante el vacío bibliográfico que hay sobre Sida en Chile, la prensa resulta excelente para entablar

una pequeña cronología de los sucesos que ocurrieron cuando fueron conocidos los primeros casos

de infectados, y es que, si bien Marcelo Wolff desarrolla una línea de tiempo bastante útil 43, ésta

especifica los sucesos relevantes sólo para la medicina y la salud pública.

Finalmente, en tercer lugar, porque, en pos de construir una historia, los medios de

comunicación fueron el personaje que primero generó consciencia del arribo del síndrome al país,

toda vez que una de las principales características de éstos en su relación con la sociedad, es su

capacidad de construir realidad.

Al respecto, surge la pregunta en torno al criterio de selección del medio de comunicación.

Sabemos que para la década de los ’80 la televisión estaba bastante masificada, sin embargo, por

la dificultad para ocupar dichos registros audiovisuales se consideró pertinente sólo remitirse a la

utilización de periódicos de la época. En específico se revisaron aquellas fuentes utilizadas por

Óscar Contardo en su relato, con el afán de efectuar una relectura menos militante44, y con mayor

rigor historiográfico. Y es que, uno de los méritos del autor de Raro fue señalar hitos donde el Sida

apareció con mayor importancia en los periódicos. La revisión de estos hitos, bajo el lente teórico-

metodológico del Análisis de Discurso, permitirá esbozar algunos rasgos de la reacción social que

provocó el Sida.

Por lo anterior es que se escogieron tres periódicos santiaguinos, pertenecientes además, a

las dos empresas comerciales de comunicación más grandes del país: El Mercurio S.A. y el

43
WOLFF, M., Op. cit., pp. 14-15. Para consultar la línea de tiempo, véase anexo 1
44
Se especifica en la conclusión de esta tesina a qué nos referimos con “relato militante” al hablar de los textos de
Contardo y Robles.

20
Consorcio Periodístico S.A. (COPESA). De acuerdo con Eduardo Santa Cruz, ambas empresas

conforman el duopolio de la información en dictadura, y cooperan con el régimen por razones

principalmente económicas. Además ambas tienen periódicos de alcance nacional45. De éstos serán

analizados La Tercera de la Hora y La Cuarta, de COPESA, y Las Últimas Noticias de El Mercurio

S.A.46.

Somos conscientes de que no se trata de un exhaustivo análisis del Sida en la prensa chilena,

sin embargo, realizar tal tarea implica una extensión que reviste por sí sola otra investigación, ya

que se necesitaría no sólo el análisis cualitativo que buscamos realizar acá, sino que también

cuantitativo47. Por el contrario, el objetivo de este capítulo es identificar a la prensa como el

personaje que dio conocimiento público del arribo de la enfermedad al país, siempre teniendo en

consideración que, mientras informaban, los periódicos también emulaban los avatares y estigmas

que la población tenía respecto del síndrome. Ello sin perjuicio al objetivo general que es la

construcción de un relato de la llegada.

45
SANTA CRUZ, E., Análisis histórico del periodismo chileno, Santiago de Chile, Nuestra América, 1988. Texto
disponible en: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-7704.html [consultado por última vez el 10 de
noviembre, 2015], p. 135-156.
46
La decisión de descartar El Mercurio para esta investigación se hizo a propósito de que la cobertura en torno a las
noticias sobre el Sida fue manifiestamente menor en relación con Las Últimas Noticias. Ello habla igualmente de una
decisión editorial, toda vez que, como señala igualmente Santa Cruz, el que se trate de empresas comerciales implica
que el periódico está pensado como un producto de consumo, de manera tal que su configuración se hace pensando en
estrategias de marketing que insten al consumidor a comprarlo. Ese consumidor cambia según sea la direccionalidad
que la editorial quiera entablar. En otras palabras, El Mercurio S.A. decide que “no es noticia” para un determinado
estrato de la sociedad que compra el periódico El Mercurio el que el Sida haya llegado al país. Cfr. SANTA CRUZ, E.
Modelos y estrategias de la prensa escrita en procesos de modernización: Chile siglo XX, Santiago de Chile, Centro
de investigaciones sociales/U. Arcis, 1996, pp. 37-41.
47
Un excelente ejemplo de tal tipo de estudio es el artículo de Gemma Revuelta y cía., cfr. REVUELTA, G., Et. al.,
“El Sida en los medios de comunicación: Análisis comparativo de El País, La Vanguardia y The New York Times en
los 20 años de historia de la enfermedad (1981-2001)”. Texto disponible en:
http://quark.prbb.org/24/imim_Q24/024048.htm [consultado por última vez el 10 de noviembre, 2015].

21
I.1. Edmundo, el primer diagnosticado.
El 31 de julio se leía en la portada del diario santiaguino La Tercera de la Hora que se había

detectado el primer caso de “cáncer gay” en Chile. La noticia informaba que el diagnóstico,

efectuado por un grupo de médicos del Hospital Clínico de la Universidad Católica, sería revelado

a la comunidad científica en una ponencia de tres expositores –Andrés Palacios, Guillermo Acuña

y Fernando Figueroa48– en las Primeras Jornadas Médicas del Hospital Paula Jaraquemada (para

información sobre la organización del congreso médico véase capítulo II.2.). Los organizadores

del evento comentaron además que la investigación en cuestión, por asuntos protocolares, se

mantendría en absoluta reserva hasta los días de realización de las Jornadas49.

Al mediodía de ese mismo día, el Ministerio de Salud emitió un comunicado que reconocía

presencia de un infectado de Sida en Chile. El 1 de agosto, el periódico ya mencionado, informó

sobre el asunto, dejando claro además, que la primicia fue mérito de la prensa, de manera que la

Secretaría de Estado más bien había reaccionado a la información proporcionada por los medios

de comunicación. En el comunicado, el Ministerio afirmaba haber creado en 1983 una Comisión

ad hoc “destinada a analizar y tratar este problema, tanto desde el punto de vista clínico como

epidemiológico”, precisando sobre todo que existían en Chile “los medios y elementos para

efectuar el diagnóstico de esta patología considerada de baja transmisibilidad”50. Óscar Contardo,

en una entrevista que realizó a los doctores Andrés Palacios y Guillermo Acuña (dos de los tres

ponentes del caso en las Jornadas) para su libro Raro, los médicos aseguraron que, confirmado el

48
Óscar Contardo comenta que el que trató el caso fue Andrés Palacios, que al analizar el cuadro clínico de Edmundo,
consultó a su superior jerárquico, Guillermo Acuña, que por sus estudios en la UCLA junto a Michael Gottlieb,
diagnosticó el síndrome. Véase capítulo II.4., cfr. CONTARDO, Op. cit., p. 343-344.
49
Diario La Tercera de la Hora (en adelante LT), 31 de julio, 1984.
50
ÍDEM, 1 de agosto, 1984.

22
diagnóstico del primer infectado, acudieron al Ministerio de Salud donde “no sabían nada sobre el

Sida”51.

En la misma página de la noticia sobre el comunicado, se encontraba una entrevista

realizada por María Elina Barrera a Fernando Figueroa y Guillermo Acuña. Las preguntas que la

periodista realizó se enfocaron en dos temas principales: por un lado, las características

sintomáticas y el diagnóstico del infectado; por otro lado, las medidas profilácticas y precauciones

ante un posible contagio. Sobre el primer tema, los médicos evitaron entregar información respecto

del cuadro clínico de Edmundo. La periodista señaló que: “el Dr. Figueroa […] es partidario de

que la información de carácter científica sea divulgada en primera instancia ante el ámbito

científico y, después de ello, a la opinión pública”52. La única información específica que

entregaron los médicos es que para llegar al diagnóstico debieron de contar con exámenes de

laboratorio “que no son de uso común, que consisten en un estudio inmunológico de los glóbulos

blancos, en concreto, de los linfocitos”53. De los resultados, más las enfermedades que presentó

Edmundo (véase II.2) se obtuvo un diagnóstico que, según nos narra Contardo, fue rebatido por los

colegas de Palacios y Acuña54.

Respecto de las medidas profilácticas, los médicos fueron enfáticos en recalcar que, aunque

la etiología de la enfermedad se sospechaba viral55, su transmisibilidad era sumamente particular:

“esto no es como el resfrío común o la gripe, que se transmiten fácilmente”56. Aclararon “que la

homosexualidad, desde luego, no es un factor de riesgo, sino que la promiscuidad, ello debe

51
CONTARDO, O., Op. cit., p. 347.
52
Diario LT, 1 de agosto, 1984.
53
ÍBID.
54
CONTARDO, O., Op. cit, p. 344.
55
Marcelo Wolff, en un artículo publicado el año 2015 en la Revista Chilena de Infectología, narra que el aislamiento
del virus VIH es en realidad una re-denominación del virus LAV/HTLV-III, que fue aislado en 1985, y reconocido
como causante del Sida en 1986. Cfr. WOLFF, M., Op. cit., pp. 9-16.
56
Diario LT, 1 de agosto, 1984.

23
evitarse”57. Por ello evaluaron que en Chile el Sida se manifestaba más como una patología

personal, y no como un fenómeno social, como lo era en Estados Unidos58, donde la enfermedad

representaba un problema de salud pública, pues la promiscuidad era una característica importante

de los homosexuales norteamericanos, que además eran frecuentes donadores de sangre: “aquí [en

Chile] existe la impresión en los organismos de salud que el porcentaje de homosexualismo es

mucho menor. Que la promiscuidad de los norteamericanos es absolutamente distinta”59. Es decir,

de acuerdo a la evaluación de estos médicos, en Chile, no sólo no había tantos homosexuales, sino

que la promiscuidad chilena era diferente a la norteamericana. De ello se desprende que, según los

entrevistados, en Chile el riesgo epidemiológico ante el Sida era mucho menor.

Las fuentes analizadas demuestran una actitud pública que apuntaba a evitar el pánico. Las

declaraciones que hizo el Ministro de Salud, mencionadas previamente, hacen eco del mismo

objetivo. Y una de las medidas, bastante tácita por lo demás, que desarrollaron los diarios revisados

fue incluir frecuentemente la aclaración de que el Sida era una enfermedad que “afectaba

principalmente a homosexuales”. El estereotipo asociativo Sida=homosexual, aunque errado,

infundía seguridad, pues existía la noción médica de que el “homosexualismo era menor”. El

demarcar también un grupo específico afectado generaba una frontera social de marginalización.

Existían unos “ellos” (homosexuales, drogadictos, sidosos), versus unos “nosotros” (gente decente,

no promiscua).

Susan Sontag, menciona que esta lógica de no considerar la enfermedad como una amenaza

para todos, era una estrategia proveniente de sectores conservadores para mantener ordenado el

57
ÍBID.
58
La comparación constante entre la realidad chilena y la norteamericana se hacía a propósito de las fuentes que los
médicos consultaban para informarse sobre Sida, véase capítulo II.3 y II.4.
59
Diario LT, 1 de agosto, 1984.

24
statu quo. Pensar lo contrario, vale decir, hacer del Sida un problema social, implicaba borrar dicha

diferencia entre un “ellos” y un “nosotros”, volviendo irrelevante todo juicio moral hacia la

enfermedad60. Grmek, por su parte, explicando el nacimiento y la proliferación del concepto “la

enfermedad de las cuatro H” (véase II.4) nos enseña que, en Estados Unidos y Europa, la gran

prensa se dedicó a alertar y tranquilizar al mismo tiempo:

“un flagelo nuevo se ha abatido sobre la humanidad, pero no masivamente ni a ciegas. Los

periodistas evitan el término epidemia e insisten en el pequeño número de víctimas y su pertenencia

a grupos de riesgo […] se dedican a insinuar que los grupos en peligros son todos los de alguna

manera marginales. El mal no pone en peligro a la ‘gente decente’ como usted y yo, sino solamente

a personas ‘estigmatizadas’ de antemano por su comportamiento, por su origen étnico, o por una

tara”61.

Lo anterior demuestra que aunque ambos autores se remiten a realidades extranjeras

(Estados Unidos y Europa) la consideración del Sida como un problema exclusivo de personas con

un comportamiento moralmente reprochable (como la homosexualidad o la drogadicción), estaba

presente también en países como Chile. Igualmente, el que los médicos chilenos hayan comparado

la realidad norteamericana con la nacional, evidencia la presencia de la información del primer

mundo, que, además, era emulada por los medios de comunicación locales.

La práctica de infundir seguridad a través de la marginalización del primer infectado la

repitió el diario Las Últimas Noticias, que el 1 de agosto, informando sobre el comunicado del

Ministerio de Salud, incluyó en el epígrafe de la noticia la aclaración de que se había “confirmado

que el paciente del llamado cáncer gay es homosexual”. En la misma noticia se informaba, además,

que el infectado se encontraba bajo total aislamiento y bajo rigurosas medidas de seguridad

60
SONTAG, S. Op. cit., p. 146.
61
GRMEK, M., Op. cit., p. 63.

25
sanitaria62. Tomar este tipo de precauciones tan radicales con un enfermo de Sida evidencia que,

aunque las autoridades afirmaron estar al tanto de las formas de contagio del síndrome, en la

práctica, dentro del hospital, el comportamiento de quienes debían tratar con Edmundo, no se

condecía con los conocimientos sobre la enfermedad. El miedo al Sida era más fuerte. La

responsabilidad, se revelaría más adelante en un reportaje de la Revista Qué Pasa, era de los

mismos médicos que trabajaban en el Hospital UC. En la entrevista, Guillermo Acuña afirmó haber

exagerado las medidas de precaución, pues la mayoría de los trabajadores del recinto, movidos

por el miedo y la incomodidad de tener que tratar con un enfermo de Sida, exigieron más cuidado

del que era necesario63.

El 7 de agosto de 1984, segundo día de las Jornadas, se presentó la investigación realizada

en torno al caso de Edmundo. Contardo destaca que: “la prensa se agolpó en el salón del hotel

Crowne Plaza, como nunca sucedía en este tipo de convenciones, esperando el turno de la

presentación del doctor Andrés Palacios, el encargado de dar a conocer los detalles del cuadro

clínico”64. Al día siguiente, ambos periódicos mencionados publicaron sus crónicas respectivas.

Las Últimas Noticias, por un lado, comenzaba informando que el “mal que mata a los

homosexuales es peligro público”. En la crónica, se entregaban detalles sobre los síntomas que

presentaba Edmundo, destacando sobre todo, que el más evidente era el Sarcoma de Kaposi, un

62
Íbid.
63
El doctor, además, hace un mea culpa respecto de la excesiva exageración sanitaria: “cuando el padre Santi quiso
levantar su casa de acogida para enfermos de Sida en Ñuñoa, el propio alcalde se negó a la iniciativa y entre sus
argumentos citó al Hospital Clínico [de la Universidad Católica] para ejemplificar que si en este lugar se tomaban
tantas medidas de precaución la infección no podía ser de tan difícil contagio”, véase Revista Qué Pasa, 27 de julio,
1996, pp. 34-38. Es cierto que este reportaje se encuentra fuera del período en el que estamos trabajando, sin embargo,
es sumamente pertinente considerarlo pues es la primera vez que los médicos de Edmundo revelaban datos más bien
personales sobre el proceso de hospitalización reflejando el miedo con el que vivían los tratantes. Un caso similar de
miedo intrahospitalario, se observa en una carta al editor enviada a la Revista Médica de Chile, publicada en julio de
1986, donde los autores solicitan un aumento en las precauciones al momento de tratar con la sangre de infectados de
VIH/SIDA. Cfr., CONTE, G., “SIDA: precauciones para el personal clínico y de laboratorio”, en Revista Médica de
Chile, vol. 114, nº7, Santiago de Chile, p. 788.
64
CONTARDO, O., Op. cit., p. 347.

26
tipo de cáncer que deja manchas en la piel. Donald Louria y Purnedu Sen, médicos norteamericanos

invitados a las Jornadas indicaron en una entrevista al diario, que dicha patología podía ser tratada,

lo que implicaba que el diagnóstico de un infectado de Sida no es completamente funesto, sin

embargo, el desarrollo de otras enfermedades oportunistas son las que pueden liquidar al enfermo.

El periódico señaló en el titular que “el terrible mal puede ser tratado”. Un error de interpretación

bastante común por la complejidad para entender el síndrome per se. Un acto grave de

desinformación fue también el que se haya aseverado, en el mismo texto periodístico, que el Sida

no afecta a las mujeres, aunque sí pueden ser portadoras. Finalmente, la nota afirmaba que “el

paciente no había contraído la infección por contagio en el extranjero, sino en Chile; lo cual

demostraría que el síndrome de inmunodeficiencia adquirida ha hecho su aparición

espontáneamente en nuestro país”65. Llegar a esa especulación es señal de que se estaban buscando

maneras de no hacer cundir el pánico, y es que, el que Edmundo se haya contagiado en Chile sólo

prueba que habían más infectados no diagnosticados en el país.

La noticia de La Tercera de la Hora junto con reiterar la información que entregaba Las

Últimas Noticias (sin aquellos datos erróneos), recalcaba que la promiscuidad era el principal factor

de riesgo, puesto que, como lo aclaró el doctor Donald Louria en las Jornadas: “hemos visto que

en casos que han llevado una homosexualidad monogámica por un período de incluso 30 años, no

se ha suscitado ningún síndrome”66. Lo que resulta más interesante respecto de la crónica elaborada

por dicho diario, es que incluyeron además dos fotografías del Sarcoma de Kaposi en la espalda de

Edmundo. Dichas fotografías serían reproducidas reiteradas veces en otras crónicas que ni siquiera

informaban sobre Edmundo. El Sarcoma de Kaposi se transformó en la primera imagen visible del

65
Diario Las Últimas Noticias (en adelante LUN), 8 de agosto, 1984.
66
Diario LT, 8 de agosto, 1984.

27
Sida en Chile. Las manchas en la piel eran prueba irrefutable de la afección. Eran, además, la razón

por la cual el Sida recibió sus dos epítetos más conocidos: cáncer gay y peste rosa67.

La madrugada del 22 de agosto de 1984 Edmundo falleció en el Hospital Clínico de la

Universidad Católica. Al día siguiente, y por primera vez desde que se comenzó a hablar sobre la

llegada del Sida a Chile, las portadas de los diarios con los que hemos trabajado incluían como

titular principal una referencia al síndrome. “Murió paciente del cáncer gay chileno”, se leyó en La

Tercera de la Hora. “Murió el paciente de la enfermedad ‘rara’”, en Las Últimas Noticias. En

ambas crónicas, bastante similares por lo demás, se informaba que el encargado de dar a conocer

la noticia a los medios de comunicación fue el director del Hospital Clínico UC, Joaquín Montero

Labbé. El doctor, en la declaración apeló a la conciencia ética de los periodistas para que

conservasen el secreto profesional. La identidad de Edmundo era confidencial 68. Salvo por la

información develada en el reportaje que publicó la Revista Qué Pasa en el año 1996, donde se

indicó que el paciente se llamaba Edmundo y que era un profesor de 38 años, sus datos personales

permanecen hasta la actualidad en el anonimato.

Aunque el objetivo de este capítulo no es propiamente analizar los posibles alcances que

las crónicas hayan tenido para los lectores de estos diarios, sí es necesario considerar el hecho de

que estas noticias se insertaban en un contexto bastante particular. Aplicando la propuesta de Eni

Orlandi, comprenderemos que la elaboración de un mensaje público (una noticia en este caso), que

funciona igualmente bajo las lógicas de la comunicación (tiene un emisor y un receptor), está

determinada por ciertos parámetros culturales básicos y muchas veces inconscientes69: existe una

67
Para acceder a una de las fotografías mencionadas, véase anexo 2.
68
Diario LT, 23 de agosto, 1984; Diario LUN, 23 de agosto, 1984. Imágenes de las portadas de los periódicos se han
incluido en los anexos 3 y 4.
69
La utilización del inconsciente como operativo en la dinámica comunicativa habla de una no despreciable influencia
de la psicología en la constitución de la metodología del Análisis de Discurso. ORLANDI, E, Op. cit., p. 31.

28
lengua que tanto redactor como lector comparten; existen unos conceptos que ambos comprenden,

y que por lo tanto, dotan de un significado particular a la noticia, toda vez que ésta adquiere un

sentido70 que está determinado, en primera instancia, por su co-texto (el contexto inmediato: en

este caso, las otras noticias de la página) y por su contexto (la memoria del sujeto hablante, y lo

que Orlandi entiende por interdiscurso71. A la luz de lo anterior, y considerando que además las

condiciones “co-textuales” son intencionadas bajo una decisión editorial, conviene atender al

posicionamiento de la noticia72. Para ejemplificar: en el diario La Tercera, en la misma página

donde aparece (nuevamente) la fotografía del Sarcoma de Kaposi, se incluyeron dos noticias más:

la primera sobre protestas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la Academia

Pedagógica de la Universidad de Chile, evento que terminó con estragos y enfrentamientos entre

manifestantes y Carabineros de Chile; la segunda noticia en la página, informaba que el obispo de

Valparaíso descartaba la posibilidad de que la Virgen se apareciera en Villa Alemana, luego de que

en días anteriores, un niño de la localidad afirmó haberla visto. Considerando las tres noticias como

un retrato del contexto nacional, la imagen del país es decadente: desorden social, desconsuelo

moral-religioso, y Sida. No parece extraño, en un contexto así, que se hable del síndrome como

una señal del apocalipsis73.

Bajo ese mismo armazón teórico, Orlandi nos permite un acercamiento más profundo a las

portadas de las noticias. Los epítetos utilizados para referirse al Sida son metáforas. Cáncer gay no

70
Sentido entendido como la significación subjetiva determinada por una matriz sociocultural que constituye al sujeto,
cfr. ORLANDI, E., Op. cit., p. 53-54.
71
“Aquello que habla antes, en otro lugar, independientemente […] el saber discursivo que posibilita todo decir y que
retorna bajo la forma de lo pre-construido, lo ya-dicho que está en la base de lo decible, sustentando lo dicho cada vez
que se toma la palabra. El interdiscurso torna disponibles decires que afectan el modo como el sujeto significa en una
situación discursiva dada”, cfr. ORLANDI, E., Op. cit., p. 37-38.
72
Estrategia metodológica que es propuesta por Jacqueline Covo, cfr., COVO, J. y PILAR 2, “El análisis de contenido
de la prensa: problemas y métodos”, en Tuñón de Lara, M. (coord.), La prensa de los siglos XIX y XX. Metodología,
ideología e información. Aspectos económicos y tecnológicos: I Encuentro de Historia de la Prensa, España,
Universidad del País Vasco, 1996, pp. 131 – 143.
73
Cfr., CONTARDO, Op. cit., p. 20.

29
es una denominación científica, y mucho menos lo es “enfermedad ‘rara’”. Según Orlandi, una

metáfora, en el sentido etimológico del término, es una “transferencia”, vale decir, el traslado de

una palabra que existe en la memoria, y que es re-actualizada y re-apropiada para describir el

presente. En el caso particular de la expresión “cáncer gay”, podemos inferir, a partir de lo

planteado por Orlandi, que la expresión no fue inventada por el periódico La Tercera de la Hora,

sino que más bien representa un término de uso coloquial que compartían (conocían, comprendían,

significaban) también los lectores del diario, mucho más que el nuevo término “Sida”, una sigla,

por entonces, muy nueva. De ahí la elección terminológica para la portada, que ya sabemos, tiene

como propósito entregar un mensaje rápido y conciso que resuma y llame la atención del

consumidor para su compra. Es lógico, por lo tanto, pensar en portadas de ésta índole sobre todo

considerando que ambos periódicos pertenecían a empresas comerciales de comunicación.

Sabemos que el origen del término “cáncer gay”, por la bibliografía con la que contamos, se remite

a Estados Unidos, y por lo tanto evidencia el rol de la nación del norte como difusora del

estereotipo. Parece ser que, conforme viajaba la información de la enfermedad, viajaban con ésta

todas sus metáforas asociadas, probablemente gracias a los contactos periodísticos que tanto La

Tercera de la Hora como Las Últimas Noticias tenían con empresas de comunicación extranjeras.

I.2. Los homosexuales no son los únicos: sexualidad y Sida.


En octubre del año ’84, un grupo de investigadores de Washington publicó en el Journal Science,

que habían logrado aislar el virus causante del Sida. Fue denominado HTLV-3 y era una mutación

del virus que genera la leucemia. En el diario La Tercera de la Hora, se publicó la noticia que

destacaba en su epígrafe: “Homosexuales son los portadores”74. La investigación aseguró además

que la transmisibilidad era vía sexual, puesto que el virus había sido encontrado en el semen de un

74
Diario LT, 20 de octubre, 1984.

30
varón sano de 30 años que previamente mantuvo relaciones sexuales con otro hombre que murió

de Sida. La conclusión era algo desalentadora: hay “vehículos” (portadores) que no presentan

síntomas ni desarrollan la enfermedad, pero que igualmente pueden contagiar. Los estigmas

sociales hacia el Sarcoma de Kaposi que mencionamos anteriormente (la asociación de las manchas

en la piel con la enfermedad) quedaron invalidados. Un asintomático no diagnosticado podía donar

sangre. El resto de la población, la heterosexual, estaba en peligro. Era sólo cosa de tiempo para

que en Chile comenzaran a presentarse casos no-homosexuales, como hombres heterosexuales y

mujeres.

Existe cierta discrepancia sobre la fecha de diagnóstico de la primera chilena infectada y

fallecida por la enfermedad. De acuerdo con los informes elaborados con frecuencia por el

Ministerio de Salud, la primera mujer habría sido diagnosticada en 1985. No se agrega más

información en este documento75. Cynthia del Valle y Mauricio Carmona corroboran esta versión

con el relato de Rosa, quien en invierno de 1985, luego de sufrir un aborto espontáneo que pasó a

hemorragia, debió recibir una transfusión de sangre, que, por la falta de tamizaje en los bancos de

sangre, venía infectada. Meses después, Rosa falleció76. Óscar Contardo, por el contrario, comenta

que la prensa de la época, particularmente el diario La Cuarta, informó que la primera mujer

infectada era una viñamarina casada que se contagió por mantener relaciones sexuales con su

marido, un marino mercante que falleció en junio de 1984 luego de extrañas complicaciones

inmunológicas. Esta versión fue corroborada por la Revista Médica de Chile77.

75
DEPARTAMENTO DE EPIDEMIOLOGÍA, Op. cit., pp. 17-43.
76
CARMONA, M., y DEL VALLE, C., Op. cit., pp. 73-83. El caso de Rosa, en la historia que cuentan los autores
sirve para traer a colación el problema que significaba el bajo control que los hospitales efectuaban en las transfusiones.
Sólo en 1987 se evalúa obligatorio el tamizaje en los bancos de sangre. De acuerdo con el doctor Marcelo Wolff, esta
medida genera prácticamente la desaparición de los casos Sida por transfusiones. Cfr, WOLFF, M., Op. cit., p. 10.
77
CORNEJO, M., et. al., “Transmisión heterosexual de virus HTLV-III”, en Revista Médica de Chile, vol. 114, nº7,
Santiago de Chile, 1986, p. 687.

31
La diferencia de información anterior releva dos elementos centrales a considerar: primero,

que el rol de la prensa como actor dentro de esta historia radica en ser un comunicador de un

fragmento de la realidad, y por lo tanto, constructor de una noción de ésta. En efecto, los informes

del Ministerio de Salud, y el libro de Carmona y del Valle, son posteriores a 1986, de manera que

para el lector asiduo de estos periódicos, sólo en ese año las mujeres comenzaron a infectarse. El

segundo elemento que revela esta disyuntiva con las fechas, tiene que ver con la realidad misma

de la enfermedad: habían más infectados que los notificados (diagnosticados). El que no se

publicitara en la prensa, no significaba que no estuviera pasando. Si consideramos el relato de

Contardo de hecho, notaremos de inmediato que dado que el marino fallecido por “complicaciones

inmunológicas” murió en junio de 1984, Edmundo no fue el primer chileno infectado de Sida.

Se infiere que el marino murió a causa del síndrome pues el diario La Cuarta indicó que

“el análisis retrospectivo del sujeto es altamente sugestivo por sus múltiples viajes al extranjero,

especialmente a Estados Unidos y Haití [la cursiva es mía]”78. De nuevo se repite el recurso de

remitir el origen de la enfermedad al extranjero. El que se incluya Haití como uno de los países que

frecuentaba este afectado está bastante relacionado con los mitos que se crearon del síndrome

(véase II.3).

Tres meses antes de que la prensa hiciera público el contagio de la mujer, el 11 de mayo

de 1986 murió la quinta víctima chilena, un viñamarino casado y padre de dos hijos. “Era bien

hombrecito: transfusión de sangre lo contagió” se leyó en el epígrafe de la noticia que publicó La

Cuarta. Además de entregar la misma información que mostraban los diarios de 1984 y 1985, el

periódico agregaba que por el riesgo de contagio, hay complicaciones para entregar el cadáver a la

78
Diario La Cuarta (en adelante LC), 14 de agosto, 1985.

32
familia79. La lógica de aislar al enfermo vuelve a aplicarse en este caso. Lo particular es el énfasis

que se hizo en la “masculinidad” del infectado. El que se haya contagiado vía transfusión se vuelve

una forma de hacer más verídica su heterosexualidad, y le entrega al fallecido una condición de

víctima, completamente distinta a la del homosexual, que soterradamente era considerado culpable

de su enfermedad.

Susan Sontag reflexionando sobre el grado de culpa que acarrea el Sida indica: “la

transmisión sexual de esta enfermedad considerada por lo general como una calamidad que uno

mismo se ha buscado merece un juicio mucho más severo que otras vías de transmisión –en

particular porque se entiende que el Sida es una enfermedad debida no sólo al exceso sexual, sino

que a la perversión sexual”80. Marcos Cueto, agrega además que la culpa representa una forma de

profundizar el estigma que se tenía y se sigue teniendo, de los infectados de VIH/Sida81.

Sin embargo, es necesario realizar una salvedad, y es que esta distinción que el titular

enuncia entre homosexuales y heterosexuales se hacía a propósito de un canon de masculinidad

que debía ser cumplido por los varones para ser considerados heterosexuales. Utilizando las

palabras del diario La Cuarta, para evitar la culpa de tener Sida, se debe ser “machito”. Esta

observación ya ha quedado corroborada con el caso del quinto fallecido, pero fue mucho más señera

cuando se descubrió a mediados de 1985 que Rock Hudson, uno de los grandes galanes de la

televisión y el cine norteamericano, sufría “el mal de los homosexuales”.

La noticia llegó a Chile el 26 de julio de ese año. El actor, luego de sufrir serias

complicaciones por la enfermedad, fue internado en Paris con la esperanza de que lograran

79
Ídem, 11 de mayo, 1985.
80
SONTAG, S., Op. cit., p. 112.
81
Cfr., CUETO, M., Culpa y Coraje: Historia de las políticas sobre el VIH/Sida en el Perú, Consorcio de Investigación
Económica y Social/Facultad de Salud Pública y Administración, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima, 2001,
pp. 11 y sigs.

33
ofrecerle alguna solución. El diagnóstico, afirmaba el comunicado que dio a conocer públicamente

la noticia, lo tenía desde hace un año. Tanto La Tercera de la Hora como Las Últimas Noticias,

agregaron que el presidente Ronald Reagan telefoneó al afectado deseándole una pronta mejoría82.

La misma compasión la mostró la actriz y previa co-estrella del actor, Elizabeth Taylor83. Al día

siguiente, ambos diarios dedicaron un pequeño espacio para notificar que se confirmaba la

homosexualidad de Hudson. En este, señalaban que la comunidad gay de San Francisco sabía hace

bastante tiempo de la homosexualidad del actor, y que incluso, lo habían incitado en reiteradas

ocasiones a que contara su verdad, porque su imagen de galán podría cambiar la percepción que se

tenía de los homosexuales.

Sus rasgos varoniles y viriles, sirvieron, por el contrario, para otorgar aceptación ante la

enfermedad. La homosexualidad de Rock Hudson pasó a segundo plano. Los autores M. Carmona

y C. del Valle plantean que “aunque Rock Hudson no fue el primer famoso que murió a raíz de las

graves complicaciones originadas por el virus del VIH, en la historia mundial del Sida, su deceso

es considerado como un verdadero hito, pues a partir de entonces se comenzó a hablar más sobre

la enfermedad y sus efectos en las personas”84. Con Rock Hudson, el Sida se hizo famoso.

El alcance de su caso es mucho mayor. Y es que, el que no encajase con el estereotipo de

homosexual que se tenía culturalmente en Chile (el afeminado, la loca85), indicó que los

82
En Estados Unidos, Reagan no habló de Sida públicamente sino hasta el año 1987
83
Diarios LT y LUN, 26 de julio, 1985.
84
CARMONA, M. y DEL VALLE, C., Op. Cit., p. 92.
85
Se recalca tal distinción, puesto que, como nos enseña Contardo, si los homosexuales tuvieron problemas en la
dictadura fue por ser afeminados. La femineización era vista como transgresora de la moral y las buenas costumbres.
Evidencia de esto, es por ejemplo la censura a una presentación en vivo de Boy George, vocalista de la banda Culture
Club, y reconocido en la época por su constante utilización de maquillaje, y los extravagantes trajes que siempre
llevaba, lo que hizo pensar a los censores que se trataba de un travesti. Por el contrario, se permitió la presentación en
Viña del Mar de la banda Village People, que son el ícono gay hipermasculinizado. Para Contardo, ese tipo de censura
cultural es señal de que los censores poco y nada sabían de cultura homosexual norteamericana. El gay en Chile,
siempre fue reconocidamente “la loca”, Cfr. CONTARDO, O., Op. cit., p. 321-331.

34
homosexuales, siendo redundantes, no eran los únicos que podían contagiarse. Revela además, que

las ansiedades sociales que generaba el Sida (el miedo, el rechazo, la incomodidad, la

incertidumbre), tenían mucho más que ver con un problema con la homosexualidad, que con

problemas sanitarios o médicos. Si algo debe quedar claro, es que el Sida insertó y publicitó la

discusión sobre la homosexualidad, y por lo tanto reactivó los estereotipos que se tenían hacia el

homosexual86.

I.3. “El virus que delata”


El número del 27 de septiembre de 1984 de la Revista Vida y Salud, editada por talleres El

Mercurio, incluía una reseña científica del Sida. Se titulaba: “El virus que delata”, y para ser un

artículo con finalidad científica, contenía bastantes elementos de alcance social. En éste se

destacaban muchos de los datos que aparecían en los diarios de la época (el primer diagnóstico en

el mundo, síntomas y funcionamiento descubierto, etc.). Volvía a hacerse hincapié en que la

enfermedad afectaba principalmente a los homosexuales. Esta vez, dicho rasgo era definitorio. El

Sida, para la Revista Vida y Salud, era una enfermedad “delatora” de la homosexualidad de su

portador87. Ser diagnosticado con Sida equivalía a ser identificado, inmediatamente, como

homosexual. Y no cualquier homosexual, sino que, tal y como lo venía especificando la prensa

desde que se descubrió el caso de Edmundo, un homosexual promiscuo, con prácticas sexuales

reprochables, e incluso, ilegales88.

86
De acuerdo con Contardo “en Chile, durante la dictadura, la única representación pública posible de la
homosexualidad fue la de la caricatura humorística”, Cfr, CONTARDO, O., Op. cit., p. 392.
87
Revista Vida y Salud, 27 de septiembre, 1984.
88
No sólo porque la sodomía fue despenalizada en 1992, sino que porque también, recordemos, el segundo grupo
propenso a contagiarse eran los drogadictos que se administraban heroína endovenosa.

35
La mayoría de la información que la prensa de la época estaba reproduciendo no era del

todo errónea ni inventada89. Muchos de los datos que se publicaban eran reales. Es cierto, por un

lado, que los homosexuales, desde el descubrimiento de la enfermedad, demostraron ser los

principales afectados por el Sida. También es cierto, por otro lado, que las prácticas consideradas

promiscuas aumentaban el riesgo de contagio. Pero todo esto es cierto sólo en países donde las

cifras lo señalan así, y Chile, en septiembre de 1984, contando sólo cuatro contagiados, claramente

no es un ejemplo. En este caso, la preocupación en torno al Sida era social, y no sanitaria. La

inquietud excesiva de las autoridades por el contagio era una ansiedad que no se condecía con los

conocimientos que tenían respecto de las formas de propagación de la enfermedad. Demostramos,

previamente, que la exageración de parte de los médicos por aislar a los infectados era, considerada

por ellos mismos como desmedida y con consecuencias90.

A finales de agosto de 1987, se descubrieron dos casos de Sida en la cárcel de Valparaíso.

Las autoridades pertinentes decidieron trasladar a los reos aparentemente, a un centro psiquiátrico

en Putaendo. El diario La Cuarta, al informar el hecho, sólo especificó que: “los presuntos reos

contagiados con Sida residirán en el establecimiento hospitalario de Putaendo que alberga a

enfermos mentales”91. Cuatro días más tarde, el mismo periódico vuelve sobre los eventos en la

localidad de la quinta región, publicando en portada que: “rechazan a los presos ‘homos’”. La

decisión de trasladar sólo dos casos de Sida había cambiado. Informó la noticia que se dispuso la

cárcel del lugar para ubicar a todos los presos homosexuales de la Penitenciaría de Santiago. Se

leía en el periódico:

89
Aunque, huelga decirlo, se presentan casos donde la noticia es altamente sospechosa, o incluso, no comprobada. Para
casos así, véase I.4.
90
Véase nota 62.
91
Diario LC, 21 de agosto, 1987.

36
“Los tranquilos habitantes de Putaendo están molestos, indignados, asombrados, atemorizados por

la posibilidad de que el flagelo del siglo, el mortal virus del Sida, haga estragos en el lugar. Es

probable que estén tomando demasiado a pecho algo que las autoridades califican como un

problemilla sin mayor importancia. Pero lo raro es que en todos los sectores las opiniones son las

mismas. Hombres, mujeres, ancianos, estudiantes, comerciantes están de acuerdo en que el traslado

masivo de homosexuales a la pequeña cárcel local es una medida injusta, desatinada, atentatoria

contra la salud de la población y que, incluso, atentará contra el prestigio de un pueblo decente”92.

Uno de los habitantes confesó al periódico que lo preocupante no era el que hubiesen

enfermos de Sida en la cárcel, que estaban bajo control, sino que estos reos, serían visitados por

compañeros igualmente homosexuales: “gente promiscua sobre la que no hay control alguno”. El

alcalde de turno, por su parte, señaló que el revuelo es excesivo para una situación que no era tan

grave.

Las protestas que realizaron los habitantes de la localidad detuvieron el envío de reos

homosexuales a la cárcel. El 26 de agosto, La Cuarta entregó un testimonio sin autor en particular:

“Nosotros [los putaendinos] somos bien machitos para nuestras cosas y es bien feo que nos

castiguen enviándonos a esos cochinos desviados de las trenzas sueltas. Estaría bueno que las

autoridades la cortaran con el escándalo, porque seremos pobres, pero decentitos” 93. El 31 de

agosto, finalmente, el director nacional de Gendarmería comentó a La Cuarta que el traslado de

los reos homosexuales no se efectuó para evitar un brote de Sida en la cárcel, sino que para evitarles

agresiones de parte de los otros reclusos. Aseguró que ninguno de los ingresados en Putaendo

estaba enfermo de Sida94.

92
Ídem, 25 de agosto, 1987.
93
Ídem, 26 de agosto, 1987.
94
Ídem, 31 de agosto, 1987.

37
Sobre esta situación en particular se deben separar los elementos de estudio. Por un lado,

es sumamente elocuente la situación acontecida en Putaendo. Por otro, la manera en la que La

Cuarta lo informó.

El que un pequeño pueblo se movilice para exigir que no traigan reos homosexuales a su

cárcel, habla más de un rechazo hacia los homosexuales, que al Sida como tal. Decíamos que el

miedo generalizado que se suscitó frente a la llegada de la enfermedad tenía más que ver con el

rechazo cultural que provocaban los homosexuales, que con una experiencia de la enfermedad,

básicamente, porque si ponemos atención en el informe que entregó La Cuarta, notamos de

inmediato que el “atentado” que dicen sufrir los putaendinos es a su decencia y no al sistema de

salud.

Finalmente, es necesario aclarar que el periódico La Cuarta, autoproclamado “el diario

popular”, utilizaba los códigos lingüísticos propios del común de la población en Chile. Es un

coloquial familiar. El diario se apropia del concepto de “lo popular” para hacer al lector más

cercano, e identificado con lo que está leyendo. De manera que no debe extrañar que se utilicen

epítetos como “reos de trenzas sueltas”, “colibríes” o “invertidos” para referirse a los

homosexuales, pues son palabras que el común de los chilenos usaba en la época. Es mucho más

esclarecedor el recurso al rumor que se hizo en la noticia del 26 de agosto. Un testimonio sin testigo

busca crear una voz anónima para Putaendo, lo que genera mucha más cercanía de la información

con los habitantes de esa localidad. La Cuarta pretendía establecer, por lo tanto, un vínculo con

Putaendo que, para la Historia, además de evidenciar las formas comunicacionales de un

determinado grupo social, entabla unos márgenes de comportamiento moral y un estatus de

“decencia”, ello a su vez, demarca márgenes y tabúes que en este caso particular, resultan ser los

mismos asociados al Sida.

38
I.4. El mito de la peste rosa
El significado que tiene acá la palabra mito es el más evidente: un relato fantástico que dialoga con

la realidad para explicarla en tanto ésta contiene fenómenos que resultan extraños e

incomprensible. El mito, tiene además, la capacidad de entregar lecciones para la vida, moralejas.

En este caso particular, hablar de un mito en torno al Sida implicaría asumir que se construyó un

relato que buscaba explicar las razones por las cuales la avanzada y moderna medicina del siglo

XX no podía vencer a esta enfermedad que producía la muerte de miles de personas en cortos

períodos de tiempo (véase capítulo II.1). Y en ese sentido, la respuesta religiosa fue la más

apresurada en aparecer: se trataba de una señal del apocalipsis; era un castigo divino por la

perversión sexual que representaba la homosexualidad para el dogma cristiano. La ciencia, en

cambio, requirió una serie de estudios pertinentes que comprobaran teorías para elaborar una

explicación racional: se aplica la noción de grupos de riesgo95; se ubica el origen de la enfermedad

en África (sobre esto, véase Capítulo II.3).

Dicha explicación es recibida por la prensa que la reinterpreta y la re-elabora a propósito

de unos códigos lingüísticos propios de la población lectora. Es inútil entregar una noticia sobre

Sida con un lenguaje y terminología científicos si nadie comprenderá lo que se está intentando

decir. De esta forma la interpretación del Sida que aparece en la prensa es más bien la lectura que

hacen los redactores de las formas que tenía la medicina para comprender la enfermedad. Las

fuentes que los periodistas utilizaban para componer sus crónicas sobre el Sida eran en su mayoría

entrevistas a médicos. A su vez, el diálogo que la prensa establece con el lector, como hicimos

95
M. Cueto destaca al respecto, que incluso cuando la enfermedad recibe la denominación AIDS, dejando detrás la
sigla GRID, el estigma perduró puesto que: “la enfermedad comenzó a asociarse con grupos marginales y a ser llamada
la enfermedad de ‘las cuatro H’. Por este nombre se referían a los homosexuales, los heroinómanos, los hemofílicos y
los haitianos […] La relación entre estos grupos sociales y la enfermedad contribuyó a la construcción de los así
llamados ‘grupos de riesgo’”, Cfr. CUETO, M., Culpa y Coraje, Op. cit., p. 29-30.

39
notar previamente, se hace pensando en una estrategia económicas. Por ello es que no debe

parecernos extraño el tono sensacionalista que tienden a utilizar estos periódicos para informar

sobre Sida96.

En la actualidad, dado que los conocimientos nosológicos sobre el Sida han permitido

incluso transformar al síndrome en una enfermedad crónica y no mortal, puede parecer que

intentamos juzgar la ignorancia de los periódicos y médicos ante la complejidad del síndrome. Sin

embargo, no es la intención. Más bien parece sumamente importante develar la soltura y liviandad

con la que los periodistas que trabajaron en los diarios analizados se tomaron su labor como

difusores de información. Ante la necesidad de algunas personas por acceder a los conocimientos

científicos, la prensa (entendida como medio de comunicación, es decir, como intermediaria) falló

en respetar la objetividad que aseguraba tener. La información, ha quedado comprobado, algunas

veces era errónea, o de lleno, falsa.

Un par de ejemplos más: el 28 de febrero de 1985 aparece publicada en La Tercera de la

Hora una noticia sobre un enfermo de Sida que habría sido curado de la enfermedad por la doctora

Blanca Alvial, del Centro Venéreo del Hospital Clínico Regional del Hospital de Concepción.

Posteriormente, el paciente recuperado se habría cambiado de sexo y mudado a Buenos Aires. Sin

ánimos de poner en duda el relato de la Dra. Alvial, nos parece más enunciativo el que el diario

titulara la noticia “Se salvó del Sida y cambió de sexo”97. Sabemos que hasta el día de hoy no existe

cura para el Sida. En dicha época también se tenía consciencia de ello (sobre esto véase II.2 y II.3).

Asumir, que en esos años un infectado pudo haberse salvado, era difundir falsas esperanzas.

96
Los autores del artículo sobre el Sida en los medios de comunicación, de hecho, señalan que la utilización de la
enfermedad para aumentar los ingresos económicos de la empresa es una estrategia común, puesto que el síndrome es
un fenómeno mediático, lo que hace de su cobertura un negocio sumamente rentable. Cfr. REVUELTA, G., Et. al.,
Op. cit.
97
Diario LT, 28 de febrero, 1985.

40
Por lo demás, el que la mayoría de las noticias sobre Sida que hemos analizado dentro del

capítulo sean corroboradas con una entrevista a un médico, habla también de la necesidad de

fundamentar cualquier tipo de afirmación con un experto. A simple vista, esto parece necesario.

Pero, no deja de ser elocuente el hecho de que la sabiduría médica operaba igualmente en tanto

código cultural dentro de las crónicas98.

A raíz de esto es que sea necesario, para profundizar igualmente el relato de la llegada del

Sida a Chile, y sobre todo, para considerar igualmente qué conocimientos compusieron el mito de

la peste rosa, se analizarán a las disquisiciones científicas durante los primeros años del síndrome

en el país.

98
El Doctor Rodolfo Armas Cruz, representante de la Academia de Medicina del Instituto de Chile, en una reflexión
sobre la situación de la medicina, menciona que una de las razones por las cuales muchos estudiantes sienten la
vocación de ser médicos es por el carácter que esto conlleva: “señorial, majestuosa, superior. Cuando había un enfermo
en la familia, el médico era poco menos que un Dios”. Cfr. ARMAS CRUZ, R., “Algunas meditaciones sobre la
medicina actual”, en Revista Médica de Chile, vol. 108, nº4, Santiago de Chile, 1980, p. 339.

41
Capítulo II: La investigación médico-científica sobre el Sida en Chile (1980-1987).

Tres son los motivos para atender a la actividad e investigación médico-científica en un relato sobre

la historia del Sida.

En primer lugar, porque, como fue ya fue explicado, la información que la prensa estaba

difundiendo venía de boca de médicos. De manera que la información que ellos manejaban, de

manera indirecta y transformada semánticamente, llegaba al resto de la población. En segundo

lugar, porque el Sida pone en jaque el estatuto victorioso que la medicina tenía frente a las

enfermedades infecciosas. La práctica médica retoma viejas formas de prevención, como lo fue el

aislamiento de los infectados. Además desafía el progreso nosológico, puesto que el Sida no tenía

precedente patológico similar99. Finalmente, porque las fuentes que los médicos chilenos tenían

para elaborar sus informes científicos, y para respaldar sus investigaciones revelan que los

conocimientos médicos sobre el Sida en Chile eran tributarios de las investigaciones

norteamericanas, lo que inserta a Chile en una posición geopolítica, sino de dependencia, al menos

de directa influencia para con la nación del norte.

Para ello, las publicaciones de la Revista Médica de Chile –el principal medio de difusión

médica en el país– son especialmente útiles. Asimismo, por la relación de los médicos tratantes del

primer caso chileno de Sida, con la Sociedad Chilena de Infectología (relación que será explicada

dentro del capítulo) es de particular importancia atender igualmente tanto en la Revista Chilena de

Infectología (órgano difusor de información del gremio) y a los Congresos anualmente organizados

99
Salvo quizá, las primeras identificaciones con enfermedades de la sangre, o su asociación a la familia de patógenos
de transmisión sexual. Sin embargo, por tratarse de una enfermedad provocada por un retrovirus (el VIH), las
herramientas científico/epistemológicas y técnicas para su análisis tenían pocos años de desarrollo. Recordar que, como
lo explica Gmrek, y como fue mencionado en la Discusión bibliográfica de esta tesina, el primer retrovirus fue
identificado en 1978, sólo tres años antes de los primeros diagnósticos de Sida en EE.UU.

42
por la mencionada sociedad. Consideramos tanto ambas revistas, como las actas de los Congresos

como instancias propicias de difusión científica.

Detrás de las tres razones mencionadas previamente se encuentra un doble objetivo para

este capítulo: por un lado comprender a la comunidad científica como un actor dentro del proceso

de publicitación del Sida, que junto con otorgar información a la prensa, desarrollaba a la par un

esfuerzo por profundizar los conocimientos sobre la enfermedad. Por otro lado, evidenciar que

incluso aunque se trata de sujetos de ciencia, los médicos investigadores estaban siendo afectados

igualmente por los prejuicios que acompañaban al síndrome.

Para comprender la raíz de algunos de estos prejuicios que afectaban a los médicos, es

necesario primero esbozar la connotación que ostentaba la ciencia médica. En efecto, como

veremos, algunos de los elementos característicos del Sida (su mortalidad, su forma de contagio)

representaron para la medicina moderna, una serie de paradójicos desafíos que supuestamente ya

se habían superado.

II.1. La “medicina moderna”: aproximaciones para una definición.


Roy Porter, en vez de hablar de una “medicina moderna”, ocupa la conceptualización “medicina

en la sociedad moderna”100, explicitando una diferenciación que recalca el hecho de que la

medicina funciona dentro de un sistema social, y por lo tanto, evoluciona con éste. Si la sociedad

se moderniza, la medicina también. A raíz de eso se infiere que, si bien es cierto que la inserción

de elementos técnicos determinan un cambio epistemológico del arte de sanar, esta tecnificación

sólo responde a un contexto más amplio que es el de la industrialización de las sociedades

occidentales. De ahí que Porter sostenga que el rasgo definitorio de la medicina-en-modernidad (y

100
PORTER, R., Op. cit., pp. 231-257.

43
lo que la distingue de una medicina pre-moderna) es la función política que adquiere la salud, que,

por las condiciones biomédicas de la vida industrializada (urbana, con alta densidad demográfica,

pocas condiciones sanitarias) se vuelve una necesidad para mantener trabajadores sanos y

productivos para las grandes empresas, y en un derecho para la sociedad proletaria. Es labor de la

medicina el pensar en formas de organización de una sociedad saludable101. Cronológicamente,

entonces, para el autor no interesa cuándo comenzó la “medicina moderna”, sino que cómo, en su

relación con la coyuntura social, fue adecuando el fin mayor que era sanar al enfermo.

Bajo esa lógica, el advenimiento de los antibióticos, a mediados del siglo XX, y la “victoria

sobre las enfermedades infecciosas” marcó un hito que resignificó la relación del hombre con la

enfermedad (y por lo tanto con la salud). La nueva preocupación de la medicina post-penicilina

eran las patologías crónicas: “bebés delicados, niños retrasados, madres anémicas, administrativos

con úlceras, artríticos, dolores de espalda, ictus, trastornos congénitos, depresión y otras neurosis

y todas las patologías de la vejez que una longevidad más prolongada colocaba en un primer

plano”102; la conclusión de Porter, finalmente es que son las condiciones biomédicas, tecnológicas

y socioeconómicas las que determinan la modernización de la medicina, lo que deviene en una

nueva preocupación: ya no se trata (sólo) de mantener al individuo vivo. También se le debe

mantener sano. La medicina se volvió un proyecto colectivo cuando se enfocó en la prevención103.

En búsqueda de sustentar su propuesta teórica, Susan Sontag argumenta que la

modernización de la medicina tiene más que ver con un cambio en el paradigma epistemológico

de los médicos para con la enfermedad. Asocia dicho cambio a la invención del microscopio, toda

101
ÍBID, p. 238.
102
ÍBID, p. 240.
103
Al alero de esos preceptos nace la epidemiología como la especialidad enfocada en el estudio positivo de las
epidemias, de manera que, organizando información estadística y sociológica, elabora unas causas específicas para
determinadas enfermedades. Cfr., ÍBID, P. 239.

44
vez que con el aparato, el ente invasor del cuerpo dejó de ser la enfermedad, y pasó a ser el

microorganismo que la provoca. Esto, a la larga, devino en que la antigua metáfora militar utilizada

en medicina –la que considera a las enfermedades como “invasoras” del cuerpo humano– se

revalidó al adquirir una nueva credibilidad por la precisión que otorgaba el microscopio. La

enfermedad, entonces “es vista como una invasión de organismos extraños, ante los que el cuerpo

responde con sus propias operaciones militares, como la movilización de «defensas»

inmunológicas”104. El nuevo significado que tiene la enfermedad desde la invención del

microscopio, es el rasgo esencial del pensamiento médico moderno, que además, nos comenta

Sontag, consideraba dicha campaña militar como una en proceso de victoria. O así fue al menos

hasta la aparición del Sida.

Mirko Grmek, como comentamos en la introducción de esta tesina, señala que las

condiciones de la modernidad fueron las que desequilibraron la patocenocis propia del África y

abrieron camino al Sida para su transmisión pandémica. Llega a esta conclusión luego de

preguntarse por las extrañas coincidencias que rodeaban al surgimiento del síndrome: en 1977 la

viruela queda erradicada completamente luego de que su última víctima, un africano de Somalia,

falleciera; en 1978, la medicina adquiere las herramientas técnicas y conceptuales para identificar

el primer retrovirus patógeno. Según Grmek: “la epidemia actual es el reverso de la medalla, el

inesperado precio que tenemos que pagar por haber alterado en forma tan radical equilibrios

104
SONTAG, S., Op. Cit., p. 96. Es conveniente mantener en la retina el problema de la metáfora militar, puesto que
se transforma en un lente bajo el cual leer los estereotipos del Sida y de las enfermedades en general. Esto porque,
según lo expresa Sontag, la medicina entendida como una campaña militar configura una lógica en la que las
enfermedades se perfilan como agresoras, no ya del cuerpo del individuo, sino que del cuerpo social. El enfermo,
entonces, pasa a ser de inmediato un paria del grupo. Altera el orden y amenaza la estabilidad.

45
ecológicos milenarios”105. El Sida, de acuerdo al autor, es una enfermedad propiamente moderna

y producto de la modernidad.

En su dimensión metafórica, sin embargo, el Sida se perfila como la ruptura del paradigma

de la modernización medicina. Bien lo señala Sontag al comentar que: “la llegada del Sida ha

demostrado que estamos muy lejos de haber vencido a las enfermedades infecciosas” 106. Ahora

bien, la ruptura de dicho paradigma no radica sólo en las características propias del Sida

(infeccioso, venéreo, mortal), sino que obliga a los médicos a retomar medidas profilácticas y de

prevención que se creían extintas y anticuadas: el aislamiento de los enfermos; el resurgimiento de

campañas de educación sexual, lo que, como sostiene Grmek, trastornó las costumbres sociales

como ninguna otra enfermedad en el siglo XX107. Y en la esfera de la reflexión intelectual, al menos

para el caso chileno, representó un elemento que indirectamente modificó las temáticas sobre las

que versaban los artículos científicos.

II.2. Las reflexiones sobre medicina moderna y el impacto del Sida en las publicaciones de la
Revista Médica de Chile (1980-1987).
Lo que entendían los médicos chilenos por medicina moderna, señalan las fuentes consultadas, no

distaba demasiado de la definición que internacionalmente se tenía sobre el mismo tópico. Un

artículo bastante señero que versa sobre el tema fue escrito por el Dr. Rodolfo Armas Cruz108 en

1980 y publicado en la Revista Médica de Chile en abril de ese año. En el documento, Armas Cruz

evalúa que el rasgo más atrayente de la medicina moderna es su incesante progreso. Desde el siglo

XVIII en adelante, según el autor, la medicina entró en una edad de oro que impide evaluar las

prácticas previas al siglo XX como antiguas. Esto porque “si uno piensa, resulta que las

105
GRMEK, M., Op. cit., pp. 21-22.
106
SONTAG, S., Op. cit., p. 154.
107
GRMEK, M., Op. cit., p. 17.
108
Miembro de la Academia de Medicina del Instituto de Chile.

46
enfermedades descritas por primera vez en el siglo XX, son bastante pocas, la mayoría venía de

antes y solo se las ha perfeccionado en su etiología, en su patogenia, en sus métodos de diagnóstico,

o en su tratamiento, pero la base es la misma. ¿Cómo se puede declarar antigua a la medicina que

descubrió el microscopio?”109. Para el doctor, dos cosas son claras: primero, que el progreso de la

medicina está en el potencial de identificar cualquier enfermedad, vale decir, el desarrollo

nosológico; y segundo, que el “descubrimiento” del microscopio representa el hito fundante de este

período de modernización.

Una pequeña digresión se hace necesaria: la noción de “descubrimiento” enuncia la idea de

que el microscopio era un artefacto ya-existente, esperando ser encontrado. Se corrobora, en el

relato de Armas Cruz que la noción de progreso es el hilo conductor de la Historia de la Medicina.

En otras palabras, bajo esa lógica, sólo era cosa de tiempo para que el microscopio apareciera. Esta

característica teleológica que tienen las reflexiones de Armas Cruz ha sido identificada por el

historiador Diego Armus como la forma tradicional de la Historia de la Medicina. La

reconstrucción que se hace del pasado, en este tipo de relatos, está empeñada en demostrar que hay

un “progreso inevitable”110. La aseveración de Armas Cruz, entonces, implica que la

modernización de la ciencia médica comienza con el descubrimiento y desarrollo de la

microbiología. El autor se aprestó en comentar que la microbiología representa sólo una de las

tantas victorias de la medicina. Entre otros, mencionó también: la instauración del método

científico-experimental de Claude Bernard; el nacimiento de la inmunología y las vacunas gracias

a los aportes de Edward Jenner y Louis Pasteur; la invención de los rayos X; y el más importante

descubrimiento médico del siglo XX, la penicilina de Fleming, que dio paso al aislamiento de una

109
ARMAS CRUZ, R., Op. Cit. p. 346.
110
ARMUS, D., Op. cit., p. 43.

47
enorme familia de antibióticos, garantizando de facto una victoria a las enfermedades

infecciosas111. Cada invento o descubrimiento contribuyó a aquello que ya señalábamos: la noción

de enfermedad –y por lo tanto la de salud también– se modificó. El cuerpo adquirió nuevas formas

de abstracción epistemológica. Los rayos X permitieron una exploración cuasi geográfica. El

cuerpo se entiende como un territorio afectado por invasores extranjeros (microorganismos agentes

de la enfermedad) que lo desestabilizan. En caso de ser incapaz de defenderse por sí solo, se

administran defensas externas (antibióticos), que fulminan eficaz y rápidamente a todo invasor,

evitando la muerte. El valor de los antibióticos radica en su capacidad de mantener con vida al

individuo. Enfermedades de alta mortalidad y morbilidad (como la tuberculosis o la sífilis) dejaron

de representar amenazas mortales.

A propósito de lo anterior es que en 1983, el doctor Fructuoso Biel, consejero regional del

Colegio Médico de Chile en Concepción comentó en un artículo publicado en la Revista Médica

que: “con el avance de la ciencia, tanto en su aspecto naturalista como humanístico, cada vez es

más difícil definir lo que es ‘enfermedad’ y cuándo un hombre está realmente enfermo” 112. Esta

aseveración la hace pensando en la definición que la Organización Mundial de la Salud tenía de

salud: “bienestar físico, psíquico y social”. Para esta época, una persona sana debía disfrutar

también de una vida social y personal que le permitiera mantenerse así.

En la misma línea evaluativa, en 1982 se publica igualmente en la Revista Médica, un

estudio que señala que durante la década del ’70 se evidenció un cambio en las causas de muerte

de la población, lo que se relacionaba estrechamente, según lo señalan los autores del artículo, al

descenso del riesgo de muerte por enfermedad. Esto mismo lleva a cuestionar los indicadores de

111
ARMAS CRUZ, R., Op. Cit., pp. 342-344.
112
BIEL, F., “Investigación y salud”, en Revista Médica de Chile, vol. 111, nº6, Santiago de Chile, 1983, p. 606.

48
salud que se tenían a nivel nacional, pues estos consideraban como representativo de una población

saludable una baja tasa de mortalidad, con el supuesto de que la defunción constituía la expresión

máxima de cualquier problema de salud, ignorando por completo el alto grado de morbilidad que

poseían algunas patologías, como las enfermedades digestivas113. Esta preocupación más enfocada

a la morbilidad es una posible causa del nacimiento de una especialidad como la infectología. En

efecto, además de hacer eco de la “atmósfera de especialización” que se vivía en las ciencias en

general, se puede pensar que ante esta nueva connotación que adquiere la salud, se hacían

necesarios médicos expertos única y exclusivamente en la morbilidad de una enfermedad, y es que,

como ya mencionamos, la victoria de la medicina fue a la muerte, no a la propagación de

infecciones. Aquellos encargados de pensar en las formas de evitar contagios eran los

infectólogos114.

En ese sentido, la enfermedad dejó de inquietar por su capacidad de aniquilación, y

comenzó a preocupar por su facultad de permanencia. El concepto de “saludable” adquiere

estándares más complejos que contemplan no solo el estado físico del sujeto, sino que también su

situación psicológica. El doctor Biel comentaba en el artículo mencionado previamente que: “la

salud y la enfermedad se han convertido cada vez más en problemas psicológicos y

sociológicos”115, agregando que existe una necesidad de investigaciones médico-científicas

insertas en una realidad concreta y partícipes de una sociedad que requiere de dichos

113
MEDINA, E. y KAEMPFFER, A., “La salud en Chile, durante la década del setenta: I. Descripción de la situación”
en Revista médica de Chile, vol. 110, nº9, Santiago de Chile, 1982, p. 903-907.
114
Al respecto, en la primera editorial de la Revista Chilena de Infectología, el doctor Patricio Herrera, miembro
fundador de la Sociedad Chilena de Infectología, comentaba que: “la aplicación de nuevos conceptos sanitarios, la
elaboración de vacunas y principalmente la aparición de sustancias antibacterianas trajeron una sensación creciente de
alivio al mundo, y un cierto grado de displicencia de los médicos hacia la infección”. Para el médico, los avances de
los últimos 40 años lograron vencer la letalidad de muchas enfermedades infecciosas, “una bonanza, que sin embargo,
no es total, porque las enfermedades infecciosas siguen causando estragos por su morbilidad”, cfr. HERRERA, P.,
Editorial, en Revista Chilena de Infectología, vol. 1, nº1, Santiago de Chile, 1984, p. 3.
115
BIEL, F., Op. Cit., p. 607.

49
conocimientos. Para Biel, ante la tecnologización de la medicina, el médico debe luchar por

mantenerse como un actor social, de forma tal que no se pierda la humanidad dentro del rubro. Las

fuentes evidencian que existió una suerte de conflicto entre la medicina moderna y la medicina

tradicional. A grandes rasgos se trata de un choque generacional entre las prácticas medicinales

clásicas –médico de familia, con una labor cercana al paciente, del método hipocrático116– y el

oficio intervenido por las nuevas tecnologías, especializado al punto de que el paciente se

transformaba en un cúmulo de órganos acoplados117. De este conflicto surgirán las principales

críticas a la modernización en la medicina.

A la atomización del conocimiento médico –lo que deviene en términos prácticos, en una

atomización del cuerpo– resaltada por el doctor Biel, debemos sumar entre otras cosas, que la

tecnologización conlleva también un encarecimiento del procedimiento diagnóstico, en tanto cada

vez se requieren más y más exámenes especializados para determinar la patología que sufre un

individuo. El doctor Ramón Ortúzar, profesor titular de Medicina de la Universidad Católica de

Chile, en una conferencia dictada en la Escuela de Medicina de dicha institución, señaló que este

abuso de procedimientos complementarios “se explica también porque para el médico, urgido de

tiempo y sobrecargado de trabajo, resulta más fácil recurrir a ellos que interrogar y examinar

detenida y reiteradamente a su paciente”118. Para ambos autores, finalmente, la modernización

excesiva de la medicina produjo una deshumanización, no sólo en el sentido de que la relación

médico-paciente es menos cercana, sino que también porque el paciente terminal muchas veces

116
De Hipócrates, médico de la Antigua Grecia, considerado por muchos como el padre de la medicina. El método
hipocrático se resume, básicamente, en la idea de que la primera relación que debe tener un médico con su paciente es
la de amistad. Debe conocer los secretos del paciente, y generar un lazo con éste, de manera tal que la salud se torna
un hecho fundamental para ambos.
117
Dicha discusión es en realidad el reflejo de la pérdida de popularidad que enfrentó el método hipocrático medicinal,
versus las nuevas técnicas modernizadas en las que la principal figura que surge es el especialista. Cfr. PORTER, R.,
Op. cit., p. 82 y 241.
118
ORTÚZAR, R., “Tecnología y medicina”, en Revista Médica de Chile, vol. 109, nº7, Santiago de Chile, 1981, p.
659.

50
pasaba sus últimos días de vida en aislamiento absoluto. Ortúzar se preguntaba: “¿tiene derecho el

médico que trata un enfermo con alto riesgo de morir, a someterlo a la tortura física y síquica del

moderno tratamiento intensivo?”119. Biel, siendo más radical en sus conclusiones, comparó la

medicina ultra tecnologizada con los crímenes médicos de Hitler, afirmando que tienen diferencias

cuantitativas, pero no de principios120.

Lo interesante de esas discusiones para esta investigación es considerar que las críticas a la

modernización estaban focalizadas a aspectos propios de la misma medicina. Los conflictos

señalados evidencian que las preocupaciones de los médicos chilenos eran al exceso de

modernización, no a los límites que ésta ofrecía. Dicho matiz crítico se ve modificado en 1984 con

la llegada del Sida al país, y es que, la revisión de los artículos publicados entre tal año y 1987

(exceptuando los estudios específicos sobre Sida, con los que trabajaremos a continuación) revela

que el interés por reflexionar en torno a las falencias de un sistema de medicina moderno, se

trasladó a un interés por estudios de enfermedades infecciosas. Dos ejemplos claros son el del Dr.

Ernesto Medina por un lado121 y el del Dr. Antonio del Solar V, por otro122. Previo a la llegada del

Sida al país, el interés por la infección era mucho más bajo: entre las publicaciones de la Revista

Médica de Chile, durante los años 1980-1983, no se contó con reflexiones de gran envergadura en

torno a los desafíos que suscitaban las enfermedades infecciosas, como sí se publicaron artículos

que versaban sobre los logros de la medicina moderna. Acaso esa es una segunda razón para

justificar el nacimiento de la Sociedad Chilena de Infectología.

119
IBID, p. 660.
120
BIEL, F., Op. Cit., p. 608.
121
MEDINA, E., et. al, “Enfermedades infecciosas en Chile: situación actual y perspectivas”, vol. 113, nº4, Santiago
de Chile, 1985, p. 369-375.
122
DEL SOLAR, A., “La infección en el siglo XX”, vol. 114, nº7, Santiago de Chile, 1986, pp. 681-686.

51
II.3. El Sida en la producción intelectual médica chilena (1983-1987).
“[E]l Sida corresponde a un punto de inflexión en la manera de ver las enfermedades y la medicina, y también

la sexualidad y la catástrofe. Se pensaba que la medicina era una antiquísima campaña militar que estaba

llegando a su fase final y a punto de alcanzar la victoria. El brote de la nueva epidemia, cuando confiadamente

se suponía desde hacía varias décadas que estas calamidades eran cosa del pasado, ha cambiado

inevitablemente el status de la medicina”123.

Si el progreso de la medicina se basaba en la disminución de la mortalidad de las enfermedades

infecciosas, el Sida representa la ruptura de ese paradigma. Venéreo, infeccioso, y sobre todo,

mortal, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, desde su identificación en 1981 fue

considerado una epidemia124. Así se reconoce en un informe publicado en la Revista Médica en

diciembre de 1983. El artículo, redactado por el doctor Victorino Farga, representante de la

Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, se incluyó en la sección de neumotisiología –

especialidad en la que el doctor Farga era experto– a raíz de que las dos complicaciones del Sida

que mejor se conocían para aquella época eran la neumonía provocada por el parásito Neumocystis

carinii, y el sarcoma de Kaposi, “una forma rara de cáncer”. Cabe destacar que este texto es el

primero enfocado a una descripción del Sida en este medio, y por la especificidad temática del

resto de revistas médicas en Chile, probablemente el primer texto científico sobre el síndrome en

el país125. En él, Farga se dispuso a comentar las características nosológicas conocidas del Sida en

aquél entonces: que se presentaba en subpoblaciones humanas especiales (homosexuales,

heroinómanos, hemofílicos y haitianos); que los principales síntomas eran en realidad un grupo de

enfermedades denominadas oportunistas, de las cuales, la más señera era el Sarcoma de Kaposi; y

123
SONTAG, S, Op. cit., pp. 153-154.
124
En la Introducción de la tesina, epidemia ha sido definida como un flagelo con la capacidad de atacar sorpresiva e
intensamente a una colectividad. Véase nota 12
125
Para un diagnóstico somero de la producción científico-médica en Chile durante la época cfr. GOIC, A., “Situación
actual de la investigación en ciencias médicas en Chile”, vol. 110, nº2, Santiago de Chile, 1982, pp. 159-173.

52
que sobre todo, los afectados presentaban una profunda inmunosupresión celular. El autor comenta

además, que en Estados Unidos, el revuelo ha llegado a niveles tan altos, que se está esparciendo

una segunda epidemia: la del terror. Precisamente a causa de esto, evalúa al Sida como la “nueva

epidemia moderna”126. Las fuentes que Farga consulta para elaborar este acabado informe, son

todas de proveniencia norteamericana.

La notificación del primer diagnosticado chileno de Sida vimos anteriormente, se hizo

también en una instancia de difusión científica, las Primeras Jornadas Médicas del Hospital Paula

Jaraquemada (véase I.1). La Revista Complejo Hospitalario Paula Jaraquemada, una magazine

científica127, publicó la noticia de la realización del congreso a comienzos de 1984, explicando que

la Corporación Nacional Privada de Desarrollo Social era la institución organizadora del evento.

Los auspiciadores fueron el Ministerio de Salud, el Servicio de Salud Central, la Facultad de

Medicina de la Universidad de Chile, el Colegio Médico de Chile, y la Sociedad Chilena de

Infectología. La temática principal de las jornadas era “patología infecciosa”. De acuerdo con el

doctor Héctor Gordillo, miembro de la comisión organizadora, la pertinencia del tema se debía a

que, si bien los antibióticos garantizaron la erradicación de patologías externas, ello no evitó la

aparición de nuevos gérmenes, más sofisticados. Muchas veces, señaló el doctor, el mal uso de

antibióticos de parte de los mismos internos genera mutaciones en los gérmenes que cambian su

resistencia128. Marcelo Wolff, miembro también de la comisión organizadora, agregó que es

126
FARGA, V., “El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA)”, en Revista Médica de Chile, vol. 111, nº12,
Santiago de Chile, 1983, pp. 1300-1305.
127
Se hace esta distinción para demarcar la diferencia entre esta Revista y las otras dos mencionadas anteriormente, y
es que la Revista Médica de Chile y la Revista Chilena de Infectología son medios de difusión científica, cuyo
contenido se remite exclusivamente a artículos, ensayos y en general investigaciones de médicos especialistas. La
Revista Complejo Hospitalario Paula Jaraquemada, por otro lado, publica noticias y crónicas relativas al quehacer
científico.
128
En el mismo congreso, el doctor Marcelo Wolff realizó una ponencia sobre un estudio del control del uso de
antibióticos en el Hospital Paula Jaraquemada. Las conclusiones del estudio apuntaron a la necesidad de aplicar un
programa de control farmacológico, para evitar el excesivo consumo de antibióticos, impedir las mutaciones y

53
necesario una actualización de los conocimientos por parte de los profesionales del sector129.

Paralelamente a la temática principal, se recibieron trabajos inéditos de tópico libre. Dentro de esa

categoría, los doctores Fernando Figueroa y Andrés Palacios, junto con la colaboración de G.

Acuña, J. Honeyman y D. Oddó presentaron el primer caso de Sida chileno.

En el acta de las jornadas quedó registrado el resumen de la ponencia. Este explica la

condición en la que se encontraba Edmundo en aquél momento –recordar que falleció el 23 de

agosto de 1984, y las Jornadas se realizaron el 6 y 7 de agosto– resaltando algunos datos como que

tenía 38 años, que llevaba un año con complicaciones intestinales, y que manifestaba las marcas

del Sarcoma de Kaposi130. En octubre de ese año, la Revista Médica de Chile publica una carta al

editor firmada por los médicos expositores de las Jornadas, que incluye una pequeña actualización:

comenzaron las investigaciones que evidenciaron que el virus causante del síndrome era un

retrovirus del tipo HTLV, relacionado con la Leucemia, dicha información estaba fundamentada

en estudios provenientes de Estados Unidos. Los autores agregaron además que en entrevistas con

el paciente, corroboraron su homosexualidad, lo que fundamentaba el hecho de que se trataba de

un caso Sida131.

El procedimiento que siguen los médicos para comprobar si se trataba de la enfermedad en

cuestión, manifiesta al menos dos factores importantes a considerar: primero, que no existía aún

un examen que entregara la certeza absoluta de la seropositividad del individuo132; segundo, muy

disminuir gastos. Cfr., “Primeras Jornadas Médicas Complejo Hospitalario Paula Jaraquemada”, en Revista Complejo
Hospitalario Paula Jaraquemada, año III, nº4, Santiago de Chile, 1985, adjunto, p. 50.
129
“I Jornadas Médicas: La primera vez”, en Revista Complejo Hospitalario Paula Jaraquemada, año II, nº3, Santiago
de Chile, 1984, pp. 16-18.
130
“Primeras Jornadas Médicas Complejo Hospitalario Paula Jaraquemada”, Op. cit., p. 50
131
FIGUEROA, F., et. al., “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida: Comunicación de un caso en Chile”, en Revista
Médica de Chile, vol. 112, nº10, Santiago de Chile, 1984, pp. 1057-1059.
132
Dicho examen, el test ELISA (Enzyme-linked ImmnoSorbent Assay, o Ensayo por inmunoadsorción ligado a
enzimas) comenzaría a utilizarse en 1985. De acuerdo con el doctor M. Wolff, este evento representa un hito en la

54
ligado a lo anterior, el diagnóstico de un médico a un paciente con Sida era, por lo tanto, una

inferencia hecha en base a unos síntomas que en realidad eran las manifestaciones fisiológicas de

otras enfermedades, las llamadas “enfermedades oportunistas”, que afectaban a individuos

inmunodeprimidos133.

En un reportaje efectuado a comienzos de 1985 y publicado en la Revista Complejo

Hospitalario Paula Jaraquemada, se resumieron los principales aspectos destacables de las

Jornadas. Al evento asistieron el Ministro de Salud, Winston Chinchón, y el presidente de la

Corporación Nacional Privada de Desarrollo Social, Fernando Smits, que resaltaron la necesidad

nacional de fomentar la investigación científica de alto nivel. El reportaje incluía además, un

comentario de la conferencia sobre SIDA que efectuó el doctor Donald Louria, profesor y director

del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Comunitaria del New Jersey Medical School en

Estados Unidos. En ella, el doctor Louria explicó que el origen de la enfermedad se remitía al

Caribe134, desde donde cruzó a Estados Unidos. Agregó además que se estaban haciendo esfuerzos

para encontrar una vacuna que permitiera aislar eventuales brotes. Finalmente, preguntado por la

esperanza de vida de un infectado de Sida, el médico estadounidense manifiesta incertidumbre. Fue

incapaz de afirmar que un paciente del síndrome lograse vivir infectado.

historia de la enfermedad pues es el primer examen que permite, no sólo una seguridad casi absoluta ante los casos de
contagio, sino que también, la detección de aquellos seropositivos asintomáticos, cfr. WOLFF, M., Op. cit., p. 10.
133
La inmunodepresión es una característica patológica que no es exclusiva del Sida. Está ligada, entre otras causas, a
la utilización de drogas como el nitrito de amilo (conocido como Popper) que estimula el orgasmo y que fue
ampliamente utilizado por los homosexuales norteamericanos durante la década del ’70. Según Marcos Cueto: “debido
a que los primeros pacientes con Sida tenían en común el haber inhalado poppers, se llegó a pensar que éstos eran la
causa de la enfermedad y se prohibió su uso en los Estados Unidos”, cfr. CUETO, M., Culpa y Coraje, Op. cit., p. 28.
En el informe elaborado por el doctor Victorino Farga, mencionado previamente, ésta relación entre el nitrito de amilo
y el Sida se efectúa igualmente, cfr. FARGA, V., Op. Cit., p. 1302.
134
Lo que es una de las teorías que se barajaban por entonces, puesto que un alto índice de haitianos, inmigrantes
ilegales en Estados Unidos, manifestaron la enfermedad. Sobre las teorías en torno al origen del Sida, véase II.4.

55
Las publicaciones posteriores a las primeras Jornadas actualizan la información médica que

se tenía sobre el Sida conforme iba siendo publicada en los medios de difusión científica

estadounidenses. Así lo indican las bibliografías utilizadas en los artículos que aparecieron tanto

en la Revista Médica de Chile como en la Revista Chilena de Infectología. Hay, en efecto, una

conexión no menor entre la medicina norteamericana y la chilena, sobre todo en lo que se refiere

al conocimiento en torno al Sida. El ejemplo más ilustrativo de esto, es que el primer artículo sobre

la enfermedad escrito por Michael Gottlieb en 1981 se vuelve parte de la bibliografía básica en

toda investigación.

II.4. La influencia norteamericana y la conformación de la Sociedad Chilena de Infectología


Según narra Óscar Contardo, Edmundo, el primer diagnosticado de Sida, ingresó al Hospital

Clínico de la Universidad Católica, donde fue atendido por Andrés Palacios, becario especializado

en Gastroenterología. Por el complicado cuadro clínico de Edmundo, Palacios acudió a su superior

jerárquico el doctor Guillermo Acuña quien, entre 1979 y 1982 se había especializado en

infectología en la Universidad de California (UCLA) en Estados Unidos. Durante esos mismos

años, y en esa misma Universidad, el doctor Michael Gottlieb identificó los primeros casos de Sida

del mundo. Guillermo Acuña conoció a Gottlieb y trabajó con él precisamente en dichos casos135.

Luego de su retorno a Chile, el médico chileno, en conjunto con Marcelo Wolff y 65

médicos más fundaron la Sociedad Chilena de Infectología (SOCHINF) el 28 de mayo de 1983.

En el acta de su constitución quedó manifestado que la misión de la organización era el fomento

del desarrollo científico en Chile y el asesoramiento en asuntos infectológicos a las instituciones

135
CONTARDO, O., Op. cit., p. 343-345.

56
que lo solicitasen136. De ahí que uno de los auspiciadores de las Primeras Jornadas haya sido la

SOCHINF.

Desde 1984 se realizaron Congresos de Infectología anuales. El primero, fechado en

octubre de ese año no contó con investigaciones sobre Sida. La recepción de artículos para ese

congreso se cerró en julio. Durante el Segundo Congreso de Infectología, por otro lado, realizado

entre el 10 y el 12 de octubre de 1985, el síndrome constituyó una mesa temática, que fue dirigida

por Marcelo Wolff. Una segunda mesa temática dentro del evento fue la de infecciones

oportunistas, cuyo moderador fue Guillermo Acuña. Parece interesante considerar, entonces, que

la producción científica chilena en torno al Sida sólo se activó luego de la aparición del primer caso

en Chile. Los dos congresos subsiguientes, realizados en 1986 y 1987 respectivamente, incluían

dentro de sus discusiones centrales la investigación en torno al Sida. En todas sus versiones,

además, acudían invitados estadounidenses a dar conferencias sobre la materia137.

La experticia que los norteamericanos tenían en el virus se debía a dos elementos centrales:

primero, a que ellos lideraban –junto a Francia– la investigación mundial en torno a la enfermedad.

El historiador peruano Marcos Cueto comenta que, de hecho, el liderazgo de ambos países se volvió

controversial al momento de determinar la autoría del descubridor del Virus. Por un lado, Luc

Montaguier junto a un grupo de virólogos del Instituto Pasteur en Francia, aislaron el retrovirus

LAV (Virus Asociado a la Linfoadenopatía) en 1983. Al año siguiente, por otro lado, en mayo de

1984, Robert Gallo junto a un equipo de norteamericanos, en el Instituto Nacional de Cáncer en

Washington D.C. aislaron el retrovirus HTLV-III (para diferenciarlo del HTLV-I y II, que

136
SOCIEDAD CHILENA DE INFECTOLOGÍA, Acta de Constitución, Santiago de Chile, 28 de mayo, 1983, 23
páginas.
137
Cfr. Revista Chilena de Infectología¸ vols. 2, 3 y 4. A la fecha, además de la realización anual de los Congresos, la
Sociedad Chilena de Infectología realiza cursos especializados gratuitos sobre Sida y VIH. Se ha constituido como la
principal entidad científica de investigación sobre el tema en Chile.

57
generaban Leucemia) afirmando que se trataba del virus que generaba el Sida. Luego de una serie

de disputas por la autoría del descubrimiento, polémicas en las que tuvieron que intervenir el

Presidente Ronald Reagan y el Primer Ministro Francés, Jacques Chirac, la OMS determinó en

1986 que ambos virus eran similares y acuñó el término VIH. De acuerdo con Cueto, el que el

conflicto por la autoría pasara a ser un asunto político revela que detrás había una lucha por los

beneficios que implicaba tener la patente de la prueba diagnóstica del virus138.

La segunda razón por la cual los norteamericanos eran tan expertos en el Sida se debía a

que la enfermedad “apareció” por primera vez en Estados Unidos, una potencia occidental de las

comunicaciones y la cultura. Esto determinó que la particular relación que la nación del norte tuvo

con el síndrome, se permeó al conocimiento médico, que efectuó una relectura bajo un prisma

científico, pero igualmente afectado por la matriz cultural, en ese sentido, las teorías que se

inventaron en torno al Sida, aunque fundamentadas con hechos, venían cargadas con los

estereotipos asociados a éste. El “viaje geográfico” de estas teorías al resto de las comunidades

médicas de occidente, implicaron más reinterpretaciones y relecturas.

Cuando se quiere hablar de la historia de una enfermedad, resulta particularmente

problemático hablar sobre su origen. Incluso para el caso del Sida, que “apareció” a comienzos de

la década de los ‘80, cuando la tecnología permitía establecer diagnósticos más certeros, el origen

de la enfermedad era bastante incierto, esto porque, como mencionamos previamente, no existían

los conocimientos nosológicos ni etiológicos del síndrome, ni tampoco los medios técnico-

científicos para diagnosticarlo.

138
CUETO, M., Culpa y Coraje, Op. Cit., p. 34-35.

58
Por lo pronto es necesario agregar que las mismas ideas de “aparición”, “origen”, o “brote”

de una enfermedad parecen complejas. Sugieren que ésta nació espontáneamente. Y ya vimos que

en realidad, el que se haya hecho conocida, y más precisamente, que haya sido diagnosticada,

representa un fenómeno coyuntural. Susan Sontag, comenta al respecto, que es muy poco probable

que para los años ochenta el Sida haya sido una enfermedad nueva. Es mucho más seguro asumir

que el virus existe desde hace muchos años, “y no sólo en África, aunque sólo recientemente

(también en África), la enfermedad haya alcanzado dimensiones epidémicas” 139. La gran

disyuntiva está en que, aun cuando en la principal región afectada por el Sida el contagio era vía

sexual entre heterosexuales, en EE.UU. (y por lo tanto, también en Chile) se seguían buscando

eslabones entre el virus y la homosexualidad.

Así lo demuestra el artículo mencionado previamente, escrito por el doctor Victorino Farga,

donde el médico, al referirse por la etiología de la enfermedad y luego de exponer una serie de

teorías en torno a los posibles agentes virológicos que provocan el síndrome, afirma que ninguna

teoría ha podido explicar por qué el Sida no apareció antes en Estados Unidos, considerando que

los homosexuales de dicho país son altamente promiscuos desde comienzos de la década de los

’70. Las teorías tampoco logran revelar cuál era la relación entre el virus y los haitianos 140. El

“grupo de riesgo”, mencionado previamente, compuesto por “las cuatro H” (homosexuales,

139
SONTAG, S., Op. cit., p. 153.
140
Sobre la relación que se establece entre el Sida y Haití, el mismo Farga mencionará también que surgió una
controversia luego de que un autor plantease la hipótesis de que los haitianos contrajeron el virus en Zaire, luego lo
trasladaron a su país, donde infectaron a los turistas homosexuales norteamericanos que llevaron el virus hacia Estados
Unidos. En respuesta a dicha teoría, el embajador de Haití en Estados Unidos escribió una carta, aclarando que es
mucho más probable que los norteamericanos hayan acarreado el virus a Haití. Cfr. FARGA, V., Op. cit., p. 1302.
Existe, además, un estudio antropológico realizado por Paul Farmer durante los años 1984 y 1988, que evidencia las
formas en las que los haitianos de la comunidad rural de Do Kay se refieren a la enfermedad. El estudio además señala
que una vez que la localidad es azotada por el Sida, los habitantes comienzan a construir mitos en torno a la enfermedad
que son lecturas de los datos científicos que llegaban desde el extranjero, hechas con una matriz cultural religiosa
propia del Haití rural. Cfr. FARMER, P. “Brujería, política y concepciones sobre el Sida en el Haití rural.” En ARMUS,
D., Entre médicos y curanderos: Cultura, historia y enfermedad en la América Latina moderna, 417-455. Norma,
Buenos Aires, 2003.

59
heroinómanos, hemofílicos y haitianos), fue creado a la luz de los casos notificados en Estados

Unidos y se trasladó al resto del mundo141. Para los científicos y médicos que trabajaban con estos

datos representaban un factor fundamental en la explicación del virus, y en el diagnóstico del

síndrome. En este caso, incluso, resulta un impedimento pues no se quiere aceptar el hecho de que

la gran cantidad de infectados homosexuales en Estados Unidos tiene más que ver con que el Sida

es una enfermedad venérea por un lado, y por otro, que los homosexuales norteamericanos, desde

la revolución sexual de los años ’60, vivieron su sexualidad con mucha más libertad. En otras

palabras, bien podría haberse tratado de una propagación de sífilis, si no se hubiesen tenido las

herramientas farmacológicas para combatirla. Como decíamos, el que se trate específicamente del

Sida tiene más que ver con elementos coyunturales (en este caso, la práctica de mantener relaciones

sexuales sin preservativos) y circunstanciales que con la homosexualidad como tal142.

Tal elemento fundamental del origen del síndrome, fue ignorado completamente por el

cuerpo de médicos chilenos, quienes se mantuvieron sesgados con el silogismo Sida=homosexual.

La importancia de esta ecuación es trascendental, pues sirve para explicar la aglutinación de los

homosexuales como una comunidad –aunque se trate de una comunidad de riesgo– con un

propósito. Ello significó para un pequeño grupo de gays santiaguinos una razón para organizarse.

141
Los haitianos eran parte de éste porque se notificaron casos de Sida en inmigrantes ilegales habitando el país.
142
Con todo, hay una posible explicación al afán de integrar la homosexualidad como elemento constituyente del virus.
Óscar Contardo nos explica que en Chile, “era parte del sentido común que se considerara a las personas homosexuales
como trastornados mentales incluso en círculos académicos”. Para fundamentar dicha afirmación, el autor comenta la
experiencia de Andrés Sciolla, un estudiante de la Universidad de Chile que cursó la especialidad de psiquiatría durante
la década de los ochenta. “Recuerda que el tema era tabú en general, y las pocas veces que se hablaba era sinónimo
claro de psicopatología profunda”. Tal testimonio se condice con la evidencia académica que hay al respecto, y es que,
una de las grandes figuras de la psiquiatría chilena, el doctor Armando Roa, “entre otras cosas, aseguraba que los
homosexuales tenían tendencia a formar sectas secretas, a mantener misteriosas fórmulas de reconocimiento mutuo y
a pervertir menores”. Tales aseveraciones están hechas en libros del autor, que escribió después de que la Asociación
de Psiquiatría Norteamericana (APA), quitara en 1973 la homosexualidad de la lista de trastornos mentales. En Chile,
por lo tanto, incluso después de que académicamente se aceptara como falso, los homosexuales seguían perfilándose
como enfermos mentales. La consideración intrínsecamente patológica de la homosexualidad puede ser una
explicación para la relación que los médicos chilenos pretendían establecer entre ésta y el virus que genera el Sida.
Cfr., CONTARDO, O., Op. cit., pp.23-24.

60
Capítulo III: De las fallas en Salud Pública a la organización homosexual

Llegados a este punto, teniendo en consideración la participación de la prensa y el gremio de

médicos, es menester integrar a un tercer y último actor al relato: la Corporación Chilena de

Prevención del Sida (CChPS). Detrás de su constitución, hay manifestaciones de dos contextos que

convergen como uno solo ante el arribo del Sida. Por un lado, el síndrome llega a Chile cuando el

sistema de Salud Pública se encuentra colapsado por las nuevas lógicas económicas y políticas

aplicadas en el país luego del Golpe Militar de 1973. Por otro lado, al margen de las restricciones

sociales que impone la dictadura, surge una vida nocturna, una socialité gay bohemia que utiliza

espacios clandestinos, como bares y discoteques, que representan los sitios de reunión de una proto-

comunidad homosexual santiaguina. Esta proto-comunidad amplía las redes de socialización entre

homosexuales, lo que demarca un primer espacio de organización.

El objetivo de este capítulo es entonces evidenciar cómo las falencias del Sistema de Salud

Pública, más los nuevos espacios de socialización gay son antecedentes para la creación de la

Corporación Chilena de Prevención del Sida, institución que por su parte, estableció la instancia

bajo la cual se articuló la principal organización gay en Chile, el Movimiento por la Liberación

Homosexual (MOVILH)143.

Para ello, se consultó bibliografía secundaria sobre el impacto del desmantelamiento del

Servicio Nacional de Salud, y los cambios en Salud Pública desde el Golpe. Considerar dichos

cambios con algunas cifras epidemiológicas del VIH/SIDA en Chile esbozará la raíz de un

problema mayor, que representa, por sí solo, una tarea historiográfica de mayor envergadura,

imposible de abordar en esta tesina. Para la segunda tarea, los aportes que han realizado Óscar

143
Hoy conocido como Movimiento de Integración y Liberación Homosexual, que utiliza la misma sigla.

61
Contardo y Víctor Hugo Robles son de particular utilidad y representan un excelente primer

acercamiento tanto a la configuración de la proto-comunidad gay, como a los primeros atisbos de

politización homosexual. Finalmente, para describir cómo se articuló la Corporación Chilena de

Prevención del Sida, accederemos tanto a la memoria institucional, como al análisis de algunos

datos que el actual vicepresidente, Jaime Lorca, nos entregó mediante una entrevista.

III.1. El colapso del Sistema de Salud Pública Chileno


Un primer elemento clave a tener en cuenta, es que si visitamos la literatura sobre Salud Pública

en Chile, notaremos que el cambio del modelo (que ocasionó el colapso) ocurrió años antes de la

llegada del Sida al país. De esta forma, es difícil considerar que se trate de una de las causas. En el

libro Salud y Estado en Chile, un estudio sobre las funciones y transformaciones de la Salud Pública

como una herramienta política, las autoras Nina Horwitz, Paula Bedral, Claudia Padilla y Silvia

Lamadrid señalan que el primer antecedente del cambio estructural en materia de salud sucedió

antes del Golpe, durante la Tercera Reunión Especial de Ministros de Salud de las Américas,

realizada en octubre de 1972. Allí se discutió la posibilidad de estructurar un Sistema Nacional de

Servicios de Salud, que implicaba la modificación completa del Sistema Único de Salud, cuya

cabeza era el Servicio Nacional de Salud (SNS), defendido por Salvador Allende y su gobierno.

Hacia fines de 1973, luego del Golpe de Estado, el Gobierno Militar emite el primer documento

sobre Doctrina y Política Nacional de Salud, donde estableció como necesario un cambio del

modelo que propendiese a la libertad de acción de las instituciones y profesionales de salud, y que

reforzase el rol del Ministerio de Salud, lo que acarreaba reformas al SNS y al Servicio Médico

Nacional de Empleados (SERMENA). Explican las autoras que dichas modificaciones eran en

62
realidad la derivación de un plan más amplio de reformas al sistema económico, y al

funcionamiento del Estado144.

El ex Ministro de salud del Gobierno de Patricio Aylwin, Jorge Jiménez de la Jara, señaló

en un artículo publicado en la revista Ars médica, que las reformas en lo económico son la temprana

instauración del modelo neoliberal, que conlleva una desestatización del mercado, completamente

contraria a las políticas que originaron el Servicio Nacional de Salud en 1952, que según el autor,

consistió básicamente en una estatización de la Medicina145. Esta desestatización se llevó a cabo

mediante la modificación del rol del Estado en materias de política social, y es que, de ser el

repositorio de las responsabilidades públicas pasó a ser sólo un subsidiario de estas: “[el Estado]

sólo participará en caso de que no exista capacidad, interés o iniciativa del sector privado para

asumirla”146.

Para el caso específico del sector salud, dichas modificaciones fueron graduales, y

reconocidas por Horwitz como “modernizaciones”. Nos explican las autoras que fueron siete los

objetivos detrás de éstas:

1) Equidad en los beneficios tanto para obreros como para empleados (lo que explicaría el desmantelamiento

del SERMENA y el SNS); 2) Equidad de los pagos, a través de la igualdad en el porcentaje de la renta para

cotizaciones previsionales; 3) Focalización de los subsidios; 4) Ampliación de la libre elección; 5) Aplicación

del principio de subsidiariedad del Estado; 6) Aumento de la eficiencia; 7) Aumento de la capacidad de

respuesta frente a las necesidades de la población, a través de la descentralización y municipalización de parte

del sector salud”147

144
HORWITZ, N., et. al., Salud y Estado en Chile. Organización social de la Salud Pública, Período del Servicio
Nacional de Salud. Santiago de Chile, OPS, 1995, p. 47.
145
JIMÉNEZ, J., “Políticas y organizaciones de salud en Chile: reflexiones históricas” en Ars médica, vol. 5, nº5.
Disponible en: http://escuela.med.puc.cl/publ/ArsMedica/ArsMedica5/PoliticaOrganizaciones.html, [consultado por
última vez el 27 de noviembre, 2015].
146
HORWITZ, N., et. al., Op. cit., p. 47.
147
ÍBID, p. 50.

63
Para enero de 1980, entra en vigencia la reforma y se crea el Sistema Nacional de Servicios

de Salud (constituido por 27 Servicios de Salud, que surgen de la fusión del SERMENA con el

SNS). Dichos servicios serían supervisados por la subsecretaría de salud. El rol subsidiario se

manifestó en los nuevos funcionamientos del Fondo Nacional de Salud (FONASA); mientras que

la oferta privada de previsión la cubrieron las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE)148.

De acuerdo a las autoras, lo ocurrido desde el Golpe es una clara manifestación del

abandono de la responsabilidad social y sanitaria que había asumido el Estado con la creación de

un Servicio Nacional de Salud en 1952. Es la sustitución de un modelo del Estado Benefactor por

el modelo del Estado gendarme149. Dicha transformación responde, de cualquier modo, a un

contexto global bajo el cual surgieron las políticas económicas neoliberales y que será reconocido

por los historiadores Marcos Cueto y Víctor Zamora, como el escenario bajo el cual podemos

hablar de un mundo propiamente globalizado. La aplicación de esas medidas (que conllevan

desestatización, promoción del capital privado, etc.), según lo explica Cueto, se hace en aras de la

eficiencia y la efectividad150. Lo cierto es que, al nuevo sistema no le faltaron críticos. En el epílogo

de su notable obra, Mª Angélica Illanes señala que si el Servicio Nacional de Salud fue la

concreción de un nexo entre el pueblo y el sistema sanitario estatal, los cambios ocurridos durante

el régimen militar fueron su ruptura. Citando al Dr. Alejandro Goic, Illanes explica que en realidad,

el cambio que implicó el desmantelamiento del SNS en el año 1979, fue mucho más profundo,

pues:

1) Implicó el término de la planificación nacional de salud, proceso que establecía prioridades y asignaba

recursos en correspondencia; 2) minimizó las acciones del fomento y prevención de salud a nivel local por la

148
ÍBID, p. 49.
149
ÍBID, p. 71.
150
CUETO, M., y ZAMORA, V., (eds.). Historia, Salud y Globalización. Lima, IEP, UPCH, 2006, p. 13.

64
nula rentabilidad inmediata; 3) volvió incierta la relación entre el Servicio de Salud y las Universidades; 4)

terminó con el programa de médicos generales y su función redistribuidora del recurso médico; 5) incrementó

progresivamente los costos de la salud, afectándose el presupuesto familiar y el gasto total de la salud en el

país; 6) terminó con la carrera funcionaria regulada por el estatuto médico; 8) deterioró la ética de la medicina,

y por lo tanto, de la imagen pública de los médicos, lesionándose el respeto social por ello, que a todo país

culto le interesa conservar151.

Una suerte de controversia se suscita al respecto en una serie de publicaciones de la Revista

médica sobre el tema. En septiembre y octubre de 1982, Ernesto Medina y Ana María Kaempffer,

expertos en Salud Pública y parte del plantel de la Universidad de Chile, publicaron un análisis de

la situación de Salud en Chile durante la década del ’70, llegando a la conclusión de que el cambio

más evidente es una disminución de la mortalidad adulta e infantil y un aumento de la atención

hospitalaria152. Los autores contrastan dichos datos con la reducción del aporte fiscal, la

disminución de camas y médicos en hospitales públicos y llegan a la conclusión de que: “la solidez

del sistema de atención médica chileno […] mantuvo y mejoró la cobertura de atención de la

población la frecuencia de consulta, controles de salud y de hospitalización y la protección general

de la población infantil”153, lo que sería un indicador, a juicio de los autores, de que en Chile la

disminución del riesgo de salud se hizo independiente de la situación económica nacional. Ante

dicha conclusión, en febrero de 1983, el doctor e historiador de la medicina Ricardo Cruz Coke,

responde vía Carta al Editor, que por el contrario, el estudio de Medina y Kaempffer falló en

considerar que, si bien la disminución de recursos (humanos y materiales) fue sólo gradual, el

aumento demográfico en Santiago no. Y es que, según señala Cruz Coke, “el análisis se torna más

151
ILLANES, M., “En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia”: Historia social de la Salud Pública, Chile
(1880-1973), Santiago de Chile, La Unión, 1993, p. 507-508.
152
MEDINA, E. y KAEMPFFER, A., “La salud en Chile, durante la década del setenta: I. Descripción de la situación”
en Revista médica de Chile, vol. 110, nº9, Santiago de Chile, 1982, pp. 903-912.
153
MEDINA, E. y KAEMPFFER, A., “La salud en Chile, durante la década del setenta: II. Un intento de
interpretación”, en Revista médica de Chile, vol. 110, nº10, Santiago de Chile, 1982, p. 1013.

65
crítico si se compara la situación hospitalaria de Santiago que ha aumentado su población en cerca

de un millón de habitantes en el decenio 1970-1980. Las camas de hospital han disminuido de

13094 en 1970 a sólo 11955 en 1980. Este déficit absoluto no ha sido compensado con un aumento

en el sector privado”154. El doctor evaluó finalmente que el sector salud se encontraba estancado e

involucionando. Agrega, como conclusión, que dichas cifras dejan claro cuál debería ser la

orientación de las políticas de Salud del Gobierno.

Detrás de esa discusión, parece útil centrarse en las problemáticas que representa la

morbilidad para la Salud Pública. Mencionamos previamente que se notó en las publicaciones de

la Revista Médica de Chile, un cambio temático de los artículos luego de la llegada del Sida, y es

que, parece ser que la aparición de una enfermedad infecciosa mortal con la consciencia de que no

existían los recursos sanitarios para combatirla, obliga a algunos médicos a reflexionar en torno a

la enfermedad infecciosa en general155, o en la situación del país frente a ésta156. De estas

publicaciones, en particular la de Ernesto Medina, se desprende que de hecho, las enfermedades

infecciosas que más preocupan son las enfermedades venéreas, que “representan otro problema de

difícil solución, dadas las características actuales de la sexualidad y la inexistencia de

procedimientos de inmunización activa”157. Y el Sida, como es sabido, es una enfermedad de

transmisión sexual. Con esto, no pretendemos decir que el Sida representase una amenaza para el

Sistema de Salud Pública, o para los médicos chilenos. Por el contrario, lo que se busca, es dejar

claro cómo el síndrome, para el gremio de médicos instó a la revisión de la enfermedad infecciosa;

154
CRUZ COKE, R., “Salud pública en Chile durante la década del ‘70”, en Revista Médica de Chile, vol. 111, nº2,
Santiago de Chile, 1983, p. 192.
155
DEL SOLAR, A., “La infección en el siglo XX”, vol. 114, nº7, Santiago de Chile, 1986, pp. 681-686.
156
MEDINA, E., et. al, “Enfermedades infecciosas en Chile: situación actual y perspectivas”, vol. 113, nº4, Santiago
de Chile, 1985, p. 369-375.
157
ÍBID, p. 374.

66
un tema que, por lo demás, durante los primeros cuatro años de la década de 1980 se le había

relegado exclusivamente a los infectólogos.

III.2. Algunas consideraciones epidemiológicas sobre VIH/SIDA

En un artículo sobre Educación Sexual estatal publicado en el libro Por la salud del cuerpo,

Catalina Labarca señala que eran dos los motivos principales por los cuales se organizó a nivel

gubernamental la difusión de información sexual entre los años 1927 y 1938: las ideas eugenésicas,

propias del contexto mundial de secularización y racionalización decimonónicas; y la emergencia

que representaban las enfermedades venéreas como la sífilis y la gonorrea. Concluye su relato

señalando que la educación sexual pierde vigencia como tópico de discusión pública una vez que

termina la Segunda Guerra Mundial, cuando las ideas eugenésicas pierden vigencia luego de la

caída del nazismo, y sobre todo con la aparición de la penicilina que redujo en su mayoría las

muertes por ETS. Según la autora, a principios de los ochenta, el Sida reactivó la discusión sobre

educación sexual158. Tal afirmación, por lo demás no fundamentada, no aplica al caso chileno

puesto que la discusión pública gubernamental sobre las formas de prevención del Sida se establece

sólo durante la década de 1990, cuando se crea la Comisión Nacional del Sida (CONASIDA).

Analizar el síndrome desde dicha perspectiva historiográfica enriquece el relato toda vez

que, utilizando la comparación establecemos aquellos elementos que son únicos ante la enfermedad

que analizamos. Bajo esa lógica, surge de inmediato la cuestión en torno al retraso de la respuesta

gubernamental. Si atendemos al trabajo de Labarca, notaremos que durante los años ’30, el Estado

justificó las campañas de Educación Sexual por considerarlas otra de las formas del proyecto

civilizador nacionalista: “la sexualidad dejó de ser entendida como un asunto privado para

158
LABARCA, C., “’Todo lo que usted necesita saber sobre enfermedades venéreas’ Las primeras campañas de
educación sexual entre 1927 y 1938” en ZARATE M. S. (comp.), Por la salud del cuerpo. Historia y políticas
sanitarias en Chile, Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2008, p. 121.

67
convertirse en un deber colectivo en beneficio de la generación y la raza nacional” 159. El interés

por educar sexualmente a la población, además de ser sanitario, era político, toda vez que los altos

índices de contagio por sífilis y gonorrea representaban un futuro malthusiano donde la enfermedad

inevitablemente vencía a la humanidad.

El caso del Sida es diametralmente distinto. Como lo señalaban los periódicos mencionados

en el Capítulo I, la enfermedad “afectaba principalmente a los homosexuales”, lo que le quitaba

toda relevancia como un problema social y colectivo. Los mismos médicos tratantes de Edmundo

–quedó demostrado en la entrevista que les realizaron los periódicos analizados– efectuaban la

distinción entre un “ellos” (homosexuales, promiscuos) y un “nosotros” (gente decente)160.

Dejando el estigma de lado, por ser materia de los capítulos anteriores, interesa recalcar que

de acuerdo a los informes epidemiológicos realizados por el Ministerio de Salud, desde su llegada

en 1984, la infección de VIH/SIDA ha sido principalmente vía sexual entre hombres, de éstos, la

gran mayoría por relaciones homobisexuales. Tal tendencia se redujo gradualmente conforme la

exposición heterosexual crecía161.

En términos de contagio nacional, las cifras anunciaban una enfermedad que avanzaba

progresivamente entre la población: si al finalizar el año ’84 se contaron sólo seis víctimas

diagnosticadas, a finales de 1987 ya se contaban más de 100. La tasa de infección, sin embargo,

avanzó lentamente (0.6% de la población en 1987162) lo que serviría para explicar, igualmente el

retardo de la respuesta gubernamental.

159
ÍBID, p. 104.
160
Véase nota 58.
161
DEPARTAMENTO DE EPIDEMIOLOGÍA, Ministerio de Salud, “Informe Nacional: evolución de la infección
por VIH/SIDA Chile 1984-2012” en Revista Chilena de Infectología, vol. 32, nº 1, 2015, p. 27.
162
ÍBID, p. 37.

68
Su propagación y las características que esta reviste (el hecho de que afecte principalmente

a homosexuales) demuestra que más allá de la ignorancia de los médicos entrevistados en el primer

capítulo, existía en Santiago espacios de socialización gay que facilitaron la propagación del virus.

III.3. El ambiente gay como espacio de socialización


De acuerdo al testimonio de los miembros fundadores de la Corporación Chilena de Prevención

del Sida, dos fueron los elementos que funcionaron como antecedentes de su organización: 1. la

existencia de espacios urbanos de socialización homosexual, que permitieron a su vez, 2. la

configuración de grupos homosexuales con una mínima organización, lo que devino, en algunos

casos específicos, en la elaboración de un discurso político.

Cabe una pequeña digresión: se entiende por espacio de socialización homosexual el lugar

físico de esparcimiento donde concurrían homosexuales asumiendo su atracción sexual:

discoteques y bares gay, por ejemplo. Esta distinción se hace sobre todo porque ha quedado claro

a lo largo de la investigación que Chile no presentaba las facilidades sociales para asumir

públicamente la homosexualidad. La posibilidad de generar lazos entre homosexuales era bastante

reducida. La aparición de estos espacios en Santiago entonces, aumenta la sociabilidad gay urbana.

Ahora bien, debe quedar claro que estos espacios no aparecen exclusivamente en la década de los

’80.

En Bandera Hueca, Víctor Hugo Robles comenta que la primera manifestación homosexual

en Chile se llevó a cabo el 22 de abril de 1973, fue organizada por un grupo de travestis que se

reunían en la Plaza de Armas de Santiago para socializar y prostituirse. La marcha, explica Robles,

se organizó por el constante abuso policial que sufría este grupo de trabajadores sexuales. No tuvo

mayor incidencia, salvo por la cobertura que el diario sensacionalista Clarín le dio al suceso. El

autor comenta que, más que informar sobre el propósito de la manifestación, el periódico en

69
realidad utilizó la noticia para mofarse de los homosexuales. De ahí que una de las conclusiones

que sostiene Robles es que ni la derecha ni la izquierda sentían particular simpatía por los

homosexuales. Fue al alero de la atmósfera de agitación que este grupo de homosexuales decide

alzar la voz. Lo interesante es que, este grupo de travestis prostitutos se conocía por haber visitado

el “mítico burdel de la más famosa reina prostibulera de Chile, Carlina Morales Padilla, la ‘Tía

Carlina’”163.

Con el Golpe de Estado, y la fuerte represión social ejercida por el Gobierno Militar, la

población homosexual retiró toda posibilidad de manifestación, incluso en clandestinidad. La

instauración de un toque de queda provocó el cierre de muchos lugares de encuentro, entre ellos el

prostíbulo de la Tía Carlina. Esto sin embargo, no significó el fin del ambiente gay. Comenta

Robles que “pasados algunos años, después del Golpe, la situación política tendió a estabilizarse,

permitiendo la reagrupación de los homosexuales, aunque tímida y secretamente”164. Bajo ese

contexto surge a fines de 1977 el grupo Betania/Integración. Uno de los fundadores, entrevistado

por Robles e identificado sólo con el nombre de Iván, recuerda haber conocido a algunos de los

miembros en la bohemia previa a la dictadura. El anonimato empleado por Robles es igualmente

utilizado por Contardo, puesto que, en su referencia a la conformación del grupo, sólo identifica a

dos miembros con nombre y apellido: el guionista Fernando Aragón, y el sacerdote holandés

Cornelio Lomers. El resto de los entrevistados por el autor, sólo fueron identificados por sus

iniciales165. Esta búsqueda por ocultar la identidad puede estar relacionada con lo que Robles

recalca sobre el movimiento: era bastante secreto; y muchos de sus miembros eran homosexuales

163
ROBLES, V.H. Op. cit., Texto disponible en http://banderahueca.blogspot.cl/2009/05/la-primera-rebelion.html
[Consultado por última vez el 28 de noviembre, 2015].
164
ÍBID. Texto disponible en http://banderahueca.blogspot.cl/2009/05/el-grupo-integracion.html [consultado por
última vez el 28 de noviembre, 2015].
165
CONTARDO, Op. cit., pp. 305-311.

70
que públicamente no lo reconocían. Los objetivos del grupo, explica Contardo, eran más bien,

terapéuticos y no políticos: se trataba de generar una instancia de comprensión, auto-aceptación y

discusión entre la problemática de la homosexualidad y las ideas cristianas. Luego de un mini-

congreso del grupo realizado en el año ’82, este perdió vigencia. Contardo explica que esto se debió

en parte a que, desde la Iglesia Católica, la ligera apertura que generó el documento titulado

“Declaraciones sobre ciertas cuestiones de ética sexual”166 del año 1975, fue totalmente repudiado

en 1986 por el Cardenal Joseph Ratzinger, y el nuevo papa Juan Pablo II, que llegó al cargo en

1978. La nueva postura de la Iglesia desgastó las bases de Integración. El movimiento desapareció

oficialmente a comienzos de 1987, luego de que uno de sus miembros fundadores fuese asesinado

a puñaladas. El miedo llevó a Fernando Aragón a quemar todo documento que los vinculara como

grupo167.

Lo cierto es que, como señala Contardo, la dictadura militar no tuvo un interés particular

sobre personas homosexuales. Salvo por casos específicos de terror (como lo que le ocurrió al

miembro de Integración, o a Mónica Briones, una de las integrantes de Ayuquelén) la represión

estatal no se hizo sentir con particular afán sobre el ambiente gay, salvo por esporádicos

allanamientos a discoteques y bares.

La década de 1980 fue crucial pues además de ser el momento cuando aparece el Sida, en

Chile comenzaron a vivirse cambios estructurales en lo económico (la liberalización y privatización

del mercado) en lo político (las jornadas de protestas), en lo cultural (una norteamericanización

mucho más marcada) y en lo social (se establecen nuevas dinámicas de socialización, y nace el

166
Que, según Contardo, representa un hito en la relación de la Iglesia con la homosexualidad toda vez que se aceptaba
que la homosexualidad era, en realidad un “instinto innato” y por lo tanto, no repudiable mientras se nieguen los “actos
homosexuales”. Cfr, CONTARDO, Op. cit., p. 308.
167
ÍBID, pp. 320-321.

71
consumidor). Dicha figura es central toda vez que, según Robles, determina el nacimiento de un

mercado homosexual168. Y es que, si por un lado se liberaliza la economía (lo que permite la

creación de locales nocturnos, y el establecimiento de una oferta de entretención), por otro, se

generan las condiciones para que una porción de la población homosexual consuma de dicho

mercado.

La conformación de un ambiente gay santiaguino comienza ya a mediados de la década del

’70, pero se establece con mayor fuerza y masificación hacia los ’80 luego de la inauguración del

Bar Burbujas en 1976, y sobre todo de la discoteque Fausto en 1979, ésta última, la primera

discoteque gay de Santiago. Explica Contardo que en esta nueva bohemia gay, la clase era algo

bastante importante, los locales aspiraban a mantener un público burgués169 y agrega que esta

lógica es la que permite el surgimiento del “hombre homosexual como cliente de un circuito de

diversión nocturno orientado específicamente al público gay […] un modelo tributario de la

subcultura gay de las grandes ciudades de Europa occidental y Estados Unidos, sólo que sin

activismo político que complementara la mera diversión con una reivindicación de derechos”170.

Ello no excluye que sea precisamente al son de “los pasos de baile”, que se entablen lazos sociales

que, a su vez, generan y motivan la organización.

III.4. El surgimiento de la Corporación Chilena de Prevención del Sida

He aquí el desenlace de la historia. La periodización cronológica de la tesina, aunque no fue

respetada del todo puesto que hemos visitado eventos de años previos y fuentes de años posteriores,

representa un intento por demarcar que entre los años 1984 y 1987 imperó una actitud, desde la

168
ROBLES, V.H. Op. cit., Texto disponible en http://banderahueca.blogspot.cl/2009/05/el-grupo-integracion.html
[consultado por última vez el 28 de noviembre, 2015].
169
CONTARDO, Op. cit., p. 333-335.
170
ÍBID, p. 338.

72
prensa, y desde la comunidad científica, que estuvo marcada por la ignorancia, el miedo y la

estigmatización hacia el Sida. Consideramos, por lo tanto, la creación de una organización por la

Prevención del Sida como un indicador de respuesta ante tales sentimientos sociales. Teniendo en

cuenta la postura que adopta la Corporación desde su constitución, se puede afirmar que el inicio

de una lucha política y pública contra el Sida fue en el año ’87.

Jaime Lorca, el actual vicepresidente de la institución, en una entrevista otorgada para esta

investigación, comenta que los inicios de la Corporación son identificables en la decisión de seis

amigos homosexuales de buscar información sobre la enfermedad171. Estos seis amigos, señala la

memoria de la institución, son Ernesto Gundlach, Francisco Arias, Gustavo Hermosilla, Jorge

Guzmán, Manuel Rubio y Sergio León172. De acuerdo con el testimonio de Lorca, la amistad de

estos sujetos surgió a propósito de compartir en espacios de diversión nocturna, eran parte, por lo

tanto, de lo que previamente definimos como ambiente gay. Por ello el interés en delimitar las

posibilidades de estos espacios de socialización. Estas mismas instancias, de hecho, son

reconocidas por la memoria de la institución, como un telón de fondo bajo el cual el arribo del Sida

se perfilaba como un problema inmediato. Ponen el acento igualmente en la “vista gorda” que el

régimen había hecho al creciente comercio sexual, no sólo asociado a la prostitución, sino que

también a la instauración de locales de topless, saunas y moteles173.

En la memoria evalúan que las noticias que publicó la prensa de la época, “una mezcla de

información científica, anécdotas y juicios homofóbicos”, era incomprensible174. De ahí que, nos

cuenta Lorca, los seis fundadores buscasen información en el extranjero mediante contactos, y

171
Entrevista a Jaime Lorca, véase Anexo 5.
172
VILLARROEL, R. (coord.) Movilización comunitaria: un modelo de prevención de la transmisión sexual del VIH
entre hombres homosexuales de Chile., Santiago de Chile, LOM, 2002, p. 84.
173
IBID, p. 81.
174
IBID, p. 82.

73
surgiera la idea de “crear un organismo en el que sean los propios hombres homosexuales los que

asuman los trabajos de prevención y cuidados de la salud175. Desde julio de 1987 comienzan a

reunirse semanalmente, lo que trajo a más personas a cooperar con la organización que primero

recibió el nombre de Corporación Chilena Contra el Sida. Las primeras iniciativas fueron la

elaboración de charlas y volantes, y la búsqueda por apoyo institucional y financiero.

La principal problemática, en un comienzo fue el financiamiento. El aumento en el número

de participantes hizo del primer centro de reuniones –la casa de Juan Carlos Silva y Pablo Navarro–

un lugar demasiado pequeño. La falta de recursos impide la posibilidad de arrendar un espacio, y

las reuniones se suspenden hasta el 28 de julio de 1988, luego de que Manuel Rubio, uno de los

fundadores, gestionara la posibilidad de apoyo de la American Friends Service Comitte, una

organización cuáquera que da a la Corporación un aporte inicial de US$2000, que se repetiría por

varios años176.

Con la instalación y el aporte económico asegurado, la Corporación desarrolla una serie de

proyectos que constaban principal y básicamente con la difusión de información sobre formas de

contagio y métodos de prevención. Habilitar una línea telefónica; realizar jornadas de reflexión;

publicar el boletín “Rescate”, entre otras cosas son algunos de los primeros logros de la

institución177.

Señala la memoria, además, que desde un comienzo se abrieron pequeños espacio para la

discusión sobre homosexualidad. Hacia 1990 y 1991, con el retorno a la democracia, la

Corporación pasa por dos de sus hitos más importantes: el primero es que se establecen bajo una

175
IBID, p. 83.
176
IBID, p. 84.
177
ÍBID, p. 86.

74
personalidad jurídica y adquieren oficialmente el nombre de Corporación Chilena de Prevención

del Sida. Ello implica comenzar a dialogar con las autoridades, en lo que explican como “una

posición de crítica y negociación”. Jaime Lorca nos explica que, será en esta época cuando las

presiones ejercidas por la Corporación, estimularon la instauración de una Comisión Nacional de

SIDA (CONASIDA)178. El segundo hito, enmarcado en la sensación de apertura, tiene que ver con

la realización de un seminario sobre derechos civiles, esto es, específicamente sobre discusión en

torno a homosexualidad. Desde aquél seminario organizado por la Corporación, crecen las ganas

de algunos miembros por trabajar exclusivamente con derechos y reivindicación homosexuales.

Marcos Ruiz, Juan Cabrera, Jorge Guzmán, Rolando Jiménez, Jorge Pantoja, entre otros,

abandonan la Corporación y crean el Movimiento de Liberación Homosexual (MOVILH)179.

La corporación, nos cuenta Jaime Lorca, se concentró en labores de Prevención del Sida

hasta el año 2000, cuando se decidió, luego de un claustro ampliado de tres días de duración, “sacar

del clóset” a la organización, y considerar en un abanico más grande de derechos de los

homosexuales, a la salud como el fundamental. Desde el año 2000 la organización adquiere el

nombre con el que se le conoce hasta la actualidad: Acción Gay.

La connotación contestataria de la Corporación, creada mediante la autogestión, manifiesta

lo planteado en un comienzo del capítulo: ante la displicencia de un sistema de Salud Pública

saturado, y la evidente presencia de dinámicas de socialización homosexual, el Sida, aunque no

fuese considerado un problema social, lo era para los homosexuales chilenos. No debe resultar

extraño, entonces, que la primera respuesta al Sida la entregase un grupo de homosexuales. Lo que

no resulta evidente a simple vista eso sí, y por eso se ha planteado como objetivo general de esta

178
Entrevista a Jaime Lorca.
179
VILLARROEL, R., Op. cit., pp. 88-89.

75
investigación, es que junto a la preocupación frente al Sida, nace (o más bien se articula) la

consciencia de comunidad homosexual con un potencial político. Tener ese elemento en mente al

momento de leer una historia del movimiento gay en Chile, o incluso el surgimiento de

movimientos contraculturales como Las Yeguas del Apocalipsis, es clave para futuras

investigaciones.

76
Conclusión

Síntesis y reflexiones finales.

El primer diagnóstico de Sida en Chile se efectuó a mediados de 1984. Las primeras declaraciones

públicas al respecto vinieron desde la comunidad científica santiaguina, y el Ministerio de Salud a

través de los medios de comunicación.

La prensa, a medida que informaba sobre el tema, manifestaba los estereotipos que se tenían

de la enfermedad, como que no representaba un peligro público, toda vez que se trataba de un mal

que afectaba principalmente a los homosexuales, con un claro propósito implícito que era la

búsqueda por la tranquilidad social. Dicho propósito fue tan determinante que muchas veces la

información era imprecisa –hubo una noticia que afirmaba que un homosexual que había recibido

un cambio de sexo se había curado de la enfermedad– o de lleno, errónea –en otra, se afirmaba que

la enfermedad no afectaba a las mujeres. Detrás de esta soltura y liviandad con la que se trataba el

tema, se vislumbra la ignorancia que primaba en torno al conocimiento relativo a la enfermedad,

además del hecho que, dado que los periódicos analizados pertenecían a empresas comerciales de

comunicación, el Sida representaba un fenómeno mediático que podía generar divisas económicas.

No parece extraño, entonces, el que frecuentemente se recurriera al sensacionalismo para abordar

los hechos noticiosos. Finalmente, una de las conclusiones que se obtienen del análisis de prensa,

es que, en su facultad de “creadora de realidad”, cooperó con la configuración de un mito en torno

al Sida –“el mito de la peste rosa”– que era creíble por su sustento en los conocimientos que la

comunidad científica manifestó.

Del cuerpo de médicos santiaguinos, fueron la Sociedad Médica de Santiago y la Sociedad

Chilena de Infectología las que realizaron los primeros trabajos investigativos en torno al Sida,

publicados en sus dos órganos de difusión: la Revista Médica de Chile y la Revista Chilena de
77
Infectología. Se evidenció, en el análisis de sus publicaciones, que en lo relativo a la investigación

sobre el síndrome en Chile, los conocimientos que el cuerpo científico elaboró eran tributarios de

la información que llegaba desde Estados Unidos. Esto conllevó a que la consideración del Sida

como una enfermedad que ponía en jaque los triunfos de la medicina hacia las patologías

infecciosas fuese una conclusión compartida por los médicos chilenos. Y es que, como se

comprobó, previo al Sida, existieron artículos que manifestaron la idea de la medicina triunfante,

que serían rebatidos, luego de 1984, por otro par de artículos enfocados específicamente a los

estragos de las enfermedades infecciosas en el país, en particular las de transmisión sexual.

Finalmente, se concluye a partir de la producción intelectual de la comunidad científica chilena

que, al momento de esbozar un perfil epidemiológico del Sida en Chile –sin las herramientas

metodológicas que ello implica180– se tornó más determinante para los médicos la realidad

norteamericana que los pocos datos que existían en el país.

Por último, en un afán por generar un acercamiento a los efectos epidemiológicos que el

Sida estaba teniendo en Chile, se consideró el último informe realizado por el Departamento de

Epidemiología sobre la enfermedad181, lo que permitió comprobar que efectivamente, desde su

aparición, la enfermedad afectó principalmente a homosexuales, aunque dicha tendencia fue

disminuyendo con los años. Se consideraron igualmente las condiciones del Sistema de Salud

Pública chileno, que, afectado por las reformas político-económicas del país, en palabras de los

médicos de la época, y de los estudios posteriores, se encontraba colapsado, por la relación entre

fondos económicos estatales, y demanda pública de salud. De ahí que no parece extraño que la

primera respuesta organizada para combatir el Sida en el país venga de un grupo de homosexuales,

180
Como por ejemplo, la falta de un examen que permitiese verificar con certeza cuántos contagiados habían en el
país.
181
Véase nota 159.

78
que mediante la autogestión entablan las bases para informar y educar sobre las formas de

prevención de la enfermedad. El origen de dicha organización no se considera coherente, sin

primero tener en cuenta que en Santiago existían espacios de socialización homosexual, que

permitían la formación de lazos sociales que representan las bases de una proto-comunidad gay no

politizada. La politización, queda demostrado finalmente, se produce al alero de las discusiones

sobre el Sida, toda vez que la enfermedad representaba un problema comunitario específicamente

para una minoría sexual.

En ese sentido, queda claro que la afección del Sida, desde un primer momento, estaba

dirigida con particularidad al grupo social homosexual, toda vez que la prensa comenzó

informándolo de esa forma; los médicos secundaban las conclusiones provenientes de Estados

Unidos; y la Salud Pública no estaba preparada para enfrentar una enfermedad de tales

características. Si en Estados Unidos, como lo menciona muy someramente Contardo 182, el

nacimiento del movimiento gay norteamericano fue al alero de los ánimos revolucionarios propios

de la década de los ’70, en Chile, surgió junto a la llegada del síndrome al país.

El objetivo de esta investigación, además de otorgarnos la posibilidad de conocer

documentadamente, a grandes rasgos qué pasaba en Chile cuando llegó el Sida, sirvió también para

comprender con mejores fundamentos y una mejor profundidad, de qué forma lo planteado por

Robles y Contardo sobre la relación entre el Sida y el actual movimiento gay, se cumple. Con todo,

sigue existiendo la convicción de que relegar a esta mortal enfermedad el papel de catalizadora

indirecta, es ignorar que ante la adversidad, estos seis amigos homosexuales se adscribieron la

difícil tarea de combatir un flagelo con la única y mejor arma que tenían: la organización.

182
Véase nota 168.

79
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85
Anexos

Anexo 1: Línea temporal elaborada por el Dr. Marcelo Wolff.

86
Fuente: WOLFF, M., “SIDA: Una travesía desde la impotente desesperanza al éxito terapéutico”,
en Revista Chilena de Infectología, vol. 32, nº1, 2015, pp. 14-15.

87
Anexo 2: Fotografía del Sarcoma de Kaposi en la espalda de Edmundo.

Fuente: Diario La Tercera de la Hora, 23 de agosto, 1984.

88
Anexo 3: Portada Diario La Tercera de la Hora, 23 de agosto de 1984.

89
Anexo 4: Portada Diario Las Últimas Noticias, 23 de agosto de 1984.

90
Anexo 5: Entrevista a Jaime Lorca, Vicepresidente de la Corporación Chilena de Prevención del
SIDA
3 de noviembre, 2015. Santiago de Chile

Mi nombre es Jaime Lorca, estoy en la institución desde hace 19 años y formo parte del directorio
de la institución, entre otras cosas.

Usted es Vicepresidente, ¿cierto?

Soy Vicepresidente, ese es mi cargo.

¿Usted tiene conocimiento de cuándo se creó la CChPS?

Si, esto parte, primero, por la inquietud de seis amigos ante la aparición del VIH en Chile. Ellos se
juntan y acuerdan, cuando empiezan a tomar test de ELISA, hacerse el test de ELISA para ver si
alguno de ellos tiene VIH y uno sale positivo. Empiezan a buscar información y al no encontrarla
empezaron a contactar cada uno a amigos que tenían fuera de Chile, y les llegaba la información
vía correo en esa época, el correo tradicional, y se juntaban los sábados para compartir lo que es
llegó. Y estos que eran seis amigos, empieza a crecer en forma constante en la medida en que van
teniendo más información. Y dado que en Chile no hay una respuesta a ello, ellos empiezan a
buscarla a través de toda esta información que reciben, y deciden formar una organización que en
un principio, sin personalidad jurídica aún, se llamaba Corporación Chilena de Lucha Contra el
Sida, y en el año 1987, a través de una organización que se llama Cuáqueros, recibieron el primer
apoyo económico para sustentar la organización y lograron obtener personalidad jurídica.

La organización Cuáqueros, ¿es también una ONG?

Es una ONG internacional que promueve, entiendo que aún existe, y apoya a organizaciones chicas
con algún aporte.

¿Sabe usted quiénes fueron los fundadores de la Organización?

A ver, entre los que recuerdo, Gustavo Hermosilla… Manuel, no recuerdo el apellido de Manuel…
Richard Villarroel entre otros. Pero eran seis amigos.

91
¿Y todos ellos, cómo se conocieron?

Los seis eran gays, se conocían de la vida. Unos fueron compañeros de colegio, otros del ambiente
gay, en lugares de carrete. Y así es como deciden organizarse, y cambian el nombre de la
organización con la adquisición de la personalidad jurídica, y ahí pasa a llamarse Corporación
Chilena de Prevención del Sida, hasta el día de hoy. Ese es su nombre oficial. Los otros nombres
como SIDACCIÓN o ACCIÓNGAY, son nombres de fantasía que hemos utilizado y que nos
permiten, a veces, ampliar la mirada a través de proyectos. Entonces, somos la primera respuesta
al VIH en Chile, antes que el Estado chileno. Porque la primera organización gubernamental
preocupada del SIDA fue CONASIDA que nace en el año ’90.

La personalidad jurídica se establece a través de un documento notarial…

Notarial y ratificado por el Ministerio de Justicia. Y al mismo tiempo da un organigrama de cómo


debe armarse la organización y entonces allí tiene que componerse por siete directores, y entre esos
siete directores se van jerarquizando las posiciones, desde Presidente hasta Director. Entonces, hay
un Presidente, un Vicepresidente, Tesorero, Pro-Tesorero, Secretario, y el resto son Directores.

Y en este documento notarial, ¿hay algún tipo de declaración de principios? ¿Una misión?

Está la primera misión de la Institución. Y el documento también estipula que se trata de una ONG,
por lo tanto, es un organismo sin fines de lucro. Los recursos que se generen deben ser por
proyectos. Postulamos a diferentes organismos. En los primeros años de la institución, el Estado
no daba ningún apoyo económico, por lo tanto lo que siempre hacíamos era postular a organismos
internacionales, como por ejemplo la Fundación Ford, la Fundación Elton John, la Fundación
Elizabeth Taylor, entre otras.

Pero respecto de la misión, ¿por qué el énfasis en la Prevención?

Porque lo que se buscaba era anticiparse al Sida, era tratar de evitar que los hombres homosexuales
adquirieran el VIH. De manera que pudiéramos mejorar la calidad de vida de ellos.

O sea que contacto con drogas de tratamiento, aún no tenían.

92
Es que no existían todavía.

¿En el año ’87?

No todavía. Con cuea’ había AZT que resultó matar más gente que el VIH. Entonces, no había
tratamiento. Las drogas llegan después, cuando la misión ha tenido algunos cambios a lo largo del
tiempo, y nosotros la fuimos adaptando. Se ha ido adaptando conforme las necesidades de la época.

A propósito de eso, ¿cuáles han sido los logros de esta institución?

Uno de los primeros logros es impulsar a que el Estado de Chile se hiciera cargo del VIH/SIDA y
lograra abrir una oficina dentro del Ministerio. Lo que es un hito histórico en Chile, porque en el
país no hay ninguna enfermedad que tenga una oficina dentro del Ministerio. El VIH tiene una
oficina dedicada exclusivamente al VIH, dentro del Ministerio. En algún momento el Gobierno de
Piñera la cerró. Michelle Bachelet la ha vuelto a abrir con un nuevo nombre, ahora se llama
PROSIDA, o sea, seguimos manteniendo eso. Ese es uno de los grandes logros. Y lo otro es lograr
llegar a Instituciones como Universidades y algunos liceos, dando talleres de prevención para evitar
la transmisión del VIH/SIDA y las ETS. Esos son nuestros logros finalmente en lo que respecta a
VIH, digamos. También, hubo momentos en los que tuvimos que acoger a las personas que vivían
con VIH, para entregarles información y aprendieran cómo vivo hoy con VIH. A mí me toca, y
debo saberlo, porque no había información. Logramos instalar en Chile, en la ley del SIDA, que
para tomarse el test de ELISA es necesaria una orientación pre y post diagnóstico. Nosotros somos
los primeros en Chile en dar ese tipo de orientación. Y cuando el test de ELISA se hace más
accesible, se hace necesaria también una orientación pertinente, por lo que la organización manda
a tres personas a Brasil a prepararse en orientación, en Chile no estaban las herramientas, las
trajimos nosotros. El Estado a fines de los noventa decide que esta institución se haga cargo de
preparar a los funcionarios de salud que iban a tomar test de ELISA para que hagan orientación.
Cosa que hasta el día de hoy no se hace.

Ustedes tienen las herramientas para preparar orientadores entonces.

Pero el Estado también las tiene, se les entregaron, se les hicieron llegar. Se preparó a la gente para
ello, y aun así no se hace orientación.

93
La organización de la que hablaba previamente, esa que desmanteló el gobierno de Piñera, ¿es la
CONASIDA?

Si, la Comisión Nacional del SIDA.

O sea que la CONASIDA nace a propósito de la CChPS.

A propósito de las exigencias que tenía esta organización. Porque estábamos, los gays,
absolutamente indefensos, no había ningún protocolo, ni nada, para atención tampoco.

¿Diría usted, entonces, que esta organización nació con algún tipo de interés político?

No, en ese momento, no había intereses políticos. Nosotros lo hicimos más bien con un interés de
lograr educar a nuestros pares para que lograran usar condón.

Entonces, un interés sanitario.

Yo diría que lo hicimos todo por amistad, más que por otra cosa. Muy comunitario.

Por eso también me interesa el nacimiento de esta organización, porque, para mí, el hecho de que
sean seis gays los que fundan la primera corporación por la prevención del Sida aquí en Chile
habla de que el Sida genera una conciencia de comunidad gay, que aquí en Chile, según tengo
entendido, no existía hasta antes del Sida de hecho.

Efectivamente es así. Antes del Sida no hubo ninguna organización que aglutinara a la población
homosexual. O que los representara de alguna manera. De hecho, la organización nace por el Sida
y para el Sida, y luego, a partir de eso, los homosexuales comienzan a llegar en masa. Estos seis
amigos que parten con la idea a fines del ’84, habían reunido ya a noventa personas para el año ’87
todos los sábados a conversar sobre el tema. Pero también empieza la idea de que hay que ver el
problema del Sida desde una mirada más homosexual. Pero la Corporación lo veía más bien sólo
como un problema de Salud. No estábamos trabajando en derechos todavía. Nosotros salimos del
clóset el año 2000. Ese año decidimos pararnos ante la sociedad como una organización
homosexual. Antes de eso no. Entonces, ¿qué pasó? Que dentro de la institución había gente que
venían por el tema VIH, estaban aquí por eso, y sin embargo querían trabajar en derechos, y las

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discusiones en las reuniones comenzaron a agrandarse, fueron cada vez más fuertes, más potentes,
que al final terminó separándose la organización. De esa separación nace el MOVILH. Pero la
Corporación hasta el 2000, trabaja sólo con temas relativos a Salud. El resto, los que se salieron,
es porque quisieron trabajar en derechos de la población homosexual. Para el año 2000, luego de
un claustro ampliado que duró tres días, se tomó la decisión de salir del clóset, y nuestra postura
pasa a ser pro-derechos de los homosexuales, dentro de los cuales, uno de ellos es la salud. Por lo
tanto, el tema de la prevención del Sida, de ser prioritario, pasa a un lugar secundario, pasa a ser
un programa más dentro de la Corporación.

Entonces el SIDA creó cierta conciencia de comunidad gay.

No sé si conciencia, pero dio fuerza a personas que tenían la idea de hacerlo de esa manera, y de
luchar por sus derechos. Como estaban aglutinados por un tema que les era común, el otro tema
era más común aún, por lo tanto hay algunos que se interesan más en ello y menos en el SIDA y
deciden trabajar en derecho, y eso hace que agarren fuerza y se mantengan vigentes hasta hoy.

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