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ED - 5048
NOMBRE DEL PROFESOR TITULAR: Dra. Katerina Gallardo
TITULO DEL LIBRO: Motivación y emoción
TITULO DEL CAPÍTULO: Capítulo 5: Motivación extrínseca
AUTOR/EDITOR: Reeve, J.
EDITORIAL: McGraw-Hill
EDICIÓN: 1 a.
NÚMERO DE ISSN/ISBN: 84-481-1825-1
FECHA DE PUBLICACIÓN: 1994 Madrid
PÁGINAS: 99 - 128
PÁGINAS: 30
Motivación extrínseca
Material reproducido por fines académicos, prohibida su reproducción sin la autorización de los titulares de los derechos.
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Cada año, medio millón de americanos sufren heridas a consecuencia de los accidentes
de automóvil. Muchos de estos accidentes serán mortales pero se pueden tomar medi-
das de protección como puede ser el uso del cinturón de seguridad. A pesar de los datos
que apuntan a que los cinturones de seguridad salvan vidas, sólo un 15 % de los con-
ductores hacen uso de él.
Para hacer frente a esa apatía, las campañas de seguridad nacionales animan a los
conductores a usar el cinturón de seguridad sin muchos resultados. En un estudio se en-
contró que el uso del cinturón de seguridad pasó de un 17,1 % a un 17,2 % tras una
campaña de publicidad difundida por muchos medios (Robertson et al., 1974). En lugar
de las campañas de publicidad, los investigadores han hecho uso de otro método de
persuasión para hacer que la gente utilice el cinturón de seguridad. Este método con-
siste básicamente en ofrecer jugosos incentivos extrínsecos a los conductores que usan
el cinturón de seguridad (Elman y Kilebrew, 1978, Geller, Casali y Johnson, 1980;
Rudd y Geller, 1985). La lógica subyacente de estos programas es que si la gente no
hace uso del cinturón de seguridad de forma voluntaria entonces quizás lo que hace fal-
ta es ofrecerles un atractivo incentivo para que si lo hagan.
Un ejemplo sería el programa puesto a prueba en la universidad de Virginia bajo el
nombre de «la lotería del cinturón de seguridad» (Rudd y Geller, 1985). Para hacer pu-
blicidad de la lotería, se colgaron posters cómo el que muestra la Figura 5.1 en las aulas,
las salas de conferencia y en los tablones de anuncios. También se anunció la lotería del
cinturón de seguridad por la radio. La lotería consistía en que los policías del campus
universitario apuntaran las matrículas de todos los conductores que llevaran cinturón
de seguridad. A continuación las matrículas entraban en un sorteo de hasta diez pre-
mios semanales (por valor de entre $20 y $450). Para poder ganar estos premios, los
conductores tenían que hacer uso del cinturón de seguridad.
En el tiempo que duró la lotería, el uso de los cinturones de seguridad aumentó de
un 16,6 % a un 25,8 %. Según estos resultados el programa fue un éxito, especialmente
si se tiene en cuenta que hubo personas que no usaban el cinturón de seguridad que sí
lo hicieron durante el programa. Por otra parte el programa de incentivos fue un fra-
caso en la medida en que tres cuartas partes de los conductores no se pusieron los cin-
turones de seguridad.
Premiar la conducta obediente con incentivos atractivos es sólo un aspecto de la
motivación extrínseca. Otra estrategia sería el uso de los estímulos aversivos. Así como
las personas realizan conductas para obtener un estímulo atractivo también realizan
conductas para evitar o alejarse de los estímulos aversivos. En cuanto al uso del cintu-
rón de seguridad, el estímulo aversivo que se suele utilizar es una alarma desagradable,
una luz de aviso o un sistema de bloqueo de seguridad (Geller et al., 1985). Casi todos
los automóviles fabricados después de 1984 incorporan una alarma de sonido desagra-
dable que sólo se apaga cuando el conductor se pone el cinturón de seguridad. El po-
nerse el cinturón hace que desaparezca el sonido mientras que si no se pone el cinturón
el sonido continúa. Por lo tanto, la gente se pone el cinturón no para salvar sus vidas
sino para evitar el sonido desagradable de la alarma.
Sin embargo, es posible desconectar este sistema de aviso manipulando un cable o
dos por lo que Geller y colaboradores compararon el uso del cinturón de los conduc-
tores con sistemas de aviso íntegros y los conductores con los sistemas de aviso desco-
nectados (por ejemplo, alarmas, luces y sistemas de bloqueo) para evaluar la efectivi-
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dad de los estímulos aversivos a la hora de fomentar el uso del cinturón de seguridad.
En los conductores con los sistemas desconectados (grupo de control) el uso del cintu-
rón estaba a la altura de la media nacional de un 16 % aproximadamente mientras que
en los conductores con los sistemas íntegros (grupo de estímulo aversivo) el uso del cin-
turón de seguridad era de un 40 % con la luz de aviso, el 100 % con el alarma y el
100 % con el sistema de bloqueo de seguridad. Los resultados indican que los conduc-
tores llevan el cinturón de seguridad si hay un fuerte incentivo para hacerlo.
Este capítulo sigue la línea de estos estudios sobre el uso del cinturón de seguridad
porque hace énfasis en las fuentes de motivación extrínseca y cómo incrementan las
conductas deseables y reducen las conductas indeseables. En el capítulo anterior las
personas bebían y comían por razones fisiológicas. Se daba la conducta y se buscaban
las causas en la fisiología. Sin embargo, proponer que una persona bebe porque nece-
sita agua no es explicación suficiente. También se bebe por razones sociales, debido a
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las campañas de publicidad o porque los demás lo están haciendo. Según B. F. Skinner,
para realizar un análisis completo de la conducta hace falta hacer un sobreseimiento
teórico de las causas internas (por ejemplo, necesidades, pulsiones) y hacer un detalla-
do análisis de las consecuencias ambientales de una conducta en concreto.
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CONDICIONAMIENTO CLASICO
La Tabla 5.1 lista unos 12 objetos ambientales que resultan biológicamente atractivos o
no atractivos, tales como la comida, el ruido fuerte y los alérgenos (bajo la cabecera de
Sistema digestivo
comida salivación
comida en mal estado náuseas, vómitos
objeto en el esófago vómitos
Sistema reproductivo
estimulación de los genitales lubricación vaginal
erección del pene
orgasmo
estimulación del pezón segregación de leche (en mujeres lactantes)
Sistema circulatorio
temperaturas altas sudoración, ruborización
ruido fuerte y repentino palidecimiento, aceleración cardíaca
Sistema respiratorio
irritación en la nariz estornudo
obstrucción del esófago tos
alérgenos ataque de asma
Sistema muscular
temperaturas bajas tiritón
golpes, descargas, quemaduras retirada
golpe en el tendón patelar reflejo rotular
luz en el ojo constricción pupilar
estímulos nuevos orientación reflexiva
Reflejos infantiles
acariciar la mejilla giro de la cabeza
objeto toca boca succión
alimento en boca deglución
objeto en mano prensión
sostenido verticalmente con los pies en el suelo caminar
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Según la teoría actual del condicionamiento clásico, el concepto de que un estímulo pudiera adquirir la
habilidad de elicitar una respuesta asociada a un segundo estímulo es «enteramente errónea» (Rescorla,
1988). Más bien, la teoría del condicionamiento clásico aboga por poner énfasis en el complejo aprendizaje
de las muchas relaciones entre estímulos.
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Adquisición
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Aplicaciones
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cada cinco segundos. Transcurridos los 60 segundos se abría la puerta y el animal es-
capaba al compartimiento negro donde no se producían descargas. En las primeras diez
pruebas el animal era situado en el compartimiento blanco con la descarga funcionan-
do y la puerta entre los compartimientos abierta. En las últimas cinco pruebas (11.15)
el animal era situado en el compartimiento blanco pero sin que activara la descarga
eléctrica. Aún cuando no se producía la descarga (pruebas 11-15), el animal corría rá-
pidamente del compartimiento blanco al compartimiento negro. Tal como indicaba su
conducta evitativa, el animal adquirió temor al compartimiento blanco. El comparti-
miento blanco, que al inicio era un EN pasó a adquirir un valor de incentivo negativo
(EC) que llegó a elicitar emoción evitativa (miedo) y respuestas de escape (CR).
Las personas también aprenden respuestas de miedo. Se les tiene miedo a los pe-
rros, los exámenes, las alturas, a hablar en público y a muchos otros estímulos. Cual-
quier estímulo que se asocie con el dolor físico o psicológico puede elicitar una res-
puesta de miedo. Un ejemplo puede ser la consulta del dentista. Los aparatos del
dentista pueden tocar un nervio y producir dolor por lo que el sonido de los aparatos,
la cara del dentista o la sola idea de tener que ir a la consulta puede ser un estímulo in-
ductor de miedo. Mediante el condicionamiento clásico el sólo sonido del taladro o la
imagen del dentista puede hacer que la persona sienta miedo.
Cuando la reacción emocional a un aversivo es más generalizada, se siente ansiedad
difusa y no un miedo específico. La ansiedad condiciona casi de la misma manera que
el miedo. Un ejemplo podría ser la película «Tiburón». En esta película el tema musical
suena cada vez que ataca el tiburón hasta que al final de la película la sola presencia de
la música es capaz de hacer que el público sienta ansiedad. La música es el EC que anti-
cipa que va a pasar «algo malo» ya que cada vez que suena esa música ocurre algo malo.
Las personas adquieren ansiedad no sólo ante las películas de terror sino también ante
la conducción, las citas, el atletismo, la natación y muchas otras experiencias.
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ruido suave con la inclinación horizontal de la cabeza, la presión sanguínea de los vo-
luntarios bajo con sólo oír el sonido suave.
CONDICIONAMIENTO OPERANTE
Así como Pavlov fue el pionero del estudio del condicionamiento clásico, Edward Lee
Thorndike estableció las bases del condicionamiento operante. Thorndike (1898) in-
troducía animales, generalmente gatos dentro de cajas de de madera y colocaba un tro-
zo de apetitoso pescado fuera. Las cajas tenían una puerta y un pestillo de cuerda me-
diante el que, si se tiraba, podía abrir la puerta. Después de introducir el gato en la caja
y llenar el plato de pescado Thorndike se limitaba a observar su comportamiento.
Al principio, los gatos producían una serie de respuestas estereotipadas como andar
en círculos, refregarse contra las paredes, oler el pescado e intentar introducir las patas
por las ranuras de las paredes. Finalmente, una de estas conductas accionaba el pestillo
accidentalmente y se abría la puerta. En ese momento el gato salía y comía. Cuando se
le volvía a poner en la caja y se le volvía a llenar el plato, el gato mostraba conductas
dirigidas hacia una meta (por ejemplo, tocar las paredes con la pata) y ya no se com-
portaba de manera estereotipada. Con el tiempo, los gatos realizaban la conducta ne-
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cesaría para salir de la caja más rápidamente. Después de llenar el plato 40 veces apro-
ximadamente, los gatos de Thorndike escapaban y accedían al pescado en 20 segundos
cada vez.
Thorndike observó cómo la conducta de los gatos pasaba de acciones estereotipa-
das a una serie de actos estratégicos. El tocar la pared con la pata se convirtió en una
conducta muy probable, el refregarse contra la pared se convirtió en una conducta mo-
deradamente probable (porque a veces accionaba el pestillo) y el caminar en círculos se
convirtió en una conducta improbable (porque nunca accionaba la palanca). Thorndike
llegó a la conclusión de que las consecuencias de cada acción determinaban sus posi-
bilidades de expresión. Las conductas que tenían consecuencias positivas (por ejemplo,
comida) eran más probables mientras que las conductas que tenían consecuencias ne-
gativas (por ejemplo, confinamiento eran menos probables. Esta observación se cono-
ce actualmente como la ley de efecto de Thorndike. Una manera de resumir la ley de
efecto de Thorndike es que las consecuencias tanto positivas como negativas (premios
y castigos) influyen en la conducta posterior.
Las señales ambientales (incentivos) tienen una segunda y muy importante influen-
cia sobre la conducta. Para expresar cómo se unen las recompensas, los castigos y los in-
centivos para influenciar la conducta, los exponentes del condicionamiento operante
ofrecen la siguiente conceptualization de la conducta:
En el modelo que aparece arriba, S quiere decir «señal ambiental», R «respuesta con-
ductual» y C «consecuencia». La flecha que une la R con la C indica que la respuesta
conductual tiene consecuencias determinadas. Los dos puntos entre S: R señalan que la
señal ambiental «prepara el terreno» (pero no causa) de la respuesta conductual (Bald-
win y Baldwin, 1986). El que una persona tenga la atención de un grupo de gente no
hace que cuente chistes pero el público sí sirve como señal situacional que prepara el
terreno para la conducta de contar chistes.
Una señal ambiental (o incentivo) no causa el comportamiento en sí sino que incide
en las probabilidades de que se dé una respuesta. El incentivo indica la probabilidad de
que una conducta produzca o no produzca las consecuencias de recompensa o castigo.
El público del teatro, por ejemplo, no le causa ansiedad al actor veterano porque ha
aprendido que las consecuencias aversivas (por ejemplo, ridículo, rechazo) suelen ser
las consecuencias de un pobre rendimiento ante el público del teatro. Por lo tanto, la
gente aprende que hay incentivos que indican que se pueden dar consecuencias positi-
vas por lo que preparan el terreno para que se den conductas de aproximación. Del
mismo modo aprenden que hay otros incentivos que señalan que son probables las con-
secuencias aversivas, por lo que se han de dar conductas de evitación.
La capacidad de distinguir entre las consecuencias positivas de una señal situacional
y las consecuencias negativas de otra es una cuestión de aprendizaje discriminativo me-
diante condicionamiento operante. Baldwin y Baldwin (1986) ponen el ejemplo de una
vecina nueva que compra frutas y verduras en dos tiendas del vecindario. A falta de ex-
periencia, la nueva vecina no sabe qué tienda produce consecuencias positivas (fruta
fresca, buen servicio, descuentos) ni qué tienda tiene peor servicio. Al principio visita
cada tienda sin criterio, cambiando entre la tienda X y la tienda Y con frecuencia. La
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Consecuencias: tipos de refuerzos
Las conductas pueden tener cuatro consecuencias posibles —refuerzo positivo, refuer
zo negativo, castigo y no-refuerzo. El refuerzo positivo y negativo son consecuencia:
que sirven para aumentar las conductas mientras que el castigo y el no-refuerzo sor
consecuencias que funcionan para reducir la conducta.
Refuerzo positivo. Un refuerzo positivo es cualquier estímulo que, cuando está pre
senté, aumenta las probabilidades de que se dé una conducta. Si el darle un premio a ur
Figura 5.2. Registro acumulativo del número total de visitas efectuadas por una persona a
las tiendas X e Y.
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niño por participar en una competición atlética aumenta la participación del niño en
este tipo de eventos, entonces el premio es un refuerzo positivo. Lo mismo ocurrirá si
al sonreír a los comentarios hechos por un extraño tu sonrisa hace que el extraño con-
verse más. Un ejemplo del efecto facilitador del refuerzo positivo sobre la conducta
viene de un estudio (Crowell, Anderson, Abel y Sergio, 1987) sobre la conducta de ca-
jeros de banco donde se observó que 11 de las conductas que mostraban eran deseables
y dignas de ser incrementadas. Estas once conductas eran las siguientes:
En la primera fase del experimento, los jefes simplemente les pedían a los cajeros que
realizaran cada una de estas conductas mientras que en la segunda fase les reforzaban
positivamente (mediante elogios verbales) cuando realizaban cada conducta. Los re-
sultados que comparaban la conducta de los cajeros antes de recibir refuerzo positivo y
su conducta después de recibir refuerzo positivo mostraron que los cajeros realizaron
las conductas más a menudo cuando se les elogiaba.
Refuerzo negativo. Un refuerzo negativo es cualquier estímulo que, una vez termi-
nado, aumenta la probabilidad de que se produzca una conducta. Los refuerzos nega-
tivos aumentan la conducta igual que los refuerzos positivos pero a diferencia de los re-
fuerzos positivos, son básicamente aversivos. Cuando suena la alarma del despertador
por las mañanas, hay un estímulo aversivo. El cese del sonido del alarma será negati-
vamente reforzante si aumenta la probabilidad de que la persona que duerme salga de
la cama. Del mismo modo se puede afirmar que la medicina que quita el dolor del ca-
beza es un refuerzo negativo. El incentivo por tomar la medicina es poder librarse del
estímulo aversivo, es decir, el dolor de cabeza.
La reducción o eliminación de una estimulación aversiva produce conductas de
«huida» mientras que la prevención de la estimulación aversiva produce conductas de
«evitación» (Iwata, 1987). Por lo tanto, mientras que los refuerzos positivos aumentan
la conducta, los refuerzos negativos aumentan la conducta de huida o de evitación. Por
ejemplo, para parar o reducir la estimulación aversiva, las personas huyen del sonido
irritante de la alarma del despertador saliendo de la cama, de la alarma del coche po-
niéndose el cinturón de seguridad y del niño que no para de llorar saliendo de la habi-
tación. Para prevenir la estimulación aversiva y conseguir que no aparezca, las personas
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salen de la cama antes de que suene el alarma, se ponen el cinturón de seguridad antes
de arrancar el coche y se mantienen alejados del niño para así no oír como llora.
Un excelente ejemplo del uso del refuerzo negativo en conductas de huida y evita-
ción es la colocación de una faja postural (Arzin, Rubin, O'Brien, Aylon y Roll, 1968).
La faja de hombros automática está diseñada para evitar las posturas encorvadas. Emi-
te un tono de 55db cada vez que la persona deja caer los hombros (Figura 5.3). Para es-
capar del tono, la persona que lo lleva puesto ha de cambiar de postura si quiere dejar
de oirlo. El cese del ruido sirve de refuerzo negativo de la conducta de echar los hom-
UNIDAD COLLAR
SEÑALIZADORA DE TELA
CORREA
DE HOMBRC
DE TE LA
ALAMBRE
COLLAR
DE TELA
INTERRUPTOR
CORDÓN
ELÁSTICO
CORREA
ALAMBRE DE HOMBRO
DE TE LA
Figura 5.3. Vista delantera y trasera de una persona llevando el aparato corrector de postura.
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bros para atrás. Para dejar de oír el tono, la persona que lleva la faja debe mantener la
postura correcta. El deseo de no volver a oír el ruido refuerza negativamente la con-
ducta evitativa de tener los hombros echados hacia atrás. Para todos los 25 adultos que
participaron en el estudio utilizando este tipo de faja hubo una mejora significativa en
la postura
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Valencia de la consecuencia
Consecuencia
de la
conducta Consecuencia positiva Consecuencia aversiva
Presentado:
Dado a la
persona
Retirado:
Quitado a la
persona
calificarse de inútil, la extinción implica ignorar la conducta (no reforzándola). Las con-
ductas de llorar, ladrar, quejarse y autocriticarse son frecuentes debido a un historial de
refuerzos positivos (en forma de aprobación, atención, o compasión). La base de la ex-
tinción está en asegurarse de no seguir la respuesta de un refuerzo negativo (en forma
de aprobación, atención o compasión).
El entorno físico puede ignorar la conducta de uno y llevar a la extinción en el caso
de la radio que en su día tocaba música y ya no suena, la máquina de refrescos que ser-
vía bebidas y ya no funciona y el coche que arrancaba y ya no marcha. Estos son tres
casos de falta de respuesta del entorno en que las conductas de la persona de intentar
encender la radio, insertar monedas y conducir el coche hasta el trabajo sufren una ex-
tinción gradual.
¿Qué es un reforzador?
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Figura 5.5. Porcentaje de tiempo durante el que un niño hizo uso de un aparato de ortodon-
cia.
o 6) la oportunidad de realizar una conducta muy frecuentemente (por ejemplo, obtener el permiso para ver
la televisión aumenta la intención de limpiar el propio cuarto; Premack, 1959).
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diata de cincuenta pesetas cada vez que el niño se ponía el aparato. La colocación del
aparato ascendió a casi un 100 %.
Este estudio indica dos consideraciones muy importantes sobre la naturaleza de los
reforzadores. Primero, los reforzadores varían mucho la cuestión de calidad. Los duros
funcionan mejor que los elogios, lo que sugiere que el niño encontraba que los duros
eran objetos ambientales más atractivos que los elogios. Segundo, la rapidez con la que
se aplica un reforzador determina su efectividad. Los duros eran más efectivos cuando
se daban inmediatamente que cuando se daban al final de mes.
Además de la calidad e inmediatez del reforzador, hay cuatro aspectos más que me-
recen comentario. Primero, puede que un reforzador funcione para una persona pero
no para otra lo que sugiere que el grado de acoplamiento persona-reforzador es más
importante que cualquier aspecto del reforzador en sí (Pervin, 1969). La atención y los
caramelos pueden ser efectivos con los niños (pero no con adultos) mientras que la se-
guridad laboral y el status social puede ser efectivo con los adultos (pero no con los ni-
ños). Segundo, el mismo reforzador puede funcionar en un momento dado para una
persona en ese momento pero no en otro. Una taza de café puede funcionar al empezar
el día pero no más adelante. Tercero, los reforzadores varían en su intensidad. El di-
nero suele ser un buen reforzador pero el dinero viene en forma de pesetas, duros, mo-
nedas de cien o billetes de mil. Asimismo, las multas de tráfico pueden ser de 2.000 o de
50.000 pesetas. Finalmente lo que unos (padres, cónyuges y terapeutas) esperan que
funcione como reforzador no siempre se corresponde con la idea que tienen los que re-
ciben de los refuerzos (por ejemplo, hijos, esposo, clientes) de lo que es un reforzador.
(Green y cois., 1988). Por ejemplo, un padre le puede dar un fuerte abrazo a su hijo con
la idea que el niño valora los abrazos mientras que quizás lo que el niño quiera real-
mente sea una natilla de chocolate. Por lo tanto, hay que tener en cuenta seis factores
en cuanto a la efectividad que pueda tener un reforzador positivo: 1) la calidad, 2) la ra-
pidez de presentación, 3) el ajuste persona-refuerzo, 4) el estado de la persona, 5) la in-
tensidad y 6) la reacción personal del recipiente ante el refuerzo.
APLICACIONES
El condicionamiento operante se aplica a la conducta cotidiana mediante la asociación
de la conducta del individuo con objetos ambientales atractivos o no-atractivos. De los
estímulos atractivos y no atractivos se derivan las recompensas, los castigos y los incen-
tivos que animan o disuaden al individuo a la hora de realizar una conducta específica.
Esta sección presenta la aplicación del condicionamiento operante en dos partes distin-
tas: técnicas que aumentan las conductas deseables y las técnicas que reducen conduc-
tas no deseables. Las tres técnicas que aumentan las conductas deseables son: las eco-
nomías de fichas, modelamiento y modelaje. Por otra parte las cuatro técnicas
presentadas que reducen la conducta no deseable son: castigo, refuerzo selectivo, li-
mitación y distracción.
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pueda disfrutar de la atención, las sonrisas, el afecto, etcétera, que al fin y al cabo cons-
tituyen recompensas naturales que se siguen dando aun después de retirar las fichas.
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corrige. Este procedimiento se ha usado para enseñar habilidades de interacción verbal
a niños autistas (niños con graves dificultades verbales y de lenguaje) (Charlop y Mils-
tein, 1989). Niños autistas observaron vídeos de parejas de adultos hablando. A medida
que los adultos conversaban en este caso sobre los juguetes, los niños modelaron la ha-
bilidades de conversación turnándose antes de hablar. Después de visualizar los vídeos
el terapeuta/interlocutor sostenía un juguete mientras intentaba que el niño participara
en una conversación, haciéndole una pregunta sobre el juguete y esperando una res-
puesta durante 10 segundos. A continuación el interlocutor decía otra frase (ensayada).
Cuando el niño completaba una conversación entera (de tres frases) recibe una alaban-
za (¡bien!) y una recompensa alimenticia atractiva. Seguimientos hechos meses más
tarde mostraron que el niño mantenía las habilidades de interacción verbal mucho des-
pués de finalizado el estudio (Charlop y Milstein).
También se ha usado el modelaje con otros niños para enseñar a niños autistas el
volumen de voz apropiada (Coleman y Stedman, 1974), para enseñar a adolescentes las
habilidades necesarias para comprar en una tienda (Haring, Kenny, Adamas y Pitts-
Conway, 1987), para enseñar cómo usar el cepillo de dientes (Foche, McCubbrey y
Munn, 1982), para enseñar habilidades en hacer preguntas en clase en alumnos de se-
cundaria (Knapczyck, 1989) y enseñar defensa personal a niños pequeños (Foche et al.,
1988). En este último estudio, los investigadores hicieron que un desconocido (miem-
bro del equipo de investigación) esperara al niño al salir éste del colegio y que le inten-
tara convencer de que se fuera con él. Muy pocos de los niños que presenciaron el mo-
delamiento de las habilidades de auto-defensa se fueron con el desconocido mientras
que tres cuartos de los niños que no vieron el modelamiento de estas habilidades sí
aceptaron la invitación.
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120 Motivación y emoción
El castigo como terapia aversiva. El castigo como terapia aversiva incluye la pre-
sentación de algún estímulo aversivo y hasta doloroso que coincida con la presentación
de la conducta no deseada que se desee cambiar. Goorney (1968) empleó la terapia
aversiva con un ludópata aficionado a las carreras de caballo. Para empezar, Goorney
identificó una serie de conductas no deseadas que se quería eliminar como: comprar y
leer un formulario de la carrera, hacer una apuesta por teléfono, escuchar los resulta-
dos de la carrera por la radio, ver la carrera por la televisión. Para reducir estos com-
portamientos, el paciente recibía una descarga eléctrica de 35 voltios durante 1-2 se-
gundos en la parte superior del brazo cada vez que realizaba cualquiera de estas
conductas. Con el tiempo, el ludópata perdió el deseo de comprar y leer el formulario
de carreras, escuchar la radio y ver las carreras por televisión. Sin embargo, la terapia
aversiva tiene sus críticos que señalan que muchas veces el procedimiento fracasa, ade-
más de ser éticamente dudoso. Afortunadamente éste fue un debate ganado por los crí-
ticos y hoy en día rara vez se hace uso de este tipo de terapia. Como respuesta a estas
críticas surgieron otros métodos para reducir la conducta no deseada.
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tegia la compañía impuso una tarifa de 40 pesetas (un coste de respuesta) por cada pe-
tición de información local que se hacía. La frecuencia de este tipo de peticiones bajó
de unos 60.000 al día a unos 20.000 diarios como resultado de la aplicación del coste de
respuesta.
El castigo como retirada del refuerzo positivo. El castigo como retirada del re-
fuerzo positivo queda ilustrado en el caso de una niña de cinco años que tardaba mu-
chísimo antes de empezar a vestirse cada mañana (Hall, Axelrod, Tyler, Grief, Jones y
Robertson, 1972). La madre de la niña le dejaba la ropa, los calcetines y los zapatos lis-
tos cada noche pero la niña seguía con sus dilaciones eternas. Los investigadores usaron
la retirada del tiempo que la niña se pasaba delante del televisor como la consecuencia
en el caso de que la niña no se vistiera a los 30 minutos de levantarse de la cama. En la
primera fase del experimento (o línea de base), a la niña no le era retirado tiempo de-
lante del televisor por sus dilaciones. Tal como muestra la Figura 5.6, ¡la niña tardaba
una media de 3 horas y 10 minutos en arreglarse cada día! Empezando el día 19, la ma-
dre comenzó a aplicar el criterio de la media hora y la amenaza de retirar el tiempo pa-
sado frente al televisor. Con la aplicación del castigo, el tiempo en que la hija tardaba
en vestirse descendió hasta llegar a los 23 minutos, tal como muestra la Figura 5.6. Du-
rante una semana, la madre levantó el castigo y el tiempo que tardaba en vestirse la hija
Figura 5.6. Tiempo invertido por una niña de cinco años en vestirse.
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1. Inmediatez.
El castigo debe aplicarse inmediatamente después de la respuesta no deseada.
2. Intensidad.
El castigo debe ser lo suficientemente intenso como para captar la atención del castigado.
3. Consistencia.
Un castigo debe darse cada vez que se produce la respuesta no deseada.
4. Respuesta alternativa.
Debe haber una respuesta alternativa disponible que debe ser reforzada.
llegó a ser de 1 hora y 26 minutos. Finalmente, durante la última semana del estudio la
madre volvió a aplicar el castigo y el tiempo que la hija tardaba en vestirse descendió
hasta alcanzar una media de 20 minutos.
Condiciones para el uso efectivo del castigo. Muchas veces el castigo no consigue
suprimir las conductas no deseadas. De hecho, muchos criminales siguen con sus acti-
vidades delictivas. Una de las razones por las que el castigo fracasa con frecuencia es
que el refuerzo positivo mantiene las conductas castigadas. La persona que roba en las
tiendas habitualmente pero sólo es detenida a veces recibe reforzadores positivos (bie-
nes de las tiendas) además de castigos (condenas de un mes). El castigo tiene poca in-
cidencia sobre la conducta si esa misma conducta también se refuerza (Azrin, 1960).
Por lo tanto, la primera condición para que un castigo sea efectivo es la retirada de to-
das las consecuencias positivas que tiene la conducta.
En el caso de poder retirar e identificar todos los refuerzos positivos de una con-
ducta tampoco se podría garantizar la efectividad del castigo. Debido a lo mucho que
fracasa, se han realizado muchos estudios para identificar los factores que inciden en la
efectividad del castigo (Epstein, 1985; Balsam y Bondy, 1983, 1983; Favell, 1977). La
Tabla 5.4 hace una síntesis de los resultados de estas investigaciones —las condiciones
para el uso efectivo del castigo.
Para que el castigo sea efectivo debe aplicarse inmediatamente después de produ-
cirse la conducta no deseada. Cuanto más corto sea el intervalo entre la manifestación
de la conducta y la aplicación del castigo mayor será la probabilidad de que el castigo
suprima la conducta3. El castigo también debe ser lo suficientemente intenso para cap-
tar la atención de la persona castigada pero sin perder de vista consideraciones de tipo
humanitario. El conductor que recibe un aviso y no una multa por exceso de velocidad
tiene altas probabilidades de ignorar el aviso y seguir conduciendo demasiado rápido
ya que el exceso de velocidad tiene consecuencias negativas mínimas (un aviso). El cas-
tigo también debe darse siempre que aparezca la conducta no deseada. Si el castigo se
da sólo a veces (por ejemplo, castigo intermitente), entonces la persona percibe el cas-
tigo como una consecuencia probable pero no definitiva de la conducta no deseada.
Hay muchos criminales, por ejemplo, que tienen plena conciencia de las consecuencias
de sus crímenes pero dudan a menudo de que estas consecuencias se apliquen. Por úl-
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Motivación extrínseca 123
timo, tiene que haber una alternativa a la respuesta castigada. Considerad la persona
que come demasiado (o fuma o se pone agresiva o se coge una rabieta) cada vez que se
siente ansioso. Si se castiga el comer demasiado, la persona seguirá comiendo en la me-
dida en que no encuentra otra forma de reducir la ansiedad. Por eso, si a la persona se
le castiga por comer demasiado, deberá disponer de una respuesta alternativa como
por ejemplo la relajación o el ejercicio para así reducir las sensaciones de ansiedad.
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124 Motivación y emoción
Alternativas al castigo
Skinner (1953) señala que la búsqueda de alternativas al castigo es un indicio de civili-
zación. El caso es que existen maneras más positivas y civilizadas de reducir la conducta
no deseada. Como respuesta a lo dicho por Skinner se han propuesto y probado al me-
nos 15 alternativas al castigo (Epstein, 1985). Una alternativa sería la extinción, de la
que se ha hablado anteriormente. Pero mientras que la extinción no tiene efectos se-
cundarios negativos no es tan efectiva como el castigo (Johnson, McGlynn Y Topping,
1973). A continuación se exponen las alternativas más exitosas y populares al castigo:
el refuerzo selectivo, la limitación y la distracción.
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Motivación extrínseca 125
Figura 1. Porcentaje de ensayos en los que el Figura 2. Porcentaje de ensayos en los que el
niño mostró conductas no deseadas antes y niño mostró respuestas correctas (círculos ne-
después de la administración de recompensas gros) y conducta de levantarse del asiento (cír-
seleccionadas por el niño. culos blancos) antes y después de la adminis-
tración de recompensas seleccionadas por el
niño.
Figura 5.8. Efectos del RDI sobre conductas deseadas y no deseadas en clase.
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126 Motivación y emoción
Una última nota. Una de las conclusiones que se puede sacar de estas investigacio-
nes es que el refuerzo positivo es más efectivo y más deseable que el castigo como agen-
te de cambio de la conducta. Según esto sería de esperar que las personas hicieran ma-
yor uso del refuerzo positivo que del castigo, pero desgraciadamente este no es el caso.
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Motivación extrínseca 127
Una precaución. Si se puede derivar una conclusión firme de la aplicación del con-
dicionamiento operante sería esta: que un enfoque positivo y compensatorio es más
efectivo que un enfoque negativo y castigador. Sin embargo, el uso de las consecuen-
cias negativas para eliminar conductas no deseadas tiene algunos méritos. De hecho,
los efectos favorables de las consecuencias positivas podrían deberse a su interacción
con las consecuencias negativas (Pfiffner y O'Leary, 1987). La administración sostenida
de reforzadores positivos puede perder su efectividad con el tiempo si estas consecuen-
cias se vuelven rutinarias y se llegan a dar por sentado (Van Houten & Doley, 1983).
Una manera de contrarrestar la percepción de que se están dando consecuencias posi-
tivas rutinariamente sería introducir algunas consecuencias entre las consecuencias ne-
gativas. Dicho de otro modo, los elogios serán más efectivos si existe la posibilidad (y a
veces la realidad) de una admonición.
RESUMEN
El estudio de la motivación extrínseca se basa en los tres conceptos principales de re-
compensa, castigo e incentivo. Una «recompensa» es un objeto ambiental atractivo que
se da al final de una secuencia de conducta y que aumenta la probabilidad de que esa
conducta se vuelva a dar. Un «castigo» es un objeto ambiental no atractivo que se da al
final de una secuencia de conducta y que reduce las probabilidades de que esa conducta
se vuelva a dar. Un «incentivo» es un objeto ambiental que atrae o repele al individuo
a que realice o no realice una secuencia de conducta. La principal diferencia entre re-
compensas y castigos por una parte e incentivos por otra es: 1) el momento en que se
dan y 2) la función que tiene el objeto ambiental. Las recompensas y los castigos se dan
después de la conducta y aumentan o reducen la probabilidad de que se vuelva a repetir
mientras que los incentivos se dan antes que la conducta y energizan su comienzo.
Las características hedónicas del 99 % de todas las recompensas, castigos e incen-
tivos se aprenden con la experiencia. Dos principales procesos de aprendizaje que sub-
yacen las recompensas, los castigos y los incentivos son el condicionamiento clásico y el
condicionamiento operante. El condicionamiento clásico es el procedimiento mediante
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128 Motivación y emoción
el cual un estímulo se asocia repetidas veces con un segundo estímulo capaz de elicitar
una respuesta reflejo. Según esta asociación repetida, el primer estímulo neutro (NS)
adquiere la capacidad de elicitar la respuesta no condicionada (RI) o de reflejo aún
cuando el segundo estímulo incondicionado ya no está presente. Mediante el condicio-
namiento clásico los seres humanos aprenden que lo que los estímulos ambientales pre-
dicen ocurrirá dentro de poco, además del valor de incentivo de varios estímulos am-
bientales. En cuanto a los incentivos, las personas aprenden el valor tanto positivo
como negativo de los objetos ambientales y esta información sirve para evaluar si hay
que acercarse o evitar un objeto dado. Los miedos, las ansiedades y las fobias son ejem-
plos de incentivos no atractivos aprendidos mediante el condicionamiento clásico.
El condicionamiento operante es el procedimiento mediante el cual uno aprende
las consecuencias que tiene la conducta. Hay cuatro tipos de reforzadores: reforzadores
positivos, reforzadores negativos, el castigo y el no-refuerzo (o extinción). Un reforza-
dor positivo es todo estímulo que cuando está presente aumenta la probabilidad de que
se produzca una conducta. Un reforzador negativo es todo estímulo que al ser retirado
aumenta la probabilidad de que se produzca una conducta. Los refuerzos tanto positi-
vos como negativos aumentan la probabilidad de que se produzca la conducta. La ex-
tinción es cuando un estímulo que previamente reforzaba una conducta deja de actuar.
Tanto el castigo como la extinción reducen la conducta.
Las aplicaciones del condicionamiento operante se aplican tanto a las conductas de-
seables como a las conductas no deseables. Hay tres técnicas que aumentan la conducta
de manera efectiva: las economías de fichas, el modelamiento y el modelaje. El castigo
es una manera de reducir la conducta no deseada pero sólo si se cumplen las siguientes
cuatro condiciones: el castigo ha de ser inmediato, intenso, regular y se debe reforzar
positivamente una respuesta alternativa. Aun cuando es efectivo, el castigo produce
una serie de efectos no intencionados además de una serie de efectos secundarios de-
sagradables. Debido a los problemas asociados al uso del castigo se recomiendan varias
alternativas, principalmente el refuerzo diferencial, la limitación y la distracción.
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Reproducción autorizada en los términos de la Ley Federal del Derecho de Autor, bajo
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derechos de los representados por CEMPRO y tutelados por la legislación de derechos
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