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Variedades del español de Argentina.

Una breve historia del lunfardo y algunas


implicaciones didácticas.

Profesor Esteban Niedojadlo.

Esteban Niedojadlo es profesor de Lengua y Literatura, y especialista en la enseñanza


del español como lengua segunda y extranjera de la Universidad Nacional de La Plata
(UNLP). Actualmente, además de dictar clases como profesor en secundario y en
institutos de formación docente, se desempeña como profesor de español en el
Laboratorio de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y forma parte del
Consorcio Interuniversitario ELSE, conglomerado de universidades nacionales con sede
en todo el mundo que se encarga de la investigación y el desarrollo en torno al español
como lengua segunda y extranjera.

En junio de este año hemos tenido el agrado de recibir en la Argentina a un grupo de


profesores dentro del marco de viajes de formación para profesores de español
organizado por la Asociación de Profesores de Español de Finlandia. Entre el 9 y el
21 de junio, los visitantes realizaron diversas actividades en relación a la enseñanza del
español y a las variedades habladas en Argentina, entre ellas, cursos y seminarios
organizados y patrocinados por el Consorcio Interuniversitario ELSE. En este
contexto, hemos podido compartir una mañana para conversar, en un curso de lengua
y cultura, sobre la variedad Rioplatense y, en especial, sobre el lunfardo, esa jerga que
da la impronta a la lengua en el Río de La Plata. A continuación, una breve revisión de
lo abordado en el curso.

El reconocido ensayista argentino Juan José Sebreli manifiesta que existen cuatro
figuras de la cultura argentina conocidas de manera unánime en el exterior: Gardel,
Eva Duarte de Perón (Evita), Diego Maradona y el Che Guevara. Todas ellas han sido
elevadas a la categoría de mitos y, por ende, son ambiguas, ambivalentes,
merecedoras a la par de la admiración y el desprecio de los argentinos. No es
coincidencia que tres de ellas representen dimensiones fundamentales e insoslayables
–nos guste o no –de nuestra cultura: la política en Evita, el tango por Gardel, y
Maradona para el fútbol.

Las tres figuras son, hasta la actualidad, íconos arraigados –como la variedad
del español rioplatense –en una discutible y controversial “identidad argentina”, y el
lunfardo, como ellos mismos, es un lenguaje idiosincrásico vivo y operante en la
cultura, producto y productor de la impronta argentina en el español hablado en el Río
de La Plata.

Sí, el lunfardo como materia pletórica de vida. Tal aseveración puede ser blanco
de críticas por parte de un grupo de académicos que lo piensan mas bien como un
avatar histórico superado (Ponemos por caso el pensamiento de Pedro Luis Barcia,
expresidente de la Academia Argentina de Letras, quien lo consideró como una suma
de términos –unos 500 –que surgieron de la cárcel y se usaron en una determinada
época por un determinado grupo social, y que no fueron vertidos al habla cotidiana del
porteño). Pero, como enseñantes de nuestra lengua, nos parece evidente e innegable
que el español rioplatense de todos los días integra y se nutre de esta jerga dinámica y
activa, puesto que no sólo nos toca enseñar su léxico, sino también desentrañar su
alma.

El lunfardo. Esbozo de su origen.

En la segunda mitad del siglo XIX se ponen en marcha en la Argentina sólidas políticas
inmigratorias que tendrían como consecuencia la repoblación de nuestro territorio,
principalmente por italianos y españoles.

La necesidad de mano de obra barata para la incipiente oligarquía rural deriva,


por ejemplo, en un hito como la “ley avellaneda”, primera ley nacional que, sancionada
en 1876, define las bases de la inmigración, facilitando el ingreso a miles de
inmigrantes en los años venideros. Por poner un ejemplo, en 1905 se registró el
ingreso de 120.000 sicilianos. De dicho dato se desprende, evidentemente, la
importancia de los dialectos italianos en la conformación de una lengua de adstrato
como el lunfardo.

Quienes ingresaban a la Argentina, muchas veces gente humilde y, en casos no


menos importantes, delincuentes, no hablaban un italiano elevado o culto, sino jergas
bajas, conocidas en Italia como furbesco y gergo.

Se cree que el término lunfardo proviene del italiano lombardo, por deformación
derivado en lumbardo y, finalmente, lunfardo. El uso de lumbardo aparece registrado ya
en 1886 en un libro anónimo, “los Amores de Giacumina”, escrita en cocoliche (lengua
torpe del italiano inmigrado que busca imitar a los nativos). El autor de Cosas del tango
y del lunfardo, Eduardo Giorlandini, expresa sobre su el origen de esta sub-lengua:

El lunfardo era entendido como “idioma de los malvivientes”, o “idioma del delito” o
“vocabulario carcelario”. Era considerado “lenguaje de ocultación”. Mas hoy ha
cambiado el concepto. Dijimos que es una sub-lengua, el presupuesto de un futuro
idioma argentino. La forma en que se expresan los argentinos, con el cimiento del
español y el italiano, como así otros aportes, muy diversos y valiosos, incluyendo los
indigenismos y el lenguaje campal.1

Esta consideración refleja una tendencia en los nuevos diccionarios de lunfardo


a incorporar miles de términos léxicos considerados, estrictamente, como indigenismos
y términos populares, y no lunfardismos.

Tal como lo entiende el fundador de la Academia de Lunfardo, José Gobello,


esta sub-lengua es un producto de la inmigración y no, como suele repetirse, un
lenguaje críptico utilizado en las cárceles. La confusión se presta porque en él existe un
buen número de términos de origen carcelario. Pero, como Gobello nos previene, se
trata de términos usados en las cárceles italianas (no las argentinas), que llegaron

1
Giorlandini, Eduardo (2000). Cosas del tango y el lunfardo. Editorial Raigambre. Bahía Blanca, Argentina.
P.9.
incorporados al habla del inmigrante, y que se extendieron principalmente en Buenos
Aires, sin tener, realmente, relación con la vida del hampa porteña.

Sí es cierto que el sitio de fusión de lenguas que da lugar al lunfardo fue el


prostíbulo. Como bien se sabe, durante los períodos de inmigración existió en argentina
un excedente de hombres jóvenes, para quienes los lugares de la diversión y el
encuentro fueron los prostíbulos. Allí comenzaron a relacionarse entre ellos y de allí se
extienden los nuevos usos lingüísticos que esta población acuñó como producto de la
mezcla.

A partir de la caída de la inmigración, el lunfardo es incrementado por la


creatividad popular.

Como toda variedad lingüística, el lunfardo es dinámico; sus usos no están


cristalizados en el habla de una determinada década, no son piezas de museo ni
jirgonza de tangos. Su vocabulario muta, se nutre de nuevas fuentes, ensaya nuevos
cambios y nuevos derroteros y, así, muchos términos caen en desuso y desaparecen (y
por eso una mirada rápida sobre el asunto parece indicarnos que es una lengua
“muerta”) mientras que otros se popularizan y se hacen tan cotidianos que ni siquiera
nos preguntamos sobre sus orígenes ni los reconocemos como lunfardismos.

¿Por qué nos interesa el lunfardo a nosotros, profesores de español?

Como enseñantes de la lengua, nos es en extremo útil la concepción del lunfardo como
una sub-lengua viva y operante en el habla de los argentinos (concepción que, como
hemos visto, no es para nada descabellada). El habla cotidiana de un argentino está
repleta de términos lunfardos y de usos coloquiales que han sido incorporados como
lunfardismos, y cualquier extranjero que transite por nuestras calles los va a sentir y
deberá poder interpretarlos. Algunos de ellos, a los que por su amplia frecuencia de
uso nos hemos referido en el curso de lengua y cultura dictado para el programa, son
los siguientes:
La dupla chabón y mina, que se transformaron en la denominación coloquial
corriente para designar al hombre y la mujer, respectivamente, en la jerga rioplatense.
Ambos términos, en sus primeros usos implicaban una valoración negativa sobre la
persona: chabón era aquel hombre poco hábil e inexperto, y mina hacía referencia a la
prostituta. Actualmente, las dos palabras se usan en el registro informal sin tener
connotaciones negativas.

Algunos ejemplos de uso:

“-Jorge está desaparecido, anda atrás de una mina, y de lo amigos ni se


acuerda”.

“-¿Viste Juan, el chabón que atiende el café de la esquina? Se lo llevó la cana el


otro día”.

De la frase anterior se desprende otro lunfardismo: cana, utilizado para


refererirse al agente de policía y a cualquier lugar que sirva de prisión.

Otra constante es el pibe o piba, procedente del pivello italiano, que usamos
para definir primero a cualquier niño o muchacho, y luego a cualquier persona, incluso
a adultos. Una locución muy utilizada es la exclamativa “¡pero si era un pibe!” que
utilizamos para exclamar sorpresa cuando muere una persona mayor que no nos
parece tan vieja.

Un ejemplo de ello:

“-¿Cómo que se murió Juan? ¡Pero si era un pibe!”.

No quisiéramos olvidar el ubicuo Che, palabrita constante en el repertorio


argentino, utilizada tanto como vocativo para abrir la frase, como interjección para
llamar a una persona, o como expresión de sorpresa y de asombro. Este término,
probablemente el más repetido sin discriminación de clase o pertenencia social,
siempre presenta dificultades cuando los extranjeros intentan utilizarlo. Algunos
ejemplos:
“-Che, Nico, ¿fuiste a trabajar hoy?”.

“-¡Dejen de hacer ruido, che!”.

Hasta aquí, algunos ejemplos útiles, los primeros que cualquier viajero
escuchará en nuestras calles. Si bien la amplitud del tema hace que sea imposible
abarcarlo en tan poco espacio, valgan estos bocados como una muestra del sabor local
para abrirle el apetito a nuestros lectores.

Algunos sitios de interés:

-Diccionario on-line de lunfardo:

http://www.todotango.com/comunidad/lunfardo/

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