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Vol. 2 / No.

8 Primer semestre 2016


NUEVA ALIANZA
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Secretario General
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Coordinador Ejecutivo Nacional Político Electoral
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Coordinador Ejecutivo Nacional de Finanzas
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Coordinador Ejecutivo Nacional de Vinculación
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Coordinador Ejecutivo Nacional de Asuntos Jurídicos
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Coordinadora Ejecutiva Nacional de Gestión Institucional
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Coordinadora Nacional del Movimiento de Mujeres
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Coordinadora Nacional del Movimiento de Jóvenes
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***
Comunicación Social
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Director: Miguel Ángel Sánchez de Armas


Editora: María del Pilar Ramírez
Coordinación: René Rébora Cotero
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Formación: Clara Narváez Perafán
Administración: Esperanza Narváez Perafán
Promoción: César Hernández Méndez
Distribución: Anay Romero/Miguel Frías Vilchis
CONSEJO EDITORIAL
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Edgar Jiménez
Janette Góngora Soberanes
José Francisco Parra
Pilar Ramírez Morales
Revista Mexicana de Cultura Política NA es una publicación semestral de Nueva Alianza sin fines de lucro y
distribución gratuita. Número de Reserva ante el Instituto Mexicano del Derecho de Autor: 04-2012-
013011335000-102, 10 de marzo de 2016, ISSN: 2308 2607 01. Los textos son responsabilidad de sus autores y
no reflejan necesariamente los puntos de vista de Nueva Alianza. Domicilio de la publicación: Durango núm.
199, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc. C.P. 06700, México, D.F. Tel. (55)36858485. Correo electrónico:
revista@nueva-alianza.org.mx Impreso por: DIGITAGAMA, S.A. de C.V., Plutarco Elías Calles No. 336, Col.
Los Reyes Iztacalco, Del. Iztacalco,
Política C.P.
NA 08620, México, D.F. Esta es la 1ª. edición y consta de 3,000 ejemplares.
4 Revista Mexicana de Cultura
Índice

Presentación 7

Liberalismo, democracia, 11
neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello

Las nuevas cadenas audiovisuales y la 59


construcción de la cultura política en
México
Javier Esteinou Madrid

Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la 95


resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker

La crisis general del siglo XVII 121


Hugh Trevor-Roper

Una nación amenazada: Estrategia 165


secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico

Recomendaciones editoriales 206

5
6 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Presentación

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
7
Q
uizá no sea una ociosidad postular que uno de los engranes clave
de esa compleja maquinaria social que llamamos la política es el
ejercicio del poder. Vista desde la multitud, la política se perci-
be como algo alejado, propio de camarillas y cenáculos, comarca de los
medios de comunicación.
El ejercicio del poder parece poner a prueba a cada instante hechos,
valores y conceptos asociados a la vida colectiva y a la existencia de un
conjunto reducido de personas que toman decisiones en nombre del resto
de los miembros de una sociedad.
Un territorio urgido de análisis de este tema en las sociedades con-
temporáneas occidentales es el de los valores, derechos y libertades del
liberalismo como factores instrumentales del ejercicio del poder. La
democracia, esa aspiración tan etérea como ansiada, ha pasado de ser
atributo al que se aspira en la organización y en las relaciones que se
establecen entre los miembros de un grupo social o de un país, a ser una
palanca para alcanzar el poder. Es decir, las ideas de igualdad, libertad,
justicia y otras que guarda el concepto de democracia como una oferta
política; su transformación en un valor de cambio para llegar al poder.
En este número ocho de RMCP, Lorenzo Córdova analiza –desde la
atalaya académica que ocupó antes de integrarse a la dirección del apa-
rato que regula los procesos electorales– la relación entre democracia y
liberalismo en distintos momentos de la teoría política moderna y la na-
turaleza de dicho vínculo, que no ha sido siempre convergente. Asimismo,
pasa revista al concepto de ingobernabilidad como una crisis derivada
del agotamiento del Estado benefactor, descrito como una de las etapas
evolutivas de la democracia y el pensamiento liberal.
Con una perspectiva distinta, el gran historiador inglés Hugh Trevor-
Roper analiza en un trabajo seminal la crisis del siglo XVII en Europa
como un conflicto en la relación Estado-sociedad y no como una fase
de desequilibrio que apuntaba a la configuración de Estados nacionales,
parte de la nueva dinámica económica y social. El valor descriptivo del
trabajo de Trevor-Roper, a contrapelo de su argumentación, es valioso
para diversas plataformas teóricas.

8 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Dos textos abordan el concepto de poder en una misma circunstancia
–la Segunda Guerra Mundial– pero desde perspectivas distintas. Uno es
el documento “Una nación amenazada” elaborado por la Oficina de Gue-
rra de Gran Bretaña cuando la isla se veía amenazada por una invasión
alemana que según todas las previsiones la sometería a la dictadura nazi.
Este texto tiene un alto valor histórico por varias razones. Se trata de un
documento escrito en 1940 que estuvo resguardado por muchos años y
en el momento de su redacción fue considerado top secret, no sólo por los
caminos que planteaba el análisis de la difícil circunstancia que revestía
para Gran Bretaña ser prácticamente la única oposición militar efectiva
al avance alemán, información que podía ser aprovechada militarmente
por el enemigo, sino también porque la premisa de la que partía –admitir
que el fracaso debía aceptarse entre los escenarios posibles– podía ser
fácilmente considerada una debilidad por su oponente. La investigación
de materiales sobre la época permite suponer que la traducción que pu-
blica en este número Revista Mexicana de Cultura Política es la primera
versión que aparece en español.
La minuciosidad con que están descritos los escenarios y las accio-
nes a seguir en cada caso, conocido el resultado histórico de la segunda
conflagración mundial, puede tener una apariencia anecdótica. Para
los estudiosos de la política, sin embargo, representa un modelo que se
ha tomado para las contiendas políticas y electorales en la definición
de estrategias. La comunicación política moderna se centra en cuatro
elementos con equivalentes fácilmente identificables en el documen-
to militar: investigación, ciudadanía, candidato, programa o figura polí-
tica y medios, donde estos han tomado, en la contienda política, el sitio
que tenían las armas.
El otro punto de vista lo aborda la investigadora Kathleen Stokker
en su análisis del chiste político como instrumento de resistencia en la
Noruega invadida por Hitler. Stokker basó su estudio en la recopilación
de diarios que algunos ciudadanos elaboraron con los chistes que corrían
en la época, acto en sí mismo desafiante, pues todos ellos sabían que de
ser detectados estos escritos por el invasor nazi les esperaba la muerte.
Stokker muestra, con una tipología de los chistes, cómo estas narraciones

Presentación
9
orales fundamentan su hilaridad en la manipulación semántica de las
palabras respecto al contexto, pero todos ellos comparten la caracterís-
tica de ser un instrumento de resistencia al poder del invasor militar,
un arma peculiar utilizada por los grupos subalternos frente a un poder
hegemónico.
El investigador Javier Esteinou analiza otra arena del poder político:
las implicaciones de la reforma en telecomunicaciones en nuestro país.
El autor asume que los medios forman parte indiscutible de la configu-
ración de la cultura política mexicana, o la ausencia de ella, al revisar las
posibilidades reales de que se cumpla con el ordenamiento legal de crear
empresas de servicio público, especialmente en televisión.

10 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Liberalismo, democracia,
neoliberalismo e
ingobernabilidad*
Lorenzo Córdova Vianello

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
11
Resumen
En este trabajo se revisa la evolución teórica paralela del liberalismo
y la democracia como conceptos políticos inicialmente contrapuestos y, a
la larga, profundamente vinculados en el marco de los llamados sistemas
liberal-democráticos. En ese sentido, se plantea esa gradual y progresiva
identificación como una necesidad del liberalismo para sobreponerse
a sus grandes crisis históricas. Asimismo, se analiza la idea de “ingober-
nabilidad” como instrumento del llamado neoliberalismo para enfrentar
la crisis política y económica producida por los “excesos democráticos”
del Estado benefactor, y los peligros autoritarios que lleva implícito el
concepto mismo de gobernabilidad.

Abstract
This article reviews the parallel theoretical development of liberalism and
democracy as concepts that are initially antagonistic yet in the long run,
intimately linked within the context of so-called liberal-democratic systems.
In this respect, this gradual, progressive identification is posited as a need
on the part of liberalism to enable it to overcome its great historical crises.
The article also analyzes the idea of “ungovernableness” as an instrument
of so-called neoliberalism to deal with the political and economic crisis
caused by the “democratic excesses” of the benefactor state and the dangers
of authoritarianism implicit in the very concept of governability.

* Este artículo se reproduce gracias al permiso generoso del autor. Originalmente apareció en
la Revista Mexicana de Sociología, vol. 58, núm. 4, octubre-diciembre, 1996.

12 Revista Mexicana de Cultura Política NA


1. Introducción

D
emocracia y liberalismo son dos conceptos que a lo largo de la
teoría política moderna se han relacionado, sea como opuestos,
sea como ideas vinculadas, de muchas y variadas maneras. A
partir de los años setenta, con el resurgimiento de una idea radical de
liberalismo –el llamado “neoliberalismo”– y con la formulación de la
idea de ingobernabilidad como calificativo negativo con el que la nueva
corriente pretendía descalificar al Estado benefactor, ambos conceptos,
liberalismo y democracia, fueron replanteados desde una perspectiva
que intenta, para decirlo con Bobbio, salvar al capitalismo sacrificando
la democracia. Este trabajo pretende realizar un análisis de la evolución
paralela de estas categorías centrales de la ciencia política explicando,
por un lado, la consolidación del sistema político liberal en las naciones
occidentales y la paulatina importancia que fue adquiriendo el valor
“democracia” para el mismo y, por el otro, la ruptura que la idea de go-
bernabilidad representa con ese equilibrio entre liberalismo y democracia
logrado con los principios básicos del Estado benefactor.

2. La democracia, pilar del pensamiento


político burgués
A raíz de la consolidación de las monarquías absolutas europeas en el
terreno práctico y de su legitimación en el ámbito teórico con la idea
central de la soberanía del Estado que reconocía en este al único ente
social legitimado para ejercer el poder –obra irrefutable de la corrien-
te conocida como “razón de Estado”–, las preocupaciones de los pensado-
res políticos empezaron a centrarse, a partir de mediados del siglo XVII,
en la necesidad de proteger al individuo frente a la autoridad estatal, no
para oponérsele, sino para cumplir con los principios más elementales
de libertad.
Las diversas crisis políticas y sociales que los Estados absolutistas
comenzaron a afrontar continuamente desde el siglo XVII y en particular
durante el XVIII, así como el gran vuelco humanista que la teoría política
sufrió en esa época, pusieron al hombre y a su esfera de derechos en el

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 13
centro de la discusión y del análisis. En efecto, la renovada corriente ius-
naturalista que traería consigo la postulación de la tesis de los derechos del
hombre –es decir, las prerrogativas incontrastables de que este goza por
su propia naturaleza–, encaminó de un modo definitivo al pensamiento
político a idear limitaciones al poder del Estado.
El pensamiento político de finales del siglo XVII y de todo el XVIII es,
así, un verdadero listado de las razones y los mecanismos a través de los
cuales puede y debe limitarse el poder de quien ejerce el gobierno. Des-
de John Locke hasta Kant la limitación del poder se convirtió, con muy
raras excepciones, en una constante que, posteriormente, se convertiría
en parte de la definición misma del Estado de derecho.
Todas las creaciones teóricas del llamado pensamiento burgués encon-
traban en la búsqueda de la protección del individuo su común denomi-
nador. Los derechos de libertad y de propiedad, fundamentalmente, se
convirtieron en la gran demanda de dicho pensamiento y, en los hechos,
se consolidaron como la punta de lanza de las exigencias de la sociedad
civil en su lucha frente al Estado autocrático.
Nuevas y variadas ideas caracterizaron esta etapa. Los derechos hu-
manos, la división de poderes, el contrato social concebido como lo hace
Rousseau –en el cual el pueblo reunido conserva su propia soberanía– y
luego el Estado de derecho, son los principales instrumentos teóricos
que, aunque ajenos a la idea de democracia –entendida en su sentido
moderno–, surgieron y se consolidaron paralelamente a esta y, a la larga,
se convertirían en los sostenes fundamentales del Estado democrático.
Norberto Bobbio plantea claramente las dos posturas asumidas por
los filósofos políticos clásicos: “Para quien se pone ex parte principis el
problema principal del Estado es el de la unidad del poder, que incluso
puede ir en detrimento de la libertad de los sujetos; para quien se pone
ex parte populi el problema principal es el de la libertad de los individuos
que puede ir en detrimento de la unidad. La disputa entre el partidario
de la monarquía y el partidario de la democracia siempre es una disputa
entre dos contendientes que se colocan en dos puntos de vista opuestos

14 Revista Mexicana de Cultura Política NA


para analizar y evaluar el mismo. fenómeno”.1 Esta idea puede enmar-
carse en los planteamientos de las dos etapas iniciales del pensamiento
político moderno; los de la primera, justificadores del Estado y su poder
–la corriente de la razón de Estado–, y los de la segunda, encaminados
a proteger al pueblo en general y a los individuos en particular ante ese
poder –el individualismo.
No es casual que, a la larga, las ideas que buscaban la defensa del in-
dividuo fueran el referente obligado al hablar de democracia, a tal grado
que si un régimen que no se fundaba en el derecho, no consagraba la
división de poderes, o bien no garantizaba o respetaba los derechos del
hombre, no podía considerarse democrático. Así, aunque la democracia
como valor político moderno nació paralelamente a las demás ideas pro-
tectoras del hombre frente al Estado, la idea contemporánea de “Estado
liberal democrático” hace suponer, en primera instancia, que los valo-
res liberales y los democráticos estuvieron siempre vinculados.
La democracia había sido considerada por el pensamiento autocrá-
tico que caracterizó la etapa de la “razón de Estado” como un sistema
de gobierno inaplicable con éxito en la realidad política y social de los
Estados nacionales absolutos; era considerada, más bien, como una ficción
histórica de la cual el modelo ateniense era un paradigma inalcanzable.
La democracia siempre fue considerada por los autores absolutistas que
recogían la idea de las tres formas de gobierno que Platón y Aristóteles
habían planteado originalmente –monarquía, aristocracia y democracia
en sus formas puras– como la más inconveniente de ellas.
De este modo, es muy posible que la fuerza con la que la idea demo-
crática fue postulada por el pensamiento iluminista del siglo XVIII fuera
más una respuesta al modo autocrático de gobernar característico de los
tres siglos anteriores, que una reminiscencia de la realidad política de
algunas polis griegas y del pensamiento clásico. El antagonismo entre los
dos principios, autocracia y democracia, nunca fue tan obvio como en esa

Norberto Bobbio (1994), Estado, gobierno y sociedad, México: Fondo de Cultura Económi-
1

ca, p. 202.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 15
época. Lo viejo y lo nuevo nunca se habían planteado con tanta claridad
ni se habían contrapuesto con tanto peso como entonces.
José Fernández, al hacer referencia a la quiebra que representa el pen-
samiento político del Iluminismo, indica, distinguiendo los dos principios
señalados, que:
Autocracia y democracia son regímenes diferentes porque tienen co-
metidos distintos: el objetivo de la autocracia es el orden y –suponen
sus partidarios– el orden es mejor garantizado allí donde el poder se
concentra en las manos de una persona; el propósito de la democracia es
la libertad y –presumen sus simpatizantes– la libertad es mejor practi-
cada allí donde el poder se distribuye entre los ciudadanos. La autocra-
cia requiere de la desigualdad porque sólo así el poder se deposita en
una persona o en un grupo que asegure el orden; la democracia conlleva la
igualdad porque de esa manera el poder es asumido como cosa de todos.2
El hecho de que la democracia se hubiera planteado teóricamente
como la forma de gobierno antagónica por excelencia de la monarquía
fue, en gran medida, la causa de su auge y la razón por la que los movi-
mientos antimonárquicos del siglo XVIII la abanderaron como su prin-
cipal postulado. En efecto, la democracia como valor político moderno
encuentra su origen no en las luchas en contra del rey que se produje-
ron en la Inglaterra del siglo XVII ni en las reflexiones que lo acompañaron,
sino entre los pensadores prerrevolucionarios franceses, en particular
Rousseau.
La Revolución inglesa no tenía ningún vínculo con los ideales de-
mocráticos que estarían tan en boga en el siglo siguiente, en particular
en su segunda mitad, todo lo contrario. Ni siquiera John Locke, quien
publicó sus Dos ensayos sobre el gobierno civil –libro que revolucionó el
pensamiento político moderno– el mismo año de la “Revolución glorio-
sa” (1688), se declara partidario de la democracia, sino de la monarquía,
aunque no en su carácter de absoluta. Locke plantea que el Estado debe
dividirse, de acuerdo con sus funciones, en tres poderes separados –eje-

José Fernández Santillán (1994), Filosofía política de la democracia, México: Distribuciones


2

Fontamara, S.A., pp. 74-75.

16 Revista Mexicana de Cultura Política NA


cutivo, legislativo y federativo– para evitar que la concentración de poder
le permita atentar contra sus súbditos en su persona y sus derechos. Este
autor centró todas sus reflexiones en dos derechos fundamentales de
que gozaba e1 hombre y que el Estado debía respetar ante todo, la liber-
tad –que englobaba el derecho a la vida– y la propiedad, mismos que se
convertirían desde ese momento en los valores centrales del pensamiento
liberal. Locke llegó a plantear, al referirse a la inviolabilidad de la propie-
dad por parte del Estado, que si un delincuente fugitivo se resguardaba
en algún inmueble de su propiedad, la autoridad no podía hacer nada al
respecto; a ese grado llegaba su “divinización” de este derecho.
La democracia, así, no tenía nada que ver con el pensamiento político
del siglo XVII. En cambio, en la segunda mitad del siglo subsecuente, dos
sucesos dieron la pauta para que ese reciente e innovador concepto encon-
trara aplicación en la práctica y perpetuación en el ejercicio del gobierno:
la Revolución de Independencia estadounidense y su consecuente Consti-
tución, y la Revolución francesa. Estos dos hechos marcan el inicio de un
camino en el que los principios postulados por los primeros exponentes
de la corriente de pensamiento liberal –división de poderes y derechos
humanos (en particular los de libertad y propiedad, ya mencionados)–
fueron vinculándose lenta y gradualmente con el ideal democrático de
gobierno que había prefigurado el pensamiento iluminista francés.

3. Democracia y liberalismo
La aparición de Estados Unidos como nación independiente tiene signi-
ficados trascendentales para el futuro desarrollo del liberalismo. Siendo
como diría Tocqueville “el país más democrático”, en cuyos bosques
los colonos materializaron la ficción del contrato social al establecer las
colonias primero, y el Estado federal después, Estados Unidos encarnó
prácticamente todos los ideales del pensamiento político burgués. En
efecto, la división de poderes, formulada de modo tal que, no obstante,
permitía un ejercicio gubernamental fuerte y expedito; una estructura
de gobierno democrática, basada en la elección de representantes por
los ciudadanos; la adopción del principio de la soberanía popular como
fundamento del Estado mismo; la materialización, por primera vez en

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 17
la historia, de la idea de Estado de derecho –idea central del constitucio-
nalismo–, y la conformación de un Estado organizado federalmente, son
postulados, recogidos por la Carta Fundamental de 1787 (promulgada
en 1789) que, aunados a la declaración de los derechos inviolables de los
ciudadanos estadounidenses, contenidos en las diez primeras enmien-
das constitucionales, conforman el complejo aparato constitucional de
ese país.
El nacimiento de Estados Unidos dio pie a que empezaran a vincularse
los principios liberales junto con los democráticos, lo que representó
una ruptura con la idea, hasta entonces sostenida por los liberales, según
la cual sus postulados no tenían nada que ver con la democracia. No
obstante, pretender sostener, por otro lado, que desde la Constitución
estadounidense ambos principios se identificaron o se conjugaron, sería
un grave error. La democracia, como veremos más adelante, fue hasta el
siglo pasado una idea divorciada de las máximas liberales y despreciada
por los sostenedores de estas. Que la democracia es una idea liberal des-
de sus inicios es algo que no debe desprenderse de lo hasta ahora dicho.
Una cosa es que la idea democrática haya evolucionado paralelamente
al liberalismo y haya tendido, a lo largo de la historia contemporánea, a
identificarse cada vez más con esta corriente de pensamiento, y otra cosa,
muy distinta, y equivocada además, es que ambos conceptos hayan nacido
como un mismo producto o que desde sus inicios hayan ido de la mano.
A pesar de que en el presente siglo la democracia es considerada
como el carácter principal de los gobiernos liberales, la evolución para-
lela de los principios liberales y de los democráticos ha sido disímbola, e
incluso, en sus inicios, contrapuesta. En efecto, la existencia de regíme-
nes democráticos liberales, hoy en día, puede inducir a pensar que ambos
conceptos, liberalismo y democracia, son interdependientes. Nada más
erróneo. Bobbio apunta al respecto:
Un Estado liberal no es por fuerza democrático: más aún, históricamente
se realiza en sociedades en las cuales la participación en el gobierno está
muy restringida, limitada a las clases pudientes. Un gobierno democrá-
tico no genera forzosamente un Estado liberal: incluso, el Estado liberal

18 Revista Mexicana de Cultura Política NA


clásico hoy está en crisis por el avance progresivo de la democratización,
producto de la ampliación gradual del sufragio hasta llegar al sufragio
universal.3
El liberalismo en sus orígenes tuvo como preocupación central la de
limitar al Estado de modo que se convirtiera simplemente en un garan-
te de las libertades individuales, las cuales debían ser dejadas a su li-
bre ejercicio. Los límites de la libertad del hombre se encontraban en
que sus derechos pudieran ser ejercidos sin lesionar las esferas de libertad
de los demás individuos. La misión del Estado no era otra más que evitar
que ese equilibrio de libertades y derechos se rompiera; en ningún mo-
mento podía mermar fortuitamente esos derechos. Esta es precisamente
la esencia del pensamiento liberal. En ese sentido, se oponía al Estado
absoluto que tendía por su propia naturaleza a incidir en los derechos
individuales de sus súbditos.
Bobbio señala atinadamente que:
el presupuesto filosófico del Estado liberal, entendido como Estado
limitado en contraposición al Estado absoluto, es la doctrina de los
derechos del hombre elaborada por la escuela del derecho natural (o
iusnaturalismo): la doctrina, de acuerdo con la cual el hombre, todos
los hombres indistintamente, tienen por naturaleza, y por lo tanto sin
importar su voluntad, mucho menos la voluntad de unos cuantos o de
uno solo, algunos derechos fundamentales, como el derecho a la vida, a
la libertad, a la seguridad, a la felicidad, que el Estado, o más concreta-
mente aquellos que en determinado momento histórico detentan el poder
legítimo de ejercer la fuerza para obtener la obediencia a sus mandatos
deben respetar no invadiéndolos y garantizándolos frente a cualquier
intervención posible por parte de los demás.4
Giovanni Sartori, uno de los exponentes más claros del debate con-
temporáneo sobre la democracia, señala, en relación con la clara negación
que los primeros liberales hacían de ese valor, que

3
Norberto Bobbio (1989), Liberalismo y democracia, México: Fondo de Cultura Econó-
mica, p. 7.
Ibidem, p. 11.
4

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 19
en 1775, Kant criticó duramente a los que empezaban a confundir el
régimen republicano con el democrático, puntualizando que en lo que
concierne a la forma regiminis todos los gobiernos son “republicanos o
despóticos” y que la democracia, en el sentido propio del término, “es
necesariamente despótica” [...] A mucha distancia de Königsberg y en
un contexto absolutamente distinto, Madison y Hamilton no pensaban
de manera muy diferente. Madison hablaba siempre de “república repre-
sentativa”, nunca de “democracia” porque para él esta última significaba
la democracia directa de la antigüedad.5
El mismo Sartori considera que la dicotomía entre liberalismo y de-
mocracia ha sido considerada una madeja de dos hilos enredados la cual,
apenas se toca, marca claras diferencias entre ambos conceptos. En efec-
to, la relación entre ambas ideas es considerada de manera uniforme como
la relación entre los valores de libertad e igualdad, el primero encarna-
do como el principio básico del liberalismo, mientras que el segundo lo
es de la democracia. En ese sentido, lo que la igualdad liberal preten-
de es promover la libertad a las aristocracias de mérito; en cambio, si la
igualdad que supone la democracia es desarrollada a la Blanqui, entonces
las implicaciones de la democracia llegan al “despotismo democrático”
y es enemiga del liberalismo. No obstante, esa diferencia entre ambos
principios, repentinamente, en 1848, desaparece, y ambos tienden a fusio-
narse; la razón según Sartori es que la antítesis no es ya entre liberalismo
y democracia, sino entre democracia y socialismo, lo que generó que la
primera fuera absorbida por el liberalismo.6
Los principios esenciales del pensamiento liberal encuentran cabida
en las declaraciones de derechos que ya señalamos, en particular en la
francesa de 1789. Esos principios fueron, a la vez, los fundamentos del
constitucionalismo moderno al grado que, según Bobbio, esta corriente
es, virtualmente, la teoría y práctica de los límites del poder, al encontrar
su completa expresión en las constituciones que establecen límites tanto

Giovanni Sartori (1988), Teoría de la democracia, Madrid: Alianza Editorial, p. 358.


5

Cf. Giovanni Sartori, op. cit., pp. 467-470; y Giovanni Sartori (1993), ¿Qué es la democracia?,
6

México: Tribunal Federal Electoral-lnstituto Federal Electoral, pp. 201-202.

20 Revista Mexicana de Cultura Política NA


formales como materiales al poder político.7 La mencionada Declaración
de los derechos del hombre y el ciudadano, acorde con esta idea, apunta
terminante en su artículo 16 que toda sociedad en la que no se asegure la
garantía de los derechos que el mismo texto previamente enuncia y que
no determine la división de poderes, carece de Constitución. Las primeras
constituciones escritas, la estadounidense de 1789 y la francesa de 1791,
fieles a esta idea, recogen íntegramente ambos principios.
Esta es, sin duda, una primera vinculación entre la idea democrática y
el liberalismo, pero más que ser un reconocimiento mutuo, en particular
del liberalismo a la democracia, es una coincidencia en los fundamentos
más elementales de ambas ideas. La esencia del Estado liberal, como
señalábamos, son ciertos derechos básicos que el detentador del poder
debe respetar y garantizar; la idea de la democracia, por su parte, se basa
inicialmente en el reconocimiento de esos derechos. Para decirlo de otra
manera, esas prerrogativas que son el fundamento del liberalismo son el
punto de partida de la democracia, lo que no quiere decir, ni de lejos, que
liberalismo y democracia sean dos aspectos de una misma cosa.
No obstante, la vinculación que se forjó entre ambas ideas a partir
de ese momento nunca se disolvió; por el contrario, a lo largo de su
evolución fueron entrelazándose más y más conforme se sucedían los
acontecimientos históricos.
C. B. Macpherson sostiene una interesante y acertada hipótesis que
se contrapone a la postura contemporánea que pretende identificar al
pensamiento liberal, desde sus orígenes, con el elemento democrático.
Este autor señala atinadamente que:
Democracia acostumbraba ser una palabra nociva. Todos los que se
preciaban de ser algo sabían que la democracia, en su sentido original
de gobierno del pueblo o de acuerdo con la voluntad de la masa mayori-
taria, sería una mala cosa –fatal para la libertad individual y para todos
los atractivos de la vida civilizada. Esta era la posición adoptada por casi
todos los hombres inteligentes desde los primeros años de la historia hasta

Norberto Bobbio, Estado, gobierno y sociedad, cit. p. 139.


7

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 21
hace aproximadamente cien años. Entonces en el transcurso de cincuenta
años, la democracia pasó a ser algo bueno y positivo.8
De este modo, el mismo Macpherson sostiene que en el mundo occi-
dental la democracia fue el colofón del establecimiento del Estado liberal,
es decir que la democracia no era posible sino hasta que se hubieran
sentado y consolidado las bases del pensamiento liberal que permi-
tían el adecuado funcionamiento de la sociedad mercantil, competitiva
e individualista, regida por la ley de la libre competencia. Así, dice, “fue
el Estado liberal el que se democratizó y en este proceso la democracia
fue liberalizada”.9 En efecto, el establecimiento del elemento democrático,
entendido como un gobierno escogido por el pueblo en el que el mismo
toma sus determinaciones por sí o por sus representantes, requiere de
entrada un ambiente igualitario e impregnado de gran libertad, si bien
no para todos los individuos, sí para aquellos considerados políticamente
activos, es decir, para los ciudadanos.
Dichas condiciones básicas para el establecimiento de un Estado
liberal requerían, así, de un sistema de gobierno en el cual el respeto de
los derechos fundamentales por parte de quien o quienes detentaran el
poder fuera incondicional y absoluto. El modelo democrático repre-
sentativo fue precisamente la forma de gobierno que mejor cumplía ese
requerimiento y por ello fue recogida por las primeras constituciones y
difundida prontamente a todos los países que acogieron los postulados
liberales. En efecto, la idea que se va afirmando
a través de los escritores liberales, de Constant a Tocqueville y a John
Stuart Mill [...es] que la única forma de democracia compatible con el
Estado liberal, es decir con el Estado que reconoce y garantiza algunos
derechos fundamentales, como los derechos de libertad de pensamiento,
de religión, de imprenta, de reunión, etc., era la democracia representativa
o parlamentaria, donde la tarea de hacer las leyes concierne no a todo el

C. B. Macpherson (1968), La realidad democrática, Barcelona: Editorial Fontanella, pp. 9-10.


8

Ibidem, p. 13.
9

22 Revista Mexicana de Cultura Política NA


pueblo reunido en asamblea sino a un cuerpo restringido de represen-
tantes elegidos por aquellos ciudadanos a quienes se les reconozcan los
derechos políticos.10
La democracia apareció, a partir de entonces, como el sistema de
gobierno que se oponía a toda forma de despotismo y en el cual la con-
sagración y el respeto de los valores liberales es no sólo posible, sino que
además constituye uno de sus principios torales.
No obstante, hay que precisar que la idea democrática que permeó al
pensamiento liberal de entonces dista muchísimo de la concepción que
hoy tenemos de ella; por lo tanto, determinar la acepción y los alcances
que la misma revestía en aquel, y el contraste con su acepción moderna,
se hace indispensable. Muy útil para este propósito es el concepto de
“poliarquía”, acuñado por Robert Dahl en la obra del mismo nombre. En
efecto, la idea democrática que recogió el pensamiento liberal de finales
del siglo XVIII era verdaderamente limitada si se la confronta con los
valores que hoy implica; basta pensar en la restricción con la que eran
concebidos aquellos individuos con capacidad de actuar en la política –los
ciudadanos–, quienes, además de ser solamente hombres mayores, debían
ser propietarios o bien alcanzar una determinada renta, presumiendo,
anacrónicamente, que los ingresos o el carácter de poseedores de bienes
dotaba a los individuos de mayor conciencia y responsabilidad política.
La “poliarquía”, con la que Dahl pretende caracterizar a la democracia
del Estado liberal democrático del siglo XX,
es un régimen político que se distingue, en el plano más general, por
dos amplias características: la ciudadanía es extendida a una porción
comparativamente alta de adultos, y entre los derechos de la ciudadanía
se incluye el de oponerse a los altos funcionarios del gobierno y hacerlos
abandonar sus cargos mediante el voto [...] Más concretamente, y otor-
gando un mayor contenido a esas dos características generales, diremos
que la poliarquía es un orden político que se singulariza por la presencia
de siete instituciones, todas las cuales deben estar presentes para que
sea posible clasificar a un gobierno como poliárquico. 1. Funcionarios

10
Norberto Bobbio, voz “Democracia”, en Norberto Bobbio y Nicola Matteucci (1981), Diccionario
de política, México: Siglo XXI Editores, tomo I, p. 499.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 23
electos [...], 2. Elecciones libres e imparciales [...], 3. Sufragio inclusivo
[es decir, que prácticamente todos los adultos tienen derecho a votar en
las elecciones...], 4. Derecho a ocupar cargos públicos [por prácticamente
todos los ciudadanos...], 5. Libertad de expresión [...], 6. Variedad de
fuentes de información [...], 7. Autonomía asociativa [es decir, el derecho
de los ciudadanos para poder constituir, de una manera fácil y efectiva,
asociaciones para defender sus derechos y hacer sus demandas]”.11
Pretender asumir como una misma cosa el concepto de democracia
que adoptaron muchos de los primeros regímenes liberales y el de po-
liarquía es, después de haber expuesto a grandes rasgos sus contenidos,
a todas luces un error. Dicha pretensión implica querer pasar por alto, ni
más ni menos, la más importante etapa histórica de la evolución demo-
crática de las sociedades occidentales: la lucha por el sufragio universal,
que en muchos países termina hasta mediados del presente siglo con la
inclusión de las mujeres en la idea del ciudadano activo –el que tiene
derecho de votar y ser votado– y de la cual nos ocuparemos más adelante.
Esa concepción de la democracia a la cual nos hemos referido es la fase
inicial de una evolución que terminará, en nuestros días, con la idea de
la poliarquía como un valor universalmente difundido en las sociedades
contemporáneas.

4. El cáracter representativo
de la democracia liberal
Por lo que hace al ejercicio del gobierno en un régimen democrático,
históricamente se han presentado dos concepciones distintas. Por un
lado, la llamada “democracia directa” que es postulada por Jean-Jacques
Rousseau en El contrato social, según la cual es el pueblo reunido,
es decir, el pueblo en su carácter de soberano, el que toma las decisiones
que le son propias, tales como dotarse de leyes y ejercer el gobierno.
Este fenómeno, llamado por Robert Dahl “democracia congregativa” es,
para este autor, una reminiscencia, en el pensamiento rousseauniano,
de la democracia griega; en efecto, señala que “entre los defensores de
11
Robert A. Dahl (1993), La democracia y sus críticos, Barcelona: Ediciones Paidós, (segunda
edición), pp. 266-267.

24 Revista Mexicana de Cultura Política NA


la democracia prevalece una fuerte corriente que promueve el ideal de
una democracia plenamente participativa; y ellos a menudo se retrotraen
a la visión democrática reflejada en El contrato social de Rousseau y a las
imágenes de la democracia griega –imágenes que corresponden, no tanto
a la realidad histórica, sino más bien a la polis idealizada”. 12
La otra vertiente que asumió el pensamiento democrático es la llamada
“democracia representativa”, que si bien fue concebida, en su acepción
moderna, en primera instancia por Montesquieu, quien la planteaba
como el mecanismo ideal para la integración del legislativo, encuentra
en la obra de Kant su formulación teórica más sólida. Esta última con-
cepción partía de la crítica al gobierno directo propuesto por Rousseau
al considerar que sólo podía encontrar aplicación en los cantones suizos
en los que nació el filósofo ginebrino, y no en las megalópolis modernas
que constituían los Estados nacionales.13 Es precisamente la idea de la
democracia entendida como gobierno representativo la que prevaleció de
manera generalizada, no sólo por el repudio casi absoluto de la situación
de anarquía que podía generar el ejercicio de un gobierno democrático
directo, sino además por la consolidación y el éxito que adquirió aquella
en la práctica política.
En efecto, el sistema político inglés, renovado y revitalizado con el
pacto entre clases que implicó la Revolución del siglo XVII, se presentaba,
durante el siglo siguiente, como el modelo de gobierno representativo en
el cual los miembros de la Cámara de los Comunes eran elegidos periódi-
camente por los ciudadanos.14 En relación con ese modelo parlamentario,
es de destacarse la conocida postura de Rousseau, quien indica que “el

12
Ibidem, p.271.
13
Cf Immanuel Kant (1968), Principios metafísicos de la doctrina del derecho, México: UNAM. pp.
149-155.
14
Es fundamental destacar en este punto, anticipando un análisis que haremos más adelante,
que el carácter de ciudadanía en la etapa histórica a la cual hacemos referencia dista mucho
del sufragio universal que caracteriza a las sociedades democráticas del siglo XX –particular-
mente de su segunda mitad. De este modo, al referirnos a la elección de los representantes
parlamentarios ingleses de entonces por la ciudadanía, lo hacemos en el entendido de que
hablamos de una muy pequeña parte de la población, es decir, de la burguesía tanto urbana
como agrícola –básicamente.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 25
pueblo inglés piensa que es libre y se engaña: lo es solamente durante
la elección de los miembros del Parlamento; tan pronto como estos son
elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada”.15
Sobre estas dos concepciones de la democracia Dahl señala:
Varios autores comenzaron a reparar en algo que ya los Niveladores
habían visto con anterioridad, y es que la democracia podía cobrar una
nueva dimensión si a la idea democrática del gobierno del pueblo se le
adjuntaba la práctica no democrática de la representación. En El espíritu
de las leyes, Montesquieu (1748) ensalzó la constitución inglesa y declaró
que, como en un Estado de gran tamaño le era imposible a los individuos
reunirse en un cuerpo legislativo, debían escoger representantes que hi-
cieran lo que ellos no podían hacer por sí mismos. Si bien Rousseau [...]
rechazó luego tajantemente esta idea en su Contrato social, ese rechazo
no guardaba congruencia con sus escritos anteriores y posteriores, donde
consideró legítima la representación. Unas pocas generaciones después
de Montesquieu y de Rousseau, la representación ya era ampliamente
aceptada por los demócratas y los republicanos como una solución que
eliminaba las antiguas limitaciones de tamaño de los países democrá-
ticos y convertía a la democracia, de una doctrina sólo apropiada para
ciudades-Estado pequeñas y evanescentes, en otra que era aplicable a las
grandes naciones de la edad moderna.16
La representación, en efecto, se convirtió, a la larga, en la esencia
misma de la democracia. La experiencia de la representación política
en el parlamento inglés no era realmente un modelo democrático; en
cambio, el sistema constitucional estadounidense y los postulados de
la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 en
Francia sí prefiguraban un sistema político democrático fundado en la
representación. Los términos en que ambos instrumentos consagran

15
Jean-Jacques Rousseau (1969), El contrato social, México: UNAM, p. 125. En relación con la
representación inglesa, Norberto Bobbio señala que “con todo y sus aspectos sangrientos
terminó por afirmarse la superioridad del parlamento sobre el rey, que, aunque gradualmente
y bajo diversas vicisitudes finalizó por imponer como forma ideal de la constitución la del
Estado representativo, cuya eficacia dura hasta ahora (también porque no se ha propuesto algo
mejor)” (Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia, cit., p. 55).
16
Robert A. Dahl, op. cit., p. 41.

26 Revista Mexicana de Cultura Política NA


la representación son prácticamente los mismos y se fundan en la idea
de la soberanía popular. Ni los autores de la Constitución estadounidense
y de los documentos que le sirven de antecedentes, como la Declaración
de Derechos de Virginia o la Constitución de ese estado, ni los revolu-
cionarios franceses pensaron que la representación contradijera la idea
de la democracia, todo lo contrario. La soberanía popular y la voluntad
general fueron los mecanismos que sirvieron de puente conciliador entre
el concepto de representación y el de democracia. Así, la Declaración
francesa de 1789 señala, en su artículo 3:
El principio de la soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún
cuerpo, ningún individuo puede ejercer una autoridad que no emane
de ella expresamente.
Por su parte, el artículo 6 del mismo documento determina:
La Ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tie-
nen derecho a participar personalmente, o a través de sus representantes,
en su formación.17
A su vez, la Declaración de Derechos de Virginia de 1776, uno de los
precedentes inmediatos de la Constitución estadounidense, establecía
en su sección 2:
Que todo poder está investido en el pueblo y consecuentemente deriva
de él; que los magistrados son sus mandatarios y servidores y en todo
momento responsables ante él.18
Norberto Bobbio apunta al respecto que:
Tanto los autores del Federalista como los constituyentes franceses esta-
ban convencidos de que el único gobierno democrático apropiado para
un pueblo de hombres fuese la democracia representativa, que es la for-
ma de gobierno en la que el pueblo no toma las decisiones que le atañen,

17
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1989), en 1789-1989. Bicentenario
de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, México: edición conmemorati-
va de la Secretaría de Gobernación, p. 13.
18
Declaración de derechos de Virginia (1989), en 1789-1989. Bicentenario de la Declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano, México: edición conmemorativa de la Secreta-
ría de Gobernación, p. 9.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 27
sino que elige a sus representantes que deben decidir por él; pero de nin-
guna manera pensaban que instituyendo una democracia representativa
degenerase el principio del gobierno popular.19
La representación, un elemento que en sus inicios no era en absoluto
democrático, no devino uno de los pilares de la democracia por mera
inercia o familiaridad con las instituciones existentes; todo lo contrario,
fue una exigencia que las grandes extensiones, tanto territoriales como
poblacionales, la diversidad social, política, religiosa, lingüística y racial
incluso, de las naciones modernas impusieron a la teoría política luego
de demostrar la inviabilidad de los gobiernos democráticos directos. Este
hecho se convirtió, en breve, en algo considerado por muchos autores,
entre ellos Stuart Mill, como obvio.20 La democracia directa como for-
ma de gobierno no sería, de este modo, vuelta a plantear en el terreno
político; su única utilidad teórica desde entonces fue la de justificar el
acto originario del Estado –el contrato social– en el cual el pueblo decide
de manera unánime constituirlo, lo que representa una virtual prácti-
ca democrática directa; a partir de entonces prevalecerá en la vida política
del Estado la norma de la mayoría en la toma de decisiones.21

5. Las tres etapas evolutivas de la democracia


y el pensamiento liberal: la lucha por los derechos
civiles; la lucha por el sufragio universal
y el estado benefactor
La evolución paralela que experimentaron el pensamiento liberal y el
ideal democrático, y su gradual y progresiva identidad se iniciaron des-
de que ambos asumieron el principio del respeto de los derechos civiles
como el fundamento básico del Estado, y encontraron su cenit cuando
se establece de manera hegemónica en los países occidentales el sistema
político conocido como “Estado liberal democrático”; es decir, cuando
se consolida el elemento democrático dando lugar a lo que, retoman-
do a Dahl, llamamos “poliarquía”.
19
Norberto Bobbio, op. cit., p. 35.
20
Cf. Robert A. Dahl, op. cit., pp. 261-263.
21
Cf. Ibidem, p. 163.

28 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Albert O. Hirschman, siguiendo al sociólogo inglés T. H. Marshall,
divide esta génesis del pensamiento progresista en tres grandes fases a
las cuales corresponden igual número de tendencias reaccionarias que se
le oponen. La primera es la lucha por el establecimiento de los derechos
civiles, le sigue la larga lucha por el sufragio universal y, por último, el
establecimiento y la subsecuente crisis del Estado benefactor en el presente
siglo. Hirschman apunta que
según el esquema de Marshall [...] el siglo XVIII fue testigo de las más
importantes batallas por la institución de la ciudadanía civil: de la libertad
de expresión, desde pensamiento y religión, hasta el derecho a la justi-
cia equitativa y otros aspectos de la libertad individual o, en términos
generales, los “Derechos del hombre” de la doctrina natural del derecho
y de las revoluciones estadounidense y francesa. En el transcurso del
siglo XIX fue el aspecto político de la ciudadanía, es decir el derecho de
los ciudadanos a participar en el ejercicio del poder político el que dio
importantes pasos, a medida que el derecho al voto se extendía a grupos
cada vez mayores. Por último, el nacimiento del Estado benefactor en el
siglo XX extendió el concepto de ciudadanía hasta la esfera de lo social y
económico, reconociendo que condiciones mínimas de educación, salud,
bienestar económico y seguridad son fundamentales para la vida de un
ser civilizado así como para el ejercicio significativo de los atributos
civiles y políticos de la ciudadanía.22
La primera etapa de la evolución señalada por Hirschman compren-
de las luchas emprendidas por el pensamiento burgués, en contra del
“antiguo régimen”, por establecer una base mínima de derechos que co-
rresponden a los individuos, los cuales van más allá del mero contenido
de los derechos del hombre –o naturales, si se quiere– e incluyen ciertas
prerrogativas políticas fundamentales como participar en el gobierno de
la sociedad por sí o por medio de representantes –es decir, el elemento
democrático al que ya hicimos referencia. El corolario de este periodo
está representado, de este modo, por la promulgación de las primeras
declaraciones de derechos que encumbran las dos facetas del hombre: la
individual o particular (el bourgeois diría Rousseau) a través de la pro-
22
Albert O. Hirschman (1991), Retóricas de la intransigencia, México: Fondo de Cultura Econó-
mica, pp. 11-12.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 29
tección de los derechos humanos, y la colectiva o pública (el citoyen en
los términos del ginebrino) postulando los derechos civiles o políticos.
En esta fase, que se desarrolla prácticamente a lo largo de todo el siglo
XVIII, pero que se afirma principalmente en su segunda mitad, es cuan-
do el liberalismo se consolida como la principal corriente del pensamiento
occidental.
Esta etapa es la que hemos identificado como pensamiento político
burgués, el cual se plantea como problema central establecer las bases
que permitan al individuo ejercer ciertos derechos sin que sean merma-
dos por quien detenta el poder político; idea que representa el postulado
primordial de la corriente liberal.
El siglo y medio que siguió al establecimiento de los derechos civiles
fue un periodo en el cual las prerrogativas políticas, económicas y socia-
les que implica el Estado democrático dejaron de ser patrimonio exclu-
sivo de un grupo privilegiado y se ampliaron, poco a poco, a todos los
integrantes del cuerpo social. Esta característica generalizadora comenzó
a formar parte del concepto mismo de democracia al grado que, hoy en
día, un régimen político que no prevea la igualdad de condiciones po-
líticas o la equidad en el trato económico y social para sus ciudadanos,
bien puede ser considerado antidemocrático.
No obstante, aunque pueda parecer paradójico, la evolución del
concepto y de los alcances de la democracia no fue algo fortuito, todo
lo contrario; representó la necesidad inevitable e impostergable de ade-
cuación del régimen establecido para evitar sucumbir ante los embates
de los sectores de la sociedad que habían sido relegados y que exigían, de
manera cada vez más violenta, el reconocimiento de muchos derechos
de los que hasta entonces habían sido privados.
El caso particular de la ampliación del carácter de la ciudadanía es
probablemente el ejemplo más significativo de dicha generalización. Hasta
los primeros lustros del siglo pasado la calidad de ciudadano había estado
reservada para los detentadores de la propiedad. Incluso Kant asume
al respecto una posición por la que consideraba que los ciudadanos son
tales en tanto propietarios. En efecto,

30 Revista Mexicana de Cultura Política NA


no se debe olvidar que en Kant no todos los ciudadanos constituyen el
pueblo: para ser miembro del pueblo es necesario, además, ser propie-
tario, vale decir, ser ciudadano activo [...] Para nuestro filósofo el hecho
de ser propietario no significa tener una situación privilegiada. Todos
los miembros del pueblo pueden llegar a ser ciudadanos activos, es decir,
propietarios. Pero mientras no lo lleguen a ser no podrán participar de
manera activa en el Estado, votando y ayudando a introducir determi-
nadas leyes.23
Es precisamente la búsqueda por ampliar los alcances de la noción
de ciudadanía el hecho que conforma la segunda etapa de la evolu-
ción del pensamiento democrático –o progresista–, es decir, la lucha por
la universalización del sufragio. Esta etapa se extiende a lo largo del siglo
pasado y concluye a mediados del presente*, cuando fue reconocido por
la gran mayoría de los países el derecho de las mujeres para sufragar y
ser votadas para ocupar puestos de elección popular.
La idea de permitir el sufragio a todos los miembros del cuerpo social
fue objeto de innumerables críticas; incluso aquellos escépticos que criti-
caban el gobierno aristocrático, como Flaubert, despreciaban un gobierno
en el que todos tuvieran la oportunidad de participar; Gaetano Mosca y
Vilfredo Pareto se oponían también a los procesos electorales amplificados
afirmando que son un simulacro sin sentido. Del mismo modo, Le Bon
pone atención en el peligro extraordinario de depender de las masas.24
El sufragio universal se convirtió, poco a poco, en el receptáculo de
todos los odios entre clases que se veían cada vez más acentuados por
causa del creciente industrialismo que permeaba y se extendía con ex-
traordinaria velocidad en prácticamente todos los países decimonónicos.

23
Arnaldo Córdova, Sociedad y Estado en el mundo moderno, México: Ed. Grijalbo, p. 143. En
ese mismo sentido, es curioso hacer notar que las constituciones conservadoras mexicanas
de 1836 y de 1841 señalaban como requisito indispensable para ocupar cargos de elección
popular, e incluso magistraturas judiciales, tener una renta determinada al año, misma que
variaba de acuerdo con el cargo.
* N. del Ed.: este artículo fue publicado originalmente en 1996.
24
Cf. Albert O. Hirschman, op. cit., p. 75.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 31
Después de todo [apunta Hirschman], Europa había sido durante mucho
tiempo una sociedad muy estratificada donde las clases inferiores eran
vistas con el mayor desprecio tanto por la clase alta como por la clase
media [...] Ese talante se prolongó en el siglo XIX y no pudo sino reforzar-
se por la migración hacia las ciudades de personas rurales empobrecidas
que llegaban con la industrialización [...Así] cuanto más se extendía a
lo largo de Europa el auge del sufragio universal, más estridentes se
hacían las voces de la élite que estaban o pasaban a estar en oposición
irreconciliable con él [...] El avance indudable de las formas políticas
democráticas en la segunda mitad del siglo se produjo en medio de un
estado de ánimo difuso de escepticismo y hostilidad.25
A lo largo de esta etapa los obstáculos fueron muchos. Primero, la
diferencia entre clases sociales (en algunos países como Estados Unidos
se presentó, además, el peculiar problema de la esclavitud, en donde este
culminó, tras la sangrienta guerra civil, con el otorgamiento del derecho
al sufragio a los exesclavos, ya para entonces hombres libres), luego la
edad y, por último, el sexo, fueron los principales argumentos esgrimi-
dos por el pensamiento reaccionario en oposición a que el carácter de la
ciudadanía activa y sus correlativos derechos se extendieran a todos los
miembros de la sociedad.
La participación de un mayor número de individuos en la vida política
de los Estados modernos, consecuencia esta de la creciente tendencia por
universalizar el sufragio, fue acompañada de sucesos trascendentales.
Por un lado, la hecatombe que para el pensamiento burgués representó
el auge de los movimientos socialistas y comunistas en la segunda mitad
del siglo pasado, mismos que encontraron su punto culminante en la
Revolución rusa de 1917; y, por otro lado, la profunda crisis de 1929,
obligaron a los liberales a replantear seriamente el papel que el Estado
debe jugar en los procesos económicos y sociales. De este proceso sur-
gió la idea de lo que se ha llamado “Estado benefactor” –o Welfare State,
si se quiere– como el remedio –o consecuencia– de las serias transfor-
maciones que había venido experimentando la sociedad occidental.

25
Ibidem, pp. 30-33.

32 Revista Mexicana de Cultura Política NA


El Estado benefactor, el cual representa la tercera etapa de la evolu-
ción del pensamiento democrático en las sociedades liberales, encarna
una virtual socialización de los beneficios que el modo de producción
liberal genera. Las revueltas obreras provocadas por las desigualdades y
las injusticias que el liberalismo inspirado en el laissez faire, laissez passer
generaba, pusieron al mismo sistema liberal a un paso de la catástrofe.
La Revolución socialista rusa de 1917 se presentó como un ultimátum
para cambiar las injustas e inequitativas condiciones en las cuales se había
fundado el sistema liberal. A pesar del avance que significó la apertu-
ra del sufragio, las difíciles condiciones de vida de grandes sectores, los
más desprotegidos, hacían insostenibles las condiciones sociales y eco-
nómicas que hasta entonces habían prevalecido.
Es un Estado carente de sensibilidad social [dice Luciano Pellicani, al
referirse al sistema político imperante en el siglo pasado cuando se dio
la ruptura, provocada por el creciente industrialismo liberal, entre las
clases propietarias (o burguesía) y las trabajadoras (o proletariado)]. Los
costos de la gran transformación, que se vuelcan casi exclusivamente
sobre la clase obrera, no son percibidos por [ese Estado] o son percibidos
como naturales, inevitables, inmodificables. De tal modo en el seno de la
sociedad capitalista el surco entre las clases integradas y las masas prole-
tarizadas se hace cada vez más agudo al punto de preceder a una escisión
vertical en el cuerpo social. No es casual que tanto el revolucionario Marx
como el conservador Disraeli vean la crisis de civilización actuante en
el 1800 como el encuentro frontal entre dos ciudades recíprocamente
repulsivas: la de los haves y las de los have-nots.26
La sociedad del siglo XIX se convirtió, de este modo, en un caldo de
cultivo de dos valores esenciales de la sociedad liberal confrontados: el
mercado autorregulado, por un lado, y el principio de la igualdad, por
el otro. El primero, que demandaba la no intervención del Estado en los
procesos económicos, los cuales debían ser dejados a su propio juego o
regulación, y que se fundaba en el principio de laissez faire, laissez passer,
se contraponía al segundo que, por su propio significado, requería de

26
Luciano Pellicani (1981), voz “Estado de bienestar”, en Norberto Bobbio y Nicola Matteucci,
Diccionario de política, México: Siglo XXI Editores, tomo I, p. 610.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 33
la intervención del Estado como un árbitro superior que, resolviendo
los conflictos entre los distintos actores sociales, procuraba eliminar los
obstáculos que objetivamente impedían a los ciudadanos menos pudien-
tes ejercer sus derechos políticos y sociales reconocidos formalmente.
La función estatal dejaba de ser, a la luz de la idea de igualdad, la de un
mero guardián expectante de la propiedad privada y garante del orden
público, y pasaba a ser la de un verdadero intérprete de los valores de
justicia, seguridad, empleo y bienestar, entre otros.27
El cambio, en las reglas de la sociedad era urgente, y las primeras cons-
tituciones sociales de la historia, la mexicana de 1917 y la de Weimar de
1919, marcaron la pauta del mismo. Por otro lado, el modelo keynesiano
por el cual el Estado tomaba en sus manos las riendas de la economía
permitía que este fungiera como un equilibrador, en este campo, de las
desigualdades existentes entre las distintas clases.
Pellicani detalla las dos razones que produjeron la aparición del Estado
benefactor señalando:
El capitalismo individualista entra en crisis por dos razones principales:
por su orgánica incapacidad de evitar las crisis económicas y por su in-
sensibilidad frente a las exigencias de las clases sometidas, sin protección
alguna, a la intemperie de la competencia. Para eliminar estos dos defectos
estructurales del capitalismo individualista, la cultura occidental no ha
encontrado otra solución que recurrir a la intervención del Estado, al
que se demanda el mantenimiento del equilibrio económico general y
la persecución de fines de justicia social (lucha contra la pobreza, redis-
tribución de la riqueza, tutela de los grupos sociales más débiles, etc.).28
Los años treinta representaron, desde el punto de vista ideológico de
los países occidentales, un importante parteaguas. El modelo liberal-
democrático empezó a experimentar con éxito la política del Welfare
State dejando así los años de la crisis atrás, y remontó de manera gradual
los desastrosos efectos que aquella había provocado. Por otro lado, es
precisamente en esa década cuando la ideología fascista echó raíces en

27
Cf. ibidem, p. 611.
28
Ibidem, p. 612.

34 Revista Mexicana de Cultura Política NA


algunos países: ltalia –que la asumió desde que Mussolini tomó el poder
en los años veinte–, Alemania –con la peculiar variante del nazismo–,
Japón y España. El ascenso del fascismo fue un producto indiscutible de
la crisis que, fundado en principios nacionalistas, descalificó el modelo
democrático de gobierno y, en consecuencia, la variante del Estado be-
nefactor que habían asumido los países seguidores del keynesianismo:
Inglaterra, Francia y Estados Unidos, principalmente.
Los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial fueron de un
importante auge económico y de un constante crecimiento. Bajo el Wel-
fare State las economías de los países del llamado bloque occidental (o
capitalistas) crecieron en una incontenida espiral de bonanza. La virtual
destrucción que la guerra había causado a las plantas productivas de los
países europeos –y en particular a las de los vencidos– fue amortizada y
revertida con la magnitud de los recursos invertidos en ellos a raíz del Plan
Marshall. Más de 20 000 millones de dólares constituyeron el soporte de la
reconstrucción y de la reactivación de las economías de aquellos países. En
los años cincuenta, como consecuencia, todas las naciones occidentales,
así como la infinita mayoría de las tercermundistas, adoptaron el modelo
democrático del Estado benefactor. Los años cincuenta y sesenta son, de
este modo, aquellos en los que mayor auge tuvo el mismo. Los setenta
y los ochenta por el contrario representan, como veremos más adelante
en detalle, los años de crisis y abandono de este modelo ante los embates
del pensamiento neoliberal.

6. La función legitimadora de la democracia


Ante la preeminencia del modelo democrático como forma de gobierno
entre las naciones occidentales, este adquirió un carácter legitimador
importantísimo en el contexto internacional y en los escenarios políti-
cos internos de cada país.
En La realidad democrática, C. B. Macpherson hace notar, como ya
lo señalábamos, el cambio radical que los pensadores liberales tuvieron
en su apreciación de la democracia; de despreciarla y repudiarla duran-

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 35
te casi 150 años, pasaron a considerarla, desde las primera décadas de este
siglo, uno de los valores más importantes de la teoría política moderna.
Al respecto, dicho autor dice que
su plena aceptación en las filas de la respetabilidad resultaba ya aparente
por el tiempo de la Primera Guerra Mundial, una guerra que según los
dirigentes occidentales aliados tenía como fin salvar la democracia. Desde
entonces [...], la democracia ha prevalecido como algo positivo, hasta el
punto de que todo mundo reivindica su posesión.29
La democracia, en efecto, se ha generalizado en las sociedades de
finales del siglo XX como el valor político por excelencia, hecho que, a
raíz de la caída de los regímenes de los países del bloque socialista, se
ha reforzado a tal grado que hoy es un principio incuestionable en todo
el mundo. Actualmente, cualquier país cuyo sistema político no recoja al
menos las siete instituciones que Robert Dahl plantea como los pilares de
la poliarquía, es inmediatamente tachado de antidemocrático y es objeto
del repudio internacional.30
Un problema que ha acompañado desde siempre al poder es el de
su legitimación ante la sociedad para ser ejercido. En efecto, un hecho
que la historia ha corroborado en innumerables ocasiones es que un po-
der basado solamente en la fuerza no puede durar; el mismo podrá tener
eficacia, pero no puede ser considerado de ninguna manera legítimo.31

29
C. B. Macpherson, op. cit., p. 10.
30
Esta aseveración debe ser tomada con mucha reserva ya que, muchas veces, ese repudio in-
ternacional obedece a concepciones muy limitadas y convenientes de democracia. En efecto,
hoy en día este término es muchas veces manipulado por los grandes intereses internacionales
que tienden a identificar la idea de “democracia” con la de “democracia liberal”. Así, gobiernos
democráticamente elegidos, como el sandinista en Nicaragua al final de la guerra civil, eran
tachados por los intereses estadounidenses como socialistas y. en consecuencia, como antide-
mocráticos. No obstante, si partimos de concepciones plenamente aceptadas, tales como que
la autocracia se opone diametralmente a la democracia, podemos afirmar, con toda amplitud,
que las dictaduras –ejemplo por excelencia de las autocracias contemporáneas– son sí, por su
antidemocracia, objeto del repudio internacional (valgan como ejemplo la dictadura franquista
en España o el régimen de Augusto Pinochet en Chile).
31
Cf. Norberto Bobbio, Estado, gobierno y sociedad, cit., p. 117.

36 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Incluso Max Weber, al definir al poder político, concepto antagóni-
co a la idea de fuerza (Macht), apela a la legitimidad como un elemento
indispensable de aquel. Weber define a la dominación, elemento que da
sustancia al poder político y que lo diferencia de la mera fuerza, como
“la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determina-
do contenido entre personas dadas”.32 La dominación sólo puede sig-
nificar para el autor la probabilidad de que un mandato sea obedecido.
Esa obediencia, distinta de la que resulta del uso de la fuerza, tiene como
razón principal el presupuesto de legitimidad del que goza quien emite
ese mandato determinado.
El poder, así, desde siempre se ha visto necesitado de una justificación,
más aún en las siempre crecientes y cada vez más conflictivas sociedades
modernas; desde Maquiavelo, la preocupación de los teóricos políti-
cos se centró en encontrar los elementos que justificaran su ejercicio. En
las sociedades contemporáneas, la idea legitimadora por excelencia de
los regímenes políticos es, sin duda, la democraticidad que encarnan.
En su libro El poder, mismo que estuvo vetado por cerca de 50 años
en Europa, Guglielmo Ferrero señala, en relación con esta idea, que
los principios de legitimidad no son más que justificaciones del Poder,
esto es, explicaciones que los gobernantes dan a los gobernados acerca
de las razones en que pretenden fundamentar su derecho a mandar, y,
ello porque entre todas las desigualdades humanas, ninguna tiene tanta
necesidad de justificarse, de explicarse ante la razón, como la desigualdad
que se deriva del fenómeno del Poder, del hecho de la dominación de
unos hombres por otros hombres [...] Todos los principios de legitimidad
son, por consiguiente y en gran parte, instrumentos de la razón, de los
que se sirven los hombres para establecer sistemas eficaces de gobierno.
Es por ello que la suerte resulta un medio inadmisible de atribución del
poder, porque hasta el más estrafalario de los principios de legitimidad
presupone una cierta idea de racionalidad.33

32
Max Weber (1964), Economía y sociedad, México: Fondo de Cultura Económica, (segunda
edición, correspondiente a la cuarta edición en alemán corregida y aumentada), t. I, p. 43.
33
Guglielmo Ferrero (1991), El poder. Los genios invisibles de la ciudad, Madrid: Editorial Tecnos,
pp. 30-33.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 37
Así, un poder que se funda solamente en la fuerza, sin más, podrá tener
efectividad –siempre y cuando no haya otro poder que pueda contrapo-
nérsele–, pero no legitimidad. Ya Gaetano Mosca señalaba, terminante,
que el poder de la autoridad en un sistema político sólo puede tener dos
fuentes, Dios y el pueblo.34 De esta manera, una vez que el derecho divino
de los reyes dejó de ser considerado una fórmula de justificación válida
en el siglo XVIII, los teóricos políticos estuvieron obligados a pensar en
el segundo elemento de los que Mosca señala para buscar la racionali-
dad que necesita todo régimen para legitimarse. En ese sentido, el ideal
democrático de gobierno renació con el pensamiento iluminista francés
y poco a poco fue adquiriendo fuerza y aceptación entre los pensado-
res políticos, hasta llegar a plantearse como uno de los elementos de le-
gitimación del poder más importantes. Este auge del elemento democrá-
tico se vio reforzado, en particular, desde que se difundió la noción de
Estado de derecho, fundada en la idea constitucionalista de que el propio
pueblo se dota de ciertas normas fundamentales para regirse.
La racionalidad de la democracia como medio de legitimación del
poder empezó a tener sentido sólo en la medida en que la participación
de los individuos en la toma de las decisiones políticas, de manera di-
recta o indirecta –es decir, por medio de referendos o plebiscitos, o bien
mediante la elección de los gobernantes–, se amplió. La norma de la ma-
yoría se convirtió, de este modo, en el elemento sobre el cual se fundaba
el sistema democrático, suponiendo, a priori, que “la mayoría termina
teniendo la razón aunque se equivoque, porque en ella reside oficialmente
la verdad, la justicia, la sabiduría, por mucho que sus errores culpables y
sus inequidades estén a los ojos de todos”.35
En los regímenes democráticos, a pesar de que la toma de decisiones
está fundada en el principio de que la mayoría decide, la voz de la mi-
noría debe ser tomada en cuenta. El carácter general de las decisiones
democráticamente tomadas, aunque surjan de la voluntad de la mayoría,
hace que la opinión de la minoría tenga que ser considerada. La sobera-

34
Cf. Norberto Bobbio, op. cit., pp. 117-120.
35
Guglielmo Ferrero, op. cit., p. 33.

38 Revista Mexicana de Cultura Política NA


nía popular, idea de origen de todo régimen democrático, se funda en el
concepto de la voluntad general como modo de expresión de los dicta-
dos del pueblo. De esta manera, la voluntad general, aunque en los hechos
es determinada en virtud de la norma de la mayoría, presupone que es
expresión, incluso, de la minoría. Este hecho es, a juicio de Ferrero, la
causa fundamental por la cual las democracias se han consolidado como
formas legítimas de poder.
Sea cual sea la modalidad de sufragio utilizada por el pueblo soberano
para expresar su voluntad [señala el autor] [...] es evidente que sus ma-
nifestaciones no deben identificarse ni confundirse nunca con el criterio
de la mayoría ni con la postura de la minoría, ya que tanto una como otra
son partes o fracciones de una única voluntad soberana que, solamente,
se encuentra representada por completo en la suma de las dos voluntades
yuxtapuestas, lo que en resumidas cuentas significa que suprimir una de
las dos opciones –la de la mayoría o la de la minoría– equivaldría poco
más o menos a mutilar la voluntad soberana del pueblo, a secar la
fuente que legitima todo el sistema político.36
Como anotábamos, hoy la democracia se ha convertido en el elemento
de legitimación por excelencia, al grado de que incluso regímenes con-
siderados antidemocráticos apelan a un supuesto respeto de la voluntad
popular para legitimarse. Robert Dahl señala, en ese sentido, que es
característico
el empeño casi universal de los gobernantes de fines de este siglo, inclui-
dos los de regímenes no democráticos, por explotar la idea del “gobierno
del pueblo” a fin de otorgar legitimidad a sus regímenes. Nunca en la
historia documentada los jefes de Estado habían apelado con tanta fre-
cuencia a las ideas democráticas para legitimarse, aunque sólo fuese para
justificar un gobierno autoritario sobre la base de que era necesario a fin
de transitar en el futuro hacia una democracia auténtica o purificada [...]
El núcleo de las democracias estables seguirá conservando su enorme
influencia en el mundo; los líderes de la mayoría de los países, ya sea
que estén gobernados por regímenes democráticos o no democráticos,

36
Ibidem, p. 173.

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 39
continuarán invocando el “gobierno del pueblo” como fundamento de
su legitimidad; pero muchos países serán gobernados por regímenes no
democráticos.37
La democracia como sistema de gobierno en el cual todos intervie-
nen por sí o por sus representantes y en el cual los gobernantes tienen la
obligación de rendir cuentas de su gestión, ha pasado a ser un poderoso
instrumento de legitimidad, en gran medida por la aceptación y la gene-
ralización que ha tenido en las sociedades modernas.
Después de la caída de las naciones socialistas a finales de los años
ochenta, que eran las únicas que presentaban un esquema ideológico
y político capaz de plantearse eficazmente como una opción al modelo
democrático, este ha tenido un reconocimiento abierto como el régimen
hegemónico y el más acabado de los que ha generado el pensamiento
político moderno. Con esto no pretendemos sostener, de ninguna
manera, la teoría lanzada por Francis Fukuyama de “el fin de la histo-
ria”. Afirmar que la democracia se ha convertido en el sistema político
predominante no tiene nada que ver con el absurdo planteamiento del
fin de las ideologías –el cual, por cierto, a raíz del surgimiento de los
movimientos nacionalistas en los ex países orientales se ha convertido,
apenas a unos años de haber sido planteado por su autor, en una hipó-
tesis obsoleta y caduca–, sino todo lo contrario. Hoy la democracia está
más necesitada que nunca de una constante revisión para adecuarla a
un mundo cada vez más cambiante.

7. La ingobernabilidad de las democracias


El final del boom económico que encarnaron los años de la posgue-
rra acarreó que el pensamiento de los llamados neoliberales iniciara una
dura e inclemente crítica al régimen social y a los avances democráticos
que implicaba el modelo del Estado benefactor. El Welfare State fue así
objeto de acusaciones que lo hacían responsable de la crisis política y
económica en la cual se vieron inmersas las naciones capitalistas en los
años setenta, en particular Estados Unidos.

37
Robert A. Dahl, op. cit., pp. 375-378.

40 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Con objeto de plantear soluciones viables para enfrentar la recesión
que se vivía en el ámbito económico, por un lado, y la disminuida cre-
dibilidad y creciente oposición a las que se enfrentaban sus estructuras
políticas, por el otro, las naciones primermundistas europeas, america-
nas y asiáticas conformaron un grupo llamado Comisión Trilateral, que
encomendó a algunos especialistas la realización de una investigación
que explicara, en conjunto, las causas generadoras de esa crisis. El resul-
tado de los análisis que hicieron los profesores Michel Crozier, Samuel
P. Huntington y Joji Watanuki –encargados de realizar dicho trabajo– se
condensa en el documento The Crisis of Democracy: Report on the Go-
vernability of Democracies to the Trilateral Commission.
En dicho texto se llega a la conclusión genérica de que el “exceso” de
democracia que caracterizaba al Estado benefactor había generado una
situación de ingobernabilidad que no podía resolverse sino en detrimento
de las conquistas sociales y democráticas logradas en virtud de la políti-
ca del Welfare State. Para decirlo con las palabras de sus autores:
Las demandas dentro de los gobiernos democráticos crecen, mien-
tras la capacidad de resolverlas por parte de estos gobiernos se reduce.
Este, como parece confirmarse, es el dilema central de la gobernabilidad
de las democracias que se ha manifestado en esos términos en Europa,
Estados Unidos y Japón en los años setenta.38
C. B. Macpherson llama a esta etapa de amplia interacción entre la so-
ciedad y el gobierno “democracia como participación”, uno de los niveles
de mayor evolución de los modelos democráticos, que es generado por la
complejidad misma de las grandes sociedades contemporáneas. Respecto
a esta idea, Macpherson señala que fue originada por los movimientos
estudiantiles y obreros de los años sesenta y setenta, los cuales dieron lugar
al criterio de que debía haber una mayor participación de los ciudadanos
en la formulación de decisiones por el gobierno. No obstante, la magnitud
de las naciones modernas –nada semejantes a las pequeñas comuni-

38
Michel Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki (1975), The crisis of Democracy: Report
on the Governability of Democracies to the Trilateral Commission, Nueva York: New York
University Press, p. 9.

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 41
dades de las ciudades-Estado de la Grecia clásica– dificulta enormemente
la realización en la práctica de tal tipo de democracia, por lo que dicho
profesor de la Universidad de Toronto señala que la verificación de esta
requiere de dos elementos previos: uno es que la conciencia de la gente
deje de verse a sí misma y se refuerce el sentimiento de comunidad, lo
que generaría que en lugar de actuar para sí actuara para todos; y el otro
es una gran reducción de la desigualdad social y económica actual.39
En el informe, aunque los autores hacen un análisis separado de las
tres regiones, desprenden causas comunes de la crisis que presentaban
los países integrantes de la Comisión Trilateral. La crítica que hacen a
la política asistencial está centrada en el principio neoliberal del Esta-
do mínimo (Minimal State) que presupone que la función estatal debe
estar restringida al grado de mantener entre sus atribuciones solamente
aquellas indispensables para conducir, de manera general, a la sociedad.
La demanda de ese Estado mínimo, señala Bobbio al respecto, se debe al
mal funcionamiento que ha tenido el Estado máximo.40 De este modo,
de acuerdo con las máximas neoliberales, un gran número de servicios
y otras actividades que entonces realizaba el Estado debían ser dejadas
en manos de los particulares, presuponiendo que la administración de
estos sería mucho más eficiente y evitaría que el gobierno se distrajera
de sus actividades realmente centrales.
Esta mentalidad entró inmediatamente en contradicción con la
situación que guardaban los sistemas políticos de entonces. El Estado
benefactor no había hecho otra cosa, señalaban con desdeño los neolibe-
rales, que acrecentar su aparato burocrático, causando una incontrolable
ineficiencia y torpeza en su actuación. Además, los fines sociales que
necesitaban una actitud protectora del Estado habían generado, por otro
lado, el estancamiento y atrofia de los mercados, y la costosa carga de gasto
social había orillado al Estado al borde de la quiebra. Todo ello, pensaban,

39
C. B. Macpherson (1991), La democracia liberal y su época, Madrid: Alianza Editorial,
pp. 113-121.
40
Norberto Bobbio, en Giuseppe Vacca, “Crisi del Welfare State e Ia sfida neo-liberale: una
intervista con Norberto Bobbio”, en AA.VV. (1985), Neoliberalismo, neoliberismo e sinistra
europea, Milán: Franco Angeli, p. 26.

42 Revista Mexicana de Cultura Política NA


produjo una enorme falta de credibilidad de la sociedad en general en
las estructuras gubernamentales, lo que generaba, en pocas palabras, una
creciente situación de ingobernabilidad. Gianfranco Pasquino indica que
la disminución de confianza de los ciudadanos respecto de las institu-
ciones de gobierno y la falta de credibilidad en los gobernantes provocan
automáticamente una disminución de las capacidades de estos últimos
para afrontar los problemas, en un círculo vicioso que puede definirse
como la espiral de la ingobernabilidad.41
La teoría de los autores del informe a la Comisión Trilateral puede
resumirse de la siguiente manera:
1. Durante los veinticinco años que siguieron a la Segunda Guerra Mun-
dial el sostenido y, en algunos países, espectacular crecimiento económico
que provocó una clara mejoría social y económica de todas las clases
sociales –en virtud de las políticas mismas del Estado asistencial– trajo
consigo el auge más importante en la historia de la democracia. En esos
años, las instituciones democráticas, en particular las de corte parlamen-
tario, demostraron su gran viabilidad en las naciones trilaterales.
2. Dada la apertura que caracterizó a las instancias gubernamentales
en esta etapa, tanto los ciudadanos en su carácter individual como los
grupos organizados comenzaron a participar más activamente en la vida
política y social de sus comunidades, lo que fue acompañado de una
mayor protección y garantía de los derechos de los ciudadanos frente al
Estado. Del mismo modo se ampliaron los canales por los cuales podían
generarse un mayor número de demandas al Estado como, por ejemplo,
el peso y el respeto que adquirieron los medios impresos y electrónicos
de comunicación.
3. A pesar de las expectativas que ese periodo creó en los ámbitos po-
líticos y sociales, el periodo temporal de recesión que se vivió a princi-
pios de los años setenta dejó al descubierto la incapacidad del aparato

41
Gianfranco Pasquino, voz “Gobernabilidad”, en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gian-
franco Pasquino (comps.) (1988), Diccionario de política. Suplemento, México: Siglo XXI Edito-
res, p. 196.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 43
gubernamental por hacer frente al cúmulo de demandas y a los costos
políticos y sociales que el Estado benefactor había generado gracias a su
“magnitud democrática”.
El problema de los países de la Trilateral era pues la incapacidad de
gobierno producida por el funcionamiento mismo de la democracia.
Cuatro eran los elementos que Crozier, Huntington y Watanuki
achacaban al Estado asistencial: a) La deslegitimación de la autoridad y
la desconfianza en el liderazgo de los gobernantes (elementos básicos,
según los autores, de toda sociedad), generadas por la consecución de las
virtudes democráticas de igualdad y libertad individual. b) La sobrecarga
de las estructuras estatales, causada por la ineficacia de los medios guber-
namentales para afrontar la expansión democrática en la participación
política, por el desequilibrado desarrollo de las actividades del propio
gobierno y por una exacerbada tendencia inflacionaria en la economía.42
c) La intensificación de la competencia política en la cual se funda todo
sistema democrático, al grado de provocar una disgregación de intereses
y la fractura de los partidos políticos dando pie a fenómenos de “plu-

42
Al respecto, en las conclusiones del Informe a que hacemos mención se señala: “La expan-
sión de la actividad gubernamental era atribuida no tanto a la fortaleza del gobierno como a
su debilidad y a la inhabilidad y falta de voluntad de los líderes políticos centrales para rechazar
las demandas de importantes grupos, numérica y funcionalmente hablando, de la sociedad. El
ímpetu de responder a las demandas que hacían esos grupos al gobierno está profundamente
enraizado en el carácter estructural de la sociedad democrática. La idea democrática de que el
gobierno debe ser responsable ante el pueblo, crea la expectativa de que el gobierno conozca
las necesidades y repare los daños que aquejan a ciertos grupos de la sociedad. Con el peso
político que representa participar en elecciones competitivas realizadas con gran frecuencia, los
líderes políticos, para ganarlas, no pueden hacer otra cosa más que soportar ese hecho y cum-
plir con dichas demandas.” “La inflación, obviamente, no es un problema característico de las
sociedades puede ser el resultado de causas que van más allá del proceso democrático. Esta, no
obstante, sí puede verse alentada por una política democrática y es, sin duda, extremadamente
difícil para los sistemas democráticos enfrentarse efectivamente a ella. La tendencia natural
de las demandas políticas permitida y alentada por las dinámicas de un sistema democrático,
ayuda a los gobiernos a manejar los problemas de la recesión económica, particularmente el
desempleo, y les dificulta el control efectivo de la inflación. Ante las demandas de los grupos
empresariales, sindicatos y beneficiarios de la apertura gubernamental, se volvió imposible
para los gobiernos democráticos recortar gastos, incrementar impuestos y controlar precios
y salarios. En este sentido, la inflación es el deceso económico de las democracias” (Michel
Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki, op. cit., p.164).

44 Revista Mexicana de Cultura Política NA


ripartidismo enfermizo” como el que ha caracterizado a Italia, en don-
de las grandes decisiones, debido a la peculiar situación de su sistema de
partidos, no recaen en los grandes partidos, sino en los pequeños, quienes
se convierten en piezas fundamentales para la conformación de mayo-
rías parlamentarias. Las democracias, en ese sentido, indican los autores,
sólo pueden manejarse con base en consensos, y estos son sumamente
difíciles, por no decir casi imposibles, en los regímenes pluripartidistas
tan complejos que caracterizan a casi todas las sociedades democráti-
cas contemporáneas. Y, por último, d) el “parroquialismo” que han gene-
rado en las estructuras internacionales las tendencias democráticas del
Estado benefactor.43
De los elementos señalados por los autores del Informe, los más
socorridos por los autores neoliberales son el segundo: la tesis de la
“sobrecarga”, y el tercero: la exagerada vitalidad del sistema democrático
de partidos.
Uno de los expositores típicos de la hipótesis de la sobrecarga (Overloa-
ding of Government) es James O'Connor, quien en su libro The Fiscal Crisis
of the State expone la idea de que la ingobernabilidad es el producto de
una sobrecarga de demandas a las que el Estado responde con la expansión
de sus servicios y de su intervención, pero que provoca inevitablemente
una crisis fiscal. Dicha crisis fiscal se debe, afirma, a que “el Estado [para
asegurar su permanencia] debe esforzarse por crear y conservar condi-
ciones idóneas para una acumulación de capital rentable y, por otro lado,
por crear y conservar condiciones idóneas para la armonía social”.44
Los partidarios de la versión de la sobrecarga [señala Gianfranco Pasqui-
no], cuando se aventuran a proponer soluciones, caen en las recetas de
sello neoliberal. La primera de estas soluciones se considera ya clásica:
“reducir de modo significativo la actividad del gobierno” [...] La segunda
receta, de mayor complejidad, consiste en intentar reducir las expectativas
de los grupos sociales, desvaneciendo la ilusión de que en un momento u
otro el Estado intervendrá para salvar o sanear cualquier situación [...] La

43
Ibid., pp. 161-168.
44
James O'Connor,“The Fiscal Crisis of the State”, en Gianfranco Pasquino, op. cit., p. 195.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 45
tercera receta consiste en aumentar los recursos o entradas a disposición
del Estado [aunque ello resulta una solución muy difícil debido a que
acrecentaría la inflación] [...] Finalmente, una receta apenas esbozada [...]
consiste en proceder a una reorganización de las instituciones estatales
en el sentido de su simplificación en lo que respecta a que la complejidad
estorba a su eficacia.45
Todas las soluciones a las que Pasquino hace referencia implican, cla-
ramente, una marcha atrás en relación con las estrategias e incluso con
los logros que el Estado asistencial había alcanzado. Resulta evidente,
además, la posición de rechazo manifestada por el neoliberalismo hacia
la apertura democrática, producto de las políticas ejercidas durante los
casi 50 años de preeminencia de la idea del Estado benefactor. Todas las
salidas planteadas hacen evidente que en realidad lo que subyacía a la
feroz crítica emprendida en contra de la política del Welfare State era un
“inevitable” –según los planteamientos neoliberales– endurecimiento
gubernamental en perjuicio de las conquistas democráticas.
Al referirse a las soluciones de los neoliberales, Norberto Bobbio señala
que estos, ante la pregunta de si es posible resolver democráticamente di-
cho problema, siempre tienen una respuesta negativa, es decir, que la única
solución puede encontrarse en nuevas formas de gobierno autocrático.
Esta postura, ante la situación concreta de la sobrecarga, responde que
debe disminuirse la posibilidad de hacer demandas al Estado; frente al
tema de la conflictualidad social, misma que el Estado benefactor resolvía
a través de la intervención, mediación y solución con base en acuerdos
garantizados por el gobierno, plantean asumir una actitud represiva
que consiste en no reconocer la mayoría de los conflictos y de calificarlos
como contrarios a los intereses nacionales, o bien, simplemente, desem-
barazarse del problema al asumir una posición de no intervención; en
relación con la difusión del poder que implican los sistemas democráticos,
señalan la conveniencia de consolidar un poder central monocrático; y
por último, por lo que hace a la ineficiencia estatal, asumen, en consonan-
cia con la idea del Estado mínimo (Minimal State), la posición de reducir
lo más posible las estructuras administrativas del gobierno.46

45
Gianfranco Pasquino, op. cit., pp. 194-195.

46 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Por su parte, José Fernández señala, en el mismo sentido, que ante la
crisis de gobernabilidad generada por la sobrecarga y por la intervención
estatal en la economía,
para el neoliberalismo un primer remedio consistió en sustituir la
estrategia intervencionista por la privatización, o sea, dejar que el mer-
cado retomara su dinámica sin el obstáculo de la injerencia estatal. Un
segundo remedio apuntó a disminuir la sobrecarga de demandas; lo que
llanamente significa disminuir la democracia. 47
Todas las respuestas neoliberales siguen, de esta manera, la vía más
fácil, o al menos una de las más socorridas, que es el camino autoritario.
Las reacciones conservadoras que Hirschman consideraba inherentes
a los periodos de crisis presentados a lo largo de las distintas evolucio-
nes del pensamiento progresista fueron encarnadas en los años setenta
por una ola antidemocrática que planteaba, precisamente, la necesidad
de conductas autoritarias para contrarrestar las dañinas consecuen-
cias del Estado benefactor. La vieja tendencia que caracterizaba a los pri-
meros pensadores políticos modernos de afrontar una situación de anar-
quía con base en soluciones autocráticas fue planteada por los pensadores
neoliberales como la única alternativa para afrontar la ingobernabilidad
de las naciones democráticas. El mismo concepto de ingobernabili-
dad, acuñado por estos pensadores para referirse a la recesión que
permeaba a las naciones occidentales, pretende significar una situación
de completo desorden, descomposición y descontrol de los procesos
económicos y de las estructuras sociales y políticas (lo que en realidad
magnificaba la crisis que atravesaba el Estado benefactor), con el fin de
justificar la postura de endurecimiento en el ejercicio del gobierno.
El ejercicio autoritario del poder ha sido visto a lo largo de la historia
como una manera de afrontar las crisis y de generar progreso y desarro-
llo. Desde la época de la república romana se concibió una institución,
el dictador, quien, nombrado por uno de los cónsules, concentraba un

46
Cf. Norberto Bobbio (noviembre-diciembre de 1980), “Democrazia e governabilità”, Quaderni
di azione sociale, revista de las ACLI, Roma, año XXIX, núm. 12, (nueva serie), pp. 12-14.
47
José Fernández Santillán, op. cit., p. 101.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 47
gran cúmulo de facultades que lo hacían la figura idónea para manejar
y superar las etapas de inestabilidad política y militar; no obstante, su
existencia era vista como una situación temporal y de excepción. A pesar
del transcurso del tiempo y de vivir en un contexto histórico diferente,
Maquiavelo reconoce y admira la figura del dictador romano en sus
Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Más adelante Stuart
Mill, aunque refiriéndose a los pueblos bárbaros, señala la conveniencia
de los regímenes despóticos como formas legítimas de gobierno para
garantizar el progreso y los medios para alcanzarlo en las sociedades
“atrasadas”políticamente.48
El pensamiento neoliberal no fue ajeno a la tentación de postular un
poder concentrado y autoritario con el fin de proporcionar a las socie-
dades contemporáneas un manejo gubernamental ágil, eficaz y expedito.
No obstante, tal poder implicaba, desde la perspectiva neoliberal, una
necesaria disminución de las prerrogativas políticas, sociales y económi-
cas con las que contaban los ciudadanos, y que se derivaban de la aplica-
ción de los valores democráticos que había generado la política asistencial
del Estado benefactor. David Held sostiene así que las posturas de los
teóricos de la tesis de la sobrecarga son ampliamente compartidas por
los pensadores de la “nueva derecha”, en particular por lo que hace al
endurecimiento del gobierno frente a la participación y a las demandas
sociales.49 En el mismo sentido, Gino Germani apunta que una manera de
vincular negativamente democracia y modernización es la de considerar
a los regímenes no democráticos (autoritarismo acompañado por una
parcial o total negación del pluralismo) como el medio más eficaz para
promover la transformación de una sociedad preindustrial en una socie-
dad industrial capaz de tener un desarrollo económico autosostenido.50
En el debate desatado en torno al Estado benefactor, Norberto
Bobbio ha jugado un papel muy importante al plantearse como uno de

48
Cf. Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia, cit., pp. 73-74.
49
Cf. David Held (1989), Modelli di democrazia, Bolonia: Societa editrice II Mulino, p. 297.
50
Gino Germani, “Autoritarismo e democrazia nella societa moderna”, en AA.W. (1985), I
limiti della democrazia. Autoritarismo e democrazia nella societa moderna, Nápoles: Liguori
Editore, p. 2.

48 Revista Mexicana de Cultura Política NA


los principales opositores a las políticas neoliberales. Su posición, la de un
defensor inamovible de las conquistas democráticas y sociales logradas
en la etapa del Welfare State, ha destacado la necesidad de no retroce-
der en aquellas y de seguirlas sosteniendo a pesar del cambio de los
modelos económicos y políticos. El mismo Bobbio señala:
Se ha dicho muchas veces que la política keynesiana fue un intento de
salvar al capitalismo sin salir de la democracia, en contra de las dos so-
luciones opuestas existentes: la de abatir al capitalismo sacrificando la
democracia (practica leninista) y la de abatir a la democracia para salvar
al capitalismo (fascismo). Ahora se diría que para los liberales de nuevo
cuño el problema es al contrario, es decir, el de salvar, si todavía es posi-
ble y por aquello de que todavía es posible, a la democracia sin salir del
capitalismo. En la crisis de los treintas pareció que fuese el capitalismo
el que ponía en crisis a la democracia, hoy les parece a estos nuevos
liberales que la democracia es la que pone en crisis al capitalismo.51
En efecto, la cuestión de la legitimidad derivada de la crisis en la que
el Estado benefactor se vio envuelto desde los años setenta se reduce, en
última instancia, a la relación que el capitalismo de finales de siglo guarda
con la democracia y sus alcances. El problema, de este modo, va más allá
del debate de si el Estado debe ser considerado mínimo, y se remonta al
carácter democrático o no de las sociedades modernas.
Ahora [indica el profesor de Turín] la democracia es pura y simple-
mente atacada; la insidia es grave. No solamente está en juego el Estado
benefactor, o sea, el gran compromiso histórico entre el movimien-
to obrero y el capitalismo maduro, sino la misma democracia, es decir, el
otro gran compromiso histórico anterior entre el tradicional privilegio
de la propiedad y el mundo del trabajo organizado, del que directa o
indirectamente nace la democracia moderna.52
Los neoliberales han justificado su crítica al Estado benefactor al
identificar las antítesis de Estado máximo-Estado mínimo y de Estado

51
Norberto Bobbio (1986), El futuro de la democracia, México: Fondo de Cultura Econó-
mica, p. 98.
52
Ibidem, p. 99.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 49
débil-Estado fuerte, considerando que un Estado “adiposo” genera de-
bilidad y, consecuentemente, ingobernabilidad, mientras que un Estado
“ligero” trae consigo fortaleza, la cual se expresa en la agilidad y eficacia
de sus acciones. Esta postura, que pretende negar el papel que ha jugado
el Estado como mediador de las desigualdades y de las injusticias sociales
y económicas del sistema capitalista –papel que, además, es fruto del gran
acuerdo entre clases personificado en la figura del Estado social–, deja de
lado cualquier posible solución que no sea la reducción de las funciones
gubernamentales a cualquier costo.
No obstante, pensar que los valores democráticos son considerados
por los autores neoliberales como algo prescindible, es equivocado. La
gran paradoja del neoliberalismo es, así, que la democracia ha generado
la situación de crisis pero, por otro lado, no puede ser desechada de un
modo absoluto. Autores como Friedrich A. von Hayek, quien anticipó
con notoria precisión la situación de inestabilidad política y económica
que generaría la política asistencial, reconoció desde un inicio que el libe-
ralismo debe seguir fundándose en la democracia, pero es incompatible
con una democracia ilimitada.53
Las naciones integrantes de la Comisión Trilateral, mismas que sus-
citaron la revisión de la política del Welfare State, no podían hacer me-
nos el carácter legitimador de la democracia; es por ello que incluso los
neoliberales que sostienen las soluciones más radicales, esas que, según
Held, se identifican con las posturas de la nueva derecha, no pretenden
erradicar, sino limitar los alcances que el valor democrático alcanzó a lo
largo del presente siglo.
La postura neoliberal, a pesar de que plantea una limitación y no una
negación absoluta de los avances democráticos, implica un acrecenta-
miento del elemento autoritario en claro detrimento de los beneficios
que en el ámbito político, económico y social se habían generado con el
Estado asistencial. El problema que trajo consigo esa nueva política no es,
pues, la eliminación de la democracia, sino el hecho de volver nugatorios
los elementos que marcaron el rumbo en la conducción de las sociedades

53
Cf José Fernández Santillán, op. cit., p. 102; Albert O. Hirschman, op. cit., pp. 126-131.

50 Revista Mexicana de Cultura Política NA


contemporáneas durante la época del Estado benefactor, elementos que
no fueron en absoluto fortuitos sino que, por el contrario, se debieron
a una larga serie de luchas, conciliaciones y pactos en el interior de las
propias sociedades liberales.
El planteamiento de restringir la actividad estatal y sus facultades en
aras de generar una más pronta y efectiva acción gubernamental pasa
por alto, además, una situación que ha caracterizado a las sociedades
modernas y que ha provocado que los márgenes de participación de los
miembros del cuerpo social se hayan ampliado: su masificación. En efecto,
la sociedad de masas es un fenómeno que ha generado un redimensiona-
miento de la democracia y sus alcances. De esta manera, pretender rehuir
las políticas asistenciales, que han sido obligadas por este nuevo tipo
de sociedad, es desatender una etapa inevitable de la evolución políti-
ca de las naciones modernas.
José Fernández Santillán señala que “hay quienes dicen, incluso, que
un liberalismo económico llevado a sus extremos no solamente pone en
riesgo a la democracia sino a los propios derechos civiles defendidos por
el liberalismo político y jurídico”.54 Con todo esto no se pretende negar
lo que tienen de cierto, en parte, las posturas neoliberales, es decir, la
afirmación de que el Estado benefactor tenía razón de ser durante una
etapa de prosperidad y crecimiento económico y que, ante la situación
de crisis que se presentó a partir de los años setenta, se volvió necesaria
e impostergable una revisión de los mecanismos y de los rumbos de la
conducción de las sociedades contemporáneas; no obstante, lo que debe-
mos negar rotundamente es la pretensión de achacar todos los males a la
política social y, lo que es peor, que la única solución posible es revertir
dicha política. Que las sociedades modernas necesiten una sólida y eficaz
actividad gubernamental no puede, de ninguna manera, atentar contra
los logros que aquellas han conquistado –los que de ninguna manera han
sido regalos o concesiones gratuitas– a lo largo de más de dos siglos, y en
particular durante los últimos cien años.

54
José Fernández Santillán, op. cit., p. 103.
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 51
Debemos señalar, no obstante, que el modelo neoliberal, el cual se
fundó centralmente, como hemos visto, en la idea de la ingobernabilidad
del Estado benefactor, no es el único que se ha presentado en las socie-
dades occidentales, ni tampoco ha sido la alternativa más exitosa, todo lo
contrario. El neoliberalismo representa la negación del modelo anterior
en razón de la crisis que se generó en el manejo económico y políti-
co del Estado; pero hay otros sistemas que han sabido combinar con éxito
la política de respeto de las conquistas sociales con un manejo efecti-
vo de la acción gubernamental; nos referimos, particularmente, al llamado
“modelo renano” de Estado postsocial que Alemania ha instrumenta-
do desde la etapa de la reconstrucción –en que se da el conocido “milagro
alemán”– y que recoge las demandas de atención social básicas, como
la educación gratuita –la cual llega hasta las universidades estatales–, y
un sistema de asistencia social muy desarrollado, además de mantener
amplios canales de participación política de la sociedad sin que ello haya
generado, ni de lejos, una ineficacia del gobierno o la contracción de la
estructura productiva.
Bronislaw Geremek señaló en una entrevista: “En realidad, la de-
mocracia produce el peligro antidemocrático [...] los sistemas anti-
democráticos no producen, como norma, fermentos democráticos sino
que, simplemente, se agotan y dan lugar finalmente a la democracia; por
el contrario, la democracia, por efecto de sus propios principios, gene-
ra el peligro autoritario”.55 En las palabras del intelectual polaco hay
una gran verdad: que la democracia genera, por sus propios postula-
dos, una reacción autoritaria. Ese es, precisamente, el peligro al que están
sometidos todos los sistemas democráticos, un peligro que tiende a aflo-
rar en los momentos de tensión social, crisis económica e inestabilidad
política. Es algo inevitable que, a lo largo de su evolución, la democracia
ha afrontado en innumerables ocasiones, en las cuales, a veces, se ha visto
severamente cuestionada. Las posturas neoliberales, mismas que han
pretendido confrontarla con la idea de la gobernabilidad, son las últimas
que han encarnado de manera alarmante ese peligro antidemocrático
al que Geremek se refiere.
55
Bronislaw Geremek, en Lucio Caracciolo (comp.) (1993), La democracia en Europa, Madrid:
Alianza Editorial, p. 111.

52 Revista Mexicana de Cultura Política NA


8. Democracia e ingobernabilidad hoy
Hoy en día el modelo del Estado benefactor ha sido abandonado por
prácticamente todos los países, aunque ello no ha significado, de nin-
guna manera, la eliminación de las políticas sociales del Estado, todo lo
contrario; los programas de asistencia social, en medio de innumerables
voces que se oponen a ese hecho, se han mantenido y en algunos casos
han proliferado.
Por lo que hace al tema de la ingobernabilidad de las democracias,
aunque en sus inicios estuvo ligado a la crisis del modelo del Welfare
State, hoy perdura en un contexto distinto. El Informe a la Comisión
Trilateral introdujo el tema de la ingobernabilidad en el marco de la crisis
que afrontaron las sociedades democráticas occidentales a partir de los
años setenta. Ante el abandono del Estado benefactor como paradigma
de gobierno, la idea de ingobernabilidad, lejos de olvidarse, perduró como
una manera de calificar a cualquier sistema político que es incapaz, por
cualquier circunstancia, de resolver la problemática misma de la acción
de gobernar.
El concepto de ingobernabilidad pasó, de esta manera, de ser un con-
cepto vinculado originalmente con la crisis del Estado benefactor, a ser
un adjetivo universalmente usado para calificar las situaciones en que un
gobierno es incapaz de actuar eficazmente.
A diferencia de los sistemas políticos autocráticos, las democracias
siempre han sido propensas, por sus propias características, a una mayor
conflictualidad política, económica y social, por ello siempre han sido
objeto de los ataques del pensamiento conservador, el cual invariable-
mente le ha contrapuesto soluciones autoritarias. Tras la caída del Esta-
do benefactor como modelo hegemónico, lo que ocurrió en el transcurso
de los años setenta y ochenta, las democracias siguieron siendo el blan-
co de las críticas reaccionarias que abanderaban la idea de la ingober-
nabilidad.
El concepto de ingobernabilidad, a pesar de haber evolucionado, re-
basando por mucho su planteamiento original en el marco de la crisis del
Estado benefactor, ha mantenido inherentes a su significado diversas so-
Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad
Lorenzo Córdova Vianello 53
luciones autoritarias. Así, el empleo de esa idea para caracterizar el estado
de un régimen político, siempre va acompañado de salidas que repre-
sentan un endurecimiento del mismo. La noción de ingobernabilidad,
podemos decirlo así, sigue siendo el instrumento favorito de los detrac-
tores de la democracia y de quienes postulan alternativas autoritarias.
Norberto Bobbio asume esta posición cuando escribe:
La denuncia de la gobernabilidad de los regímenes democráticos tiende
a proponer soluciones autoritarias, que se mueven en dos direcciones:
por un lado, en el fortalecimiento del Poder Ejecutivo y por lo tanto en el
dar preferencia a sistemas de tipo presidencial o semipresidencial frente
a los parlamentarios clásicos; por el otro, en el poner nuevos límites a
la esfera de las decisiones que pueden ser tomadas con base en la regla
típica de la democracia, la regla de la mayoría.56
Hirschman, por su parte, al señalar que en el fondo de la “crisis de la
gobernabilidad” se encuentra una disminución del poder de la autori-
dad,57 hace suponer que esa idea lleva implícito el plantear un inevitable
fortalecimiento de la autoridad estatal que, necesariamente, va en detri-
mento del elemento democrático.
Actualmente, varios acontecimientos en distintos países sustentan la
idea de que son necesarias las salidas autoritarias. Así, la crisis en la que
se ven envueltos los sistemas parlamentarios –concebidos por muchos
como los verdaderos paradigmas de gobierno de las sociedades demo-
cráticas–, los escándalos de corrupción, el desmesurado crecimiento de
las organizaciones criminales, y la inestabilidad económica y política en
general que ha afectado a numerosas naciones –en particular del Tercer
Mundo, como es el caso mexicano– son ejemplos de situaciones que, a
los ojos de muchos, representan una clara ingobernabilidad y a las cuales
les son planteadas soluciones autocráticas.
No obstante, a pesar de la difundida aplicación del modelo neoliberal,
las conquistas sociales del Estado asistencial que son las que encarnaban,
primordialmente, el carácter democrático del mismo, si bien dejaron de
56
Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia, cit., p. 107.
57
Cf. Albert 0. Hirschman, op. cit., p. 136.

54 Revista Mexicana de Cultura Política NA


ocupar el lugar privilegiado de que antes gozaban, continuaron forman-
do parte de las prioridades gubernamentales. La política social del Estado
se ha convertido en un elemento indispensable para la subsistencia del
mismo y, a la vez, en la causa de los problemas económicos por los que
atraviesan los gobiernos democráticos. Jürgen Habermas escribe: “Pre-
cisamente la falta de opciones sustitutorias e, incluso, la irreversibilidad
de unas estructuras de compromiso por las que fue necesario luchar, son
las que hoy nos sitúan ante el dilema de que el capitalismo desarrollado
no pueda vivir sin el Estado social y, al mismo tiempo, tampoco pueda
hacerlo con él”.58
Esa problemática del Estado social tiene, desde nuestra perspectiva,
una clara explicación: el Estado benefactor ha sido la forma más acabada
de evolución democrática, la cual se veía expresada en su carácter asis-
tencial, en su apertura política y en sus variados canales de defensa del
individuo y de los grupos sociales frente a la actividad estatal. La demo-
cracia, en particular la que encarnaba el Estado benefactor, se consideró
el instrumento más eficaz de legitimación del poder en las sociedades
contemporáneas. Por ello, abandonar, ante la crisis del Estado benefac-
tor, las políticas de asistencia social representaba un altísimo costo que
ninguna de las sociedades democráticas estaba en condiciones de pagar.
Esa, a nuestro juicio, es la razón por la cual las políticas de desarrollo
y de bienestar social nunca fueron abandonadas y son, hasta hoy, un
importante factor en la acción gubernamental de las democracias con-
temporáneas. Un ejemplo claro de lo hasta ahora señalado es, en México,
el Programa Nacional de Solidaridad, instrumentado por el gobierno
salinista como el principal instrumento de la política social, el cual se
hizo indispensable –y, entre paréntesis, notoriamente insuficiente– para
amortiguar los efectos de la estrategia de “modernización” política, pero
sobre todo económica de dicha administración.
Las democracias desde siempre han implicado una conflictualidad
social mayor que los demás sistemas políticos –particularmente que los
autocráticos–, hecho que se debe, esencialmente, a la apertura y al acceso
para la mayoría de los miembros del cuerpo social a la toma de las de-
58
Jürgen Habermas (1988), Escritos políticos, Barcelona: Ediciones Península, p. 124.

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 55
cisiones. Ello, como hemos visto a lo largo de este trabajo, ha generado
a veces inestabilidad y situaciones de crisis; no obstante, la importancia
de conservarla como el valor político más importante de las sociedades
modernas obliga a buscar nuevas salidas viables que respeten su carácter
y que representen verdaderas soluciones a los problemas generados por
dicha conflictualidad.
Bobbio señala acertadamente que la idea contractualista, base de la
evolución del pensamiento democrático es, una vez más, el único camino
para resolver los problemas que actualmente aquejan a las sociedades
democráticas y los que en el futuro puedan presentarse.
La hipótesis de la que parte el contractualismo moderno de naturaleza
[indica el intelectual italiano], es un estado en el que solamente existen
individuos aislados, pero tienden a unirse en sociedad para salvar la vida
y la libertad. Partiendo de esta hipótesis la sociedad política se vuelve
un artificio, un proyecto por construir y reconstruir continuamen-
te, un proyecto que jamás es definitivo, que tiene que someterse a revi-
sión continua. La actualidad del tema del contrato también depende del
hecho de que las sociedades poliárquicas, como son en las que vivimos,
al mismo tiempo capitalistas y democráticas, son sociedades en las que
gran parte de las decisiones colectivas son tomadas mediante negocia-
ciones que terminan en acuerdos, en las que en conclusión el contrato
social ya no es una hipótesis racional, sino un instrumento de gobierno
que se utiliza continuamente.59
En la transcripción anterior, Bobbio resume una de las características
esenciales de la forma de gobierno de las sociedades democráticas moder-
nas. El mismo juego democrático ha orillado a la formación de consensos.
Las decisiones políticas, en un régimen que se precie de democrático, no
pueden ser impuestas; al contrario, deben ser acordadas por la mayoría
de modo tal que representen el verdadero sentir de la voluntad general.
Efectivamente, lograr consensos en la toma de decisiones implica mayor
dificultad y retraso en comparación con los actos de un gobierno autocrá-
tico; no obstante (aunque ello sea visto por algunos como una causa clara
de ingobernabilidad), contrasta el hecho de que una decisión consensual

59
Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, cit., p. 100.

56 Revista Mexicana de Cultura Política NA


para todos, o para la mayoría, de los integrantes del cuerpo social tiene
que ser, por fuerza, mejor o al menos más razonada y, sin duda, mucho
más legitimada que una decisión unilateral.
La democracia, a pesar de lo que los pensadores neoliberales de los
años setenta consideraban, no es, de ninguna manera, antítesis de la go-
bernabilidad, todo lo contrario. Si bien es cierto que la actuación guber-
namental es mucho más pronta y ágil en un sistema político autoritario,
mientras que en uno democrático la necesidad de consensos y de respe-
tar las vías institucionales que establece la ley para tomar las decisiones
provoca una mayor lentitud, dificultad e ineficiencia, la estabilidad y
perdurabilidad en los gobiernos democráticos es infinitamente mayor que
en los autoritarios. Un solo ejemplo basta para confirmar lo que hemos
dicho: Estados Unidos, creador del constitucionalismo moderno escrito,
esa nación que Tocqueville señalaba como la más democrática del mun-
do, ha sido y sigue siendo, a pesar de todos los problemas políticos por los
que ha atravesado y que actualmente tiene, un país con una estabilidad
y un poderío en todos los terrenos como pocos en la historia moderna.
Los gobiernos dictatoriales que generan sin duda la gobernabilidad que
añoran los autores del Informe a la Comisión Trilateral, también podrán
generar desarrollo; pero ninguna dictadura moderna puede compararse,
en cuanto a estabilidad y permanencia, con las grandes naciones demo-
cráticas como Estados Unidos.
Incluso Italia, ejemplo de una nación “ingobernable” por causa de su
“exceso democrático”, es un caso que debe tomarse con reservas, ya que, a
pesar de haber tenido en cincuenta años más de cincuenta gobiernos, en
los años setenta y ochenta fue una de las naciones europeas consideradas
más ricas y estables por lo que hace a su economía.
La noción de gobernabilidad, de este modo, no implica solamente
actuar rápida y eficazmente; implica, ante todo, la permanencia y la esta-
bilidad. La democracia podrá no ser el mejor sistema político por lo que
a las primeras ideas se refiere; pero, sin duda, lo es para las dos últimas.

Liberalismo, democracia, neoliberalismo e ingobernabilidad


Lorenzo Córdova Vianello 57
58 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Las nuevas cadenas
audiovisuales y la
construcción de la cultura
política en México
Javier Esteinou Madrid

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
59
Resumen
El problema principal del modelo de comunicación nacional, especialmente
televisivo, no es contar con nuevos sistemas de televisión comerciales privados
que brinden en su barra programática un nuevo concurso juvenil, otra serie
de aventuras, una telenovela emocionante, un moderno show nocturno, otra
transmisión del futbol, una selección de nuevos valores musicales, otra difu-
sión de la película exitosa, un novedoso encuadre para la entrega de Óscares,
otra nueva presentación cómica, una serie policiaca distinta, otro programa
de cocina exótica, una historia de éxito reciente, etc., sino lo que se requiere es
que dichas empresas audiovisuales cumplan con el prototipo de televisión de
servicio público que señala puntualmente el Artículo 6°, Fracciones, 2 y 3 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para la radiodifusión y
las telecomunicaciones en México.
En este sentido, es necesario entender que el principal reto de comunicación
de la nación, no es tener más consorcios de entretenimiento masivo o selectivo,
“adrenalínico”, “posmodernista”, “espectacular” o “in”; sino que el verdadero
desafío es crear otro espacio de comunicación colectivo que permita que la ma-
yoría de la sociedad se exprese en el espacio público mediático para manifestar
sus intereses y necesidades de crecimiento y existencia.

Abstract
The main problem of the national communication model, particularly in TV, is
not finding new private commercial television systems that bring into the program
grid a new contest show, another adventure series, an emotional soap-opera, a
modern night show, a soccer transmission, a new music talent show, a successful
film, the transmission of The Oscars, a comic presentation, a police series, an exotic
cuisine show, or a success story. What is actually required is that the audiovisual
companies fulfill the prototype of public service television that Article 6, Fraction
2 and 3 of the Mexican Political Constitution mandates in terms of radio-diffu-
sion and telecommunications in Mexico.
Therefore, it is necessary to understand that the main challenge, in terms of
communication, for this country is not having more massive or selective, “adren-
alinic” “post-modern” “spectacular” or “trendy” entertainment conglomerates
–the true task is creating a collective communication space that allows the majo-
rity of the society to express its interests and needs in the public media space in
terms of development and existence.
60 Revista Mexicana de Cultura Política NA
I. La transformación de la radiodifusión

P
ara iniciar una nueva administración de gobierno durante el pe-
ríodo 2012-2018, el Presidente Enrique Peña Nieto se vio obligado
a crear nuevas condiciones de gobernabilidad que le permitieran
dirigir al país de manera distinta y con ello superar la crisis estructural
heredada de los dos gobiernos panistas anteriores, los de Vicente Fox Que-
zada y de Felipe Calderón Hinojosa. Dichas transformaciones deberían
convertirse en nuevos cimientos estructurales que permitieran reimpulsar
el crecimiento global de la nación a largo plazo y no sólo modificaciones
coyunturales superficiales que no trascendieran los próximos gobiernos
sexenales, pues de lo contrario no se constataría el regreso histórico de
un nuevo Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Dentro del clima de grandes transformaciones globales del país, desde
el punto de vista comunicativo con el regreso del Partido Revolucionario
Institucional, se creó la Reforma Constitucional en Telecomunicaciones,
Radiodifusión y Competencia Económica que fue aprobada por el Congre-
so de la Unión y los congresos de los estados del país, para instrumentar
las modificaciones en el orden de la comunicación nacional. La incorpo-
ración de dicha iniciativa fue un logro notable dentro de la historia de la
comunicación nacional, pues desde la década de los años 50 no se había
podido reformar con perspectiva social y progresista el marco regulatorio
de las telecomunicaciones y de la radiodifusión en México (Esteinou y
Alva, 2011, y Lay Arellano, 2015). Con ello, se abrió un camino jurídico
para crear otro modelo de comunicación más equilibrado y justo para
atender algunas de las demandas sociales que durante las últimas cuatro
décadas reclamó insistentemente la comunidad nacional en esta materia
para contar con mayor democracia, ciudadanización y pluralidad cultural
en la República. Modelo de comunicación basado en el ejercicio del ser-
vicio público, la apertura a la participación ciudadana, el reconocimiento
de los derechos comunicativos fundamentales, el respeto a la libertad de
expresión, el derecho a la información y el derecho de réplica.
Tal Reforma en Telecomunicaciones, Radiodifusión y Competencia
Económica, en su primera etapa, fue aprobada el 30 de abril de 2013 por
el pleno del Senado de la República con 108 votos a favor, tres en con-
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 61
tra y dos abstenciones (Reforma de telecomunicaciones aprobada…,
2013), y posteriormente fue validada por lo menos por 17 congresos de
los estados para alcanzar el rango de reforma constitucional e incorporarse
al texto de la Constitución.
Posteriormente, después de un largo proceso de acuerdos político-
legislativos entre el poder ejecutivo y los principales partidos políticos
del país, el 10 de junio de 2013 el presidente Peña Nieto firmó el decreto
oficial para promulgar la Reforma Constitucional en Telecomunicaciones,
Radiodifusión y Competencia Económica, y esta se publicó en el Diario
Oficial de la Federación el 11 de junio del mismo año, convirtiéndose en
un mandato vertebral de la Constitución mexicana.
Con esta última acción concluyó la primera fase de elaboración de la
Reforma en Telecomunicaciones y quedó preparado el terreno legislativo
para iniciar la segunda etapa destinada a la preparación de las leyes secun-
darias de la misma que aterrizaron los planteamientos constitucionales
generales a modalidades operativas para poderse ejercer.
La segunda etapa de la reforma constitucional de las telecomuni-
caciones y la radiodifusión inició cuando el presidente Enrique Peña
Nieto envió al Senado de la República el 24 de marzo de 2014 la Ini-
ciativa de Leyes Secundarias compuesta por 312 artículos, 46 capítulos,
16 títulos y 22 artículos transitorios para regular con especificidad la
reforma constitucional anteriormente consentida por el Poder Legis-
lativo (Posada, 2014).
Dicha iniciativa de leyes secundarias fue aprobada en lo general por
el Senado de la República el 5 de julio de 2014 con 80 votos a favor y 37
en contra y en lo particular por 72 votos a favor y 25 en contra, en una
sesión maratónica de más de 17 horas seguidas, sin realizar ningún cam-
bio a la propuesta en lo general o ajustes a los temas polémicos (Guerrero,
2013; Aprueban facilito…, 2014: p.1; y Torres, 2014). Posteriormente, en
un contexto donde la atención mayoritaria de la población nacional se
encontraba puesta en el juego Brasil-Alemania del Mundial del Futbol
2014, el 8 de julio, en otra discusión maratónica de más de 20 horas
continuas el pleno de la Cámara de Diputados avaló en lo particular y en
lo general la ley secundaria en materia de telecomunicaciones con 340
62 Revista Mexicana de Cultura Política NA
votos a favor y 129 en contra, rechazando mediante una impresionante
aplanadora legislativa, una a una, las 549 reservas que presentaron los
diputados del PRD, PAN, PT, MC y PANAL (Sin modificación…, 2014, y
Avalan diputados…, 2014: p.2).
Finalmente, el ejecutivo federal publicó la versión definitiva en el
Diario Oficial de la Federación el 14 de julio de 2014 y la ley entró en vi-
gor para regular el modelo de comunicación y de telecomunicaciones en
el país para las próximas décadas (Decreto por el que se expide…, 2014).
De esta forma, después de experimentar durante varias décadas los
medios de comunicación públicos una larga etapa histórica de subordi-
nación a los poderes gubernamentales establecidos y limitarse con ello
su misión esencial como canales del Estado mexicano al servicio de la
sociedad; la Reforma Constitucional en Telecomunicaciones, Radiodifusión
y Competencia Económica sentó nuevas bases jurídico-políticas funda-
mentales para crear otro modelo de comunicación colectivo más justo y
equilibrado para el país, a través de las industrias culturales electrónicas.
Así, introdujo diversas concepciones y normatividades fundacionales
para superar el viejo prototipo de difusión masiva e introdujo nuevas
bases jurídicas de gran trascendencia para alcanzar algunas de las ga-
rantías comunicativas esperadas por la ciudadanía durante más de siete
décadas en el país.
Desde la perspectiva social, algunos de los avances que introdujo la
Reforma Constitucional en Telecomunicaciones y sus leyes secundarias
incluyen los siguientes progresos: Se fortaleció el derecho a la libertad de
expresión, al contenido de calidad y a la información plural. Se reconoció
el derecho al libre acceso a la información y el derecho a la libertad de
difusión como garantías constitucionales. Se certificó el derecho de libre
acceso a la información y el derecho a la libertad de difusión. Se resguardó
el derecho constitucional de acceso a las tecnologías de la información,
los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluida la banda
ancha. Se avaló el acceso universal de las personas a la sociedad de la
información y el conocimiento. Se garantizó el acceso equitativo a tele-
comunicaciones de clase mundial, se impulsará la producción nacional
e independiente y se reglamentará el derecho de réplica.
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 63
Dentro de los diversos cambios que introdujo la Reforma Constitu-
cional en Telecomunicaciones y Radiodifusión en México en materia
audiovisual, el artículo 8°, Fracción II de los Artículos Transitorios for-
muló la necesidad de realizar “convocatorias para licitación de nuevas
concesiones de frecuencias de televisión radiodifundida que deberán
ser agrupadas a efecto de formar por lo menos dos nuevas cadenas de
televisión con cobertura nacional, bajo los principios de funcionamiento
eficiente de los mercados, máxima cobertura nacional de servicios, dere-
cho a la información y función social de los medios de comunicación, y
atiende de manera particular las barreras de entrada y las características
existentes en el mercado de televisión abierta. No podrán participar en
las licitaciones aquellos concesionarios o grupos relacionados con
vínculos de tipo comercial, organizativo, económico o jurídico que actual-
mente acumulen concesiones para prestar servicios de radiodifusión de
12 MHz de espectro radioeléctrico o más en cualquier zona de cobertura
geográfica” (Proyecto de decreto…, 2013: p.10).

II. Los concursos por la nuevas cadenas


de televisión en el país
Por ello, siguiendo dichos acuerdos, pactados a nivel constitucional, el
pleno del Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) autorizó la
creación de dos nuevas cadenas comerciales de televisión en México con
el fin de incentivar la competencia en esta rama industrial que había sido
abandonada durante muchas décadas y fue una de las grandes demandas
estratégicas que solicitó la Organización Para el Desarrollo Económico
(OCDE) con el fin de alcanzar la “modernización” de México (Alva de la
Selva-A, 2015: p. 34-35 y Flores Bernés, 2015: p. 42 a 44). Así, después de
22 años que no se habían licitado nuevas cadenas de televisión en el país,
en el año 2014 se licitaron dos por veinte años mediante un concurso
público para optar por 236 frecuencias del espectro radioeléctrico, y en
el cual participaron ocho empresas para obtener una concesión única
(Decreto por el que se expide…, 2014: p. 2) que les permitiría prestar
todo tipo de servicios de radiodifusión digital y de telecomunicaciones
(Cadenas de televisión abren…, 2015; y Pancho Aguirre iría…, 2015).

64 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Entre los principales postores iniciales que se interesaron en dicha
licitación figuraron Grupo Lauman de Manuel Arroyo, propietario de El
Financiero, asociado con la agencia Bloomberg para generar contenidos
en televisión. El Grupo Mac Multimedia propietario de estaciones de
radio y periódicos en el Estado de México invirtió para adquirir Reporte
Índigo y Efekto TV, con miras al concurso de los dos sistemas. El empre-
sario transportista Roberto Alcántara, quien se convirtió en accionista
del periódico español El País. Cadena Tres de Olegario Vázquez Raña.
El Grupo Radio Centro de Francisco Aguirre, el único que admitió
públicamente su interés en ser uno de los oferentes. El Grupo Tepeyac
perteneciente al consorcio de estaciones de radio ABC, periódicos de la
Organización Editorial Mexicana y otras empresas, encabezado por Mario
Vázquez Raña. Y el magnate minero Germán Larrea, de Grupo México,
quien rompió con Grupo Televisa y enfrentaba un serio diferendo con
el gobierno de Peña Nieto (Villamil, 2015-B).
Ni el Grupo MVS de Joaquín Vargas ni América Móvil de Carlos Slim
mostraron interés público por participar en esta licitación y se quedaron al
margen. El primero descartó su interés para concentrarse en la televisión
restringida vía Dish; el segundo, por su condición de agente económico
preponderante en telecomunicaciones y el candado prevaleciente que
le impidió ofrecer servicios audiovisuales de manera directa (Villamil,
2015-B).
Finalmente, de todos los interesados originalmente sólo se inscribieron
tres que fueron el Grupo Radio Centro, Grupo Tepeyac y Cadena Tres,
comprometiéndose a cumplir con todas las bases de la licitación, de los
cuales posteriormente el Grupo Tepeyac se retiró permaneciendo sólo
dos postores empresariales.
Después de cumplirse con los trámites formales, los ganadores apro-
bados en marzo de 2015 fueron el Grupo Cadena Tres de Olegario Váz-
quez Aldir y Grupo Radio Centro de Francisco Aguirre, que presentaron
proyectos financieros para atender a 106 millones, 302 mil 186 personas.
Para obtener dichas concesiones, el consorcio Cadena Tres, ofertó mil
808 millones de pesos, y el Grupo Radio Centro 3 mil 58 millones de
pesos, superando con mucho la suma mínima de 850 millones de pesos
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 65
que fijó el órgano regulador, Ifetel, para cada concesión nacional por 20
años, prorrogables por otros tantos más (IFT entrega constancias…, 2015;
y Cadena Tres y Radio Centro…, 2015).
El Grupo Imagen Multimedia, propiedad de Olegario Vázquez Aldir,
opera 20 estaciones en el país, el Canal 28 de la Ciudad de México desde
2007, Excelsior Televisión, el diario Excelsior y 20 sitios de internet aglo-
merados en Invent MX, lo que lo convierte en una de las empresas con más
experiencia en comunicación multimedia y forma parte del Grupo Em-
presarial Ángeles (cadena de Hospitales Ángeles), hoteles Camino Real,
Quinta Real y Real Inn. El Grupo Radio Centro, propiedad de Francisco
Aguirre Gómez, cuenta con 68 años en el mercado de la radiodifusión
y representa una de las empresas radiofónicas más sólidas de la Ciudad
de México; forma parte de un corporativo integrado por Organización
Impulsora de Radio (OIR) con 15 estaciones de radio, entre las cuales fi-
guran Grupo Radio México, Red 88.1, 97.7 FM, Alfa 91.3, Universal 92.1,
FM, entre otras empresas (CIRT da la bienvenida a ganadores…, 2015; y
Santa Rita-A, 2015).
Sin embargo, después de reconocer el Ifetel a las dos empresas ga-
nadoras, paradójicamente sólo el grupo Cadena Tres pudo sostener su
capacidad económica para entregar la suma comprometida de mil 808
millones de pesos para explotar una concesión de televisión; y el Grupo
Radio Centro no tuvo disponibilidad para cubrir el 10 de abril de 2015 los
3 mil 58 millones de pesos pactados, pues ofreció 69% más que Cadena
Tres, declarando desierto dicho título de concesión (El pleno del Ifetel
declara …, 2015: 1). Por consiguiente, debido a una decisión empresarial
equivocada, el Grupo Radio Centro se tuvo que retirar de este escenario
de negocios y pagó con muchísimas dificultades la pena económica de
415 millones de pesos al Estado mexicano por incumplir su compromiso
acordado (Quintana, 2015; Martínez, 2015; y Román Romina, 2015).
La ejecución de dicha garantía de seriedad por el Grupo Radio Centro
significó un impacto muy fuerte para las finanzas de la empresa, pues
abarcó casi cinco veces las utilidades generadas por la compañía en el
2014. Así, el monto de 415 millones de pesos cubierto como pena repre-
sentó 4.88 veces las utilidades de Radio Centro y 2.34 veces su efectivo

66 Revista Mexicana de Cultura Política NA


disponible al cierre del periodo de 2014. Considerando el total de acti-
vos de la firma, que suman 3,059 millones de pesos, la fianza erogada
representó 13.57 por ciento de su capital total (Ramírez, 2015; y Lucas,
2015). Esta situación ocasionó que el Grupo Radio Centro se colocara
en una situación económica muy delicada, pues tardará entre cinco y
siete años en sanear sus finanzas, y ello dependerá de si en un periodo
razonablemente corto decide las maniobras efectivas para recuperar la
confianza perdida en los mercados, en sus socios, en los anunciantes y
en la audiencia (Luckas, 2015). Dicha realidad provocó el desplome de
más del 29% de sus acciones bursátiles en la Bolsa Mexicana de Valores
(BMV) y provocó que la calificadora internacional Fitch Rating le anotara
la calificación negativa para la situación económica de la empresa (Los
títulos de Radio Centro…, 2015; y Calificación de Radio Centro…, 2015).
En consecuencia, el único consorcio que pudo cumplir con la totali-
dad de los requisitos oficialmente comprometidos, y por lo tanto, con la
posibilidad de obtener una concesión para la explotación de una cadena
de televisión abierta, fue el Grupo Cadena Tres.
La empresa adjudicada, Cadena Tres, podrá abarcar potencialmente
al 92% de la población del país con hasta 123 canales de transmisión,
cada uno conformado por un canal de 6 MHz (canales de la banda de
UHF numerados entre el 14 y el 51) (10 puntos clave sobre…, 2015). Tal
sistema ganador deberá cubrir en los próximos tres años el 30 % de la
cobertura comprometida y en cinco años el total de la misma, pudiendo
aprovechar para ello la infraestructura técnica de la empresa Televisa
por haber sido declarada por el Ifetel como agente preponderante en
el ámbito de la televisión abierta. El grupo empresarial Cadena Tres se
comprometió a invertir más recursos para realizar eficientemente sus fun-
ciones de radiodifusión. Así, anunció la inversión de más de 10 mil millo-
nes de pesos en los próximos cuatro años para comprar 123 terrenos para
instalar el mismo número de torres repetidoras de señales, 80 estaciones
adicionales y generar mil 500 nuevos empleos que se sumarán a los 500
periodistas, editores, reporteros, camarógrafos, fotógrafos y personal
administrativo que labora en Grupo Imagen Multimedia (Nueva cadena
de televisión favorecerá…, 2015).

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 67
De esta forma, hipotéticamente dicha empresa significará a mediano
plazo una nueva competencia para el actual duopolio televisivo con-
formado por Televisa y Televisión Azteca que, según datos del Instituto
Federal de Telecomunicaciones, controlan respectivamente los siguientes
porcentajes de mercado: “Televisa aglutina el 56% de las concesiones de
televisión abierta y el 68% de la inversión publicitaria de los anunciantes;
mientras que la compañía del Ajusco, Televisión Azteca, tiene 39% de las
concesiones y 31% de los ingresos por publicidad. El resto está en manos
de cadenas más pequeñas” (Santa Rita, 2015b).
La nueva empresa iniciará sus transmisiones a partir de enero de
2016 y para lograr ser competitiva requiere que los auditorios cuenten
con aparatos receptores digitales, pues tales consorcios audiovisuales
sólo transmitirán señales de televisión digital terrestre (TDT) y ya no
analógicas. Esto significa que para recibir la nueva señal los teleauditorios
deberán tener en 2016 modernos aparatos receptores que en promedio
costaban en el 2013, 3,741 pesos, costo de un televisor de 22 pulgadas, o
de seis mil pesos para un televisor de 32 pulgadas. El decodificador más
económico para instalarse en los viejos aparatos rondaba los 600 pesos
y la antena más barata otros 200 pesos. Como apoyo a este proceso de
modernización tecnológica, la Secretaría de Comunicaciones y Trans-
portes (SCT) entregó gratuitamente 13.8 millones de televisores digitales
de 22 pulgadas en todo el país y quedarán casi 2 millones de hogares que
tendrán que migrar por su cuenta a esta tecnología (Santa Rita, 2015b).
Dicho consorcio tendrá que crear las mejores condiciones empresa-
riales, financieras y tecnológicas para enfrentar la férrea competencia del
duopolio televisivo. Ante ello, la evolución a la tecnología digital permi-
tirá, por una parte, que la nueva cadena transmita señales con mayor
calidad de imagen y sonido, y por otra, que emita varios programas de
televisión simultáneamente en el mismo canal (lo que se conoce como
multiprogramación), ampliando las posibilidades de acceso a contenidos
para los televidentes. La empresa no está obligada ella misma a usar la
totalidad del espectro disponible que se le concesionó para introducir
más contenidos propios, autónomos o internacionales; sino que podría
replicar el contenido del canal principal en sus canales secundarios o

68 Revista Mexicana de Cultura Política NA


podría rentar dicha parte del espectro a productores independientes para
obtener más ingresos por anunciantes (Santa Rita, 2015b).
Pero además de definir sus políticas empresariales económicas y de
programación para enfrentar la competencia contra el tradicional oligo-
polio audiovisual y el fenómeno de la multiprogramación, Cadena Tres
tendrá que resolver el difícil problema de comprobar con mucha precisión
objetiva qué públicos la verán, en qué porcentajes y a qué horas para
poderles ofrecer a los anunciantes nuevas opciones de persuasión de los
auditorios con el fin de que las mercancías o servicios que promocionen
tengan impacto en los consumidores. Para ello, será fundamental el pa-
pel de confiabilidad que jueguen las consultorías de rating, pues existe
en México una crisis de credibilidad de los resultados estadísticos de los
consorcios que calculan la penetración de los medios a partir del con-
flicto surgido en el 2012 con la principal empresa de rating Nilsen IBOPE
en el país, al grado que Televisa y Televisión Azteca crearon sus propias
mediciones de penetración en los públicos (Martínez, 2015).
Por otra parte, el título de la concesión televisiva que no fue cubierto
por el Grupo Radio Centro para utilizar más de 123 canales y que fue
declarada desierta, deberá ser nuevamente licitado por el Ifetel para
crear otra cadena nacional, una cadena regional, una cadena local o una
combinación de todas, que ayuden a explotar un mercado publicitario
que no tiene acceso a la televisión nacional (IFT cobra garantía…, 2015).
Así, por ejemplo, se podrían reagrupar las frecuencias y licitarlas de ma-
nera regional o local entre las ciudades con mayor potencial como son
el Distrito Federal y la zona metropolitana, a través de los canales 29 y
38; en Guadalajara y su zona metropolitana mediante los canales 34 y 42;
en Toluca el canal 47; en Monterrey y su área metropolitana a través de
los canales 29 y 46; en Puebla mediante los canales 21 y 45; en Cancún
con los canales 38 y 51; en Mérida 22 y 38; en Tulum y Cozumel a través
de los canales 20 y 50; en Acapulco, mediante los canales 21 y 27; en
Ixtapa mediante los canales 24 y 36 y en Puerto Vallarta con los canales
27 y 29 (Villamil, 2015-B; IFT analiza alternativa para nueva…, 2015; y
Podría haber consulta …, 2015).

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 69
Ante ello, para no volver a tener convocatorias desiertas “hay que
dejar que la licitación como mecanismo del mercado indique qué tanto
valor tiene una o varias televisoras abiertas regionales, procurando que
se puedan constituir una o varias televisoras regionales. Lo importante es
que el espectro sea aprovechado en el uso de mercado con mayor valor
social y que eso sea determinado en una licitación diseñada en forma
coherente con los principios de las subastas y adoptando modalidades
ad-hoc al bien o bienes objeto de la licitación. Posteriormente, fusio-
nes y adquisiciones entre televisoras regionales nos indicarán cuál es la
configuración del subsector de la televisión abierta en la radiodifusión
que opere en el futuro” (Tovar Landa, 2015a: 38). Incluso para ser más
efectivo en la licitación de la cadena de televisión restante el Ifetel convocó
durante el 2015 a una consulta pública para conocer con mayor precisión
las necesidades y expectativas de los empresarios de la industria de la
televisión en México y decidir en el 2016 quiénes serán los beneficiarios
de tal porción del espectro televisivo (Podría haber consulta pública…,
2015; e Ifetel volverá a licitar…, 2015: p.31).
El precio base que deberá ser pagado por los nuevos postores será,
por lo menos, de mil 808 millones de pesos que fue el monto cubier-
to por Cadena Tres para obtener su concesión de televisión en el 2015.
En caso de ser concursantes regionales dicho monto podría significar
una barrera de entrada importante, pues es una suma muy elevada para
ser cubierta por inversionistas regionales que tradicionalmente cuentan
con menos recursos que las cadenas nacionales.

III. EL aplazamiento del apagón analógico


y su repercusión sobre el proyecto empresarial
de Cadena Tres.
No obstante que después de la realización de la Reforma Constitucional
en Telecomunicaciones en el año 2013 el gobierno federal licitó en el 2014
dos cadenas de televisión digitales, a finales del 2015 abruptamente el
Poder Legislativo cambió las reglas oficiales para ejecutar en su totalidad
el apagón analógico el 31 de diciembre de ese mismo año y lo pospuso
un año más. Así, el 30 de noviembre de 2015 se aprobó en el Senado de

70 Revista Mexicana de Cultura Política NA


la República por 70 votos a favor, 15 en contra y una abstención la inicia-
tiva de modificar el artículo décimo noveno transitorio del decreto de la
Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión de la Constitución
Política Mexicana, para que una parte del apagón analógico se aplazara
hasta el 31 de diciembre de 2016 (Senado aprueba en lo general…, 2015).
Posteriormente, dicha propuesta también fue ratificada el 8 de diciembre
de 2015 en la Cámara de Diputados, por 322 votos a favor, 71 en contra
y 4 abstenciones (Diputados aprueban aplazar…, 2015). Finalmente, este
decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) para
convertirse en ley obligatoria para los concesionarios.
Este cambio jurídico permitió que las “estaciones de televisión radio-
difundida”, es decir, las estaciones de baja potencia o complementarias,
los medios públicos, los medios comunitarios y los canales comerciales
pequeños pudieran posponer un año más su transformación tecnológica
para convertirse de analógicos en digitales, sin recibir ninguna pena,
multa, castigo o restricción por parte del Estado por no haberlo concluido
dicho proceso el 31 de diciembre de 2015 (Dictamen de las Comisiones
Unidas de Comunicaciones…, 2015).
Todo ello generó las siguientes cinco consecuencias para el proyecto
empresarial televisivo de Cadena Tres y de Grupo Imagen Multimedia:
1.- No obstante que el consorcio de Olegario Vázquez, cabeza de Grupo
Imagen, ganó 123 frecuencias audiovisuales para operar una nueva cade-
na nacional de televisión abierta en México a partir de enero de 2016, con
el retraso del apagón analógico se obstaculizaron sus planes de expan-
sión y cobertura para competir eficientemente en el mercado (Negrete y
Bravo, 2015). De esta forma, se reforzó la situación de desventaja empre-
sarial de Cadena Tres al impedirse que durante 12 meses más su cobertura
televisiva cubriera todo el mapa digital al que inicialmente el gobierno
federal se comprometió en la licitación pública de 2014.
2.- El tradicional sistema dominante de televisión privada en México
pudo conservar, durante un año más, los dos sistemas de transmisión
televisiva –analógico y digital– con lo cual continuó acaparando por un
lapso más amplio un bien del dominio de la nación de altísimo valor eco-

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 71
nómico y social. Esto permitió que el duopolio de la televisión comercial
concentrara mayor cantidad de espectro, infraestructura, publicidad y
audiencia, lo que fortaleció su posición dominante en el sector y debilitó
la posible fuerza competitiva de Cadena Tres. Así, logró alcanzar la mayor
penetración, durante el máximo tiempo posible y con poca competencia
real, lo que le significó ganancias seguras durante un periodo más largo
en detrimento de la nueva cadena audiovisual (Corral, 2015-A; y Corral,
2015-B).
En este sentido, pese a que la nueva tercera cadena de televisión
nacional pagó mil 808 millones de pesos por su concesión y cumplió
con todos los requisitos que le fijó el Estado, esta fue desprotegida por
el orden de derecho establecido, quedando en clara debilidad frente a
las actuales televisoras. Esto debido a que su título de concesión sólo
le permitió operar en formato digital y con la demora generalizada del
apagón únicamente un porcentaje de la población podrá recibir su señal
y no la totalidad como se lo había asegurado el IFETEL. Esto implicó una
desventaja competitiva ya que sus contenidos sólo podrán ser vistos vía
digital por cierto segmento del público que sí cuenta con receptores de
esta naturaleza o los va adquiriendo y en consecuencia no podrá ganar
toda la audiencia necesaria para ser más atractiva y eficaz para las inver-
siones publicitarias que son las que sostienen a dicha industria audiovisual
(Balderas, 2015).
3.- Afectó seriamente la situación financiera de Cadena Tres al crear
obstáculos para recuperar la inversión inicial de mil 808 millones de pesos
que realizó para obtener la concesión y su incremento posterior de capital
para llegar hasta 10 mil millones de pesos que se propuso realizar para
ampliar su señal a nivel nacional. Especialmente, cuando desde el 23 de
octubre de 2015 Cadena Tres suspendió momentáneamente su difusión
televisiva, despidiendo a más de 300 trabajadores, con el fin de preparar
el cambio de 45 canales analógicos para adaptarlos tecnológicamente a
las transmisiones en formatos digitales. Mientras tanto sólo transmitieron
algunos programas de Cadena Tres a través del Canal 28 de televisión y
Excélsior TV abierta, empresas de comunicación del mismo grupo que
continuaron difundiendo en el país en el modelo analógico (Barragán,
2015; y Canal 28 dejará…, 2015).
72 Revista Mexicana de Cultura Política NA
4.- Creó una gran incertidumbre jurídica para los inversionistas,
nacionales y extranjeros, interesados en invertir en el campo de las
telecomunicaciones, pues el gobierno no respetó el estado de derecho
garantizado por la Constitución Política Mexicana creando prácticas
anticompetitivas para favorecer a la estructura monopólica del poder
mediático establecido en la nación (Juárez, 2015).
5.- “Finalmente, se desperdició el aprovechamiento de las otras 123
frecuencias digitales que no fueron otorgadas a Grupo Radio Centro y
cuyo usufructo quedó pendiente de ejecutarse, lo cual impidió la diver-
sificación del escenario audiovisual controlado por un solo actor domi-
nante, encarnado en la empresa Televisa, que fue un objetivo central de
la Reforma Constitucional de las Telecomunicaciones del 2013, y quedó
ratificado en la ley reglamentaria de 2014. Esta realidad afectó la produc-
ción de contenidos televisivos de Cadena Tres, pues tuvo que competir
con un modelo de televisión, cada vez más, arraigado con profundidad
en el país” (Villamil, 2015-A; y Calleja, 2015).
Por todo lo anterior, la empresa Cadena Tres podría demandar una
indemnización al Estado mexicano por el incumplimiento legal de los
acuerdos establecidos y los perjuicios ocasionados a su plan de nego-
cios a través de la concesión audiovisual que le fue licitada en el 2014
con la promesa de cumplir unas reglas constitucionales específicas y,
posteriormente, en el 2015, por presiones ejercidas por el duopolio para
ser beneficiado, fueron adaptadas a modo por el Poder Legislativo, aten-
tando contra el proyecto empresarial de Cadena Tres y de Grupo Imagen
Multimedios (Posada, 2015-A; Posada, 2015-B; Cadena Tres analiza…,
2015; y Cadena Tres demandará…, 2015).

IV. Perfeccionar el proceso


No obstante los diversos desafíos que enfrentó en múltiples niveles la
consolidación de las nuevas cadenas de televisión, lo más preocupante
es que la visión oficial de tales “alternativas audiovisuales” en el país, sólo
fueron concebidas como cuidadosos planes de negocios lucrativos que
aportarán grandes ganancias para sus inversionistas. Así, en su cálculo
económico, fundamentalmente determinaron cuánto invertir, cómo re-
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 73
cuperar el capital destinado, cuál sería la tasa de ganancia, cómo pagar
la contraprestación comprometida por la concesión otorgada por el Es-
tado, cuánto agregar financieramente para expandirse, cómo competir
contra el gigante duopolio televisivo, cómo transitar a la modalidad
digital, a qué ritmo ampliarse, dónde colocar las modernas antenas,
etcétera. (Decisión de negocios…, 2015: p.26), es decir, únicamente
fueron comprendidas como business comunicativos para acumular más
capital, posponiendo el desarrollo social a través de otro proyecto de
comunicación.
Sorprendentemente, nunca se priorizó lo más importante del proyecto
que era reflexionar sobre el tipo de producto informativo específico que
se ofrecería a los públicos masivos y que será el tipo de la programación
audiovisual colectiva que se generará para los diversos auditorios de la
República. Bajo esta concepción mercantilista de la comunicación, sólo
se destacó que la programación de las nuevas cadenas debía convertirse
en un simple instrumento acelerador del ciclo macroeconómico que,
independientemente de su calidad comunicativa o cultural, debía dejar
mucho dinero, en el menor tiempo posible, y a costa de lo que fuera.
De esta forma, al igual que en 1993 cuando Salinas Pliego obtuvo las
concesiones de los canales 7 y 13 predominó exclusivamente el criterio
económico, ahora nuevamente el Instituto Federal de Telecomunicaciones
(IFT), por una parte, omitió destacar en las bases de la convocatoria el
cumplimiento de lineamientos específicos para que en materia de conte-
nidos se asegurara la indispensable diversidad, pluralidad e innovación,
que son los ingredientes sine qua non de una auténtica competencia,
especialmente ante un esquema televisivo agotado y repetitivo que se
aplicó durante muchos años. Por otra parte, tampoco se demandó a los
concursantes la presentación de un proyecto de comunicación de servi-
cio público, cuando la Constitución mexicana define en su artículo 6° a
toda la radiodifusión como actividad de servicio público y no sólo como
negocios que pueden explotar frecuencias que son bienes patrimoniales
de la nación.
Por ello, Cadena Tres deberá aclarar cuál será su nueva oferta de
contenidos y en qué se diferenciará de las cuatro cadenas nacionales

74 Revista Mexicana de Cultura Política NA


existentes (dos de Televisa y dos de TV Azteca). Sus contenidos actuales
en el Canal 128 y en la señal de televisión restringida Excélsior TV no se
han diferenciado sustancialmente de la oferta de Canal 2, Canal 5, Canal
13 y Canal 7 (Alva de la Selva, 2015a, p.35; y Villamil, 2015-A). Frente
a tal situación es necesario preguntarnos ¿Qué podemos esperar de los
contenidos, pues ese es el principal producto que se derivará de dicha
empresa? Ante esto es necesario considerar que “desarrollar o adqui-
rir programación relativamente innovadora respecto a los contenidos
actuales de la televisión abierta, es deseable, pero no necesariamente
redituable. La programación es una inversión irreversible o hundida, es
decir, que se incurre en el costo de la misma, pero este no es recuperable
en caso de un fracaso al intentar generar audiencia, y por lo tanto, es muy
probable no obtener ingresos provenientes de los anunciantes” (Tovar
Landa, 2015: p.27).
En este sentido, debido a que las bases de la licitación no exigieron
la depuración o renovación del modelo de información como requisito
fundamental para ganar el concurso, “es importante considerar que la
estructura de mercados y los hábitos de consumo de los televidentes en
México llevan varias décadas estructurándose y las ofertas programáticas
de los postores para las cadenas de televisión no prevén un cambio en
los contenidos aunque se sumen como nuevos jugadores en el mercado
de la televisión abierta” (Lizárraga Salas, 2015: p.62).
Esta realidad obliga a contemplar los siguientes tres escenarios que
presionarán en el futuro cercano la competitividad del sistema de tele-
visión abierta en el país:
En primer término, la obligación de permitir a los concesionarios de
televisión preponderantes, como Televisa, la retransmisión gratuita de las
señales de televisión abierta para cumplir con el must carry y must offer;
ocasionará una reducción de los ingresos de las empresas de televisión
tradicionales, lo cual desatará una mayor feroz competencia para recon-
quistar los mercados perdidos (Lizárraga Salas, 2015: p.59).
En segundo término, “para los nuevos concesionarios el crecimiento
relativamente lento de la economía es una circunstancia desfavorable,
puesto que los costos para innovar son elevados al representar altas ero-
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 75
gaciones para conseguir diferenciarse un poco de la programación que
actualmente ofrecen las dos principales televisoras de México. Invertir en
el riesgo de una oferta de contenidos radicalmente innovadora, supone
la necesidad de que el proyecto de cada nuevo concesionario tenga un
retorno económico positivo, mayor que el costo de la inversión que cada
uno va a realizar. En un escenario donde el mercado interno es débil,
con un ingreso que no crece de forma sostenida, difícilmente un merca-
do publicitario puede generar el suficiente flujo para financiar proyectos
creativos en contenidos; así, la oferta de programación sólo tendrá va-
riaciones en los mismos temas” (Tovar Landa, 2015: p.37).
Y en tercer término, con la presencia del fenómeno de la multipro-
gramación que introdujo la revolución tecnológica al país, todas las
empresas de televisión que cuenten con una concesión de explotación
audiovisual del espectro radioeléctrico podrán ampliar su porcentaje
de emisión de señales a través de la creación de más canales digitales
en su misma frecuencia. Es decir, sin requerir la autorización de una nueva
concesión por parte del Estado mexicano, en la actual frecuencia televisi-
va que ya posee el consorcio emisor, se podrán alojar tantos nuevos ca-
nales digitales como quepan en el porcentaje del ancho de banda que se
utilice para su funcionamiento. Esto significa que a partir de enero de 2016
en que ocurrirá el apagón analógico en toda la República, prevaleciendo
sólo las señales digitales audiovisuales y ya no las análogas, se continuará
funcionando con el actual universo de canales pero multiplicado cada
uno por dos, tres o más, según sea el ancho de banda que se emplee. Así,
por ejemplo, solamente la estructura del modelo de televisión abierta
que baña el Valle de México conformado por aproximadamente 18 ca-
nales privados, gubernamentales y públicos 2, 4, 5 y 9 (Televisa), 7, 13
y 40 (TV Azteca), 11 (IPN), Capital 21 (Gobierno del Distrito Federal),
22 (CONACULTA), 27 (Excélsior Televisión), Imagen Radio (Grupo
Imagen), 28 (Grupo Ángeles), 30.1 (SPREM-HXOPMA), 30.2 (TV UNAM-
HXOPMA), 30.3 (Ingenio TV- HXOPMA), 34 (Sistema Mexiquense de
Televisión), 45.1 (Canal del Congreso de la Unión), etcétera, cada fre-
cuencia se multiplicará por dos o tres más, duplicando o triplicando la
oferta audiovisual en dicha zona de la República según sea la estrategia

76 Revista Mexicana de Cultura Política NA


tecnológica que ocupen. Esto representa la proliferación geométrica,
acelerada y abrupta de mayor competencia audiovisual para las nuevas
cadenas de televisión y las tradicionales.
De esta forma, bajo la perspectiva imperante del modelo del business
comunicativo sólo se buscó que generaran una programación competitiva
para subsistir como empresas contendientes en el mercado audiovisual
duopolizado, es decir, “atractiva”, y que por lo tanto, alcanzara un fuerte
rating para ser altamente redituable. Esto revivió un dilema tradicional
del mundo audiovisual: por un lado, la finalidad de la competencia
es aumentar la calidad en la programación; pero por otro, para que la
competencia perdure, se argumenta que debe transmitir aquellos “pro-
gramas más rentables”, esto es, una buena dosis de telebasura como los
programas del corazón, los chismes, los talk shows o los infocomerciales
y no los culturales, de análisis o discusión.

V. Los contenidos televisivos y la construcción


de la cultura política
A. La posición empresarial

Frente a la tendencia mercadológica de definir los contenidos audiovi-


suales únicamente desde criterios mercantiles, los empresarios privados
de la televisión dominante sostienen que como el rating lo deciden
los televidentes con sus preferencias espontáneas, entonces son las au-
diencias las que deben marcar la pauta a los productores audiovisuales
de lo que se debe producir y difundir. Por lo tanto, como la televisión de
servicio público no es seductora, sino aburrida, lenta, poco novedosa y
antimoderna, esta no debe fomentarse, pues sería un fracaso y un des-
perdicio de la inversión.
Consecuentemente, si después de todo, aun con varias opciones, al
pueblo mexicano le siguen gustando las telenovelas, entonces no hay
mucho que hacer al respecto; se debe ser fiel a dicha tendencia masiva y
transmitir a los espectadores lo que les interesa, es decir, las telenovelas
o sus equivalentes, aunque sean telebasura (Majluf, 2015). Esta realidad
puede representar el fomento desproporcionado del actual modelo de
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 77
comunicación-mercado o partidocrático que ha predominado por mu-
chas décadas en la nación, impulsando fuertemente los contenidos de la
telebasura y el preocupante triunfo de su respectiva cultura idiota en el
país (Esteinou, 2004: p.105 a 118).

B. Los enfoques de la sociedad civil

No obstante la fundamentación empresarial para que sea el mercado


comercial el que defina los contenidos de la televisión, dicho círculo
argumentativo es falso pues la propia realidad de los intereses de los audi-
torios televisivos demostró en varias ocasiones que existiendo un modelo
dominante de televisión, encarnado por un duopolio audiovisual muy
poderoso, el cual durante décadas impuso la programación que deben ver
las colectividades en México, los telespectadores nacionales demostraron
tener fuertes motivaciones por recibir otra información específica para
entender sus existencias, sus problemáticas y las alternativas de solución,
distinta a las directrices informativas que fomenta el proyecto dominante
de difusión convencional. Es decir, existe en los auditorios una gran avidez
por tener una política de información colectiva que permita estar notifica-
dos de manera independiente, abierta, plural, transparente y crítica sobre
los grandes problemas nacionales y sus diversas alternativas de solución.
Ejemplos de ello han sido las siguientes cinco realidades histórico-
comunicativo-sociales que demuestran el fuerte deseo de la sociedad por
recibir otros mensajes no mercantiles que ayuden a mejorar su calidad
de vida. Así, en primer lugar, el ejercicio recurrente del fenómeno del
rumor en la población como una forma paralela de encontrar respuestas
o interpretaciones ante la necesidad de estar informado sobre los gran-
des problemas que acontecen en la agenda nacional, y que por los circuitos
establecidos no se satisface. En este sentido, se puede afirmar que aunque
sea a “nivel ínfimo, el auge del rumor como explicación política, prueba
el interés por y la necesidad de una contienda política e ideológica, y el
nuevo impulso de que dispondrían la pluralidad social y la vida partidaria
[…]” (Monsiváis, 1985: p.16).
En segundo lugar, el programa del periodista Francisco Huerta Her-
nández en 1976, quien sostuvo su serie “Opinión Pública” en Radio ABC,
78 Revista Mexicana de Cultura Política NA
donde hacía valer el interés ciudadano ante cualquier desvío de los órga-
nos del gobierno que no cumplieran con su deber, y a través del cual, por
primera vez, se escuchó en la radio del país, la voz individual de aquello
que se llama pueblo y que hoy conocemos como sociedad civil. Dicho
espacio alcanzó en la década de los ochenta un auditorio de más de un
millón de radioescuchas críticos que le preocuparon mucho al gobierno
en turno, el cual presionó al concesionario privado para que lo cancela-
ra en 1982. Ante ello, se realizaron diversas manifestaciones y marchas
públicas de sus seguidores a los Pinos, obligando a que se reabriera en
1983 con la denominación de “Voz Pública”, en la estación XEW, con un
horario nocturno. Al volver a alcanzar la mayor audiencia radiofónica,
el gobierno nuevamente se inquietó y después de algún tiempo ordenó
suspenderlo en 1990, para lo cual utilizó al líder del sindicato de locutores,
Netzahualcóyotl de la Vega, con el fin de que le aplicara la cláusula de
exclusión, y así, prohibir que fuera contratado en cualquier otra estación
de radio concesionada del país. Sin embargo, las protestas ciudadanas
contra el gobierno del presidente López Portillo surgieron con fuerza
hasta lograr nuevamente su reinstalación en la estación Radio Educación
(Francisco Huerta, premio…, 2001; y Mejía Madrid, 2005).
Con el cambio de gobierno se pensó que acabarían las persecu-
ciones contra dicho comunicador y, en efecto, a finales del sexenio de
Zedillo reinició transmisiones en la empresa Radio Fórmula. Mientras
el presidente Vicente Fox Quezada conservó un amplio capital políti-
co para gobernar sin mayores problemas desde principios del año 2000,
el programa se mantuvo al aire; pero cuando surgieron nuevos conflictos
nacionales, especialmente los escándalos de corrupción de su esposa
Marta Sahagún y de los hermanos Bribiesca, se agudizó su decaden-
cia de gobernabilidad. Frente esta situación, el gobierno panista recurrió
a medidas de limitación del derecho a la información en varios ámbitos,
restableciéndose la persecución contra Paco Huerta. Las órdenes de “Los
Pinos” para sacarlo del aire llegaron al concesionario Rogerio Azcárraga,
quien optó por atrasarle los pagos, creándole serios problemas con los
salarios de su personal, quitarle varias líneas telefónicas o restringién-
doselas para obstaculizar que participara la opinión de los ciudadanos,
y censurando a sus invitados al decidir quién podía participar en los
Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México
Javier Esteinou Madrid 79
micrófonos y quién no, así como los temas que debían eludirse. El pro-
pósito era debilitarlo gradualmente frente a un auditorio que lo seguía
fielmente por la confianza en la independencia editorial y en su vocación
como profundo comunicador que abordaba los problemas más graves de
nuestra sociedad. Finalmente, el grupo en el poder logró, una vez más,
cerrar su espacio en la empresa Radio Fórmula en 2004, y algunas semanas
después Francisco Huerta sucumbió debido a un infarto masivo causado
por la impotencia, la indefensión jurídica y la tensión personal frente a
los hechos que lo vencieron (González Schmal, 2013).
En tercer lugar, cuando el 6 de mayo de 2012 el IFE organizó la difusión
en cadena nacional del primer debate televisivo entre los candidatos a la
presidencia de la República (Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota,
Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri de la Torre), asom-
brosamente las principales empresas de la televisión comercial privada,
profundamente enojadas por la creación de la Reforma Electoral del 2007
que les impidió el manejo lucrativo de las elecciones nacionales, desafiaron
al Estado mexicano boicoteando la difusión masiva del primer encuentro
entre los candidatos presidenciales (Vacío de concesionarios..., 2012: p.6).
Así, Televisión Azteca argumentó que siendo que “a la mayor parte
de los mexicanos no les interesaba el debate entre los contendientes en
el formato que fue diseñado, pues sólo 15% del auditorio indicaba estar
muy interesado y al 54% no le llamaba la atención en lo más mínimo”
(No hay reto al Estado..., 2012: p.7), la televisora decidió transmitir a la
misma hora del encuentro político el partido de futbol de la liguilla de
cuartos de finales entre Monarcas y Tigres de la Universidad de Nuevo
León (Faulea el futbol..., 2012: p.1; e Ignora Azteca..., 2012: p.2).
Sin embargo, debido a la fuerte presión que ejerció la sociedad civil
organizada, especialmente de los twitteros, Salinas Pliego reconsideró su
posición y aceptó dar a conocer el evento de forma restringida. Así, TV
Azteca no difundió el debate por los canales 13 y 7 de cobertura nacional,
sino que sólo lo dio a conocer por el Canal 40 experimental de cobertura
regional sólo para el Valle de México (Debate no se verá en canales este-
lares, 2012; Gómez Leyva, 2012; y Brambilia, 2012: p.45). Por su parte,
Televisa decidió difundirlo por la cobertura menor del canal 5 y no por

80 Revista Mexicana de Cultura Política NA


la cobertura nacional de su Canal 2 estelar, en la cual decidió transmi-
tir en el mismo horario el concurso de canto infantil denominado “Los
Pequeños Gigantes”, que en ese capítulo descalificó al grupo de ni-
ños concursantes denominado “Los Rebeldes”.
No obstante los obstáculos impuestos por el duopolio televisivo, los
resultados de penetración del evento fueron sorprendentes, pues por un
lado, el partido de futbol Monarcas-Tigres transmitido por el Canal 13 de
TV Azteca obtuvo 9 puntos de rating, mientras que el debate presidencial
transmitido por el Canal 5 de Televisa en cobertura abierta alcanzó una
penetración superior promedio de 20 puntos de rating, y en la parte final
obtuvo hasta 24 puntos de audiencia. En este sentido, este suceso electo-
ral fue el debate más visto en la historia, pues fue 5 o 6 veces más que los
debates del 2006 (Sarmiento, 2012, p.5; El debate superó expectativas,
2012; y En canal 5..., 2012: p.5)*.
Esta misma tendencia se refrendó en el segundo debate entre los
candidatos presidenciales, donde nuevamente de forma irónica y des-
vergonzada, los concesionarios anunciaron que “ya que no habrá futbol
más adelante, sí lo vamos a pasar” (López Obrador: Las privatizacio-
nes..., 2012: p.9). Lo sorprendente ante este hecho fue que el interés por
la cultura política televisiva de la ciudadanía se volvió a repetir y fue
un éxito. Así, en dicho debate presidencial realizado el 10 de junio de
2012, existió un interés más notable en la población al registrar 100%
de mayor penetración con 22.6 puntos de rating en todo el país (Segun-
do debate..., 2012: p.13). El día del segundo encuentro el rating del debate
político rebasó la penetración de las principales televisoras con su pro-
gramación comercial, pues el Canal 2 de Televisa, sólo registró un rating
de 17.4 puntos y el Canal 13 de Televisión Azteca obtuvo 5.2% puntos
(Segundo debate..., 2012: p.13).

* Un punto de rating equivale aproximadamente a 380 mil televidentes, lo cual significa que 7
millones 600 mil personas decidieron seguir la discusión entre los candidatos presidenciales; en
tanto que 3 millones 420 mil optaron por el futbol. En cuanto al programa Pequeños Gigantes
de Televisa obtuvo un rating de 17.3 puntos que sí superó la audiencia del debate político. (En
canal 5, el debate tuvo más audiencia que el futbol…, 2012: p.2).

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 81
De esta forma, pese a los obstáculos interpuestos por la telecracia, la
transmisión de la discusión política sobre el futuro del país, en el prime-
ro y segundo debate, fue un gran éxito, pues suscitó más interés en los
auditorios que la difusión del entretenimiento deportivo o espectacular
en México. Así, la actitud sensible de la teleaudiencia para enfrentar la
solución de los grandes conflictos de nuestro desarrollo nacional des-
mitificó el lema popular “¡¿Pá que veo el debate, si ya sé de qué se va a
tratar?.... mejor veo el fut”!, y eligió mayoritariamente atender la polémica
y propuestas sobre el desarrollo de la nación.
En cuarto lugar, al ser despedida el 16 de marzo de 2015 la conductora
radiofónica Carmen Aristegui de la dirección de su noticiario matutino
crítico “Noticias MVS” en la empresa MVS Radio, por incorporar la fuente
noticiosa Mexicoleaks, cuyo objeto era captar denuncias anónimas sobre
la corrupción, los diversos auditorios de su programa realizaron varias
protestas públicas y actos para demandar que deseaban seguir recibiendo
las noticias cotidianas que transmitía (Acusa Carmen Aristegui…, 2014:
p.3; y Vive el país un vendaval autoritario…, 2014: p.3). Es decir, exigie-
ron que desaparecieran las amenazas y agresiones contra el periodismo
independiente efectuadas por “poderes republicanos”, gobernadores,
presidentes municipales, jefes policiacos, gerentes regionales del crimen
organizado, y empresarios de los medios coludidos con tales poderes, y
demandaron seguir recibiendo un espacio informativo crítico y autó-
nomo orientado a investigar y denunciar el mar de corrupción, abusos,
escándalos, impunidad y violencia en que se hundió el país (Hernández
López, 2015a: p.8; y Hernández López, 2015b, p.8).
Así, por un lado, se efectuaron manifestaciones de protesta con
más de cuatro mil personas en las puertas de la emisora radial MVS, el
Senado de la República, el Museo de la Memoria y la Tolerancia, la Se-
cretaría de Gobernación y otros lugares apoyadas por más de doscientas
mil firmas en diversas ciudades del país. Por otro lado, se crearon algunos
hashtags denominados #EndefensadeAristegui y #Carmensequeda que
difundieron el atentado contra la libertad de expresión, convirtiendo la
noticia en trend topic mundial en las redes sociales, demandando la re-
integración de tal línea informativa radiofónica en el país (Despide MVS

82 Revista Mexicana de Cultura Política NA


a dos…, 2015: p.15). Finalmente, el suceso tuvo una gran repercusión en
organismos nacionales e internacionales como el Congreso de la Unión,
la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autó-
noma Metropolitana (UAM-X), Human Rights Watch, Freedom House,
Mexicoleaks y en la prensa internacional como The New York Times, The
Guardian y en la BBC de Inglaterra (La decisión de MVS..., 2015: p.5; y
Ninguna posibilidad de arreglo..., 2015: p.4).
Frente a los múltiples amparos jurídicos interpuestos por los ciudada-
nos ante los tribunales de justicia, la Consejería Jurídica de la Presidencia
de la República (CJPR) calificó de improcedentes tales demandas civiles
que plantearon que los concesionarios de radiodifusión debían consultar
con las audiencias antes de decidir sobre su programación. Al respecto
subrayó que si se adoptaba tal posición “estaríamos frente al absurdo de
que para suprimir o dejar de transmitir cualquier programa, los conce-
sionarios tuviesen que consultar a la audiencia, y en caso de omisión o
estar en desacuerdo, los radioescuchas estarían legitimados para acudir
al juicio de amparo e impugnar que se dejen de transmitir los programas
de su preferencia, situación que sin duda alguna resulta inadmisible”
(Rechaza tribunal revocar…, 2014: p.14). Dicho posicionamiento presi-
dencial fue rechazado por el Segundo Tribunal Colegiado Especializado
en Telecomunicaciones admitiendo las solicitudes para que continuaran
como juicios de garantías.
Finalmente, en quinto lugar, el argumento de “las televisoras privadas
en el sentido que no existe suficiente mercado publicitario para una tercera
cadena de televisión, es falso, pues la inversión publicitaria se ha incre-
mentado año tras año y la televisión abierta conserva más de la mitad de
todo el presupuesto destinado para la promoción de productos y servicios.
Por ejemplo, Televisa ha llegado a concentrar hasta el 52.83% del total
de la inversión publicitaria en el 2004, sin contar con otros medios de
comunicación donde la televisora tiene presencia relevante como radio,
publicaciones impresas y más recientemente medios digitales. Si bien el
porcentaje de inversión publicitaria que concentra esa televisora ha venido
decreciendo en los últimos años, eso no significa que las ganancias en el
segmento de la televisión abierta hayan disminuido. Ese aminoramiento

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 83
se debe a que los anunciantes han buscado diversificar sus plataformas
de difusión, pero la televisión continúa siendo prioritaria, pues ha diver-
sificado sus negocios y tiene presencia en casi todas las plataformas de
comunicación” (Lizárraga Salas, 2015: p.61).
Por su parte, las “ventas de Televisión Azteca también han aumen-
tado cada año por concepto de televisión abierta, lo que demuestra el
dinamismo de la inversión publicitaria en nuestro país” (Lizárraga Salas,
2015: p.62).
Lo que realmente ha sucedido es que las televisoras “han carecido de
una verdadera apertura a nuevos anunciantes, principalmente locales y
a otras compañías no alineadas a los intereses de las propias televisoras.
Por ejemplo, negocios con influencia local podrían estar interesados en
publicitarse en un medio de radiodifusión como es la TV, a la vez que otras
empresas con presencia nacional hoy no tienen cabida en la TV abierta.
El caso más claro es el Grupo Carso que al retirarse de la TV en directo
causó una rebaja de entre 2% y 4% en los ingresos del primer y segundo
trimestre de 2011 de Televisa, al tiempo que el corporativo destinó su
presupuesto publicitario a otras plataformas, entre ellas las digitales”
(Lizárraga Salas, 2015: p.62).
Todas estas realidades socio-históricas y otras más demostraron con-
tundentemente que al contrario de los postulados despóticos y arbitra-
rios de los concesionarios televisivos y radiofónicos que señalan falta de
motivación en los auditorios hacia los programas de análisis, reflexión,
formación de conciencia crítica y discusión de los grandes problemas de
la agenda nacional; los hechos concretos demostraron que tales políti-
cas informativas sí despiertan gran interés en la mayoría de la población,
incluso por encima de otros eventos “estelares”, “triunfadores” o “espec-
taculares” de la programación comercial privada.
Sin embargo, aunque existan nuevos competidores comerciales en
dicho terreno, el modelo de televisión no se superará, pues el verdadero
problema surge cuando la programación es impuesta unilateralmente

84 Revista Mexicana de Cultura Política NA


desde los intereses mercantiles sosteniendo que esos son los gustos,
intereses, predilecciones y necesidades de los públicos, obstaculizando
otras vías para saber qué les gusta a los espectadores. Esto permite que los
productores manipulen la demanda con base en sus intereses mercantiles
y justifiquen la oferta audiovisual para producir “telebasura rentable”
(Majluf, 2015).
Ante ello, debemos preguntarnos: ¿contrariamente a lo que se preten-
día alcanzar con la Reforma Constitucional de las Telecomunicaciones
y la Radiodifusión para enriquecer los contenidos del modelo televisivo
del país, lo que se establecerá en el fondo, a mediano y largo plazo, con
la aprobación de las nuevas cadenas comerciales, serán nuevos sistemas
tipo Televisa y TV Azteca que reproducirán en otra escala los mismos
vicios informativos que se pretendían superar en el país? (Majluf, 2015).
Esto debido a que en el modelo de televisión comercial privada todo se
reduce a exigir números negros en sus balances financieros, a obtener
rating, a multiplicar sus ingresos por ventas o a incrementar el precio de
sus acciones en la Bolsa de Valores. (Cueva, 2015: p.48), pero no a elevar
la calidad de sus mensajes para superar la calidad de vida de los auditorios
en todos sus niveles cotidianos.
Bajo este panorama, es claro que no habrá nuevos jugadores que plan-
teen contenidos diferentes en la TV abierta del país, sino que se pasará del
duopolio al oligopolio de tres o cuatro jugadores. Esto no significa que
automáticamente se descarte la existencia de competencia en el merca-
do; sino que dicha posible competencia se dará bajo los dictados de un
líder con una altísima participación, denominado Televisa, que obligará
a los seguidores a establecer acciones de acuerdo a los dictados de este
sector dominante (Flores Bernés, 2015: p.45). Por esta situación es posi-
ble “colocar en tela de juicio que las 'nuevas cadenas' puedan constituir-
se en una alternativa efectiva frente a la oferta de los dos consorcios que
acaparan la 'pantalla chica', incluso ante su forma de hacer y entender la
televisión. Todo seguirá casi igual pero con más empresas que colaboren a
reproducir el mismo esquema tradicional” (Alva de la Selva, 2015b: p.35).

Las nuevas cadenas audiovisuales y la construcción de la cultura política en México


Javier Esteinou Madrid 85
VI. El modelo de servicio público y la creación
de una nueva opinión pública
Dentro de este escenario es indispensable subrayar que el problema
del modelo de comunicación nacional, no es contar con nuevos siste-
mas de televisión comerciales privados que brinden en su barra pro-
gramática un nuevo concurso juvenil, otra serie de aventuras, una tele-
novela emocionante, un moderno show nocturno, otra transmisión del
futbol, una selección de nuevos valores musicales, otra difusión de la
película exitosa, un novedoso encuadre para la entrega de Óscares, otra
nueva presentación cómica, una serie policiaca distinta, otro programa de
cocina exótica o una historia de éxito reciente, sino lo que se requiere es
que dichas empresas audiovisuales cumplan con el prototipo de televisión
de servicio público que señala puntualmente el Artículo 6°, Fracciones
2 y 3 de la Constitución política mexicana para la radiodifusión y las
telecomunicaciones en México.
En necesario entender que el principal reto de comunicación de la
nación no es tener más consorcios de entretenimiento masivo o selec-
tivo “adrenalínico”, “posmodernista”, “espectacular” o “in”; sino que el
verdadero desafío es crear otro espacio de comunicación colectivo que
permita que la mayoría de la sociedad se exprese en el espacio público
mediático para manifestar sus intereses y necesidades de crecimiento y
existencia. Esto significa que con todos los enormes recursos narrativos
y tecnológicos que ha alcanzado la programación de las nuevas cade-
nas comerciales, prioritariamente debe abordar, audiovisualmente, la
situación de los grandes conflictos de la agenda nacional que impiden
el desarrollo del país, y permitir que los diversos sectores de la sociedad
planten las posibles soluciones para resolverlos.
De lo contrario, para las próximas décadas tendremos un país sumido
en un remolino de mayor desempleo, inseguridad, pobreza, impunidad,
marginación, violencia, corrupción, abuso, crisis partidista, simulación
gubernamental, debilidad democrática, descomposición colectiva, des-
confianza institucional y frustración social; paralelamente, recibiremos en
nuestros hogares un “prototipo de televisión “moderno” que transmitirá

86 Revista Mexicana de Cultura Política NA


una visión hollywoodense de la vida donde “¡Todo está bien!”, “¡So-
mos un país que progresa!”, “¡Todo se mueve hacia adelante!”, “¡Contamos
con los modelos de comunicación más avanzados del mundo!”, y “¡To-
dos somos felices!”. Este modelo esquizofrénico de comunicación audio-
visual colectivo contribuirá a inyectar ingredientes muy inflamables para
la explosión social en las próximas décadas.
De aquí la gran importancia de que la academia y la sociedad civil
organizadas demanden por todos los medios al Estado el ejercicio rigu-
roso de la comunicación de servicio público como una política pública
fundamental ya reconocida por la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos que respalda las garantías básicas para alcanzar a ser
auténticamente ciudadanos en la segunda década del siglo XXI.

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94 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Heil Hitler - Dios salve
al rey: Chistes y la resistencia
noruega 1940-1945*
Kathleen Stokker

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
95
Nota introductoria del editor

D
entro de las modalidades de participación política informales, el hu-
mor es una de las más extendidas, pero esta expresión de resistencia
social ha sido poco analizada. Difícilmente habrá un ciudadano en
el planeta que no haya compartido, en algún momento, una broma en la
que sus gobernantes o la situación del país sean los actores centrales, pero
hasta qué punto el chiste político es un vehículo para el cambio es algo que
no se ha estudiado con rigor.i
Toda persona que viva en sociedad ha construido y comparte códigos a
partir de los cuales se inventan narraciones o comunicaciones con sentido
lúdico. ¿Cómo se logra ese propósito que siendo divertido puede también
ejercer un impacto en condiciones sociales determinadas? Con la manipu-
lación semántica, con el manejo del sentido de las palabras o las imágenes,
pero siempre a partir de significados construidos socialmente, pues un mis-
mo chiste puede resultar gracioso y ocurrente para un cierto grupo social,
mientras que para otro puede no significar absolutamente nada.
Muchos grupos sociales manejan esta forma peculiar de la intenciona-
lidad de la comunicación para hacer frente a un poder o a una forma de
dominación sea porque lo consideran ilegal, ilegítimo, abusivo o simple-
mente incorrecto. James C. Scott, en su libro Los dominados y el arte de
la resistencia identifica esta intencionalidad en distintas manifestaciones:
los rumores, el chisme, los cuentos populares, las canciones, los gestos, los
chistes y el teatro, que son utilizados como los medios para que los gru-
pos subordinados (desvalidos dice el autor) manifiesten su oposición al poder
sin necesidad de mostrar una rebeldía abierta o incluso riesgosa. O como
apunta Schmidt, “el humor y el chiste ayudan a desnudar a la política, para
facilitar la liberación del ciudadano de la opresión de los políticos”ii, o de

* Una versión anterior de este artículo fue leída en una junta de la American Folklore Society
en 1989 y en una junta de la California Folklore Society en 1990. Western Folklore 50 (Abril,
1991): 171-190. Se publica en RMCP con autorización de la autora.
i
Schmidt, Samuel (1992), “Humor y política en México”, en Revista Mexicana de Sociología,
Vol. 54, No. 1, México: UNAM, D.F.,.
ii
Ibíd.

96 Revista Mexicana de Cultura Política NA


los opresores, como es el caso que ocupa a Kathleen Stokker en el artículo
que reproducimos y que lleva por título un juego de palabras tomado de
una de las ingeniosas narraciones con las que el pueblo noruego, sometido
a la tiranía nazi después de una heroica pero fallida resistencia armada,
hizo frente a los invasores.
Comunmente se maneja la tesis de que el humor político se da en mayor
abundancia en sociedades totalitarias, como autodefensa y como una mane-
ra de no perder la cohesión cultural cuando una fuerza superior se empeña
en destruirla para asimilar a los dominados. No escapa a los estudiosos
que la frecuencia del chiste político en una sociedad o comunidad dada,
es el mejor indicador del nivel de libertad política que se tiene: a mayor
número de chistes, menos libertades civiles.iii Ejemplos en la historia hay
muchos. La sensualidad dancística que se atribuye a los esclavos africanos
como mecanismo alterno a la represión sexual de que eran objeto, el teatro
campesino del líder chicano César Chávez en Estados Unidos, los corridos
mexicanos que confrontaban el abuso del poder económico, político y laboral
de las compañías petroleras extranjeras, la caricatura política antiporfirista
que se desarrolló con la intención de llegar a un pueblo mayoritariamente
analfabeto o la nueva canción que surgió en América Latina y España en
las décadas de los 60 y 70 que no sólo tenía un fuerte contenido de crítica
política sino que defendía el compromiso social del arte.
Scott distingue entre discurso público y discurso oculto. Es posible que
aunque descriptivo, el concepto sugiera limitaciones para analizar situacio-
nes diversas, tanto en la actualidad como en la historia, en las que grupos de
distinta importancia y diversa magnitud tienen mecanismos de expresión en
contra del poder instituido. Es peculiar la situación que refiere la autora de
este artículo: una invasión militar y dictatorial como la que vivió Noruega
en 1940, que no consentía la mínima disidencia o resistencia. El paredón,
la horca, el campo de concentración y las ejecuciones “ejemplares” (esposa,
hijos y familiares de un opositor) eran las medidas disuasivas.

Kolasky, John, Underground Humor from Behind the Iron Courtain, Peter Martin Associates
iii

Limited, Toronto, 1972

Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945


Kathleen Stokker 97
En el primer caso se puede hablar de la resistencia expresada en chistes
como un discurso oculto, mientras que en el segundo caso se tiene un discur-
so subalterno, pero público; no forma parte del poder normalizado pero no
es clandestino. Sobre esto, hay una interesante observación de Bryan: “Los
patriotas sostenían que los chistes son una forma particular de resistencia
contra un régimen que exigía sumisión y obediencia totales. Los patriotas
también veían en los chistes la prueba de que la nación […] aún existía y
que el pueblo seguía siendo […] a pesar de los intentos nazis de “germanizar”
a la economía, a las estructuras políticas y a la población”.iv
En todos los casos se trata de mecanismos que desarrollan los grupos
subalternos para confrontar a un poder hegemónico. Los discursos ocul-
tos, sin embargo, no sólo son propios de contextos de dominación política
exacerbada como la invasión militar o la dominación colonial, también
pueden surgir en ámbitos cerrados, como las burocracias o la vida empre-
sarial, donde no es común expresar posturas contrarias a la autoridad,
independientemente del contexto político, así sea ampliamente democrático.
Tal como lo indica Scott, se trata de instrumentos que utilizan los débiles,
los carentes de poder para confrontar al que lo tiene, mientras no existan
condiciones para recurrir a una verdadera rebelión. Dios salve al rey…
trabajo publicado por primera vez en español gracias a la gentileza de la
doctora Kathleen Stokker –profesora emérita del Luther College de Iowa,
EUA– nos da una oportunidad única de examinar una faceta poco conoci-
da del drama que fue la invasión y dominanción alemana de prácticamente
la totalidad de Europa durante el régimen nacionalsocialista, mejor cono-
cido como nazi.

iv
Bryant, Chad, “The Language of Resistance? Czech Jokes and Joke-Telling Under Nazi Occu-
pation, 1943-45, Journal of Contemporary History, Vol. 41, No. 1, London, 2006.

98 Revista Mexicana de Cultura Política NA


E
l 9 de abril de 1940, noruegos en Oslo, Bergen, Trondheim y otras
ciudades estratégicas despertaron para encontrar soldados ale-
manes en sus calles y a su país prisionero. Sin previo aviso y sin
preparación militar, el país fue forzado a rendirse tras solamente unas
semanas de luchar. Sin embargo, la efectividad de la resistencia noruega no
militar ha ganado bien merecido reconocimiento. Este artículo se enfoca
en un aspecto de esta resistencia no militar o simbólica, especialmente
los chistes que contaban los noruegos que se oponían a la nazificación.
Al tiempo que exhiben el rango completo de temas en común con el
humor internacional de la opresión política, los chistes sobre la ocupación
noruega favorecen la espabilada e irrespetuosa respuesta a la intimida-
ción alemana que vemos en la siguiente anécdota:
Un soldado alemán se aproxima a una dependienta entrada en años en
una tienda en Oslo.
“¡Heil Hitler!” vocifera. “¿Dónde está el departamento donde encuentro
calcetines?”
“¡Dios salve al rey! En el tercer piso” (Olav, p. 19).
Sin dejarse intimidar por el soldado alemán, la vendedora no sólo
se rehúsa a aceptar y regresar el saludo obligatorio a Hitler, también
cita el –ilegal– himno nacional inglés y al mismo tiempo alude –tam-
bién ilegalmente– al rey de Noruega, Haakon VII, en ese momento en
exilio en Inglaterra habiéndose rehusado a rendirse ante el gobierno
alemán nazi.
¿Por qué los chistes noruegos se enfocan tan insistentemente en el tema
de la imperturbabilidad ante la autoridad? Tras un vistazo al contexto
histórico y un muestreo de los otros temas prominentes en los chistes,
intentaremos responder esa pregunta antes de una aproximación al rol
de los chistes en el desarrollo de una mentalidad de resistencia entre el
pueblo noruego.

Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945


Kathleen Stokker 99
Temas de los chistes
Con la invasión del nueve de abril, todos los medios de comunicación
noruegos cayeron bajo el control de los nazis, y aquellos que decidie-
ron resistir al “nuevo orden” tuvieron que encontrar nuevas maneras de
publicar sus opiniones. De estas, yo sostendría que los chistes fueron las
más efectivas. Comenzando poco después de la invasión, circularon de
boca en boca y también en los periódicos clandestinos que aparecieron en
el otoño de 1940. Además –y un delicioso descubrimiento para esta inves-
tigadora– la gente escribió los chistes en diarios privados y en cuadernos
que servían exclusivamente para ese propósito. Estas fuentes personales
son las que principalmente proveyeron el material para este ensayo.1
Como ya se mencionó antes, los chistes noruegos comparten muchos
temas con el humor de la opresión y del desastre de otras tierras y tiem-
pos, como identifican Abrahams y Wukash (1967), Banc and Dundes
(1976), y Brunvand (1973). Los siguientes son particularmente promi-
nentes:
a) Desprecio hacia los opresores, en este caso Hitler, los nazis y Quis-
ling, el títere nazi noruego:
1) ¿Sabes la diferencia entre los nazis y una cubeta con estiércol? —¡La
cubeta!

1
Se consultaron cinco cuadernos y diarios:
a) Solvi Larsen (fecha de nacimiento desconocida): cuaderno escrito a mano (glosebok), 23
páginas de chistes y letras humorísticas (48 elementos). b) Solveig Maj Christenson (22 de mayo,
1929): cuaderno escrito a mano, 14 páginas de chistes y letras humorísticas (41 elementos).
Titulado “Vitser fra. April 1940 og utover” [Chistes de abril 9, 1940 y después.] c) Else “Bibs”
Ellingsen (enero 30, 1904): colección escrita a máquina, 66 páginas de chistes (66 elementos).
Titulado “Norges smil gjennom tarer–1940-1945” [Las sonrisas de Noruega a través de sus
lágrimas]. d) Marie Lysgaard Slaatto (agosto 6, 1929): sección de un diario del verano de 1940.
17 páginas de chistes y letras humorísticas (18 elementos). e) Cecilie Schou-Sorensen (agos-
to 17, 1916): extractos de diarios de guerra. 178 chistes y anécdotas.

100 Revista Mexicana de Cultura Política NA


2) Se rumora que nos van a llegar estampillas con el rostro de Quisling,
pero la distribución se ha retrasado porque nadie sabe de qué lado es-
cupir.2
Un subtema relacionado es el de ridiculizar y despreciar a las mujeres
noruegas que fraternizaban con los soldados alemanes:
3) Una muchacha campesina le dice al doctor que está embarazada de
un soldado alemán.
“¿Y dónde está el padre?” pregunta el doctor.
“No sé. Se fue.”
“¿Se fue? ¿Y no sabes cómo se llama?”
“Bueno, cuando se fue creo que dijo ‘auf Wiedersehen” [adiós] (B0, p. 27)
b) La ceguera de la ideología del opresor:
Un niño está sentado en una banqueta jugando con unos gatitos. Un
oficial alemán pasa por ahí y le pregunta al niño, “¿Estás jugando con
unos gatitos?”
“No” le contesta el niño, “son nazis.”
Tres semanas después, el mismo oficial pasa por ahí de nuevo, y viendo
al mismo niño jugando con los gatitos, le dice “¿Todavía estás jugan-
do con esos nazis?”
“No” le contesta el niño. “Ya no son nazis; ¡ya abrieron los ojos!”3
c) La crueldad insensata de los métodos del opresor:
1) Un granjero recibió una carta amenazadora porque no estaba produ-
ciendo suficientes huevos. Escribió de vuelta, “Presenté su documento a
los individuos interesados, pero como se rehusaron a obedecer, ¡los hice
ejecutar por un pelotón de fusilamiento!” (Ellingsen).

Este es un chiste muy popular internacionalmente; ver Ruksenas 11 para uno similar sobre
2

Stalin y Beckmann 79 para uno similar sobre el presidente checoslovaco Novotny.


Este también es un chiste generalizado, para chistes semejantes sobre comunismo, ver Banc
3

21 y Ruksenas 13.
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 101
2) En septiembre de 1941, cuando se declaró la ley marcial en Oslo, se
publicó una lista de ofensas que declaraba: “Usted será fusilado si… etc.
Usted será fusilado si… Usted será fusilado si…” A esto, alguien agregó:
“¡Usted será fusilado si aún no ha sido fusilado!” (Schou- Sorensen).
d) Burla a la propaganda del opresor:
1) NTB, las siglas de Norsk Telegram Byra –el servicio de noticias no-
ruego nazi– se decía que significaba Not To Believe, “No debe creerse”
(Schou-Sorensen).
2) Tras la campaña en Noruega, 100 soldados alemanes llegaron al cielo.
“¿De dónde vienen?” preguntó San Pedro. Ellos le dijeron que habían
muerto en Noruega. San Pedro entró a checar el registro. Regresando, les
dijo: “Según los registros oficiales, sólo dos soldados alemanes murieron
en Noruega. Ellos pueden entrar; los demás se pueden ir al infierno.”
e) Burla de la autoimagen pomposa del opresor:
1) El alcalde Quisling una vez visitó un manicomio; haciéndole la plá-
tica a un paciente, la marioneta de los nazis presumió, “¡Yo soy Vidkun
Quisling!”
“Jamás he oído de él.”
“¡Qué! ¿Jamás has oído de Vidkun Quisling, el más grande noruego desde
el Rey Harald el Rubio?”
“Relájate, viejo,” respondió el paciente. “Así empecé yo también”
(Olav, p. 27)
2) Durante la campaña alemana contra Inglaterra, algunos alemanes
estaban en el ferry a Laksevag cantando, “Wir fahren gegen Engeland.”*
El conductor se volvió y les dijo: “Entonces están en el ferry equivocado.
Este sólo llega hasta Laksevag.” (Christerson).
f) La respuesta al desarrollo de la guerra, especialmente cuando las
cosas le iban mal a Alemania. Esta característica del humor servía una

* “Llegaremos a Inglaterra”, en alusión a la proyectada invasión de la isla.

102 Revista Mexicana de Cultura Política NA


función particularmente importante dado que los medios de comunica-
ción oficiales prohibían la publicación de noticias negativas sobre Ale-
mania en la guerra. Varios de estos chistes parten de los intentos fallidos
de Alemania de invadir Inglaterra:
1) Un soldado alemán visitaba los barcos vikingos, pero no pensaba que
fueran nada especial. “Puede que no te impresionen estos barcos,” le
dijo el guardia, “pero después de todo, los noruegos sí lograron invadir
Inglaterra con ellos.” (Schou-Sorensen).
2) Un niño está parado en el muelle en Bergen (un pueblo costero en
Noruega). Un coche lleno de alemanes pasa a toda velocidad sobre el
muelle y se precipita al mar. El niño no presta atención. Después de un
rato, cuando los alemanes salen del agua, están furiosos con él porque
no pidió ayuda. A esto el niño responde: “¡Pensé que iban rumbo a In-
glaterra!” (Ellingsen).
g) Reflexiones sobre la escasez causada por el nuevo régimen:
1) Una película de propaganda está siendo proyectada en un cine. Mues-
tra un barco alemán en un puerto noruego desembarcando quesos y
otros alimentos. De repente, una voz desde el público grita, “¡Están
proyectando la película al revés!” (Larsen, Ellingsen, Schou-Sorensen).
2) Los libros de (el gran escritor noruego Knut) Hamsun van a ser dis-
tribuidos: Inglaterra va a recibir Victoria, Alemania El crecimiento de la
tierra, y a Noruega le toca Hambre. (Ellingsen, Schou-S0rensen).
h) La glorificación del Rey Haakon VII y el regreso de su reinado en
una Noruega independiente:
1) Antes de que la asistencia obligatoria, la tortura y las ejecuciones
empezaran en serio, los nazis mandaban a sus esbirros a dar charlas
informativas. En algún lugar de Trondelag había un viejo granjero entre
los asistentes. Después de la charla, el líder de la junta dijo que quien
quisiera decir o preguntar algo podía tomar la palabra. El granjero se paró.
“¿De verdad puedo decir lo que quiera?”
“Por supuesto, adelante.”
“Entonces quiero decir `larga vida al rey´” dijo, alzando los brazos.
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 103
El auditorio rompió en estrépito. El líder corrió hacia el público, tomó al
granjero del brazo y le dijo que se marchara. Pero el granjero le dijo que
había pagado por estar ahí y que tenía derecho a quedarse hasta el final.
“Aquí está tu corona [la moneda noruega],” gruñó el líder, regresándole
la moneda.
El granjero caminó hacia la puerta, mientras todos lo observaban. Vol-
viéndose hacia el público al llegar a la puerta, levantó el brazo con la
moneda en la mano y dijo, divertido:
“Tal como lo pensé, tanto Haakon como yo recuperaremos nuestra co-
rona.” (Hansen, p. 19-20).
3) Una pareja de casados corre para alcanzar el tranvía. La esposa grita,
“¡Apúrate, Haakon! ¡El tranvía está esperando!”
El conductor responde: “Con calma, señora, ¡todos estamos esperando
a Haakon!” (El-lingsen).
i) Las sombrías perspectivas de victoria de Alemania y la tortura a la
que serían sometidos una vez derrotados:
1) Tres alemanes están en una cervecería. Uno de ellos suspira. El segundo
suspira. El tercero interrumpe diciendo, “Caballeros, no hablemos sobre
nuestras posibilidades de asegurar la victoria. (Frihet).4
2) Los cuentos populares alemanes antes comenzaban con “Es war einmal
[érase una vez].” Pronto van a comenzar con “S.S. war einmal.” [La S.S.
fue alguna vez] (Schou-Sorensen).
3) Un miembro de la resistencia noruega y un nazi están conversando.
El noruego le pregunta al nazi qué va a hacer si gana Inglaterra. “Bueno,
entonces tomaré mi sombrero y mi abrigo y me iré.”
“Entiendo que te lleves tu abrigo, ¿pero en dónde vas a poner tu som-
brero?” (Ellingsen).
j) La universalidad de la resistencia y por consiguiente el reducido
número de simpatizantes nazis:

Para un chiste comunista parecido, ver Ruksenas, p. 21.


4

104 Revista Mexicana de Cultura Política NA


1) En un pueblo en Nord-Trondelag nadie vino a escuchar una confe-
rencia del nacionalsocialismo. Cuando los conferencistas del nacionalso-
cialismo salieron del auditorio se encontraron con un tráiler de estiércol
(en noruego “tráiler” = “seguidor”) atado a su coche. En el tráiler había
un letrero que decía: “Hicimos esto para que tuvieran al menos un se-
guidor.” "(Hvepsen).
2) Ahora tendremos que racionar el papel; el partido nazi acaba de hacer
una lista de todos sus oponentes. (Ellingsen).
Un subtema relacionado era la ingenuidad de los simpatizantes de
Quisling:
3) “¿Por qué estás caminando solo? ¿Dónde están tus seguidores?”
Quisling responde: “Aún no salen de vacaciones las escuelas”. (Larsen).
4) El profesor Werner Werenskjold estaba parado en la plataforma de
un tranvía. Un guardia de asalto se subió y el profesor lo miró de arriba
abajo con asco. El guardia de asalto sacó su libreta y exigió su nombre.
“Mi nombre es profesor Werner Werenskjold. ¿Cómo se llama tu padre,
niñito?” (Slaatto).
k) La represión y la falta de libertad de expresión bajo el nuevo
régimen:
El pescadero en el mercado gritaba: “¡hoy tenemos peces grandes, peces
grandes y gordos, tan gordos como Goering!” Lo metieron a la cárcel por
dos semanas. Cuando salió, gritaba: “¡peces grandes y gordos, tan gordos
como hace dos semanas!” (Schou-Sorensen, Slaatto).
Pese a su frecuencia en el humor político subversivo de otras tierras,
en el material Noruego el tema de la represión es muchas veces contra-
dictorio.
En una calle de Bergen estaba un niño sentado un día de 1941 leyendo
una copia reciente del Times de Londres (que estaba prohibido por el
régimen nazi). Un oficial alemán vio esto y airadamente exigió saber
quién le había dado la copia. Mirándolo con desdén, el niño respondió,
“Nadie me lo dio. Soy suscriptor.” (Ellingsen, Christerson)

Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945


Kathleen Stokker 105
Estrechamente relacionados a aquellos chistes que desmienten la
represión que existía están los que exhiben el tema más predominante
en este material: la imperturbabilidad Noruega ante la autoridad ale-
mana/nazi:
1) [Esto fue cuando el pasaje por mar a Inglaterra ofrecía una ruta de
escape ilegal muy usada.] Un agente de la Gestapo irrumpió en la casa
de un pescador y su familia. “¿Qué le sucedió a su bote?” preguntó brus-
camente. Mirando al intruso fijamente a los ojos, la esposa del pescador
respondió: “¿Es mi trabajo o el suyo vigilar la costa?” (Olav, p. 26)
2) Un alemán pide direcciones y le responden: “¿Le molesta si respondo
en inglés?”
“No, para nada.”
“I don't know” (no sé).
3) Un alemán le pregunta a un niño en Bergen: “¿Has visto pasar un
carro lleno de simios?”
“¿Por? ¿Te caíste?” (Christerson, Schou-Sorensen).
4) Un retrato de Hitler iba a ser colgado en una oficina de gobierno.
El oficial a cargo de colocarlo le preguntó a la señora de la limpieza si
el retrato estaba derecho.
“Yo sólo trabajo con las porquerías que hay en el piso,” le respondió.
(Schou- Sorensen).
5) En un manicomio estaban esperando una inspección de Quisling. Los
pacientes habían sido formados en una hilera y se les había indicado que
tenían que levantar los brazos y gritar, “Heil og sael” (la versión noruega
del saludo nazi).
Llegó el “líder”, y todo iba de acuerdo a lo planeado hasta que llegó al
último hombre en la fila, quien no estaba saludando apropiadamente.
“¿Por qué no estás haciendo el saludo?” preguntó Quisling.
“Yo no estoy loco,” respondió el hombre. “Soy el guardia.” (B0, p. 22).5

Para un chiste comunista parecido, ver Ruksenas, p. 101.


5

106 Revista Mexicana de Cultura Política NA


6) Terboven hace comparecer a Einar Rose (uno de los comediantes
más populares de Noruega) y le pregunta si él inventa todos sus chistes.
“Sí,” responde Rose.
Terboven le dice que está bien que haga bromas sobre los alemanes, pero
no sobre Hitler: “¿No sabes que lo aman 800 millones de personas?”
“No,” responde Rose, “ese chiste no es uno de los míos.” (Larsen, Chris-
terson).
Como el tema de la represión, el de las respuestas atrevidas e irres-
petuosas hacia las autoridades contrasta con la mayoría de los chistes
soviéticos y de Europa del Este, las cuales con más frecuencia logran el
humor al poner la réplica subversiva en labios de Radio Armenia o al
ingeniárselas para que la autoridad misma lo diga. Haciendo énfasis en
el artilugio, los chistes de este tipo con frecuencia rematan de manera
similar a la siguiente:
Es el primero de octubre de 1944. Un hombre llega a la estación de policía
a presentar una queja.
—Un par de soldados suizos saquearon mi casa y violaron a mi esposa
e hija.
—¿A qué se refiere con que soldados suizos? No hay un solo soldado
suizo en toda Rumania.
—Le digo que fueron soldados suizos.
—Piense de nuevo. ¿No habrán sido soldados rusos?
—Usted lo dijo, señor, no yo. (Banc y Dundes, p. 32, el énfasis es mío.)
Alternativamente, los chistes de Europa del Este pueden hacer del peli-
gro de cualquier tipo de desafío a la autoridad el punto central del chiste:
Un conferencista invitado estaba dando una charla sobre la abundancia
y la siempre creciente prosperidad de los soviéticos. En la fila de atrás,
Rabinovich alza la mano. “Camarada conferencista, lo que usted dice
es muy interesante, ¿pero entonces a dónde se ha ido toda la carne?” Al
día siguiente el conferencista invitado estaba dando otra charla sobre
la abundancia y siempre creciente prosperidad de los soviéticos. En la
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 107
fila de atrás, Himovich alza la mano. “Camarada conferencista, no quiero
saber lo que ha ocurrido con la carne, ¿pero puede decirnos lo que ha
ocurrido con Rabinovich?” (Dolgopolova, p. 31)
¿Por qué, en contraste, el material noruego retrata con tanta frecuencia
a los mismos noruegos atribuyéndose desvergonzadamente el mérito
de las respuestas irrespetuosas? Yo sugeriría dos razones: la cercana
correspondencia de este tipo de humor con la tradición escandinava
establecida y la pertinencia de este tema a la situación específica de los
tiempos de guerra.
1) La correspondencia con la tradición escandinava. El humor deri-
vado de una respuesta ingeniosa en tiempos de adversidad prevalece en
las sagas medievales islandesas y las leyendas escandinavas. En Olav den
helliges saga (la Saga de San Olav), por ejemplo, uno de los guerreros del
rey Olav en la batalla de Stiklestad es herido de muerte. Arrancándose la
flecha del corazón y percatándose de la grasa que colgaba de sus tendo-
nes, exclama: “¡Qué bien nos ha alimentado el Rey!” (Sturluson, p. 440).
Mientras que las respuestas de este tipo en las sagas con frecuencia sirven
para enfatizar el estoicismo de un personaje, las situaciones en las leyendas
escandinavas igualan más detenidamente la ingeniosa insolencia del héroe
de los chistes de la ocupación. Quizá el mejor ejemplo es “La princesa
que tenía que tener la última palabra”, en donde el héroe se gana la mano
de la princesa precisamente porque, a diferencia de sus otros pretendien-
tes, consistente e imperturbablemente logra darle ingeniosas respues-
tas a sus palabras intimidantes hasta que ella es la que termina sin palabras
(Asbjornsen, p. 408-411). En otro cuento, “El hombre y el trol tienen un
duelo de palabras”, las prontas respuestas del hombre a las amenazas del
trol le permiten prevalecer y lograr que el trol sea convertido en piedra
(Nicolaissen, p. 85-86).6
La predilección de los chistes de la Segunda Guerra Mundial por mos-
trar la imperturbabilidad de los noruegos frente a la autoridad alemana o

Algunas leyendas escandinavas del Ministro del Libro Negro, un tipo de hechicero, también
6

muestran el motivo de “malbinding” (dejar sin palabras a un oponente a través de respuestas


rápidas e ingeniosas) para exorcizar al demonio (Mauland, p. 15); en otras, una respuesta
inteligente puede salvar a una persona de ser tomada por el diablo (Opedal, p 102).

108 Revista Mexicana de Cultura Política NA


nazi por lo tanto continúa una tradición escandinava establecida, la cual
favorece el estoicismo y la confrontación a la adversidad y la intimidación,
aunque el humor también aporta; 2) una respuesta a la situación de guerra
específica. La frustración de los encuentros diarios con los alemanes y la
necesidad de contrarrestar la propaganda alemana crean ambas un im-
perioso deseo psicológico y una fuerte necesidad pragmática de denigrar
a los ocupantes alemanes y enfatizar la superioridad noruega.
La frustración de lidiar con los invasores alemanes está atestiguada
en reportes contemporáneos que describen el irritante efecto de “…tener
que verlos caminar en las calles que eran nuestras, contonearse en nuestras
tiendas y mandar a casa mercancías que necesitábamos para nosotros
mismos, pagando con dinero que nos habían quitado” (Kuhnle, p. 83).
Los chistes representaban esta frustración y mostraban un rechazo a ser
intimidados por la presencia dominante de los invasores.
Mientras tanto, la propaganda alemana tenía el propósito de debilitar
el respeto de los noruegos por sí mismos y engendrar una admiración
sin límites por los vencedores alemanes (Hegna, p. 249).7 Los chistes in-
vertían esta propaganda al enfatizar la superioridad intelectual y cultural
de los noruegos sobre la estupidez, crueldad y grosería de los invasores.
Los chistes que denigran a los soldados alemanes reflejan, además,
una verdadera táctica de resistencia. Como reportaba el periódico clan-
destino Vi vil oss et land: “De lo que más sufren los alemanes aquí en
Noruega es precisamente la frialdad dirigida hacia ellos por parte del
pueblo noruego.” El artículo instaba a los lectores a dejar que los ale-
manes sintieran esta frialdad hasta el tuétano. Después de la guerra, un
sobreviviente comentaba sobre el éxito de esta táctica: “Más de una vez
tuvimos la alegría de ver cómo las demostraciones diarias de desprecio
sonsacaban un arrebato emocional que revelaba cuánto los afectaba esta
táctica” (Kuhnle, p. 75-76).

Otro sobreviviente dice, “Quisling estaba intentando mostrar que la sociedad noruega necesi-
7

taba que la salvaran de la ruina… el constantemente mostrar a la sociedad noruega (de antes
del Nuevo Orden) de la peor forma posible, haciendo énfasis en todos su puntos débiles sin
mencionar para nada sus virtudes tuvo, además, repercusiones” (Kuhnle, p. 50).
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 109
La función de los chistes
Volviendo a la cuestión del rol que los chistes mismos jugaban en la
resistencia, pienso que es mejor dividirlos: ¿Qué es lo que posicionó a
los chistes para ayudar a crear una mentalidad de resistencia, y por qué
medios creaban esa mentalidad? Para responder la primera pregunta,
argumentaría que la aparición temprana de los chistes durante la ocu-
pación fue crucial. Para apreciar por completo su importancia, tenemos
que reevaluar la noción del “ciudadano de a pie” de la resistencia noruega
unánime y espontánea al nazismo.8 Este heroico concepto de sí mismos
fue de crucial importancia durante la guerra misma y en los años sub-
secuentes de reconstrucción. Los mismos chistes sobre la ocupación,
además, pueden haber contribuido de manera significativa a su estable-
cimiento y propagación. En cualquier caso, esta imagen se arraigó tan
firmemente que no fue sino hasta el principio de la década de 1970 que
los historiadores noruegos comenzaron a cuestionarla y revisarla siste-
máticamente (cf. Dahl, 1974).
Muchos recuentos sobre los años de guerra, sin embargo, contradi-
cen la noción de esta resistencia inmediata y unánime. El 13 de septiem-
bre de 1940, por ejemplo, una joven escribió en su diario: “El país está
lleno de traidores dispuestos a cambiar sus principios a cambio de buenas
posiciones” (Slaatto). De manera similar, un recuento escrito inmedia-
tamente después de la guerra revela, “Pocos fueron en ese entonces tan
valientes como hoy creen que fueron” (Ringness, p. 351). Otro sobrevi-
viente cuenta que “Después de la invasión el espíritu noruego se apagó
muy pronto. Paralizada, desanimada y confundida, la gente se sentaba con
las manos en el regazo a esperar…como anestesiados” (Lunde, p. 17-18).
Este periodo no sólo se caracterizó por la ausencia de resistencia activa,
también vio una simpatía generalizada por y colaboración con los nazis,
como demuestran los siguientes recuentos:

Es típica la declaración de Finn Bo sobre la ubicuidad de la resistencia simbólica noruega al


8

nazismo: “Que (el rechazo al Nuevo Orden) fue la reacción del silencioso y enfadado ejército
sin armas que conformaba el 99% de la población (p. 64).

110 Revista Mexicana de Cultura Política NA


La crítica hacia el gobierno era fuerte en todas las clases de la población
y la amargura era grande… Los alemanes, por otro lado, impresionaban
a muchos (Lunde, p. 18).
La ofensiva nazi distaba de ser eficaz, especialmente durante su fase
inicial cuando el frente de la resistencia no se había establecido bien. El
NS (Partido Nazi) logró algo de éxito en sus intentos de reclutar nuevos
miembros. La membresía total creció rápidamente durante el otoño de
1940, subiendo de unos 4,200 al final de agosto a más o menos 25,200
para el 10 de enero de 1941, y continuó creciendo hasta noviembre de
1943, cuando alcanzó un máximo de 43,400 (Grimnes, p. 190).
De este modo, más que ser una manifestación de una mentalidad
de resistencia que ya existía, los chistes sobre la ocupación representan
los primeros movimientos de una resistencia aislada solamente. La
oportunidad de su aparición, además, permitió a los chistes jugar un rol
vital para comunicar el espíritu de resistencia a otros. Mientras que las
fuerzas de la resistencia no empezaron a organizarse sino hasta el otoño
de 1941 y no estuvieron completamente organizadas sino hasta ya entra-
do 1942, los chistes comenzaron a circular a partir del verano de 1940, y
son especialmente prominentes en diarios personales y cuadernos escri-
tos durante el primer año de la ocupación. En este sentido, la siguiente
observación es pertinente:
Los primeros que se movilizaron para levantar a la gente y crear una ac-
titud de resistencia probablemente hicieron la contribución más decisiva
a la resistencia. Si no hubieran reaccionado, muchos otros no hubieran
desarrollado la actitud y la mentalidad que hizo posible construir una
organización militar” (Lunde, p. 20).
Estando a la vanguardia, los chistes ayudaban a establecer y nutrir
esta nueva actitud de resistencia.
Ahora fijémonos en la cuestión de qué hacía efectivos a los chistes para
desarrollar dicha actitud de resistencia. Los siguientes atributos de humor
parecen particularmente relevantes: 1) Los chistes hacían una declaración
de principio (Hertzler, p. 143). Un sobreviviente de la ocupación dijo,
“Todo parecía flotar alrededor de nosotros, los puntos fijos de la existencia

Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945


Kathleen Stokker 111
ya no eran visibles” (Kuhnle, p. 82). Yo sostendría que los chistes ayuda-
ban a identificar estos “puntos fijos,” y que no fue por coincidencia que
los temas de los chistes se alinearan tan bien con los articulados princi-
pios de las organizaciones de resistencia que eventualmente se formaron
(aquí resumidos en los objetivos del Comité del Frente Doméstico, ca.
1943, Johnson, p. 131):
a) Liberar al país de todo alemán (cf. temas a, e, i)
b) Mantener al pueblo constantemente consciente de las torturas im-
puestas sobre sus compatriotas (cf. temas c, g y k)
c) Abstenerse de aceptar acuerdos con Quisling o sus ayudantes (cf.
temas b, d, e, i)
d) Asegurar la independencia de Noruega al restablecer al rey Haakon
y su gobierno (cf. temas h, e, i).
La comunicación fue el factor cardinal en el desarrollo de la oposi-
ción al nazismo (Dahl, p. 220); los chistes alimentaron esta necesidad
vital al crear un foro para comunicar los principios fundamentales de la
resistencia.
2) Los chistes educan: no sólo exponen, sino que inculcan el mensaje.
Al escribir chistes sobre Chernobyl, por ejemplo, László Kürti muestra que
ayudaron a esparcir un nuevo vocabulario y una nueva sabiduría sobre la
radiación (p. 326). Al medir el valor educativo de los chistes entre niños
y adolescentes, el educador sueco Björn Roos ha demostrado las maneras
en las que los chistes ayudaron a los niños a aprender sobre el mundo y
cómo contribuyeron al desarrollo de valores y actitudes. Como los niños
del estudio de Roos, los noruegos durante la ocupación se encontraron en
situaciones de aprendizaje: “No hay receta para la resistencia en un país
invadido,” observa un sobreviviente. “Nos encontramos en una situación
completamente desconocida y no sabíamos cómo reaccionar… la perso-
na promedio sabía muy poco sobre lo que estaba ocurriendo y no sabía
interpretar lo que escuchaba” (Lunde, p. 18). Utilizando las conclusiones
de Roos de que los chistes transmiten sabiduría de manera interesante
(p. 171), que los niños ven a los chistes como bancos de información y
consejo (p. 177), y que es posible que los chistes influyan a los individuos

112 Revista Mexicana de Cultura Política NA


expuestos a ellos (p. 178), podemos suponer que los chistes proveyeron
tanto una infraestructura para interpretar eventos como medios peda-
gógicamente efectivos de enseñar resistencia.
3) Los chistes fomentan un sentido de solidaridad (Hertzler, p. 143).
Roos y otros investigadores señalan que los chistes aprueban las opi-
niones de los que los cuentan y fortalecen un sentimiento de “nosotros”
entre los que los escuchan: ya que los representantes del grupo interno
son los primeros beneficiados, los chistes enseñan respeto por aquel
grupo a expensas del grupo externo (Roos, p. 171). Los chistes sobre la
ocupación noruega hacían parecer que todo mundo estaba resistiendo y
que era la única respuesta válida a la situación. De nuevo, recuentos de los
años de guerra evidencian receptividad a este mecanismo en la Noruega
invadida: “No sabíamos lo que otros estaban pensando o cómo iban a
reaccionar,” dice un sobreviviente (Kuhnle, p. 27); otro dice que “…poco
a poco comenzó a crecer un sentimiento de querer encontrar maneras de
resistir. El desarrollo de la solidaridad fue de primordial importancia…
Era fundamental sentirse seguros de que otros también lo harían” (Sharp,
p. 32). Al prometer la seguridad en números, los chistes podían apo-
yar al grupo amorfo de personas que se oponían al partido nazi y engen-
drar en ellos una sensación de comunidad.
4) Los chistes ayudaban a vencer el aislamiento del individuo. El temor
a estar aislado fue de las armas más poderosas de los nazis.9 Los chistes
pueden apaciguar ese miedo ya que un chiste compartido “prueba que
alguien más ve lo que yo veo” (Holland, p. 172); la burla de los chistes
hacia el nuevo orden demostraba que a otros también les parecía absur-
do. Además, un tema frecuente de los chistes sobre la ocupación era la
universalidad de la oposición al nazismo (cf. tema j). Los chistes entonces
daban la impresión de que, lejos de aislarlo a uno, resistir podía ponerlo
a uno entre la mayoría.

El periódico ilegal Hjemmefronten reportó en 1941, por ejemplo: “Los nazis están intentando
9

aislar a ciertos individuos y señalarlos para presionarlos. Hay que asegurarse, entonces…. que
ningún amigo sienta que está luchando solo.”
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 113
5) Los chistes elevan la moral y le permiten a la gente vivir sin
miedo, amenazas constantes e irritación (Obrdlik). El papel que jugó
el material noruego en este aspecto está confirmado por una carta
que me envió recientemente un líder de MilOrg, la rama militar de la
resistencia organizada:
Verdaderamente aprecio la intención de su proyecto, ya que siempre he
creído que fue la actitud positiva y el humor –con frecuencia en la forma
de humor del cadalso– lo que nos mantuvo a flote, y que nos ayudó a ver
que la vida no estaba totalmente sin esperanza –por lo menos nos hizo
rehusarnos a admitir que lo era– porque eso hubiera implicado cierta
derrota” (Hasselknippe).
Mientras que varios investigadores han enfatizado el importante rol
que jugaron los slogans y directivas de la resistencia (Noruego: paroler)
en el desarrollo del sentimiento anti-nazi (Gjelsvik, pp. 31-32; Hirsch,
p. 7; Gordon, pp. 68-69, 91, 149, 157 y 221) yo argumentaría que los chistes
fueron aún más efectivos, en especial gracias a su mayor accesibilidad y
seguridad:
1) Accesibilidad: los chistes llaman la atención de gente de todas
las edades, clases, y de todos los rumbos de la vida. Tanto las coleccio-
nes privadas de chistes sobre los tiempos de guerra como las varias an-
tologías humorísticas publicadas inmediatamente después, demuestran
que los chistes sobre la ocupación se esparcieron extensivamente por
Noruega; los mismos chistes aparecen en variantes regionales (y dialectos)
en diversos lugares del país.
Como parte del intercambio normal en la conversación, los chistes
están, además, mejor adaptados para compartir en situaciones socia-
les que slogans políticos y directivas. Muchos de los entrevistados du-
rante mi investigación (verano de 1989) mencionaron la prominencia
de los chistes durante la guerra, dando fe de que una manera frecuen-
te de comenzar una conversación era: “Has escuchado el de…” (Vikdal).
2) Seguridad: Los chistes proveen mayor seguridad que otras formas
más públicas de resistencia porque se pueden compartir en secreto. Esta
cualidad lograda incrementó su urgencia tras el discurso del Reichskomis-

114 Revista Mexicana de Cultura Política NA


sar* Terboven el 18 de julio de 1941, amenazando con la pena de muerte
a la resistencia abierta al Nuevo Orden. Los chistes subsecuentemen-
te pudieron haber proveído un canal más importante para mantener vivo
el espíritu de resistencia en ausencia de una protesta visible.10
Aún con más frecuencia mencionado por mis informantes, sin em-
bargo, fueron a) la capacidad de los chistes de poder ser contados como
entretenimiento sin que los que los contaran tuvieran que asumir una
postura y b) la utilidad para calibrar el punto de vista de los otros al darse
cuenta de cómo respondían.11 Los entrevistados también mencionaron la
capacidad de los chistes de mantener alejado el miedo: “No le tienes miedo
a aquello de lo que te puedes reír,” dijo uno (Vikdal). Así, por lo menos
en retrospectiva, los noruegos entrevistados estaban muy conscientes del
valor de los chistes sobre la ocupación durante los tiempos de guerra.
¿Estaban conscientes los noruegos del valor de los chistes de igual
manera durante la ocupación? Pensé que tendría que conformarme
con indicaciones indirectas de esta consciencia, como la amplia circu-
lación de los chistes en los periódicos clandestinos y con la aparición
de las antologías impresas inmediatamente después de la guerra. Luego
encontré en los archivos del Museo de la Resistencia de Oslo (Hjemme-
frontsmuseum) un modesto cuaderno de bolsillo color crema de 5’’x7’’.
En su portada se veía sólo un nombre femenino escrito a mano, y en su
primera página estaban escritos con lápiz el himno nacional noruego y
el inglés (cf. el chiste al principio de este artículo). El cuaderno contenía
veintitrés páginas de chistes, también escritos a lápiz, por la niña que yo

* “Comisario del Imperio”, título dado para algún cargo oficial determinado; se empleó durante
el Imperio alemán y posteriormente en la Alemania nazi.
10
Finn Bo sugiere cuál es el peligro de ser atrapado contando chistes, pero también la posibi-
lidad de lograr que se contaran de todos modos: “Los chistes con frecuencia tenían que ser
contados con prisas y en la peligrosa cercanía de oídos traicioneros. A veces uno sólo tenía
la oportunidad de desembuchar, al pasar a un vecino en el tranvía o en la esquina de la calle,
‘¡Buenos días! Ya escuchó la de…’” (p. 29).
11
Wilson hace un comentario parecido: “La ambigüedad del chiste, al ser serio y trivial al mismo
tiempo, le permite al bromista hacer un sondeo de sentimientos de rebeldía compartidos. Si
otros señalan su aprobación al sonreír o reír, el bromista puede estar seguro de que está entre
gente que piensa de manera similar, y él y el grupo pueden proseguir a la más satisfactoria
expresión de menosprecio directo.
Heil Hitler - Dios salve al rey: Chistes y la resistencia noruega 1940-1945
Kathleen Stokker 115
supongo habrá tenido unos quince años. Mencioné este cuaderno cuando
me entrevistaron para Aftenposten, el periódico más grande en Noruega.
El artículo resultante dio lugar a una respuesta abrumadora de individuos
que llamaron, enviaron notas y mandaron cartas a la editorial. La mayo-
ría quería compartir más chistes sobre la ocupación; tres también habían
guardado colecciones privadas de chistes sobre la guerra. Un ejemplo
típico (excepto por el número de chistes) es la siguiente carta:
Yo estaba en mis veintes durante la guerra y escribí muchos chistes y
anécdotas y ahora me pregunto si usted estaría interesada en ellos. Todos
están en mis diarios de ese entonces, pero con gusto los podría copiar
y mandárselos… podría tomarme algo de tiempo, empero, son más de
170 (Schou-Sorensen, agosto de 1989).
Claramente los chistes de la ocupación en Noruega aún son capaces
de despertar una respuesta significativa. Durante los años de la guerra,
la gente consideraba a los chistes lo suficientemente importantes como
para tomarse el tiempo, la molestia, y arriesgarse a escribirlos. Éste úl-
timo punto es significativo porque, como mis informantes señalaron, el
descubrimiento de estos chistes en posesión de alguien por parte de la
Gestapo podía resultar en una severa penalización (Tore Ellingsen).12
La existencia de estos cuadernos por lo tanto no deja duda del significado
para los que los guardan. Algo en común en la mayoría de los chistes es la
autoimagen positiva que presentan.13 Vemos a los noruegos consistente-
mente haciendo parecer tontos a los invasores, exponiendo la estupidez y
la crueldad del enemigo, las mentiras y la pomposidad, al mismo tiempo
que exponían su propio valor e ingenio. Al mostrar de manera convin-
cente a los noruegos como un grupo comprometido de manera unánime
en esta intrépida degradación del régimen nazi, los chistes crearon un

12
Slaatto escribe en su diario (13 de agosto de 1940): “Si los alemanes ven este libro, probablemente
me fusilen.” También vemos que los oficiales nazis veían los chistes como una amenaza en la
entrevista del político nazi Robert Ley, llevada a cabo por la prensa nazi danesa y noruega en
1943: “Quiero hacer una advertencia en contra de estas ocurrencias. Es suicidio permitirlos.
Debe tomarse acción inmediata en contra de cualquiera que cuente tales historias, ya sea en
el tranvía, en los cafés o donde sea” (Politiken, febrero 23, 1943).
13
De esta manera, por supuesto, los chistes desempeñaban aun otra reconocida función del
humor: proteger el respeto por sí mismo del oprimido (Speier, p. 180).

116 Revista Mexicana de Cultura Política NA


sentimiento de solidaridad en los tiempos de guerra que potenció de
manera crucial a la resistencia. Al mismo tiempo, no hay duda de que los
chistes ayudaron a crear el “mito” de la resistencia unánime y espontánea
al nazismo, el cual, a pesar de ser una inexactitud, permanece hasta hoy
como un fuerte artículo de fe entre el pueblo noruego.

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Kathleen Stokker 119
120 Revista Mexicana de Cultura Política NA
La crisis general del siglo XVII*
Hugh Trevor-Roper

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 121
Nota introductoria del editor

E
l británico Hugh Trevor-Roper fue un historiador polémico y me-
ticuloso en su estudio del desarrollo histórico de Europa. Los plan-
teamientos declaradamente conservadores de ciertas etapas de la
historia suelen no ser bien vistos, sin embargo, no se puede negar el valor
de la investigación de Trevor-Roper. “La crisis general del siglo XVII” da luz
sobre prácticas que aceleraron los cambios en Europa.
La descripción de las características que adquirió la crisis en distin-
tos países de Europa es un largo alegato del autor en contra del análisis
marxista acerca de la existencia de una revolución burguesa que apun-
taba al desarrollo y consolidación del sistema capitalista, en detrimento
de la monarquía como sistema de gobierno hegemónico y de un siste-
ma de producción feudal que destinaba los grandes territorios propiedad
de la nobleza a ser arrendados.
En el interés de presentar una refutación muy fundamentada, con datos
duros, a contrapelo de las generalizaciones conceptuales que le reclama-
ron al marxismo tanto algunos simpatizantes como detractores, Trevor
desmenuza con gran detalle ciertas prácticas corruptas que contribuye-
ron de manera importante a llevar al declive a las monarquías europeas,
fuese con su desaparición o a eliminar su papel hegemónico.
Trevor reconoce que el poder de las monarquías en varios países fue desa-
fiado, a pesar del mandato divino que por tradición se adujo para justificar
este tipo de gobierno, y que tal desafío se basó en los abusos cometidos por
los propios gobiernos contra el pueblo. Pero, mientras los marxistas veían
en este agotamiento una señal del tránsito a otra fase de la historia donde
un gobierno monárquico no podía ser el impulsor de una economía más
dinámica, Trevor sostiene que este fenómeno no forma parte de una revo-
lución burguesa sino de una crisis en la relación entre sociedad y Estado.
Para intentar comprobar su tesis refiere extensamente los abusos y las
exacciones que la nobleza imponía al pueblo a través de una burocracia
corrupta desde la raíz, pues todos los cargos, altos y menores –muy mal
pagados– se vendían y cada funcionario tenía entonces la libertad de re-
* Este artículo dio título al libro de Hugh Trevor-Roper publicado en 1967 con el subtítulo
“Religión, la Reforma y el cambio social”.

122 Revista Mexicana de Cultura Política NA


caudar con cobros excesivos e ilegítimos, salarios que les permitían vivir de
acuerdo con su linaje. Era una práctica tan extendida en toda Europa que
los intentos por eliminarla fueron infructuosos porque la nobleza reaccio-
naba rudamente cuando veía la posibilidad de que terminara esta cómoda
forma de vida cuyo peso recaía directamente sobre los súbditos.
La crisis, sin embargo, se extendía más allá de la relación entre las
monarquías y la sociedad, donde la constante más evidente era la lucha
por mejores condiciones económicas que llevó en diversas ocasiones a
enfrentamientos armados, como la Guerra de los Treinta Años, que reves-
tida de conflicto religioso era, en realidad, una lucha feroz por la hegemo-
nía económica. La Contrarreforma es visualizada por Trevor-Roper como
una manifestación de fuerza religiosa y no como parte de los mecanismos de
sobrevivencia que tiene y utiliza un sistema antes de agotarse por completo.
Trevor-Roper confronta, quizá con algo de razón, la tendencia del
marxismo hegemónico a aplicar sus conceptos fundamentales, lo que sin
duda llevó en no pocas ocasiones a un reduccionismo fácil de refutar. No
obstante, para cuando escribió La Crisis General del Siglo XVII (en 1959),
el marxismo crítico había ya generado, en la producción teórica de Antonio
Gramsci, una de las propuestas conceptuales más importantes: la de bloque
histórico, con la cual es posible analizar hasta qué punto en cada sociedad
específica se encuentra el nivel de correspondencia entre la estructura y la
superestructura, pero este punto de vista fue ignorado por Trevor-Roper,
quien centra su antagonismo teórico en Maurice Dobb y Erick Hobsbawm.
El debate propuesto por Trevor-Roper es si el proceso de transición de
un sistema feudal al capitalista estuvo signado o no por una revolución
burguesa y si la crisis del siglo XVII, que tuvo manifestaciones de carácter
económico, político, ideológico y militar puede ser calificada como una re-
volución. Trevor-Roper rechaza tal posibilidad, aunque en este afán hace
una relación tan meticulosa de los problemas que enfrentaron distintas
monarquías que pudieron haberse servido de sus registros estudiosos de
distinta filiación ideológica.
Hoy esas fronteras ideológicas están muy desdibujadas y el debate per-
dió parte de su atractivo. El trabajo de Trevor-Roper, sin embargo, no ha
resentido el paso del tiempo y conserva un gran valor tanto informativo
en lo general como la propia visión de Trevor acerca de la forma en que
operaron los cambios en Europa.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 123
L
a mitad del siglo diecisiete fue un periodo de revoluciones en
Europa. Estas revoluciones se diferenciaron de lugar a lugar, y si
se estudian por separado, parecen surgir de causas locales y par-
ticulares; pero si las observamos juntas tienen tantas características en
común que parecen casi una revolución general. Tenemos la revolución
puritana en Inglaterra, que llena los veinte años entre 1640 y 1660, pero
cuya crisis fue entre 1648 y 1653. En aquellos años de crisis también
sucedieron las rebeliones llamadas Frondes en Francia, y en 1649 hubo
un coup d’état o revolución de palacio, la cual creó una nueva forma de
gobierno en las Provincias Unidas de los Países Bajos. Contemporáneos
a los problemas de Inglaterra fueron los del imperio español. En 1640 fue
la rebelión de Cataluña, la cual fracasó, y la rebelión de Portugal, que tuvo
éxito: en 1641 casi hubo una rebelión en Andalucía también; en 1647,
la rebelión de Nápoles, la rebelión de Masaniello. Para los observadores
contemporáneos parecía que la sociedad estaba en crisis, y esta crisis era
una generalidad en Europa. “Estos días son días de agitación…” decla-
ró un pastor inglés en 1643, “y esta agitación es universal: el Palatinado,
Bohemia, Germania, Cataluña, Portugal, Irlanda, Inglaterra”.1 Los varios
países de Europa parecían meramente los diferentes teatros donde la
misma gran tragedia se interpretaba de manera simultánea, aunque en
diferentes idiomas y con variaciones locales.
¿Cuál era la causa general o el carácter de esta crisis? Los contem-
poráneos, si miraban más allá las meras superficies paralelas, tendían a
encontrar profundas razones espirituales. Estaban seguros de que había
una crisis. La habían visto venir desde hacía generaciones. Desde por lo
menos 1618 se hablaba de la disolución de la sociedad, o del mundo; y el
indefinido sentimiento de pesadumbre del cual nos percatamos en esos
años se justificaba a veces con nuevas interpretaciones de las Escrituras, a
veces a través de un nuevo fenómeno en los cielos. Con el descubrimiento
de nuevas estrellas, y particularmente con el nuevo cometa de 1618, la
ciencia parecía apoyar a los profetas del desastre. También la historia. Fue
en este tiempo que las teorías cíclicas de la historia se pusieron de moda

1
Jeremiah Whittaker (1642-3, enero 25) Еἰρηνоπоιός Christ the Settlement of Unsettled Times,
un sermón rápido ante la Casa de los Comunes.

124 Revista Mexicana de Cultura Política NA


y el declive y caída de las naciones se predijo, no sólo en las Escrituras y
las estrellas sino también por el paso del tiempo y un proceso orgánico
de descomposición. Los reinos, según declaró un pastor puritano en
1643 –tras mencionar de pasada la influencia corroborativa del cometa
de 1618– duran por un periodo máximo de 500 o 600 años, “y todos us-
tedes saben cuánto tiempo llevamos desde la conquista”.2 Desde nuestra
altura racionalista podemos suponer que los nuevos descubrimientos
de la ciencia tenderán a desacreditar los vaticinios apocalípticos de las
Escrituras; pero de hecho, no fue así. Es un hecho interesante e innegable
que los científicos más avanzados de principios del siglo dieciséis incluían
a los estudiantes más instruidos y conocedores de las matemáticas bíbli-
cas; y en sus manos la ciencia y la religión convergían para ubicar, entre
1640 y 1660, la disolución de la sociedad, el fin del mundo.3
Este contexto intelectual es significativo porque muestra que la crisis
de mediados del siglo diecisiete no llegó por sorpresa, ni por acciden-
tes repentinos: estaban arraigados y fueron anticipados, aunque fuera
vagamente, aun antes de los accidentes que la provocaron. Sin duda los
accidentes hicieron la revolución más larga y más profunda acá, más
corta y más superficial por allá. Sin duda, también, la universalidad de la
religión le debía algo sólo al contagio: la moda de la revolución se esparce.
Pero aun el contagio implica receptividad: un cuerpo sano e inoculado
no contrae una enfermedad prevaleciente. Por lo tanto, aunque podamos
observar accidentes y modas, aún tenemos que hacernos una pregunta
más profunda. Debemos preguntarnos ¿cuál era la condición general de la
sociedad europea occidental que la volvió, a mediados del siglo diecisiete,
tan universalmente vulnerable –tanto intelectual como físicamente– a la
repentina epidemia de la revolución?
Por supuesto hay algunas respuestas obvias. La más obvia de todas es
la Guerra de los Treinta Años, que comenzó en 1618, el año del cometa,

William Greenhill (1643, abril 25) Ἀξίνη πρὸς τὴν Ῥίξαν Un sermón dado ante el Parlamento.
2

Es suficiente aquí referirse a J.H. Alsted, el gran investigador y educador de Herborn, quien
3

también fue “el portaestandarte de milenarios en nuestra época”; a su pupilo, el gran educa-
dor bohemio J.A. Comenius; al discípulo inglés de Bacon, Joseph Mede, el autor de Clavis
Apocalyptica; y al matemático escocés Napier de Merchistoun, quien inventó logaritmos para
apresurar sus cálculos del Número de la bestia.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 125
y que seguía arrasando en la década de 1640, los años de la revolución.
La Guerra de los Treinta Años, en los países que se vieron afectados, sin
duda preparó el terreno para una revolución. La carga de los impuestos
de guerra, o la opresión militar, o la derrota militar, precipitaron las rebe-
liones en Cataluña, Portugal y Nápoles. La dislocación del comercio, que
pudo haber sido causado por la Guerra de los Treinta Años, llevó al des-
empleo y la violencia en muchos países que se dedicaban a la producción
y el comercio. El tránsito destructivo y el acantonamiento de las tropas
llevaron a motines regulares por parte de los campesinos en Alemania
y Francia. Uno tiene que fijarse simplemente en el estudio de Borgoña
de M. Roupnel de esos años, o en los reportes enviados al canciller de
Séguier describiendo los levantamientos constantes de los campesinos
franceses bajo el estrés de los impuestos de guerra, o a los desalentadores
grabados de Callot, para darse cuenta de que la Guerra de los Treinta
Años fue un factor formidable en la creación de ese descontento que
a veces se movilizaba como revolución.4
Y aun así no es explicación suficiente. Después de todo, las guerras
europeas de 1618-1659 no fueron fenómenos nuevos. Fueron una conti-
nuación de las guerras europeas del siglo dieciséis, las guerras de Carlos
V contra Francisco I y Enrique II, o Felipe II contra Isabel y Enrique de
Navarra y el Príncipe de Orange. Esas guerras del siglo dieciséis habían
terminado con el siglo, en 1598, en 1604, en 1609: en 1618, 1621 y 1635 se
habían reanudado deliberadamente. Felipe IV recordaba constantemen-
te el ejemplo de Felipe II, “mi abuelo y mi señor”; el príncipe Mauricio
y el príncipe Federico Enrique a Guillermo de Orange, su padre; Oliver
Cromwell a “la Reina Isabel de gloriosa memoria”. Richelieu y Mazarin
buscaban revertir el veredicto de Câteau Cambrésis en 1559. Y aun así,
en el siglo dieciséis estas guerras no habían llevado a dichas revoluciones.
Además, las revoluciones del siglo diecisiete fueron a veces independientes
de la guerra. La más grande de dichas revoluciones fue en Inglaterra y
fue de manera cierta –algunos dicen vergonzosa– neutral. En el país que
sufrió más por la guerra, Alemania, no hubo revolución.
4
Ver G. Roupnel (1955), La Ville et la Campagne au XVIIe Siècle dans le pays dijonnais Paris,
los documentos de Sequier están impresos en francés en el apéndice a Narodnie Vosstania vo
Francii pered Frondoi de B.F. Porchnev, 1623-48, (Moscú, 1948).

126 Revista Mexicana de Cultura Política NA


He dicho que las guerras del siglo dieciséis no llevaron a tales revolu-
ciones. Por supuesto que había habido revoluciones en el siglo dieciséis:
revoluciones famosas y espectaculares: las revoluciones religiosas de la
Reforma y la Contrarreforma. Pero no podemos decir que esas revolu-
ciones hayan sido causadas por esas guerras. Además, esas revoluciones,
sin importar lo espectaculares, habían sido mucho menos profundas
que las revoluciones del siguiente siglo. No habían llevado a tan decisiva
ruptura de la continuidad histórica. Por debajo de las guerras habituales
de Habsburgo y Valois, por debajo de los cambios dramáticos de la Refor-
ma y la Contrarreforma, el siglo dieciséis continúa siendo un siglo con-
tinuo y unitario, y la sociedad es casi la misma al principio que al final
de este. Felipe II sucede a Carlos V, Granvelle a Granvelle, la reina Isabel
a Enrique VIII, Cecil a Cecil; aun en Francia Enrique IV toma, tras un
periodo de disturbios, el manto de Enrique II. La sociedad aristocrática
y monárquica se mantiene intacta e incluso se confirma. Hablando en
general, podemos decir que con todo y la violencia de sus convulsiones
religiosas, el siglo dieciséis tuvo éxito absorbiendo las presiones, sus
pensadores tragando sus dudas, y al final, reyes y filósofos por igual se
sintieron satisfechos en el mejor de los mundos posibles.5
¡Qué distinto de esto es el siglo diecisiete! El siglo diecisiete no absorbió
sus revoluciones. No es continuo. Está trozado a la mitad, irreparablemen-
te roto, y al final, tras las revoluciones, el hombre apenas puede reconocer
cuál es el principio. Intelectualmente, políticamente, moralmente, estamos
en una nueva era, un nuevo clima. Es como si una serie de tormentas
hubieran terminado en una tormenta eléctrica final que limpió el aire y
cambió, permanentemente, la temperatura de Europa. Desde el final del
siglo quince hasta mediados del siglo diecisiete tenemos un clima, el clima
del Renacimiento; entonces, a mediados del siglo diecisiete tenemos los
años del cambio, los años de la revolución; y a partir de ahí, durante otro
siglo y medio tenemos otro clima muy diferente, el clima de la Ilustración.

Este punto– la creciente insensibilidad social de los pensadores del siglo dieciséis como socie-
5

dad monárquica y aristocrática se vuelve más segura de sí misma, lo propone Fritz Caspari,
Humanism and the Social Order in Tudor England, (Chicago, 1954), pp. I98-204.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 127
Por consiguiente, yo no creo que las revoluciones del siglo diecisiete
puedan ser explicadas meramente por el contexto de guerra, el cual había
sido también el contexto del previo y nada revolucionario siglo. Si vamos
a encontrar una explicación, tenemos que buscar en otra parte. Tene-
mos que buscar más allá del contexto, y adentrarnos en la estructura de la
sociedad, ya que toda revolución, aun cuando pueda ser ocasionada por
causas externas y expresada de manera intelectual, sólo la vuelven real y
formidables los defectos de la estructura social. Una estructura operati-
va, firme y elástica –como la de Inglaterra en el siglo diecinueve– es una
demostración en contra de la revolución por más epidémica que sea en el
extranjero. Por otro lado, una estructura social débil o demasiado rígida,
aun cuando aislada pueda ser duradera, se colapsará rápidamente si se
infecta. La universalidad de la revolución en el siglo diecisiete sugiere que
las monarquías europeas, que habían sido lo suficientemente fuertes para
absorber muchas presiones en el siglo anterior, habían –para entonces–
desarrollado serias debilidades estructurales: debilidades que no fueron
causadas por la renovación de la guerra, sino meramente expuestas y
acentuadas.
¿Cuáles fueron las debilidades estructurales generales de las mo-
narquías europeas? Los contemporáneos que veían las revoluciones del
siglo diecisiete las veían como revoluciones políticas, como luchas entre
los órganos tradicionales de la antigua “monarquía mixta”– la Corona
y los Estados. Ciertamente esta es la forma que tomaron. En España, la
Corona, habiendo vuelto insignificantes las Cortes de Castilla provocó
la revolución al desafiar a las Cortes del Reino de Aragón. En Francia,
tras la reunión de los Estados Generales en 1613, Richelieu se las inge-
nió para descontinuarlos, y no se volvieron a reunir sino hasta 1789; el
Parlamento de París devolvió el golpe con la Fronda, pero sólo para ser
derrotados por Mazarin y vueltos insignificantes, lo cual fue después
rudamente confirmado por Luis XIV. En Alemania el emperador desafió
y redujo al colegio electoral, aun cuando los electores, como príncipes
individuales, volvieron insignificantes sus propias dietas. En Inglaterra
el Parlamento desafió y derrotó al rey. Al mismo tiempo los reyes de
Dinamarca y Suecia, luchando con o dentro de sus dietas, terminaron
por establecer una monarquía personal, mientras que el rey de Polonia,

128 Revista Mexicana de Cultura Política NA


incapaz de imitarlos, se convirtió en la marioneta de su monarquía. En
general, se puede decir, la pérdida universal del siglo diecisiete fue ese
concepto aristotélico, tan admirado en 1600, completamente extinto en
1700, la “monarquía mixta”. La posición fue descrita sumariamente por
el filósofo político inglés James Harrington, quien en 1656 diagnosticó
la crisis general que había producido tan violentos resultados en su
propio país Oceana. “¿Qué”, preguntó, “ha sucedido con los príncipes de
Alemania? Estallaron. ¿Qué fue de los Estados o el poder del pueblo en
Francia? Estallaron. ¿Dónde está el poder del pueblo de Aragón y el resto
de los reinos españoles? Se desintegró. ¿Dónde está el de los príncipes
austríacos en Suiza? Desintegrado… Ni hombre alguno podría exhibir,
en prudencia, razón alguna de por qué el pueblo de Oceana se deshizo de
su rey, salvo que sus mismos monarcas primero agredieron a su pueblo”.
Ahora no puede haber duda de que políticamente Harrington tenía
razón. La lucha fue una lucha de poder, de supervivencia, entre coronas y
Estados. Pero habiendo dicho esto, ¿hemos realmente contestado nuestra
pregunta? Si la revolución iba a estallar de otras maneras que en revuel-
tas rurales sin esperanza, solo podría haber sido a través de las protestas
de los estados, parlamentos, cortes, dietas; y si iba a ser aplastada, sólo
podría haber sido a través de la victoria del poder real sobre dichas ins-
tituciones. Pero describir la forma de una revolución no es explicar sus
causas, y hoy somos renuentes a aceptar las luchas constitucionales como
autónomas y autoexplicativas. Buscamos las fuerzas o intereses tras las
declaraciones constitucionales de ambos lados. ¿Qué fuerzas, qué inte-
reses representaban los partidos revolucionarios en la Europa del siglo
diecisiete, los partidos que, aunque pueden no haberlos controlado (ya
que todos estarían de acuerdo en que había también otras fuerzas) aun
así le dieron el máximo poder social y significado a las rebeliones de las
cortes y dietas, estados y parlamentos?
Ahora, a esta pregunta se le ha dado ya una respuesta, la cual ha sido
ampliamente aceptada. Es la respuesta marxista. Según los marxistas
y según otros historiadores que, aunque no son marxistas, aceptan su
argumento, la crisis del siglo diecisiete fue en el fondo una crisis de pro-
ducción, y la fuerza motriz tras al menos unas cuantas de las revoluciones

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 129
fue la fuerza de la burguesía productora, obstaculizada en su actividad
económica por el obsoleto, ineficiente, restrictivo y aun así celosamente
defendido sistema productivo de la sociedad “feudal”. De acuerdo a esta
visión, la crisis de producción fue general en Europa, pero fue sólo en
Inglaterra que las fuerzas del “capitalismo”, gracias a su mayor desarro-
llo y su representación en el Parlamento, pudieron triunfar. Por consi-
guiente, mientras otros países no tenían un avance inmediato hacia el
capitalismo moderno, en Inglaterra la vieja estructura fue hecha añicos
y se estableció una nueva forma de organización económica. Dentro de
dicha organización, el capitalismo moderno e industrial pudo lograr sus
extraordinarios resultados: ya no era una empresa de capital “adaptada
a una infraestructura generalmente feudal”, era una empresa de capital,
desde su recién ganada cabeza de playa, “que estaba transformando al
mundo”.
La tesis marxista ha sido propuesta por muchos escritores capaces,
mas a pesar de sus argumentos, yo no creo que se haya probado ni que
ninguna evidencia sólida se haya especificado para sostenerla. Es por
supuesto fácil mostrar que hubo cambios económicos en el siglo dieci-
siete, y que por lo menos en Inglaterra, el capitalismo industrial estaba
más desarrollado en 1700 que en 1600; pero hacer esto no es lo mismo
que mostrar que los cambios económicos precipitaron las revoluciones
en Europa, ni que el capitalismo inglés fue directamente impulsado por
la “victoria” puritana de 1640-1660. Estas son hipótesis, que por supues-
to pueden ser verdaderas; pero es igual de posible que no lo sean: que
los problemas de producción fuesen irrelevantes a las revoluciones del
siglo diecisiete, y que en Inglaterra el desarrollo capitalista fuese inde-
pendiente de la revolución puritana, en el sentido de que pudo no haber
ocurrido sin esa revolución, quizá hasta fue retrasada o interrumpida por
ella. Si se va a mostrar que la revolución puritana inglesa fue una “revo-
lución burguesa” exitosa, no es suficiente producir evidencia de que el
capitalismo inglés fue más avanzado en 1700 que en 1600. Se debe mostrar
ya sea que los hombres que hicieron la revolución tenían ese resultado en
mente, o que aquellos que querían tal resultado avanzaron la revolución,
o que tal resultado no se pudo haber obtenido sin la revolución. Sin tal
evidencia, la tesis se mantiene como una mera hipótesis.

130 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Ahora, de hecho, ningún defensor de la teoría marxista me parece
haber establecido ninguno de estos necesarios vínculos en el argumento.
El señor Maurice Dobb, cuyos Estudios en el desarrollo del capitalismo
pueden ser descritos como el libro de texto clásico de la historia marxis-
ta, supone de manera consistente que la revolución puritana inglesa fue
la manera crucial de “abrirse camino” del capitalismo moderno. Lleva
consigo, dice, “todas las marcas de la revolución burguesa clásica”: antes
de ella, el capitalismo está constreñido y frustrado, nunca progresa más
allá de una cierta etapa, es un parásito confinado a los intersticios de la
sociedad “feudal”; en ella, el “periodo decisivo” del capitalismo alcanza
la “cima”; después de ella, los vínculos se rompen y el parásito se convierte
en el amo. De manera similar, E. J. Hobsbawm, en sus dos artículos so-
bre la “Crisis general de la economía europea en el siglo diecisiete”,6
mantiene de manera consistente la misma tesis. “Si la revolución inglesa
hubiese fallado”, escribe, “como lo hicieron muchas otras revoluciones
europeas en el siglo diecisiete, es totalmente posible que los desarrollos
económicos se pudieran haber retrasado mucho”. Los resultados de la
“victoria” puritana fueron “ominosos”: nada menos que la transformación
del mundo. Pero debe ser notado que aunque Dobb toma esta postura
en su libro, no da ninguna evidencia para probarla. En cuanto llega al
“periodo decisivo” del capitalismo, de repente se vuelve confuso. “Las
líneas de este desarrollo”, nos dice, “no están bien definidas”; “los detalles
de este proceso están muy lejos de ser claros y hay poca evidencia que
lo sobrelleve”. De hecho, no se muestra ni una sola pieza de evidencia
documentada para esto que se presupone de punta a cabo como el evento
crucial en la historia entera del capitalismo europeo. Y Hobsbawm lo re-
sume aún más. Se obsesiona detalladamente con la economía de Europa
en tiempos de las revoluciones. Asume la “ominosa” importancia que tuvo
la revolución puritana en cambiar la economía. Pero sobre la conexión
real entre las dos, no dice una palabra.7

En Past & Present, V. 33, VI, 44, (I954).


6

Hasta donde yo puedo ver, los únicos argumentos del Sr. Dobbs a favor de una conexión tal
7

son las declaraciones (1) que los agricultores capitalistas apoyaban al parlamento mientras
los señores feudales anticuados apoyaban a la Corona; (2) que “esas secciones de la bur-
guesía que tenían cualquier raíz en la industria…eran simpatizantes incondicionales de la
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 131
En general, me parece que la identificación marxista de las revolu-
ciones del siglo diecisiete con las revoluciones “burguesas” “capitalistas”,
las cuales fueron exitosas en Inglaterra e infructuosas en otros lados, es
meramente una hipótesis a priori. Los marxistas pueden ver, igual que
todos, que en algún punto entre el descubrimiento de América y la Revo-
lución Industrial, se formó la base para una nueva forma “capitalista” de
la sociedad. Creyendo, como materia de doctrina, que un cambio así no
puede ser logrado pacíficamente sino que requiere una irrupción de una
nueva clase, una “revolución burguesa”. Además, viendo que el país que
lideró este proceso fue Inglaterra, buscan esta revolución en Inglaterra.
Y cuando encuentran, exactamente en el punto intermedio entre estas
fechas terminales, la violenta revolución puritana en Inglaterra, excla-
man ¡eureka! y enseguida las otras revoluciones europeas encajan como
revoluciones burguesas abortivas. La hipótesis, una vez manifestada, se
ilustra con otras hipótesis. Aún falta que se pruebe con evidencias. Y
puede ser que se base en premisas totalmente falsas. Puede ser que los
cambios sociales no requieren necesariamente una revolución violenta:
el capitalismo se desarrolló en Inglaterra pacíficamente (como lo hizo
la democracia industrial) y la revolución puritana violenta no fue más
crucial para su historia que (digamos) las revoluciones husita y taborita*
del siglo quince, con las cuales guarda tan obvia semejanza.
Entonces, si la crisis del siglo diecisiete, aunque general en Europa
del oeste, no fue meramente una crisis constitucional, ni una crisis de

causa parlamentaria”; y (3) que los pueblos industriales, particularmente los pueblos que se
dedicaban a la fabricación de ropa eran radicales. Ninguna de estas declaraciones me parece
suficiente. La (1) es incorrecta: la única evidencia consiste en declaraciones indocumentadas
de que Oliver Cromwell era un agricultor en desarrollo (lo cual no es cierto; habiendo –en sus
propias palabras– “gastado su hacienda”, había descendido de propietario a aparcero), y que
“Ireton su jefe lugarteniente era un caballero del campo y un ropero” (de lo cual yo no conozco
evidencia alguna). De hecho, algunos de los más obvios terratenientes en desarrollo como el
conde de Newcastle y el marqués de Worcester, eran monárquicos. (2) no está corroborado, y es,
yo creo erróneo: donde quiera que la burguesía industrial ha sido estudiada –como en Yorkshire
y Wilstshire– se ha encontrado dividida en sus lealtades. (3) es errónea, pero no concluyen-
te: el extremismo de los trabajadores en una industria en depresión puede muy bien surgir de
dicha depresión y no un interés “capitalista”.
* N. del trad.: Se refiere al movimiento reformador de los seguidores de Jan Hus y al alzamiento
de una secta herética de la ciudad de Tábor en Bohemia.

132 Revista Mexicana de Cultura Política NA


producción económica, ¿qué tipo de crisis fue? En este ensayo sugeriré
que, en cuanto que fue una crisis general –es decir, ignorando variacio-
nes no esenciales de lugar a lugar– fue algo más amplio y más vago que
esto: de hecho, que fue una crisis en las relaciones entre la sociedad y
el Estado. Para poder explicar esto, intentaré colocarlo en un contexto
de tiempo más largo del que a veces se cree necesario; las crisis generales
sociales pocas veces se pueden explicar en términos de simples déca-
das. No intentaríamos ahora explicar la revolución comunista en Rusia
con un simple contexto de doce años a partir de 1905, ni la gran revolu-
ción francesa con el sólo contexto del reino de Luis XVI. Para tal efecto,
nos parecería necesario examinar el Ancien Régime completo, el cual
terminó aquí en 1917, allá en 1789. De manera similar, si vamos a bus-
car una explicación para la crisis general europea de la década de 1640,
no debemos confinarnos a la década precedente, atribuyéndole toda la
responsabilidad (aunque sin duda alguna se le debe atribuir) al arzobispo
Laud en Inglaterra o al conde-duque de Olivares en España. Tenemos
que fijarnos, también, en el Ancien Régime entero que precedió a la cri-
sis: la forma total del Estado y la sociedad que hemos visto expandirse
continuamente, absorbiendo todos los golpes, volviéndose más segura
de sí misma a lo largo del siglo dieciséis, y la cual termina a la mitad del
siglo diecisiete: lo que por conveniencia podemos llamar el Estado y la
sociedad del Renacimiento europeo.

***

El Renacimiento –¡qué deshilvanado e impreciso es el término!–. De-


finirlo y ponerle fecha se ha vuelto una importante diligencia entre los
académicos, en congresos internacionales y en documentos de reputa-
dos académicos. Pero no nos dejemos desanimar por esto. Todos los
términos generales –Ancien Régime, “capitalismo”, “Edad Media”– son
dispersos e imprecisos; pero aun así nos sirven si los usamos sólo de
manera general. Y en términos generales sabemos bien lo que queremos
decir con Renacimiento europeo. Es la repentina expansión de nuestra
civilización, el entusiasmado descubrimiento de mundo tras mundo,
aventura tras aventura: el aumento progresivo de la sensibilidad y el
escenario que llegó a su máxima extensión en el siglo dieciséis y el cual,
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 133
en el siglo diecisiete, ya no existe. Expansión, extensión– estas son sus
características esenciales. El siglo dieciséis no es una era de cambio es-
tructural. En la tecnología, en el pensamiento, en el gobierno, es lo mismo.
En la tecnología, por lo menos después de 1520, hay pocos cambios. La
expansión de Europa crea mayores mercados, mayores oportunidades,
pero la maquinaria de producción permanece básicamente constante. De
manera similar, en la cultura, los grandes representantes del Renacimiento
europeo son universales pero asistemáticos. Leonardo, Montaigne, Cer-
vantes, Shakespeare, toman la vida por sentado; se aventuran, observan,
describen, quizá se burlan; pero no analizan, critican, se cuestionan. Y en
el gobierno es lo mismo también. Las estructuras políticas de Europa no
cambian en el siglo dieciséis: se estrechan para sujetar y mantener viejos
imperios, a veces vastos nuevos imperios, más vastos de lo que pueden
contener por mucho tiempo sin sufrir cambios internos. Sin embargo,
hasta ahora, no hay tal cambio. El Estado renacentista –hasta y después
de 1600– se expande continuamente sin todavía romper su envoltura
vieja. Esa envoltura es la monarquía medieval y aristocrática, el dominio
del príncipe cristiano.
Es un espectáculo fascinante, el ascenso de los príncipes en la Europa
del siglo dieciséis. Surgen uno tras otro, primero en Italia y Borgoña, y
luego en toda Europa. Sus dinastías pueden ser viejas, pero aun así su ca-
rácter es nuevo: son más exóticos, más coloridos que sus predecesores. Son
hombres versátiles y cultos, a veces estrafalarios, hasta escandalosos: nos
desconciertan con sus fastuosos gustos, su increíble energía, su crueldad
y su garbo. Aun cuando son introvertidos, intolerantes, melancólicos, es
en una escala heroica: pensamos en Carlos V conduciendo solemnemente
su propio funeral en Yuste o a Felipe II condenando metódicamente a
millones de vidas futuras a la rutina de interminables rezos por su propia
alma. Sin duda, en el siglo dieciséis, los príncipes son todo. Son tiranos
del pasado y el futuro; cambian la religión y la verdad divina con una
inclinación de cabeza, aun en su adolescencia; son sacerdotes y papas, se
llaman a sí mismos dioses además de reyes. Y aun así debemos recordar, si
vamos a entender la crisis al final de sus reinados, que su poder no surgió
de la nada. Su extraordinaria expansión a principios del siglo dieciséis no
fue in vacuo. Europa tuvo que darle cabida. Los príncipes ascendieron a

134 Revista Mexicana de Cultura Política NA


expensas de alguien o algo, y trajeron en su séquito los medios de asegurar
su repentino y usurpado nuevo poder. De hecho, ascendieron a expensas
de los viejos órganos de la civilización Europea, las ciudades; y traje-
ron consigo, como medio de conquista, un nuevo instrumento político,
“la Corte renacentista”.
No se ha escrito mucho sobre el eclipse de las ciudades europeas en
vísperas del Renacimiento; pero es un fenómeno importante.8 ¿Porque
cómo podemos pensar en la Edad Media sin pensar en las ciudades, y
sin embargo quién piensa en ellas después de 1500? En la Edad Media
las comunas libres de Flandes e Italia habían sido las fundadoras del
comercio y la riqueza de Europa, los centros de sus artesanías, las que
financiaban a sus papas y sus reyes. Las ciudades alemanas habían sido
el medio para colonizar y civilizar al norte bárbaro, al pagano este de Eu-
ropa. Estas ciudades, además habían seguido su propio estilo de vida y le
habían impuesto a Europa algunos de sus propios métodos de gobierno y
estándares de valor. En su forma más temprana, el mismo Renacimiento
había sido un fenómeno de la ciudad: había comenzado en las ciudades
de Italia, Flandes y el sur de Alemania antes de haber quedado a cargo y
ser cambiado por los príncipes y los papas. Y este Renacimiento temprano
tuvo el carácter de las ciudades dentro de las cuales todavía estaba conte-
nido. Como ellas, fue responsable, ordenado, sereno. Ya que sin importar
su riqueza, sin importar lo espléndido de sus ayuntamientos y hospita-
les, sus iglesias y plazas, siempre hay en las ciudades un rastro de cálculo
y autocontrol. Es la virtud del autogobierno cívico, sin importar el control
oligárquico: un espíritu muy diferente al exhibicionismo escandaloso,
despilfarrador e irresponsable que procedería por parte de los príncipes.
Entre el siglo quince y dieciséis llegaron los principescos pretendientes,
y una tras otra sucumbieron las ciudades. Las ricas ciudades de Flandes
dieron paso a los magníficos duques de Borgoña, las ricas ciudades de
Lombardía y Toscana a los magníficos príncipes de Italia. Las ciudades
bálticas de la Liga Hanseática fueron absorbidas por los reyes de Polonia
o Dinamarca o se arruinaron a sí mismas al resistirse en vano. Barcelona

Fernand Braudel (1949), ha hecho referencia a ello en su gran trabajo La Mediterranée et le


8

Monde Mediterranéen au Temps de Philippe II, París, pp. 285-291.


La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 135
cedió ante el rey de Aragón, Marsella ante el rey de Francia. Aun aquellas
vírgenes aparentes, Génova y Augsburgo, fueron realmente “ciudades
mantenidas”, atadas por hilos de oro al rey de España y al Emperador. El
dogo de Venecia mismo se convirtió en príncipe, reinando sobre ciudades
más pequeñas en la terra ferma. Sólo pocas, como Ginebra, permane-
cieron solteronas obstinadas; y esa malhumorada y amargada ciudad se
perdió de la alegría del Renacimiento. Aún las excepciones probaron la
regla. La accidental debilidad principesca, o el patrocinio principesco
indirecto se encuentran detrás de la nueva prosperidad de Frankfurt,
Ragusa, Hamburgo, Danzig.
Como regla, la rendición fue el precio de la prosperidad continua:
¿cómo si no podrían sobrevivir las ciudades, una vez que los príncipes
descubrieran el secreto de Estado? Al someter a la Iglesia, extender su
jurisdicción, movilizar al campo, los príncipes habían creado un nuevo
aparato de poder, “el Estado renacentista”, con el cual podían cobrar
impuestos sobre la riqueza de las ciudades, patrocinar y extender el co-
mercio, apropiarse de y desarrollar el arte y la arquitectura. Si las ciudades
esperan prosperar ahora, debe ser a través de nuevos métodos. No debe
ser a través de la independencia: esos días quedaron en el pasado. De-
be ser a través del monopolio, como los únicos concesionarios del comer-
cio principesco en estos dominios en expansión; como Lisboa y Sevilla
prosperaron gracias a las subvenciones de los reyes de Portugal y España.
O podrían prosperar como centros del extravagante consumo principesco,
como capitales reales. Ya que en algunas de las viejas ciudades los prín-
cipes victoriosos establecían sus nuevas cortes: cortes que succionaban
la riqueza del país entero para hacerla llover en su ciudad de residencia.
Esencialmente el siglo dieciséis es una era no de ciudades sino de cortes:
de ciudades capitales que son espléndidas más que por el comercio por
su gobierno. No fue como ciudades industriales y comerciales, sino como
cortes, que Bruselas, París, Roma, Madrid, Nápoles y Praga lograron
su esplendor en el siglo dieciséis. Y lo brillante de estas cortes no es la
propia publicidad discreta y complaciente de los grandes mercaderes
que sobrepasaron su propio cálculo de ganancias: es la despreocupada
magnificencia de los reyes y los cortesanos, quienes no necesitan saber
contar porque no tienen que ganarse el sustento.

136 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Por supuesto que las ciudades se retorcieron en un principio. Gante
resistió a los duques de Borgoña. La viejas ciudades en España se rebelaron
contra su rey extranjero. Florencia intentó expulsar a los Medici. Génova
y Augsburgo se rindieron sólo después de duda y conflicto. Pero al final
cada una fue subyugada y sometida, y luego– si tenían suerte– recom-
pensada con la lluvia de oro que caía no del comercio, o por lo menos no
directamente del comercio, sino de la Corte. Y con las ciudades la vieja
cultura de la ciudad se transformó también. Erasmo, predicando la paz y
la justicia cívica y denunciando las guerras negligentes y la magnificencia
derrochadora de los príncipes, es una verdadera figura del Renacimien-
to de la ciudad, el primero, cultivado, piadoso, racional; pero es envuelto
por el principesco abrazo y hecho mascota de las cortes reales, hasta que
huye para morir en una ciudad libre en el Rin. Sir Tomás Moro, cuya
Utopía era una liga de ciudades virtuosas e independientes, es capturado
y quebrado por la corte caníbal de Enrique VIII. Poco después de 1500 la
era de la cultura citadina independiente llega a su fin. También la era de
cuidadosa contabilidad. Estamos en la edad de los emblemas dorados,
de heroicas conquistas y visiones imposibles y sucesivas bancarrotas del
Estado: la era de Colón y Cortés, de Leonardo Da Vinci y San Francisco
Javier, cada uno, a su manera, como el doctor Fausto, siempre buscando la
sabiduría infinita, o como Don Quijote, persiguiendo espejismos inalcan-
zables, haciendo caso omiso de limitaciones mortales. Es la era, también,
en donde los manuales de moda ya no eran cívicos ni clericales, sino que
se titulaban La cortesana, El gobernador, El príncipe, La institución de un
príncipe cristiano, El espejo de los príncipes.
¿Cómo fue posible este milagro? Cuando miramos hacia atrás a esa
era, con sus increíbles audacias, su despectiva magnificencia en especu-
lación y gastos, nos asombra que haya durado tanto. ¿Por qué no esta-
lló la civilización europea en el siglo dieciséis? Y no sólo no estalló, sino
que continuó expandiéndose, absorbiendo todo el tiempo las presiones
más terribles. Los turcos en el Este arrancaron las avanzadas de Europa;
el cristianismo fue desgarrado por la revolución religiosa y la guerra
constante: y aun así al final del siglo los reyes eran más derrochadores,
sus cortes más magníficas que nunca. La Corte de España, alguna vez tan
simple, se había cambiado a un patrón borgoñés; la Corte de Inglaterra,
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 137
alguna vez tan provinciana, se había vuelto, bajo el mando de la Reina
Isabel, la más elaborada de Europa; y los príncipes de Italia y Alemania,
con palacios y bibliotecas, galerías de arte y Wunderkrammer*, filósofos,
bufones y astrólogos, lucharon para defenderse. Mientras el siglo se des-
gastaba, la conciencia social menguaba, ya que el cambio social parecía
increíblemente remoto. ¿Hubo alguna vez un arquitecto tan fácilmente
aristocrático como Palladio, o un poeta como Shakespeare, o un pintor
como Rubens?
¿Cómo fue posible, en verdad? Una respuesta es obvia. El siglo dieciséis
fue una era de expansión económica. Fue el siglo en el que por primera
vez Europa estaba viviendo de Asia, África y América. Pero también hubo
otra razón. La razón por la cual esta expansión fue siempre bajo el control
de los príncipes y no a costa de ellos, por la cual fue que los príncipes
tenían aliados que aseguraban su poder y los mantenían firmemente en
su lugar. Porque los príncipes no pudieron haber construido su propio
poder. Cualesquiera que fuesen las debilidades en la sociedad que les
dieran la oportunidad, le debían su permanencia a la maquinaria del
gobierno que habían creado o mejorado, y a los intereses investidos que
dicha maquinaria fomentaba. Esta maquinaria, el medio y resultado del
triunfo principesco, es el Estado renacentista, y es hacia este que debemos
ahora volvernos: ya que fue el Estado renacentista el cual, en mucho de
Europa, primero rompió o corrompió el viejo poder de las ciudades y
luego, en el siglo diecisiete, enfrentó su propia crisis y se disolvió.
Con frecuencia hablamos del Estado renacentista. ¿Cómo podemos
definirlo? Cuando llegamos a los hechos, nos encontramos con que es,
en el fondo, una gran burocracia en expansión, un enorme sistema de
centralización administrativa, proveída de personal por una multitud
siempre creciente de “cortesanos” o “funcionarios”. Los “funcionarios”
nos son lo suficientemente familiares como un tipo social. Pensamos en
los grandes ministros Tudor en Inglaterra, el cardenal Wolsey, Thomas
Cromwell, los dos Cecil; o en los letrados de España, el cardenal Ximé-
nez, los dos Granvelles, Francisco de los Cobos, Antonio Pérez; y vemos

* N. del trad.: Cuarto de maravillas.

138 Revista Mexicana de Cultura Política NA


su carácter en común: son administradores formidables, diplomáticos
maquiavélicos, cultos patrones de las artes y las letras, magníficos cons-
tructores de palacios y universidades, codiciosos coleccionistas de esta-
tuas y pinturas, libros y engargolados. Porque por supuesto estos hombres,
como sirvientes reales, imitaban a sus amos, tanto en despilfarro como
en otros asuntos. Pero lo que es significativo sobre el siglo dieciséis no es
solamente la magnificencia de estos grandes “funcionarios”, es el número
–el siempre creciente número– de funcionarios menores quienes también,
en menor escala, aceptaban los estándares y copiaban los gustos de sus
amos. Durante todo el siglo, el número de funcionarios se multiplicaba.
Los príncipes los necesitaban cada vez más, para ser parte del personal de
sus consejos y cortes, de sus nuevos tribunales especiales o permanentes,
los cuales eran la manera de gobernar nuevos territorios y centralizar los
viejos gobiernos. Fue por esta razón que los príncipes del Renacimiento y
sus grandes ministros fundaron todas esas escuelas y universidades. No
fue para producir eruditos, o para estimular el conocimiento y la cien-
cia, que las viejas universidades fueron reorganizadas o fundadas por el
cardenal Ximénez o el cardenal Wolsey, por Enrique VIII de Inglaterra
o Juan III de Portugal, o Francisco I de Francia. El nuevo aprendizaje, es
notorio, creció fuera de los colegios y las universidades, no dentro de
ellas: la función de las nuevas instituciones fue satisfacer la demanda real
de funcionarios; funcionarios para encargarse de las nuevas burocracias
reales; y, al mismo tiempo, la demanda pública de altos cargos: cargos que
eran el medio para obtener riqueza y poder y la gratificación de gustos
despilfarradores y competitivos.
Así, el poder de los príncipes del Renacimiento no era sólo poder
principesco: también era el poder de miles de “funcionarios” que tam-
bién, como sus amos, tenían gustos extravagantes, y, de alguna mane-
ra, los medios para satisfacerlos. ¿Y cómo los satisfacían? ¿Les pagaban
los príncipes a sus funcionarios lo suficiente para sostener una vida
tal? Ciertamente no. Si así hubiera sido, la ruina hubiera sido más rápi-
da: Cobos y Granvelle solos hubieran llevado a Carlos V a la ruina mucho
antes de 1556, y Enrique VIII hubiera tenido que disolver los monasterios
quince años antes para sostener la carga económica del cardenal Wolsey.

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 139
El hecho es que sólo una fracción del costo de la burocracia real recaía
directamente sobre la Corona: tres cuartos de ella recaía, directa o indi-
rectamente, sobre el país.
Sí, tres cuartos: al menos tres cuartos. A lo largo de Europa, en este
tiempo, los salarios de los funcionarios de Estado eran pequeños, eran
pagos habituales cuyo valor real menguaba en tiempos de inflación; la
mayor parte de las ganancias de un oficial venía de oportunidades pri-
vadas a las cuales un cargo público meramente abría las puertas. “Los
beneficios de estos dos grandes cargos, canciller y tesorero”, escribió un
arzobispo inglés, “ciertamente eran muy pequeños comparados con los
antiguos honorarios y subsidios; ya que los príncipes hasta este momento
se comprometían a dar muy poco, para que sus funcionarios y sirvientes
dependieran más de ellos y sus recompensas”.9 Lo que dijo el arzobispo
Goodman sobre la Inglaterra jacobina era cierto sobre todo país Euro-
peo. Las instancias podían ser multiplicadas indefinidamente.10 Cada
oficial, en cada corte, en cada país, vivía bajo el mismo sistema. Se le
pagaba un “honorario” o salario trivial, y el resto lo ganaba como podía
en el área cuyo cargo había abierto para él. Algunas de estas ganancias
se consideraban perfectamente legítimas, ya que no podía esperarse que
ningún hombre viviera solamente de sus “honorarios”: se tomaba por
sentado que cobraría una cantidad razonable para audiencias, favores,
firmas, que explotaría su cargo para hacer buenos negocios, que invertiría
dinero público en sus propias cuentas mientras estuviera en sus manos.

9
Godfrey Goodman (1839), The Court of King James I, p. 279.
10
En este tema ver generalmente el ensayo de Federico Chabod “Y a-t-il un Stat de la Renaissance”
en Actes du Colloque sur la Renaissance, Sorbona 1956, (París, 1958), y también, para instan-
cias milanesas, su “Stipendi Nominali e Busta Paga Effettiva dei Funzionari nell' Amministra-
zione Milanese alla Fine del Cinquecento” en Miscellanea in Onore di Roberto Cessi II (Roma,
1958) y “Usi e Abusi nell᾿ Amministrazionc dello Stato di Milano a mezzo il 1500” en Studi
Storici in Onore di Gioachino Volpe, (Florencia, Florenic). Para Nápoles ver a G. Coniglio
(1951), II Regno di Napoli al Tempo di Carlo V, Nápoles, pp. 11-12, 246, etc. Para Francia ver a R.
Doucet (1948), Les Institutions de la France au 16e Siècle, París, pp. 403 y siguientes; cf. Menna
Prestwich, (1957) “The Making of Absolute Monarchy, 1559-I683” en France: Government and
Society. He dado algunas instancias inglesas en The Gentry, 1540-I640, (1953). Ver también J.
E. Neale, “The Elizabethan Political Scene”, (Proceedings of the British Academy, X XIV, 1948);
K. W. Swart, The Sale of Officesin the Seventeenth Century. La Haya, 1949.

140 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Pero también había otras ganancias que generalmente se consideraban
“corruptas” y eran por lo tanto inapropiadas. Desafortunadamente la
línea que dividía lo propio de lo impropio era solamente convencional;
era por lo tanto invisible, incierta, flotante. Difería de persona a perso-
na, de lugar a lugar, también de época a época. Mientras transcurría el
siglo dieciséis, mientras se incrementaba el costo de la vida, mientras se
afilaba la presión de la competencia y la disciplina real se aflojaba, hubo
una disminución general de estándares. Los casuistas públicos se volvie-
ron más indulgentes, la conciencia privada más elástica, y los hombres
comenzaron a olvidarse de esa línea convencional e invisibles entre las
“ganancias legítimas” y la “corrupción”.
Consideremos algunos ejemplos que ilustran el sistema. En Inglaterra,
el mayordomo del Palacio tenía unos honorarios de £133 al año, pero
incluso Lord Burghley, un administrador meticuloso, tenía “ganan-
cias infinitas”– al menos £2,000 al año– de sus oportunidades privadas,
aparte de las ventajas no financieras. A su hijo le iba mejor. Los honora-
rios del Lord Tesorero eran de £365 al año, pero en 1635 aun el arzobispo
Laud, aquel gran rigorista de la honestidad administrativa, estimaba que
aquel gran oficial tenía “ventajas honestas” para enriquecerse hasta con
£7,000 al año. El arzobispo hizo este cálculo porque se había quedado
estupefacto con las sumas más grandes que los tesoreros recientes habían
ganado a expensas del rey y súbditos por igual. En 1600 los honorarios del
Lord Canciller eran de £500 por año, y de hecho el cargo era considerado
“mejor y más valioso que £3,000 por año”. Al Lord Canciller Ellesmere
esto no le parecía suficiente, y como muchos otros grandes hombres,
suspiraba y decía que con eso no podía sobrevivir. Se le consideraba
meticuloso: quizá, (como Lord Burghley) también era hipócrita. En todo
caso, sus sucesores no tuvieron tales dificultades. “Cómo han vivido los
lores cancilleres desde entonces”, exclamó el arzobispo Goodman. “¡Cómo
les ha fluido el dinero, y qué grandes compras han hecho, y qué ganancias
y ventajas han conseguido al ponerles las manos encima a las compras! Ya
que si milord deseara la tierra, ningún hombre se atrevería a comprarla de
sus manos, y él debe tenerla a su propio precio; ya que cualquier soborno
o corrupción es difícil de probar: los hombres no llaman a otros a ser

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 141
testigos de tales acciones”.11 Todos los escritores de principios del siglo
diecisiete están de acuerdo en que las ganancias cotidianas de los puestos
se habían incrementado enormemente; y estas ganancias se multiplicaban
a expensas del consumidor, el “país”.
Por consiguiente, cada cargo asumido, cada cargo creado, significa-
ba una nueva carga sobre los súbditos. La mezquindad real hacía poca
diferencia. Nuestra reina Isabel, todos sabemos, fue juzgada parsimo-
niosa; demasiado parsimoniosa por sus propios funcionarios. Pero no
fue halagada por su parsimonia durante su era. ¿Pues qué significaba?
“No tenemos precedentes de su liberalismo”, dice un contemporáneo, “ni
de algún donativo grande a hombres en particular… Sus recompensas
consistían principalmente en beneficios por el arrendamiento de puestos,
lugares en las judicaturas; pero sobre dinero en efectivo, en cualquier
cantidad grande, era moderada.”12 En otras palabras, no les daba a sus
cortesanos dinero, más bien el derecho a explotar a sus compatriotas: a Sir
Walter Raleigh el derecho a despojar a los arzobispos de Bath y Welles y
Sailsbury y a interponer sus bolsillos entre el productor y el consumidor
de hojalata; al conde de Essex el derecho a arrendar el monopolio de vino
dulce a los mercaderes que se recuperarían después subiéndole el precio
al consumidor. Todos los soberanos europeos hacían lo mismo. No te-
nían alternativa. No tenían el dinero en efectivo, entonces, si iban a grati-
ficar a sus sirvientes, recompensar a sus favoritos, mantener un préstamo,
tenían que recaudarlo con descuento o pagar excesivamente en especie.
Rentaban tierras de la Corona a un cuarto (o menos) de su valor real para
que “funcionarios” y “cortesanos” pudieran vivir, como arrendatarios,
de la diferencia. Concedían monopolios que le traían a la Corona me-
nos de un cuarto de lo que le costaba al súbdito. Recolectaban viejos
impuestos irracionales, o aun nuevos impuestos irracionales al imponer
cuádruples responsabilidades irracionales a los contribuyentes. El rey
de Francia obligaba a sus campesinos a comprar más sal de la que nece-

11
Para el mayordomo de Palacio véase, J. Hurstfield (1949), “Lord Burghley as Master of the Court
of Wards”, Transactions of the Royal Historical Society; para el Tesorero, P . Heylin, Cyprianus
Anglicus, 1668, p. 285; para el Canciller, Goodman, loc. cit.; Manningham᾿s Diary (Camden
Soc. 1868) p. 19.
12
Sir R. Naunton, Fragmenta Regalia, (ed. A. Arber, I870) p. 18.

142 Revista Mexicana de Cultura Política NA


sitaban, para poder recaudar su parte de los gabelle (impuestos). Todos
sabemos la carga en la que se convirtieron las tutelas y los abastecimien-
tos en los reinos de Isabel y el rey Jacobo. Ambos visiblemente le costaban
más a la Corona que lo que le producían. Invisiblemente –o sea, detrás de
esa línea invisible– costaban mucho más.13 No fue solamente la Corona
la que actuaba de esta manera. La práctica era universal. Los grandes
hombres recompensaban a sus clientes en la misma manera. La iglesia,
que era ahora en todos lados un departamento de Estado, era similar.
Estaba cargada de sinecuras: clérigos ausentes, laicos devoradores de
diezmos; con sus “funcionarios”: el desbordado número de funcionarios
eclesiásticos –“las orugas del Commonwealth”– fue una de las quejas
contra la iglesia anglicana en la década de 1630; con sus arrendatarios:
las tierras de la iglesia, como las tierras de la Corona, se alquilaban con
regularidad a rentas absurdas. No era sólo el Estado, la sociedad entera
soportaba demasiado peso de los estratos superiores.
Además, y con más frecuencia mientras el siglo diecisiete sucedía al
dieciséis, esta multiplicación de puestos cada vez más onerosos supera-
ba las necesidades del Estado. Originalmente la necesidad había creado
a los funcionarios; ahora los funcionarios creaban la necesidad. Toda
burocracia tiende a expandirse. A través del proceso que conocemos
como la Ley de Parkinson, los mandatarios suelen crear más pues-
tos bajo su mando para aumentar su propia importancia o para beneficiar
a sus amigos y familia. Pero mientras que hoy una inflación tal se frena
por las necesidades de la tesorería, en el siglo dieciséis las necesidades

13
Para el costo de monopolios ver W.R. Scott (1911), A History of English Joint-Stock Corporations
I; el costo de los pupilajes aparece claramente de los estudios del Sr. Joel Hurstfield. Concluye
que “las ganancias no oficiales del fiscalismo feudal tomado como un todo, fueron al menos
tres veces tan altas como las oficiales”. “Fiscal Feudalism” en The Economic History Review 1955-
6, p. 58. Sobre el suministro, Bacon escribió, “There is no pound profit which redoundeth to
Your Majesty in this course but induceth and begetteth £3 damage upon your subjects, besides
the discontentment”. (Works, ed. Spedding, III, 185). La verdad de esta última declaración está
claramente demostrada en el excelente estudio de Miss Allegra Woodworth (1945) Purveyance
in the Reign of Queen Elizabeth, Filadelfia. Para las tierras de la Corona, Bacon le dijo al rey
Jacobo que, adecuadamente administradas, podrían “cosechar cuatro a una”, (Works IV, 328):
otros ponen la proporción más alta, a veces veinte a una. (cf. E. Kerridge, “The Movement
of Rent”, en The Economic History Review 1953-4, pp. 31-2). El conde de Bedford, de manera
similar, en 1641 calculó que en algunos lugares la proporción era de veinte a una.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 143
de la tesorería la fomentaba sobremanera, ya que los cargos, en el siglo
dieciséis, no se daban de manera gratuita: se vendían, y –por lo menos
al principio– el importe de la compra se iba a la Corona. Si la Corona
podía vender más y más puestos a precios más y más altos, dejando que
esos puestos los pagara el país, era una manera indirecta, si bien tam-
bién exasperante y difícil de manejar, de cobrar impuestos al país. Por
consiguiente, los príncipes se veían fácilmente tentados a crear nuevos
cargos, y a beneficiarse de la competencia que hacía subir los precios.
En cuanto al comprador, habiendo pagado un precio alto, naturalmente
buscaba hacer crecer sus ganancias aún más, para poderse recuperar de
sus gastos con un margen decente: un margen decente con el que un
hombre ambicioso podría esperar, al final, construirse una casa como
Hatfield o Knole, entretener a la realeza en banquetes que costaran miles,
retener y recompensar a un ejército de clientes, plantar jardines exóticos
y recolectar objets d’art y retratos.
Así que el “Estado renacentista” consistía, en el fondo, en una burocra-
cia en constante expansión la cual, aun siendo al principio una burocracia
funcional, se había convertido al final del siglo dieciséis en una burocra-
cia parasitaria; y esta burocracia en constante expansión se sostenía en un
margen igual de expansivo de “deshecho”: deshecho que se encontraba
entre los impuestos obligatorios para el súbdito y los ingresos recolectados
por la Corona. Ya que la Corona no podía permitirse una pérdida absoluta
de ingresos, está claro que la expansión del deshecho tenía que ser a ex-
pensas de la sociedad. Es igualmente claro que sólo podría soportarse si la
sociedad misma se expandiera en riqueza y números. Afortunadamente,
en el siglo dieciséis, la economía europea estaba en expansión. El comercio
de Asia, los lingotes de África y América, soportaban la máquina europea.
Esta expansión puede haber sido desigual; puede haber habido presiones
y pérdidas; pero fueron las tensiones del crecimiento, las cuales podían
absorberse, pérdidas individuales que podían ser pasadas por alto. Las
ocasionales bancarrotas del Estado despejan las viejas deudas: no afectan
necesariamente la nueva prosperidad. La guerra incrementa el consumo:
no necesariamente consume las fuentes de riqueza. Una economía flo-
reciente puede soportar muchas anomalías, muchos abusos. Puede aún

144 Revista Mexicana de Cultura Política NA


soportar –siempre y cuando se mantenga en auge– las increíblemente
derrochadoras, ornamentales y parasitarias cortes e iglesias renacentistas.

***

Siempre y cuando continuara en auge… ¿pero cuánto tiempo estaría


en auge? Ya para 1590 empiezan a aparecer grietas. Las presiones de
los últimos años de las guerras de Felipe II esparcen por todos lados
un volumen creciente de quejas: quejas que no están dirigidas a fa-
llas constitucionales –contra el despotismo de reyes o los reclamos de los
Estados– sino contra este o aquel aspecto o consecuencia del crecimiento
y costo de una burocracia parasitaria. Porque por supuesto, aunque la
guerra no es la causante del problema, lo agrava: mientras más se elevan
los costos del gobierno, más recurre el gobierno a los ya entonces tradi-
cionales recursos financieros: la creación y venta de nuevos cargos, venta
o renta, infravalorada, de tierras de la Corona o la iglesia, la creación de
monopolios, la recaudación de impuestos “feudales”: recursos que, por
un lado, multiplican la ya grandulona burocracia y por lo tanto el costo
al país, y por otro lado, empobrecen aún más a la Corona.
Pero aun si las presiones son ya obvias en la década de 1590, aún no
son fatales: la paz llega primero. Unas cuantas muertes oportunas –Felipe
II en 1598, la reina Isabel en 1603– aceleran el proceso, y a lo largo de
Europa se termina guerra tras guerra. Y luego, con la paz, ¡qué alivio! El
sistema excesivamente fatigado de repente se relaja, y sigue una era de
placer y renovada extravagancia. ¿Hubo alguna vez una era de tal derro-
che como la era entre el final de las guerras de Felipe II y el estallido de
la guerra de los Treinta Años, la era cuando el mundo estaba gobernado,
o al menos gozado, por Felipe II y el duque de Lerma en España, Jaime I
y el duque de Buckingham en Inglaterra, “Los Archiduques” en Flandes,
Enrique IV y Marie de Medici en Francia? Es un mundo de gastos verti-
ginosos, construcciones espléndidas, festines gigantescos y espectáculos
generosos y efímeros. Rubens, cuando llegó a la Inglaterra del duque de
Buckingham, se maravilló ante esta magnificencia inesperada “en un
lugar tan alejado de la elegancia italiana”; ninguna nación en el mundo,
dijo un inglés contemporáneo, gastó tanto como nosotros en construir:

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 145
construimos casas, dijo otro, pensando en Hatfield y Audley End, “como
las de Nabucodonosor”; todas las “antiguas buenas reglas económicas”,
dijo un tercero, se habían echado por la borda. Pero el embajador espa-
ñol, reportándole a su rey estos costosos festivales jacobinos, sólo diría
que sin duda le parecerían impresionantes “a cualquiera que no hubiera
visto la grandeza y pompa con el que hacemos tales cosas en España”– y
bien lo dijo, en los días en los que el Duque de Lerma, el cortesano del
casi en quiebra Rey de España, fue a conocer a su futura reina cubierto
de joyas con valor de 34,000 ducados sobre su persona, y otros 72,000
en su séquito.14
Tal es el carácter de las cortes renacentistas en su último veranillo*
después del cierre del siglo dieciséis. Y aun esto, por supuesto, es sólo la
punta visible e iluminada por el sol del iceberg cuyos lados están ocultos
a nuestros ojos por el olvido entrometido y cuya aún más amplia base
estuvo siempre, aun en esos tiempos, sumergida. ¿Cómo, nos pregunta-
mos, podría haber continuado? Aún en la década de 1590, una burocracia
más eficiente y mucho menos cara sólo se había podido salvar con la
paz: ¿cómo podría este sistema mucho más extravagante sobrevivir si
llegaran a fallar la larga prosperidad del siglo dieciséis o la paz salvadora
del diecisiete?
De hecho, en la década de 1620 ambas fallaron al mismo tiempo. En
1618 una crisis política en Praga había puesto en movimiento a los po-
deres europeos: para 1621 se habían reanudado las guerras de Felipe II,
trayendo consigo nuevos impuestos, nuevos cargos, nuevas exacciones.
Mientras tanto, la economía europea, ya llevada al límite por los hábitos
de los tiempos de paz, fue golpeada de repente por una gran depresión,
la “decadencia del comercio” de 1620. Además, en esos veinte años, una
nueva actitud mental se había instalado: creada por la repulsión al ca-
rrusel dorado que le costaba a la sociedad mucho más de lo que estaba
dispuesta a soportar. Era una actitud de odio: odio hacia “la Corte” y sus

14
Correspondencia Oficial de... Gondomar, Madrid, 1944, III, 232. P. Mantuano, Casamien-
tos de España y Francia, Madrid, 1618, pp. 124-5, citado en Agustin González de Amezúa,
Lope de Vega en sus Cartas, Madrid, 1935, I, 70-I.
* N. del trad.: Indian Summer, un periodo de calor que se registra en el otoño.

146 Revista Mexicana de Cultura Política NA


cortesanos, odio a las locuras principescas y la corrupción burocrática,
odio al Renacimiento mismo; en resumen, el puritanismo.
En Inglaterra pensamos naturalmente en nuestra propia forma de
puritanismo: el protestantismo extremo, la continuación, a alcances inso-
portables, de la Reforma del siglo dieciséis completada a medias. Pero no
nos dejemos engañar por meras formas locales. Esta reacción en contra
de las cortes renacentistas y su cultura y moralidad entera no estuvo
confinada a algún país o religión. Como la tesis, la antítesis también es
general. En Inglaterra existe un puritanismo anglicano, un “puritanismo
de la derecha”. ¿Qué enemigo más grande tenía el puritanismo inglés,
como lo conocemos, que el arzobispo Laud, el prelado todopoderoso
que lo empujó a América hasta que este regresó a destruirlo? Y aun así
él también ilustra esta reacción. ¿Denunciaron los puritanos ingleses “la
fealdad de los mechones de cabello entregados entre amantes”, la ropa
vistosa, la bebida y los brindis? El arzobispo prohibió el cabello largo en
Oxford, reformó la vestimenta del clero, le hizo la guerra a las tabernas.
En los países católicos romanos fue lo mismo. ¿Denunciaron al teatro
londinense los ingleses puritanos primero y luego lo clausuraron? En
España –aun la España de Lope de Vega– pragmática tras pragmática
denunció las obras de teatro. En Francia al jansenista Pascal difícilmen-
te le gustaban menos. En Baviera existía una mojigatería católica, y un
reforzamiento policial de esta tan desagradable como la peor forma del
puritanismo inglés. También había una guerra contra el lujo. En 1624
Felipe IV de España redujo su casa real, aprobó leyes suntuarias, y deste-
rró la escarola –ese símbolo de magnificencia sartorial– de España por
decreto, y de Europa con el ejemplo. En Francia, el Cardenal Richelieu
estaba haciendo lo mismo. Fue una guerra repentina, casi una cruzada,
en contra de la vieja extravagancia Renacentista. En Flandes, Rubens
se vería a sí mismo sobreviviendo a sus antiguos patrones de la Corte y se
volvería hacia paisajes del campo. La literatura refleja el mismo cambio.
Del famoso manual de Castiglione, El cortesano, se publicaron al menos
sesenta ediciones o traducciones entre 1528 y 1619; después de esta última
fecha, y por todo un siglo, ninguna.
El puritanismo de la década de 1620– este ambiente general de puri-
tanismo– triunfa en Europa. Esos años, podemos decir, marcan el fin del
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 147
Renacimiento. La hora de jugar se termina. El sentido de responsabilidad
social, el cual había mantenido su lugar dentro de las cortes renacentistas
del siglo dieciséis –pensamos en el paternalismo de los Tudor, el “colecti-
vismo” de Felipe II– había sido expulsado a principios del siglo diecisiete,
y ahora había vuelto con una venganza. La guerra y la depresión habían
logrado un cambio enfático, incluso sorprendente. Vemos al mundo en
un año, y vemos a Lerma y Buckingham y a María des Médicis. Vemos
de nuevo, y todos se han ido. Lerma ha caído y se ha salvado a sí mismo
convirtiéndose en un cardenal romano; Buckingham es asesinado; Ma-
ría des Médicis se ha fugado al extranjero. En vez de ellos encontramos
figuras más ceñudas, más grandiosas, más resueltas: el Conde Duque de
Olivares, cuyo rostro hinchado y mirada amenazadora casi parece emer-
ger de los lienzos de Velázquez; Strafford y Laud, ese implacable par, los
profetas totalitarios en Iglesia y Estado; el Cardenal Richelieu, el inválido
de voluntad de acero que gobernó y rehízo Francia. En la literatura es
lo mismo. La moda ha cambiado. Después de Shakespeare, Cervantes,
Montaigne, aquellos espíritus universales, con su escepticismo, su acepta-
ción del mundo como es, nos encontramos de repente en una nueva era:
una era de sublevación ideológica, el “jubileo y resurrección de Iglesia
y Estado” de Milton, de pesimismo conservador, cinismo y desilusión,
de John Donne y de Sir Thomas Browne, de Quevedo y del Barroco es-
pañol: ya que la época barroca, como dice el señor Gerald Brenan, “–uno
no puede decirlo con demasiada frecuencia– fue una época ajustada y
contraída, que se volvió contra ella misma y carecía de confianza en sí
misma y fe en el futuro”.15
Era tal el estado de ánimo de la moral puritana general y no doctrinal,
la cual, en la década de los 1620, lanzó su ataque –aquí desde adentro, allá
desde afuera– sobre las cortes renacentistas. Hay diferencias de inciden-
cia, por supuesto, diferencias de personalidad de lugar a lugar, y dichas
diferencias podrían ser cruciales: ¿quién puede decir lo que podría haber
sucedido si el arzobispo Laud hubiera sido realmente, como pensaba Sir
Thomas Roe, “el Richelieu de Inglaterra”? También había diferencias en
la sociedad misma. Pero si miramos de cerca vemos que la carga sobre la

15
Gerald Brenan (1951), The Literature of the Spanish people, Cambridge, p. 272.

148 Revista Mexicana de Cultura Política NA


sociedad es la misma aun cuando los hombros que crujen bajo su peso son
diferentes. Por ejemplo, en Inglaterra el costo de la Corte caía mayormente
sobre la aristocracia: ellos eran la clase que pagaba impuestos: pupilajes,
suministros y todos los impuestos indirectos que se multiplicaban a
principios de los Estuardo recaían con mayor fuerza sobre ellos. Por el
otro lado, en Francia la noblesse estaba exenta de impuestos, y la taille y la
gabelle, las cuales multiplicaron los primeros borbones, recaían con más
fuerza en los campesinos. Sin duda los terratenientes ingleses podían pa-
sar algunas de sus cargas a sus arrendatarios. Sin duda el empobrecimien-
to de los campesinos franceses disminuía la renta de sus terratenientes.
Pero la diferencia aún es significativa. Era un lugar común en Inglaterra,
donde “los necios campesinos de Francia”, con sus “zapatos de madera y
calzones de lona” eran contrastados regularmente con los nuestros, más
prósperos propietarios rurales. Se ilustra con el máximo resultado: en
Inglaterra, cuando llegó la revolución, fue una gran revolución, liderada
y controlada por la aristocracia; en Francia hubo revueltas cada año por
veinte años –pequeñas pero serias– de los campesinos. Sin embargo, si
los rebeldes eran diferentes, la queja general contra la cual se rebelaban
–el carácter y costo del Estado– era la misma.
Por donde sea que miremos, esta es la carga de toda queja. Desde 1620
a 1640 este es el grito del país, el problema de la Corte. Podemos oír el grito
de los legisladores junior de los parlamentos ingleses en la década de 1620.
Podemos ver el problema en los grandes ensayos de Bacon, escritos entre
1620 y 1625, en “Sedición y preocupaciones” y “La verdadera grandeza
de los reinos”. Oímos los gritos en España en las protestas de las Cortes,
vemos los problemas en los panfletos de los arbitristas, en la Conservación
de Monarquías de Fernández Navarrete con su maravilloso análisis de
los males sociales de España, y en el largo memorándum de Olivares a
Felipe IV, delineando su nuevo programa para el país,16 ambos escritos
en los 1620. Lo vemos en Francia, sobre todo, en el Testament Politique de
Richelieu, escrito en 1629 y a principios de la década de 1630, los periodos
donde los gobiernos por todos lados se estaban enfrentando a estos pro-

16
Publicado en Valladares, Semanario Erudito, vol. XI, Madrid 1788, (Le debo esta referencia a
Mr. J. H. Elliott).
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 149
blemas, o tratando de enfrentarlos, antes de que fuese demasiado tarde. Y
estas exigencias, estos problemas, no son constitucionales, no conciernen
métodos de producción. Esencialmente son exigencias de emancipación
del peso de la centralización; de reducción de tarifas; reducción de cargos
caros e inservibles, incluyendo –aun en España– los puestos clericales; la
abolición de la venta de cargos (“porque quien subcontratare o compra-
re cargos se condena a sí mismo a ser un extorsionista”, y “aquellos que
compran caro deben vender caro”); la abolición de la herencia de cargos;
la abolición de aquellos onerosos impuestos indirectos y que le dan tan
poco a la Corona pero de cuyo superabundante “desperdicio” se alimenta
la siempre creciente periferia de la Corte.

***

Así la tensión entre la Corte y el país creció, y la “situación revoluciona-


ria” de 1620 y 1630 se desarrolló. Pero las situaciones revolucionarias no
necesariamente llevan a las revoluciones ni –podemos añadir– son nece-
sarias las revoluciones violentas para crear nuevas formas de producción
o sociedad. La sociedad es un cuerpo orgánico, más rudo, más resisten-
te, que lo que con frecuencia suponen sus mórbidos anatomistas; las
fronteras entre clases oponentes siempre se confunden por un complejo
tejido de intereses:17 y si un país va a pasar de una situación revolucionaria
a una revolución, toda una serie de eventos políticos y errores políticos
debe intervenir. Por lo tanto si vamos a llevar más allá este estudio, de
crisis a revolución, debemos tomar en cuenta estos eventos y errores
intermedios: eventos y errores que por definición, deben variar de lugar
a lugar, y cuya variación explicará, en parte, la diferencia entre las revo-
luciones en dichos distintos lugares.
Quizá podamos ver mejor el problema si consideramos los medios
para evitar la revolución. Si las Cortes renacentistas iban a sobrevivir,
estaba claro que al menos una de dos cosas debía hacerse. Por un lado,
las burocracias parasitarias debían ser eliminadas; por el otro la buro-
cracia productiva debía estar relacionada con la capacidad económica
17
Por ejemplo, en este caso, la interpenetración de “burguesía” y funcionarios, la cual paralizó
las cortes españolas, los parlamentos franceses y aun los parlamentos ingleses.

150 Revista Mexicana de Cultura Política NA


del país. El primer programa era administrativo, el segundo de reforma
económica. El primero era suficientemente fácil de definir– cualquier
caballero del campo podía decirlo en dos palabras– pero difícil de
realizarse: significaba la reducción de una clase parasitaria pero viva y
poderosa; y aunque esto puede lograrse sin revolución, como se logró
en la Inglaterra del siglo diecinueve –uno sólo tiene que leer el Extraor-
dinario libro negro de 1831 para ver la inmensa periferia parasitaria que
había vuelto a crecer alrededor de la Corte del siglo dieciocho– es, en el
mejor de los casos, una operación delicada y difícil. El segundo era más
difícil de definir: significaba el descubrimiento, o redescubrimiento, de
un sistema económico. Sin embargo, una definición tal no estaba más
allá del ingenio de los pensadores del siglo diecisiete, y de hecho varios
pensadores señalaron, bastante claramente, el tipo de sistema económico
que se requería.
¿Cuál era ese sistema? No era un sistema “capitalista”– o por lo me-
nos, si lo era, no había nada nuevo en él. No implicaba una revolución
o un cambio en el método de producción o en la estructura de clases.
No la defendían pensadores revolucionarios: en general, aquellos que la
propugnaban eran hombres conservadores que deseaban poco o nin-
gún cambio político. Y de hecho el programa económico que defendían,
aun cuando se aplicaba a condiciones modernas, miraba hacia atrás a su
ejemplo. Porque lo que defendían era simplemente la aplicación de las
nuevas y centralizadas monarquías de la vieja y comprobada política de
las comunas medievales las cuales dichas monarquías habían eclipsado:
el mercantilismo.
¿Cuál había sido la política de las ciudades medievales? Había sido una
política de economía nacional–dentro de los límites de la ciudad-Estado?
La ciudad se había visto a ella misma inmediatamente como una unidad
política y económica. Su legislación fue montada en sus necesidades co-
merciales. Había controlado el precio de la comida y el trabajo, limitado
las importaciones en el interés de sus propias manufacturas, fomenta-
do los métodos esenciales del gremio –pesca y construcción de barcos,
la libertad de peajes internos– invertido sus ganancias no en deshe-
chos evidentes o en la búsqueda de la gloria, o en guerras meramente de
pillaje, sino en la conquista racional de los mercados y las necesidades
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 151
de la economía nacional: en educación técnica, mejoramientos municipa-
les, el alivio a los pobres. En pocas palabras, la ciudad había reconocido
que su vida tenía que estar relacionada con sus medios de subsistencia.
En el eclipse de las ciudades del siglo dieciséis, en su transformación en
capitales descuidadas y superpobladas, centros meramente de intercam-
bio y consumo, mucha de esta antigua sabiduría cívica había sido olvida-
da. Ahora, en el eclipse del siglo diecisiete de las derrochadoras Cortes
renacentistas, se comenzaba a recordar. Los economistas querían ir más
lejos: querían volverla a aplicar.
Por supuesto, la volverían a aplicar en circunstancias distintas, en dife-
rentes formas nacionales. Los príncipes, se había acordado, habían hecho
su trabajo: no había marcha atrás. Las nuevas naciones-Estado habían
llegado para quedarse. Pero, decían los reformistas, ya habiendo llegado,
déjenlos aplicar a sus distintas condiciones las viejas buenas reglas de las
ciudades. No dejemos que meramente reduzcan la periferia parasitaria
que ha crecido a su alrededor, sino también que relacionen su poder
de manera positiva a fines económicos. Que favorezcan un evangelio de
trabajo en vez de una hidalguía aristocrática o pseudoaristocrática. Que
protejan la industria, garanticen el abasto de alimentos, que quiten los
peajes internos, que desarrollen la riqueza productiva. Que racionalicen
las finanzas y derriben los sistemas de la iglesia y el Estado a una pro-
porción más justa. Para revertir la ley de la burocracia de Parkinson que
reduzcan las incubadoras que dieron como resultado a los burócratas
superfluos: las escuelas secundarias en Inglaterra, las universidades en
Francia, los monasterios y seminarios teológicos en España. En vez de
eso, que fortalezcan la educación primaria local: trabajadores capacita-
dos en la base de la sociedad ahora parecían más importantes que aque-
llos graduados universitarios inútiles para trabajar, hambrientos de car-
gos de gobierno, que estaban siendo producidos por los nuevos cimientos
renacentistas. “Sobre las escuelas secundarias”, declaró aquel gran inte-
lectual, Sir Francis Bacon, “hay demasiadas”: y él y sus seguidores abo-
gaban por un cambio en el tipo de educación o el desvío de fondos a las
escuelas primarias. Sobre las universidades, declaró el Cardenal Richelieu,
fundador de la Academia Francesa, hay demasiadas: el comercio de letras
desterraría absolutamente a aquel del comercio “que corona a los estados

152 Revista Mexicana de Cultura Política NA


con riquezas” y arruina la agricultura “la verdadera madre lactante de
los pueblos”. Sobre los monasterios, el Consejo Católico de Castilla
declaró en 1619, hay demasiados, y rezaba para que se pidiera la autoriza-
ción del Papa para reducirlos, porque aunque el estado monástico es sin
duda el más perfecto para el individuo, “para el público es muy dañino y
perjudicial”. Así, en país tras país, surgió la protesta. Fue el chicotazo del
gran impulso educativo del Renacimiento y la Reforma, el gran impulso
religioso de la Contrarreforma.18
Reducir las costosas y opresivas sinecuras de la Iglesia y el Estado, y
volver, mutatis mutandis, a la vieja política mercantilista de las ciudades,
basado en el interés económico de la sociedad: tales fueron los dos mé-
todos esenciales de evitar la revolución en el siglo diecisiete. ¿Qué tanto
fueron adoptados cualquiera de ellos en los Estados de Europa del Oeste?
La respuesta, creo yo, es reveladora. Si nos fijamos en esos Estados por
turnos, podemos ver, en el alcance que tuvo cualquiera de estas políticas
en ser adoptadas o rechazadas, una explicación parcial de las diferentes
formas que tomó la crisis general en cada uno de ellos.
En España no se adoptó ninguna de las políticas. A pesar de los ar-
bitristas, a pesar de la sabiduría de los hombres de Estado influyentes,
incluyendo al más grande de los embajadores españoles, Gondomar, cuyas
cartas lo muestran como un mercantilista perfecto,19 a pesar del Consejo
de Castilla, aun a pesar de Felipe IV y Olivares, el sistema permane-
ció básicamente inalterado. Cualquier proyecto sobre reforma que alguna
vez hubiera contemplado, cualquier inicio de reforma o reforma en papel
que pudiera haber realizado,20 Olivares, como Richelieu, pronto se rindió
ante la necesidad y el hecho de la guerra. Por otro lado, España –o sea,
Castilla– carecía de los órganos para llevar a cabo una protesta efecti-

18
Para la propuesta de Bacon, ver sus Works, ed. Spedding, IV, 249 y siguientes; para Richelieu
(1947), su Testament Politique, ed. Louis Andre, París, pp. 204-5; para España la Consulta del
Consejo Supremo de Castilla, publicada en P. Fernández Navarrete (1947), Conservación de
Monarquías, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, vol. XXV, p. 450.
19
Ver en particular Pascual Gayangos (1869), Cinco Cartas Politico-Literarias de D. Diego Sar-
miento, Conde de Gondomar, Madrid, Sociedad de Biblíofilos, Tom. IV.
20
Para un resumen de estas reformas ver H. Bérindoague (1929), Le Mercantilisme en Espagne,
Burdeos, pp. 85-104.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 153
va. La clase media era débil y estaba infestada de burócratas; los antiguos
pueblos de las Cortes habían sido suprimidos en su último levantamiento
contra el Estado borgoñón; y las Cortes de Castilla eran ahora un cuerpo
aristocrático que difícilmente buscaba algo más que poner reparos. A
pesar de las constantes exigencias para reducir y expropiar, la riqueza y
el número de iglesias y monasterios seguían creciendo constantemente;
así como también los puestos en las cortes y la venta de los puestos. En
1621 –el primer año de crisis y de fervor reformista– el número de fun-
cionarios reales había sido fijado por la ley. En 1646 las Cortes de Castilla
apuntaban hacia las consecuencias factuales: en vez de un presidente y
tres cancilleres de tesorería, había tres presidentes y once cancilleres; en
vez de tres contadores y un fiscal, había ahora catorce contadores; en vez
de cuatro cancilleres de guerra había ahora más de cuarenta; y todos
ellos, asalariados o sin salarios (ya que sus salarios, sus “tarifas”, eran ni-
miedades de todos modos), tenían entretenimiento, gastos, alojamiento
y privilegios a expensas del súbdito.21 El peso de esta carga podía haber
sido redistribuido un poco dentro del país, pero ciertamente no se ha-
bía reducido.22 Tampoco había sido habilitada la economía española
para soportarlo, porque mientras tanto la riqueza nacional de España
no había crecido, se había reducido. Las voces de los mercantilistas eran
sofocadas. El comercio de España había sido asumido casi por completo
por extranjeros. La vitalidad del país fue aplastada bajo el peso muer-
to de un Ancien Régime no reformado. No fue sino hasta el siguiente
siglo que una nueva generación de arbitristas –filósofos inspirados por
el ejemplo inglés y francés– tendrían de nuevo la fuerza y el espíritu

21
Consulta de las Cortes de Castilla, 18 de Agosto, 1646, impresa en Alonso Núñez de Castro
(1669), Libro histórico politico, Sólo Madrid es Corte, 2a. ed. Madrid, pp. 84 y siguientes. Este
libro entero, escrito por el cronista real y publicado por primera vez en 1658, ilustra el proceso
que estoy describiendo.
22
Para la redistribución actual (aunque no legal) de las cargas fiscales de España bajo Felipe IV,
ver el interesante artículo de A. Domínguez Ortiz, “La desigualdad contributiva en Castilla
en el siglo XVIII”, en el Anuario de Historia del Derecho Español, 1952.

154 Revista Mexicana de Cultura Política NA


para alentar en una nueva dinastía las mismas reformas que habían sido
exigidas claramente pero en vano en los días de Felipe III y Felipe IV.23
Era muy diferente la posición de los emancipados Países Bajos del
norte; estos fueron el primer país europeo en rechazar la Corte renacen-
tista, y la Corte que rechazaron fue su propia Corte, la más grande y la
más derrochadora de todas, la Corte borgoñona que se había mudado
y hecho a sí misma fatalmente permanente en España. La rebelión de
los Países Bajos en el siglo dieciséis no fue, por supuesto, una rebelión
directa de la sociedad en contra de la Corte. Así no es como estallan las
revoluciones. Pero en el curso de la larga lucha la misma Corte fue una
víctima en esas provincias que se liberaron a sí mismas. Ahí el sistema
completo de la Corte borgoñona simplemente se disolvió bajo el estrés
de la guerra. Lo mismo le sucedió a la iglesia borgoñona, ese enorme
y corrupto departamento de Estado que Felipe II inhábilmente intentó
reformar y cuyos abusos los grandes patrones de la rebelión al principio
intentaban preservar. Cualesquiera que fueran los motivos o las causas de
la revolución, las Provincias Unidas emergieron de ella incidentalmente
liberadas de ese peso muerto del sistema cuya presión, una generación
después, crearía una situación revolucionaria en otros países. Por con-
siguiente, en dichas provincias no hubo tal situación revolucionaria. La
nueva Corte de los príncipes de Orange pudo haber desarrollado algunas
de las características de la vieja Corte, pero sólo algunas: y como comen-
zó esbelta, podía permitirse mejor un poco de grasa adicional. Sin du-
da hubo crisis en la Holanda del siglo diecisiete: las crisis de 1618,
1649, 1672; pero fueron crisis políticas comparables con nuestra crisis,
no de 1640 pero sí de 1688; y fueron resueltas quirúrgicamente por la
misma razón: el problema social no era agudo, el peso muerto del sistema
del Estado había sido purgado; la sociedad por debajo se encontraba en
buen estado.

23
Para estos arbitristas del siglo dieciocho ver el excelente trabajo del Sr. Jean Sarrailh (1954),
L’Espagne Eclairée, París, el cual sin embargo no revela hasta qué punto Ward, Jovellanos,
Campomanes, etc. estaban repitiendo el programa de los mercantilistas españoles de princi-
pios del siglo diecisiete.
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 155
Además, si fue accidente más que diseño lo que había librado a las
Provincias Unidas del Estado renacentista, la política había logrado
también la otra reforma económica de la que he escrito. No es que haya
habido una revolución “burguesa” o “capitalista” en Holanda.24 La in-
dustria neerlandesa era relativamente insignificante. Pero los nuevos
gobernantes de Holanda, buscando los medios para resguardar su libertad
ganada a duras penas, se dispusieron a imitar la fortuna y los métodos de
aquellas comunidades mercantiles más antiguas que habían preservado
su independencia a través de los siglos combinando racionalmente su
riqueza comercial y su poder marítimo. Al adoptar las técnicas de Italia,
dándole la bienvenida a los emigrés expertos de Amberes, y siguiendo
las viejas normas de la política veneciana, Amsterdam se convirtió, en el
siglo diecisiete, en la nueva Venecia del norte. La originalidad económica
de la Holanda del siglo diecisiete iba a mostrar que, aun después de la
conquista y el reino de los príncipes renacentistas, a quienes ellos solos
habían expulsado, el mercantilismo de las ciudades no había muerto:
podía ser revivido.
Entre la España parcialmente reformada y la Holanda completamente
reformada yace lo que es quizá el más interesante de todos los ejemplos,
la Francia borgoñona. Francia, en el siglo diecisiete, ciertamente no
fue inmune a la crisis general, y en los Frondes hubo una revolución, aun-
que fuera relativamente pequeña. El resultado fue, como en España, una
victoria para la monarquía. Triunfando sobre sus críticos y adversarios,
la monarquía del Ancien Régime sobrevivió en Francia, y sobrevivió un
siglo y medio más. Por otro lado, la monarquía francesa de Luis XIV no
fue como la monarquía española de Felipe IV y Carlos V. No fue econó-
micamente parasitaria. La industria, el comercio, la ciencia, florecieron y
crecieron en Francia, a pesar de la “falla” de la “revolución burguesa”, no
menos que en Inglaterra, a pesar de su “éxito”. En apariencia, en 1670, en

24
Que la economía de las Provincias Unidas no fue una nueva y revolucionaria forma de ca-
pitalismo, sino un regreso al sistema de las ciudades italianas medievales es un argumento
del Sr. Jelle C. Riemersma en su artículo “Calvinism and Capitalism in Holland, I550-1650”,
Explorations in Entrepreneurial History, I, (i), p. 8, y lo admiten aun marxistas como el Sr. Dobb
y el Sr. Hobsbawm, quien llama a la economía holandesa “una economía de negocio feudal”,
(op. cit., p. 55).

156 Revista Mexicana de Cultura Política NA


la era de Colbert, el absolutismo y el Ancien Régime eran perfectamente
compatibles con el crecimiento y poder comercial e industrial.
¿Y ciertamente, por qué no? Porque lo que había entorpecido dicho
crecimiento en el pasado, lo que había causado la crisis en la sociedad,
no había sido la forma de gobierno, sino sus abusos: y aun cuando estos
abusos pudieran ser eliminados por la revolución, o pudieran ser vis-
tos como bajas incidentales de una revolución, eliminarlos no requería
necesariamente una revolución. Siempre había el camino de la reforma.
No se necesita quemar la casa para comer cerdo rostizado. Y aunque en
Francia (como en Holanda) había habido un incendio en el siglo dieciséis,
en el que algo de su carga de deshechos había sido consumida acciden-
talmente, también logró, en los años siguientes, una cierta medida de
reforma. El fuego, ciertamente, había preparado el terreno. Las guerras
civiles francesas del siglo dieciséis, aun habiendo hecho daño, también
habían hecho algún bien. Habían consumido el patrocinio descuidado
de los grandes nobles y había reducido el patrocinio de la Corte al pa-
trocinio del rey. Enrique IV, como el príncipe de Orange, como Carlos
II de Inglaterra después de él, se encontró al subir al trono libre de mu-
cho del antiguo parasitismo: por lo tanto pudo permitirse un poco del
nuevo. Y sobre esta base, esta tabula partim rasa, fue capaz de lograr algu-
nos cambios administrativos. La Paulette, la ley de 1604 que sistematizaba
la venta de cargos, por lo menos reguló los abusos que con frecuencia y
equivocadamente ha sido acusada de crear, con sus économies royales, sí
pudo disminuir los desperdicios alrededor del trono.
Y Richelieu en la década de 1630 no sólo medió una política mercantil
completa para Francia, sino que también, aun en medio de la guerra, tuvo
éxito –como Laud y Olivares no pudieron, ni en paz ni en guerra– en
regular el más caro y más incontrolable de los departamentos: la Casa
Real.25 Gracias a estos cambios, el Ancien Régime en Francia fue repa-
rado y reforzado. Puede que los cambios no hayan sido radicales, pero

25
Para el mercantilismo de Richelieu ver H. Hauser (1944), La Pensée᾿et l᾿Action Economique du
cardinal de Richelieu, París. Para su reforma de la casa real, ver el artículo de M.R. Mousnier
(1955), en el vol. I de Histoire de France, ed. M. Reinhard, Paris. (Le debo esta referencia a J.P.
Cooper).
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 157
fueron suficientes. Sin duda Richelieu y Mazarin tuvieron otras ventajas
en su exitosa lucha por mantener el Ancien Régime francés en la era de
las rebeliones de los hugonotes y de las Frondes. Tenían un ejército bajo
el control real absoluto; tenían impuestos cuyo aumento no recaía sobre
la aristocracia, congregada y vocal en el parlamento, sino en campesinos
dispersos e inarticulados; y tenían su propio genio político. Pero también
tenían un sistema de Estado que ya había padecido una reforma saludable:
un Estado que, en la mente de Richelieu y en las manos de su discípulo
Colbert, podía convertirse en un Estado mercantilista, organizado racio-
nalmente tanto para el poder como para la ganancia.
Finalmente, tenemos a Inglaterra. En Inglaterra la Corona no tenía
el mismo poder político que en Francia o en España, y los impuestos
recaían en la aristocracia, poderosa en sus condados y en el Parlamen-
to. En Inglaterra, por lo tanto, era doblemente importante enfrentarse
al problema y resolverlo. ¿Qué tanto fue enfrentado realmente? Para
contestar esta pregunta veamos por turnos los dos lados del problema:
administrativo y económico.
En el siglo dieciséis, el sistema del Estado inglés no había sufrido ni
se había beneficiado de ningún destructivo accidente como el que había
sucedido en Holanda o Francia. La Corte renacentista de los Tudor, cuya
parsimonia bajo Isabel había sido tan irreal y cuya magnificencia y ce-
remonia había impresionado de tal manera a los visitantes extranjeros,
sobrevivió intacta el comienzo del nuevo siglo, cuando su costo y espec-
táculo fueron magnificados sin medida por el Rey Jacobo y sus favoritos.
Ya en 1604 Francis Bacon le había advertido al rey del peligro: la Corte,
dijo, era como una ortiga; su raíz, la Corona misma, “no tenía veneno
o maldad”, pero sus hojas “al tacto eran venenosas y punzantes”.26 Dos
años después, el gran ministro del Rey Jacobo, Roberto Cecil, Conde de
Salisbury, intuyó una revolución en contra de la misma carga de la Corte;
y en 1608, al convertirse en Lord Tesorero, puso todas sus energías en
una gran e imaginativa solución a todo el problema. Buscó racionalizar
la recaudación de impuestos y la renta de las tierras de la Corona, para
reformar la Casa Real, liberar la agricultura de restricciones feudales, y

26
Francis Bacon, Works, (ed. Spedding) III, 183.

158 Revista Mexicana de Cultura Política NA


abolir deudas arcaicas a cambio de otras formas de ingresos cuya cantidad
completa, o algo por el estilo en vez de una mera fracción, llegaría a la
Corona. En 1610 Salisbury apostó su carrera política en este gran progra-
ma de reorganización, pero no logró llevarlo a cabo. Los “cortesanos”, los
“funcionarios” que vivían de los “deshechos”, movilizaron la oposición,
y el Rey, haciéndoles caso, y pensando “no en lo que tenía sino en lo que
podía conseguir” de las viejas y conflictivas fuentes de ingresos, se rehusó
a prescindir de ellos. En un lapso de dos años desde este fracaso, mu-
rió Salisbury, fuera del favor del Rey, despreciado y aun insultado por la
Corte que había buscado reformar, y al reformar, salvar.27
Después de Salisbury, otros reformistas ocasionalmente emprendieron
la causa. El más brillante de todos fue Francis Bacon. Había sido enemigo
de Salisbury, pero una vez que este murió empezó a cantar la misma to-
nada. Diagnosticó los males –ningún otro hombre, quizá, los diagnosticó
completamente en todas su formas y consecuencias máximas– pero no
podía hacer nada para curarlos excepto con el permiso real, el cual le fue
negado, y fue derrocado. Tras su caída, en los años de la gran depresión,
aun la Corte se alarmó, y un nuevo reformista parecía haber obtenido ese
permiso. Fue Lionel Cranfield, Conde de Middlesex, quien se dispuso a
llevar a cabo al menos algunas de las proposiciones de Salisbury. Pero el
permiso, aun después de dado, pronto fue retirado de manera obvia. Cran-
field, como Bacon, fue arruinado por una camarilla de la Corte, liderada
desde arriba por el favorito real, el Duque de Buckingham, el representan-
te general y especulador de todos esos cargos comercializables, beneficios,
sinecuras, monopolios, patentes, gratificaciones y títulos, los cuales juntos
constituían el alimento de la Corte. De este modo cuando Buckingham

27
Nunca se le ha hecho justicia pública al programa de reforma de Salisbury de 1608-12, aunque
el “Gran Contrato”, el cual fue sólo parte de ella, es muy conocido. La evidencia de esto se
encuentra desperdigada entre documentos de la época. De los contemporáneos, sólo Sir Walter
Cope y Sir William Sanderson, quienes habían colaborado en ella, buscaron hacerla conocida
y entendida, pero ni la Apología al difunto Tesorero de Cope (la cual fue dada al rey en MS) ni
el Aulicus Coquinariae de Sanderson fueron publicados en esa época. El arzobispo Goodman
y Sir Henry Wotton también la apreciaron, pero tampoco publicaron su juicio. (Ver L. Pearsall
Smith, Life and Letters of Sir Henry Wotton, 1907, II; Goodman, op. cit. I, 36-42, 487-9).

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 159
fue asesinado y Stafford y Laud, los “puritanos de derecha”, llegaron al
poder, heredaron de él una Corte completamente sin reformas.28
¿Hicieron algo para reformarla? Ostensiblemente, sí. “El rostro de la
Corte”, como escribió Mrs. Hutchinson, “fue cambiado”. El Rey Carlos
fue aparentemente frugal comparado con su padre, pero dicha frugali-
dad –como hemos visto en el caso de la reina Isabel– fue relativamente
insignificante. Laud y Stafford le hicieron la guerra a la corrupción de
la Corte siempre que la percibían, pero dejaron el sistema básico intac-
to. Cuando estudiamos dicho sistema nos encontramos con que, en su
época, no se había reducido su costo: había crecido. El festín cortesano
más ostentoso en los días de Buckingham había sido uno que se ofreció
para solaz del Rey en 1626, que costó £4,000; el conde de Newcastle,
en 1634, subió a £15,000. Un cargo que había sido vendido por £5,000 en
1624 consiguió £15,000 en 1640. Los pupilajes, que habían traído £25,000
a la Corona cuando Salisbury había intentado abolirlos en 1610, habían
cosechado £95,000 en 1640. Y la proporción que se desechaba no era poca.
Para que £100 llegaran a la Corona, por lo menos £400 se le exprimían
a los súbditos. Como dice Clarendon: “La envidia y el reproche llega-
ban al Rey, las ganancias a otros hombres”.
De este modo, en 1640 la Corte inglesa, como la española, seguía
sin reforma. ¿Y qué con la economía inglesa? Aquí ya no funciona el
paralelo. En Inglaterra no había el divorcio absoluto entre la Corona y
los arbitristas que era tan obvio en España. Los antiguos gobiernos Es-
tuardo no ignoraban los asuntos del comercio, escuchaban a la City de
Londres*. Por sus métodos financieros, ya fuera deliberadamente o no,
estimulaban la formación de capital, su inversión en la industria. Por
supuesto, hubo límites para lo que hicieron: no satisficieron las sistemá-
ticas teorías mercantilistas; le pusieron menos atención a la base de la

28
Los proyectos de Bacon están desperdigados por sus escritos, los cuales recolectó Spedding.
Uno sólo debe comparar sus varias propuestas de reforma a la corte, la ley, la educación, la
iglesia, las haciendas de la Corona etc., con las demandas del partido radical en 1640 para ver
la verdad de la declaración de Gardiner (en Dictionary of National Biography voz Bacon) que
su programa, de haber sido llevado a cabo, pudo haber prevenido la revolución. Para el trabajo
de Cranfield ver R.H. Tawney (1958), Business and Politics under James I.
* N. del trad.: Es decir, a los banqueros y comerciantes.

160 Revista Mexicana de Cultura Política NA


sociedad que a su cima. Sin embargo, en muchos aspectos, favorecieron
o al menos permitieron una política mercantilista. Buscaron naturalizar
los procesos industriales; buscaron proteger los suministros de mate-
rias primas esenciales; buscaron monopolizar la industria pesquera del
arenque; protegieron la navegación; prefirieron la paz en el extranjero y
se ocuparon de su propia casa. Los años de su gobierno vieron el creci-
miento del capitalismo inglés, patrocinado por ellos, en una escala nunca
antes vista. Desafortunadamente dicho crecimiento implicó dislocación,
reclamó víctimas; y cuando la crisis política incrementó la dislocación y
multiplicó las víctimas, la rígida y debilitada estructura del gobierno no
pudo ya contener las fuerzas amotinadas que había provocado.
En 1640 los líderes del Parlamento largo* no querían –no lo necesita-
ban– revertir la política económica de la Corona. Querían sólo una cosa:
reparar la administración. El conde de Bedford como Tesorero y John
Pym como canciller de Hacienda, tenían la intención de retomar el tra-
bajo frustrado de Salisbury; abolir los monopolios, pupilajes, impuestos
privilegiados, disminuir el “deshecho”, y colocar a la Corte Estuarda en
una base más racional y menos costosa. Habiendo hecho esto, hubieran
continuado con la política mercantilista de la Corona, quizá extendiéndola
a través de la retribución de las fuentes, la racionalización del trabajo,
en la base de la sociedad. Hubieran hecho para la monarquía inglesa lo
que Colbert hubiera hecho para la francesa. Lo único que necesitaban
era que la monarquía inglesa, como la francesa, les permitiera hacerlo.
Ya que, por supuesto, la monarquía en sí no era un obstáculo, es
absurdo decir que una política así era imposible sin una revolución. No
era más imposible en 1641 de lo que había sido en los días de Salisbury y
Cranfield. No podemos suponer que los meros obstáculos humanos –la
irresponsabilidad de Buckingham o de Carlos I, el imprudente oscuran-
tismo de un Strafford– son requisitos históricos inherentes. Pero de hecho
estos obstáculos humanos sí intervinieron. Si Jacobo I o Carlos I hubie-
ran tenido la inteligencia de la reina Isabel o la docilidad de Luis XIII, el
Ancien Régime inglés pudo haberse adaptado a las nuevas circunstancias

* N. del trad.: Long Parliament, literalmente “Parlamento prolongado”, instalado el 3 de noviembre


de 1640 y disuelto el 16 de marzo de 1660.

La crisis general del siglo XVII


Hugh Trevor-Roper 161
tan pacíficamente en el siglo diecisiete como lo haría en el diecinueve.
Fue porque no la tenían ninguno de los dos, porque su Corte nunca fue
reformada, porque la defendieron en su configuración original, hasta el
final; porque se mantuvo, tanto administrativa, económica y estética-
mente, como “la última corte renacentista de Europa”, que se enfrentó
al desastre máximo: que los reformistas racionales fueran hechos a un
lado, que hombres más radicales comparecieran y movilizaran pasiones
aun más radicales de las que podían controlar, y que al final –entre el
pillaje de palacios, el temblor de las estatuas y las ventanas de cristal,
el chillido de los serruchos sobre las tribunas de órgano arruinadas– esta
última de las grandes cortes renacentistas fuese neutralizada; el este-
ta real, asesinado; sus espléndidos cuadros, derribados y vendidos, y hasta
las elevadas catedrales góticas fueran ofrecidas como chatarra.
Así, en la década de 1640, entre guerra y revolución, la más obstinada,
y aun así –dada la estructura política de Inglaterra– la más frágil de las
monarquías renacentistas se vino abajo. No se vino abajo antes de una
nueva revolución “burguesa”. Ni siquiera se vino abajo antes de una vie-
ja revolución “mercantilista”. Sus enemigos no fueron la “burguesía”, esa
burguesía que –como se quejó un maestro puritano– “por un poco de
comercio y ganancia” hubiera crucificado a Cristo, a los soldados purita-
nos y al “gran Barrabás de Windsor”, el Rey, liberado.29 Tampoco eran sus
enemigos los mercantilistas: los políticos más hábiles entre los rebeldes
puritanos sí adoptaron, una vez que la República se había establecido, una
política mercantilista agresiva; pero con esto simplemente reanudaron
la vieja política de la Corona, y de esa cuenta, fueron rápidamente ata-
cados y derrocados por los mismos enemigos que los acusaron de haber
traicionado a la revolución.30 No, los enemigos triunfantes de la Corte
inglesa fueron simplemente “el país”: esa indeterminada apolítica, pero

29
El predicador era Hugh Peters, como está citado en State Trials, V. I, 129-30.
30
Aquellos que ven la revolución entera como una revolución burguesa basada en la fuerza de
la política mercantil del periodo de crisis entre 1651 y 1653 podrían bien reflexionar (a) que
esta política, de la paz con España, leyes de navegación y rivalidad con Holanda por la pesca
y el comercio, había sido la política de Carlos I en la década de 1630, y (b) que fue repudiada,
de manera enfática y efectiva, por aquellos que habían traído la revolución a una cuestión
“exitosa”–el ejército puritano– y sólo se revivió en la restauración de la monarquía.

162 Revista Mexicana de Cultura Política NA


altamente sensible miscelánea de hombres que se habían amotinado, aun-
que no en contra de la Monarquía (se habían aferrado por mucho tiempo
a las creencias monárquicas) ni en contra del arcaísmo económico (eran
ellos los arcaicos), sino en contra del vasto, opresivo y eterno sistema de
una burocracia parasitaria que había crecido alrededor del Trono y por
encima de la economía de Inglaterra. Estos hombres no eran políticos o
economistas, y cuando la Corte había zozobrado bajo sus golpes, pronto
se dieron cuenta de que no podían ni gobernar ni prosperar. Al final ab-
dicaron. La vieja dinastía fue restituida, su nueva política mercantilista
reanudada. Pero la restauración no estaba completa. Los viejos abusos,
que se habían ya disuelto en guerra y revolución, no fueron restaurados
y, ya desaparecidos, fueron fácilmente legislados al olvido. En 1661, el
“Gran contrato” de Salisbury, la eliminación de Bedford, fue finalmente
logrado. Las viejas cortes privilegiadas –cuya ofensa no había sido tanto su
política como su mera existencia– no fueron revividas. Carlos II comenzó
su reino libre por fin de la pesadez heredada de la Corte renacentista.
Tal fue, a mi parecer, la “crisis general del siglo diecisiete.” Fue una
crisis no de la constitución ni del sistema de producción, sino del Esta-
do o, más bien, de la relación del Estado con la sociedad. Los diferentes
países encontraron su camino fuera de esa crisis en diferentes formas.
En España sobrevivió el Ancien Régime: pero sobrevivió sólo como una
carga desastrosa e inamovible en un país empobrecido. En otros lados,
Holanda, Francia e Inglaterra, la crisis marcó el final de una época: tirar
por la borda una superestructura demasiado pesada en la parte superior, el
regreso a una más responsable política mercantilista. Porque para el siglo
diecisiete las cortes renacentistas habían crecido tanto, habían consumido
tanto en despilfarros, y habían insertado sus ventosas tan profundamente
dentro del cuerpo de la sociedad, que sólo podían florecer por un tiempo
limitado, y en un tiempo, también, de expansión de la prosperidad ge-
neral. Cuando dicha prosperidad falló, el monstruoso parásito tenía que
tambalearse. En este sentido, la depresión de 1620 es quizá no menos im-
portante, como un momento decisivo, que la depresión de 1929: aun con
una falla económica temporal, marcó un cambio político perdurable. En
todo caso, las cortes principescas la reconocieron como su crisis. Algunas
de ellas buscaron reformarse, tomar remedios y adelgazar. Sus doctores
La crisis general del siglo XVII
Hugh Trevor-Roper 163
les indicaron el camino: fue entonces que las viejas ciudades-Estado, par-
ticularmente Venecia –aunque ahora en decadencia–, se convirtieron en
el modelo a admirar, primero de Holanda, luego de Inglaterra. ¿Y aun así,
preguntaba el paciente, era posible tal reforma, o incluso segura? ¿Podía
una monarquía realmente ser adaptada a un patrón que hasta entonces
había sido peligrosamente republicano? ¿Es cualquier operación política
más difícil que la reducción autoimpuesta de una burocracia establecida,
poderosa, y privilegiada? De hecho, el cambio no se logró para nada sin
algo de revolución. Si fue limitada en Francia y Holanda, se debió en
parte a que ya se había consumido algo del combustible de deshecho
en una revolución previa. También fue porque había habido una refor-
ma parcial. En Inglaterra no se había dado tal revolución previa, ni re-
forma parcial. También hubo, bajo los antiguos Estuardo, una carencia
fatal de habilidad política: en vez del genio de Richelieu, la agilidad de
Mazarin, hubo la irresponsabilidad de Buckingham, la violencia de Stra-
fford, la constante pedantería universal de Laud. En Inglaterra, por lo
tanto, la tormenta de mediados de siglo, que estalló a lo largo de Europa,
golpeó a la corte más frágil, más descuidada y más rígida de todas y la
tumbó violentamente.

164 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Una nación amenazada:
Estrategia secreta para la
defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 165
Nota introductoria del editor

E
l documento que a continuación reproducimos, British Strategy in
a Certain Eventuality* –titulado en español por nosotros como Una
nación amenazada– formó parte de los archivos militares ultrase-
cretos británicos –top secret, para usar el término en inglés–, y detalla la
estrategia que el Reino Unido pondría en operación para sobrevivir a una
invasión de las islas por la máquina de guerra nazi, probabilidad que en
1940 se juzgaba altamente posible.
Desde aquellos años, los documentos clasificados de la Segunda Guerra
Mundial estuvieron bajo resguardo de la War Office –Oficina de Gue-
rra– convertida en Ministerio de Defensa en 1964. Este documento y otros
fueron desclasificados aproximadamente setenta y cinco años después de
haber sido redactados y hasta donde tenemos noticia, la Revista Mexicana
de Cultura Política es la primera publicación en darlo a conocer en español.
Una nación amenazada es especialmente interesante porque resulta
una aproximación a la conflagración iniciada por Hitler en 1939, desde
la perspectiva político-militar británica. Cuando comenzó la Segunda
Guerra Mundial, Europa todavía no terminaba de superar los efectos de
la Primera Guerra Mundial y las secuelas de la Crisis de 1929, razones
poderosas que explican en parte por qué Gran Bretaña y Francia, los
principales aliados de la Europa Occidental, se mantuvieron mudas e in-
móviles cuando Alemania incumplió el Tratado de Versalles –rearmándose
en violación de los términos de la capitulación– del mismo modo que mira-
ron hacia otro lado cuando Hitler anexó Austria e invadió Checoslovaquia.
La reconstrucción nacionalsocialista alemana no consistió exclusiva-
mente en formar un gran ejército soportado en una fuerte industria bélica,
estuvo alimentada también por alianzas, gestiones diplomáticas y un exten-
so trabajo político que incrementaba el poderío alemán –interno y externo–
o disminuía a sus enemigos.

* “Estrategia británica en una cierta eventualidad”, eufemismo de los planificadores militares


que analizaban el escenario de la invasión nazi a la isla.

166 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Cuando se diseñó la estrategia de Una nación amenazada, Noruega y
Dinamarca ya estaban bajo dominio alemán y había comenzado el ataque
contra Europa Occidental. Ese mismo mes Alemania había ocupado los
Países Bajos y Francia era ya suya.
Es correcta la evaluación que hacía en mayo el gobierno británico, ins-
trumentada por la War Office, sobre la posibilidad de una derrota completa
de Francia, pues con la firma del armisticio francés, Gran Bretaña quedaba
sola enfrentando a Alemania y prácticamente habían desaparecido los
Aliados. La posibilidad de un embate nazi en contra de la isla se analizó
el 20 de mayo de 1940 en una reunión del Comité de Defensa cuando en
Francia las columnas armadas alemanas pasaron Amiens en dirección
a Abbéyville y cercaron a la Fuerza Expedicionaria Británica, el ejército
inglés en el continente. El primer ministro, Winston Churchill, alertó sobre
la posibilidad de “próximo ataque de gran envergadura”, lo que, según
Martin Gilbert, “puso a la invasión como la más alta preocupación” de los
mandos de la política de guerra, y para finales de junio “había desplazado
virtualmente cualquier otra idea en el pueblo inglés”.1
Las versiones no confirmadas de una posible paz negociada entre Gran
Bretaña y Alemania pueden no ser muy fantasiosas, pues como muestra
el documento militar británico desclasificado, ante las circunstancias que
prevalecían en los primeros meses de 1940 era correcto considerar posible
una derrota del Reino Unido. En descargo de tales versiones, los registros
históricos muestran que la intención de que Gran Bretaña considerara
una negociación estaba entre los cálculos de la estrategia de ataque ale-
mán, y aunque para 1940 Gran Bretaña ya había comenzado a sufrir el
acoso teutón, todo el programa Una nación amenazada está revestido de
nacionalismo y apunta hacia la evaluación de opciones para derrotar al
enemigo. En palabras de Churchill a principios de junio de 1940, Inglaterra
debía aprestarse a “repeler cualquier intento de invasión” y en una carta
al premier sudafricano, Jan Smuts, expuso que la integración de un gran
ejército defensivo en la isla obedecía a la posibilidad de sufrir “operaciones
anfibias a gran escala en 1940 y 1941”. Más sombría fue la visión del gene-

Manchester, William y Paul Reed (2012), The Last Lion. Winston Spencer Churchill Defender
1

of the Realm, 1940-1965, Little, Brown and Company, New York.


Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 167
ral Weygand, quien manifestó que la batalla de Francia había concluido y
comenzaría la batalla de Inglaterra, “de la que dependerá la sobrevivencia
de la civilización cristiana”.2
El documento militar británico de hace 75 años es una pieza de análisis
político-militar digna de revisión por la minuciosidad con que señala los
diversos elementos en juego para esa situación crítica. Es al mismo tiempo
una muestra de lo que verdaderamente es un cuarto de guerra, antecedente
del trabajo de análisis político como el que se realiza actualmente en con-
tiendas electorales o en situaciones de crisis. Hace acopio de información
dura, revisa las fortalezas y debilidades propias y del enemigo y traza rutas
y estrategias para enfrentar la situación optimizando los recursos.
La victoria obtenida por Gran Bretaña muestra los frutos que rindió
prever más de 80 puntos de un ataque masivo alemán como el que efecti-
vamente se llevó a cabo por aire, sin que se concretaran los desembarcos.
La resistencia británica en esa batalla resultó crucial para mantener un
frente que hiciera contrapeso al embate alemán, pero no sólo militarmente,
sino que sostuvo el espíritu de lucha de los Aliados, muchos de ellos sometidos
ya para entonces por el ejército nazi. Cierto que esta victoria no hubiera
sido suficiente y que a juzgar por el desarrollo de los acontecimientos Hitler
y su aliado Japón hubieran logrado sus objetivos de no haber sido porque
intentaron engullir bocados demasiado grandes para ellos: la Unión Sovié-
tica y Estados Unidos respectivamente.

Ibíd.
2

168 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Estrategia británica en una cierta eventualidad*
Reporte del Comité de Jefes del Estado Mayor

E
l propósito de este documento es investigar cómo podríamos seguir
combatiendo por cuenta propia si la resistencia francesa colapsara
por completo, incluyendo la pérdida de una parte considerable de
la Fuerza Expedicionaria Británica, y si el gobierno francés llegase a un
acuerdo con Alemania. Las suposiciones que hemos hecho se encuentran
en el Apéndice A del Anexo. Las más importantes de ellas son:
(i) Estados Unidos de América está dispuesto a darnos apoyo eco-
nómico y fiscal absoluto, sin el cual no creemos poder continuar
la guerra con posibilidades de triunfar.
(ii) Italia ha intervenido en nuestra contra.
2. Nos hemos hecho dos preguntas en particular:
(a) ¿Podría el Reino Unido seguir resistiendo hasta que se hiciera
presente la ayuda del Imperio y de Estados Unidos? y
(b) En última instancia, ¿podríamos aplicar suficiente presión eco-
nómica sobre Alemania para asegurar su derrota?
Resumimos nuestras conclusiones y recomendaciones más adelante.
Con respecto a lo segundo hay una gran cantidad de medidas que consi-
deramos deben ser implementadas de inmediato independientemente de
la probabilidad o no de un colapso francés.
Adjuntamos nuestra evaluación pormenorizada en un Anexo.

* El encabezado del presente documento, señalado como propiedad de Su Majestad Británica,


redactado en el Ministerio de Guerra del Reino Unido por el Comité de Jefes del Estado Mayor,
fechado el 25 de mayo de 1940 y situado en Richmond Terrace SW1, lo clasificaba como Top
secret (secreto máximo) y advertía que estaba destinado a mantenerse bajo llave, así como tener
especial cuidado para asegurar su carácter secreto. Firmaban el documento Cyril Louis Norton
Newall, Dudley Pound y Arthur Ernest Percival, quienes eran respectivamente Mariscal de la
Real Fuerza Armada Británica, Almirante de la Real Marina Británica y Asistente en Jefe del
Estado Mayor Imperial.
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 169
Figura 1
Portada original del documento

Conclusiones

3. Hay tres maneras de que Alemania pueda acabar con la resistencia


del Reino Unido: bombardeos ilimitados para minar la moral popular;
hambruna en el país mediante ataques a embarcaciones y puertos, e
invasión y ocupación.

Factor aéreo

4. El hecho cierto es que nuestra capacidad para evitar la derrota


dependerá de tres factores:
(a) Si la moral de nuestro pueblo resistirá la presión del bombardeo
aéreo;
(b) Si será posible importar la cantidad mínima absoluta de productos
necesarios para sustentar la vida y mantener activas nuestras
industrias bélicas;
(c) Nuestra capacidad para resistir una invasión.

170 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Todo esto depende principalmente de la capacidad de nuestras defen-
sas militares para reducir la escala de ataque a límites razonables. Esto
requerirá del reemplazo de bajas en personal y aeronaves en una escala
considerable. Sin embargo, nuestra capacidad de resistir una invasión
puede depender también en gran medida del mantenimiento de una
fuerza de ataque aéreo eficaz.
Estos factores no pueden ser evaluados con certeza, y es imposible
saber si el Reino Unido pueda resistir bajo cualquier circunstancia. Nos
parece que hay buenas razones para creer que el pueblo británico so-
portará las más duras presiones si se da cuenta –como ya comienza a ha-
cerlo– de que la existencia del Imperio está en juego. Debemos concentrar
nuestras energías principalmente en la producción de aviones de combate
y capacitación de tripulaciones, y la defensa de las fábricas clave para la
producción de aeronaves deberá ser prioritaria. A la vez queda claro que
no podemos desatender nuestra fuerza de bombarderos o agotarla en
misiones que no sean de máxima importancia.

Defensa civil

5. Mientras permanezca la organización actual que opera como si


estuviésemos en tiempos de paz, es poco probable que este país pueda
resistir. La Organización de Seguridad Doméstica actual fue diseña-
da para el caso de ataques aéreos desde bases en Alemania y no tiene
la capacidad de enfrentar los problemas que surgirían de la combinación
de ataques aéreos pesados desde bases en un semicírculo desde Trond-
heim hasta Brest, invasión y ataque interno por las fuerzas terrestres de
la quinta columna.

Fuerzas terrestres

6. Alemania tiene capacidad suficiente para invadir y ocupar este país.


Si el enemigo lograra establecer una cabeza de playa, con sus vehículos
apoderados de tierra firme, el ejército del Reino Unido, con un equipa-
miento muy limitado, no tiene el poder ofensivo para expulsarlo.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 171
Fuerzas navales

7. Nuestra primera tarea naval es resguardar al Reino Unido y a sus


suministros marítimos contra un ataque naval. Tenemos las fuerzas
navales suficientes para enfrentar aquellas que el enemigo pueda enviar
contra nosotros en aguas británicas, y podemos proporcionar seguridad
naval para nuestros suministros marítimos. Nuestra habilidad para de-
rrotar por mar un ataque marítimo a este país depende del nivel con el
que nuestras fuerzas navales puedan operar bajo un ataque aéreo pesado
sobre barcos y bases, y es de la mayor importancia fortalecer nuestros
sistemas de inteligencia y exploración para poder asegurar una alerta
temprana y precisa de las intenciones enemigas.

Suministros marítimos

8. Tenemos el transporte adecuado para cumplir con nuestros re-


querimientos, pero la disponibilidad de seguridad aérea sigue siendo el
principal problema. Es posible que tengamos que abandonar nuestros
puertos en las costas del sur y del este por motivos de comercio, y nuestra
capacidad de continuar en la guerra dependerá completamente de nues-
tros puertos en la costa oeste. Por lo mismo, estos deben ser defendidos
adecuadamente. Toda importación no estratégica debe ser eliminada. Si
podemos mantener el 60 por ciento de nuestras importaciones actua-
les podemos abastecernos de alimentos suficientes para el pueblo y
materia prima para continuar con la producción de armamentos esen-
ciales.

El extranjero

9. A largo plazo, Alemania, junto con Italia, intentará derrotarnos en


Egipto y el Medio Oriente.
10. El efecto inmediato de un colapso francés sería la pérdida del
control naval en el Mediterráneo Occidental. Italia podría concentrar
todas sus fuerzas sobre Malta, Gibraltar y Egipto. Es probable que Malta

172 Revista Mexicana de Cultura Política NA


pueda resistir un ataque serio. Podríamos seguir utilizando Gibraltar
como base naval hasta que España se torne hostil. Aun así, Gibral-
tar debería resistir unos 60 días.
11. Para contener a la armada italiana y resguardar Egipto se requiere
una flota de buques de guerra basada en Alejandría. A su debido tiempo
podría montarse un ataque a gran escala contra Egipto desde Libia, y
es posible que tengamos que regresar la armada hasta Adén por el Canal
de Suez y bloquear el Canal. Los preparativos para esto deberán llevarse
a cabo tan pronto como se presente la eventualidad considerada en este
documento.
12. La conservación de Singapur es muy importante para el control
económico, en particular del hule y estaño. Para contrarrestar las movili-
zaciones japonesas en el Oriente, se necesita una flota, con apoyo adecua-
do de fuerzas aéreas, en Singapur. Es muy poco probable que podamos
enviar alguna fuerza naval, y sería necesario depender de Estados Uni-
dos para proteger nuestros intereses.
13. Debemos esforzarnos por mantener nuestra posición en todos
nuestros territorios extranjeros.

Capacidad para derrotar a Alemania

14. Aún es posible derrotar a Alemania por medio de presión eco-


nómica mediante una combinación de ataques aéreos sobre blancos
industriales en Alemania, debilitamiento de la moral del pueblo alemán
y fomentando alzamientos extendidos en los territorios conquistados.
15. El Ministerio de Guerra Económica aconseja en este sentido. Es
imposible sobrevalorar la importancia de lograr este pronóstico, ya que
nuestra única esperanza de ocasionar la caída de Alemania depende de
este factor económico.
16. A pesar de las ganancias inmediatas obtenidas por sus conquistas,
Alemania sigue sufriendo escasez de alimentos, fibras naturales, hule,
níquel y cobalto. Ante todo, incluso con los suministros rumanos, no
tendrá suficiente petróleo.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 173
17. Dada la cooperación total panamericana, debemos poder controlar
todos los productos deficitarios desde la fuente. No habrá neutrales a
excepción de Japón y Rusia.
18. El efecto del bloqueo continuo de suministros ultramarinos a
Alemania será:
(a) Para el invierno de 1940-41, la escasez general de alimentos en
muchas áreas industriales europeas, incluyendo zonas de Ale-
mania.
(b) Para el invierno de 1940-41, la escasez de petróleo forzará a
Alemania a debilitar su control militar en Europa.
(c) Para mediados de 1941, Alemania tendrá dificultades en reem-
plazar equipo militar. Una gran parte de la planta industrial de
Europa se detendrá, dejando a la administración alemana un
problema enorme de desempleo a enfrentar.
19. Los ataques aéreos a los centros petroleros alemanes serán un
importante avance hacia la derrota del enemigo y la reducción de la
intensidad de sus ataques aéreos. La presión que podríamos ejercer por
vía aérea será sumamente limitada debido al efecto de los ataques ene-
migos y la necesidad de conservar nuestra capacidad para lidiar con una
posible invasión.
20. Los territorios ocupados por Alemania probablemente se presten
para plantar la semilla de la insurrección, en particular una vez que se
haya deteriorado la situación económica.
21. Por último, enfatizamos una vez más que estas conclusiones con
respecto a nuestra capacidad de finalizar la guerra de modo exitoso
dependen totalmente de la cooperación absoluta económica y fiscal
panamericana.
22. En vista de nuestros términos de referencia y la naturaleza es-
peculativa del problema, no hemos considerado si el Imperio sería capaz
de continuar la guerra si el Reino Unido fuese derrotado.

174 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Recomendaciones

23. Las siguientes recomendaciones se redactaron antes de que se


promulgara la ley que da al gobierno poder absoluto sobre personas
y propiedad por motivos de guerra. No hemos tenido la oportunidad
de estudiar los detalles de esta ley, por lo cual no dudamos que algu-
nas de nuestras recomendaciones ya las cubran sus provisiones.
Recomendamos que las siguientes medidas se lleven a cabo DE INME-
DIATO, independientemente de lo que ocurra en Francia. Estas medidas
son las mínimas que consideramos necesarias para la seguridad de este
país contra un ataque durante el momento crítico que puede surgir en
los próximos meses:
(i)
Debemos hacer todo lo posible por persuadir a Estados Unidos
de proveer aeronaves, particularmente de combate, lo antes posi-
ble y en grandes cantidades, incluyendo las de las reservas que
actualmente pertenecen al ejército y a la armada de Estados
Unidos.
(ii) Se deben tomar medidas para asegurar la economía más estricta
en el uso de municiones para el Winchester A. A.
(iii) Debemos tomar medidas radicales para evitar cualquier posibi-
lidad de actividades de la quinta columna. Confinar a todos los
enemigos extranjeros y a todos los miembros de organizaciones
subversivas, las cuales deberán ser proscritas.
(iv) Los refugiados extranjeros son una fuente peligrosa de activi-
dad subversiva. Recomendamos que la cantidad de refugiados
admitidos en este país se mantenga al mínimo y que los admi-
tidos se mantengan bajo estrecha vigilancia.
(v) Para asegurar la cooperación necesaria entre las autoridades
civiles y militares, el control operacional de todas las fuerzas de
Defensa Civil, incluyendo la policía de condado y municipal,
etc., debe ser puesto bajo el Ministerio de Seguridad Interior
y ejercido por medio de los comisionados regionales.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 175
(vi) Cualquier evacuación que el gobierno planee realizar en una
emergencia debe llevarse a cabo ahora. Considerando el pe-
ligro de invasión, recomendamos que se lleve a cabo una mo
dificación del sistema para áreas de recepción.
(vii) Que se tomen medidas inmediatas para obtener destructores
y lanchas torpederas de Estados Unidos.
(viii) Que se tome toda medida posible para obtener el apoyo activo
del Éire,* en particular para asegurar el uso inmediato de Be-
rehaven.**
(ix) Que nuestro sistema de inteligencia sea fortalecido con el fin
de tener alerta temprana de los preparativos alemanes para
invadir este país.
(x) La dispersión inmediata del suministro de materias primas
para liberar los puertos de nuestra costa oeste para que se hagan
cargo del aumento sustancial de importaciones.
(xi) La distribución de las reservas de alimentos por todo el país,
hasta donde sea posible, con el fin de prevenir la potencial
desorganización del transporte.
(xii) Se deben organizar centros de abastecimiento y tomar las
medidas necesarias para manejar el alto volumen de mari-
na mercante en puertos de la costa oeste e Irlanda.
(xiii) Todas las importaciones no estratégicas y de lujo deben cesar.
(xiv) Por último consideramos que ha llegado el momento de in-
formar al pueblo del peligro real y educarlo sobre lo que debe
y NO debe hacer si el país es invadido.
(Firmado)
C.L.N. NEWALL
DUDLEY POUND
A.C.I.G.S. (para C.I.G.S.)
Richmond Terrace, S.W.1.

* N. del Ed.: Irlanda.


** N. del Ed.: Puerto estratégico en el sur de Irlanda.

176 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Figura 2
Portadilla original del documento
Secreto máximo
Se llama la atención hacia la naturaleza particularmen-
te secreta del documento adjunto. Se requiere particular
atención y cuidado para su seguridad y su devolución
a las oficinas del Gabinete de Guerra en cuanto ya no sea
requerido.
E.E. BRIDGES
Richmond Terrace, S.W.1,
26 de mayo de 1940

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 177
ANEXO
Estrategia británica en una
cierta eventualidad
Valoración

Objetivo

1. El propósito de este documento es investigar cómo podríamos se-


guir combatiendo solos si la resistencia francesa colapsara por completo,
incluyendo la pérdida de una parte considerable de la Fuerza Expedicio-
naria Británica, y el gobierno francés llegara a un acuerdo con Alemania.
2. Hemos basado nuestra investigación en ciertas suposiciones que
hemos desglosado en el Apéndice A. De estas, la más importante es la
suposición de que contamos con el apoyo absoluto económico y fiscal
de Estados Unidos, sin el cual no creemos poder continuar la guerra
con posibilidades de triunfar. En pocas palabras, la situación estratégica
general que surgiría bajo estas suposiciones es la siguiente:

Situación estratégica y política

3. En las primeras semanas después del colapso francés, el Reino Unido


y sus puertos marítimos se encontrarán a corto alcance del ataque con-
centrado de todas las fuerzas navales y aéreas de Alemania que operan
desde bases entre Noruega y el noreste de Francia. La amenaza de invasión
será constante. Italia estará en la guerra, y el Mediterráneo –exceptuando
el extremo oriental y, hasta cierto punto, la costa norafricana– estará
cerrado para nosotros.
4. En el transcurso del tiempo –a lo largo de varios meses– nuestros
enemigos podrán extender su control económico y militar hasta Espa-
ña, Portugal y África del Norte en el oeste y hasta los Balcanes, excepto
Turquía, en el este. Esto mejorará un poco su situación económica, les
proporcionará bases adicionales para atacar el comercio británico en el
Atlántico, y permitirá la preparación en Líbano de un ataque a gran es-

178 Revista Mexicana de Cultura Política NA


cala contra Egipto. Por otro lado, suponemos que contamos con el apoyo
absoluto económico y fiscal de Estados Unidos, posiblemente incluso su
participación activa. A Japón lo consideramos meramente oportunista,
listo para aprovechar la situación pero manteniendo un ojo vigilante so-
bre Estados Unidos. Rusia, temiendo el creciente dominio de Alemania,
puede llegar a un acuerdo con Suecia y Turquía.

Probable acción del enemigo

5. La derrota de Francia no liberará a Alemania de los riesgos de la


estrangulación económica y el ataque aéreo. Por eso el principal objetivo
en la táctica alemana debe ser la rápida eliminación del Reino Unido.
6. Hay tres métodos generales por los cuales Alemania pudiera lograr
este objetivo:
(a) Ataque aéreo ilimitado dedicado a acabar con la moral del pueblo.
(b) Hambruna en este país por medio de ataques a puertos comer-
ciales,
(c) La ocupación del Reino Unido mediante una invasión.
El factor principal en todos estos sería el uso en gran escala de fuerzas
aéreas.
7. En una visión a más largo plazo, la estrategia alemana buscará fi-
nalmente, con la ayuda de Italia, derrocar nuestra posición en Egipto y
el Medio Oriente y abrir una ruta comercial por el Mar Rojo.

I. Nuestra capacidad para resistir un ataque

Ataque contra el Reino Unido y sus rutas de


aproximación

8. Para poder resistir un ataque alemán contra el Reino Unido y sus


rutas de aproximación, debemos poder derrotar una invasión, mantener
la mayor parte de nuestros suministros marítimos, mantener las fábricas
en marcha y mantener la moral de la gente de este país.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 179
Fuerzas aéreas

9. El punto crucial en este problema es la defensa aérea de este país.


Lo que sigue son los factores principales que modularán la escala del
ataque enemigo: los alemanes podrán concentrar libremente su fuerza
aérea entera contra este país. Su fuerza numérica en este momento está
desglosada en el Apéndice B. El área que podría cubrir esta fuerza en
la supuesta situación es la siguiente: los bombarderos de largo alcance
podrían operar por todas las Islas Británicas y las entradas a los puer-
tos en la costa oeste, incluyendo los puertos irlandeses y escoceses. Los
bombarderos en picada podrían alcanzar un área en el sur y centro de
Inglaterra hasta alcanzar la línea entre Cardiff y Grimsby, mientras los
de corto alcance podrían alcanzar el sureste de Inglaterra.
10. Los alemanes podrán así concentrar una gran cantidad de ataques
por bombarderos de largo y corto alcance sobre gran parte de este país,
incluyendo nuestras áreas vitales en las Midlands* y todos los potenciales
puntos de aterrizaje enemigo en nuestra costa. El hecho de que podrían
escoltar esta fuerza con aviones de caza crea una amenaza, cuya seriedad
no es posible exagerar, ya que resultaría en una pérdida de combatientes
mucho mayor a la que habíamos calculado previamente. Si ellos lograran
tal grado de superioridad aérea, podrían eliminar cualquier objetivo que
quisieran sin obstáculo alguno, salvo el del fuego de la artillería antiaérea.
Esto incrementaría enormemente nuestras dificultades para mantener la
vida normal del país y enfrentar una invasión.
11. Tenemos, por otra parte, estos factores a nuestro favor: cierta
proporción de la fuerza aérea alemana operará desde aeródromos en
un país hostil lejos de la organización principal y abasto de municiones.
Las bajas alemanas han sido sumamente elevadas y continuarán, aun-
que quizá no a un grado tan acelerado. Aunque el enemigo sigue siendo
capaz de reemplazar aviones con reservas y producción, el reempla-
zo de sus tripulaciones mejor entrenadas afectará seriamente la eficacia
de su fuerza aérea. No cabe lugar a duda que la moral de su personal
aéreo también ha sufrido, y que se continuará deteriorando, mientras

* N del Trad.: Región central de Inglaterra.

180 Revista Mexicana de Cultura Política NA


continúe la eficacia de nuestras defensas combatientes. Es por eso que se
puede dudar si los ataques se harán con pleno entusiasmo, especialmente
de día, y si la fuerza aérea enemiga es capaz de mantener un ataque a gran
escala mientras exista la resistencia.
12. La capacidad de la fuerza aérea alemana de minar la eficacia de
nuestras defensas aéreas depende mucho de que pueda destruir nuestros
aeródromos, aeronaves en tierra y nuestra industria aeronáutica. Tene-
mos un sistema de aeródromos y campos de aterrizaje satélites bien
repartidos. El enemigo seguramente tendrá que emplear grandes fuer-
zas de forma específica para lograr infligir bajas considerables en nuestras
fuerzas de primer grado atacando nuestros aeródromos. Durante este
tiempo sus propias bajas por fuego de aviones de combate y artillería
antiaérea serán altas, pero la defensa de los aeródromos ocupará gran par-
te de nuestra fuerza combatiente que podría utilizarse para defender otras
áreas vitales. Una debilidad peligrosa en nuestra industria aeronáutica es
la concentración de toda nuestra producción de motores para la fuerza
de combate en dos fábricas. Bajo un ataque sostenido es sumamente du-
doso que pudiéramos recibir más que una fracción de nuestra actual ci-
fra de producción. Nuestra fuerza de primer grado podría, por lo mismo,
disminuirse rápidamente debido a una alta tasa de pérdidas y una baja
tasa de producción. Por eso sería sumamente importante hacer todo lo
posible por obtener cantidades de aeronaves de Estados Unidos y man-
tener abiertas nuestras rutas marítimas a través del Atlántico.
13. Nuestra capacidad para proteger los aeródromos y la industria
aeronáutica depende en gran parte del mantenimiento de una fuerza de
aviones de combate. Su posición totalmente dominante en la organización
de defensa aérea se ha visto claramente en las últimas semanas. Incluyendo
fuerzas navales y bases de la flota, nuestra fuerza combatiente tiene una
gran área por cubrir. El poder concentrarnos en áreas decisivas sería de
gran valor para economizar aviones de combate, y cualquier medida que
se pueda tomar para reducir la cantidad de áreas vitales por defender
debe ser implementada.
14. El segundo factor en la defensa aérea es el cañón. De las cantidades
aprobadas para la defensa aérea de Gran Bretaña sólo está disponible
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 181
en este momento un 44% de unidades pesadas y 18% de ligeras. Estos
escasos recursos deben también concentrarse en las áreas más sensibles,
así como la cantidad máxima de equipos rescatados de Francia. Es igual
de importante racionalizar el uso de municiones y asegurar que se hagan
planes y preparativos para modificar disposiciones tácticas para enfrentar
etapas del ataque enemigo.
15. No podemos enfrentar una invasión sólo con aviones de combate.
Una fuerza aérea pesada no sólo es importante para enfrentar el asalto
marítimo, sino también para presionar directamente a Alemania atacando
objetivos en ese país.
16. Las fuerzas de aviones de caza y bombarderos que tenemos
disponibles en este país a la fecha están desglosadas en el Apéndice
C. Esta fuerza sin duda se verá más reducida antes de que tenga lu-
gar la situación aquí considerada. Nótese que nuestras reservas han
alcanzado cantidades peligrosamente bajas y que por eso depende-
mos vitalmente de un flujo continuo de producción. Las unidades
de aeronaves operacionales que nos han enviado desde Estados Uni-
dos y Canadá se encuentran desglosadas en el Apéndice D. Los pedidos
actuales son totalmente insuficientes para reemplazar bajas si nuestra
propia producción fuera a cesar. Se le debe dar la más alta prioridad a
los nuevos pedidos de aviones de combate bajo consideración, y debe-
ríamos persuadir al gobierno de Estados Unidos de liberar aeronaves de
sus fuerzas de primera línea.

Defensa civil

17. No cabe duda que, en las circunstancias que estamos conside-


rando, la moral del país se encontrará bajo mayor presión que nunca
antes. No sólo se desgastará el valor de la nación bajo los daños físicos y
la desmoralización por los intensos y continuos bombardeos, sino que
estos ataques se dirigirán a objetivos importantes con el propósito no
sólo de destruir al objetivo sino de dispersar a los trabajadores. Además,
la propaganda y las actividades de la quinta columna jugarán un papel
peligroso en desmoralizar al país.

182 Revista Mexicana de Cultura Política NA


18. Mientras continúe la actual organización que opera casi como en
tiempos de paz no hay garantía de que este país pueda resistir. La Orga-
nización de Seguridad Doméstica actual fue constituida exclusivamente
para lidiar con ataques aéreos y el volumen de esos ataques fue calculado
de acuerdo a la premisa de que las aeronaves del enemigo operarían desde
Alemania. No toma en cuenta los nuevos problemas que surgen de una
combinación de un ataque aéreo pesado, invasión y actividades de la
quinta columna como se han vivido en países que ya fueron agredidos
por Alemania, y a lo cual nos encontramos expuestos ahora. Un ataque
de este tipo podría ahora originarse desde los puertos sobre el Canal de la
Mancha. Creemos que, con buena organización, este país podría resistir,
pero si hemos de sobrevivir la guerra total, es imperativo organizar el país
como una fortaleza bajo condiciones totalitarias. Estamos satisfechos de
que el país está preparado para aceptar plenamente cualquier medida que
se considere necesaria con tal de que se impartan instrucciones claras. Al
mismo tiempo es importante que se tomen pasos inmediatos para dejar
claro a la nación la gravedad del problema y la necesidad del sacrificio
del individuo a favor de los intereses del Imperio.
19. Con este fin consideramos que las siguientes medidas, entre otras,
deben ser tomadas para implementar esta recomendación.
(a) Que el control operativo de todas las fuerzas de defensa civil,
incluyendo la policía de condado y la municipal, no esté en manos
de las autoridades locales sino que se traslade al Ministerio de
Seguridad Interna y se ejerza por medio de comisionados regio-
nales.
(b) Que todos los extranjeros originarios de países enemigos así como
miembros conocidos de organizaciones subversivas deben ser
encarcelados.
(c) Que no se debe permitir ninguna evacuación o movimiento de
refugiados, para no entorpecer de esta manera movilizaciones im-
portantes. De esta forma se limita el problema de la evacuación a
una cuestión de condiciones de “pánico” local. (Nótese que el co-
rolario de esto es que cualquier evacuación considerada necesaria
debió ocurrir antes de que se presente la emergencia.)
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 183
Fuerzas terrestres

20. Alemania tendría abundantes tropas (70 divisiones o más)


para la invasión de este país, aun tras haber dispuesto suficientes pa-
ra la ocupación de territorios conquistados, incluyendo a Francia, y para
operaciones limitadas en el sureste de Europa.
Las tropas disponibles en este país durante los siguientes dos o tres
meses serán:
Entrenados, equipados y activados 3 divisiones y media*
Parcialmente entrenados, casi totalmente 3 divisiones,
equipados a excepción de artillería 2 divisiones motorizadas
Casi sin entrenar, con poco equipo 5 divisiones
y dos divisiones blindadas, de las cuales se podría movilizar el equivalente
a dos brigadas.
Adicionalmente hay 57 Batallones de Defensa Doméstica asignados
a la defensa de puntos vulnerables y muchos hombres en unidades de
retención, centros de entrenamiento, etc. Es poco probable que más
de una pequeña porción de la Fuerza Expedicionaria Británica pueda
ser evacuada de Francia. Es probable que la mayor parte de su equipo y
munición se haya perdido. Sin embargo, fuerzas adicionales de países de
los dominios, que no han recibido todo su entrenamiento, se encuentran
camino al Reino Unido.
21. La principal debilidad de nuestra Fuerza de Defensa Doméstica es
la falta de equipo, artillería y municiones. Si los alemanes lograran colocar
una fuerza motorizada en este país, nuestras fuerzas armadas no tienen
el poder ofensivo para expulsarlos. Sin embargo, el mantenimiento de
las líneas de comunicación para una fuerza semejante sería un problema
difícil para el enemigo.

* N. del Ed.: La unidad militar división consta de 10,000 a 30,000 soldados; la brigada tiene entre
3,000 y 10,000.

184 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Fuerzas navales

22. La primera y vital tarea de nuestras fuerzas navales es garantizar


la seguridad del Reino Unido y sus suministros esenciales contra un
ataque marítimo. Todo otro compromiso naval es secundario a esto; y,
si nuestras fuerzas navales se encuentran reducidas por bajas o daños,
debemos mantener su fuerza cueste lo que cueste tomando más de nues-
tras bases extranjeras.
23. También es importante mantener nuestra posición en el Medi-
terráneo Oriental, y para eso será esencial una fuerza de buques de gue-
rra para contener a la armada italiana. Una vez logrado esto, todavía será
posible igualar a la armada alemana en aguas británicas y proporcionar
escoltas marítimas. Podríamos recibir apoyo en esto de cualquier fuerza
naval francesa que no haya capitulado.
24. Cualquiera que sea nuestra fuerza naval en aguas británicas, nues-
tra capacidad de dominar el Mar del Norte y el Canal de la Mancha
dependerá de nuestra habilidad de movilizar fuerzas de superficie cer-
ca de bases aéreas enemigas. El que podamos mantener fuerzas navales
eficaces en las costas del este y sur al enfrentar un ataque a gran escala no
es seguro; si no podemos hacerlo, la probabilidad de interceptar fuerzas
enemigas antes de que alcancen nuestras costas será claramente menor.
Por último, el que podamos operar grandes fuerzas de superficie en la
parte sur del Mar del Norte y en el Canal de la Mancha tampoco es seguro.
En el mejor de los casos, podremos seguir usando nuestras actuales bases
y operar las fuerzas de superficie suficientes por nuestras costas del sur y
este sin bajas o daños significativos; en el peor de los casos, puede ser que
tengamos que aceptar que no podemos hacerlo. Lo único que podemos
decir por el momento es que sería imprudente pensar así.
25. Ya que Alemania se encuentra en posesión de puertos en Norue-
ga, Holanda, Bélgica y Francia, nuestras estrategias navales deben ser
planeadas para enfrentar la amenaza de invasión marítima ya sea en la
costa sur o este del Reino Unido. En una acción semejante es probable
que Alemania utilice todas sus fuerzas navales (ver Apéndice E) y por
eso debemos basar una armada principal de buques de guerra para in-

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 185
terceptar fuerzas pesadas alemanas. Rosyth es la base en el Mar del Norte
mejor ubicada para este propósito, pero un ataque aéreo podría volverla
inviable, en tal caso Scapa sería la siguiente mejor base.
26. El problema del Canal de la Mancha es más difícil, ya que con
fuerzas navales operando desde puertos franceses, el apoyo brindado por
una armada en el norte no es suficiente, y es posible que sea necesario
situar buques de guerra en puertos en la costa oeste o irlandeses. El uso
de Berehaven como base de operaciones sería de gran importancia para
nuestras fuerzas ligeras, que cubrirían las rutas a los puertos en la cos-
ta oeste. En este sentido, mencionamos que será de mayor importancia
prevenir que Alemania utilice bases de abastecimiento de combustible
navales o aéreas en Éire, y consideramos que esto se le comunique de
manera firme al gobierno de Éire.
27. No se puede exagerar la importancia de fortalecer nuestros sistemas
de inteligencia y patrullas de exploración para tener la más temprana
advertencia posible de los preparativos de invasión.
28. Nuestra capacidad de controlar el Mar del Norte y el Canal de
La Mancha depende de la cantidad de fuerzas ligeras de que podemos
disponer en estas aguas y operar ahí en caso de un ataque aéreo. Ca-
recemos de destructores, y es crucial que nos esforcemos por obtener
refuerzos de Canadá y Estados Unidos. Retirarnos de Narvik* liberaría
más destructores.
29. Se deben planear operaciones de colocación de minas en el Estre-
cho de Dover para prevenir la navegación hacia los puertos franceses en
el sur y la colocación de una cortina de fuego** en la costa sur, y se debe
intensificar la colocación de minas cerca de puertos enemigos.

* N. del Ed.: Puerto noruego del norte, considerado estratégico en la época para abastecer a
Alemania de materias primas indispensables en la industria bélica.
** N. del Ed.: En terminología militar, un conjunto de cañones para saturar con bombas una zona
determinada.

186 Revista Mexicana de Cultura Política NA


30. Aparte de medidas defensivas, deben realizarse operaciones para
destruir embarcaciones enemigas en puerto, si se presenta la oportunidad,
para dar un golpe directo a la capacidad del enemigo para llevar a cabo
movilizaciones marítimas.

Suministros Marítimos

31. Tenemos suficiente transporte marítimo para cumplir con nues-


tros requerimientos, aunque debemos suponer que se intensificarán los
ataques del enemigo contra nuestras naves comerciales y fuerzas navales,
tanto en aguas británicas como en el extranjero.
32. Sin embargo, el verdadero problema es la disponibilidad de segu-
ridad aérea en aguas británicas. Si el enemigo lanza un ataque en gran
escala contra el Reino Unido, habrá una ofensiva aérea intensa sobre
nuestros puertos en las costas sur y este, y es posible que tengamos que
abandonarlos por completo para uso comercial.
33. Existen planes para desviar todo el comercio marítimo a los puer-
tos de la costa oeste y, si logramos mantener el 60% de nuestros volú-
menes actuales, pensamos que debería ser posible obtener suficientes
provisiones para abastecer al pueblo y suficiente materia prima para
continuar nuestra producción de armamentos esenciales, aunque
sea a tasa reducida. Una vez más señalamos la relevancia de reducir ahora
las importaciones no sustanciales (como los plátanos y los juguetes in-
fantiles), para tener disponible un importe máximo de materias primas
fundamentales y tener reservas de estos suministros esenciales. Y aún
si nuestras importaciones fueran a ser reducidas al mínimo, debemos
poder resistir un periodo crítico de unas cuantas semanas dependiendo
de las reservas que se han acumulado para enfrentar este tipo de crisis.
Para incrementar nuestra capacidad de resistir, debemos implementar
ya planes drásticos para el racionamiento y la distribución de bienes.
Sin embargo, nuestra capacidad para continuar la guerra depende del
mantenimiento eventual de suministros por los puertos de la costa oeste,
y señalaríamos que esto plantearía grandes problemas en la transferencia

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 187
de mano de obra. Por otra parte, los mismos puertos de la costa oeste
serán sujetos a ataques aéreos, aunque posiblemente a menor escala que
aquellos en las costas este y sur.

La influencia del factor aéreo sobre nuestra capacidad


para resistir un ataque

34. El hecho crucial es que nuestra capacidad para evitar la derrota


dependerá de tres factores:
(a) Si la moral de nuestra gente resistirá la presión del bombardeo
aéreo;
(b) El que sea posible importar el mínimo esencial absoluto de pro-
ductos para sostener la vida y mantener activas nuestras industrias
bélicas.
(c) Nuestra capacidad para resistir una invasión.
Todo esto depende principalmente de que nuestras defensas com-
batientes sean capaces de resistir la escala del ataque dentro de límites
razonables. Esto necesitará el reemplazo de bajas de personal y aerona-
ves a gran escala. Sin embargo, es posible que nuestra capacidad de resistir
una invasión dependa en gran parte de la disponibilidad de una fuerza
de ataque aéreo eficaz.
Estos factores no pueden ser evaluados con certeza y es imposible saber
si el Reino Unido sería capaz de resistir en todas las circunstancias. Nos
parece que hay buena razón para creer que el pueblo británico resistirá
la mayor presión, si se percata –como comienza a hacerlo– de que la
existencia del Imperio depende de ello. Debemos concentrar nuestros
esfuerzos principalmente en fabricar aeronaves y formar tripulacio-
nes, y se le deberá dar prioridad a la defensa de aquellas fábricas esenciales
para la producción de aviones de combate. A la vez queda claro que no
podemos descuidar nuestra fuerza bombardera o gastarla en operaciones
que no sean de máxima importancia.

188 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Acción enemiga contra nuestras posesiones
e intereses foráneos

Fuerzas navales

35. El efecto inmediato de un colapso francés en el Mediterráneo y


el Medio Oriente sería la pérdida del control naval en el Mediterráneo
Occidental. Esto le permitiría a Italia concentrar todo su poder contra
Malta, Gibraltar, Egipto y nuestros intereses en el Oriente Próximo.
36. Malta tiene reservas de alimento para el pueblo y la milicia por
seis meses, pero hay escasez de artillería antiaérea y municiones y es
poco probable que la isla resista más de un ataque marítimo serio, o que
pudiéramos utilizarla como base naval.
37. Gibraltar, a menos que sea atacado con gas, podría resistir 60
días contra una España hostil, y hasta es posible que se le proporcionen
suministros para extender este periodo. Sería posible seguir utilizando
Gibraltar como base naval hasta que España se vuelva hostil.
38. Sería imposible, con las fuerzas de las cuales disponemos, contro-
lar las rutas marítimas en el Mediterráneo Occidental tanto como en el
Oriental. Sin embargo, debemos mantener fuerzas ligeras en las rutas
Atlánticas para interceptar invasores, marina de cabotaje y evasores
del bloqueo. Si Gibraltar se volviera inutilizable, podríamos ocupar Casa-
blanca, fallando lo cual las bases más cercanas serían Dakar y Freetown,
ambas demasiado lejanas para ser de mucho valor. Sería importante
prevenir que fuerzas enemigas utilicen las Azores, las Islas Canarias o
las Islas de Cabo Verde como bases, y, si nos fuese imposible utilizar
Casablanca, es posible que nosotros mismos necesitemos ubicar fuerzas
navales en esas islas.
39. Las únicas bases navales restantes en el Mediterráneo serían
Alejandría y Haifa en la Cuenca Oriental, y es tan importante mantener
nuestra posición en Egipto que consideramos que debería colocarse una
armada de buques de guerra en Alejandría.
40. Calculamos que se podría disponer de suficientes fuerzas para con-
tener a la armada italiana y aun así mantener suficientes unidades navales
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 189
para operaciones en aguas británicas y en otras partes. Los suministros
por la ruta del Mar Rojo serían sujetos a ataques desde el este italiano
de África, y la misma armada operaría de manera continua dentro del
rango de las fuerzas bombarderas enemigas. A pesar de esto, creemos
que debería mantenerse ahí mientras sea posible por la seguridad de
Egipto y como una influencia estabilizadora sobre Turquía y los países
del Medio Oriente. Además, con su presencia, prevendría que una gran
parte de las fuerzas navales italianas puedan navegar al Mediterráneo
Occidental y al Atlántico.

Fuerzas terrestres y aéreas

41. Durante las primeras etapas, la situación en Egipto no cambiaría


mucho de lo que ya habíamos imaginado en caso de una guerra con Italia.
Nuestras fuerzas son lo suficientemente fuertes para enfrentar un ataque
italiano en esa área y hay suficientes reservas de equipo y municiones para
90 días en tasa de uso ilimitado. Sin embargo, hay una grave escasez de
aeronaves y cañones antiaéreos y el problema de la defensa aérea es grave
aun contra la escala de ataque proyectada en este momento. El problema
de mantenimiento empeoraría con un Mediterráneo clausurado y un
Mar Rojo peligroso. Sin embargo, la escala de ataque en el Mar Rojo
disminuiría gradualmente, conforme el enemigo enfrentara dificultades
en mantener sus esfuerzos aéreos en Abisinia.
42. Tras un periodo de varios meses, no cabe duda que los alemanes
e italianos obtendrían el control militar y económico de toda la zona de
los Balcanes, excepto Turquía, España y el norte francés de África. La
escala de ataques lanzados desde Libia sería mucho mayor y mientras
tanto habría incrementado el problema de la seguridad interna en el
Medio Oriente. Eventualmente, después de algunos meses, un ataque
pesado con el apoyo considerable de fuerzas aéreas podría ser lanzado
desde Libia, en cuyo caso sería incierto poder mantener nuestra posición
en Egipto. Si no es posible, será necesario retirar la armada hasta Adén
y bloquear el Canal. Deberían hacerse preparativos para ello tan pron-
to como se presente la situación considerada en este documento. A menos

190 Revista Mexicana de Cultura Política NA


de que sea posible incrementar la escala de defensa aérea en Egipto an-
tes de ello, es dudoso que la milicia pueda resistir.
43. La situación en Irak depende principalmente del mantenimiento
de la seguridad interna en ese país. No puede haber ningún deterioro
inmediato después del colapso francés. Sin embargo, es posible que nues-
tra posición en ese país se vuelva insostenible después de unos meses,
en cuyo caso sería necesario retirarnos hasta Habbaniya para proteger
Basra y los campos petroleros anglo-iraníes. Se podría proporcionar una
división desde India para este propósito.
44. No habrá ninguna amenaza militar directa hacia la India, pero no
podríamos depender de poder sacar tropas británicas de la India.

El Lejano Oriente

45. Sólo en la eventualidad de que Japón se vuelva hostil habrá una


amenaza hacia nuestras posesiones en el Lejano Oriente. Con Estados
Unidos activamente de nuestro lado es poco probable que Japón lanzara
un ataque directo contra territorio británico; aunque sin duda aprove-
charía cualquier oportunidad que se presente. Desde el punto de vista
económico es sumamente importante retener Singapur, particularmente
por el hule y el estaño.
46. Se necesita una armada en Singapur, con apoyo suficiente de las
fuerzas aéreas, para contrarrestar movilizaciones japonesas en el Lejano
Oriente. Apenas será posible saber cuántas fuerzas podemos enviar dada
la situación en ese momento. Es poco probable que podamos enviar
fuerzas navales al Lejano Oriente. Es por eso que debemos depender de
Estados Unidos para resguardar nuestros intereses en el Lejano Oriente.
47. Se le debería pedir a Australia que considere reforzar la guarnición
en Singapur.

Otras fuerzas en el extranjero

48. Debemos procurar mantener nuestra posición en todos nues-


tros territorios de ultramar. En vista de la necesidad de concentrar todos
los recursos británicos en puntos vitales, es necesario considerar si la
Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 191
responsabilidad de ciertas guarniciones aisladas se le pudiera entregar a
los Dominios; por ejemplo, puede pedírsele a Canadá hacerse cargo de
la defensa de las Indias Occidentales y de Islandia.

II. Capacidad de derrotar a Alemania

49. La derrota de Alemania puede lograrse a través de una combina-


ción de presión económica, ataques aéreos en objetivos económicos en su
territorio y en la moral alemana, y con la organización de un alzamiento
generalizado en los territorios conquistados.

Presión económica

50. Las siguientes conclusiones generales a las cuales hemos llegado en


este amplio problema económico han sido alcanzadas tras una consulta
con un representante del Ministerio de Guerra Económica.
51. El control alemán de los recursos de Europa del Oeste y una parte
del Norte de África le asegurará un número de ventajas económicas in-
mediatas. Sin embargo, Alemania y el área bajo su control dependerán
aún de fuentes externas para obtener mercancías esenciales, particu-
larmente fibras naturales para ropa y calzado, hule, estaño, níquel y
cobalto. Además, los territorios ocupados de Europa del Oeste agrava-
rán la escasez de alimentos, lo cual ya es un serio problema en el Reich; y
la producción total de petróleo de Rumania, Polonia y Alemania sumada
a los suministros que se puedan obtener de Rusia, no será suficientes
para mantener las reservas alemanas e italianas, mismas que deberán ser
aplicadas desde un principio.
52. Con cooperación panamericana genuina y extensa y con los
imperios holandés, belga y francés a nuestra disposición, estaremos en
una posición fuerte para controlar en su origen toda la materia prima
deficitaria, ya que salvo Japón y Rusia y algunos pocos territorios aisla-
dos, no habrá neutralidad. Esto ya no será posible mediante controles de
contrabando normales que presuponen visitas e inspecciones.
Nuestra capacidad para ejercer presión económica de esta naturaleza
dependerá de la cooperación estadounidense. Bajo este supuesto, y siem-
192 Revista Mexicana de Cultura Política NA
pre y cuando podamos mantener el control sobre los imperios aliados
en el extranjero y control naval de los océanos más grandes y las zo-
nas específicas que llevan al sector del bloqueo, la cantidad de suminis-
tros que lleguen a Alemania por evasión del bloqueo será insignificante.
53. El efecto de bloquearle a Alemania suministros del extranjero se
manifestará de la siguiente manera: primero, escasez de comida. Depen-
diendo del rendimiento de las cosechas en 1940, las cuales se espera serán
bajas, la Europa controlada por Alemania tendrá escasez de pan y trigo.
También habrá una falta generalizada de grasas esenciales y frutas. La vida
se mantendrá durante un tiempo con la matanza intensiva de animales
inmaduros. Esto sería necesario porque, después del final de la tempora-
da de agostadero, habrá una carencia de alimentos. Probablemente será
una cuestión de meses antes de que el acaparamiento de alimentos de
las comunidades rurales provoque una grave falta de comida en las zonas
industriales, incluyendo partes de Alemania misma.
54. En segundo lugar, se debe esperar que disminuya la capacidad
ofensiva de Alemania por la escasez de petróleo. Toda su disponibili-
dad petrolera sumada a la italiana y a la rumana, además de pequeños
suministros de Rusia, casi serán suficientes para proveer los lubricantes
y gasolina necesarios para mantener una administración ordenada y
la actividad industrial mínima en el continente entero. En cuanto los
suministros iniciales se agotaran, y si se pudieran destruir las plantas de
combustible sintético, las guarniciones alemanas se verían inmovilizadas
y su capacidad ofensiva acumulativamente reducida.
55. Un tercer efecto sería en la calidad del equipo de guerra alemán.
Es imposible estimar la cantidad de material de guerra que las fuerzas
armadas alemanas tendrán que consumir bajo las condiciones postula-
das. Pero es seguro que al verse privadas de todas las importaciones de
ciertos metales esenciales no ferrosos, de aleación, hules y algodón y lana,
Alemania no sería capaz de mantener un alto índice de reemplazo, y se
debe esperar que la calidad de su equipo de guerra, incluyendo aviones,
disminuya. Aún sin existir un alto consumo de material de guerra una

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 193
gran parte de la planta industrial de Europa se detendría, arrojando so-
bre la administración alemana un inmenso problema de desempleo que
tendría que manejar.
56. Respecto al factor tiempo, se nos informa que la no disponibilidad
de estos suministros es probable que desemboque en hambrunas extendi-
das en muchas de las áreas industriales, incluyendo partes de Alemania,
antes del invierno de 1940 (suponiendo un temprano colapso francés).
Por las mismas fechas el agotamiento de los suministros de petróleo
forzará a Alemania a debilitar su control militar en Europa o a inmovi-
lizar sus fuerzas armadas. Para mediados de 1941, Alemania encontra-
rá difícil reemplazar su equipo militar. Este proceso de agotamiento sería
acelerado en parte por la destrucción de las plantas de petróleo sintéti-
co de Alemania y de los pozos rumanos, por el bloqueo del Danubio y la
desviación de los suministros de petróleo de Rusia.

Ataque aéreo de objetivos económicos en Alemania

57. Los factores económicos han mostrado que el objetivo primario de


nuestro ataque aéreo deben ser los depósitos de combustible del enemigo
y puntos estratégicos en su sistema de transporte. Ya hemos hecho avances
en la eliminación sistemática de objetos clave (el efecto de lo cual no se
ha tomado en cuenta en el estimado previo de suministros) y si logramos
mantener estos ataques, aun en escala leve, se hará una contribución
importante hacia la derrota del enemigo. Además, la escasez de aceites
lubricantes y gasolina puede tener un efecto muy importante en la inten-
sidad de la ofensiva aérea en contra de este país en los meses siguientes.
58. La presión que podemos ejercer a través de acciones aéreas sería,
por algún tiempo, extremadamente limitada, debido a las consecuencias
de la ofensiva enemiga y la necesidad de conservar una proporción de
nuestra capacidad ofensiva para enfrentar una contingencia de invasión.
No podríamos esperar hacer más que mantener una escala de ataque
muy limitada hasta que pudiéramos obtener recursos adicionales de los
Dominios y de Estados Unidos. Con el tiempo podríamos esperar un
ataque a Alemania a mayor escala al establecer al Reino Unido como una

194 Revista Mexicana de Cultura Política NA


base avanzada para la operación de bombarderos de largo alcance traídos
desde centros de producción a lo largo del Atlántico.

Acciones subversivas

59. El único otro método para derrocar a Alemania es estimular


alzamientos en los territorios ocupados. Es probable que los países ocu-
pados sean tierra fértil para estas operaciones, particularmente cuando
las condiciones económicas comiencen a deteriorarse.
En las circunstancias avizoradas, consideramos este tipo de actividad
como de gran importancia. Se necesitaría una organización especial y
deberán ser preparados planes para poner estas operaciones en mar-
cha, y todas las preparaciones necesarias y entrenamiento deben proceder
con urgencia.

Aspectos políticos de la presión económica

60. Los asuntos políticos y morales involucrados al imponer en Euro-


pa los severos efectos de la presión económica pueden presentar serias
dificultades. Será necesario darnos cuenta, sin embargo, que es sólo a
través de esta presión que podemos asegurar la derrota de Alemania, y
que al resistir permaneceremos como un núcleo sobre el cual se puede
intentar la reconstrucción de la civilización europea.
Si, por otro lado, no perseveramos, el colapso económico de Europa
y el Reino Unido bajo una administración nazi corrupta podría pospo-
nerse por poco tiempo, y no tendríamos oportunidad de contribuir a la
reconstrucción de Europa.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 195
Apéndice A
Supuestos sobre el entorno político

1. La situación política exacta es impredecible, pero consideramos que


los supuestos más probables que podemos hacer son:
(a) Italia será hostil.
(b) Todos los territorios franceses en Europa y el norte de África
serán accesibles a las fuerzas enemigas eventualmente, y serán
tratados como territorios hostiles. Las fuerzas armadas en Eu-
ropa y el norte de África dejarán de luchar. Parte de la armada
y ciertos elementos de las fuerzas terrestres y aéreas en las zonas
más remotas del imperio francés seguirán apoyándonos en la
guerra.
(c) España, Portugal y los Balcanes (excepto Turquía), junto con sus
recursos, caerán eventualmente bajo el dominio militar y econó-
mico de Alemania o Italia.
(d) Nuestro prestigio en el Medio Oriente sufrirá un gran revés en
general, lo cual probablemente nos vea involucrados en proble-
mas de seguridad interna en Egipto, Palestina e Iraq. La severidad
de nuestros problemas será determinada en gran parte por la
actitud de Turquía, que podría dejar de ser un aliado activo en
las circunstancias previstas.
(e) Japón explotará la situación a su ventaja en el Lejano Oriente,
aunque su disposición a atacar territorio británico dependerá de
la actitud de Estados Unidos.

2. Por otra parte, suponemos que:


(a) El Imperio entero, con la posible excepción del Éire, aumentaría
sus esfuerzos en apoyo del Reino Unido. Sin embargo, la actitud
de India sería dudosa e influenciada en gran parte por la situación
en el Medio Oriente y el grado de dificultades que enfrentemos
a nivel doméstico.

196 Revista Mexicana de Cultura Política NA


(b) Podríamos contar con el apoyo económico y fiscal total de Estados
Unidos de América, posiblemente hasta su participación activa
de nuestro lado. Es probable que el resto de los países america-
nos sigan este ejemplo. Hasta qué grado podrían asistirnos las
fuerzas americanas dependería del grado de involucramiento que
llegara a tener Estados Unidos con Japón.
(c) Rusia estará muy alarmada por el poder creciente de Alemania.
Intentará mejorar su posición con relación a Alemania si es posi-
ble hacerlo sin entrar en un conflicto militar mayor. Es posible
que llegue a un acuerdo con Turquía y Suecia para tal fin.

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 197
198
Apéndice B
Situación actual de la capacidad aérea alemana
10/5/40 Pérdidas durante Producidas Reservas
——— Primera Reserva el período 10/5/40 durante el Balance a partir del
Línea – 24/5/40 período. 24/5/40.
Bombarderos de largo alcance
Aeronaves de sondeo } 2,600 3,300

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Bombarderos en picada 500 1,200 1,000 500 -500 7,000
Aviones de caza 1,500 2,500 100 ligeramente menos 100
Cooperación militar 400 200 dañadas ligeramente
Comando costero 350 300 dañadas
5,350 7,500
Transporte de bombarderos
Ju. 52 500 300 25 -375 -75
Ju. 86 100 … } 400
600 300
NOTAS:
1. Los informes de la Fuerza Aérea Británica, de los franceses y holandeses no detallan los tipos. Por lo tanto no es posible
establecer las bajas de las categorías individuales.
2. Las tripulaciones entrenadas en reserva se calculan al 100 por ciento de las tripulaciones de primera línea.
Apéndice C1
Recursos de la fuerza armada aérea doméstica en mayo de 1940, excluyendo los
aviones estacionados en Francia
Fuerza operativa, incluyendo: Reserva de aviones* disponibles Reserva de aviones * que no están
Todo avión de primera línea inmediatamente, incluyendo: disponibles inmediatamente, incluyendo:
en escuadrones en operación i) Aviones de reserva utilizables i) Aviones reparables en unidades.
disponibles para el servicio en escuadrones. ii) Aviones en almacenamiento con
Tipos en un plazo de siete días. ii) Aviones en unidades de equipo insuficiente.
capacitación operativas y iii) Aviones de servicio en unidades de
escuadrones no operativos. entrenamiento y de reserva, un porcentaje
iii) Aviones utilizables en de los cuales puede estar totalmente
almacenamiento. equipado.
Bombarderos pesados 316 148 445
(incluyendo los escuadrones
de reserva, los cuales pueden
operar si es necesario)
Bombarderos medianos
Blenheim 84 98 264
Batalla 103 753
Caza
Huracán,Spitfire, y Rebeldes 491 134 528
Blenheim 145 63 157
Gladiador 3 27 50
Cooperación militar 134 200
* En condiciones de servicio.

Ministerio de Guerra Británico


Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
199
200
Continúa Apéndice C1
Recursos de la fuerza armada aérea doméstica en mayo de 1940, excluyendo los
aviones estacionados en Francia
Fuerza operativa, incluyendo: Reserva de aviones operativos dis- Reserva de aviones operativos que no están
Todo avión de primera línea ponibles inmediatamente, incluyendo: disponibles inmediatamente, incluyendo:
en escuadrones en operación i) Aviones de reserva utilizables i) Aviones reparables en unidades.
disponibles para el servicio en escuadrones. ii) Aviones en almacenamiento con
Tipos en un plazo de siete días. ii) Aviones en unidades de equipo insuficiente.

Revista Mexicana de Cultura Política NA


capacitación operativas y iii) Aviones de servicio en unidades de
escuadrones no operativos. entrenamiento y de reserva, un porcentaje
iii) Aviones utilizables en de los cuales puede estar totalmente
almacenamiento. equipado.
Costeros
Reconocimiento general y 184 221 820
aviones terrestres (incluyendo 643 Ansons)
bombarderos torpedo
Hidroaviones 33 13 20
NOTAS:
a) No incluye las aeronaves accidentadas no reparables o aeronaves sin motor.
b) La fuerza operativa total difiere del recuento anterior que toma en consideración la capacidad de recibir servicio.
c) Las pérdidas desde el 16 de mayo llegan a 114.
Apéndice C2
Unidades aéreas británicas no incluidas en la tabla
de unidades domésticas, las cuales han sido o están
siendo empleadas en Francia
A.A.S.F.* en Francia en mayo 22
Batalla 52
Huracán 38
Blenheim– devuelto al Reino Unido número desconocido
Componentes aéreos que regresaron a Reino Unido
Blenheim número desconocido
Huracán 45 reportados
Gladiador 15 reportados
Lysandro número desconocido
Unidades del Comando Aéreo de Guerra que regresaron
al Reino Unido en mayo 21
Huracán posiblemente 30-40
Total de lo anterior
Blenheim desconocido
Batalla 52
Huracán aproximadamente 120
Gladiador 15
Lysandro desconocido
Noruega
Huracán- regreso 18
Gladiador 16
Mayo 23, 1940

* Fuerza Avanzada de Ofensiva Aérea por sus siglas en inglés.


Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino
Ministerio de Guerra Británico 201
Apéndice D
Pronóstico de producción doméstica (y en los dominios)
de aviones, mayo-octubre 1940
May. Jun. Jul. Ago. Sep. Oct. Totales
Bombarderos
1. Blenheim 145 145 145 108 145 145 853
2. Hampden 28 19 16 17 18 20 118
3. Hereford 20 20 15 ··· ··· ··· 55
4. Whitley 26 27 28 21 29 30 161
5. Albermarle ··· 1 2 6 12 20 41
6. Wellington 47 51 51 50 70 79 348
7. Manchester 2 3 5 7 10 15 42
8. Stirling 3 4 7 7 15 21 57
9. Halifax 1 3 4 6 6 6 26
Bombarderos para entrenamiento
10. Batalla 30 20 10 ··· ··· ··· 60
11.Batalla 60 60 60 45 60 60 345
(remolque para objetivos)
Caza
12. Desafiante 38 40 48 40 60 60 286
13. Huracán 130 140 150 120 170 180 890
14. Tornado ··· ··· ··· ··· ··· 6 6
15. Spitfire 75 86 95 88 111 125 580
16. Beaufighter 12 18 24 24 35 40 153
17. Torbellino 6 8 12 10 16 16 68
Reconocimiento
18. Anson 80 80 80 60 80 80 460
19. Beaufort 30 35 40 30 40 40 215
20. Botha 41 48 46 46 59 59 299
21. Sunderland ··· 1 2 2 3 4 12
Cooperación militar
22. Lysandro 64 72 80 87 94 100 497
Entrenamiento
23. Tipos para entrenamiento 304 340 434 382 482 438 2,380
24. Tipos de servicio para ··· ··· ··· ··· ··· ··· ···
entrenamiento (ver 10 y 11)

202 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Alrededor de 90 por ciento de estos aviones se entregarán a unidades de
almacenamiento para esperar ciertos elementos de equipo. Algo de la producción de
mayo probablemente está incluida en las reservas mostradas en el apéndice C.
NOTA: Se ha decidido recientemente concentrar la producción en modelos existentes
a expensas de la producción a largo plazo de nuevos tipos. Esto puede alterar los
números dados.

Pronóstico aproximado de entregas de Estados Unidos,


mayo-octubre 1940
25. Hudson (reconocimiento general): 120
26. Brewster (lucha): 30
27. Harvard (entrenamiento): 190

Una nación amenazada: Estrategia secreta para la defensa del Reino


Ministerio de Guerra Británico 203
Apéndice E
Comparación de fuerzas navales
Gran Bretaña Alemania Italia
Acorazados 13 (más 1 en 2 (más una en 2 (más 4 posible-
septiembre) el verano) mente en junio)
Portaviones 6 (más 1 en mayo) 1 ···
Naves armadas ··· 2 ···
Cruceros de 14 2 (más 1 en 7
8 pulgadas el verano)
Cruceros de 24 (más 5 durante 4 12
6 pulgadas el verano)
Cruceros viejos 15 ··· 4
Cruceros A.A. 6 ··· ···
(antiaéreos)
Destructores 170 (más 14 durante 9 a 15 67
el verano)
Naves torpedo ··· ··· 55
Submarinos 67 (más 6 durante 45 a 50 (más 25 155
el verano) a 30 en el verano)
M.T.B. (lanchas 18 (más aproximada- 30 a 40 100
rápidas torpederas) mente 12 durante
el verano)
NOTAS:
a) No están incluidos los barcos en reequipamiento o reparación de daños y que no es
probable que estén disponibles en los próximos tres meses.
b) No se muestran las fuerzas japonesas, ya que esperamos que cualquier amenaza
japonesa sea contrarrestada por la flota estadounidense.
c) Nuestra posición se vería por consecuencia mejorada si los destructores
estadounidenses están disponibles para adquisición.

204 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Repisa

Revista Mexicana de Cultura Política NA


Vol. 2 / Núm. 8
205
RECOMENDACIONES EDITORIALES

Amo y señor de mis palabras


Fernando del Paso
Tusquets
México, 2015.

¿Cuántas veces al estar leyendo un to de textos en los que nos muestra


libro, sea poesía, novela, cuento o al escritor delante del teclado, que
teatro hemos querido imaginar qué nos hace cómplices de sus eleccio-
estaba haciendo el escritor? ¿Cómo nes literarias y nos revela por qué
eligió esta palabra y no esta otra? unos temas sí y otros no. “Amo y
¿Será divertido escribir o lo sufre señor de mis palabras, esclavo del
pero lo asume como un destino? Se lenguaje, poco o nada podría de-
trata de preguntas que la mayoría cir de mi obra, sin correr el riesgo
de las veces quedarán sin respues- de decirla, sobredecirla, e incluso,
ta, porque estas forman parte de la maldecirla” es como comienza el
vida personal del autor. General- ensayo que da nombre al libro y,
mente no se nos da saber si es diur- paradójicamente, dice mucho de
no o nocturno, si avanza a trechos ella –de la obra–, desvela secretos y
cortos o es de largas jornadas. Para predilecciones. El autor de Noticias
bien y para mal, no necesitamos del Imperio y Palinuro de México
conocer tan a fondo a los autores nos abre una pequeña y, al mismo
para disfrutar su producción, pero tiempo, enorme puerta para hus-
nos gustaría poder penetrar en mear en su oficio de escritor para,
ese mundo que no sólo provee de desde la lectura de estos textos, en-
información sobre el escritor sino contrar respuestas a esas preguntas
sobre la literatura misma. que nunca tienen una respuesta
única ni previsible.
En esta ocasión Fernando del
Paso nos sorprende con un conjun-

206 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Crónicas de un país
que ya no existe
Jon Lee Anderson
Editorial Sexto Piso
México, 2015.

Jon Lee Anderson ha desarrollado agonizaba, la indignación y la rebeldía


durante mucho tiempo su traba- florecían. Sobrevinieron las protestas
jo periodístico en el sombrío ámbito que alcanzaron tal dimensión, no sólo
de la guerra. De esta especialización en Túnez, sino también en Egipto, Ar-
nos ha ofrecido libros sobre la guerra gelia, Siria, Yemen y Libia, que varios
en Afganistán (La tumba del león), la gobiernos cayeron.
guerra de Irak (La caída de Bagdad)
Lee narra las secuelas del levan-
y sobre la guerrilla en El Salvador,
tamiento que tuvo lugar en 2011 y
Sahara Occidental, Gaza, Afganis-
cuya primera fase concluyó con la
tán y Birmania (Guerrillas). Con ese
muerte del dictador Muamar Gadafi,
olfato periodístico y esa mirada dura
quien tomó la ruta de la represión
acostumbrada a reportar sin embozar
armada para aplacar a los rebeldes.
nada, Lee Anderson hace una pecu-
La insurrección, sin embargo, avan-
liar crónica del país donde la Primave-
zó y no sólo fue tomando posesión
ra Árabe resultó fallida: Libia.
de diversos territorios del país sino
El proceso de rebelión contra que capturó al dictador y le dio muer-
dictaduras en el mundo árabe que co- te. Después de la muerte de Gadafi,
menzó en Túnez en demanda de liber- Libia no ha visto el fin de la guerra.
tades y derechos que la población no Distintos grupos insurrectos recla-
podía posponerse más, detonó, como maron el derecho a tomar las riendas
sucede en la mayoría de los aconteci- del gobierno y comenzó para Libia,
mientos históricos de gran dimensión, no la primavera, sino un largo in-
con un hecho aparentemente menor: vierno de muerte y sangre que des-
un vendedor ambulante fue despoja- cribe el periodista, combinando esos
do por la policía de sus mercancías y grandes pincelazos del escenario
de sus cuentas de ahorro; el hombre, de guerra con historias de la vida
en respuesta, y quizá cansado de lo cotidiana que logran no una idea de
reiterativo de este trato en su país, normalidad sino muestran las atroci-
se inmoló. Al tiempo que el hombre dades de manera más cruda.
Recomendaciones editoriales 207
Nadie acabará con los libros
Umberto Eco y Jean Claude
Carrière
Random House Mondadori
México, 2010.

En Nadie acabará con los libros se del libro. Este tipo de preguntas,
ofrecen al lector entrevistas hechas sin embargo, han surgido siempre
por Jean Philippe de Tonnac al se- que nuevos productos tecnológicos
miólogo y escritor Umberto Eco y hacen su aparición. No sólo eso,
al guionista de cine Jean Claude cuando surge algo nuevo: una idea,
Carrière, que se convierten en una una religión, ciertas costumbres; en
especie de conversación donde tales casos es válido preguntarse qué
ambos, en síntesis, hacen una apa- pasará con los anteriores. A pesar de
sionada defensa del libro. No podía ello, el libro, como bien afirma Eco,
ser de otro modo, ya que ambos es- es un producto tan perfecto, como la
critores son reconocidos bibliófilos y cuchara, el martillo o las tijeras, que
adoradores de los libros; de hecho el nada lo superará. Nadie acabará con
título original es N’espérez débarraser los libros es un texto imprescindible
des livres (no esperen eliminar los para los amantes de la lectura, del
libros). Las imágenes de la biblioteca conocimiento y para quienes va-
de Umberto Eco, para quien la des- loran las opiniones inteligentes de
cripción no baste y desee constatar dos hombres que han dejado una
esta pasión por un objeto sencillo marca perenne en la cultura de la
y misterioso a la vez puede visitar humanidad. Uno, en el mundo de
Youtube, donde encontrará un video la cultura y los significados y el otro
en el que Eco muestra ese acervo en el mundo fílmico con su trabajo
calculado en 50 mil volúmenes con de guionista. Dos perspectivas dife-
la satisfacción y orgullo de poseer un rentes y valiosas que hablan de un
verdadero tesoro. objeto que los marcó y permanecerá,
porque el libro pasó de ser un obje-
La proliferación de dispositivos
to a convertirse en un concepto,
móviles en los que es posible leer
como instrumento imprescindible
textos da lugar, naturalmente, a la
del conocimiento.
interrogante sobre la permanencia
208 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Los Contemporáneos en
El Universal
Jorge Cuesta, Salvador Novo,
Jaime Torres Bodet y
Xavier Villaurrutia
El Universal
Introducción de
Vicente Quirarte
México, 2016.

Con motivo del centenario del laboraciones periodísticas de estos


diario El Universal (1916) aparece cuatros escritores reunidas en este
esta publicación que rescata textos volumen retrata a una generación
de cuatro de los escritores pertene- muy joven que maduró prematu-
cientes al grupo de Los Contempo- ramente. Estos jóvenes escritores
ráneos y que fueron colaboradores iban labrando su figura literaria
de las páginas de El Universal y de al tiempo que dejaban rastro de
El Universal Ilustrado: Jorge Cuesta, ello en los escritos que desde hace
Salvador Novo, Jaime Torres Bodet poco menos de cien años pudieron
y Xavier Villaurrutia. Vicente Qui- disfrutar los lectores del diario.
rarte el investigador de la UNAM y Afirma Quirarte que en las páginas
estudioso de Los Contemporáneos del diario se anunciaba en Novo
realiza una atractiva introducción el escritor sagaz que convertía en
que da cuenta de la importancia de literatura aun las cosas sencillas
estos escritores no sólo como figu- de la vida cotidiana; Cuesta se
ras de la cultura mexicana sino por reveló como un polemista político
sus aportaciones en la comprensión y Villaurrutia dejó entrever en su
de la vida nacional. poesía la influencia de la literatura
francesa. Torres Bodet abrazó el
La investigación hemerográfica
modernismo, pero dejó también,
fue realizada por Horacio Acosta
con seguridad por su condición
Rojas y Viveka González Duncan;
de poeta, un importante legado
los textos seleccionados correspon-
institucional en la educación.
den a los publicados entre 1919 y
1935. Afirma Quirarte que las co-

Recomendaciones editoriales 209


De la paz al olvido. Porfirio
Díaz y el final de un mundo
Rafael Tovar y de Teresa
Random House Mondadori
México, 2015.

Porfirio Díaz es un personaje de ningún modo el barrunto de la


complejo, no cabe en los negros o cercana caída del general. Menos
blancos, en los buenos o malos, en de un año más tarde, Díaz presen-
la lente única del día o la noche. taba su renuncia al Congreso. El
Por ese motivo, él y su tiempo, si- autor aborda los acontecimientos
guen siendo objeto de estudio para que dieron lugar a este hecho.
comprender nuestro México. Así lo Después de renunciar al cargo de
muestra este libro de Rafael Tovar presidente, como es bien sabido, el
y de Teresa que da continuidad a general salió del país hacia Francia
su publicación anterior El último en el barco Ypiranga.
brindis de don Porfirio (2010). Del 25 de mayo de 1911, fecha
Tovar revisa la historia de Por- de la partida de Díaz al exilio eu-
firio Díaz desde los festejos del ropeo al 2 de julio de 1915, fecha
centenario de la Independencia de su muerte, ocurrieron muchos
hasta su muerte en Francia, a lo e importantes acontecimientos his-
largo de la cual ofrece el contexto tóricos que marcaron el rumbo de
nacional e internacional. El man- la historia de México. De la paz al
dato de Porfirio Díaz databa, de olvido aborda las difíciles circuns-
manera consecutiva, desde 1884, tancias que vivió el país al término
y la celebración del centenario era de la administración porfirista y la
la ocasión para mostrar los logros situación convulsa por la que atra-
y la modernidad del país. El 15 de vesó en la búsqueda de la anhelada
septiembre de 1910 el general Díaz democracia. También el fin de paz
cumplió 80 años y tuvo un festejo europea y el inicio de la primera
excepcional pues las fiestas del cen- gran conflagración, once meses
tenario fueron un éxito nacional antes de la muerte de Porfirio Díaz.
e internacional que no parecían

210 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Últimas palabras
de Yukio Mishima
Hideo Kobayashi y
Takashi Furubayashi
Alianza Editorial
Madrid, 2015.

El suicidio parece tan antinatural un escritor como Mishima, pues


que siempre despierta, al menos, se rumoraba que el galardón se le
curiosidad. Cuando se trata de daría precisamente a él.
un escritor que había logrado un La muerte elegida por Mishima
gran éxito como el japonés Yukio creó una atmósfera de misterio
Mishima la curiosidad se convier- alrededor de su vida. Por tal razón
te en enigma, porque la calidad de este libro de Alianza Editorial es
su literatura permanece y siem- tan atractivo. Se trata de dos ex-
pre queda la interrogante acerca tensas entrevistas, de las pocas que
de qué pudo haber perdido la li- concedió, que arrojan luz sobre
teratura universal; pero si además la personalidad de Mishima. La
al suicidio se le añade la espec- entrevista de Kobayashi Hideo,
tacularidad de haberlo hecho con el un crítico literario nacionalista,
ritual samurái del harakiri, la figura considerado cercano a la ideología
llega al mito. de Mishima, fue realizada en 1963
A los cuarenta y cinco años y se inclina más por la indagación
Mishima ya era uno de los escri- estética. La segunda, a cargo de
tores consagrados de Japón, pues Takashi Furubayashi, de filiación
comenzó a producir con calidad marxista, trabaja más sobre las
para ser publicado desde que ideas del escritor, donde reitera su
contaba apenas con 16 años. El postura antioccidental y naciona-
premio Nobel de Literatura ja- lista. La entrevista de Furubayashi
ponés Yasunari Kawabata, quien fue realizada en 1970, días antes de
también optó por el suicidio dos la muerte de Mishima, y en la que
años después que Mishima, afir- se puede identificar el coqueteo con
mó desconocer por qué le era la muerte que él mismo se daría.
entregado el galardón existiendo
Recomendaciones editoriales 211
Hombres ante la misoginia:
miradas críticas
Daniel Cazés Menache
Fernando Huerta Rojas
UNAM-Plaza y Valdés
México, 2005.

La construcción de la igualdad como un problema sociocultural


entre géneros no deviene de un de la condición de género mascu-
discurso feminista que se queja por lino, desde una mirada autocríti-
las ideas y acciones de los varones ca para poner al descubierto las
en contra de las mujeres. Esto sólo circunstancias que la provocan,
sería una acción política que puede sus manifestaciones y consecuen-
naufragar fácilmente y devenir en cias en tres líneas discursivas: La
una postura válida pero sin sus- misoginia en el contexto históri-
tento o ser fácilmente marginada. co, en las políticas públicas y en
Tan importante como la acción las representaciones sociales. Cazés
política, lo es la construcción de realiza una introducción general
una perspectiva teórica que abor- con el tema ”La misoginia: ideolo-
de las circunstancias socio-his- gía de las relaciones humanas. Una
tóricas que han dado lugar a la introducción”. También se abordan:
situación marginal de las mujeres si “La presencia de la misoginia en
se pretende alcanzar sociedades en el fenómeno de la inseguridad” de
las que hombres y mujeres vivan los René Alejandro Jiménez Ornelas;
diversos ámbitos –familiar, laboral, “La misoginia y los derechos hu-
profesional, escolar y cualquier manos” de Emilio Álvarez-Icaza y
otro– en verdaderas condiciones “Algunos mensajes misóginos en
de igualdad. canciones populares comerciales”
Este libro, coordinado por Da- de Alberto Zárate Rosas, entre los
niel Cazés y Fernando Huerta, doce temas que reflexionan sobre
reúne textos de doce investigadores este aspecto para contribuir a la
que disertan sobre la misoginia construcción de la igualdad.

212 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Los pasos de Jorge
Vicente Leñero
Seix Barral
México, 2015.

Vicente Leñero habla de un cole- obstante, es una mirada sincera


ga: Jorge Ibargüengoitia. Los dos pero no desinteresada. En síntesis
dramaturgos, los dos novelistas, Leñero narra cómo se alejó Jorge
los dos escritores metidos a pe- Ibargüengoitia del teatro, después
riodistas, más Leñero que Ibar- de muchas vicisitudes y cómo
güengoitia, y los dos ingenieros se desprendió de la tutela de Ro-
en su juventud temprana. En la dolfo Usigli, a quien consideraba su
contraportada de este breve libro mentor en el arte de la dramaturgia.
se lee “Retrato cálido y esencial Sobre todo, Leñero muestra que
de ese enfant terrible de las letras el ámbito de la creación literaria y
mexicanas que fue Jorge Ibargüen- del montaje del teatro no son es-
goitia (1928-1983). Los pasos de pacios diáfanos, sino, muy al con-
Jorge es también un amplio vis- trario, están cargados de intereses
tazo al mundillo de la literatura y y compromisos.
el teatro nacionales de mediados Este es un libro que no per-
del siglo XX”. mite pensar sólo en la historia
Esta síntesis de editorial refleja del personaje que aborda sino
muy poco de la entrega de Vicente también en quien la escribe. Jorge
Leñero. Los pasos de López es un Ibargüengoitia y Vicente Leñero
libro cargado de sinceridad, cosa son figuras imprescindibles de las
poco acostumbrada para describir letras mexicanas y también en el
la trayectoria de un colega y total- periodismo. Los pasos de Jorge no es
mente extraña cuando se trata de un libro biográfico: es una opinión
colegas del mundo intelectual. Sus sobre un tramo de la trayectoria
carreras tuvieron muchas coinci- de Ibargüengoitia y eso, quizá, lo
dencias; además de lo señalado, hace mucho más atractivo, aunque
ambos colaboraron en el Excélsior el escritor guanajuatense no quede
de Julio Scherer. La de Leñero, no muy bien parado.
Recomendaciones editoriales 213
Acerca de los autores
Lorenzo Córdova Vianello
Doctor en Investigación en Teoría Política por la Universidad de Turín,
Italia y Licenciado en Derecho por la UNAM. Investigador Titular B del
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (con licencia), recono-
cido con el PRIDE D, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel III. Desde abril de 2014 es Consejero Presidente del Consejo General
del Instituto Nacional Electoral, donde antes se había desempeñado por
más de dos años como Consejero Electoral del Instituto Federal Electoral.
Autor de varios textos (libros, capítulos de libros, ensayos y artículos)
sobre temas electorales, constitucionales y de teoría política. Entre sus
libros destacan Derecho y Poder. Kelsen y Schmitt frente a frente (FCE,
2009); Elecciones, dinero y corrupción. Pemexgate y Amigos de Fox (en
coautoría con Ciro Murayama, Cal y Arena, 2006); Los árbitros de las
elecciones estatales. Una radiografía de su arquitectura institucional (en
coautoría con César Astudillo, IIJUNAM, 2010), además coordinó, con-
juntamente con Pedro Salazar, Política y derecho. (Re)pensar a Bobbio
(IIJUNAM-Siglo XXI, 2005); así como La reforma electoral 2007. Hacia
un nuevo modelo (TEPJF, México, 2008); con César Astudillo, Reforma
y control de la Constitución. Implicaciones y límites (IIJUNAM, 2011); y
con Raúl Ávila y Daniel Zovatto, ¿Hacia una Ley de Partidos Políticos?
(IIJUNAM-IDEA-Senado de la República, 2012).
En 2010 recibió el premio Universidad Nacional para Jóvenes Aca-
démicos de la UNAM. Ha tenido una intensa participación en medios de
comunicación electrónicos e impresos y en dos ocasiones ha recibido el
Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México. Es
miembro de la Junta de Gobierno del Instituto de Estudios de la Transi-
ción Democrática. En el servicio público se ha desempeñado, entre otros
cargos, como Secretario Técnico del grupo de trabajo que procesó en el
Senado de la República la Reforma Política durante 2010.

214 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Javier Esteinou Madrid
Doctor en Ciencia Política, Maestro en Sociología, Licenciado en Cien-
cias y Técnicas de la Información, estudios de Filosofía. Investigador de
tiempo completo de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad
Xochimilco (1976-2016). Miembro del Sistema Nacional de Investigado-
res (SNI), Nivel III, SEP-CONACYT (1990-2028). Miembro del Consejo de
Programación, Radio Ciudadana XEQK del Instituto Mexicano de la Radio
(IMER) (2002–2007). Miembro del Consejo Consultivo Ciudadano de
Programación, Canal de Televisión del Congreso de la Unión (2008-abril
2014). Consejero Ciudadano, Sistema Público de Radiodifusión del Es-
tado Mexicano (SPREM), Senado de la República (2014–2018).
Premio Nacional de Periodismo 2004, 2010 y 2014 del Club de Perio-
distas de la Ciudad de México A.C., Premio Nacional de Investigación,
IV Concurso Nacional de Investigación de Periodistas en Línea, Consejo
Ciudadano del Premio Nacional de Periodistas, Premio Nacional de
Periodistas A.C, México, (2007). Premio Nacional de Ensayo, Segundo
Certamen Nacional sobre Transparencia, Instituto de Transparencia y
Acceso a la Información Pública (ITAIPQROO), gobierno de Quintana Roo
(2008). “Premio Nacional de Comunicación 2011”, Categoría: “Comuni-
cación y Democracia”, Fundación Pagés Llergo y Revista Siempre. Autor de
diversos textos y artículos especializados sobre medios de comunicación
en México y América Latina.

Kathleen Stokker
Doctora en Estudios Escandinavos por la Universidad de Wisconsin. Hizo
estudios sobre el folclor noruego en la Universidad de Oslo y sobre folclor
en Madison, Wisconsin, bajo el auspicio del National Endowment for the
Humanities. Maestra en Literatura Noruega y licenciada en Química. Fue
profesora de noruego en St. Olaf College, en Moorehead State University
y en Luther College de 1978 a 2012, donde también fue directora de Es-
tudios Escandinavos. Pertenece a diversas instituciones relacionadas con
el estudio del folclor, el noruego y los estudios escandinavos.

Acerca de los autores 215


Kathleen Stokker ha recibido diversas distinciones por su trabajo aca-
démico, entre ellas la Medalla St. Olav que le entregó el rey de Norue-
ga, Harald V, en 2004. Ha impartido conferencias sobre sus temas de
investigación. Es autora de numerosos artículos académicos y libros,
entre ellos: Dos libros de texto para el aprendizaje del noruego, Folklore
fights the Nazis: Humor in occupied Norway 1940-1945; Keeping Christ-
mas: Yuletide traditions in Norway and the New Land; Remedies and Ri-
tuals: Folk Medicine in Norway and the New Land.

Hugh Trevor-Roper (1914-2003)


Graduado en Estudios Clásicos y en Historia; estudió en Charterhouse
School y en Christ Church de Oxford. Fue investigador del Merton
College Oxford y catedrático en Historia de la Universidad de Oxford,
con el nombramiento Regius Professor, distinción que otorga la Reina de
Inglaterra, puesto que mantuvo de 1957 a 1980. Tuvo a lo largo de estos
años una gran influencia en la vida académica de dicha universidad. De
1981 a 1987 fue rector de Peterhouse, Cambridge.
Hugh Trevor-Roper es considerado una autoridad en el estudio de la
Alemania nazi y especialmente en la figura de Adolfo Hitler. En 1945 le
fue encomendada una investigación sobre la muerte de Hitler para hacer
frente a la tesis soviética de la sobrevivencia del dictador alemán. Como
resultado de tal investigación Trevor-Roper publicó uno de sus libros más
famosos: The Last Days of Hitler (la editorial Debolsillo publicó Los últi-
mos días de Hitler en español). Otros títulos de su autoría son: Historical
Essays (1957), Religion, The Reformation and Social Change (1967), The
European Witch-Craze of the Sixteenth and Seventeenth Centuries (1970),
Princes and Artists (1976), A Hidden Life (1976, también publicado como
The Hermit of Peking), Renaissance Essays (1985), Catholics, Anglicans
and Puritans (1987) y From Counter-Reformation to Glorious Revolution
(1987) entre varios más (la editorial argentina Katz Editores reunió y
tradujo varios ensayos que aparecieron en el libro La crisis del siglo XVII.
Religión, Reforma y cambio social). Aparecieron cinco libros póstumos de

216 Revista Mexicana de Cultura Política NA


Trevor-Roper: Letters from Oxford (2006), Europe’s Physician. The Various
Life of Sir Theodore Mayerne (2006), The Invention of Scotland (2008),
History and the Enlightenment (2010) y The Wartime Journals (2012).

Acerca de los autores 217


218 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Lineamientos editoriales
para autores

La Revista Mexicana de Cultura Política NA acepta colaboraciones de


miembros del partido, simpatizantes y ciudadanos interesados en el debate
del tema político, mismas que serán puestas a consideración del Consejo
Editorial, y cuya presentación debe atender los siguientes lineamientos:
1. Las colaboraciones deben ser de preferencia inéditas. El Consejo Editorial
evaluará artículos o ensayos publicados cuando así lo amerite la relevancia
del contenido, tratamiento o aportación, y esté debidamente autorizada
la publicación por los editores originales.
2. La extensión de las colaboraciones no debe exceder de 25 cuartillas, in
cluyendo la bibliografía. La medida de una cuartilla son 32 líneas, escritas
en fuente Arial de 12 puntos. Si el documento contiene gráficos, se inclui-
rán en el cuerpo del texto en el lugar específico en que deben aparecer.
3. Las referencias bibliográficas deberán ajustarse a las normas de estilo
editorial de la American Psychological Association (APA).
4. Se solicita un resumen de un máximo de 150 palabras, con versión en
español y en inglés.
5. Se solicita a los autores anexar una ficha que contenga nombre, grado
académico, institución a la que pertenecen y una síntesis curricular de no
más de diez líneas.
6. Las propuestas de ensayos y artículos pueden ser enviadas a revista@
nueva-alianza.org.mx
7. Los trabajos se someterán a revisión de estilo.
8. El Consejo Editorial se reserva el derecho de seleccionar los trabajos
recibidos para su publicación.
9. No se devuelven originales.
10. Las situaciones no consideradas en los presentes lineamientos serán
resueltas por la dirección de la revista y por el Consejo Editorial.

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