Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Observad cómo el mal empezó en las afueras del campamento entre la multitud
entremezclada, y cómo el fuego del Señor ardió en las partes más extremas del
campamento. El gran peligro para la iglesia reside en los meros seguidores del
campamento, que se adhieren a las iglesias e infectan al verdadero Israel de Dios
Observad cómo el mal empezó en las afueras del campamento entre la multitud
entremezclada, y cómo el fuego del Señor ardió en las partes más extremas del
campamento. El gran peligro para la iglesia reside en los meros seguidores del
campamento, que se adhieren a las iglesias e infectan al verdadero Israel de Dios.
Israel tenía maná, pero deseaba carne, legumbres, melones y cebollas, etc.
3. Plena resignación respecto a las cosas terrenas que nos faltan. «No según
m¡ voluntad, sino la tuy» (Mat. 26:39).
4. Primero, y ante todo, deseos de Dios. «Mi alma tiene sed de Dios», etc. (Sal.
42:2).
5. En segundo lugar, desea ardientemente los mejores dones (1ª Cor. 12:31).
6. Sigue siempre el amor, que es el camino más excelente (1ª Cor 12:32).
Leí acerca de César que, habiendo preparado una gran fiesta para sus nobles y
amigos, sucedió que el día señalado fue tan tempestuoso que no pudo realizarse
ninguno de los actos al aire libre que estaban preparados en honor del soberano.
Este se enojó de tal manera que mandó a sus soldados que arrojaran sus saetas
contra Júpiter porque les había dado aquel mal tiempo; los soldados lo hicieron,
pero ocurrió que, como las saetas no podían llegar al cielo, cayeron sobre las
cabezas de los que estaban reunidos, hiriendo a muchos de ellos.
Así nuestras quejas y murmuraciones son como saetas que arrojamos contra Dios
pero vuelven contra nosotros mismos e hieren corazones. No le alcanzan a El,
pero nos dañan a nosotros mismos; por lo tanto, es mejor callar que murmurar; es
peligroso contender con Aquel que es fuego consumidor (Heb. 12:29). – Thomas
Brooks.
Un niño estaba llorando por vicio y oí a su madre decir: «Si tú lloras por nada
pronto te daré por qué llorar.» Efectivamente, poco después los golpes que oí de
su mano me hicieron comprender que la amenaza había sido cumplida, y aprendí
la lección de que cuando nos quejamos por nada, la vara del Señor está cerca de
nuestras espaldas y nos hará, probablemente, llorar con razón.