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P atricio P eñ a lv cr G ó m e z

DESCONSTRUCCIÓN
E scritura y filosofía

MONTESINOS
B iblioteca d e D ivu lg a ció n T em ática/ 53

Q ju í O V

^ * S36/V 9
Primera edición: febrero d e 1990

© Patricio Peñalvcr Góm ez


Edición propiedad de M ontesinos E ditor. S.A .
Maignon. 26 • 0S024 Barcelona
M aqueta de c !">icria: Elisa-Nuria Cabot
Sobie ilustración de Paul Klee
ISBN: 84-7639-116-1
Depósito legal: B-5318-90
Imprime: Grafic-Cas. C . T eodoro L lórente. 14 D Barcelona
Im preso en E spaña
Printed in Spain
m is padres, Patricio y M* Eloísa,
y a la gente de Patio Banderas
Ju a na s Derrida
C lave \Je siglas d e las obras de D errid a m ás citadas:

IO G : «Introduction á ¡/origine de la geometrie de» H usserl.


E D : L a escritura y la diferencia.
V F: La v o z y el fe n ó m e n o .
D G : D e la gram atología.
PO : Posiciones.
D I: L a disem inación.
M A : M árgenes de la filosofía.
M PM : M em orias para P aul de M an.
Introducción

I.os m ovim ientos de desconstrucción, anticipados, ab ier­


tos m ás bien, o im pulsados por algunos de los discursos críticos
m ás típicos y tipificadores de la m odernidad co n tem p o rán e a
— los d e N ietzsche, M arx, F reu d , H cidegger o M allarm é— ,
som etidos más ta rd e a una p o te n te y original form alización
sistem ática y program ática en los textos capitales d e D errid a
de los últim os años 60 y prim eros de los 70. han alcanzado en
los últim os 15 años una extensión y un a diversificación en la
cultura teórica co n tem p o rán e a, tan difícilm ente totalizables en
síntesis hom ogénea com o ineludibles en to d a d eterm in ació n
rigurosa de lo m ás vivo del pen sam ien to actual. Precisem os, a
título in tro d u cto rio , esa dificultad y esa relevancia.
La com plejidad de estos m ovim ientos — y por cierto q u e el
uso del plural no o b edece a ninguna inercia retórica— dep en d e
sin duda en prim er lugar de la propia com plejid ad , y de la
difícil articulación de unos con otro s m ás allá d e algunos topoi
g en e rale s, d e los textos que a lo largo de u na larga y densa
secuencia histórica han desen cad en ad o , m ejo r qu e o rig in ad o ,
la desconstrucción “ ac tu a l", aún sin inscribir ese n o m bre. Sin
inscribirlo, p o rq u e, com o se sab e, el té rm in o "desconstruc-
c ió n ", p o r lo p ro n to , es casi una invención léxica de D errid a.
Casi: no es en rigor un neologism o, y el p ropio D errid a indica
que el diccionario L ittré reco n o ce com o francesa — m oneda
co m ú n , pues— la p alab ra, al m ism o tiem po que le asigna
algunos significados, gram aticales y técnicos, muy sug eren tes
en sí m ism os.1 P ero sin duda es el uso q ue hace D errid a a

1.__c f .“C arta a un amigo japonés", en Suplem entos A nthropos 13


(1989). pp. 86 y ss.

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p artir de D e ¡o gram atologto, — uso si no sistem ático , sí
rec u rren te— lo que d a origen a la am plia significación teórica
y la densa carg a conceptual q ue o ste n ta actualm en te “d esco n s­
trucción’’. A h o ra bien, retro sp ectiv am en te, desde ésta, cabe
reconocer, en toda una cadena léxica q ue atraviesa com o un
eje m etódico-conceptual los textos aludidos — los de Nietzs-
ch e. F reu d y H eidegger, sobre todo— , u na prefiguración de lo
q ue se reúne en “ desconstrucción” : genealogía de la m oral,
inversión del platonism o, dem olición de la m etafísica, análisis
d e la rep resió n del inconsciente, destrucción de la o n to tco lo -
gía. E n tre esos térm in o s, qu e son tam bién conceptos y
operaciones, habría que subrayar ya la D estrukiion heidegge-
rian a de la historia d e la onto ío g ía, an unciad a d esde la
introducción d e L l ser y el tiem po. E n efecto , la m ás inm ediata
ocasión del surgim iento, al parecer b astan te natu ral y esp o n tá­
neo, y no m uy m arcad o en principio, de la palab ra en el texto
de D errid a, fue una traducción d e ese concepto básico de la
analítica existencia!: u na traducción lo suficientem en te activa,
d esviante, si se q u iere, p ara evitar el significado p u ram e n te o
p rincipalm ente negativo de "destru cció n ". E n francés, com o
en español, se borra el posible juego diferencial en alem án
en tre Z erstórung (dem olición) y D estrukiion. E n las p rim eras
instancias del térm ino resu en a ta m b ié n , po r o tra p a rte , el
m étodo husserliano de la des-sedim entación, el reto rn o
antiobjetivista a una capa intencional original co n stitu y en te e
histórica. V erem os q ue no c a b e olvidar la “ p arte " fenom eno-
lógica de esta o peración de p ensam iento. E n cualq u ier caso, es
obvio q u e tras esos vínculos term inológicos y afinidades
conceptuales tiene lugar u na conexión teórico-h istó rica m uy
articu lad a, muy diferenciada, e n tre la desconstrucción q u e se
llam a así a sí m ism a, y sus raíces históricas evocadas, las cuales
d eb e n v alo rarse, ento n ces, com o algo m ás q u e p rem isas o
p rec ed en tes. P ero precisam ente eso p la n tea una dificultad de
principio al p ro g ram a d e u n a historia co h e ren te y to talizan te
de los m ovim ientos de desconstrucción a p artir de sus
orígenes. D ificultad tan d e principio que en rigor la p ro p o si­
ción de un p rogram a com o ése es en últim a ¡estancia
incom patible con lo que piensa (o se piensa en) la d esco n stru c­
ción. La ley d e la relación de ésta con sus raíces en los
discursos postm ctafísicos, no es la de u na génesis y una
transform ación histórica d e conceptos, problem as y sistem as
d e ideas. Los conceptos h abitualm ente historicistas d e historia
y de origen están afectados ellos m ism os p o r la d esco n stru c­
ción. L a cual se vuelve a sus raíces para leerlas, más q u e p ara
d ejarse leer por ellas.
El proyecto de una totalización herm en éu tica, histórica y/o
co n cep tu al, de la desconstrucción p arece pro b lem ático en
segundo lugar po r la hetero g en eid ad d e cam pos y disciplinas
en las q ue se efe ctú a , o al m enos en las que p ro d u ce efectos.
H a b itu a lm e n te , y no sin m otivos, la h etero g en eid ad principal
q ue se señala aq u í es la de filosofía y literatu ra. P or un lado, la
desconstrucción parece p erte n ec er a un o rd en , a un régim en
discursivo filosófico: el hecho de q ue en un cierto m o m en to su
blanco principal sea el logocentrism o expresado en su form a
m ás sistem ática en la filosofía, no significa ni q u e “ la ” filosofía
se agote o se confunda con el logocentrism o, ni q u e la propia
desconstrucción p u ed a sim plem ente ab a n d o n ar la conceptuali-
d ad y el rigor teórico específicam ente filosóficas. A pesar de
algunas apariencias, apenas cabría en c o n tra r afinidades en tre
su discurso y el tópico en buen a m edida retó rico , b astan te
m u erto hoy de todas form as, de la “ m u e rte de la filosofía". Y
si m ás p recisam ente tenem os a la vista los textos d e D errid a,
hab ría qu e decir entonces no ya q ue en ellos hay u n a " p a rte ”
— algunos más im p ru d en tem en te dicen u na “e ta p a " — filosófi­
ca, sino que en todos ellos se m antiene una irred u ctib le
dim ensión filosófica.2 Pero, p o r otro ludo, la desconstrucción
se ha in te resa d o , po r algo más q ue p o r un lado , o com o algo
más q ue u na “aplicación", en la literatu ra , y en la te o ría, la
crítica y la historia literarias. E se interés no se p u ed e
e n c u ad rar en una filosofía d e la literatura: com o q u e m ás bien

2— “El límite de lo filosófico es singular, a mi juicio no se lo puede captar


jam ás sin una cierta leafirm ación incondicional.” Entrevista con C.
D escam ps, trad. en AnthropOS, 93, p. 27. Cf. tam bién los estudios de
R. Gaschc, T he tain o f tl\e m irror, H arvard U .P ., 1986, y de Ch.
N orris. Derrida. H arvard U .P ., 1988.

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en la literatu ra la desconstrucción busca lugares de resistencia
a la filosofía. Esa cuestión, esa relación filosofía-literatura
co m o lugar de un pólem os ya viejo p ara P latón, situ ab le desde
los p rim e ro » m o m en to s de este p ensam iento, ha alcanzado una
cada vez m ayor com plejidad, hasta el pu n to d e q u e sería
seg u ram en te m uy eficaz h erm e n éu tica m en te seguir su hilo, el
hilo d e esa cuestión, para seguir y caracterizar la un id ad y los
d esplazam ientos d e la desconstrucción. P ero la dificultad a la
q u e ahora qu erem o s d ar bulto es q ue esa cuestión no es sólo
un m otivo esencial de y para la desconstrucción — el m otivo
ce n tral quizás, p ero es sólo u na hipótesis en la que no nos
com prom etem os— , sino q ue la división de filosofía y literatu ra
divide tam bién el tex to d e la desconstrucción. Ni com o
filosofía ni com o literatu ra se d eja p en sar lo q ue la descons-
trucción piensa. Ni com o paso, precipitación — vuelo o caída—
de la filosofía a la literatu ra . E ste últim o esq u em a de
in terp retació n está m uy extendido. E n ocasiones ha resu ltad o
fecundo, h a anim ado lecturas y escrituras, para “ salvar el
tex to " (G . H artm an ). P ero es. y ta n to más com o esq u em a o
fó rm ula, no sólo pobre: peligrosam ente d eso rie n ta d o r. Y
sobre todo cuando se utiliza para so m eter y excluir, desde
la posición auto au to rizad a de la “seried ad " filosófica, a la
desconstrucción com o sim ple “ju eg o ” , pérdida del rigor,
conversión en "m era" literatu ra , E inebnung o nivelación
(H a b erm a s) de filosofía y literatu ra, o d e concepto y retórica.
Sin d eten e rn o s ah o ra en este enclave polém ico m uy fre cu e n te­
m ente y m uy superficialm ente visitado, lo cierto es q u e sólo un
d eliran te autism o filosófico puede ver ilegítim a hom ogeneiza-
ción d e géneros en un texto q ue piensa, q ue ex p erim en ta
p recisam ente la división, sin A u fh e b u n g en el h o rizo n te, e n tre
filosofía y literatu ra. P ero hay otro s índices de la h etero g en e i­
d ad de cam pos en los q ue este m ovim iento in terv ien e
o p o n ie n d o así una dificultad de principio a su in terp retació n
un itaria. M e lim ito a en u m erar: las ciencias del len g u aje, el
psicoanálisis, la teo ría estética, las artes (ú ltim am en te, sobre
to d o , la a rq u itectu ra ), la teología, la política, el análisis de las
instituciones, especialm ente las académ icas, en las que una
lucidez su p lem entaria perm ite ver la tranquila coexistencia de

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discursos liberales, to le ran te s, incluso “transgresivos” , con la
persistencia de p o te n tes viejos m ecanism os y códigos de
au to rid ad , po d er y represión. E n cualquier caso, la d esco n s­
trucción se pensó desde m uy p ro n to com o algo m ás que un
discurso teórico q ue destituye a o tro discurso teórico. Lo
dcsconstruido o por dcsconstruir 110 es sólo ni an te to d o un
o rd en co n cep tu al, sino una cierta organización práctica socio-
histórica: el texto de la desconstrucción d eb e configurarse
tam bién com o un dispositivo capaz d e intervenir en ese cam po
práctico que ro d e a , m ás bien d eterm in a , la "situ ació n " de la
te o ría o de las "ideas"'. Pero si esto es así, si esta extensión y
diversificación p erte n ec en ya al "núcleo" m ism o de la d esco n s­
trucción. a los m otivos aducidos antes co ntra la posibilidad de
una historia de ésta, hay q ue añadir ah o ra la ap o ría d e esta
h etero g en eid ad fre m e a toda tentativa de un m etadiscurso que
preten d iese descifrar la unidad sistem ática del m ovim iento.
E n tercer lugar, la descontrucción o p o n e dificultad a su
totalización histórica y herm en éu tica, p o rq u e en su m ovim ien­
to se integran (o no: coexisten más bien en relaciones de
alteridad y com posición, si 110 n ecesariam ente de desco n o ci­
m iento recíproco) tradiciones culturales, nacionales y lingüísti­
cas m uy diversas. Si en sus raíces la desconstrucción a rrastra el
especulativo alem án de una cultura ta rd o e u ro p e a in te n sa m en ­
te au to ex p lo rato ria, si en su íorinalización m ás p ro g ram ática
se escribe en el francés postexistencialista y postcstru ctu ralista
de D errida, su m ás am plia diversificación ha e n c o n trad o , más
que su m edio, su “espacio", en el inglés de una theory que ha
ex perim entado la crisis del positivism o filosófico y del fo rm a­
lism o literario. L a h eterogeneidad de estas lenguas, d e estas
culturas, con sus respectivas fuentes fam iliares y su “ retó ric a” ,
se com plica adem ás p orque cada una de ellas alb erg a una
im agen m ás o m enos estereo tip ad a y dom éstica de las o tras
dos, en la q ue se condensa una historia de cegu era, rechazo y
fascinación an te las o tras, com o ante to d o “ex tra ñ o ". Si se
acep ta com o factum y com o signo esta pluralidad de lenguas en
la des construcción, ¿podrán al m enos traducirse éstas en tre
sí?, ¿po d rán traducirse estas desconstrucciones nacionales,
m ás o m enos m ilitantem ente babélicas, a u na desconstrucción

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D e s co n s tru c e ió n

I a >que llamamos la desconstrucción no es un conjunto


técnico de procedim ientos discursivos, constituye menos
todavía las reglas de un nuevo m étodo herm eneutico que
trabajaría en archivos o enunciados, al am paro de una
institución dada y estable; constituye, más bien, una
toma de posición, en el trabajo, en base a las estructura*
político-institucionales que form an y regidan nuestra
actividad y nuestras competencias. Precisamente porque
no concierne tan sólo a los contenidos de sentido, la
desconstrucción no puede ser escindida de esta problem á­
tica político institucional y requiere un nuevo plantea­
miento sobre la responsabilidad, un planteamiento que
no confia ya necesariamente en ios códigos heredados de
lo político y lo ético. Ello hace que pueda parecer
demasiado política para algunos, mientras que a aquellos
que no reconocen lo político si no es con la ayuda de los
imueles de señalización de antes de la guerra les aparece
com o demoledora. La desconstrucción no se limita ni a
una reform a metodológica sustentadora de la organiza­
ción dada, ni inversam ente a una parodia de destrucción
irresponsable o ¡rresponsabilizante que tendría como
más seguro efecto el d ejar todo com o está y el consolidar
las fuerzas inmovilistas de la Universidad.

1 D errida, I.a filosofía com o institución.


en sentido cosm opolita? A h ora bien, este d e la traducción no
es un p roblem a e n tre o tro s p ara la desconstrucción: la cuestión
esencial de ésta — llega a decir D errida— es «de cabo a cabo la
cuestión de la traducción y de la lengua d e los co n cep to s, del
corpus conceptual de la m etafísica llam ada “o ccid en tal"» .3
H ace un m om ento precisábam os q ue la h etero g en eid ad
filosofía-literatura no es sólo un problem a o un tem a p ara la
desconstrucción, sino algo que ésta experim en ta en su tex to ,
una división q ue la divide. A nálogam en te, la trad u cció n , y
an te to d o la traducción acen tu ad am en te p ro b lem ática, la q u e
tiene com o horizonte crítico la intraducibilidad del idiom a y no
la transp aren cia universal, adem ás d e tem a rec u rren te en
im p o rtan tes textos teóricos de la desconstrucción,4 es tam bién
lo q ue ésta hace. L a desconstrución co m o traducción no
“su p e ra ” la pluralidad de las lenguas en las q u e se p ro d u ce. Y
adem ás del elem e n to germ ano-franco-an g lo -am erican o , el
más evidente de esa irreductible p luralid ad , h ab ría que ten er
en cuenta u na historia más larga y un espacio m ás am plio:
el griego y el latín, y las lenguas rom ances, p ero tam bién el
hebreo y el árabe. Si la desconstrucción tiene lugar en los dos
lados del R in, y en los dos lados del A tlán tico , su m ás rem ota
raíz está en el en cu en tro conflictivo y pro b lem ático de tres o
cu a tro culturas m e d iterrán eas. Las no m b ra D errid a en un
p asaje notable de G las (p. 45) sobre la g u erra in term in ab le
e n tre el griego, el ju d ío , el árab e y el hispanom orisco. A
la desconstrucción le interesa —en todos los sentidos— la
no -u n id ad , o la violencia id e o ló g ic a de la u n id ad im p u esta, de
lo q ue se llam a la av e n tu ra occidental. En ella habla un deseo
de idiom a sin nostalgia d e lengua m atern a y sin ilusión
cosm opolita. U na vez m ás, pues, la dificultad m etódica p a­
ra una com prensión sistem ática de este m ovim iento resulta ser
una dificultad de principio, no sim plem ente su p erab le con una

3.— “C arta a un amigo japones", cit. p. 86.


4.— Cf. “T orres de Babel" (sobre W altcr B enjam ín), en E R ,5 , 1987; "La
retirada de la m etáfora” en Lo desconstrucción t n las fronteras de la
filosofía, Paidos. Barcelona, 1989; L'oreille de 1'autre. VLB. M on-
treal. 1982.

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am pliación d e nuestros conocim ientos, y si esto es posible, de
n u estras “cu ltu ras” .
P ero ju stam e n te el ca rácter intrínseco de los p ro b lem as
en u nciados p erm ite ver en ellos tam b ién , p o r o tra p a rte , o tro s
ta n to s índices de lo que calificábam os al principio de relevan­
cia e ineludibilidad de los m ovim ientos de desconstrucción. ,
D esde luego, el extendido diagnóstico que no ve e n estos
m ovim ientos o tra cosa q ue nihilism o, escepticism o radical,
com placencia lúdica en la destrucción de valores, y sobre todo
del valor de la verdad, nueva figura, pues, d e la ete rn a
sofística, surge m ás bien de un activo o reactivo desconoci­
m iento ex trañ am en te agresivo, que de un análisis de los textos
y los prob lem as. F.n aquel diagnóstico, en la percepción
o fuscada d e un peligro, coinciden las dos líneas m ás conocidas
de “ crítica" de la desconstrucción. La prim era p roced e d e una
reafirm ación a b iertam en te restau racio n ista de los valores de la
tradición cultural canónica occidental, valores que sería d eb e r
de las H um an id ad es conservar, conservándose a sí m ism as.
E sta preocupación es visible sobre to d o en m uchos rech azo s de
la desconstrucción com o p resu n ta destrucción de la literatu ra.
D u ra n te algunos años esa preocupación y esa actitud han
e stad o muy presen tes en el fondo de algunas polém icas en el
ám b ito d e ios estudios literarios en In g laterra y E stad o s
U nidos. S eñalem os por lo p ro n to ante esa confusión, que
“ desconstrucción de la literatu ra " sería un sintagm a sin sen tid o
en el tex to d e D e rrid a o d e sus más responsables co n tin u ad o ­
res. L a desconstrucción en su uso riguroso puede in te rp re tarse
m ás bien com o la atribución a la literatu ra de una p o ten cia de
lenguaje y conocim iento que en últim a instancia estaría p o r
encim a d e la te o ría, el análisis crítico, o la filosofía. N o es
casual su interés en la lectura com o tal: su discurso es en buena
p arte una tentativa de aproxim ar las com plejidad es de la
le ctu ra a las com plejidades de la escritura o d e la literatu ra. El
segundo tipo de crítica a este m ovim iento p roced e d e los
diversos in ten to s, esencialm ente n eotrascendentales. d e culm i­
n ar el proyecto ilustrado ab ierto en la M odernid ad crítica.
D esde luego, este conflicto no se red u ce a un equívoco
— au n q u e en los textos de estos críticos (H a b erm a s y o tro s) se

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deslizan m uchos equívocos, m ucha lectura ab e rra n te— : es
cierto qu e la desconstrucción es en tre o tra s cosas desconstru-
ción de la filosofía crítica, sospecha articu lad a de una
persistencia de dogm atism o m etafísico en el criticism o. P ero
eso no quiere decir q ue op te por un rechazo o scu ran tista de las
luces. D e hecho, raíces d e la desconstrucción com o los textos
d e N ietzsche y F re u d , y en o tro sentido H egel y M arx, p u ed en ,
d eben ser leídos en parte com o radicalización de la Ilustración.
Los críticos neoilustrados denuncian en D errid a y su contexto
una p resu n ta despolitización y un gesto an tihistórico. E n
realidad no es difícil reconocer, en el m ovim iento así criticad o ,
la búsqueda explícita de una nueva categorización de la
historia sin m odelos totalitarios y teleológicos, y la d eterm in a­
ción de una responsabilidad p ropiam ente política en la era
nuclear. La crisis de los m odelos "racionalistas" p ara p en sar la
experiencia histórica y política en esa e ra no es, desde luego,
un invento, ni tam poco un efecto , de la desconstrucción. É sta
se hace cargo de esa crisis, y po r lo p ro n to in ten ta m edir su
alcance, p royectando su interpretación en el horizonte de una
"é p o c a " que cabe llam ar clausura de la m etafísica o del sab er
absoluto.
E n este estudio nos vam os a orien tar ante todo p o r la o b ra o
por un a parte de la o b ra de D errid a. El rigor constructivo e
inventivo d e éste tendría que elim inar to d a so m b ra d e d u d a,
sospecha o acusación acerca del talante destructiv o o nihilista
q ue se le rep ro ch a fácilm ente y vulgarm ente a la d esco n stru c­
ción. Por o tro lado, su texto es tam bién un guía eficaz p ar
releer los orígenes o las raíces de estos m ovim ientos. Y es,
tam bién, en fin, p u n to d e p artida ineludible p ara el in ten to
m ás lim itado, q ue p roponem os al final, de explicación d e los
“ fen ó m en o s” m ás significativos de lo q ue se llam a “descons-
trución en A m érica” .
Privilegiar m etódicam ente la referencia al tex to de D errid a
req u ie re todavía alguna o tra justificación. N o es sólo q u e la
desconstrucción 110 coincida, no em piece y no acabe con ese
texto. O cu rre adem ás q ue D errid a ha “ p ro testad o ” a veces, en
el curso de algunas reflexiones retrospectivas ("C a rta a un
am igo ja p o n é s" , o "E l tiem po de u na tesis. P u n tu acio n es”),

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c o n tra el uso o el abuso de ese concep to com o n o m b re g en eral,
sistem ático o m etódico, de su tra b a jo teórico y tex tu al. E n
o casiones h a m a n ife sta d o incluso una incom odidad o un
m alestar an te la "fo rtu n a " de esa p alab ra, al m enos en algunos
ám bitos académ icos, con el corresp o n d ien te peligro de una
d om esticación o un uso irresponsable y acrítico del m ism o. U n
inconveniente d e esta palabra com o tal es que su com posición
gram atical negativa la convierte en fácil blanco d e los que
q u ieren ver in te resa d am e n te, en este m ovim iento, tan sólo
n egación, nihilism o y destrucción lúdica. En su m a, dice
D errid a, “desconstrucción" no es una palab ra a fo rtu n a d a , un
b o n m ots ni bella. E n cualquier caso hay que inscribirla en una
cad en a d e o tras palab ras que d ejan ver la dim ensión afirm ativa
d e este p ensam iento: texto, huella, escritura, d iffera n ce,
disem inación... P or n uestra p a rte hem os asum ido e l hecho de
que “ desconstrucción’’ se ha im puesto en la cultu ra o b jetiv a
co m o no m b re m ás conocido del co n ju n to del m ovim iento,
au n q u e , de acuerdo con la relativa reticencia o resistencia de
D errid a, intentarem os m a n ten e r y transm itir u n a atención
vigilante an te los "inconvenientes" de la palabra.
B ajo el título “ desconstrucción", y sobre todo cu a n d o éste se
asocia al de "p o stestru ctu ralism o ", se incluyen a veces o tras
tendencias del pensam ien to francés c o n tem p o rán e o , surgidas
tras la crisis de la fenom enología y el existencialism o (S a rtre ,
M erleau-P onty), y an te esa especie de universalización de la
p roblem ática estru ctu ralista que tuvo lugar en la F rancia de los
añ os 60; tendencias, p o r o tra p arte , ren o v ad as en la o casión de
un activo diálogo con algunas escuelas n orteam erican as: la
arqueología de F o u cau lt, sobre to d o , cierto psicoanálisis
estru ctu ralista (L acan ), la inventiva recreación del p en sam ien ­
to nietzscheano (D eleuzc) o incluso la reflexión so b re el
e s ta tu to de la llam ada postm o d ern id ad codificada p o r Lyo-
ta rd . A lgunos estudiosos (C h. M orris, R. G asché, M . F erraris)
han aproxim ado o asociado la desconstrucción a unos u o tro s
d e estos p ensam ientos. D esde luego sería m uy ahistórico negar
to d a relación en tre éstos y la o b ra de D errid a, y relació n ,
ad em ás, q ue no d ep e n d ería sim plem ente de la exp erien cia
c o m p artid a de un d eterm in a d o contex to histórico y teórico.

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Poro p o r o tro lado parecía m etódicam ente m ás eficaz, una vez
m ás. privilegiar la referencia a la desconstrucción “ p ro p iam en ­
te " dicha (y au n q u e ésta lo es de toda p ro p ied ad , de todo
nom bre pro p io ) explicada y practicada en D errid a. D igam os
aq u í sólo una palab ra so b re la posible articulación, la
proxim idad y la distancia, la ocasión y la dificultad de un
diálogo teórico e n tre la o b ra de aquél y estos m ovim ientos.
U na y o tro s coinciden en la radicalidad con que han asum ido la
crítica nietzcheana de la filosofía com o platonism o. P ero si
esto ha llevado a unos al tem a d e la “ historia de la v erd a d " en
relación con la historia de las form as del p o d er (F o u cau lt), o a
la exploración d e un nuevo psiquism o sin los p arap eto s
m orales y m etafísicos de la identidad del ego (D eleu ze), o a la
d eterm inación del estatu to del género narrativ o en la crisis de
los m etadiscursos universales (L y o ta rd ), la desconstrucción se
caracteriza aquí d iferenciadam ente po r m a n ten e r un interés
sistem ático en el o rd en conceptual y el corpus tex tu al de la
historia d e la filosofía. D e ah í su p erm a n en te “ d iálo g o ” crítico
con la larga m editación de H eidegger acerca de lo im pensado
de la m etafísica, lo cual no q uiere d ec ir, sin em b arg o , q u e la
desconstrucción pued a reducirse a u na “contin u ació n ” m ás o
m enos h eterodoxa del pensador alem án.
E n fin, últim a reducción o em pobrecim ien to m etó d ico en
esta exposición, no ha parecido posible un tratam ie n to am plio
de las coyunturas polém icas en las q u e , o en relación con las
q u e , se re tra ta o se perfila a veces la desconstrucción. Sin
d u d a, alguna de esas coyunturas (en relación con el fo n d o
rousseaniano de L évi-Strauss, el psicoanálisis de L acan , las
teo rías de los actos d e habla, ciertas configuraciones d e la
h erm enéutica) son en cualquier caso significativas, y ev e n tu a l­
m ente podrían ser respectivas ocasiones d e u n a explicación
crítica m ás fecunda que la constatación crispada o tran q u ila de
u na recíproca so rd era o d e una inconm ensurabilidad de
paradigm as. P ero la estrategia expositiva de d eten e rse en esos
enclaves resta ría posibilidades a la intención d o m in an te de
este tra b a jo d e m ostrar la dim ensión afirm ativa y co n stru ctiv a
d e la desconstrucción, la co herencia d e un pen sam ien to o una
m archa a través d e u na topo g rafía m uy irregular.

21
1. Premisas de la Desconstrucción

1.1. Inquietud del lenguaje

Los m otivos, los intereses y las cuestiones que dom inan los
p rim eros textos de D errid a — an tes, de hecho y de d erech o , de
la p rim era inscripción explícita d e un p rogram a desconstructi-
vo en la ap e rtu ra gram atológica— se pueden resu m ir o se
d e ja n reu n ir en el topos irreductiblem ente polém ico d e una
inquietud del lenguaje: inquietud en el lenguaje y p o r el
len guaje, in q u ie tu d , pues, histórica y trascenden tal a n te la
instancia del se n tid o am enazado o d e la crisis de la verdad
ex p e rim en tad a desde el lenguaje puro com o histo ria p ura.
A rm ad o teóricam en te con u n a m uy articulada y activa
ap ropiación del paradigm a fenom enológico husserlian o , este
p rim er D errid a in te rp re ta ya con una no tab le originalidad
aquel topos a p artir de la diferencia entre fu e rza y significación:
e n tre la en erg ía cre ad o ra en la opaca p rofundidad d e D ionisos,
y la claridad reveladora en la tran sp a ren te superficie de
A p olo; en tre la producción histórica del sentido y la teo ría
lúcida d e la v erd ad ; en fin. e n tre el suelo o m atriz babélica de
una equivocidad irreductible a traducción, y el telos de una
razón an im ad a p o r la voluntad de reactivar el origen a través
d e u na tradición esencialm ente unívoca. ( íN o s interesam o s en
el próxim o capítulo , al seguir de cerca el hilo fenom enológico
d e esta h istoria, en la representación en cierto m odo em b lem á­
tica de esa diferencia — no dilem a ni altern ativ a, m ás bien
juego d e los diferentes— : H usserl o Joycc. o H usserl y Joyce).
A quel cam po de cuestiones, o u na cierta form a d e atrav esarlo .

22
constituye seguram ente la raíz inm ediata de la d esco n stru c­
ció n. su más próxim a prem isa histórica.
Sin d u d a esa in terp retació n filosófica de la crisis del sentido
y en definitiva de la historicidad de la verdad qu e se configura
en ese recorrido o esa travesía, podría leerse o reco rd arse en su
necesidad in te rn a y en su legalidad p ro p ia, es d ec ir, com o
m o m ento d eterm in a d o , m uy ricam ente articulad o , de una
racionalidad cuyo radicalism o crítico frente a la tesis m etafísica
y especulativa de una verdad trascen d en te, se resiste, sin
em b arg o , a abdicar de sus p retensiones infinitistas de fu n d a­
ción. y se niega, asi, en sum a, a coincidir con la crítica
historicista y escéptica d e la razón. P ero aq u í el estudio d e ese
m o m en to , o d e algunos aspectos de ese m om ento de la razón
v u elta a la historicidad del sentido y a la verdad en crisis, nos
va a in teresar en la perspectiva sugerida d e su valo r o su
dim ensión de prem isa (de la q ue no se deriva sim plem ente)
para un pensam ien to que no pued e ya en ten d e rse com o
filosofía, — no po d rá eludirse en to d o lo q ue sigue esta
insistencia, a pesar de los equívocos y pseudopolém icas a que
se presta— . en tre o tra s cosas p o rq u e es en prim er térm in o
desconstrucción del logocentrism o, es decir, verem o s, de la
fu e r z a y d e la ley d o m in a n te s en e l d isc u rs o filo só fic o
o ccidental, así com o en to d o lo q ue éste, im plícita o
ex p lícitam en te, en la teo ría com o en la praxis, gobiern a. P ero
la d esconstrucción es im pensable, o qu ed a irresponsab lem en te
sim plificada, si no deja ver lá legibilidad — y el alcance en
cierto m o d o indestructible— d e aquel discurso. Se en tien d e
en to n ces q ue una aproxim ación específica a la fase p ro p iam en ­
te o afirm ad am en te filosófica de D errid a deba te n e r un interés
m ayor que el d e un inform e histórico acerca d e la fáctica
génesis de las “ id eas'' q ue p reced iero n a la inscripción d e la
desconstrucción en el discurso q ue por prim era vez la enunció
y la puso en práctica.
Ju n to con la fenom enología husserliana — que da al prim er
D errid a m ás q ue un m arco teórico y pro b lem ático , una
m etodología y un lenguaje conceptual muy precisos, y que
co m o verem os m antiene su eficacia crítica m ás allá d e , o en
p aralelo con. la gram atología— . en los textos a que nos

23
referim os hay q ue d estacar la presencia de la ontología
h eideggeriana y la genealogía de N ietzsche. E stas dos fu en tes,
los tem as heideggerianos de la existencia fáctica en la b ase de
la cuestión ¿leí ser, y los m otivos nietzscheanos de la fuerza y la
vida en la genealogía de la v erd a d , se u n en , a p a ren te m en te sin
p ro b lem as de incoherencia teó rica, a la fenom eno lo g ía husser-
liana. en la dirección de una crítica d e la m etafísica idealista y
trasc en d e n te , o “p latonism o” . H usserl, H eideggcr y N ietzsche
serán referencias im prescindibles en la Je scon stru cció n del
logocentrism o. cu an d o aquella haya tom ado c u erp o en el tex to
d e D errid a, y consciencia en su discurso. A ellos volverem os
m ás ad e la n te. P ero una cu arta fuente o presencia — m ás, o tra
cosa q ue ‘‘influencia"— m uestra un cierto privilegio en esta
fase prcdcsconstructiva. En rigor, se trata de un m ovim iento
te ó rico y m etodológico no-filosófico, e incluso co m p o rta una
p u n ta crítica antifilosófica, p ero en cualquier caso leído aquí
en su posible v irtualidad filosófica: nos referim os al estru c tu ra-
lismo.

1.2. Crisis del estructuraiism o

E s g en e ralm e n te sabido hasta q ué pu n to esc m é to d o , ese


lenguaje — con su retó rica, su inflación artificial y su au to d ev a-
luación inevitables— llegó a ser d o m in an te en la cu ltu ra
teó rica de la F rancia de los p rim eros años 60. en la ép o ca d e las
p rim eras escritu ras y publicaciones de D errida. D o m in an te
sobre to d o en las “ciencias hum an as": etnología, lingüística,
p o ética, historia y psicoanálisis. D esde cierta p ersp ectiv a, y
por cierto n ad a secu n d aria, com o ya hem os anticip ad o , la de
su recepción y despliegue en A m érica, la desconstrucción
suele en c u ad rarse en tre los m ovim ientos p o stcstru ctu ralistas.
El célebre congreso d e 1966 en B altim o re so b re "L a c o n tro v e r­
sia estru c tu ralista ", b ajo el título d e L o s lenguajes críticos y las
ciencias del hom bre, y en el qu e p articiparon ju n to a D errid a,
B a rth es. L acan . G irard y o tro s, tran sm itió a una p arte d e la
consciencia teórica y d e las H um anidades en A m érica no tan to
la m etodología estructural canónica, cuan to m ás bien sus
dificultades internas o su crisis. En cualquier caso, la in te rv en ­

24
ción de D errid a en aquel m arco, la conferencia “ La estru c tu ra,
el signo y el juego en el discurso de las ciencias hu m an as"
(incluida después com o últim o capítulo de La escritura y la
diferencia) , pudo in te rp re tarse com o una crítica in tern a del
estructuralism o, y m ás precisam ente de L évi-Strauss, si bien
no tan frontal com o la q ue aparece en la segunda p arte de
D e la gram atología a p ropósito de R ousseau y del origen d e la
escritura. M ás ta rd e , en ocasiones retrospectivas, D errid a ha
p arecido referirse al estructuralim so en un tono de distancia-
m iento, m ás q ue de crítica in te rn a, e incluso d e cierta
m inusvaloración (cf. por ejem p lo “E l tiem po de una tesis.
P u n tu acio n es", en A nthropos, 93, pp. 20 y ss). O rien ta d o s o
d esorientados p o r algunos de esto s com entarios se p odría uno
v er llevado a co nsiderar que el estructuralism o h abría sido sólo
un elem en to contextual ex tern o , un lugar com ún, en to d o s los
sen tid o s, del am biente intelectual de los años de form ación de
D errid a. Y sin em b arg o cabe p ensar que es u na explicación
crítica con el estructuralism o, a p artir d e la fenom enología, lo
q u e m ás form alm ente da unidad a los prim eros escritos de
D errida. Ya sea que interrogue la escritura poética y cruel de
M allarm é, Ja b és, o A rta u d , ya sea q ue señale los lím ites del
form alism o en la crítica literaria, o los riesgos de un
to talitarism o historicista en la Historia de la locura en la época
clásica d e F oucault, ya sea que p la n tee la cuestión del lenguaje
de la filosofía a través de una lectura del program a heterológi-
co y “ an tigriego” de L evinas: en to d o s esos tem as podría
hacerse visible, com o base m etódica y suelo conceptual de
tales m ovim ientos críticos — “ deslizam ientos” los llam aba
D errida entonces— , un "diálo g o ” e n tre la fenom enología
(com plicada e instruida po r la ontología heideggerian a y por
N ietzsche, com o decíam os) y el estructuralism o, acerca de la
historicidad del sentido.
Ese diálogo se hace m uy explícito sobre todo en el ensayo
"F u erza y significación” que ab re La escritura y la diferencia.
El estudio enfatiza com o un rasgo irreductible del e stru c tu ra ­
lismo su específica resistencia a convertirse en un o b je to para
u n a p resu n ta historia de las ideas q ue p rete n d iese tem atizarlo
com o m ovim iento teórico. E s que el estructuralism o ha

25
m odificado ya, d eb e h aber m odificado nu estro co n cep to de
h istoria, com o que es "u n a conversión en la m anera
de cu estio n ar to d o o b je to ” , ta m b ié n , pues, los o b jeto s
históricos. Kn la línea del im pulso a esa evaluación del
estructuralism o com o ap e rtu ra d e un horizo n te, m ás que com o
posible o b je to d e una historia em pírica o u n crítica d irecta,
cabía decir entonces —seguram ente ya n o hoy— que “ vivimos
de la fecundidad estru c tu ralista” (E D . p. 11). L a fu en te de esa
fecundidad residiría en la capacidad d e unificación del lenguaje
y la historia. D e ahí su respeto a la au to n o m ía, al sen tid o
in terno de cada configuración (social, cu ltu ral, lingüística)
específica, y en co n tra p artid a , su resistencia crítica a los
evolucionism os e historicism os causalistas o teleologistas, que
p reten d iesen “co m p ren d er" una to talid ad de sentid o trasc en ­
diendo su expresión form al y co ncreta hacia sus p reced en tes o
sus consecuencias. A sí form ulaba D errid a en to n ces "la más
precisa y la m ás original intención del estru ctu ralism o ” : "E n
los dom inios biológico y lingüístico d o n d e se ha m anifestado
p rim ero, aquél consiste so b re todo en preserv ar la co h erencia
y la com pletitu d d e cada totalidad en su nivel p ro p io . Se
p ro h íb e a s í m ism o co nsiderar en p rim e r té rm in o , d e n tro de
u n a configuración d ad a , la dim ensión de inacab am ien to o de
d efecto , to d o aquello por lo q ue tal configuración no ap a re c e ­
ría sino com o la anticipación ciega o la desviación m isteriosa
de u na ortogénesis pen sad a a partir d e un telos o d e u n a norm a
ideal. Ser estructuralista es fijarse en prim er térm in o en la
organización del sentido, en la au to n o m ía y el eq u ilib rio
p ro p io , en la constitución lograda d e cada m om en to , de cada
fo rm a, es reh u sarse a d ep o rta r a rango de accidente a b e rra n te
to d o lo q ue un tipo ideal no perm ite co m p ren d er. Incluso lo
patológico no es sim ple ausencia de estru ctu ra. E stá o rg an iza­
d o . N o se co m p ren d e com o deficiencia, defección o d escom ­
posición de un a bella to talid ad ideal. N o es u na sim ple d e rro ta
del telo s” (E D . p. 41).
Esa fidelidad a la expresión com o tal del sen tid o , ese interés
inédito po r el len g u aje, converge, así, con la m encionada
nueva form a de "co n v ertirse” o volverse a la h istoria, q u e hace
que el estructuralism o escape a una historia clásica d e las

26
¡cicas. E n esa aproxim ación de lenguaje e historia, el estru c tu ­
ralism o se m anifestaría com o el m om ento m etó d icam en te más
lúcido d e una tendencia generalizada en la reflexión universal,
en la m edida en que ésta recibe hoy “ un m ovim iento
form idable a partir de una inquietud acerca del lenguaje — q u e
no pu ed e ser sino u na inquietud del lenguaje y d en tro del
lenguaje m ism o” (E D , p. 9. S ubrayado n uestro ).
M ás ad e la n te, en la ap e rtu ra m ism a de la g ram ato lo g ía,
D errid a rec o n o cerá d e nu ev o , en térm inos análogos, la
necesidad histórica de q u e una época de la m etafísica (de
la filosofía, de la ciencia, de la técnica) d eterm in e su cam po
problem ático universal com o lenguaje; determ inación que
coincide con la experiencia del lenguaje com o lenguaje
am en azad o en su m ism a vida ju sto po r su ca rácter o su
extensión universal, po r su carencia o su b o rra d u ra de lím ites
que lo fundan o lo estabilicen en un suelo d e "refe re n cia” o de
verdad. P ero en to n ces esa determ inación y esa experiencia
serán som etidos a la fuerza dislocadora, d esestru c tu ra d o ra . de
un pensam iento de la escritura, que se ex p o n d rá p recisam en te
siguiendo el hilo crítico de ia revelación d e una h erencia
logocéntrica e idealista en la lingüística estru ctu ral saussuriana
y postsaussuriana, y que se d eten d rá en un análisis del
fonocentrism o acrítico d e la antro p o lo g ía d e I^ v i-S trau ss.
P ero en “ F uerza y significación" todavía el estru ctu ralism o y el
pensam iento o la reflexión universal en su dim ensión más
significativa, convergen; y convergen en la convergencia de
lenguaje e historia: “ La actitud estru ctu ralista y n uestra
po stu ra hoy ante o en el lenguaje no son so lam en te m om entos
d e la h istoria. A som bro, más bien, po r el lenguaje com o
origen de la historia. Por la historicidad m ism a" (E D , p. 10).
La inquisición del lenguaje com o origen de la h isto ria, lejos
de un historicism o, que vive de una sonám bula idea de la
historia com o sucesión de acontecim ientos e ideas, se ab re a
u na reflexión sobre el destino m ism o de la av e n tu ra o ccidental,
y m ás co n c reta m en te, a la "rep e tic ió n ” del logos griego que
inaugura esa historia. P arad ó jicam en te — al m enos si se tiene
en cu e n ta el fu erte co m p o n en te intelectualista del m ovim ien­
to— es. así. a un tipo de pensam iento com o el de N ietzsche o

27
el de H eid eg g er, a un reto rn o “ d estru c to r" hacia el origen de la
historia de la m etafísica, la epistem e y la v erd a d , a lo que
te n d ría q ue encam inarse un estru ctu ralism o fiel a su m otiva­
ción más p rofunda. E s esa p erspectiva la qu e m ueve a D errid a
en “F u erza y significación” a exam in ar, m ás p articu la rm en te ,
la fecundidad, y los lím ites de esz fecundidad, del estru ctu ralis­
m o com o m é to d o d e lectura de la literatura.
A l igual que el lenguaje, com o form a em inente del len g u aje,
la “cosa literaria” es algo m ás que un o b je to para una historia
q u e no te n d ría que cuestionarse a sí m ism a, y algo m ás q u e un
tem a para una estética q ue no tendría qu e volverse a sus
fu n d am en to s filosóficos. Si el lenguaje es, po r un lad o , origen
d e la historicidad, es ta m b ié n , en su form a o en su altu ra de
“ lenguaje p u ro ” , el lugar p aradigm ático d e p resencia o
ausencia, d e presencio y ausencia d e la "cosa m ism a". E s sin
d u d a el no m b re d e M allarm é (cuya peculiaridad , p o r cierto ,
d e n tro d e la literatu ra co n tem p o rán ea se hace residir en su
lectura de H egel, o en que “ haya elegido ir hacia H eg cl" (E D ,
p. 12, n o ta) el más a b iertam en te invocado en el “p ro g ra m a”
q ue sugieren las palab ras siguientes: “ lenguaje p u ro que
q u erría ab rig ar la literatu ra pu ra, o b je to de la crítica literaria
p u ra ” ( E D , p. 13). N o es ex trañ o qu e el estru ctu ralism o haya
p odido revelarse tan fecundo en el dom inio de la te o ría de la
lite ra tu ra y de la crítica literaria. E n cualquier caso, es ese
ám bito el q ue interroga D errid a aquí p rim ord ialm en te. De
m odo m ás p articu lar, el estudio está m otivado po r una lectura
del libro de Jean R ousser Form a y significación (an te el q u e es
m uy visible el c a rácter d e réplica del título del p ro p io ensayo
d e D errid a). La introducción m etodológica de esa o b ra , ju n to
con la introducción d e E l universo im aginario de M allarm é de
J.P R ichard, a lo q ue habría q u e a ñ a d ir algunos trab a jo s
teóricos d e G. G e n e tte , constituye para este D errid a “ una
p arte im p o rta n te del discurso del m éto d o en crítica literaria” .
Se tr a ta , en sum a, de lib erar, o d e h acer h ab lar, a u n a
“in quietud so rd a ” q ue suscita el estilo de esas te n tativ as de
renovar la form a de lectura del tex to literario. E sq u em ática­
m ente: p o r un lado, el estructuralism o ha reconocido to d a la
im portancia del principio form al, no sólo en la estrateg ia

28
descifrad o ra, sino en la creación, en la escritu ra com o en la
lectura; p o r otro lado, ese form alism o ha dad o lugar a una
inatención a la fuerza y a la génesis histórica intrínseca de las
o b ras, y, p o r ese cam ino, se ha hecho vulnerable a una
tentación de geom etrism o , a un prim ad o acrítico del o rden
espacial. Sigam os esta reflexión de una fe cu n d id a d y una
esterilidad en el gesto estructuralista.
F.l interés por la estru ctu ra com o fo rm a , la fascinación p o r la
fo rm a , pu ed e v erse , valorarse, com o debilid ad , com o una
carencia de fuerza, incluso com o im potencia p ara co m p ren d er
ésta desde d e n tro . E n eso. la consciencia estru ctu ralista parece
co n firm ar el tópico q ue asocia la crítica a la im potencia para
crear: “ La fo rm a fascina cuando no se tiene ya la fuerza de
co m p re n d er la fuerza en su interior. E s decir, crear. P or eso la
crítica literaria es estructuralista en toda ép o ca, p o r esencia y
d estino. N o lo sab ía, ahora lo com p ren d e, se pien sa a sí m ism a
en su co n cep to , en su sistem a y en su m éto d o " (E D . p. 11).
A h o ra bien, sucede que el distanciam iento, la condición, en
todos los sentidos, d e la separación, q ue p are ce caracterizar así
a la o peración crítica com o pensam ien to p u ram e n te teó rico y
crepuscular, ha llegado a revelarse com o principio, también,
d e la creación literaria. D iversam ente, los n o m bres de S.
M allarm é, P. Valéry, H. Jam es, T.S. E liot, F. K afka, o más
exp resam en te M. B lanchot, atestiguan que “ la separación es la
condición d e la o b ra y no sólo del discurso so b re la o b ra ". Para
co m p re n d er esto , hay qu e te n er en cuenta q u e la n eu traliza­
ción de la fuerza (estratég icam en te necesaria p ara revelar
la e stru c tu ra) no es m enosprecio u olvido del sen tid o : la
estru c tu ra es “la unidad fo rm a l de la form a y el se n tid o " (F.D ,
p. 12). A l neutralizar el co n ten id o , es d ecir, “ la energía
viviente del se n tid o ", el estructuralism o se aproxim a a sus
o b je to s en su m o m en to o su dim ensión de crisis, en su asp ecto
d e posibilidad y hasta d e am enaza d e un sentid o sin seguridad
sustancial; .se aproxim a, pues, a la creación h istórica, a la
producción singular de la o b ra. A sí, la consciencia estru ctu ra-
lista no es sólo teó rica, contem plativa en el crep ú scu lo , es
tam bién catastrófica, desestructuradora: am enaza la unidad
clásica d e la o b ra, y de las ob ras, a lo largo de la h isto ria, pone

29
L a s d o s in te r p r e ta c io n e s
de la in te r p r e ta c ió n

H av. pues, dos interpretaciones de la interpretación,


de la estructura, del signo y del juego. Una pretende
descifrar, sueña con descifrar una verdad o un origen
que se sustraigan al juego y al orden del signo, y que vive
com o un exilio la necesidad de la interpretación. La
otra, que no está ya vuelta hacia el origen, afirm a el
juego e intenta pasar más allá del hom bre y del
hum anism o, dado que el nom bre del hom bre es el
nom bre de ese ser que. a través de la historia de la
metafísica o de la onto-teología, es decir, del conjunto
de su historia, ha soñado con la presencia plena, el
fundam ento tranquilizador, el origen y el final del juego,
F.sta segunda interpretación de la interpretación, cuyo
cam ino nos ha señalado Nietzsche. no busca en la
etnografía, como pretendía Lévj-Strauss. de quien cito
aquí una vez más la Introducción a la obra de Mauss. «la
inspiración de un nuevo humanismo».
Se podría advertir en más de un signo, actualm ente,
que esas dos interpretaciones de la interpretación —que
son absolutam ente irreconciliables incluso si las vivimos
sim ultáneam ente y las concillamos en una oscura econo­
m ía— se reparten el cam po de lo que se llam a, de
m anera tan problem ática, las ciencias hum anas.

J . D errida. I.a escritura y la diferencia.


en cuestión la cu ltu ra com o suelo o tradición, rep ite la
situación de un ju e g o o una desviación, de una invención de
lenguaje. El m etodism o de esta operación crítica p rese n ta la
apariencia ilusoria d e u na lib ertad técnica, o de una irresp o n ­
sabilidad; d e h echo, reclam a una preocupación ontológica. "Se
percibe la estru c tu ra en la instancia d e la am enaza, en el
m om ento en que la inm inencia del peligro co n cen tra nuestras
m iradas en la clave de bóveda de una institución, en la piedra
en que se resum en su posibilidad y su fragilidad. Se p u ed e
en to n ces a m en azar m etódicam ente la estructu ra para percibirla
m e jo r, no so lam ente en sus nervaduras sino en ese lugar
secreto en q ue no es ni erección ni ruina sino labilidad. E sta
o p eració n se llam a en latín suscitar o solicitar. D icho de o tra
m a n era, estrem ecer con un estrem ecim iento que tien e q u e ver
con el todo (de sollus. en latín arcaico: el to d o , y d e citare,
e m p u jar). La preocupación y la solicitación cstru ctu ralistas,
cu ando llegan a ser m etódicas, no se dan sino la ilusión de la
lib ertad técnica. En verdad rep ro d u cen , en el registro del
m éto d o , una p reocupación, una solicitación del se r. una
am enaza histórico-m etafísica de los fu n d am en to s" (E D .
p. 13).
A sí, este estructuralism o es capaz de volverse hacia la
libertad p o ética o la im aginación cre ad o ra que in stau ra el acto
literario, lá escritu ra y la lectura, en virtud ju stam e n te d e su
neutralización form alista del co ntenido y la fuerza, gracias a la
separación crítica, hasta el exilio, hasta la salida fu era del
m undo. Es que la ausencia pu ra, la consciencia d e n ad a , el
vacío, es la “ situación" m ism a de la literatu ra com o palabra
pura. Y lo que revela a ésta, p ara d ó jicam en te, com o escritu ra.
E m ancipada d e to d a im plicación respecto a una percepción
actual y en gen eral respecto a u na experien cia n a tu ra l, libre de
un se n tid o in te rp re ta d o idealistam ente com o posible verdad
in tem poral, la escritura es inaugural y resp o n sab le del sentido
histórico. U n cierto H usserl inspira a D errid a e sta atención a la
palab ra com o escritura: "E scribir es sa b er q u e lo q u e no se ha
producido todavía en la letra no tiene o tra m o rad a, no nos
esp era com o prescripción en algún topos ouránios o algún
en ten d im ien to divino. E l sentido debe e sp erar a ser dicho o

31
escrito para habitarse él m ism o y llegar a ser lo q u e es al diferir
de sí: el se n tid o " (E D , p. 21).
Y sin em barg o , el estructuralism o acaba, según una cierta
necesidad, retro ced ien d o an te la historicidad. E se m o m en to
vulnerable se pone d e m anifiesto po r un lado en una
ontologización d e la estru ctu ra, q ue se convierte en “ la única
p reocupación del crítico” (p. 27); y por o tro lad o , en su
acrítico literalism o topográfico en el m odo de e n te n d e r y usar
el con cep to de estru ctu ra. E se ultraestru ctu ralism o y ese
g eom etrism o nos devuelven a una m etafísica p ro fu n d am en te
ahistórica. Signo característico de esa regresión es la obsesión
o el m ito, co m p artid o por R ousset y por R ich ard , d e la
sim u ltan eid ad , la totalidad ce rra d a y represen tab le en una
superficie. P ero esa secundarización, esa represión del tiem po,
la génesis y la fuerza, e n tra n en conflicto con la condición
m aterial del sentido: “E n esta exigencia de lo llano y lo
ho rizo n tal, lo q ue es intolerable para el estru ctu ralism o es
ciertam en te la riqueza, la im plicación del volum en, to d o lo que
en la significación no pu ed e e s ta r ex puesto en la sim ultaneidad
d e una form a. P ero ¿es un azar qu e el libro sea e n prim er lugar
volu m en ?" (F.D . p. 39). A decir verd ad , esta d ificultad, esta
ap o ría , esta inconsecuencia, si se q u ie re , del estru ctu ralism o ,
n o es casual. El gesto m ism o de co m p ren d er el se n tid o im plica
ya p o n er éste com o eidos, com o form a in telectu alm en te visible
en la claridad d e una intuición o u na rep resen tació n , y así,
reducir o neutralizar la génesis y la fuerza. A n tes D errid a ha
señ alad o en la fenom enología genética un discurso filosófico
ab ie rto a la invención y a la historia, más allá del form alism o.
A h o ra es una com plicidad, u na d ep endencia m ás o m enos
direc ta, m ás o m enos inconfesada. d en eg ad a incluso, resp ecto
a la fenom enología eidética, lo q ue parece resp o n sab le de la
ceguera estructuralista para lo que no sea rep rese n tab le en un
p lano sim ultáneo, y así, "d a d o " en una evidencia o una
diafanidad unívocas. El helioceturism o occidental, la m e táfo ra
fotológica de la luz y la so m b ra, del fe n ó m e n o y la retirada,
m e táfo ra fu n d ad o ra de la m etafísica occidental, sigue siendo
o p era tiv a y eficaz en la fenom enología y en el estru ctu ralism o .
O en el lenguaje sin m ás, si es q u e. recu rrien d o al sim bolism o

32
d e N ietzsche que dom ina las últim as páginas de "F u e rz a y
significación” , el sentido com o tal, el sentido del se n tid o “es
ap o líneo por to d o lo q ue se m uestra en él" (E D , p. 42). En
cu an to la fuerza se hace com prensible, deviene se n tid o , se ve
llevada a fenóm eno, o apariencia.
T o d o esto supone reconocer "u n a cierta im potencia del
lenguaje de salir d e sí para decir su o r i g e n F . s t e o rigen, es
d ec ir, la fuerza, sólo cabe pensarlo, o hay q ue pen sarlo . La
fuerza: “ lo o tro q u e el lenguaje, sin lo que éste no sería lo que
e s ” . N o es posible salirse sim plem ente de ese lenguaje
filosófico, o rom per con la tradición de la historia m etafísica
(nuestra historia): eso sería una opción estéril por el o scu ran ­
tism o y la irracionalidad. M ás q ue liberarse d e esc len g u aje, se
im pone u na estrategia económ ica: “ resistirle desde lo más
lejos posible" (L D . p. 44). La crítica literaria postfenom enoló-
gica y postestructuralista que articulase esa resistencia, que se
articulase desde esa resistencia, no ya “ renunciaría" al ideal
epistem ológico, más bien se desp ertaría y d esp ertaría del
su eñ o dogm ático de una lectura o rie n ta d a m elódicam en te por
u n a filosofía o u na ciencia de la literatura.
La crítica literaria buscada tendría que llegar a “explicarse"
e "in tercam b iarse" con la escritura literaria. C o n tra la se p a ra ­
ción de la crítica y la creación, se d estacó m ás arrib a el
“ ju e g o ", com p artid o po r los dos polos del acto literario ,
escritu ra y lectu ra, de un cierto necesario form alism o, la
im antación al lenguaje puro o de la ausencia de o b je to . A sí,
pues, desde muy p ro n to , desde esta activa in terp retació n del
estru cturalism o com o tentación de form alism o topográfico y
com o o p eració n d esestru c tu ra d o ra . catastrófica, de los o b je to s
históricos. D errid a anticipa ya aq u í lo que será un rasgo típico,
au n q u e in te rp re ta d o m uy diversam en te, de la fase ta rd ía de la
desconstrucción en la cultura angloam ericana: la ten d en cia a
b o rra r las fro n teras o los lím ites nítidos e n tre la literatu ra y la
crítica literaria.
P or o tra p a rte , en inm ediata proxim idad cronológica con
"F u erza y significación", estudio en principio de n atu raleza
teó rica, las lecturas de Jab és y de A rtaud incluidas en La
escritura y la diferencia ponen en práctica la resistencia al

33
discurso filosófico, epistem ológico o m etafísico, del sen tid o .
La p rim e ra — ocasión p ara una p rim era explicación de D errid a
con la cultura ju d ía del Libro— concluye significativam ente en
el tem a de la ilegibilidad com o ley últim a del texto. L a segunda
— "L a p a la b ra so p lad a"— som ete a cuestión la seg u rid ad de
las distinciones e n tre psique y texto, o en tre locura y o b ra,
distinciones co m p artid as por el discurso critico y el discurso
clínico, —el discurso q ue pone en cam a lo q u e analiza— ,
cu an d o se en fren tan a la co y u n tu ra d e literatu ra y locura en el
te atro de la crueldad de Á rtaud.
E sta reflexión sobre el estructuralism o, esta "crisis” , en el
sentido griego, del estructuralism o, concluye co h e ren te m en te,
así. en N ietzsche: en cóm o la diferencia e n tre A p o lo y
D ioniso, e n tre la estructura y el im pulso, o e n tre la significa­
ción y la fuerza — esa diferencia, y no alternativ a u oposición—
se identifica con la historicidad m ism a y con la escritu ra.

1.3. L enguaje filosófico y pensam iento heterológico

U na segunda instancia desde la que el prim er D errid a


articula su acoso a los tem as de la inquietud del lenguaje y la
crisis de la v erd a d , y q ue nos interesa aquí en la m edida en que
se la pu ed e in te rp re tar retrospectivam ente com o p rem isa
histórica de la desconstrucción, es el análisis del lenguaje
filosófico. E sta línea de interés es m uy visible ya en el am plio
estu d io de la o b ra de F oucault Historia de la locura en la época
clásica. A u n q u e D errid a se declara m uy p róx im o al esp íritu y
la intención de este libro — a la idea del sentido com o
indisociable de una partición de razón y locura, de u n a
exclusión y un en cierro de la locura po r la razón m o d ern a— ,
sin em bargo critica en F oucault una tem atización insuficiente
del problem a d e la historicidad de la razón y. en conexión con
esto, del lenguaje de la filosofía. E fecto d e esa insuficiencia
teórico-m etodológica es un erro r m aterial d e in terp retació n
del te x to de D escartes sobre el cogito y la exp erien cia o la
posibilidad d e la locura. En sum a, F oucault no habría
reconocido la irreductibilidad a una to talid ad histórica finita,
de la a p e rtu ra , precisam ente infinita, que es. oecía en to n ces

34
D errid a, la hipérbole del cogito, o la razón com o “ex ceso ” del
q u e el to talitarism o historicista no pu ed e d ar cu en ta.
Q uizás el m om ento relativam ente “ déb il” de este ensayo,
cuyo origen es una co nferencia de 1963 — y h ab ría que
rec o rd a r aq u í la observación al final d e L a escritura y la
diferencia de q u e , en el m om ento d e releer los textos que
form an el libro “no podem os m an ten ern o s a la m ism a distancia
de unos q ue d e otros'* (E D , p. 411)— , reside en una cierta
“instalación" en la necesidad del discurso filosófico: d e éste
llega a sugerir D errid a que es insuperable, p o rq u e la razón
com o tal no es histórica; si bien lo “ahistórico” reivindicado no
es aq u í la v erd ad positiva y trascen d en te q ue el “ p en sam ien to
clásico" ha creído p o d er salvar de la historia (cf. E D . nota
pp. 50-51). En cualq u ier caso, m ás eficaz q ue el estu d io so b re
Foucault — al que replicó éste en la segunda edición del libro—
parece el largo tra b a jo sobre Levinas: “ M etafísica y violen­
cia". Y an te todo p o rque el p ropio tex to d e L evinas—
Lotalidad e infinito, sobre todo— m uestra d e p o r sí un p o ten te
diálogo in tern o acerca del lím ite de la lengua filosófica.
La cuestión de Levinas es la de la búsqueda d e u n a salida al
totalitarism o d e la historia y de la razón nacidas en G recia. En
L evinas, com o en H usserl y com o en H eidegger. se req u iere
una 'rep etició n '' de la av e n tu ra filosófica occidental, una
reflexión sobre el origen y el destino del logos. P ero — y é sta es
la originalidad d e L evinas en la q ue se in teresa tem ática y
críticam ente D errid a— el m orivo d eterm in a n te aq u í es una
solicitación y una dislocación del origen griego a p artir de o tra
raíz histórica: la palabra judia. La dom inación de la cultura
occidental po r su origen en el logos griego h ab ría producido
una opresión d e la experiencia, m ás específicam ente u n a
represión d e la dim ensión irred u ctib lem en te heterológica y
trascen d en te de la experiencia. A quella cu ltu ra, aquel logos
—del q ue el discurso filosófico h ab ría sido su ex p resió n más
po te n te— es caracterizado po r Levinas com o un p en sam ien to
d e lo m ism o , un pensam ien to del so m etim iento d e lo otro a lo
M ism o. La categoría m ás significativa d e ese p en sam ien to
tautológico habría sido la de totalidad. A la q u e Levinas
co n tra p o n e la idea de infinito. El pensam ien to d e lo m ism o y

35
de la to talid ad es, po r o tra p a rte , esen cialm en te, una
onto-logía: posición del concepto de ser com o condición y
horizonte de to d o discurso sobre lo q ue existe. F.l p en sam ien to
de lo o tro y del infinito es. en cam bio, una ética m etafísica que
funda el resp e to m oral al o tro en una interpretació n del rostro.
E se m otivo ético, el m otivo de u n prim ad o de la m oral, o de la
ética com o filosofía p rim era es, sin d u d a, el m ás visible, y en
algún se n tid o , el m ás im p o rtan te en la o b ra de L evinas. P ero la
lectura de D errid a se o rien ta an te to d o hacia la base crítica de
esa p ro p u esta ética, hacia la denuncia del logos griego y del
lenguaje filosófico d o m in an te en O ccidente en el origen d e la
opresión ontológica y to talitaria d e lo o tro y del o tro .
El in te rés de D errid a en esa crítica levinasiana de la filosofía
com o tautología, y nu estro interés en esa reflexión com o
elem en to significativo de una "p rep aració n " d e la d esco n stru c­
ción. residen en que aquella crítica asum e rad icalm en te la
necesidad y la dificultad d e articularse en la m ism a lengua
griega qu e p rete n d e so m eter a cuestión. “N uestra cuestión",
dice D errid a, es cóm o es posible la buscada dislocación del
logos griego, si es qu e ésta ha d e form ularse finalm ente "en
g riego, en n uestra len g u a” , en el lenguaje filosófico (q u e no
está sólo, claro está, en la filosofía), es decir, el len g u aje de la
lógica y de la identidad, de nuestra identid ad . El diálogo
levinasiano con el origen griego, y con su resonancia hasta
H usserl y H eid eg g er, está ciertam en te afectad o y en riq u ecid o
p o r u n a clara inspiración en la fuente ju d ía profética y
m esiánica; p ero en ningún caso se som ete ese diálogo a u n a
d ogm ática religiosa.
La resistencia a la evidencia filosófica y a la “sintaxis" g rie­
ga d e los filosofenias, la elab o ra L evinas — y de ah í la
necesidad de seguir recurriendo a una cierta filosofía— sobre
la base de lo que q uiere ser una lectura d irecta, in m ed iata, de
la expresión desnuda. “ Se tra ta , pues, de u na p o te n te v o lu n tad
de explicación con la historia de la palab ra griega. P o ten te
puesto q u e, si esta te n tativ a no es la prim era de su g én e ro , el
caso es q ue alcanza en el diálogo una altu ra y u n a p en etració n
en que los griegos — y en prim er lugar esos dos griegos que
son todavía H usserl y H eidegger— son intim ados a resp o n d er.

36
[...] E sta tentativa no se apoya nunca en última instancia en la
autoridad de tesis o textos hebreos. Q uiere hacerse en tender
en un recurso a lo experiencia m ism a. La experiencia m ism a y
lo q ue hay de m ás irreductible en la experiencia: paso y salida
hacia lo o tro , lo o tro m ism o en lo q u e tiene de más
irreductiblem ente o tro : el o tro " (E D . p. 113). Es esta
p a ra d o ja , o esta ap o ría , de que el diálogo (in tercam b io y
d iferencia) e n tre helenism o y h ebraísm o d eb a , no casu alm en ­
te. apoyarse e n . o req u e rir, el lenguaje de la filosofía, lo q u e
estudia D errida. E l cual se declara m uy próxim o a este
p ensam iento: no nos parece encubrim iento retó rico d e una
crítica en el sentido negativo la advertencia de q u e las
cuestiones que p la n tea n o son en lo m ás m ínim o o b jecio n es,
sino ju stam e n te las cuestiones q u e “ nos" plantea el mismo
Levinas: “ n u estra s" cuestiones p erten ecen ya, p u es, a su
diálogo in te rio r (E D . p. 161). (E sta proxim idad a I-evinas no
se lim ita p o r o tra p arte a la época de I m escritura y la
diferencia. El tem a levinasiano de la huella, com o p asad o que
no ha sido p rese n te, alteridad n o constituible inten cio n alm en ­
te por la consciencia, in teresará directam en te al program a
g ram atológico.)
Las dos p rim eras secciones del largo ensayo p ro p o n en una
exposición del pensam ien to de L evinas en su sistem aticidad
p roblem ática y en la coherencia profunda de u n a evolución,
desde la fenom enología husserliana al pensam ien to de la
"e x te rio rid a d ". Ya en ese m arco, y todavía en un estilo de
co m en tario in tern o m ás q ue de interrogación crítica. D errid a
hace visible la cuestión del lenguaje de la filosofía, y las
dificultades de su "superación" o su sustitución. En principio,
en las prim eras o b ras de L evinas, d om inaban los tem as d e la
soled ad del existente y la pluralidad de los entes. Se tratab a
entonces d e ro m p er con la tradición griega del privilegio del
theorein, de la m irada y de la luz. y con la atribución de una
o riginariedad intangible a la distinción in terio rid ad -ex terio ri­
dad. La violencia de la luz, transm itida po r P lató n a H usserl y
H eidegger, rem ite en últim a instancia al m onism o p arm en í-
d eo. Y el parricidio d e El sofista no h ab ría sido suficiente para
escapar a ese m onism o. Al co m en tar el p ro b lem a lingüístico de

37
esa o peración req u e rid a , D errida anticipa el núcleo del
pro b lem a de u na relación in terio r-ex terio r con el cu erp o
textual de la filosofía: “L evinas nos e x h o rta , p u es, a un
segundo parricidio. H ay que m a tar al p adre g riego q u e nos
m an tien e todavía b ajo su ley: a lo que un G riego — P lató n —
no pud o nunca resolverse sinceram ente, d efirién d o lo en un
asesinato alucinatorio. P ero lo que un griego, en este caso, no
p ud o hacer, ¿p o d rá conseguirlo un no-G rieg o de o tro m odo
q ue disfrazándose de griego, hablando griego, fingiendo
h a b la r griego p ara acercarse al rey? Y cóm o se Trata d e m a tar
u na p alab ra, ¿se sab rá alguna vez quién es la últim a victim a de
esta ficción? ¿S e pu ed e fingir hablar un le n g u aje ?" (F.D,
p. 121). Y en cuanto a la estratégicam ente im p o rtan te crítica
ievinasiana de la m etáfora heliológica, q u e ya en ta n to
m etáfora p arece im borrable, ocupa to d o el lenguaje (ex cep to
el concepto de ser, dice todavía D errid a, que rec u erd a m uy
esp o n tán e am e n te aq u í la conocida sentencia d e B o rg es. en la
esfera d e Pascal: “ Q uizá la historia universal no es m ás que
la historia de algunas m etáfo ras”) , cabe ya p reg u n tarse: “ D e
esas pocas m etáforas fundam entales, la luz no es más q u e un
ejem p lo , p ero ¡qué ejem plo! ¿Q uién p o d rá d o m in arla?,
¿quién d irá ja m á s su sentido sin d ejarse p rim ero decir por
éste? ¿Q u é lenguaje escapará ja m ás d e ella?” (E D , p. 125)
En la tercera sección del estu d io . “ D iferencia y escato lo g ía” ,
D errid a som ete el proyecto levinasiano a u na trip le c o n fro n ta ­
ción: con H egel. con H usserl y con H eidegger. E n los tres
casos, tras una lectura tan m inuciosam ente a te n ta a to d o s los
m atices y las virtualidades del texto d e L evinas. com o
su tilm ente crítica en el p la n tea m ie n to de las ap o rías de ese
te x to , D errid a m uestra la unidad irreductible y te n sa d e l. p o r
un lado, program a m etafísico y ético de una p a z com o resp eto
a b so lu to al o tr o , y p o r otro lado, de u na violencia originaria,
trascen d en tal y ontológiea, com o ley o sentid o de la historici­
d ad. A h ora bien, el hilo q ue perm ite seguir y co n stru ir la
coherencia de ese problem a del tex to de L evinas — o que
D errid a identifica en el tex to de L evinas— es u n a vez más el
m otivo del lenguaje. L eam os la e n tra d a de esa te rc era sección:
"L as cuestiones cuyo principio vam os a in te n ta r indicar ah o ra

38
son todas ellas, en sentidos diversos, cuestiones d e lenguaje:
cu estiones de lenguaje y la cuestión del len g u aje” .
Sin d u d a , el propio discurso levinasiano asum e, y llega a
explicitar en ocasiones, que el pensam ien to de lo infinito y la
ética del respeto ab soluto al o tro no puede alcanzarse negando
sim p lem ente, transgrediendo o ab an d o n an d o , la conceptuali-
d ad tradicional filosófica que h a o p rim id o , com o pensam iento
to ta litario d e lo M ism o, el deseo infinito d e lo O tro . D icho de
o tra m an era, la crítica de la filosofía (griega) no puede d ejar
de rec u rrir al lenguaje, al fondo conceptual de la filosofía
(griega). P ero L evinas no se interroga so b re el sentid o d e esa
necesidad de u na pro fu n d a contradicción q ue se le im pone a su
p ro y ecto. D e nuevo, p regunta que en cam bio D errid a sí
p la n tea , y q ue lleva a un nivel de radicalidad que req u e rirá
o tra "salida" d e la filosofía (o tra: diferente a la indicada por la
h etero lo g ía levinasiana), a trav és d e la desconstrucción del
logocentrism o; salida al m ism o tiem po m ás intern a al texto
filosófico y más extern a al discurso filosófico.
"N os p reg u n tam o s —dice D errid a— acerca del sentido de
u n a necesidad: la d e instalarse en la conceptualidad tradicional
p ara d estru irla” (E D . p. 150). La form a m ism a d e esa
p reg u n ta prefigura una evaluación, por p arte de D errid a, de la
p o tencia de la p alab ra griega que no pued e d e ja r de a rro ja r
serias dudas acerca de la jerarq u izació n levinasiana. acerca de
la atribución de u na superioridad a la capacidad de a p e rtu ra y
revelación de la escatología m esiánica ju d ía sobre la razón
onto lógica griega. P rim ero en térm inos interrogativo s, y com o
posibilidad a te n e r en cuenta, después en térm in o s más
asertóricos, D errid a le asigna al logos griego un recurso
indestructible e im previsible, un p o d er d e resp u esta a la
alterid ad tal q ue aquél nunca se verá sorprendido, o excedido
(cf. E D , p. 150 y 208)l .
Por eso. al ju daism o de L evinas — más in te rn o y o p erativ o
en su o b ra de lo q ue ésta quiere reconocer— D errid a responde
I.— Cf. sobre el lenguaje proíético. la entrevista con Dcrrid.i de R.
Kearncy en Dialogues with Contem porary Cominenral Thinkers,
M anchcstcr. 1984. También. "C óm o no hablar. D enegaciones" en
Suplem entos A nthropos, 13. pp. 3-29.

39
con una recu p eració n , una "rep etició n " de esta p reg u n ta o de
esta diferencia, q ue atraviesa e n tre o tro s, ios corpus de H egel
y de Joyce: "¿Som os G riegos? ¿S om os Judíos? P ero , ¿q u ie­
n es?. .¿nosotros? Som os (cuestión no cron ológica, cuestión
prc-lógica) prim eram ente Judíos o prim eram ente G riegos? Y el
e x tra ñ o diálogo en tre el Ju d ío y el G rieg o , la paz m ism a,
¿tien e la form a de la lógica especulativa ab so lu ta de H egcl,
lógica viviente que reconcilia la tautolo g ía form al y la
hetero lo g ía em pírica tras h ab er p ensado el discurso pro fético
en el P refacio de la Fenom enología del espíritu? ¿T ien e, p o r el
co n tra rio , esta paz. la form a de la separació n infinita y d e la
trascendencia im pensable, indecible, del o tro ? ¿A l horizonte
d e q u é paz p erten ece el lenguaje que plan tea esta cuestión?
¿ D e dónde saca la energía de su cuestión ? ¿P u ed e d ar cu en ta
ael acoplam iento histórico del ju d aism o y del h elenism o? ¿Q u é
legitim idad tie n e? , ¿cuál es el sentido de la cópula en esta
proposición del más hegeliano, quizás, de los novelistas
m odernos: “Jew greek is greekjew . E xtrem es M eet” (E D ,
pp. 209-210; cf. tam b ién p. 180)? E n n o ta , confirm a D errid a
q u e esa frase está escrita, más bien inscrita, en un o b je to del
Ulises de Joyce.
D e la m ism a raíz de esa afirm ación de u n a irreductibiliclad
o indestructibilidad del lenguaje griego, d ep e n d e tam b ién
la tesis — que de nuevo afecta com o dificultad in tern a al
p rogram a d e L evinas— de que el lenguaje es indisociable de
la m etáfora espacial, y en la última instancia, indisociable de la
m e táfo ra com o tal. Para h ab lar de la trascend en cia, lo infinito,
lo ex terio r al m undo, el discurso de L evinas n o p u ed e ev itar
rec u rrir al lenguaje in m an en te de lo m ism o y de la to ta lid a d , el
lenguaje de lo ex terio r en el m undo, com o esp acialid ad , caída
en la luz, m etaforicidad constitutiva y no sim p lem en te
retó rica. "Q u e haya que decir en el lenguaje de la to talid ad el
exceso de lo infinito sobre la to ta lid a d , q ue h ay a que decir lo
O tro en el lenguaje d e lo M ism o, q u e haya que p en sar la
verdadera ex terio rid ad com o no-exterioridad, es decir, de
nuevo a través de la estru ctu ra D e n tro -F u e ra y la m etáfo ra
espacial, que haya q ue seguir h ab itan d o la m e táfo ra en ruina,
vestirse con los jirones de la tradición y los h arap o s del diablo:

40
to d o esto significa, quizás, q ue no hay logos filosófico q u e no
d eb a en p rim er térm ino dejarse ex p atriar en la estru ctu ra
D en tro -F u e ra . E sta deportación fuera de su lugar hacia el
L ugar, hacia la localidad espacial, esta m etáfora sería congéni-
ta de tal logos. A n tes de ser un procedim iento retó rico en el
len g u aje, la m etáfora sería el surgim iento del leng u aje m ism o"
(E D . p. 151).
A n te esta situación, o condición del lenguaje, el propósito
trascen d en te e infinitista de L evinas p arece que só lo ten d ría
una salida o una solución apofática, de ru p tu ra con el lenguaje.
L1 pensam ien to de lo infinito m ás allá del ser y del logos, sería
en to n ces en definitiva una apelación a lo im pensable e
indecible. P ero en to n ces h abría que ser co h e ren te s: escuchar
esa llam ada requeriría una disociación de pen sam ien to y
lenguaje. D e rrid a , com o de p aso , indica la virtualidad de esa
vía ap a re n te m e n te in transitable: “el divorcio e n tre la p alab ra
y el pensam iento” , una disociación no clásica de lenguaje y
p ensam iento, es “ un cam ino m uy, quizá d em asiad o , a b a n d o ­
n ado hoy” (E D . p. 207). A h o ra b ie n , L evinas, que de hecho
en cualquier caso no explora esa posibilidad de sep aració n de
tipo no clásico e n tre el pensam iento y la p alab ra, todavía m ás
lejos está d e la form a clásica de po stu lar esa disociación. La
teología negativa, o el bergsonism o, po r ejem p lo , podían
en fren ta rse a la dificultad de ex p resar la verdad en el lenguaje,
ju stam e n te gracias a un cierto m enosprecio del discurso com o
tal (cf. F.D. p. 156). P ero L evinas no pu ed e ya acogerse a esa
apelación apofática al silencio com o p resu n ta plen itu d d e una
"intu ició n ” cum plida o invocada. Para el p en sad o r ju d ío ,
filósofo, en esto rigurosam ente co n tem p o rán e o , no hay ya
lugar p ara el dualism o clásico — de alm a y cu e rp o , p en sam ien ­
to y p alab ra, lenguaje y verd ad . P ara él la posibilidad de la
a p e rtu ra a lo o tro y al o tro se co ncreta en el ro stro ; y éste es
ante todo posibilidad de palabra.
U na dificultad análoga vuelve a ap a rece r cu a n d o se co n fro n ­
ta Levinas con la ontología heideggeriana. La sospecha de
violencia to ta lita ria en cu b ierta q ue Levinas hace ex tensible al
co n ju n to de la historia de la filosofía com o historia de la
o nto lo g ía. adqu iere u na virulencia peculiar, y hasta un acento

41
y u n palitos notables d e agresividad, cu ando esa sospecha se
vuelve co n cretam en te a la o ntología heideggcriana. E s q u e en
la “ontología fundam ental'* se h aría p a te n te que el p ro y ecto de
com prensión q ue abre la inteligibilidad de los e n te s, p ro y ec­
ta n d o en ellos la luz del se r, neutraliza la alte rid a d y la
singularidad del e n te , y excluye así la dim ensión de in finito del
existente (com o) o tro . P ero ento n ces, en rig o r. — reflexiona
D errid a— esa estratégica, violenta crítica de la violencia
constitutiva o ntológica. te n d ría que im p o n er al le n g u aje , y por
lo p ro n to al p ropio discurso, una renuncia al verbo ser. o al
m enos, un enérgico d esplazam iento en el in te rio r del len g u aje
de tal m anera que ese verbo “ser" p erd ie ra todo carácter
arq u itectó n ico . "E n el lím ite, el lenguaje n o -v io len to , según
L evinas, sería un lenguaje que se privase del verbo ser, es decir
d e to d a predicación. L a predicación es la p rim era violencia.
C o m o el verbo ser y el acto predicativo están im plicados en
cualq u ier o tro verbo y en to d o no m b re co m ú n , el lenguaje
no-violento sería en el lím ite un lenguaje d e p u ra invocación,
de pura ad o ració n , q u e no profiere m ás qu e n o m b res p ro p io s
para llam ar al o tro desde lejos. Un lenguaje así e s ta ría , en
efecto , com o lo desea ex p resam en te L evinas. purificado de
toda retórica, es decir, en el sentido prim ero de esca p alab ra
qu e se evocará aq u í sin artificialidad. de lo d o verbo. Un
lenguaje así ¿seguiría m ereciendo su n om b re? ¿E s posible
un lenguaje puro d e to d a retó rica?" (E D . p. 201).
S ucede, sin em barg o , q ue del m ism o m odo q u e el recurso
apofático al silencio (al estilo de la teología n eg ativ a o de una
m etafísica bergsoniana) qued ab a prohibido p o r la com plicidad
de m etafísica y palab ra que L evinas afirm a sistem áticam en te,
tam p o co un lenguaje sin frase, sin retó ric a, p odría hacerse
cargo de lo que Levinas le pide tam bién a la p alab ra:
enseñanza, o frecim iento del m u ndo com o ob jetiv id ad co m ú n ,
condición d e im posibilidad d e una prop ied ad privada ab so lu ta.
"E l lenguaje d eb e d ar el m undo al o tro — nos dice en
Totalidad e infinito— . U n m aestro q ue se prohibiese la frase no
daría n ad a; 110 tendría discípulos sino sólo esclavos" (E D .
p. 201).
R epetim os: D errid a ad v ierte al principio, y lo rec u erd a de

42
paso en varias ocasiones después, que sus cuestiones a L evinas
son prev iam en te cuestiones del p ropio L evinas, o q u e p lantea
el tex to de éste. E n el m om ento de escribir este ensayo (1964)
D errid a p arece situarse precisam ente en la necesidad d e la
cuestión com o tal: la q ue obliga a la filosofía a una in te rp ela­
ción de su origen en la posibilidad de su m u e rte. La cuestión,
en este sentido, afecta a la filosofía com o la diferencia e n tre su
ap e rtu ra infinita y su historicidad finita. Y situarse en la
cuestión se co rresp o n d e con el rasgo esencial de la ép o ca, en
definitiva, el mismo que se expresa en lo que hem os individuali­
zado m ás arrib a com o “ in quietud del lenguaje” : "D iferencia
e n tre la filosofía com o p o d er o aventura de la cuestión y la
filosofía com o acontecim iento o giro determ in ad o s en la
av en tu ra" (E D . p. 109).
Lo q ue en definitiva diferencia, ya en este m o m en to , a
D errid a de L evinas, es la profundización en esa cuestión,
a través de un análisis del lenguaje filosófico. E squ em atizan ­
d o . cabría concluir q ue esc análisis d esau to rizaría la p ro p u esta
heterológica levinasiana, su "em pirism o", com o un sueño: el
sueño de un pensam iento p u ram e n te líeterológico, de un
pen sam iento p u ro de la d iferencia pura (cf. F.D. p. 206). Sin
em b argo, lo que m ueve, lo que busca esa “ crítica" no es
ciertam en te un d esp ertar del sueño heterológico para volver a
una tradición filosófica ex p e rim en tad a com o lógica in d estru cti­
ble o tautología. Si en esta crítica a Levinas se prefigura la
desconstrucción es ju stam e n te porque en últim a instancia lo
que p ro p o n e es " realizar" el sueño d e la heterología, m ed ian te
una estrateg ia más lúcida, m ás paciente, an te los recursos del
logocentrism o filosófico. E n esa estrategia hay que d estac ar la
necesidad de plan tear form alm ente y tem áticam en te el p ro b le­
m a de la p erte n en c ia y la a p e rtu ra , el problem a de la clausura
de la metafísica (cf. E D . p. 149). P roblem a que el prim er
D errid a d eterm in ó an te to d o en relación con la fenom enología
husserliana. com o vam os a ver a continuación.

43
2. La Fenomenología y la clausura
de la Metafísica

2.1 H istoricidad, lenguaje, escritura

L a fenom enología husserliana es seguram en te la fuente


intelectual m ás eficaz teóricam ente en la construcción del
p ensam ien to de D errid a: aquélla p arece se r, se diría con una
term inología qu e sin em bargo la desconstrucción va a p o n e r en
cuestión p recisam ente, su lengua filosófica '‘o rig in a r’. A lgo de
esa eficacia hem os podido verlo ya a través d e algunos tem as
de la p a rte pre-gram atológica de L a escritura y la diferencia,en
los q u e hem os reconocido una p rim era prem isa co n figuradora
de la desconstrucción: inquietud histórica del len g u aje, crisis
del estru ctu ralism o , sueño levinasiano de una hetero lo g ía
p u ra. E n el tratam ie n to de esos m otivos, com o en el análisis
crítico de las teo rías estu d iad as, el recurso a la fenom enología
ju g a b a el papel de una referencia ineludible y en cierto m odo
in superable, com o un suelo m etódico y un h o rizo n te p ro b le­
m ático a p a ren te m en te indiscutidos. E n cualq u ier caso, D e rri­
d a ha reconocido en m uchas ocasiones' la im p o rtan cia de esa
“ fu e n te ” , y com o un elem ento principal no sólo d e su
“fo rm ació n ", sino en la elaboración de algunas d e las
cuestiones qu e d ará n lugar a la desconstrucción.
El prim er enclave d e inscripción del con cep to d e d esco n s­
trucción en el discurso d e D errid a es el d e u n a p u esta en

1.— Cf. la entrevista con R. K earncy, Dialogues with Contemporary


Continental Thinkers, M anchcster U .P ., 19S6; tam bién "E l tiem po
de una tesis. Puntuaciones” , cit.

44
cuestión d e la axiom ática intuicionista e idealista de la
fenom enología husserliana. D esde luego, la desconstrucción
n o se deriva de la fenom enología; p ero su p rim era m otivación
decisiva es una explicación critica con los supuesto s m etafísi-
cos, fonologocéntricos, de la fenom enología. D e ah í la
necesidad de considerar aquí, al m enos en su esq u em a más
general, los dos textos m ayores dedicados a H usserl: la larga
Introducción (176 págs.) a la traducción de E l origen d e la
geom etría (1962), y L a voz y el fe n ó m e n o (1967) 2. El p rim ero
d e ellos p la n tea , tem ática y form alm en te, las cu estio n es y
dificultades, relacionadas finalm ente con el len g u aje, que
suscita la “ conversión" del últim o H usserl al pro b lem a de la
historicidad. El segundo, subtitulado “ E nsayo sobre el p ro b le­
m a del signo en H usserl” , radicaliza la tensión — e n tre el
intuicionism o d e la consciencia y el form alism o de las
categorías— q ue afecta al proyecto fenom enológico a p artir de
su m atriz teórica en Las investigaciones lógicas, más p recisa­
m e n te, a p artir de la interpretación intencional d e la significa­
ción, el sentido y el o b je to desarro llad a por H usserl en esa
obra.
A decir verd ad , desconstrucción sólo tiene lu g a r— o se hace
lugar, se ab re cam ino— en el segundo texto. E l estu d io sobre
E l origen d e la geom etría se m antiene en cam bio todavía e n un
horizonte fenom enológico, en un m arco m etafísico to d av ía no
tem atizado o no reconocido com o época histórica finita.
A ho ra bien, los p roblem as de la historicidad, del lenguaje y de
la escritura, tal com o los p ropone ah í D errid a, no son sólo una
repetición, ni un co m entario filológico-herm enéutico del
discurso husserliano. A quellos p roblem as no e stab a n ausentes
en éste; p ero D errid a les d a ahora un relieve q u e obliga a
p rofundizar en los presupuestos intuicionistas e idealistas d e la
fenom enología hasta un nivel d e radicalidad qu e la fen o m e n o ­
logía husserliana (ni ninguna o tr a , creem os) no h ab ría p o d id o
asum ir. D e ah í el in terés d e asistir al p la n tea m ie n to de esos

2. Habría que tener en cuenta tam bién «“Génesis y estructura" y


fenomenología» en La escritura y la diferencia, y ” La forma y el
querer decir” en Márgenes de la fdosofta.

45
prob lem as, al recorrido de aq u el prim er tra b a jo — fue de
hecho su p rim era publicación— , p ara m edir la transición y el
desplazam iento, la coherencia y la discontinuidad, del p a so a
la descqnstrucción d ad o e n tre el prim er y el segundo trab a jo
sobre H usserl. E n La vo z y el fe n ó m e n o , en efecto , se
reco n o ce ya la necesidad, el lugar de la crisis del logocentris­
m o, el vínculo estn ic tu ra l de éste con la phoné, y la a p e rtu ra a
la gram atología o pensam iento de la escritura. E l p ro p io
D e rrid a p are ce invitar a una lectura del tipo sugerido, a te n ta a
esa relación y esa diferencia en tre los dos libros (cf. P O , p. 11).
D errid a se había interesado desde m uy p ro n to en la
fenom enología. Su prim er proyecto d e tesis d o cto ral, reg istra­
do en 1957 con el título “ La idealidad del o b je to literario ” ,
p rete n d ía una aplicación de las técnicas de la fen o m en o lo ­
gía trascen d en tal — análisis intencional, reducciones eid ética y
trascendental— a la elaboración d e una nueva te o ría de la
literatu ra (cf. “ El tiem po d e u na tesis. P untu acio n es” ). A sí,
pues, desd e el principio, la escritura — el más activo o p e ra d o r
de la desconstrucción del logocentrism o. com o verem os— se
perfila en la aproxim ación de D errid a a H u sserl. P or o tra
parte , este te m a se en cu ad rab a en u na apropiació n de H usserl,
ex p resam en te, y a veces polém icam ente, d istan ciad a d e la
orientación fenom enológica d om inante en la F ran cia d e los
años 50 y 60. Ni la fenom enología existencialista d e S a rtre , ni
la fenom enología de la percepción d e M erleau-P onty “ m ed ia­
ron" en la asim ilación y “ uso” de la fenom enología en los
prolegóm enos históricos del pensam iento d e la escritura.
D e rrid a po r entonces se se n tía m ás próxim o, p o r lo q u e se
refiere al ám bito de la filosofía fran cesa, a au to re s com o
Cavaillés. R ico eu r, B achelard o T ran -D u c-T h ao , q u e im plica­
ban la fenom enología en una problem ai.w a específicam ente
lógica y epistem ológica: constitución de la o b jetiv id ad com o
“ v erd a d " no psicológica ni histórica (en sen tid o em pírico),
privilegio ontológico y m etódico de los o bjeto s ideales p u ro s
(los d e la m atem ática y la g eo m etría ), fundam entación lógica y
trascendental d e las ciencias, análisis lógico del significado.
D errid a relaciona m uy n atu ra lm e n te estos te m as con las
investigaciones, en p arte , paralelas a las de H usserl, de F re g e y

46
G ó d el (cf. IO G , pp.37-51; E D , p. 223; V F, pp. 58-59). L ejos
de las in terp retacio n es existencialistas y psicológicas, D errid a
insiste en la fidelidad al rigor filosófico y al estilo científico de
un p ensad o r cuya p rim era o b ra había sido una Filosofía de la
aritmética, y qu e culm ina en cierto m odo su itin erario co n una
m editación sobre el origen de la geom etría. E sta línea de
explicación se ob jetiv a en prim er lugar en una au d a z síntesis
de la originalidad d e la fenom enología siguiendo el hilo de su
d o b le polém ica frente al historicism o diltheiano y la psicología
d e la Gestalt, en «“ G énesis y estru c tu ra” y la fenom enología»,
co nferencia p ro n u n cia d a en 1959, publicada d espués en L a
escritura y la diferencia. Lo que ya en ese prim er ensayo se
llam aba “ d eb a te in te rio r” del pensam iento h u sse rlia n o — entre
un idealism o logicista y un genctism b trascen d en tal— ad q u iere
en la Introducción a lil origen de la geom etría la env erg ad u ra
de una investigación sistem ática acerca d e la axiom ática
im pensada de la fenom enología.
E sa axiom ática, el intuicionism o, se “ d ec la ra '’ — p ero
p erm aneciendo en buen a p arte en una zona de so m b ra y de
irreflexión dogm ática— en lo q ue el propio H usserl calificaba
de "el principio d e los principios" (Ideas, I, par. 24): la
atribución del valor de un a fuente absoluta d e legitim idad a la
evidencia o a la intuición en que un o b je to “ se d a ” a la
consciencia, o ésta a sí m ism a en la reflexión. E se intuicionis­
m o es solidario de la tesis del p rese n te viviente com o el
ab so luto fenom enológico. La problem aticidad de esa tesis, y
en sum a su filiación m etafísica, po r más q ue n eg ad a o
d en egada ésta en el discurso husserliano, llega a vislum brarla
el propio H usserl en cierto m odo a p artir sobre to d o de una
fenom enología del tiem po q ue parece cuestio n ar en algún
m o m en to el recubrim iento o la identidad sim ple d e lo
orig inario y el presente. La estru ctu ra de la tem p o ralid ad tal
com o se ofrece en la experiencia fenom enológica es una
“ dialéctica” de presen te y n o-presente. L a alterid ad que
in tro d u c en la retención de un pasado inm ediato y la p ro te n ­
ción d e un fu tu ro , fisu ra, o divide así, la p resu n ta sim plicidad
de la presencia a sí del presen te. Y desd e luego D e rrid a tiene
en cu e n ta , diversam ente, esa consciencia de la dificultad por

47
p arte del p ropio H usserl, en los d o s estudios del 1962 y de
1967.
M ucho m ás sum ida en lo “ im pensado” está la dim ensión de
la axiom ática fenom enológica qu e concierne al len g u aje, y
so b re to d o al lenguaje com o lugar d e la tradició n y la h isto ria,
y así, al lenguaje com o escritura. E n el citad o “ El tiem p o de
u na tesis. P untu acio n es” , D errid a p ro p o n e este balance
retrospectivo d e lo q ue buscaba su prim er trab a jo : “ [...] la
In troducción a E l origen de la geom etría m e p erm itió una
aproxim ación a algo así com o la axiom ática im pensada d e la
fenom enología husserliana, de su “ principio d e los prin cip io s” ,
a sa b er, el intuicionism o, el privilegio abso lu to del p resen te
viviente, la inatención al problem a de su pro p ia enunciación
fenom enológica, al discurso trasc en d e n ta l, com o decía F in k , a
la necesidad d e recu rrir, d en tro de la descripción eid ética o
trasc en d e n ta l, a un lenguaje q u e no podía estar so m etid o él
m ism o a la epojé — sin ser él m ism o sim plem en te m und an o — ,
y así a un lenguaje ingenuo ju sto cuando era éste el q u e hacía
posible todos los parén tesis o las com illas fenom enológicas.
E sta axiom ática im p en sad a m e parecía q u e lim itaba el
despliegue d e una problem ática consecuente de la escritu ra y
d e la huella, cuya necesidad estaba sin em barg o d esig n ad a en
El origen de la geom etría, y sin d u d a por p rim era vez con ese
rigor en la historia de la filosofía” .
E n el curso y en la profundidad d e este te x to , q u e se
p re se n ta d isc re ta m en te, en ta n to Introdu cció n , co m o un
co m entario q u e explica paso a paso el discurso husserliano en
E l origen de la geometría, cabe individualizar tres e ta p a s, o
capas, tres finalidades. E n p rim er lugar se tra ta b a d e m o stra r
la co herencia de ese discurso —qu e por sus tem as y su fecha
(1936) p erten ece a la últim a fase de la m editación husserliana,
la qu e se organiza en to rn o a L a crisis de las ciencias europeas y
la fen o m en o lo g ía trascendental— con el sistem a gen eral del
idealism o trascen d en tal. T am bién L a vo z y el fe n ó m e n o
insistirá en esto: el proyecto h usserliano m an tien e u n a unidad
esencial en su o b je tiv o , su program a y su m éto d o . D errid a
polem iza en un doble frente: c o n tra quien es creen p o d er
distinguir el p resunto “ realism o” ontológico de las Investiga­

os
d o n e s lógicas, del “subjetivism o” idealista de Ideas, y contra
q u ien es, com o M erleau-P onty, pensaban que tras un idealism o
trascendental ahistórico o rien tad o a las “ esencias" H u sserl se
h abría “ vuelto” hacia los “ hechos” d e la experien cia y la
historia (cf. 1 0 G . pp. 115, 122). A sí, D errid a subraya en
E l origen de la geometría, los tem as fenom enológicos de la
intencionalidad, la constitución, la objetividad, la idealidad,
la consciencia y el m undo, y los m étodos d e la reducción
eid ética y trascen d en tal. T am bién rem ite al p rogram a fen o m e­
nológico sistem ático la d oble crítica al objetivism o positivista y
al historicism o. F.l segundo objetivo d e esta Introducción es la
identificación d e la novedad específica de aquel ensayo de
H usserl: el p roblem a de un a historicidad trascend en tal en lo
que h ab ría sido h asta en to n ces un “designio in é d ito ". E l cual
consistiría en "p o n e r de m anifiesto, p o r una p arte , un nuevo
tipo o una nueva profundidad de la historicidad, y d eterm in a r,
p o r o tra p a rte , co rrela tiv a m en te' los instrum entos nuevos y la
dirección original de la reflexión histórica. L a historicidad de
las o b je tid a d es ideales, es decir, su origen y su tradición —en
el se n tid o am biguo d e la p alab ra, que abarca a la vez el
m ovim iento d e la transm isión y el p e rd u ra r d e la h erencia—
o b ed e ce a reglas insólitas, q ue no son ni las d e los en c ad e n a­
m ientos lácticos de la historia em pírica, ni las d e un en riq u e ci­
m iento ideal y ahistórico. El nacim iento y el d ev en ir de la
ciencia d eb e n , p u es, hacerse accesibles a u n a intuición
histórica de un estilo inaudito, en el q ue la reactivación
intencional del sentido te n d ría q ue p rec ed er y co n d icio n ar
—de derecho— la determ inación em pírica del hech o " (IO G ,
pp. 4-5). Sin desautorizar la legitim idad de la reducción
eidética. el análisis intencional de la o bjetividad co n stitu id a o
n óem a ideal, y el requisito fenom enológico d e volver a los
actos de consciencia concretos en q u e “ se d a -’ esa o b jetiv id ad ,
o reducción trascendental, am bas operaciones rem iten a su vez
a la necesidad de reactiv ar, en una objetividad sed im en tad a o
una tradición histórica d e verd ad , su sentido d e o rig en , su
d ep endencia respecto a un acto inaugural y fundad o r: es este
te rc er nivel de la reducción fenom enológica, la reducción
histórico-trascendental lo q ue in ten ta ex p o n e r H usserl to m a n ­

49
do com o base ejem p lar el nacim iento d e la geo m etría.
C iertam en te H usserl tiene a la vista ante to d o la historicidad
de las ciencias; pero ésta se funda en una historicidad de la
razón y del sentido. Si bien el filósofo alem án 110 llegó a
elab o rar una crítica de la razón histórica, y ni siq u iera tuvo
nunca u na sensibilidad por lo histórico com o tal — ni p o r los
h echos ni por la historiografía— , lo cierto es q u e la dinám ica
del análisis intencional rem itía a la génesis fáctica de la verd ad
en la consciencia co ncreta y el Lebensw elt, y así, se abría
co h e ren te m en te a la historicidad esencial del se n tid o y d e la
razón. D errid a explica con m ucho detalle los pasos de esa
explicitación husserliana progresiva de la h isto ricid ad , y
vincula a ese problem a y a su in te rp re tac ió n , la in terp retació n
del sentido últim o de la fenom enología. É sta 110 fue n unca un
“ p latonism o” — en el sentido habitual— : para H usserl la
verdad es indisociable de la historia intencional d e la conscien­
cia. P ero esta historia ad m ite dos lecturas: la verdad sería bien
el despliegue de una infinitud en la discursividad histórica, bien
el polo final, el horizonte de una subjetividad finita histórica.
M ás q u e “o p ta r" — según una “decisión” que H usserl llam aría
especulativa— habría q ue alcanzar la raíz de ese dilem a: “ La
actitud fenom enológica es an te to d o una disponibilidad de la
atención para el p o rvenir de una verdad, q u e, ya d esde
siem pre, aparece. E n lugar de b uscar fren éticam en te la
opción, hay q ue esforzarse hacia la raíz n ecesariam en te única
d e to d o dilem a. ¿Se hace e n te n d e r el sentido de la historicidad
trascendental a través de ésta, com o el Logos q u e está al
com ienzo? ¿N o es D io s, por el co n trario , el cum plim iento
final, y situado en el infinito, el no m b re del ho rizo n te de los
h orizontes y la E ntelequia de la historicidad trascen d en tal
m ism a? L as dos cosas a la vez, a p a rtir d e una u n id ad todavía
más profunda: es esa, quizás, la única respuesta posible a la
cuestión d e la h istoricidad'’ (IO G , p. 164).
En fin, el tercer p lano o e stra to d e este prim er tra b a jo de
D errid a es la enunciación d e algunas dificultades q u e e n c u en ­
tra el desarro llo concreto d e esa fenom enología de la historici­
dad. P ero esas dificultades surgen una vez más d e la dinám ica
m ism a del discurso fenom enológico. En las p rim eras páginas

50
de su tex to D errid a form ula así su “única am bición": “ R e co n o ­
cer y situ ar, en este texto, una etap a del p en sam ien to
husserliano, con sus presupuestos y su in acabam ien to propios.
Ú ltim a d e hecho, este m om ento del radicalism o husserliano no
lo es quizás de d erecho. H usserl p arece reconocerlo en varios
m om entos. A sí, pues, es en su intención m ism a en lo que
vam os a in te n ta r inspirarnos, incluso cu ando nos in teresem o s
en ciertas dificultades" (IO G , p. 5).
E s, sin duda, p o r nu estra p a rte , la “situació n ” de esas
d ificultades in te rn as del idealism o fenom enológico, lo que más
d eb e in teresarnos en n uestra lectura, en n u estra aproxim ación
al pa so d e la fenom enología a la desconstrucción. E n efecto ,
en los p asajes qu e tem atizan las ap orías d e H usserl, se reclam a
un tratam ie n to del lenguaje, la escritu ra y la diferen cia, q u e , a
una m irada retrospectiva, m u estran , si no la prep aració n , sí
algo más q ue el vislum bre alucinado de la necesidad de aquel
paso fuera de la fenom enología y de la filosofía general. Es
sobre to d o en los capítulos V, VI y V il de la Introducción
d o n d e se en c u en tran los tem as relevantes. A n te to d o , el del
lenguaje com o condición de la identidad y d e la o b je tiv id a d , y
com o posibilidad de la tradición y la historia. A parece aq u í la
p rim era “ figura" del problem a q ue le p la n tea el lenguaje a la
fenom enología — al m argen o más allá d e una fenom enología
del lenguaje— . Por un lado, el lenguaje com o tal n eu traliza la
existencia m u n d an a, es el m édium m ism o de la id ealid ad , y
D errid a puede rec o rd a r en to n ces la proxim idad d e esa
perspectiva con investigaciones literarias com o las de M allar­
m é. V aléry o B lanchot (IO G , p. 58, n o ta ); p ero p o r otro lado,
el lenguaje, ju stam e n te com o “ n o -n atu ral", “ o frece la más
peligrosa resistencia a la reducción fenom enológica" (IO G ,
p. 60). U n índice d e esta resistencia, y del consiguiente peligro
de re to rn o acritico al em pirism o de u na lengua h istórica, es
que H usserl no se h ay a plan tead o el problem a d e un lenguaje
trascen d en tal. E s ésta una crítica d e E . Fink a su m aestro
H usserl q ue D errid a evoca con frecuencia. P arad ó jicam en te,
el len g u aje, suelo y h orizonte de la fenom enología trasc en d e n ­
tal com o lugar de la idealidad, no llega a con v ertirse, sin
em bargo, en "p ro b lem a específico" en esa filosofía: “ { ...| a

51
p esar de los notables análisis qu e se le dedica, a p esar del
constante in terés qu e se p o n e en él. desd e las Investigaciones
lógicas al Origen, el problem a específico del len g u aje, d e su
origen y de su uso en u na fenom enología trasc en d e n ta l, ha
q u e d a d o ‘siem pre excluido o diferido” (IO G , p. 59, n o ta).
E s así com o se llega a “la m ás interesante dificultad de este
texto" (IO G , p. 70, subrayado n u estro ). H usserl señ ala en un
m o m en to del ensayo so b re la geom etría la necesidad d e la
m ediación lingüística, d e la carne lingüística, para la producción
de la significación, la objetividad y la verdad. A h o ra bien, ese
m o m en to o m ovim iento, q ue p arece un descenso a lo real y
fáctico, un regreso a la lengua, la cultura y la historia em píricas
y “ m u n d a n as", y así u na interrupción o neutralización d e la
reducción fenom enológica, es p o r el co n tra rio el p aso últim o
d e ésta. E l corazón de la p ara d o ja es q ue el leng u aje encadena
la idealidad a un m edio sensible y lo libera d e to d a facticidad
en ta n to es condición de la idealidad. "E l habla no es ya
sim plem ente la expresión (A üsserung) de lo q u e, sin ella, se­
ría va un o b je to : rec u p erad a en su pu reza orig in aria, ese habla
constituye el o b je to , es una condición juríd ica co n creta d e la
verd ad . L a p ara d o ja es q u e, sin eso qu e ap arece com o u n a
recaída e n el lenguaje — y p or eso, en la historia— , recaída que
alienaría la pureza ideal del sen tid o , éste resu ltaría una
form ación em pírica, aprisionada com o un h echo en una
subjetividad psicológica, en la cabeza del inventor. E n lugar de
e n c a d e n a rlo , la encarnación histórica libera, p u es, lo trascen ­
d en tal. E n consecuencia, esta noción tiene q u e volver a
p e n sa rse .” (IO G , pp. 70-71.)
E n fin, — y es en esto en d o n d e se revela la m ayor
o riginalidad d e esta lectura d e H usserl— D errid a p la n tea , y
com o u na agudización y una radicalización de la am bigüedad
fáctico-trascendental, el p ro b lem a de la escritura. C iertam en te
H usserl no tra ta de form a d esarro llad a este tem a, y so b re
to d o , no percibe el riesgo, la am enaza que su p o n e p ara el
p royecto trascen d en tal. P ero no d eja de ad v ertir el ca rácter
ab so lu ta m en te ineludible d e la escritu ra, en rigor, su rango de
condición trascen d en tal de la verdad. E s la inscripción lo q u e
fija la idealidad m ás allá de la consciencia actual y el coloquio

52
real de las subjetividades, y lo que a b re la posibilidad de una
tradición d e la verdad com o historicidad trascen d en tal. E n
algún m om en to , por ejem plo en las Investigaciones lógicas,
1 ,6 , H usserl había asum ido una determ in ació n instn im en talis-
ta o tecnicista y extern a de la escritura. E n cam bio en E l origen
de la geom etría, au n q u e sin insistir, reconoce im plícitam ente
su valor de condición intrínseca del conocim iento, y en su m a,
que se sitúa en el nivel más alto o en el e stra to m ás p ro fu n d o
de la constitución de la objetividad. "A sí, el acto de escritu ra
es la m ás alta posibilidad de to d a constitución. E s con él con el
q u e se m ide la profundidad trascen d en tal de la historicidad de
é sta .” (IO G , p. 86)
A h o ra bien, — y es esto lo q ue subraya D errida y lo que
“o cu lta" H u sserl, ya sea com o inconsciencia o com o re tro c e ­
so— la escritura es, ju n to a condición de la v erd ad , la
posibilidad d e u na desaparición d e la verd ad , en la m edida en
q u e ésta se ex p o n e (en todos los sentidos) en u n a "m ate ria” ,
en un "espacio” de inscripción, no sim plem ente m u n d an o ,
p ero cuya u n id ad con el m u ndo em pírico p are ce irreductible.
« D ete rm in ar el sen tido d e esa “desaparición" de la v erd ad es
el p ro b lem a m ás difícil plan tead o por el Origen, y p o r toda
la filosofía husserliana de la historia.» (IO G , p. 91) E n la
literalidad de esta frase. D errid a p arece atrib u ir el p la n te a ­
m iento de este p roblem a decisivo al m ism o H usserl. P arece,
sin em barg o , m ás adecuado e n te n d e r q ue el texto de H usserl
aq u í nos p la n tea una cuestión qu e su discurso no d o m in a, o p o r
la q ue ese discurso está dom inado. En cu a lq u ie r caso D errid a
reconoce la im posibilidad d e en c o n trar u na resp u esta unívoca
a este problem a de la (posibilidad esencial de la) desaparición
d e la verdad (en la ocasión, p o r ejem p lo , del incendio d e la
b ib lioteca u niversal). P roblem a, sin em barg o , tan cen tral en la
fenom enología que no es en rigor separable del d e la cuestión
sobre el sentido del "fen ó m en o " com o tal, o del "a p a re c e r".
E n esto, H eidegger sería d e m ás ayuda, en la m ed id a en que
tem atiza ab iertam en te la com plicidad originaria del ap a rece r y
la sim ulación en la estru c tu ra del fenóm eno (cf. IO G , p. 151,
nota).
E n líneas generales, la coherencia del p rogram a idealista

53
husserliano proyectaría en este problem a d e la escritu ra los
concep to s de L eiblichkeit y G eistigkeit, la carn e orgánica
a trav esad a p o r el espíritu, com o instancia de responsabilidad
p ara salvar la verdad del peligro de una crisis h istórica, p ero
peligro inelim inable desde el m om ento en q u e el se n tid o y la
o b jetiv id ad ap arecen ligados a su inscripción m u n d an a en un
espacio de escritura. H usserl m antuvo siem pre el ideal
racionalista de una univocidad com o telos d e la historia. Ese
ideal resu lta ah o ra cuestionable a n te la potencia de equivoci-
d ad que introduce la escritura. Y en este co n tex to p ro p o n e
D errid a una audaz com paración e n tre las dos resp u estas
p o la re s al p roblem a de la equivocidad histórica. P or un lado,
Joyce: “ R ep etir y recu p erar a su cargo la to talid ad d e lo
equívoco m ism o, en un lenguaje que haga aflo rar en la m ás
am plia sincronía posible, la m ayor p o tencia d e intenciones
e n te rra d a s, acum uladas y entrem ezcladas en el alm a d e cada
áto m o lingüístico, de cada vocablo, d e cada p alab ra, d e ca­
da proposición sim ple, a través d e la totalidad d e las cu ltu ras
m undanas, en la más am plia g eneralidad de sus form as
(m itología, religión, ciencias, a rte s, lite ra tu ra , política, filoso­
fía, e tc .); hacer ap a rece r la unidad estructural d e la cultura
em pírica total en el equívoco generalizado de una escritu ra
que no trad u c e ya un a lengua a o tra a p artir d e núcleos de
se n tid o com un es, sino q ue circula a través de to d as las lenguas
a la vez, acum ula sus energ ías, actualiza sus co nsonancias más
secretas, d escubre sus m ás lejanos h orizontes co m u n es, cultiva
las síntesis asociativas en lugar de rehuirlas, y ree n cu en tra el
valor poético d e la pasividad” . P or otro lado, la resp u e sta del
p ropio H usserl: “ R educir o em p o b re ce r m etó d icam en te la
lengua em pírica hasta la tran sp aren cia actu al d e sus elem en to s
unívocos y traducibles, p ara rec u p erar en su fuente p u ra una
historicidad o u na tradicionalidad q u e ninguna to talid ad
histórica 'd e hecho me en tre g ará po r sí m ism a, y q u e está
siem pre ya p resu p u esta po r toda repetición de u n a odisea de
tipo joyeiano, com o tam bién p o r to d a filosofía d e la historia
— en el sentido corriente— y por to d a fen o m e n o lo g ía del
e s p íritu ’ (IO G , pp. 104-105).
L as dos form as g enerales de “ filosofía d e la h istoria"

54
evocadas no deb en verse com o sim plem ente o p u estas, sino
co m p lem entarias, o relativas la u na a la o tra , si bien no
sim étricam ente: el univocism o husserliano no sería el p o stu la­
d o d e una lengua sustraída a la historia, sino la condición y el
horizonte de to d a equivocidad de la cultura y la historia
em píricas. E s así, al m enos, com o considera aq u í D errid a la
d u alidad expuesta. Y en ello se pone de m anifiesto h asta qué
p u n to este ensayo se m antiene todavía d en tro d e la clausura de
la m etafísica, m ás acá del paso d e la fenom enología a la
d esconstrucción, au n q u e pisando ya el um bral de ese paso o de
ese lím ite. D e la m ism a m a n era atestigua tam bién el carácter
finalm ente "clásico” y m etafísico de este estu d io , la in te rp re ta ­
ción en sus últim as páginas del Presente V iviente com o
A b so lu to fenom enológico: aquél no es la p u n tualid ad d e la
evidencia del in stan te , sino ya la alterid a d , partición del
sen tido, y así, elem ento de un constitutivo retará del discurso
sobre la m ostración del ser; lo A b so lu to , el sentid o com o
verdad y la verdad com o telos de la historia se dan a una
consciencia originaria y pura de la Diferencia (cf. IO G ,
p. 171).
D iferencia, lenguaje y escritura van a ap arecer después, en
La vo z y el fe n ó m e n o , no ya com o com plicaciones o
"dificultades" q ue obligan a rep e n sar el concep to de lo
trascen d en tal, sino com o unidades “ analizadoras" del discurso
husserliano qu e dislocan, desestru ctu ran o desconstruyen la
fenom enología.

2.2. La voz de la consciencia y la escritura de la diferencia

No p arece posible exagerar la im portancia en esta historia


de L a v o z y el fe n ó m e n o . R especto a este p eq u e ñ o libro
— quizás “el ensayo q ue más estim o ” decía de él D errid a en
una entrevista en 1967— cabría la tentación de atrib u irle el
m ism o papel en la elaboración del p en sam ien to de D errid a
que el qu e dicha o b ra le asigna en su p rim era página a las
Investigaciones lógicas, com o “estru c tu ra germ inal de to d o el
p en sam ien to husserlian o ” . N o sería ex acto , sin em b arg o . E s

55
q u e , com o se va a ir m anifestando en lo q u e sig u e, la
desconstrucción y to d o lo que ésta im plica —d iferen c ia ,
escritu ra, h u e lla ,...— se resiste activam ente a su frir en su
cuerpo textual una división e n tre el germ en y el d esarro llo , el
origen y la continuación, el núcleo y la co rteza, el in te rio r y
el ex terio r. P ero lo que sí qu ed a fuera de d u d a es el valor
estratégico y el c a rácter ineludible — al m enos en el d iscurso de
D e rrid a , si no en su texto— de la o peración qu e lleva a cabo
este en sayo so b re el p ro b lem a del signo de H usserl. En la
e n tre v ista rec o rd a d a añade D errid a q ue L a vo z y el fe n ó m e n o
p o d ría considerarse com o u na larga no ta a D e la gram atología.
D e h echo, ésta “econom iza” su desarro llo , el m ovim iento
analítico y crítico fre n te al fonocentrism o husserliano q u e lleva
a cab o aquel ensayo. M ás ad ecu ad o sería en to n ces situ ar este
tex to a p a ren te m en te parcial por su tem a en una posición
juríd ica y estratégicam ente — si no cronológ icam en te, en
rigor— previa a la a p e rtu ra en su form a m ás gen eral y
sistem ática del pensam ien to d e la escritu ra que articu la D e la
gram atología. A sí, “en una arq u itectu ra filosófica clásica. La
vo z y el fe n ó m e n o vendría en prim er lugar” (P O , p .U ) . El
libro escribe “desconstrucción” y sobre todo inscribe p ráctica­
m ente la desconstrucción del logocentrism o en un d e te rm in a ­
do m o m e n to , o en una precisa p ro fu n d id ad , q u e se tra ta aq u í
de localizar, en el curso d e u n a lectura q u e se o rie n ta
p rogresivam ente hacia la cuestión “ju ríd ic am e n te decisiva" del
privilegio de la voz (y de la escritura fonética) en la h isto ria de
la m etafísica, y precisam ente, “en su form a m ás m o d e rn a , más
crítica, m ás vigilante: la fenom enología trasc en d e n ta l de
H usserl” .
E l hilo cond u cto r es la te o ría de la significación y el sen tid o ,
y, en g en e ral, profun d izan d o y radicalizando algunos de los
m otivos ya tratad o s en el p rim e r trab a jo sob re H usserl. el
p ro b lem a del lenguaje. P odría so rp re n d er, en principio, la
restricción d e la referencia textual. D errid a se lim ita, en
efecto, a la 1’ de las Investigaciones lógicas, con ap en as dos
digresiones: la prim era, b reve y apenas alusiva, so b re el
sentido y la significación en las Ideas (o b je to , por o tra p arte de
un en sayo p o sterio r. "L a fenom enología y el q u e re r d ec ir", en

56
M árgenes de la filo so fía ); la segunda, de m ayor en v erg ad u ra, y
a d ecir verdad estratég icam en te decisiva en la progresión del
d iscurso y de la operación tex tu al, acerca del tiem p o , el
presente y la reten ció n , en las Lecciones sobre la fe n o m e n o lo ­
gía del tiem po inm anente. P ero en lo esencial el ensayo de
D errid a lim ita su cam po de análisis a las Investigaciones
lógicas. E sta lim itación parece o b ed e ce r, p o r un lado, a una
razón m etodológica y provisional, la de p o d er precisar en el
detalle de un a lectura m icrológica, lenta hasta la paralizació n ,
la tram a de dificultades y cuestiones q ue hacen "difícil y
to rtu o so " el itinerario de 1lusserl. Y la V de las Investigaciones
lógicas, por su p o tencia in te rn a y por su virtualidad o su
h o rizonte, p arece cum plir las condiciones requeridas. A es­
te m otivo m etodológico p arece ap u n ta r D errid a en una n o ta
(p. 4 0), q u e, al justificar su lim itación textual, d eja ab ierta la
posibilidad y la necesidad de una fu tu ra “lectura sistem ática"
de la fenom enología husserliana. Sin em b arg o , cab e p en sar
q u e. precisam ente a partir de la desconstrucción q u e va a
producir L a vo z y el fe n ó m e n o , la posibilidad de referirse a un
corpus textual com o totalidad co h eren te resultará difícilm ente
acep table. T ras la operación llevada a cabo aquí, la referencia
a las filosofías com o to talid ad es sistem áticas, así com o o tro s
con ceptos h abituales o sonám bulos de la historiografía filosófi­
ca (génesis, estru c tu ra, evolución, influencias) q u e d a rá n p u es­
tos e n cuestión, del m ism o m odo q ue los concep to s (p resen cia,
ser. logos, v erd a d , idealidad) d e la m etafísica. A sí, pues,
retro sp ectiv am en te ap a rece rá q ue la en principio llam ativa
“ p arcialidad" selectiva d e D errid a con el te x to husserlian o es
una necesidad interna del tipo de lectu ra q ue se in te n ta o que
se busca. P or otro lado. — y esta segunda justificación parece
m ás clara en su form a— en las Investigaciones lógicas está ya
"la estru c tu ra germ inal de to d o el pensam iento husserliano"
(V G , p. 39). M ás aún: ya desde la p rim era ("E x p resió n y
significación") se ex pone de form a muy íntegra el idealism o
fenom enológico. al p o n e r en práctica las reducciones eid ética y
trascen d en tal q ue H usserl explicitará en o b ras po sterio res.
Y m ás precisam en te, es en el p u n to d e p artid a de esa
1" Investigación — la distinción entre dos tipos de signos, la

57
expresión y la señal, situados el p rim e ro en el cam po ideal d e la
consciencia, el segundo, en la relación del len g u aje con la
experiencia— en donde un cierto tipo de preg u n tas críticas
p erm itirá identificar la d ep endencia de la fenom enología
respecto de la m etafísica de la presencia. Y ello a p esar del
rechazo husserliano de- la m etafísica com o especulación y
dogm a trascendentes a la esfera originaria de la consciencia.
T ras el análisis in tern o y ex tern o del tex to de H usserl se
v erá , en efecto , que aquella distinción en tre la expresión o
signo con significación y la señal o signo sin significación
dep en d e del postulado de u na consciencia p u ra pre-lingüística,
y así. de una p resunta presencia del sentido a una intuición
plena y origin aria, sin m ediación sem iótica o sim bólica. E n
d efinitiva, la revelación de ese “ im pensad o ", o h eren cia
m etafísica, q ue es el supuesto del ser com o presen cia, obliga a
revisar aquella distinción, a ex p e rim en tar finalm ente q u e es
im posible: el en tre laz am ien to , la Verflechtung — ex p resió n de
H usserl q ue D errida acosa en su in terrogato rio — e n tre la
significación ideal y la señal real es irreductib le. El e je de
la in terp retació n husserliana de la significación es la liberación
de ésta respecto a su en cad en am ien to a las señ ales, es decir,
los signos reales o m ateriales: la expresión p o rta d o ra de
significación es una form a ideal que p ertenece a la esfera de la
consciencia o logos prelingüístico. L a lectura de D errid a h ará
ver, sin em barg o , p rogresivam ente, el en cad en am ien to del
significado a los signos, y así, la “e n tra d a " del len g u aje en la
consciencia. Se em pieza a ver el horizonte de este en say o . Es
así com o form ula D errid a su propósito: “Se tra ta ría , pues,
so b re el ejem p lo privilegiado del concepto de signo, de ver
anu n ciarse la crítica fenom enológica de la m etafísica com o
m o m en to in tern o de la seguridad m etafísica. M ejo r: de
com en zar a verificar que el recurso de la crítica fen o m en o ló g i­
ca es el proyecto m etafísico m ism o, en su acab am ien to
h istórico, v en la p ureza, m e ra m en te re sta u ra d a , de su o rig en "
(V F . p. 41).
La Introducción de L a v o z y el fe n ó m e n o construye la lógica
de la fenom enología com o la u nida d e idealidad y de vida en el
foco original d e la consciencia q ue es el presente viviente. Es

58
cierto q u e ya el m ism o H usserl. en la fidelidad al principio de
descripción del funcionam iento de la consciencia co n c reta ,
está lejos de un intuicionism o acrítico y de un co n c ep to sim ple
de presencia. I.a constitución de la idealidad y d e la propia
consciencia rem iten a la alterid ad del tiem po y del o tro . La
fenom enología estaría así, " a to rm e n ta d a , si no d iscutida,
d esde el interior por sus propios descripciones del m ovim iento
de la teniporalización y de la constitución de la intersubjetivi-
d ad. En lo m ás p rofundo de lo q ue liga co n ju n tam en te estos
dos m o m entos decisivos de la descripción, una no-presencia
irreductible se ve reconocer un valor constitu y en te, y con ella,
u n a no-vida o no-presencia a sí del p rese n te viviente, una
inextirpable no-originariedad" (V F , p. 43). P ero esas dificulta­
des in te rn as de la fenom enología Obligan a profu n d izar en ésta
com o m édium de presencia y ausencia, com o lugar decisivo de
la inquietud trascendental e n tre la consciencia p u ra y la
consciencia cósm ica, com o polém ica inm anente en la necesi­
d ad de "asum ir librem ente su propia destrucción y lan zar las
m etáforas co ntra las m etáforas" (V F , p. 50).
El lenguaje tiene q ue articular — ¿sufrir?— el ju eg o de la
p resencia y la diferencia: "E s al precio d e esta g u erra del
lenguaje con tra él m ism o com o serán p ensados el sen tid o y la
cuestión d e su origen. Se ve qu e esta gu erra no es una guerra
e n tre o tras. Polém ica po r la posibilidad del sen tid o y del
m undo q ue tiene su lugar en esta diferencia, que hem os visto
q u e no puede h a b ita r el m undo, sino so lam ente el len g u aje en
su inquietud trascendental. En verd ad , lejos de h ab itarlo
so la m e n te, aquélla es tam bién su origen y su m o rad a. E l
lenguaje guarda la diferencia que guarda el lenguaje" (V F ,
p. 51. S ubrayado n uestro).
Se trata d e analizar cóm o ve y cóm o oculta (y, así. se oculta
ella m ism a) la fenom enología ese irreductible ju eg o de
p resencia y diferencia en la raíz del lenguaje. D errid a persigue
y revela en el tex to de H usserl los m om entos q u e d irecta o
in directam ente ponen de m anifiesto esa in q u ietu d trasc en d e n ­
tal del lenguaje q ue im pide su dom inación o su estabilización
p or p arte de u na vida, un a intuición o u na presencia p u ras, sin
la m ediación d e los signos y la escisión d e la diferen cia. Esos

59
m om en to s se resum en en el fo rm a lism o que caracteriza, ju n to
con el intuicionism o, la te o ría husserliana de la significación: la
significación d e la expresión no es el o b je to d ad o a la intuición
— si bien ésta guía id e o ló g ic am e n te la dinám ica de aquélla— ,
sino una form a ideal. A h o ra bien, por razones esenciales,
H usserl no pud o pensar la ley de esa sep aració n y esa
im antación del significado y la cosa: d ejo irre su e lta la tensión
d e los dos m otivos m ayores de la fenom enología, la p u rez a del
form alism o y la radicalidad del intuicionism o (V F , p. 53). M ás
precisam en te. D errid a atrib u y e la responsabilidad d e esa
irresolución a un tratam ie n to ingenuo del concep to de p alab ra.
Ingenuo p ero no sin historia: es la p alab ra com o u n id ad
indisociable d e un sonido y un sentido, com o vox. D e la
gram atología reconocerá en térm inos sistem áticos la d eterm i­
nación de esc concep to de palabra p o r el fono cen trism o y el
m odelo de la escritu ra fonética. E s ju sto esa zona d e so m b ra,
ese im pensado de la fenom enología lo que “ in te re sa ” a — y la
d eterm in a finalm ente— esta lectura. D errid a ilum ina — se
diría q ue vio len tam en te— esa dim ensión oscura de la fen o m e­
nología, que es adem ás la d e su herencia m etafísica d en eg ad a,
al hacer ver la vinculación req u e rid a , p resu p u esta, de la p h o n é
y el logos, de la voz y la consciencia.
E l fonocentrism o es la respuesta (ejercida m ás q u e p en sad a)
qu e d a H usserl a la dificultad (sufrida más q ue m e d ita d a) que
p la n tea el lenguaje en cuan to q ue éste es. p o r un lado,
condición de la o b jetiv id ad , y, así, d e la consciencia m ism a, y,
p o r o tro lado, instancia d e la no-presencia en la consciencia.
E n un cierto plano, la fenom enología se ve co n fro n tad a con
q ue lenguaje y consciencia son indiscernibles: “ [...] p u esto que
la posibilidad de constituir o b je to s ideales p erte n ec e a la
esencia de la consciencia, y estos o b je to s ideales son p roductos
históricos, q ue no ap arecen m ás qu e gracias a acto s de
creación o de enfo q u e, el elem en to de la consciencia y el
e lem en to del lenguaje serán cada vez m ás difíciles d e discernir.
A h o ra bien, su indiscem ibilidad. ¿n o intro d u cirá la no-
presencia y la diferencia (la m ediatez, el signo, el rem itir,
e tc .), en el corazón d e la presencia a sí? E sta dificultad reclama
una resp u esta. E sta resp u esta se llam a la voz" (V F . p. 52).

60
P arte del fonocentrism o es su apelación al prim ado de la voz
en el lenguaje — y al vínculo del logos con la p alab ra viva—
com o a u na evidencia natural y originaria. (D e rrid a p ro p o n d rá
en D e la gram atología. en L a disem inación y en M árgenes de la
filo so fía una historia de esa “ev id en cia".) P ero la voz com o
resp u esta a la dificultad de la diferencia en la p resencia
concentra en sí to d a la enigm aticidad y cuestionabilidad del
lenguaje co m o producción histórica de la diferencia. P or cierto
que ese enigm a — expuesto y disim ulado en la voz— no es un
pro b lem a o una contradicción interna del sistem a fen o m en o ló ­
gico: m ás bien atraviesa y d esb o rd a ese "sistem a” y sitúa a éste
en la historia de la m etafísica com o historia del lenguaje
dom inado (ocu ltad o ) po r la presencia. T ra s el frag m en to
citado m ás arriba: «El enigm a d e la voz tiene la riq u eza y la
profundidad d e to d o aquello a lo qu e p arece resp o n d e r aquí.
Q u e la voz sim ule la guardia de la presencia, y q u e la historia
del lenguaje h ablado sea el archivo d e esta sim ulación, es lo
que nos im pide desde ah o ra co nsiderar la “ dificultad" a la q u e
responde la voz. en la fenom enología h u sserlian a, com o una
dificultad del sistem a o u na contradicción qu e sería p ro p ia de
ella. E sto nos im pide tam bién describir esta sim ulación, cuya
estru c tu ra es de una infinita com plejidad, com o una ilusión, un
fantasm a o u na alucinación. E stos últim os concep to s rem iten ,
por el co n tra rio , a la sim ulación propia del lenguaje com o a su
raíz com ún».
Pero q ue el fonocentrism o en su fondo enigm ático — es
decir, com o n o-pensada solución a un pro b lem a ex p e rim en ta­
do en su cam ino filosófico— no “ p erten ezca" p ro p iam en te a la
fenom enología no im pide q ue sea justo ese presu p u esto o esa
"evidencia” lo qu e sostenga o "to m e" el to d o de la fen o m e n o ­
logía. D errid a no explica la naturaleza d e esa "to m a " (prise) de
la fenom enología por la excelencia d e la voz, lo q u e le h ab ría
obligado a u na reflexión m etodológica que difiere aquí. P ero
se h ab rá p o dido em p ezar a percibir ya la relevancia, si no la
"p e rtin en c ia ", de las preguntas que guían esta aproxim ación
inédita al proyecto fenom enológico.
D errid a ha anticipado el horizonte de su ensayo en la
Introducción co m en tad a hasta aquí. Se h ab rá confirm ado ya el

61
V o z y fenóm eno

Io d o ha com enzado, sin duda, así: «Un nombre


pronunciado ante nosotros nos hace pensar en la gale­
ría de D rcsde... A ndam os a través de las salas... Un
cuadro de T cn icrs..., representa una galería de cua­
dros... Los cuadros de esta galería representan a su vez
cuadros, que p o r su parte harán ver inscripciones que se
pueden descifrar, etc.».
N ada, sin duda, ha precedido a esta situación. Nada,
seguram ente, la suspenderá. No está comprendida.
como lo querría Husserl. entre intuiciones o presentacio­
nes. Del pleno día de la presencia, fuera de la galería,
ninguna percepción nos está d ad a, ni seguram ente
prom etida. La galería es el laberinto que com prende en
él sus salidas: jam ás se ha caído ahí como en un caso
particular de la experiencia, el que cree describir
entonces Husserl.
Oucda entonces hablar, hacer resonar la voz en los
corredores para suplir el estallido de la presencia. El
fonem a, la akoum ene es el fenóm eno de! laberinto. Tal
es el cavo de la phonc. Elevándose hacia el sol de la
presencia, es la vía de ícaro.
Y contrariam ente a lo que la fenomenología — que es
siem pre fenom enología de la percepción— ha intentado
hacernos creer, contrariam ente a lo que nuestro deseo
no puede no estar tentado de creer, la cosa misma se
sustrae siempre.
C ontrariam ente a la seguridad que nos da de ello
Husserl un poco más lejos, la «mirada» no puede
«permanecer)*.

J. D errida, La \o z y el fenóm eno.


papel ciertam en te activo q ue el libro juega en la elab o ració n
de la desconstrucción. V eam os ahora m ás p recisam en te cóm o
se inserta ésta en el curso de la o peración anun ciad a. N o se
tra ta de rec u p erar en su estructura y en su funcio n am ien to la
le ctu ra y la escritura de este texto, la lectura q u e escribe este
texto. E sto nos obligaría en rigor a una larga explicación con
el tex to husserliano y con otro s (especialm ente el de H eid eg ­
g er, nom bre invocado en este ensayo d isc re ta m en te, p e ro sin
ocu ltar su "n e ce sid a d ", p. 66), y a te n er en cuenta o tra s teorías
so b re la significación (en Frege, en la Filosofía analítica) así
com o las discusiones suscitadas acerca del valor y el alcance de
esta “in te rp re ta c ió n ” de H u sse rl1. Para n uestra intención aquí
de seguir los pasos d e la desconstrucción. po d rá se r suficiente
un a aproxim ación indicativa, a te n ta más bien a las "conclusio­
nes" o los efectos d e la o peración, q ue a los m o m en to s y a la
necesidad d e su articulación.
C abe distinguir tres e ta p a s, o tres niveles de la solicitación
del suelo m etafísico de la fenom enología an u n ciad a en la
Introducción: el nivel del com entario, el d e la interpretación, y
el q ue — si bien indirectam ente, y sin insistir— se llam a ya
desconstrucción. T re s niveles, y tres potencias herm en éu ticas y
dislocadoras, de la lectura de un texto. F.l "com en tario " es el
m o m en to más resp etu o so con la intencionalidad del discurso
husserliano; explícita, de h echo, la coherencia y la necesidad
del sistem a de distinciones esenciales con que se ab re n las
Investigaciones lógicas. En el ce n tro d e esas distinciones, la de
idealidad y realid ad , q ue converge con el recono cim ien to de la
consciencia com o esfera ontológica p eculiar. Y en su principio,
com o se h a an ticip ad o en la Introducción, la distinción en tre
dos tipos de signo (Z eich en ), el signo com o expresión
(A u sd ru c k ), o p o rta d o r de la significación ideal, y el signo
com o señal (A n zeich en ) o signo sin significación ideal encade-
3.— Cí. J.D . C aputo, "The Econom y o í Sigus ¡n Husserl and D criida:
íro m U sclcssn css to Full E m ploym cnt'*, en J. Sallis (c d ). D econstruc-
iion a n d H hilosophy. T he Univ. of Chicago Press, 1985. p p . 99 y ss.;
J.L . M arión, “ La percée et l'elargissem cnt. C ontribution &l'iiuerpre-
lation des R ccherches logiques". en P hilosophie. nos 2 y 3. París,
1984.

63
nado al m undo real-m aterial. El resultado m ás in te resa n te de
ese prim er nivel de lectura es el reconocim ien to de la "lógica"
analítica d e H usserl al distinguir la significación d e la
o b jetiv id ad . E n la 1* investigación — p ero la 4’ y la 6 ' lo
confirm arían— H usserl es claro: la significación no se co n fu n ­
d e con la referencia al o b je to . P rueba de ello es q u e p uede
hab e r significaciones co ntradictorias ( “círculo c u a d ra d o ") que
excluyen p o r principio la posibilidad d e una o b jetiv id ad
— ideal o real— . térm in o , a su vez, de una intuición. D errid a
pued e decir — y en el nivel d e un “co m en ta rio ” del tex to de
H usserl— que la ausencia d e intuición, y del o b je to que
llenaría esa intuición, no sólo está tolerada. sino requerida por
la estru c tu ra de la significación en general (V F , p. 154).
El nivel de la interpretación se sitúa — al m ism o tiem po q u e
lo revela— an te un prim er tipo de dificultades q u e se im ponen
al análisis co m entado. La raíz de estas dificultades es la
im posibilidad de llevar a cabo de m an era efectiva la distinción
e n tre expresión y señal. I lusserl llega a apelar en este con tex to
a lo q ue llam a "la vida solitaria del alm a" (I.L . I. 8) com o
instancia decisiva para " p ro b a r” la existencia d e u n a expresión
p u ra — en fo q u e de u na o b jetiv id ad ideal po r la consciencia— ,
sin contam inación o m ezcla d e señal indicativa, esto es,
com unicativa, que encad en a el lenguaje a la realid ad m aterial
de los signos y de la experiencia. H ysserl, en efecto ,
arg u m en ta q ue d e n tro del alm a n o puede h ab e r com unicación,
le n g u aje real, o con signos reales: ah í sólo h ab ría lenguaje
representado o representación de lenguaje. A h o ra bien,
“ H usserl m ism o nos da los m edios para p en sar c o n tra él
m ism o” (V F , p. 99). La te o ría d e la idealidad de la
significación y d e la reiterab ilid ad del signo — él m ism o ideal,
p ues, tam b ién — que inscribe a una y a o tro en el elem en to de
la rep rese n tac ió n , debe en señ a r q u e , en el len g u aje, no ha
lugar, no hay lugar para distinguir en tre realidad y re p re se n ta ­
ción. P ero la consecuencia de esto es que el principio, si no el
d eseo , de la distinción en tre lenguaje expresivo y lenguaje
indicativo q u ed a afectado m uy p ro fu n d am en te. Si la distinción
e n tre lenguaje expresivo y lenguaje indicativo, o en tre lo
expresivo y lo indicativo del len g u aje, se ap o y a fin alm en te en
la idea d e q ue el p rim e ro es un lenguaje rep rese n tad o o ficticio
y el segundo un lenguaje real o efectivo, en to n ces aquella
distinción deja d e ap a rece r fun d ad a, til deseo qu e im pulsa el
análisis — deseo de presencia a través de la purificación de la
expresión que en su norm atividad ideal d e b e ría ex p o n er en la
significación ideal un a objetividad p u ra, deseo de d eriv ar o
secundarizar el signo com o tal y la señal— ese d eseo que
im pulsa el análisis está desm entido o d esautorizad o p o r el
p ro p io análisis. La V erflechtung, el en trelazam ien to de ex p re­
sión e indicación p arece entonces irreductible, y la u n id ad de
la signi-ficación se vuelve a im p o n er tras el in te n to fen o m en o ­
lógico im posible de su división.
D e este p ro b lem a — 110 tem atizado por H usserl com o tal,
p e ro identificable en su texto— se derivan o tro s. T o d o s ellos
tienen q ue ver con la aludida tensión e n tre form alism o e
intuicionism o, q ue H usserl h abría d e ja d o irresuelta e im p en sa­
da. Se trata en una palab ra de q ue la fenom enolo g ía tien e que
reconocer el trab a jo del signo y el lenguaje real, histórico, en
la constitución de la verdad. P ero eso te n d ría q u e o bligarle a
cuestionar —cosa q u e H usserl no hace— el principio d e la
presencia, el absoluto com o presen te viviente. Ju stam e n te es
el cap. V de I. j v o z y el fe n ó m e n o (“ El signo y el p a rp a d e o
(clin d 'o e il"), que tra ta del problem a del tiem p o , el q u e se
m ueve m ás a b iertam en te en este plano de la "in terp reta ció n ".
El resu ltad o o la potencia de esta segunda etap a de la lectu ra,
o in te rp re tac ió n , pu ed e in te rp re tarse a su vez com o la
necesidad d e u na explicación de la fenom enolo g ía con el
problem a del signo. O incluso: en su in tepretació n D errid a
h abría fijado la tensión intrafenom enológica de form alism o e
intuicionism o p ara salvar el signo. Salvar el signo de una
o ntología ingenua que lo som ete sim plem ente a la verd ad del
ser; salvar el signo de u na p rete n d id a p ero finalm ente
im posible o peración de purificación respecto a la sy m p lo k é
irreductible d e expresión e indicación en la significación;
salvar el signo del m ito del presente viviente actual no fisurado
por la reten ció n ; y en fin, salvar el signo del ideal inencontra-
ble d e u na consciencia p u ra d e un sentido pleno de un o b je to
ideal.

65
A h o ra bien, esa in terp retació n no es el ú ltim o paso. Es
im p o rtan te notar aquí que la explicación de la fenom enología
con el signo no puede estabilizare o reconciliarse con algo así
com o un a “ fenom enología sem iológica". É sta , d irá m ás tarde
D errid a, e*s im posible. A sí. pues, la aporta e n c o n trad a en la
fenom enología p o r su in terp retació n requiere p o r sí misma
la b úsqueda de otro enfo q u e, una "salid a " de la fen o m en o lo ­
gía. A u n q u e todo el ensayo está im an tad o hacia esa “salid a",
hacia el giro de una desconstrucción de la p h o n e y el logos, este
tercer nivel de la lectura se hace p aten te sobre todo en los dos
últim os capítulos, “ La voz que guarda el silencio", y "El
su p lem en to de orig en ". Es ah í donde se form aliza la distancia
en tre el horizonte del tex to husserliano leído, y el h o rizo n te de
la lectura d errid ia n a; o la diferencia en tre la p erten en cia d e la
fenom enología fonocéntrica a la clausura de la m etafísica y la
ap e rtu ra del pen sam ien to de la escritura a un m ás allá del
saber absoluto. A decir verdad, no cabe co n sid erar — en
cualquier caso no aquí— la desconstrucción com o el “ m é to ­
d o ". ni siquiera com o la operación activa que lleva a cab o esa
diferencia. E n algún p asaje (cf. V F. p. 101) se sugiere q u e
aq u élla es el efecto d e un cierto tra b a jo del signo en el lenguaje
de la m etafísica: el tra b a jo , "com enzado ya desd e sie m p re” ,
que vincula la presencia a la represen tació n en el le n g u aje , o la
“cosa" m ism a, al lenguaje.
Sea o peración o sea efe cto , — en cualquier caso un tipo de
lectura q ue no pu ed e ab a n d o n a r el tex to q ue desconstruye (cf.
V F , p. 149)— , la desconstrucción afecta en este caso d e form a
d irecta a ios concep to s fcnom enológicos y m etafísicos de
p ercepción, constitución, ser y p alab ra, a) La p en e tració n del
lenguaje en el corazón m ism o de la presencia d eja p en sar q u e
“ la percepción no existe" (V F , p. 92. n o ta ), o q u e no ha
habido ja m ás percepción (V F , p. 167). Y eso es su straerle a la
fenom enología, “q u e es siem pre fenom enología de la p erc ep ­
ció n ", lo que ella llam a la “cosa m ism a", b) El tiem p o , co­
m o necesidad d e la retención inactual o huella rete n cio n a l, y
com o condición de la autoafección. desconstruye la su b je tiv i­
dad y el con cep to m ism o de la constitución (V F , p. 142, n o ta ).
El tiem p o , ya ex terio rid ad y espaciam ento. hace d e la

66
reducción trascendental u na “ escena” (V F , p. 145) y sitúa a la
subjetividad en el ord en d e lo constituido._c) La fen o m en o lo ­
gía es finalm ente ontología. F.sto es así en H ussserl y en el
I leid egger de S er y tiem p o . si bien para el prim ero el fenóm eno
del ser es una evidencia, y para el segundo el com ienzo de una
cuestión, que le llevará a una “ destrucción" de la historia de la
ontología m etafísica y a la elaboración de u na "on to lo g ía
fu n d am en tal" a partir del análisis de la existencia histórica. En
Husserl el ser es la presencia en c u a n to c o rrela to de una
consciencia o vida trascendental cap az de rep e tirla en su
idealidad. A h o ra bien, el problem a del signo, el “ tra b a jo " del
signo, disloca la relación e n tre vida trascen d en tal y presencia
del ser: la eficacia del signo es indisociable de una eficacia d e la
m u erte en la vida, de la ausencia en la presencia. "E s. p u es, la
relación con m i m uerte (con mi desaparición en general) lo que
se esconde en esta determ inación del ser com o presen cia,
id ealid ad, posibilidad absoluta de repetición. La posibilidad
del signo es esta relación con la m u erte" (V F . p. 104). De
nu ev o aq u í se ve que la desconstrucción está reclam ad a p o r el
tex to m ism o al que se desconstruye, texto, pues, q u e se
d esconstruye a su vez en una com pleja reflexividad. Sería
abusivo, p ero no sim plem ente im p e rtin en te, h ablar de una
autodesconstrucción de la fenom enología com o ontolo g ía. En
c u a lq u ie r caso. D errid a puede "u sar" m uy d irectam en te el
te x to m ism o de H usserl para p o n er en evidencia la p e rtu rb a d o ­
ra relación de la vida con la m uerte (y así. la finitud del logos.
la clausura d e la m etafísica). Las Investigaciones lógicas
estu d ian d e ten id a m e n te las llam adas “ex presiones esencial­
m en te ocasionales", a las q ue p erten ece el p ro n o m b re
p erso n al “ yo". A plicando rigurosam ente las “ distinciones
esen ciales", prop u estas po r el p ro p io H usserl e n tre acto s de
d a r sentido y actos de cum plir sen tid o , a ese tipo de expresión
— q u e H usserl p refiere llam ar “an o rm ales"— . D errida ded u ce
“yo soy m o rtal" a partir de "yo soy", y "yo soy” a p artir d e "yo
esto y m u e rto ": la historia ex trao rd in aria del señor V ald em ar
(de E dgar A. P oe. destacad a en el exergo del libro) en la
h isto ria o rd in aria del lenguaje (V F , p. 158).jty La desco n stru c­
ción del ser rem ite finalm ente a la desconstrucción de la

67
p alab ra (m o l) o unidad id e o ló g ic am e n te atóm ica del sonido y
sen tid o . El prim ado de la palab ra en la estru c tu ra de la
significación es solidario con la excelencia de la voz fe n o m e n o ­
lógica com o consciencia q u e g u ard a el sentido. E n rig o r, es la
desconstrución de la p alab ra com o tal — su división alquím ica y
su disem inación irre cu p e ra b le , la operación literaria d e M a­
llarm é— lo q u e posibilita y req u ie re la desconstrucción de la
p alab ra “se r" (cf. V F . pp. 131-132). De la gram atología
volverá de form a más sistem ática al con cep to de p alab ra, y a lo
que la vincula a la escritura fonética y a la m etafísica d e ésta.
A q u í D errid a se lim ita a situar la solidaridad e n tre la
desconstrucción de la om o-logía y la de la on\o-logía.
Ira s esta tercera lectura de H usserl se im p o n e, decíam os,
u na salida d e la m etafísica o voz sin d iferencia — oírse hablar
absoluto— hacia una escritura de la diferencia. hacia una
escritura de la escritura. P ero en esta coyu n tu ra h istórica, el
m ás allá d d logocentrism o aparece com o lo “in n o m b rab le"
(V F . p. 135). Se req u ie re n , ento n ces, literalm en te, “ p en sa­
m ientos inauditos" (V F . p. 165). P ero ésto s sólo p ueden
buscarse y decirse “a través d e la m em oria de los viejos
signos", com o “sig n o ", “h u e lla " , “ fuerza", "su p lem e n to ” ,
“diferen cia". L a vo z y el fe n ó m e n o prefigura así el pro g ram a
d e lo q ue se llam ará m ás ad e la n te la estrategia paleoním ica de
la desconstrucción.

68
3. La hipótesis gramatológica

3.1 Escritura y desconstrucción

Ya en los p rim eros pasos del cam ino d e D errid a a la


desconstrucción, an tes en cualquier caso de q u e aquella
o peración se form alice com o un cierto p rogram a de in te rp re ta ­
ción de los textos y de la experiencia (y d e la exp erien cia com o
te x to ), se ha p od ido d estacar la recurrencia y la relevancia del
tem a de la escritu ra, com o t'ondo de! lenguaje. M uy a b ie rta ­
m ente en las dos lecturas estu d iad as en el capítu lo a n te rio r de
H usserl: la prim era, po r su énfasis de la función trascen d en tal
de la escritura en la constitución histórica de la o b jetiv id ad ;
la segunda, en cu a n to q ue asigna al fonocen trism o de la
consciencia p u ra la p erten en cia de la fenom enología a la
m etafísica tradicional de la presencia. El hilo de ese interés
p u ed e seguirse igualm ente en las explicaciones con el estru c tu ­
ralism o, la literatu ra y la cultura ju d ía del libro q u e D errid a
p ro p o n e en sus prim eros trab ajo s. A h o ra bien, la explicación
de la desconstrucción com o p rogram a requiere u n a sistem ati­
zación del p roblem a de la escritura inderivable d e aquellas
prem isas. C abe an ticip ar el principio de este vínculo e n tre
desconstrucción y escritu ra: la totalidad m ayor, en cualq u ier
caso, la totalidad m ás p o te n te , con la q ue se en c u en tra el
program a d esco n stru cto r es el logocentrism o. la m etafísica y la
ep istem e occidentales fundados en la correlación de logos y ser
com o presencia. A p artir d e una cierta profundización crítica
en el concepto de escritu ra, aquella m etafísica ap arece o se
revela com o la m etafísica de la escritura fonética, com o una

69
"in terp reta ció n " — histórica, violen ta, etn o cén trica— fo n o ló ­
gica de la escritu ra, el lenguaje y la experiencia. Sin d u d a , el
texto en que D errid a articula de m odo más sistem ático la
a p e rtu ra a «un pensam ien to d e la escritura q ue su p ere aquella
lim itación etn o cén trica. y la exigencia de una desconstrucción
del logocentrism o. es D e la gram atología. La p rim era p arte de
esta obra constituye quizá la m ás eficaz "in tro d u c ció n ” a las
bases teóricas d e este m ovim iento. E n ella. D errid a es m uy
explícito en el reconocim iento de los m otivos en q u e estratég i­
cam en te ap o y a su pro p ia elaboración: fenom enología del
tiem po, destrucción heideggeriana d e la ontolog ía, con cep to
nietzscheano de in terp retació n activa, pensam ien to de la
huella com o alteridad en L evinas, cierta problem ática biológi­
ca. el psicoanálisis y la lingüística m oderna.
Así anuncia D errid a el m ovim iento general de esa prim era
p arte de D e la gramatología: ésta esboza “u na m atriz te ó ric a ” ,
al m ism o tiem po q u e indica “ determ in ad o s pun to s d e re fe re n ­
cia” y p ro p o n e “ algunos conceptos críticos" (D G , p. 3). El
tex to elab o ra la m atriz teórica de un pensam ien to d e la
escritu ra proy ectan d o las investigaciones m odern as positivas
sobre la h isto ria y los tipos d e escritura en u na renovación
radical d e la filosofía y la ciencia del lenguaje. E n rigor, una
condición histórica y no sólo teórica de la a p e rtu ra gram ato -
lógica y de su program a reco n stru cto r es la universalización
del p ro b lem a del lenguaje. Si bien éste nunca h abía sido un
p roblem a e n tre o tro s, “ nunca com o en la actualid ad ocu p ó
co m o tal el horizonte m undial d e las investigaciones más
diversas y de los discursos m ás h etero g én eo s po r su in tención,
su m étodo y su ideología" (D G . p. 11). E sa pro b lem ática del
len g u aje, sin p e rd e r su universalidad, se tran sfo rm a o se
d esplaza al hacerlo converger con una in terp retació n sistem áti­
ca de im portantes aportacio n es arqueológicas, históricas y
psicológicas al estudio de la escritura.
A u nque la gram atología en el se n tid o d e D e rrid a , com o
p ensam iento u ltra trascen d en tal y postm etafísico d e la e sc ritu ­
ra. no coincide con la gram atología positiva o ciencia regional
em pírica de la escritura, las investigaciones q ue se en c u ad ran
en . o que co nfigu ran, esa ciencia son del m ayor in terés p a ra el

70
p ro g ram a de D errid a. El cap. 3 d e la 1- p a rte p rese n ta una
elab o rad a síntesis de esa “ciencia" a p artir de su surgim iento
en el siglo XVIII (W arburton. Leibniz) hasta los estudios más
próxim os de M adeleine D avid, M. C o h én , A . L ero y -G o u rh an ,
1. G elb . y otros. P ero el eje teórico más visible del discurso de
D errid a en esta o b ra es u na crítica in te rn a de la lingüística
saussuriana y postsaussuriana. A p artir de esa perspectiv a, la
g ram atología aparece com o una sem iología co n secu en te con la
radicalización del papel del significante en la organización de
la ex p eriencia. P ero el paso del lenguaje a la escritu ra no
afecta sólo a la lingüística o a la filosofía del len g u aje, ni se
ag ota en u na ciencia regional de los tipos d e escritu ra o
g ram atología positiva. El concepto de escritu ra q ue se busca
com o fondo del lenguaje conm ueve el suelo m ism o de la
co nceptualidad filosófica y científica a p artir de la cual se ha
p en sado y o b jetiv ad o hasta ahora tan to el lenguaje com o la
escritu ra, es decir, la representación del len g u aje com o
expresión, y la representación de la escritura com o re p re se n ta ­
ción del lenguaje. E sto q uiere decir que la p rob lem ática
a b ierta p o r u na gram atología lleva co h e ren te m en te a la
necesidad d e revisar, y finalm ente a dislocar o descon stru ir el
logocentrism o q ue g o b iern a aquella conceptualidad. Y en esa
co y u n tura D errid a subraya la proxim idad de su em p resa con
los discursos críticos radicales reco rd ad o s m ás a rrib a , los d e
N ietzsche, F reu d , H eidegger y Levinas.
P ero si p en sar la escritura hasta su e s tra to o su suelo
prelingüístico cond u ce, po r un lado, a esa “destru cció n "
in te rn a d e la tradición, por o tro lado, aquel pensam ien to
conduce a, o p ro d u ce , una nueva conceptualidad, com o hem os
sugerido. D errid a ex p o n e y pone en práctica esos conceptos
críticos — archiescritura, te x to , huella, differance, suplem en­
to— en el curso d e una nueva form a de lectura; “ nu ev a” p o r su
diferencia respecto a las categorías de la historia d e las ideas,
d e la literatu ra y de la filosofía. La segunda p arte de D e la
gram atología p are ce p o r lo p ro n to una “ aplicación" d e los
principios de esa lectura al E nsayo sobre el origen de las
lenguas de R ousseau. E n rigor, sin em barg o , ese tex to d e la
segunda p arte es m ás que un “ejem p lo " en el que d esarro llar e

71
L e c tu r a y escritu ra

Al radicalizar ios conceptos de interpretación, de


perspectiva, de evaluación, de diferencia y iodos los
motivos "cm piristas" o 110filosóficos que a lo largo de la
historia de Occidente no han dejado de atorm entar a la
filosofía y que no han tenido sino la debilidad, por o tra
p arte ineluctable, de producirse en el cam po filosófico.
Nietzsche. lejos de perm anecer simplemente (con Hcgcl
y tal como lo querría I íeideggcr) dentro de la metafísica,
habría contribuido con fuerza a liberar el significante de
su dependencia o de su derivación en relación a! logos y al
concepto conexo de verdad o de significado prim ero, en
cualquier sentido que se lo entienda. La lectura y p o r lo
tanto la escritura, el texto, serian para Nietzsche operacio­
nes "originarias" (ponem os esta palabra entre comillas
por razones que aparecen m ás adelante) respecto de un
sentido al que en principio no tendrían que transcribir o
descubrir, que no sería por lo tanto una verdad
significada en el elem ento original y la presencia del
logos como topos noetós. entendimiento divino o estruc­
tura de necesidad apriorística.

J. D errida. De la gramatología
¡lustrar la “ te o ría” . E s que en esc ensayo R ousseau p lantea
tem áticam en te a su vez el problem a d e la escritura y revela o
p erm ite revelar la significación de ese problem a en la h isto ­
ria de la filosofía. La articulación e n tre la perspectiva
"h istó rica” d e esa le ctu ra y su horizonte “ teórico " se o b jetiv a
en el co n c ep to de suplem ento. É ste es al m ism o tiem p o un
térm ino q ue ap arece en el te x to de R ousseau — p ara designar
la escritu ra y el autoero tism o com o form as de sustitución
peligrosa del len g u aje y el sexo "n a tu rale s”— y un concepto
crítico, y "m etó d ico ", p ropuesto por D errid a, p ara p en sar los
efectos d e sustitución, secundariedad y diferencia q u e produce
una escritura general en lo originario.
P ero insistam os, en el m arco de este esq u em a su m ario del
m ovim iento general d e D e la gram atología. en lo que liga el
descubrim iento de la escritura gen eral, o arch iescritu ra — más
allá del etn o cen trism o de la escritura fonética o de la
in terp retació n fonética de la escritura— y los m ovim ientos de
desconstrucción. U no y o tro m otivo ob ed ecen a la ley de una
configuración histórica. L a fuerza — el riesgo y la au dacia— de
la hipótesis gram atológica no tiene nada que ver con la
búsqueda de originalidad o el deseo d e creación: la inscripción
de aquella hipótesis en el tex to de D errida, la escritura de la
escritura, es indesligable d e la interpretación que ese m ism o
tex to hace d e su propia condición histórica de posibilidad. La
justificación teórica de este m ovim iento no pu ed e se r. p o r eso,
“absoluta y definitiva” ; su lenguaje se m ueve "en el in te rio r de
una tópica y de una estrategia históricas” , resp o n d e "a un
estad o de fuerzas y trad u ce un cálculo histórico" (D G , p. 91).
A sí, D errid a apela, para "ju stificar” — expresión significati­
vam ente frecu en te en este texto (cf. D G , pp. 14,60. 91. 202)—
su p ro p u esta , a ciertas instancias científicas (la ex tensión del
concepto de huella en biología-, cibern ética y m atem áticas),
histórico-culturales (los grandes avances en el d escifram iento
de escrituras no occidentales), filosóficas (los citados discursos
críticos) e histórico-técnicos (la m utación de la escritu ra en los
nuevos m edios d e registro, la “ m u e rte d e la civilización del
libro", según o tra in terp retació n qu e la d e M e L u h an ). A h o ra
bien, lo q ue m ejo r resum e la condición histórica q u e posibilita

73
la liberación d e un pensam ien to d e la escritu ra es un
d esplazam iento en el concepto de lenguaje. La m encionada
universalización del pro b lem a del lenguaje da lugar a una
experiencia de éste en su p recariedad com o síntom a o signo de
crisis: al o cu p ar to d o el espacio problem ático, al n eu tra liz ar
to d o sentido trascen d en te al ju eg o d e los signos com o ilusión,
"el lenguaje se halla am enazado en su p ro p ia vida, d e s a m p a ra ­
d o , d esam a rrad o , p o r no te n e r ya lím ites, rem itid o a su p ropia
finitud en el preciso m om ento en que sus lím ites parecen
b o rrarse, en el m om ento en que d eja d e esta r afirm ado sobre
sí m ism o, co n ten id o y delim itado por el significado infinito que
p arecía ex cederlo" (D G , p. 11).
L o qu e hay q ue ver ah o ra es la coherencia y el desp laza­
m iento, la lógica de una necesidad in te rn a y de una dislocación
d esestru c tu ra d o ra , en el paso desde esa experiencia crítica del
lenguaje a la liberación de la escritura. L a escritu ra en ta n to
d om inada por el habla aparece com o una rep resen tació n
— técnica, ex tern a, artificial y secundaria— de un len g u aje
n atu ra l, in te rn o , prim itivo, esto es, la voz: la escritu ra sería
en to n ces un signo de signo, un significante d e significante.
A h o ra bien, so b re e sa base cabe en te n d e r la tran sfo rm ació n
del lenguaje en escritura en los siguientes térm inos: “P o r una
necesidad casi im percep tib le, to d o sucede com o si, d ejan d o de
d esignar un a form a p articu lar, d eriv ad a, auxiliar, del lenguaje
en general [...], d ejan d o de designar la película ex terio r, el
d oble inconsistente d e un significante m ay o r, el significante del
significante, el concepto de escritura com enzase a d esb o rd a r la
extensión del lenguaje. E n todos los sentidos d e la p alab ra,
la escritura com prenderla el lenguaje. N o se tra ta d e que la
p alab ra “e scritu ra” d ejase de significar el significante del
significante, sino q ue ap arece b ajo una ex trañ a luz en la que
“significante" deja de definir la duplicación accidental y la
secundariedad caduca. "Significante del significante" describe,
p or el co n tra rio , el m ovim iento del le n g u aje" (D G , pp. 11-12).
La b ú sq u ed a del fondo grafem ático coincide con la intuición
de que el concepto occidental de lenguaje com o m ed io de
expresión y producción del sentido corresp o n d e a una a p a rie n ­
cia. al “ disfraz" de una escritura prim era. N o se tra ta de

74
d esestim ar o rechazar sin m ás ese concepto d e lenguaje regido
por el privilegio de la p h o n é y la represión de l;i escritu ra a una
función secu n d a ria e in strum ental. La salida de ese sistem a
fono-logo-céntrico hacia una gram atología no pued e p ro ced er
d e u n relativism o historicista incapaz d e a p re h e n d e r y asum ir
la necesidad a que ha o b edecido aquel sistem a. A q u í no tiene
se n tid o h ab lar d e contingencia, de azar o de elección: el
so m etim iento de la escritu ra a p artir de lo q ue em pieza ah o ra a
rev elarse com o un disfraz d e é sta , es decir, a p artir d e la voz
com o esencia natural del lenguaje, form a p arte del sistem a
— filosófico, científico y técnico— q ue ha dom inado la historia
occidental d u ran te los últim os tres m ilenios. La “ av en tu ra"
histórica de ese sistem a habría sido la del logos, cuya
posibilidad se d e b e con sid erar ah o ra com o disfraz, rep resió n y
olvido de la escritura. A hora: en el m om ento en que esa
escritura em pieza a d e ja r ver su clausura o su finitud histórica,
en el m om ento en q ue se anuncia una “ m utació n ” de la
h isto ria de la escritura, las instancias que revelan o significan
esa m utación a p u n ta n , si no a una “m u e rte del h ab la", sí a una
“ nueva situación" de ésta "d en tro de una estru c tu ra d e la que
ya 110 será a rc o n te ” (D G , p. 14).
L a inversión de la je ra rq u ía clásica de la voz sobre la grafía,
o m ás bien la extensión de la escritu ra de tal m odo q u e ésta
"c o m p ren d a” — ab a rq u e y haga inteligible— todas las m anifes­
taciones del len g u aje, afecta al co n ju n to del saber y la cu ltu ra.
P ero el lugar en q ue se revela su m ayor po d er de conm oción es
el d e la relación del logos y la verdad tal com o ha sido pensada
en la m etafísica. «La “rac io n alid ad ” — tal vez sería necesario
ab a n d o n ar esta palab ra, por la razón que a p a rece rá al final de
esta frase— q ue dirige la escritura así am pliada y radicalizada,
ya no surge de un logos e inaugura la d estrucción , 110 la
d em olición sino la des-sedim entación, la des-construcción de
to d a s las significaciones q ue tienen su fu en te en este logos. En
particular la significación de verdad.» (D G , pp. 16-17.) E se
co n cep to d e verdad, esa significación de verd ad , es indisocia­
ble d e la posibilidad de un significado inteligible de ju re al
m argen de un significante sensible, e x te rio r, espacial. A h o ra
b ien , es esa posibilidad la que había creído salvagu ard ar el

75
sistem a del lenguaje com o p h o n é , en cuanto q u e el oírse
hablar se constituye en in te rio rid ad , p sy ch é o consciencia, afín
a lo inteligible, universal o trascen d en tal, y al m ism o tiem po
excluye o ¿e cu n d ariza lo ex terio r, sensible, m u n d a n o o
m aterial. Si, por un lado, el concepto fonocéntrico d e verd ad
es el concep to d e significado separable del significante, y si.
p o r o tro lado, la escritura anunciada o buscada en la base del
len g u aje es la extensión y liberación del significante resp ecto a
un significado trasc en d e n te , se e n tien d e el papel estratég ico
q u e d eb e asum ir el concep to d e signo (la unidad y la división
d e significante y significado) en la o peración de D errid a. Por
cierto q ue el concepto d e signo p erten ece a la clau su ra d e la
m etafísica en la m edida en que al m enos im plícitam ente
postula un significado inteligible o trascen d en tal, y un logos
ab so lu to o subjetividad infinita com o lugar d e lo trascen d en tal.
E n ese sentido cabe decir q ue “ la época del signo es
esencialm ente teológica". P ero una cierta elab o ració n del
c o n c e p t o d e s i g n o — e n s u m a , la r a d i c a l i z a c i ó n
del ju e g o del significante y la extensión ilim itada d e la
in te rp re tac ió n — p u ed e hacer de aq u él un con cep to crítico de
la tradición de q ue form a parte. E n esto, el concepto d e signo
es ejem p lar de cóm o actúan en general los m ovim ientos de
desconstrucción. É sta conm ueve una tradición o una herencia
só lo si la h abita: los “in stru m en to s” de la desconstrucción son
elem en to s de la m áquina a desconstruir em pleados fu era d e su
función habitual. "L os m ovim ientos de desconstrución no
afectan a las estru ctu ras desde afu era. S ólo son posibles y
eficaces y p u ed en ad ecu ar sus golpes h ab itan d o estas es tru c tu ­
ras. H ab itán d o la s d e un a determ inada m anera, p u e sto q u e se
h ab ita siem pre y m ás aún cu ando no se lo ad v ierte. O b ra n d o
n ecesariam ente desde el in te rio r, ex tra y en d o de la an tig u a
e stru c tu ra to d o s los recursos estratégicos y económ icos de la
subversión, ex trayéndoselos estru c tu ralm en te , vale d ecir, sin
p o d er aislar en ellos elem en to s y átom os, la em p resa de
d esconstrucción siem pre es en cierto m odo a rra stra d a p o r su
p ropio tra b a jo ” . (D G , pp. 32-33).
Se e n tie n d e , así. p o r q ué ta n to el tem a de la escritu ra
g e n e ra l, com o el program a de la desconstrucción, y la “m atriz

76
teórica" que los vincula en la gram atología. ap arecen en el
texto de D errid a tan esencialm ente ligados a las investigacio­
nes sem iológicas y a la lingüística m oderna. D errid a justifica
todavía en térm inos m ás precisos el privilegio estratég ico d e la
lingüística en la ap e rtu ra gram atológica. Se ha señ alad o que
esta converge con los discursos destructores de la m etafísica,
especialm ente los de N ietzsche y H eidegger. Con estrateg ias
distintas uno y o tro ponen en cuestión el sentido del ser. A h o ra
bien, el sentido del se r. el sentido d e la palab ra “se r", está
ligado a un lenguaje de palabras, a u na lengua constitu id a por
esas unidades atóm icas d e sonido y de sentido q u e son las
p alabras. D esde esa perspectiva, la fuerza crítica y descons-
tructiva d e cierta lingüística reside en q u e finalm ente — y no
sin contradicciones o retrocesos— se ab re a una significación
que q u ie b ra la unidad de la p alab ra. P ero no d eb e c re erse en
una con tin u id ad , en u na derivación d e la gram atología a p artir
de la lingüística: aquélla nace m ás bien del énfasis desorbitante
(cf. D G , p. 201) en ciertos m otivos de la lingüística m o d ern a
-arb itrarie d ad del signo, significación com o diferencia— , y
de la desconstrucción de los supuestos fonocéntricos que
siguen ac tu a n d o incluso en los m om entos m ás críticos de esa
lingüística.

.1.2. D e la lingüística a la gram atología

Inicialm ente las cuestiones sobre el origen y la esencia del


lenguaje p arecen inseparables de las cuestiones sobre el origen
y la esencia d e la escritura. Sin em b arg o , las tradiciones
científicas co rresp o n d ien tes — la lingüística y la gram ato lo g ía
positiva— no han en tra d o en relación d e diálogo o d e crítica
recíproca. I.a lingüística m o d e rn a , en el m o m en to en que
alcanza, con T ro u b e tz k o y y S aussure, el rigor epistem ológico
que la llevó un tiem po a ser valorada com o m odelo de las
“ciencias h u m an as” , excluye la escritura ju stam e n te p ara
definir la unidad interna d e su objeto: “ La ciencia lingüísti­
ca d eterm in a el lenguaje — su cam po de o bjetivid ad — en
últim a instancia y en la sim plicidad irreductible de su esencia,

77
com o l.i unidad d e ph o n é, glossa, y logos [...]. Inclusive si >e
q u isiera con fin ar la sonoridad en el ám bito del significante
sensible y contingente (lo q ue sería im posible, en sentido
estricto , pues las id entidades form ales reco rtad as en u n a m asa
sensible son ya idealidades no p u ram e n te sensibles), sería
necesario ad m itir q u e la unidad inm ediata y privilegiada q u *
funda la significación y el acto de lenguaje es la unidad
articulada del sonido y del sentido en la fonía. F rente a esta
unidad la escritura siem pre sería d erivada, agreg ad a, p articu ­
lar, e x te rio r, duplicación del significante: fo n ética" (D G .
pp. 39-40). Y po r su p a rte , los gram atólogo s, en general
h isto riad o res, epigrafistas y arqueólogos, no han vinculado sus
investigaciones a la lingüística m oderna. F re n te a esto , lo q u e.
en u na p alab ra, p ropone D errida, es q ue la lingüística su p ere
su lim itación fonológica, y que la gram atología positiva
incorpore a su inquisición histórico-cultural una co n cep tu ali­
dad teó rica com o la que pued e p ro p o rc io n ar el estu d io
estru c tu ral, form al, de la lengua.
A h o ra b ie n , no se busca aquí u na síntesis o un eq u ilib rio : la
gram atología que p ro p o n e D errid a es, com o verem os, “ ultra-
trasc en d e n ta l” . d eja atrás ta n to la lingüística científica co m o la
gram atología positiva o p retrascen d en tal. Lo q u e hem os
señ alad o m ás arriba acerca del enlace in te rn o e n tre el
descubrim iento de la (relevancia de la) escritu ra y los
m ovim ientos de desconstrucción sugiere ya que j i o será posible
algo así com o un equilibrio tran q u ilo de g ram ato lo g ía y
lingüística. El hilo conductor en el “diálogo" que pro d u ce o
provoca D errid a en tre esas ciencias es la ley d e u n a tensión o
una contradicción. En principio, cabría p en sar, en función de
la significación reconocida a la escritura, en q u e la g ram a to lo ­
gía llegase a ser una “ayuda esencial” para la lingüística. Y sin
em barg o , la escritu ra, m ás que elem e n to co nstru ctiv o d e u n a
nueva, m ás científica, lingüística, es el o p e ra d o r d e una
dislocación d e las relaciones e n tre aquella disciplina y su
cam p o o b je tiv o ; y así. una solicitación, u na puesta en cuestión
ile sus supuestos m etafísicos ignorados. C om o q u e esos
supuestos obstaculizan ju sta m e n te , de form a m uy activa, la
posibilidad de la constitución de una ciencia general d e la

7K
escritura. C o n este tip o de preguntas se aproxim a D errid a a la
necesidad de aproxim ar lingüística y gram atología: “ ¿N o se
descu b re. (...) ac tu a n d o eficazm ente en el m ovim iento p o r el
q ue la lingüística se ha instituido com o ciencia, una p resuposi­
ción m etafísica en lo que se refiere a las relaciones e n tre habla
> escritu ra? ¿E sta presuposición no obstaculizará la co n stitu ­
ción d e una ciencia general de la escritura? Al m ostrar esta
presuposición, ¿no se conm ueve el paisaje en el que se instaló
ap acib lem en te la ciencia del lenguaje? ¿P ara lo m ejo r y p ara lo
p e o r? ¿ P a ra la ceguera y para la pro d u ctiv id ad ?" (D G . p. 39).
P ero la tensión o la contradicción e n tre lingüística y
g ram a to lo g ía 110 es sim ple. Y d e ahí ta m b ié n el in te rés de
re c o rre rla y rec o n o cerla en el detalle d e su m ov im ien to y su
configuración. P ara lo cual D errid a tom a com o ejem p lo
privilegiado el C urso de lingüística general d e S aussure. P or
un la d o , a este te x to se le asigna h ab itu alm en te el ran g o de
o b ra fu n d acio nal d e la lingüística científica m o d e rn a , q ue ha
lib erad o la o b je tiv id a d específica y estru c tu ral del len g u aje;
p o r otro lado, y an te ciertas cuestio n es — en sum a, las
d eriv a d as de la relevancia d e la e scritu ra— el discurso
sa u ssu rian o re p ite , a veces con una aso m b ro sa proxim idad
literal, la ca d en a de concep to s m etafísicos q ue desde P latón
y A ristó te les hasta H egel y H usserl p asan d o p o r R ousseau
h an su b o rd in a d o trad icio n a lm e n te el len g u aje al logos, y la
significación a la presen cia. Sin p e rd e r el hilo d e u na lectura
sistem á tic am en te a te n ta a esa contrad icció n en el C u rso ,
D e rrid a re c u rre , sin em b arg o , en v ario s m o m e n to s, ta n to a
d e sa rro llo s p o sterio res del m odelo saussu rian o (M artin e t.
Ja c o b so n , B enveniste) co m o , so b re to d o , a o tro s m ovim ien ­
tos lingüísticos originales (glosem ática d e la escu ela d an e sa ,
sem ió tica d e P eirce) q ue se rev e lan , an te las cu estio n es
g ram ato ló g icas. de n atu ra lez a m ás crítica, m ás c o m p leja, en
c u a lq u ie r caso m ás resisten te al logocentrism o, q ue el Curso
de S au ssu re. D errid a hace un uso estratég ico de esto s
m o v im ien to s en la elab o rac ió n de su p ro p io discurso: en
é s te , la radicalización del principio fo rm alista en H jelm slev y
P eirce o cu p a un lugar in te rm ed io e n tre la exclusión d o g m á ti­
ca de la escritu ra po r el fo n o cen trism o de S au ssu re, y la
liberación d e la g ram ato lo g ía m ed ian te el co n c ep to de
huella.


A) La lectura se o rien ta p o r el tem a d e lo in te rio r y lo
ex terio r, el a d e n tro y el afu e ra del len g u aje, y rec o rre tres
etapas. E n prim er lugar, D errid a su b ray a el m o m en to reg resi­
vo del discurso de Saussure: su tendencia a red u cir los hechos
de lenguaje a un sistem a in te rn o , ce rra d o , com o el principio
estru c tu ral d e la lengua. P or cierto q ue esa red u cció n , esa
determ in ació n form al, resp o n d e a una necesidad ep istem o ló g i­
ca legítim a: “ La cientificidad de la lingüística exige com o
condición, en efecto , q u e el cam po lingüístico ten g a fro n teras
rigurosas, que sea un sistem a reglado por u n a necesidad
interna y q u e, en cierto m o d o , su estru c tu ra sea c e rra d a ” (D G ,
p. 44). P ero es ese m otivo d e la identidad de la lengua com o
interio rid ad lo q ue m otiva la exclusión de la escritura
ju stam e n te com o algo ex terio r a la esencia “ n a tu ra l" , fonética,
d e la lengua. Y a aq u í em pieza a señalarse la contradicción
in te rn a del Curso: exclusión de la escritu ra com o algo a ñ ad id o ,
d eriv a d o , cu ltu ral, frente a una lengua h ab lad a , in d e p en d ie n ­
te , p rim itiva, n atu ra l, cuyo sistem a es postu lad o , sin em b arg o ,
com o p u ra m e n te form al — sin relación con nin g u n a sustancia
m aterial d eterm in a d a, com o el sonido, pues— en v irtu d del
principio de la a rb itra rie d ad del signo lingüístico. P ero an te
to d o hay q ue ver la lógica q ue liga la constitución d e la
lingüística com o ciencia y la represión d e la escritu ra. El
cap ítu lo V I del Curso, en el q u e S aussure explica tal
exterio rid ad de la escritura a la iden tid ad d e la lengua, resu lta
se r un elem e n to fundam ental en la econom ía del sistem a de
esta “ciencia". L o q ue justificaría esa exclusión es la rep rese n ­
tación — tradicional— d e la escritu ra com o fen ó m en o lim itado
y deriv ad o fre n te al c a rácter au tó n o m o y original del len g u aje
h ab lad o . P ero esa representación d e la escritu ra com o
d e p e n d ie n te de la lengua hablada d ep e n d e a su vez de un tipo
de escritu ra, o más ex actam en te, del m odelo o el telos d e un
tipo de escritu ra: la fonética. D e h echo, es ésta la ú nica q u e
considera S aussure, tras una sim plificadora referen cia a las

80
escritu ras ideográficas. A h o ra bien, es el acrítico y en
cu a lq u ie r caso lim itado con cep to de escritura al q u e d a lugar el
m odelo d e escritura fonética lo q ue está en la base d e la
exclusión de la escritura com o lingüísticam ente irrelev an te.
D errid a explica esta solidaridad e n tre la exclusión de lo
ex terio r (al lenguaje com o tal) y la constitución d e lo in terio r
(del lenguaje com o tal): «No es por azar qu e la consideración
exclusiva d e la escritu ra fonética perm ite resp o n d e r a la
exigencia del “sistem a in te rn o " d e la lengua, inclusive si no
logra hacerlo d e hecho. L a lim itación saussuriano no responde,
p o r una fe liz com odidad, o la exigencia científica d el “sistem a
interno". Esta exigencia está constituida, co m o exigencia
epistem ológica en general, p o r la posibilidad de la escritura
fonética y p o r la exterioridad de la “notación” respecto a la
lógica interna» (D G , p. 45).
P ero es significativa la inquietud d e S aussure an te el
p roblem a. La ex terio rid ad de la escritura no es sim ple, no es
sim plem ente exterior: deform a y contam ina d esde afu< ra,
artificialm ente, el interio r "n a tu ral" d e la lengua h ab lad a. E n
esa inq u ietu d , S aussure rep ite la condena platónica y rousseau-
n iana d e la escritura com o peligro de m u e rte p ara la p alab ra
viva del alm a capaz de asistir con su presencia a lo que se dice.
A quí, pues, vuelve a señalarse el vínculo e n tre descu b rim ien to
d e la relevancia d e la escritu ra y p rogram a desco n stru cto r del
logocentrism o m etafísico. E s el m om ento de p recisar, sin
em barg o , q ue esa desconstrucción no consiste sim p lem en te en
inv ertir la je ra rq u ía , en su b o rd in ar el habla a la escritura
— en sentido co rrien te, o según el m odelo fonético— , sin o en
producir un concepto de escritura q ue a b a rq u e , com o una
posibilidad suya, lo que llam am os h ab itu alm en te el h abla. O
q ue el len g u aje, to d o el lenguaje com o tal, es, co m o se
an u n ciab a al principio de la o b ra, escritura. L o cual p o r cierto
obliga a p en sar de o tra m an era la distribución de vida y m uerte
e n tre la palab ra “viva” y la letra “m u e rta ” .
E n rigor, una escritura p u ra m e n te fonética es im posible: el
espaciam iento de to d a inscripción im pide una adecuación
estricta con la linealidad tem poral contin u a d e la secuencia
te m p o ral hab lad a. P ero ese espaciam iento —e sa re p re se n ta ­

81
ción o pu esta en escena, esa diferencia— no v io len ta a un
habla in o cen te, n atu ra l, expresión p u ra d e vida p u ra. La
relación íntim a d e vida y m u e rte, qu e D errid a había rev elad o
ya en su lectura de H usserl con E d g ar A. P o e, ap a rece aquí
tam bién en to d a su necesidad. "E l hecho de q u e un habla
llam ada viva pu ed a p restarse el espaciam iento en su pro p ia
escritura, es lo q ue originariam ente la pone en relación con su
propia m u e rte '’. (D G , p. 52) La parcialidad o la ceg u era de
S aussure an te la posibilidad — en rigor, an te la necesidad—
de la escritura no-fonética p rocede de una "decisió n ” v io len ta
p ara defen d er com o " n a tu ra l” , la au to rrep resen ta ció n logo-
céntrica c intuicionista d e la lengua occidental, o de la
m etafísica. E n esto, la cientificidad o la universalidad de esta
lingüística p are ce esencialm ente lim itada p o r "un etn o ccn tris-
m o occidental, un prim itivism o p rem a tem ático y un in tuicio­
nism o preform alistas" (D G , p. 53).
N o se tra ta d e "criticar" sim p lem en te ese fono cen trism o , al
m enos no en el nivel en qu e se m ueve el discurso de Saussure:
é ste tiene razón, en ese nivel, en d efe n d er la lingüística d e la
rep resen tació n escrita de la lengua hablada. P ero la legitim i­
dad del discurso de S aussure es relativa, válida só lo en el
in terio r de un m odelo lingüístico d eterm in a d o : ju stam e n te
el sistem a d e lengua vinculado a la escritu ra fonético-alfabética
en la q ue se produce y se extiende el logocentrism o, esto es, la
" é p o c a ” del habla plen a. U n a tom a de consciencia d e los
lím ites y las presuposiciones que se derivan d e la p erte n en c ia a
ese m odelo histórico, a esa "len g u a” , se co n creta en el
cu estionam iento del esquem a in te rio r/ex te rio r p ara d elim itar
el h ab la y la escritu ra: "U n a lingüística n o es general m ien tras
d efina su afuera y su ad e n tro a partir d e m odelos lingüísticos
determinados-, m ientras no distinga rig urosam ente la esencia y
el hecho en sus respectivos grados de g eneralidad . E l sistem a
d e la escritu ra en general no es e x te rio r al sistem a de la lengua
en g en e ral, salvo si se acep ta q ue la división en tre lo in te rio r y
lo ex terio r pasa p o r el in te rio r d e lo in te rio r o en el ex terio r de
lo ex terio r, hasta el pu n to de qu e la inm anencia de la lengua
esté esencialm ente expuesta a la intervención de fuerzas en
ap ariencia extrañ as a su sistem a” (D G , p. 56).

82
B) A h o ra bien, la revelación d e la d ep en d en cia fo n o ­
logocéntrica del C urso es sólo una p rim era e ta p a d e la lectu ra
d e D errid a. U n segundo m om ento d e ésta reconoce en aquel
te x to , en un e s tra to d e éste d iferen te y antagónico al que
hem os individualizado más arrib a, una ocasión, un lugar de
liberación de la gram atología b uscada. É sta o cu rre p recisam en ­
te cu a n d o no se habla de la escritura. Es ah o ra cuando ap arece
el lado fecundo de la contradicción de S aussure. D e rrid a
anticipa así el se n tid o general de esta segunda lectura: “ E s en
el m o m en to en q ue ya no se tra ta de m an era ex p resa d e la
escritura, en el m o m en to en que se ha creído ce rra r un
p arén tesis so b re este pro b lem a, cuando S aussure libera el
cam po d e u na gram atología general. Q u e no sólo no e s ta ñ a ya
excluida d e la lingüística gen eral, sino q ue la d o m in aría y la
co m p rendería. E ntonces se percibirá qu e quien era a rro ja d a
fu era d e las fro n te ras, la e rra n te p ro scrita d e la lingüística,
nunca d ejó de o bsesionar al lenguaje com o su p rim era y m ás
íntim a posibilidad. E n to n ces se escribe en el discurso de
Saussure algo q ue nunca fue dicho y no es o tra cosa q u e la
escritura com o origen del len g u aje" (D G , p. 57).
EvS a u na liberación recíproca a lo q ue hay que esta r aten to s
aquí: la lingüística se hace realm en te general cu ando se ab re
a la escritura (a una inclusión d e la escritu ra en el len g u aje,
y a u na experiencia no fonética d e la escritura) y la
g ram atología com o pensam iento de la escritu ra — y no sólo
com o historia em pírica d e ésta— resu lta posibilitada p o r una
cierta elaboración d e los conceptos con los qu e la ligüística
piensa la lengua. E sos conceptos q ue articulan así lingüística y
g ram atología son p rincipalm ente la arbitrariedad del signo
(fren te a la tesis fonologocéntrica de una relación n atu ra l de
sonido y sentido en el habla) y la diferencia com o principio de
constitución de los signos en su d oble cara d e significante y
significado (fren te a la tesis fonologocéntrica d e un significado
p len o , identidad positiva y sustancial qu e rem itiría a su vez,
id e o ló g ic am e n te al m enos, a la presencia d irecta d e la cosa
m ism a a la consciencia). E sos dos m otivos, explícitos y
sistem áticam ente eficaces en el tex to de S aussure, dan paso a
un concepto, q ue p erte n ec e p ro p iam en te al cam po gram atoló-

83
gico m ás q ue al lingüístico, y con el q u e , com o vam os a v er,
cabe p e n sa r la escritu ra com o tal, o com o origen (tach ad o ) del
len g u aje, la archiescritura: el concepto de huella.

C) Es cierto q ue en su literalidad el Curso delim ita el cam po


d e aplicación del principio d e a rb itra rie d ad del signo en el
in te rio r de una relación p resu n tam en te natural en tre la voz y
el se n tid o , e n tre el “ v e rd a d ero ” significante y el significado.
P ero e sto es una nueva instancia de la contradicción de
S aussure en tre su exigencia de form alism o y su p resu p u esto
logocéntrico. E n rigor, la noción de a rb itra rie d a d , aproxim a-
ble a la de institución du rab le, se realiza de form a p ara d ig m áti­
ca en la escritu ra: «Si “e scritu ra” significa “ inscripción" y an te
to d o , institución durable de un signo (y éste es el único núcleo
irred u ctib le del con cep to de escritu ra), la escritu ra en gen eral
cu bre to d o el cam po de los signos lingüísticos» (D G , p. 58). En
este co n tex to D errid a dedica u nas páginas n o ta b les a Peirce,
q u ien había sido m ás co h eren te q ue Saussure al reco n o cer la
ru p tu ra d e to d o vínculo natural ( “icónico” en la term in o lo g ía
del filósofo y sem iólogo am ericano) en el m ovim iento d e los
signos. N ingún com ienzo, ningún fin, delim itan la significa­
ción: O m n e sym b o lu m de sym bolo. " L o q ue inaugura el
m o vim ien to de la significación es lo que hace im posible su
interrupción. L a cosa m ism a es un signo" (D G , p, 64). En
cu a n to al segundo principio aludido, la tesis de la diferencia
co m o fu en te del valor lingüístico, no es un az ar q ue S aussure lo
exponga to m a n d o com o ejem p lo , com o "térm in o de co m p ara­
ció n” , la escritura: la lengua com o sistem a d e diferencias sería
una especie de escritura. El concepto d e diferencia ap licad o a
la lengua es incom patible con la idea de u na esencia fónica de
ésta. D e nuevo se explica q ue no se tra ta de p o n er en lu g ar o
en el lugar d e la p h o n é a la escritu ra en se n tid o c o rrie n te , sino
m ás bien de e lab o rar un nuevo concepto d e escritura,
“arc h iesc ritu ra", al qu e p erte n ec ería ta m b ié n , o q u e “co m ­
p re n d e ría ” , la lengua oral.
C om o decíam os, esa archiescritura sería la huella, la m arca
d e una ex terio rid ad o una ausencia irreductible del se n tid o en

84
e! p resen te. P ero el paso a la archiescritura o a la huella
d esb o rd a el cam po del lenguaje y de su conceptualización
científica. La consideración de la escritura com o o rigen de
to d o len g u aje, y no ya com o fo rm a p articu la r de len g u aje,
obliga a te m atiza r la experiencia com o tal, y aquellas
condiciones trascen d en tales de la experiencia que h a revelado
la fenom enología: tem poralidad e intersubjetividad . E n este
p u n to D errid a sitúa el valor y el lím ite de la escuela
p ostsaussuriana q ue más radicalm ente ha asum ido el principio
form alista de la diferencia en la explicación de la lengua: la
glosem ática de H jelm slev. É ste supera form alm ente el fonolo-
gism o en la lingüística. Y no es casual q ue en su escuela se haya
d esarro llad o una investigación sistem ática sobre el elem en to
gráfico, literario , de la literatu ra. P ero en últim a instan cia, el
co n cepto glosem ático d e escritura resulta ser in te rio r al
sistem a d e la lengua. Sólo así podría ser o b je to de u n a ciencia.
P ero el concep to gram atológico d e escritu ra, la archiescritu ra,
req u ie re un regreso al nivel trascendental d e las condicio n es de
la cientificidad y la objetividad. La cientificidad y el o bjetivis­
mo p rctrascen d e n ta les d e la glosem ática hacen, p ara d ó jica­
m e n te, q ue su concepto de escritura perm an ezca dep en d ien te
del concepto corriente y tradicional de escritu ra, com o una
“sustancia d e exp resió n ” paralela a otras.
L a archiescritura obliga a salir del len g u aje, al m enos del
len g uaje com o organización form al inm an en te. E n este
se n tid o , la gram atología no es una filosofía del len g u aje, a
m en o s que en ésta se incluya el estudio de las condiciones de la
exp eriencia (tiem p o e in tersubjetividad). “ E s q ue la archiescri­
tu ra , m ovim iento de la differance, archi-síntesis irred u ctib le,
ab rie n d o sim u ltán eam en te en una única y m ism a posibilidad la
tem p oralización, la relación con el o tro y el le n g u aje , 110
p u e d e , en ta n to condición d e to d o sistem a lingüístico, fo rm ar
p a rte del sistem a lingüístico en sí m ism o, e s ta r situ ad o com o
un o b je to d en tro de su ca m p o .” (D G , p. 78)
P o r cierto q ue el recurso de la gram atología a la noción
fenom enológica d e experiencia trascendental tiene u n a fu n ­
ción estratég ica y no constitutiva, 110 es un pu n to d e llegada del
discurso sino un instru m en to q ue a su vez debe so m eterse a

85
d esconstrucción, en cuan to qu e sigue siendo un co n cep to
ligado a la m etafísica d e la presencia, y así, al fono-
logocentrism o. «El concepto de experiencia [...] es m uy
d ificultoso..C om o todas las nociones d e que nos servim os aq u í,
p erten ece a la historia de la m etafísica y sólo la podem os
utilizar b ajo una ta ch a d u ra . “E xperiencia” siem pre designó la
relación con una presencia, ya sea qu e esta relación haya o no
te n id o la fo rm a de la consciencia. D eb em o s, sin em b arg o ,
según esta especie de contorsión y de contenció n a q u e está
o b ligado aquí el discurso, ag o tar p reviam ente los recu rso s del
concepto d e experiencia a fin de alcanzar, po r desconstruc-
ción, su ú ltim o fondo.» (D G , p. 79) E n este enclave
estratég ico , la gram atología se in teresa por el con cep to
fenom enológico d e experiencia desde dos perspectivas, se
d iría, desde dos posiciones o situaciones: com o su p eració n de
un em pirism o o un cientificism o q ue salvaría a p a re n te m e n te la
escritura del fonologism o explícito, p ero que la seguiría
so m etien d o al fonocentrism o im plícito d e un logos o una
ciencia q ue no se p reg u n ta po r sus condiciones de posibilidad,
y com o un a m anifestación d e u na m etafísica d e la p resencia o
del p rese n te viviente com o origen del sen tid o , y así, reducción
de la archiescritura y d e la huella. A decir v erd a d , la situación
(la relación d e la gram atología con la fenom enología) vuelve a
com plicarse desde el m o m en to en q ue el concepto fen o m e n o ­
lógico d e p resencia- se com plica o se altera con las dos
alterid ad es q ue son el o tro com o alter ego y la reten ció n de
o tro presen te p asado en cada presen te (cf. D G , pp. 80-81).
En sum a, la explicación d e la gram atología con la lingüística,
la liberación de aq u élla a p artir d e una cierta reelab o ració n de
é sta , acab a m o strando sus lím ites. Y m o strando la necesidad
d e profu n d izar sistem áticam ente en la exigencia d e los
m ovim ientos de desconstrucción de la m etafísica q u e d esde el
p rim e r m o m en to aparecieron asociados al descub rim ien to de
u n a escritura no com prensible desde la p h o n é y su sistem a
co nceptual.

86
3.3. L a huella en el origen del sentido

T ras el reco rrid o ex puesto a través de la lingüística, tra s la


segunda etap a d e la lectura d errid ian a del C urso, la descons­
trucción pu ed e precisar m ás eficazm ente su o p eració n y su
o b je to . Lo qu e ah o ra se revela com o pro b lem a decisivo es el
tiem po: la necesidad d e p en sar el tiem po d e o tro m odo q u e a
p artir de una experiencia del p rese n te, p u esto q ue la arch ies­
c ritu ra im pone o inscribe la huella en lugar del presen te com o
o rigen del sentido. D e rrid a p ro p o n e este giro o esta profundi-
zación todavía en conexión con la lectura de S aussure, en un
tercer nivel o e tap a de esa lectu ra, q ue sigue siendo el hilo
co n d u cto r de la exposición en este cap ítu lo central d e D e la
gram atología. T ras el énfasis en la eficacia represiva y
regresiva del fonocentrism o en el C urso, y tras la caracteriza­
ción de la contradicción e n tre esa h erencia m etafísica no-
p en sad a y la a p e rtu ra a la diferencia com o elem en to de la
significación, D errid a vuelve a en c o n tra r en el te x to de
Saussure el p u n to d e apoyo para hacer salir al pen sam ien to
d e la escritura de un m arco epistem ológico lingüístico. Esc
p u n to lo p roporciona el con cep to d e articulación.
A rticulación significa subdivisión, pluralidad d e m iem bros,
d iscontinuidad, fractura. E s la esencial articulación de la
lengua, su esta r fractu rad a y u nida po r fractu ras, lo que
p erm ite articu lar e n tre sí u n a cad en a gráfica y una cad en a
h ab lad a , u na serie d e signos distribuidos en el espacio o a lo
largo de la línea del tiem po. A sí, la relación e n tre grafía y voz
rem ite a la relación e n tre espacio y tiem po en la configuración
de la experiencia. P ero la puesta en cuestión del prim ad o d e la
voz sobre la grafía — o d e la au to n o m ía de u n a voz sin
d iferencia— im plica la pu esta en cuestión de un tie m p o com o
p u ra lincalidad. secuencia continua de p rese n tes (lo q u e llam a
H eid eg g er «concepto vulgar de tiem po»). L a gram ato lo g ía lee
en la voz su raíz escritu ral, y así, el espaciam iento, la ro tu ra
d e la linealidad del tiem po. La expresión “huella”, en este co n ­
tex to, ap u n ta específicam ente a un ‘‘p asado abso lu to " q u e im ­
pide la co ntinuidad del p asado y el fu tu ro po r la m ediación del
p rése n te, y q u e finalm ente im pide la id e n tid ad atóm ica del

87
p rese n te. E s esto lo q u e atestigua la esencial pasividad del
h ab la y la inconsciencia fundam ental del lenguaje. Y q u e la
articulación del tiem po y el espacio (el esp aciam ien to )
in te rru m p e la plenitud del presen te con lo n o -p resen te, lo
n o -percibido, lo no-consciente. V olvem os a e n c o n tra r, com o
al final d e L a v o z y el fe n ó m e n o , la relación con la m u erte
com o estru c tu ra co ncreta de la vida, o la vida com o econom ía
de la m uerte. L apidariam ente: “ El tiem po m u e rto tr a b a ja ” .
H em os visto más arrib a que D errid a reivindica, rec u p era, en
c ierto m odo, la problem ática fenom enológico-trasccn d en tal
p ara ev itar u na in terp retació n regresivam ente epistem ológica,
in g en u am en te pre-trascen d en tal de la gram atología. A q u í se
im pone el c a rácter ultratrascendental de ésta, la necesidad de
su p e ra r el lím ite d e la fenom enología y toda confusión e n tre el
p en sam ien to de la huella y una p resu n ta “ fenom en o lo g ía de la
e scritu ra” : “ El espaciam iento (...] es siem pre lo no -p ercib id o ,
lo n o -p re sen te y lo no-consciente. C o m o tales, si aú n es posible
servirse d e esta expresión d e una m anera 110 fenom enológica:
ya q ue aq u í sup eram o s inclusive el lím ite d e la fenom enología.
L a arch iescritu ra com o espaciam iento no pued e d arse com o
tal, en la experiencia fenom enológica de una presencia. S eñala
el tiem po m uerto en la p resencia del presen te viv ien te, en la
form a gen eral de to d a presencia. El tiem po m u e rto tra b a ja .
P or esta razó n , una vez m ás, pese a to d o s los recursos
discursivos q ue d eb e pedirle en p réstam o , es p o r lo q u e el
p en sam ien to de la huella nunca se confundirá con una
fen om enología d e la escritura. A sí com o es im posible una
fen om enología del signo en gen eral, tam bién es im posible una
fen om enología de la escritu ra" (D G , p. 88).
P a ra p e n s a r el tie m p o tr a s esa c rític a del p re s e n te y la
c o n s c ie n c ia , m ás a llá , p u e s, d e la fe n o m e n o lo g ía in clu so en
sus m o m e n to s m ás crítico s o m ás in q u ie to s, p a ra p e n s a r el
tie m p o d e sd e la h u e lla o la e s c ritu ra , D e rrid a in v o ca la
p ro x im id a d , y la fe c u n d id a d , d e alg u n o s d isc u rso s crítico s
q u e h an a p a re c id o ya en su c a m in o , los de L e v in a s.
N ietzsch e y H e id e g g e r. P e ro p a re c e q u e , en un c ie rto
m o m e n to , al m e n o s, d e la e la b o ra c ió n d el p e n s a m ie n to d e
la e s c ritu ra y su p ro g ra m a d e s c o n s tru c to r, es el te x to de

88
F re u d e l m ás p o te n te p a ra p ro p o n e r u n a c rític a rad ical del
c o n c e p to m etafísico d e tie m p o .

3.4. Psicoanálisis y desconstrucción

E n tre los m ovim ientos de desconstrución a los q ue d e form a


m uy d irecta, “e s p o n tá n e a ” , se d iría, apela el pensam ien to de
la escritura com o a su condición histórica de posibilidad, la
crítica freu d ian a d e la conciencia — o d e la au to rrep resen ta ció n
racio nalista y narcisista de la conciencia com o un ego p o te n te ,
au tó n o m o o central— ocupa sin duda un lugar principal, ju n to
con la dem olición nietzscheana d e la idea platónica y sus
efectos o sus consecuencias, y con la ‘‘destrucción" hcidegge-
rian a d e la o n to teo lo g ía m etafísica. U n cierto estad io de la
desconstrucción podría d eterm in a rse en función del ju e g o de
relaciones — de convergencias y de co m p lem en taried ad , p ero
tam b ién de desviaciones, de resistencias y de críticas rec íp ro ­
cas d e unos a otros— e n tre los tres discursos, o m ejo r, los tres
tex to s de N ietzsche, H eidegger y F reud. E n algún m o m en to ,
D errid a parece situ ar en un cam po crítico conflictual com o ése
la b ase de su p ro p ia elaboración de la desconstrucción. La
lectu ra d e la conferencia sobre “L a différance” , incluida en
M árgenes de la filo so fía , podría o rie n ta r en esc sentido.
T am bién en la m uy leída ponencia en el congreso de B altim ore
sobre “ L os lenguajes críticos y las ciencias del h o m b re" (1966)
— b ajo el título “ L a estru c tu ra, el signo y el ju e g o en el
discurso d e las ciencias h u m anas”— D e rrid a deja v er la
significación privilegiada del cam po en q ue se cruzan los tres
g ran d es textos m encionados. E n un co ntexto de proxim idad
con o tro s discursos típicos d e la ép o c a q ue em p ezaro n a partir
de en to n ces p recisam ente a ser asociados b ajo el títu lo de
“ p o ste stru ctu ralism o ", exam ina allí la irred u ctib le, (hasta
cierto p u n to y hasta cierto m o m en to necesaria) duplicidad del
co n cep to y el uso del signo en la o b ra de Lévi-Strauss: p o r un
la d o . solicitación y cu estionam iento de la oposición sensible-
inteligible, al d estituir com o ilusión el significado trasc en d e n ­
tal o sin necesidad de signos; p o r otro lado, confirm ación de

89
esa oposición (m etafísica, y en cualquier caso solidaria de las
dem ás oposiciones) al ac ep tar la distinción en tre el significante
sensible y el significado ideal, constitutiva del co n cep to de
signo. La "p a ra d o ja ” o el "círculo" — térm in o s em p lead o s p o r
D errid a en este contexto— es inevitable; y ya hem os su b ray a­
do la necesidad estratégica de q ue la desconstrucción h ab ite de
u n a cierta m an era lo desconstruido o po r desco n stru ir, y de
que re c u rra , en consecuencia, a conceptos p e rtin e n te s a la
tradición q u e cuestio n a. Sólo así p u ed e evitar el em pirism o
ciego y la ex terio rid ad sim ple — o a p a ren te— q u e im p ed irían
la pertinencia de esta o peración y su capacidad de intervención.
P ero esa necesidad, esa situación, p u ed e pensarse de muy
distintas m a n eras, con m ás o m enos lucidez, y tam b ién d esde
lugares distintos: lo q u e hace q ue los discursos d estru cto res
p u ed a n o frecerse, unos a o tro s, zonas vulnerables d e so m b ra o
d ogm atism o. A sí. hay "m uchas m aneras d e esta r a tra p a d o s ”
en el círculo de la m etafísica y su destrucción: "S on to d as m ás
o m enos ingenuas, más o m enos em píricas, m ás o m enos
sistem áticas, están m ás o m enos cerca d e la form ulación o
incluso la form alización de ese círculo. Son esas diferencias las
q u e explican la m ultiplicidad de los discursos d estru c to res y el
d esacu erd o e n tre quien es los sostienen. Es en los conceptos
h ere d ad o s d e la m etafísica d o n d e , p o r ejem p lo , han o p e ra d o
N ietzsche, F reud y H eidegger. A h o ra bien, com o estos
co nceptos no son elem e n to s, n o son átom os, com o están
cogidos en una sintaxis y un sistem a, cada p réstam o co n c reto
a rra stra hacia él to d a la m etafísica. Es eso lo q u e p erm ite,
en to n ces, a esos destru cto res destruirse recíp ro cam en te, por
ejem p lo , a H eidegger, considerar a N ietzsche, con ta n ta
lucidez y rigor, com o m ala fe y d esconocim ien to , com o el
últim o m etafísico. el últim o “ platónico” . P odría uno d edicarse
a ese tip o d e ejercicio a p ro p ó sito del p ropio H eid eg g er, de
F reud o d e algunos otros. Y actualm ente ningún ejercicio está
m ás d ifu n d id o ” (E D , p. 387).
A h o ra b ie n , la a p e rtu ra gram atológica no sólo su p o n e una
cierta desconstrucción ya en curso — po r no h a b la r de lo que
nos in te resa rá más a d e la n te , en relación con críticos am eri­
canos, com o “ au to desconstrucción" de ciertos discursos filosó­

90
ficos, retóricos y literarios— : la hipótesis d e la archiescritura
p erm ite o inaugura una reelaboración peculiar d e la d escons­
tru cción, segu ram en te su form alización m ás rigurosa com o
p ro g ram a sistem ático de lectura del texto m etafísico y de sus
efectos en cam pos prácticos (económ ico, político, estético ,
sexual) q ue sólo u na determ inación clásica o convencional de
“ te x to ” p o d ría q u e re r llam ar ex tratex tu al. H em os visto q u e el
descu b rim ien to de tal archiescritura y el levantam iento d e una
n ueva conceptualidad — huella, différance, su p le m e n to ...—
están m uy ligados a la convergencia recíprocam ente crítica de
la lingüística en su radicalism o form al, y de la gram atología
p ositiva, con su in h e re n te fuerza crítica fre n te al fonologism o
etn o cén trico occidental. E ra ese cam p o el q ue se p resta b a a
una m ás clara y eficaz organización teórica.
P ero este pen sam ien to n o a b a n d o n a , com o m eros p rec ed en ­
tes, los textos señalad o s, valorados com o m ás p o te n tes en su
crítica a la tradición. D e h echo, D e rrid a volverá in sisten te­
m en te a N ietzsche, F re u d , y H eidegger, haciendo ju g a r a
veces la p otencia crítica d e unos respecto a o tro s. A h o ra b ien ,
y co m o anticipábam os m ás arrib a, en el m om ento d e la
ap e rtu ra gram atológica y del p rogram a d esco n stru cto r, sobre
la base d e la desconstrucción del fono-logocentrism o, el
discurso d e F reu d p are ce d e te n ta r un cierto privilegio, ta n to
m ás reconocible y subrayable si se trata, com o es aquí el caso,
d e o rien tarse en la construcción d e la desconstrucción.
D estaco a título p relim inar dos instancias p ara reco n o cer en
su especificidad y m agnitud el “ in te rés” de la desconstrucción
g ram atológica en el psicoanálisis. E n p rim er lugar, — y éste
sería el m otivo m ás form al— el psicoanálisis prefig u ra, al
m en o s im plícitam ente, u na condición, m ás bien u na dim ensión
de la gram atología: ésta, en la m edida en que desconstruye la
o n to lo g ía, se resiste p o r principio a q u ed a r delim itada com o
u n a ciencia regional, delim itada y dom inada p o r u na o n to lo g ía
g en eral fenom enológica en el sentido d e H usserl, o p o r la
“ o n to lo g ía f u n d a m e n ta l” h c id e g g e ria n a . L a c u e s tió n de
la escritura es “ a n te rio r" , más “orig in aria” , q ue la cuestión del
se n tid o del ser, rep e tid a p o r H usserl y re a b ie rta p o r H eid e g ­
g er. E n la m edida en que cierta lingüística deshace la unidad

91
d e la palabra, o de la vox, com o efecto ilusorio d e la
signi-ficación. y p uesto qu e un a lengua d e p alab ras es una
lengua d om inada im plícitam ente po r el con cep to de ser o de
p resen cia, aq u e lla lingüística no se d e ja ya e n c errar en una
o n to lo g ía regional. Y ya se ha visto que la g ram ato lo g ía lee así,
explicitando y radicalizando esa v irtualidad, cierto e stra to del
tex to de la lingüística m o d ern a fu n d ad a po r S aussure. P ues
b ie n , en el m om ento de anunciar y justificar esa persp ectiv a,
D e rrid a añ a d e: “ F u era de la lingüística es en la investigación
psicoanalítica donde esta perspectiva p arece te n e r hoy las
m ayores posibilidades d e am pliarse" (D G , p. 29). Y más
a d e la n te , en una fase más local o p u n tu al del discurso
gram atológico, al co n sid erar la problem ática in m en sa que
te n d ría q ue afro n tar el program a d e u n a “grafología cu ltu ral",
v uelve a reconocérsele al psicoanálisis el privilegio d e su
n o-regionalidad: "E n ta n to ella (u n a investigación de tipo
p sicoanalítico) atañ e a la constitución originaria de la o b je tiv i­
d ad y del valor del o b je to — a la constitución de los buenos y
de los m alos o b jeto s com o categorías q ue no se d e ja n deriv ar
de un a o ntología form al teórica y d e una ciencia d e la
o b je tiv id a d del o b je to en general— el psicoanálisis n o es una
sim ple ciencia regional, incluso si, com o su no m b re lo indica,
se p rese n ta b ajo el título d e psicología" (D G , p. 117).
E n segundo lugar, una segunda instancia en la q u e la
g ram atología se en c u en tra — “ in teresad a"— con el psicoanáli­
sis, y se ve “ m ovida” o im pulsada po r éste, es el co n cep to de
tiem po, o la necesidad d e un giro en el concepto d e tiem p o . A
e sa necesidad se había acercado la gram atolog ía d esd e el
principio al descifrar la d iferencia inscrita en la p resen cia, la
e s c ritu ra en la voz, o la p asiv id a d o la in c o n scien cia d e
la lengua en el habla: el espaciam iento en la p resu n ta
te m p o ralid a d lineal del discurso. E n este enclave, D errid a
sitú a el n o v u m q u e significa el concepto de tiem po exigido,
m ás q u e e la b o ra d o fo rm alm en te, p o r el tra b a jo de F reu d y el
descubrim iento del inconsciente. L a novedad resalta en la
com paración con la perspectiva fenom enológica aquí. É sta
com plica el p rese n te con las estru c tu ras de la rete n ció n y la
p ro ten ció n , p ero finalm ente el axiom a de la invu ln erab ilid ad

92
de la evidencia retien e el concepto fenom enológico de tiem po
en el m odelo m u ndano ( “vulgar" diría H eidegger) de un
tiem po com o form a de la sucesión lineal. A sí, H usserl no
p u ed e p ensar lo q ue en F reu d a b re la posibilidad d e p e n sa r el
inconsciente, la d eterm inación d e un ah o ra p rese n te p o r un
p asado sin conexión consciente con aquél: «E l ahora B estaría
com o tal constituido po r la retención del ahora A y la
p ro ten ció n del ahora C; pese a to d o , el juego q ue se deriva de
esto , po r el hecho d e q ue cada uno de los tres ah o ra rep ro d u ce
en sí m ism o esta estru c tu ra, este m odelo d e la sucesividad,
im pediría que un ahora X tom ara el lugar de un ahora A . por
ejem p lo , y q u e, m ediante un efecto de reta rd o inadm isible
para la consciencia, u na experiencia fuese d eterm in a d a incluso
en su p rese n te, por un p rese n te q ue no la h abría p recedido
in m ed iatam en te sino que sería m uy “ a n te rio r". E s el problem a
del efecto d e reta rd o (nachtraglich) de q ue habla F reud» (D G ,
p. 87).
E stá claro, p u es, q ue el pensam ien to de la escritura tal com o
se configura p o r p rim era vez en la p rim era parte de D e la
gram atología te n ía q ue articular una explicación con el texto
p sicoanalítico. E s lo q ue hace el im portante ensayo “ F reu d y la
escena d e la escritu ra” (incluido en l.a escritura y la diferen­
cia). P o steriores desarrollos de la em p resa desconstructiva
— en relación con la escritu ra de la filosofía, el e sta tu to d e la
ficc ió n y lo lite r a r io , las im p lic a c io n e s d e los te m a s d e
la castración y el fetichism o, la opresión institucional d e ciertos
discursos psicoanalíticos o la insistencia d e m odelos sexuales
m uy determ in ad o s— volverán a re q u e rir la conversión de
D errid a al texto de F reud y de sus tan h etero g én o s “ h e re d e ­
ro s” (M . K lein, S. F eren k zi, N. A b rah am , M . T o ro k , I.
H e rm a n n , o en una perspectiva crítica, J . L acan) en algunos de
sus trab ajo s. Sin duda el m ás conocido d e ellos es el q u e se
refiere a la interpretación pro p u esta por L acan d e L a carta
robada de E d g ar A lan Poe. E ste ensayo. “ El c a rte ro de la
v erd a d " (incluido en L a tarjeta postal), po r sus im plicaciones
teó ricas — acerca del psicoanálisis, la v e rd a d y la ficción— , y
p o r sus consecuencias polém icas — el análisis d e u na com plici­
d ad de falocentrism o y logocentrism o en el llam ado psicoanáli­

93
sis estructural— , ha dado lugar a una am plia literatu ra crítica,
a p artir de su p rim era publicación en 1975, especialm en te en el
ám bito d e la recepción angloam ericana d e D e rrid a (B.
Jo h n so n . S. F elm an, G . H artm a n , S, W eber. D . C arro ll).
P ero la com plicada historia de las relaciones e n tre d escons­
trucción y psicoanálisis (el cruce, en sum a, de las d eu d a s d e
aquélla a éste, y de los efectos que produce en el corpus
psicoanalítico el tipo d e lectura prom ovida desde los an aliza­
d ores d esconstructores) no po d ría com p ren d erse sin una
lectura a te n ta , una “ repetició n ” , d e “ F reud y la escena d e la
esc ritu ra " , p ara la que lo q ue sigue pued e en ten d e rse com o
una p rim era aproxim ación indicativa y tópica.

3.5. Inversión m etafórico de p sy ch é y texto

E l hilo co n d u c to r m ás visible del estudio es la secuencia de


m etáforas d e la escritura qu e em plea F reud a lo largo de su
itinerario para p en sar el e sta tu to del psiquism o, si bien esas
m e táfo ras, — avancem os ya— , precisam ente por su necesidad,
p o r su no-reto ricid ad , po r la necesidad del vínculo q u e
p ro p o n en e n tre p sych é y escritura, van a obligar a p en sar el
concepto m ism o de m etáfora a p artir d e la cuestión de la
escritura. L o q ue le lleva a D errid a a individualizar y d estacar
esa secuencia o esa cad en a He m e táfo ras d e escritu ra a lo largo
del tex to de F reu d es en principio una p reg u n ta teó rica o
“ m etodológica" general acerca d e la situación recíp ro ca de
psicoanálisis y gram atología: ¿tienen — ésta sería la p reg u n ta
en su form ulación más esquem ática— las p ro p u esta s o las
p roposiciones gram atológicas un lugar, o incluso su lugar, en
el cam po psicoanalítico? La lenta lectura d errid ia n a de la
fecundidad y de los lím ites, de la luz y de la so m b ra, del texto
frc u d ian o acerca de la escritu ra (la inscripción, la h u ella, e tc .),
ju stificará finalm ente u na resp u esta (m atizad am en te) n egativa
a esa p reg u n ta . P ero p o r lo p ro n to hay q ue reco n o cer la
p ertinencia de é sta , su posible transform ación en esta o tra ,
m ás afirm ativa y com prom etida: ¿cóm o se relacio n an las
pro p u estas gram atológicas con el cam p o psicoanalítico?

94
D errid a em pieza, sin em b arg o , estab lecien d o de e n tra d a un
lím ite a la hipótesis sugerida d e una convergencia y una
co m p lem en taried ad de gram atología y psicoanálisis, si bien
este pro b lem a g en e ral, “ m etodológico” en algún se n tid o , no
está elab o rad o en el tex to principal del ensayo, sino indicado
en u n a especie d e reflexión prelim inar. P or un lado: “ A p esar
d e las apariencias, la desconstrución del logocentrism o no es
un psicoanálisis de la filosofía” (E D , p. 271). P or cierto que
esas apariencias no son “ m eras” apariencias, sim ple llam ada a
en g añ o . D e rrid a especifica la p a rte de verdad de esas
ap ariencias, su brayando la o peratividad del concepto freudia-
no d e represión en el cam po gram atológico. E n efe cto , la
desconstrucción del logocentrism o puede en p arte co n sid erar­
se com o el análisis, com o el psicoanálisis de un a " re p re sió n ”
de la escritura desde P lató n , represión q u e h ab ría co n stitu id o a
la filosofía com o expresión paradigm ática d e la p h o n é y el
logos. A esa ap arien cia (d e paralelism o e n tre desconstrucción
y psicoanálisis) siguen o tras, en relación con los con cep to s de
"rep resió n fallida” , “ re to m o de lo rep rim id o ” , “ repetición
o rig in a ria” , “ rep resen tació n verbal": todos ellos p arecen
p o d er p royectarse co h e ren te m en te en m om entos d e te rm in a ­
dos d el giro desconstructivo. Y sin em bargo éste no es
com prensible en o po r el cam po psicoanalítico.
A sí, p o r otro la d o , se im pone o se justifica “ una reticencia
teó rica a utilizar los conceptos freudianos a no se r en tre
com illas” (E D , p. 272). N o es sólo q ue los conceptos
freu d ianos tienen todos ellos una filiación m etafísica, au n q u e
es cierto q ue el trabajo o la sintaxis del discurso freu d ian o
escapa m uchas veces a esa p erten en cia; es q u e , en cualq u ier
caso, falta u na reflexión d irecta, en F re u d , so b re las reglas de
esa p erten en cia y ese desplazam iento. U na instancia significa­
tiva de esta situación d e la teo ría psicoanalítica se co n cen tra en
el p ro b lem a de la hornonim ia d e los conceptos fu ndam en tales
d e la m etapsicología freudiana ( “inconsciente” , “ rep resió n ",
“ in stin to ", “ p la ce r” ...) y tales palab ras del lenguaje co tid ian o ;
p ro b lem a éste que p la n tea rá D errid a m ás d irec tam en te a
p ro p ó sito de N icolás A b rah am (en “ Y o-el psicoanálisis", cf.
Suplem entos A n th ro p o s, n° 13, pp. 36 y ss).

95
A h o ra bien, a pesar d e este lím ite general a una traducibili-
d ad recíproca d e desconstrucción y psicoanálisis, la hipótesis
q u e se avanza es la d e q u e u na proyección sistem ática d e la
cuestión d e la escritura en la lectura del tex to fre u d ian o d ebe
p o d e r revelar la m ás específica “orig in alid ad '’ d e éste. El
principio del ensayo p ro p iam en te dicho tras la n o ta p relim in ar
p u ntualiza así su “am bición": se tra ta d e “ aislar [...] aq u ello
q ue en el psicoanálisis no se d e ja co m p ren d er bien d e n tro d e la
clausura lo gocéntrica” . H a y , pues, q ue re c u p e ra r o salvar el
te x to fre u d ian o d e su habitual secuestro do m esticad o r o su
in te rp re tac ió n ap ro p ia d o ra po r p arte de ciertas filosofías y
cierto s discursos teóricos (en las "ciencias h u m an as") « in g é n i­
ta m en te fono-logocéntricos. U na precisión del ám b ito p o lém i­
co llevaría a una referencia a las fenom enologías y los
cstructuralism os en la F rancia de los años 60; p ero es sobre
to d o c o n tra una versión del inconsciente com o lenguaje verbal
c o n tra lo que se levanta esta lectura.
Inicialm ente u na lectura d e F reud a p artir d e la g ra m a to lo ­
gía se ve llevada a identificar y evaluar las instancias en que
aquél recu rre a m etáforas escritúrales p ara explicar el psiquis-
m o. N o es, desde luego, un “ az ar" q ue F reu d use esas
m etáfo ras, y de la m a n era rec u rren te q ue se va a ver. P ero hay
algo m ás; algo más que un uso didáctico o retó rico de la
m e táfo ra d e la escritura, com o “ figura” o com o “ ilustración"
d e los m ecanism os y la estru c tu ra del psiquism o. R e co n o c er el
tra b a jo de las m etáforas escritúrales en F reu d obliga, p o r un
lado, a p en sar el psiquism o no ya com o una esp ecie d e tex to ,
sino com o texto, y, por o tro lado, a p la n tea r d e un m odo no
clásico — ni retó rico ni filosófico— la cuestión de la m etáfo ra.
A q u í e stá , dice D errid a, nuestro problem a: “A decir v erd ad y
é ste va a ser n u estro pro b lem a, en esos casos F reu d no se sirve
sim plem ente d e la m etáfora de la escritu ra fonética; no
co nsidera conveniente m a n e ja r m etáforas escritú rales con
fines didácticos. Si esa m etafórica es indispensable, es p o rq u e
aclara, quizá d e rechazo, el sentido de la huella en g en e ral, y
en consecuencia, articulándose con éste, el se n tid o de la
escritu ra en el sentido co rrien te. In d u d ab le m en te, F reu d no
m an eja m etáfo ras, si m a n e ja r m etáforas es hacer alusión con

%
lo conocido a lo desconocido. M ediante la insistencia de su
inversión m etafórica [subrayado n u estro ), vuelve enigm ático,
p o r el co n tra rio , aq u ello q ue se cree conocer bajo el n o m b re
d e escritu ra" (E D , pp. 274-275). E n sum a, fen te a la m etáfo ra
retó ric a o didáctica (aq u í, la esencia del psiquism o com o
sem ejante a la escritu ra), la m etáfora sólida (la escritu ra en [es]
el psiquism o) (cf. E D , p. 313).
V olverem os m ás ad e la n te a la cuestión de la m etáfora en su
g en eralid ad , seguram ente u na de las m ás significativas insis­
tencias en to d o el texto d e D errid a, al apro x im arn o s a
contextos y e ta p a s posterio res de la desconstrucción en los que
ésta se organiza com o interpretación de la escritura filosófica y
del in tercam bio en tre filosofía y literatu ra. A u n q u e en “ F reu d
y la escena d e la escritura” D errid a está ya muy a b ie rto al
h o rizo n te de lo q ue llam ará d espués “ au to d estru cció n ” d e la
m e táfo ra (en “ L a m itología b la n ca” , en M árgenes de la
filo so fía ), o del cu estionam iento d e la distinción e n tre sentido
p ro p io y sentido m etafórico, el hilo del ensayo lo p ropo rcio n a
la serie d e m etáforas escritúrales que, cada vez con m ayor
rig o r, proyecta F reud en su explicación tanto del aparato
p síq u ico en su estructura, com o del texto psíquico en su tejid o .
La e s tru c tu ra de la psyché es rep rese n tab le com o u na m áquina
de escritu ra, y la “ m a te ria ” , la experiencia vivida p o r ese
psiquism o, es rep resen tab le com o un tex to escrito.
P ero sigam os aquí, m ás p u n tu a lm e n te, la necesidad a la que
o b ed ece la lógica o la “gráfica” , la inscripción d e d eterm in ad as
m etáfo ras escritúrales en el tex to de Freud: desd e la m etáfo ra
retó rica o didáctica (la esencia del psiquism o com o se m ejan te
a, y rep rese n tab le p o r. la escritu ra) a lo que llam a D errid a,
acab am os d e notarlo , la m etáfora sólida (la escritu ra en el
psiquism o, la escritu ra es el psiquism o). Se en tien d e q u e esta
lectu ra, este p rogram a de u na lectura v irtu alm en te cap az de
descifrar el corpus freudiano en su co n ju n to , privilegie
estratég icam en te un texto “ m e n o r” de F re u d , de su últim a
ép o ca: L a nota sobre el bloc m ágico (1925). E s en este breve
ensayo d o n d e se co ndensa, tras la com paración sistem ática
en tre un cierto a p a ra to o m áquina d e escribir lanzada en to n ces
al m ercado, y la teo ría psicoanalítica del inconsciente, un

97
L a e s c r i t u r a o r i g i n a r ia

La ausencia de todo código exhaustivo y absolutam en­


te infalible: lo que esto quiere decir es que en la escritura
psíquica, que de esa m anera anuncia el sentido de toda
escritura en general, la diferencia entre significante y
significado no es nunca radical. La experiencia incons­
ciente. antes del suerto que sigue antiguos pasos-
abiertos, no adopta, sino que produce sus propios
significantes, ciertam ente no los crea en sus cuerpos
pero sí produce su significancia. Desde ese m om ento no
son ya, propiam ente hablando, significantes. Y la
posibilidad de la traducción, si bien está lejos de quedar
anulada —pues luego la experiencia no deja de tender
distancias entre los puntos de identidad o de adherencia
del significante al significado— resulta, p o r principio y
definitivam ente, lim itada. Es cm> lo que Freud pretende,
quizás, desde otro punto de vista, en el artículo sobre U i
represión: «La represión actúa de m anera completamen­
te individual» (G .W .. X . p. 252). (L a individualidad no
es aquí, ni en prim era instancia, la de un individuo, sino
la de cada «ramificación de lo reprim ido, que puede
tener su destino propio»). No hay traducción, sistem a de
traducción, m ás que si un código permanente permite
sustituir o transform ar los significantes, conservando el
m ismo significado, presente siem pre a pesar de la
ausencia de tal o cual significante determ inado. La
posibilidad radical de la sustitución estaría, pues, im pli­
cada por el par de conceptos significado/significante, en
consecuencia, por el concepto mismo de signo. No
cam bia nada el hccho de que. de acuerdo con Saussure.
no mt distinga el significado del significante más que
com o las dos caras de una misma hoja. La escritura
originaria, si es que hay una, tiene que producir el
espacio y el cuerpo de la hoja misma.

J. D errida. La escritura y la diferencia.


vínculo in tern o e n tre el fo n d o no-fonélico de la escritura, y el
fo n d o no-lógico de la consciencia. P ero D errid a p u ed e
e n c o n tra r, en las grandes o b ras sistem áticas freu d ian as a n te ­
riores, algo m ás q ue una p reparación la te n te , m ás bien to d a
una elab o ració n explícita de esc vínculo o d e esa “ an alo g ía”
— es el term in o de F reud— casi com pleta e n tre la m áquina d e
escribir y la organización psíquica (“ C asi": volverem os a ese
lím ite, para F reu d , d e la com paración; lím ite que d ep e n d e,
dirá D errid a, del lím ite platónico q ue en cierra Finalm ente al
m ism o F re u d , a su conceptualidad si no a su “ in tu ició n ” , en la
clausura m etafísica).
Y a an tes d e la T raum deutung, en un prim er in ten to
a u d azm en te sistem ático de F reu d a n te rio r a la invención del
psicoanálisis, todavía desde una perspectiva n eu rológica,
e d ita d o p o stu m am en te com o el Proyecto de una psicología
científica, se anuncia el tem a. A decir verd ad , no se h abla
todavía de escritura psíquica, p ero para explicar la m em o ria (y
p ara F reu d ento n ces, quizá siem pre, la m em o ria es la esencia
m ism a de lo psíquico) F reu d elab o ra u na vasta hipótesis sobre
el psiquism o com o una com pleja estratificación d e superficies
de inscripción, en sum a, com o un lugar d e term in a d o p o r las
huellas que d eja en él una red diferencial d e B a h n u n g en,
frayages o "pasos-abiertos". E sa hipótesis, más bien esta
m itología neurológica (la correspondencia con Fliess am p lia­
m ente invocada por D errid a, p erm ite seguir las p erip ecias de
esta “ invención”) , resp o n d e a la m ism a exigencia co n tra d icto ­
ria a la q ue resp o n d e rá el bloc m ágico: u n a superficie de
escritu ra siem pre virgen p ara nuevas inscripciones, y una
p rofundidad p ara re te n e r las inscripciones p asad as; u n a vida
psíquica capaz d e percepción (lo d a d o p o r p rim era vez, el
o rig en , o el p rese n te viviente de la experiencia) y de m em oria
(rep re sen tació n , secun d aried ad , rep etició n , posibilidad de
olvido o de m u e rte). C laro q ue ta n to la hipótesis del Proyecto
com o el arte fa cto descrito en la N o ta , m ás q ue solución d e una
contradicción, son la ocasión para re p e n sa r el psiquism o com o
unidad d e vida y d e m u e rte, com o lugar de im posibilidad d e
separación e n tre el presen te y la rep etició n , o la o riginariedad
del no-origen. N o hay percepción: decía L a v o z y el fe n ó m e n o

99
al leer la différance en la p resu n ta au to id en tid ad d e la
consciencia fenom enológica. D errid a p u ed e tam b ién aq u í leer
— y en este caso la cosa está m ejo r inscrita— la différance
com o re ta rd o o rig in ario , com o im plicación del n o -p resen te en
el presente* en el prim er F reu d . E n efecto: «Los co n cep to s de
N achtrüglichkeit y de V erspátung, conceptos recto res de to d o
el pensam ien to freu d ian o , conceptos d eterm in a n tes d e todos
los d em ás conceptos, están ya p rese n tes, e invocados p o r su
n o m b re, en el Proyecto. La irreductibilidad del "retard am icn -
to ” : éste es, sin d u d a, el descubrim iento de F reu d » (E D ,
p. 281). D errid a subraya efectivam ente el p ro b lem a del
tiem p o , de un concep to no-m etafísico del tiem po , en to d o s los
pasos esenciales del p en sam ien to freudiano (cf. E D . pp. 282,
292, 294, 308-309).
P ero la huella neurológica com o inscripción no es to d av ía la
escritura. E s, se d iría, tod av ía, sólo la m etáfo ra m u n d a n a,
ingenua o dogm ática, de la m e táfo ra critica, q u e sería la
escritura psíquica com o condición de posibilidad del m undo.
E n cu a lq u ier caso, la a p e rtu ra del psicoanálisis en la Interpre­
tación d e los sueños (1900) coincide con el despliegue de una
cada vez m ás com pleja m etafórica escritu ral. D errid a anticipa
q u e fin alm en te se diferenciarán dos aspectos, d o s series de
m etáforas, la m etáfora psicográfica, el co n ten id o psíquico
com o tex to escrito, y la m etáfora psicoestructural del sistem a
de lo psíquico com o m áquina d e escritura. S ólo en la N o ta
sobre el blo c m ágico, a la altu ra de una elaboració n teó rica
m uy m a d u ra , llegan a ju n ta rse las d o s series de m etáfo ras. En
la Interpretación d e los sueños en co n tram o s sólo la p rim e ra ,
p ero ciertam en te no com o una figura o u na com paración
d om inable. Por lo p ro n to , la in te p reta ció n de los su eñ o s es
esencialm ente lectura, descifram iento y no co m p ren sió n , o
en ten d im ien to . E n esto , F reud revaloriza en cierto m odo los
m é to d o s “ p o p u la re s” d e in terp retació n d e los su eñ o s m ed ian te
las claves d e descifram iento q ue prop o rcio n aría un código de
sím bolos. P ero el p reced en te m ás significativo — y enseguida
se co m p ren d e el in te rés gram atológico en enfatizarlo — de la
in te rp re tac ió n de los sueños es el descifram iento de la escritura
jeroglífica egipcia. U n clásico estudioso de ésta, el inglés

100
W arb u rto n — no citado por F reu d , reco rd ad o po r D errid a,
quien ie dedicaría un estudio en o tro lugar. Scribble (pouvoirl
ecrire), en W. W a rb u rto n , lis so i su r les hieroglyphes egyp-
tiens— sería aquí un m ed iad o r privilegiado: es q u e las
e stru ctu ras jeroglíficas, tal com o las describe este a u to r inglés
del siglo XVIII. son sem ejantes a las form as de trabajo del sueño
tal co m o las explica el fundador del psicoanálisis. La analogía
e n tre la escritura jeroglifica y la escritura onírica q u e más
im p o rta al psicoanálisis es su ca rácter no fonético, no verbal.
La escritu ra del sueño no es ya “sim plem ente tran scrip tiv a. eco
pedregoso de una verbalidad en so rd ecid a, sino litografía
a n te rio r a las palabras: m etafonética, no lingüística, a-lógica”
(E D , p. 285). A sí, la “ ru p tu ra froudiana” converge con la
a p e rtu ra gram atológica a una escritura no dom inada e g o c é n ­
tricam ente p o r el telos d e la escritura fon ética, al p en sar la
escritura onírica com o original, an terio r a la escritu ra en el
sen tid o co rrien te de inscripción del habla en u na superficie
m u n d ana. Se em pieza a concretar lo q ue se ha subray ad o en el
principio del ensayo com o inversión metafórica (cf. E D ,
p. 275.292), trastocam iento o katastrophé de lo original “ propio"
y la representación "im propia" en la relación en tre la escritura
psíquica y la escritura m undana: «Indu d ab lem en te F reud
p iensa qu e el sueño se desplaza com o una escritura original,
que pone en escena las palabras sin som eterse a ellas;
in d u d a b lem en te , piensa aq u í en un m odelo de escritura
irred u ctible al habla y q ue co m p o rta, com o los jeroglíficos,
elem en to s pictográficos, ideogram áticos y fonéticos. Pero
co n v ierte la escritu ra psíquica en u na producción tan originaria
q u e la escritura tal com o se la cree p o d er e n te n d e r en su
sen tid o p ro p io , escritu ra codificada y visible “en el m u n d o ” ,
n o sería m ás que una m etáfora de aquélla» (E D ,
p. 288).
M ás allá d e la com paración con los jeroglíficos, el q u e la
escritura psíquica alcanzada a trav és d e la escritura onírica
sea escritura original im pone un lím ite esencial a la au to rid ad
de un código fijo. U n residuo idom ático es así irred u ctib le,
p u esto q ue “el so ñ a d o r inventa su propia g ram á tic a” (E D , p.
288). D e ah í, ta m b ié n , el lím ite esencial d e la traducción en el

101
sentido habitual q ue traslada un significado idéntico de un
sistem a significante a o tro . O m ás bien, ocasión de o tra
interpretación d e la traducción (en la q u e, p o r cierto , la
desconstruCión com o m ovim iento va a in teresarse cad a vez
m ás): “ un cu erp o verbal no se d eja trad u cir o tra n sp o rta r a
o tra lengua. E s eso ju stam e n te lo que la traducción d e ja caer.
D ejar caer el cuerpo: ésa es, incluso, la en erg ía esencial d e la
traducción. C u an d o restituye un cu e rp o , es poesía. E n este
se n tid o , com o el cu erp o del significante constituye el idiom a
p ara to d a la escena d e su eñ o , el sueño es in trad u cib ie" (E D ,
p. 290. S ubrayado n uestro).
P ero en la T raum deutung F reud no explo ta to d o s los
recursos d e la m etáfora escritural. F alta aq u í todavía la
represen tació n en una m áquina d e escritura — o el esclareci­
m iento a p a rtir de la posibilidad d e la escritura— del sistem a o
la estru c tu ra de lo psíquico, y no ya sólo el co n ten id o d e lo
psíquico. P ara esa rep resen tació n , que concierne a la tó p ica y a
la energ ética de los sistem as '‘consciencia” , "p rec o n sc ien te” ,
“ inconsciente” , F reu d recurre en principio a m etáforas ópticas
(m icroscopios, telescopios, m áquinas fotográficas). P ero el
propio F reud d e ja ver su m alestar ante los lím ites de la
sem ejanza e n tre esos instru m en to s y ese o tro “in stru m e n to ",
"el más m aravilloso, y el más m isterioso'’, decía al final d e la
Interpretación de los sueños, qu e es el psiquism o.
A n te s de q ue la m aduración d e los conceptos m etapsicológi-
cos d eje lugar a la integración de la m etáfora m aq u ín ica (la
rep resen tació n gráfica del sistem a 110 psíquico d e lo psíquico)
ju n to con la m etáfora psicográfica, en la N ota sobre el bloc
m á g ico , D errid a advierte los pasos, la co h eren cia y el
p ro g re so , en la elaboración freu d ian a de la cuestión. D os
im p o rtan tes ensayos de 1913 — ju sto a m itad d e cam ino en tre
la p rim era edición d e la Interpretación de los su eñ o s y la
N ota— atestiguan ese m ovim iento. E n “ El in te ré s en el
psicoanálisis” F reud apela literalm en te a una grafem ática: ésta
e staría en m e jo res condiciones q u e una lingüística p ara
co lab o rar con el psicoanálisis, en la m edida en q u e , dice: “ Nos
p are ce m ás adecuado co m p arar el su eñ o con un sistem a de
escritura q u e con u na len g u a” . Y en el artículo m etapsicológi-

102
co so b re “ El in c o n scien te'', se apu n ta a conceptos escritú rales
(‘'in scrip ció n '’ d e la representación en distintas localidades
psíquicas, según la hipótesis tó p ica), para p la n te a r la p ro b le ­
m ática del a p a ra to , el sistem a o la estru cu tra de lo psíquico.
El interés de la N ota de 1925 q u e D e rrid a estu d ia
d etallad a m en te en el últim o epígrafe de su ensayo — “ El trozo
de ce ra d e F reud y las tres analogías d e la e scritu ra”— reside,
en prim er térm in o , en la am plitud de la com paración: es la
to talid ad del psiquism o lo que rep rese n ta aquélla. A d em ás,
pues, del tex to jeroglífico onírico, q u e a b re el acceso al
co n tenido del inconsciente, tam bién el funcionam ien to de la
percepción y de la m em o ria, d e acuerdo con la teo ría
m etapsicológica d e los sistem as ‘‘consciencia", “ preconscicn-
te " , “ inconsciente” .
D errid a subraya las tres analogías, según F re u d , e n tre el
psiquism o, p o r un lado, y esc curioso in stru m en to — cuya
descripción detallad a suponem os aquí— q ue es el bloc m ágico.
La prim era es q u e uno y otro contienen o com p o rtan una
superficie de inscripción siem pre ab ierta a nuevas inscripcio­
nes, y un lugar de reserva de las huellas produ cid as p o r
inscripciones p a .a d a s. O tro s instrum entos de escritu ra — la
p izarra y el p ap e '— m aterializan técnicam ente sólo u n a d e las
funciones del psiquism o: el bloc m ágico m aterializa en cam ­
bio la percepción y la m em oria. L a segunda analogía in co rp o ra
ya la hipótesis del inconsciente com o d estino o com o elem en to
de la m em oria: “ N o c re o — dice F reud— q ue sea d em asiado
av e n tu rad o co m p arar la lám ina d e cera con el inconciente que
se en c u en tra d e trá s del sistem a p erc ep to r". L a tercera an a lo ­
gía, en fm , in tro d u ce el tiem po, el concepto discontinuista de
tiem po com o periodicidad y espaciam iento, req u e rid o tan to
po r el funcionam iento del psiquism o com o po r el uso del bloc
m ágico. E n éste, la virginidad renovada de la superficie de
inscripción está producida po r el m ovim iento periódico de
lev an tar la cu b ierta — celuloide y papel encerado— se p arán d o ­
lo de la lám ina d e cera. E n el psiquism o, la posibilidad d e la
m em oria — de la rep resen tació n , de la rep etició n , o de la
huella— es tam bién la posibilidad d e la percepción. «A sí,
pues, las huellas sólo producen el espacio de su inscripción

103
d án d o se a sí m ism as el p erío d o de su desaparición. D esd e el
orig en , en el "p re se n te " de su p rim era im presión, aq u éllas se
constituyen p o r m edio d e la doble fuerza de rep etició n y de
desaparición, d e legibilidad y de ilegibilidad.» (E D , p. 310)
E l uso del bloc m ágico necesita de dos m anos, la q u e escribe
y la q ue levanta p eriódicam ente la cub ierta. T am b ién la
escritura psíquica es incom patible con u na estru ctu ra sim ple:
«H ay qu e ser varios para escribir, y ya incluso p ara “p ercibir"»
(E D , p. 310). Y un poco m ás ab a jo D errid a habla, c o n tra to d a
u na cad en a de rep resentaciones tópicas so b re la “ so led ad " del
escrito r, d e la dram ática socialidad de la escritura.
F inalm ente, F reud — decíam os m ás arriba— lim ita la m etá ­
fo ra escritural. Y la lim ita rep itien d o , en su m a, el gesto
p latónico del Pedro. Sólo lo q ue m etafóricam en te se p u ed e
llam ar escritura del alm a, es decir, el discurso o el p en sam ien ­
to , el logos vivo en ta n to se asiste a sí m ism o según la fam osa
boetheia, sería capaz de funcionar p o r sí m ism o, a d iferen cia
d e la m áquina de escritura, rechazada ah o ra al m o m en to
derivado d e la h ypóm nesis o m em oria técnica.
E s el m o m e n to en que la gram atología sitúa el retro ceso del
discurso d e F reud frente a la a p e rtu ra d e su “ in tu ició n ". Esa
intuición tendría q ue h ab e r llevado a F reud a d islocar o
desconstruir la oposición je rá rq u ica d e escritu ra d el alm a y
escritura técnica. La m áquina, la técn ica, la hipóm nesis, la
rep rese n tac ió n , o la rep etició n , la posibilidad de la m u e rte en
resu m en , constituyen y no sólo im itan, la vida psíquica.

104
4. La escritura de la filosofía

4.1. Inversión, paieonim ia, disem inación

E n la fase o en el nivel de su a p e rtu ra , en el m o m en to d e su


p rim era m ovilidad y eficacia, la gram atología y la cuestión de
la escritura parecen te n e r que explicarse con el tex to d e la
filosofía b ajo la ley d e u na desconstrucción sistem ática del
logocentrism o congénito del discurso filosófico. P or cierto que
sin ninguna com placencia en un em pirism o ciego sim plem ente
antifilosófico, reconociendo to d a la necesidad, to d a la p o te n ­
cia del sistem a conceptual (logos, eidos, v erd a d , ser) a la q u e
o b ed ece aquel discurso, lo q ue busca la gram atología en el
texto —en la archiescritura, la huella, la différance...— es
ju stam en te lo d en eg ad o , y reprim ido e im pensado p o r la
filosofía: desconstruir el logocentrism o de ésta, en su estructu-
ralidad y en sus “ fuerzas” , se im pone entonces com o una
co n dición, tam b ién en m om entos, com o un efecto , o am bas
cosas, del pen sam ien to de la escritura. E n u na traducción
sim plificadora — frecu en te en ciertos m edios angloam ericanos
de p resu n ta identificación con el m ovim iento— la d esco n stru c­
ción en general se in te rp re ta , tenien d o a la vista u n ilateralm en ­
te esa “ fase" o esa “situación” determ in ad a de aquélla, com o
"c ie rre" de la filosofía y “ a p e rtu ra ” de la literatu ra. D esde
luego, la relación filosofía/literatura es una cuestión básica, lo
hem os indicado ya en varios m om entos, a lo largo de to d o el
texto de D errid a y en los textos q ue más (se) interesan a (en ) la
desconstrucción. P ero está claro q ue la cosa no pu ed e ser tan
sim ple com o la d e una proposición de paso d e una filosofía

105
desconstruida a una literatu ra escrita, leída, o releíd a com o
em ancipación retó rica d e la verd ad , rein o libre d e la ficción o
p alab ra p o ética sin. referencia (y estam os aq u í citan d o un
código que no aceptam os a c é tic a m e n te sin m ás). L o cierto es
q ue en ese tipo d e represen tacio n es sigue ju g a n d o m ucho una
m uy clásica filosofía d e la literatu ra y de la retórica.
V olverem os a la cuestión de la literatu ra , p ero m e tó d ic a­
m en te (n o renunciem os d el to d o , ni dem asiad o p ro n to , al uso
d e un co n cep to , el de "m é to d o ” , q ue m antiene sin em b arg o
una relación significativam ente conflictiva co n la d esconstru-
ción) es necesario d eterm in a r d e o tra m an era q u e com o sim ple
desconstrucción del logocentrism o la relación de la descons­
trucción con el tex to filosófico. P ero hay que ev itar igualm ente
el e rro r in versam ente con trario al an terio r (ab a n d o n o d e la
filosofía, interpretación ingenua d e la clausura d e la m etafísi­
ca . no m enos ingenuo esteticism o literario): ese e rro r consisti­
ría aq u í en leer la filosofía com o literatu ra . E s sa b id o q u e esta
in terp retació n violentam ente reductiva de la desconstrucción
es la “ b ase” p ara h abituales críticas de aquélla co m o reduccio-
nism o literario o esteticism o retórico. A decir v erd a d , siem pre
se había tra ta d o de o tra cosa en este p en sam ien to , p ero esto se
percibe y se e la b o ra m ejo r en los ensayos qu e D e rrid a escribe
a p artir d e 1968 y hasta 1972. reunidos d espués en M árgenes de
la filo so fía y en L a disem inación.
Se tr a ta , en efecto , de o tra cosa: se tra ta de leer d e otra
m anera el tex to filosófico, de abrirlo a un a in terp retació n
in evitablem ente conflictual, p uesto q u e hay en aq u él algo que
resiste com o en cierto m odo ilegible; se tra ta , en su m a, de leer
la escritura de la filo so fía , la no-dom inación de esa escritu ra
p o r el concep to filosófico o po r la red sistem ática d e los
filosofem as. E sta línea de tra b a jo — m uy co m p leja, muy
diversificada en sí m ism a, com o vam os a ver en seg u id a— es
individualizable, co ntrastable con lo q ue he llam ad o la
“situación" o la fase de la desconstrucción definida fren te a la
filosofía com o logocentrism o. A u n q u e D errid a no ha tra ta d o
nunca el texto filosófico con la sim plicidad q u e sugiere esa
fórm ula, es cierto q ue en la ap e rtu ra g ram atoló g ica, en D e la
gram atología y en los ensayos que p re p a ra n , precisan y aplican

106
esa n ueva m a triz te ó rica, la desconstrucción p arece an te to d o
(d ar un papel estratégico principal a) la inversión del sistem a
de je ra rq u ías (prim ado d e lo inteligible sobre lo sensible, del
alm a so b re el c u e rp o , del significado sobre el signo o el
significante, de la voz so b re la escritura) qu e constitu y e la
m etafísica com o logocentrism o. La nueva o rien tació n , la
n ueva elaboración d e la cuestión de la escritura en relación con
el tex to o la escritu ra d e la filosofía, im plica un cam b io , so b re
to d o d e lugar, o de situación (no digam os d e ideas, o
“evolución” , palab ra ante la q ue este pensam ien to m uestra
una saludable alerg ia), un desplazam iento d e la d esco n stru c­
ción. E sta cuestión de la escritura d e la filosofía se configura,
en cu alquier caso, y d e una m anera qu e h asta cierto p u n to
p o d ría considerarse “ te m ática” (h asta el p u n to en q u e se
ex p erim en te el esencial atem atism o , el asem antism o de la
tex tu alid ad ), en todos los ensayos d e M árgenes de la fd o so fia ,
y en los dos prim eros d e los cu a tro q ue integran La
disem inación. (E n rigor, los o tro s dos ensayos de este lib ro ,
‘La doble sesión" y “ La disem inación” , aun desde una
explicación más activam ente literaria, y con la lite ra tu ra , son
tam bién fundam en talm en te legibles a p artir de aquella cues­
tión).
N o está claro q ue pu ed a en co n trarse, o q ue hay a, algo así
com o u na “m atriz teó rica" — com o sí, en cam bio, cupo
identificar en la hipótesis gram atológica— q ue organice
m etó d icam en te y d eje ver la unidad sistem ática d e estos
trab a jo s. “ M éto d o ", “sistem a", “ te o ría ” , son conceptos q u e,
en tre o tro s, van a se r som etidos a una solicitación característi­
ca, en cu a lq u ier caso no hom ologable a un a destrucción
escéptica. P ero sobre to d o , lo q ue obstaculiza u na aproxim a­
ción tran q u ilam e n te , sonám b u lam en te h erm e n éu tica , al sen ti­
do u n ita rio de la “ n u ev a” desconstrucción en curso, es q u e
ah o ra la singularidad o el a q u í d e cada tex to leído, de cad a una
de las lecturas, de c a d a escritu ra, resulta, o resiste, más
irred u ctible q ue nunca.
La desconstrucción, ento n ces, se llam a, m ás bien llam a a la
disem inación: u na in te rp re tac ió n activa y p asiv am en te a te n ta ,
y ab ierta a la p luralidad significante y gen erativ a (colisión del

107
sem a y el sem en) d e los textos trab a jad o s o leídos: in te rp re ta ­
ción irreductible, así, a la univocidad del concep to clásico,
p e ro tam b ién a la diferencia com o contradicción o negatividad
dialéctica en cam ino a la A u fh e b u n g o superación especulativa
de los o p u esto s; e irreductible tam bién a la polisem ia o
fecundidad virtual del sentido postulada p o r cierta h e rm e n é u ­
tica (P. R ico eu r). V sin em b arg o , D errid a no renuncia (p u esto
q ue sabe el riesgo de em pirism o ciego y regresivo, o d e ju eg o
irresponsable que h abría en esa renuncia) a p la n tea r en ciertos
m om entos las reglas generales de su operación: u n a estrategia
general d e la desconstrucción (cf. P O , p. 54; D I, p. 12), o una
econom ía general de la différance (cf. M A , p. 20).
S eñalem os, a títu lo prelim inar, dos m otivos en este m ovi­
m iento: resistencia de la filo so fía a la desconstrucción del
logocentrism o; im posibilidad del concepto filosófico de m etafí­
sica, o d e la representación circular, enciclopédica, o “ a u tista ”
de ésta. La fase de la desconstrucción, que inscribe com o su
o p e ra d o r general la disem inación, está, así, m ás cerca y m ás
lejos d e la filosofía q u e la desconstrucción gram ato ló g ica.
M ás lejos: en su “ fo rm a” , o m ejo r dicho, en su disposición
tex tu al, en el recurso a m otivos "lite ra rio s” , en la insistencia
sobre lo ex terio r in apropiable d e la filosofía q ue golpea a ésta
hasta ro m p e r el tím pano de su o íd o , desde donde la d escons­
trucción pu ed e resp o n d e r a la resistencia de la filosofía a la
d esconstrucción, los textos q ue D errid a publica a p a rtir de
1968 en M árgenes d e la filo so fía , en L a disem inación, y desde
luego, el enigm ático Glas (1974), se diferencian claram e n te de
los an terio res: ésto s habían sido, a p esar d e su p e rtu rb a d o ra
fuerza d islocadora, m ucho más respetuosos con las reglas del
discurso filosófico, se habían acercado al lím ite de éste d esde
d e n tro persiguiendo la lógica de sus dificultades in m an en tes, y
p erm an ecían , en sum a, retenidos po r las leyes de u n a h erencia
m etafísica, recib id a, si destitu id a, o de una trad ició n , h ab itad a ,
si com o exilio. R esu m e eficazm ente esa situación esta fórm ula
algebraica q ue D errid a p ro p o n e en el contex to de una
im p o rta n te nota m etodológica en su ensayo sobre B ataille:
“ L a m ayor fuerza es la de u na escritura q u e, en la transgresión
m ás au d az, sigue m a n ten ien d o y reconociendo la necesidad del

108
sistem a de lo prohibido (sab er, ciencia, filosofía, tra b a jo ,
h isto ria, etc.). La escritu ra se traz a siem pre e n tre estas dos
ca ras del lím ite” (E D , p. 379). E n los nuevos trab a jo s q u e
vam os a co n sid erar ah o ra , se m arca, en cam b io , m ás fu e rte ­
m e n te , la lejanía o la d istancia, la separación crítica resp ecto al
discurso filosófico. É ste p arece ah o ra m enos condición necesa­
ria o tradición insu p erab le, o que hay que seguir h ab itan d o ,
que efecto d e u na lectura tradicional d e la tradición. D e ah í, la
posibilidad, en estas n uevas condiciones, y com o decíam os, de
u n a resp u esta d e la desconstrucción a la resistencia específica
d e la filosofía a la desconstrucción; y, lo q ue viene a se r la o tra
cara de lo m ism o, respu esta a la aporía d e que el discurso
desconstructivo d eb a seguir siendo en p arte filosófico.
P ero , d ecíam os, p o r otro lado, q ue la disem inación está m ás
cerca de la filosofía qu e la gram atología: en la hipótesis
gram atológica el im pulso o el deseo ap u n tad o ex p re sam e n te a
veces (D G , p. 10; V F . p. 165-167) de una "salid a” o d e un más
allá d e la clausura de las oposiciones m etafísicas, induce a una
cierta identificación de filosofía y logocentrism o. La descons­
trucción p arece en to n ces req u e rir el ab a n d o n o d e u n a y o tro
e n el m ism o m ovim iento d e exceder un lím ite, m ovim iento que
co rre así el riesgo d e d eterm in arse en negación de (u oposición
sim étrica a) la filosofía. La desconstrucción com o disem ina­
ción. en cam bio, describe y escribe, pone en escena, una
relación esencialm ente afirm ativa con la filosofía, ex actam en te
con su escritura o su inscripción d e un tex to en u na textualidad
g en eral. Im posible ento n ces, si esto es así, h ab lar d e la
filosofía o de la m etafísica, a no se r ju stam e n te b ajo la som bra
ceg ad o ra de su im perio. Se p reg u n ta D errid a en el "T ím p an o ”
de M árgenes de la filosofía: “ ¿Se pu ed e tra ta r d e la filosofía (la
m etafísica, incluso la ontoteo lo g ía) sin d ejarse ya dictar, con
esa p retensión d e unidad y unicidad, la to talid ad inatacable e
im perial de un o rd en ? " (M A , p. 22). Sin d u d a , la respuesta es
no. Im posible entonces el fam oso paso a “ lo o tro " q u e la
filosofía com o paso o travesía de un lím ite d eterm in a d o , y
a p e rtu ra a un m argen blanco, ex tra-tex tu al. L os escritos de
M árgenes de la filo so fía p lan tean así, efectiv am en te, la
cuestión del m árgen: «C arcom iendo la fro n te ra que haría de

109
R u i n a s y v id a

Para A dorno y Benjam ín, las ruinas eran signos de la


descom posición de la e ra burguesa, y req u erían en
la filosofía una «lógica de desintegración». Tam bién
para D errida la dcsconstrucción es un proceso de
descomposición que funciona dentro de las mismas
m etáforas raíces — los filosofcmas— del pensam iento
occidental. Pero podem os ver que esta obra es sim bióti­
ca. similar a la «form ación micorrizal» en la que las
raíces y los hongos se com plem entan entre sí. perm itién­
dose —seguir viviendo— m utám ente, sobrevivir. La
cuestión es que si los críticos norm ales se adhieren al
m odelo del poem a com o planta viviente —el crítico M.
H. A bram s. por ejem plo, uno de los que acusan a los
desconstructores de ser «parásitos», cuyo M irror and the
L am p proporciona el estadio definitivo del modelo
orgánico en poesía, podría ser útil sim bolizar la poscríti-
ca como el sapróíito que crece entre las raíces tic la
literatura, alim entándose de la descomposición de la
tradición.

G. L’lm er, El objeto de la poscrítico.


esta cuestión un caso p articu lar, (los diez escritos de este libro]
d eberían en tu rb iar la línea q ue sep ara un te x to de su m argen
co n tro lad o . In terro g an la filosofía m ás allá d e su q u ere r-d ec ir,
no la tratan sólo com o un discurso: sino com o un texto
d eterm in a d o , inscrito en un tex to g en e ral, e n c e rra d o en la
rep resen tació n de su p ropio m argen. Lo q u e obliga no só lo a
te n e r en cuenta to d a la lógica del m argen sin o a te n e r en
cu e n ta algo co m p letam en te distinto: a rec o rd a r sin d u d a que
m ás allá del te x to filosófico, no hay un m argen b lan co , virgen,
vacío, sino o tro texto, un te jid o d e diferencias de fuerzas sin
ningún ce n tro de referencia presen te (to d o eso de lo q u e se
decía — la “h isto ria” , la “ política” , la “ eco n o m ía” , la “ sexuali­
d a d " . etc.— q ue n o estab a escrito en libros: esta cosa m an id a
con la cual no se ha te rm in ad o , p arece, d e ir m archa atrá s, en
las argum entaciones m ás regresivas y en lugares a p a re n te m e n ­
te im previsibles); p e ro tam bién q ue el tex to escrito de la
filosofía (en sus libros esta vez) desb o rd a y hace re v e n ta r su
sentido» (M A , p. 30).
C on u na intención m uy lim itada de “o rie n ta r” — y hay ahí,
sin d u d a , siem pre el peligro de p re d e te rm in a r, p resag iar y
esterilizar, una posible lectura— en esta escritu ra de la
filosofía, y an tes de ab o rd a r desde m ás cerca algunos trayectos
singulares y relevantes, destacam os e n el desp lazam ien to que
seguim os dos cuestiones. Se reconocen en é l, efectivam ente,
en térm inos gen erales, dos inquietudes características. P or un
lado, la necesidad de dem o rarse en la repetición de la cuestión
del ser com o destino de la m etafísica occidental. D e ah í la
proxim idad acentuable de esta desconstrucción a la D estruk-
tion h edeggeriana de la ontología, o la riqueza del intercam bio
en tre la différance y la diferencia óntico-ontológica. Sólo esa
repetición — q ue en H eidegger, n o en D e rrid a , es indisociable
de u n a fascinación por el griego com o lengua original del ser—
p erm ite articu lar d e form a no ingen u am en te transgresiva la
p roblem ática d e la clausura de la época m etafísica. D esde
luego el “diálogo" de D errid a con H eidegger es un m otivo,
m ás bien un haz d e m otivos, m asivam ente presen te a lo largo
de M árgenes de ¡a fd o so fía . especialm ente en "L a d ifféran ce",
“ Los fines del h o m b re ” , “ El suplem ento d e la có p u la", “ La

lll
m itología b la n ca” y sobre todo “ O usia y g ram m e". E ste últim o
sería una especie de "crip to g ram a" de los textos d e H eidegger
d esde el p u n to d e vista del problem a del se r com o presencia
(cf. P O , p. 72). Y p o r otro la d o , la segunda in q u ie tu d , m ás
p erceptible en los textos de La disem inación, es la d e la
n ecesidad d e u na intervención: más allá de la estrateg ia
esencialm ente negativa de la inversión d e las je ra rq u ías
clásicas, buscar cierto s elem en to s, ciertas m arcas de la lengua
(o de las lenguas, p uesto qu e p recisam ente el m ito d e una
lengua m a tern a u originaria se denuncia prácticam en te en el
cu rso de esta operació n ) q ue resisten activam ente al sistem a
logocentrico, al ser com o presencia, o a la v erd ad com o ley del
lenguaje. A esos elem entos los em plea D errid a com o (y los
llam a) indecidibles: éstos son «unidades d e sim ulacro, “ falsas"
p ro p ied ad es verbales, nom inales o sem ánticas, q u e ya no se
d ejan co m p ren d er en la oposición filosófica (binaria) y q u e no
o b sta n te la h ab itan , la resisten, la deso rg an izan , p e ro sin
co nstituir nunca un te rc er té rm in o , sin d ar lugar n u nca a u n a
solución en la form a de la dialéctia especulativa» (P O . p. 56).
A lgunos de estos indecidibles (q u e funcionan resp e cto a la
tradición m ayor filosófica d e m o d o análogo a las proposiciones
indecidibles d escubiertas p o r G ó d el p ara los sistem as lógicos
axiom áticos) habían aparecido ya, habían actu ad o ya, en
textos an terio res d e D errida: “ te x to ” , "e sc ritu ra ” , “h u ella",
“su p lem en to ” , “esp aciam ien to ” , “ en cen tad u ra" (enlam e).
O tro s, a p a ren te m en te m ás literarios, y sin d u d a im posibles sin
una d eterm in a d a atención literaria y “ re tó ric a ” al texto
filosófico, ap arecen ahora: “p h arm a k o n ” , “ p a re rg o n ", “catá-
cresis” , “ h im e n ", “ blanco", “ m argen” , “ite ra b ilid a d " ,...
La capacidad d e intervención de esos indecidibles (de
algunos de los cuales inten tam o s precisar su juego o su form a
de funcionam iento m ás ad e la n te), q ue en rigor no son nunca
áto m o s con cep tu ales o sem ánticos, sino piezas de una ca d en a ,
deriva d e lo q ue D errida llam a en algunos m om entos
"m etódicos” de su discurso la lógica d e la paleonim ia.
P arad ó jicam en te, guardar un nom b re antiguo (com o “ te x to ",
su p lem en to ” , “e s c ritu ra " ...) en la lectura com o desconstruc-
«ion y disem inación, es ju stam e n te lo q ue le d a a ese tip o de

112
lectu ra su fuerza crítica efectiva, su capacidad de interv en ir en
un cam p o q ue precisam ente no es sólo conceptual o discursivo,
y pide po r eso algo m ás que u na aproxim ación teórica o una
h erm e n éu tica “ sem ántica".
H em os señ alad o que una representación d e la d esco n stru c­
ción q ue acen tú e su prim er interés o su prim er m ovim iento de
destitución del ord en logocéntrico co rre el riesgo d e reducir
aq u ella o peración a u na inversión de la je ra rq u ía clásica.
C ríticos d etra cto re s de la desconstrucción — o m ás bien
lecto res oscu ram en te interesados en b o rra r su originalidad—
son asiduos de una in terp retació n d e este tipo, p o r ejem p lo , al
e n te n d e r q ue la desconstrucción del prim ad o de la voz n o es
sino la o tra cara d e u n a rehabilitación de la escritura en sentido
co rrien te. Si se nos ha seguido hasta aquí, se h ab rá podido ver,
sin em barg o , q ue la escritura buscada en la desconstrucción
p u ed e ser tam bién la escritura en la voz, la diferencia en la
p resencia. P ero a decir verd ad , se ha hecho b astan te com ún
— y d esde luego no sólo en estos parajes—J a percepción crítica
d e los lím ites d e u na inversión sim étrica d e polos antitéticos:
ésta conserva el sistem a. A ese tipo de ingenuidad y de eficacia
— y d e restauración sonám bula d e lo rechazado— p erten ecen
m uchas críticas o negaciones em piristas de la filosofía. D errid a
desconfió desde m uy p ro n to de los discursos retó ricam en te
radicales d e la “ m u e rte ” d e la filosofía o del fin de la
m etafísica. E s q ue la no-filosofía ped id a y la filosofía ab a n d o ­
n ad a seguirían co m p artie n d o en este caso el p resupuesto d e un
lím ite lineal e n tre filosofía y no-filosofía. D e m an era qu e,
p a ra d ó jica m e n te, esa form a de exclusión d e la filosofía le da a
ésta d e nuevo la posibilidad d e reap ro p iarse de lo que
inicialm ente p arece lo o tro , pero q ue en realidad llega a se r su
o tro . Si la filosofía d e te n ta — o si a la filosofía se le co ncede—
u n a identidad fu n d am en talm en te h om ogénea, un co ntinuum
co n ceptual a lo largo de la historia d e su lengua, nada im pedirá
su dom inio ilim itado del lím ite. A l com ienzo del citado
“T ím p a n o ” : “ A m plio hasta creerse interm in ab le, un discurso
q u e se ha llam ado filosofía — el único sin duda q ue no ha oído
recib ir su no m b re más que de sí m ism o y no ha cesad o de
m u rm urarse de cerca la inicial— siem pre ha querid o decir el

113
lím ite, incluido el suyo. E n la fam iliaridad d e las lenguas
llam adas (instituidas) po r el n atu rales, las q u e le fu ero n
elem en tales, este discurso siem pre se ha lim itado a aseg u rar el
do m inio del Kmite {peras, ¡imes, G renze). Lo ha reco n o cid o ,
co ncebido, p la n tea d o , declinado según todos los m odos
posibles; y desde este m om en to , al m ism o tiem p o , para
d isponer m e jo r d e él, lo ha transgredido. E ra preciso que su
p ro p io ¡imite no le fu era ex trañ o . Se ha ap ro p ia d o , p u es, d e su
co n cep to , ha creído dom in ar el m argen d e su volum en y
p en sar su o tro " (M A , p. 17, trad . m odificada). Y un poco más
a d e la n te, esta p regunta: “ Si la filosofía ha p re te n d id o siem p re,
p o r su p a rte , esta r en contacto con lo no-filosófico, incluso lo
antifilosófico, con las prácticas y los sab eres, em píricos o n o ,
que constituyen su o tro , si se ha constituido según este acu erd o
reflexionado con su afu e ra , si siem pre se ha oído h ab lar, en la
m ism a lengua, de ella m ism a y de o tra cosa, ¿p o d e m o s, con
to d o rigor, asignar un lugar no filosófico, un lugar de
ex terioridad o d e alterid ad desde el que se p u ed a to d av ía tra ta r
de la filo so fía ? ¿N o h ab rá sido, ese lugar, ocupad o a n te rio r­
m ente siem pre po r la filosofía?" (M A , p. 19).
A h ora bien, q ue la inversión (escritura en lugar d e voz,
significante en lugar d e significado, cu erp o en lugar d e alm a,
fuerza en lugar d e form a, em piria antifilosófica en lugar de
filoso fía,...) no sea suficiente, no q uiere decir q u e sea
prescindible, ni siquiera sim plem ente su perable. D errid a
d en u n cia aq u í el riesgo de una neutralización o d e u n a no
d esinteresada reconciliación: la confirm ación, en su m a, d e un
eq u ilib rio establecido so b re u na fáctica y en c u b ie rta desig u al­
dad d e fuerzas. L a necesidad estratégica d e la inversión es la
d e no olvidar q ue el cam po en. cuestión es in te rn am e n te
conflictivo, y la de subrayar o e x tra e r aquello que resiste a ese
equilibrio. “ P o r eso — se dice en “F u era de lib ro "— la
desconstrucción im plica u na fase indispensable d e inversión
(renversem ent). Q u ed a rse en la inversión es o p e ra r, c ie rta ­
m en te, d e n tro de la inm anencia del sistem a a d estru ir. P ero
aten e rse , para ir m ás lejos, se r más radical o más au d az, a una
actitud de indiferencia n eu tra liz an te respecto a las oposiciones
lásicas, sería d ar curso libre a las fuerzas q u e do m in an

114
efectiva e histó ricam en te el cam po. S ería, a falta d e h ab erse
ap o d e rad o d e los m edios p ara intervenir en él, co n firm ar el
eq u ilib rio estab lecid o ” (D I, pp. 10-11, trad . m o d ificad a; cf.
ta m b ié n , P O , p. 54).
S ólo sobre la base, pues, d e la inversión y sus efectos
polém icos, e n tra en ju e g o , ento n ces, la estrategia paleoním ica,
la reinscripción o d oble escritura (extracción , in je rto y
ex tensión) d e un “ no m b re v ie jo ” , q ue produce sin em b arg o
algo m ás q ue un m ovim iento antagónico, un desplazam iento
del ord en conceptual en q ue aquel nom bre aparecía inicial­
m en te. A sí esquem atiza D errid a la “lógica d e la p aleo n im ia":
“ U na oposición de conceptos m etafísicos [...] nunca es el
en fren ta m ie n to de dos térm inos, sino una je ra rq u ía y el o rden
d e u na subordinación. La desconstrucción no pued e lim itarse o
p asar inm ed iatam en te a u na neutralización: d eb e , m ed ian te un
d o ble gesto, u na d oble ciencia, una d oble escritu ra, p racticar
una inversión de la oposición clásica y un desplazam iento
general del sistem a. Sólo con esta condición se d ará a la
d esconstrucción los m edios para in terv en ir en el cam po d e las
oposiciones q u e critica y que es tam bién un cam po d e fuerzas
no-discursivas. C ada concepto, por o tra p a rte , p erten ece a una
ca d en a sistem ática y constituye él m ism o un sistem a de
p redicados. N o hay concepto m etafísico en sí m ism o. H ay un
tra b a jo — m etafísico o no— sobre sistem as co n cep tu ales”
(M A , pp. 371-372; cf. P O . p. 93).
La lectura y la producción de uno de los indecidibles
decisivos, si así pued e decirse, — el fá rm a k o n en el texto
platónico— , nos p arece algo más que un buen ejem p lo d e esta
ree lab o ració n d e la desconstrucción an te la escritura d e la
filosofía.

4.2. F ilosofem a, m etáfora, m item a

P or m ás d e un título, "L a farm acia d e P lató n ” (en L a


disem inación) p arece m ás qu e un ejem p lo , una ilustración o
u n a aplicación de la desconstrucción; y d eb e en cam b io , m ás
b ien, se r valorado com o un tra b a jo paradigm ático en el q u e

115
esa o p eració n textual explica p rácticam ente sus m otivos y su
h o rizo n te. C abe entonces atribuirle un cierto privilegio, sobre
to d o al co n sid erar la desconstrucción en su situ ació n , su
asp ecto o su* m ad u rez de u na interpretación “ activa" de la
filosofía escrita, más allá. pues, de la inversión de la je ra rq u ía
lo gocéntrica. m ás allá de su sim ple n eutralización, m ed ian te la
estrateg ia paleoním ica indicada, y la reinscripción o in je rto , en
el texto leído, de indecidibles. FI relativo privilegio d e este
ensayo pued e em p ezar a justificarse con la anticipación
indicativa d e algunos de sus m otivos m ayores.
I. P o r lo p ro n to , esta “ le ctu ra” de P latón (an te to d o , sin
d u d a , del Fedro. diálogo todo él im antado po r la escena
egipcia del juicio d e la escritura, inventada po r T h eu th y
rec h aza d a po r T h am u s com o peligroso fá rm a k o n o d ro g a,
p ero que pasa tam bién especialm ente por la República, Hl
sofista, Filebo, Ti m e o , y en definitiva abarca, o más bien atra e
al foco d e sus cuestiones, lo que se suele llam ar la to ta lid a d del
corpus plató n ico ), m edita m uy lúcidam ente en vario s m o m en ­
tos d e su tray ecto la form a o el "m éto d o " de lectu ra q u e
p ro p o n e (cf. D I, espec. pp. 155-156. 194-195). Y ya e n las dos
páginas en tre el título y el prim er cap ítu lo , que D errid a se
g u ard a de llam ar “ in tro d u cció n ", y que funciona m ás bien
co m o exergOs seguram ente u n o d e los textos d e m ayor
capacidad autoexplicativa del pen sam ien to del te x to . C o n d i­
ción — en to d o s los sentidos— de éste, dice a h í D errid a, es su
sustracción a un cam po de presencia, su irreductible resistencia
a co m p arec er a un a percepción o a una in terp retació n q u e se
in te rp re te a sí m ism a (de acuerdo con los paradigm as vigentes
de la H erm enéutica) en analogía con la p ercep ció n , com o
com prensión de un discurso, un q u ere r-d ec ir, o un sen tid o . La
ley del tex to es por esencia im p erceptible; y d e a h í el riesgo de
su desaparición para siem pre o d u ran te siglos, y d e ahí
tam bién su im previsible potencia. C on esa ley y con sus
co nsecuencias, tiene que co n tar, debe h ab e r co n tad o siem pre
ya m ás o m enos ciegam ente to d a lectura. É sta se explica aq u í,
se anuncia aquí, co h e ren te m en te — fre n te al em pirism o
acrítico de añadir cualquier cosa, y fre n te a la conten ció n d e la
“ p ru d en cia" m etodológica clásica— com o cierto acoplam iento

llíi
d e lectura y escritu ra, acoplam iento y no confusión o
id en tid ad , a p artir de las “ m etáfo ras" del tex to com o tejido
técnico y com o tejid o orgánico: "F.I o cu ltam ien to del tex to
p u ed e en to d o caso ta rd a r siglos en desh acer su tela. La tela
q u e envuelve la tela. Siglos para deshacer la tela. R e stitu y én ­
do la así com o un organism o. R eg en eran d o in definidam en te su
p ro p io te jid o tras la huella co rta n te, la decisión de cada
le ctu ra. (...) Si hay una u n id ad de la lectura y d e la escritu ra,
co m o fácilm ente se piensa hoy en día, si la lectu ra es la
e scritu ra, esa unidad no designa ni la confusión indifercnciada
ni la identidad de to d a q u ietu d : el es que acopla la lectu ra a la
escritu ra d eb e descoserlas" (D I. pp. 93-94).
2. E l alcance histórico del p latonism o, su función o su valor
de fundación de la av e n tu ra filosófica occidental, recibe aquí
u n a n uev a interpretación. Platón lega a O ccidente no sólo, y
co m o suele rec o rd a rse , el sistem a del logos, la correlación de
la dialéctica y la v erd a d , sino tam bién to d a una "fa rm a c ia ", en
difícil, antagónica p e ro necesaria relación con el sistem a del
logos. D errid a ex hum a la com posición, el in v entario de ese
e s tra to o cu lto o m ás oculto del tex to platónico, y rev ela su
dispositivo, su juego o su funcionam iento. A n te to d o , el
fá rm a k o n q u e es la escritura según la palab ra o la senten cia del
dios-juez T h am u s, y que Platón rep ite: la escritu ra com o
peligrosa droga que sustituye y tcnd en cialm en te destitu y e al
habla plena del alm a: p ero d e ahí. de ese “co n c ep to " plató n ico
farm acéutico de la escritura se deriva to d a u na ca d en a de
elem en to s q u e . explícita o im plícitam ente actúan con la m ism a
lógica que el fá rm a k o n escritu ral: im ágenes, iconos, sim ula­
cros. técnica, m im esis, discurso parricida del no-ser, m itos,
m etáfo ras, en sum a, el rein o d e la rep rese n tac ió n , y de lo
ex terio r al logos en su íntim a y d irecta relación con la verd ad .
E n u na p alab ra, y sim plificando: lo que D errid a m u estra es
q u e si P latón p reten d e excluir to d o ese sistem a "farm a cé u ti­
c o " . para salvaguardar la pureza n atu ra l del logos y el alm a, el
p ro p io ju e g o textual — m ás allá, desde luego, d e la consciencia
del a u to r, e incluso m ás allá del sistem a de su lengua— , sin
em b arg o , revela q ue aq u el sistem a excluido o reprim ido
resulta ser condición del logos. L a posibilidad de p érd id a d e la

117
v erd ad —cuyo índice m ás significativo es la escritu ra, incap az
de au to d efen d e rse— llega a a p a re c e r com o so lid aria d e la
verdad. L a dialéctica se acopla a la gram ática: esta p ro p o si­
ción, d e ap arien cia poco p latónica, p e ro casi literalm en te
legible en un paso d el Filebo (IX b d ), en el q u e rea p arece b ajo
o tra luz q ue en el Ledro la figura de T lie u th , p u ed e u sarse
com o una especie d e o p e ra d o r general p ara rec o rrer el texto
p latónico.
En conclusión, pues, “ La farm acia d e P latón " lleva a una
doble repetición del platonism o: p o r un lado, com o el esfuerzo
m ás g ran d e de dom inación del sistem a del logos, la verd ad y el
bien, sobre el sistem a farm acéutico de la escritu ra y d e la
representación q ue (se) alejan de la luz solar y el cam po
eidético; p o r otro lado, com o la necesidad ex p e rim en tad a o
efectiva d e la repetición (la rep rese n tac ió n , la m im esis, la
escritu ra, la ceguera o la m u erte) en el ascenso dialéctico del
alm a viva a la luz d e la verdad (cf. D I. pp. 255-257).
3. Im plicación e n tre la dificultad d e la traducción en su m ás
am plio se n tid o , y el problem a del paso a la filo so fía . U n a
ce g u era, b astan te exten d id a, a n te aquella dificu ltad , — o una
neutralización d e su alcance, en resu m en , u n a creencia
tran q u ila en la posibilidad d e la traducción— , sería p ara lela a
la confianza dogm ática en el paso platónico a la filosofía, o la
re p e tic ió n in g e n u a d e éste (p o r e je m p lo : p a s o d el m ito ,
o la c u ltu ra, la le n g u a, la historia, a la filosofía), o en el paso de
la filosofía desd e la d o xa a la epistem e. El paso a la filosofía se
com plica, en cam b io , hasta el e x tre m o de llegar a ap a rece r
com o sim plem ente im p o sib le— o im posible com o p aso sim ple,
co m o liberación del sistem a de filosofem as y reducción de su
fondo pre-filosófico m ítico, lingüístico, histórico y cu ltu ral—
d esd e el m om ento en q u e , com o hace sistem áticam en te "L a
farm acia d e P la tó n " , se atiende a la “ tem ible e irred u ctib le"
dificultad de la traducción.
E ste p ro b lem a se plan tea aq u í especialm ente con ocasión
del térm in o fá r m a k o n , con el q u e , com o se ha dicho ya.
T ham us y P latón d eterm inan o definen la n atu ra lez a d e la
e scritu ra. E sa p alab ra — p o r o tro lado vinculada v irtu alm cn te
a toda una cad en a d e o tras p alab ras, citadas o crip to citad as

IIS
an ag ram áticam en te en cada instancia del térm ino en el texto
griego— significa tanto rem edio benéfico co m o droga m aléfica
o al m enos peligrosa. A h o ra bien, esa am bivalencia, q u e es
básica en el tex to plató n ico com o se va a ver, no p u ed e
traducirse sim p lem en te, o m ás bien req u ie re u na tran sfo rm a­
ción del concepto y la práctica de la traducción (cf. D I,
pp. 104, 144-149, 203). Y a esa am bivalencia corresponde una
resistencia —específicam ente subrayada por la desconstrucción—
del texto platónico a separar filosofía y no-filosofía.
4. A lo largo del ensayo aparece, con una insistencia
“m etódica” , el recurso al concepto de metáfora (cf. D I,
pp. 113-119. 143, 152, 216, 226-227. 243, 248-249), com o una
especie de o p erador o d e dispositivo de la lectura. Al
co m ienzo, D errid a anuncia su lectura en relación con la serie
m etafórica d e lo tex tu al, lo textil, y lo histológico. La an u n cia,
y la sitúa o la lim ita: “ Nos m anten d rem o s d e n tro d e los lím ites
de ese tejido: en tre la m e táfo ra del kistos y la p reg u n ta so b re el
histos de la m e táfo ra” (D I, p. 95). P or cierto que en to d o esto
el térm in o " m e tá fo ra ” va siem pre — visible o invisiblem ente—
e n tre com illas. N o se tra ta , en efecto , d e individualizar y
e n fa tiza r, e v e n tu a lm e n te o rd e n a r, las m etáforas de P latón,
co m o si ya se supiese q ué es y cóm o funciona una m etáfo ra,
sino m ás bien de volver a pensar ésta, o de dev o lv er “a la
posibilidad m etafórica to d o su po d er d e en ig m a” (D I, p. 152).
A n te el "caso” de la m etafórica de paren tesco en la q u e, al
final del F edro . Platón p arece “co m p arar" el alm a, el discurso
h ab lad o y el discurso escrito, con el p ad re , el hijo legítim o y el
h ijo b astard o . D errid a p ropone: «H ay que in te rro g a r in can sa­
b lem ente las “ m e táfo ras” » (D I, p. 114). F.l resu ltad o d e esa
in terrogación es la necesidad de lo qu e D errid a ha llam ad o ya
(en “ F reu d y la escena de la e scritu ra” ) la “ inversión
m e tafó rica ". P latón dice, em p lean d o a p a ren te m en te una
m etáfo ra, una figura clara para ilum inar un áre a confusa o más
o scura, q ue el alm a p ro d u ce discursos co m o el p ad re en g en d ra
hijos. A h o ra bien: «Sólo un p o d er de discurso tien e un p ad re.
Lil p ad re es siem pre el p adre de un ser vivo q ue h abla. D icho
de o tro m odo, es a p artir del logos com o se anuncia y se d a a
p e n s a r algo com o la p atern id ad . Si hubiese una sim ple

119
m e táfo ra en la locución “ p ad re del logos” . la p rim era p alab ra,
q u e p arecería la m ás fa m ilia r, recibiría, sin em b arg o , d e la
segunda m ás significación d e la q ue ella le transm itiría. La
p rim era fam iliaridad tiene siem pre alguna relación de co h a b i­
tación con el logos. L os seres-vivos, p adre e h ijo , se nos
anuncian, se relacionan m u tu am en te en la dom esticidad del
logos. D e d o n d e no se sale, a pesar de las ap arien cias, para
p asar, p o r “ m e tá fo ra ", a un dom inio ex tra n je ro en que se
en co n traría n p ad re s, hijos, seres vivos, to d a su e rte d e seres
p erfec tam en te cóm odos para explicar a q u ie n no lo su p ie ra , y
p or com paración, lo que pasa con el logos. esa cosa ex tra ñ a.
A u nque ese hogar sea el hogar d e to d a m etaforicid ad , “p ad re
del logos" n o es una sim ple m etáfo ra. H abría u n a para
enunciar cóm o un ser vivo incapaz del len g u aje, si nos
o bstinam os aún en c re er en algo de esa clase, tien e un p ad re.
H ay, pues, qu e p ro ce d er a la inversión general de todas las
direcciones m etafóricas [subrayado n u estro ), no p reg u n ta r si
un logos p u ed e te n e r un p a d re , sino co m p re n d er q u e aquello
de lo que el p ad re p re te n d e se r el p ad re no p u ed e ir sin la
posibilidad esencial del logos» (D I, p. 119).
E ste tipo de relevancia d e las m etáforas, y en g en eral de
to dos los tropos del discurso (m etonim ia, sin écd o q u e, catácre-
sis, sinalepsia), desd e luego no asim ilable a lo q ue se llam a con
facilidad u na “ retó rica de la filosofía” —e n tre o tra s cosas
p o rq u e esa retó rica seguiría siendo m ás o m enos ciegam ente
d ep e n d ie n te de la filosofía p resu n tam en te leíd a— , e s , sin
d u d a , uno d e los elem en to s definitorios de la desconstrucción.
V isible, esto , ya en ias prem isas pregram atológicas. e n algunos
ensayos d e L a escritura y la diferencia, p ero sobre to d o a p artir
de la a p e rtu ra gram atológica, d o n d e se define a la escritu ra
com o m etaforicidad (D G , pp. 22, 121), en la con vergencia de
psicoanálisis y d esconstrucción, o en la lectura de “ L a ép o ca de
R o u sseau ", en la 2’ p arte de D e la gram atología. q u e d ed ica un
cap ítu lo m uy elab o rad o al te m a d e “ la m e táfo ra o rig in aria" en
el E nsayo sobre el origen de las lenguas del ciu d ad an o de
G in eb ra . P ero so b re to d o hab ría q ue h acer com unicar e ste hilo
de lo m etafórico en “ La farm acia d e P lató n " con la m ás am plia
tem atización d e la cuestión en u n ensayo algo p o sterio r: "L a

120
m itología blanca. La m etáfora en el tex to filosófico" (en
M árgenes de la filo so fía ). En realid ad , éste de la m e táfo ra es
"u n o d e los hilos m ás continuos" a lo largo d e ese volum en
(M A , p. 21). com o tam bién de La disem inación (cf. espec. "L a
doble sesió n ", sobre M allarm é, D I. pp. 387, 421). Y m ucho
m ás ta rd e D errid a elab o ra de nuevo el problem a en relación
con la crítica heideggeriana de la m etá-fóra com o m etafísica
(cf. "L a retira d a de la m e tá fo ra ", trad. csp. en L a desconstru-
ción en las fronteras de la filosofía).
P ero volviendo a "L a farm acia de P lató n ", a su concreción
del p ro g ram a d esco n stru cto r, aq u í la relación e n tre el filosofe-
m a y la m etáfora o la m etaforicidad se vincula con las
relaciones e n tre m item as y filosofem as en el origen del logos
o ccidental. H ay que rep e n sar, al igual q ue el concep to co n la
m etáfo ra, la com posición de m ito y logos en el te x to platónico,
que só lo d esde una d eterm in a d a in terp retació n del p lato n ism o
p u ed e en ten d e rse com o paso del m ito al logos. L a d e las
relaciones e n tre m item as y filosofem as en el origen del logos
en el tex to platónico es u na historia o la historia “ q u e se ha
p ro ducido por co m pleto en la d iferencia filosó fica e n tre
m ythos y logos, hundiéndose ciegam ente en ella com o en la
evidencia n atural de su p ropio elem en to " ( D I , 128). A eso
ap u n ta el p ro p io P latón cuando vincula escritura y m ito (D I.
pp. 98-99. 109). D errid a com unica, po r o tra p arte , la vieja
cuestión m ythos-logos con la de las relaciones e n tre G re cia y
O rie n te , especialm ente E gipto. El ensayo dedica un capítulo
m uy elab o rad o (D I, pp. 124-142) a restablecer la ca d en a d e la
m itología egipcia: ya ah í se reconoce to d o un sistem a de
oposiciones (h ab la /escritu ra, vida/m uerte, p ad re /h ijo , día/
n o ch e , sol/luna) a cuya necesidad estructural resp o n d e tam ­
bién la elabo ració n platónica del problem a de la escritu ra.
E stos m otivos, por así decirlo, o p era d o re s d e la d esco n stru c­
ción com o in te rp re tac ió n d e la escritura de la filosofía, podrían
v e rte b ra r una lectu ra de "L a farm acia de P lató n " a te n ta a su
v irtu alid ad m etódica y a su alcance teórico. En un a perspectiva
m ás restringida, sigam os todavía el hilo de este ensayo,
su b rayando algunos tem as, a p a ren te m en te m ás locales, p ero
q u e , p uesto q ue se tra ta de P lató n , afectan a la filosofía en el

121
co n ju n to d e su aventura.
F.l pu n to de p artid a, m ás bien la hipótesis, en u n ciad a en su
nivel m ás form al y p o b re, es ad v e rtir qu e el p asaje final del
le d ro sobre* la invención, la n atu raleza y el valo r d e la
escritura, m ás q u e un apéndice o un épilogo de ese diálogo,
com o ha tendido a considerar la lectura trad icio n al, es en
realidad la m ás aguda elaboración del problem a q u e o bsesiona
i Platón en to d o el diálogo: el d e las relaciones e n tre dialéctica
\ retórica. o filosofía y lenguaje. Al "fija rse” uno en aquel
m otivo de la escritura, no sólo se en c u e n tra que su ju eg o en el
diálogo es m uy o tro q ue el de un apéndice prescindible, o que
i s más bien lo que organiza su estru c tu ra y su m ovim iento.
Sale ahora a la luz u na conexión m uy significativa e n tre el tem a
de la escritura y la form a m ítica de tratarlo . C onexión
significativa y paradójica. 1¿1 logos platónico es fundación de la
epistem e. y así, rechazo, delim itación o secundarización (por
ejem plo, a m om ento didáctico) del m ito. F.n el m ism o F edro,
al principio, S ócrates "m an d a a paseo ” (230 a) los m itos q u e
evoca el p a ra je ju n to al Ilisos en donde tien e lugar la
conversación, contrap o n ién d o lo s, com o alien an te delirio fan ­
tástico, y ocasión de ruda h erm en éu tica ilustrada, a la sobria
autognosis filosófica. Pero al final, p ara tra ta r la escritu ra,
para justificar su exclusión. P latón recurre al m ito.
I-os dos m om entos en que se plantea exp resam en te el
p roblem a d e la logografía están presididos po r sen d o s m itos:
el de las cigarras y el de T h e u th , q ue so n , po r cierto , según
algunos estudiosos, los dos únicos m itos originales de P latón,
lis ya un indicio d e que la "esencia" de la escritu ra, la verd ad
de la escritura, am enaza al sistem a lógico y ontológico del alm a
q ue se conoce y q u e conoce la verdad. La "teo ría filosófica" de
la escritura es. en P lató n , algo así com o la in terp retació n d e un
m ito, de una fábula o un a tradición egipcia: "L a verd ad de la
escritura, es d ecir, vam os a verlo, la no -v erd ad , 110 pod em o s
d escubrirla en n osotros m ism os po r n o so tro s m ism os. Y no es
o b je to de una ciencia, únicam ente de una historia recitad a, de
u na fábula rep e tid a. La vinculación d e la escritura con el m ito
se precisa, com o su oposición al sa b er y en especial al sab er
q ue uno saca de sí m ism o, p o r sí m ism o. Y al m ism o tiem p o .

122
p o r la escritu ra o p o r el m ito, se significan la ru p tu ra
g enealógica y el alejam ien to del origen. Se ob serv ará sobre
to d o q ue aquello de lo q ue la escritu ra será acusad a m ás ta rd e
— d e rep e tir sin saber— define aq u í el recorrido q u e lleva al
e n u n ciad o y a la d eterm in ació n de su esta tu to . Se com ienza
p o r re p e tir sin saber — po r un m ito— la definición d e la
escritu ra: rep e tir sin sab er" (D I. p. 109). A sí. pues. 110 sólo el
F edro, sino to d o el corpus platónico (c incluso el p ro b lem a de
su delim itación, e n tre o tra s cosas resp ecto a la lengua y la
cu ltura griegas) pued e le erse entonces a p artir del te x to que
a rra n c a con la escen a egipcia de T h eu th y T h am u s. el in v en to r
y el ju e z de la escritura.
D errid a m u e stra e n prim er lugar la coherencia q u e da al
diálogo esa “ h ipótesis": tras los tres ejem plos de discursos
retóricos (el d e Lisias y los dos de S ócrates, acerca de las
v entajas y los perjuicios del a m o r). S ócrates se p reg u n ta en el
c e n tro exacto del diálogo (257 c ), si, y cóm o, pu ed e escribirse
h o n ro sam en te: «E sta p reg u n ta d ibuja la n erv a d u ra c e n tra l, el
gran pliegue q ue divide el diálogo. E n tre esta p reg u n ta y la
respuesta que reto m a sus térm in o s, en la últim a p arte ( “ [...)
sa b er si ju stam e n te es deco ro so o indecoroso el escrib ir, en
q u é condiciones es bueno que se haga y en cuáles no sería
a p ro p iad o , ésa es una cuestión q ue aún nos q u e d a , ¿ n o ? " , 274
b ), el hilo sigue sólido, si no visible, a trav és d e la fábula d e las
cigarras, los tem as de la psicagogía, de la retó ric a y de la
dialéctica» (D I. p. 1Ü0).
La coherencia que perm ite ver en el diálogo la relevancia del
te m a d e la escritu ra — o m ás bien la necesidad estru ctu ral de
esa relevancia, pues aq u í el texto platónico no es ta n to el
responsable d e esta ''ló g ica ", com o su m anifestación o su
efecto— se h ace más significativa cu ando D errid a h ace ver que
d e s d e el p r in c i p io (2 3 0 d ) a p a r e c e y a e l té r m in o co n
q u e T ham u s calificará, d eterm in a rá y co n d e n ará, el in v en to de
T h eu th : la escritu ra sería un fá rm a k o n , m edicina o d ro g a, esto
es, u na “sustancia” peligrosam ente am bigua, capaz d e su stitu ir
“ técn icam en te" una carencia o un lím ite del h abla, p ero
tam bién de sustituir y d efo rm ar lo “n a tu ra l" de la voz. Ya
hem os su b ray ad o el p roblem a de traducción que p la n tea esa

123
p alab ra. L a versión francesa consagrada (la de L eó n R obín)
recu rre a “ rem ed io ". Y ésta n o es una traducción in ex acta sin
m ás. R ecoge el significado que q u ie re darle a la p alab ra
“e sc ritu ra " : el em p leo q ue q u ie re darle a la esc ritu ra , su
inventor y d efen so r T h eu th : «É ste declara an te el dios-juez
T h am u s q ue su invento h ará m ás sabios a los egipcios, p u es es
un fá rm a ko n de la m em oria y el saber. P ero la intervención de
T h am u s d esenm ascara la relativa superficialidad de se n tid o del
con cep to de escritu ra com o “ rem e d io ” , y descubre su d im en ­
sión d e dro g a m aléfica o de v eneno que produce el efecto
co n tra rio al dicho por T h e u th , la ignorancia y la ign o ran cia de
la ignorancia. L a traducción de fá rm a k o n po r 're m ed io ' no
p u ed e te n er en cuenta el punto d e vista del ju e z , q u e em p lea ,
sin em b arg o , tam b ién , en su discurso, aquella p alab ra: “ la
resp u e sta regia significa qu e T h eu th . por astucia y/o in g en u i­
d ad , ha m ostrado el reverso del v erd a d ero efecto d e la
escritura. Para valorizar su in v en to , T h eu th h ab ría así d es­
n atu ra liz ad o el fá rm a k o n , dicho lo co n tra rio d e lo q u e la
escritu ra es capaz. H a hecho pasar a un v en en o p o r un
rem edio. D e m an era que al trad u cir fá rm a k o n po r rem edio se
re sp e ta , sin d u d a , m ás que el q u erer-d ecir de T h eu th e incluso
de P lató n , lo q ue el rey dice que ha dicho T h e u th , en g a ñ á n d o ­
le o eng añ án d o se al hacerlo. A sí, pues, d an d o al texto de
P latón la resp u esta del rey com o la v erd ad de la producción de
T h eu th y su habla com o la verdad de la escritu ra, la traducción
por rem edio acusa la ingenuidad o la superchería d e T h eu th ,
desde el p u m o de vista del sol. D esde ese pu n to d e vista.
T h eu th ha ju g a d o , sin d u d a, con la p alab ra, in te rru m p ien d o ,
en favor d e su causa, la com unicación e n tre los d o s v alores
opu esto s. P ero el rev la restituye y la traducción no da cu e n ta
d e ello» (D I. p. 145).
P ero la com pleja lógica del fá rm a k o n no se lim ita a la
oscilación sem ántica en tre dos valores — rem ed io y veneno—
ad h e rid o s a la palabra griega, oscilación ev e n tu a lm e n te
b o rra d a o in terru m p id a p o r la traducción al francés o al
español. F.l p ro b lem a está ya en el texto griego. U n frag m en to
del T im eo (89 ad) indica qu e incluso el “ bu en " fá rm a k o n es
finalm ente nocivo para un ser natural vivo, q u e d eb e ser

124
au tó n o m o , y en el q ue la m ism a en ferm ed ad tiene un ca rácter
n atu ra l al que h ab ría que d e ja r su ritm o. A h o ra bien, el Fedro
co m p ara el discurso del saber con un ser vivo: aq u él, com o
é s te , d eb e conservar su interio rid ad o su identidad. P ara u n o y
p ara o tro lo e x te r io r e s principio d e m u erte. Si algo caracteriza
a la escritu ra, según la palab ra de T h am u s y el co m en tario de
P lató n , es su c a rácter ex terio r al alm a. D e ahí su co n tra p o si­
ción, — y a p a re n te incom patibilidad— , con la “p alab ra viva"
del alm a en pos de la v erd a d , p a la b ra q ue te n d ría q u e ser
m em oria p u ra, sin signos artificiales, m n em e sin m ezcla alguna
d e h ypóm nesis, o "técnica" de la m em oria, m nem otecnia. Es
esa p alab ra viva, h ab lad a , es esa m em oria p u ra, la que
so stiene el verd ad ero discurso, el único capaz de ser discurso
v erd a d ero . El discurso escrito sería im agen, rep resen tació n ,
rep etició n del discurso hablado. Es eso. al m enos, lo q u e dicen
T h am u s, y P latón. La oposición e n tre interio rid ad y ex terio ri­
d ad se refleja en la oposición e n tre la m n ém e o m em oria p ura y
n a tu ra l, y la hypónm esis o m em oria ex tern a y artificial. El
“ plato nism o" sería en to n ces la reivindicación d e un a m em oria
sin signos, llena po r la presencia eidética, y la secundarización
d e la m em oria q ue requiere la m aterialidad gráfica com o
fá rm a k o n . A h o ra bien , lo q ue p reten d e d em o strar D errid a a lo
largo de su ensayo es qu e eso es un sueño, es decir, un su eñ o
im posible (cf. D I. p. 163). Y es el p ro p io tex to platónico el que
lo en seña: m uy d irec tam en te , com o hem os su b ray ad o , al
ap ro x im ar la dialéctica y la gram ática, el análisis diferencial del
cam p o eidético y el análisis diferencial de la voz en letras, la
im posibilidad de liberar el sistem a lógico del sistem a "farm a­
céutico".
D errid a pu ed e insistir en el recurso e x tra ñ o a la m etáfo ra
g ráfica o g ram ática, en el tex to fundacional del fonocen trism o ,
y adem ás p recisam ente al explicar el ám bito específico del
logos y la idea: m otivo d e la inscripción y la huella en el Tim eo
(48 e-51 a ), aproxim ación d e la dialéctica y la gram ática com o
m éto d o s de análisis diferencial en Filebo (18 b d ), e incluso,
p recisam ente en el p asaje del Fedro qué co n d e n a la escritu ra,
co m o h u érfan a y p arricid a, com o herm an a ilegítim a del logos
p ro p iam en te dicho, calificación del " v e rd a d e ro ” discurso

125
com o una especie d e discurso escrito: el q ue se escrib e en el
alm a del q ue ap re n d e (276 a).
A leján d o se ap a re n te m e n te del tem a d e la escritu ra, el
ensayo analiza o tras instancias o transform aciones del fá rm a ­
kon. A sí, q ue S ócrates se defina ex p resam en te e in sisten te­
m ente com o un farm a keu s, com o un m ago o h ech icero (cf.
M en ó n 80 ab ). A u n q u e no literalm en te, el tex to platónico
ap e la virtu alm en te a o tra figuración d e S ócrates en su relación
con la ciudad: el fá rm a ko s, es d ecir, adem ás de m ago, ch ivo
expiatorio: su m uerte (la d e S ócrates) se presta en to n ce s a ser
com p arad a con el rito ex p iato rio p o r el qu e la ciudad se
purifica periódicam ente: reconstituye su unidad, se devuelve a
sí el habla hom ogénea en el ag o ra, excluyendo v io len tam en te
al representante de lo exterior am enazante (cf. D I,
pp. 192-202). P ero no sólo el filósofo Sócrates parece tan próxim o
al fondo am bivalente y peligroso del fárm akon. Es la misma
filosofía la q ue se define com o an tíd o to , a lexifán n a ko n fren te
al erro r (A lcibíades, 132 b ; Leyes, 957c-958c). La práctica
filosófica platónica excluye el ideal d e la m em oria p u ra, la
relación d irecta del alm a con el ser. M irar d irec tam en te al sol
ciega: esta reflexión de S ócrates en el Fedón h ab ría que
ex ten d e rla a la relación del alm a con el bien y la verd ad . H ay
q ue refugiarse en los conceptos y en los discursos. P ero esa
m ediación significa la im posibilidad de u na correlació n sim ple
de logos y ser, la contam inación de la ontología p o r las
im ágenes, los signos, el no-ser. A sí, la necesidad estru ctu ral
del p arricidio, o transgresión del ser p erm e n íd eo , tan articu la­
d am en te justificada en E l sofista, se inscribe en la cad en a o en
la serie a-lógica d e la farm acia de P lató n , accesible a p a rtir de
la fracasada expulsión d e la escritu ra fuera de la filosofía (cf.
D I, pp. 249-252). Y en sum a, D errid a pu ed e aducir, co m o algo
m ás q ue com o “ u na in te rp re tac ió n arriesgada d el p lato n ism o ",
la exposición o la proposición del logos filosófico "com o
an tíd o to , com o fu e rza inscrita en la econom ía general y
a-lógica d el fá r m a k o n ” ( D I , p. 187).

126
4.3. Del sol platónico a ¡a araña de Mallarmé

P en sa r, analizar, y e x ten d e r que "la filosofía se escrib e” , es


algo q ue no puede h acer sin m ás la filosofía, o la filosofía sin
m ás: una filosofía sedicente esencialm ente ho m o g én ea, id én ti­
ca consigo m ism a a través o a pesar de sus transform acio n es
históricas en su n atu raleza p resu n ta d e discurso paradigm ático
de b ú squeda y determ in ació n de la verdad: palab ra viva del
alm a, aliento in m o rtal q u e, en el cam ino anam nésico. v u elve,
tras la m uerte em p írica, a su lugar eidctico y solar de origen.
Q u e la filosofía se escribe, sólo lo puede p ensar u na filosofía
q u e se d eje alterar po r lo o tro que ella (m ás, o tra cosa, q u e
" s u ” o tro ), y por lo o tro q u e el ser: po r to d o aqu ello , en sum a,
q u e P latón ha q u erid o , ha creído p o d er rep rim ir y releg ar en el
sistem a "farm acéutico” analizado más arrib a, p o r m edio d e la
cadena que uniría la escritura hipom nésica condenada a la re­
petición y la m uerte. Y sin que eso o tro venga a in te rp re tarse
co m o “ negatividad" en una dialéctica que se ap ro p iaría
en to n ce s d e ello, en riqueciendo así. m ás que dislocan d o , el
sistem a del logos.
A h o ra bien, desde su origen griego, la filosofía se ha vis­
to o b ligada a explicarse con o tro tipo d e len g u aje, con
la literatu ra (o con lo q ue se llam ará m ucho m ás tard e lite ra tu ­
ra): form a de lenguaje q u e, ya po r la m aterialidad “e stética”
de sus form as, y po r el elem e n to m im ético y ficticio de sus
tem as, resiste a la tendencia filosófica a la verdad del se r. y. en
co n secuencia, resiste, tam b ién , a la específica ceguera d e la
filosofía a su pro p ia com posición retórica y a su raíz escritu ral.
E stá claro qu e la desconstrucción tiene q ue interesarse en la
cuestión “ filosofía y lite ra tu ra ". L a hem os ido señ ala n d o en
v arios m om entos del itin erario reco rrid o , desd e la audaz
lectu ra d e H usserl con Joyce en la Introducción a E l origen de
la geom etría, y luego en el p rim e r diálogo con la crítica literaria
estru ctu ralista en "F u e rz a y significación", en los trab a jo s
sobre A rtau d y B ataille, o tam bién en la atención a ciertas
te o rías de la literatu ra (form alism o ruso, glosem ática) en D e la
gram atología. lis ta cuestión pasa a prim er plano en cualq u ier
caso a p artir d e G las (1974), q ue lee a H egel con G e n e t, el

127
texto del “ sa b er ab so lu to ” con el del a u to r de Diario del
ladrón, a lo largo de un tex to dispuesto en d oble co lum na.
D esde en to n ce s. D errid a no ha d e ja d o de in terro g ar o b ras
literarias (señ a lad a m e n te, E .A . P oe. M. B lanchot. F. Ponge,
F. K afka. J. Joyce, P. C e la n ), sin q ue la fo rm a de esa
interrogación pu ed a calificarse de filosofía, ni de te o ría o
crítica literaria. Y es sin duda significativo po r o tra p arte que el
á re a del saber en q ue la desconstrucción ha resu ltad o m ás
“ in fluyente” sea la teo ría de la literatu ra . V olverem os a estos
m ovim ientos del “desconstruccionism o" am erican o . E n este
m o m ento preten d em o s sólo situ ar, m anten ién d o n o s en la fase
ile “ m adurez" del tex to de D errid a q ue estam os co n sid eran d o ,
el tipo d e elab o ració n que p ropone la desconstrucción p ara la
cuestión literatura/filosofía: com o cuestión q u e la d esco n stru c­
ción p la n tea (de m an era in éd ita, creem os) y com o cuestión
q u e se le plan tea a la desconstrucción, o q ue in terp ela a ésta.
D estacam os, a título prelim in ar, dos m otivos, m ás b ien , dos
direcciones principales aquí: I) el im pulso que d a la literatu ra a
una d eterm in a d a lectura del tex to filosófico; y 2) la resistencia
de la literatu ra a su in terp retació n filosófica. E sto s dos
m o m entos o m ovim ientos, visiblem ente co m plem en tario s,
p u eden reconocerse respectivam ente en el ensayo sobre
V aléry "O u a l C ual. L as fuentes de V aléry", (en M árgenes de la
filo sofía) y en el im p o rtan te y difícil tra b a jo sobre M allarm é,
"I i d oble sesión” , (in L a disem inación). D e todas form as, el
relativo equilibrio d e las dos "tesis" o proposicion es an ticip a­
da-. no d eb e en g a ñ ar respecto al m uy d iferen te alcance o
eficacia q ue han tenido respectivam ente las literatu ra s de
Valéry y de M allarm é en la form ación y en la histo ria de la
dcsconstM icción. E n realidad el texto de M allarm é juega un
papel decisivo en to d o e l itin erario de D errida. E se itin erario
p o d ría incluso leerse com o un esfuerzo sistem ático p o r hacerse
cargo del trasto rn o que han p rovocado los escritos de
M allarm é en el co n ju n to de las categorías estéticas, filosóficas
e históricas, lis q u e, todavía, y a pesar del tiem p o pasado
d esde sus publicaciones, n o h abríam os hecho hasta ah o ra m ás
q u e em p ezar a e n tre v e r el efecto de lo q ue ha “ tra m a d o " el
a u to r de U n coup de dés. E n un breve estudio d estin ad o a una

128
o b ra colectiva d e historia de la literatu ra fran cesa em pieza
D errid a pregu n tán d o se: «¿H ay un puesto para M allarm é en
una “ historia de la lite ra tu ra "? D icho de o tro m o d o , y an te
to d o : ¿su tex to tiene lugar, su lugar, en algún cu ad ro de la
literatu ra francesa? ¿E n un cuadro? ¿D e la literatu ra ?
¿F rancesa? Casi un siglo ya y sólo estam os em p ezan d o a
en tre v e r qu e algo ha sido tram ad o (¿por M allarm é?, en todo
caso según lo q ue p o r él pasa, com o a su través) para b u rlar las
categ o rías de la historia y de las clasificaciones literarias, de la
crítica literaria, d e las filosofías y de las herm en éu ticas de toda
especie. C om enzam os a sa b er q ue el trasto rn o de estas
categ o rías h abrá sido tam bién efecto de lo escrito p o r
M allarm é» (tra d . esp. en Suplem entos A n th ro p o s n° 13, p. 30).
El in terés d e D errid a p o r V aléry ha sido sin dud a más
lim itado. Incluso relativ am en te tardío ( “ No había releíd o a
V aléry desd e hacía tiem po. H ace tiem po h ab ía e stad o lejos de
leer to d o V aléry. E s verdad todavía hoy". M A . p. 318). De
h echo, el ensayo m encionado, "O ual cual” , es m ás bien una
lectu ra o u n a relectura de V aléry a p artir del “en v e n en a m ie n ­
to" d e la cuestión del sentido, inferido a los textos p o r el
p en sam ien to ú z la escritura, q ue un cam ino hacia éste. A h o ra
b ien , d esde e s ; pen sam ien to , ludo un e stra to de la pro fu n d a
m editación crítica d e V aléry sobre el len g u aje, la po esía, la
creación estética y la consciencia, pu ed e in te rp re tarse com o
una original y p o te n te anticipación d e algunos de los m ovi­
m ientos críticos de desconstrucción. E s cierto q u e D errid a se
in teresa en principio por su rechazo “ irritad o " de dos de los
n o m bres propios q ue han im pulsado m ás fu ertem en te aqu ello s
m ovim ientos: los de N ietzsche y F reud. E x trañ o rech azo ,
p u esto q ue V aléry ha insistido en m otivos esenciales de estas
h erm en éu ticas de la sospecha: redefm ición del yo com o efecto
de un sistem a, narcisism o y pulsión de m u e rte, crítica de la
consciencia, desconfianza respecto a la m etafísica y al v a lo r de
la v erd a d , interés po r cuestiones filológicas y retó ric as... La
hipótesis de D errid a ante esto es que V aléry rech azó m ás q u e
leyó, rechazó antes de leerlos, a F reu d y a N ietzsche — a p a rte
razones históricas p ertin en tes al estad o de la recepción de uno
y o tro e n la F rancia de la época— p o rq u e e n tre v io en ellos, en

129
la rap id ez de un reflejo en el esp ejo , su am en azan te
proxim idad a ellos; d e a h í "el corte de fu e n te", las “ fuentes
desech ad as" de V aléry com o tem a.
La crítica form alista d e V aléry al sentid o p ro p io y lo
o riginario, la crítica al sem antism o y la h erm e n éu tica , p o d rían
h ab e r en c o n trad o en F reud y en N ietzsche unos aliados
n aturales. P ero esa proxim idad abrig ab a tam bién u n a am e n a ­
za: es que en un cierto p u n to , la rein terp re tac ió n d e la
in te rp re tac ió n , pro p u esta po r F reud y N ietzsche, d en u n cia el
lím ite del form alism o, su equilib rio , incluso su com plicidad
con el sem antism o. El intelectualism o irred u ctib le de M on-
sieur T este no pu ed e finalm ente p ensar el conflicto entre la
fu e rza y la fo rm a , o e n tre la fuerza y el sen tid o . En la fin a y
pacien te m editación valeryana del yo reflejad o en el ag u a,
escindido de su origen, no pued e te n e r lugar, p o r ejem p lo , un
con cep to energético o económ ico com o el d e rep resió n en el
sentido del psicoanálisis (cf. M A , p. 344). El p u n to de vista
fo rm alista, q ue V aléry opone al p u n to d e vista sem án tico o
sim bólico, y más específicam ente al sim bolism o sexual psicoa­
nalítico, produce un efecto oscurantista (cf. M A , p. 340). P ara
m arcar el lím ite d e la crítica de V aléry a la m etafísica, al
sem antism o y al m ito del origen sim ple, D errid a localiza en
este tex to un co ncepto, un a p a la b ra , al q u e le atrib u y e el valor
d e co n stitu ir "un foco de gran densidad eco n ó m ica". Se tr a ­
ta de la p alab ra y del concepto im plexo (del latín im plectere:
en tre la z a r). En cualquier caso, con esa p alab ra V aléry se
refiere a la im plicación d e no-p resen te en el p re se n te , la
alterid ad en el origen. A h o ra bien, y ah í está el lím ite d e la
fuerza crítica de ese co ncepto, en él la no-consciencia, la
no-p resen cia, está definida com o “ca p ac id a d ", com o v irtu ali­
d ad d inám ica de presencia y consciencia. E l im plexo sigue,
pues, cogido en el sistem a tradicional d e filosofem as, c o n c re ta ­
m ente en el concep to clásico de p o ten cia o dynam is. En
cam bio — subraya D errid a esta diferencia— , el inconsciente d e
F reud no m b ra u na alterid a d irreductible a consciencia virtual
o laten te (M A . pp. 343-344).
Y sin em b arg o , D errid a ev alú a, y reafirm a, atrav iesa más
b ien, to d o un tray ecto del itinerario de V aléry: el que lleva

1.30
d esd e la crisis del yo sim ple y originario y el te m a de la
diferencia en la vo z (cuestión, p o r cierto, cuyo inm enso
alcance V aléry h abría reconocido m e jo r q ue la tradición
filosófica, incluidos H egel y H usserl, cf. M A , p. 327). al
p ro b lem a o a la ta rc a d e u na escritura de la filosofía. P or su
“solicitación crítica del discurso filosófico, [V aléry] rec u erd a al
filósofo que la filosofía se escribe. Y que el filósofo es filósofo
en ta n to lo olvida” (M A . p. 331). De ah í tres consecuencias.
En primer, lugar, "ru p tu ra con el régim en circular del
o írse-h ab lar” : fracaso, dice V aléry, de to d a tentativ a filosófica
de ‘ h acer h ab lar a su p en sam ien to ". Las palab ras filosóficas
son en realidad cifras. A l escribirse, la filosofía se aleja de la
voz (d e la presencia, del o rig en ), p ero adem ás descifra en ésta
ya la h etero g en e id ad , la discontinuidad. E n segundo lugar, y
p u esto que la escritura revela la instancia form al del p en sa­
m iento filosófico, prescripción d e un program a d e estudio d e la
retórica de la filosofía, o de la filosofía com o g én ero literario ;
p ro p u esta ésta, com o se sabe ahora h ab itu alm en te, m ás que
esb o zad a ya p o r N ietzsche. cosa n o reconocida por V aléry. La
ta re a sería entonces: "e stu d ia r el texto filosófico en su
estru ctu ra form al, en su organización retó rica, en la especifici­
d ad y la diversidad d e sus tipos textuales, en sus m odelos de
exposición y d e producción — m ás allá de lo q u e se llam ab a en
otro s tiem pos los géneros— , en el espacio tam b ién de sus
pu estas en escena y en una sintaxis q ue no sea so lam en te la
articulación de sus significados, de sus referencias al se r o a la
verd ad , sino la disposición d e sus p rocedim ientos y to d o lo q u e
se coloca en él. E n breve, co n sid erar tam bién la filosofía com o
“ un g é n e ro literario p articu la r", q ue bebe de la reserva d e una
lengua, qu e disp o n e, fu erza o ap a rta un co n ju n to de recursos
tró p ico s m ás viejos que la filosofía” (M A , pp. 333-334). En
tercer lugar, si la filosofía se escribe, entonces es q u e "sus
o p eraciones y sus form as ya no están so lam ente o rie n ta d a s y
vigiladas po r la ley del sentido, del pensam ien to y del se r, en la
verd ad que habla p ara decir Yo lo m ás cerca posible de la
fu en te o el p o zo ” (M A . p. 335).
E sa últim a te rcera consecuencia d e la filosofía escrita la
reconoce V aléry. la reconoce D errid a en V aléry. en el curso de

131
P o e s ía y m e tá f o r a

Épica o lírica, relato o canto, el habla arcaica es


necesariam ente poética. La poesía, prim era forma de la
literatura, es de esencia m etafórica. Rousseau pertenece
—no podía ser de otra m anera y su com probación es más
que trivial— a la tradición que determ ina la escrilura
literaria a partir del habla presente en el relato o en el
canto: la literalidad literaria sería un accesorio suple­
m entario que fija o que coagula el poem a, representan­
do la m etáfora. Lo literario no tendría ninguna especifi­
cidad; a lo m ás. la de un desventurado negativo de lo
poético. A pesar de lo que hem os dicho de la urgencia
literaria tal cual la ha vivido. Rousseau está a sus anchas
dentro de esa tradición. T odo lo que se podría llam ar la
modernidad literaria se em peña, al contrario, en marcar
la especificidad literaria contra el sojuzgam iento a lo
poéñeo . es decir, a lo metafórico, a lo que el mismo
R ousseau analiza com o el lenguaje espontáneo. Si hay
una originalidad literaria, lo que sin duda no es
sim plem ente seguro, ésta debe em anciparse si no (Je la
m etáfora, que tam bién la tradición ha juzgado reducti-
ble, al m enos de la espontaneidad salvaje de la figura tal
cual aparece dentro del lenguaje no-literario. Esta
protesta m oderna puede ser triunfante o. a la m anera de
K afka, estar despojada de toda ilusión, desesperada e
indudablem ente m ás lúcida: la literatura, que vive de
estar fuera de sí misma, en las figuras de un lenguaje
que, en prim er lugar, no es el suyo, m oriría asimismo si
volviese a entrar en sí dentro de la no-m etáfora.

J. D errida. D e la gramatología.
su ciertam en te poco convencional, poco “ filosófica’' en el
sentido h ab itu al, lectura del (.'ogito cartesian o : según esa
lectu ra, cogito ergo su m no te n d ría ningún sen tid o , com o que
dice lo m ism o qu e “ n o existo". F.l propio D errid a, com o se
rec o rd a rá , había in te rp re ta d o tam bién a su m an era, tras o tras
prem isas, la equivalencia e n tre el “ yo soy" y el “ yo estoy
m u e rto ” en L a voz y el fen ó m en o : esta in terp retació n por
cierto no procede de la de V aléry. p e ro podría cruzarse con
ella (cf. M A . p. 335, n o ta). El p u n to de cruce de esas dos
in terp retacio n es convergentes m ás q u e p aralelas del cogito
p o d ría d eterm in arse así: en la proposición q ue p arad ig m ática­
m ente inaugura el racionalism o m o d ern o es m ás im p o rtan te
q u e su sen tid o , el tim bre d e la voz q ue la dice, o el estilo del
te x to q ue la escribe. T im bre y estilo: V aléry los asocia a la
singularidad en el len g u aje, al m om ento de acontecim iento
p u ro en el discurso, y así. a la im posibilidad d e su reflejo en un
yo au to esp ecu lar o reflexivo. A sí. el tim bre y el estilo
in terru m p en el círculo de la au topresencia: “ El tim bre d e mi
voz. el estilo de mi escritura, es lo que p ara (u n ) yo no h ab ría
e sta d o nunca p rese n te. Yo no oigo ni reconozco el tim b re de
mi voz. Si mi estilo se m arca, es sólo sobre u na ca ra q u e m e es
invisible, ilegible. N ada d e speculum : yo soy ciego a mi estilo,
so rd o a lo m ás esp o n tán eo de mi voz" (M A . p. 337). El cogito
ca rtesian o , leído com o “po esía” o com o literatu ra , y ésa es su
v erd ad p uesto que la filosofía se escribe, se tran sfo rm a
p ara d ó jica m e n te en una de las señales más eficaces c o n tra el
m ito de la reflexividad de la consciencia, co n tra el m ito de una
fuente originaria.

Si al rep e tir algunos trayectos d e V aléry. D errid a sitú a el


alcance y el lím ite de un a lectura literaria de la filosofía, su
interés m ayor al leer y releer a M allarm é se cifra, p o r decirlo
por lo p ro n to de una form a sim ple, en ap ro x im arse a la
"esencia" m ism a de la literatu ra . U n m om ento im p o rta n te de
esa aproxim ación es la localización de lo q u e ya se ha
an ticip ad o com o “ resistencia" d e la literatu ra a la filosofía, y
resistencia, incluso, ya a la p regunta filosófica p o r su esencia:
la fo rm a esencialista y ontológica de la pregunta "qué es

133
literatura” es v'fl p o r s i violenta. P or eso D e rrid a la cita y la
tacha al com ienzo d e “ La doble sesión” , en don d e den u n cia
la “inocencia m ilitan te” de aquella p reg u n ta , su so m etim ien to
previo a una* “v erd a d " o a una in te rp re tac ió n ontológica d e la
m im esis, q u e la literatu ra p o r su p arte hace te m b lar. La
m encionada dificultad de este te x to , su com plejidad no en
últim o té rm in o ella m ism a lite ra ria — recreación de la escritura
m allarm eana en m ás de un enclave— , harían v an o , cu a n d o no
irrisorio, un in te n to , p o r mi p a rte , de “exposición" del sen tid o
d e ese ensayo con p retensiones h erm enéuticas. V an o , o
contradictorio: com o que “ La doble sesión" tra b a ja activa­
m ente co n tra “ la" p retensión h erm en éu tica en c u a n to tal,
pone prácticam en te en duda el axiom a herm en éu tico de que
un texto se reú n e , o se constituye en un id ad , en la m ed id a en
que es expresión de un sentido, to d o lo rico, p lu ral, o
polisém ico q ue se q u iera. A h o ra bien, a la hipótesis h e rm e n é u ­
tica de la polisem ia, la desconstrucción o p o n e aq u í la
disem inación. E n esto p o d rá reconocerse la lim itación de la
herm enéutica: en que para é sta , la disem inación, el ju e g o o el ■
luego de azar y necesidad en las p alabras, sólo po d rá se r caos,
puro sin-sentido.
A lo largo de to d o el tra b a jo , una obsesión: el an titem atis-
m o, el antisem antism o de M allarm é. C om o em in en tem e n te
sintaxiero” se autocalificaba el po eta. E sa obsesión o ese
m otivo conduce la réplica sistem ática — sin polem ism o esté-
til que p ro p o n e D errid a a un clásico de la in terp retació n de
Mu Mariné: E l universo im aginario de M allarm é (1960) de J.P .
R ichard. C om o h orizonte más am plio de esa réplica, en la
••egunda parte (espec. D I, pp. 367 y ss) se en c u en tra n las bases
para una form alizaeión de una crítica d e la crítica literaria: una
ile lim itación d e la crítica tem ática, sim bólica, "h e rm en é u ti-
* .i", filosófica, en sum a, o cargada de u na herencia filosófica a
veces no advertid a po r quienes la reciben y la tran sm iten . P ero
h eficacia m ayor de “ La d oble sesión” no reside, cre em o s, en
ti t /v polém ica o crítica (de la crítica), sino en ser u n a especie
»!-• visita o rie n ta d a al taller de M allarm é, un a aproxim ación o
un í crie de aproxim aciones al m odo de tra b a ja r el p o eta con
lir. palabras en su “a n tro ” , o en su g ru ta, en el “ te a tro d e su

IM
glosario" (D I, p. 318). R ecordem os un paralelo: en Glas
(pp. 93 y ss) D errid a se in teresa por un ensayo “te ó rico " de
G e n e t: E l taller de G iacom etti.
L a lectura d errid ia n a d e M allarm é em pieza o hace em p ezar
con la cuestión d e la m im esis. D e h echo, D errid a to m a su
p rim er apoyo en el ju e g o de relaciones — m ás allá o m ás acá de
una sim ple contraposición— e n tre un tex to del Fiiebo p la tó n i­
co q u e "ilu stra” la concepción ontológica de la m im esis, y un
frag m ento d e la M ím ica d e M allarm é: un “co m en ta rio ” , en
A p u n tes en el teatro, a un m im o o pantom im a de la ép o ca,
“ P ierro t asesino de su m u je r” , d e Paul M arg u eritte. E l análisis
de su com posición o su génesis perm ite discernir en ese escrito
la id ea d e una m im esis qu e no im ita nad a, de un d oble q u e no
red o b la ningún sim ple: una alusión q ue no ro m p e el e sp ejo o
la luna. E sta m im esis no se cierra ya — com o le o cu rría a la
m im esis o ntológica o a la m im esis in te rp re tad a ontoló g icam en -
te— con la “ v erdad" de u n a referencia (ideas, exp erien cia
vivida, rea lid ad ); m ás bien abre un espacio d e ficción.
T rá n sito , así, del so l platónico, o condición d e (la posibilidad
de v er y com p ren d er) el cam po eidético, a la araña de
M allarm é, lám para de mil cristales tallados qu e fragm en tan la
luz (cf. D I, p. 315. 82). E ste desplazam iento en el co n cep to y
en la o peración de la m im esis — o en term inología p latónica,
p aso antip lató n ico del icono al fantasm a, o de la im agen al
espectro— es solidaria del exceso de lo sintático so b re lo
sem ántico (D I, p. 331).
D errid a privilegia com o o p era d o re s, en cierto m o d o , de su
lectu ra, y para precisar aquel esq u em a , dos “significantes"
cuya im po rtan cia ya la crítica tem ática, sim bólica o h e rm e n é u ­
tica — com o la d e J.P . R ichard— h ab ía señalado: el blanco y el
pliegue. U no y o tro m otivos — m etáfo ras, y m e táfo ras escritú ­
rales o textuales, se diría en principio, p ero en rigor nada en el
texto d e M allarm é sería sentido p ro p io . o éste no te n d ría lugar
en é l, lo cual pone en crisis el concep to m ism o de m etáfo ra (cf.
D I, p. 387)— p erm iten d eterm in a r la textualidad — la "litera-
rie d a d ”— del texto, p recisam ente com o la im posibilidad de
b u scar un sentido más allá de la cad en a trópica de instancias
tex tu ales, en un m undo im aginario, u na intencionalid ad o una

135
vivencia (D I, p. 376). O tam bién com o legibilidad sin
significado, com o cierta "ilegibilidad" (D I. p. 379).
E n su co n ju n to esta lectura es m uy “c o n c reta” en su
ap licació n o su atención a los escritos poéticos de M allarm é;
p ero es tam bién m uy audaz “esp ecu lativ am en te” en su
explicación general de esc corpus. A sí, los o b je to s y las
palab ras q u e obsesionan o qu e en c an tan las páginas de
M allarm é — los o ro s, crepúsculos, abanicos, m arip o sas, alas,
pasos y cuerpos en danza— com parecen aquí, y rep iten , aq u í,
en el tex to de D e rrid a , su plena capacidad p o ética, esto es, su
p o d er d e in terp retació n órfica de la tie rra . P ero ta m b ié n , p o r
o tro la d o , y siguiendo el hilo de algunos de los escritos m ás
“ teóricos” de M allarm é — Crisis de verso, A pun tes en el teatro.
Las palabras inglesas, y sobre to d o E n cuanto al libro—
D e rrid a d eja ver el alcance de lo que el p o eta pensó: sobre las
lenguas y so b re la literatu ra , so b re la vida y la m u e rte de
las p alab ras, su straídas, éstas ya, al m ito típ icam en te filosófico
de su rep resen tació n organicista com o p resun to s áto m o s de
sentido y som etidas, m ás bien, a una nueva g ram ática, la del
sesgo y la contingencia, la del azar vencido. Es así. ju g an d o con
asociaciones sonoras, form ales y sem ánticas, con relaciones
laterales e n tre los térm in o s, con la hom onim ia o con el g ozne
que d e ja en suspenso los sentidos posibles de un significante,
com o el verso, decía M allarm é, “d e varios vocablos reh a ce u n a
palab ra to ta l, n ueva, ex trañ a a la lengua".

4.4. Iterabilidad y acontecim iento

“ El aco n tecim ien to [es lo que) d es co n stru y e“


«T ener o íd o para la filosofía» (en Suplem entos
A m h ro p o s, 13, p. 91.)

La desconstrucción no es una filosofía del le n g u aje , m enos


todavía una m anifestación rep resen tativ a de lo q u e algunos
consideran críticam ente com o u na “ inflación" lingüística
característica de la filosofía c o n te m p o rá n e a , y una ren u n cia de
ésta a tra ta r los prob lem as, dicen , “ reales". A h o ra b ien , com o
se ha su b ray ad o ya en distintos m o m en to s, y esp ecialm en te en

136
el m o m en to estratég icam en te clave de la hipótesis g ra m a to ­
lógica, el lenguaje es para la desconstrucción un p ro b le­
m a decisivo. P or cierto qu e ya lo e ra para !a filosofía
trad icio n al, desde P latón a H usserl. p ero de lo q u e se tra ta
ah o ra es de liberar al lenguaje d e su in terp retació n logocéntri-
ca. Y eso q u ie re decir tam bién: m ostrar q ue el lenguaje no
p u ed e dar cuenta de s í m ism o. El m ito de u na au to n o m ía
funcional de la lengua com o sistem a o código form al de
significación — a pesar de su posible a p e rtu ra al principio
crítico d e la diferencialidad de los signos com o condición
p revia del significado o la referencia— es finalm ente d e p e n ­
d ie n te del m ito "m etafísico" de un lenguaje o rd e n a d o a la
verdad y regido por la presencia del ser. D e ah í la com plicidad
p ro fu n d a , en el plano de las m ás silenciosas y o p erativ as
presuposiciones, e n tre la lingüística “'científica" y la tradición
m etafísica. El pensam ien to de la escritura pud o localizar com o
foco d e esas presuposiciones com partidas un fono cen trism o
casi congénito al discurso so b re el discurso. D errida insiste en
la so lidaridad sistem ática de ese fonocentrism o m ás o m enos
im plícito, y la o rien tació n , típicam ente sem ántica y o b jetiv ista,
en la in terp retació n d om inante en la filosofía c o n tem p o rán e a
del lenguaje: éste sería finalm ente un in stru m en to para
ex p resar significados, y p ara referirse a o b jeto s. T ales su p u es­
to s, en los q ue se condensa u n a. no po r ignorada m enos
p e sa d a , h erencia secu lar, p u ed e n reconocerse, p o r ejem p lo ,
en el concepto d e com unicación habitual en investigaciones
sem iolingüísticas o de filosofía del lenguaje: la com unicación
com o trasm isión de un sentido, ten d en cialm en te o id e o ló g ic a ­
m ente unívoco, constituido en el uso q ue hace el h ab lan te del
sistem a o código lingüístico en un co n tex to "rea l" d e term in a d o
o satu rad o .
El interés m ostrado p o r D errid a a p artir de un cierto
m o m ento — a p artir, m ás precisam en te, de un en say o de gran
reso n a n cia po lém ica, "F irm a , ac o n te cim ien to , co n tex to "
(1971)— en la teo ría au stiniana d e los perfo rm ativ o s o
realizativos, y en gen eral, en la problem ática d e los actos de
habla, p roviene en p arte de la no tab le capacidad crítica de
elem e n to s de ese im p o rta n te m ovim iento p ara solicitar o

137
p o n er en cuestión una interpretación sem ántica, “ lingüística",
"id ea lista ", de los usos del lenguaje. É ste — arg u m en ta en su
línea central el clásico H o w to d o things w ith w ords de
A ustin— no “ dice", m ás bien “ hace": p reg u n ta , d u d a , ju z g a,
d eclara, instituye, ju ra , p ro m ete. En sum a, realiza algo, m ás
que refleja, en u n cia, rep rese n ta, o significa. E sta aten ció n
sistem ática a los realizativos d eterm in a una reo rien tació n
im p o rtan te en el estu d io del le n g u a je 1. Al qu e hay q u e su stra er
— en co n tra de una tradición ta n to m ás eficaz cu an to q u e casi
siem pre inadvertida— a un análisis lingüístico-gram ático,
lógico y epistem ológico, p ara situarlo más bien en el ce n tro de
una te o ría d e la acción hum ana.
A diferencia de los enunciados co nstatativos q u e p arecen
req u e rir el con cep to de v erd ad com o adecuación a un
referen te o b je tiv o y un significado estable y universal co m o
m édium de esa referencia, los realizativos tran sfo rm an la
situación en la q ue actúan o se em iten . «El realizativo — nota
D errid a— es una “com unicación" q ue no se lim ita esencial­
m en te a tra n sp o rta r un contenido sem ántico ya co n stitu id o y
cu idado por u na intención (visee) de v erd ad (de desvelam iento
de lo q ue es un ser o de adecuación en tre un en u n ciad o
judicativo y la cosa m ism a)» (M A . p. 363; trad . m odificada).
A sí. A u stin habría puesto los m edios para su p e ra r la filosofía
idealista y sem ántica del lenguaje. D errid a su b ray a esp ecial­
m ente la virtualidad crítica del co n c ep to austinian o de fuerza
ilocucionaria: ésta som ete o su bordina a un lugar secu n d ario la
oposición v erdadero/falso que dom ina en cam bio el "secto r"
co n statativ o del lenguaje. D errid a llega incluso a sugerir
incluso un a afinidad, ciertam en te poco previsible, d e esa
relativa secundarización del valor d e verdad en el filósofo de
O x fo rd , y en N ietzsche. A l m argen de esta valoración g en eral,
y del reconocim iento en A ustin de un “análisis p acien te,
ab ierto , ap o rético , en co n stan te transform ació n , a m en u d o
1.— Cf. J .J . A ccro. filosofía y análisis del lenguaje, M adrid. Cincel. 1985;
espec. pp. 191 y ss. A ccro es autor tam bién de un articulo sobre la
polém ica a la que nos referim os m ás adelante: “ D errida vs.
Austin-Searle: ¿dos tradiciones en pugna?", en Suplem entos Anthro-
pos, 13. pp. 123 y ss.

138

u.
m ás fecundo en el reconocim iento d e sus callejones sin salida
q u e en sus posiciones” , D e rrid a p untualiza q u e lo q ue m ás le
ha “ in te resa d o " y “convencido” en el filósofo inglés es su
critica del lingüisticism o y de la au to rid ad del código (M A ,
p. 370).
A h o ra b ie n , por o tra p a rte , leída desde el pensam ien to d e la
e scritu ra, la te o ría au stiniana no h abría conseguido finalm en te
lib erarse de la axiom ática inconfcsada q ue su b o rd in a el
len g u aje al significado y la verdad. A n te ciertas dificultades o
m ales del len g u aje, an te algunas instancias de lo q ue él m ism o
llam a las infelicilies del realizativo — por ejem p lo , en la
o casión de las ex presiones "citadas" o em itidas en u na escena
te a tra l, un poem a o un soliloquio— A ustin repite el gesto
m etafísico clásico de regular no rm ativ am en te el cam p o de
ex p eriencia, aq u í el cam po d e los usos lingüísticos, d istri­
b u y en d o jerá rq u ica m en te lo n orm al y lo anorm al. lo esencial y
lo accid ental, lo n atural y lo p arasitario , el éxito y el fracaso, lo
se rio y lo no-serio. Los ejem p lo s aludidos — m encionados
com o de paso por A u stin , p ero m uy significativos p ara D errid a
p o r su im plícita conexión con la escritura en el sentid o de
expresión sep arad a de su em iso r originario— son colocados
d e n tro de esa je ra rq u ía com o instancias de una negatividad tan
a b e rra n te com o no significativa. A ustin excluye así. co m o un
riesgo circunstancial, los “casos” que in te rru m p e n el fun cio n a­
m ien to “ norm al" del llam ado lenguaje o rd in ario , es decir,
fin alm ente, de un lengu aje o rd in ario d eterm in a d o idealm ente
o n o rm ativ am en te com o sistem a unívoco y serio, invuln erab le
a la posibilidad d e infelicilies, fracasos, parasitism os o descolo-
raciones (etiolaíions)2. A h o ra bien, arg u m en ta desde o tro lado

2.— La crítica de D triid a en este ensayo se refiere a Cóm o hacer cosas


con palabras (trad. esp. Barcelona. Paidós. 1982). En otros lugares
A ustin parece más atento a la probiem aticidad de la jerarquía entre
lo "norm al” y lo “ anorm al” , y m ás crítico frente al m ito del ‘'lenguaje
ordinario". Dice, así, en "F.l significado de una palabra": “ El
lenguaje ordinario ciega la ya feble imaginación"; y en "U n alegato
en pro de las. excusas": “ [...J como ocurre tan a m enudo, lo anormal
arrojará luz sobre lo norm al, nos ayudará a p enetrar el velo cegador
de lo fácil y lo obvio que oculta los m ecanism os del acto natural

139
D errid a, esa posibilidad es solidaria de la posibilidad esencial
q ue tiene to d a em isión lingüística de se r citada, rep e tid a fu era
de su co ntexto inicial, cortada de su fuente p resu n ta en el
su je to h ab lan te q u e la h abría em itido se ria m e n te, co n scien te­
m e n te . con una intencionalidad sin lugar a equívocos. D errida
p la n tea en to n ces su cuestión: “ ¿E s esta posibilidad g en eral [la
del parasitism o, lo no-serio, etc.] fo rzosam en te la d e un
fracaso o d e una tram pa en la q ue pu ed e ca er el len g u aje o
p erd e rse com o en un abism o situ ad o fu era o d e la n te d e él?
¿ Q u é pasa con el parasitism o? E n otro s térm in o s, la g en erali­
d ad del riesgo adm itida por A u stin , ¿rodea el lenguaje com o
u n a especie de foso, de lugar d e perdición e x tern o del q u e la
locución podría siem pre no salir, cosa q ue p o d ría ev itar
q u ed á n d o se en su casa, al abrigo de su esencia o de su telos?
¿O bien este riesgo es, por el c o n tra rio , su condición de
posibilidad interna y positiva?, ¿este afuera su a d e n tro ? , ¿la
fuerza m ism a y la ley d e su surgim iento? E n este últim o caso,
¿q u é significaría un lenguaje “o rd in a rio " defin id o p o r la
exclusión de la ley m ism a del le n g u aje ?” (M A . p. 367: trad .
m odificada).
T o d as estas p ara d o jas y aporías se d ejan p en sar m ejo r, y
com o dificultades intrínsecas, no accidentales, del len g u aje,
cu ando se proy ecta en éste sistem áticam ente el co n cep to de
escritu ra elab o rad o po r D errid a en o b ras a n terio res. La
in atención a lo que liga por principio el lenguaje a la escritu ra,
com o a su fondo o a su reserv a, y la d ependen cia acrítica
resp ecto a un co n c ep to restringido, fonético y fo n o cen trista,
d e escritu ra, vuelven a ser descifradas en este co n tex to por
D errid a com o la p arte de ceguera dogm ática en un discurso
te ó rico , sin em b arg o tan lúcido y crítico en m o m en to s, tan
inventivo, com o el de A ustin. M ás p rec isam en te , D errid a
insiste en el curso de su argum entación en la v uln erab ilid ad de
dos dogm as de la teo ría au stiniana de los realizativos: el d e la
d eterm in ab ilid ad to tal o saturabilidad del contex to de los actos
de hab la, y la atrib u ció n a la consciencia del h ab lan te de un

exitoso": J.L . A ustin. Ensayos filosóficos. M adrid. A lianza. 1989.


pp. 81 y 173.

140

A.
v alo r y u na función d e fuente singular y original del acto.
E n rigor, esos dos dogm as son más bien dos aspectos de una
m ism a creencia acrítica en la posibilidad de un criterio para
se p arar el "v e rd a d ero " realizativo. d e sus form as p ara sita ria s o
“in felices", com o las em isiones citadas fuera de su co n tex to
original. E n efe cto , c re er en la posibilidad d e que el co n tex ­
to p ropio de u n a expresión es exhaustivam ente definible v iene
a se r lo m ism o q ue creer que esc contex to se organiza com o un
cam po total en to rn o a ja intencionalidad del hab lan te. De
acu erdo con esto , un realizativo funciona bien cuando el q u e lo
em ite sabe q ue lo q ue dice es ad e cu a d o , se aju sta a su
co n tex to . E n la serie de condiciones que A ustin estip u la para
d efinir el éx ito de un enunciado realizativo, en los v alores de
“ co nven cio n alid ad ". “corrección" e “ in tegralidad" im plicados
en esas condiciones, D errida en c u en tra tam bién los v alores de
“ co ntex to exhaustivam ente definible, d e consciencia libre y
p resen te en la to talid ad de la o p eració n , d e q u erer-d ecir
ab so lu ta m en te pleno y señ o r de sí m ism o: jurisdicción
teleológica de un cam po total en el q ue la intención sigue
sien do el ce n tro o rg an izad o r". (M A , p. 364).
P ara revelar esa ceguera dogm ática — po r la q u e A ustin
resu lta m ás próxim o de lo q ue podría parecer a la tradición
m etafísica en gen eral, y a ciertas co rrien tes “co n tin en tales"
co m o la F enom enología y la H erm en éu tica en especial— ,
D errid a rec u rre a u na n o ta b lem en te original — resp ecto a
tra b a jo s suyos p reced en tes— reelab o ració n del pro b lem a de la
escritura. E n el centro de la cual, el con cep to fundam en tal de
iterabilidad. É ste es, creem os, el m otivo principal de “ Firm a
aco n tecim ien to co n tex to ” , al m argen o po r encim a d e la
discusión crítica con A ustin. E s esa iterab ilid ad . d ed u cid a,
p rim e ro , del funcionam iento de la escritura en sentido
restrin g id o , p ro y ectad a, d espués, com o ley del leng u aje com o
ta l. e incluso d e la experiencia, lo qu e im pide d e te n e r,
d elim itar o d efin ir, el ac to d e habla com o ac to intencional con
el q ue un yo-fuente organiza y d eterm in a un contex to sin resto
d e opacidad.
C o m o en o tras ocasiones — en sus lecturas de H usserl.
S aussure, R ousseau o P latón— D errid a se apo y a en un viejo

141
concep to d e escritu ra, de acuerdo con lo q ue se ha co m en ta d o
m ás arrib a com o estrateg ia paleoním ica. p ara tran sfo rm ar y
d esp lazar d espués ese concep to a base de su b ray ar ciertos
p redicados p ertin en te s a ese co ncepto, p ero so m etid o s o
reprim idos, en la “ vieja" organización o econom ía a un rango
m e n o r o insignificante. A quí D errid a exam ina b rev e m en te , y a
títu lo de ejem p lo , en esa perspectiva, la teoría d e C ondillac del
len g u aje com o com unicación d e “ ideas” , y de la escritura
com o extensión hom ogénea y m ecánica d e esa función
rep resen tativ a y expresiva del lenguaje. La escritu ra sería una
especie de (la) com unicación en g en e ral, y su diferencia
específica sería su funcionam iento en ausencia del em iso r y el
d estin atario . Lo p ropio de la escritura, frente al círculo del
habla y el o íd o , es su legibilidad au tó n o m a, m aterializad a en
señales co rta d as o se p arad a s d e su a u to r, en la posibilidad de
la m uerte de éste: el escrito com o tal, evidenció sin apelación
La vo z y el fe n ó m e n o , tiene un ca rácter te stam en tario .
Se tra ta de ver cóm o ese rasgo de ausencia, p redicado
atrib u id o h ab itu alm en te a la escritu ra, ad q u iere un valo r y una
relevancia sistem ática qu e obligan a cam biar el co n cep to d e
e s c ritu ra y la " id e a ” h a b itu a l d e la re la c ió n e n tre h ab la
y escritu ra. La estru c tu ra de ésta, m ás acá de su efecto
d e te rm in a d o o su apariencia em pírica en un escrito en se n tid o
co rrien te, m ás allá de la ausencia com o m odificación, d e g ra d a ­
ción o pérdida d e la presencia d e las palabras h ab lad a s a quien
las dice y a quien las escucha, se constituye en un “cierto
ab so lu to de la ausen cia” . Es esa ausencia no d eriv ab le de la
presencia, esa d ifférance. lo q ue se registra en el co n cep to de
ite rab ilid ad , en el qu e D errida re ú n e o acopla los de repetición
y alteridad. o los de citabilidad y posibilidad d e in je rto , es
d ecir, en sum a, repetición que (se) altera (con) cada n uevo
contexto en que rea p arece la "m ism a" m arca o señal: «Es
preciso [...] q ue mi “com unicación escrita" siga sien d o legible
a p esar de la desaparición absoluta de to d o d estin atario
d e term in a d o en general p ara q ue posea su función d e
e scritu ra, es decir, su legibilidad. Es preciso qu e sea rep etib le
— iterable— en la ausencia absoluta del d e stin a ta rio o del
co n ju n to em píricam ente d eterm in a b le de d estin atario s. E sta

142
iterabilidad (iter, de nuevo, vendría d e ¡tara, ‘o tro ’ en
sán scrito , y to d o lo q ue sigue pu ed e ser leído com o la
explotación d e esta lógica qu e liga la repetición a la alterid ad )
estru c tu ra la m arca d e la escritu ra m ism a, cualqu iera q u e sea
ad em ás el tipo de escritura (pictográfica, jeroglífica, id eo g ráfi­
ca , fonética, alfab ética, para servirse de estas viejas ca te g o ­
rías). U na escritura q ue no fuese estru c tu ram e n te legible
— iterable— más allá de la m uerte del d estin atario no sería una
escritura» (M A , o. 356).
En principio, es la idea de código la q u e po d ría p arecer
o rien tativ a aquí. P ero el con cep to de código, precisam en te, no
le p are ce a D errid a "seg u ro ” (cf. M A , p. 359). E n realid ad ,
p en sar la iterabilidad com o fondo grafem ático del lenguaje
req u ie re usar y d esm o n ta r el co n c ep to d e código. E s el código
en el q ue está cifrado un m ensaje escrito, por ejem p lo , en una
lengua m uerta, lo que perm ite descifrar, leer, re p e tir ese
m ensaje. P ero la iterabilidad rom pe con el co n tex to original de
la com unicación, al m ism o tiem po q ue le a rre b a ta su secreto .
En definitiva, es im posible un secreto en el lenguaje: “ no hay
código — ó rg an o n d e iterabilidad— que sea cstru c tu ralm en te
se c re to ” (M A , p. 356). P ero ju n to al uso del código com o
in stru m en to d e la iteración en el sentido de repetición (cita
com o lectura y reescritura en sentido co rrien te), hay que
solicitar o cu e stio n ar la au to rid ad del código com o sistem a
finito d e reglas y d estru ir todo contex to com o p ro to co lo de
código (cf. M A , p. 357). E s esa relación conflictual con el
código la q ue sostiene la iteración en el sentido d e repetición
acoplada a alteración: lectura com o escritu ra o in je rto . El
código es aquí “ la posibilidad y la im posibilidad de la escritu ­
ra . d e su iterab ilid ad esencial (re p etició n /alte rid ad )” (M A ,
p. 358).3
A p artir del con cep to de ite rab ilid ad , y de la escritu ra
em pírica com o caso privilegiado de la iterab ilid ad , D errid a

3.— Acerca del concepto de código, y en relación con Saussure y


Chom ski, cf. “Algunas preguntas y respuestas” d e J. D errida en el
contexto de un debate sobre Lingüística de la escritura, en La baba
de la medusa, 9 (1989), pp. 45 y ss.

143
define en to n ces tres predicados de una escritura general en la
qu e to d a fo rm a de len g u aje, tam bién el len g u aje h ablado,
estaría com p ren d id a o incluida. F.n p rim er lugar, la iterab ili­
dad del sjgno escrito en ausencia del que lo h a p ro d u cid o hace
de aq u él una m arca q ue queda (reste) m ás allá del p resen te de
su inscripción. E n segundo lugar, “ un signo escrito co m p o rta
una fuerza de ru p tu ra con su co n tex to , es d ecir, el c o n ju n to de
las presencias q ue organizan el m o m en to de su inscripción.
E sta fuerza d e ru p tu ra no es un predicado accid en tal, sino la
estru c tu ra m ism a de lo escrito" (M A . p. 358; trad . m odifica­
d a). Y se tra ta aq u í ta n to del co n tex to “ re a l’’ — lo p rese n te al
escrito r, la esfera y el horizonte de su experiencia, y so b re todo
su intencionalidad al escribir— com o del co n tex to sem iótico
— la cad en a sintagm ática en q ue está d ad o o cogido el escrito.
E n tercer lugar, la posibilidad de la escritura d ep e n d e del
espaciam ien to q ue sep ara a los signos escritos unos de o tro s,
a sí com o d e su origen su b jetiv o y d e su re fe re n te o b jetiv o .
E sos tre s predicados se p atentizan en la escritu ra, p ero son
generalizables a to d o lenguaje: la iterab ilid ad del signo gráfico
rem ite a la iterabilidad de to d a form a significante.
D e las tres consecuencias de la ite rab ilid ad , en lo q u e más
insiste D errid a es en la de la ruptura del contexto, en la
im posibilidad de q u e un co n tex to ro d ee to ta lm e n te , o cierre ,
u n a em isión sem iótica. E n el com ienzo del en say o , la
“cuestión m ás g en e ral" se anuncia en estos térm inos: "¿E xiste
un co n c ep to riguroso y científico del contexto? ¿N o d a co b ijo
la noción d e co n tex to , tras una cierta confusión, a p resu p o si­
ciones filosóficas m uy d eterm in a d as? P ara d ecirlo , desde
a h o ra , de la form a más escu e ta, q u erría d em o strar p o r q u é un
co n tex to no es nunca ab so lu tam en te d eterm in a b le, o más
bien, en q ué no está nunca aseg u rad a o sa tu ra d a su d e te rm in a ­
ción" (M A . p. 351). Y po r o tra p a rte , es este m o tivo, esa
crítica del concep to co rrien te y ap a re n te m e n te fácil del
co n tex to , el que conduce estra té g ica m en te a la co n fro n tació n
crítica con la te o ría au stiniana de los realizativos. Precisem os,
no es qu e D errid a p rete n d a descalificar el concep to en general
d e co n tex to , o q ue lo considere irrelevan te. M ás bien
p recisam ente to d o lo co n trario . Si to d a la señ al lingüística

144
pu ed e (debe poder: necesidad esencial) ser se p arad a de su
fu ente y su co n tex to , e n g e n d rar nuevos contexto s, eso no
significa q ue valga o funcione fuera d e todo co n tex to , sino
ju sto lo co n tra rio : significa qu e "no hay m ás que. contextos sin
ningún centro de anclaje absoluto" (M A , p. 362. S u b ray ad o
n u estro ). F.s la “ inconsciencia estru c tu ral" del acto d e h abla,
su p a rte necesaria de opacid ad inten cio n al, lo que “ p rohíbe
to d a saturación del co n tex to ” (M A , p. 369).
El blan co d e la crítica d errid ian a a A ustin es, precisam en te,
la correlación q ue éste sup o n e, com o criterio d e acto d e habla
feliz, e n tre , por un lado, un centro de anclaje ab so lu to ,
su ficien tem en te seguro, y, po r o tro lado, la d eterm in ab ilid ad
del "contexto total" qu e ro d ea el acto d e habla. A ustin recu rre
e x p re sam e n te , en efecto , a ese térm ino en C óm o hacer cosas
co n palabras, y ap ela, com o a un elem en to esencial p a ra la
determ in ació n de ese co n tex to , a la intención con scien te del
su je to h ab lan te . P ero esos criterios fallan, decíam os más
arrib a , an te las em isiones lingüísticas p ro d u cid a s, po r e jem p lo .
— y son ejem p lo s d e A ustin— , en un a o b ra de te a tro , en un
p o em a, o en un soliloquio. Fallan, esos criterios, en el sen tid o
d e qu e an te esos casos, A ustin recurre a declararlo s con un
gesto m ucho más norm ativo y esencialista q u e em pírico—
sim p lem en te fallidos, infelicilies, casos anóm alos, p arasitario s,
no-serios. L os cuales, en cu a lq u ier caso, no afectarían a una
zo n a central del lenguaje, caracterizada com o posibilidad
lograda d e com unicación unívoca, y d e realizativos puros.
M uy o tr a , com o sabem os ya, an te esos "casos", la estrateg ia
de la desconstrucción: más que excepciones irrelev an tes, ésta
ve en ellos ocasiones reveladoras de la situación en q u e se
en c u e n tra to d o realizativo. Y el propio A ustin te n d ría que
reco n o cerlo a p artir de las dificultades qu e él m ism o reconoce
para d e te rm in a r un realizativo puro. E n sum a, lo a p a re n te ­
m ente “ n egativo" — riesgo d e p érd id a d e origen y ru p tu ra de
co n tex to p o r la iterabilidad del ac to d e hab la, im posibilidad
de identificar com o acontecim ien to singular el acto d e h abla—
viene a se r en to n ces la base asim étrica d e la posibilidad
“p o sitiva” del realizativo logrado o “ feliz” .
C a b e o b je ta r: p ero al fin y al cabo esa posibilidad positiva

145
está dada, p are ce la ley m ism a del lenguaje ord in ario . En este
se p ro d u cen contin u am en te realizativos logrados (que in au g u ­
ran congresos, ap u e sta n , p ro m eten , c a s a n ...), a p a re n te m e n ­
te , pues, libres de la iterab ilid ad , válidos en cu an to m an tien en
o retien en su identidad d e acontecim iento p u ro d e acto de
h abla o m ediante habla, no escindible y no rep e tib le . El
p roblem a del e sta tu to del acontecim iento en los actos de habla
es efectivam ente un pu n to “ fu n d am en tal” para D errid a (M A ,
p. 368). P ero d e nuevo so m etido p o r su tra b a jo a la m ism a
so specha qu e los valores de contex to total y d e intención
consciente. U na em isión realizativa lograda, lo es, en cu a l­
q u ier caso, en la m edida en q ue sea conform e, en q u e esté d e
ac u erd o , con un código, con un m odelo iterab le. D esd e luego,
D errid a no confunde aq u í — com o se ha cre íd o p o d er
reprocharle por p a rte de algún crítico— esa iterab ilid ad
g en e ral, y la iterabilidad pro p ia o típica de un ac to d e h abla
citado, p o r ejem p lo , rep rese n tad o en u na o b ra d e te a tro .
D errid a reconoce, con expresivos térm inos del p ro p io A u stin ,
una “pureza relativ a” en los realizativos logrados. "P ero esta
p u reza relativa no se levanta contra la citacionalidad o la
ite rab ilid ad , sino co n tra o tra s especies de iteració n en el
in terior de u na iterabilidad general que produce una fractu ra
en la p u rez a p rete n d id am en te rigurosa de to d o aco n tecim ien to
d e discurso o d e to d o speech act” (M A , p. 368).
L a dificultad p ara d eterm in a r, y p ro d u cir, un acto de h abla
com o p u ro aco n tecim ien to , es co rrelativa de la dificu ltad (en
rigor, im posibilidad, si se a c e p ta , al m enos, la hipótesis
m encionada d e una inconsciencia estru ctu ral) d e localizar un
foco de intención consciente org an izad o ra del co n tex to to tal.
P ero D errid a precisa finalm ente el problem a en relación con la
n atu ra lez a de la firm a , la rú b rica, a la que el p ro p io A ustin
recu rre exp resam en te en un m om ento de su arg u m en tació n .
C o n c re ta m en te, al justificar la p referen cia, com o ejem p lo s de
realizativo, p o r las form as en p rim era p erso n a sin g u lar del
p re se n te de indicativo en voz activa: es que en esas fo rm as,
cree A ustin. la fuente singular, p ro p ia del en u n c ia d o , está
p resen te en la enunciación. O b v iam en te , n o es necesaria esa
l'orma gram atical exp resa para q ue la im plicación d e la fu en te .

146
del yo, esté presen te en la enunciación: el h ab lan te es la fuente
en el lenguaje hablado. Y en la enunciación escrita, seguiría
d iciendo A ustin, la im plicación de la "fu en te” o del yo se
p ro d u ciría con, en la firm a. A h o ra bien, an te ésta, m ás bien
desde é sta , vuelve a com parecer toda la ap o rética d e la
iterab ilidad. N o es sólo q ue la firm a, com o todo escrito ,
im plique la no-presencia del firm ante. A dem ás, el efecto d e la
firm a es indisociable d e su repetibilidad o reproducibilidad (y
eventualm ente falsificación). Para que la firm a autentifique un
escrito, vincule singularm ente éste a su origen-yo, es necesario
que en ella se dé "la singularidad absoluta d e un acontecim iento
de firm a y de una form a de firma: la reproductibilidad p ura de un
acontecim iento puro" (M A , p. 370). Q ue esto sea imposible no
quiere decir que no haya firm as "verdaderas", “auténticas". D el
mismo m odo q ue el que la iterabilidad am enace a todo acto de
habla 110 q uiere decir que no haya realizativos logrados. P or eso,
"los efectos de firm a son la cosa más corriente del m undo. P ero la
condición de posibilidad de estos efectos es sim ultáneam ente, una
vez m ás. la condición de su im posibilidad, de la im posibilidad de
su pureza rigurosa. P ara funcionar, es decir, para ser legible, una
firm a d eb e poseer una form a repetible. iterable, im itable; debe
p o d er desprenderse de la intención presente y singular d e su
producción" (M A , p. 371).
H em os indicado al principio de este co m en tario qu e “ Firm a
aco n tecim iento co n tex to " ha te n id o , sigue te n ien d o , una
resonancia polém ica con vicisitudes, sin to m áticam en te o
te ó ricam en te , "in teresan te s” , p ero que no se van a p o d er
analizar aquí. L a polém ica em pezó con la traducción inglesa
del tra b a jo en el p rim e r núm ero de la revista G lyph, en 1977.
E n el segundo n ú m e ro se publicó una violenta crítica de John
S earle. en p resu n ta réplica a las críticas d e D errid a a A ustin:
“ R e ite ra tin g the D ifferences". D esg raciad am en te, esta crítica
tiene un ca rácter esencialm ente reactivo: es más bien la
d efensa d e un legado — S earle había sido discípulo de
A u stin — frente a lo q ue considera un sistem ático m alentendi-
m ie n to d e aquél por parte de D errid a, en lugar de alguna
te n tativ a de resp u esta, analítica y arg u m en tativ a, a las
“ com plicaciones” q u e éste efectiv am en te in troduce en la

147
p ro blem ática de los actos de habla. El tono arro g an te y de
su p erio rid ad académ ica del artículo de S earle, provocó, y
alim e n tó , el to n o irónico de la respuesta d e D errid a a su vez en
L im ited in c: m ás q ue una argum entación sim plem en te teó rica,
u n a p u esta en escena de las categorías en cuestión — diferencia
del ju e g o y lo serio, y d e lo esencial y lo p ara sita rio , citabilidad
y copyright, desplazam ientos de contextos, ite rab ilid ad . en
sum a— a p a rtir del discurso d e S earle4. P ero el estilo, y la
“ escen a" d e este escrito p erte n ec en a o tra fase, y a o tro lugar
de la desconstrucción: la desconstrucción en A m érica.

4.— La prim era «lición de esc texto apareció cu el mismo núm ero 2 de
Gliph. Se ha reeditado com o libro, Lim ited inc. N orthw estern Univ.
Press. 1988, en el que D eirida incluye un am plio epílogo. “Tow ard
an Ethic o f Discussion". en respuesta a algunos de sus críticos más
típicos, y del que algo tendría que aprender más de un apóstol
fanático de la llamada "com unidad de comunicación".

148
5. Desconstrucción en América

5.1. Les m o ts anglais de J. Derrida

H abíam os señalado al principio, com o uno d e los índices


relev an tes de la h etero g en eid ad de la desconstru cció n , su
“p erte n en c ia” a tradiciones teóricas, culturales y lingüísticas
diversas. En la hipótesis m ás sim ple, h abría q u e te n e r en
cu e n ta su com posición o su articulación germ ano-franco-
anglo-am ericana. I Iay ah í algo más q ue una dificultad ta n to de
ap ropiación cognoscitiva com o de exposición co h e ren te de ese
m o vim iento o esos m ovim ientos: es una ley intern a d e éstos,
q u e están , qu e estén , en una m ayor o m enor lucidez al
resp ecto , en situación de traducción.
P rivilegiar, com o hem os hecho hasta aq u í, la referen cia a
algunos trayectos del pensam ien to de D errid a, no se ju stifica­
b a sólo com o estrateg ia h erm enéutica p ara una orien tació n
g en eral com o la q u e p reten d e este ensayo. E s tam b ién p o rq u e
ese corpus textual no está ce rra d o , y no sólo por la vitalidad
creativa de su a u to r, sino p o rque desd e m uy p ro n to se su strajo
al m arco d e una identidad teórica cultural e incluso lingüística
francesa. E n algunos m om entos, D errid a se ha explicado
“ au to b io g ráficam en te” a p ropósito de su relación de distancia
respecto a la lengua francesa a partir de su origen argelino,
lejos del francés de la M etrópoli. E n el sim ulacro de
co rresp o n d en cia qu e son los "E nvíos" de L a tarjeta p o sta l se
p u ed e seguir ese m otivo, q ue se transform a a veces en una
d eterm in a d a agresividad. P or o tro lado, son significativas
d esde esta persp ectiv a diversas polém icas m an ten id as con

149
au to re s, o con "a u to rid a d e s" de la cultura teó rica, y "ético-
política" francesa de los últim os años. D e esas polém icas, que
sería inadecuado co n sid erar dom ésticas, las m ás reso n an tes
han sido las q ue en form a d irecta concernían al existencialism o
y hum anism o sa rtria n o s, a la “onto fcn o m cn o lo g ía de la
liberación" (cf. el ensayo sobre lia ta ille . en La escritura y la
diferencia; “L os fines del h o m b re", en M árgenes de la filosofía,
y la explicación con la interpretación psicoanalítico-existencial
de ( ic n e t en la colum na d erech a de (H as), y a la persistencia
de esquem as fenom enológicos y m etafísicos en el psicoanálisis
estructural "epistem ológico" de Lacan (cf. Posiciones,
pp. 108-116 y “El cartero de la verdad” en L a tarjeta postal).
Probablem ente el punto de m ayor convergencia de D errida
con la situación del p en sam ien to francés co n tem p o rán e o sea la
im p o rtan te "recep ció n " de N ietzsche en los últim os añ o s 60 y
prim eros d e los 70 (D eleu ze, F ou cau lt. K lossow ski). P ero las
lecturas derrid ian as de textos cruciales para la elab o ració n de
la p roblem ática desconstructiva, com o los d e H egcl, H eid eg ­
ger y F reu d . resp o n d en poco a las respectivas descodificacio­
nes francesas d o m in an tes en el m om ento o en los m o m en to s
en q ue se escribieron aquellas lecturas. E n éstas los to p o i
fenom enológicos y esiructuralistas se som eten a una e la b o ra ­
ción tal qu e precisam ente e n tra n en discusión con referencias
quasi-canónicas d e unos y o tro s, con M erleau-P onty y con
L évi-Strauss so b re to d o . O uizá la tray ecto ria m ás próxim a en
lengua francesa y filosófica al iter d e D errid a sea la del
p en sad o r u craniano ju d ío E nm anuel Levinas.
P ero si la originalidad de la relación e n tre la desconstrucción
“ form alizada” en el francés d e la gram atología d errid ia n a. y
sus raíces en u na cultura filosófica, y no sólo filosófica
a lem a n a, está fuera de d u d a , no m enos im p o rta n te p arece la
prom esa descifrable en este texto de una desconstrucción que
se cruce con la lengua y la cu ltu ra inglesas. Q uisiéram o s sab er
su gerir q ue la fascinación d e D errid a por L es m o ts anglais de
M allarm é es m ucho m ás q ue un m otivo p untual y d elim itab le
en el interio r de sus lecturas del a u to r de L e coup de dés. A
p ro p ó sito del jueg o hom oním ico y disem ina! del significante or
en el p o e ta francés, por e jem p lo . D errid a ad v ierte la im plícita

150
cita d e la disyunción en inglés: "¿ P o r q ué el tra ta m ie n to crítico
d e este o r (o ro ) no h abría de jugar a distancia con su
h o m ónim o o . m ás bien, con su hom ógrafo inglés, el versus
disyuntivo que en él se en uncia? E s bien sabido, y no sólo por
su bio grafía, que la lengua de M allarm é se d e ja elab o rar
siem pre por el inglés, q ue se intercam bia regularm ente con él,
y q u e el p roblem a d e este intercam bio qued a explícitam en te
recogido en L es m o ts anglais. R azón que nos advierte q u e
“M a lla rm é” no p erte n ec e e n te ra m e n te a la “literatu ra fran ce­
sa” ” (Suplem entos A nthropos, n. 13, p. 35; cf. ta m b ié n , D I,
pp 423 y ss).
F.1 gran m ed iad o r de esa m ediación, para M allarm é, d e esa
com unicación o m ás bien in je rto anglo-francés, es E d g ar A lian
Poe: "el caso literario ab so lu to ” . Y p o r su p arte D errid a se ha
d e ja d o obsesionar en m om entos decisivos d e su pen sam ien ­
to p o r ese “caso” : en el epígrafe, y en el últim o ca p ítu lo , de La
vo z y el fe n ó m e n o (a p ropósito d e “ L a historia del señ o r
V ald e m a r"). en Glas (que c o m en ta largam ente “T h e bclls” ), o
m ás d irectam en te e n E l Cartero de la verdad (in terp retació n de
"L a ca rta ro b a d a ") y en "M es chances" (sobre “ E l doble
asesin ato en la calle M orgue”), o el com entario m ás g eneral de
sus lectu ras con P oe. m ás que d e P oe, en la en trev ista “E n tre
co rc h ete s” (Suplem entos A nthropos, n. 13, pp. 100 y ss.).
El segundo tex to literario inglés — él m ism o a su vez
fan áticam en te babélico hasta la proxim idad del caos— que
“ im p o rta " en el tex to de D errid a es el d e Joyce. D esde la
In troducción a E l origen de la geom etría, h asta ensayos
p o steriores: "S cribble” (a propósito del ensayo d e W arb u rto n
sobre los jeroglíficos), las im portantes intervenciones so b re el
p ro b lem a d e la traducción en L'oreille de l'autre, y d esde
luego. U lises gram ófono (1987). Y "L a farm acia de P lató n "
h ab ría sido, según un a no ta algo pro v o cad o ra, “com o se h ab rá
co m p ren d id o en segu id a", “u n a lectura de Einnegans W ake"
( D I, p. 130).
D esde la perspectiva que sugiero . — en su m a, sim plem en te,
q u e algunos “ nom s anglais” su straen el texto de D errid a a una
iden tidad cultu ral francesa— , c a b ría 1valo rar la relevancia de
o tras referen cias teóricas o filosóficas: la sem iótica d e Peirce

151
M é t o d o y c r ít ic a

En cualquier caso, pese a las apariencias, la descons­


trucción no es ni un análisis ni una crítica, y la traducción
debería tener esto en cuenta. No es un análisis, sobre
todo poique el desm ontaje de una estructura no es una
regresión hacia el elemento sim ple, hacia un origen
indescom ponible. Estos valores, com o el de análisis,
son, ellos mismos, filosofemas som etidos a la descons­
trucción. T am poco es una crítica, en un sentido general
o en un sentido kantiano. La instancia misma del krinein
o d e la krisis (decisión, elección, juicio, discernim iento)
es, com o lo es por otra parte todo el ap arato de la crítica
trascendental, uno de los «temas» o de los «objetos-
esenciales de la dcsconstrucción.
Lo mismo diré con respecto al m étodo. La dcscons­
trucción no es un m étodo y no puede ser transform ada
en m étodo. Sobre todo si se acentúa, en aquelia palabra,
la significación sum arial o técnica. C ierto es que. en
ciertos medios (universitarios o culturales, pienso en
particular en E stados U nidos), la «m etáfora» técnica y
m etodológica, que parece necesariam ente unida a lá
palabra misma de «dcsonstrucción», ha podido seducir o
despistar. D e ahí el debate que se ha desarrollado en
estos mismos medios: ¿puede convertirse la dcsconstruc­
ción en una m etodología de la lectura y de la interpreta­
ción? ¿.Puede, de este m odo, dejarse reapropiar y
dom esticar por las instituciones académ icas?

J . D e rrid a . S u p lem en to s A n th r o p o s, n . 13.


en D e la gram atología (en una ép o c a en que no e ra to d av ía un
tó p ic o ), el psicoanálisis d e M elanie K lein (cf. LiD, p. 316). la
gran investigación q ue acabam os de reco rd ar d e W arb u rto n
so b re la escritura egipcia, o M atthew A rn o ld (cuya Culture
a n d anarchy es citad a en el epígrafe del ensayo so b re L evinas
d e La escritura y la diferencia, y al que D e l'esprit dedica una
larga y rev elad o ra n o ta , pp. 114-116). Y h ab ría q u e te n e r en
c u e n ta , en este co n tex to , sobre todo a p artir d e “ Firm a
aco n tecim ien to co n tex to ” , a A ustin. U n A ustin m ucho m ás
crítico q ue sus h ere d ero s oficiales o in té rp re tes au tolegitim a-
dos. Ln M em orias para Paul de M an, D errid a cita “T h e
m eaning o f a w o rd ", d o n d e A ustin se refiere a la existencia de
una “curiosa creencia de que todas las palab ras son nom bres.
es m ás. d e h echo nom bres propios, y q u e p o r lo ta n to son
rep rese n tativ as d e algo o lo designan de la fo rm a en q u e lo
hace un no m b re p ro p io ". Pues bien, ese gesto de A u stin . el de
ex tra ñ ez a an te esa cu rio sa, y tan ex ten d id a creen cia, dice
D errid a, h abría sido "un gesto esencial de la d esco n stru cció n ",
“ quizá su prim er gesto” (p. 123).
A sí. pues, la llam ada “ recepción" de la desconstrucción y
del p en sam ien to de D errid a en la cultura teó rica an g lo am eri­
cana. especialm ente a partir de los últim os años 70. h ab ría sido
largam ente "p re p a ra d a " por un interés p revio d e lo que
d esen cad en a la form alización m ás rigurosa de este m ovim ien­
to , en elem en to s significativos de la te o ría, la filosofía y la
literatu ra en lengua inglesa. D icho sea p ara m atizar, o
d esestim ar, h abituales opiniones según las cu ales, o b ien la
desconstrucción en lo q ue p u d iera te n er d e serio h ab ría sido un
fen ó m en o esencialm ente eu ro p e o -c o n tin e n tal, q u e luego h a­
bría d eg e n erad o en su viaje a A m érica, o b ie n , la d esco n stru c­
ción sería un fen ó m en o típicam ente am erican o , sintom ático
po r lo dem ás de la confusión teórica p o sm o d e rn a tran sm itid a
p o r algunos escritores franceses sin suficiente resp eto p o r la
A u fk la ru n g y sus ta re as pen d ien tes. A m b o s tipos de "o p in io ­
nes" — h abrá q u e su b ray ar su ca rácter de doxa sin ciencia—
p roceden de la m ism a raíz, un euro cen trism o d eliran te qu e,
precisam en te, no pu ed e d e ja r de ser él m ism o b lanco, en algún
m o m e n to , de la desconstrucción.

153
E n cu a lq u ier caso, aq u ella recepción no se lim ita, co m o se
tien d e a in te rp re ta r, in te resa d am e n te, al ám b ito d e los
estudios literarios. E lab o racio n es recientes de la filosofía
analítica del lenguaje han sido sensibles a la nueva p ro b lem áti­
ca q ue provoca el pensam iento de la escritu ra en la teo ría de
los actos d e hab la. Se han p ropuesto aproxim aciones significa­
tivas d e la desconstrucción a la filosofía del lenguaje o rd in ario ,
a Q uine y a W ittgenstein (cf. por ejem p lo , C h. N orris, 1989).
H . S tate n ha ex plorado, y confirm ado, la fecundidad h e rm e ­
n éutica de la hipótesis d e un paralelism o: e n tre la crítica de
D errid a al significado trascen d en tal de H usserl, y el p aso de la
te o ría represcntacionista del Tractatus a la te o ría p ragm ática
del significado en las Investigaciones filosóficas. "W ittg en stein
d eco n stru cts", dice (cf. H. S tate n , 1985, p. 64). G . U liner es
el ad e la n tad o de un am bicioso proyecto de "ap licar" las tesis
del pen sam ien to de la escritura a la estética práctica (J. B euys,
S. E isenstein) y a la pedagogía, en A p p lie d G ra/nm atology. R.
R orty h a m ostrado la significación, para una posible, n ecesa­
ria. reedición del pragm atism o filosófico, d e la concepción y la
práctica de la filosofía "as a kind o f w riting". El conocido
sociólogo A n th o n y G id d cn s sitúa la aportación de D errid a, en
el m arco del llam ado "p o stestru ctu ralism o ” , ju n to con F o u ­
cault y o tro s, a la renovación d e la teo ría social (cf. A.
G id d cn s, 1987).
P ero sin d u d a , hasta ah o ra , ha sido desde el áre a de los
estudios literarios. —ju n to con el del psicoanálisis— , d esd e
d o n d e más co n sisten tem en te, m ás activam ente, se h an in te r­
p re ta d o los pro b lem as de la desconstrucción; lo q u e ha llevado
a ésta a u n a nu ev a escena, a un estad io original.

5.2. D esconstrucción y teoría literaria

En una p rim era aproxim ación al co m plejo fen ó m en o de la


d esconstrucción en la te o ría, la historia y la crítica literarias,
cabe destacar dos fechas significativas. E n 1966 tien e lu g ar en
B altim ore un am plio coloquio b a jo el título sugeren te d e "L o s
lenguajes críticos y las ciencias del h o m b re” . C ualificados
rep rese n tan tes de los estudios de H u m an id ad es en las U n iv e r­

154
sidades n o rteam erican as se en c u en tra n allí con algunos d e los
m ás conocidos filósofos y teóricos franceses, unidos o reunidos
en principio estos p o r co m p artir todos ellos, de una m a n era u
o tra , la problem ática estru ctu ralista. Ju n to a un en to n ces más
bien desconocido D errid a, intervienen allí R. B a rth e s,
J. L acan, R. G irard , J. lly p p o lite , y o tro s. D esde luego,
algunos d e los a u s e n te s — com o M. F ou cau lt, C . L évi-Strauss,
o R. Jaco b so n — form aron p arte de los d eb ates del coloquio,
d irecta o in d ire cta m en te. E n rigor, lo q ue trasm itió (de
E u ro p a a A m érica) este coloquio no fue ta n to el estructuralis-
m o. com o m ás bien ju stam e n te su p u esta en cuestión. Lo que
se llam ó poco d espués “post-estructuralism o" (en térm in o s de
una historia de las ideas q ue h abría que usar con ca u te la) se
configura en esa situación, más qu e com pleja, híbrida, en que
u n a te o ría , un p arad ig m a, e n tra en relación con o tra tradición
m etodológica y cu ltu ral, en el m o m en to en q u e aquél
ex p e rim en ta una p o te n te autocrítica. L o cierto es q u e so b re la
b ase incierta o móvil de esa situación histórico-cultural, fueron
co b ra n d o cu erp o varios trayectos teóricos en el te rre n o de la
crítica literaria am erican a, los cuales en un cierto m o m en to
recom x'ieron su recíproca p roxim idad, y su in terés explícito
co m p artid o po r los trab a jo s y la escritura de D errid a.
Lo a n te rio r nos lleva a la segunda fecha a re te n e r: en 1979 se
publica un a o b ra colectiva b ajo el título D econstruction and
críticism , con estudios d e H . B loom , G . H artm a n . P. de M an.
J. H illis M iller, y del propio J. D errid a. C om o un elem en to
relativ am en te artificial de unificación, todos los tra b a jo s se
re fie re n , de una form a u o tra , al poem a d e Shelley The
trium ph o f life. C on alguna sim plificación suplem en taria se
d en o m in a a este grupo a veces "E scuela de Y ale” , en cuya
universidad colaboraban efectivam ente, desde m ediados de los
años 70, los cinco autores del libro. (Por o tra parte D errida divide
su actividad docente, desde 1972, e n tre París y varias
u niversidades n o rteam erican as; V p ara d ó jica m e n te ha sid o en
éstas d o n d e ha te n id o m ayor alcance la proyección de su
d o cencia. Significativo tam b ién en esa línea el q u e varias
im p o rta n tes publicaciones suyas hayan aparecid o an tes en
inglés q ue en francés). P ero no sólo seria inadecu ad o h ab lar

155
aq u í d e "e scu e la” , dadas las diferencias en tre unos y o tro s,
diferencias en las q ue insiste G. H artm an en un b rev e prólogo
a la o b ra: tam p o co tendría sentido unificar a esto s críticos
com o p resuñtos discípulos de D errid a, q ue "a p licarían ” a la
historia y la teo ría d e la literatu ra el "m é to d o " desconstruccio-
nista. E n p rim er lugar, to d o s ellos tenían tras de sí, en el
m o m en to de aquella colaboración edito rial, u na o b ra m ad u ra
y reconocida en los m edios académ icos, realizada en b uena
p arte con in d e p en d en cia, o incluso m uy lejos de las cu estiones
suscitadas p o r D errid a. H ab ría q ue rec o rd a r los trab a jo s
im p o rta n tes de H . B loom , G . H artm a n y Paul de M an so b re la
poesía ro m án tica, y los d e J. Hillis M iller sobre las estru c tu ras
n arrativas. En segundo lugar, la desconstrucción practicad a
p o r D errid a — so b re to d o hasta 1972— con textos filosóficos,
no podía “aplicarse” a la literatu ra com o si aquélla p u d iera ser,
o d á r lugar a, un dispositivo m etodológico. Q uizá, sobre to d o
cu a n d o “le e ” lite ra tu ra , la desconstrucción se resiste a esa
conversión o esa regresión m etodologista. E sto hay que
e n te n d e rlo , sin em b arg o , com o to d o lo co n tra rio de u n a
opción escéptica y sub jetiv ista p o r la p resu n ta lib ertad lúdica o
an a rq u ista d e las lecturas sim p lem en te, in g en u am en te, am etó-
dicas. I.a resistencia de la desconstrucción al m éto d o en c u a n to
tal req u ie re p recisam ente m ás r ig o r — en el p en sam ien to , y en
la lectu ra, q ue ha d e hacerse closer qu e la cióse reading del
N ew Criticism — q ue los m étodos que creen ab rir o d escifrar el
le n g u aje literario con u nas u o tras técnicas. E ste no-m etodis-
mo se funda en un resp e to a las leyes de la tex tu alid ad que
im piden a to d a lectura ce rra rse y fijar, en un a to talid ad
estru c tu ral o h erm en éu tica, el significado de los textos. La
h etero g en e id ad del sentido está en el tex to m ism o: no es,
desde luego, un perv erso invento de la desconstrucción p ara
d estru ir la literatu ra y la posibilidad de la lectu ra. Y aquella
h e tero g en e id ad no se la su pera o se la cancela a base de
identificar la intencionalidad del a u to r y/o el llam ad o co n tex to
histórico-cultural de u n a o b ra. En fin, en tercer lu g ar, la
un idad p roblem ática de estos au to re s no reside, com o q u iere
un vasto ru m o r ex ten d id o p o r sus num erosos y p o d ero so s
d e tra c to re s en el m undo académ ico de la A ldea G lo b al, en su

156
actitu d nihilista, y co n cretam en te d estru c to ra de la literatu ra y
las H um anidades. lista desconstrucción no d estruy e — ta m p o ­
co ella— n ad a; y lo que dcsconstruye no es. e n cualq u ier casó,
la literatu ra , sino el co n ju n to d e esquem as — m etafísicos,
idealistas, h um anistas, form alistas— con q ue diversas trad icio ­
nes h an in te rp re ta d o sin inocencia ideológica la historia
literaria. E n estas form as angloam ericanas de desconstrucción,
es hab itu alm en te un d eterm in a d o tex to literario el q u e deshace
o disloca los supuestos ontológicos de las in te rp re tac io n es q u e
aquel tex to en g e n d ra, com o ‘'o b je to " y al m ism o tiem po
fu en te de sus lecturas. L o cual no q uiere decir q u e estas
lectu ras o in terp retacio n es sean sim plem ente ciegas, o q u e lo
sean d e u na m an era hom ogénea.
P ero estas precip itad as y parciales precisiones — q u e se
im ponen d ad a la am plitud y la equivocidad del ru m o r en to rn o
a la “ E scuela d e Y ale"— no deb en llevarnos a n eg a r o
am in o rar el fenóm eno d e una convergencia de cu estio n es e
in tereses e n tre los au to re s de D econstruction a n d criticism. Se
tra ta b a de algo m ás q u e una puntual y circunstancial co lab o ra­
ción editorial. C abe leer ah í, po r lo p ro n to , un síntom a
— com o tal. incom pleto, parcial y equívoco— de un proceso
histórico en curso, iniciado en los últim os años 60, y q u e se ha
m anifestado so b re lodo en este decenio. La "o rigin alid ad " de
esta desconstrucción, su no sim ple derivabilidad o co ntinuidad
resp e cto a los escritos de D e rrid a , p erm iten identificar aq u í,
co m o decíam os, un nuevo estadio de este m ovim iento.
P robab lem en te la m ás co h e ren te y p o te n te form alización de
ese nuevo estadio se en c u en tre en la o b ra de Paul de M an . en
su alegorización d e la lectura, y su extensión del análisis
retó ric o a todas las form as de lenguaje. A n tes de p ro p o n e r el
esq u em a d e una posible in terp retació n m ás específica d e esa
o b ra , sin em b arg o , av en tu ram o s una caracterización g enérica
del g ru p o , o de lo que co m p arte. E n el que por o tra p arte
h ab ría q ue incluir o tro s nom bres, asociados m ás ta rd e d irec ta­
m en te al tipo de tra b a jo teórico y crítico de los p articip a n tes en
la o b ra colectiva del año 1979: B. Johnson. J. Culler,
D. C arroll. A . Ronell. S. W eber... É stos, com o los anteriores, se
m ueven casi siem pre en la proxim idad de lo que académ ico-

157
¡nstitucionalm cnte se llam a "L ite ra tu ra c o m p a r a d a ': un m arco
disciplinar q ue se ha revelado m uy acogedor e im pulsor d e la
iheory, más allá del análisis especializado, histórico o estético,
de d eterm in ad as o b ras, épocas y estilos.
É ste es un p rim er rasgo com ún del grupo: el in te rés, en el
m arco de la teo ría y la crítica literaria, p o r cuestiones, o p o r un
nivel de p la n tea m ie n to de éstas, q ue obligan a una explicación
filosófica o con la filosofía, y ante las q ue un form alism o
m etó d icam en te au stero com o el q ue caracterizab a al N ew
Criticism, o a la crítica literaria clásica e u ro p e a , p arecía
esencialm ente im potente. C uestiones com o la d e la n atu ra lez a
del lenguaje literario y su relación con el lenguaje en g en eral,
o sobre el tipo d e historicidad q ue constituye la h isto ria d e la
literatura, o sobre la relación e n tre las interp retacio n es
-d iv ersa s, hetero g én eas, “ h etero d o x as”— y los tex to s d e la
tradición “ canónica": todas ellas cuestiones ce n trales p ara el
"d esconstruccionism o” . C laro e s tá , son cen trales, de hecho,
para to d a crítica literaria, p ero aq u í esa centralidad es asum ida
com o ta l, d e d erech o , en un plano teórico responsable:
aquellos pro b lem as no se los relega a la zona de som bra de los
supuestos, o al im preciso h o rizo n te, ev en tu al, de u n a p o sterio r
“ filosofía de la lite ra tu ra ” .
C uestiones teóricas com o las a p u n tad a s no puede a fro n ta r­
a s . por o tra p a rte , tam poco, un discurso filosófico d e tip o
tradicional. Es q ue la estética m im etológica fu n d ad a p o r
Platón y A ristó te les, q ue e n tró en crisis gen eral con el
rom anticism o, es ju sta m e n te uno de los elem ento s c o n stitu ti­
vos de la tradición logocéntrica que req u ie re , o reclam a,
desconstrucción. C om o quedó indicado m ás arrib a a p ro p ó sito
de la M ím ica de M allarm é. El tipo de explicación con la
filosofía q u e exige la práctica de la desconstrucción en la teo ría
V la crítica literarias es o tra cosa q ue un tran q u ilo en c u ad re de
categorías estético-form ales en una o varias conceptualizacio-
ncs filosóficas. P or lo p ro n to , p o rq u e las "refe re n cia s”
filosóficas m ás frecu en tes en este cam p o están ya d e p o r sí
cogidas" o m ovidas po r un proceso d e desconstrucción de la
filosofía com o tal (N ietzsche, H eidegger. B e n ja m ín ... y el
propio D errid a): p ero adem ás, y de n u ev o en ru p tu ra con el

is s
form alism o del N ew Crilicism , p o rq u e estas prácticas hacen
e n tra r de form a sistem ática, en la in terp retació n de las o b ras
literarias, el legado teórico d e las ciencias h u m an as (p sico an á­
lisis, sociología, lingüística, historia). E n e s t o — que co n stitu i­
ría. pues, un segundo rasgo de este m ovim iento— el d esco n s­
truccionism o am erican o h ere d a u na tradición eu ro p e a co m p ar­
tida po r figuras y tendencias tan d iferen tes en tre sí com o
L ukacs, S artre . la fenom enología o el estructuralism o . La
irrupción en la te o ría literaria de unas y o tra s trad icio n es, el
co nflicto e n tre éstas y los m étodos form alistas, no son sólo u n a
p rem isa de la desconstrucción am ericana, sino q u e han sido
tam b ién o b je to de una notable in te rp re tac ió n h istórica,
especialm ente po r p arte de G . H artm a n en Criticism in the
W ilderness, y de Paul de M an en B lindness a n d Insight.
U n tercer rasgo, co m p artid o po r los escritores co n sid erad o s,
m ás especificativo quizás, es la asunción de u n a cierta
co n tin u id ad e n tre los com entarios críticos y las o b ras literarias,
la interpretación y el texto. N o se trata ta n to de co n fu n d ir
tip o s, niveles, o "regím enes" de discurso, com o m ás bien de
com plicar la línea de división en tre ellos, p uesto q u e la
h etero g en e id ad "in trín seca" del tex to im pide u n a inm anencia
d e la o b ra , y pro h íb e en últim a instancia q ue se vea ésta com o
un o b je to . La o b ra literaria no es o b je to : ni d e co n o cim ien to ,
ni d e adm iración estética. U n a vez más: éste no es un gesto
d estru ctiv o o escéptico respecto a la racionalidad o a la
especificidad artística de la lite ra tu ra , sino la apelació n a una
reflexión sobre la natu raleza del conocim iento y el juicio
estéticos. El tem a d e las alegorías d e las lecturas com o
en g en d rad as por el tex to en Paul de M an, la reivindicación por
G . H artm an de la crítica literaria com o lite ra tu ra , o la
reflexión d e J. H illis M iller sobre la lógica del h u ésp ed y el
p ará sito com o relación p arad ó jica e n tre texto y crítica, son
instancias significativas al respecto.
Q uizá to d o lo a n te rio r se resum e en una identificación de la
fuerza propia d e la literatu ra en su e stru c tu ra esencialm ente
conflictual. antagónica, agónica. Y en p en sar que ese agonis­
m o (la expresión es rec u rren te en los trab a jo s de H. B loom ) de
la lengua literaria revela, a su vez, un elem e n to co nstitutivo

159
del lenguaje com o tal, y de la experiencia y la historia
h um anas. En esa perspectiva, cobran u n a in édita relev an cia,
com o elem en to s del lenguaje o la lengua literaria , las
diferencias ‘q ue im piden la totalización co h e re n te de esc
lenguaje: diferencias en tre sím bolo e id e a , en tre lo figurado y
lo p ro p io , e n tr e le n g u a je y sig n ific ad o , e n tre re to ric id a d
y referen cia ontológica.
H abría que rec o rd ar, en fin, la observación de un interés
com ún a todos esto s teóricos p o r el rom anticism o inglés.
P recisam ente es la in terp retació n sistem ática d e las in te rp re ta ­
ciones del rom anticism o uno de los enclaves p roblem áticos
decisivos en la tray e cto ria más rigurosa d e la desconstrucción
en A m érica: la d e Paul d e M an.

5.3. Paul de M an: la retórica de la teoría

D e origen belga, y con una vasta cu ltu ra histórica, literaria,


y filosófica, d e raíces fundam en talm en te eu ro p e o -c o n tin e n ta ­
les. Paul d e M an d esarro lló sin em b arg o su investigación de
m adurez y su m agisterio e n el áre a de las instituciones
académ icas am erican as, en d o n d e o cu p ó una activa posición,
al m ism o tiem po p reem in en te y fu ertem en te polém ica, d esde
los últim os años 60 hasta su m uerte en 1983. H ab itu alm en te se
reconoce en su o b ra la configuración al m ism o tiem p o más
original y m ás co n cep tu alm en te rigurosa de la desconstrucción
en el cam po d e la teoría literaria. Sin d u d a , su en c u en tro
intelectual con D e rrid a , a p a rtir de una lectura esen cialm en te
idcntificativa, pero tam bién crítica, de la segunda p arte de
De la gramatología, ("N aturaleza, C ultura. E scritura": sobre
R ousseau), fue ciertam ente determ inante en la orientación de
su trab a jo , com o vam os a precisar enseguida. P ero sería m uy
inadecuado in te rp re ta r el sentido del co n ju n to d e sus investi­
gaciones com o, de nu ev o , aplicación o proyección de las
"teo rías filosóficas” de D errid a a la crítica literaria. L os textos
di' D errid a ju e g an p o r cierto un papel no m arg ín ab le en los
escritos d e Paul de M an, y p ara m edir el alcance de esa
presencia sería ingenuo a ten e rse exclusivam ente a referen cias
rxplíeitas a aquéllos, o d ejarse o rie n ta r por la inscripción de la

160
p alab ra “ desconstrucción". En cualquier caso, si bien ésta
ap arece en Paul de M an. p rim ero, com o cita de una operación
tex tu al en o tro corpus, a p artir de un cierto m o m e n to , sobre
to d o en Alegorías de la lectura (1979), se conv ierte en un
co n cep to m etódico o rganizador d e su investigación, u n a vez
“ trad u cid o " o trasp u e sto a su p ropio lenguaje conceptual
(d o m in a d o , com o vam os a ver. por la noción o la tran sfo rm a­
ción de la noción de le ctu ra), y ad ecu ad o a sus in tereses
tem áticos fundam entales (dom inados por la cuestión de la
retó rica d e los textos). P ero al m ism o tiem po im porta ad v ertir
q u e el "ju eg o " q ue d a en esta o b ra la recepción y apro p iació n
d e la p rob lem ática d e la desconstrucción d esen cad en ad a p o r el
p en sam ien to d e la escritura, d ep e n d e ju stam e n te d e que
aq u élla p erm ite, m ás bien im pulsa y req u ie re , u na profundiza-
ción en u na línea d e búsqueda iniciada con o tro s m edios, con
o tro len g u aje, y con m otivos p eculiares, por el propio Paul de
M an . El sentido d e esa b úsqueda cabe definirlo, g en éricam en ­
te y p relim in arm en te, com o el de una exploración sistem ática,
y arriesg ad a en más d e un m o m e n to , de la retoricid ad del
lenguaje.
La inquisición d e las estru ctu ras retóricas p ro p u esta y
practicada p o r Paul d e M an se m anifiesta so b re to d o en
relación con textos literarios y con in terp retacio n es de textos
literarios. El m otivo inicial, a p a ren te m en te o conscien tem en te
p rincipal, habría sido la elaboración de u na teo ría del len g u aje
literario (cf. P. d e M an, 1983, p. viii). P ero el interés
privilegiado o privilegiable de la lite ra tu ra y de sus “ lecturas"
m ás o rg án icam en te articuladas o codificadas, resid e en q u e
p o n e d e m anifiesto a su vez p ara d o jas y dificultades p ropias
del lenguaje com o tal. y de las relaciones de éste con la
ex p erien cia, la historia, la política y la verdad. E sta originali­
d ad , esta novedad y trascendencia d e la contribución de Paul
d e M an , la ha reconocido ex p resam en te, e in te rp re ta d o , a su
vez, el p ropio D errid a en M em orias para Paul de M an; en
d o n d e aquél se preg u n ta, y se contesta: «Al h ab lar hoy a
u sted es de Paul de M an. al h ab lar en m em oria d e Paul de
M an , no callaré del to d o , p u es, en cu a n to a la “d esco n stru c­
ción en los E stad o s U nidos". ¿O u é h abría sido sin él? N ad a ; o

161
algo to talm en te d iferen te. E sto es dem asiado ev id en te para
q ue yo insista en ello» (M PM , p. 33).
J u n to a esa originalidad dem an ian a, en relación con ella,
subray áb am o s h ace un m om ento su rigor. R ig o r ep istem o ló g i­
co y filosófico, p o r un lado, en el uso de con cep to s teóricos.
P aul d e M an m uestra un conocim iento crítico muy seguro de
una b u en a p arte de las tradiciones y los paradigm as m e to d o ló ­
gicos relevantes en el pensam iento con tem p o rán eo : d esde
K ant y H egel, y N ietzsche, a las fenom enologías, la sem iótica
de P eirce. y la teo ría au stiniana de los actos de h ab la, p asan d o
p o r los estru ctu ralism o s, la estética dialéctica, y d esde lu eg o , la
tradición angloam ericana del N ew Criticism, cuyo clase rea-
ding evalúa estratég icam en te Paul de M an en ciertos m o m en ­
tos. R igor histórico y literario-textual, p o r otro lado: Paul de
M an no “ hace filosofía", no aplica la filosofía a, o a costa d e,
los tex to s literarios cuando lee o transform a la lectu ra de
R ousseau, H ólderlin, C oleridge, Shelley. Y eats o B au d elaire.
E n to d o caso hay en su o b ra u n a dialéctica intrin cad a e n tre el
p lano d e la reflexión teórica, y el d e la lectura efectiva de
d eterm in a d o s textos. E n algún m om en to , significativam ente,
Paul de M an reconoce su p ro p ia dificultad para o b je tiv a r los
principios y los resultados de sus lecturas de una form a
sum aria o sistem ática (cf. P. de M an , 1979, p. ix). C ab e v er un
índice de esa dificultad, que es tam bién un signo de la
resistencia de una riqueza textual a un esquem a co n cep tu al, en
la relativa b rev e d ad , y a veces estilo elíptico, e iró n ico , d e los
tres prefacios a sus libros qu e p u d o escribir.
P aul de M an publicó dos libros q ue han estad o en el ce n ­
tro de las últim as discusiones teóricas en el cam po d e las
ciencias d e la literatu ra : Ceguera y visión (1971; 2’ ed.
am pliada 1983) y A legorías de la lectura (1979). D ejó tam bién
p rep a ra d a la edición d e La retórica del rom anticism o (1984).
Se había d o cto ra d o con un tra b a jo sobre M allarm é, Yeats y el
p osrom anticism o (1960), que ha q u ed a d o inédito casi to ta l­
m en te, p ero cuyo título es ya b astan te indicativo d e un enclave
histórico y pro b lem ático , en el m arco de la “ literatu ra
c o m p arad a” , q ue siguió siendo de un interés cen tral p ara el
co n ju n to de su pensam iento. B uena parte d e su o b ra se

162
en c u en tra finalm ente en una n um erosa serie d e artícu lo s en
revistas am ericanas y francesas (G lyph, Critica! Inquiry,
Poétique, Critique), en contribuciones a obras colectivas, y en
prólogos. A lgunos de estos m ateriales h an sido ed itad o s p o r su
discípulo W lad G odzich b ajo el título, to m ad o del de un
ensayo polém ico sobre las políticas de la enseñ an za de la
lite ra tu ra , d e L a resistencia a la teoría (1986).
La o b ra de Paul de M an, com o to d a s, más que o tra s,
tru n ca d a, q u e d ó cerra d a, o a b ie rta , en un m om en to p articu la r­
m e n te p reñ a d o de inquietudes y prom esas q u e, si nos
o rien tam o s p o r un a en trev ista ten id a poco antes d e su m u erte
— e incluida en el últim o libro citado— . se m ovían hacia una
reflexión explícita sobre la política y la h istoria, en significativa
proxim idad con B enjam ín y A d o rn o , y q u e req u e ría una
relcctura d e H egel, y de los dos m ejores lectores d e é ste , según
Paul de M an, K ierkegaard y M arx. P o r cierto q u e este tem a
histórico-político no es, o no h abría sido un giro, sim p lem en te,
o u n a novedad: h abría estad o m ás bien en el h o rizo n te m ás o
m enos d irec tam en te n o m b rad o d e toda esta o b ra. A la que
difícilm ente p o d ría rep ro ch ársele en to n ces — com o sin e m b a r­
go se hace tan fre cu e n tem en te y acríticam ente— u n a irresp o n ­
sabilidad política, un nihilism o ético , un desin terés histórico o
u n neoform alism o estético.
D estacam o s a título indicativo, y arriesgando u n a violenta
abstracción económ ica, tres tópicos fundam en tales en el
p e n s a m ie n to d em an ian o : la retó rica d e la crítica literaria ,
el prim ado de la alegoría sobre el sím bolo en el sistem a
tropológlco, y las im plicaciones ontológicas de una reto ricid ad
g en eral del len g u aje. La vinculación e n tre esos te m as p u ede
in te rp re tarse en térm inos d e una secuencia cron ológica, p ero
tam b ién com o un en cad en am ien to quasi-sistem ático. El p ri­
m er tópico, la teorización de la retó rica de la crítica literaria
c o n te m p o rá n e a , está n om brado ex p resam en te en el su b títu lo
d e Ceguera y visión, p ero p o d ría seguirse com o un hilo
c o n d u c to r, si no com o un esq u em a gen eral, a través de b u en a
p arte del co n ju n to d e esta o b ra, m ás allá del m arco d e aquel
p rim e r libro. H aciéndose eco del célebre m allarm can o “on a
to u c h é le vers” , Paul d e M an se refiere a la renovación

163
m etodológica en teo ría literaria a partir d e 1960 en estos
térm inos: “on a tou ch é la critiq u e” (P. d e M an , 1983, p. 3).
P ero ju n to a esa com paración h o n ro sa, tras ese d iagnóstico se
perfila cnJD e M an un gesto de resistencia an te el m o m en to de
c eg u era q ue lastra los discursos críticos co n tem p o rán e o s, y
especialm ente cu ando subrayan su p ropio novum y su p resu n ta
capacidad desm itificadora del idealism o literario. E n Paul de
M an es una obsesión la idea de q ue la literatu ra no req u iere
desm itificación alguna, com o q u e ella m ism a “co n stitu y e la
fu en te p rim e ra de con o cim ien to ” (ibid. p. 19). L a concepción
de la crítica literaria com o desm itificación es el m ito más
peligroso (ibid. p. 14), en la m edida en q ue ignora q u e el
len g u aje literario es “ la única form a de lenguaje libre de la
falacia de la exp resión inm ed iata" (ibid, p. 17). R esulta claro
ya, a p artir de ahí, que lo que interesa, tras los análisis d e los
diversos tipos d e lenguajes o retóricas críticas (N ew Criticism,
estru ctu ralism o s, fenom enología, m aterialism o h istó rico de
L ukacs, psicoanálisis o gram atología) que com p o n en el lib ro ,
es la especificidad del lenguaje literario. P ero p ara acce d er a
é ste , y m ás concretam en te p ara a p re h e n d e r su resistencia a las
falacias de la inm ediatez y de la presencia, hay q u e d eten e rse
en las com plejidades del proceso de la lectura. Y las lecturas
p ro p u esta s p o r los verdaderos críticos literarios son aq u ellas
que hacen ap a rece r tales com plejidades (ib id ., p. viii).
Por o tra p a rte . Paul d e M an se aproxim a a algunos trab a jo s
de n atu ra lez a teó rica d e c re ad o res (Y eats. M allarm é. B aude-
la ire), al m ism o tiem po q ue subraya la dim ensión n arrativ a,
literaria , “ ficticia” , de los discursos críticos. S obre esa base,
Paul de M an articula la hipótesis d e una retórica d e la ceguera,
com o ley qu e se rep ite d e un a m an era u o tra en los discursos
d e te o ría y crítica literaria. É sto s — en algunos casos p arad ig ­
m áticos al m enos— leen , y d ejan leer, los textos literarios
p recisam en te en su textualidad literaria, p ero esa lucidez o esa
visión le cto ra coexiste con u na ceguera teó rica acerca del
len g u aje literario y de la relación crítica. La “ d em o strac ió n ”
de esa discrepancia e n tre visión y ceguera es p articu la rm en ­
te brillante a p ropósito de la teo ría lukacsiana de la n o vela (cf.
ibid., pp. 51-59. 104). P ero el paso en que esa hipótesis

164
m u estra m e jo r sus im plicaciones (y su problem aticid ad ) es el
d e la le ctu ra q u e hace D e M an d e la in te rp re tac ió n d errid ian a
d e R ousseau en la segunda p arte de D e la gram atología (ibid.,
cap. 7, pp. 102-142). El prólogo llam a la atenció n sobre ese
cap ítu lo com o el más sistem ático del libro, y a pesar de algunos
d esen fo q u es, reconocidos autocríticam ente por Paul d e M an
en el prólogo a la segunda edición, sigue sien d o una
co ntribución im prescindible para la com prensión d e aquella
o b ra de D errid a. El valor de é sta , en térm in o s g en erales,
reside en h ab e r elev ad o “ las co m plejidades de la lectu ra a la
dignidad de una cuestión filosófica" (ibid., p. 110). D e ahí q u e
aquel texto sea “ uno de los lugares d o n d e se está decid ien d o la
posibilidad futu ra d e la crítica literaria*’ (ibid., p. 111).
M ás específicam ente, lo q ue m arca la originalidad de la
in terp retació n d errid ia n a de R ousseau es q ue ve en é ste , en su
filosofía del lenguaje so b re to d o , p ero tam bién en su reflexión
sobre la histo ria, la política y la m oral, un enclave o un
m o m en to n ecesario de la historia del p en sam ien to occidental,
en ten d id a com o historia del logocentrism o, o idealización d e la
voz y rep resió n d e la escritu ra. E sa historia es finalm ente
la historia de un a contradicción: el lenguaje expresa el deseo
d e presencia, de verdad com o inm ediatez, p ero él m ism o, su
insuperable reto ric id ad , es la im posibilidad d e esc deseo. Ese
m o vim iento de ceg u era y de visión es lo q u e h abría reconocido
— según Paul de M an— D errid a en su lectura de R ousseau. La
lucidez de ésta es indisociable d e la co ncreta asignación d e esa
p o ten cia, d e esa com plejidad o discrepancia in te rn a , al tex to
d e R ousseau; p otencia crítica neg ad a, en cam b io , a la
tradición d e sus in té rp re tes, y m ás co n c reta m en te, al “ p rim iti­
vism o" d e un presu n to rousseau n ian o com o el L évi-Strauss de
íristes trópicos. E n el discurso crítico de D errid a subsistiría,
sin em b arg o , una p arte de ceguera: en relación con el e sta tu to
epistem ológico del lenguaje de R ousseau. E n u n a p alab ra,
p ara Paul d e M an el tex to de R ousseau es m ás lúcido resp ecto
a sus propias tensiones de lo q ue reconoce D errid a. M ás
específicam ente, aquél critica el tra ta m ie n to q ue éste hace de
los conceptos rousseanianos de m im esis y m etáfora. La tesis
explícita de R ousseau acerca del lenguaje figurado com o

165
lenguaje p rim e ro es leída p o r D errid a com o reafirm ació n del
o rig en , de la presen cia, de lo “ p ro p io " en la m etáfo ra
o riginaria. Paul de M an in te rp re ta, en cam b io , p o r su p a rte ,
esa tesis de la m etaforicidad o retoricidad prim o rd ial, com o
reconocim iento p o r p arte de R ousseau, d e q u e fin alm en te el
significado rem ite a un vacío ontológico, a un a ausencia y n o a
una plenitud (ib id . , p. 127). Si esto es así, R ousseau no
necesitaría ser desconstruido (ibid., p. 139), p u esto q u e, com o
to d o tex to literario , él m ism o significa y m uestra su n atu raleza
retórica.
N o en tra m o s aquí, por n uestra p a rte , en u na discusión de
esta in terp retació n ; p ero en cualquier caso Paul d e M an d eja
p la n tead a en este co ntexto una cuestión esencial: la de la
relación e n tre la dcsconstrucción explícita ejercid a so b re un
te x to , y la am odesconstrucción im plícita q u e co n m u ev e in te r­
n am en te cierto s textos, quizá todo tex to com plejo. E n un
lenguaje m ás e lab o rad o , con una m ás m adura consciencia de la
dificultad im plicada en esa últim a posibilidad. D e M an volverá
a este te m a m ás ad e la n te. P or ejem plo: “ La desconstrucción
no es algo que hayam os añ a d id o al te x to , sino q u e co n stitu ía al
tex to en prim er térm ino. Un texto literario afirm a y niega
sim u ltá n eam en te la au to rid ad de su p ropio m o d o retó ric o , y
cu a n d o leem os el texto com o lo hem os h echo, lo único que
hacíam os e ra in te n ta r acercarn o s lo m ás posible a ser tan
rigurosos lectores, com o el a u to r tuvo q ue serlo, p ara escrib ir
la frase en prim er térm ino. L a escritu ra poética es el m odo
su p e rio r y m ás refinado d e desconstrucción; pued e diferir de la
escritu ra crítica o discursiva en la econom ía d e su articulación,
p ero n o en el g én ero (P. de M an , 1979, p. 17).
U n segundo m otivo rec u rren te en Paul d e M an es el p rim ado
de la alegoría so b re el sím bolo. La prim era, y se g u ram en te
m ás clara, explicación del te m a se en cu en tra en el ensayo "L a
retó rica d e la te m p o ralid a d ", incluido en la segun d a edición de
Ceguera y visión. E n el prólogo a esa edición se p o n d e ra el
valor de aquel ensayo com o señal d e un giro, de un
desp lazam ien to en la trayectoria te ó rica d e este p en sam ien to .
Paul de M an salu d a allí la recuperación, visible en diversas
investigaciones de la ép o ca, d e un estudio no fo rm alista, ni

166
n o rm ativ o , sino intencional, de las figuras retóricas. P ero en tre
éstas, la d ualidad, el más o m enos laten te antag o n ism o , del
.símbolo y la alegoría, h abrían ocupado un lugar cen tral en la
literatu ra y en la teorías co n tem p o rán eas. El p rim ado del
sím bolo (reconocible en to d a u na tradición de in terp retacio n es
del rom anticism o, y codificado en la h erm en éu tica de G a d a ­
m er) se hiergue en una in terp retació n organicista del len g u aje
com o arm o n ía de signo y significado, y d e significado y
p lenitud de la experiencia o verdad. F re n te a la un id ad
n atu ra l, orgánica, d e im agen y co ncepto, propia del sím bolo,
la alegoría ap arece desde esa perspectiva com o conexión
extrínseca y “racio n alista" del signo y el significado, o de la
im agen y el sentido.
Paul de M an polem iza sistem áticam ente con la in te rp re ta ­
ción sim bolista del rom anticism o, según la cual éste se
d efiniría com o reconciliación e n tre espíritu y n atu ra lez a, alm a
y p aisaje, su je to y o b je to . A l ab a n d o n ar el esqu em a teó rico
h erm e n éu tico sim bolista, se im pone una revisión de la historia
literaria , y se d etec ta en to n ces q ue en los p o etas ro m ánticos
(en C olleridge, W o rdsw orth, o B lake, com o en H ólderlin y
Schlegel, q uien decía: “A lie S chóhnheit ist A lleg o rie") el tem a
de la alegoría resiste al sím bolo. El sentido del aleg o rism o es el
reconocim iento de u na separación d e len g u aje y su stan cia, que
rem ite a su vez al desvelam iento d e u na tem p o ralid ad
insuperable: "E n el m undo del sím bolo sería posible q u e la
im agen coincidiese con la sustancia, p uesto q ue la su stan cia y
su rep resen tació n no difieren en su esen cia, sino só lo en su
extensión: son la p arte y el to d o de un m ism o co n ju n to de
categorías. Su relación es de sim u ltan eid ad , la cual, en
rea lid ad , es una relación de tipo espacial, y en la q u e la
in tervención del tiem po es un asunto de m era co ntingencia,
m ientras q ue en el m undo d e la alegoría el tiem p o es la
categoría originaria constitutiva” (P. d e M an, 1983, p. 207).
E n ese sentido, en esa línea, los p rim ero s rom ántico s d e finales
del siglo XVIII, se habrían m antenido más lúcidos que la m ayor
parte d e las tradiciones literarias y teóricas, analogistas o
sim bolistas, del siglo XIX. A l prim ado de la alegoría está
asociado, h istóricam ente y sistem áticam en te, el te m a de la

167
D escon stru cción y a rq u ite ctu ra.

I.a dcsconstrucción no es demolición o disimulación.


Si bien hace evidenientes ciertos fallos estructurales
dentro de estructuras aparentem ente estables, estos
fallos no llevan al colapso de la estructura. Por el
contrario la dcsconstrucción obtiene toda su fuerza de su
desafío a los valores mismos de la arm onía, la unidad y la
estabilidad, proponiendo a cam bio una visión diferente
de la estructura: en ella los fallos son vistos como
inherentes a la estructura. No pueden ser elim inados sin
destruirla. Son, de hecho, estructurales.
Un arquitecto desconstructivo no es por lo tanto aquel
que desm onta edificios, sino el que localiza los dilemas
inherentes dentro de ellos. El arquitecto desconstructivo
deja de lado las form as puras de la tradición arquitectó­
nica e identifica los síntomas de una im pureza reprim ida.
La im pureza la hace m anifiesta por m edio de una mezcla
de suave convencim iento y violenta tortura: la forma es
som etida a un interrogatorio.

M. W igley, Arquitectura Desconstructivo.


ironía: am bos m odos tropológlcos d esacred itan el m ito sim b ó ­
lico d e un m u ndo orgánico y analógico en q u e ficción y
realidad con co rd arían finalm ente (cf. ibid., p. 222), al m ism o
tiem po que ab re n la historia literaria a la ex p erien cia de la
tem p o ralid ad .
E l escrutinio de la ceguera in trínseca de los lenguajes
críticos y del m ito sim bolista lleva co h e ren te m en te al tópico en
el que se resum e el interés teórico principal d e A legorías d e la
lectura, y tercero de los tópicos destacado s aq u í co m o índices
del p en sam ien to d e Paul de M an: una proyección d e las
im plicaciones epistem ológicas y ontológicas d e la reto ricid ad
del lenguaje. E n aquel libro es m uy frecu en te el uso del
térm in o “d esconstrucción” , a pesar de q ue el a u to r reconoce el
riesgo de confusión q ue im plica, d ad a la fáctica m ultiplicación
d e críticas a b e rra n te s a ese "m é to d o " , y críticas sim étric am e n ­
te antagónicas: su descalificación bien com o ju e g o académ ico
form alista inofensivo, bien com o te rro rism o d estru ctiv o . En
cualq u ier caso, el uso rec u rren te de "d csco n stru cció n " en
A legorías d e la lectura tiene un sentido técnico, constructivo,
m ás q u e polém ico (P . de M an, 1979, p .x .). D e nuev o aq u í,
Paul de M an form ula, avanza, se diría, su reflexión te ó rica, en
estre ch a articulación con lectu ras d e textos literario s (P ro u st,
R ilke, N ietzsche y R ou sseau ), p ero esas lectu ras, y la te o ría de
la lectura q ue configuran, están im pulsadas p o r m otivos
filosóficos acerca del len g u aje, la historia, la exp erien cia y la
posibilidad de la verdad. El cap ítu lo “Sem iología y re tó ric a ”
(pp. 3-19). el más teórico y "m eto d o ló g ico ", em pieza se ñ ala n ­
d o el valor irreversible de la aportación del estru ctu ralism o a la
ciencia de la literatu ra : la aplicación de un m odelo de
explicación sem iológica que desacred ita eficazm ente el m ito
d e un a corresp o n d en cia en tre el signo y el significado, la form a
y la sustancia. A h o ra bien, los enfoques elab o rad o s d esde esa
p erspectiva se caracterizan po r la insistencia en las estru ctu ras
g ram aticales, especialm ente sintácticas, de las o b ras estu d ia­
das. D e n tro de esas estru ctu ras se sitú an y clasifican los tro p o s,
sin q u e se tom e consciencia de la diferencia p ro b lem ática e n tre
una perspectiva gram atical y un a perspectiva retó rica. En
sum a, esa diferencia reside en q ue la p rim era está so sten id a

169
teleo ló g icam en te p o r la lógica y la univocidad del significado,
m ientras q ue la retó rica “suspende radicalm ente la lógica, y se
ab re a vertiginosas posibilidades de aberración referen cia!”
(ib id ., p. id ).
A la gram aticalización de la retórica, q ue sigue logoccntrica-
m e n te d om inada p o r el telos de u na verdad p le n a, Paul de
M an o p o n e una retorización d e la g ram ática, q u e asu m e la
in d eterm in ació n significante de los textos que lee, y que
en g e n d ra, en la histo ria, transform aciones im previsibles,
nuevas alegorías d e la lectura.

170
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173
índice

IN T R O D U C C IO N ....................................................................... 11
1. P R E M IS A S D E L A D E S C O N S T R U C C IO N ................. 22
1.1. Inquietud del le n g u a je .................................................... 22
1.2. Crisis del estructuralism o ............................................ 24
1.3. L enguaje filosófico y pensam iento heterológico ... 34

2. LA F E N O M E N O L O G IA Y LA C L A U S U R A D E
LA M E T A F IS IC A ................................................................. 44
2.1. H istoricidad, lenguaje, e sc ritu ra .................................. 44
2.2. La voz de la consciencia y la escritu ra de
la d iferencia ...................................................................... 55

3. L A H IP O TESIS G R A M A T O L O G IC A ......................... 69
3.1. E scritu ra y d esco n stru c ció n ........................................... 69
3.2. D e la lingüística a la gram atología .............................. 77
3.3. La huella en el origen d el sen tid o .............................. 86
3.4. Psicoanálisis y desconstrucción .................................. 88
3.5. Inversión m etafórica de psyché y t e x t o ..................... 94

4. LA E S C R IT U R A D E L A F I L O S O F I A .......................... 105
4.1. Inversión, palconim ia, d ise m in a c ió n ......................... 105
4.2. F ilosofem a, m etáfo ra, m item a .............................. 115
4.3. D el sol platónico a la ara ñ a de M allarm é ............ 127
4.4. Iterabilidad y a c o n te c im ie n to ....................................... 136

5. D E S C O N S T R U C C IO N E N A M E R IC A ................. 149
5.1. L e s/n o /s anglais de J . D e rrid a .................................. 149
5.2. D esconstrucción y te o ría literaria .............................. 154
5.3. Paul d e M an: la retó rica de la teoría .......................... 160

BI BLI OGRAFI A 171

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