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REALIDAD NACIONAL

SITUACIÓN MUNDIAL, REGIONAL Y NACIONAL

CONTEXTO MUNDIAL: que es? Conjunto de situaciones sean, económicas, sociales,


tecnológicas que son capaces de afectar eventos como afectar economías y promover
guerras. Cuando hablan del contexto mundial, nos hablan de la coyuntura, las circunstancias
por las que pasan todas las naciones en general.

Actualmente si se habla de el contexto mundial en el ámbito económico se está haciendo


referencia a la crisis financiera que ha llevado a las grandes potencias a declarar el estado
de recesión

El crecimiento global fue débil en 2013, pero se espera un fortalecimiento en 2014-2017. La


economía mundial tuvo un crecimiento moderado de apenas un 2,1% en 2017. Mientras la
mayoría de las economías desarrolladas continuaron enfrentándose con el desafío de
implementar políticas fiscales y monetarias adecuadas para enfrentar las secuelas de la
crisis financiera, varias economías emergentes, que ya tuvieron una desaceleración
importante en los últimos dos años, hallaron nuevas turbulencias tanto domésticas como
internacionales en 2017.

Sin embargo, algunos síntomas positivos han emergido recientemente. La zona euro
finalmente ha salido de una prolongada recesión y el producto interno bruto (PIB) comenzó
nuevamente a crecer; la economía de los Estados Unidos de América continúa
recuperándose; y algunas grandes economías emergentes, incluyendo China, parecen haber
evitado una desaceleración mayor e incluso podrían fortalecer su crecimiento. El producto
bruto mundial (PBM) se espera crezca en un 3,0% y un 3,4% en 2014 y 2017,
respectivamente.

Las perspectivas para la inflación son positivas. La inflación permanece relativamente


baja a nivel global, reflejando parcialmente el exceso de capacidad instalada, un alto
desempleo, la austeridad fiscal y un continuo proceso de desapalancamiento financiero en
las principales economías desarrolladas. Más aún, entre las economías desarrolladas, existe
una creciente preocupación respecto a una posible deflación en la zona euro, mientras que el
Japón ha logrado terminar con una deflación de una década de duración. Entre los países en
desarrollo y las economías en transición, las tasas de inflación son superiores al 10% sólo en
unas 12 economías, especialmente en el sur de Asia y África.

El alto desempleo continúa como desafío central: La situación del empleo a nivel global
continúa siendo negativa, con los efectos de la crisis financiera todavía presentes en los
mercados laborales en muchos países y regiones. Entre las economías desarrolladas, la
situación más crítica se observa en la zona euro, donde las tasas de desempleo han
alcanzado hasta un 27% en Grecia y España, y un desempleo juvenil superior al 50%. Por su
parte, la tasa de desempleo se ha reducido en los Estados Unidos, pero permanece elevada.
En los países en desarrollo y las economías en transición la situación del desempleo es
mixta, con un desempleo estructural extremadamente alto en el norte de África y Asia
occidental, particularmente entre los jóvenes. Altas tasas de empleo informal así como una
pronunciada brecha de género en el empleo, continúan caracterizando los mercados
laborales en numerosos países en desarrollo. En este contexto, diversos países están
realizando esfuerzos concertados para mejorar las condiciones del empleo, como por
ejemplo alineando las políticas macroeconómicas en forma apropiada a las condiciones
domésticas y dando pasos para promover avances en productividad e innovación. Sin
embargo, serán necesarias inversiones públicas adicionales en materia de entrenamiento y
capacidades para reintegrar a los grupos que han sido excluidos del mercado laboral

CONTEXTO REGIONAL

América Latina entró en un período político de grandes potencialidades emancipadoras,


cuyos contornos y desarrollo aún están en construcción y disputa. Las dificultades son
inmensas, pero se trata de una oportunidad histórica única para conquistar nuestra segunda
y verdadera independencia. En ese contexto, la cuestión de la integración es clave para
definir el rumbo político que tomará la región.

Cuatro procesos

Conscientes de los riesgos de toda comparación histórica, pero con la intención de subrayar
la importancia del período actual, podemos apuntar, como otros autores ya lo hicieron, que
esta es la cuarta vez en los últimos doscientos años que en nuestra región se vive una
oleada emancipadora. Es obvio que no fueron procesos homogéneos, pero su denominador
común fue su alcance regional y su potencial ruptura con el orden colonial e imperialista.

El primer proceso emancipatorio se registró cuando las luchas por la independencia, que
tuvieron su epicentro entre los años 1810 y 1830. Conquistamos la independencia formal de
España y Portugal, pero no rompimos las cadenas de la dependencia económica que nos
ataban a la otra metrópoli que, en breve, se convertiría en el imperialismo hegemónico. La
segunda andanada se expresó en el ascenso del nacionalismo en los años 1930-1940. Ese
nacionalismo intentó crear las bases materiales para la independencia económica, pero le
faltó una voluntad política que la llevara hasta el final. Así, pasada su primera fase, se
transformó en un fracasado proyecto que, sin rechazar la dependencia, pretendía impulsar
un desarrollo asociado al imperialismo. El tercero se abrió con la Revolución Cubana de
1959. Este proceso tuvo un tremendo impacto político-ideológico sobre la región y generó
nuevas condiciones para realizar la tarea propuesta por Mariátegui (desde Perú, en 1928) de
pensar un socialismo indo-americano como una creación heroica y no como calco y copia de
doctrinas importadas de las metrópolis. No se consiguió sortear, sin embargo, el feroz cerco
de dictaduras militares que el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales a él
aliadas impusieron a la región en las dos décadas que siguieron.

Cada uno de esos procesos tuvo sus conquistas, sus limitaciones y sus derrotas. Lo nuevo
que se presenta es que se puede reunir, de una sola vez, condiciones económicas, políticas
e ideológicas para generar un proyecto de emancipación de escala regional. Para discutir
cómo conseguirlo, vamos primeramente a detenernos en el análisis de los antecedentes del
actual período, lo que nos dará una visión más clara sobre las condiciones bajo las cuales
tenemos que operar.

En nuestra región la coyuntura dio un giro. Hay un despertar de los pueblos y el


neoliberalismo es por aquí un proyecto puesto en jaque. La línea del tiempo de la coyuntura
actual la podríamos comenzar en diversos puntos. Y ciertamente, dependiendo de la
ubicación geográfica de quien observa, habría percepciones diferentes de acuerdo con las
experiencias nacionales. El antecedente más distante podría ser el Caracazo de 1989 en
Venezuela, primera revuelta masiva contra un ajuste neoliberal, sangrientamente reprimida
por el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Entre los antecedentes,
estaría, con seguridad, el levantamiento indígena zapatista mexicano contra el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en enero de 1994. Pero, será la rebelión
popular en Cochabamba, Bolivia, en 2000, contra la privatización del agua, la que ponga en
evidencia de forma más clara que ya se había alcanzado una nueva coyuntura, donde la
presión popular era capaz de bloquear la aplicación del programa neoliberal. En esa
cronología habría que poner igualmente los momentos, desde finales de la década pasada,
en que movilizaciones populares echaron a presidentes neoliberales en Ecuador, Paraguay,
Argentina y Bolivia; y cuando los pueblos, mediante su voto, buscaron alternativas,
comenzando con las elecciones venezolanas de 1998, cuando Hugo Chávez fue electo
presidente de Venezuela, en una serie que creció expresivamente en los últimos años con
Brasil, Argentina y Uruguay, y tuvo su momento alto con la reciente elección de Evo Morales
en Bolivia.

Ahora bien, que haya cuestionamiento y oposición al neoliberalismo no quiere decir aún que
otro proyecto ya esté claramente en marcha, lo que significa es que ese programa se agotó
porque no ofrece más perspectivas de gobernabilidad, al menos en un marco democrático,
por lo que está abierta la temporada de formulación, construcción y aplicación de
alternativas. Por otro lado, no hay un programa alternativo ya listo y válido para todos los
casos. El desenlace de la coyuntura dependerá de la constitución de voluntades políticas
capaces de impulsar a cada país y a la región hacia un proyecto de superación del
neoliberalismo; y serán «capaces» si construyen mayorías políticas. Por ello, el tema clave
es el de la «hegemonía» en los procesos nacionales. Sin embargo, tampoco quiere decir que
en el proceso de ese parto no estén presentes ya indicaciones del sentido general de los
cambios. Por ejemplo, no es un detalle menor que en la Cumbre de Presidentes de Mar del
Plata, en noviembre de 2005, el presidente Bush mismo, con la ayuda de sus testaferros
regionales –con el mexicano Vicente Fox a la cabeza–, no haya conseguido forzar el reinicio
de las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), bloqueada por la
oposición de los gobiernos de Venezuela y del MERCOSUR. Téngase en cuenta que el
ALCA era, desde el tiempo del auge neoliberal, la principal estrategia imperialista para
completar su dominación sobre la región. Por las cuentas de Clinton, primero, y de Bush,
después, en el año 2005 estaría vigente el ALCA para todo el continente (excluyendo a
Cuba), al igual que en 1994 lo estuvo el TLCAN. No se logró y no hay perspectiva de que se
pueda retomar a corto plazo.

Lo que le resta a los Estados Unidos es presionar a los gobiernos nacionales más
susceptibles a su coerción –Chile, Colombia, Perú, países de América Central y República
Dominicana– para imponer tratados bilaterales de libre comercio. Esto que es un avance del
imperialismo norteamericano por las partes de menor resistencia (gracias a la presencia de
gobiernos entreguistas) es también su confesión de derrota en relación al todo.
Imperio empantanado

Hay muchos indicios de que el auge del imperialismo norteamericano ya pasó. Su principal
argumento –su capacidad de despliegue militar convencional– se empantanó en Irak. Sus
políticas para el mundo árabe y el musulmán fracasaron al no estabilizar un arco de aliados
estratégicos; al contrario, han introducido nuevos elementos de inestabilidad para sus
antiguos aliados. Por haber entrado militarmente de forma maciza, no tiene cómo salir tan
temprano de allá y todo indica que no cuenta con fuerzas suficientes para dos frentes de
conflictos agudos al mismo tiempo.

El unilateralismo de su política internacional despertó el «nacionalismo» en otras potencias


capitalistas que, sin capacidad de enfrentarle militarmente, sin embargo, se ven tentadas a
buscar un nuevo mapa geopolítico –osadía facilitada por la ausencia del «peligro
comunista»–. Su economía (tomada individualmente) continúa siendo la principal del planeta,
pero en declive y con problemas crecientes, cada vez más dependiente del financiamiento
del resto del mundo, en particular de China.

CONTEXTO NACIONAL – BOLIVIA.

El pueblo boliviano se encarga de salvarse a sí mismo, pero queda aún la labor de romper el
yugo de la incomprensión y desconsideración internacionales. Y no es que tan solo se trate
de explicar la retórica principista y la ideología socialista del gobierno boliviano frente al
mundo, sino que queda por resolverse el legado de la sumisión lucrativa que está sellado en
las relaciones externas de Bolivia.

Por años, la agenda que Bolivia desarrolló con los centros de poder mundial fue una de
unilateralidad, donde el comportamiento económico, político o financiero de Bolivia era
premiado con asistencia financiera o comercial. Últimamente, se usó el anzuelo del libre
comercio como Paititi a la genuflexión funcionaria boliviana. Las misiones que se llevan a
cabo bajo este modelo sólo tendrán como resultado la confirmación de la unilateralidad de
siempre, o un simple “vuélvase mañana”. Acordémonos que los negociadores internacionales
sólo responden a la pregunta que hubiesen querido que se les pregunte, y no entienden
cambios en las bases de negociación que no han sido cultural y políticamente absorbidas.
Por esto, se requiere la definición de lo que significan los cambios que se dan en Bolivia en
un contexto mundial.

Un país con una superficie geográfica semejante a California y Tejas, y con tantos o más
recursos naturales, no puede continuar negociando bajo apariencias irreales de una isla del
Caribe. Bolivia tiene que definir su política exterior de acuerdo a su realidad revolucionaria
actual, su importancia geopolítica y su potencial económico, imponiendo este criterio en una
negociación pragmática de temas que componen lo que se denomina “la nueva agenda
bilateral” frente a éste u otro país. Sólo así se romperán las cadenas del desentendimiento de
los intereses bolivianos en el mundo. Con valentía y un istinto de estadista lúcido, el
presidente Evo Morales carga en sus hombros todo el peso de transmitir el nuevo mensaje
que muchos sabemos es el correcto para Bolivia. No obstante, se requiere de una política
enunciada bajo los canales de la diplomacia proactiva, la comunicación moderna, y una
metodología eficaz, más que un discurso plenipotenciario. Es allí donde se tiene que partir de
los tres pilares que explican las acciones que a diario se toman en Bolivia. Primero, la
búsqueda de un desarrollo económico equitativo e inclusivo que tiene como meta la
erradicación de la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades infecciosas. Segundo, la
resolución de la crisis social que tomará de 10 a 15 años en aclararse y en satisfacer las
necesidades de la mayoría indígena. Y tercero, la promoción de la
gobernabilidad democrática mayoritaria, participativa y transparente que empezará con la
refundación de la república. Por esto se nacionalizan los hidrocarburos; se distribuyen las
tierras improductivas; se investigan las fortunas mal habidas; se cuidan los bosques, las
fronteras y la naturaleza, y mucho más.

El obstáculo crucial a la efectividad de este enunciado es la falta de identidad cultural que las
misiones bolivianas en el exterior muestran a diferentes niveles. Se tiene que empezar,
entonces, a democratizar estas instituciones ante las comunidades emigrantes,
mayoritariamente indígenas y contribuyentes de más de mil millones de dólares en remesas
al país por año. Pero, principalmente, se debe exportar, a través de estas misiones, la
Cultura Bolivia. El mundo entero, fascinado con la representatividad del presidente de los
bolivianos, no espera menos que constatar esa identidad cultural que permitirá a Bolivia
expresarse mejor. El más grande impedimento en las negociaciones internacionales, es la
falta de identidad cultural que se trasmite. Muchos funcionaros dan la impresión de hablar por
sí mismos, sin peso ni respaldo de lo que históricamente sucede en Bolivia, faltando el
entendimiento y la articulación de lo que es el Plan Boliviano y su vigencia en el mundo.

La conformación geopolítica del hemisferio occidental responde a la dirección político-


económica trazada por países como Costa Rica, Chile, Brasil, Argentina, Cuba, Colombia y
Uruguay, además de la expectativa sobre los posicionamientos de Bolivia, Méjico, Perú,
Ecuador y las naciones de Centro América y el Caribe.

En la actualidad se destaca la dirección independista y estatista de naciones como Bolivia,


que despiertan, al mismo tiempo, aguda crítica y apoyo de centros de poder mundial en
Europa, Asia y, por supuesto, el hemisferio occidental. La genuina, transparente, e
históricamente justa proyección de la política boliviana, con su emergente democracia
participativa- nunca antes vista en este país andino- da campo de respiro al gobierno
boliviano en su afán de promover justicia social por medio de un cambio en las ecuaciones
políticas y económicas nacionales.

En el caso de los EEUU, la ideología política boliviana y sus manifestaciones


principistas toman segundo plano a las consecuencias- incluso percibidas- que las medidas
políticas y económicas adoptadas por el gobierno boliviano tienen en el hemisferio y el
mundo. El mensaje boliviano debe ser claro a los centros regionales (Brasil y Argentina),
hemisféricos (EEUU y Méjico) y mundiales (Europa y Asia), y debe constituirse en lo que
damos por llamar: el anhelo boliviano.

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