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Actitud
Yo no estoy muy cómodo con la palabra orador porque trae a mi mente imágenes
de una persona dinámica, bien parecida, poderosa, motivadora e increíblemente
hábil parra expresarse, que conmueve a un auditorio con la belleza de su
presentación. Todos estaríamos buscando nuevos trabajos, incluyendo a la mayoría
de los padres de nuestra fe, si esta fuera la descripción del trabajo de un buen
orador. Yo estoy más cómodo con la palabra comunicador porque le da menos
importancia al hablar y mas al ambiente total de expresar el mensaje.
Estudios indican que en el arte de la buena comunicación y la persuasión, la actitud
es mucho más importante que las palabras. Todos nosotros hemos escuchado
presentaciones de oradores mediocres, pero hemos sido conmovidos por la
integridad de la persona. Hay momentos en que he escuchado un sermón y he sido
conmovido hasta las lágrimas más por la pasión y el entusiasmo del orador que por
las palabras.
Si tú quieres hablar a los jóvenes con eficacia debes vivir lo que enseñas y
comunicar el hecho de que genuinamente te preocupas por ellos.
Tu actitud es el factor decisivo en si alguien te va a escuchar o no.
Los jóvenes responden mucho mejor al mensaje no verbal que la presentación
verbal. Yo estuve hablándole a un grupo grande de una denominación, en la cual
dos oradores principales habían sido puestos uno detrás del otro. Un profesor iba a
dar un discurso de 45 minutos, entonces una canción, y después yo. Sobra decir
que fue una manera patética de poner a los oradores. El profesor se paró para dar
su discurso ante una gran muchedumbre en este gran centro de convenciones. Él
tomó su discurso de 14 páginas muy bien escritas a máquina y lo leyó completo.
Nunca se dio cuenta de los rollos de papel sanitario que volaban por el balcón.
Cuando estaba llegando al final, por lo menos la mitad de los muchachos estaban
hablando y muchos caminaban alrededor del auditorio. Estoy convencido de que
algunos de ellos ni siquiera se dieron cuenta cuando él se sentó.
El contacto visual es tan importante como las palabras.
Si te estás preguntando qué me pasó ese día; yo reduje mi discurso de 45 minutos
a 20 con una historia de la Escritura y unos puntos humorísticos y un punto serio.
Todavía no estoy seguro de si su ovación fue por mi mensaje o por el hecho de que
ellos querían salir del centro de convenciones para el receso.
El mensaje no verbal del contacto visual de una sonrisa, de una lágrima o aun de tu
pose, es lo que hace la diferencia entre un buen orador y uno mediocre. Usar notas
está bien, pero conoce bien tu material para que las mires pocas veces. Cuando
hablas a los muchachos debes pasar detrás del púlpito el menor tiempo posible.
Cualquier cosa entre tu auditorio y tú se convertirá en un medio para una buena
comunicación.
Hay tres palabras griegas que nos ayudan a entender la importancia de nuestra
actitud en el mundo de la comunicación con los jóvenes y estas son: ethos, pathos,
y logos.
Cada charla a una persona joven debe tener todos estos elementos dentro del
discurso. Ethos es el factor de credibilidad. Los jóvenes se preguntarán: ¿Puedo
confiar en usted? Nuestra palabra ética viene de ethos. ¿Somos personas éticas?
¿Creemos nosotros que estamos alentando a los jóvenes a creer? ¿Hay evidencia en
nuestra vida y presentación que podemos ser confiables?
El segundo elementos el pathos. Esta palabra connota empatía. Los jóvenes se
preguntan: ¿Usted de verdad se preocupa por mí ¿Me entiende? Para hablar con
eficacia a los jóvenes debemos ganarnos el derecho de ser escuchados. Yo me he
dado cuenta en nuestro grupo de jóvenes, que si me reunía con uno de ellos
durante la semana e él sentía que yo me preocupaba, él se sentaba más cerca del
frente. Cuando hablamos a nuestra gente, ellos deben saber que los queremos y
que nos identificamos con ellos.
El tercer elemento de la actitud en la comunicación es logos o la Palabra. Si los
muchachos saben que somos sinceros y que los queremos, entonces nosotros les
podemos dar la verdad. La proclamación de la Palabra es esencial, pero recuerda
que a las personas no le importa cuánto sabes hasta que ellos conozcan cuánto te
preocupas por ellos. Asegúrate de que cuando presentas la Palabra, lo haces en un
nivel que los jóvenes entienden. Yo resumiría estas tres palabras, ethos, pathos y
logos, en una simple oración: Siempre sé tú mismo, siempre ama a tu auditorio y
siempre haz tu tarea.
Organiza tu mensaje
El consejo más importante que te puedo dar para cuando prepares un mensaje es
que seas sencillo. La sencillez es el factor principal en una buena presentación. Creo
que la razón por la cual recordamos tan bien las palabras de Jesús es porque eran
sencillas. Jesús usó frases cortas. Él le hablaba a la persona común. El Sermón del
Monte es brillante por su sencillez.
El segundo consejo es que seas breve. Sólo porque la clase de la escuela dominical
dura una hora no quiere decir que tengas que hablar la hora completa. Debido a la
invasión de los medios de comunicación en la vida de los jóvenes, su capacidad de
concentración es alrededor de diez minutos.
La idea central
Todo tu auditorio no estará ansioso por oír lo que vas a decir. Ellos vienen al grupo
de jóvenes con otras cosas en mente. Algunos han tenido peleas con la familia.
Otros están exhaustos por no dormir y algunos vienen a la reunión porque quizás
ven el potencial de poder salir con alguien. Otros no están seguros de que lo que
dices vale la pena. Tu introducción debe realmente captar la atención. Necesitarás
en muy poco tiempo (en los primeros 30 segundos) ayudarlos a hacer la decisión de
escuchar lo que tienes para decir. Puedes darles una estadística sorprendente, una
pregunta punzante o relatar una anécdota interesante para crear curiosidad en
ellos. Cualquier cosa que escojas varía tu método y hazlo interesante. Convéncelos
en los primeros treinta segundos de que necesitan quitar su mente todo lo demás y
que te escuchan. En esa introducción debes presentar la idea central.
Después de la introducción puedes desarrollar la idea central con uno o varios
puntos principales. Para los jóvenes, mientras más puntos tengas más confuso será
el mensaje. Asegúrate de que el punto principal explica detalladamente la idea
central. El punto principal, por lo general, incluirá una escritura de la Biblia, una
explicación y una ilustración. El trabajo real del cuerpo principal es exponer la idea
central. Nosotros cometemos un error cuando ahogamos a los jóvenes con
demasiados puntos.
Cada charla debe tener una aplicación. Esto es lo que a mí me gusta llamar el ¿y
que? de la charla. Debemos dar a los jóvenes oportunidad para contestar. Si tú
estás hablando acerca del hecho de que el llamado a Cristo es el llamado a servir,
entonces después de la charla debes tener una hoja para que firmen para la
próxima misión o proyecto de servicio. La comunicación verdaderamente efectiva
trae resultados.
La recta final
Ilustraciones de apertura
Escritura
Ilustración
Explicación
Aplicación ¿Y ahora qué? ¿Cómo esto se aplica a mi vida, y qué puedo hacer?
Conclusión
La ilustración más poderosa (directa) que apunte hacia la idea central. ¿Qué deseas
que ellos recuerden?