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Nos perseguían con batallones de tropa y por el aire con aviones ametrallándonos
[…]
Rosa María
Una larga guerra está por terminar. Iniciadas en noviembre de 2012, en unos días
debieran llegar a su fin las negociaciones de paz entre las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Santos, dando así por
concluido el alzamiento armado de mayor duración ocurrido en este continente:
más de 60 años.
Casi todos lo celebramos, pero me parece que la imagen que muchos tienen de
las FARC es la de un grupo militar profesional que en nombre de una ideología y
una estrategia inviable cometió crímenes contra el pueblo. Quizá. Pero la realidad
es que estamos presenciando la terminación negociada de lo que en un principio y
por dos décadas fue una guerra netamente campesina, un curso de autodefensa
armada forzada por la barbarie de los hacendados y el gobierno.
La Ley 200, de 1936, que debía permitir el acceso de los sin tierra a terrenos
incultos, en la práctica no operó, pero sí frustró a los solicitantes y radicalizó la
lucha. A los hacendados los representaba el Partido Conservador, mientras que el
Partido Liberal y en particular uno de sus líderes, el doctor Jorge Eliecer Gaitán,
apoyaban la causa campesina.
“La primera guerra son precisamente los grandes genocidios cometidos en el país
[…] Entonces siguió la violencia, la matanza de la gente, la quema de casas […] Y
principió la gente que estaba sufriendo mucho a echarme de menos porque yo
andaba escondido en las cuevas por allá en los montes ‘¡Ay! Si viniera el
compañero’ […] Entonces resolví un día, en la Vereda de Valencia, convocar a la
mayor gente que hubiera sin decir que era yo […] Cuando asomé, la gente
principió a mirarme y a creer que era mi espíritu […] ‘¡No compañeros, no es mi
espíritu! ¡Soy Juan de la Cruz Varela en carne viva!’. Entonces les di instrucciones
para que nos organizáramos y para la autodefensa y me aplaudieron. Esta fue una
reacción totalmente espontánea ante las grandes matanzas y la quema de casas.
Me fui de Vereda en Vereda, en forma clandestina, y veía que mataban gentes,
niños, mujeres, quemaban las casas […] Y fui recogiendo la gente y más me
enfurecía […] Entonces organizamos la defensa y principiamos la pelea y duramos
tres meses resistiendo en la Vereda de El Palmar.”
El episodio final de la que Varela llamó “la primera guerra”, porque después hubo
otra cuyo epicentro estuvo en Marquetalia, fue la ofensiva militar de febrero de
1953 sobre los asentamientos en autodefensa armada que obligó a los resistentes
a escapar por las montañas. Así lo relató el líder:
En el terrible éxodo todos sufrieron. Pero por fortuna no todas las mujeres
perdieron a sus hijos. Este es el testimonio de Rosa María:
“Eso fue en 1953 […] Nos perseguían con batallones de tropa y por el aire con
aviones ametrallándonos. Huimos talando monte, subiendo y bajando por altos
precipicios, prendidos de bejucos […] Y así fue como murieron muchos niños y
ancianos desnucados porque se desvanecían y caían encima de las piedras, pues
pasábamos días sin probar comida. Pero en esa huida también nacieron muchos
niños entre las montañas, bajo el agua, el sol y el sereno de la noche.
Casualmente esa huida la hice yo cuando apenas tenía dos días de nacido mi hijo
Jorge. Me tocó coger la montaña enseguida […]”
“Yo recuerdo que después de la muerte de Gaitán y sin que nadie me invitara me
matriculé en el partido comunista. Porque murió Gaitán, murió el compañero
Valencia y yo perseguido y víctima de una infinidad de atentados, no podía dejar
que el movimiento agrario se perdiera. Entonces, en esta situación, pedí mi
aceptación al partido. Conservo la contestación que fue en 1952, cuando ya
estábamos en plena guerra […]”
*Al profesor Julián Sabogal le debo que me haya facilitado la amplia investigación
de Rocío Londoño
sobre Juan de la Cruz Varela, de la que provienen los testimonios que cito en este
texto.