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Resumen: Se realiza una propuesta de relacionamiento entre los imaginarios urbanos y las obras de
arte como vías de estudio y de exploración de la imagen de la ciudad. Partiendo de los modos
vinculantes en que ambas construcciones culturales urbanas representan la ciudad, sus atributos
urbanos; se estudia algunos casos concretos de imaginarios urbanos presentes en obras de arte en
Venezuela. Se explora además el relacionamiento entre los imaginaros urbanos y ciertas obras de
arte para teorizar este vínculo extraordinario que ha conducido a la naturalización de las imágenes de
la ciudad, así como también, a la exacerbación de algunos conflictos generados en esos espacios
urbanos. Se exponen en función de los aportes que brindan la historia cultural urbana y su aceptada
ampliación del catálogo de fuentes para interpretar las imágenes de las ciudades. Esta propuesta se
centra en la necesidad de explorar con mayor atención la vinculación entre las mencionadas formas
de representación de la ciudad y en atención a la productividad que se gesta en la ciudad de Mérida,
Venezuela.
Palabras clave: imaginario urbano, historia del arte, representación, Mérida, pintura.
1.- Introducción.
Para el sociólogo urbano norteamericano Lewis Mumford (1895-1990), dos son las principales obras
de arte de carácter colectivo que el hombre en su historia habría creado: la Ciudad y el Lenguaje; en
ambos casos priva el principio de intercomunicación para esgrimir tan generalizada pero interesante
propuesta teórica.En la determinación y construcción de un modelo teórico que permita conjugar la
obra de arte, específicamente las producciones pictóricas y la ciudad a través de los imaginarios
urbanos, se hace necesario hallar una especie de mínimo común denominador que permita establecer
con mayor celeridad esas correspondencias, del mismo modo se trata de observar los procesos de
creación - configuración mutua entre la obra de arte y la ciudad en una escala proporcionalmente
Este capítulo forma parte de los avances de investigación del Proyecto Post Doctoral titulado
“Proyección teórica y metodológica de la imagen análoga. Del imaginario urbano a la
representación visual: Mérida en su naturalización conceptual” presentado y avalado por el Centro
de Investigaciones Post Doctorales de la Universidad Central de Venezuela (C.I.P.O.S.T) y por la
Red de Iberoamericana de Investigación en Imaginarios y Representaciones (R.I.I.R.), 2017
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directa, es decir, se busca exaltar la contención figurativa, escrita y expresiva de la ciudad traducida
en códigos dentro de la obra de arte, siguiendo por tanto una escala relacional directa y
argumentativa que platea una dualidad anclada entre lo general a lo específico (ciudad-arte). Ahora
bien, ¿qué sucede cuando se propone seguir un rumbo inverso, cuando se formulan esquemas de
lectura trazados en observar las maneras donde el arte puede construir o ayudar a construir la
imagende la ciudad?
Varias son las rutas exploratorias utilizadas para llevar adelante esta tarea, más aun, cuando en la
actualidad existen innumerables posibilidades para desarrollarlas en función del universo
representacional ejercido siempre por las ciudades, sus opciones, y su cultura urbana. Todo el
reservorio representacional de la ciudad hace que puedan ser analizadas desde disciplinas que tienen
en la imagen su principal recurso de trabajo, específicamente, la historia del arte. Se trata ahora de
plantearse como una tarea ineludible el relacionamiento eficaz entre la obra de arte —específicamente
algunas obras pictóricas— y los imaginarios urbanos, ambos modelos de representación de la ciudad
revisitadas como vías o rutas exploratorias de la ciudad en tanto valores visuales extrapolados en
construcciones culturales.
Es la ciudad en sus dinámicas sociales el escenario más abordado por los estudios especializados en
las relaciones y expresiones humanas, empero hasta hace relativamente poco tiempo las
disertaciones realizadas en función de la ciudad se centraban más que nada en tópicos orientados a la
historia de la reconceptualización del urbanismo, a las formas urbanas, así como también, a los
prospectos de ciudad elaborados en búsqueda de una determinación absolutamente funcional de ella
(Lindón 2007a, 32).
Más allá de esta aseveración histórica del pensamiento moderno, la subjetividad como estructura
aparentemente irracional del individuo obtuvo una reposición de sus posibilidades amparadas en
buena parte, en los ejercicios lógicos de creación (artística, literaria, etc.), donde estructuralmente la
imaginación complementa el espíritu racional en función de una aparente libertad de enunciación y
de creación que sin duda, cualifica al individuo, aceptando de esta formaser parte esencial de las
manifestaciones y creaciones del hombre.
Tanto la obra de arte como los imaginarios urbanos hunden sus raíces en principios visuales e
imaginativos, insertos ambos en el proceso de construcción cultural de la ciudad, lo cual supone a su
vez, una complementariedad inducida pero poco explorada de sus relacionamientos, aspecto este que
sin duda alguna puede arrojar principios metodológicos y protocolos de interpretaciónque afrontan
cualquier variable presente en la determinación de los imaginarios urbanos dentro de las obras de
arte, de cómo algunas pinturas mueven y promueven imaginarios urbanos de la ciudad.
Para lograr esta tarea, nos proponemos establecer en principio los modelos y argumentos que sirven
de estímulo para la configuración de los imaginarios urbanos, demostrando al mismo tiempo que
éstos funcionan de manera similar en los procesos de creación de obras de arte, específicamente,
aquellas que tienen como temáticas elementos vinculados con la ciudad y la cultura urbana;
asimismo, demostraremos cómo la profundización del análisis de las obras de arte y sus
consecuentes imaginarios urbanos pueden conducir a una lectura “profunda” de la ciudad, una vez
que se van despejando sus capas o sedimentos culturales que la conforman, develando así niveles
insospechados no solo de descripción de rasgos materiales y construcciones simbólicas, sino también
orientando otras maneras poco aprehensibles a primera vista complementadas extraordinariamente
en el relacionamiento obra de arte - imaginario urbano, para finalmente distinguir algunas
propuestas de lecturas de imaginarios urbanos contenidos en obras de arte que emplazan una especie
de núcleo duro de la imagen de la ciudad de Mérida, Venezuela.
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2.- Imaginario urbano – obra de arte. Valores visuales y mecanismos culturales de la ciudad.
La ciudad explicada desde sus modos de representación constituye sin duda alguna, una de las
temáticas de mayor asiduidad investigativa en los últimos tiempos. Tal proliferación de propuestas
de análisis van de la mano con la adecuación que para este tipo de iniciativas científicas ofrece el
campo de la historia cultural, más específicamente, de la historia cultural urbana, especie de sub-
campo de la historia especializada en establecer una apertura del catálogo de fuentes tradicionales
para el estudio de la ciudad. El urbanista venezolano Arturo Almandoz Marte, uno de los más
importantes investigadores latinoamericanos en historia cultural urbana, considera esta apertura
como una oportunidad de observar los fenómenos urbanos desde una perspectiva mucho más abierta,
lo cual involucracon suficiente objetividad al universo representacional de cualquier ciudad,
haciendo énfasis conceptual y metodológico en los géneros representacionales que se cimientan
desde los imaginarios urbanos (Almandoz 2002, 31)
Sin embargo, los más novedosos enfoques sobre los imaginarios urbanos parecieran encontrar una
especie de línea troncal en las investigaciones desarrolladas en la década del ochenta por el
antropólogo francés Gilbert Durand, quien plantea en su texto Las estructuras antropológicas del
imaginario. Introducción a la arquetipología general, una profunda disertación acerca de las
opciones teóricas - metodológicas que se pueden tejer a partir del análisis de la imagen, centrándose
en las determinantes perceptuales que generalmente terminan construyendo una organización casi
siempre jerárquica, donde la imagen se plantea como la matriz que desata variados procesos
vinculados a las representaciones, luego transmutadas en elementos más dinámicos, para finalmente
transformarse en reguladores de comportamientos sociales que en este caso denominará imaginarios.
La forma de organización que parte de la imagen tiene entonces según Durand al menos tres etapas
constitutivas que desembocan en la articulación de los imaginarios sociales, siendo el imaginario
urbano una forma de éstos; la primera etapa que parte de la aprehensión de la imagen contextual,
envolvente, o en todo caso, transformada en objetivo perceptivo por el ser humano se denomina
Imaginación: pensada según el autor como una experiencia de la conciencia con extraordinarios
valores cognitivos que desarrolla el ser humano en sus distintas etapas de socialización (Durand
2004, 31), por tanto, la imaginación constituye una capacidad humana, una manera de acceso a la
realidad y que en su niveles de interpretación de la realidad, permite estructurar la representación. La
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segunda etapa la denomina el autor justamente como Representación: observada como la forma en
que se traduce en un proceso simbólico una imagen mental en una realidad material.
La tercera etapa no es otra que el Imaginario: es una superación de la simple reproducción generada
en la representación, la define entonces el autor como la fuerza de esa transformación, productora
deimágenes paralelas a la imagen primigenia creada en el mismo proceso de imaginación, en otras
palabras, el imaginario es una fuerza actuante, no una simple representación, es la manera de
asimilar la realidad vivida y actuar en ella (Durand, 2004, 35 y ss).
La triada teórica disertada por Gilbert Durand conforma una buena parte de las estructuras
metodológicas implementadas en el tema de los imaginarios urbanos, no obstante, la amplísima
variedad de enfoques parten del vínculo notorio e ineludible entre la imagen, su capacidad
imaginativa y la creación/construcción de imaginarios como tramas de sentido generadas en la
interacción entre estos componentes propios de la subjetividad.
La compenetración metodológica entre el tema de los imaginarios urbanos, la conexión entre éstos y
las obras de arte como vías de estudio de las ciudades radica desde nuestra perspectiva en la
necesidad de encuadrar con mayor atención los verdaderos alcances que poseen las obras de arte en
la construcción cultural de la ciudad, pues no son solo expresiones circunstanciales o contextuales de
algún momentoepocal determinado, sino la vertebración de una serie de elementos representativos y
referenciales de la misma ciudad, los cuales disponen a su vez de los imaginarios urbanos como
insumos extraordinarios de configuración de sus temáticas urbanas. Por tanto, se puede señalar que
es mediante una operación de tensiones entre lo físico construido y lo simbólico de una ciudad donde
se articulan de manera complementaria las obras de arte y los imaginarios urbanos.
La tensión que genera el proceso material constructivo de la ciudad con las representaciones
simbólicas que el colectivo elabora de esas mismos procesos,define en ocasiones épocas enteras a
partir de la reverberación de las representaciones de la ciudad gestadas en esa fragua de carácter
social y colectivo, formulando incluso las prácticas y los discursos que rigen el devenir de las
ciudades (Lindón 2007 b, 9-10); por tanto, estamos en presencia de dos modelos que
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estructurancultural y simbólicamente a la ciudad, compartiendo una importante influencia cada una a
su vez en la otra.
Las obras de arte y los imaginarios urbanos comparten entonces al menos tres vertientes
conceptuales devenidas del ejercicio perceptivo de la ciudad y de sus referentes, es decir, parten de la
configuración de modelos casi siempre prefijados en la ciudad: en primer lugar, tienen un carácter
mayormente visual, en segunda instancia, apelan al concepto o decantación de ese núcleo central de
la imagen de la ciudad y finalmente, ambos están determinados a representar ciertos atributos
urbanos o quizás no tan reconocibles de la ciudad. Asimismo, cada una de esta triada de elementos
vinculantes viene expresada por la manifestación de otros argumentos descriptivos o enunciadores de
la ciudad es el caso de construcciones relacionadas con ideologías, valores, sentimientos, normativas,
leyes, símbolos etc, que recogen en su interior el parecer colectivo o individualizado de la ciudad
real, imaginada, idealizada, ideada e ideologizada.
Según Armando Silva, varias son las rutas conceptuales y metodológicas que permiten concentrar
esos “estímulos” que marcan la configuración de los imaginarios urbanos, siendo también una
importante condición de los procesos creativos con que el artista se encuentra al momento de
representar en su obra algún referente urbano o temática vinculada con la ciudad. Para efectos de esta
propuesta observaremos al menos dos estrategias, entendiendo que se trata de modelos de extracción
de imaginarios urbanos a través de métodos cuantitativos y en función de la carga simbólica que
concentran. El primero de estos los define el autor como “Miradas ciudadanas”, se refieren a: “los
análisis de imágenes visuales urbanas donde el sujeto de emociones se proyecta y se encuadra en lo
que mira—como en las que circulan en los medios representando paisajes urbanos— y busca
recolectar instantes urbanos en distintas épocas” (Silva 2007, 58)
Sin duda alguna, esta opción de análisis para la determinación de los imaginarios urbanos se traduce
al mismo tiempo en una importante tarea de reconocimiento de tales estímulos visuales, cognitivos y
simbólicos de la ciudad, puede incluso conducirnos a periodos históricos donde con mayor asiduidad
se teje esta imbricación. Consecuentemente, las costumbres sociales también forman parte de esa
miríada de estímulos enfrentados por el artista en un momento determinado, desprendidas a su vez
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de las “miradas ciudadanas”, incluso se puede asegurar que al configurar su obra, el artista elabora
una secuencia de códigos visuales que no hacen otra cosa sino representar valores culturales urbanos.
La siguiente figura planteada por Silva la denomina el autor “Croquis urbanos”, entendidos como:
“mapas de afecto ciudadano, son las formas de vivir la ciudad que habitan las mentes de los
habitantes según „puntos de vistas ciudadanos‟ (…) los croquis se refieren a situaciones de especial
carga imaginaria para distintas comunidades donde antes que la identificación priman los afectos”
(Silva 2007, 56-57 cursivas nuestras). Todo relacionamiento primigenio con la ciudad se deriva de
una asociación de referentes visuales aprehendidos de manera espontánea, y en muchos casos
devienen del universo de los afectos, no obstante, tal y como señala Silva, el ordenamiento de esos
referentes en la psiquis de quien los percibe, depende en gran medida de la fuerza visual, del carácter
y preeminencia simbólica que ejercen en el individuo durante ese proceso perceptivo.
Consecuentemente, existe entonces un principio determinado por los sentimientos de empatía, de
repulsa o incluso de desasosiego derivados todos de la consubstancialidad entre el sujeto y la ciudad.
La selección de ellos, su respectivo ordenamiento en un proyecto estético es el punto de partida de la
conjunción entre los imaginarios urbanos y las obras de arte, pues como señalamos anteriormente,
ambas maneras de representación cultural de la ciudad no son otra cosa sino la respuesta coherente a
la elaboración de códigos visuales, operaciones simbólicas y lingüísticas que hacen que en un
momento determinado puedan complementarse o incluso, embeberse una en la otra.
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literatura,con la intensión de obtener una radiografía mucho más generosa de la ciudad y de sus
fenómenos urbanos1.
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obra del pintor veneciano Canaletto, precisamente porque se centra en la representación de edificios
pintados por el maestro del “capricho” dieciochesco en 1754, los cuales constituyen una especie de
apología de la obra del arquitecto Andrea Palladio (1508-1580) en la región del Véneto italiano. Es
un paisaje urbano inducido que conjuga la representación pictórica de edificios imaginarios y
construidos que distinguen la región al tiempo que, es la representación pictórica de atributos
arquitectónicos que fungen como claros imaginarios urbanos edificados y proyectados doscientos
años antes pero que aún forman parte de la estructura cultural y de la memoria de la ciudad, de los
afectos del propio Canaletto y de lo que reconoce visualmente como cultura urbana de la ciudad de
Venecia.
La acumulación temporal de material simbólico en las ciudades, de sus opciones, de sus atributos y
de sus modelos de representación, fortalecen la conjugación de la producción física construida de las
ciudades y sus composiciones simbólicas en una poética que vigoriza las líneas vinculadas a la
creación cultural de la propia ciudad, en otras palabras, el arte de la ciudad y los imaginarios urbanos
se complementan en una figura que puede asimismo ser tratada como estructura metodológica de
comprensión y estudio de una ciudad, pues se apuesta decididamente al proceso de imbricación que
se teje entre ambas a través del tiempo.
Ahora bien, la adecuación de imágenes dentro del proceso de reciprocidad entre la obra de arte y los
imaginarios urbanos como rutas exploratorias de la ciudad, transformaen prioridad la necesidad de
observar los fenómenos urbanos desde distintas ópticas al atender la profundidad de la mirada que se
quiera trazar. Recientes estudios vienen señalando la importancia de la deconstrucción de las
imágenes de la ciudad, en tanto, se prioriza ahora la necesidad de observar no solo el componente de
los afectos y del ordenamiento en ocasiones sosegado de sus imaginarios. Este campo de lucha
simbólica que son las imágenes urbanas, no son necesariamente la realidad de la ciudad, sino una
representación de esa realidad que en muchos de los casos, intentan homogeneizarla en un solo y
gran modelo estereotipado de imagen urbana,no son falacia pero tampoco son absolutamente ciertas.
Desde luego, si se construyen solamente desde los afectos, se transforman en especies de relatos
anecdotarios de sus historias urbanas, de sus aprehensiones más vívidas experimentadas desde el
plano de las emociones, dejando a un lado las representaciones e imaginarios que tienen
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orientaciones de otra índole, es decir, desde una mirada distanciada del fenómeno urbano, desde un
extrañamiento.
Una de las disertaciones más interesantes sobre la ciudad, sus representaciones artísticas y la
adecuación de los imaginarios urbanos en las producciones generadas surgió en las décadas de los
ochenta y noventa del siglo pasado, a partir de las consideraciones teóricas que buscaban explicar a
las Vanguardias artísticas de inicios del siglo XX y su vinculación la ciudad. Dentro de la forja social
que significó el desplazamiento de muchos artistas de sus ciudades natales, ya sea por obligación o
necesidad de supervivencia, curiosidad o simple deseo de formarse; así la aprehensión con las
nuevas ciudades que les acogieronllevó a la crítica especializada a considerar que allí existió una
extraordinaria manifestación de distintas formas artísticas que encontraron en lo urbano una temática
muy bien sustentada. No obstante ello, la mayoría de estas obras son expresión “naturalizada” de la
ciudad, es decir, se formulan los atributos reconocibles y los conflictos dados en la propia ciudad,
mostrándose un acoplamiento de la obra de arte embebida de imaginarios urbanos dados por
sentados, aceptados y en todo caso, experimentados2.
En atención a ello, la ciudad es representada casi siempre como una imagen síntesis que conjuga los
atributos urbanos (arquitectónicos y simbólicos) recurrentemente de forma armoniosa, toda vez que,
se trata de la concreción de algunos principios culturalistas que encuentran a la ciudad como el
depósito de una relación social, donde las analogías visuales de esos atributos conforman un sistema
que con muy pocos cambios se mantienen el tiempo.
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En este sentido, para Adrián Gorelik existen algunos importantes artistas y escritores que lograron
crear representaciones objetivas de la realidad urbana que les significó esa nueva ciudad, a este
respecto señala: “Es, por supuesto, el caso de los collages del expresionismo o la Nueva Objetividad
alemana, que denuncian la metrópoli como universo de mercancías en el que tanto los objetos como
las personas aparecen desprovistos de vida propia (…) Es el caso también de James Joyce, con su
monólogo interior que convierte un simple recorrido por Dublín en un viaje por las ciudades del
mundo y del pasado” (Gorelik 2010, 211)
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4.- Imagen de la ciudad como combinación de representaciones (plásticas) e imaginarios
urbanos.
Dentro del devenir de las manifestaciones artísticas que tienen a la ciudad como tema central de sus
representaciones, nos encontramos con que existen pasajes históricos de extraordinario valor, ya sea
por sus aportes en el plano estético y artístico, o en su defecto, porque se trata de conjugaciones
extraordinarias de los valores construidos de las ciudades, de sus imaginarios urbanos más
representativos o referenciales transformados en materia pictórica. Esa revisión nos hace pensar en la
recurrencia de los modelos de naturalización de sus componentes urbanos, internalizados de manera
consiente o subconsciente en la psiquis de quienes proyectan la obra así como de quienes la
consumen como modelo operatorio de creación.
En este sentido, varias son las investigaciones que han procurado establecer las líneas troncales de la
recurrencia temática del paisaje y de los modelos urbanos presentes en ellos en la pintura
venezolana, uno de ellos constituye las disertaciones que el Grupo de Investigaciones en Arte
Latinoamericano (G.I.A.L.) de la Universidad de Los Andes adelantó durante la década pasada,
encontrando los fundamentos epistemológicos con que el tema del paisaje en Venezuela se
transformó en parte fundamental de la memoria cultural del país, asistiendo con ello, a la
sustentación de las más importantes propuestas de estudio interdisciplinares con aportes desde la
arquitectura, la literatura, los estudios urbanos, la historia y desde luego, la historia del arte.
Para Aura Guerrero Rodríguez (2005) el tema del paisaje como memoria cultural en Venezuela
puede rastrearsecomo una especie de imaginario visual, presente en la propia pintura elaborada en el
territorio nacional durante la colonia. Es el caso de la revisión exhaustiva que realiza la autora de los
fondos paisajísticos de algunas pinturas seleccionadas exprofeso, encontrado incluso su proyección
en el tiempo en ciertos pasajes de la historia del arte nacional durante el siglo XIX. Varias son las
razones que expone para esa recurrencia temática en el arte venezolano, no obstante, su mirada se en
la influencia que ejerció la pintura flamenca en la iconografía popular desarrollada en esta zona del
hemisferio, asimismo, en la adecuación que supuso de entrada la incorporación de ciertos atisbos
paisajísticos de distintas zonas geográficas de la actual Venezuela como recurso técnico y expresivo
del arte desarrollado, cuyas estampas alusivas a temas religiosos sobre marcos escenográficos
urbanos se transformaron en modelos operativos de importante difusión en la mayoría de los
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territorios.De este modo, la adecuación técnica para representar temáticas casi siempre relacionadas
con advocaciones religiosas, sirvió en determinados momentos para el ajuste e incorporación en los
fondos empleados de elementos referenciales vinculados con el paisaje de algunos lugares, así como
también de representación de marcos escenográficos paisajísticos y arquitectónicos, correspondiendo
a la selección y ordenamiento de imaginarios urbanos activos como expresión y voluntad histórica.
Es bien conocida dentro de la tradición historiográfica del arte colonial venezolano, la importancia
que tuvo la llamada “Escuela de los Landaeta”, notable familia vinculada a labores artísticas en la
Caracas del siglo XVIII.Antonio José Landaeta, pintor activo durante esa centuria pinta la”
Inmaculada Concepción”(ver figura1, Antonio José Landaeta “Inmaculada
Concepción”,1798óleo/tela. Fuente: Duarte y Gasparini. 1989.Historia de la Catedral de Caracas.
Pág. 115), donde se puede apreciar en la parte inferior de la pintura como el artista incorpora la
representación de dos fachadas de iglesias que parecieran flanquear a la imagen mariana, se trata de
dos pequeñas imágenes alusivas de separadas por una bahía cuya profundidad se pierde en el propio
cuadro.
Del lado izquierdo encontramos la “ermita” (Boulton 1975, 214-216), imagen que hace alusión a la
iglesia de la ciudad de Coro, sede del primer Obispado de la Provincia de Venezuela, de ahí la
nominación “Corensis”, así como también es una insinuación a la ciudad que ostentó el título de
Primera Capital de la Provincia de Venezuela. Evidentemente, se está en presencia de una
intencionalidad pictórica con claros visos históricos, pues como se sabe posteriormente, será la
ciudad de Caracas la siguiente capital de la mencionada Provincia, cuya fachada de su principal
iglesia la incluye el pintor en el extremo derecho del cuadro denominándola “Caracensis”. Dos de las
ciudades más importantes de la historia colonial de Venezuela, separadas justamente por una
territorialidad importante, pero al mismo tiempo conectadas por el Mar Caribe; asimismo, a partir del
año 1777 se crea la Capitanía General de Venezuela, es decir apenas veintiún años antes de la
elaboración de la pintura en referencia. Por tanto, esta obra posee un extraordinario valor histórico
que puede ser extraído a partir de los principios expuestos de la Ciudad Análoga de elementos
naturalizados como opción representativa, de adecuación de importantes imaginarios urbanos y de
fuerte carga simbólica.
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Se trata entonces de una representación plástica que conjuga varios elementos importantes de la
naciente historia de las ciudades en Venezuela, sintetizada desde un ordenamiento jerarquizado de
planos, donde sin desconocer la advocación religiosa como tema fundamental, se incorporan otros
elementos considerados importantes para la memoria urbana, más aún, cuando este cuadro tenía
como destino ser mostrado en los espacios de la Catedral de Caracas. Se observa también la manera
en que sus referentes son adecuados y ordenados de tal manera que obedecen a lo que se viene
estableciendo como premisa de difusión de la fe católica, de mostrar edificios que sean familiares y
que al espectador le signifiquen profundamente en su proceso de socialización. En
Consecuencia,presenciamos una especie de afirmación visual enmarcada en imaginarios urbanos de
un momento histórico determinado, pues dentro de las muchas cualidades de los imaginarios
urbanos, éstos permiten contar historias y reconstruir pasados.
Como expresión consuetudinaria, los imaginarios urbanos y las obras de arte en función de su
reciprocidad en los temas urbanos suelen adaptarse de manera singular cuando existen estructuras
profundas que buscan firmemente generar una especie de simbología de consumo, es decir, cuando
se refieren a elementos que parecieran imponerse como una estrategia visual unidireccional pero
compuesta de valores absolutos, generados en el propio devenir de la historia. Cada período histórico
crea sus propias figuraciones imaginarias (Bailly 1989) las cuales resumen en buena medida las
disposiciones que esa sociedad determinada articula como modelo o estrategia de representación,
más aún, cuando éstas son generadas a lo interno de los estamentos políticos o gubernamentales que
regentan el poder; tal y como observamos en cuadro de Landaeta.
Más allá de que se trate de un tema religioso, el fondo como último plano de cuadro es una clara
muestra de las intencionalidades por destacar un proceso de unificación de territorios diferenciados
anteriormente, así como la expresión de un comienzo, con una nueva ciudad a la cabeza de ese
proceso. Tanto las palabras como las imágenes, traen consigo información adicional que es
susceptible de ser analizada y usada como vía de estudio de las ciudades, de sus historias, de sus
matices, sin embargo, pueden repetirse como una especie de continuidad cíclica, siempre y cuando
cumplan con al menos dos procesos adicionales: cuando se trate de un momento de cambios
históricos y cuando los imaginarios urbanos se junten de manera naturalizada para expresar y
configurar el núcleo duro de la imagen de la ciudad.
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Muchos de los anteriores argumentos referenciales de unión de imaginarios urbanos y de obras de
arte pueden precisarse en otras obras de arte realizadas en Venezuela, sobre todo, en aquellos
momentos en que las ciudades fueron objetos de cambios sustanciales de sus imágenes, siendo
manifestación de intenciones estéticas con fines sociales y culturales. Una de las singularidades más
interesantes de la historia urbana en Venezuela radica en que a excepción de la ciudad de Caracas,
cuya fisionomía urbana y modernización de sus principales edificios y espacios públicos tuvo entre
1870 y finales de 1880 su principal etapa de cambios de la mano del presidente General Antonio
Guzmán Blanco (1829-1899), el resto de las ciudades venezolanas no experimentaron mayores
cambios urbanos, sino a través de procesos de embellecimiento y agiornamiento de sus principales
atributos materiales urbanos. Habría que esperar a la década del treinta del siglo XX, donde se
comienza a observar con mayor asiduidad las transformaciones en las imágenes de las ciudades y por
tanto, la proliferación de nuevos imaginarios urbanos que no escaparán de la mirada atenta de los
artistas y de los escritores.
Es tan significativo e intenso el proceso de urbanización en esta país sudamericano, que la dinámica
que le llevó a una ciudad como Londres más de 150 años en urbanizarse siguiendo estándares
ajustados a los cambios y con la suficiente infraestructura para llevarlos adelante, Venezuela la
experimentó en 40 años sin estructuras sociales y educativas que permitieran reflexionar con la
suficiente profundidad tal fenómeno urbano (Almandoz 2006), siendo uno de los principales
desajustes de la realidad histórica nacional del siglo XX.
Mérida, ubicada al occidente de Venezuela, es una de las ciudades que mantuvo no sólo su
fisionomía urbana casi de manera inalterable desde el siglo XIX, al tiempo que, sus costumbres y
cultura urbana se transformaron en uno de sus principales blasones. Conservadora en sus ideales y
estrechamente vinculada con el entorno natural, fue forjando a través del tiempo una imagen de la
ciudad asumida como una especie de conjunción entre la exigua materialidad física construida y el
imponente entorno natural signado por montañas nevadas y variopintos paisajes. Esta imagen ha sido
motivo de estudios los cuales han arrojado como resultados preliminares que la imagen de esa ciudad
es una conjugación de imaginarios urbanos, mayormente escritos y pintados como opción
representativa desde el mismo siglo XIX y proyectados como una iniciativa prescriptiva en el propio
siglo XX, asistiendo así a uno de los procesos de naturalización de la imagen de la ciudad querecurre
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a analogías presentes entre el binomio entorno natural-paisaje urbano, así como también en
lasconstrucciones y obras de arte que se han transfigurado en el transcurso del tiempo en imaginarios
urbanos que definen la historia reciente de la ciudad de Mérida, siendo parte importante la
configuración escrita y pintada de sus atributos urbanos.
Consecuentemente, la ciudad de Mérida posee una serie importante de elementos que la distinguen
de otras ciudades venezolanas: posee el teleférico más alto y largo del mundo, su entorno montañoso
concentra las elevaciones naturales más altas del país, en sus espacios funciona la primera
universidad republicana, al tiempo que, en uno de los límites naturales de la ciudad se erigió el
primer monumento a la gloria del Libertador Simón Bolívar en 1842, aspectos estos que dan cuenta
justamente de algunos aspectos vinculados con su tradición histórica republicana, pero también, con
estructuras altamente conservadoras en sus extractos sociales y configuraciones imaginales 3.
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Al observar uno de los murales que el ucraniano pintó en la Catedral de la ciudad (ver figura 2 Iván
Belsky “Inmaculada Concepción”, 1963. Óleo/pared, nave de la Epístola Catedral de Mérida.
Fotografía Gabriela La Riva. 2014), podemos notar que se trata de una configuración de distintas
imágenes representativas de la ciudad, aspecto este centrado casi que exclusivamente en aquella
imbricación que envuelve a la ciudad de Mérida y a su entorno natural en una especie de unidad
estética.El pintor incorpora una panorámica del centro histórico de la ciudad, donde los renovados y
modernos edificios se conjuntan con la advocación religiosa de la Inmaculada Concepción.Valores
urbanos y representación plástica se mezclan en una intencionalidad prospectiva, en tanto que se
enseña este momento de la ciudad como un momento trascendental, reafirmando un pre-concepto
urbano y recurrente dentro de los imaginarios urbanos pero ahora renovado, cuya fuerza y
direccionalidad se centra en la unión de un modelo de modernidad arquitectónica, ahora representado
como continuidad de esquemas compositivos muy similares a los de la colonia.Es sin duda alguna,
una naturalización de objetos de afecto, más allá de que tengan una nueva fisionomía, siguen estando
en la memoria colectiva de la ciudad desde tiempos inmemoriales pero ahora revestidos de
imponente majestuosidad y mirando hacia el futuro como una visión prospectiva y prescriptiva,
como una ruta perenne a seguir.
Si se precisan algunos detalles del mural, específicamente a los pies de la figura mariana (ver figuras
3 y 4. Iván Belsky “Inmaculada Concepción”, 1963. Óleo/pared. Detalle izquierdo y derecho.
Catedral de Mérida. Fotografía Gabriela La Riva. 2014), encontramos que la flanquean la
representación pictórica de dos de los edificios más representativos de este momento en la ciudad
(Catedral 1946-58; Palacio Arzobispal 1933-51; Gobernación 1954-58; Rectorado 1953-58);
consecuentemente, se pueden establecer algunas conexiones históricas de procesos en donde se
transa una extraordinaria conjugación de imaginarios urbanos devenidos de los objetos de afecto y
proyectados como una opción moderna hacia el futuro, todas de la mano con un referente vinculante
a la historia de la ciudad como lo es la advocación religiosa.
Al señalar abiertamente que se trata de una representación de la ciudad de Mérida que atiende solo a
elementos naturalizados dentro de los imaginarios urbanos, estamos dirigiendo la atención al modelo
operatorio de adentramiento de esos referentes en el proceso creativo desarrolladopor Iván Belsky.Se
trata de la reafirmación de un modelo más bien conservador de ese mismo status quo que la ha
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signado a través de la historia, se sigue apostando al modelo urbano generador de imaginarios
urbanos más comunes y consecuentes en la historia de la ciudad. Por tanto, este mural es una de las
manifestaciones plásticas que resume en tanto imagen análoga naturalizada esos valores inmutables
de la ciudad, prefijados, formalmente definidos, donde las definiciones estilísticas de los cambios
operados se transfiguran también en imaginarios urbanos, como una especie de vellocino de oro, de
modelo habitual al que siempre se debe recurrir, donde el arte es la vía en que se
manifiestan,conteniendo así mismo la directriz del imaginario urbano presente tanto en los discursos
como en otras maneras narrativas y visuales de conformarlo.
Su propuesta aplicada desde la sociología, encuentra desde nuestro modo de ver, algunas
coincidencias con las estructuras que la imagen análoga en tanto que, ambas procuran profundizar la
mirada a la ciudad usando todas las estructuras culturales que contienen imaginarios urbanos como
expresión libre o consensuada de las distintas maneras de representar las ciudades, asimismo, ambas
parten del análisis de los espacios, organismos, y territorios que sirven de “superficies planas”
funcionando como lugar donde se concentran los imaginarios urbanos, por otro lado, coinciden en la
necesidad dedeconstruir la imagen generada, atendiendo los modos en que se van naturalizando esos
imaginarios. Como imagen dura o estereotipada, se mantiene en el tiempo casi de manera inalterada,
en consecuencia, existen estructuras metodológicas que ponen en un mismo plano esos modelos de
naturalización de las imágenes de las ciudades, siendo entonces una extraordinaria herramienta
metodológica para entender tales procesos de configuración, de sus valores visuales y de sus
construcciones culturales.
La razón radica en la necesidad de encuadrar con mayor atención y en función de perfilar una línea
de investigación, los verdaderos alcances que las obras de arte tienen como construcción cultural de
la ciudad, pues no son solo expresiones circunstanciales o contextuales de algún momento
determinado, sino que de la mano de los imaginarios urbanos transfigurados en verdaderos depósitos
de relacionamientos sociales y claves de entendimiento de lo urbano y de sus fenómenos. Se puede
incluso sintetizar algunos tipos de relacionamientos, en tanto se demuestre con suficiente asiduidad
que una obra de arte es un imaginario urbano o viceversa, apoyados en modelos de
complementariedad que permitan ser comprobados a través de métodos abiertos y generosos en la
interpretación.
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La imagen análoga como principio de conjugación de capas o sedimentos culturales en la ciudad se
transforma también en una vía de estudio novedosa que pone de manifiesto las estructuras
naturalizadas e incluso, puede adentrarse al mundo “des-naturalizado” de las imágenes urbanas; a
este respecto y como premisa consecutiva de esta investigación y de sus alcances, se hace necesario
formularse algunas interrogantes de un tema no agotado sino solo explorado brevemente: ¿qué
sucede con las imágenes que no entran en el universo de la naturalización, que pueden ser
consideradas como díscolas, poco referenciales o en su defecto, marginadas exprofeso porque no
conforman un bloque compacto con lo usualmente empleado?, sin duda alguna, estos entresijos de lo
urbano y de sus variopintas opciones ocuparán la atención de este proceso de investigación que
exponen solamente en este capítulo, algunas reflexiones de sus planteamientos, intentado siempre
modelar el imaginario urbano y la obra de arte como rutas exploratorias de la ciudad en función de
sus valores visuales y desde luego, de las construcciones culturales que las genera.
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