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BASES NEUROBIOLÓGICAS DEL ABUSO Y

DEPENDENCIA DE SUSTANCIAS

El abuso y dependencia de sustancias es un fenómeno universal que puede afectar a


cualquier persona, sin distinción de sexo, edad o condición socioeconómica y cultural.

Se han encontrado descripciones del consumo de sustancias tan antiguas como la palabra
escrita. A lo largo de la historia, se han utilizado drogas psicoactivas con fines curativos,
religiosos y hasta recreativos. Sin embargo, no fue sino hasta fines del siglo XIX que el uso
recreativo del opio, se convirtió en un problema de dimensiones epidémicas en China y
Europa.

A finales del siglo pasado, debido a los avances en química y farmacología, se sintetizaron
sustancias más potentes y altamente adictivas, como la cocaína y la heroína. Además, la
invención de las jeringas hipodérmicas permitió la inyección de drogas, logrando que sus
efectos fueran más intensos y se incrementara el riesgo de la adicción, adquiriendo nueva y
amenazante dimensión, puesto que el compartir agujas para el uso de cocaína, heroína o
metanfetaminas, constituye un vector importante para el desarrollo del SIDA en Europa,
Norteamérica y otros países.

Entre las enfermedades médicas del siglo XXI, el abuso de sustancias se ubica como una de
las más devastadoras y costosas, constituyendo ahora un problema tanto de salud como de
seguridad pública.

El informe mundial de la ONU sobre el consumo de sustancias ilegales durante 2002,


señala que alrededor de 180 millones de personas son dependientes de alguna sustancia
adictiva. Esta cifra abarca al 4.2% de la población mundial, de los cuales 144 millones son
adictos a la cannabis o sus derivados, 29 millones a las anfetaminas, 14 a la cocaína y 13.5
a los opiáceos, de los cuales casi 9 millones lo son a la heroína.

Las investigaciones científicas acerca del funcionamiento del cerebro y de la conducta en la


última década del siglo XX, permitieron grandes avances en el conocimiento del
mecanismo de acción de las sustancias adictivas, los efectos que producen en el sistema
nervioso central y periférico, así como en su aplicación para el tratamiento y rehabilitación
de las adicciones.

Abuso y dependencia de sustancias

Definición

La mayoría de las definiciones de farmacodependencia, drogadicción o del abuso y


dependencia de sustancias, incluyen:

1. El deseo incontrolable de consumir una droga (uso compulsivo).

2. Una serie de signos y síntomas que reflejan la pérdida de control sobre el consumo
de la sustancia, así como de conductas orientadas a la búsqueda de la droga.
Muchas de las personas que consumen una droga no se convierten en adictos, por lo que
conviene distinguir entre consumo, abuso y dependencia o adicción. Varios factores, como
los aspectos genéticos, la disponibilidad y acceso a las drogas, el patrón de consumo
(historia del abuso de sustancias) y las situaciones estresantes en la vida de las personas,
contribuyen a la evolución o transición del abuso de sustancias a la adicción.

Existen diversas reflexiones que tratan de definir y distinguir entre los términos droga y
sustancia, utilizadas indistintamente para referirse al problema.

El término droga permite distintas acepciones; anteriormente hacía referencia al uso


medicinal de determinadas sustancias utilizadas para el tratamiento de enfermedades, es
decir, productos naturales o sintéticos utilizados por sus propiedades terapéuticas. Pero
actualmente, el término adquirió connotaciones negativas que señalan problemas y que
anulan la anterior acepción.

Kramer y Cameron prepararon para la OMS definiciones del término droga, que sirven
como referencia para englobarlas. Según los autores, cualquier sustancia que introducida en
un organismo vivo pudiera modificar la estructura o la(s) función(es) de éste, es una droga.
El problema es que esta definición abarca multitud de productos, incluyendo comidas
habituales.

En nuestro contexto, se ha modificado esta definición tan genérica para definirla de la


siguiente manera:

² Sustancia química que altera la percepción, conciencia y emociones de un ser vivo.


Aún así, esta definición no es completamente satisfactoria.

Otra define a las drogas como:

² Aquellas sustancias cuyo consumo puede producir dependencia, estimulación o


depresión del sistema nervioso central y que dan como resultado un trastorno en la
función del juicio, del comportamiento o del ánimo de la persona.

El término droga desde el punto de vista científico es principio activo, materia prima. En
ese sentido podría compararse formalmente dentro de la farmacología y de la medicina con
un fármaco, es decir droga y fármaco se utilizarían como sinónimos.

Los fármacos son productos químicos empleados en el tratamiento o prevención de


enfermedades. La farmacología es la ciencia que estudia su acción y distribución en el
cuerpo humano. Los fármacos pueden elaborarse a partir de plantas, minerales, animales, o
mediante síntesis.

Desde un enfoque social, las drogas son:

² Sustancias prohibidas, nocivas para la salud, de las cuales se abusa y que, en alguna
forma, causan un perjuicio individual y social.
Como se observa en todas las anteriores definiciones, un elemento importante es la
intención y el propósito de alterar voluntariamente el estado mental y psicológico del
individuo, mediante la depresión, estimulación o distorsión de las percepciones
(alucinaciones) del sistema nervioso central.

Los esfuerzos para definir a las drogas se enfrentan con el problema del sitio de acción de
estas sustancias, ya que todas ejercen efectos sobre el sistema nervioso central y periférico,
alterando su funcionamiento y causando daños variados con el consumo crónico. Por esta
razón, indudablemente van a constituir un elemento grave y peligroso para la salud
individual, para la sociedad en general y lógicamente para la salud pública.

El abuso de sustancias, es el uso continuo y compulsivo, a pesar de los problemas físicos,


psicológicos, sociales o legales causados por el consumo. El abuso crónico de estas
sustancias puede llevar a la persona a la dependencia y adicción, estado en el cual se
requiere aumentar progresivamente la cantidad de sustancia que se consume para lograr los
efectos deseados, fenómeno clínico que se conoce como tolerancia. Éste es más marcado
con el abuso de la heroína y la cocaína.
Etimológicamente, adicción viene del latín addicere (añadir, hacer sumación). En la antigua
Roma el addictus, era una persona que había contraído una deuda y al no poderla pagar se
convertía en esclavo de su acreedor como forma de pago.

Actualmente, la adicción se define como la dependencia física o psicofisiológica a una


determinada sustancia química, cuya supresión causa síntomas de privación al individuo.
También se refiere a la dependencia de una sustancia como el alcohol y otras drogas o a
alguna actividad, hasta el grado que detenerla o suspenderla, resulta muy difícil y causa
alteraciones psíquicas y mentales graves.

Entendemos por dependencia psicológica:

El estado producido por una sensación de bienestar que impulsa a repetir de forma continua
la ingesta de una determinada sustancia, para producir placer o para reducir/evitar un
malestar.

Dependencia física es:

Un estado de adaptación del organismo en el que se necesita un nivel sérico de la sustancia


de abuso para su funcionamiento normal y que se manifiesta por la aparición de trastornos
físicos muy intensos que tienen características muy distintas (según el tipo de sustancia),
cuando se interrumpe su administración (síndrome de abstinencia).

Con el tiempo, la misma dosis de la sustancia de abuso irá produciendo cada vez menos los
efectos (iniciales) deseados por el usuario. Con objeto de seguir experimentando las
mismas sensaciones, la persona deberá consumir dosis progresivamente mayores
(tolerancia).

Además del importante costo en salud, el abuso de sustancias se considera un factor de alto
riesgo para una amplia gama de problemas sociales que impactan las tasas de delincuencia,
las actividades para y antisociales, la violencia intrafamiliar, las enfermedades por
transmisión sexual, el desempleo, los embarazos en la adolescencia y el bajo rendimiento
escolar; conflictos que elevan considerablemente el costo social del problema de la
farmacodependencia.

Bases biológicas de las adicciones

La célula nerviosa o neurona, es la clave principal en la actividad del sistema nervioso; ésta
conduce información tanto eléctrica como químicamente. Dentro de ella, la información
viaja a través del movimiento de una carga eléctrica, es decir un impulso.

La neurona tiene tres componentes principales:

² Dendritas: son fibras muy delgadas que salen de la célula y se ramifican para recibir
información de otras neuronas.

² Cuerpo de la célula o soma: en el interior del cual se llevan a cabo la mayoría de las
funciones básicas.

² Axón: fibra larga que transporta los impulsos nerviosos a otras neuronas.

El mecanismo subyacente a la transmisión de impulsos dentro de las neuronas, se basa en


diferencias de voltaje (potenciales de acción), que existen entre el interior y el exterior de la
neurona. Este potencial de la membrana se crea por la distribución desigual de partículas
cargadas eléctricamente o iones, de los cuales son los más importantes el sodio (Na),
potasio (K), cloro (Cl) y calcio (Ca); que entran o salen de la célula a través de canales
específicos de proteínas en la membrana.

Los canales se "abren" o "cierran" como respuesta a los neurotransmisores o a cambios en


el potencial de acción de la membrana. La redistribución de las cargas eléctricas cambia la
diferencia de voltaje a lo largo de la membrana celular, fenómeno conocido como
despolarización, que cuando excede cierto umbral, genera un potencial de acción (impulso),
que viaja a lo largo de la neurona en una sola dirección, esto es, hacia la terminal del axón.

Las investigaciones en neurobiología han logrado identificar los mecanismos reguladores


del comportamiento mediados por eventos que comúnmente se asocian con el placer en los
seres humanos. Éstos son llamados recompensas o reforzadores y se consideran como
factores primarios en la determinación del comportamiento normal.

El impacto subjetivo de los reforzadores, como las sensaciones de placer, pueden ser
consideradas como esenciales o irrelevantes sobre la conducta; pero el efecto motivador de
la recompensa sobre el comportamiento, es reconocido por investigadores en todo el
mundo. En general, los reforzadores positivos producen una conducta de acercamiento
conocida como motivación positiva. Los eventos que sirven como reforzadores negativos
o de castigo, generan conductas de alejamiento y se conoce como motivación aversiva.
El reforzamiento positivo, se asocia con un impacto hedonista placentero; mientras que el
reforzamiento negativo y de castigo, generalmente se asocia con uno desagradable.

Sistema Nervioso Central

El sistema nervioso central se compone por el cerebro y la médula espinal. Está constituido
como una unidad funcional, integrado por billones de células nerviosas o neuronas en
constante comunicación entre sí, mediante señales eléctricas y químicas.

Las neuronas establecen conexiones en distintas áreas del cerebro con funciones
específicas, formando circuitos o vías neuronales, cortas o largas, para enviar e integrar
información. Un ejemplo, es el circuito de recompensa, que se activa cuando una persona
recibe un reforzamiento positivo por alguna conducta, incluso, cuando consume alguna
droga adictiva.

El flujo de la información (eléctrica y química), desciende a través del axón neuronal hacia
la terminal. Esta parte terminal, por lo común establece conexión con las dendritas de
neuronas vecinas, transmitiéndoles la información química. Esta área de conexión es la
sinapsis, que también se puede presentar como una conexión con el soma o con el axón de
otras neuronas.

Sinapsis y neurotransmisión sináptica

Cuando un impulso eléctrico llega a la parte terminal del axón, produce la movilización
hacia la membrana de la neurona de vesículas que contienen neurotransmisores (v. gr.
dopamina); éstas se fusionan con la membrana terminal y liberan su contenido
(neurotransmisor) hacia el canal sináptico; una vez en este sitio, la dopamina se une a
proteínas específicas que funcionan como receptores, localizados en la membrana de una
neurona vecina. Posteriormente, el neurotransmisor desocupa el receptor y es removido de
la hendidura sináptica por las bombas de recaptura (mediante la unión a proteínas).

La recaptura de dopamina es un paso importante en la fisiología del sistema nervioso, ya


que asegura el control de la cantidad de ésta en el canal. Al mismo tiempo, algunas
neuronas vecinas liberan otros compuestos conocidos como neuromoduladores, que pueden
incrementar o inhibir la neurotransmisión de la dopamina como en el caso de las
endorfinas, que se unen a receptores opioides localizados en la neurona postsináptica y son
metabolizadas por enzimas, en lugar de ser recapturadas.

Los efectos sintomáticos de las sustancias de abuso son el resultado de alteraciones en el


funcionamiento de los neurotransmisores y sus receptores.

Los neurotransmisores más conocidos son: acetilcolina, dopamina, ácido gama


aminobutírico, norepinefrina, serotonina y los neuromoduladores opioides, como las
beta endorfinas.

El estudio de las sustancias de abuso, sus manifestaciones clínicas, complicaciones de


salud, sociales, familiares, legales y demás, plantean dos aspectos importantes:
1. Existen drogas que, al menos en etapas iniciales, producen placer y hacen sentir bien a
quien las consume

2. Algunas personas se hacen dependientes al consumo, mientras que otras pueden tomarlas
y dejarlas sin mayores problemas.

Respecto al primer punto, se ha comprobado que estas sustancias pueden mimetizar o


incrementar el efecto de neurotransmisores, esto es, tienen función agonista (porque
disputan o compiten por el mismo receptor), o bien pueden bloquear su efecto actuando
como antagonistas.

Una droga de abuso puede actuar sobre:

² La neurona presináptica. Estimulando la liberación de un neurotransmisor dado, como


las anfetaminas que incrementan la liberación de norepinefrina y dopamina.

² Los receptores postsinápticos. Las drogas ejercen efectos similares a otras sustancias
porque tienen una estructura química parecida a la de un neurotransmisor, por ejemplo, los
efectos que ejerce la nicotina se deben a su similitud con la acetilcolina. Otras drogas
pueden tener el efecto opuesto, es decir, unirse a un receptor postsináptico y no estimularlo
sino bloqueárlo, como es el caso de la fenciclidina ("polvo de ángel"), que inhibe los
receptores NMDA de aspartato y glutamato.

² La transmisión. Tras ejercer su acción sobre el receptor, el neurotransmisor es


recuperado por la neurona presináptica para su metabolismo o almacenaje. Algunas
sustancias de abuso interfieren con este proceso; la cocaína por ejemplo, impide que la
dopamina (y otros neurotransmisores y neuromoduladores), sea reabsorbida rápidamente
por la neurona presináptica, por lo cual, permanece más tiempo unida a su receptor,
manteniendo su efecto y estimulando mayor número de neuronas.

Para responder al segundo aspecto anteriormente planteado, es necesario revisar los


avances sobre los circuitos cerebrales de recompensa y castigo.

En 1954, J. Old y P. Miner iniciaron investigaciones en el cerebro de ratas que, más tarde,
condujeron a desarrollar la técnica de la autoestimulación eléctrica en humanos y otras
especies animales.

La implantación de electrodos en ciertas zonas del encéfalo humano y el paso de corriente


eléctrica a través de ellos, produce en el sujeto una gama de sentimientos agradables de
bienestar, euforia, placer y satisfacción. El conjunto de zonas encefálicas a partir de las
cuales se obtienen estos resultados, se conocen como sistema o circuito de recompensa,
cuyos componentes principales son:

™ Núcleos del septum.


™ Amígdala.
™ Hipocampo.
™ Hipotálamo lateral.
™ Corteza prefrontal.
™ Corteza entorrinal.
™ Polo del lóbulo temporal.
™ Haz medial del proscencéfalo.

Por el contrario, la implantación de electrodos en otras zonas del encéfalo produce


sensaciones desagradables, disfóricas y dolorosas. Este grupo de estructuras están también
relacionadas con el sistema límbico y se le conoce como circuito de castigo o aversión.

Integran este circuito:

™ Región periventricular del tálamo e hipotálamo.


™ Sustancia gris mesencefálica.
™ Zonas de la amígdala, hipocampo y fórmix.

Las drogas de abuso han proporcionado un nuevo enfoque de estudio para estos circuitos,
ya que por medio de microinyecciones de estas sustancias, en lugar de corriente eléctrica,
se ha propuesto la existencia de tres sistemas de neurotransmisores en este proceso:

1. Sistema Dopaminérgico. Constituye el origen de la vía nigroestriatal en la sustancia


nigra y parte también del área del tegmento, de donde se originan las proyecciones
mesocorticolímbicas. Estas últimas neuronas envían sus axones al núcleo acumbens, al
estriado y a la corteza frontal, estructuras implicadas en los procesos de la motivación.
Experimentalmente, se ha demostrado que al administrar dosis bajas de antagonistas de la
dopamina, se incrementa la autoadministración de anfetaminas, cocaína y etanol.

2. Péptidos Opioides. Los opiáceos como la heroína, ejercen un efecto estimulante en los
sistemas de recompensa relacionados con la dopamina, incrementando su liberación en el
núcleo acumbens.

3. Sistema Gabaérgico. Sistema inhibitorio de función ansiolítica, que disminuye las


respuestas de castigo.

Las drogas anticolinérgicas, antagonizan los receptores de acetilcolina; los opiáceos actúan
tanto en los receptores opioides como en los adrenérgicos; las drogas psicodélicas o
alucinógenas estimulan la liberación de serotonina y las sedantes y tranquilizantes
potencian los receptores de ácido gama aminobutírico.

Las sustancias de abuso producen en el sistema nervioso central, estimulación o


depresión de funciones vitales, como en la frecuencia respiratoria, cardiaca y la tensión
arterial; también pueden ejercer efectos sobre el sistema nervioso periférico.

Cuando la droga de abuso se suspende abruptamente, el organismo del usuario responde


con una sobre reacción, causada por la ausencia de la sustancia y la tolerancia a ésta. Las
funciones que fueron deprimidas (lentificadas) por la droga se acelera repentinamente,
mientras que las funciones previamente estimuladas, se hacen lentas, produciendo
síndrome de abstinencia.
Los signos y síntomas específicos, están asociados con los neurotransmisores y receptores
afectados por cada tipo de droga. Con cierta frecuencia, éstos se diagnostican
equivocadamente, debido a que la sintomatología múltiple de los síndromes de intoxicación
y abstinencia no es consistente, por las grandes variaciones en la concentración de la
sustancia y por la adulteración de la misma.

Esta situación se complica aún más por el consumo múltiple de drogas, los estados mixtos
de intoxicación y abstinencia y por las reacciones idiosincrásicas. Los problemas de
diagnóstico pueden resultar en casos importantes de morbilidad y a veces de mortalidad.

Investigaciones recientes han dado lugar a la Hipótesis de la Dopamina, la cual plantea


que este neurotransmisor podría estar asociado a una serie de dependencias o adicciones
que incluyen sustancias tan diversas como la cocaína y el etanol. Esta hipótesis postula que
la dopamina es una molécula clave en los trastornos adictivos, aunque acepta que no es la
única. Di Chiara y sus colaboradores señalan que los opiáceos, el alcohol, la nicotina, las
anfetaminas y la cocaína, producen una acumulación de dopamina en el núcleo acumbens.

El centro de las investigaciones acerca de los mecanismos neurobiológicos del efecto


reforzador de las drogas de abuso ha sido el sistema dopaminérgico mesocorticolímbico y
sus conexiones con la parte basal del cerebro anterior.

La facilitación de la neurotransmisión dopaminérgica en el circuito mesocorticolímbico por


medio de la dopamina, es muy importante para que la cocaína, las anfetaminas y la
nicotina, ejerzan sus efectos reforzadores agudos. Varios receptores de dopamina, incluidos
el D-1, D-2 y D-3, están implicados en esta acción.

Estudios en neurofarmacología sugieren que los efectos reforzadores de los opiáceos como
la heroína, tienen un componente dependiente y otro independiente a la dopamina.

El etanol interactúa con elementos sensibles a esta sustancia en múltiples sistemas de


neurotransmisores y receptores, lo cual contribuye a los efectos reforzadores del alcohol.
Los sistemas implicados incluyen acciones sobre el ácido gama amino butírico, el
serotonina y el sistema opioide, los cuales se encuentran en la vía dopaminérgica
mesocorticolímbica y poseen conexiones con el núcleo acumbens y la amígdala. Pocos
estudios, han señalado la liberación de dopamina en el núcleo acumbens, como efecto
reforzador del tetrahidrocanabinol (mariguana).

Esta hipótesis, aunque en desarrollo, sugiere que rasgos genéticos como la producción baja
de dopamina, podría relacionarse con factores ambientales y la adicción. En numerosos
estudios los factores genéticos se han relacionado, aunque con ciertas controversias, con
algunas adicciones como al alcohol, cocaína y heroína, estableciendo vínculos con varios
genes. Estos estudios plantean que los trastornos por dependencia a sustancias adictivas se
encuentran influidos por dispositivos de transmisión hereditaria. Sin embargo, los
mecanismos subyacentes al comportamiento de la adicción son muy complicados e
involucran mecanismos poligenéticos.

Los investigadores concluyen que la adicción a ciertas sustancias podría deberse a una
alteración genética en el individuo, que provoca el mal funcionamiento del sistema de
recompensa, y lleva al sujeto adicto a intentar estimular con las drogas de abuso los
circuitos mesocorticolímbicos en el cerebro para aumentar sus niveles de dopamina.

Estos hallazgos han llevado a Wolkow a concluir que la adicción es una alteración
cerebral que no difiere de otras formas de enfermedades mentales. No obstante, si bien es
cierto que los genes y el entorno social pueden facilitar el desarrollo de ciertas adicciones,
no significa que éstas deban ser determinantes y aceptadas con resignación por los adictos.

Bases neurobiológicas de la adicción y dependencia de opiáceos

Receptores opiáceos

Estos fármacos ejercen su acción uniéndose a receptores localizados sobre la membrana


celular de neuronas y otras células como los leucocitos. Existen varios tipos de receptores,
como los mu, kappa, delta y lambda, de los que aún se desconocen algunos aspectos
fisiológicos. Al parecer los receptores mu y delta, participan en sistemas que modifican o
influyen el estado de ánimo, los efectos de reforzamiento (recompensa), el control de la
respiración, del dolor, la tensión arterial y otras funciones endócrinas y gastrointestinales.

Cuando se activan los receptores kappa, se producen cambios endócrinos y analgesia


causando, al contrario de los mu y delta, efectos aversivos en animales y disforia en el ser
humano.

Los fármacos opiáceos se definen y categorizan por su capacidad para ligarse y activar los
diferentes tipos de receptores. Los que unen y activan son agonistas en ese receptor; por el
contrario si se ligan pero no los activan, funcionan como antagonistas del mismo.

Actualmente, la mayoría de los opiáceos de que disponemos son prototipos de agonistas mu


o bien, una combinación agonista-antagonista.

A partir de las investigaciones acerca del sustrato anatómico y fisológico subyacente,


realizadas de 1940 a 1950, se descubrió la existencia de receptores cerebrales específicos
para estos opiáceos, los cuales existen en todos los vertebrados (y en algunos
invertebrados), ampliamente distribuidos en el organismo.

Estos hallazgos sugieren que tales receptores deben tener funciones endógenas y que por
tanto, deben existir ligandos opioides endógenos. Hughes y Kosterlitz fueron los primeros
investigadores en aislar, purificar y caracterizar la estructura de las moléculas endógenas
con actividad opiácea. Desde entonces se han encontrado doce péptidos con esta actividad,
incluyendo a las endorfinas, de las cuales la más importante es la beta endorfina, que deriva
de la hormona pituitaria conocida como beta lipotropina y de la dinorfina, que es un péptido
básico.

Debido a que se cree que los péptidos opioides son los ligandos naturales de estos
receptores, se les conoce como receptores opioides.
El término endorfina fue sugerido por Simon en 1975, como genérico para todos los
péptidos endógenos con actividad opiácea y es el resultado de la contracción de los
términos endógeno y morfina.

Funciones de los opioides endógenos y sus receptores

Los opioides endógenos pueden jugar un papel importante en una amplia variedad de
fenómenos fisiológicos y farmacológicos.

Cabe recordar que los cambios observados o producidos por los opioides endógenos no
necesariamente significan una participación primaria de este sistema, sino que más bien
pueden ser una consecuencia secundaria o terciaria de alguna otra alteración del sistema
nervioso.

Las funciones en las que se han implicado a las endorfinas, se dividen de la siguiente
forma:

Cambios conductuales y del talante

™ Analgesia espinal, supraespinal e inducida por estrés.


™ Euforia y disforia.
™ Sedación.
™ Actividad locomotora.
™ Tolerancia.
™ Signos de abstinencia.
™ Supresión del apetito.
™ Actividad anticonvulsiva.
™ Trastornos mentales.

Sistema endocrino

™ Liberación de ACTH-cortisol.
™ Liberación de prolactina.
™ Liberación de hormona del crecimiento.
™ Inhibición de hormona luteinizante y testosterona.

Efectos autonómicos

™ Midriasis.
™ Miosis.
™ Motilidad del músculo liso.
™ Temperatura corporal.
™ Depresión respiratoria.
™ Frecuencia cardiaca.
™ Tensión arterial.
™ Shock hemorrágico o endotóxico.
™ Lesiones medulares.
Sistema inmunológico

™ Quimiotaxis de leucocitos y monocitos.


™ Proliferación inducida por mitogénesis.
™ Producción de anticuerpos.

Mecanismo de acción

Bioquímicamente, los péptidos opioides ejercen sus acciones en la sinapsis neuronal, como
neuromoduladores, pero pueden actuar también como neurotransmisores disminuyendo, por
lo general, el potencial transináptico cuando sus receptores se localizan presinápticamente.
Cuando los receptores opioides se localizan postsinápticamente, los péptidos modulan la
liberación de un neurotransmisor, que puede ser cualquiera de las aminas clásicas:
acetilcolina, norepinefrina o serotonina.

Dependencia y adicción a opiáceos

Los receptores opiáceos se encuentran ampliamente distribuidos en el cerebro, médula


espinal, los plexos neuronales del tracto gastrointestinal, en diversas partes del sistema
nervioso autónomo, y sobre los leucocitos. Por este motivo, no es sorprendente que los
opiáceos tengan tan diversas acciones en muchos órganos y sistemas. Los efectos más
prominentes y por los cuales se prescriben, se consumen o se abusa más frecuentemente de
los opiáceos, se producen en el sistema nervioso central y en el tracto gastrointestinal.

La acción en el sistema nervioso produce analgesia, tranquilidad, disminución de la


aprensión (angustia) y eliminación del reflejo tusígeno. Sin embargo, también pueden
producir náusea, vómito, depresión respiratoria, constricción de las pupilas, alteraciones en
la regulación de la temperatura y diversos cambios en el sistema neuroendócrino.

A lo largo de cien años, se han propuesto tres hipótesis para explicar por qué algunas
personas consumen continuamente opio o sus derivados, a pesar de sus efectos
perjudiciales sobre la salud en general. La primera es que después de un período de usarlo
(por cualquier razón), la gente desarrolla dependencia física y persiste en el consumo para
evitar las molestias por la falta del opiáceo (síndrome de abstinencia).

La segunda, es que continúan consumiéndolo porque les gustan los efectos (euforia) que
produce el opio. La tercera hipótesis es que para algunas personas, incluso desde el inicio,
los opiáceos alivian algún estado depresivo o disfórico preexistente. De esta manera, el
consumo repetido de opiáceos, como automedicación, tiene por objeto mejorar un
sufrimiento psicológico independiente al síndrome de abstinencia.

Reforzamiento

Actualmente, se conoce cada vez más el sustrato neurofisiológico del reforzamiento


positivo producido por los derivados del opio. Las investigaciones revelan el papel crucial
que desempeñan las neuronas dopaminérgicas originadas en la parte ventral del tegmento,
que ascienden al núcleo acumens y a la corteza frontal. Los receptores mu, agonistas
opiáceos, aumentan la liberación de dopamina en el núcleo acumbens, incrementando la
euforia, el placer, la disminución del dolor y la angustia.

En contraste, los receptores kappa tienden a disminuir la liberación de dopamina. La


utilización de estas vías es común para otras drogas como la cocaína y las metanfetaminas.

Estas acciones sobre vías dopaminérgicas explican los efectos sinergistas de los opiáceos y
otras drogas, como la cocaína o las anfetaminas, que inducen síntomas euforizantes,
mediante la liberación o la inhibición de la recaptura de dopamina

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