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CAPITULO 12

DINAMICA DE LA RELACION JURIDICA OBLIGATORIA (CONT.).


TEORIA GENERAL DEL INCUMPLIMIENTO OBLIGACIONAL.

A) INCUMPLIMIENTO OBLIGACIONAL.
§ Advertencia metodológica.
El incumplimiento ocupa un lugar preponderante dentro de la teoría
general de la obligación. Su tratamiento requiere, hoy más que nunca, una
visión congruente por parte de los operadores jurídicos y la formulación de una
disciplina sustancialmente unitaria para toda desviación del programa
contractual (obligacional).
La teoría del incumplimiento debe poner énfasis no solo en los aspectos
que hacen a la configuración de cada una de sus tipologías (absoluto y relativo),
sino también en los distintos efectos que en cada caso pueden producirse.
La responsabilidad por daños y perjuicios derivados del incumplimiento
obligacional constituye solamente uno de esos efectos y luce ligada a lo que
hemos denominado la tutela resarcitoria del crédito. Pero no es el único y, a
veces, ni siquiera el más importante.
Esto explica, en buena medida, las dificultades metodológicas que
presenta la cuestión que nos ocupa, que también podría ser tratada, como lo
hacen muchos autores, dentro de la responsabilidad por daños. Si bien esto es
aceptable, nosotros preferimos abordarla en esta parte de la obra, convencidos
de que la problemática del incumplimiento obligacional produce otros efectos,
de enorme importancia, que van más allá de la responsabilidad por daños,
ligados a la faz dinámica de la obligación, cuyo estudio conviene realizar sin
más dilaciones.
Un enfoque dogmático y metodológico realista del fenómeno obligacional,
del cumplimiento y del incumplimiento absoluto o relativo, debe conducir a
emplazar a dichas figuras en una etapa previa a la posible responsabilidad civil
que pueda derivar de estas últimas situaciones jurídicas.
El cumplimiento supone ejecución de la prestación fiel, exacta y puntual
por parte del obligado y consiguiente extinción de la obligación, satisfacción del
interés del acreedor y liberación del deudor. Es a partir de la falta de
cumplimiento obligacional – o sea del incumplimiento, absoluto o relativo – que
se desarrollan todos los efectos que hacen a la tutela satisfactiva, resolutoria y
resarcitoria del crédito, y también algunos que hacen a la llamada tutela
conservatoria del mismo.
El incumplimiento absoluto o relativo de la obligación genera efectos que
exceden largamente sus posibles implicancias en el plano estrictamente
resarcitorio. Ello justifica, de tal modo, que sea metodológicamente sea

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preferible su tratamiento en esta parte de la obra, luego del cumplimiento, y no
como un simple elemento de la responsabilidad civil.
Queda, sin embargo, tendido el “puente” que une nuestra temática con el
derecho de daños y la tutela resarcitoria del crédito. Un puente que habremos
de cruzar en nuestra obra “Compendio de Derecho de Daños”, que
complementa la presente, cuando abordemos la teoría general de la
responsabilidad civil y, específicamente, la que dimana del incumplimiento
obligacional y contractual.
§ . Concepto1.
Una primera aproximación al concepto de incumplimiento, entendido en
sentido muy amplio, debe partir, necesariamente de tres nociones desarrolladas
con minuciosidad en capítulos anteriores: las de obligación, objeto de la
obligación y cumplimiento.
Hemos señalado que la obligación es una relación jurídica en virtud de la
cual el acreedor tiene derecho subjetivo a exigir del deudor una determinada
prestación, patrimonialmente valorable, orientada a satisfacer un interés lícito
de aquél y, ante el incumplimiento, a obtener forzosamente la satisfacción de
dicho interés, sea en especie o de manera equivalente. Dentro de ese
orden de ideas, se ha puesto de manifiesto que el objeto de la obligación
consiste en un plan o proyecto de conducta futura del deudor para satisfacer
un interés del acreedor. Y que ambos componentes (prestación más interés)
integran el objeto obligacional, tanto desde una perspectiva estructural cuanto
funcional. El deudor asume, de tal modo, el deber de ejecutar la prestación
voluntariamente, de buena fe, en la forma, tiempo y modo correspondientes, lo
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ALTERINI, Atilio A., El incumplimiento considerado en sí propio (Enfoque objetivo del ilícito civil),
Bs.As., 1963; AGOGLIA, María M. – BORAGINA, Juan C. – MEZA, Jorge A., Responsabilidad
por incumplimiento contractual, Hammurabi, Bs.As.,1993; BARASSI, Ludovico, La teoria
generale delle obbligazioni, Giuffrè, Milano, 1948, t.III; BELTRAN DE HEREDIA Y ONIS, Pablo,
El incumplimiento de las obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1990;
BUERES, Alberto J., Responsabilidad contractual objetiva, JA, 1989-II-964; El incumplimiento
de la obligación, Revista de Derecho Privado y Comunitario, ed. Rubinzal- Culzoni, n.17,
Bs.As., 1998, p. 95 y ss; CASIELLO, Juan José, Atipicidad del ilícito civil (reflexiones sobre el
daño no justificado) en BUERES – KEMELMAJER DE CARLUCCI, (Dir), Responsabilidad por
daños en el Tercer milenio. Homenaje al Prof. Dr. Atílio A. Alterini, Abeledo-Perrot, Bs.As., 1997,
p, 157; CRISTOBAL MONTES, Angel, El incumplimiento de las obligaciones, Tecnos, Madrid,
1989; FUEYO LANERI, Fernando, Cumplimiento e incumplmiento de las obligaciones, Editorial
Jurídica de Chile, ,1991; GIORGIANNI, Michele, L’inadempimento, 3ª ed., Dott. A. Giuffre
Editore, Milano, 1975; DIEZ – PICAZO GIMENEZ, Gema, La mora y la responsabilidad
contractual, Civitas, Madrid, 1996; JORDANO FRAGA, Francisco, La responsabilidad
contractual, Civitas, Madrid, 1987; JORDANO FRAGA, Francisco, La responsabilidad
contractual, Civitas, Madrid, 1987; LOPEZ CABANA, Roberto M., La demora en el derecho
privado, Abeledo-Perrot, Bs.As., 1989; MAYO, Jorge A., La imposibilidad de cumplimiento.
Objetiva y subjetiva. Absoluta y relativa., Revista de Derecho Privado y Comunitario,
ed.Rubinzal –Culzoni, n.17, p.33; OSTI, Giuseppe, Impossibilità sopravveniente, Novissimo
Digesto itaiano, Torino, 1962, t.III, p. 289 y ss; Desviazioni dottrinali in tema di responsabiità per
inadempimento delle obbligazioni, Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, 1954, n.4, p.
599 y ss.; MAYO, Jorge A., La imposibilidad de cumplimiento. Objetiva y subjetiva. Absoluta y
relativa, Revista de Derech Privado y Comunitario, ed. Rubinzal-Culzoni, n.17, Bs.As., 1998, p.
33; PANTALEON, Fernando, Las nuevas bases de la responsabilidad contractual, A.D.C., 1993,
p. 1719; El sistema de responsabilidad contractual. Materiales para un debate, A.D.C., 1991, p.
1025-1032; TRIMARCHI, Pietro, Istituzioni di Diritto Privato, 11ª ed., Giuffrè, Milano, 1996;
VISINTINI, Giovanna, La responsabilità contattuale, Jovene editori, Napoli, 1979; WAYAR,
Ernesto C., Tratado de la mora, Abaco, Bs.As., 1981; PIZARRO, Ramón Daniel, Responsabilidad
civil de los medios masivos de comunicación, 2ª ed., Hammurabi, Bs.As., 1999.

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cual debe conducir a satisfacer el interés del acreedor, a una lógica y
consecuente extinción del vínculo jurídico, y a su consiguiente liberación. A
este fenómeno lo hemos denominado cumplimiento.
Si bien la noción de cumplimiento es más o menos pacífica, no lo es tanto
la de incumplimiento, pese a que, frecuentemente, suele ser buscada por
contraposición con aquella: hay incumplimiento, en sentido amplio, toda vez
que el deudor no ajusta su conducta al comportamiento debido. Sólo la exacta
realización de la prestación debida puede ser calificada de cumplimiento. Por
ende, tanto la inejecución absoluta de la prestación como la relativa (v.g.,
mora, incumplimiento defectuoso) deben ser considerados, con sentido amplio,
incumplimiento. El incumplimiento importa, así considerado, una lesión al
derecho del acreedor, fruto de la contravención de la conducta debida, o lo que
es lo mismo, de la desviación del programa prestacional.
Las cosas, sin embargo, no son tan simples. La cuestión del
incumplimiento, objetivamente considerado, no puede ser enfocada solamente
desde la perspectiva del deudor y del deber jurídico que pesa sobre él.
Conforme a la óptica del deudor, lo que habrá para determinar si ha mediado
cumplimiento o incumplimiento, en cualquiera de sus manifestaciones, es en
qué medida éste ha ajustado su conducta al deber jurídico que tenía o lo ha
transgredido. Es menester, contemplar el fenómeno de la violación al derecho
de crédito y del incumplimiento obligacional, fundamentalmente desde la
perspectiva del acreedor y de su interés. Lo cual también lleva a ponderar en
qué medida éste interés ha recibido satisfacción, o ha resultado lesionado o
perturbado por la conducta del deudor.

§ . Distintas tipologías de incumplimiento obligacional.


El incumplimiento obligacional, objetivamente considerado, no siempre se
presenta de la misma manera. Puede asumir distintas formas y ser, según los
casos, total o parcial, absoluto o relativo, imputable o no imputable, etc. Los
efectos que cada una de esas manifestaciones producen son diferentes,
conforme habremos de analizarlo en este mismo capítulo.
Tradicionalmente, se han distinguido los supuestos de incumplimiento
absoluto de la prestación, en los cuales el deudor no da cumplimiento alguno a
adeudado (hipótesis de no cumplimiento de la prestación), de otras lesiones al
derecho de crédito, que se producen por la realización de una prestación
defectuosa, cuando no se ajusta a lo pactado por razones de tiempo, o por
cualquier otra modalidad o circunstancia atinente a la misma.
En realidad, estas manifestaciones del incumplimiento obligacional
requieren, para su adecuada ponderación, ser ligadas a otro dato sin el cual su
dimensión no se calibra adecuadamente: el hecho de que una vez incumplida la
obligación ésta admita (o no) la posibilidad de cumplimiento específico tardío, por

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ser aún material y jurídicamente posible y, fundamentalmente, en razón de
resultar todavía apta para satisfacer el interés del acreedor.
Con esa doble perspectiva, y con marcado grado de generalización,
podemos formular una primera aproximación a las distintas manifestaciones
del incumplimiento.
§ Incumplimiento absoluto2.
a) Concepto.
Se produce cuando, a raíz del incumplimiento obligacional, en cualquiera
de sus manifestaciones posibles, la prestación ya no es susceptible de ser
específicamente cumplida ulteriormente, sea por resultar material o
jurídicamente objetivamente imposible, o bien por haber perdido el acreedor
todo interés en su cumplimiento específico tardío. Es, por ende, una situación
irreversible, a diferencia de las que configuran incumplimiento relativo, que
siempre admiten la posibilidad de un cumplimiento específico tardío (MOISSET
DE ESPANES, WAYAR, LLAMBIAS, DIEZ PICAZO, GAMARRA).
b) Supuestos.
A esa situación puede llegarse por distintas vías:
1) Imposibilidad sobrevenida, objetiva y absoluta de la prestación.
I. Concepto.
Opera incumplimiento definitivo en los casos de imposibilidad
sobrevenida, objetiva y absoluta de la prestación.
La noción de imposibilidad debe ser medida en términos de actualidad.
Se trata de una prestación que era susceptible de ser cumplida al momento de
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ALTERINI, Atilio A., El incumplimiento considerado en sí propio (Enfoque objetivo del ilícito civil),
Bs.As., 1963; AGOGLIA, María M. – BORAGINA, Juan C. – MEZA, Jorge A., Responsabilidad
por incumplimiento contractual, Hammurabi, Bs.As.,1993; BADOSA COLL, Ferrán, La diligencia
y la culpa del deudor, ed. Publcaciones del Real Colegio de España, Bolonia, 1987; BELTRAN
DE HEREDIA Y ONIS, Pablo, El incumplimiento de las obligaciones, Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1990; BUERES, Alberto J., Responsabilidad contractual objetiva, JA, 1989-II-964; El
incumplimiento de la obligación, Revista de Derecho Privado y Comunitario, ed. Rubinzal-
Culzoni, n.17, Bs.As., 1998, p. 95 y ss; Resarcimiento del lucro cesante en el pacto comisorio, en
ALTERINI, A. – LOPEZ CABANA, R.M., La responsabilidad,. Homenaje al Prof. Dr. Isidoro H.
Goldenberg, ed. Abeledo- Perrot, Bs.As., 1975, 249; CARDENAL FERNANDEZ, Jesús, El tiempo
en el cumplimiento de las obligaciones, Montecorvo S.A., Madrid, 1979; CRISTOBAL MONTES,
Angel, El incumplimiento de las obligaciones, Tecnos, Madrid, 1989; DIEZ PICAZO, Luis, El
retardo, la mora y la resolución de los contratos sinalagmáticos, Anuario de Derecho Civil, 1969,
p. 383; FUEYO LANERI, Fernando, Cumplimiento e incumplimiento de las obligaciones, Editorial
Jurídica de Chile, ,1991; GAMARRA, Jorge, El incumplimiento temporal y definitivo, en
ALTERINI, A. – LOPEZ CABANA, R., La resposnabilidad. Homenaje al prof. Dr. Isidoro Hl
Goldenberg, Abeledo-Perrot, Bs.As., 1995, p. 225; GIORGIANNI, Michele, L’inadempimento, 3ª
ed., Dott. A. Giuffre Editore, Milano, 1975; DIEZ – PICAZO GIMENEZ, Gema, La mora y la
responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1996; JORDANO FRAGA, Francisco, La
responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1987; LOPEZ CABANA, Roberto M., La demora
en el derecho privado, Abeledo-Perrot, Bs.As., 1989; OSTI, Giuseppe, Impossibilità
sopravveniente, Novissimo Digesto itaiano, Torino, 1962, t.III, p. 289 y ss; Desviazioni dottrinali
in tema di responsabiità per inadempimento delle obbligazioni, Rivista Trimestrale di Diritto e
Procedura Civile, 1954, n.4, p. 599 y ss.; MAYO, Jorge A., La imposibilidad de cumplimiento.
Objetiva y subjetiva. Absoluta y relativa, Revista de Derech Privado y Comunitario, ed.
Rubinzal-Culzoni, n.17, Bs.As., 1998, p. 33; MOISSET DE ESPANES, Luis, Incumplimiento y
mora en las obligaciones de no hacer, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, 1981, p.
259; PANTALEON, Fernando, Las nuevas bases de la responsabilidad contractual, A.D.C.,
1993, p. 1719; El sistema de responsabilidad contractual. Materiales para un debate, A.D.C.,
1991, p. 1025-1032;; VISINTINI, Giovanna, La responsabilità contattuale, Jovene editori,
Napoli, 1979; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la mora, Abaco, Bs.As., 1981.

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contraerse la obligación y que ulteriormente deviene imposible. Sólo interesa,
desde esta perspectiva, la imposibilidad sobrevenida. Dicho de otra manera: la
prestación era posible al momento de gestarse la obligación y deviene imposible
ulteriormente. Si la imposibilidad fuese genética, la obligación no habría nacido
por imposibilidad de objeto.
La imposibilidad también debe ser objetiva y absoluta. Esto significa que
ella tiene que representar un obstáculo insalvable para cualquier persona, en
función del tipo de prestación comprometida, y no solamente para del deudor.
Habremos de volver sobre este tema infra capítulo……, adonde remitimos.
II. Imposibilidad imputable e imposibilidad no imputable al deudor.
Sólo cuando la prestación deviene imposible por una causa objetiva
sobrevenida no imputable al deudor, la obligación se extingue y se produce la
disolución del vínculo jurídico. La expresión “no imputable” debe ser entendida
como asimilable a caso fortuito o de fuerza mayor (ver infra § ).
Cuando la imposibilidad sobrevenida es imputable al deudor (subjetiva u
objetivamente, según los casos), el vínculo jurídico no se extingue. El acreedor,
obviamente, no podrá pretender la ejecución forzada específica, pues la aludida
imposibilidad lo impide. No obstante ello, la obligación subsiste, aunque con un
objeto que se ha modificado: ella se convierte en una obligación de pagar el
contravalor económico de la prestación (id quod interés) más los daños y
perjuicios (art. 889 y 505 inc. 3 Cód. Civil).
La misma conclusión cabe cuando el deudor convencionalmente asume el
riesgo de imposibilidad fortuita de la prestación o cuando ya se encuentra
constituido en mora al momento de producirse la imposibilidad sobrevenida
(argum. art. 892 Cód. Civil).

2) Frustración irreversible del interés del acreedor.


También se produce el incumplimiento absoluto y definitivo de la
prestación cuando la prestación es temporalmente incumplida, o es ejecutada
de manera defectuosa y tal situación provoca la frustración irreversible del
interés del acreedor, cerrando las puertas a toda posibilidad de cumplimiento
tardío. Tal lo que sucede en las obligaciones sujetas a un plazo esencial, cuya
falta de observancia provoca lisa y llanamente incumplimiento (v.g., el clásico
ejemplo de la orquesta contratada para tocar en un casamiento).

c) Efectos que produce el incumplimiento definitivo.


Cabe distinguir:
1) Si el incumplimiento definitivo de la prestación obedece a causas
objetivas sobrevinientes, no imputables al deudor, la obligación se extingue, sin
responsabilidad alguna del deudor. Es obvio que no pueden ser atribuidas a
éste las consecuencias perjudiciales que son producto de un caso fortuito o de

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fuerza mayor. En suma: extinción del vínculo obligatorio por imposibilidad de
pago y ausencia de responsabilidad.
2) Si el incumplimiento definitivo de la prestación obedece a causas
imputables al deudor, en razón de la presencia de un factor de atribución
objetivo (riesgo creado, garantía, equidad, seguridad) o subjetivo (culpa, dolo).
En tal caso, como hemos dicho anteriormente, la obligación no se extingue,
pero experimenta una mutación o transformación del objeto debido.
II. En materia contractual, tratándose de contratos con prestaciones
recíprocas podrá resolver el contrato (arts. 1204 Cód. Civil y 216 Cód. de
Comercio) y demandar, además, las indemnizaciones pertinentes por el daño
causado.

§ Incumplimiento relativo 3

El incumplimiento relativo presenta una nota distintiva: pese a la


infracción, admiten, todavía, la posibilidad de cumplimiento específico tardío.
La prestación no cumplida en tiempo propio, o deficientemente ejecutada, es
aún material y jurídicamente susceptible de ser realizada de manera específica e
idónea para satisfacer el interés del acreedor. O sea, es útil para el acreedor.
Se trata, por ende, de situaciones de incumplimiento obligacional
dinámicas y transitorias.
Dentro de esta categoría quedan comprendidos los siguientes supuestos:
a) Incumplimientos retrasados.
Integran este grupo aquellos casos en los que el deudor retrasa
temporalmente el cumplimiento de la prestación debida, pero ésta es todavía
susceptible de ser cumplida tardíamente, pues resulta material y jurídicamente
susceptible de cumplimiento ulterior y es aún idónea para satisfacer el interés
del acreedor. El vínculo perdura pese al retraso.
Dentro de este grupo aparece la mora del deudor y, en algunos casos,
según veremos más adelante, el simple retardo o demora (LOPEZ CABANA,

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BELTRAN DE HEREDIA Y ONIS, Pablo, El incumplimiento de las obligaciones, Revista de
Derecho Privado, Madrid, 1990; BUERES, Alberto J., Responsabilidad contractual objetiva, JA,
1989-II-964; El incumplimiento de la obligación, Revista de Derecho Privado y Comunitario, ed.
Rubinzal- Culzoni, n.17, Bs.As., 1998, p. 95 y ss; CRISTOBAL MONTES, Angel, El
incumplimiento de las obligaciones, Tecnos, Madrid, 1989; FUEYO LANERI, Fernando,
Cumplimiento eincumplmiento de las obligacioens, Editorial Jurídica de Chile, ,1991;
GIORGIANNI, Michele, L’inadempimento, 3ª ed., Dott. A. Giuffre Editore, Milano, 1975; DIEZ –
PICAZO GIMENEZ, Gema, La mora y la responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1996;
IHERING, Rudolf Von, La lucha por el derecho, trad. Española de A. Posada, Civitas, Madrid,
1985; JORDANO FRAGA, Francisco, La responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1987;
JORDANO FRAGA, Francisco, La responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1987; LOPEZ
CABANA, Roberto M., La demora en el derecho privado, Abeledo-Perrot, Bs.As., 1989; OSTI,
Giuseppe, Impossibilità sopravveniente, Novissimo Digesto itaiano, Torino, 1962, t.III, p. 289 y
ss; Desviazioni dottrinali in tema di responsabiità per inadempimento delle obbligazioni, Rivista
Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, 1954, n.4, p. 599 y ss.; MAYO, Jorge A., La
imposibilidad de cumplimiento. Objetiva y subjetiva. Absoluta y relativa, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, ed. Rubinzal-Culzoni, n.17, Bs.As., 1998, p. 33; VISINTINI, Giovanna,
La responsabilità contattuale, Jovene editori, Napoli, 1979; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la
mora, Abaco, Bs.As., 1981.

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MOISSET DE ESPANES, DIEZ PICAZO).
La subsistencia del vínculo jurídico no depende de la mayor o menor
culpabilidad del infractor, ni de ningún otro parámetro axiológico de
imputación. Mientras la presentación sea susceptible de ser útilmente
ejecutada, el deudor debe cumplir.
La imputabilidad del retraso no incide a tal efecto. En cambio, sí
produce consecuencias muy relevantes en otros planos, como por ejemplo, la
responsabilidad civil
b) Incumplimientos defectuosos.
Existe cumplimiento defectuoso cuando la prestación cumplida no reúne
los requisitos de carácter subjetivo y objetivo que conforme al plan o proyecto
de conducta comprometida eran necesarios para alcanzarla cualitativa y
cuantitativamente, y para satisfacer de tal modo el interés del acreedor.
Tal lo que sucede, por ejemplo, cuando el deudor omite ejecutar de
manera adecuada la prestación principal, la cual presenta deficiencias que, pese
a su entidad, no provocan una situación de incumplimiento definitivo e
irreversible; o si ejecuta la prestación principal pero omite cumplir la accesoria;
o cuando debiendo cumplir con uno conjunto de prestaciones de carácter
singular, dentro de una relación que presenta carácter objetivamente complejo,
sólo satisface algunas de ellas.
ME PARECE QUE HABRIA QUE DECIR ALGO DE LOS EFECTOS DEL
INCUMPLIMIENTO RELATIVO (1201 c.c.)
D. MORA DEL DEUDOR 4.
4
BORDA, Guillermo A., La reforma de 1968 al código civil, Perrot, Bs.As., 1971; CANO, José I.,
La mora, ed.Revista de Derecho Privado, Madrid, 1978; BUERES, Alberto J., El pacto comisorio
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BREBBIA, RobertoH., La mora en la responsabilidad profesional, en MORELLO (Dir.), Las
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Montecorvo, Madrid, 1979; CAZEAUX, Pedro N., La mora en el cumplimiento de las obligaciones,
ed. Lex, La Plata, 1977; COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén, en BUERES (Director) – HIGHTON
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GARRIDO, Roque, La mora y la ley 17.711, ED,36-886; GRECO, Ernesto R., La mora del
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Hernán, Algunas observaciones sobre la reforma del Código Civil en materia de mora, JA,

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§ . Concepto.
Es el retraso imputable que no quita la posibilidad de cumplimiento tardío.
Se trata de una situación dinámica y transitoria, que habrá de concluir en el
cumplimiento tardío, en su purga mediante la realización de ofertas reales de
cumplimiento, en la renuncia del acreedor a los derechos que le confiere el
estado de mora de su deudor, o en el incumplimiento definitivo.
A diferencia del incumplimiento definitivo, que tiene carácter irreversible,
la mora presupone una prestación exigible, pero retardada en su ejecución
temporal, por causas imputables al deudor, que todavía es posible y útil para
satisfacer el interés del acreedor. De allí su inescindible asociación a la idea de
cumplimiento tardío y que su régimen normativo sea aplicable por lo general a
las restantes tipologías de incumplimiento relativo.
§ . Presupuestos de la mora.
Es menester la presencia de ciertos presupuestos, “que deben
necesariamente existir con anterioridad a esta anormal situación y que
condicionan su propia configuración” (WAYAR).
Ellos son:
a) Existencia de un deber jurídico específico, derivado de una obligación en
sentido estricto.)
b) Exigibilidad de la prestación debida.
c) Cooperación del acreedor. En algunas obligaciones pesan sobre el
acreedor distintos deberes especiales de cooperación y cargas, que tienen por
objeto posibilitar que el deudor pueda cumplir conforme a los términos de la
relación existente. Nos hemos ocupado de esta cuestión supra ….. adonde
remitimos.
d) Posibilidad y utilidad del cumplimiento tardío.

§ . Requisitos de la situación de mora.


En nuestro derecho positivo, para que se produzca la mora del deudor es
menester la presencia de tres requisitos predicables para todo tipo de
obligación:
a) El retardo
b) La imputación al deudor, objetiva o subjetivamente, de dicho retardo.
c) La constitución en mora del deudor.
Procuraremos examinarlos separadamente.

§ 11. El retardo o retraso.


a) Caracterización. Transitoriedad del retardo
doctrina, 1969, p. 235; TRIGO REPRESAS, Félix A., Los requisitos de la mora del deudor en las
II Jornadas Provinciales de Derecho Civil de Mercedes, LL, 1983-D-1112; SALAS, Acdeel E.,
Caso fortuito y ausencia de culpa, Juris, 15-369; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la mora,
Abado, Bs.As., 1981;

8
La noción de retardo está ligada, indisolublemente, a la de demora.
Supone una deuda exigible, que debía ser cumplida en un determinado tiempo,
sin que se haya verificado el cumplimiento puntual en el momento fijado para
ello. Allí se plasma la dilación temporal que constituye objetivamente una
conducta antijurídica, conforme lo señalado en parágrafos anteriores.
El retraso que caracteriza a nuestra figura debe ser transitorio lo cual
determina que la obligación todavía pueda ser cumplida específicamente por el
deudor y, en tales circunstancias, resulte apta para satisfacer el interés del
acreedor. Si la prestación no es susceptible de ser cumplida específicamente
después de operada la demora, tardíamente, porque se ha hecho imposible o
porque, aún siendo susceptible de tal cumplimiento, ya no es apta para
satisfacer el interés del acreedor, no hay técnicamente mora, sino
incumplimiento definitivo.
b) Mora y retardo.
El simple retardo (o demora) y la mora son dos formas distintas de lesión
al derecho de crédito que, pese a estar emparentadas en razón de tener
aspectos en común, producen efectos diferentes.
Las diferencias entre ambos transitan por lo estructural (la mora requiere
necesariamente de un factor de imputación subjetivo u objetivo, en tanto el
retardo simple hace abstracción de éstos) y por sus efectos. Estos últimos son
decisivos para caracterizar a uno y otro supuesto.
Entre los efectos que derivarían de la simple demora, se destacan por su
importancia, el derecho del acreedor a exigir cumplimiento específico tardío de
la prestación adeudada (DIEZ PICAZO, PANTALEON), la facultad de oponer la
excepción de incumplimiento contractual (art. 1201 Cód. Civil); la falta de
legitimación para constituir en mora; resolución contractual por
incumplimiento; derecho a solicitar la aplicación de astreintes, etc. (ALTERINI,
AMEAL, LOPEZ CABANA, MOISSET DE ESPANES, DIEZ PICAZO).

§ . El factor de atribución.
a) Planteo de la cuestión.
La mora requiere, necesariamente, de la presencia de un factor de
atribución que califique el retardo material como moratorio y que permita
atribuir axiológicamente las consecuencias que genera a una persona
determinada.
¿Cuál es el factor de atribución que debe estar presente para que se
configure la mora del deudor?
Las opiniones están divididas.
a) Factor subjetivo de atribución.
Conforme a una posición clásica, el factor de atribución aplicable es
subjetivo, basado en la culpabilidad. El retraso debe, necesariamente, ser

9
imputable subjetivamente al deudor, a título de dolo o culpa. El retraso no
culpable no es mora (LLAMBIAS, CAZEAUX, TRIGO REPRESAS, SALVAT-
GALLI, LAFAILLE, BUSSO, COLMO, LOPEZ CABANA, MORELLO,
COMPAGNUCCI DE CASO).
Quienes adhieren a estas ideas advierten que si bien en el artículo 509
del Código Civil no se hace una expresa referencia a la culpabilidad, la misma
puede ser inferida como requisito de la mora de su última parte cuando permite
al deudor liberarse de las consecuencias de la mora probando que no le es
imputable. Se asigna a esta expresión sentido equivalente a falta de
imputabilidad subjetiva. Invocan también lo dispuesto por el art. 889 in fine
c.c., en cuanto no libera al deudor frente a la pérdida fortuita de la cosa,
cuando ésta obedece a la culpa del deudor.
b) Coexistencia de factores subjetivos y objetivos. La mora objetiva.
De acuerdo a otra opinión, que tiende a prevalecer en la actualidad, basta
con la presencia de un factor de atribución subjetivo (mora subjetiva) u objetivo
(mora objetiva) para que se configure la situación jurídica de mora.
Dentro de esta corriente, empero, se advierten diferencias sensibles.
I. Doctrina que proclama el principio de la culpa y admite supuestos
excepcionales de mora objetiva.
Para algunos el principio general está dado por la culpa, por lo que los
casos de mora objetiva, si bien existen, son excepcionales, limitados a aquellos
supuestos en los que han sido expresamente consagrados por razones de
política legislativa. Se trata de una posición subjetivista, con concesiones
objetivistas (WAYAR, MOISSET DE ESPANES, PADILLA, ZANNONI)
II. Doctrina que proclama la preeminencia de los supuestos de mora
objetiva.
Según otros, en posición que compartimos, los supuestos más
importantes y frecuentes se caracterizan por la presencia de un factor objetivo
de atribución y, son, consecuentemente, hipótesis de mora objetiva (BUERES,
MOSSET ITURRASPE, ZAVALA DE GONZALEZ, VAZQUEZ FERREYRA,
AGOGLIA, MEZA, BORAGINA). La culpa juega un rol de menor importancia en
esta materia, circunscripta, en nuestra opinión, a las obligaciones de medios.
Dentro de esta corriente, empero, se advierten algunos matices de
importancia, a la hora de encuadrar el ámbito de la mora objetiva.
Así, algunos, como MOSSET ITURRASPE, identifican mora automática
con mora objetiva y mora con interpelación con mora subjetiva. En el primer
supuesto, el factor de atribución sería el riesgo creado (no basta, pues, el mero
retardo) en tanto que en el segundo caso, la imputación jurídica se efectuaría a
título de culpa.
Nosotros compartimos la idea de que la mora puede ser objetiva (en la
mayor parte de los supuestos) o subjetiva. Sin embargo, no creemos que el

10
encuadramiento en una u otra hipótesis dependa de la forma de constitución
en mora (automática o por interpelación). El deber de entregar la cosa en un
contrato de compraventa, no cambia por el hecho de estar sujeto a un plazo
determinado cierto o incierto (mora automática) o tácito (mora por
interpelación).
El factor de atribución aplicable en la mora o el incumplimiento de una
obligación de resultado, como la anteriormente tomada como ejemplo, no varía
por el hecho de que la mora se produzca automáticamente o por interpelación
(BUERES).
Debe, pues, distinguirse según se trate de obligaciones de medios (o de
diligencia) o de resultado (también llamadas de fines o de garantía).
En el primer supuesto, el factor de imputación es subjetivo y basado en
la idea de culpa; en las obligaciones de resultado es objetivo, con sustento en la
idea de deber calificado de garantía o en el riesgo creado, según los casos
(BUERES, AGOGLIA, MEZA, BORAGINA, VAZQUEZ FERREYRA).
Este criterio, predicado en materia de mora, es extensible al
incumplimiento absoluto y también a la responsabilidad civil que pueda derivar
en uno y otro supuesto.
III. ¿Qué diferencias existen entre mora objetiva y subjetiva?
Ellas transitan por dos planos fundamentales, que deben guardar estricta
coherencia entre sí: el factor de imputación y las eximentes idóneas para liberar
al sindicado como moroso (o responsable) de las consecuencias que derivan de
dicho estado (argum. art. 509 , última parte, in fine Cód. Civil ).
Cuando la mora (y la responsabilidad que de ella deriva) es subjetiva, se
quiere con ello decir que requiere para su configuración y procedencia de la
presencia de culpabilidad en sentido amplio, comprensiva de la culpa y el dolo.
La eximente propia en el plano de la imputabilidad subjetiva debe ser la
prueba de la no culpa. Así, por ejemplo, frente a una responsabilidad subjetiva
presumida iuris tantum, al sindicado como responsable debería alcanzarle para
liberarse con probar que de su parte no hubo culpa, esto es que obró
diligentemente; o con mayor razón, que faltó la imputabilidad de primer grado,
por ejemplo, por mediar, error esencial excusable, dolo o violencia.
Cuando la mora y la responsabilidad que de ella deriva es objetiva, se
quiere con ello decir que la imputación se efectúa 1) con abstracción de toda
idea de culpabilidad y 2) en base a un parámetro objetivo de atribución (v.g.,
riesgo creado, garantía, equidad, deber calificado de seguridad, etc.). Repárese
que al hacerse abstracción de la idea de culpa no se quiere con ello significar
que en el caso concreto no pueda haber habido un obrar culpable. ¡De
ordinario, lo hay!. Sólo que, en principio, se hace abstracción de dicha
circunstancia para atribuir las consecuencias jurídicas del retraso, ya que esta
imputación se asienta sobre otros parámetros, de carácter objetivo.

11
Si la culpa es descartada a la hora de imputar jurídicamente el retraso,
es obvio que ninguna incidencia puede tener la prueba del obrar diligente (no
culpa) en el plano de las eximentes. Quien pretenda liberarse tendrá que probar
algo más que la no culpa: la incidencia de una causa ajena (hecho del acreedor,
hecho de un tercero extraño por quien no debe responder o el caso fortuito).
Ello equivale a poner de manifiesto que no existe relación causal entre el
incumplimiento objetivo y el daño entendido en sentido amplio, por lo que el
deudor no es, en definitiva, el autor del mismo.
§ . Constitución en mora del deudor. Diversos sistemas 5.
La mora requiere de algo más que un retraso imputable al deudor que no
quite posibilidad de cumplimiento tardío. Es preciso, además, que el deudor
quede constituido en mora.
Existen dos grandes sistemas de constitución en mora, que se disputan
la primacía desde antaño y que, a menudo, aparecen combinados: el que
requiere de un acto del acreedor (interpelación) para que opere la constitución
en mora del deudor, también llamado de la mora ex persona; y el de la
constitución en mora automática, por el solo transcurso del tiempo fijado, sin
necesidad de acto alguno de requerimiento por parte del acreedor o de la mora
ex re.
El primero hunde sus raíces en el código civil francés (art. 1139 C.C.),
desde donde se proyectó hacia el viejo artículo 509 del código de Vélez
Sársfield. Conforme al mismo, como regla general, para que se produzca la
mora del deudor, aún en las obligaciones a plazo, es menester que el acreedor
lo interpele, haciéndole saber su voluntad de obtener el cumplimiento de la
obligación y la satisfacción de su interés.
El sistema de la mora automática o ex re, tiene raíz romanista. Conforme
al mismo, la mora se produce automáticamente, por el solo transcurso del
tiempo fijado para el cumplimiento dela obligación, sin necesidad de
interpelación alguna. Son las hojas del almanaque las que al caer interpelan al
deudor (dies interpellat pro homine). Es, sin duda alguna, largamente preferible
al anterior y ha sido receptado con muy buen criterio por la ley 17.711 en la
reforma al art. 509 CC.

5
BORDA, Guillermo A., La reforma de 1968 al código civil, Perrot, Bs.As., 1971; CANO, José I.,
La mora, ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1978; CARDENAL FERNANDEZ, Jesús, El
tiempo en el cumplimiento de las obligaciones, Montecorvo, Madrid, 1979; CAZEAUX, Pedro N.,
La mora en el cumplimiento de las obligaciones, ed. Lex, La Plata, 1977; DIEZ – PICAZO
GIMENEZ, Gema, La mora y la responsabilidad contractual, Civitas, Madrid, 1996; GRAMUNT
FOMBUENA, M. Dolores, La mora del deudor en el código civil, Bosch, Barcelona, 1993;
GARRIDO, Roque, La mora y la ley 17.711, ED,36-886; GRECO, Ernesto R., La mora del
deudor en la reforma de 1968, Revista del Notariado, n. 716, Marzo-Abril, 1971; LLAMBIAS,
Jorge J., Estudio de la reforma del Código Civil. Ley 17.711., Jurisprudencia Argentina, Buenos
Aires, 1969; MOISSET DE ESPANES, Luis, La mora y la reforma del artículo 509 del Código civil,
JA, Doctrina, 1968-V- 794; MORELLO, Augusto M., La mora, Revista Notarial del Colegio de
Escribanos de la provincia de Buenos Aires, n.751, noviembre-diciembre, 1963; Indemnización
del daño contractual, Platense, La Plata, 1974; PIANTONI, Mario, La mora del deudor, Lerner,
Córdoba, 1978; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la mora, Abaco, Bs.As., 1981

12
§ La interpelación6.
a) Concepto.
Es la declaración de voluntad, unilateral, no formal y recepticia, que
facultativamente el acreedor dirige al deudor, por la cual le reclama en forma
categórica el cumplimiento de una prestación ya exigible. Suele también hacerse
referencia a ella bajo la denominación intimación o requerimiento.
Presenta estos caracteres:
1) Facultativa. El acreedor no está compelido en forma compulsiva a
ejercitarla, por lo que puede dejar de utilizarla.
2) Unilateral. Se se perfecciona con la sola voluntad del acreedor que
emite la declaración. No se requiere, por ende, el concurso de la voluntad del
deudor.
3) Recepticia. Se trata de una declaración que está destinada, por
definición, a ser conocida por su destinatario: el deudor.
4) No formal. No está sujeta a forma ni solemnidad de ningún tipo.Puede,
por ende, ser realizada judicial o extrajudicialmente, en forma escrita o verbal.
No obstante ello, conviene tener presente las dificultades que pueden derivar de
un requerimiento que no pueda luego ser acreditado.
b) Naturaleza jurídica.
Se discute cuál es la naturaleza jurídica de la interpelación.
1) Para una primera posición, que compartimos, es un acto jurídico
unilateral (art.944 Cód. Civil), o sea de un acto voluntario lícito que tiene por
finalidad inmediata producir una determinada consecuencia jurídica: la mora
del deudor (ALTERINI, AMEAL, LOPEZ CABANA, BUERES, TRIGO REPRESAS,
BUSSO, BOFFI BOGGERO, GHERSI). En consecuencia, la interpelación debe
ser realizada por una persona capaz para obligarse y ser exteriorizada de
manera inequívoca.
2) Conforme a otra perspectiva, es un hecho jurídico (art.896 Cód. Civil),
por cuanto quien reclama no pretende un efecto jurídico inmediato sino un
mero resultado material cual es el cumplimiento de la prestación (LLAMBIAS,
BUSTAMANTE ALSINA, VON THUR). Obviamente, para esta concepción, el
requisito de la capacidad de quien efectúa la interpelación es superfluo. Sea el
requerimiento efectuado por una persona capaz de obligarse o incapaz de
hacerlo produciría sus efectos. La eficacia de la interpelación es independiente
de la voluntad del acreedor.
3) Finalmente, para una tercera posición, estaríamos frente a un

6
BUERES, Alberto J., El pacto comisiorio y la mora del deudor, LL, 1980-A-856; COMPAGNUCCI
DE CASO, Rubén, en BUERES (Director) – HIGHTON (Coordinadora), Código y normas
complementarias, t. II-A, ed. Hammurabi, Bs.As.,1998, art.508, p. 104 y ss; HERNANDEZ GIL,
Antonio, La intimación del acreedor en la mora ex persona, Anuario de Derecho Civil, t.XV,
1962-2, p.331.; TRIGO REPRESAS, Félix A., Los requisitos de la mora del deudor en las
Segundas Jornadas Proinciales de Derecho civil de Mercedes, LL, 1983-D-1117; VON THUR,
Andreas, Teoría general del derecho civil alemán, trad. De Tito Ravá, Depalma, Bs.As., 1947,
vol. II-1, p. 120 y ss; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la mora, Abaco, Bs.As., 1981.

13
simple acto voluntario lícito en los términos del art. 899 Cód. Civil
(COMPAGNUCCI DE CASO, WAYAR, BREBBIA). El acreedor debe
materializar su declaración de voluntad, que es realizada no con el
objeto de buscar un fin jurídico inmediato, sino de alanzar un
resultado material. Quienes adhieren a estas ideas también exigen
la capacidad de quien realiza el acto de interpelación, aunque con
alcances no siempre coincidentes.
NOSOTROS PENSAMOS...
c) Sujetos.
El sujeto activo de la interpelación es, por regla, el acreedor (o su
representante legal o convencional).
El sujeto pasivo es, de ordinario, el deudor. Es válida la intimación
practicada al representante legal o convencional de aquél facultado para
realizar el pago (LLAMBIAS, WAYAR).
La interpelación produce sus efectos desde que la notificación ingresa a la
esfera propia del destinatario. Es irrelevante que tome efectivo conocimiento de
ella.
d) Formas de interpelar.
La interpelación no está sujeta a formalidades. Por lo tanto, puede ser
realizada mediante una manifestación positiva de la voluntad del acreedor
formulada por escrito, o de manera verbal o por cualquier signo inequívoco
referido a determinados objetos (art. 917 Cód. Civil).
El requerimiento puede ser efectuado en forma judicial o extrajudicial.
Conviene tener presente, sin embargo, que el acreedor debe probar la
interpelación, por lo que siempre es aconsejable utilizar formas de
requerimiento que permitan su ulterior acreditación en sede judicial (v.g.,
telegrama colacionado, requerimiento por vía notarial, carta documento, etc.).
Quien efectúa la interpelación asume el riesgo del medio utilizado para
practicarla.
e) Requisitos de la interpelación.
La doctrina distingue entre requisitos intrínsecos y extrínsecos de la
interpelación.
1) Requisitos intrínsecos.
Son aquellos que, como su nombre lo indica, hacen estructuralmente a la
interpelación en sí misma.
Ellos son:
I. Reclamo categórico.
La interpelación supone una exigencia categórica e imperativa de pago.
No es una simple invitación a cumplir, un recordatorio, un ruego o una
sugerencia.
II. Requerimiento apropiado en cuanto al objeto, modo y tiempo.

14
El requerimiento debe estar referido a la prestación debida, y ser
apropiado respecto de las circunstancias de modo y tiempo.
El acreedor no puede pretender que el deudor cumpla con una prestación
cualitativamente distinta de la adeudada. Un requerimiento en tal sentido es,
en principio, ineficaz para constituirlo en mora.

III. Exigencia de cumplimiento factible.


El requerimiento debe contener una exigencia que sea de cumplimiento
factible. No lo es cuando, por ejemplo, resulta sorpresiva o intempestiva, o
cuando el plazo que se otorga es excesivamente breve e inepto para posibilitar
el cumplimiento de la prestación.
IV. Circunstanciado.
Debe contener mención de las circunstancias de tiempo y lugar, salvo
cuando ellas estuvieren preestablecidas por las partes o surgieran de la ley.

2) Requisitos extrínsecos.
No basta para que el requerimiento produzca efectos con que cumpla los
requisitos intrínsecos antes señalados. Puede ser menester, además, la
presencia de dos condiciones extrínsecas:
I. Cooperación del acreedor.
Cuando se trate de prestaciones que requieren de actos específicos de
cooperación del acreedor para que el deudor pueda cumplir, es preciso que el
acreedor satisfaga de manera efectiva dicha conducta (v.g., haciéndose presente
a recibir la cosa en el lugar pactado). Es una solución lógica, pues la
cooperación del acreedor en estos casos constituye un presupuesto de la mora
del deudor.
II. Ausencia de incumplimiento del acreedor.
Tratándose de obligaciones recíprocas, uno de los obligados no incurre en
mora si no cumple, u ofrece cumplir o demuestra que su obligación es a plazo
(arts. 510 y 1201 Cód. Civil ).
Si quien interpela en tal supuesto ha incumplido con su obligación,
aquella no produce efecto alguno.

§ . El régimen de constitución en mora en el código civil argentino


Dispone el art.509 CC (t.o. ley 17.711):
“En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo
vencimiento.
Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare
tácitamente de la naturaleza y circunstancias de la obligación, el acreedor
deberá interpelar al deudor para constituirlo en mora.
Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en

15
procedimiento sumario, a menos que el acreedor opte por acumular las
acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor
quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el
cumplimiento de la obligación.
Para eximirse de las responsabilidades de la mora el deudor debe
probar que no le es imputable”.

b) El principio y las excepciones dentro del sistema proyectado por


la ley 17.711.
Al haber consagrado la regla de la mora ex re en las obligaciones a plazo,
el art. 509 CC establece un principio general conforme al cual la mora es
automática “y cubre todos los casos no exceptuados absorbiendo en el mismo
a las hipótesis específicas de mora legal” (BUSTAMANTE ALSINA).
Este principio tiene excepciones: aquellos supuestos en los que por
disposición de la ley (por ej., obligaciones a plazo tácito) o por acuerdo de
partes, se determina que es menester la interpelación para constituir en mora
al deudor.

§ . La mora automática en las obligaciones a plazo determinado


cierto e incierto.
El primer párrafo del artículo 509 C.C. determina que “en las
obligaciones a plazo la mora se produce por su solo vencimiento”. Se consagra,
de tal modo, en forma categórica el principio rector en esta materia: la mora
automática.
La referencia a “obligaciones a plazo” es imprecisa, pues es evidente que
existen obligaciones a plazo en las que la mora no es automática y que sí
requieren interpelación, a punto que en el párrafo segundo del artículo 509
C.C. se hace expresa referencia a ellas: son las obligaciones a plazo
indeterminado tácito.
No basta, pues, con que se trate de una obligación a plazo para que la
mora sea automática. Ese plazo debe ser calificado de algún modo. Y para ello,
debemos proceder por descarte: no se trata de supuestos de plazo
indeterminado tácito, que aparecen claramente alojados en el párrafo segundo
de la norma y que requieren interpelación. Tampoco de hipótesis de plazo
indeterminado propiamente dicho, que tienen tratamiento específico en el
párrafo tercero del art. 509 C.C..
Luego, la expresión obligación a plazo sólo puede (y debe) ser entendida
como equivalente a obligación a plazo determinado. Cuando la ley dice que en
las obligaciones a plazo la mora se produce por su solo vencimiento, hace
referencia a obligaciones a plazo determinado, o sea a aquél que ha sido fijado
expresamente por las partes, por la ley o, inclusive, por el juez.

16
Los problemas, sin embargo, no terminan aquí. Conforme lo hemos
señalado en capítulos anteriores, el plazo determinado admite una
subclasificación, según se trate de plazo determinado cierto o incierto (supra
§ ...). El plazo es cierto cuando se conoce con precisión la fecha en que
operará su vencimiento (art. 567 Cód. Civil ). Es incierto cuando está fijado con
relación a un hecho futuro necesario, cuyo momento exacto de producción se
ignora. Se conoce que el acontecimiento inexorablemente habrá de producirse
(por eso es plazo y no condición), pero no se sabe cuándo ello tendrá lugar
(certus an incertus quando). Ej: la muerte de una persona; o la próxima lluvia.
Cuando el art. 509 C.C., párrafo primero, determina que en las
obligaciones a plazo (determinado) la mora se produce por su solo vencimiento,
¿comprende tanto a las obligaciones a plazo determinado cierto e incierto o
solamente a las primeras?
El tema es opinable y ha dividido profundamente a nuestra doctrina.
a) Conforme a una primera opinión, la mora automática sólo procedería
en las obligaciones a plazo determinado cierto (CAZEAUX, TRIGO REPRESAS,
LLAMBIAS, BREBBIA, MOSSET ITURRASPE, COMPAGNUCCI DE CASO,
PIANTONI, RACIATTI, GARRIDO).
Quienes piensan de esta manera señalan que no puede incluirse a las
obligaciones a plazo incierto dentro del campo de la mora automática, pues
sería injusto (y contrario a la buena fe) considerar moroso a un deudor que bien
podría ignorar que ha sucedido el hecho del cual depende la exigibilidad de su
prestación (CAZEAUX).
b) De acuerdo a otra posición, hoy francamente mayoritaria, que
compartimos plenamente, la mora se produce automáticamente en todos los
supuestos de obligaciones a plazo determinado, sea este cierto o incierto
(MOISSET DE ESPANES, WAYAR, BORDA, BUSTAMANTE ALSINA, ALTERINI,
AMEAL, LOPEZ CABANA, GRECO, BOFFI BOGGERO).
Esta interpretación es la más ajustada a la normativa vigente que no
formula distinción alguna: todas las obligaciones a plazo determinado, cierto o
incierto, se encuentran alcanzadas por el principio general de la mora
automática, cuyas excepciones deben ser interpretadas restrictivamente.
No creemos que de lege lata sea posible excluir a las obligaciones a plazo
determinado incierto del párrafo primero del artículo 509 C.C., ya que de
seguirse dicho procedimiento aquellas no tendrían ubicación en la citada
norma. Y no se diga que podrían ser emplazadas analógicamente en el párrafo
segundo, requiriendo en consecuencia de interpelación, pues en el citado
párrafo segundo se contempla un supuesto de obligación a plazo indeterminado
(tácito) y aquí estamos frente a una hipótesis de plazo determinado (incierto).
El sistema de la ley 17.711 es claro y categórico: sienta un principio
general – el de la mora automática en las obligaciones a plazo – y dos

17
excepciones: obligaciones a plazo tácito y a plazo indeterminado.
c) Atilio ALTERINI propuso mitigar el rigor de la interpretación que
proclama la mora automática en las obligaciones a plazo determinado incierto,
señalando que en tales supuestos, cuando la realización del hecho configurante
del término pudiera ser ignorada por el deudor, la buena fe impondría al
acreedor comunicarle tal circunstancia a fin de que cumpla, de conformidad
con el principio de la buena fe. Se trataría de una simple comunicación y no de
una interpelación en sentido estricto, por lo que no estaría sujeta a ninguna de
las formalidades anteriormente estudiadas. No son pocos los autores que
comparten esas ideas (LOPEZ CABANA, BUSTAMANTE ALSINA, BUERES,
BORDA, WAYAR, LOPEZ MESA).
La idea es interesante y puede resultar valiosa en el campo de aquellas
obligaciones en donde la mora es subjetiva, o sea basada en la culpa del
deudor, de las que es defensor el jurista capitalino. Dentro de ese contexto, su
construcción resulta útil y puede permitir al deudor, frecuentemente, probar
que el retraso no le es imputable por ausencia de culpabilidad.
No creemos, en cambio, que el mismo criterio sea sustentable de manera
generalizada en materia de obligaciones de resultado, donde el factor de
atribución es objetivo: la imputación allí se realiza con total abstracción de la
idea de culpabilidad, y solamente puede ser desvirtuada demostrando la
presencia de una causa ajena. La ausencia de conocimiento por parte del
deudor de que el hecho se ha cumplido o la falta de notificación por parte del
acreedor de tal circunstancia, no alcanzan dicha categoría ni tienen idoneidad
alguna para impedir los efectos de la mora, salvo cuando por su relevancia, en
función de las circunstancias del caso, pueda ser dicha comunicación
emplazada como un deber de cooperación, con base en el principio de la buena
fe, y como consecuencia de ello proyectar incidencia causal. En tal caso, el
deudor podría demostrar que la mora no le es imputable, pero no porque no
haya habido culpa de su parte (la ausencia de culpa es intrascendente) sino
porque el incumplimiento encontraría su causa en la propia conducta del
damnificado (acreedor).
Cabe tener en cuenta que quien se somete a una deuda a plazo incierto,
debe tomar las previsiones, y en su caso asumir los riesgos, para conocer en
forma oportuna la verificación del hecho incierto. No creemos, en tal sentido,
que pueda predicarse de manera generalizada una carga en tal sentido sobre el
acreedor, ni siquiera tratándose de supuestos en los que el deudor pudo haber
ignorado el momento del vencimiento del plazo. Es una cuestión que deberá ser
apreciada caso por caso, conforme a las pautas antes indicadas y a los dictados
que impone el principio de la buena fe (art. 1198 CC)..

§ . Obligaciones a plazo indeterminado tácito.

18
Dispone el segundo párrafo del art. 509 C.C.: “Si el plazo no estuviere
expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la naturaleza y
circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para
constituirlo en mora”.
Plazo tácito es aquél que surge implícitamente de la naturaleza y
circunstancias del acto o de la obligación (art. 509, párrafo segundo C.C.). Es
una especie dentro del género más amplio del plazo indeterminado. Se trata de
obligaciones que no tienen un plazo de vencimiento expresamente fijado,
aunque de su naturaleza y circunstancias es posible inferir tácitamente el
momento a partir del cual el acreedor podrá exigir el cumplimiento de la
prestación.
La solución normativa se justifica plenamente. En estas obligaciones,
parece conveniente y equilibrado exigir la interpelación para constituir en mora
al deudor por cuanto el plazo tácito es por lo general impreciso y requiere, a
veces, de complejas interpretaciones de la voluntad de las partes, en función de
las circunstancias particulares de cada caso. El valor seguridad es elevado a
primer orden en este supuesto.
Aun tratándose de obligaciones a plazo tácito, no es necesaria la
interpelación cuando el deudor confiesa encontrarse en mora, o manifiesta
inequívocamente su voluntad de no cumplir, o en aquellos casos en los cuales
el requerimiento no puede ser efectuado por causa imputable al obligado o en
las obligaciones derivadas de la posesión de mala fe de una cosa.

§ . Obligaciones a plazo indeterminado propiamente dicho.


a) Caracterización.
Dispone el tercer párrafo del art. 509 C.C.: “Si no hubiere plazo, el juez a
pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a menos que el acreedor
opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo
caso el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la
sentencia para el cumplimiento de la obligación”.
La norma se refiere a los supuestos de obligaciones a plazo
indeterminado propiamente dicho (WAYAR, LLAMBIAS, MOISSET DE
ESPANES, PADILLA, GRECO, CAZEAUX).
En el plazo indeterminado propiamente dicho el plazo tampoco está
determinado pero, a diferencia del supuesto de plazo indeterminado tácito, no
se advierten elementos que permitan inferirlo de la naturaleza y circunstancias
de la obligación. La indeterminación es absoluta por lo que corresponde su
fijación judicial (doct. Arts. 509 inc.3, 561, 618 y 751 Cód. Civil ).
Quedan comprendidos dentro de este supuesto aquellos casos en donde
se ha tomado en cuenta un acontecimiento no forzoso, con la finalidad de
diferir los efectos del acto (y no de condicionarlos), tal lo que sucede, por

19
ejemplo, con la obligación de pagar cuando mejore de fortuna o cuando perciba
el crédito de un tercero (arts. 509, 620, 752 y concs. Cód. Civil) .
b) Plazo indeterminado y obligación de exigibilidad inmediata ( pura
y simple).
Conviene no confundir la obligación de exigibilidad inmediata (también
llamada obligación pura y simple), que es aquella que no está sujeta a plazo
alguno, con la obligación a plazo indeterminado, que sí lo está, sin aunque
exista indeterminación provisoria absoluta respecto de dicho plazo. La
aclaración vale, por cuanto una lectura apresurada del art. 509 C.C. podría
llevar a pensar que cuando en el párrafo tercero se utiliza la expresión “...si no
hubiere plazo...”, se podría estar refiriendo a las obligaciones de exigibilidad
inmediata, lo que evidentemente no es así.
Más allá de la evidente deficiencia técnica de la norma, es importante
señalar, con toda la doctrina nacional, que la expresión “si no hubiere plazo”
alude a obligación a plazo indeterminado y no a una obligación de exigibilidad
inmediata o pura y simple (LLAMBIAS, MOISSET DE ESPANES, WAYAR).
c) Diferencia entre obligaciones a plazo indeterminado tácito e
indeterminado propiamente dicho.
Las diferencias entre plazo tácito y plazo indeterminado, claras en teoría,
frecuentemente se desdibujan y vuelven sutiles en práctica, a punto que en
numerosos supuestos es realmente difícil determinar si la situación encuadra
en uno u otro supuesto.
Los riesgos para quien litiga son evidentes, pues un eventual error en la
valoración puede derivar en una inadecuada constitución en mora, con
secuelas lamentables para la suerte del pleito.
Nosotros creemos que para diferenciar un supuesto de del otro, debe
indagarse la voluntad de las partes, plasmada en las cláusulas contractuales
pertinentes, y determinar si lo que efectivamente ellas han querido es integrar
el convenio con una decisión judicial relativa al momento preciso en que la
obligación debe cumplirse (plazo indeterminado propiamente dicho) o
,simplemente, diferir los efectos hacia el futuro, sin tener en cuenta
intervención judicial alguna (plazo indeterminado tácito). En este último
supuesto lo único que corresponde al juez es verificar si teniendo en cuenta la
naturaleza y circunstancias de la obligación, ha transcurrido o no dicho plazo
al tiempo de promoverse la demanda. En cambio, en el primer supuesto, debe
intervenir para fijar el plazo e integrar de tal modo el contrato.
En caso de duda, se debe considerar al plazo como indeterminado tácito.
Es la interpretación que mejor responde a la dinámica negocial moderna (y, por
lo general, también a la voluntad de las partes), pues es un hecho evidente que
los contratantes sólo en raras ocasiones procuran integrar un contrato con una
actividad judicial futura.

20
d) El procedimiento previsto para la fijación de plazo.
La ley otorga dos vías para obtener la determinación del plazo:
1) La primera es reconocida a ambas partes, quienes pueden
indistintamente solicitar al juez que fije plazo para el cumplimiento de la
obligación, en procedimiento sumario. Una vez fijado, estaremos frente a un
supuesto de plazo determinado cierto, por lo que la mora se producirá
automáticamente, a su vencimiento.
Se trata de una sentencia meramente declarativa, por lo que en caso de
mora, el acreedor tendrá que promover otra acción judicial para a satisfacer su
interés.
2) La segunda es otorgada exclusivamente al acreedor, quien puede
acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, con lo cual se
evita la promoción de dos juicios orientados a una misma finalidad. Es un
procedimiento aconsejable, que favorece la dinámica de la obligación y,
fundamentalmente, permite un ahorro de energías en el plano de la
administración de justicia (MOISSET DE ESPANES, WAYAR, COMPAGNUCCI
DE CASO).
El acreedor puede, en consecuencia, junto a la fijación judicial del plazo
reclamar el cumplimiento de la prestación adeudada, lo cual requerirá de un
trámite procesal acorde a la entidad del reclamo. Pesa en cabeza del acreedor la
prueba de la existencia y entidad de su crédito y sobre el deudor las eximentes
que eventualmente pueda invocar. El juez, en la sentencia, fija plazo para el
cumplimiento y, al mismo tiempo, condena al deudor a cumplir en dicha fecha.
Por lo tanto, si vencido el plazo fijado por el Tribunal en la sentencia el deudor
no cumpliere, incurrirá en mora y, además, soportará la ejecución de la
sentencia de condena. Con ello se evita la promoción de un nuevo juicio para
obtener el cumplimiento compulsivo de la prestación. Estamos aquí frente a
una sentencia que es, al mismo tiempo, declarativa (en cuanto fija el plazo) y de
condena.

§ 21. Supuestos controvertidos, no previstos expresamente en el


artículo 509 del Código Civil.
Corresponde analizar ahora algunos supuestos controvertidos, que por
las ya apuntadas deficiencias de técnica legislativa o por otras razones, no
aparecen expresamente regulados en el artículo 509 del código civil.
a) La mora y las obligaciones de exigibilidad inmediata (o puras y
simples) 7
.
7
COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén, comentario al art. 509 en BUERES (Dir.) – (HIGHTON
(Coord.), Código Civil u y normas complementarias, ed. Hammurabi, T.II-A, Bs.As., 1998, p.
117; KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, La mora en las obligaciones puras y simples, LL,
1976-A-408; MERINO, Enrique - MOISSET DE ESPANES, Reflexiones sobre la clasificación de
los plazos, ED, 41-1007; PADILLA, René, Responsabilidad civil por mora, p. 323 y ss; ROTMAN,

21
1) La mora en las obligaciones de exigibilidad inmediata.
La doctrina y jurisprudencia absolutamente mayoritarias entienden que
en estas obligaciones el deudor no incurre en mora si no es interpelado por el
acreedor (WAYAR, PADILLA, MOISSET DE ESPANES, MERINO, LLAMBIAS,
BUSTAMANTE ALSINA, BUERES, CAZEAUX, COMPAGNUCCI DE CASO).
Los fundamentos, empero, varías sensiblemente, según los autores:
I. Para algunos, en las obligaciones de exigibilidad inmediata el
cumplimiento de la prestación estaría diferido a la potestad de una de las
partes o de ambas. Quien tiene la potestad de exigir dicho cumplimiento debe
manifestar a la otra su voluntad mediante un requerimiento previo a la
ejecución de la obligación, pues la buena fe (art. 1198 Cód. Civil ) impondría
ese temperamento (BUSTAMANTE ALSINA, BORDA).
II. Para otros, las obligaciones de exigibilidad inmediata (puras y simples)
deben ser tratadas como obligaciones sujetas a plazo tácito, quedando por ende
alcanzadas por el requisito de la interpelación previsto para ellas (MOISSET DE
ESPANES, MERINO, KEMELMAJER DE CARLUCCI). Quienes adhieren a estas
ideas señalan que las obligaciones puras y simples son exigibles desde su
nacimiento, y si el deudor no las cumple en ese instante, es porque el acreedor,
tácitamente, le está otorgando un plazo. Sin embargo, el acreedor no renuncia
con ello a la exigibilidad, por lo que en cualquier momento podrá reclamar el
cumplimiento (con lo que mantiene el carácter de obligación pura y simple),
aunque al no reclamarla en el momento de constituirla haya acordado un plazo
tácito.
III. No faltan quienes piensan que la necesidad de interpelación surgiría
de aplicar la regla general de la interpelación, que consideran vigente en
materia de mora, pese a la reforma introducida al art 509 por la ley 17.711.
(WAYAR, LLAMBIAS, RAMELLA, ROTMAN). Se propicia, de tal modo, la vigencia
residual de la regla de mora ex persona.
IV. Nosotros creemos que en el derecho positivo actual, rige, aunque con
mucha imperfección técnica, el principio de la mora automática. Las razones
que llevan a su vigencia cuando la obligación es a plazo determinado cierto e
incierto, no difieren sustancialmente de las que pueden justificar su aplicación,
como regla, en las obligaciones puras y simples: la adecuada protección de los
intereses del acreedor y, fundamentalmente, la conexión entre el retardo del
deudor con el factor tiempo, sin necesidad de requerimiento alguno.
Esa relación es predicable cuando hay un plazo determinado fijado. No
puede seguirse un criterio distinto en aquellas obligaciones que nacen,
producen sus efectos y se extinguen sin intervalo de tiempo jurídicamente
mensurable. No hay razón que justifique, en principio, tratarlas de manera

Rodolfo, Obligaciones puras: exigibilidad directa o necesidad de previa interpelación luego de


reformado el artículo 509 del Código Civil, LL, 1976-C-255.; WAYAR, Ernesto C., Tratado de la
mora.

22
distinta.
Esta interpretación en modo alguna aparece reñida con el principio de la
buena fe, que impone al deudor que asume una obligación pura y simple la
carga de adoptar los recaudos que le permitan cumplir en ese momento, sin
posibilidad de ampararse en una falta de requerimiento para evitar la
configuración del estado de mora. La dinámica que caracteriza a la obligación
en nuestro tiempo, el reparto de riesgos que debe presidir a estas obligaciones
de exigibilidad inmediata, la moderna concepción del patrimonio y,
frecuentemente, el principio de protección de la parte débil en la relación,
justifican este temperamento. Tal criterio es el que se aplica en materia de
hechos ilícitos, en donde la mora en la obligación de resarcir (que es de
exigibilidad inmediata) se produce automáticamente desde el mismo momento
de producción del daño (infra § ).
Por tal motivo, en posición todavía minoritaria en nuestra doctrina,
sostenemos de lege lata que, como regla, la mora en las obligaciones de
exigibilidad inmediata (o puras y simples) es automática.
Ese principio puede reconocer excepciones, entre las que mencionamos:
1 Cuando la propia ley determina supuestos de obligaciones puras y
simples en las que se requiere interpelación para constituir en mora al deudor.
2 Cuando de acuerdo con las circunstancias del caso concreto, la
aplicación de la mora automática pueda traducir un ejercicio antifuncional de
derechos. La alegación y prueba de tal circunstancia pesa sobre el deudor.
Si el deudor de una obligación de exigibilidad inmediata alega que el
acreedor tácitamente le ha otorgado un plazo, deberá probar dicha
circunstancia. La tolerancia no se presume. Acreditado ese extremo, es obvio
que ya no estaremos frente a una obligación pura y simple, sino ante una
obligación a plazo tácito, supuesto en el cual habrá que interpelar al deudor
para constituirlo en mora (art. 509, segundo párrafo C.C.).
b) La mora y las obligaciones ilíquidas.
Otra delicada cuestión, que tampoco está expresamente resuelta en
nuestra legislación, es la relativa a la mora en las obligaciones ilíquidas.
“Se llama deuda líquida aquella cuya existencia es cierta, y cuya cantidad
se encuentra determinada, cum certum est an et quantum debeatur” (nota al
art. 819 C.C.). Es ilíquida cuando es incierta en su importe, cuantía o en su
monto (DE RUGGIERO, WAYAR).
¿Constituye la liquidez un presupuesto de la mora? ¿Puede haber mora
en las obligaciones ilíquidas? ¿O, acaso, la iliquidez impide que se configure tal
situación jurídica?
Conforme la doctrina dominante, que compartimos, la falta de liquidez
no impide la configuración de la situación jurídica de mora del deudor (BORDA,
BUSSO, GALLI, LAFAILLE, COLMO, WAYAR). No existe en nuestro sistema

23
positivo norma alguna que imponga la exigencia de liquidez para la
constitución en mora del deudor. También la deuda ilíquida es apta para
generar la mora del deudor, pues sólo se requiere respecto de ella que llegue a
liquidarse ulteriormente.
La solución propiciada evita que el deudor pueda enriquecerse
indebidamente a expensas del acreedor, invocando la mentada iliquidez.
c) La mora en las obligaciones derivadas de hechos ilícitos.
La mora en las obligaciones derivadas de hechos ilícitos se produce
automáticamente en todos los casos, desde el momento de producción del
daño.
En esta materia está en juego el principio de la reparación plena o
integral del daño injustamente causado, que es uno de los pilares básicos sobre
los que se sustenta el régimen de responsabilidad civil. Dicho principio requiere
que los intereses se computen desde la fecha en que el perjuicio proveniente del
ilícito ha sido causado. Es a partir de la producción del daño cuando se genera
la obligación de repararlo jurídicamente, lo cual lleva a computar los intereses
desde esa fecha, sin necesidad de requerimiento o interpelación alguna.
Si esa era la solución antes de la reforma, dentro de un fuerte contexto de
mora ex persona, ella no puede ser otra habiendo operado un cambio radical en
el sistema, que relega la mora por interpelación a un plano subsidiario y
excepcional.
d) La mora en las obligaciones de no hacer. Remisión.
Ver supra…..

§ . La mora y el lugar de cumplimiento de las obligaciones8.


Cabe distinguir distintos supuestos.
a) La mora del deudor cuando las obligaciones deben ser cumplidas
en el domicilio del deudor.
Se discute si para que la mora se produzca automáticamente por el solo
vencimiento del plazo, debe el acreedor probar que se hizo presente en el lugar
de pago, prestando de tal modo el acto de cooperación necesario para que el

8
BORDA, Guillermo, Un peligroso precedente, LL, 1975-A-518; Una saludable reacción ,
ED, 79-263; Hacia un plenario en materia de mora, LL, 1978-D-311; BUSTAMENTE ALSINA,
Jorge, La mora del deudor y la concepción dinámica del patrimonio, LL, 1977-D-841; Los jueces
y las leyes injustas (a propósito de la mora ex re”), LL, 1978-C-238; COLOMBRES GARMENDIA,
Ignacio, Algo más sobre la mora automática, LL, 152-491; LOPEZ MESA, Marcelo, Las
obligaciones “quérables” (requeribles) o de recogida (categoría obligacional poco profundizada,
pero de importancia práctica), LL, 2013-C, 1159.; LOPEZ DE ZAVALIA, Fernando J., su voto
como miembro de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán in re “Christiani de Zzelarrayán,
Olga c. Ocaranza, María S. y otro”, LL, 152-491; PADILLA, René, Responsabilidad civil por
mora, n.106, p. 276; RACCIATTI, Hernán, Mora y las obligaciones a plazo que deben cumplirse
en el domicilio del deudor, JA, 1978-IV-635; RAMELLA, Anteo, La mora: doctrrina en torno al
nuevo asrt. 509 del código civil, JA, 1970-764; WAYAR, Ernesto C., La mora del deudor cuando
su domicilio es el lugar de pago, LL, 1980-C- 1129; PIZARRO, Ramón Daniel – MOISSET DE
ESPANES, Luis, Reflexiones en torno a la mora del deudor y el lugar de cumplimiento de las
obligaciones, ED, 72-794; ZAVALA DE GONZALEZ, Matilde, Doctrina judicial. Solución de casos,
Alveroni, 2ª ed., Córdoba, 1998.

24
deudor pueda cumplir, o si, por el contrario, la carga probatoria de la su
ausencia pesa sobre el deudor.
Las opiniones se encuentran profundamente divididas.
1) La carga de la prueba pesa sobre el acreedor.
Conforme a una primera posición, para que la mora se produzca
automáticamente en las obligaciones a plazo determinado, corresponde al
acreedor demostrar que se hizo presente en el domicilio del deudor el día de
vencimiento de la obligación, a prestar su deber de cooperación (CAZEAUX,
LLAMBIAS, MOISSET DE ESPANES, ALTERINI, AMEAL, LOPEZ CABANA,
RACCIATTI, RAMELLA, GRECO, LOPEZ MESA).
Quienes adhieren a estas ideas advierten que cuando el lugar de pago es
el domicilio del deudor, el acreedor debe prestar su cooperación para que éste
pueda cumplir, haciéndose presente en el lugar de pago el día de vencimiento.
De otro modo, ¿cómo y a quién el deudor habría de pagar?
La carga de la prueba de dicho extremo pesa sobre el acreedor, por
tratarse de un hecho positivo. Una solución contraria importaría poner en
cabeza del deudor la prueba de la no presencia del acreedor, esto es, de un
hecho negativo. Dicha actividad probatoria sería verdaderamente difícil,
diabólica, por las dificultades que supone acreditar que el deudor no se
presentó en el lugar entre las cero y las veinticuatro horas del día de
vencimiento.
Esta solución, se dice, es la que mejor se adecuaría al principio del favor
debitoris y al principio de la buena fe.
2) La carga de la prueba de la no presencia del acreedor pesa sobre el
deudor.
Conforme a otra opinión, es el deudor quien debe acreditar la no
presencia del acreedor en el lugar de pago el día de vencimiento de la
obligación, para probar que la mora no le es imputable (BORDA, BUSTAMANTE
ALSINA, LOPEZ DE ZAVALIA, WAYAR, ZAVALA DE GONZALEZ, PADILLA,
MORELLO, COLOMBRES GARMENDIA, GARRIDO). Este criterio ha prevalecido
en un importante fallo plenario de la Cámara Nacional en lo Civil (21/3/80,
ED,87-268 y LL, 1980-B-123).
Es la interpretación que mejor se ajusta a la normativa vigente, y la que
de manera más adecuada armoniza con la concepción dinámica del patrimonio
y de la propia obligación.
El art.509 C.C. determina que en las obligaciones a plazo, la mora se
produce por “su solo vencimiento”. Sin ningún otro requisito. De otra manera,
se pregunta BORDA, ¿qué sentido tendría la palabra solo?.
Dicho principio rector funciona cualquiera sea el lugar de cumplimiento
de la obligación. Poco importa, frente a la ley, que la deuda deba ser cumplida
en el domicilio del acreedor (dettes portables, para los franceses o portabili, para

25
los italianos) o en el del acreedor (dettes quérables o cercabili). En ambos casos
la mora se produce por su solo vencimiento.
¿Qué sucede si el acreedor no se hace presente el día de vencimiento de
la obligación en el lugar de pago y omite prestar su deber de cooperación, con
grave menoscabo al derecho de pagar del deudor y de liberarse?
Creemos que, en tal caso, el deudor podrá liberarse acreditando dicho
extremo, ya que la mora no le será imputable y reconocerá como causa la
propia conducta del acreedor – damnificado. Pero quede en claro que la carga
de la prueba de la no presencia del acreedor, pesa sobre el deudor. Así lo
determina indudablemente el art. 509 C.C. en su último párrafo, en cuanto
dispone que “para eximirse de las responsabilidades derivadas de la mora, el
deudor debe probar que no le es imputable”.
El sistema consagrado por la ley 17.711, en cuanto invierte la carga
probatoria, y pone en cabeza del deudor la prueba de la no presencia del
acreedor, se adecua mejor a la concepción dinámica del patrimonio. Guarda
armonía, además, con lo que de ordinario sucede en la vida real: el acreedor,
que ordinariamente tiene interés en cobrar, suele hacerse presente en el lugar
de pago, y realizar los actos pertinentes a tales fines. Cuando concurre a los
estrados de la justicia, por lo general lo hace después de haber agotado
infructuosamente todas las vías extrajudiciales a su alcance para evitar el
juicio. Una presunción de cooperación de su parte en tal sentido, como la que
sienta la ley, no nos parece hoy, en modo alguno, irrazonable. Tiene sentido
común. Y el derecho, conviene no olvidarlo, se asienta en el sentido común.
El argumento más sólido que sostiene la tesis opuesta es, sin duda, el
referido a la prueba diabólica (demostración de un hecho negativo). Sin
desconocer su seriedad, lo hallamos insuficiente para imponer una solución
que está en pugna con lo que dispone la letra y el espíritu de la ley.
No es cierto que el deudor deba probar la permanencia en su domicilio,
esperando al acreedor las 24 horas del día fijado para el pago. “Una exigencia
semejante – dice WAYAR – no habría sido impuesta ni siquiera por el derecho
romano primitivo. Bastará que el deudor demuestre que su disposición a
efectuar el pago se mantuvo firme y que el acreedor no concurrió dentro de un
horario razonable, a recibir la prestación. Por horario razonable debe
entenderse aquél dentro del cual –normalmente y de acuerdo con nuestros usos
y costumbres se cumplen regularmente las obligaciones. La buena fe – principio
tutelar del cumplimiento- contribuirá a solucionar con justicia los casos
dudosos”.
El criterio sustentado reduce el margen de litigiosidad, desalienta las
dilaciones procesales y, además, evita el aumento de excepciones admisibles en
juicios ejecutivos, ya que a las expresamente previstas por el ordenamiento
jurídico (art. 544 C.P.C.N.) habría que adicionarles la falta de prueba por parte

26
del acreedor de haber concurrido al domicilio del deudor a recibir el pago
(BORDA, WAYAR).
El argumento relativo al principio del favor debitoris no tiene mayor
relevancia en la hora actual, máxime en materias como ésta, en donde la propia
ley sienta un criterio inverso: el del favor creditoris.

b) La mora del deudor cuando la obligación debe ser cumplida en el


domicilio del acreedor.
La situación no ofrece mayores dificultades: la mora también opera
automáticamente, por el solo transcurso del plazo.
Si el deudor se hace presente en el domicilio del acreedor a fin de
cumplir, y éste no presta los actos de cooperación necesarios a tal fin (v.g.,
estuviere ausente y sin dejar persona alguna facultada para recibir el pago), es
obvio que aquél no incurre en mora. A tales fines, debe acreditar dichos
extremos (haber concurrido al domicilio en tiempo propio, ofrecido realmente el
pago y la negativa del acreedor).
Al acreedor no se le exige la prueba de su presencia y colaboración en el
lugar de pago el día de vencimiento de la obligación. Tal colaboración es
presumida por la ley, por lo que la prueba en contrario pesa sobre el deudor.

c) La mora del deudor cuando la obligación debe ser cumplida en el


domicilio de un tercero.
Creemos que en tal caso, la solución es la misma: corresponde presumir
que el acreedor se ha hecho presente en el lugar de pago a prestar los actos de
cooperación pertinentes, por lo que la carga de la prueba en contrario pesa
sobre el deudor (WAYAR).

§ . La mora y la obligación de escriturar.


La mora obligación de escriturar puede presentar algunas
particularidades, que vale la pena considerar brevemente:
a) Conforme lo señalado anteriormente (supra § ……), esta obligación se
rige por las obligaciones de hacer y tiene carácter común para ambos
contratantes. En consecuencia, tanto el comprador como el vendedor deben
realizar los actos personales que sean pertinentes para la consecución de dicho
fin. La doctrina y la jurisprudencia son pacíficos, en tal sentido.
b) Los plazos para escriturar son, como regla, suspensivos y no
extintivos, pues solo difieren la exigibilidad para después de su vencimiento
(WAYAR, LLAMBIAS, GAGLIARDO).
c) En nuestra opinión, la citación del escribano es suficiente para
constituir en mora a la parte que no comparece (BORDA, MORELLO). El
escribano recibe un mandato de las partes para hacer la escritura, y si procede

27
conforme a ello, no hay duda que estamos en presencia de un mandato tácito,
que lo faculta para citar a las partes a los fines de la escrituración. El
mandatario puede interpelar a las partes y constituirlas en mora. Esta, nos
parece, es la interpretación que mejor se adecua a la buena fe contractual, en
donde salvo pacto en contrario, debe bastar con la citación del escribano para
que comprador y vendedor concurran a celebrar el acto.

§ . Efectos de la mora del deudor.


La situación de mora genera consecuencias jurídicas perjudiciales, de
suma importancia, que pesan sobre deudor que se encuentra en dicho estado.

a) La mora y la responsabilidad del deudor.


La mora determina la apertura de las vías de la responsabilidad del
deudor, expresión que debe ser entendida con el amplio alcance señalado
supra……
Ante la mora del deudor el acreedor puede:
1. Pretender la ejecución forzada en forma específica de la prestación (art.
505 inc.1). Ver supra § .
2. Hacer ejecutar la ejecución por otro (supra § ).
3. Obtener la satisfacción de su interés por equivalente pecuniario (id
quod interest, art.505 inc.3 Cód. Civil ).
4. Demandar la indemnización del daño moratorio (arg. 508 Cód. Civil ).
Esta indemnización puede ser acumulada al cumplimiento tardío espontáneo, a
la ejecución específica tardía e, inclusive, a la indemnización por equivalente
pecuniario que deriva de la inejecución absoluta y definitiva de la prestación
(art.505 inc.3 Cód. Civil). Para ello deben concurrir todos los presupuestos de
la responsabilidad civil: antijuridicidad, factor de imputación, daño y relación
causal.
Lo expresado anteriormente, es también aplicable a otras formas de
transgresión del derecho de crédito, que reconocen remedios comunes. Tal lo
que sucede con el incumplimiento parcial o defectuoso (WAYAR, DIEZ PICAZO-
GIMENEZ). Las mismas conclusiones valen para el incumplimiento definitivo,
donde, obviamente, no cabe la posibilidad de obtenerla ejecución específica de
la prestación, pero sí por equivalente pecuniario o contra valor económico (id
quod interest).
El estudio en profundidad del daño moratorio y de su reparación es
efectuado en nuestro Compendio de derecho de daños, adonde remitimos.

b) Responsabilidad del deudor moroso por la imposibilidad fortuita


de la prestación. La traslación de riesgos o perpetuatio obligationis 9.
9
ALTERINI, Atilio A., El aso fortuito como casual de liberación del deudor contractual, en

28
La mora provoca que se trasladen los riesgos fortuitos que puedan afectar
a la prestación adeudada, con evidente agravamiento de la situación de quien
se encuentra en dicho estado. Es la solución que expresamente consagra el art.
889 del Cód. Civil.
Este efecto fue denominado en el derecho romano, perpetuatio
obligationis y significa que el casus pierde eficacia liberatoria y los riesgos, que
antes eran soportados por el acreedor, pesan ahora sobre el deudor, como
consecuencia del estado de mora.
El sistema admite una excepción: el deudor puede liberarse si alega y
demuestra que la cosa hubiera perecido aún siendo entregada puntualmente.
Así lo dispone expresamente el art. 892 Cód. Civil. Su razón anida en la falta de
relación causal entre la mora y el caso fortuito (ALTERINI – AMEAL – LOPEZ
CABANA)
Cabe señalar, sin embargo, que no cualquier deudor puede ampararse en
la excepción del art. 892. Están excluidos el poseedor de mala fe (art.2435 C.C.)
y el poseedor vicioso (art.2436 C.C.) de la cosa, que deben soportar las
incidencias de su destrucción o deterioro “aunque estando en poder del dueño
no lo hubiese éste evitado”. Es una sanción justa a su grave inconducta.
c) Resolución contractual10.
La mora del deudor en numerosos supuestos abre la vía de la resolución
contractual por incumplimiento en los contratos con prestaciones recíprocas
(arts. 1204 CC y 216 C.de Comercio).
El estudio de esta cuestión se realiza en el derecho de los contratos y
excede los límites de nuestra obra.
b) Inhabilidad para constituir en mora a la otra parte.
En las obligaciones recíprocas, sinalagmáticas o correlativas, quien se
encuentra en mora no puede constituir en dicho estado a la otra parte del
contrato (art. 510 CC)..
Por razones obvias, tampoco está habilitado resolver el contrato por
incumplimiento. Es menester para ello que, previamente, purgue su mora
c) Pérdida de la facultad de arrepentirse.
La mora, en consecuencia, actúa como un factor que provoca la pérdida
ALTERINI A.A. – LOPE CABANA, R.M., Derecho de Daños, ed. La Ley, Bs.As., 1992, p. 153;
DIEZ – PICAZO GIMENEZ, Gema,La mora y la responsabilidad contractual, Civitas, Madrid,
1996; SOTO NIETO, F., El caso fortuito y la fuerza mayor. Los riesgos en la contratación, ed.
Nauta, Barcelona, 1965.
10
BUERES, Alberto Jl, El pacto comisorio tácito y la mora del deudor, LL, 1980-A-843;
CRISTOBAL MONTES, Angel, La mora del deudor en la resolución contractual por
incumplimiento, Revista de Derecho Privado, Madrid, España, 1985, p.91; DE ABELLEYRA,
Rodolfo, La purga de la mora y la resolución de los contratos, ED, 72-805; DIEZ PICAZO, Luis,
El retardo, la moa la resolución de los contratos sinalagmáticos, Anuario de Derecho Civil,
Madrid, España, 1969, p. 383; LLAMBIAS, Jorge, J., Plazo de gracia y resolución de contrato
por demora de cumplimiento, ED, 89-857; MOISSET DE ESPANES, Luis, Reflexiones sobre la
mora automática, resolución por incumplimiento y purga de la mora, ED, 186-502; El simple
retardo, la moa y la rsolució por incumplimiento. Variaciones sobre un tema, JA, 1982-IV- 463;
PADILLA, René A., Responsabilidad civil por mora, Astrea, Bs.As., 1996; PANTALEON PRIETO,
Fernando, La resolución por incumplimiento e indemnización, Anuario de Derecho Civil, Madrid,
España, 1988, p. 1143.

29
de la facultad de arrepentirse. El deudor moroso es un incumplidor, por lo que
ya no puede revertir esa situación para arrepentirse.
La facultad de arrepentimiento (art. 1202 CC) puede ser ejercitada hasta
que el contrato tenga principio de ejecución o bien hasta que haya constitución
en mora. No será posible ejecutar la prerrogativa que otorga la seña con
posterioridad a ello (C.Nac.Civ., en pleno, 21/12/51, LL, 65-719).
d) Cláusula penal.
La mora constituye un presupuesto indispensable para que proceda la
cláusula penal moratoria.
Antes de la sanción de la ley 17.711, dentro de un contexto de mora ex
persona, se controvertía si la interpelación del deudor era necesaria para la
procedencia de la pena o si ésta podía ser exigida por el solo hecho del retardo.
En tanto la doctrina mayoritaria se inclinaba por la respuesta afirmativa,
algunos autores, en forma minoritaria, proclamaban la conveniencia de
prescindir del requerimiento.
Después de la reforma, el debate ha perdido buena parte de su sentido,
pues admitido el principio de la mora automática, la pena en la mayoría de los
casos procederá sin necesidad de requerimiento alguno.
e) La mora y la teoría de la imprevisión.
La mora del deudor impide que pueda aplicarse la teoría de la
imprevisión, conforme lo prescribe la última parte del art. 1198 C.C.. La mora
obsta, pues, a la facultad de invocar la excesiva onerosidad sobreviniente.
Se trata de una situación similar a la que hemos señalado respecto de la
mora y el caso fortuito (LOPEZ DE ZAVALIA, MOSSET ITURRASPE).
Nos ocupamos del tema con mayor detenimiento infra § adonde
remitimos.
f) La mora y la cesación de pagos.
La mora constituye un hecho revelador de la cesación de pagos del
deudor (art.79, ley 24.522), que pueden dar sustento a un proceso de ejecución
colectiva (quiebra o concurso preventivo).
g) La mora y la imposición de costas.
Como regla, la mora determina la imposición de costas en los procesos
judiciales.
Rige en esta materia le principio conforme al cual las costas deben ser
soportadas por la parte vencida en juicio (art. 70 inc. 1 C.P.C.N.). Dicha regla
cede cuando medie allanamiento del demandado, salvo que éste hubiese
incurrido en mora o fuese la reclamación judicial atribuida a su culpa.

§ . La mora en las obligaciones recíprocas.


Ver supra .......

30
§ . Extinción del estado de mora del deudor.
La situación jurídica de mora concluye por el pago, por el pago por
consignación, por su purga a través de la realización de ofertas reales de
cumplimiento, por la renuncia del acreedor a los derechos que le otorga la mora
debitoris y por imposibilidad de pago.
Analicemos separadamente cada uno de estos supuestos:
a) Pago.
Quien se encuentra en mora, puede y debe pagar. El ordenamiento
jurídico debe asegurarle las vías adecuadas para ello.
El derecho del deudor moroso a pagar (y, ante la negativa injustificada
del acreedor, a consignar judicialmente), surge con claridad del art. 508 del
Cód. Civil, en cuanto determina que aquél debe igualmente los daños e
intereses que cause al acreedor en el cumplimiento de la prestación.
Obviamente, quien paga estando en mora, debe adecuar su conducta
para que el pago sea íntegro. Por lo tanto, si se trata de una deuda dineraria,
debe pagar el capital más los intereses moratorios, pudiendo el acreedor
negarse a recibir un pago que no contemple estos últimos; no porque el acto
solutorio sea extemporáneo, sino en razón de su falta de integridad
cuantitativa.
El derecho del deudor moroso de pagar y liberarse no es absoluto y tiene
límites de importancia, ya que no puede ejercerse en dos casos:
1) Cuando ya ha operado la resolución contractual, supuesto en el cual
estamos ante un caso de incumplimiento y no de mora.
2) Cuando se trata de obligaciones sujetas a plazo esencial, supuesto en
el cual, conforme lo hemos visto, estamos ante un caso de incumplimiento
definitivo por frustración irreversible del interés del acreedor y no de mora
(supra § )
b) Pago por consignación. Remisión.
Si el deudor moroso no puede realizar el pago en las condiciones
anteriormente indicadas, debe reconocérsele el derecho de acudir a la vía del
pago por consignación (art.757 Cód. Civil ).
Para que ésta proceda debe ser íntegra, por lo que deberá comprender la
prestación originaria y además los daños y perjuicios que derivan de la mora.
Nos ocupamos del tema con mayor detenimiento en el capitulo adonde
remitimos.

c) La purga de la mora a través de ofertas reales11.


Se discute si una oferta de pago real, efectivo e íntegro formulada por el

11
MOISSET DE ESPANES, Luis, Mora del acreedor y pago por consignación, JA, 9777-II-707;
Reflexiones en torno a la mora automática, resolución por incumplimiento y purga de la mora , ED,
86-502; ALFERILLO, Pascual, La mora del acreedor y el curso de los intereses, Revista Notarial,
La Plata, n.830, p. 157.

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deudor al acreedor es idónea para posibilitar la purga o cesación del estado de
mora de éste y más aún, para constituir en mora al acreedor.
Conforme una primera opinión (LLAMBIAS, BORDA), dicha interpelación
sería insuficiente para producir tales efectos. Quien se encuentra en mora sólo
puede hacer cesar tal situación acudiendo a la vía del pago por consignación.
La mera oferta real de pago, por seria que sea, es insuficiente a tal fin.
Según otra opinión, que compartimos, la oferta de pago real, efectivo e
íntegro efectuada por el deudor al acreedor tiene virtualidad suficiente para
purgar el estado de mora e, inclusive, para constituir en mora al acreedor
(MOISSET DE ESPANES, WAYAR).
La oferta de pago no constituye una mera formalidad sino un requisito
previo indispensable para proceder más tarde al pago por consignación.
Quien efectúa la oferta real purga su mora y puede constituir en mora al
acreedor. Ese es el efecto que produce dicha oferta, el cual no debe ser
confundido con el que produce el pago por consignación que es distinto y no es
otro que permitir la liberación del deudor.
Una cosa es liberarse de los efectos de la mora (y, más aún, constituir en
mora al acreedor), con todo lo que ello significa y otra, distinta, es liberarse de
la obligación. Para esto último, el deudor deberá consignar, si así lo desea, ya
que la consignación no constituye una vía compulsiva, cuya omisión pueda
generar al deudor, en este caso, otra consecuencia que no sea la perdurabilidad
de la obligación.

d) Renuncia del acreedor.


También cesan los efectos de la mora por renuncia del acreedor a hacer
valer los derechos que aquél estado le confiere (BORDA, LLAMBIAS, WAYAR,
LAFAILLE, COLMO).
La renuncia puede ser expresa o tácita, y debe ser siempre inequívoca, ya
que sus efectos no se presumen.
Hay renuncia tácita, por ejemplo, cuando el acreedor otorga al deudor
moroso un nuevo plazo para cumplir y purgar su mora.
En caso de duda acerca de si una determinada manifestación de voluntad
del acreedor importa o no renuncia, habrá que estar por la negativa.
Creemos que, como regla, no es posible inferir que las tratativas
posteriores a la constitución en mora puedan ser tomadas como una renuncia
a los efectos de la mora.
Existen supuestos en los que la propia ley prohibe la renuncia extintiva
de la mora. Tal lo que sucede en materia de seguros (art. 50, ley 17.418), en
donde se determina que “el asegurado no puede renunciar a los beneficios
adquiridos por la mora de su asegurador”.

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e) Imposibilidad de pago.
La mora del deudor se transforma en incumplimiento definitivo cuando la
prestación deviene imposible con posterioridad a la constitución en aquél
estado.
Ello significa que la obligación primitiva se convierte en la de pagar daños
e intereses (art.889 C.C.). Insistimos en que no estamos, insistimos, frente a
una nueva obligación sino ante la misma prestación incumplida que ha
modificado su objeto.
Con ese sentido debe entenderse el paso del estado de mora al de
incumplimiento. El deudor continúa obligado, pero la prestación tiene ahora un
objeto distinto y sigue debiendo el daño moratorio hasta el momento en que se
extinga la obligación por alguno de los modos previstos por el ordenamiento
jurídico.

§ . Efectos de la simple demora.


Admitida la simple demora como una forma de lesión al derecho de
crédito (supra § ), corresponde ahora señalar sus efectos principales.
Entre ellos, mencionamos por su importancia:
a) Autoriza a la parte no incumpliente en las obligaciones recíprocas o
sinalagmáticas, a oponer la excepción de incumplimiento (art. 1201 C.C.)
b) Posibilita la neutralización de ambas prestaciones en la compensación
(art.818 Cód. Civil ) a partir del momento en que éstas coexisten en condiciones
de ser compensadas legalmente.
c) Torna viable el ejercicio de la acción subrogatoria (art. 1196 Cód. Civil)
cuando se den, además, los restantes requisitos previstos a tal fin.
d) Permite el ejercicio de la acción directa del acreedor para reclamar de
un tercero lo que éste debe a su deudor, en los casos previstos por la ley. La
doctrina dominante entiende que para el ejercicio de dicha acción directa no es
menester que el deudor se encuentre en mora. Bastaría, de tal modo, el solo
retardo (LLAMBIAS, LOPEZ CABANA)
e) Es presupuesto suficiente para el ejercicio del derecho de retención,
cuando concurran los restantes previstos por el ordenamiento jurídico
(MOISSET DE ESPANES, LOPEZ CABANA).

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