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j. p or tús, j. garcí a-m ái qu ez y r.

dávi l a

Los retratos ecuestres de Felipe III


y Margarita de Austria de Velázquez
para el Salón de Reinos

RECIENTEMENTE, EL MUSEO DEL PRADO HA RESTAURADO se encontraba sobre una puerta que a su vez estaba flan-
los retratos ecuestres de Felipe III y Margarita de Aus- queada por los retratos de sus padres, Felipe IV e Isabel
tria de Velázquez que colgaron en el Salón de Reinos de Borbón (P-1178 y P-1179) en uno de los lados cortos del
del palacio del Buen Retiro (figs. 1 y 2)1. A las cuestiones Salón, mientras que los de Felipe III y Margarita de Aus-
habituales que plantea cualquier proceso de este tipo tria se exponían enfrente, a ambos lados del trono. Tam-
en obras pintadas hace cuatro siglos se sumaba en este bién se refirió al tema de los añadidos, indicando que en
caso la presencia de unas anchas bandas laterales aña- origen el formato de Baltasar Carlos era cuadrado5, y que
didas en la segunda mitad del siglo XVIII, que condicio- las bandas que aparecen en los retratos de sus abuelos
naban mucho la lectura formal de los cuadros (figs. 3 fueron añadidas en el siglo XVIII, cuando el conjunto se
y 4). Ello hizo que se tuvieran que tomar decisiones trasladó al Palacio Nuevo6. Por lo que se refiere a las ban-
importantes que resulta necesario explicar. Además, la das de Felipe IV (véase p. 48) e Isabel de Borbón (fig. 6),
restauración ha propiciado un acercamiento a la histo- dudaba si eran originales o si, dada su calidad, las pintó
ria de las obras y a la serie a la que pertenecen, lo que Goya, quien había representado esos cuadros desprovis-
permite fijar algunos datos hasta ahora muy debatidos tos de las mismas en sus estampas de 1778.
relacionados con su cronología, su proceso creativo y En su artículo, Tormo rebatió algunas de las ideas
su ubicación original. Las siguientes páginas están des- comunes sobre la autoría de los cuadros. Negó cual-
tinadas a tratar estas cuestiones. quier posibilidad de intervención de Bartolomé Gon-
Los retratos ecuestres de Velázquez son un ejemplo zález (muerto en 1627)7, afirmó que todas las pinturas
magnífico de cómo la abundancia de documentación no fueron concebidas por Velázquez, quien retocaría aque-
da siempre como resultado un avance en el conocimiento, llas cuya ejecución dejó en manos ajenas, y llamó la
sino que en ocasiones puede llegar a confundir las cosas. atención sobre el hecho de que una obra hasta entonces
El estudio moderno del conjunto se inició con un trabajo relativamente poco valorada, Felipe III, a caballo, era
de Elías Tormo, publicado en 1911 y 19122, donde confirmó superior a cualquiera de los numerosos retratos ecues-
que los cinco retratos ecuestres tuvieron como destino tres que aparecen en los cuadros de batallas del Salón,
el Salón de Reinos, y sugirió —a partir de la consulta de lo que impedía adjudicársela (al menos en su concep-
un poema de Manuel de Gallegos (1637)3 y del inventario ción y acabado) a otro pintor que no fuera Velázquez.
del lugar realizado tras la muerte de Carlos II4— que el La visión tan nítida que dio Tormo no logró conver-
retrato del Príncipe Baltasar Carlos, a caballo (véase p. 72) tirse en punto de partida para avanzar sobre una base

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sólida, y durante décadas se fue desechando. El origen nos, quienes, a partir del estudio de las imprimaciones
de esa confusión radica en las importantes diferencias de las cuatro obras y de sus tamaños, han propuesto que
de escritura pictórica y de calidad que se advierten entre fueron comenzadas a la vuelta de Velázquez de Italia18.
esas obras, en la presencia de un retrato ecuestre ante- En las pinturas que el artista realizó durante su pri-
rior de Velázquez, conocido sólo por referencias litera- mer viaje a Italia empezó a utilizar un tipo de prepara-
rias, y en la existencia de documentación con contenido ción extendida con espátula que estaba constituida
ambiguo. En 1919, Allende-Salazar y Sánchez Cantón, fundamentalmente por albayalde (blanco de plomo).
afirmaron que el Felipe III estaba relacionado con un Marcó en este sentido un antes y un después La fragua
documento de 3 de septiembre de 1628 por el que se de Vulcano (P-1171) pintada en Roma en torno a 1630. A
ordenaba «que a Velázquez el pintor se dé en la armería partir de entonces no volvería a utilizar las preparacio-
todo lo que hubiere menester para hacer los retratos nes pardas de «barro de Sevilla» de su etapa sevillana
que tiene entre manos de Su majestad que Dios guarde (1617-1623) ni la de tierra de Esquivias, de tono rojizo
y del rey que haya gloria»8. Este dato, junto con un docu- por su mezcla con abundante óxido de hierro, que
mento de 22 de julio de 1629 por el que se libraban a caracterizan su primera época madrileña (1623-1629)19
Velázquez por orden de Felipe IV cien ducados por Los sino las de albayalde, ya como preparación única, ya
borrachos y trescientos «por cuenta de lo que se le debe como imprimación sobre el aparejo. El albayalde solía
en pinturas que hace para mi servicio»9 los llevó a plan- estar mezclado con distintas proporciones de otros
tear que Velázquez inició la serie antes de partir hacia pigmentos, lo que determina el tono ligeramente gris,
Italia, dejando bosquejados los retratos de Felipe III y azul, rosado o marrón del blanco final20.
las reinas, que proseguirían otros artistas mientras él Ningún pintor de la corte de este momento que
estaba fuera. A su vuelta, los remataría y corregiría, y conozcamos utilizaba de forma habitual ese tipo de
abordaría la ejecución completa del Felipe IV10. En 1960 preparaciones de albayalde, lo que resulta revelador
Azcárate publicó unos documentos de 1626 que aluden para nosotros por dos razones: por un lado nos obliga
a un encargo a Bartolomé González, Vicente Carducho a admitir que sólo pudo ser Velázquez la persona res-
y Eugenio Cajés de otros tantos cuadros para el Salón ponsable de la preparación, esencialmente a base de
Nuevo del Alcázar, cuyas dimensiones tenían que ser blanco de plomo, de los retratos ecuestres para el Salón
similares a las del primer retrato ecuestre en el que Veláz- de Reinos, y por otro que sólo pudo hacerlo tras el viaje
quez representó a Felipe IV11. Aunque hoy sabemos que a Italia a partir de 1632. Todos los pintores que trabaja-
al menos dos de ellos eran de carácter histórico12, en su ron en el Salón de Reinos (excepto, significativamente,
momento sirvió para especular sobre la posibilidad de Vicente Carducho) utilizaron un tipo de imprimación
que fueran los retratos ecuestres de Felipe III, Marga- blanca como ésta, que no habían utilizado con anterio-
rita e Isabel13. ridad y que no volverían a utilizar en el futuro. De al-
A partir de entonces, la investigación se ha movido guna forma la experiencia velazqueña —aprendida
en torno a las tres hipótesis anteriores, a las que se han quizá de Rubens21 y puesta en práctica en Italia— debió
aportado diferentes matizaciones14. Entre ellas, por ser indicadora y marcar la pauta de trabajo para los de-
ejemplo, la posibilidad de que el retrato ecuestre que más artistas en este proyecto22.
pintó Velázquez hacia 1625, que fue colocado en el Salón Si el estudio de las preparaciones sirve para fechar
Nuevo y desplazado después por la versión de Rubens los retratos ecuestres de manera general a partir de
(fig. 15), fuera la base del que se colgó en el Salón de 1632, la comparación de sus dimensiones con las de los
Reinos15. La presencia de ese cuadro en el inventario del cuadros de batallas permite precisar que fueron reali-
Alcázar de 1686 contradice esa posibilidad16. zados entre finales de 1633 y los primeros meses de 1635,
Los principales avances en el estudio de la cronología como ha señalado Cruz Valdovinos23. Los estudios téc-
de la serie, que han tenido lugar en las últimas décadas, nicos permiten precisar las medidas originales de los
se deben a Carmen Bernis, que señaló que el peinado de retratos: Felipe III, 302 x 210 cm; Margarita de Austria,
Isabel de Borbón obliga a fechar el cuadro tras el viaje a 302 x 210 cm; Felipe IV, 303 x 317 cm; Isabel de Francia,
Italia17, y a William Jordan y José Manuel Cruz Valdovi- 304 x 317 cm; Baltasar Carlos, 185 x 174 cm (± 5 cm)24.

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1. Diego Velázquez (y otros), Felipe III, a caballo, h. 1633-1635. Óleo sobre lienzo, 300 x 212 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado (P-1176). Después de la restauración

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2. Diego Velázquez (y otros), La reina Margarita de Austria, a caballo, h. 1633-1635.
Óleo sobre lienzo, 297 x 212 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado (P-1177). Después de la restauración

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3. Diego Velázquez (y otros), Felipe III, a caballo, h. 1633-1635. 4. Diego Velázquez (y otros), La reina Margarita de Austria,
Óleo sobre lienzo, 305 x 320 cm. Antes de la restauración a caballo, h. 1633-1635. Óleo sobre lienzo, 302 x 312 cm.
Antes de la restauración

Como vemos, las alturas de los retratos ecuestres la cronología del Salón, que es previa. La primera fecha
(excluyendo el de Baltasar Carlos) oscilan entre los indirectamente relacionada con la construcción del
302 cm de Felipe III y Margarita de Austria y los 304 cm mismo es el 22 de julio de 1632 cuando Olivares recibe
de Isabel de Francia, mientras que el rango en el que se la alcaidía a perpetuidad del Retiro y cuando se empieza
mueven los cuadros de batallas va desde los 290 cm del a gestar la idea de la construcción de una casa de re-
Socorro de Génova por el marqués de Santa Cruz de Pereda creo26. A ese Cuarto Real, sucedió, en la primavera
(P-7123) o La recuperación de San Juan de Puerto Rico de de 1633, la construcción de un extenso palacio en torno
Cajés (P-653), a los 309 cm de La recuperación de Bahía de a un patio, que estuvo acabado a principios de diciem-
todos los Santos de Maíno (P-885), siendo 297 cm la me- bre. La pieza fundamental del palacio sería el Salón de
dida más frecuente (presente en cuatro obras). Esta si- Reinos, cuya decoración debió de decidirse pronto. Así
militud de alturas en obras que decoraron el mismo lu- lo sugiere un documento de finales de noviembre por
gar obliga a pensar en una interdependencia entre la el que se pagaron 306 reales al carpintero Jerónimo Sán-
serie de retratos ecuestres y la serie de escenas de bata- chez por «doce bastidores que hizo para el salón grande
llas, y en una relación entre ambas y el espacio del Salón. del Buen Retiro», y que estaban destinados a los doce
De hecho, las reconstrucciones más convincentes del cuadros de batallas27. Como los huecos que existen en-
mismo muestran a simple vista esa relación, y revelan tre las puertas de las paredes largas laterales son tam-
también el hecho de que entre los retratos ecuestres y bién doce, quiere decir que en esa fecha ya se había
las escenas de batallas se establece un ritmo homogé- decidido destinar los muros cortos a un fin distinto, y
neo, que sin duda contribuiría a crear una notable uni- sugiere —dada la coherencia iconográfica de todo el
dad25. Todo ello muestra la íntima conexión entre los conjunto— que ya se estaba pensando en los retratos
retratos y el espacio donde fueron colocados. Por eso, reales. Éstos formaban parte esencial de la decoración
a la hora de fijar el origen de la serie hay que atender a de cualquier espacio español con un contenido político

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programático, como ocurría en el Salón Nuevo del Al- les que establecieron una relación de 0,95, es decir, más
cázar, donde había efigies de todos los monarcas espa- anchos que altos. Ello permite especular con la posibi-
ñoles desde Carlos V a Felipe IV. La reveladora cohe- lidad de que los cuadros de Villanueva representan el
rencia de escala entre la serie ecuestre y los cuadros de primer estado de los dos cuadros del Salón, y dado que
batallas apoya la hipótesis de que en 1633 ya se habían sus tamaños (aunque no inéditos en este tipo de obras)31
decidido el contenido, el tamaño y las líneas generales contradicen un uso representativo, habría que pregun-
de la composición de aquélla. No se sabe, sin embargo, tarse si no fueron el punto de partida para la realización
si más allá de ese planteamiento general se había empe- de las versiones definitivas.
zado a trabajar sobre lienzos definitivos. La unidad de Entre la fecha de pago de los bastidores y abril de
escala y de puesta en escena que existe entre todos los 1635, cuando el Salón ya estaba listo, se suceden los
cuadros del Salón demuestra la existencia de instruc- documentos que vinculan a Velázquez con la decora-
ciones precisas. En el caso de la serie de retratos, es ción del Buen Retiro. En algún caso son ambiguos, y se
posible que se hicieran dibujos o bocetos que permitie- refieren a pinturas propias y ajenas que proporcionó al
ran prever el aspecto definitivo y que pudieran ser so- palacio, como la carta de pago de 3 de agosto de 1634
metidos a la aprobación de los responsables del con- «por las pinturas que ha dado y otras que hace para el
junto. Una pista sobre su existencia la tenemos en el Buen Retiro»32. En otras ocasiones son más precisos, y
inventario de los bienes de don Jerónimo de Villanueva, aluden a su trabajo en el Salón, como las cartas de pago
quien, como es de sobra sabido, desempeñó un papel de 16 de diciembre de 1634 o de 28 de marzo de 1635. En
fundamental a la hora de hacer realidad la iniciativa del ese último documento se mencionan «los cuadros que
conde-duque de construir el Buen Retiro. Su interven- está pintando», lo que prueba que no había concluido
ción en el Salón de Reinos fue esencial28, y no consistió su labor33. Justamente un mes después, el embajador
solamente en tareas de control, sino que se extendió a toscano Bernardo Monanni informó de que el Salón ya
la donación de doce leones de plata que encargó al pla- estaba acabado.
tero Juan Calvo y que costaron 24.000 ducados29. Entre
los cerca de ciento cincuenta cuadros que poseía a su EL MOMENTO DE LA PINTURA: VELÁZQUEZ EN 1634-1635
muerte en 1653 figuran retratos ecuestres de Felipe III, Esta cronología deja un margen de poco más de año y
Margarita de Austria, Felipe IV, Isabel de Borbón, Bal- medio para fechar las seis obras que hizo Velázquez
tasar Carlos y el cardenal-infante; los cinco primeros para el Salón. Lo escaso de ese periodo de tiempo, el
son los mismos personajes que están representados a elevado número de pinturas que tuvo que asumir y sus
caballo en el Salón de Reinos, y el último aparece en una notables tamaños explican tanto las características del
sala adyacente. También poseía un retrato ecuestre del conjunto como algunos de los avatares de su realización.
conde-duque30. Hasta aquí nada anormal, pues era ha- Cinco de los cuadros tienen una altura media de en
bitual entre la aristocracia imitar los usos cortesanos y torno a los tres metros, y el quinto supera los dos. Es
tratar de decorar sus salones principales con retratos decir, se trata, por número y dimensión de las piezas,
ecuestres del rey o su círculo, como hicieron el secre- del encargo más importante al que Velázquez tuvo que
tario de Felipe II, Antonio Pérez, o el marqués de He- enfrentarse a lo largo de su carrera. Pero no fue el único
liche, uno de los nobles más estrechamente vinculados artista al que la decoración del Salón obligó a un trabajo
a Felipe IV. Lo que más llama la atención de las obras intenso. Zurbarán tuvo que hacerse cargo de dos cua-
que tenía Villanueva son las medidas de los retratos de dros de batallas y de diez escenas con los trabajos de
Felipe IV e Isabel de Borbón: «vara y media de alto y Hércules, y Vicente Carducho firmó tres batallas. Éstas
vara y cuarta de ancho», es decir, unos 126 x 105 cm. Eso llevan la fecha de 1634, cuando su autor tenía cerca de
da una relación entre altura y anchura de 1,2, que es sesenta años. La tarea no debió de asustarle, si tenemos
exactamente la misma que tienen los retratos ecuestres en cuenta que desde finales de 1626 había estado ocu-
de Felipe IV e Isabel de Borbón en su estado original pado pintando la serie de 56 grandes cuadros para El
(303 ó 304 x 253 cm), antes de que Velázquez se hubiera Paular. Para ello contaba con un nutrido taller cuya
visto obligado a añadirles las dos anchas bandas latera- composición exacta se ignora, pero al que recurriría

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para los tres cuadros del Salón. No sería el único en Baltasar Carlos, a caballo del Salón de Reinos prolifera-
contar con asistencia, pues se sabe que tanto Antonio ron los retratos del joven príncipe, entre ellos el de
Puga como Luis Fernández habían ayudado a Eugenio Velázquez que lo presenta como cazador a la edad de
Cajés en la realización de sus dos batallas34. seis años (finales de 1635 y 1636) o La lección de equitación,
Se desconoce también la composición del taller de de hacia 1636. Del taller de Velázquez surgieron varios
Velázquez, aunque su existencia explicaría la capacidad cuadros que tienen como punto de partida el modelo
de éste para asumir el encargo y la forma que tomó el ecuestre, el cazador o ambos a la vez. Entre los que
mismo. Sin embargo, hay indicios suficientes para afir- proceden directamente del cazador destaca el de
mar que en esos años centrales de la década de 1630 el Ickworth House, que es una versión de taller, mientras
pintor contaba con una nómina variada de ayudantes. que la mezcla entre el ecuestre y el cazador se produce
Entre los más importantes estaría Juan Bautista Martí- en varios retratos del niño en los que aparece en un
nez del Mazo (1611-1667), que el 21 de agosto de 1633 se interior, sosteniendo una carabina y vestido con un
casó con Francisca, la hija del pintor, y desde entonces traje similar al que lleva en el Salón de Reinos36. La com-
desarrolló su carrera a la sombra de su suegro35. Se des- posición no se repite en ninguno de ellos, y la factura
conoce el nombre de otros posibles integrantes del ta- también varía, aunque se pueden situar todos ellos en
ller, pero existe un número relativamente elevado de el entorno de Velázquez. La corta edad del príncipe
retratos de la familia real que, por la edad que aparentan obligaba a actualizar con frecuencia sus retratos, lo que
sus modelos, pueden fecharse en esos años y que mues- permite fecharlos en un margen de tiempo reducido.
tran cierta variedad en sus calidades y en sus escrituras De hecho, poco después se difundió un modelo distinto
pictóricas, lo que sugiere un taller heterogéneo también. que lo muestra a una edad ligeramente más avanzada37.
Se trata muy probablemente de uno de los momentos de Aunque es del príncipe de quien más retratos se regis-
mayor actividad de toda la carrera del pintor. Entre 1633 tran en esos años, también proliferaron las efigies de
y finales de la década se fechan composiciones comple- sus padres relacionadas con el taller de Velázquez.
jas como La coronación de la Virgen (P-1168) y San Antonio La tarea que llevó a cabo el pintor en el Salón de
Abad y san Pablo ermitaño (P-1169), los retratos de Fe- Reinos se puede explicar bien a la luz de su actividad en
lipe IV (P-1184), el príncipe Baltasar Carlos (P-1189) y el los años anteriores y siguientes, que resultaron espe-
cardenal-infante (P-1186) de cazadores, y los demás cua- cialmente fecundos y delatan la existencia de un taller
dros que hizo para la Torre de la Parada; varios retratos organizado, algo que, por otra parte, ha sido consustan-
de bufones, los retratos ecuestres, Las lanzas (P-1172), La cial al concepto mismo de «retrato real», asociado a unas
lección de equitación del príncipe Baltasar Carlos (véase necesidades de producción y difusión que sólo podían
p. 73), El conde-duque de Olivares a caballo (P-1181), o los atenderse mediante una estructura «industrial».
retratos del duque de Módena (Módena, Galleria Es-
tense), Martínez Montañés (P-1194) o Juan Mateos OBRA DE TALLER Y CUADRO DE AUTOR
(Dresde, Gemäldegalerie), entre otros, lo que arroja una Esta forma de producción «en serie» vinculada tradicio-
cantidad superior a la de cualquier otro periodo de nalmente al retrato real explica muchos de los avatares
tiempo similar. A eso hay que añadir otras ocupaciones del conjunto y de las desigualdades que existen entre
artísticas como las relacionadas con la estatua ecuestre sus componentes, aunque una de las cosas que hacen
de Felipe IV o la asunción de nuevas responsabilidades interesante la serie es precisamente la tensión entre
administrativas, como las que acarreaba su nombra- «cuadro de taller» y «cuadro de autor» que Velázquez
miento como Ayuda de Guardarropa en 1634. hizo explícita. Hay acuerdo unánime a la hora de seña-
Además de los cuadros anteriores, cuya elaboración lar las obras del Salón de las que él se ocupó por entero:
asumió personalmente, existe una cantidad importante Felipe IV, Baltasar Carlos y Las lanzas. Así lo delata la
de retratos de figuras reales cuyas características y cali- calidad superior de todas ellas y el hecho de que son los
dades sugieren una intervención importante del taller. tres cuadros de mayor simbolismo que tuvo que realizar
El caso de las efigies de Baltasar Carlos puede resultar en esa ocasión. Pero él mismo se preocupó de ofrecer
ilustrativo. En una época cercana a la realización de algunas pistas sobre su autoría, y en la literatura con-

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temporánea relacionada con el Salón es posible ras- primero de ellos está formado por Felipe IV y Baltasar
trearlas. Una pista fundamental la proporciona el papel Carlos. En el primer cuadro se reconoce la topografía y
en blanco que aparece en sendos extremos de Las lanzas la vegetación del piedemonte del Guadarrama, en la
y Felipe IV, que es una declaración, rebosante de orgullo, zona cercana a la sierra del Hoyo. En cuanto al segundo,
de autoría personal, en un contexto sumamente com- resultan fácilmente identificables la Maliciosa, Cabeza
petitivo38. Son obras de las que se declara completa- de Hierro y la pequeña sierra que protege Manzanares
mente responsable. el Real por el sur, y también la sierra del Hoyo y la zona
Pero otra afirmación de su autoría la ofrecen los de colinas herbáceas que se encuentra al suroeste de
paisajes, que Velázquez convirtió en seña de identidad Colmenar Viejo. En este caso, además, hay que tener
desde que ubicó su primer retrato ecuestre de Felipe IV en cuenta que desde el Buen Retiro se divisaba esa parte
(1625) en un escenario «imitado del natural, hasta el central del Guadarrama43. Los paisajes de los otros tres
país». Lo sabemos por su suegro, Francisco Pacheco, retratos ecuestres son muy diferentes, y carecen abso-
que cuando escribió esa parte de su tratado en los años lutamente de la voluntad de fidelidad naturalista de
treinta lo consideraba uno de los elementos más rese- estos dos. Detrás de Margarita de Austria aparece un
ñables de la obra39. También se refirió a ese paisaje el jardín que se puede identificar con el de la Casa de
culto y exigente Cassiano dal Pozzo, que en su relación Campo, pues lo preside la famosa fuente del Águila, que
del viaje del cardenal Barberini a Madrid en 1626 des- se encontraba allí44. Su presencia es fácilmente explica-
tacó el «bello país» de ese cuadro 40. En el caso de ble por la fuerte vinculación que tuvo la pareja real con
Pacheco, no se trata de un comentario casual o ino- ese lugar, donde se llegó a colocar la escultura ecuestre
cente. Como es bien sabido, el cuadro de Velázquez fue del rey. Además, dado que se encuentra al oeste de la
descolgado del Salón Nuevo para ser sustituido por el ciudad, ha permitido situar a la reina ante un fondo de
de Rubens, de igual asunto. El original de éste se ha atardecer. Sin embargo, la ejecución es torpe, con algún
perdido, pero las copias (a las que luego volveremos) no error de construcción, propia de un pintor inseguro que
permiten reconocer en el paisaje un escenario real; se escuda en el detallismo descriptivo. Más experta es
como tampoco es posible reconocer fácilmente los alre- la factura del paisaje de Isabel de Borbón, aunque está
dedores del Escorial en las versiones del cuadro que el muy lejos de mostrar la capacidad de síntesis de los pai-
flamenco pintó de esa zona41. Velázquez había desarro- sajes de Felipe IV y Baltasar Carlos, y resulta —en com-
llado un concepto de paisaje natural muy distinto del paración— excesivamente anecdótico.
de su colega. Desde entonces, y durante toda la década El fondo celeste y marino de Felipe III, con su amplia
de 1630, se preocupó en muchas ocasiones de demos- variedad de azules y grises, es un elemento funda-
trar que era un «retratista veraz» del paisaje. Lo hizo en mental para construir la sensación de vida y dina-
Roma, en sus retratos de cazadores o en varios de sus mismo que tan bien transmite la obra, a pesar de cierto
bufones. Que lo hizo también en el Salón de Reinos lo envaramiento del rey y su caballo. Ese fondo es uno de
sabe cualquiera que conozca El Pardo y la sierra del los grandes aciertos de la serie, como queda demos-
Guadarrama, y es, significativamente, uno de los aspec- trado tras su reciente restauración. Como sostuvo
tos que subrayó Manuel de Gallegos en su Silva topográ- Tormo, no hay nada en la pintura de la época tan avan-
fica: «Si pintar quiere al Pardo, allí Amaltea / formar zado, y su concepción sólo puede responder a un
abriles deliciosos sabe. / Cuando al cielo retrata en artista con la experiencia y la seguridad de Velázquez,
lienzo breve / dulce la esfera en su matiz se mueve»42. aunque la ejecución sigue unos parámetros distintos a
Son versos que delatan la admiración hacia la represen- los de Felipe IV y su hijo, de hecho, ha dado como resul-
tación verídica de un paisaje natural concreto, inusitada tado que durante siglos haya enmascarado el modelo
en el contexto europeo, y muestran, junto con las citas del que procede la composición de caballo y jinete,
de Pacheco y Dal Pozzo, que ese naturalismo formaba como luego veremos. La parte más débil es la estrecha
parte de los valores que más se elogiaban de Velázquez. franja de tierra que aparece al fondo, que no añade nin-
Si analizamos sus retratos ecuestres a la luz de ese guna información topográfica precisa. Sobre el sig-
dato, encontraremos dos grupos muy diferentes. El nificado de este escenario marítimo se han barajado

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5. Detalle de Felipe III, a caballo durante
el proceso de restauración en el que
se aprecia una formación militar
que luego fue ocultada por el pintor

principalmente dos hipótesis relacionadas con los dos pintor. De nuevo, el paisaje puede darnos una pista.
momentos de la vida del rey en los que se acercó al mar: Junto con Felipe IV y Baltasar Carlos, el retrato de Isabel
su boda en Valencia en 1598 y cuando fue recibido en de Borbón (fig. 6) es el que tiene un paisaje terrestre más
Lisboa en 1619. Ambas propuestas son improbables, desarrollado, aunque es profundamente diferente al de
pues la población del fondo no se asemeja ni a Valencia aquéllos, pues se encuentra muy alejado de una expe-
ni a Lisboa (de la que existía una vista en el difundido riencia del natural y resulta formulario en comparación
libro de Lavanha que relata el viaje del rey). Queremos (fig. 8). Son exactamente las mismas diferencias que
plantear aquí la posibilidad de que en un principio ese paisaje mantiene con los que aparecen en obras que
hubiera la intención de aludir a la expulsión de los hizo Velázquez en esa misma época, como los tres
moriscos (1609), que se consideró sin duda el hecho retratos de cazadores, El conde-duque de Olivares a caba-
más sobresaliente de su reinado, mucho más, por ejem- llo o San Antonio Abad y san Pablo ermitaño. Este último
plo, que la tregua con Holanda. Es el asunto que apa- cuadro demuestra que las diferencias no se deben al
rece en la decoración de alguno de sus túmulos o el que motivo paisajístico concreto que en cada caso se ha
estaba representado en el Salón Nuevo, en una obra representado, pues la topografía es parecida —los
perdida de Velázquez. En el primer término del retrato meandros que va creando un curso fluvial— sino a la
ecuestre, en la zona donde confluyen el agua y la tierra, forma de resolverlo, que resulta muy diferente. Veláz-
quedan huellas de una pequeña formación militar que quez organiza sus paisajes a grandes rasgos, mediante
fue desechada (fig. 5). anchas superficies uniformes en primer plano, huyendo
Dado lo poco que se conoce la composición del del detallismo estéril y buscando una impresión de
taller de Velázquez en 1634-1635, se hace difícil la tarea conjunto que, lejos de estar reñida con la fidelidad
de identificar las diferentes manos que se advierten en topográfica, la refuerza. El paisaje de Isabel de Borbón
los retratos ecuestres. Una de las vías es la comparación contiene elementos que denotan el conocimiento de
de éstos con otras obras realizadas en el entorno del los usos de Velázquez, como la manera de señalar las

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6. Diego Velázquez, Isabel de Borbón,
a caballo, h. 1635-1636. Óleo sobre
lienzo, 301 x 314 cm. Madrid, Museo
Nacional del Prado (P-1179)

7. Estampa de un soldado romano en


G. de Choul, Discours de la religion des
anciens romains: de la castramentation
& discipline militaire..., Lyon, 1556,
2ª parte, p. 57

distorsionar y
escuadrar

aristas de la zona de tierra que cae junto a la orilla dere- yen tanto a definir la topografía de esas áreas como a
cha del arroyo, pero el conjunto es de una prolijidad sugerir una decoración precisa, en el caso del cuadro de
impropia del sevillano. Nueva York se agolpan de una manera más confusa.
El estudio del paisaje de Isabel de Borbón a la luz del Algo parecido ocurre en el paisaje, más sintético y efec-
que aparece en El conde-duque de Olivares, a caballo del Me- tivo en el lienzo de Madrid y más abigarrado en el cua-
tropolitan Museum (fig. 9) es muy revelador y sirve para dro americano. Basta comparar, por ejemplo, la encina
apuntar una hipótesis sobre la autoría de ambos. Si com- que aparece en el retrato del Metropolitan con la que
paramos ese cuadro con el original de Velázquez del encontramos en Felipe IV, cazador (P-1184), para darnos
Museo del Prado encontraremos diferencias significa- cuenta que de que el autor de aquél es un pintor de gran-
tivas, tanto en el caballo como en su jinete y el escena- des dotes, pero más dubitativo que Velázquez. Muy
rio. Hay un deseo de emulación de la escritura pictórica probablemente, como ya señaló López-Rey45, se trata
de Velázquez, visible en la armadura y la banda del ji- de Juan Bautista Martínez del Mazo, y el cuadro es el
nete, o en la manera como se construye el volumen del mismo que este pintor cita como suyo en el inventario
caballo mediante el juego entre zonas claras y oscuras, de la colección de Heliche46. Las similitudes ya apunta-
pero no presenta la solidez estructural ni la coherencia das entre el paisaje de este retrato ecuestre y el de Isabel
formal de Velázquez. Por ejemplo, mientras que los rá- de Borbón, y sus profundas diferencias con los fondos
pidos toques de la banda, la silla o la parte inferior de la habituales en los cuadros de Velázquez de mediados de
armadura en la versión del Prado están ordenados de la década de los treinta, invitan a ver en ambos paisajes
manera que tienen una función estructural y contribu- la mano de Juan Bautista Martínez del Mazo.

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8. Detalle del paisaje de La reina Isabel
de Borbón, a caballo

Hay que hacer notar, en ese sentido, que el retrato tos que realizaron Velázquez y su taller tras la vuelta del
de Isabel de Borbón es una de las piezas de la serie en maestro de Italia. Hay muchos parecidos, por ejemplo,
la que menos riesgos compositivos se asumieron, pues con el que probablemente se envió a Viena en 163249,
se utilizó una de las fórmulas más comunes para la aunque como indicó Brown50 presenta las mayores
representación de un retrato ecuestre, con el caballo semejanzas con una obra de colección particular neo-
de estricto perfil y doblando su mano izquierda, lo que yorquina51 (fig. 10) con la que coincide exactamente en
sugiere un paso de carácter ceremonial. Sin salir de un el peinado, el adorno de la cabeza, el cuello y la parte
contexto relacionable con España, podemos ver una superior del jubón. El hecho de que el rostro del retrato
composición similar en una de las imágenes del difun- ecuestre parezca algo más envejecido sugiere que es
didísimo tratado de Choul (fig. 7) sobre la religión de posterior, y el que se haya utilizado exactamente la
los romanos, que conoció una traducción española, y misma postura del tronco para un retrato de pie y otro
del que Velázquez tenía un ejemplar de la edición ita- ecuestre invita a pensar que se utilizaron calcos, un
liana en su biblioteca47. Una estampa que representa a procedimiento frecuente en el retrato de corte europeo
Felipe IV cuando todavía era príncipe lo muestra igual- y que ha sido recientemente documentado en las pri-
mente montando un caballo que camina de forma muy meras efigies de Felipe IV realizadas en el taller de
parecida48. Tampoco se asumieron muchos riesgos en Velázquez52.
lo que se refiere a la realización de la efigie reina, para Encontramos, significativamente, una dependencia
la que probablemente se utilizaron algunos de los retra- similar de modelos anteriores en los otros dos retratos

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ecuestres en los que se advierte una amplísima partici-
pación del taller: el de Felipe III y el de Margarita de
Austria. Para La reina Margarita de Austria, a caballo se
decidió hacer el calco del rostro y de parte del torso del
retrato Margarita de Austria encinta, de Juan Pantoja de
la Cruz del que se conserva una excelente copia en Aus-
tria (fig. 12 ). Del retrato de Pantoja, se imitaron también
el vestido, las joyas y decoraciones, y la postura de la
mano derecha, tan inapropiada para la equitación
(figs. 12 y 13)53.
El retrato de Felipe III, a caballo muestra una técnica
en su ejecución muy parecida al de Margarita. La
reflectografía infrarroja muestra signos precisos de un
dibujo en seco, que vienen a señalar de forma discon-
tinua el contorno del rostro, del sombrero o de la arma-
dura; es decir, que también se trataría de un calco rea-
lizado de manera somera y rápida (fig. 14), aunque
todavía no hemos podido asociarlo a ningún retrato del
monarca. Lo más lógico sería pensar que el artista —al
igual que hizo con Isabel de Francia— calcó una de sus
propias obras, esta vez de la Expulsión de los moriscos
(perdido en el incendio de 1734), donde aparecía retra-
9. Juan Bautista Martínez del Mazo (aquí atribuido), El conde-
tado, como indica Palomino, «de pie, armado y con el duque de Olivares, a caballo, h. 1635. Óleo sobre lienzo,
bastón en la mano»54. El hecho de que ese cuadro estu- 127,6 x 104,1 cm. Nueva York, The Metropolitan Museum
viera destinado al Salón Nuevo sugiere que probable- of Art, Fletcher Fund., 1952 (52.125)
mente se impondría un punto de vista bajo, como el
del retrato ecuestre.
Para representar el caballo, el maestro sevillano
también recurrió a otro modelo, que conocemos gra-
cias a la copia de los Uffizi, realizado para ese mismo
lugar: el retrato ecuestre de Felipe IV que Rubens la mano delantera derecha del caballo en la versión de
pintó en el plazo de doce días durante su estancia en Rubens está anómalamente extendida, como lo estaba
Madrid en 1628-1629, en el que participaron Juan Bau- en un primer momento en el cuadro de Velázquez cuyo
tista Martínez del Mazo y Velázquez, que actualizó el arrepentimiento puede observarse a simple vista, pero
rostro (fig. 15)55. Difieren entre sí en la posición y el se rectificó para obtener una postura más equilibrada.
color, pues el caballo de Velázquez mira a nuestra dere- En general el pintor quiso dotar al caballo de mayor
cha y el de Rubens lo hace a la izquierda; y mientras naturalidad, restándole cierta frontalidad al retrato en
que el de éste es de color oscuro el del primero es claro. su conjunto: la rectificación de las patas delanteras y
Sin embargo, el estudio de sus muestras estratigráficas traseras, el ensanchamiento de la panza, la grupa o la
ha venido a desvelar que el color del pelaje del caballo modificación de la cabeza, e incluso el cambio en el
de Velázquez fue en principio pardo como el del caba- brazo derecho del rey, apuntan en esa misma dirección.
llo de Rubens56. También hay algunos cambios en la Las deudas con el cuadro de Rubens tienen conse-
posición de las patas que sugieren que el punto de par- cuencias interesantes. Para Velázquez no se trataba de
tida era una versión muy cercana a la del flamenco (que una obra maestra cualquiera, pues había sido el cuadro
deja abierta incluso la posibilidad del uso de calcos), y que había desplazado de un lugar tan importante como
que a partir de aquél se hicieron modificaciones. Así, el Salón Nuevo del Alcázar su propio retrato ecuestre.

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10 y 11 Detalles del rostro de la reina Isabel en Isabel de Borbón, 1632. Óleo sobre lienzo, 207 x 119 cm. Nueva York, colección privada,
y La reina Isabel de Borbón, a caballo, Museo Nacional del Prado (véase fig. 6)

12 y 13. Detalles del busto de la reina Margarita en Juan Pantoja de la Cruz, Margarita de Austria encinta, 1601. Óleo sobre lienzo, 192 x 120 cm.
Innsbruck, Schloss Ambras, y Margarita de Austria, a caballo, Museo Nacional del Prado (véase fig. 2)

Comparando los cuatro detalles, se aprecia que las figuras 10 y 12 se utilizaron, mediante un calco, para realizar los retratos
de las reinas a caballo del Salón de Reinos

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Esta cuestión late probablemente en el énfasis que puso
Velázquez en la representación de caballos en los cua-
dros que pintó para el Salón de Reinos, y se refleja no
sólo en la calidad y originalidad de varios de ellos (como
el que aparece de espaldas en Las lanzas) sino también
en la ubicación de sus «firmas sin nombre» junto a los
mismos (véase en este número el artículo de Karen
Hellwig)57. Con la incorporación del caballo de Rubens
«disfrazado» en el retrato de Felipe III se estaba acu-
diendo, por una parte, a un modelo que ya había dado
pruebas de su eficacia, y por otra se estaba introdu-
ciendo ese cuadro del Alcázar en el debate artístico del
Salón de Reinos.
El interés personal de Velázquez por la representa-
ción de los caballos se advierte hasta en las obras para
14. Detalle de la reflectografía infrarroja de Felipe III, a caballo. El
las que recurrió a su taller. La factura resuelta con que rostro se traspasó de un modelo anterior a través de un calco
están representados los animales difiere de la detallista
de los retratos, sobre todo en la armadura y los vestidos.
Los caballos de los retratos de Isabel de Francia y de
Margarita de Austria fueron probablemente pintados
por Velázquez desde el comienzo y, de hecho, la parte
delantera de este último es, por su vigor, uno de los mejo- VELÁZQUEZ COLGANDO LOS CUADROS
res fragmentos del conjunto. Más tarde, un ayudante «DE VELÁZQUEZ»: UBICACIÓN DE LA SERIE
intervino en ellos, sobre todo en los arreos —desde la EN EL SALÓN DE REINOS
testera hasta el sudadero— con la misma meticulosidad Velázquez sabía las medidas que debía tener cada pin-
técnica que la empleada en los vestidos o la armadura. tura; preparó todos los lienzos, ideó las composiciones,
Velázquez retomó la pintura al final, modificando tanto posiblemente decidió qué calcos de otros retratos se
la labor del ayudante como lo que él mismo había rea- utilizarían y ordenó cómo hacerlos y, después de que
lizado al principio, haciendo considerables rectificacio- sus ayudantes terminaran, retocó todos los cuadros en
nes (como los famosos pentimenti de las patas) y algunos los que él no había podido trabajar directamente para
cambios (el más importante en la cabeza del caballo de disimular el anacronismo técnico resultante, en especial
la reina Isabel, que estaba mucho más baja), y reha- en los caballos y sus arreos. Pero en un momento deter-
ciendo completamente los arreos de los animales. El minado —quizá cuando las obras se instalaron en el
caballo de Isabel, al igual que el de Felipe III, pasó de Salón, en la primavera de 1635— hubo que realizar cam-
un color oscuro al blanco actual58, quizás por el deseo bios en el formato de los cuadros para adaptarlos mejor
del artista de alternar los colores claros y oscuros en a su ubicación.
ambas parejas reales59. Es importante, por tanto, intentar conocer con la
Felipe IV, a caballo y El príncipe Baltasar Carlos, a caba- mayor exactitud posible las medidas del Salón de Rei-
llo fueron pintados por el maestro de principio a fin, por nos donde las pinturas se iban a colgar60. Tras revisar la
lo que muestran la misma técnica abocetada de La ren- documentación histórica y actual del edificio61 pode-
dición de Breda en general, o de las rectificaciones de las mos afirmar que el largo (34,6 m), ancho (10 m) y alto
que hemos hablado en particular. Es preciso destacar (8,35 m) de la sala no se ha modificado en el edificio
que otra vez encontramos aquí los pentimenti en las patas que hoy se conserva, pero sí las puertas de los testeros.
de los caballos, que hablan de la preocupación que exis- Ambos testeros tenían una puerta central, actualmente
tió por acomodar el movimiento de los animales a su de mayores dimensiones, flanqueada por dos pequeñas
composición en el Salón. portezuelas laterales que desaparecieron en 1890 y que

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utilizada por Elías Tormo en su Velázquez y el Salón de
Reinos (1912), ni esta última con las que tienen hoy día63.
Si admitimos que la medida actual no es la original, lo
más lógico para deducirla es aplicar el principio de sime-
tría que impera en el resto del Salón: los cuadros de bata-
llas y los retratos ecuestres de los reyes tienen aproxima-
damente la misma altura, por lo que habría que pensar
que estaban colocados simétricamente. A su vez, las
escenas de Hércules pintadas por Zurbarán estaban
encima del dintel de las ventanas exteriores, por lo que
sus bordes superiores irían alineados con las escenas de
batallas y éstas a su vez con los retratos ecuestres. El
conjunto —retratos, batallas y serie de los trabajos de
Hércules—, con sus marcos dorados, crearía un friso a
una altura de 4,7 m alrededor de todo el Salón de impo-
nente coherencia visual. El retrato de Baltasar Carlos no
debía alterar ese orden, en el que tenía un papel simbó-
lico determinante, por lo que pensamos que estaría a la
misma altura, y que, por tanto, la puerta central sobre
la que estaba colgado tendría una medida aproximada
de 2,6 x 1,9 m, que es lo que mide precisamente la puerta
central que está justo enfrente y que da acceso al llamado
Salón de la Reina.
15. Rubens, Retrato ecuestre de Felipe IV. Óleo sobre lienzo, Del estudio de la radiografía del retrato del prín-
393 x 267 cm. Florencia, Galleria degli Uffizi (inv. 1890 n.º 792)
cipe se deduce que Velázquez recortó unos 11 cm de la
parte inferior de la escena ya pintada y los cosió en la
superior64. Es probable que esta operación tuviera que
ver con el efecto que quería provocar con la composi-
ción dada la ubicación del lienzo encima de la puerta,
daban acceso a unas escaleras que subían a la balconada y con la intención del artista de dar a la obra un poco
que rodeaba el Salón. «de aire» donde más lo necesitaba, es decir, en la parte
El documento más preciso con el que contamos rela- superior, ya que iba a ser contemplada desde muy
tivo al ancho de las puertas es el plano del palacio del abajo65. En todo caso, es significativo que no cosiera un
Buen Retiro que realizó René Carlier en 171262. Las medi- paño de tela sin más, sin recortar abajo, que habría sido
das actuales de la sala, que, como hemos dicho, no se han lo más fácil de haber tenido espacio arriba, sino que da
modificado, coinciden con las de su plano, por lo que la sensación de que Velázquez no podía en modo
parece coherente aceptar el ancho que el arquitecto fran- alguno modificar el tamaño del cuadro, cuyas dimen-
cés dio tanto a las puertas centrales como a las puerte- siones parecían estar prefijadas por el espacio existente
cillas que daban acceso a las escaleras: las centrales de entre el dintel de la puerta y la altura de 4,70 m a la que
1,9 m y las laterales de 90 cm (± 5 cm). En cuanto al alto estaban colgados simétricamente todos los demás cua-
de las puertas, carecemos de documentación precisa, dros del Salón.
pero se sabe que fueron ampliadas en varias ocasiones, La aceptación como original de la altura actual de 4 m
hasta el punto de que ni siquiera las medidas que apare- de la puerta central impidió admitir que la balconada
cen en las fotografías de Jean Laurent (1816-1886) de situada a unos 5,3 m diera la vuelta a todo el Salón, tal
1872-1873, tienen correspondencia con las de la fotogra- como se insinúa en el llamado «plano con anotaciones»
fía anónima, impresa por Hauser y Menet en 1901-1902, de Carlier (París, Bibliothèque Nationale de France);

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como describen Robert Bargrave en 1654-1655 («una y Margarita de Austria, nos informa de que el desahogo
noble balconada todo en derredor») y Baccio del Bianco que precisaba el trono era una verdadera necesidad es-
en 1656 («un corredor dorado que da toda la vuelta»); o tética y, acaso, de protocolo. La decisión de Velázquez
como se da por hecho en ciertas cuentas de gastos de de ampliar los lienzos de Felipe IV e Isabel de Francia
palacio de 1696 («las cornucopias del corredor»)66, pues se tomó sabiendo que los cuadros irían sobre las porte-
el retrato del príncipe, que mide 1,85 m, no hubiera zuelas, pues no habrían cabido de ninguna manera sin
cabido entre el dintel de la puerta central y la balconada. sobrepasarlas en el hueco restante (fig. 16).
Se pensó, bajo el condicionante de esa premisa, que la Al considerar la idea de desplazar los cuadros más
balconada se tenía que interrumpir obligatoriamente allá del límite que ocupaban las puertas laterales, a
para dejar hueco al cuadro y, en el otro testero, al dosel alguien se le debió ocurrir una ingeniosa solución: las
del trono. Si se acepta que la puerta medía unos 2,6 m de pinturas se recortarían con el tamaño exacto que se
alto, habría espacio no sólo para el retrato del príncipe sobreponía a las puertas, cortándose igualmente el bas-
sino también para los jabalcones (quizá también dorados tidor y el marco, y posteriormente se colocarían la
como los barrotes del balcón) que necesitaba la balco- esquina recortada del lienzo, el bastidor y el marco en
nada para su sujeción67. la puerta, posibilitando que las cuatro puertas pudieran
Si admitimos la hipótesis planteada y tenemos en abrirse con el fragmento de cada cuadro sobre ellas. De
cuenta los recortes que produjeron estas puertas en las alguna forma se materializaba así la exageración impo-
esquinas de los retratos ecuestres, las portezuelas late- sible de Jean Muret, que exclamó al visitar el palacio en
rales de los testeros debían medir en torno a 2,2 x 0,9 m, enero de 1667 que en sus salas parecía haber más cua-
que es precisamente lo que se deduce del estudio de las dros que paredes68. Teniendo en cuenta que los cuatro
fotografías de Laurent. Por tanto quedaba un hueco de trozos cortados en los cuatro lienzos miden unos 80 cm
pared de unos 3,30 x 2,9 m para colocar las cuatro pin- de ancho, y que las puertas laterales medían 90 cm de
turas. Pero Velázquez pintó a los padres del rey (Fe- ancho, pensamos que decidirían colocar sobre las puer-
lipe III y Margarita: 2,10 m) en lienzos más estrechos tas no sólo las pinturas sino también sus «marcos dora-
que los de los reyes (Felipe IV e Isabel: 2,5 m), porque dos», de unos 10 cm de ancho. El propio Velázquez
debía saber con antelación que el dosel del trono si- debió de dirigir parte de esta delicada operación, por
tuado entre ellos ocuparía un espacio que excedía el la destreza que requería y porque afectaba de forma
tamaño de la puerta central. directa a sus pinturas desde el punto de vista estético
Sin embargo, cuando finalmente se colocaron los y de conservación. Las radiografías, como se explicará
cuadros en el lugar que les correspondía en los testeros a continuación, indican que el ajuste se hizo con cui-
del Salón algo debió fallar, pues las cuatro pinturas tu- dado y que seguramente supuso un pequeño éxito,
vieron que ser desplazadas un metro hacia los lados, pues, cerrada la puerta, no se distinguiría a cierta dis-
sobrepasando incluso el espacio que ocupaban las por- tancia más que una fina línea oscura en la pintura y el
tezuelas. Aunque no se puede descartar, es poco proba- marco, que separaba la escena general del fragmento
ble pensar que si tuvieron en cuenta el ancho del dosel, cortado (fig. 17).
después los cuadros no cupiesen a ambos lados, por lo Es una solución que aparece en algún otro ámbito
que deberíamos considerar que tras ser colocados allí, relacionado con los Sitios Reales, como la sala situada
bastante pegados al dosel, resultara excesivo el espacio en la zona occidental del palacio del Pardo que comu-
vacío de 1,2 m que restaba hasta las esquinas de la pared nica con el pasadizo que conduce a la capilla. La unión
a ambos lados, al igual que sucedería con los retratos de entre la sala y el pasadizo se lleva a cabo a través de una
Felipe IV e Isabel de Francia. Hay que tener en cuenta puerta disimulada, pues su parte superior está ocupada
el horror vacui que imperaba en el resto del Salón, donde por el fragmento de un tapiz que se extiende también
apenas había 20 cm de separación entre los cuadros de por el muro (fig. 18).
batallas y el comienzo de las ventanas a su derecha e Las esquinas inferiores de los cuadros (izquierda de
izquierda. El hecho de que se ampliaran los retratos de los reyes y derecha de las reinas) se cortaron con preci-
los reyes 60 cm, pero no se ampliaran los de Felipe III sión, y se colocaron sobre un nuevo bastidor69 o sobre

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16 a y b Recreaciones del testero de entrada (sureste) del Salón de Reinos antes y después de la ampliación de los retratos de los reyes
y del cambio en el del Príncipe Baltasar Carlos, a caballo

17. Recreación del testero del trono (noreste) del Salón de Reinos
con la ubicación de los retratos ecuestres

18. Puerta disimulada detrás del tapiz, Pescadores napolitanos.


Manufactura de los hermanos Vandergoten según un dibujo
de Zacarías González Velázquez. Patrimonio Nacional,
Madrid, palacio del Pardo

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19. Detalle de la radiografía del lienzo original de Felipe III,
a caballo, en el que se aprecian la esquina cortada y las huellas
de los clavos que la fijaban a la puerta lateral

20. Recreación de un detalle del bastidor y marco original del


cuadro Felipe III, a caballo en el que se puede apreciar el
pequeño bastidor adaptado al armazón general, que permitía
el movimiento de una de las puertas laterales del Salón de
Reinos

una tabla, de tal manera que había un bastidor grande no sólo se limitaron a fijar los bordes que tenían que ir
para la escena general, que estaba colgada de la pared, unidos sino también casi toda la parte inferior de las
y un pequeño soporte para el trozo cortado, siendo el pinturas, tanto en el trozo cortado como en el lienzo
eje de la puerta el punto de unión entre ambos (fig. 20). general. Al disimular posteriormente con pintura la
Debieron, además, encajar uno y otro lo más cerca posi- pequeña cabeza de los clavos de forja (de unos 5 mm de
ble, pues hay evidencias de que no se quiso perder en la diámetro), el trampantojo estaría garantizado (fig. 19).
operación nada de la escena pintada: los bordes que Los retratos se trasladaron al Palacio Nuevo entre
debían aproximarse no se doblaron por el bastidor los 1761-1772, posiblemente en 176270; allí las obras se reen-
dos o tres centímetros necesarios para clavetearlos por telaron y las esquinas y el resto de la pintura se encola-
su canto, como habría sido lo normal, sino que se cla- ron sobre la tela de forración, colocándose ambas partes
varon directamente sobre el borde de la pintura y al filo ya unidas sobre un nuevo y único bastidor. Al descla-
del larguero de madera del nuevo bastidor, para que la varse de los bastidores originales, los lienzos se rasgaron
separación se notara lo menos posible. Para garantizar en ciertas partes, se perdieron otras, e incluso en el
la sujeción perfecta a la madera se utilizó una media de proceso de forración el trozo cortado de Margarita de
cincuenta y cinco pequeños clavos para cada cuadro, y Austria se colocó inclinado unos milímetros hacia la

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izquierda con respecto a la horizontal del lienzo gene- debió de imitarse— era muy diferente tras casi los dos
ral. Seguramente fue Andrés de la Calleja (1705-1785)71 siglos y medio transcurridos desde la adición. El pro-
quien en torno a 1768 amplió 1,07 m el ancho de los ceso de limpieza y restauración no hizo sino confirmar
retratos de Felipe III y de Margarita de Austria hasta hasta qué punto esa evolución había sido dispar, de
igualarlo al del rey y la reina, con los que debían hacer manera que los añadidos, en su nuevo estado, interfe-
pareja para formar parte de la decoración pictórica rían muy negativamente en la lectura de las obras.
ideada por Mengs para el Palacio Nuevo, concreta- A la perturbación creada por las bandas, había que
mente para la Pieza de Comer de Carlos III, donde fue- sumar el efecto del paso de los años desde la última res-
ron colgados unos frente a otros72. tauración75: el barniz había sufrido un proceso de oxida-
Hay una prueba que confirmaría que las esquinas ción y sobre la superficie de los cuadros se había ido
cortadas de los retratos ecuestres estuvieron efectiva- depositando una capa de color grisáceo como consecuen-
mente sobrepuestas en las puertas: el número blanco cia de la polución ambiental (figs. 21 a y b). Además, en el
pintado en el ángulo inferior izquierdo de los cuadros caso del retrato de Felipe III, una intervención anterior
del inventario del Buen Retiro (1747). Así aparecen casi había dejado a la vista elementos de la composición que
todas las pinturas que sabemos con seguridad que deco- el propio Velázquez había ocultado cuando retocó el cua-
raban ese palacio, como los grandes paisajes encargados dro (fig. 5). Estas condiciones aconsejaban acometer el
en Roma, las escenas de la Antigua Roma encargadas estudio técnico de las obras y su restauración.
en Nápoles, los cuadros de batallas del Salón de Reinos Una vez efectuada la limpieza, se comprobó que el
o los retratos ecuestres, prácticamente todos ellos hoy estado de conservación de las obras era bueno, que sólo
en el Museo del Prado73. Sabemos además que quienes presentaban faltas puntuales, en ningún caso de gran
pintaron a pincel esos característicos números, debie- tamaño, y reveló la presencia de algunos elementos que
ron comenzar la numeración por los lienzos del testero apenas se apreciaban bajo los repintes, la capa oscura
Este (donde estuvo el trono), numerando primero a de suciedad y el barniz oxidado. También se evidencia-
Felipe III («240») y a Margarita («241»), a continuación ron las diferencias cromáticas entre las bandas y el
los seis cuadros de batallas de la pared orientada al Sur, lienzo original, que además se iban haciendo más acu-
y después los lienzos de Felipe IV («248») y la reina Isa- sadas a medida que avanzaba la restauración (fig. 22).
bel («24[¿9?]»), de suerte que en los cuadros de los dos Por ello, uno de los principales problemas planteados
monarcas el número se pintó en las esquinas que se tras la limpieza fue la búsqueda de una solución para los
habían colocado sobre las puertas, confirmando así que añadidos laterales.
dichas esquinas —aún cortadas— estaban expuestas en Se consideraron cuatro posibilidades. La primera
el Salón de Reinos en 1747, y que formaban parte de una era dejar las pinturas tal y como habían llegado hasta
sola composición visual. nosotros, es decir con los añadidos visibles, pero se de-
sechó porque, al modificar éstos el tamaño original,
LA RESTAURACIÓN falseaban su estética y desactivaban el efecto de escorzo
La utilización de los retratos ecuestres de Felipe III y que con tanto interés —tal como muestran los penti-
Margarita de Austria como símbolos dinásticos en el menti— buscó y trabajó Velázquez.
Palacio Nuevo, actual Palacio Real, hizo necesario que La segunda opción consistía en dejar las ampliacio-
se ampliaran sus anchos (h. 1768) para poder empare- nes aunque plegadas por el reverso del bastidor, pero se
jarlos con los de Felipe IV e Isabel de Francia, lo que ha rechazó igualmente ya que la doblez produciría una
condicionado la imagen que desde entonces se ha te- zona de fuertes tensiones en la zona donde dobla la
nido de ellos. pintura.
Las bandas añadidas producían un doble efecto per- La tercera posibilidad se basaba también en dejar
turbador: por una parte alteraban la composición velaz- los añadidos pero ocultándolos en este caso en la es-
queña, y por otra, al estar pintadas unos 135 años más tructura de un marco que encuadrara y dejara visible la
tarde y sobre una imprimación distinta74, la evolución pintura original y, en cambio, tapara las bandas laterales
de su gama cromática —que en un primer momento en un panel disimulado con las paredes de la sala. Esta

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21 a y b. Detalle del jardín de la casa de campo de La reina Margarita de Austria, a caballo, antes y después de la restauración

solución es la que el Museo ha utilizado con éxito en con el fin de conservarlos en los depósitos del Museo.
Las hilanderas76 (P-1173), pero se ha desestimado porque, De esta forma, a la vez que los cuadros recuperaban el
tras la restauración, las diferencias cromáticas entre la formato original ideado por Velázquez, se aseguraba
pintura original y la de las bandas es tan notable que realmente la conservación de las bandas para su estudio
resulta imposible la exposición de estos cuadros como y posible exposición en el futuro.
obras de arte unitarias (fig. 22) y, por tanto, carece de La garantía de éxito de la operación de retirada de
sentido hacer de estas pinturas objetos de difícil y de- las bandas dependía de las condiciones de adherencia
licada manipulación cada vez que tengan que cambiar de la tela de forración a los lienzos añadidos y de su sis-
de ubicación o que se modifiquen las condiciones del tema de unión al lienzo original. Una vez protegida la
paramento en el que se expongan. zona en la que se iba a intervenir (las bandas añadidas y
La última opción, que es la que finalmente se ha unos tres centímetros de la pintura original), se desclavó
elegido, ha consistido en retirar los añadidos de la tela la tela del bastidor retirando las tachuelas oxidadas que
de forración y colocarlos en bastidores independientes habían dañado el borde de la tela. A continuación se fue

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22. Detalle de Margarita de Austria, a caballo durante el proceso de restauración donde se ve la diferencia cromática entre el cuadro original
y el añadido lateral

despegando la tela de forración de las bandas hasta llegar lados del lienzo, lo que nos ayudó a confirmar que
a la unión de éstas con el lienzo original. La operación esa era la medida de los cuadros que Velázquez había
se pudo hacer sin dificultad gracias a la falta de adheren- pintado.
cia entre ambas telas, ya que con el paso del tiempo la Finalmente, se colocaron unas bandas de tensión
gacha (harina con cola animal) utilizada en la forración tanto en los bordes de los añadidos como en los de los
había perdido parte de su poder adhesivo. Se comprobó lienzos originales. Estas bandas de refuerzo perimetral
entonces el buen estado de conservación del lienzo de se fijaron a los bordes de las telas mediante un adhesivo
los añadidos, mientras que, por el contrario, la tela de acrílico (Beva film). En el caso de los lienzos originales,
forración presentaba fisuras en pequeñas zonas y restos las bandas sirvieron además para enrollar la tela de
de adhesivos anteriores. forración sobrante por el reverso del cuadro a fin de
Al llegar a la unión de las ampliaciones con el lienzo conservarla.
original se pudo apreciar que los bordes de éste pre- Ya a su tamaño original, los retratos, al igual que las
sentaban unos orificios producidos por las tachuelas bandas retiradas, se colocaron sobre nuevos bastidores
que en su día sirvieron para clavetear el lienzo a su bas- de madera. Como hemos mencionado anteriormente,
tidor primitivo. El orillo se conserva en los cuatro aunque las cuatro bandas añadidas no tengan interés

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artístico y desactivaran la composición velazqueña, blemente unos 135 años más tarde y que tras dos siglos
habían cumplido una función decorativa en el Palacio y medio han vuelto a su tamaño original.
Nuevo durante unos cincuenta años (1768-1819) y, por
lo tanto, forman ya parte de su historia material. Con
esta decisión de separarlas de los cuadros de Velázquez javier portús es doctor en Historia del Arte. Actualmente es
se garantiza su conservación, así como la posibilidad de Jefe de conservación de Pintura Española (hasta 1700) del Museo
contemplar y estudiar las ampliaciones del siglo XVIII. Nacional del Prado. En relación con Velázquez, es autor de obras
Con todo, Felipe III y Margarita de Austria vuelven como Pinturas mitológicas de Velázquez y Entre dos centenarios: biblio-
grafía crítica y antológica de Velázquez 1962-1999; asimismo ha sido
a intensificar su movimiento tras casi 250 años en una
comisario de la exposición Fábulas de Velázquez.
composición que Velázquez dotó de gran dinamismo, javier.portus@museodelprado.es
y que ya sólo alcanzaría su auténtica espacialidad con
su restitución al Salón de Reinos. jaime garcía-máiquez es licenciado en Historia del Arte por
Cuenta Palomino que tras ciertas críticas al hoy la Universidad de Granada. Desde 1997 trabaja en el Gabinete de
perdido retrato ecuestre de Felipe IV de 1625, Veláz- Documentación Técnica del Museo Nacional del Prado, reali-
zando los documentos técnicos e interpretando sus resultados.
quez corrigió su pintura, firmándola al final irónica-
Ha publicado artículos sobre el proceso creativo de pinturas de
mente «Velazquez, Pictor Regis, expinxit»77. Resulta suge-
Memling, Berruguete, Tiziano, Rubens, Velázquez, Mengs o Goya.
rente utilizar esta firma que indica que el artista pintó, jaime.garcia-maiquez@museodelprado.es
borró y repintó su propio cuadro para acabar el estudio
sobre unos retratos ecuestres que el propio Velázquez r ocí o dá v il a estudió en la Escuela Superior de Restauración
pensó, abocetó —aunque fueron pintados por otros—, y se especializó en pintura de caballete. Es restauradora del Museo
y corrigió más tarde; cuadros que firmó sin firmar; que Nacional del Prado desde 1974. Ha llevado a cabo la restauración
de muchas de las obras maestras de pintores representados en el
se trasladaron del Alcázar al palacio del Retiro, de aquí
Museo: Robert Campin, Van der Weyden, El Bosco, Tiziano,
al Palacio Nuevo y de ahí a un museo de pinturas que se Velázquez o Goya. Ha escrito diversos artículos técnicos sobre
encuentra a unos pocos metros del lugar para el que algunas restauraciones de especial importancia, como las de
se pintaron; unos retratos cuyas esquinas se cortaron El Jardín de las Delicias del Bosco o Las hilanderas de Velázquez.
después de ser pintados, que se ampliaron considera- rocio.davila@museodelprado.es

r esu m en: La reciente restauración de Felipe III, a caballo y Margarita de Austria, a caballo, que realizaron Velázquez y sus ayudantes
para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro entre 1634 y 1635, ha permitido profundizar en el conocimiento del proceso crea-
tivo de la serie a la que pertenecen, identificar varios de los modelos utilizados para los caballos y los retratos de los reyes, y plantear
una hipótesis sobre su colocación en el Salón. El artículo también explica los criterios de intervención y el proceso seguido en la
separación de los añadidos laterales y la limpieza de las pinturas originales.
pa l a b ras c l av e : Felipe III; Margarita de Austria; Salón de Reinos; palacio del Buen Retiro; Velázquez; taller de Velázquez;
restauración

su m m a ry: The recent restoration of the equestrian portraits of Philip III and Queen Margarita of Austria, executed by Velázquez and
his assistants for the Hall of Realms of the Palace of El Buen Retiro between 1634 and 1635, has provided the opportunity for deepening
our knowledge of the paintings in several ways. It has helped to understand the creative process of the series to which these two works
belong; to identify several of the models used for the horses and for the monarchs’ portraits, and it has contributed to the elaboration
of a hypothesis on the paintings’ display in the Hall. This article also seeks to explain the intervention criteria and the process
undertaken in the detachment of the lateral additions and in the cleaning of the original paintings.
keywords: Philip III; Margarita of Austria; Hall of Realms; Palace of El Buen Retiro; Velázquez; Velázquez’s workshop; restoration

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1
La restauración ha sido llevada MORÁN, «“Pues es más que Alexan- Villa Medici (P-1210 y P-1211), en los ción y conciencia creativa», en Fábu-
a cabo por Rocío Dávila entre junio dro y tú su Apeles”. Notas sobre los que sobre aparejos con una base roja las de Velázquez, cat. exp., J. Portús
de 2009 y octubre de 2011. retratos ecuestres de Velázquez», en se ha extendido una segunda impri- (ed.), Madrid, Mu seo del Prado,
2
E . T O R M O , «Velázquez, el F. CHECA, et. al., El Palacio del Buen mación de albayalde; GARRIDO, op. 2007, pp. 58-59.
39
Salón de Reinos del Buen Retiro, y Retiro y el nuevo Museo del Prado, cit. (nota 19), pp. 15-16. PACHECO, op. cit. (nota 19), p. 205.
21 40
el poeta del palacio y el pintor», Madrid, 2000, pp. 63-87. G. MCKIM-SMITH y R. NEWMAN, C. DAL POZZO, El diario del viaje
15
Boletín de la Sociedad Española de J. CAMÓN AZNAR, «Algunas pre- Ciencia e Historia del Arte. Velázquez en a España del cardenal Francesco Barbe-
Excursiones, XIX (1911), pp. 24-44, cisiones sobre Velázquez», Goya, 53 el Prado, Madrid, 1993, pp. 59-69. rini [1626], edición de A. ANSELMI,
22
85-111, 191-217, 274-305; y XX (1912), (1962-1963), pp. 282-297; J. L. SAN- GAYO y JOVER DE CELIS, op. cit. Madrid, 2004, p. 112.
41
pp. 60-63. Se hizo una corta tirada CHO, «En torno al retrato ecuestre (nota 19), pp. 47-48 y 50. Por ejemplo en la Gemäldega-
23
aparte. Volvió a publicarse en de Felipe IV por Velázquez: una CRUZ VALDOVINOS, op. cit. (nota lerie de Dresde.
42
TORMO, Pintura, escultura y arquitec- hipótesis», en Velázquez y el arte de su 18), pp. 73-76. GALLEGOS, op. cit. (nota 3), fol. 7v
24 43
tura en España, Estudios dispersos. tiempo, Madrid, 1991, pp. 135-140. El destensado natural de la tela El Palacio del rey Planeta, cat.
16
Madrid, 1949, pp. 127-246. Casa del Tesoro. «Un retrato de provocó que durante la aplicación exp., J. Portús (ed.), Madrid, Museo
3
M. DE GALLEGOS, Obras varias el rey Nro señor Don Phelipe quarto del aparejo en el lienzo se acumulara del Prado, 2005, núms. 11 y 13 (fichas
al Real Palacio del Buen Retiro, Ma- siendo mozo armado a cavallo al na- pigmento en las aristas del bastidor de J. PORTÚS).
44
drid, 1637. En adelante citaremos tural con bastón en la mano derecha y del travesaño central originales. Ibidem, núm. 10. Una imagen de
por la edición de A. PÉREZ Y GÓMEZ, original de mano de Diego Velázquez Estas acumulaciones se aprecian la fuente y los parterres, pintada en
Valencia, 1949. pintor de Cámara y aposentador de como marcas blancas en la radiogra- una fecha cercana, la ofrece el cuadro
4
G. FERNÁNDEZ BAYTON (ed.), Palacio en un lienzo de cinco varas fía que nos aproximan mucho a las anónimo Vista de los jardines de la Casa
Inventarios reales. Testamentaría del de alto y tres y media de ancho poco medidas de los cuadros en aquel de Campo con la estatua de Felipe III
rey Carlos II, Madrid, 1975-1985, t. II, más, o menos sin marco» (en Á. ATE- momento. (Prado, P-1288).
25 45
p. 296. RIDO (ed.), Corpus velazqueño, Ma- Por ejemplo C. BLASCO, El pala- J . LÓPEZ - REY , Velazquez. The
5
TORMO , op. cit. (nota 2), sos- drid, 2000, t. II, pp. 547-548). Son cio del Buen Retiro de Madrid. Un pro- Artist as a Maker, París, 1979, p. 354.
46
tiene que la banda horizontal de la medidas similares a las del retrato yecto hacia el pasado, Madrid, 2001, El asiento del inventario en
parte inferior es un añadido de mano ecuestre de Carlos V en Mühlberg de pp. 113-116. BURKE Y CHERRY, op. cit. (nota 30), t. I,
26
ajena a Velázquez, a quien atribuye Tiziano, y a las de Felipe II de Ru- J. BROWN y J. H. ELLIOTT, Un p. 477, coincide en la descripción
las de la zona superior. bens, ambos en el Museo del Prado palacio para el rey, 2ª ed., Madrid, –«Conde-duque armado con un bas-
6
Ibidem, p. 35 y ss., sugiere el (P-410 y P-1686). 2003, p. 58. tón en la mano en un caballo blan-
17 27
nombre de Andrés de la Calleja C . BERNIS , «La moda en los BROWN, op. cit. (nota 14), p. 107. co»–, aunque varía ligeramente en las
28
como autor de las mismas. retratos de Velázquez», en El retrato Recordemos los versos de medidas, «vara y media en cuadro poco
7
A . BERUETE , Velázquez, París, en el Museo del Prado, F. Calvo Serra- Manuel de Gallegos: «Al cuidado, al más o menos» frente a 127 x 104 cm.
47
1898, p. 104 y ss., era uno de los que ller (ed.), Madrid, 1994, p. 300. deseo, a la prudencia, / y al trabajo G. DE CHOUL, Discours de la reli-
18
pensaban en la intervención de W . B . JORDAN , Juan van der intensivo / deste sujeto altivo, / se gion des anciens romains: de la castra-
González en parte del retrato de Hamen y León y la corte de Madrid, debe desta cuadra la eminencia», mentation & discipline militaire d’iceux,
Felipe III, en el de su mujer y en el Madrid, 2005, p. 311; J. M. CRUZ VAL- GALLEGOS, op. cit. (nota 3), fol. 5. des bains & antiques exercitation
29
de Isabel de Francia. DOVINOS, «Precisiones sobre algu- BROWN y ELLIOTT, op. cit. (nota sgrecques & romaines, Lyon, 1556, 2ª
8
J. ALLENDE-SALAZAR y F. J. SÁN- nos retratos de Velázquez», en En 26), pp. 113-114. parte, p. 57. La edición en castellano
30
CHEZ CANTÓN, Retratos del Museo del torno a Santa Rufina, Velázquez de lo M. BURKE y P. CHERRY, Collec- (impresa también en Lyon) data de
Prado, Madrid, 1919, pp. 162-164. Lo íntimo a lo cortesano, Sevilla, 2008, tions of Paintings in Madrid, 1601-1755, 1579. Para la presencia de un ejem-
dio a conocer P. BEROQUI en «Adicio- pp. 73-76 e idem, Velázquez. Vida y Los Ángeles, 1997, pp. 521-528. plar en la biblioteca de Velázquez,
31
nes y correcciones al catálogo del obra de un autor cortesano, Zaragoza, El del retrato del conde-duque véase P. RUIZ PÉREZ, De la pintura y
Museo del Prado», Boletín de la Socie- 2012, pp. 176-181. que poseía Villanueva tenía unas las letras. La biblioteca de Velázquez,
19
dad Castellana de Excursiones, VII Llamado por Francisco Pa- dimensiones semejantes. La altura Sevilla, 1999, núm. 17.
48
(1915), pp. 107-112. checo «barro que se usa en Sevilla, de los demás se acercaba a los dos Los Austrias. Grabados de la
9
G. CRUZADA VILLAMIL, Anales molido en polvo y templado en la losa metros. Biblioteca Nacional, cat. exp., VV. AA.,
32
de la vida y de las obras de Diego Veláz- con aceite de linaza», F. PACHECO, ATERIDO (ed.), op. cit. (nota 16), Madrid, Biblioteca Nacional, 1993,
quez, Madrid, 1885, p. 53. Arte de la Pintura (1649), Madrid, p. 103. núm. 248. Otro ejemplo de la utili-
10 33
ALLENDE SALAZAR y SÁNCHEZ 1990, p. 481; C. GARRIDO, Velázquez: M. L. CATURLA, «Cartas de pago zación de esa fórmula en un con-
CANTÓN, op. cit. (nota 8), pp. 161-165. técnica y evolución, Madrid, 1992, pp. de los doce cuadros de batallas para texto hispano lo ofrece la portada
11
J. M. AZCÁRATE, «Noticias sobre 15-22; y M. D. GAYO y M. JOVER DE el Salón de Reinos del Buen Retiro», del libro de P. COLLENUCCIO, Histo-
Velázquez en la corte», Archivo Espa- CELIS, «Evolución de las preparacio- Archivo Español de Arte, XXXIII, ria del reyno de Nápoles, Sevilla, 1584.
49
ñol de Arte, XXXIII (1960), pp. 361-362. nes en la pintura sobre lienzo de los 129-132 (1960), pp. 346-348. J. LÓPEZ-REY, Velázquez. Cata-
12 34
S . N . ORSO , Philip IV and the siglos XVI y XVII en España», Boletín Ibidem, pp. 338-340 y 352-353. logue Raisonné, Colonia, 1995, t. II,
35
Decoration of the Alcázar of Madrid, del Museo del Prado, XXVIII, 46 (2010), ATERIDO (ed.), op. cit. (nota 16), núm. 62.
50
Princeton, 1986, pp. 49-50. pp. 39-59, aquí p. 45. p. 94. BROWN, op. cit. (nota 14), p. 88.
13 20 36 51
Por ejemplo J. CAMÓN AZNAR, Existen cuadros de Velázquez J. LÓPEZ-REY, Velázquez. A Ca- El retrato estuvo en el Palacio
Velázquez, Madrid, 1964, vol. I, pp. pintados a partir de 1629 que deben talogue Raisonné of His Oeuvre, Lon- del Buen Retiro, tal como aparece
522-523. considerarse de transición desde dres, 1963, figs. 301-303. descrito en el Inventario de 1701:
14 37
Un estado de la cuestión en J. este punto de vista, como Una sibila Ibidem, figs. 304-308. «(670) Ottra Pinttura del mismo
38
BROWN, Velázquez, pintor y cortesano, (P-1197), Doña María de Austria, reina J. PORTÚS, «Velázquez, pintor tamaño [dos Varas y media de alto y
Madrid, 1986, pp. 111-112, y en M. de Hungría (P-1187) o las vistas de la de historia. Competencia, supera- ttercia de ancho] y calidades rettra-

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tto de la señora Reyna Doña Isauel de Archivo Histórico Nacional, sección arriba– existen dos marcas de basti- cio Real de Madrid», en Actas de las
Borbon», FERNÁNDEZ BAYTON (ed.), del consejo, signatura 253-e, libro II dor: una clara correspondiente al Jornadas Carlos IV y el arte de su rei-
op. cit. (nota 4), p. 331, y aún estaba allí y KUSCHE, pp. 105-109 y 432-434. momento de preparación de la tela y nado. Madrid, 2011, p. 62].
54 71
en 1747, con un número de inventario A. PALOMINO, Vida de don Diego otra oscura producida por el desgaste La intervención de Calleja en
pintado en blanco sobre el cuadro Velázquez de Silva [1724], edición de M. de la pintura. El tipo de cosido con el estos años está documentada en Bal-
(«671») que es bien visible en la actua- MORÁN, Madrid, 2008, p. 27. que se unió es el mismo al de los aña- tasar Carlos, a caballo y en La defensa de
55
lidad en la esquina inferior izquierda; LÓPEZ - REY , op. cit. (nota 49), didos originales de los retratos ecues- Cádiz de Zurbarán (P-656), y más
igualmente puede verse a su lado una 1995, núm. 101. tres de Felipe IV e Isabel de Francia. tarde en las demás «batallas» del
56 65
«P» en rojo, que demuestra que el M. D. GAYO, «Análisis químico Brown, op. cit. (nota 14), p. 116, Salón, los paisajes clasicistas también
cuadro se envió en 1762 al Palacio del “Felipe III, a caballo” de Veláz- señaló que «sin ella tendríamos la del Buen Retiro, o en Gaspar de Guz-
[Real] Nuevo y volvió en 1771 a su quez». Informe interno del Labora- impresión de que el marco se apo- mán, conde-duque de Olivares, a caballo
emplazamiento original en el Palacio torio de Análisis del Área de Restau- yara en la cabeza del príncipe». de Velázquez (P-1181), que se colgaría
66
del Buen Retiro, apenas nueve años ración. Madrid, Museo Nacional del Todas recogidas por J. ÁLVAREZ también en la Pieza de Comer; M. L.
después. M . LÓPEZ - FANJUL y J . J . Prado, 8 de marzo de 2010, pp. 7-8. LOPERA «La reconstitución del Salón BARRENO, «La restauración de las pin-
57
PÉREZ PRECIADO , «Los números y PORTÚS , op. cit. (nota 38), pp. de Reinos. Estado y replanteamiento turas de las colecciones reales durante
marcas de la colección en los cuadros 58-59. de la cuestión», en El Palacio del rey el siglo XVIII» Archivo Español de Arte,
58
del Museo del Prado», Boletín del Esa posibilidad fue sugerida Planeta, cat. exp., A. Úbeda (ed.), 212 (1980), Madrid, pp. 485-490.
Museo del Prado, XXXIII, 41 (2005), por A. BERUETE, Velázquez [1904], Madrid, Museo Nacional del Prado, Tormo ya insinúa que los añadidos
pp.›88-89. Madrid, 1986, pp. 83 y ss. Véase tam- 2005, p. 101. eran obra suya: «Creeré de Calleja la
52 67
M . GALLAGHER , «Velázquez’s bién GARRIDO, op. cit. (nota 19), p. 377. Los estudios que se han efec- ampliación lateral de ambos cuadros»
59
Philip IV in the Metropolitan El Palacio del rey Planeta, op. cit. tuado [Master Plan, op. cit. (nota 61), [TORMO, 1912, op. cit. (nota 2), p. 37].
72
Museum», Metropolitan Museum (nota 43), núm. 12 (ficha de J. PORTÚS). pp. 3, 7, 38-73 y 92-95] no han encon- RODRÍGUEZ REBOLLO , op. cit.
60
Journal, 45 (2010), pp. 3-14. Para un Trabajo realizado en colabora- trado a lo largo de todo el Salón de (nota 70), pp. 79-83.
73
estudio de las representaciones de ción con Alicia García-Andrés, del Reinos las vigas de madera internas LÓPEZ - FANJUL Y PÉREZ PRE -
Isabel de Borbón véase M. M. DOVAL, Gabinete de Documentación Téc- necesarias para la sujeción de la bal- CIADO, op. cit. (nota 51), pp. 88-89; Inv.
«Velázquez y los retratos de Isabel nica del Museo del Prado. conada, por lo que se hace impres- de la Furriera, transcrito en ATERIDO
61
de Borbón», Boletín del Museo e Insti- Master Plan de la rehabilitación cindible pensar en una sujeción tra- op. cit. (nota 16), vol. II, pp. 101-159.
74
tuto Camón Aznar, 103 (2009), pp. del Salón de Reinos, documento in- dicional adyacente de escuadras de Frente a la preparación blanca
137-158, y L. OLIVÁN SANTALIESTRA, terno del Museo Nacional del Prado hierro llamadas jabalcones. (a base de albayalde) del original, el
68
«“Decía que no se dejaba retratar de redactado en 2009. En Muret 1879 (Lettrés écrites de añadido tiene un aparejo de color
62
buena gana”. Modestia e invisibili- René Carlier (?-1722) fue ayu- Madrid en 1666 et 1667 par Muret, atta- pardo claro y una imprimación roja:
dad de la Reina Isabel de Borbón dante del arquitecto real francés ché a l’ambassade de Georges d’Aubusson, una primera capa clara de color
(1635-1644)», Goya, 338 (2012), Robert de Cotte (1656-1735). Felipe V archevêque d’Embrun. Publiées par M. pardo («carbonato cálcico, pequeñas
pp. 16-35. Ha tratado del significado pidió a Cotte en 1712 que hiciera un A. Morel-Fatio, París, chez Alph. proporciones de tierras y negro de
político del retrato ecuestre de la proyecto de ampliación del Palacio Picard, Libraire, 1879), carta del 10 huesos») y una segunda roja («ocre
reina L. OLIVÁN, «Minerva, Hispania del Buen Retiro y éste envió a de enero de 1667, pp. 55-56, en ÁLVA- rojo y pequeñas proporciones de tie-
y Bellona: cuerpo e imagen de Isabel Madrid a Carlier a realizar los planos REZ LOPERA, op. cit. (nota 66), p. 93. rra de sombra, una baja proporción
69
de Borbón en el Salón de Reinos», del Palacio. Estos planos de 1712 No podemos precisar con la de albayalde y negro de huesos»).
Chronica Nova, 37 (2011), pp. 271-300. (Bibliothèque Nationale de France, documentación técnica si se adapta- Véase GAYO, op. cit. (nota 56), p. 3.
53 75
Damos por sentado que la París) se consideran fiel reflejo de la ron los bastidores o si se hicieron En el Museo del Prado está
copia de Ambras –si no es el original estructura original; teniendo en nuevos, lo que hubiera sido más ne- documentada la restauración del
(M. KUSCHE, Juan Pantoja de la Cruz y cuenta que no se conserva ninguna cesario para los retratos de Felipe IV retrato ecuestre de La reina Marga-
sus seguidores B. González, R. de Villan- traza original del proceso construc- e Isabel, ya que además de ser corta- rita de Austria, a caballo por Julián
drando y A. López Polanco, Madrid, tivo, los planos de Carlier resultan de dos debieron ensancharse al ser am- Jiménez García en 1899 y de Enrique
2007, pp. 105-106)– es a su vez un capital importancia para la compren- pliadas las pinturas. Alarcón Cabrera en 1967; y la de
70
calco, tal como era costumbre en las sión arquitectónica del Buen Retiro. En 1761 Anton Raphael Mengs Felipe III, a caballo por Julián Jimé-
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copias mandadas a Austria, de la El Salón de Reinos debió ser emprendió la tarea de decorar el nez García en 1899 y Enrique Alar-
Margarita encinta de las colecciones modificado, al menos, para la aper- Palacio; y sabemos que en 1762 cón Cabrera en 1968.
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reales. Es posible, por tanto, que la tura del Museo de Artillería en 1841, Mengs y Andrés de la Calleja envia- Las hilanderas, con un añadido
Margarita de Ambras y el retrato en las reformas dirigidas por Casi- ron un número considerable de cua- que desvirtúa la composición origi-
ecuestre del Prado se calcaran del miro Lanaja en 1890, en las reformas dros procedentes del Buen Retiro, nal y con una compleja estructura de
mismo original. La imagen de la reina de 1902-1903 y tras la Guerra Civil entre los que quizá estaban los retra- ocultación del añadido, es un caso
aparece citada en un descargo de española en 1939. tos ecuestres [ATERIDO (ed) op. cit. particular en el Museo del Prado en
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pinturas realizado al guardajoyas real La radiografía de El príncipe Bal- (nota 16), vol. I, p. 303], y en 1772 ya este sentido. Esta estructura se man-
Antonio Voto, fechado en Valladolid tasar Carlos, a caballo muestra que el parecen inventariados los retratos tiene debido al menor tamaño de la
en 1601: «[752-753] Dos lienços de travesaño central original no está en ecuestres, todos con el mismo pintura (original y añadido), al inte-
pintura olio el vno de mi Retrato, el centro del cuadro, como sería lo tamaño. La campaña decorativa de rés estético del propio añadido y al
entero armado, con calcas blancas y normal, sino unos 11 cm más bajo, los cuartos de Carlos III se fecha arraigo social de la imagen icónica
el otro de la dicha Serenisima Reyna, que es lo que mide la tira añadida por entre 1761 y 1766 [ A . RODRÍGUEZ de la pintura original junto con el
preñada, con ropa y Basquiña de tela Velázquez en la parte superior. Por REBOLLO, «Alegoría y mundo anti- añadido.
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negra con fajas bordadas con el ello, en la parte superior –tras recor- guo en los palacios de Carlos IV: PALOMINO , op. cit. (nota 54),
retrato de doña Sophia, enana». tar la tira de lienzo abajo y coserla programas iconográficos en el Pala- p. 35.

P O RT Ú S , GA RC Í A - M Á I Q U E Z Y D Á V I L A . L O S R E T R AT O S E C U E S T R E S D E V E L Á Z Q U E Z PA R A E L S A L Ó N D E R E I N O S 39

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