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K. Stanislavski
(1863- 1938) Expresión y expresionismo en la danza alemana. Emile Jacques
Dalcroze
Traducción Libre: Zenaida Marín.
(1865-1950)
pasado.
Mary Wigman
Jaques Copeau (1886-1973)
(1879- 1949)
Para unos y para otros, tanto del mundo del teatro o de la danza, el problema de fondo era el mismo:
¿cómo romper las convenciones gastadas de la escena, abolir el estereotipo de la ficción y hacer
verdadera, real, creíble la acción escénica? Esta necesidad fuertemente sentida supera ampliamente
el naturalismo teatral, como comúnmente viene entendido, del acontecimiento, de los personajes, de
la ambientación, del lenguaje de los movimientos, que se resuelve generalmente sólo en una pátina
exterior de verosimilitud. Es en cambio en una búsqueda mucho más profunda, una excavación a la
persona del performer que, en los modos más diversos en los cuales se manifiesta, y dirigido a un fin
común: desea alcanzar la completa “organicidad” del ser humano sobre la escena. Es “organicidad”
el término usado por los escritos de la época, que significa activación de un cuerpo-mente
humana. La verdad así, fuertemente perseguida por los investigadores nacería ahora no de una
imitación formal de la realidad cotidiana, sino del real desenvolvimiento sobre la escena de procesos
para llegar a la acción; es así para la “biomecánica” de Meyerhold, que parte en cambio del
refundada y dilatada; es así para Copeau, que indaga sobre la “sinceridad” del actor en el equilibrio
entre el conocimiento de sí mismo y los propios medios expresivos. Es así, para entrar en el
corazón de nuestro tema, en los diversos recorridos de la “nueva danza” alemana de la misma
época, que se exalta esta actitud de búsqueda, también conocida como Ausdrucktanz, “danza
expresiva”.
cuerpo como manifestación primaria y al movimiento, al centro de los intereses no sólo artísticos,
sino al centro de una corriente que quería reformar la vida entera. En el cuerpo en movimiento se ve
la potencialidad única de una mítica y perdida sintonía del ser humano con la naturaleza y sus
movimientos universales, un retorno a una originaria armonía cósmica, según las visiones más
A los estudios fisiológicos y psicológicos que se van siempre perfeccionando más y que están
llevando a la luz las leyes estructurales del cuerpo y de la psique se agregan extemporáneas pero
potentes sugestiones artísticas, basta pensar no sólo en los efectos de la danza libre de Isadora
Duncan, sino también en la singular resonancia del caso de Madeleine G., conocida como la
bailarina hipnótica. Mujer común en la vida cotidiana, pero que en estado de hipnosis manifestaba
con evidencia turbadora y con inexplicable cualidad artística cada tipo de sensación que la música o
belleza latente en cada ser humano. ¿Cómo despertarle, cómo reproducir conscientemente este
La nueva concepción del cuerpo se funda, también sobre el acompañamiento de experiencias como
estas, sobre la unidad inseparable y sobre la interacción funcional de la parte física con aquella
espiritual del hombre, y descubre en el movimiento (también, pero no solamente, sobre las
exteriormente los modos interiores de la psique. Expresión del movimiento, entonces equivale a
expresión directa, inmediata, natural, orgánica; manifestación de una experiencia vital. Una vez
del movimiento vienen a equivaler armonía afectiva, intelectual, moral. Educar al movimiento
armónico deviene ahora un principio pedagógico y por añadidura también terapéutico de gran
orden y armonía interior y exterior al individuo. La danza, arte del cuerpo y del movimiento por
danza, le espera ahora el objetivo de expresar el mundo del cuerpo-alma del bailarín a través de
formas dictadas de esta nueva organicidad del individuo. Sobre el signo de expresión, entonces,
nada de códigos e invenciones formales impuestas desde el exterior, sino búsqueda y elaboración
individual del movimiento, acompañados de principios naturales y/o científicos al mismo tiempo:
opositivo o sucesivo de la energía, en estrecha relación con la exploración del tiempo y del espacio
en el cual la danza toma forma. El bailarín deviene así el experimentador y el profesional por
su batalla por la verdad. Y es precisamente este proceso expresivo nacido de la experiencia que
hace necesariamente a cada bailarín un creador de su propio arte, en vez de un ejecutor, aún
virtuoso, como había sido en el pasado. La obra de los más importantes investigadores sobre el arte
del movimiento en la Alemania del inicio del siglo XX, Dalcroze y Laban, aunque con modalidades
diversas, se sellan en una afirmación poética y en una construcción concreta de la nueva totalidad
orgánica del individuo/bailarín de los principios que la determinan y de los trayectos que la activan.
Ambos sienten la necesidad de construir la búsqueda hacia ámbitos pedagógicos (Hellereu y Monte
Verita) donde la improvisación creativa deviene por primera vez una técnica funcional tanto en la
coherentemente un deseo expresivo que se siente ahora mucho más global y más íntimamente
teatral, la fusión de lenguajes expresivos y artísticos diversos que se asocian a la danza. Basta
recordar la célebre representación del Orfeo de Gluck, realizada en Hellereu por Dalcroze con la
colaboración de Adolphe Apia bajo el signo del Worttondrama, o la Escuela de Arte de Laban en
Ascona donde se enseñaban las artes plásticas y figurativas a la par que poesía, música y danza
bajo el signo del Tanz-Ton-Wort. Sus institutos son laboratorios experimentales de una nueva
cualidad del hombre, del performer y del teatro en general, a la par de los contemporáneos atelieres
de Stanislavski y de Copeau.
En Laban, particularmente, se desarrolla con claridad el trayecto, fundamental para el arte, que va
de la liberación expresiva del cuerpo-mente a la rigurosa exploración y definición de las formas del
reintroducción, más allá del desarrollo de modalidades individuales expresivas, de un sentido coral
de la danza. Pero ahora el “coro de movimiento”, como lo llama Laban, no tiene más un fin
decorativo o multiplicador, sino que se llena de una voluntad socializante, instituyendo un grupo de
Y los bailarines (pero son sobre todo bailarinas) “expresivas” que nacen son muchas y dispares;
con todas las ventajas y todos los peligros que esto comporta: variedad y riqueza de formas y
contenidos, pero también improvisación y presunción, allá donde el momento expresivo no sea
suficientemente, soportado por la precisión que puede nacer sólo de la preventiva construcción de
La Wigman es ciertamente el producto artístico más alto, completo y consciente de este primer
período de investigación alemana sobre la danza, y permanece como lugar de referencia para las
generaciones posteriores. Los fuertes elementos conflictivos y dramáticos que distinguen su danza,
tanto a nivel mecánico-energético como dinámico-espacial del movimiento, cuanto aquel emocional y
fantástico de la comunicación expresiva, la avecinan a las modalidades buscadas sin mucho método
por los expresionistas teatrales. Sobre todo a ella y a la Escuela de Dresda atienden los autores del
movimiento expresionista en la tentativa del alcanzar las raíces de una nueva cualidad de la
expresión. Si en otros países es el teatro quien cumple directamente las propias búsquedas
innovadoras sobre el arte del actor, en Alemania es la danza quien se hace cargo de la
experimentación expresiva.
Es desde este momento, desde finales del los años veinte, que la danza alemana comienza a ser
nuestra cultura crítica, pero en nombre del orden y de la clasificación cumple su tarea, generalmente,
empobreciendo los objetos que analiza. Definir a la Wigman, como hoy normalmente sucede, como
una bailarina expresionista, significa obviar el sentido de gran parte de su búsqueda, reduciéndola a
Sus contemporáneos y sus sucesores, de Kurt Joss a Harald Kreutzberg, de Hans Weidt a Waleska
Gert, aún en sus más evidentes diferencias, se han visto aplanados con la misma etiqueta, que muy
elementos asimilables, tanto a las tendencias generales de este movimiento artístico y de su época,
reconocibles tanto en las características técnicas del movimiento como en aquellas más
dramática del espacio que se une con un gusto por el uso de una teatralidad en los accesorios,
intención comunicativa, voluntad de intervención crítica sobre la realidad individual y social. La nueva
actualmente que no tiene lugar a discusión. En las escuelas se van individuando técnicas y métodos
individual, pero sobre todo las soluciones formales comunes. La poética revolucionaria, abierta a
La venida del nazismo, con la consecuente emigración o reducción al silencio de los protagonistas
de la danza alemana, paraliza este proceso que parecía indetenible en su primera fase. Pero las
semillas se esparcen en todas las direcciones en donde se radicaron los emigrantes, tanto en los
países europeos como en el norte y sur del continente americano y hasta en el lejano Japón,
fundiéndose con otras historias, otras tradiciones y revoluciones tanto en el terreno de la danza
como en el teatro. Luego de la Segunda Guerra Mundial cuando en Alemania se retoma el camino,
aquellos influjos, ahora históricos de la danza expresiva son filtrados y contaminados de otras
“experiencias” pero siguen sonando, porque tienen la capacidad de sentir. El teatro se ha avecinado
a la danza y la danza al teatro, “actores que danzan” y “bailarines” que pertenecen a la cotidianidad
y participan de las más fuertes experiencias teatrales de los últimos cuarenta años. El cuerpo ha
futuros desarrollos, es justo restituir a la danza expresiva alemana su puesto fundante en la poética
más radical construida por el siglo en relación al actor y la danza. La evolución del Tanztheater en
Alemania.