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Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
Publicación Trimestral
La Revista Teología y Vida cuenta con un subsidio del Fondo de Edición de Revistas Científicas,
creado mediante Decreto N° 40 del Ministerio de Educación, otorgado por convocatoria pública
por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Técnica (CONICYT).
Estudios
Anneliese Meis
Edith Stein y Tomás de Aquino: Repercusión sobre la cuestión
de la Mujer..........................................................................................................9
José Luis Caballero
Ejes transversales del pensamiento de Edith Stein....................................39
Mariano Crespo
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein.................................59
Manfred Svennon
Scientia y Sapientia en de Trinitate XII: San Agustín y las formas
de la racionalidad.............................................................................................79
Enzo Solari
La razón religiosa según Zubiri...................................................................105
Emmanuel Housset
La persona como creatura...........................................................................161
Mª Alejandra Carrasco y Patricio Ventura-Juncá
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar
un ser humano unicelular?...........................................................................179
Joaquín Silva
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios
como clave hermenéutica fundamental para la enseñanza teológica....233
Noticias de libros...............................................................................................257
Instrucciones para los colaboradores....................................................................267
S u m m a r y
Studies
Anneliese Meis
Edith Stein and Thomas Aquinas: Repercussion about the
“woman issue”...................................................................................................9
José Luis Caballero
Transversal axes of Edith Stein’s thought legacy.......................................39
Mariano Crespo
Fundamental aspects of the method of Edith Stein.................................59
Manfred Svennon
Scientia and Sapientia in de Trinitate XII: St. Augustine and forms
of rationality....................................................................................................79
Enzo Solari
Religious thought according to Zubiri.......................................................105
Emmanuel Housset
The person as a creature..............................................................................161
Mª Alejandra Carrasco and Patricio Ventura-Juncá
The urgency of bioethics in biotechnology: How to identify
a single cell human being?............................................................................179
Joaquín Silva
The pedagogy of theological teaching. The condescension of
God as a fundamental interpretive key for theological teaching...........233
Book reviews......................................................................................................257
Instructions for Authors.....................................................................................267
Presentación
Samuel Fernández
Director
31 de mayo de 2010
Estudios
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 9-37
Anneliese Meis
Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
con una corriente del filosofar católico de la primera mitad del siglo XX,
que no sólo aportó investigaciones confesionales importantes sobre To-
mas de Aquino, sino que significó el regreso de la filosofía a la cuestión
del ser. A través de la fenomenología resurgió así una forma transforma-
da de la cuestión del ser en la filosofía, que prometió una dirección funda-
mental nueva, más allá del neokantismo. Edith Stein se ve desafiada, por
ende, por este acercamiento entre escolástica y fenomenología a profun-
dizar detenidamente la intelección teórica de Tomás. De hecho, plasma
sus esfuerzos a través de las obras que elabora en cuatro pasos sucesivos,
en los que aborda el pensamiento tomaseano.
El último estudio sobre Tomás y la neoescolástica, que deja constan-
cia de los pasos realizados anteriormente, constituye el extenso estudio
Endliches und Ewiges Sein (=EES), es decir, Ser finito y ser eterno (=SFE), de
Son importantes al respecto los estudios de Mandonnet, Sertillange, Maréchal, Ma-
ritain, Gilson, Grabmann, Przywara, Pieper, Siewerth. Sobre todo en su repercusión
sobre la teología.
Se hace extraordinariamente fecundo el regreso de la filosofía a la cuestión del ser;
incluye nombres de primer rango, tales como Heidegger, pero también Conrad-Mar-
tius y Przywara. Cf. H.-B. Gerl-Falkovitz, «El impulso cristiano en orden a una filo-
sofía abierta al ser. El caso de Edith Stein (1891-1942)», 275s. La autora explica más
detalladamente lo esbozado en su estudio «Endliches und Ewiges Sein: Der Mensch
als Abbild der Dreifaltigkeit».
L. Elders, «Edith Stein und Thomas von Aquin», en L. Elders (Hrsg.), Edith Stein:
Leben, Philosophie, Vollendung (Würzburg 1991) 253-271; S. B. Sharkey, «Edith Stein
and Thomas Aquinas on Being and Essence», American Catholic Philosophy Quarterly 82
(2008) 87-103.
P. Volek, Erkenntnistheorie bei Edith Stein. Metaphysische Grundlagen der Erkenntnis bei
Edith Stein im Vergleich zu Husserl und Thomas von Aquin (Frankfurt am Main, Berlin,
Bern, New York, Paris, Wien 1998).
Se trata de: 1) La traducción de De veritate; 2) Was ist Philosophie? («Husserls Phänome-
nologie und die Philosophie des Hl. Thomas von Aquino. Versuch einer Gegenüber-
stellung», Jahrbuch für Philosophie und phänomenologische Forschung [1929] 315-338), cuya
forma original es el diálogo muy iluminador entre Husserl y Tomás; 3) Potenz und Akt
(1931), recientemente publicado en la edición crítica y 4) Endliches und Ewiges Sein. Cf.
H.-B. Gerl-Falkovitz, «El impulso cristiano en orden a una filosofía abierta al ser.
El caso de Edith Stein (1891-1942)», 250s.
Cf. L. Elders, «Edith Stein und Thomas von Aquin», 257: el autor, citando a Dr.
Gelber, ve en la traducción del De veritate un punto de partida para los estudios
posteriores, que encuentran su coronación en Endliches und Ewiges Sein. Edith Stein
concluye al final de su traducción del De veritate: «mit dem Weg, der geschöpfliches
Sein und Erkennen zur Vereinigung mit der ewigen Wahrheit zurückführt».
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 11
1935/36, cuyo subtítulo es Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins. En
esta su obra magna, la autora elabora un panorama impresionante de los
resultados de sus diversos acercamientos a Tomás de Aquino con una
intención sintética, pero también deja traslucir la cercanía a Heidegger
–Sein und Zeit10–, en cuanto Endliches und Ewiges Sein representa una visión
de conjunto de las cuestiones del ser tradicionales, ampliamente estructu-
radas. De todos modos, Edith Stein intenta, de manera arriesgada, encon-
trar un lenguaje para la filosofía medieval y la «recién nacida filosofía del
siglo veinte, en la cual se puede dar a entender»11.
El método de la autora está basado en el punto de partida de Tomás,
aunque se acerca cada vez más a Agustín durante el desarrollo de su
argumentación, según sus propias palabras. Pues, objetivamente, Edith
Stein orienta la doctrina tomista del ser por la doctrina de la perso-
na. La persona no se deja construir meramente desde el ser, ni desde
el conocer, sino a partir de la relación. De este modo, ser-persona es
«un acontecimiento o acto»12. El itinerario de la pensadora conduce así
a una fenomenología de la persona, que supera la ontología y la teoría del
conocimiento. Más allá del pensamiento ontológico de Tomás y de la
vivencia-yo de Husserl, la teoría steiniana se abre hacia el pensamiento
agustiniano a partir de la relación: la entrega y la recepción. El compren-
der llega a ser un ser comprendido, un cambiarse, un abrirse. El sentido
del ser llega a ser ser-en-persona.
Teniendo en cuenta este trasfondo, esbozado y siempre de nuevo ac-
tualizado por Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz13, quisiera presentar una bre-
Se cita, por razones prácticas, en el presente estudio, la edición crítica Endliches und
Ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins (Edith Steins Werke, II; Herder,
Freiburg-Basel-Wien ²1962), tomando en cuenta ocasionalmente la edición crítica de
2006, pero dejando su uso detallado para un estudio posterior. SFE corresponde a la
versión española.
10
Cf. A. Calcagno, «Die Fülle oder das Nichts?: Martin Heidegger and Edith Stein on
the Question of Being», American Catholic Philosophical Quarterly 74 (2000) 269-285;
J. Martínez Porcell, «Consecuencias de la metafísica heideggeriana en la cuestión
actual sobre Dios», Revista Catalana de Teología XIX (1994) 207-216.
11
E. Stein, Endliches und Ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins (Edith
Steins Werke, II; Herder, Freiburg ³1986) 7.
12
Cf. R. Kühn, «Leben aus dem Sein. Zur philosophiischen Grundintuition Edith Steins»,
Freiburger Zeitschrift für Philosophie und Theologie 35 (1988) 159-173, especialmente 160.
13
Cf. H.-B. Gerl-Falkovitz, «Endliches und Ewiges Sein: Der Mensch als Abbild der
Dreifaltigkeit», y el estudio ampliado por la misma autora, «El impulso cristiano en
12 Anneliese Meis
orden a una filosofía abierta al ser. El caso de Edith Stein (1891-1942)». Entre los
muchos otros estudios de la investigadora y editora de la edición crítica mejorada,
destaca el más reciente, «Edith Stein´s Little-Known Side: Social Philosophy out of
the Spirit of Phenomenology», American Catholic Philosophy Quarterly 84 (2009) 555-
581. La presente ponencia se declara, de modo especial, deudora a estos estudios de
Gerl-Falkovitz, en cuanto aprovecha los ejes trazados allí, para una comprensión
incipiente de la relación Edith Stein-Tomás de Aquino, que se pretende profundizar
más adelante, en continuidad con el estudio «La cuestión de la especificidad de la
mujer en Edith Stein (1891-1942)», Teología y Vida 50 (2009) 747-795.
14
EES 60/ SFE 670.
15
EES 60/ SFE 671.
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 13
entes y a la vez un ser unitario? «¿El sentido del ser ha sido agotado por
lo que creemos haber encontrado como significado común de todo ser
verdadero: –ser como “despliegue”, que sin embargo es otro nombre, no
es una explicación o una reducción–, y se trata de un “sentido pleno” o
solamente de la forma de una plenitud que recibe una llenura distinta por
diferentes modos de ser?», EES VI, 220.
Edith Stein trata de desglosar el problema. Abarca el todo primero
desde la plena extensión: para esto enumera la naturaleza, el mundo de
los espíritus, los arquetipos-esencias, todo lo creado y finalmente el único
arquetipo, que es el ser mismo. Una tal enumeración parte de modo equi-
vocado, porque ordena yuxtaponiendo, lo que contemplado de modo más
profundo se encuentra uno en el otro y que, sin embargo, no es lo mismo.
«Es en este último y últimamente fundamentado uno donde se encuentra
toda plenitud del ser […] el devenir real de un quid esencialmente posible
no puede comprenderse ni a partir del ser esencial (en cuanto ser de una
hechura limitada de un sentido), ni a partir del ser real (en cuanto ser de
un real finito), sino solamente a partir de un ser que es desde toda eter-
nidad a la vez esencial y real. Cada intermediario finito debe finalmente
conducir necesariamente a este fundamento originario sin comienzo ni
fin: el ser primero», EES VI, 321.
De este modo, se ve que el todo no puede parcializarse en partes. Se
establece no tanto una graduación de peldaños que se pueden sumar, sino
una asimetría enigmática: ¿Cómo se puede ascender de modo análogo
desde el ser finito al ser infinito? Edith Stein se refiere sobre todo a la
comprensión de Tomás de una doble posibilidad de analogía. La primera
analogía designa una relación simple entre dos miembros: 2 es el doble
respecto a 1. La segunda analogía designa una relación traslaticia: 2:1 =
6:3 = 100:50. Al hablar del ser sólo está permitida esta segunda analogía.
Excluye la distancia finita y la comparación inmediata entre ser y entes y,
sin embargo, permite una relación en un sentido figurativo.
Sintetizando, puede apreciarse que con esta distinción prudente la auto-
ra logró filosóficamente dos cosas: primero, el ser finito no permite una
simple extrapolación al ser eterno. Segundo, sin embargo está permitido,
y no es posible de otra manera, aplicar el concepto común de ser a entida-
des variadas. El problema elaborado se puede aplicar desde la diferencia
EES 308/ SFE 930s.
20
22
EES 315s/ SFE 937s.
23
EES 317s/ SFE 940.
24
EES 317s/ SFE 940s.
16 Anneliese Meis
mo, de un eterno sacar de sí partiendo del fondo del ser propio infinito,
como la entrega-regalo del yo eterno a un tú eterno, un eterno recibirse y
darse correspondientes. Y puesto que el ser-uno que brota eternamente
en este dar y recibir produce una vez más en común de sí lo que es dado
y lo que es recibido –porque el ser-uno supremo como tal tiene que ser
necesariamente fecundo–, el círculo de la vida interior de Dios se cierra,
por consiguiente, en la tercera persona que es don, amor y vida»29.
En síntesis, aquí el amplio marco de la argumentación steineana en
torno al ser finito y su relación con el ser eterno, que proyecta una re-
lación de semejanza desemejante de la autora con respecto a Tomás de
Aquino –marco esbozado brevemente a través de sus ejes transversales,
provenientes del capítulo III, atravesando el capítulo VI–, desemboca
en el capítulo VII en la «Imagen de la Trinidad en la creación», cuyo
primer párrafo lleva el título de «Persona e Hipóstasis», EES VII, 130.
Nos detendremos en este breve texto, situado al comienzo del capítulo
VII, pero, sorprendentemente, descuidado por los estudiosos31, para di-
lucidar el uso steineano del concepto de mayor interés para la pregunta
por la mujer: la hipóstasis.
29
EES 325/ SFE 948.
30
EES 328-332.
31
Cf. P. Schulz, «Persona y génesis. Una teoría de la identidad personal», Anuario Fi-
losófico 31 (1998) 785-817; P. Schulz, Edith Steins Theorie der Person. Von der Bewusst-
seinsphilosophie zur Geistmetaphysik, (Freiburg-München 1994); R. Kuhn, «Leben aus
dem Sein. Zur philosophischen Grundintution Edith Steins», Freiburger Zeitschrift für
Philosophie und Theologie 35 (1988) 159-173. Una escueta atención a EES VII, 1 se en-
cuentra en T. Van Den Driessche, L´ Altérité, fondement de la personne humaine
dans l´oeuvre d´Edith Stein (BETL, CCXII; Leuven-Paris-Dudley) 2008, 221-222.
32
EES 328/ SFE 951.
18 Anneliese Meis
33
EES 326/ 952, n. 1.
34
STh, prólogo I-II; I, q.93 a.1-9.
35
Cf. A. W. Astell, «Biblical Images of God and the Readers “I” as Imago Dei: The
Contribution of Edith Stein», Interpretation 59 (2005) 382-391.
36
EES 328/ SFE 951.
37
Si pensamos en que constatación de Hans Urs von Balthasar que Santo Tomás tenía
razón cuando afirma que «el conocimiento de las personas divinas era necesario para
una correcta comprensión de las cosas creadas [...] Tal afirmar en él una procesión
del amor, demuestra que Dios ha creado las cosas no por ningún tipo de necesidad o
por otro tipo de causa exterior, sino únicamente por el amor de su bondad». STh I,
32, 1 ad 3. TL II 170 (TL 2 180).
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 19
38
Cf. H. Curtis, «Identity. Alterity and Ethics in the work of Husserl and his religious
students: Stein and Levinas», Philosophy Today 53 (2009) 12-22; D.L. Schindler, «The
Embodied Person as Gift and the Cultural Task in America: Status Quaestionis»,
Communio 35 (2008) 397-431.
39
EES 328/ 951s.
40
STh I, q.28.
41
EES 329/ SFE 953.
20 Anneliese Meis
47
EES 333/ SFE 957.
48
EES 333s/ SFE 957.
49
EES 334/ SFE 957.
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 27
54
EES 336/ SFE 960.
55
EES 336/ SFE 960.
56
EES 336/ SFE 960.
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 29
61
EES 342.
62
EES 343.
63
EES 344.
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 31
64
EES 346.
65
EES 347.
66
EES 348.
67
EES 349.
68
EES 350.
32 Anneliese Meis
A modo de conclusión
Pueden apreciarse los diversos aspectos que verifican una respuesta acer-
tada, aunque del todo aproximativa, a la pregunta metodológica: ¿En qué
medida la interpretación de Tomás de Aquino que Edith Stein ofrece en
EES VII, 1-2 permite dilucidar la especificidad de la mujer? En efecto, el
concepto tomaseano de «hipóstasis» no sólo es comprendido profunda-
mente y articulado de modo preciso por Edith Stein en cuanto ligado a
la «subsistencia», sino también re-pensado de manera original en cuanto
«soporte» eminentemente espiritual, es decir, que emerge del «espíritu»,
entretejido con el «cuerpo» y el «alma». La estructura, genuinamente triple
del soporte del ser finito, de profunda raigambre en el ser eterno, trinitario,
resulta sumamente relevante para abordar el soporte singular concreto lla-
mado «mujer». De hecho, Edith Stein no sólo permite remontar al origen
trinitario fundante de la pregunta por la mujer, sino también enseña una
metodología apta para un acercamiento fenomenológico ontológico a la
especificidad de la mujer. Quisiera destacar tan sólo tres aspectos:
1. Emerge una verificación asombrosa de la propuesta steineana para la
solución de la cuestión de la mujer a partir de la fórmula tomista: Ani-
EES 409.
77
Edith Stein y Tomás de Aquino: repercusión sobre la cuestión de la mujer 35
31 (1998) 753-784.
36 Anneliese Meis
Abstract: Taking into account the background outlined and constantly updated by
Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz, the present paper forms a brief response to the
question raised about the relationship between Edith Stein and Thomas Aquinas
in the light of a concise analysis of Endliches und Ewiges Sein VII, 1-2, contextua-
lized through the central axes of this great Steinian work. This analysis allows the
appreciation of the dissimilar resemblance of understanding Edith Stein in relation
to Thomas Aquinas, based on a key aspect of the Thomistic line of argument, that
which is based on STh I q.29, Of the Divine People. This text is tackled through the fo-
llowing methodological question: To what extent does the interpretation of Thomas
Aquinas offered by Edith Stein in EES VII, 1-2, help solve the «woman issue».
Key words: Edith Stein, Thomas Aquinas, being, hypostasis, woman.
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 39-58 39
cristiana», Theresianum, 38 (1987) 255. Stephan Patt distingue entre fase fenomeno-
lógica, período metafísico y mística (cf. S. Patt, El concepto teológico-místico de «fondo del
alma» en la obra de Edith Stein. [EUNSA, Pamplona 2009] 19).
40 José Luis Caballero Bono
«Wenn es der Vorrang des Menschen vor den niederen Geschöpfen ist, daß er als
Geist Gott nachbildet […]» (E. Stein, Endliches und ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs
zum Sinn des Seins [Edith Stein Gesamtausgabe 11/12, Herder, Freiburg im Breisgau
2006] 431).
42 José Luis Caballero Bono
las ciencias del espíritu, que constaba de dos tratados presentados en 1919 a la Univer-
sidad, aunque sólo publicados en 1922. En el segundo de ellos, Individuo y comunidad,
afirma respecto de las intuiciones sensibles que «la mirada espiritual va a través de
ellas a los objetos sin hacerlas a ellas mismos objetos» (E. Stein, «Individuum und
Gemeinschaft», Jahrbuch für Philosophie und Phänomenologische Forschung, V [1922], 138).
Más adelante declara: «Como distintivo de la captación espiritual vemos que el sujeto
sale de sí, se enfrenta al mundo y lo pone frente al espíritu» (159).
46 José Luis Caballero Bono
patía critica la doctrina de la inferencia por analogía, pero al mismo tiempo sostiene
la posibilidad de empatía con individuos pertenecientes a tipos alejados del nuestro
(animales, plantas), en lo que sin duda habrá una dosis creciente de interpretación.
En La estructura de la persona humana admite sin trabas la interpretación analógica de lo
ajeno por referencia a lo propio y de lo propio por referencia a lo ajeno, dedicándole
una sección (cf. E. Stein, Der Aufbau der menschlichen Person. Vorlesung zur philosophischen
Anthropologie, 75-76).
48 José Luis Caballero Bono
desde el Gemüt que el varón. Por eso Stein hablará de «alma de la mu-
jer» y de que la distinción entre ella y el varón no puede ser sólo cor-
poral, sino que afecta al espíritu. Sin embargo, el desarrollo teórico de
esto sólo se da en la segunda etapa. Yo no veo que el tema de la mujer
sea transversal en su obra.
B) La apertura al espíritu objetivo
Ésta es también una línea temática presente a lo largo de toda la obra
de la autora judía. El espíritu objetivo es el mundo de los valores y de
la cultura. Edith ha indicado desde el principio cómo en la relación
intersubjetiva nos damos cuenta de la jerarquía de valores en que vive
una persona y de la jerarquía que parece más conforme a la razón.
También nos ha llamado la atención sobre el hecho de que la persona
vive entre obras del espíritu: instituciones, libros, el idioma, edificios,
las ciencias del espíritu, el Estado… Todo ello tiene una consistencia
propia.
Desde esa consistencia se explica la enigmática frase que escribe en
Introducción a la filosofía: las ninfas no tienen alma, pero tienen espíritu18.
nivel que el conocimiento y la voluntad. Más bien el funcionamiento de esas otras
facultades pasa por el Gemüt. Es como si fuera una válvula que dota de valor emocio-
nal a los conocimientos que obtenemos y a las decisiones que manan de nuestra vo-
luntad (tal vez es posible aquí una analogía con el concepto de «corazón» en Pascal).
Además de esto, el Gemüt es el lugar donde el ser humano congrega y elabora todo lo
que recibe. Edith escribe en «Vida cristiana de la mujer» que el Gemüt es el «órgano de
la percepción del ser en su totalidad y en su peculiaridad». Por eso dice también que
de las tres actitudes ante la Creación –conocerla, gozarla y configurarla– en la mujer
predomina la segunda. El predominio del Gemüt en ella hace que experimente en
sí una unión más íntima de su cuerpo y de su alma que el varón. También hace que
su modo de conocimiento sea menos conceptual, más intuitivo y práctico que el del
varón. Ella está más abocada a la totalidad, mientras que el varón es más unilateral
en todo lo que conoce y hace (esto tiene consecuencias profesionales). El Gemüt
también hace que la mujer esté más proyectada hacia lo personal-vital, que sea más
sensible a la persona individual y concreta. Por el Gemüt, la mujer capta quién es y
cómo está, pero también la calidad y la valía de las otras personas y cosas. El Gemüt
es el centro de desarrollo para la mujer y de promoción para aquellos con quienes la
mujer trata. La prevalencia del Gemüt capacita para una mayor implicación personal
en lo vivenciado y para una mayor disposición a vivir desde el amor. Lo cual, unido
al conocimiento intuitivo, hace que la mujer pueda abarcar al otro en su totalidad. El
Gemüt, en fin, proporciona a la mujer una mayor sensibilidad para los valores supe-
riores, así como una mayor capacidad estética.
18
«Denken wir an die Gestalten unserer Märchen, die Nixen, die Geist und Leib, aber
keine Seele haben» (E. Stein, Einführung in die Philosophie [Edith Stein Gesamtausgabe
50 José Luis Caballero Bono
8, Herder, Freiburg im Breisgau 2004] 147). Cuestión ulterior es qué clase de cuerpo
vivo (Leib) poseen las ninfas. ¿Se está refiriendo Edith Stein al cuerpo vivo de la pa-
labra en que se comunica algo de ellas?
19
Cf. E. Stein, «Psyschische Kausalität», Jahrbuch für Philosophie und Phänomenologische
Forschung, V (1922) 106.
Ejes transversales del pensamiento de Edith Stein 51
Tampoco estimo válido el argumento cuando Edith dice que sólo a Dios cabe dar
20
el nombre de forma pura, aduciendo que para que el ángel sea criatura finita ha de
tener algún tipo de materia. Si la forma es lo que comunica el ser, como dice Tomás
de Aquino y admite la propia Edith Stein, entonces la forma no es el ser. Por lo tanto,
una forma creada no es necesario que informe a una materia. Sería finita por su pro-
pia condición de ser restringido por una esencia. Y tampoco es necesario que Dios
sea forma: basta con que sea el Ser por antonomasia. Tomás de Aquino ha señalado
la asimetría entre los binomios materia/forma y potencia/acto por la que cabe asig-
nar esta segunda, pero no la primera, a las sustancias inmateriales creadas (cf. Tomás
De Aquino, Summa contra Gentes, lib. II, cap. LIV).
52 José Luis Caballero Bono
22
E. Stein, Der Aufbau der menschlichen Person. Vorlesung zur philosophischen Anthropologie,
102.
23
E. Stein, Endliches und ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins, 320.
24
Este apartado reproduce con ligeras variantes el que en otro lugar titulamos «Una
espiritualidad de mosaico». Cf. J. L. Caballero Bono, «La empatía y su importancia
en la vida del hombre», en F. J. Sancho Fermín (dir.), Edith Stein: antropología y dignidad
de la persona humana (Universidad de la Mística, Ávila 2009) 99-116 (aquí 113-116).
54 José Luis Caballero Bono
4. Síntesis final
El busto de Edith Stein en Berlín se erige sobre un pedestal de piedra.
Una placa presenta allí una cita extractada de su obra que dice así: «Para la
consideración externa el cuerpo vivo, como lo que cae bajo los sentidos,
es lo primero y el espíritu lo último. Visto desde dentro, el espíritu cons-
ciente de sí es lo primero y el cuerpo físico lo más alejado y último». La
mirada de Edith Stein ha querido ver a la persona humana desde dentro.
Y allí ha descubierto el espíritu como lo que nos abre hacia fuera y hacia
ese dentro. Desde el espíritu es desde donde entiendo que vemos el rostro
de Edith Stein como unitario e indiviso. Alguna vez he indicado que el
concepto de espíritu equivale, en ella, al concepto de ser en Sto. Tomás.
Es una afirmación excesiva. Pero el espíritu es lo que lo une todo. Consi-
dero que es el concepto más fecundo para entender la totalidad de la obra
de Stein. Yo no afirmo que sea uno de los conceptos más importantes
ni uno de los rasgos esenciales de la doctrina steiniana de la persona.
Esto también lo hacen otros autores, como Bernhard Augustin o Stephan
Patt25. Mi criterio es que se trata del concepto más importante.
El espíritu como apertura abarca los demás conceptos que Edith le
adjunta en sus escritos maduros. Así, el salir de uno mismo, pues el salir
presupone la apertura para poder salir. O la definición de espiritualidad
como despertar y apertura: aquí la noción más importante es la de aper-
tura (Aufgeschlossenheit), pues el estar despierto –nos dirá Edith en Ser finito
y ser eterno– supone que el ojo del espíritu está abierto. O la definición de
la persona como ser espiritual y libre. La libertad no está sometida a la
legalidad propia del espíritu, la motivación. Edith Stein, sin embargo, nos
ha ofrecido un análisis del acto libre que destaca el momento inicial del
propósito. Ahora bien, el proponerme algo, el quererlo, significa que es-
Cf. B. Augustin, Ethische Elemente in der Anthropologie Edith Steins (Dissertationes Se-
25
ries Philosophica VII, Edizioni Università della Santa Croce, Roma 2003) 264; S.
Patt, El concepto teológico-místico de «fondo del alma» en la obra de Edith Stein, 97.
Ejes transversales del pensamiento de Edith Stein 57
Abstract: An author’s thoughts can be summarized in few words once his/her key
point has been understood. An overview of Edith Stein’s thought legacy detects two
main stages and a key concept that is transversal and systematic in said thinking: the
concept of the spirit. Based on this, other thematic axes that are present throughout
her work can be highlighted, some of which are shown in this paper. Finally, the key
of Steinian thinking offers valuable suggestions in order to comprehend spirituality
from the Spirit.
Key words: Edith Stein, continuity, spirit, opening, spirituality.
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 59-78 59
Mariano Crespo
Facultad de Filosofía
Pontificia Universidad Católica de Chile
I
El 3 de Mayo de 1917 Edmund Husserl imparte su primera lección en la
Universidad de Friburgo. En dicha lección, titulada La fenomenología pura,
su ámbito de investigación y su método, el filósofo germano plantea la nece-
sidad de una profunda renovación de la filosofía europea de su tiempo.
Frente a las Rennaissance-Philosophien (neokantismo, neohegelianismo, etc.),
que intentan reformulaciones de sistemas filosóficos ya construidos y frente
a las distintas formas de fenomenismo empirista que niegan la objetividad
del conocimiento, la fenomenología surge como una filosofía completamente
originaria, una nueva ciencia fundamental, una ciencia estricta y de una exten-
sión infinita. No se trata aquí de un conjunto de proposiciones y verdades
filosóficas en las que todo el que se dice «fenomenólogo» ha de creer a
pies juntillas, sino, más bien, de un modo de filosofar que difiere de la
forma habitual de tratar con las cosas y de la manera en que trabajan con
ellas las ciencias fácticas. El punto de partida de este método son, por
consiguiente, los datos de la experiencia y no teorías acerca de éstos. Se
trata, pues, como afirma Max Scheler, de «un enfoque peculiar de la con-
Conferencia impartida el 7 de Mayo de 2010 en el seno del Simposio «Edith Stein.
Hacia la pregunta por la mujer» organizado por la Facultad de Teología de la Ponti-
ficia Universidad Católica de Chile.
E. Husserl, «Die reine Phänomenologie, ihr Forschungsgebiet und ihre Methode.
Freiburger Antrittsrede» en: E. Husserl, Aufsätze und Vorträge (1911-1921). Mit er-
gänzenden Texten (Husserliana XXV, herausgegeben von T. Nenon und H.R. Sepp,
Martinus Nijhoff, Dordrecht 1997, 68-81).
60 Mariano Crespo
templación espiritual a través del cual se obtiene una visión o una vivencia
que quedarían ocultas sin este enfoque».
Pues bien, fue justamente esta forma de entender la filosofía, plas-
mada por primera vez en las Investigaciones Lógicas, la que atrajo a una
serie de pensadores alemanes, gran parte de ellos discípulos del psicó-
logo muniqués Theodor Lipps, a desplazarse desde la capital de Baviera
a Gotinga, ciudad ésta en la que Husserl era profesor desde el semestre
de invierno de 1901-1902. A este círculo de Múnich pertenecían, en-
tre otros, autores como Adolf Reinach, Johannes Daubert, Alexander
Pfänder, Dietrich von Hildebrand, Moritz Geiger, Theodor Conrad y
Hedwig Conrad-Martius. Los primeros de estos filósofos que llegaron a
Gotinga fueron Reinach y Daubert (semestre de verano de 1905). Pos-
teriormente se incorporaron Conrad (1907) y Hildebrand (1909). Más
tarde, en 1913, una joven estudiante, no procedente del círculo de Lipps
en Múnich, se convierte en un miembro importante de este grupo. Me
refiero a Edith Stein.
En torno a 1907 estos estudiantes forman la Sociedad filosófica de
Gotinga, presidida por Theodor Conrad, la cual solía reunirse una vez a
la semana, fuera de las salas de clases, para discutir y leer artículos. De
hecho, Edith Stein cuenta que las reuniones tenían lugar los viernes por la
tarde y que se prolongaban hasta las 2 o las 3 de la madrugada. Esto origi-
naba que los estudiantes que asistían a las mismas acudieran al seminario
que Husserl impartía los sábados por la mañana poco despiertos. Ante la
falta de actividad mental de algunos de sus mejores estudiantes, Husserl
les prohibió que se reunieran los viernes por la tarde.
Como es de sobra conocido, Edith Stein siguió a Husserl a Friburgo
donde se doctoró con una tesis sobre el problema de la empatía. Dado
que nuestra autora permaneció como asistente de su maestro hasta el
M. Scheler, «Phänomenologie und Erkenntnistheorie» en M. Scheler, Gesammelte
Werke (Bd. I. Schriften aus dem Nachlass. Francke Verlag, Bern 1957, 377 («Feno-
menología y gnoseología» en M. Scheler, La esencia de la filosofía y la condición moral del
conocer filosófico (Ed. Nova, Buenos Aires 1980, 62).
H. Spiegelberg, The Phenomenological Movement. A Historical Introduction. Third revised
and enlarged edition. With the collaboration of Karl Schuhmann, (Martinus Nijhoff,
The Hague 1982, 166ss).
El texto de Edith Stein en el que se relata esta anécdota es citado por K. Schuh-
mann, Husserl-Chronik. Denk- und Lebensweg Edmund Husserls (Martinus Nijhoff, Den
Haag 1977).
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 61
otoño de 1918, es muy probable que se contara entre los oyentes de esa
lección inaugural de Husserl a la que me acabo de referir.
En este trabajo quisiera abordar –de un modo un tanto diverso a
como habitualmente se suele hacer– tres aspectos, a mi juicio, funda-
mentales del método filosófico de Edith Stein. En primer lugar, me
referiré al punto de partida del filosofar de nuestra autora. En segundo
lugar, aludiré –con algo más de detenimiento– al aspecto que constituye
uno de los aportes fundamentales del método fenomenológico y que, a
mi modo de ver, es claramente reconocible en nuestra autora, a saber, el
haber puesto de manifiesto la imposibilidad de hacer filosofía primera
sin tomar en cuenta la vida consciente ante la que todas las cosas se
abren. En tercer lugar, quisiera referirme a un aspecto de la antropolo-
gía de Stein que considero especialmente relevante. Al final de mis aná-
lisis de cada uno de estos tres aspectos metodológicos quisiera mostrar
en qué sentido pueden ser de relevancia para emprender el camino hacia
la pregunta por la mujer.
Antes de abordar los tres aspectos fundamentales del método de Edith
Stein que acabo de mencionar quisiera hacer una observación previa. Es
común presentar el pensamiento de nuestra autora –tanto en sus aspectos
metodológicos como de contenido– como dominado por una doble cesu-
ra: por un lado, por el alejamiento de la orientación idealista trascendental
de Husserl y, por otro lado, por el hecho de su conversión al catolicismo.
Ciertamente, Edith Stein, al igual que gran parte de los primeros discí-
pulos de Husserl en Gotinga, perciben en su maestro un alejamiento del
objetivismo de la primera edición de Investigaciones lógicas. Asimismo, la
conversión lleva de la mano, entre otras muchas cosas, un adentramiento
en una tradición filosófica diferente a aquella en la que Stein se había
formado. Me refiero al tomismo. Piénsese, por ejemplo, en la traducción
que realiza de las Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino o en
el conocimiento que del pensamiento del Doctor Angélico demuestra en
Ser finito, ser eterno o en el artículo que, con motivo del 70 aniversario de
Husserl, escribió y en el que emprende una comparación entre el pen-
samiento de éste y el del Aquinate. En virtud de estas dos «cesuras» las
presentaciones de los aspectos metodológicos de nuestra autora suelen
siempre centrarse en un antes y un después de cada una de ellas. De este
modo, se insiste en los aspectos en los que el realismo de Stein diferiría
del idealismo trascendental de Husserl y en la incompatibilidad entre este
último y la filosofía de Tomás de Aquino.
62 Mariano Crespo
II
En primer lugar, el punto de partida del filosofar en Edith Stein son las co-
sas mismas, los problemas y no las filosofías. Ciertamente, éstas ayudan a la
identificación de los problemas que se trata de esclarecer, pero no libran de
la necesidad de mirar con los propios ojos aquello que se intenta dilucidar.
En los escritos de Stein resuenan las palabras de Aristóteles en De anima:
«Baste con lo anterior como noticia sobre las opiniones de nuestros
predecesores sobre el alma. Dejémoslas a un lado y consideremos que
estamos de nuevo en el punto de partida y tratemos de dar una res-
puesta precisa a la pregunta: ¿qué es el alma?».
A este punto se refiere Husserl en su artículo programático La filosofía,
ciencia rigurosa, publicado en 1910. En ese trabajo el fundador del método
fenomenológico insiste en que la filosofía, en cuanto ciencia de lo radical,
tiene que ser ella misma en su procedimiento, radical. Esta radicalidad
se traduce en no aceptar como verdadera ninguna tesis que no hayamos
personalmente comprobado en la medida de nuestras fuerzas recurriendo
al tipo de experiencia en el que auténticamente se tenga acceso a las cosas
de las que se habla. Esta remisión a la experiencia explica que el punto de
partida del método fenomenológico sean precisamente los fenómenos y
su objetivo la descripción fiel de los mismos. Ahora bien, como señala la
propia Stein, al fenomenólogo no le interesan los fenómenos en el senti-
Aristóteles, De anima, II.
«Philosophie als strenge Wissenschaft» en E. Husserl, Aufsätze und Vorträge (1911-
1921). Mit ergänzenden Texten. (Herausgegeben von T. Nenon und H.R. Sepp, Hus-
serliana XXV, Martinus Nijhoff, Dordrecht 1997, 61 (Filosofía, ciencia rigurosa. Trad. de
Miguel García-Baró. Ediciones Encuentro, Madrid 2009, 85).
Cf. E. Stein, Einführung in die Philosophie en E. Stein, Werke. Bd. XIII, Herder, Frei-
burg 1991) 33 (Introducción a la filosofía, en Obras Completas, II, Escritos filosóficos
(Etapa fenomenológica: 1915-1920, Ediciones El Carmen, Editorial de espirituali-
dad, Editorial Monte Carmelo, Burgos 2005, 684).
«Was ist Phänomenologie?» en Wissenschaft/Volksbindung, Neuen Pfälzischen Landes-
zeitung, n. 5, 15.05.1924, reimpr. Theologie und Philosophie, 66, 1991,. 570-573 («Che
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 63
cos’é la fenomenologia» en E. Stein, La ricerca della verita. Dalla fenomenologia alla filoso-
fia cristiana. A cura di A. Alles Bello, Citta Nuova, Roma 1993, 56).
10
«Wir folgen unserem allgemeinen Prinzip, dass jedes individuelle Vorkommnis sein
Wesen hat, das in edetischer Reinheit fassbar ist und in dieser Reinheit zu einem Fel-
de möglicher eidetischer Forschung gehören muss» (E. Husserl, Ideen zu einer reinen
Phänomenologie, Erstes Buch, Allgemeine Einführung in die reine Phänomenologie,
Hrsg. V. W. Biemel, Husserliana III/1, Martinus Nijhoff, The Hague 1950, § 34,
60; «Es wird dann evident, dass jedes Erlebnis des Tromes, das der reflektive Blick
zu treffen vremag, ein eigenes, intuitiv zu erfassendes Wesen hat, einen ‚Inhalt‘, der sich in
seiner Eigenheit für sich betrachten lässt» (E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie,
Erstes Buch., § 34, 61).
11
E. Stein, Zum Problem der Einfühlung (Reprint der Originalausgabe von 1917, Verlags-
gesellschaft Gerhard Kaffke, München 1980, 2), (Sobre el problema de la empatía, en
Obras Completas. Escritos filosóficos (Etapa fenomenológica: 1915-1920, Editorial de Espiri-
tualidad, Editorial Monte Carmelo, Ediciones El Carmen, Burgos 2002, 80.
64 Mariano Crespo
claridad cada distinción, cada problema»12, por evitar cualquier tesis que
no se nos imponga por los datos, por la abstención de presupuestos táci-
tos que ni son evidentes ni están probados, por el esfuerzo por un análisis
sistemático en lugar de por la construcción de un sistema y por la renun-
cia a la sistematización precipitada13.
Es justamente este modo en que Husserl trataba los problemas filo-
sóficos, ese afán de comprender y estudiar desde dentro en lugar de criticar
desde arriba14, el que ganó a Edith Stein para la filosofía al igual que al
mismo Husserl le sucedió con su maestro Franz Brentano. Es el mismo
afán de radicalidad que, años más tarde, encontraría en los escritos de
Tomás de Aquino. Tanto el filósofo germano como el Doctor Angélico
consideraban a la filosofía como una ciencia rigurosa –la más rigurosa
de todas– que trata de obtener una imagen del mundo lo más universal y
fundamentada posible. Este afán compartido por el Aquinate y por Hus-
serl (y en definitiva por todo auténtico filósofo) es formulado por nuestra
autora del siguiente modo:
«Por lo tanto, en un punto se observa una completa concordancia: el
de cultivar la filosofía como ciencia rigurosa, tal como la denominó
Husserl. […] No se trata de una analogía con alguna otra ciencia.
Significa tan sólo que la filosofía no es cosa del sentimiento ni de la
fantasía, no lo es de una exaltación de altos vuelos ni de una opinión
personal; no es, como quien dice, cuestión de gusto, sino que es
cosa de la razón que investiga seria y sobriamente. Tanto en Husserl
como en Tomás de Aquino domina la convicción de que un logos
gobierna todo cuanto es, de que es posible para nuestro conoci-
miento descubrir paso a paso algo de ese logos y de que siguiendo
la máxima de la más estricta honradez intelectual, este conocimiento
progresará cada vez más»15.
12
Es precisamente esta la actitud que –con justicia– ve L. Rodríguez Duplá en uno de
los pensadores españoles contemporáneos más destacados, a saber, Juan Miguel Pa-
lacios. Cf. L. Rodríguez Duplá, «Una vocación universitaria» en I. García de Leá-
niz (ed.), De nobis ipsis silemus. Homenaje a Juan Miguel Palacios (Ediciones Encuentro,
Madrid 2010, 24).
13
Cf. D. v. Hildebrand, Ethik, Prolegomena (Gesammelte Werke, Bd. II, 2. Auflage, Ver-
lag W. Kohlhammer, Stuttgart, 1973, 7-26); Ética, Prolegómenos. (Trad. de J.J. García
Norro, Ediciones Encuentro, Madrid 1983, 13-30).
14
Cf. «Die reine Phänomenologie, ihr Forschungsgebiet und ihre Methode. Freiburger
Antrittsrede», 81.
15
E. Stein, «Was ist Philosophie? Ein Gespräch zwischen Edmund Husserl und Tho-
mas von Aquin» en E. Stein, Werke. Eds. L. Gelber y M. Linssen O.C.D., Vol. XV.
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 65
III
El segundo aspecto fundamental del método de Edith Stein al que qui-
siera referirme tiene que ver con una de las aportaciones, a mi juicio, más
decisivas de la fenomenología. Me refiero al haber puesto de manifiesto la
imposibilidad de hacer filosofía primera sin tomar en cuenta la vida cons-
ciente ante la que todas las cosas se abren. En este orden de cosas, Walter
Biemel, en su conocido artículo sobre las tres fases de la fenomenología
de Husserl, ha puesto de relieve que el hilo conductor del pensamiento
todo de este autor no es sino la idea de que para iluminar la esencia de una
cosa es necesario remontarse al origen de su significación en la conciencia
y a la descripción de este origen22. De este modo, surge ante nosotros un
gran ámbito de investigación, a saber, la región de la conciencia, entendida
ésta, en palabras de Stein, como un «terreno, hasta entonces inexplorado,
de investigación científica esencial» y como el «necesario punto de partida
de toda investigación filosófica, el terreno absoluto que buscamos»23. Re-
cuérdese cómo Husserl introduce la reducción fenomenológica a fin de
hacer posible el volver la mirada hacia esta región de la conciencia pura
o subjetividad24. De este modo, lograremos aislar las estructuras funda-
mentales de la subjetividad y evitar el error de la metabasis eis allo genos con-
sistente en identificar la conciencia pura con la conciencia fáctica y, por
ende, la fenomenología con la psicología25. La reducción no es concebida
por Husserl como una negación o una conjetura o una duda, sino como
una «purificación radical del campo fenomenológico de la conciencia de
todas las intromisiones (Einbrüchen) de las realidades objetivas»26.
22
W. Biemel, «Las fases decisivas en el desarrollo de la filosofía de Husserl» (Husserl.
Tercer Coloquio filosófico de Royaumont. Versión castellana supervisada por Guillermo
Maci, Paidós, Buenos Aires 1968, 35-57).
23
E. Stein, Einführung in die Philosophie, 32 (Introducción a la filosofía, 682).
24
Cf. E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Erstes Buch, § 56.
25
E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Erstes Buch, § 61.
26
E. Husserl, «Die reine Phänomenologie, ihr Forschungsgebiet und ihre Methode.
Freiburger Antrittsrede», 75
68 Mariano Crespo
27
«Also kein reales Sein, kein solches, das sich bewusstseinsmässig durch Erscheinun-
gen darstellt und ausweist, ist für das Sein des Bewusstseins selbst (im weitesten Sinne des
Erlebnisstromes) notwendig. Das immanente Sein ist also zweifellos in dem Sinne absolutes
Sein, das es prinzipiell nulla ‚re‘ indiget ad existendum». E. Husserl, Ideen zu einer reinen
Phänomenologie, Erstes Buch, Hua III/1, § 49, 60. La traducción es de J. Gaos (Ideas
relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, FCE, Madrid 1985, 113).
28
E. Husserl,., Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Erstes Buch, Hua III/1, § 49, 93.
29
Ibid.
30
E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Erstes Buch, § 50, 102.
31
«Dass die Behauptung eines prinzipiell unerfassbaren Seins keinen Sinn hätte, wird
man zugestehen müssen» (Einführung in die Philosophie, p. 94) La traducción al cas-
tellano oculta el auténtico sentido: «Habrá que admitir que la afirmación de un ser
que, por principio, fuera imposible de captar, no tendría sentido» (Introducción a la
filosofía, p. 747).
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 69
32
Ibid.
33
Cf. M. Crespo, «¿Hay una teoría no idealista de la constitución?», Revista de Filosofía,
Vol. 65 (2009), 105-114.
34
«Der... Ausdruck, daß sich in einem Akte ‘Gegenstände konstituieren’, besagt immer
die Eigenschaft des Aktes, den Gegenstand vorstellig zu machen: nicht ‘konstituieren’
im eigentlichen Sinn!» (Citado por U. Panzer en E. Husserl, Logische Untersuchungen.
Zweiter Teil. Untersuchungen zur Phänomenologie und Theorie der Erkenntnis. In
zwei Bänden. Halle 1901; rev. ed. 1922. The Hague, Netherlands: Martinus Nijhoff,
1984, p. XVIII, nota 2.
35
E. Husserl, Ideen zu einer reinen Phänomenologie, Erstes Buch, Hua III/1, § 55.
70 Mariano Crespo
En palabras de Stein,
«Sin duda es absurdo hablar de un ser que no puede ser experimen-
tado en principio. Pero es absurdo, no porque ‘ser’ no implique sino
ser experimentado o al menos poder ser experimentado, sino porque
lo que no es espiritual no puede ser a partir de sí mismo […], sino
que sólo puede ser como creado. Lo personal-espiritual, sin embargo,
por ser, es consciente de sí mismo y, por crear lo que es distinto de sí
mismo, sabe de aquello de lo que es distinto»36.
De este modo, como sostiene Robert Sokolowski, la relatividad de la
realidad a la subjetividad significa que aquella depende de ésta para su
sentido, que «la subjetividad es lo que da sentido, es la fuente de sentido
y dado que la realidad tiene un sentido, ésta es dependiente de y relativa
a la conciencia»37. En resumen, las cosas reales, en cuanto son unidades
de sentido, presuponen la subjetividad como su correlato, ya que el sen-
tido sólo puede surgir en conexión con la subjetividad intencional. Esto
significa que
«si la realidad no puede ser concebida aparte de la correlación con la
subjetividad, esto implica al menos que la conciencia es una condición
sine qua non para lo real. La conciencia es un fundamento para el mun-
do en el sentido de que el mundo no puede llegar a ser ‘real’ (verum) a
no ser que haya una conciencia»38.
Contra esta afirmación no hay nada que objetar ni desde la perspectiva
steiniana, en particular, ni, a mi juicio, desde una perspectiva realista, en
general39. Dicho en términos positivos –y éste es, a mi entender, uno de
36
E. Stein, Excurso sobre el idealismo transcendental, 39.
37
R. Sokolowski, The Formation of Husserl’s Concept of Constitution, Martinus Nijhoff,
The Hague, 1970, 129.
38
R. Sokolowski, The Formation of Husserl’s Concept of Constitution, 137.
39
Peter Volek distingue dos formas de idealismo trascendental. Por un lado, tendría-
mos una forma «moderada» (gemässigte Form), según la cual las cosas son constituidas
cognoscitivamente (erkenntnismässig) por la subjetividad y, por otra, una forma «en
sentido propio» (eigentliche Form). De acuerdo con esta última, el mundo es consti-
tuido ontológicamente (seinsmässig) por la subjetividad. Comparto con Volek que el
idealismo trascendental en sentido estricto sostiene la constitución ontológica del
mundo, pero tengo serías reservas acerca de que lo que el denomina «forma modera-
da» de idealismo trascendental sea realmente una forma de idealismo. Cf. P. Volek,
Erkenntnistheorie bei Edith Stein. Metaphysische Grundlagen der Erkenntnis bei Edith stein im
Vergleich zu Husserl und Thomas von Aquin, Europäische Hochschulschriften, Bd. 564,
Peter Lang, Frankfurt am Main 1998, 61.
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 71
40
Sokolowski insiste justamente en este punto: «Within the fundamental phenom-
enological meditation in Ideas, we already have some reason to choose the first
alternative, and to say that consciousness is only a necessary condition for reality
to appear. Our choice is based on the profound distinction Husserl makes between
consciousness and reality; between the two there stretches an ‘abyss’ of sense.
They are fundamentally, irreducibly different. They have a different ontic status.
But if we were to say that subjectivity causes the sense and meaning found in real-
ity, then his radical distinction would vanish. The senses and meanings in reality
would have the same generic status as subjectivity has, because they would simply
be effects or emanations from consciousness. In other words, the enigma of tran-
scendence would be destroyed. The transcendence and objectivity of real sense
would be dissolved into a projection of subjectivity. To avoid this, to maintain the
proper nature of transcendent subjectivity, we must choose the first possibility.
If subjectivity is only a condition for the emergence of sense, then the objective
transcendence of sense can be maintained» (The Formation of Husserl’s Concept of
Constitution, p. 138).
41
E. Stein, Welt und Person: Beitrag zum christlichen Wahrheitsstreben. Edith Stein Werke, VI,
Louvain: Nauwelaerts 1962, 10ss.
72 Mariano Crespo
significa ser puesto fuera de Dios y tener un ser distinto del ser en la
mente divina»42.
Es, por tanto, una determinada interpretación del darse de los objetos
ante la conciencia la que apartó a Edith Stein y a sus colegas de la orienta-
ción del maestro. Ella consideró que esta interpretación era más bien una
«convicción metafísica personal» y no «el resultado de una investigación
fenomenológica». En este orden de cosas, uno de los méritos metodoló-
gicos de Stein es haber pensado sobre el modo en el que las cosas se nos
dan y en nuestra habilidad de dejar que éstas se nos den. De este modo,
no sólo pensamos sobre las cosas que nos son dadas en la experiencia,
sino también en nosotros mismos como pensándolas. Vistas así las cosas,
la fenomenología no sería sino –en palabras de Sokolowski– «el autodescu-
brimiento de la razón en la presencia de los objetos inteligibles»43.
Relacionado con esto, Edith Stein es especialmente consciente de que
los distintos tipos de objetos tienen distintos modos de darse. No son
iguales, por ejemplo, los aspectos de un objeto temporal, de una palabra,
de una frase, de un suceso que los aspectos de un objeto especial como,
por ejemplo, un cubo. Cada tipo de cosa prescribe sus series particulares
de apariencias (fenómenos) en las cuales puede ser identificada. Por con-
siguiente, la cosa gobierna sus propias apariencias en las cuales es reconocible como
lo que es. Así, la distinción entre lo psíquico y lo físico, por ejemplo, no es
sólo una distinción del modo de darse, sino más bien de «una separación
de objetos de diverso modo de ser a los que corresponde, por legítima
esencia, un modo diferente del darse»44. No es pensable, pues, teoría al-
guna de la conciencia que no incluya una teoría de los objetos que, en sus
múltiples formas, son entendidos por la conciencia.
Volviendo brevemente a la cuestión del idealismo trascendental de
Husserl y sin ánimo de entrar en una discusión detallada de este punto,
resulta sumamente interesante considerar las reflexiones del filósofo es-
pañol Antonio Millán-Puelles en su obra La estructura de la subjetividad.
En ella se defiende que lo característico del idealismo trascendental no
42
E. Stein, «Exkurs über den transzendentalen Idealismus» en E. Stein, Potenz und
Akt, Edith Steins Werke, Band XVIII, Verlag Herder GmbH, Freiburg, Basel, Wien
1998, 246-258 (Excurso sobre el idealismo trascendental, trad. W. Redmond, Opuscula
philosophica, 20, 2005, 39).
43
R. Sokolowski, Introduction to Phenomenology, Cambridge University Press, Cambridge
2000, 4.
44
E. Stein, Sobre el problema de la empatía, Trotta, Madrid 2004, 45.
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 73
45
A. Millán-Puelles, La estructura de la subjetividad, Ediciones Rialp, Madrid 1967,
129.
46
Ibid.
47
A. Millán-Puelles, La estructura de la subjetividad, 130.
48
R. Sokolowski, Introduction to Phenomenology, 4.
74 Mariano Crespo
IV
Un último aspecto metodológico fundamental de Edith Stein al que qui-
siera referirme tiene que ver con su tratamiento de la persona. Mientras
que la individualidad de la cosa material significa que es numéricamente
una, en el caso de la persona también, pero va mucho más allá. La indi-
vidualidad de ésta es una unicidad cualitativa, espiritual, no expresable en
palabras, sino que es algo último, irreductible a las estructuras generales
estudiadas tanto por la Psicología, la Filosofía como por las «ciencias del
espíritu». En alguna medida, la Historia, la Filología o la Poesía expresan
un cierto grado de individualidad, pero, a pesar de ello, sólo se refieren
a ciertos sectores de lo real. De este modo, la persona queda como algo
inexplicable en su individualidad cualitativa por ciencia alguna. A pesar
de esta inefalibilidad de la individualidad personal, encontramos en el ca-
pítulo VIII de Ser finito y ser eterno algunas claves para comprender mejor
en qué consiste ésta49. Así una consideración apresurada podría llevar a
decir que con las personas sucede algo semejante a lo que pasa con las
cosas materiales, las plantas, los animales, etc. Podríamos decir que el ser
persona es la esencia común a todas las personas individuales. Ahora bien,
resulta fácil ver que el ser individual de las personas (Einzelsein, en la ter-
minología de Stein) es diferente del ser individual de las cosas no-persona-
les50. Estas diferencias pueden ser percibidas en, al menos, dos respectos.
Al primero de ellos se refirió expresamente Edith Stein mientras que para
referirme al segundo utilizaré algunos elementos del análisis que de la
individualidad personal ha realizado recientemente el filósofo norteame-
ricano John Crosby.
49
Cf. E. Stein, Endliches Sein und ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins,
Edith Steins Werke. Band II, Hsg. V. L. Gelber und R.Leuven, Herder, Freiburg
1950, 431ss.
50
«Das allgemeine Wesen ist das, was das Einzelding mit keinem anderen teilt. Worin
aber besteht das, was das Einzelding mit keinem anderen teilen kann und was es zum
Einzelding macht?» (E. Stein, op.cit., 431)
Aspectos fundamentales del método de Edith Stein 75
Resumen: este trabajo aborda tres aspectos fundamentales del método filosófico de
Edith Stein. En primer lugar, se alude a las cosas mismas como el punto de partida
del filosofar de esta autora. En segundo lugar, se considera el aspecto que constituye
uno de los aportes fundamentales del método fenomenológico y que es claramente
reconocible en nuestra autora, a saber, el haber puesto de manifiesto la imposibi-
lidad de hacer filosofía primera sin tomar en cuenta la vida consciente ante la que
todas las cosas se abren. En tercer lugar, se remite a la individualidad de la persona
como un aspecto de la antropología de Stein especialmente relevante. Al final del
análisis de cada uno de estos tres aspectos metodológicos se intenta mostrar en qué
sentido éstos pueden ser de relevancia para emprender el camino hacia la pregunta
por la mujer.
Palabras clave: Edith Stein, fenomenología, conciencia, individualidad, persona,
mujer.
Abstract: This paper addresses three fundamental aspects of Edith Stein’s philo-
sophical method. Firstly it looks at issues such as the author’s starting point of
philosophizing. Secondly it considers the aspect which constitutes one of the funda-
mental contributions of the phenomenological method and is clearly recognizable
in our author, such as having highlighted that it is impossible to carry out first philo-
sophy without taking into account conscious life, before which all things are opened.
Thirdly it looks at the individuality of the person as an especially relevant aspect
of Stein’s anthropology. After analyzing each of these methodological aspects, this
paper attempts to show how they may be relevant in laying out the path towards the
question of the woman.
Key words: Edith Stein, phenomenology, conscience, individuality, person, woman.
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 79-103 79
Manfred Svensson
Instituto de Filosofía
Universidad de los Andes
I. Introducción
En el segundo libro de su Suma Teológica Alberto Magno escribe que Aris-
tóteles y san Agustín dan distinto significado al término scientia: «Aristóteles
habla de la scientia para referirse a lo que es a partir de lo primero, verdadero
e inmediato. Pero Agustín no habla así acerca de la scientia, sino que usa este
término para referirse al saber que es a partir de conjeturas de los hombres,
para lo que pertenece al gobierno de la vida humana». Si estas palabras
de Alberto Magno son en alguna medida acertadas respecto de Agustín,
deberían modificar en algunos sentidos importantes nuestra visión de la
noción de sabiduría sostenida por éste. Pues Alberto está atribuyendo aquí
a Agustín el haber tenido una concepción de racionalidad específicamente
práctica, tanto por lo que respecta a su origen «a partir de conjeturas de los
hombres» como por lo que respecta a su fin, «para lo que pertenece al go-
bierno de la vida humana»; y tal saber es además contrastado con la epistêmê
aristotélica, con lo cual su carácter práctico parece adquirir un perfil más
nítido aún. ¿Es sostenible esto como lectura de san Agustín?
Si existe un status quaestionis, la balanza parece inclinarse más bien en la
dirección contraria. Pues sapientia, no scientia, suele ser considerado como
el término decisivo para exponer aquello que interesa a Agustín. Incluso
Alberto Magno, S. Th. II, tract. XV, qu. 93, m.4, ad 2. Aristoteles loquitur de scientia
secundum quod est ex primis, veris, et immediatis: et hoc modo non loquitur Augus-
tinus de scientia, sed secundum quos est ex conjecturis humanorum ad gubernatio-
nem vitae humanae pertinentiam.
Como ejemplo paradigmático puede citarse R. Holte, Beatitudo och sapientia (Almqvist
& Wiksells, Uppsala, 1958).
80 Manfred Svensson
la idea de una distinción entre saber práctico y saber teórico es una nota
específica de la tradición aristotélica que parecería extraño encontrar en
la obra de este platónico cristiano. Y cuando se atiende a la distinción
entre sapientia y scientia que Agustín desarrolla en De Trinitate, suele casi
invariablemente entenderse la scientia como el saber teórico, de modo que
se concede que hay una distinción entre formas de conocimiento, incluso
comparable a una distinción de Aristóteles, pero una distinta de la aludida
por Alberto Magno: se trataría sólo de una distinción entre distintos tipos
de conocimiento teórico, sophia y epistêmê.
De este modo, no es extraño que Agustín haya sido una figura en gran
medida ausente en la rehabilitación de la filosofía práctica que tuvo lugar
durante el siglo XX. Pues tal proyecto se apoyó en parte en desarrollos fi-
losóficos contemporáneos, pero muy decisivamente también en una recu-
peración de la filosofía práctica de Aristóteles, en la que se podía encontrar
tanto la supremacía de un género de vida teórico, como el desarrollo de
una racionalidad específicamente práctica, una racionalidad que en conjun-
ción con el recto deseo es capaz de mover al hombre, y que se distingue
de la racionalidad teórica tanto por su objeto como por su finalidad y mé-
todo. El contraste con la posición generalmente atribuida a Agustín salta
sobre todo a la vista en Hannah Arendt, quien ha visto en el cristianismo
–y remite para ello a Agustín como caso ejemplar– una destrucción de la
vida política, la cual ya no sería vista como un género de vida libre, y en ese
sentido equiparable al género de vida contemplativo, sino como un género
de vida bajo el peso de la necesidad, comparable en ese sentido a lo que
Aristóteles piensa sobre la vida del comerciante. Si antes había búsqueda
de la eternidad en la vida teórica y búsqueda de inmortalidad en la vida
política, el cristianismo dejaría sólo la primera en pie, reduciendo la vida
política a un elemento cualquiera del campo de lo perecible.
San Agustín parece así ser el aliado menos probable para la rehabili-
tación requerida: por una parte hay que considerar que no recibe nada
de Aristóteles, y por otra que si bien es heredero de Platón, no llega a
él rasgo alguno del pensamiento político de éste: parece seguir a Platón
en la salida de la caverna, pero no en la vuelta a la misma. A pesar de
estos indicios en sentido contrario, la tesis del presente artículo es que si
A modo de ejemplo pueden citarse las obras de J. Hessen y R. Nash que discutimos
en la cuarta sección del presente artículo.
H. Arendt, The Human Condition (Chicago, 1958) 13-21 y 318-319.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 81
De hecho, cuando discute sobre estos emperadores, hay un marcado contraste con
el pasaje del de ordine que hemos citado antes, ya que en lugar de describirlos como
iam beati, los emperadores cristianos aparecen descritos como felices interim spe. Cfr.
civ. V, 24.
10
Véase Clemente de Alejandría, strom. I, 24, 158-25, 166 y Averroes, Comentario a la
República de Platón II, 1.
11
Véase los sermones 103, 104, 169, 17; 179 y 255 para María y Marta, c. Faust. XXII,
52-58 para Lea y Raquel, y Io. ev. tr. 124 para Juan y Pedro.
12
civ. XIX, 19.
84 Manfred Svensson
1,17)13, liga por una parte la vida práctica a la fe, y por otra parte la vida
contemplativa con la esperanza (species-spes), pues en esta vida sólo «cono-
cemos en parte» (I Cor 13,9)14.
Por lo pronto basten estos indicios, así como el tomar nota de su origen
paulino. Pues el paso que aquí nos interesa es el que sigue. Si es posible
esperar en Agustín, tal como en Platón y Aristóteles, una corresponden-
cia entre géneros de vida y formas de conocimiento, entonces también
en lo que respecta a las formas de conocimiento podríamos esperar una
evolución desde una inicial concepción unitaria de la sabiduría a una pos-
terior diferenciación, paralela a la que aquí hemos esbozado respecto de
los géneros de vida. De haberla, su obra madura nos tendrá que ofrecer
observaciones sobre las formas de conocimiento aún insuficientemente
exploradas.
13
perf. iust. 8, 18.
14
Un texto que Agustín, con el paso de los años, citará de modo creciente. Cfr. cons. ev.
I, 5, 8.
15
Su principal representante y popularizador es K. Flasch, Augustin, Einführung in sein
Denken (Reclam, Stuttgart, 1994).
16
praed. sanct. 4, 8.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 85
hasta Filón de Alejandría. Éste había visto a la mujer como alegoría de los
aspectos sensitivos del ser humano, y al hombre como representante de
los aspectos racionales17. Muy significativamente, Agustín ni siquiera en
sus comienzos sigue esta interpretación, la cual conocía sin lugar a dudas
al menos por Ambrosio, quien sí la adopta18. Más cerca de Agustín parece
encontrarse Orígenes –cuya versión muy probablemente Agustín conocía
también–, quien entiende al hombre como imagen del spiritus y a la mujer
como imagen de la anima19. Esto es más cercano a Agustín en el sentido de
que ni siquiera en su más temprana exposición del Génesis pone Agustín
a la mujer como imagen del mero sentido, sino como appetitus animae, affec-
tus o animalis pars20. Es ésta la parte del hombre tentada por la serpiente,
y el pecado consiste básicamente en que la razón, de la cual es imagen
Adán, preste su consentimiento a la cupiditas nacida de la sugerencia hecha
por la serpiente.
Sobre este esquema de un alma bipartita, con una parte racional y una
parte animal o apetitiva, además de un tentador externo, descansa pues una
estructura de suggestio-cupiditas-consensio, estructura que opera como herra-
mienta para explicar la tentación y la caída en esta temprana obra. Y a la
existencia de una indivisa parte racional corresponde que en toda la obra
temprana de Agustín exista una sola forma de sabiduría: en contraste con el
tardío uso de scientia y sapientia, aquí encontramos sólo una omniabarcante
sapientia. Pero precisamente el hecho de que se esté intentando explicar el
proceso de tentación puede ser uno de los factores que llevaría a Agustín a
realizar algunas significativas modificaciones en este esquema. En concreto
porque la cupiditas aquí descrita no es un deseo racional, sino un apetito
animal, y esto parece impedir una descripción de la tentación y del pecado
en todos sus grados. Pues pecado habría sólo por el consentimiento de la
razón, pero al haberlo se produciría también de inmediato, de no haber
impedimento externo, la acción. Al introducirse la razón, se introduce el
consentimiento; el deleite previo, en cambio, no es de la razón, sino de una
cupiditas identificada sin más con la parte animal del hombre. La posibilidad
17
Cf. Filón de Alejandría De opificio mundi 59, 165 y Quaestiones et solutiones in Genesin
I, 47.
18
San Ambrosio De paradiso II, 11 y XV, 73.
19
Orígenes Hom. Gn. I, 15.
20
Gn. adv. Man. II, 11, 15; II, 14, 20-21 y II, 18, 27.
86 Manfred Svensson
de un pecado que no acabe en una obra externa, que sea por ejemplo sólo
un deleitarse en la idea de pecar, no tiene aquí cabida21.
El pensamiento de Agustín como ha sido presentado hasta aquí re-
presenta una constante en sus primeros escritos. Al menos hasta el año
404-405 se puede trazar huellas de esta concepción. Pero ya desde antes
se había iniciado en su mente un proceso de revisión que terminaría no
sólo en una visión muchísimo más sofisticada de la tentación, sino gracias
a ello también en una original concepción de la racionalidad contemplati-
va y la práctica. Antes de entrar en algunos detalles de tal evolución, pre-
cisemos una vez más la causa de la misma. No se trata para él de buscar
una alegoría que haga más justicia a la mujer. Ello no es necesario, pues
tanto en el Comentario al Génesis Contra los Maniqueos como en el más tar-
dío Comentario Literal al Génesis está fuera de duda que aquello por lo que
hombre y mujer son imagen de Dios, su intelecto, es a la vez la parte de
ellos en la que no hay diferenciación sexual22. Pero es típica de la exégesis
agustiniana la siguiente (a veces implícita) pregunta. ¿Por qué menciona
entonces el texto bíblico la diferenciación sexual, si ésta no es relevante
para nuestra vida espiritual? Semejante mención de cosas «irrelevantes»
en el texto bíblico son las que justificarían una interpretación alegórica
del mismo23. Al incluir en la narrativa la distinción entre hombre y mujer,
el apóstol Pablo debe pues estar intentando decirnos algo sobre una di-
ferenciación no entre el hombre y la mujer, sino sobre una diferenciación
existente dentro de cada uno de nosotros, lo cual, en contraste con la dife-
renciación sexual, sería suficientemente relevante como para ser incluido
en el relato bíblico. ¿Qué diferenciación? La respuesta a esa pregunta es
lo que en parte mueve a la evolución de Agustín que aquí comentamos: la
búsqueda de una interpretación alegórica que haga justicia a la compleja
psicología humana.
21
Compárese los pasajes citados de Gn. adv. Man. con trin. XII, 12, 17-18.
22
trin. XII, 7, 12. ubi sexus nullus est. Cfr. Gn. litt. III, 22, 34.
23
Cuando san Agustín da su regla general para distinguir locuciones figuradas de lite-
rales en doctr. chr. III, 10, 14, lo requerido es leer como literal todo lo que no atente
contra la caridad. Lo que encontramos aquí es una singular variante de esa norma:
tal como la Biblia no puede tener nada contrario al amor, es también absurdo pensar
que tenga algo superfluo. Lo que parezca superfluo, invita pues a la alegoría. Cfr.
trin. XII, 7, 11. manifestum est quid Apostolus significare voluerit; ideo figurate ac
mystice, quia de velando muliebri capite loquebatur, quod nisi ad aliquod secretum
sacramenti referatur, inane remanebit.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 87
24
Gn. litt. III, 22, 34. licet enim subtilissime disseratur ipsam mentem hominis, in qua
factus est ad imaginem dei, quandam scilicet rationalem vitam, distribui in aeternae
contemplationis veritatem et in rerum temporalium administrationem, atque ita fieri
quasi masculum et feminam illa parte consulente, hac obtemperante: in hac tamen
distributione non recte dicitur imago dei, nisi illud, quod inhaeret contemplandae
incommutabili veritati.
25
Tomás de Aquino, De veritate, q. 15 a. 4 ad 7. Ad septimum dicendum, quod Augus-
tinus in Lib. contra Manichaeum non eodem modo exponit illa tria, sicut in libro de
Trinit. In XII de Trinitate enim serpentem attribuit sensualitati, mulierem inferiori
rationi, virum superiori; sed in Lib. contra Manichaeum, serpentem sensui, mulierem
concupiscentiae sive sensualitati, virum rationi.
88 Manfred Svensson
de scientia y sapientia, pero en dichos casos sin notar la originalidad de la posición que
están refiriendo, ni desarrollar las relaciones entre ambas formas de conocimiento.
30
Esto es evidente no sólo por los motivos de fondo que a continuación exponemos,
sino también a la luz de la sola terminología usada en trin. XII, 14, 22. Ahí san Agus-
tín dice que Pablo frecuentemente habla de la scientia, y cita como prueba I Cor 13,12
«ahora conozco (scio) en parte», donde Pablo en realidad sólo usa la forma verbal, y
no el sustantivo scientia. Este detalle es pasado por alto por la totalidad de la literatura
secundaria al respecto. Por lo demás, si leemos scientia como conocimiento, hacemos
justicia al hecho de que el término usado por Pablo es gnôsis y no epistêmê. Dicho
punto es adecuadamente notado por M. Maureira, «Scientia y Sapientia. Anotaciones
Conceptuales al Agustino De Trinitate», Diadokhe 9 (2006) 47.
31
Véase, por ejemplo, la forma en que el libro XIV del De Trinitate vincula la sabiduría
con el culto.
32
trin. XII, 14, 22.
33
La descripción que hemos hecho aquí de la scientia sólo la defendemos para aquellos
pasajes en los que aparece como contraparte de la sapientia. En el mismo libro XII
san Agustín ocupa en dos ocasiones el término scientia con un sentido distinto: al
final de XII, 7, 10 designa el conocimiento que tiene el mismo Dios, y en XII, 14,
90 Manfred Svensson
los males a los que necesariamente nos enfrentamos en esta vida34. Si cabe
una comparación de esta pareja agustiniana de formas de conocimiento
con una equivalencia aristotélica, no será pues epistêmê y sophia, sino phronêsis
y sophia. En efecto, scientia es un término que en De Trinitate XII no cabe ni
siquiera comprender como filosofía práctica (que puede ser prescindible para
la acción), sino que es inequívocamente presentada como el conocimiento
práctico indispensable, que es parte integradora de la acción, por lo que
Agustín también designa ocasionalmente esta scientia con términos como
usus rationalis, scientia actionis o activa scientia35.
¿Pero qué tanta es la cercanía a una posición como la aristotélica? En
una primera lectura, enorme. Hay textos en los que da la impresión de ha-
ber entre scientia y sapientia una separación tan marcada como entre phronê-
sis y sophia aristotélicas, y basada tal como en Aristóteles en la naturaleza
radicalmente divergente de sus respectivos objetos: «La acción, por la que
usamos las cosas temporales, se diferencia (distat) de la contemplación de
las cosas eternas; y ésta corresponde a la sapientia, aquélla a la scientia»36.
Esto es incluso enfatizado por Agustín mostrando una forma de conoci-
miento como discursiva y la otra como intelectual: «La correcta distinción
entre sapientia y scientia es que el conocimiento intelectual de las cosas
eternas corresponde a la sapientia, a la scientia en cambio el conocimiento
racional de las cosas temporales»37. A la luz de tal pasaje Gilson ha escrito
que «scientia y sapientia se contraponen punto por punto»38, lo cual con
toda razón podría decirse de sus equivalentes aristotélicos. Incluso ahí
donde Agustín modera esto, parece hacerlo de un modo aristotélico. Así,
por ejemplo, cuando se abstiene de hablar propiamente de partes de la
razón, indicando que se trata de una distinción propter officia39.
22 san Agustín concede que hay textos bíblicos donde scire –forma verbal de scien-
tia– refiere al conocimiento que tenemos o tendremos de Dios. En ese caso, precisa
ahí mismo, scientia es por supuesto sinónimo de sapientia, y no parte del binomio
agustiniano scientia-sapientia que aquí exploramos.
34
trin. XII, 13, 21. in usum mutabilium corporaliumque rerum sine quo haec vita non
agitur.
35
trin. XIII, 1, 4, XII, 12, 17 y XIII, 20, 25, respectivamente.
36
trin. XII, 14, 22.
37
trin. XII, 15, 25.
38
É. Gilson, Introduction a l’étude de Saint Augustin (Vrin, Paris, 31943) 147-148.
39
De modo similar Aristóteles habla de una distinción kata dynameis en an. III 10, 433b
1-2. Este es el único punto en que no sólo hay coincidencia entre ambos, sino además
una posible influencia indirecta de Aristóteles sobre Agustín. Esto, según mi conje-
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 91
Pero el tipo de unidad que Agustín tiene en mente al realizar ese tipo
de observaciones en torno a una distinción meramente funcional es más
estrecha que el tipo de unidad que encontramos en Aristóteles. Para acla-
rar esto conviene dirigir la mirada desde el centro del libro XII del De
Trinitate, donde se encuentran los textos que hasta aquí hemos citado, ha-
cia el comienzo del mismo libro. Pues ahí Agustín menciona que «aquella
parte de nosotros que en la acción usa de las cosas corporales y tempo-
rales de un modo tal que no nos es común con los animales, ciertamente
es racional, pero de aquella sustancia racional de nuestra mente por la que
adherimos a la verdad inmutable, pero aquí como derivada a la utilización
y al gobierno de las cosas inferiores»40. Tal como Adán y Eva son «dos en
una carne», escribe Agustín, hay que entender estas formas de la raciona-
lidad como «dos en una mente»41. Estas afirmaciones no contienen ambi-
güedad alguna respecto de la naturaleza fundamentalmente contemplativa
de esta mente: es la scientia la derivada. Aristóteles y Agustín pueden estar
unidos en lo que esta afirmación tiene de primacía de lo contemplativo,
pero se diferencian en que Aristóteles en ningún caso hablaría de la phronê-
sis como derivada de la sophia. Para Aristóteles son, por decirlo así, ambas
originarias. Pero más relevante que la constatación de esta diferencia es
el hecho de que la originaria unidad que según Agustín tienen scientia y
sapientia constituye el fundamento para una serie de relaciones entre am-
bas, relaciones que se mantienen también una vez que la scientia ha sido
«derivada» a la acción. Estas relaciones constituyen en gran medida la
originalidad de la posición agustiniana.
Los objetos de la sapientia, nos dice Agustín, son tan accesibles a la
mente como los objetos sensibles para el sentido. No obstante, pocos
logran contemplarlos con la mirada de la mente (mentis acies), e incluso
tura, a través del de anima de Tertuliano, el cual Agustín sin duda alguna conoce al es-
cribir el De Trinitate, y en el cual se contiene, bajo expresa referencia a Aristóteles, una
crítica de la idea de partes del alma, optando en lugar de ello por hablar de distintas
vires et efficaciae [¿traducción de energeiai?] et operae del alma. de an. 14, 3. ed Waszink.
40
trin. XII, 4, 4.
41
trin. XII, 4, 4. Siguiendo tal imagen, el libro XII contiene múltiples referencias a la
caída como fornicación, así por ejemplo en XII, 9, 14 y 10, 15. Tras eso se encuentra
no sólo la imagen bíblica de la increencia y el pecado como infidelidad, sino que la
imagen de la fornicación tiene un particular peso sistemático en trin. XII como con-
traparte del quoddam rationale coniugium que se busca establecer entre scientia y sapientia
(XII, 12, 19).
92 Manfred Svensson
aquellos que pueden, lo logran sólo por un breve instante42: «Cuando al-
guien lo logra, en tanto es posible, tampoco él puede permanecer ahí, sino
que es como repelido por el reverberar de la mirada misma (veluti acies ipsa
reverberata repellitur), y nos quedamos así sólo con un pensamiento pasajero
de una realidad no pasajera»43. Hay aquí, tal como en el texto del de ordine
que antes hemos citado, un claro paralelo con el libro VII de La República
de Platón, pero esta vez en lo que se refiere a la parcial ceguera sufrida al
salir de la caverna. Si bien Platón parece considerar como posible la idea
de un acostumbramiento de la vista a la luz44, también él obliga al que
ha completado el ascenso a volver a la caverna45. Pero ni en Platón ni en
Agustín esto se traduce en una pérdida de lo contemplado. En Platón el
regreso a la caverna tiene por objeto precisamente que lo ganado en la
contemplación sea ahora afianzado en el mundo perecible de las cosas
humanas. ¿Y en Agustín? Tampoco aquí lo contemplado se pierde, sino
que es conservado en la memoria «para que exista un lugar al que pueda
volver el pensamiento que fue obligado a transitar [de regreso]»46. Dicha
vuelta a lo antes contemplado, explica Agustín, es para rumiar sobre ello
(quodammodo ruminare), y así transformarlo en una disciplina (in disciplinam
traicere)47. Pero disciplina es un término que precisamente entre los libros
XII y XIV del De Trinitate es usado como sinónimo de scientia48: el rumiar
sobre lo contemplado por la sapientia es uno de los modos en que se cons-
tituye pues la scientia, y así se opera un afianzamiento de lo contemplado
no sólo –como en Platón– en el mundo empírico, sino también en una
segunda forma de conocimiento.
Observemos a continuación esta relación entre scientia y sapientia desde
el ángulo inverso, el del actuar de la sapientia sobre la scientia. La sapientia es
mencionada en más de un texto agustiniano como regula49. Pero éste no
es el único sentido en que ella se relaciona con la práctica. La descripción
de la caída, que es uno de los temas principales de De Trinitate XII, sitúa a
42
Véase la similar descripción que Agustín hace de la visión de Ostia en conf. IX, 10, 24.
43
trin. XII, 14, 23.
44
rep. 516a-b.
45
rep. 519d.
46
trin. XII, 14, 23.
47
trin. XII, 14, 23.
48
trin. XII, 14, 22 scientia sive disciplina. Cfr. también trin. XVI, 1, 1.
49
Cfr. lib. arb. II, 10, 29, un texto agustiniano que muchos escolásticos aducirán en sus
discusiones sobre la sindéresis.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 93
55
La discusión sobre el sentido en que la obra tiene como objetivo fundamental la pu-
rificación se extiende desde Henri-Irénée, Marrou. Augustin et la fin de la culture antique
(Paris, 1958).
56
Revisión crítica de las distintas propuestas de estructuración en R. Kany, Augustins
Trinitätsdenken, 181-190.
57
trin. VIII, 2, 3; VIII, 3, 4 y VIII, 9, 13.
96 Manfred Svensson
58
Para esta distinción cfr. trin. V, 8, 9.
59
trin. XII, 3, 3. ut non sit nobis commune cum pecore.
60
E. Hill, «St Augustine’s De Trinitate. The Doctrinal Significance of its Structure»,
Revue des études augustiniennes, 19 (1973) 383.
61
E. Brotóns Tena, Felicidad y Trinidad a la luz del <De Trinitate> de san Agustín (Secre-
tariado Trinitario, Salamanca, 2002). De las páginas 111 a 118 el autor discute la re-
lación de esta «ciencia» con la sabiduría. En las páginas 286-297 el tema es «conocer
para ser feliz», y el autor no realiza referencia alguna al libro XII.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 97
77
trin. XII, 19, 24. scientia ergo nostra Christus est, sapientia quoque nostra idem Chris-
tus est. ipse nobis fidem de rebus temporalibus inserit; ipse de sempiternis exhibet
veritatem. per ipsum pergimus ad ipsum, tendimus per scientiam ad sapientiam.
78
conf. I, 1, 1.
79
trin. XIII, 20, 26.
80
trin. XIII, 20, 26.
81
trin. XIII, 20, 26. cum autem vera esse creduntur et quae ibi diligenda sunt diliguntur,
iam secundum trinitatem interioris hominis vivitur; secundum hoc enim vivit qui-
sque quod diligit.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 101
88
Desarrollo dicho punto con mayor extensión en M. Svensson, Theorie und Praxis bei
Augustin. Eine Verhältnisbestimmung (Alber Verlag, Freiburg, 2009).
89
conf. VII, 20, 26. videntes quo eundum sit nec videntes qua.
Scientia y sapientia en De Trinitate XII: San Agustín y las formas... 103
Resumen: el artículo ofrece una revisión de la distinción entre scientia y sapientia de-
sarrollada en el libro XII del De Trinitate. Se critica aquellas interpretaciones que
reducen dicha scientia a conocimiento natural y no práctico, para desde ahí discutir la
distinción agustiniana entre las formas de conocimiento en el contexto más amplio
de las discusiones antiguas sobre conocimiento práctico y teórico, así como el papel
de esta distinción en el contexto de esta obra de san Agustín.
Palabras clave: Agustín, racionalidad práctica, racionalidad teórica, contemplación,
acción.
Abstract: The paper offers a revision of the distinction between scientia and sapientia
as developed in Book XII of De Trinitate. It reviews the interpretations that reduce
said scientia to natural and non practical knowledge, so as to then discuss the Augus-
tian distinction in the broadest context of the ancient discussions on practical and
theoretical knowledge, as well as the role of this distinction in the context of such
work by St. Augustine.
Key words: Augustine, practical reason, theoretical reason, contemplation, action.
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 105-159 105
Enzo Solari
Escuela de Derecho
Universidad Católica del Norte
Cf. D. Gracia, Voluntad de verdad. Para leer a Zubiri (Barcelona, Labor 1986), pp. 218
y 234; del mismo, «Religación y religión en Zubiri», en M. Fraijó (ed.), Filosofía de la
religión. Estudios y textos (Madrid, Trotta 1994), pp. 496-501; A. Pintor-Ramos, «Re-
ligación y ‘prueba’ de Dios en Zubiri», en Razón y Fe 218 (1988), pp. 328-329; del
mismo, «Zubiri: una filosofía de la religión cristiana», en Salmanticensis 42 (1995), pp.
374-379 y 388-393; y J. L. Cabria, «La fundamentalidad del Dios accesible: el teísmo
filosófico de Xavier Zubiri», en J. L. Cabria y J. Sánchez-Gey (eds.), Dios en el pensa-
miento hispano del siglo XX (Salamanca, Sígueme 2002), pp. 159-169.
Cf. E. Solari, «El logos del teísmo según Zubiri», en Pensamiento. Revista de investigación
e información filosófica. Vol. 65 (2009) 246, pp. 833-880.
106 Enzo Solari
religiosa a partir de sus propias raíces, que son la religación y los sentidos
teístas construidos en el campo.
1. La búsqueda teísta
La razón es ese modo intelectivo caracterizado por la búsqueda princi-
pial y canónica de lo real en profundidad. Justamente por la necesidad
de ir desde el campo hacia el mundo, la razón es una marcha ya incoada
en el movimiento del logos. Pero aunque incoada en el logos, la razón
busca la realidad profunda de las cosas allende el campo, y esa tensión
por dar con lo profundo hace de la razón una inagotable marcha trans-
campal. La razón puede ser verdadera o falsa, pero por ser búsqueda es
una intelección constitutivamente abierta. Es una intelección en pro-
fundidad siempre provisional y corregible, nunca cerrada, definitiva ni
menos indesmentible.
La búsqueda tiene su estructura precisa. La razón se topa con los sen-
tidos religiosos. Halla ante sí todo un lenguaje teísta enormemente com-
plejo y diferenciado. La diversidad de actos religiosos de habla es un dato
para la intelección racional. Los sentidos religiosos ya se han constituido
campalmente cuando la inteligencia se pone en marcha. Esto significa
que el campo religioso es principio y canon para la razón. El campo es
indispensable para poner en marcha la dinámica mundanal de la razón,
aunque a la vez los contenidos campales sean perfectamente alterables a
la luz del fundamento buscado. Con todo derecho se puede decir que «lo
que la razón busca es ‘probar’ esos sentidos y evaluar su solidez a la luz del
fundamento». La búsqueda religiosa consiste en eso: en probar el logos
del teísmo. La razón transforma el contenido de ese logos en un principio
y en un canon para la búsqueda de la realidad profunda de los dioses. Esta
realidad profunda es la realidad esencial de Dios. Si Dios es la realidad
absolutamente absoluta determinada por el logos y atestiguada por el len-
guaje y la historia en toda su sorprendente diversidad, la inteligencia tiene
aún una tarea por delante: la de determinar su razón definitiva.
La razón definitiva no es otra que ser fundamento en el fondo y en
profundidad tanto del hombre como del mundo. El logos trata de de-
terminar el fundamento puramente campal de lo dado primordialmente.
La intelección propia del logos religioso es un movimiento intelectivo:
A. Pintor-Ramos, Realidad y sentido. Desde una inspiración zubiriana (Salamanca, Edicio-
nes de la U. P. de Salamanca 1993), p. 186.
La razón religiosa según Zubiri 107
a sus diferencias, logos y razón son intelecciones duales cuya raíz común
es la aprehensión primordial. Por ello la razón, aunque transcendente al
campo, sin embargo se apoya en él como en su principio y medida. Y el
logos, sin dejar de moverse dentro del campo, lo recorre con mayor o me-
nor libertad presintiendo su profundidad no sólo mundanal sino también
extramundanal. Dios es realidad plenaria; por eso transciende el campo y
el mundo. El mundo es la apertura campal sugerida por el mismo campo,
y el campo es el mundo sentido: Dios se manifiesta transcendentemente
tanto en el uno como en el otro.
Esta unidad de los modos intelectivos ulteriores también se aprecia
cuando se repara en los caracteres de la libre creación racional. La razón
busca lo que lo real podría ser, su ‘elemento’ son las posibilidades. La
razón religiosa es búsqueda de lo que Dios podría ser. El sentido trans-
campal de lo divino es la posible realidad profunda que la razón busca a
partir de los sentidos teístas campalmente postulados. Logos y razón son
movimientos libres de la intelección, y cuentan por ello con distintos ca-
minos para recorrer el campo y marchar hacia el mundo y, tratándose de
Dios, más allá de él. La diferencia está en que, mientras el logos irrealiza
el contenido y discierne afirmativamente una simple aprehensión entre
otras, la razón es búsqueda de lo posible en tanto que posible. La posi-
bilidad es el objeto formal de la actividad de la razón. La razón busca
una posibilidad real: lo que la realidad profunda de Dios podría ser, el
posible carácter fundamental de la divinidad (y, no hay que olvidarlo, del
poder de lo real, ya que Dios es fundamento de este poder). Mas, también
debe hablarse en plural de posibilidades. La razón colige y desarrolla un
conjunto de posibilidades, y por eso es ‘ex-plicativa’. Esto significa que la
razón religiosa colige a través de un sistema de posibilidades la realidad
profunda de Dios. La explicación de las representaciones teístas campales
echa mano de un conjunto de fundamentaciones que puedan dar razón
de ellas. Para explicar, es preciso reunir intelectivamente esta multiplicidad
de posibles fundamentos. Pero la marcha hacia el sistema de posibilidades
tiene un preciso punto de arranque, que es el campo religioso. Desde él
brotan las posibilidades como vías sugeridas para explicar la realidad di-
vina en profundidad. Vale decir, la razón recibe del campo un sistema de
sugerencias, que son las posibilidades en cuanto campalmente sentidas e
incoadas. Tales sugerencias son los sentidos teístas campalmente repre-
sentados. Dichos sentidos ideados y afirmados tienen su modalización
Cf. X. Zubiri (n. 4), p. 142.
La razón religiosa según Zubiri 113
3. El conocimiento religioso
La razón es conocimiento, dice Zubiri, y conocer es buscar el fundamento
de lo aprehendido. La búsqueda del fundamento de la manifestación cam-
pal y mundanal de la realidad plenaria es lo que especifica al conocimiento
de Dios. Mientras el conocer en general busca la realidad-fundamento de
lo actualizado en el campo, el conocimiento religioso busca la realidad-
fundamento del poder de lo real y de sus sentidos teístas campales. La
mentalidad religiosa es por ello el conocimiento concreto de lo que Dios
podría ser en el fondo. El conocimiento intenta explicar la realidad divina
a partir de un sistema de posibilidades campalmente sugeridas. Dichas
posibilidades son las vías precisas a través de las cuales se despliega la
libre actividad del conocer, la libertad para crear y construir el contenido
fundamental de la realidad absolutamente absoluta. Ahora bien: el cono-
cimiento religioso tiene una estructura formal propia, como la tiene todo
114 Enzo Solari
pal concreto al poder de lo real, pero sobre todo porque la razón religiosa
no existe más que en unas configuraciones sumamente concretas. No me
refiero a las dimensiones individuales, sociales e históricas de la razón,
cuyo estudio pormenorizado escapa al análisis propio de la filosofía pri-
mera. Se trata de las diversas mentalidades religiosas, dentro de las cuales
pueden distinguirse al menos las dos siguientes: la mentalidad del sentido
común del creyente, y la mentalidad teológica propia del que adopta una
determinada creencia religiosa reflexionando teorética y también confe-
sionalmente acerca de ella. No religiosa, en cambio, es la mentalidad del
que, aun adoptando una cierta creencia religiosa, no se sujeta confesio-
nalmente a ella a la hora de pensarla sino que la pone entre paréntesis
e intenta reflexionar acerca de la misma de manera teorética y además
ecuménica y universal, sea que lo haga de una manera prevalentemente
positiva, sea que lo haga de manera prevalentemente metafísica. Caben,
por supuesto, sobreposiciones entre la mentalidad religiosa y la mentali-
dad no religiosa, en las que habrá que discernir si prevalece o no el vín-
culo de la sujeción confesional. Pues bien: en todas estas mentalidades es
bien diversa la manera de apoyarse en el sistema referencial, y el tipo de
lanzamiento intelectivo que aquel sistema provoca. Es cierto que las di-
ferencias de mentalidad cualifican a todos y a cada uno de los momentos
de la intelección racional. Pero el sistema referencial es un momento par-
ticularmente decisivo, justo porque la ingenuidad de la razón consiste en
hacer de este sistema la estructura misma del mundo. Como veremos, la
razón es la prueba de los sentidos teístas campalmente construidos, lo que
implica que tales sentidos son referentes no constrictivos para la marcha
racional en el mundo hacia el fundamento. Pero la prueba misma es dife-
rente según sea la mentalidad de que se trate. Y las distintas mentalidades
penden de las distintas maneras de apoyarse en el sistema de referencia
y de ser lanzadas por éste. Es aquí donde se originan las mentalidades de
un creyente, de un teólogo, de un científico y de un filósofo. Son mentali-
dades que se relacionan de maneras características con los lógoi religiosos.
Empero, antes de abordar estas mentalidades, notemos que hay un
problema que sólo ahora podemos ponderar en toda su amplitud. Dios
es la determinación campal del poder de lo real como una realidad abso-
lutamente absoluta. ¿No sería más preciso hablar de una compleja serie
de posibles representaciones religiosas en el campo de lo real? ¿Cómo se
sabe que en todas ellas hay siempre una realidad absolutamente absolu-
ta? Una respuesta es que si los dioses postulados por el logos no fuesen
120 Enzo Solari
religiosa propia del sentido común. Este sentido común no es más que
la intelección mediana, el ejercicio promedio, cotidiano de la inteligencia.
El sentido común tiene, claro, momentos estructuralmente diversos, unos
propios de la aprehensión primordial, otros del logos y otros ya raciona-
les. Incluye, pues, las tres modalizaciones estructurales de la intelección,
bien que con la figura concreta de la intelección de término medio. Jus-
to por su estructura racionalmente modalizada, el sentido común es una
mentalidad, puesto que constituye una concreción del lanzamiento inte-
lectivo, y una concreción con su propio tipo, distinto por ejemplo del tipo
de la ciencia10. Aunque desde cierta perspectiva el sentido común es más
pobre que la ciencia, no es intrínsecamente un modo deficiente de ella.
Son modos típicamente distintos de apoyatura en el campo para lanzarse
problemáticamente hacia el fundamento en el mundo. Esto es lo que debe
destacarse. El sentido común tiene su modo propio de reposar en la reali-
dad campal para marchar hacia la realidad mundanal. Un modo que puede
ser muy útil y apropiado para ciertos menesteres, y menos para otros. La
ingenuidad de la razón, sin dejar de ser tal, tiene su propio rendimiento
en la vida cotidiana. Como mentalidad, el sentido común es una reflexión
Aquí es preciso aclarar que no hay que identificar a la teoría con la mentalidad teo-
10
rética. Para Zubiri, la razón procede siempre teóricamente, aun mediante el sentido
común, lo que significa que ella es en esencia marcha transcampal en pos del funda-
mento; en cambio, la mentalidad teorética es un tipo particular de lanzamiento racio-
nal, el que está gobernado por un afán puramente especulativo o contemplativo, sin
asomo casi de inclinación utilitaria o pragmática. Por esto la mentalidad del sentido
común, sin ser teorética, es siempre una forma de teoría, de reflexión. De ahí que
esta idea del sentido común no se identifique del todo con la del common sense de Reid,
en la medida en que este autor parece excluir del ejercicio cotidiano de la inteligencia
la posibilidad del examen racional de sus principios: «Si existen ciertos principios, tal
y como yo sostengo, que la constitución de nuestra naturaleza nos lleva a creer y que
nos vemos obligados a dar por hechos en la vida cotidiana, sin ser capaces de dar
razón de ellos, éstos son los que llamamos los principios del sentido común; y lo que
resulta manifiestamente contrario a estos principios es lo que llamamos absurdo»:
Th. Reid, Investigación sobre la mente humana según los principios del sentido común (trad. E.
Duthie, Madrid, Trotta 2004), p. 92 (vid. también pp. 292-293). En cambio, la no-
ción de actitud natural (natürliche Einstellung) de Husserl sí que parece incluir a la de
mentalidad del sentido común, al menos porque admite explícitamente la posibilidad
de la reflexión. Husserl, en efecto, acoge en la actitud natural la duda (Bezweiflung)
e, incluso, el repudio (Verwerfung) y la borradura (herausstreichen) de ciertos datos o
cosas particulares del mundo natural: vid. los §§ 27-30 de Ideen, en E. Husserl, Ideen
zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie. Libro primero: Allgemeine
Einführung in die reine Phänomenologie, en W. Biemel (ed.), Husserliana. Vol. 3/1 (Den
Haag, Martinus Nijhoff 1950), pp. 56-63, esp. 61.
122 Enzo Solari
lidades, los sentidos teístas en los que se apoya la razón religiosa para bus-
car el fundamento mundanal de la realidad divina son unos sentidos acep-
tados y creídos. Frente a ello, lo que especifica a la mentalidad teológica
es que esos sentidos teístas son sometidos a examen racional organizado
y sistemático. El sistema de referencia, sin dejar nunca de ser aceptado y
creído, es objeto de investigación. La mentalidad del teólogo se da perfec-
ta cuenta de la diferencia entre campo y mundo, entre los sentidos teístas
de una cierta religión y los problemas racionales de fundamentación en-
vueltos en ellos. Justamente por esa necesidad de ir desde el campo hacia
el mundo es que la teología se caracteriza por la sistemática búsqueda
racional de fundamentos para esas representaciones que ha aceptado y en
las que ha creído. Es lo que distingue a esta mentalidad de la mentalidad
del sentido común, que suele descansar en la aceptación y la creencia de
las representaciones campales. Y aunque el sentido común pueda escapar
a la ingenuidad pragmática y preguntarse por el fundamento de sus ideas
y afirmaciones acerca de Dios, tal posibilidad nunca es llevada a cabo de
manera sistemática y continuada. En el fondo, es la diferencia que media
entre una mentalidad religiosa no científica y otra que sí lo es. La men-
talidad teológica ha de someter a permanente cuestionamiento el campo
de sus representaciones teístas. Incluso las representaciones de otras reli-
giones pueden ser parte de su propio sistema de referencia, ya no como
unas representaciones aceptadas y creídas sino sólo como unas mejor o
peor empleadas y conocidas. En este caso, la mentalidad teológica intenta
precisar el lugar en el que se pueden ubicar las representaciones de otras
religiones desde el punto de vista inconmoviblemente central que ocupan
las de la propia religión. Esto muestra que el sistema de referencia de la
mentalidad teológica puede ser más o menos rico en representaciones
religiosas, aunque –como es obvio– posee mayor amplitud, complejidad y
articulación que el sistema referencial del sentido común.
Tanto la mentalidad religiosa del sentido común como la mentalidad
teológica son la materia principal de nuestro análisis. Éste es, en el lengua-
je de Zubiri, un logos que, después de haber estudiado el logos específi-
camente religioso, se aboca a la explanación de la razón y la mentalidad
religiosas. El análisis de la religión, pues, comienza con un dato prerre-
ligioso, la aprehensión primordial del poder de lo real, y continúa con
sus plasmaciones ulteriores, primero en el campo de los sentidos teístas
y, después, a través de las concretas búsquedas en la realidad profunda
de sus fundamentos racionales. Con todo, podemos añadir unas rápidas
124 Enzo Solari
3.2.2 El esbozo
Las mentalidades religiosas, con toda su diversidad, se apoyan en el sis-
tema de referencia, y desde él emprenden una marcha siguiendo alguna
dirección. La razón es, de esta manera, concreta reflexión sobre el logos
que marcha allende el campo real. A partir del sistema referencial, acep-
tando o no sus sugerencias, la razón elabora lo que la realidad campal po-
dría ser. Tal es el esbozo, el siguiente paso del método de la razón. Todo
esbozo es marcha dirigida de alguna manera por el sistema referencial, y
los esbozos religiosos no son la excepción. La razón marcha dirigida por
los sentidos teístas otorgados al poder de lo real. Este sistema de referen-
cia entrega posibilidades para inteligir en profundidad la posible realidad
absolutamente absoluta de Dios. Sabemos que la dirección de la marcha
está sugerida por el campo. Pero como tal sugerencia está sólo incoada,
la marcha se despliega libremente. De ahí que, siendo el esbozo una libre
construcción de posibilidades de fundamentación, la razón religiosa sea
una búsqueda que opera por libre construcción del contenido fundamen-
tal de la realidad divina. Esta libertad para postular las notas y la estructura
de Dios es la que conduce a elaborar posibilidades de fundamentación
mundanal (en el entendido, repitámoslo, de que Dios es realidad funda-
mentalmente extramundanal). Sabemos que las posibilidades son reales
e intelectivas a una; se esbozan los fundamentos de las cosas y las posi-
bilidades de conocerlas. En tanto que reales, son los posibles contenidos
fundamentales de la divinidad, y en tanto que intelectivas, constituyen a
la vez posibilidades de conocer racionalmente a Dios. Y aunque suene
a paradoja, es justo la limitación de las posibilidades la responsable de
la apertura del conocimiento de Dios. La razón es abierta porque está
intrínsecamente limitada: limitadas son las posibilidades que le sugiere
126 Enzo Solari
Cf. X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones (Madrid, Alianza 1993),
11
pp. 116-119.
La razón religiosa según Zubiri 127
tiones tan varias como las vinculadas con la coherencia de las propiedades
envueltas en la idea de Dios, con la existencia de la realidad divina, y con
la pertinencia y significatividad del lenguaje empleado para hablar de ella.
Estas diversas cuestiones, en las que tanto ha insistido la filosofía analítica,
permiten advertir un rasgo esencial de la mentalidad religiosa, sea del sen-
tido común o teológica, e incluso científica y filosófica (cuando coinciden
con aquélla). La razón es siempre reflexiva, pues consiste en una vuelta
sobre el logos. El logos es apoyo y punto de partida para la razón, y por
ello entrega las sugerencias que dirigen (claro que libremente) la marcha
racional. En el logos se hallan nombres y afirmaciones teístas, así como
diversas ideas acerca de las notas y la estructura de Dios, e incluso una
afirmación puramente campal (y meramente conativa) de su existencia.
La razón, por su esencial referencia al logos, ha de ser por lo tanto re-
flexión acerca del lenguaje religioso, reflexión acerca de la coherencia de
las representaciones de Dios, y reflexión acerca de la existencia del Dios
representado de tal o cual manera. Hay que admitir que es difícil encon-
trar un mínimo común denominador para todas estas reflexiones. Por
ejemplo, la reflexión acerca de la idea de Dios puede entregar resultados
enormemente divergentes, aunque todos ellos se asienten en la idea de
una realidad absolutamente absoluta. Zubiri aventura que en todo esbozo
religioso se toma como sistema de referencia, en la forma que sea, a la
realidad absolutamente absoluta, a la divinidad. Es la analogía no sólo
del absoluto sino de la realidad, la oscilación entre la relatividad universal
(absoluta en el hombre, relativa en las demás cosas) y la absoluta abso-
lutez divina. El esbozo ha de ser por fuerza, apoyado como está en el
campo, una determinada fundamentación de esta analogía de la realidad.
Es el intento de dar base profunda a la realidad absolutamente absoluta y
esencialmente transcendente. Lo que especifica a todo esbozo teísta no es
más que la búsqueda de lo que Dios podría ser en el fondo, y su resultado
(recordemos: siempre provisional y corregible) son unos rasgos profun-
dos postulados por la mentalidad religiosa para la realidad absolutamente
absoluta. Si el poder de lo real es lo más próximo y lo más lejano, y si Dios
es el sentido campal del poder, entonces su realidad plenaria tiene que
ser esencialmente fontanal y completamente otra, como de hecho parece
acreditar una y otra vez la historia de las religiones. Desde esta perspectiva,
la realidad de Dios no es sólo otra en la aprehensión humana, ni siquiera
es sólo independiente de ésta, sino que es en todas las manifestaciones de
la razón religiosa la realidad otra e independiente par excellence, otra en re-
128 Enzo Solari
12
X. Zubiri (n. 11), pp. 137 y 151.
13
X. Zubiri (n. 11), pp. 137-138.
14
X. Zubiri (n. 11), p. 323.
15
X. Zubiri (n. 11), pp. 139 y 151.
16
X. Zubiri (n. 11), p. 139.
130 Enzo Solari
«La causa primera, ¿es aquello que los hombres llaman Dios, eso a que
el hombre se dirige no sólo con la demostración, sino con todos los
actos de sumisión, plegaria, etc.? Dicho un poco externamente, esa
causa primera, ¿quién es? ¿Es Zeus, es Djaus, es Yahvé, etc.?»28.
Mas, junto a esta defensa de las religiones como aproximaciones a la
divinidad y a sus caracteres últimos, posibilitantes e impelentes (o radica-
les, donantes e impulsores), hay otros lugares en los que Zubiri sostiene
la legitimidad y la necesidad de dar justificación racional, filosófica en
particular, de Dios. Así como la filosofía puede extraviarse y dejar de
considerar ciertos rasgos teístas abundantemente acreditados por las re-
ligiones, así también cabe la posibilidad de que las tradiciones religiosas
lleguen a defender una idea insostenible de Dios. En este punto hay que
ser sumamente precisos. No se trata sólo de que la idea de Dios elaborada
por las religiones pueda ser inconsistente o contradictoria, pues cierta in-
consistencia y contradicción caracterizan formalmente a toda idea teísta,
una idea tan peculiar que no puede dejar de incluir propiedades intramun-
danamente irreconciliables. Prescindiendo de la interna inestabilidad de
la idea de Dios, el problema es más bien que la mentalidad del sentido
común puede extraviarse y pretender una disparatada o insensata noción
de Dios. Más aún, puede llevar, al menos en principio, a una falsa idea de
Dios. A reserva de abordar en otro lugar estas posibilidades: el disparate,
la insensatez y la falsedad de la idea de Dios, aquí puede adelantarse que,
según Zubiri, la posibilidad del error está circunscrita, de modo que no
parece haber religión alguna que sea perfectamente falsa o cuyos sentidos
sean completamente inadecuados. Con todo, esto implica que la razón
religiosa puede extraviarse. Zubiri no se hace ilusiones al respecto. Por eso
decía, en la sesión vigésimo primera del curso oral de 1948-1949 sobre «El
problema de Dios», que «[...] sin un Dios probado por la razón, la fe de
la más humilde religión terminaría por ser lo que no puede por menos de
ser: una ingente vaguedad». No cabe más alternativa que reconocer que
las religiones (Zubiri piensa sobre todo en algunos politeísmos y panteís-
mos) a veces atribuyen a lo divino unos caracteres que no son aceptables
para la mentalidad teorética de la filosofía. Siendo posible detectar falsos
caracteres teístas a lo largo y ancho de la historia de las religiones, las tres
posibilidades de la razón religiosa (el politeísmo, el panteísmo y el mono-
teísmo) pueden y deben ser sometidas al juicio estricto de la razón filosó-
X. Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios (Madrid, Alianza 2004), p. 413. Cf. también del
28
fica. En suma: todo esto implica que tanto los extravíos de las religiones
como los de la filosofía han de ser decididos de acuerdo con el método de
la razón. La concepción de Dios y su existencia no son prejuzgadas por la
religación. Y ambas son campalmente irresolubles. El concepto de Dios
ha de ser objeto de búsqueda en profundidad, y sobre su posible existen-
cia o inexistencia únicamente la experiencia (allende la aprehensión) es
capaz de decidir.
3.2.3 La experiencia
En todo caso, con independencia de estos posibles contenidos fundamen-
tales de la divinidad, aquí solamente interesaba el análisis de la estructura
racional y metódica del esbozo religioso. Pues bien: el ‘producto’ (sit venia
verbo) de la búsqueda racional no son puras ideas, ni tampoco unos nom-
bres o juicios, sino estrictas razones fundamentales. Si puede decirse que
tanto el logos como la razón pretenden determinar el sentido del poder de
lo real, hay que añadir que la razón, apoyada referencialmente en las su-
gerencias campales, busca el sentido de la posible realidad absolutamente
absoluta objetualizada sobre el telón de fondo del mundo. La razón tam-
bién es la búsqueda de una posibilidad, la posibilidad profunda de Dios
como realidad transcendente y fontanal. El esbozo es la libre construcción
de la posible razón fundamental de Dios. Mas, la posibilidad de la realidad
transcendente y fontanal ha de ser sometida a prueba. Las distintas vías
racionales esbozadas tienen que ser probadas y verificadas. ¿Cómo se tran-
sita desde el esbozo de la divinidad hasta la experiencia de Dios?
Zubiri tiende a pensar que se habla de experiencia religiosa con de-
masiada latitud. Bajo este título se incluyen cuestiones tan distintas como
las ideas de Dios, los sentimientos acerca de algo sublime o sobrenatural
y las vivencias místicas. A Zubiri le parece necesario hablar con la mayor
precisión analítica que sea posible. Ya en los años cuarenta, en la décimo
tercera sesión del curso sobre «El problema de Dios», dice que no hay una
experiencia de Dios, que el problema histórico de Dios no está movido
«por una más o menos difusa experiencia mística». Por eso declaraba de
manera tajante que
«Lo único que me importa subrayar es que la experiencia del hombre
a lo largo de la historia es justamente la experiencia misma de la bús-
queda de Dios y, por consiguiente, de aquello que en esa búsqueda
encuentra; cosa completamente distinta [...] a tener una experiencia de
Dios, cosa enormemente problemática».
La razón religiosa según Zubiri 135
Compárese este pasaje de Zubiri (n. 20), p. 326, con la obra de James sobre las varie-
29
31
X. Zubiri (n. 20), p. 311.
32
X. Zubiri (n. 20), p. 310.
33
X. Zubiri (n. 20), p. 311.
138 Enzo Solari
religión dentro de los límites de la mera razón tienden a alertar contra desviaciones ilusorias
de la sana religión moral: la exaltación (Schwärmerei) en el caso de los efectos de la
gracia (Gnadenwirkungen), la superstición (Aberglaube) en el caso de los milagros (Wun-
dern), el iluminismo (Iluminatism) en el de los misterios (Geheimnissen), y la taumaturgia
(Thaumaturgie) respecto de los medios de la gracia (Gnadenmitteln). Zubiri, claro, no
puede sostener una concepción puramente racional y moral de la religión, que a sus
ojos aparece como muy estrecha, aunque sí pudiera estar de acuerdo con Kant en los
peligros aparejados al descontrol ético y racional de las religiones. En particular, Zu-
biri podría suscribir el llamado de atención acerca de las tentaciones iluministas que
acechan a la religiosidad. Y es que en el terreno huidizo de los misterios puede ori-
ginarse esa idea exaltada (überschwengliche Idee) que Kant llama iluminismo o también
ilusión de los adeptos (Adeptenwahn), y que consiste en «la ilusoria iluminación del
entendimiento (gewähnte Verstandeserleuchtung) en relación con lo sobrenatural (miste-
rios)» (vid. B 64).
La razón religiosa según Zubiri 139
Estos tres sentires, por fin, se recubren entre sí, y su recíproco recu-
brimiento consiste en algo así como la fugitiva pero abrumadora mani-
festación auditiva y táctil de Dios, cuya noticia y nuda presencia ponen
al hombre en marcha existencial e intelectiva hacia el fondo inagotable y
misterioso de la realidad absoluta e infinita presente transcendentemente
en toda realidad. La analogía y la paradoja son, en la experiencia, contacto
con una realidad abrumadora que se escapa, noticia de esa realidad irrefra-
gable cuya voz se intelige por una aproximación sumamente desajustada,
y dinamicidad de la realidad a la que el hombre está lanzado en una direc-
ción interminable y abismática.
Tener una experiencia religiosa equivale, así, a tener una prueba ‘a
una’ intelectiva y sentiente de Dios. Pero esto no es todo. La experien-
cia no es privativa de la intelección sentiente, sino que se despliega en
las estructuras que ella determina: el sentimiento afectante y la volición
tendente. La probación es un momento del método racional, pero tiene
unas ostensibles estructuras sentimentales y volitivas. La intelección pro-
badora de Dios desencadena un proceso en el que hay sentimientos y
voliciones. Esto es especialmente claro cuando se aborda la modalidad y
la estructura de la experiencia de Dios. Todos los momentos del método
religioso están modalizados. Hay diversos modos de objetualidad y por
ende distintas categorías de realidad: unas son las cosas, otras los vivientes
y otras las personas. Dios es también una posible realidad campal que,
proyectada sobre la realidad del mundo, se transforma en una realidad
objetual. Como un particularísimo modo de objetualidad y de categoría,
Dios es una realidad cuyo contenido fundamental ha de ser buscado en
profundidad. Esta búsqueda está determinada por un preciso sistema de
referencia: el poder de lo real representado campalmente como realidad
absolutamente absoluta. El sistema de referencia es tan elusivo y funda-
mental como el poder de lo real en el campo. Esta peculiaridad modal
50
Cf. X. Zubiri (n. 4), p. 276.
51
X. Zubiri (n. 20), p. 311.
52
Cf. X. Zubiri (n. 4), pp. 250-251.
148 Enzo Solari
53
X. Zubiri (n. 4), p. 250.
54
«El carácter de persona aparece con un matiz puramente analógico. No se trata de
concebir a Dios como una especie de gran señor o de gran persona que tiene en sus
manos el cubilete del mundo que ha creado. El concepto de persona es meramente
analógico. Dios es una realidad que se posee plenariamente a sí misma, y por consi-
guiente tiene carácter personal»: X. Zubiri (n. 11), p. 69.
55
X. Zubiri (n. 11), p. 162.
La razón religiosa según Zubiri 149
56
Cf. J. Ortega y Gasset, Obras completas Vol. 5: 1932-1940 (Madrid, Taurus 2006), pp.
659-685.
57
Cf. X. Zubiri (n. 20), pp. 260-261.
58
X. Zubiri (n. 20), p. 198.
La razón religiosa según Zubiri 151
acerca de lo que el poder de lo real podría ser, sin embargo no tienen una
fe religiosa. En todo caso, sus creencias son perfectamente razonables. La
voluntad de verdad es una voluntad de fundamentalidad. Y esta voluntad
de fundamentalidad se modula de distintas maneras. En el agnóstico es
voluntad de buscar, tal como en el teísta. Pero mientras en éste la marcha
lo lleva de manera razonable a tomar su propia opción religiosa, dentro
de la cual todavía es posible un conocimiento más o menos demostrativo
de la realidad plenaria de Dios, en el agnosticismo la marcha conduce a la
ignorancia e incognoscibilidad de Dios, incluso (en la noción amplísima
que acabamos de admitir) a meros barruntos o puras dudas con respecto
a su realidad plenaria, y en cualquier caso, a la frustración intelectiva de
la búsqueda. Por eso es claro, para Zubiri, que tanto el agnóstico como el
teísta son buscadores de Dios. En el despreocupado y el indiferente reli-
gioso, en tanto, la voluntad de fundamentalidad se modula como voluntad
de vivir, de dejarse vivir, y la marcha conduce a la ‘in-diferencia’ entre rea-
lidad-objeto y realidad-fundamento. Y en el ateo, por fin, la voluntad de
fundamentalidad se modula como voluntad de ser, una marcha racional
que lleva a la facticidad del poder de lo real, en último término a la autosu-
ficiencia de la vida63. Constatemos, aunque sólo sea al pasar, que en el ar-
tículo «En torno al problema de Dios» hay alusiones bastante despectivas
a la creencia atea, en las que Zubiri no parece respetar toda la legitimidad
racional y creyente de dicha opción. No se sabe si pensando en general en
su propia época, o incluso en filósofos como Ortega y Heidegger, Zubiri
alude allí a la existencia de personas
«[...] ejemplares por todos conceptos, pero ante las cuales surge siem-
pre un último reparo: ‘bueno, ¿y qué?...’; existencias magníficas, de
espléndida figura, desligadas de todo, errantes y errabundas...»64.
Esta posible alusión a aquellos filósofos puede fundarse en que Zubiri,
en el mismo texto pero un poco más adelante, acusa en la filosofía con-
temporánea, sobresaliente en muchos casos, una gigantesca preterición
del problema de Dios, preterición que –justo por confundirse a la deidad
con la divinidad– es vista como equivalente de ateísmo65.
Sea de ello lo que fuere, la consideración de la religión como fe y
creencia tiene larga data en Zubiri. El curso sobre «El problema de Dios»
63
Cf. X. Zubiri (n. 20), pp. 266-294.
64
X. Zubiri (n. 28), p. 452.
65
Cf. X. Zubiri (n. 28), p. 453 n.1.
La razón religiosa según Zubiri 153
Nótese que aquí la mística es acusada de vaguedad, y es identificada como una mera
67
80
X. Zubiri (n. 20), p. 328.
81
Cf. X. Zubiri (n. 20), pp. 334-344.
82
X. Zubiri (n. 20), p. 344.
La razón religiosa según Zubiri 157
Emmanuel Housset
Universidad de Caen
Filosofía y religión
La cuestión de la definición de la persona humana es ciertamente un lugar
de encuentro privilegiado entre filosofía y religión. Esto, en la medida
en que la definición filosófica de la persona como individuo racional y la
definición teológica de la persona como imagen de Dios están vinculadas
en la historia del pensamiento desde san Agustín; sin que por ello seamos
conducidos a confundir razón y Revelación. Más aún, toda la historia
del término persona muestra que éste fue alejado de sus significaciones
puramente teatrales y jurídicas gracias a las controversias cristológicas y
trinitarias. Poco a poco la palabra «persona» fue tomando otra significa-
ción que la de «personaje» o de «sujeto del derecho», para designar un ser
en relación cuya esencia se confunde con su capacidad de responder de
sí mismo y de responder a otras personas. De Tertuliano a Lucero, nos
alejamos de la idea de una definición de la persona por su lugar en la
jerarquía social y en la jerarquía de las cosas del mundo, para desarrollar
un concepto propiamente cristiano de persona que, de esta manera, no
depende únicamente de la teología revelada, sino que pertenece igual-
mente a la filosofía natural. En el pensamiento moderno, por ejemplo
La carne
Contra la concepción formal de la persona, es preciso recordar que la
persona ha sido definida como una hipóstasis o, según la expresión de
Boecio, como «una sustancia individual de naturaleza racional»: hablar de
una persona no es solo hablar de un individuo, que es un ejemplar de la
especie, sino de este hombre-aquí, Sócrates o Moisés, en carne y hueso.
La persona, como lo dice santo Tomás de Aquino, no es el alma sola, ella
es indisociable de su carne. No hay persona sin carne, y la carne mani-
fiesta en primer lugar, y al mismo tiempo, que la persona debe dominarse
por cuanto ella misma desborda sus propias capacidades: es más de lo
que puede mantener en ella. Ya la filosofía medieval despliega toda una
reflexión sobre la dignidad del hombre como ser carnal, en la medida en
La persona como creatura 167
Las pasiones
Ya el análisis de la carne indicó la paradoja de la persona humana: no pue-
de sustraerse a lo que le afecta, no tiene la libertad de ser tocada o de no
ser tocada, pero en esta pasividad puede aún actuar por sí misma, puesto
que es ella quien siente y resiste, y desde este punto de vista la sensibilidad
es también un lugar de actividad, y, por tanto, un lugar de la vida ética.
El análisis de las pasiones confirma que el proceso de personalización no
presupone la puesta entre paréntesis de los motivos de la sensibilidad,
sino que muy por el contrario. Ciertamente, yo no puedo ni escapar de
una pasión (no se puede huir de la tristeza), ni provocar una pasión (una
cólera voluntaria permanece una cólera fingida). Aquí también la expe-
riencia de sí mismo es primeramente la experiencia de su nada, puesto que
se trata de una experiencia que me toma invadiéndome sin que entonces
pueda hacer algo. La pasión como situación concreta de la existencia dice
primero la imposibilidad de escapar de sí mismo y de lo que nos toca.
Así, la persona humana se comprende como un ser que está expuesto «en
persona» a una pasión que ella no decide, que no es una posibilidad que
ella se da. Si la persona no es solamente un animal racional, es porque
el término de persona deja ver que la verdadera diferencia específica del
hombre consiste en poder ser afectado por otra cosa que él mismo y en
descubrirse en esta afección. En el placer y el sufrimiento, en la alegría y la
pena, la persona está a la vez expuesta a lo que no es ella y a su porvenir,
es decir a una posibilidad de ser que ella misma no se da, sino que surge
del encuentro mismo. El temor que experimento por mi hijo no es lo
que produzco; si así fuera, no sería sino un fantasma. En él se trata más
bien de una inquietud vinculada a una responsabilidad recibida, en la que
descubro posibilidades que no imaginaba que me pertenecían. El verda-
dero padre es aquel que tiembla por sus hijos, y se encuentra intimado a
decidir sobre el sentido de este temor. Yo soy mi temor, nadie más puede
experimentarlo en mi lugar. Y es en este temor que puedo acceder a la in-
teligencia de mi responsabilidad por mi hijo: no es el temor quien enuncia
la responsabilidad, pero es lo que hace que me vuelque enteramente, en
persona, a mi tarea de padre. Más aún, hace que mi responsabilidad sea
respecto de este hijo y no una simple particularización de una responsa-
bilidad general de padre.
170 Emmanuel Housset
La memoria
La memoria es regularmente considerada, desde Locke, como el lugar pri-
vilegiado de la construcción de la identidad personal, en la medida en que
se trata no de retener todo de uno mismo, sino de producir uno mismo la
novela de su vida, de contarse una historia soportable de manera de poder
examinar el porvenir. Considerada así, la memoria aparece las más de las
veces como el lugar por excelencia de la posesión de sí, y el trabajo de
memoria como la tarea, siempre por recomenzar, de mantenerse del todo
a sí. La idea misma de un «deber de memoria», tan valorada por Ricoeur,
contiene la tesis de que la memoria es primeramente una producción del
«yo», una constitución activa del pasado, que es la constitución de una
interioridad cerrada, en forma de abrigo de cara al mundo exterior. Dicho
de otro modo, la concepción esencialmente reflexiva de la memoria en
la filosofía moderna hace de ella un lugar de señorío, donde se trata más
de producir un «personaje» que de comprenderse verdaderamente como
Suma teológica, I, q81, a3.
Suma teológica, III, q14, a2.
Autrement qu’être ou au-delà de l’essence (Nijhoff, Dordrecht 31986), p.120.
172 Emmanuel Housset
persona. Ahora bien, tal vez la memoria sea algo distinto a una manera de
mantenerse y recordarse, y que aquí también la experiencia de sí sea prime-
ramente aquella de su nada. Frente a esta concepción «moderna» de la per-
sona fundada en la memoria reflexiva, resulta útil volverse a san Agustín, a
su puesta en evidencia de la naturaleza transitiva de la memoria, haciendo
así de ésta un lugar de inquietud. En efecto, para san Agustín es la memoria
de Dios, es decir la presencia inolvidable de Dios en nosotros, lo que abre
la posibilidad de una presencia a sí: en la memoria, en lo más íntimo de uno
mismo, no se descubre un fondo que sería ya mío; y esto, porque hay una
inquietud que es la vida misma de la interioridad. La memoria, entonces, es
también la experiencia de un exceso, el exceso de aquello que uno es res-
pecto a lo que uno se da, y respecto al lugar de uno en el mundo. Y la obra
de las Confesiones consiste precisamente en mostrar esto tanto en su fondo
como en su forma: lo más propio de sí mismo no son las construcciones
de la inteligencia o la voluntad propias, sino aquello que se revela de sí en la
acogida de lo inimaginable de Dios. San Agustín no es verdaderamente él
mismo sino cuando deja escuchar y hablar a Dios en él. Volviéndose hacia
sí mismo, el espíritu humano descubre la inmensidad interior de su memo-
ria, y descubre al mismo tiempo que no está encerrado en una identidad
estable y que puede advenir más allá de las posibilidades que ya porta. En
su memoria, el hombre es puesto en cuestión por aquello que le excede, y
puede entonces ponerse en cuestión y comenzar así el proceso de persona-
lización. Sólo hay verdadero despertar a sí en el estupor experimentado de
cara al abismo de la memoria. Y este estupor no cesa. Muy por el contrario,
él no deja de crecer con la realización de sí. Es lo que muestra san Agustín:
la memoria no es primeramente un lugar de conocimiento del pasado de
sí, sino la posibilidad de abrirse a los proyectos que Dios tiene para uno.
Desde entonces, la memoria no tiene nada que ver con una ciudadela in-
terior, sino que ella es la posibilidad de dejarse iluminar por una verdad
que no nos pertenece, es la capacidad de ser por algo otro que sí mismo.
Igualmente, Heidegger sostiene esto con fuerza: «Inicialmente ‘memoria’
no significa del todo ‘facultad de recordar’. La palabra designa el alma en-
tera en el sentido de la reunión interior constante ante aquello que se dirige
esencialmente a su sentimiento»10.
De lo que se trata, entonces, es de determinar aquello que en nosotros
es propiamente inolvidable y nos da el reunirnos del lado de sí, tal como
el amor que nos es entregado y la conciencia de mortalidad. Es necesario,
Qu’appelle-t-on penser? (PUF; Quadrige, Paris, 1992), p.146.
10
La persona como creatura 173
incluso, ser capaz de olvidar todo para recordarnos del amor que nos da el
ser, pues es esta memoria la que es propiamente activa y unifica el pasado
y el presente abriendo a un provenir. De esta manera, al tomar conciencia
de su nada, el hombre recibe su verdadero rostro, aquel de humildad, y
la verdadera interioridad consiste en decir una verdad que ella no puede
contener. Es así que, lejos de retirarnos nuestras posibilidades de acción,
la conciencia de nuestra nada reconduce a la tarea propia, a la cual esta-
mos personalmente llamados y constituye nuestra libertad concreta. Por
tanto, la persona como creatura es el hombre liberado de sí mismo que
encuentra su posibilidad de ser a partir de aquello que le llama, sin que
la extranjeridad consigo mismo pueda ser plenamente abolida. Conse-
cuentemente, el fin de la memoria no es la auto-transparencia pura del sí
mismo, y es la tarea de realizar su vocación propia lo que da su sentido
verdadero al dominio de sí en la memoria.
La historicidad
No hay personalidad sin historicidad, y ser, para una persona, es estar
entramado en historias. Sin embargo, en esto se trata todavía de saber si
ser histórico, para la persona, se identifica con el proyecto de una deter-
minación siempre más perfecta de su lugar en la historia; o bien, si ser
histórico significa ser por las personas que nos han precedido y para las
personas presentes y futuras de las que se es responsable. Todo hombre se
sabe de una manera más o menos clara existiendo en la unidad de una his-
toricidad, es decir como perteneciente a un pasado común y a un proyec-
to común. Ahora bien, una verdadera consideración de esta historicidad
conduce a no atenerse a una determinación formal de la persona. Sólo
así será posible comprender como cada persona recibe de cierta manera
sus posibilidades de ser de su historia. Es comprendiendo la historicidad
como el suelo de toda personalización que cada persona puede compren-
derse como miembro de una comunidad fundada en la participación de
los bienes infinitos, que la sacan de la sola consideración de las metas
finitas de su existencia singular. Dicho de otro modo, no es a partir de la
sola reflexividad egológica que el hombre puede devenir verdaderamente
una persona, sino solamente en una meditación histórica que le permita
comprenderse como heredero. Se trate de una herencia fácil o dolorosa de
cargar: la presencia a sí es indisociable de un presente histórico. Husserl
describe esta historicidad fundamental de la subjetividad en El origen de
la geometría, mostrando la necesidad de no separar explicación histórica y
174 Emmanuel Housset
tal o cual oficio, yo debo aprender a dar a esto una significación universal.
Como ya lo decía Platón con el mito de Er, incluso aquel que no elige su
vida, elige al menos llevarla con virtud o no; y la personalidad es la capa-
cidad de hacer de la necesidad misma un lugar de libertad. La génesis per-
sonal es, de esta manera, a la vez una génesis pasiva y una génesis activa,
puesto que hay una intención que contiene un deber que es presente a la
conciencia, la que se trata, sin embargo, de asumir. Una vez más, contra
la sedicente «evidencia» de la definición kantiana de la persona, de lo que
se trata es de reconocer a partir de la historicidad concreta de la persona
que no hay génesis activa, ligada a la autodeterminación del sujeto, sin una
génesis pasiva ligada a toda una herencia que contiene una idea normativa.
Para el pensamiento cristiano, la vocación es lo que el hombre recibe en
el momento de la creación, que no desaparece con el pecado, pero que
supone un consentimiento, incluso si este consentimiento es ya un efecto
de la gracia. En esto también reencontramos los dos caracteres de la crea-
tura, relación y nada, en la medida en que comprenderse como persona es
querer un fin interpersonal en la conciencia de su deuda infinita en tanto
que heredera. No se deviene una persona más que descubriendo en su
vocación el exceso de aquello que uno puede en relación con aquello que
uno se da. La persona no es un sujeto vacío que podría devenir del todo
en una libertad infinita, sino un ser concreto hecho de historias, y que se
abre a sus posibilidades a partir de una tarea que le es confiada por los
otros hombres. Ahora bien, no es posible vivir para esta tarea más que en
la conciencia de lo que envía, tal es nuestra existencia finita de creatura.
El amor
La última dimensión que conduce a definir la persona como creatura,
dando a este término una significación trascendental, es el amor, en la
medida en que el amor es incompatible con la definición kantiana de la
persona por la autonomía. En efecto, el amor pone en evidencia muy cla-
ramente no una actividad en la pasividad, sino más bien una pasividad en
la actividad. Y esto parece definir la génesis personal, pues la persona es
primeramente quien sabe dejar manifestarse lo que la excede, y que sabe
responder sin hacerse el juez, la medida, de aquello que se da. Mientras
que el «sujeto» es lo que se pone él mismo como «yo» hasta en su vida
pasiva, la persona vive del reencuentro siempre inesperado del mundo.
Ahora bien, jamás es el «yo» quien ama, y el «yo te amo» es siempre una
palabra inauténtica, pues el amor en sí no es lo que uno produce, y es una
176 Emmanuel Housset
Patricio Ventura-Juncá
Centro de Bioética
Pontificia Universidad Católica de Chile
Benedicto XVI en Caritas in Veritate, 74. Ver también Juan Pablo II: Discurso en
Congregación para la Doctrina de la Fe: Instrucción Dignitas Personae, 2008, 5.
Congregación para la Doctrina de la Fe: Instrucción Donum Vitae, 1987, 5.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 181
«Reconocemos que los aspectos éticos que surgen del rápido avance de la ciencia y
En estricto rigor, sólo se debería hablar de CME cuando éstas ya han sido extraídas del
embrión y cultivadas in vitro, o producidas por alguna otra vía. Mientras se encuentran
dentro del embrión, se las debería llamar simplemente «células pluripotenciales». No
obstante, en el lenguaje habitual no siempre se hace la distinción entre ambas.
Hablar de «organismo humano» responde a la perspectiva propiamente científica
(cf. S. Gilbert, «Fertilization: Beginning a New Organism», en Developmental Biology,
8th Edition Sinauer Associates Inc., 2006); mientras que la relevancia de ser o no
«persona» es un tema de la filosofía y la teología. A pesar de que en este artículo usa-
remos mayormente el término «organismo humano» o simplemente «organismo»,
conviene, ya en la introducción, establecer que la razón última por la que la bioética
se ocupa de este tema es el respeto a la persona.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 183
1. Precisiones conceptuales
Para comprender la necesidad de encontrar nuevos criterios que deter-
minen la existencia de un organismo humano, hay que explicar o precisar
algunos conceptos biológicos claves para este problema. Comenzaremos
con el de organismo; luego el de clonación, que fue el que puso el tema
del desde cuándo hay un organismo si éste se ha producido por esta vía; en
tercer lugar el de las CME, que dio urgencia a esta discusión; y termina-
remos explicando la técnica ANT-OAR, la que utilizaremos como instru-
mento de análisis para mostrar las diversas aristas de este tema y alcanzar
conclusiones prácticas y generales.
Cf. Declaración De abortu procurato, 18 de noviembre de 1974, 12 y 13; Encíclica
Cf. A. Vigo, Aristóteles. Una Introducción (Instituto de Estudios de la Sociedad, Santia-
go 2007), p. 99.
Actualmente, con el desarrollo de la biotecnología, surge una dificultad para estable-
cer a la nutrición y a la vida como condiciones suficientes para el reconocimiento
de un organismo. Los cultivos celulares y los órganos extraídos para trasplantes son
entes vivos que tienen la capacidad de nutrición, pero que evidentemente no son
organismos sino sólo partes de éstos artificialmente mantenidas con vida.
10
Aristóteles: Movimiento de los animales, Introducción, traducción y notas de E. Jimé-
nez Sánchez-Escariche y A. Alonso Miguel, Ed. Gredos, Madrid, 2000, p. 316
(703a28-703b3).
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 185
354E.El problema,
HAECKEL como
, The Evolution yavol.
of Man se 1ha(pp.dicho, surge
53-54), Watts con
& CO. la clonación,
17 Johnson's un avance
Court, Fleet
asombroso de la biotecnología que demostró que la vida de un nuevo
Street, London, E.C.1912. Online version Project Gutenberg eBooks 2004-09-0.
355 Por ejemplo, LIPPINCOTT, WILLIAMS & WILKINS: Langman’s Medical Embriology, 2000: «El
organismo
desarrollo de un no individuo
sólo se comienza
puede iniciar a través de
con la fecundación, la fecundación,
fenómeno por el cual unsino que
también se podía producir por medio de otros procedimientos
espermatozoide del varón y el ovocito de la mujer se unen para dar origen a un nuevo
organismo, el cigoto». Otro texto importante es S. GILBERT, «Fertilization; Beginning a New
artificiales.
El tema,enaunque
Organism», ya Biology
Developmental se conocía
(cap. 7), yaen el ámbito de la ciencia con respecto a
citado.
otras especies , saltó a la luz pública en 1997 con la creación, vía SCNT,
356Evangelium Vitae, 16
60.
16
Por ejemplo, R. Briggs y T. J. King, «Transplantation of Living Nuclei from Blastula
Cells into Enucleated Frog’s Eggs», Proc. Nat. Acad. Sci. 38, pp. 455-463, (1952); o J.
B. Gurdon, R. A. Laskey y O. R. Reeves, «The Developmental Capacity of Nuclei
Transplanted from Keratinized Skin Cells of Adult Frogs», J. Embryol. Exp. Morph.
34, pp. 93-112 (1975).
17
Cf. I. Wilmut, A.E. Schnieke, J. McWhir, A.J. Kind, K. H. Campbell, «Viable
Offspring Derived from Fetal and Adult Mammalian Cells», Nature, Feb 27, 1997;
385(6619):810-3. En la actualidad, el procedimiento se ha reproducido al menos en
otras 15 especies de mamíferos: conejos, ratas, vacas, caballos, etc. K. H. Campbell, R.
Alberio, I. Choi, P. Fisher, D.R. Kelly, J. H. Lee, W. Maalouf, «Cloning: Eight Years
after Dolly», Reprod Domest Anim. 40, n. 4 (2005), pp. 256-268. Recientemente también
se ha publicado por primera vez la clonación de seres humanos (aunque hasta la fecha
no hay comunicaciones de que de estos embriones se haya logrado extraer y cultivar
CME). Cf. French, A. J., Adams, C. A., Anderson, L. S., Kitchen, J. R., Hughes, M. R.,
Wood, S. H.: «Development of Human Cloned Blastocysts following Somatic Cell
Nuclear Transfer with Adult Fibroblasts», Stem Cells 26, n. 2 (2008): pp. 485-493.
188 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
19
Ésta ha sido una de las grandes hazañas de la ciencia y tecnología del último tiempo.
En 1981, Evans (Evans, M. J. y Kaufman, M. H.: «Establishment in Culture of Plu-
ripotential Cells from Mouse Embryos», Nature 292 (1981): pp. 154-156) y Martin
(Martin, G. R.: «Isolation of a Pluripotent Cell Line from Early Mouse Embryos
Cultured in Medium Conditioned by Teratocarcinoma Stem Cells», PNAS 78 n. 12
(1981): pp. 7634-7638), en dos estudios independientes, lograron por primera vez
extraer células del macizo celular interno de un embrión de ratón y cultivarlas in vitro.
En 1998, Thompson y col. realizaron lo mismo a partir de un blastocisto humano
(Thomson, J. A., Itskovitz-Eldor, J., Shapiro, S. S., Waknitz, M. A., Swiergiel, J. J.,
Marshall, V. S., y Jones, J. M.: «Embryonic Stem Cell Lines Derived from Human
Blastocysts», Science 282 (5391), (1998): pp. 1145-1147). Martin Evans obtuvo el pre-
mio Nobel de Medicina en el año 2007.
20
Como veremos más adelante, ya existen alternativas para producir CME sin necesi-
dad de destruir embriones humanos.
190 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
Ahora bien, las CME son células pluri-potenciales por cuanto tienen la capacidad de
formar cualquier tejido del organismo. En vistas a nuestra discusión, sin embargo, es
Ahora
esencial bien, las
distinguirlas de CME soncélulas
las llamadas células pluri-potenciales
toti-potenciales, por
que son las quecuanto
tienen latienen la
capacidad de formar cualquier tejido del organismo. En vistas
capacidad de formar un nuevo organismo (y no sólo «algún tejido» de éste), a nuestra
i.e. en la
fecundación natural: el cigoto. En consecuencia, una célula totipotente se identifica con
discusión,
el inicio de un nuevo organismo; una célula es totipotente porque es ya un organismo células
sin embargo, es esencial distinguirlas de las llamadas
entero (toti – todo). El cigoto, a diferencia de cualquier otra célula, tiene la capacidad o
21
Cf. «Embryonic
potencia intrínseca de Stem Cells»,
desarrollar cap.
todo 1, por J. Yenu la
el organismo y J.A.
medidaThomson en:encuentre
en que se http://stemcells.
en el medio adecuado. Las células pluripotenciales, como son las CME,
nih.gov/staticresources/info/scireport/PDFs/Regenerative_Medicine_2006.pdf no tienen esta
capacidad: no son cigotos, no son personas; y su utilización terapéutica no presenta, en
sí misma, ninguna objeción moral.
No obstante, hay que advertir que el término «célula totipotencial» se usa con
frecuencia para denominar a todas las células que forman el embrión en sus primeros
días (los blastómeros). Esta ambigüedad puede inducir a un grave error, pues
significaría que en estas primeras etapas de desarrollo el embrión estaría formado por
363
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 191
22
Cf. B. Smith, B. Brogaard, «Sixteen days», J Med Philos. 2003 28(1): pp. 45-78. Este
argumento es rebatido por G. Damschen, A. Gómez-Lobo y D. Schönecker en
«Sixteen Days? A Reply to B. Smith and B. Brogaard on the Beginning of Human
Individuals», J Med Philos. 2006 31(2): pp. 165-175. Una objeción concreta es la que
realiza A. Gómez-Lobo, en «Aristóteles y una disputa bioética», Estudios Públicos 102,
2006, pp. 28-42; donde básicamente arguye que la identidad actual de una célula no
implica su identidad previa. Vale decir, que una célula sea ahora totipotente no signi-
fica que antes de separarse del blastocisto también lo era (como un cadáver o cuerpo
inerte no implica que éste antes no estuviera vivo).
23
Los mecanismos moleculares que controlan la totipotencialidad no son aún bien
comprendidos por la ciencia. Cf. R. Ciosk, M. DePalma, J. R. Priess, «Translational
Regulators Maintain Totipotency in the Caenorhabditis Elegans Germline», Science
311(5762), (2006): pp. 851-853; y también J. M. Pagano, B. M. Farley, K. I. Essien,
S. P. Ryder, «RNA Recognition by the Embryonic Cell Fate Determinant and Ger-
mline Totipotency Factor MEX-3», Proc Natl Acad Sci U. S. A., Nov. 13, 2009. Para
el caso de la gemelación, en consecuencia, la Biología todavía no puede dar una res-
puesta precisa, pero sí se sabe que en su primera etapa de desarrollo los blastómeros,
al desprenderse del embrión, tienen la capacidad de reprogramarse para constituir un
nuevo organismo.
192 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
acuerdo con cuál de los genes que contiene su DNA se está expresando. Una epimu-
369 Cf. A. MEISSNER, R. JAENISCH, «Generation of Nuclear Transfer-derived Pluripotent ES Cells
from Cloned Cdx2-deficient Blastocysts», Nature 439 (7073) (2006): pp. 212-215. El gen Cdx2 es
tación, que es el instrumento del que pretende servirse la ANT, consiste precisamen-
te en alterar la expresión de los genes necesarios para que la célula sea totipotencial
o, como se ha dicho, un embrión humano. La epimutación no es lo mismo que una
mutación genética. De hecho, en el proceso del desarrollo embrionario se va pro-
duciendo la diferenciación de sus células pluripotenciales en las más diversas células
de los tejidos del organismo; pero todas mantienen el mismo genoma. No hay mu-
194 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
taciones, pero sí cambian su estado epigenético. Esto quiere decir que el proceso de
diferenciación celular es epigenético.
28
Cf. A. Meissner, R. Jaenisch, «Generation of Nuclear Transfer-derived Pluripotent
ES Cells from Cloned Cdx2-deficient Blastocysts», Nature 439 (7073) (2006): pp.
212-215. El gen Cdx2 es principalmente responsable del desarrollo del trofoblasto,
indispensable para la implantación del embrión.
29
El principal «test de pluripotencialidad» es la inyección de estas células obtenidas por
ANT en un blastocisto normal –en el caso de este experimento, el de un ratón– que
luego se desarrolla como un ratón quimera. Esto es, aquel en el que las células de los
diferentes tejidos provienen tanto de sus células pluripotenciales como de las CME
inyectadas. Normalmente se trata de que sean cepas de diverso color para que resulte
fácil comprobar el origen diverso de sus células. El test es científico, empírico, lo que
implica una verificación de hecho: su resultado sólo se puede conocer a posteriori, tras
el desarrollo del ente producido.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 195
32
M.J. Boland, J.L. Hazen, K.L. Nazor, A.R. Rodriguez, W. Gifford, G. Martin, S.
Kupriyanov, K.K. Baldwin, «Adult Mice Generated from Induced Pluripotent Stem
Cells», Nature. Sep 3 (2009); 461(7260):91-94.
33
Z. Kou, L. Kang, Y. Yuan, Y. Tao, Y. Zhang, T. Wu, J. He, J. Wang, Z. Liu, S. Gao,
«Mice Cloned from Induced Pluripotent Stem Cells (iPSC)», Biol Reprod. (2010), Apr
28.
34
Cf. Y. Chung, C.E. Bishop, N.R. Treff, y col., «Reprogramming of Human Somatic
Cells Using Human and Animal Oocytes», Cloning Stem Cells 11 n. 2 (2009): pp. 213-
223. Ya se han realizado los primeros estudios de transferencia nuclear de células
adultas humanas a óvulos enucleados animales.
35
Con esta última, de hecho, ya se ha logrado producir CME en humanos. Cf. T. A.
Brevini, F. Gandolfi, «Parthenotes as a Source of Embryonic Stem Cells», Cell Pro-
lif. 41 Suppl. 1 (2008): pp. 20-30.
36
Cf. F. Chomali, Bioética…, pp. 227-235.
198 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
2. El debate
La discusión que expondremos se realizó principalmente durante el año
2005, en la revista Communio, entre algunos expertos que defendían la
ANT-OAR como una técnica moralmente lícita para la obtención de
CME –tales como Nicanor Austriaco, Christian Brugger y W. B. Hurlbut
(autor de la propuesta original)– y otros –como Adrian J. Walker, David L.
Schindler y José Granados– que se oponían al procedimiento afirmando
que su producto era un embrión humano desde el principio, i.e. desde la
fusión del núcleo de la célula somática con el ovocito enucleado. El pro-
blema, entonces, no estaba en el concepto general de organismo ni su re-
conocimiento en caso de la fecundación, sino en la búsqueda de criterios
y signos ciertos para poder reconocer al organismo humano unicelular en
el caso de nuevos tipos de producción artificial, y poder con ello defender
su dignidad.
A lo largo del debate se fueron dando diversos criterios de reconoci-
miento, que fueron cuestionados y forzados a encontrar más y mejores
argumentos para su defensa. De este modo se fue generando un fructífe-
ro «diálogo cooperativo» donde las propuestas, contrastes y refutaciones
obligaron a precisar y justificar, tanto desde el ámbito empírico como el
filosófico, los índices propuestos. El debate obviamente ha ido creciendo
en complejidad, pero también ha demostrado que sólo en este encuentro
y desencuentro de opiniones y en el espacio de la cooperación interdis-
ciplinar, va a ser posible alcanzar alguna posición compartida que, al me-
nos con el actual estado del conocimiento científico, otorgue un marco
orientativo para las posturas que inevitablemente debe tomar la bioética
respecto de los rápidos avances de la biotecnología. En la discusión que
expondremos los cinco criterios más relevantes para reconocer a un orga-
nismo humano unicelular artificialmente producido fueron:
a) La fusión del núcleo con el óvulo enucleado en la SCNT, que equival-
dría a la fusión del espermatozoide con el óvulo en la fecundación
b) La posesión de un genoma humano razonablemente completo
c) La procedencia del ente vivo generado
d) El estado epigenético del cigoto
e) La capacidad de expresarse como organismo y de desarrollo
autodirigido
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 199
37
A. Walker, «Altered Nuclear Transfer: A Philosophical Critique», Communio: Interna-
tional Catholic Review 31 (2005), pp. 649-684: p. 656. También dice: «Podemos formu-
lar el siguiente criterio para establecer el status de organismo: Todo lo que X requiere
para ser considerado un organismo humano en su sentido esencial, es haber llegado
a ser a través de la fecundación. Nótese que la fecundación es, o coincide con, el
evento en el que un nuevo genoma humano es constituido por el número correcto
de cromosomas derivados del hombre y la mujer» (p. 664 n. 34).
38
D. Schindler, «A Response to the Joint Statement, «Production of Pluripotent Stem
Cells by Oocyte Assisted Reprogramming’», Communio: International Catholic Review 32
200 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
(2005), pp. 369-380: p. 373. Habría que precisar, sin embargo, que la encíclica de Juan
Pablo II sólo se refiere al caso de la fecundación y no menciona el de la clonación.
39
Según Schindler lo que los proponentes de la OAR llaman «reprogramación epige-
nética» del núcleo de una célula somática en el ovocito enucleado debería llamarse,
para una mayor precisión, una «modificación planificada del desarrollo del conceptus
humano a través de métodos artificiales» (ibid., p. 371).
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 201
40
Cf. N. Austriaco, «Altered Nuclear Transfer. A Critique of a Critique», Communio:
International Catholic Review 32 (2005), pp. 172-176: p. 173. Austriaco agrega que la
transferencia del genoma humano razonablemente completo no basta porque «[El]
ovocito también tiene que ser capaz de reprogramar el genoma transferido, trans-
formando aquel genoma en el que sólo se expresan los genes propios del tipo de
célula del donante –por ejemplo una célula hepática– a otro donde sólo se expresen
los genes asociados a un embrión humano unicelular. Este segundo evento –la re-
programación del genoma humano al estado epigenético asociado al embrión– es el
evento esencial para la constitución de un nuevo organismo humano» (p. 174).
41
La no-instantaneidad, o el reconocimiento de que esta reprogramación es un proce-
so que lleva tiempo, es un hecho que ya se comprobó empíricamente con el test de
pluripotencialidad realizado en ratones, ya descrito.
202 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
42
Cf. C. Brugger, «ANT-OAR: A Morally Acceptably Means for Deriving Pluripotent
Stem Cells. A Reply to Criticisms», Communio: International Catholic Review 32 (2005),
pp. 753-769. Brugger ahonda en su crítica: «Si la ANT-OAR produjera un embrión
humano, entonces la entidad creada tendría que estar, o pasar por, un estado epi-
genético de totipotencialidad. Pero el producto de la ANT-OAR nunca es totipoten-
cial ni pasa por ese estado». Y apuntando particularmente a Schindler, quien señala
que la ANT-OAR es una «concepción imitada» y no considera relevante si la célula
producida es pluri o totipotente desde su inicio, o si requiere tiempo para serlo, ya
que de todos modos sería un embrión, afirma: «Esto contradice las evidencias cientí-
ficas. Un embrión unicelular es totipotente por definición» (pp. 762-763).
43
Ibid.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 203
44
R. Colombo, «Altered Nuclear Transfer as an Alternative Way to Human Embryonic
Stem Cells: Biological and Moral Notes», Communio: International Catholic Review 31
(2004), pp. 645-648: p. 646. «Por último –dice– pero no menos relevante, lo que aquí
está en juego [i.e. la vida de un ser humano] es algo tan importante que, desde la per-
spectiva de la obligación moral, la mera probabilidad de que en el proceso de la ANT
se vea implicado un embrión humano basta para justificar una prohibición clara y
absoluta del uso de esta biotecnología (cf. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 60)».
45
No se puede afirmar que un nuevo organismo comienza con el proceso de des-di-
ferenciación que se inicia al momento de la fusión del núcleo somático con el óvulo
enucleado. Lo propio de un nuevo organismo es su capacidad integrada para desa-
rrollarse a través de un proceso de diferenciación y organización.
204 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
47
Cf. A. Vigo, Aristóteles…, pp. 72-73. En general, en este autor nos apoyaremos para
las precisiones de la doctrina aristotélica.
48
A. Vigo, Aristóteles…, p. 73.
49
Este argumento sí es esgrimido, en cambio, por quienes niegan la calidad de per-
sona al embrión, arguyendo algunos que tras la fecundación sólo hay «un conjunto
de células».
206 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
50
Cf. J. Granados, «ANT-OAR: Is its Underlying Philosophy or Biology Sound?»
Communio: International Catholic Review 32 (2005), pp. 724-743. En la p. 737 dice: «La
reprogramación, una vez que ha empezado con la SCNT, es un paso necesario de
un proceso único que concluirá, teóricamente, con el nacimiento de un niño. … La
dinámica de la célula en estos primeros momentos de reprogramación ya tiende a
posibilitar la formación completa de un ser humano. La actividad misma de repro-
gramar expresa la existencia actual de un sistema que funciona en vistas a un objetivo
único. Establecer que sólo hay organismo humano en el momento en que se ha al-
canzado la totipotencialidad, pero no antes, parece algo artificial y arbitrario. … [La
fusión] es el evento y punto de inicio que gatilla todo el proceso».
51
Cf. J. Granados, «ANT-OAR: Is its Underlying…», p. 737.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 207
Cf. W.B. Hurlbut, «Altered Nuclear Transfer…», Por otro lado, en el tiempo en que
52
que han demostrado que esta técnica sí es posible (cf. K. Takahashi y S. Yamanaka
(2006), ya citado).
53
Cf. A. Walker, «Altered Nuclear Transfer: A Philosophical Critique», Communio: In-
ternational Catholic Review 31 (2005), pp. 649-684. Este autor dice que la ANT ha sido
explícitamente propuesta como una «solución tecnológica ante un impasse moral»;
es decir, una forma inmediata (o «de emergencia») para enfrentar un estancamiento
político. Y con el término «inmediata» se refiere a que la ANT se basa en técnicas ya
existentes de transferencia nuclear, y no en técnicas deseables pero aún no existentes
como podría ser la regresión de células somáticas adultas a un estado pluripotencial
(p. 665).
54
C. Brugger, «ANT-OAR: A Morally…», p. 762.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 209
pero la genética muestra que el desarrollo es posible, vale decir, que «hay
ya un ser capaz de desarrollo»59, es que la célula producida (organismo
humano, según él) es la causa de sus diversos estado epigenéticos. Por
consiguiente, la epigenética no tendría ningún poder constitutivo, y no
cabría identificar la presencia de un nuevo organismo humano por su
estado epigenético, que para los promotores de la ANT-OAR equivaldría al
de una célula totipotencial.
En la misma línea Schindler critica la sobre-importancia que se estaría
dando a la epigenética para determinar la naturaleza de una célula (y con
ello establecer que lo que hace que el cigoto sea cigoto es la totipotencia-
lidad, asociada a determinada activación de genes). Según éste, la epige-
nética no puede nunca ser la causa primera de un organismo sino sólo la
expresión de un ser orgánico ya existente, cuyo origen tiene que buscar-
se en una producción instantánea y completa llamada «concepción». La
epigenética no puede ser constitutiva; sólo determina la manifestación
fenoménica de una célula cuya identidad ontológica o sustancial ya está
dada. La actualidad del organismo es ontológicamente previa a la acti-
vidad coordinada de sus partes60. Por tanto, señala Schindler, intervenir
en el proceso de des-diferenciación (en el que ya habría un organismo
constituido) no cambiaría la identidad sustancial de la célula sino que sólo
bloquearía su reconocimiento61.
Frente a estos sólidos argumentos –los genes indudablemente son on-
tológicamente previos a su activación–, quienes se inclinan por priorizar la
epigenética (o la identificación del embrión con la célula totipotencial) ma-
tizan su postura, aceptando que si bien el estado epigenético no determina la
identidad ontológica de la célula (no la constituye en organismo), sí es una
59
A. Walker, «Altered…», p. 664.
60
Cf. D. Schindler, «A Response to the Joint Statement: «Production of Pluripotent
Stem Cells by Oocyte Assisted Reprogramming’», Communio: International Catholic Re-
view 32 (2005): p. 375.
61
Cf. D. Schindler, «Veritatis Splendor and the Foundations of Bioethics: Notes to-
wards an Assessment of ANT and Embryonic (Pluripotent) SC Research», Commu-
nio: International Catholic Review 32 (2005), pp. 195-201. «En resumen, dice, la ANT (en
todas sus formas conocidas) impide el reconocimiento de la naturaleza propia del ser
y del actuar de un organismo en sus expresiones más sutiles y momentos más vul-
nerables, en la medida en que éstos implican más de lo que se puede explícitamente
conocer en términos empíricos y mecánicos, y por tanto en la medida en que ellos
implican un misterio» (p. 199).
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 211
puesto que sólo una célula toti-potencial «alberga todas las instrucciones
necesarias para constituir el cuerpo humano, que contiene alrededor de
100 trillones (1014) de células –una hazaña asombrosa»65. La totipoten-
cialidad es condición necesaria para que exista un embrión con todas las
instrucciones requeridas para que en su desarrollo vaya orientando y dife-
renciando sus células para estructurar los distintos tejidos y órganos que
tienen, cada cual, sus células específicas.
Por tanto, en nuestra opinión, es claro que la formación de un nuevo
organismo en el proceso de la SCNT no es inmediata: no basta la fusión
del núcleo con el óvulo enucleado sino que deben darse las condiciones
biológicas precisas para la actualización de la vida embrionaria. Asimismo,
y aunque no cabe separar a la genética de la epigenética, puesto que la
identidad genómica y la identidad epigenética de un ser están intrínseca-
mente conectadas, sí cabe resaltar que al hablar del «estado epigenético
de una célula» se está hablando de la totalidad pre-programada del estado
«activado», «silenciado» o «para-ser-activado» de los genes del genoma66;
en otras palabras, de la determinación de las potencialidades de tal célula.
Y como toda célula humana requiere un conjunto específico de potencia-
lidades para llevar a cabo el proceso autodirigido del desarrollo orgánico,
si una célula contiene esas potencialidades en su determinación epigenéti-
ca primordial (la totipotencialidad), y no sólo si tiene un genoma humano,
es un embrión humano. Caso contrario, no lo es67.
que es por su esencia68, la que en los seres naturales incluye tanto la forma
como la materia69. La «forma» vendría a ser «la actualidad de un cuerpo
natural que posee la vida en potencia» (De Anima II.1 412a27). Este «po-
seer la vida en potencia» significaría que el sustrato material, en el caso
del organismo humano, debe tener la capacidad de ser actualizado para
vivir del modo específicamente humano («obrar» como tal, en cuanto tie-
ne forma humana y «el obrar sigue al ser»). El sustrato no puede ser una
bola de mármol ni un trozo de madera, sino una materia determinada en
una determinada disposición. En otras palabras, sólo el material orgánico
dispuesto del modo apropiado para el desarrollo humano puede llegar a
ser un ser humano.
Por consiguiente, el fondo de este argumento señala que sólo puede
haber organismo humano allí donde hay una unidad discreta de materia
orgánica que se comporta como organismo humano. Y esa unidad de
materia, que en este caso es una célula cuyos componentes materiales
efectivamente son los de una célula humana, sólo empieza a comportarse
como organismo humano cuando es totipotencial e inicia el proceso de la
embriogénesis. Sólo en ese instante aquella célula que materialmente había
comenzado a existir con un núcleo diferenciado, y que en sus diversas fa-
ses de des-diferenciación fue pasando por distintos estados epigenéticos,
aunque ninguno de ellos análogo al de un organismo humano en su momento constitu-
tivo, puede identificarse con un organismo humano unicelular. El material
orgánico es el sustrato, pero éste no basta para que una célula sea organis-
mo humano (como el mármol de la estatua de Apolo no basta para que
exista la estatua); se requiere también una «forma» humana. ¿Y cuál es o
qué es esa forma? ¿O cómo se adquiere esa forma? Algo intentaremos
decir en lo que sigue, mas por ahora baste con afirmar que la totipoten-
cialidad y el estado epigenético asociado a ella manifiestan la existencia de
68
La «naturaleza», para Aristóteles, es la misma «esencia» en cuanto principio de
operaciones.
69
Lo mismo sucede en los artefactos, como ya vimos, pero de un modo distinto. Ade-
más, según afirma Vigo, para Aristóteles la noción de «naturaleza» (en objetos na-
turales) se debe entender, en sentido primario, como la forma del objeto natural y
no su materia, la cual sólo puede ser considerada como naturaleza del objeto en un
sentido derivativo y secundario (cf. Fís II 1). La importancia de esta afirmación se
comprenderá cuando nos ocupemos de la relación forma/materia del organismo; sin
embargo, en esta sección, sólo trataremos el punto de que «si existe tal forma, existe
tal obrar».
214 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
esa forma, lo que equivale a decir que aquella unidad discreta de materia
orgánica es un organismo humano, como antes no lo era.
Sin embargo, quienes se inclinan por el criterio genético desacreditan
esta interpretación de Aristóteles. Ellos señalan que precisamente lo que
la ANT realiza es alterar la manifestación de las potencias del organismo,
pero con ello no evitan crear organismos humanos sino que sólo crean
organismos (embriones) defectuosos70. Las potencias –afirman– inhieren
sobre naturalezas ya actuales, y no al revés. Para que exista una potencia,
debe antes haber un acto. «Algo» tiene que «ser actualmente» para poder
tener la potencia de realizar alguna acción. Y si esas potencias no están,
puede ser por dos razones: o bien ese «algo» no es de la naturaleza que
habitualmente posee esas potencias (en este caso, no es un organismo
humano); o bien ese «algo» sí es de la naturaleza que habitualmente posee
esas potencias pero en ese ejemplar concreto no las manifiesta porque es
un ejemplar defectuoso (es un organismo humano, pero con un defecto).
El problema, entonces, de tomar a la potencia (i.e. a la toti-potencialidad)
como criterio para determinar la existencia del organismo, es que no per-
mite diferenciar entre no-embriones y embriones defectuosos. En otras
palabras, los «epigenetistas» darían vuelta el principio metafísico aristoté-
lico para afirmar, falazmente, que «el ser sigue al obrar»71.
Pues bien, estos autores no se equivocan al afirmar que el acto es an-
terior a la potencia, que el obrar sigue al ser y que se puede dar el caso de
que no haya «obrar» –por algún defecto en el ejemplar– y sin embargo sí
haya ser. El obrar manifiesta al ser, pero no lo constituye como tal. No
obstante, también es cierto que dado el horizonte cognoscitivo de los
seres humanos, sólo accedemos a la realidad a través de los sentidos; es
decir, sólo podemos conocer las «manifestaciones» de un ser (en términos
amplios: su estructura y su actividad). Si un ente determinado no tiene la
estructura material propia de su especie (por ejemplo, un genoma huma-
no razonablemente completo) ni se comporta en al menos alguna de sus
fases de desarrollo como los organismos típicos de su especie (por ejem-
plo, un cultivo de células no se comporta en ningún momento como un
embrión), no cabría decir que estamos en presencia de un organismo de
esa especie (un ser humano). Por esto dice Brugger que si «el comporta-
70
A. Walker, «Reasonable Doubts…», p. 777; Schindler, D.: «Veritatis Splendor…»,
pp. 195-196.
71
A. Walker, «Reasonable Doubts…», p. 778.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 215
72
C. Brugger, «ANT-OAR: Morally…», p. 764. Dice también que para que un ente
pueda ser identificado como un embrión debe «obrar» como tal: dividirse, diferen-
ciarse, expresar los patrones bioquímicos propios de los embriones humanos. Éstos
son los tests material y temporal que ya habíamos señalado, pero que empíricamente,
por razones éticas, no se pueden aplicar. En el ámbito de la filosofía, en cambio, este
argumento tiene una importancia central para inferencias posteriores.
73
Todas las células del organismo, como ya dijimos, tienen el mismo genoma pero se
distinguen por su estado epigenético, el que determina, de acuerdo con qué proteínas
sintetice, etc., su función. Esa «función» implica su «capacidad de realizarla», esto es,
la célula epidérmica tiene la potencia de estructurarse como tal debido a su estado
epigenético; pero la célula epidérmica no tiene la potencia de estructurarse como
célula lipídica, ni de ningún otro tipo. La «materia» que constituye dicha célula debe
estar dispuesta de tal modo como para que ella ejecute su función; en otras palabras,
debe ser capaz, en primer término, de poder disponerse así (tener los genes nece-
sarios) y, a la vez, de disponerse así (poder activar o silenciar los genes necesarios,
según las «instrucciones» que el organismo como un todo le da, naturalmente). Pues
bien, la célula que constituye al organismo humano unicelular está compuesta por
una materia «dispuesta» del modo requerido como punto de inicio de la embriogé-
nesis, y esa «disposición» es la que se revela en el estado epigenético asociado a la
totipotencialidad.
216 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
74
Cf. J. Gurdon y otros, «Nuclear Reprogramming in Eggs», Nat Med. 15 n. 10 (2009):
pp. 1141-1144. Su estudio sugiere que en sapos y mamíferos esto ocurriría, respec-
tivamente, entre 5 y 20 horas tras la fusión, cuando se aprecia el inicio de la expresión
de nuevos genes en el núcleo transferido.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 217
llan del mismo modo. La forma es «el principio que regula y orienta dicho
proceso de generación y crecimiento, [y] puede decirse que, en el caso de
seres naturales como los seres vivos, la materia misma está sujeta al poder
configurador de la forma: es, pues, la forma, como principio configurador
activo, lo que garantiza la unidad y persistencia del compuesto orgánico,
con su peculiar configuración material y la correspondiente configuración
de sus partes»75.
En el ámbito netamente empírico, la teleología natural de cualquier
viviente sólo se puede conocer a través de la observación de las caracte-
rísticas y el desarrollo de otros individuos normales de la misma especie;
vale decir, a posteriori. Así sabemos, por ejemplo, que el telos natural de una
bellota es ser un roble plenamente desarrollado, con las peculiaridades
propias del roble (tipo de hojas, fases de desarrollo, tiempo de crecimien-
to, etc.). Y esa teleología natural no varía ni aunque la bellota esté sobre
una mesa y jamás llegue a ser roble, ni aunque por algún defecto orgánico
o condición ambiental muera antes de alcanzar su plenitud.
¿Y cuál es la teleología natural, la dirección de desarrollo, de un orga-
nismo humano? Es la de un adulto plenamente desarrollado que llega a
ser tal a través de un proceso que se inicia en la embriogénesis y continúa
en la infancia, juventud, etc., adquiriendo paulatinamente las característi-
cas propias del adulto normal. Ése es su «movimiento natural»; que rea-
liza por sí mismo (naturaleza como causa del movimiento) en virtud de sus
propias características y de las tendencias conectadas con ellas. La realidad
de los procesos que caracterizan a los distintos tipos de seres vivos sólo
pueden explicarse por referencia a los aspectos de potencialidad que en-
tran en la constitución de estos entes; las virtualidades que albergan en sí,
que vienen ya contenidas en su en su forma76.
Ahora bien, para la presente discusión el lapso que hay que examinar
es el de la embriogénesis, sus fases y direccionalidad. Aquí es claro que lo
propio del embrión humano es la diferenciación, organogénesis, división
y multiplicación de células, etc. No forma parte de ella una des-diferen-
ciación nuclear en ésta ni ninguna otra fase de su vida. En consecuencia,
y como lo que caracteriza a la célula producida vía SCNT es precisamente
la des-diferenciación o des-programación del núcleo especializado que se
le introdujo, puede decirse con toda justificación que, al menos mientras
A. Vigo, Aristóteles…, p. 74.
75
dura ese proceso, allí no hay un embrión humano. Hay una célula, viva,
organizada, pero que se mueve en la dirección exactamente opuesta a la
del desarrollo de un organismo humano: no es un individuo de nuestra
especie. No obstante, cuando esa célula alcanza la compleción de ese pro-
ceso y llega a ser una célula totipotencial, sí comienza un proceso igual
al de la embriogénesis natural. Entonces, y sólo entonces, ya habría un
nuevo organismo humano, una persona. El proceso de des-diferenciación
nuclear, por el que idealmente se llegaría a un estado de totipotencialidad,
es la «dirección de desarrollo» propia de la célula intervenida, la actualiza-
ción progresiva de sus propias virtualidades que, evidentemente, difieren
de las de un organismo humano. No se puede decir que es una célula con
«forma» humana (una persona).
Anteriormente vimos que Granados cuestionaba el hecho de que sólo
en el momento de llegar a la totipotencialidad la célula artificial cambia-
ra su naturaleza para convertirse en organismo humano. Su argumento
central era que ésta era organismo humano desde el principio, pero cuya
«teleología natural» comenzaba con la des-diferenciación hasta llegar a la
totipotencialidad, para luego continuar con un proceso de diferenciación.
Cada uno de estos procesos serían sólo fases de un desarrollo continuo.
La totipotencialidad, de acuerdo con este autor, no constituiría un nuevo
evento que diera inicio a otro proceso y produjera un cambio sustancial.
En su argumentación, Granados no parece tomar en cuenta la dife-
rencia que existe entre las llamadas «potencias intrínsecas» y «potencias
extrínsecas» de un ente77, y de allí que no vea un evento en la totipotencia-
lidad. Las «potencias intrínsecas» implican la capacidad de dicho ente para
llevar a cabo su evolución natural, las potencias –instrucciones y ener-
gía– que en sí mismo ya contiene: la bellota, en condiciones normales,
sin mediar intervención externa, sigue desde y por sí misma un curso de
desarrollo que la convierte en roble. La llamada «potencia extrínseca», en
cambio, supone que algún ente en concreto podría llegar a ser otra cosa
pero sólo si es intervenido desde fuera y se interrumpe su desarrollo natu-
ral: un roble puede llegar a ser una mesa, pero sólo si un leñador lo corta
y un carpintero une las tablas fabricando esa mesa. En sí mismo, si se lo
deja seguir con su movimiento natural o curso de desarrollo en dirección
a su fin (telos), el roble jamás será mesa.
77
Cf. M. A. Carrasco, Problemas Contemporáneos de Antropología y Bioética, Instituto de
Estudios de la Sociedad, Chile, 2009, pp. 152-155.
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 219
la que es objeto el núcleo insertado vía SCNT es, por sí misma, prueba
suficiente de que esa célula no es un organismo humano.
Por otro lado, las sustancias tienen un sustrato material que se man-
tiene idéntico a través de sus cambios79; pero ese sustrato material no se
identifica con el sujeto ontológico puesto que, entre las posibilidades de
«cambios» que clasifica Aristóteles, está también el «cambio sustancial»,
los procesos de generación y corrupción (cf. Fís 190b3-10). En estos ca-
sos el sustrato también debe permanecer a lo largo del proceso, pues de
otro modo las cosas surgirían «de la nada». Y en los seres vivos no resulta
tan difícil de explicar la permanencia del sustrato ya que es incluso posi-
ble percibir las partes materiales que preexisten o sobreviven al objeto en
cuestión (por ejemplo la materia que constituye al cadáver es, en principio,
la misma que constituía al ser vivo, aunque obviamente comienza a desor-
ganizarse, no cumplir funciones, etc.)80. De aquí que no sea evidente, des-
de ninguna perspectiva, que el único evento capaz de producir un cambio
sustancial y por ello un organismo humano sea la fusión del núcleo dife-
renciado y el ovocito enucleado, como afirma Granados. En la SCNT se
constituye un sustrato material, pero su «forma» es un tema diferente.
Los defensores de la ANT-OAR, a pesar de no decirlo con claridad,
afirmarían –contra Granados– que en una SCNT existen dos procesos
distintos orientados a distintos fines, de lo que es posible inferir que am-
bos entes (la célula previa a la totipotencialidad y la que comienza la em-
briogénesis tras alcanzar ese estado) poseen una naturaleza diferente: el
primero no es un organismo humano, mientras que el segundo sí lo es.
Esquemáticamente, se podría resumir así: (a) el primer proceso consis-
te en la des-diferenciación del núcleo de una célula artificialmente produ-
cida, orientado a alcanzar el estado propio del cigoto; este proceso sería
condición necesaria para la aparición del organismo humano, pero no
sería una fase del desarrollo de éste (tal como el acercamiento de los es-
permios a un óvulo es condición de la fecundación, pero no es una fase
del desarrollo del embrión81). Y luego, en segundo lugar, (b) el proceso
79
La materia (lo meramente físico) que constituye a un perro, por ejemplo, no cambia
cuando éste se mueve de un lado a otro. Podrá haber cambios locales, funcionales,
etc.; pero la materia sigue siendo la misma.
80
Cf. A. Vigo, Aristóteles…, pp. 71-72.
81
Obviamente, ambos procesos son distintos, pero sí son análogos en cuanto «condi-
ción de posibilidad» de la generación de un individuo humano. El espermatozoide,
se podría decir, tiene la potencia intrínseca de penetrar un óvulo; pero no de llegar a
Urgencia de la Bioética ante la Biotecnología: ¿Cómo identificar... 221
ser un nuevo organismo. De hecho, tras su unión con el óvulo, el espermio deja de
ser un espermio y su «materia» (sólo los componentes materiales que lo constituían
puesto que la «forma» la perdió al penetrar el óvulo y dejar por tanto de ser un es-
permio) pasa a formar parte de una nueva entidad (un cigoto) que sí tiene la potencia
intrínseca de ser un adulto normal. Según esta analogía, la célula creada por SCNT
tiene la potencia intrínseca de llegar a la totipotencialidad; pero no la de ser un adulto
normal de la especie humana porque, al llegar a ese estado, esa célula cumple su telos y
deja de existir.
Hay, sin embargo, ciertos autores contemporáneos (como, por ejemplo, Peter Singer)
que, sin reconocer en el embrión a una persona, intentan hacer una reducción al
absurdo diciendo que si éste lo fuera, los espermios y óvulos también lo serían (cf. P.
Singer, Ética Práctica, Cambridge University Press, 2da ed., trad. Rafael Herrera, pp.
197-198). Pero claramente su argumentación carece de toda plausibilidad.
82
En rigor, en un artefacto no correspondería hablar de «teleología natural», pero
usamos este término con el exclusivo propósito de resaltar el contraste con la
embriogénesis.
222 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
génica bastante típico. Sin embargo, el test último sigue siendo el comportamiento de
la célula, tal como se describió antes con el experimento que resultó en la producción
de ratones quimera.
226 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
4. Consideraciones finales
Concluyendo ya con este trabajo hemos visto que desde la mera ciencia
aún no es posible encontrar un criterio aplicable a priori para identificar a
alteración epigenética previa a la SCNT se pudiese detener el proceso de la des-di-
ferenciación del núcleo somático introducido, sobreactivando, por ejemplo, un gen
comprobadamente incompatible con la totipotencialidad (como el NANOG), sería
posible producir CME sin riesgo de crear y luego desechar personas.
90
Esto no significa que no sea influido por el ambiente, sino que continúa su camino
de desarrollo de acuerdo con sus potencias intrínsecas. La segunda nota fundamental
de todo organismo que el autor menciona es que «la evolución de estos caminos de
desarrollo tiene lugar dentro de un espacio delimitado físicamente». Cf. J. Correa,
«Conferencia dictada en la Pontificia Universidad Católica de Chile», en Ars Medica
vol. 4, n 6, 2002.
228 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
2007.
230 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
Resumen: en las últimas décadas la bioética se ha vuelto un tema crucial para la Iglesia.
La dinámica propia de la técnica, que se auto-propulsa y avanza con independencia
de criterios éticos, amenaza de modo inminente la dignidad humana. En la actuali-
dad ya existe la posibilidad de producir artificialmente seres humanos, incluso sin la
mediación de gametos. Pero lo que no existe son los índices para reconocer cuándo
una célula intervenida sigue siendo sólo una célula –eventualmente pluripotencial y
por tanto con grandes promesas terapéuticas; o cuando ya es una célula totipotencial,
un cigoto, un organismo humano: una persona. Ciencia, filosofía y teología, como
se mostrará en este artículo, se unen en la reflexión bioética para encontrar de modo
urgente esas señales; puesto que la biotecnología sigue avanzando, y hay de tomar
posición sobre sus descubrimientos. La Iglesia no puede callar frente a una posible
producción artificial, instrumentalización y destrucción de personas; que aunque es-
tén en su fase unicelular y hayan llegado al mundo como artefactos, siguen siempre
siendo el reflejo del Rostro de Dios.
Palabras clave: bioética; biotecnología; organismo; persona; células madres; transfe-
rencia nuclear; inicio de la vida.
Abstract: In recent decades, bioethics has become a crucial issue for the church.
The dynamics of such study, which is self-propelled and advances independently of
ethical criteria, is imminently threatening to human dignity. It is now possible to arti-
ficially produce human beings, even without the involvement of gametes. What still
hasn’t been established is an index that recognizes when a manipulated cell is still a
cell –eventually pluripotent and therefore possessing great therapeutic promise– or
when it has become a totipotent cell, a zygote, a human organism, namely a person.
Science, philosophy and technology, as is shown in this paper, come together to
reflect on bioethics in the urgent need to find these signs, given that biotechnology
is still advancing and a position must be taken on its discoveries. The Church cannot
remain silent as it beholds possible artificial production, instrumentalization and
destruction of people who, despite being in the single-cell phase and having come
to the world as artifacts, are still reflections of the face of God.
Key words: bioethics, biotechnology, organism, person, stem cells, nuclear transfer,
beginning of life.
Teología y Vida, Vol. LI (2010), 233-255 233
Introducción
El título de esta presentación supone dos cuestiones fundamentales: que
hay una enseñanza teológica y que hay una pedagogía de la enseñanza teológica.
Lo primero parece ser un hecho indesmentible: enseñamos teología.
Lo segundo, sin embargo, nos plantea una interrogante: ¿cuál es la peda-
gogía que anima nuestra enseñanza teológica? El hecho nos cuestiona.
Dicho de otro modo, nuestra propia enseñanza teológica nos resulta cues-
tionable. Ella no es evidente por sí misma; nos preguntamos por sus con-
diciones y posibilidades; requerimos establecer bajo qué supuestos teóri-
cos y prácticos aquel hecho es viable. Así, entonces, surge una pregunta
del todo inquietante: quizás, no estamos siendo sujetos de una enseñanza
teológica. El hecho que parecía indesmentible –que hay una enseñanza teo-
lógica– ahora, cuando preguntamos por sus condiciones y posibilidades
pedagógicas, también se vuelve objeto de duda.
La mirada pedagógica, por tanto, no debe ser considerada como una
cuestión extrínseca a la enseñanza teológica, puesto que ella nos ayuda a re-
visar críticamente nuestras prácticas de enseñanzas y, así, a determinar si
lo que hacemos es –efectivamente– enseñar. Pero, la mirada crítica de la pe-
dagogía no sólo pregunta críticamente sobre la calidad del proceso mismo
de enseñanza, sino que esta misma pregunta la lleva a indagar –según su
propio objeto formal– por la calidad teológica de ese proceso de enseñanza.
¿Cómo es esto posible?
Para el proceso pedagógico no es indiferente el hecho de que la en-
señanza sea teológica. La pedagogía establece las reglas propias de su pro-
234 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
ustedes se hizo pobre, para que por medio de su pobreza ustedes llegaran
a ser ricos» (2 Cor 8,9). Está a la mano la posibilidad de «espiritualizar» el
sentido de esta afirmación. Sin embargo, el mismo Apóstol sale al paso
de este intento: el ejemplo de Cristo, quien siendo rico se hizo pobre, se
vuelve un imperativo para la práctica de la solidaridad con la comunidad
de Jerusalén (2 Cor 8,7).
La condescendencia divina es tal, porque asume nuestra humanidad,
nuestro lenguaje, nuestras condiciones espacio-temporales. Pero estas
razones son aún muy generales y no dan cuenta de la radicalidad de la
con-descendencia de Dios, que en Cristo se expresó como predilección
hacia los pobres y pecadores, hacia cuantos son despojados de su dignidad
y libertad. El lugar de los otros, en particular el lugar de los pobres,
debiera determinar internamente la enseñanza teológica, si es que ésta
efectivamente pretende ser cristiana. Si la enseñanza teológica no es capaz
de ser efectivamente significativa para los predilectos de Dios, entonces
ella corre el riesgo de volverse un discurso religioso más y que, muy
probablemente, como discurso ideológico será sólo un remedo grotesco
de aquella Palabra creadora de Dios que se hizo carne.
En esa misma homilía por el aniversario de Santa Teresa, el Papa Juan
Pablo II reconocía en la que llama «condescendencia» de Jesús hacia la
mujeres, una de la fuentes desde las que se había nutrido la libertad de
Santa Teresa de Jesús: «¡Qué gozosa libertad interior le ha procurado,
en tiempos de acentuado antifeminismo, esta actitud condescendiente del
Maestro con la Magdalena, con Marta y María de Betania, con la Cananea
y la Samaritana, esas figuras femeninas que tantas veces recuerda la Santa
en sus escritos! No cabe duda que Teresa ha podido defender la dignidad
de la mujer y sus posibilidades de un servicio apropiado en la Iglesia desde
esta perspectiva evangélica: “No aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando
andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con
mucha piedad...”».
La condescendencia, de nuevo acá, no un «recurso pedagógico» sino
que auténtica experiencia de libertad. Es decir, la condescendencia de
Dios en Cristo no es un medio en función de otra cosa, sino que en ella
misma acontece la cercanía de Dios al hombre y la mujer, su invitación a
entablar una relación de diálogo y amor con él. La misma libertad con que
Jesús trata a las mujeres es fuente de vida y amor.
El desafío pedagógico que de aquí emana nos parece evidente: ¿cómo
la enseñanza teológica es fuente de libertad?, ¿cómo los procesos de
enseñanza y aprendizaje de la teología no ocultan, sino que ponen de
manifiesta esta cercanía de Dios a los pobres, a los marginados, a los
pecadores?, ¿cómo la enseñanza de la teología despierta esa ansia de
libertad y liberación que Dios ha inscrito en lo más profundo del ser
humano?
Cf. Juan Crisóstomo, Homilía VII, 268-270.
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios... 245
Tomás, «El acto (de fe) del creyente no se detiene en el enunciado, sino en
la realidad (enunciada)».
El con-descender kenótico de Dios hasta la cruz, como lo había ya enten-
dido san Juan Crisóstomo, no pone en peligro la naturaleza de Dios, sino
que enaltece la de hombre: «Se hizo Hijo del hombre el que era Hijo natu-
ral de Dios, para hacer hijos de Dios a los hijos de los hombres. Cuando el
sublime se asocia con el humilde, no sufre para nada en su honor propio;
en cambio, a éste le levanta de su gran bajeza. Lo mismo ocurrió con el
Señor. No sufrió merma en su propia naturaleza por esta condescenden-
cia; en cambio, a nosotros, que siempre estábamos sentados en desgracia
y oscuridad, nos levantó a una gloria inefable»10.
Por este motivo, en la condescendencia divina Dios revela al hombre la
plenitud de su propia humanidad, según enseñó certeramente Juan Pablo
II en su importante encíclica sobre el Espíritu Santo en la Vida de la Igle-
sia y del Mundo. Leemos allí: «… el hombre, descubriendo en sí mismo
su pertenencia a Cristo, y en a la elevación a “hijo de Dios”, comprende
mejor también su dignidad de hombre, precisamente porque es el sujeto
del acercamiento y de la presencia de Dios, sujeto de la condescendencia di-
vina en la que está contenida la perspectiva e incluso la raíz misma de la
glorificación definitiva. Entonces se puede repetir verdaderamente que la
“gloria de Dios es el hombre viviente, pero la vida del hombre es la visión
de Dios”: el hombre, viviendo una vida divina, es la gloria de Dios, y el
Espíritu Santo es el dispensador oculto de esta vida y de esta gloria. “El
–dice Basilio el Grande– simple en su esencia y variado en sus dones...
se reparte sin sufrir división... está presente en cada hombre capaz de
recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante, distribuye a todos gracia
abundante y completa”»11.
La condescendencia de Dios no trivializa su trascendencia sino que
en su mundanidad nos remite a ella: «Por esto también nosotros sin cesar
damos gracias a Dios: cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de
nosotros, la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que
Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q. 1, a. 2, ad 2 [Texto extraído del Catecis-
mo de la Iglesia Católica, 170).
10
Juan Crisóstomo, Homilía 11 (citado por J.Quasten, Patrología, v.II, BAC, Madrid
1994, 488).
11
Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 59.
246 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
12
Cf. Juan Pablo II, Fides et Ratio, 93 y ss.
13
Benedicto XVI, Audiencia General, 26 de Septiembre de 2007.
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios... 247
el Evangelio» (Lc 7,22; cf. Mt 11,4: «Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y
ven [aÁ a)kou/ete kaiì ble/pete]»).
El contenido, la doctrina, las enseñanzas de Jesús nos remiten por tanto
a un acontecimiento: a la irrupción del reinado de Dios en medio nuestro
(cf. Lc 4, 16-21). No se trata, simplemente, de algo que ha sucedido; más
bien, se trata de algo que está aconteciendo y cuyo sentido más hondo
se encuentra tanto en el pasado como en el futuro: en el pasado, como
cumplimiento de las promesas que Dios había hecho a su Pueblo y, en el
futuro, como el horizonte de plenitud al que es conducido todo cuanto
ha sido creado. En el acontecer actual del reinado de Dios, el pasado y
el futuro dejan de ser unidades métricas autosustentadas y pasan a ser
dinámicas temporales presentes. La condescendencia de Dios alcanza también
el tiempo: «…cuando vino la plenitud del tiempo [to\ plh/rwma tou= xro/
nou], Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley…» (Gal
4,4). Juan nos recuerda una y otra vez que el Espíritu quiere hablar a las
iglesias, que el Espíritu tiene «algo» que decir a las Iglesias: «El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias [ti¿ to\ pneu=ma le/gei taiÍj
e)kklhsi¿aij]» (Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22). Por medio del Espíritu Santo,
el acontecer del reino no es un hecho del pasado, sino que se actualiza en
cada tiempo, interpelando siempre de nuevo a la comunidad de cuantos
han creído en los hechos y palabras de Jesús.
Sabemos que aquello el Señor ha dicho, «lo que» se nos ha anunciado, «lo
que hemos visto y oído», todo ello requiere ser comprendido, exige nuestra
intelección, a fin de efectivamente pueda dar fruto en nosotros. Ésto es
–recordémoslo– lo que nos enseña Jesús en la parábola del Sembrador:
«A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene
y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquél en quien se
sembró la semilla junto al camino» (Mt 13,19). No sólo hay que escuchar
«lo que» Jesús tiene para decirnos, sino que también debemos entenderlo:
«Llamando de nuevo a la multitud, Jesús les decía: “Escuchen todos lo
que les digo y entiendan” [a)kou/sate/ mou pa/ntej kaiì su/nete]» (Mc 7,14). La
enseñanza teológica se orienta al servicio de esa comprensión de la Palabra,
una comprensión que –en clave de condescendencia– acontece siempre
según las condiciones y posibilidades concretas de quienes participan de
los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Será muy distinto comprender la enseñanza de la teología como la
reiteración indistinta de contenidos transmitidos linealmente en el tiempo,
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios... 249
15
Juan Pablo II, Dominum et vivificantem. Sobre el Espíritu Santo en la vida de la Igle-
sia y del mundo [18 de mayo de 1986], 55.
16
Juan Pablo II, Homilía en viaje apostólico a Eslovaquia [13 de septiembre de
2003].
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios... 253
Reflexiones finales
Porque la condescendencia de Dios nos remite al acontecimiento de la
salvación, entonces la teología no se queda en la mera contemplación de
Dios, sino que ella busca escudriñar el misterio del Verbo encarnado; es decir,
la teología se pregunta por el sentido histórico-salvífico al que remiten
los hechos y palabras de Jesús, por las condiciones y posibilidades del ser
humano para comprender y acoger dicho acontecimiento, por las conse-
cuencias que tiene para su existencia personal y social el dejarse transfor-
mar por la acción del Espíritu.
En el primero de todos los artículos de la Suma Teológica pregunta
Santo Tomás lo siguiente: «¿Es o no necesario que, además de la materias
filosóficas, haya otra doctrina?». En su respuesta, por cierto, Tomás
afirma la necesidad de una «ciencia cuyo criterio fuera la revelación
divina». Pero, lo interesante en su respuesta es la razón que da para tal
afirmación: esta ciencia es necesaria para la salvación humana [fuit necessarium
humanam ad salutem]17. En esta perspectiva, la idea de condescendencia
justamente nos ha ayudado a comprender que si la enseña teológica no
se orienta a la salvación humana, entonces, ella no sirve de nada. Esto,
por cierto, no basta declararlo. Tanto maestros como discípulos deben
poder experimentar que, realmente, la teología contribuye a la experiencia
histórico-escatológica de la salvación.
Por ello, Bernhard Welte destaca y adhiere a la formulación del Maes-
tro Eckhart, según la cual «un Maestro de vida (Lebemeister) vale más que
Tomás de Aquino, STh I, q 1, a. 1.
17
254 María Alejandra Carrasco, Patricio Ventura-Juncá
18
Cf. B. Welte, Meister Eckhart, 16.
Pedagogía de la enseñanza teológica. La condescendencia de Dios... 255
Hoy día hay un sordo malestar con sacramentos, lo que exige un fino dis-
los sacramentos. La mayoría de los cernimiento. Síntomas negativos en la
problemas de mucha gente, incluidos praxis sacramental y, a la vez, síntomas
algunos creyentes con la Iglesia, tienen de recuperación teológica y una cierta
una raíz en la praxis sacramental. No renovación en la práctica en el período
entienden o no están de acuerdo, no del post concilio.
saben, no practican, no aprovechan. Nuestra sociedad actual, centra-
Siendo puertas de lo sagrado, fuentes da en el rendimiento y en la eficacia,
de gracia, adelanto de la vida futura. no hace mucho espacio para la cele-
Y no es un asunto de regulaciones bración. Se han abandonado antiguos
jurídicas o administrativas. Es algo y creado nuevos símbolos, ritos y ri-
más profundo. Por el predominio de tuales. Sin embargo todas las culturas
la cultura de la imagen (se habla del tienen ritos que permiten acercarse a
imperialismo de la imagen y de la anemia acontecimientos y momentos centra-
simbólica), hemos perdido y eliminado les de la existencia humana que se re-
el símbolo. No hay cabida al misterio. sisten al lenguaje de la pura razón e in-
Al confundir el misterio con sus ex- troducen al ser humano en niveles de
presiones racionales, al pretender co- profundidad de vida que no se experi-
nectarnos in-mediatamente con lo real mentan sino por lo ritual. El ser huma-
de manera instantánea con la imagen, no es ‘sacramental’ por naturaleza, por
hemos perdido la capacidad de llegar su creaturalidad es un ser en el mundo,
a lo más profundo de lo real. La se- con los demás y para Dios. El hombre
cularización y desacralización de la forma parte del sacramento porque el
cultura es la provocación más fuerte sacramento es parte del hombre. Hay
a la teología sacramental en toda su una dimensión simbólica de la condi-
historia. Por eso observamos una am- ción humana. Ante la situación ambi-
bigüedad en la situación actual de los valente de la teología y la práctica sa-
260 La Forza Della Grazia...
Gwendolyn Araya Gómez, Crónica del I Simposio sobre Edith Stein “Hacia
la pregunta por la mujer”
Primera cita:
Autor único: J. Noemi, El mundo creación y promesa de Dios (San Pablo, Santiago
de Chile 1996), 65.
Una obra publicada en una colección: A. Soggin, Il profeta Amos: traduzione e
commento (Studi Biblici 61; Paideia, Brescia 1982), 27.
Una obra citada en una nueva edición: F. Ruiz Salvador, Caminos del Espíritu:
compendio de teología espiritual (Espiritualidad, Madrid 21978).
Una obra citada por medio de su traducción: K. Schelkle, Anunciar el evan-
gelio de Dios: comentario a la carta de los Romanos. Traducido por D. Ruiz Bueno
(Estela 48; Sígueme, Salamanca 1966).
Una obra anónima: C. Martín (ed.), Gran Upanisad del Bosque (Estructuras y
procesos; Totta, Madrid 2002).
Una contribución a una obra colectiva con dos editores: T. Römer, «L’Ancient
Testament est-il monothéiste ?», en C. Emery - P. Gisel (eds.), Le christianisme
est-il un monothéisme?: actes du 3e cycle de théologie systématique des Facultés de théologie
de Suisse romande (Lieux théologiques 36; Labor et Fides, Genève 2001), 72-
92, 89.
Artículo de revista: B. Villegas, «En busca de Q. La fuente común de Mt y
Lc», en Teología y Vida 43 (2002), 602-683, 612.
Voz de diccionario u obra similar: A. Olivar, «Patrística», en J. J. Tama-
yo (dir.), Nuevo diccionario de teología (Estructuras y procesos; Trotta, Madrid
2005), 695-706, 695.
Instrucciones para los colaboradores 275
Obras ya citadas:
J. Noemi, El mundo creación y promesa de Dios, 65-78.
A. Kirk - T. Thatcher, Memory, Tradition and Text, 52.
Tres o más autores: A. Meis y otros, El dinamismo del encuentro entre Dios y el
hombre en los comentarios al Cantar de los Cantares de Orígenes, Gregorio de Nisa y
Juan de la Cruz, 95.
Gran Upanisad del Bosque, 235.
De parte de obras (artículos en revistas, partes de un libro, voz de diccionario
o similares):
T. Römer, «L’Ancient Testament est-il monothéiste ?», 72.
B. Villegas, «En busca de Q. La fuente común de Mt y Lc», 678.
A. Olivar, «Patrística», 696.
Los libros bíblicos deben citarse según la Biblia de Jerusalén, los diccionarios
y las revistas más conocidas pueden referirse con las abreviaturas vigentes:
LThK, TRE, DSp, etc. Se sugiere seguir la normativa de S. Schwertner, Inter-
nationales Abkürzungsverzeichnis für Theologie und Grenzgebiete: Zeitschriften, Serien,
Lexika, Quellenwerke mit bibliographischen Angaben, Walter de Gruyter, Berlin
- New York 1992.